Al final, cuando su vida estaba llegando a su cierre
triunfal, la Santa Virgen se encontraba llena de paz y llena de alegría. ¿Cómo
podía ser de otra manera cuando sabía que había cumplido su misión
–sirviendo como ese vaso amoroso a través del cual el Hijo de Dios había de entrar en el mundo con la finalidad de redimirnos de la muerte y del pecado?
Tal como su vida, sublimemente bella y virtuosa, la "muerte" de
La Theotokos –la Madre de Jesucristo– llegaría a ser uno de los misterios más
reverenciados en la historia de la Santa Iglesia. Conocida como la “Dormición” de la Virgen María, este evento de crucial importancia es celebrado
hoy día por los Cristianos alrededor de todo el mundo. En este día especial le brindan
un homenaje reverente a María por su vida santa como esa amable y amorosa
figura que se ocupó del niño Jesús y que soportó la agonía de ver Su
sufrimiento y Su crucifixión en el Calvario. –sirviendo como ese vaso amoroso a través del cual el Hijo de Dios había de entrar en el mundo con la finalidad de redimirnos de la muerte y del pecado?
Aunque los registros históricos que describen los últimos
días de María no son completamente consistentes, las líneas fundamentales de la
historia -según la Santa Tradición Ortodoxa- están bastante claras. Durante sus últimos días sobre la tierra había
regresado a la Ciudad Santa de Jerusalén para visitar los lugares que habían
sido tocados por la santa vida de su Hijo.
Mientras rezaba y meditaba en el Jardín de Getsemaní, y recordaba silenciosamente el dolor de su Hijo durante sus últimas horas en la colina del Gólgota, traería a su memoria -con un inmenso cariño- los lazos gozosos que ella y las gentes de Galilea habían compartido con el Portador del Santo Evangelio y el Salvador del mundo, Jesucristo.
Sabiendo que su hora se encontraba cerca, la Bienaventurada
Theotokos no se sorprendió –durante una visita de oración al Monte de los
Olivos– al encontrar de pie junto a ella al Arcángel Gabriel. Tampoco se
sorprendió cuando la Presencia Angélica le ofreció una flor que había crecido
en el Paraíso, mientras le informaba que su presencia terrenal en este mundo
habría de finalizar dentro de tres días. María celebró la llegada de este mensaje
providencial... ya que entendió que ese tiempo permitiría a los Santos
Apóstoles reunirse junto a su lecho para la última despedida, antes de dejar
atrás y para siempre su vida humana.
Angel anunciando su inminente dormición |
Así fue como sucedió. Cuando llegó el final algunos de los
Doce estuvieron presentes –incluyendo Juan el Teólogo, el Apóstol Amado, con
cuya familia había vivido los años inmediatamente posteriores a la Ascensión de
su Hijo al Cielo.
Cuando expiró su último aliento la habitación en la cual
reposaba se inundó repentinamente de una luminosidad tan intensa que asustó
grandemente a la mayoría de los que se encontraban presentes. Y en ese
sorprendente momento el mismo Señor Jesucristo se hizo presente rodeado por un
grupo de Angeles luminosos que cantaban una alabanza sin fin a Su
divinidad. Sorprendidos y totalmente
sobrepasados por el asombro, los Apóstoles y amigos de María que se encontraban
reunidos para ese capítulo final en su vida, se dieron cuenta de un hecho
asombroso: El Hijo del Hombre había regresado para dar la bienvenida al alma de
su madre amorosa hacia la eternidad bienaventurada.
Dormición de la Theotokos, fresco en pared del katholikon (iglesia central) Santo Monasterio de Vatopedi, año 1312. |
Sin embargo la Bienaventurada Virgen ya había presenciado
antes esa aparición milagrosa y había alabado a Dios Todopoderoso:
“«Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en
Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por
eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada.” (Lucas 1,
46-48).
Y fue entonces, cuando ella "durmió", dejó su
cuerpo para unirse a su Hijo en la Realeza Increada Eterna en donde Él gobierna para la
eternidad.
Algunas horas después, aún temblando de la emoción, los
Apóstoles enterraron el cuerpo de La Theotokos al pie del Monte de los Olivos.
Poco después del entierro los enfermos, los pobres y los ciegos comenzaron a
llegar al lugar en donde reposaba su cuerpo, muchos de los cuales fueron
curados de su enfermedades instantáneamente, con el simple hecho de tocar el
féretro que contenía sus restos santos.
Pero los milagros que se asociarían con la Bienaventurada
Virgen María en los años venideros sólo estaban comenzando. Tres días después
de su entierro llegó el Apóstol Tomás, ya muy tarde para el funeral.
Consternado por haberse perdido estas ceremonias sagradas y con la esperanza de
mirar una vez más su amoroso rostro, rogó que se abriera la cueva por última
vez. Sus deseos le fueron concedidos... pero cuando las grandes piedras fueron
retiradas de la cueva, su cuerpo había desaparecido. La Bienaventurada Virgen
había desaparecido sin dejar huella, dejando solo tras de sí sus atuendos
funerarios.
Maravillados, los Apóstoles se dirigieron a casa a rezar y a
dialogar sobre este evento extraordinario. Pero sus meditaciones fueron
interrumpidas por cantos de Ángeles... y por una visión gloriosa en la cual
observaron a la Virgen Más Santa rodeada por Serafines y Querubines e inundada
por una luz radiante. Mientras la observaban transfigurados, ella les decía con
gran gozo: Alégrense. Yo estoy con
ustedes para todos los días y las noches.
Su vida terrenal había terminado y su vida eterna en el
Cielo había comenzado. Habiéndose dedicado completamente al cuidado del Hijo de
Dios, la Bienaventurada Virgen María había tomado su lugar correspondiente
entre las Huestes Celestiales. Durante las generaciones venideras muchos de los
Padres e historiadores de la Iglesia harían lo mejor posible por describir su
maravillosamente amoroso temperamento y la profunda bondad que mostró a cada
uno de los que se cruzaron en su camino. Describiendo su cálida y amorosa
presencia, el gran historiador de la Iglesia del Siglo Catorce, Nicephorus
Kallistos, señaló que la Madre de Dios “era de estatura promedio o como otros
sugieren, un poquito más alta que el promedio. Sus cabellos eran dorados. Sus
ojos brillantes con sus pupilas como aceitunas encendidas. Sus cejas eran
profundas y moderadamente oscuras, Su nariz pronunciada y Su boca vibrante al
hablar aunque de tono muy dulce. Su rostro no era redondo o anguloso, sino más
bien oblongo; las palmas de Sus Manos y sus dedos eran más bien largos...”
Epitafio de la Theotokos (Monasterio de Mantzari, Evia) |
“En las conversaciones con los otros siempre mantenía el
decoro, nunca siendo tonta o atolondrada, y ciertamente nunca molesta; sin
ningún tipo de artificialidades y muy
directa, Ella nunca se mostraba extremadamente preocupada de sí misma y estaba
muy lejos de auto complacerse a sí misma. Ella estaba, de manera inequívoca,
llena de humildad.”
Otro historiador y escritor de la Iglesia primitiva, San
Ambrosio de Milán, describía a la Theotokos en un muy bien conocido pasaje de
su estudio clásico Sobre las Vírgenes:
“Ella fue Virgen no solo de cuerpo sino también de alma,
humilde de corazón, de palabras circunspectas, sabia en su juicio, dada muy
poco al hablar, amante de la lectura y del trabajo; y prudente en el habla. Su
regla de vida era no ofender a nadie, buscar lo mejor de cada uno, respetar a
los mayores, no ser envidioso de los demás, evitar las fanfarronerías, ser sana
de mente y amar la virtud. ¿Alguna vez ella lanzó un insulto frente a Sus
padres, alguna vez ella fue causa de discordia entre Sus parientes?”
“¿Alguna vez ella se mostró altanera delante de una persona
modesta o se rió de los débiles o rechazó a los indigentes? Con ella no
existían los ojos desdeñosos, tampoco palabras fuera de tono o algún tipo de
conducta impropia: Ella era humilde aún en sus movimientos corporales, Sus
pasos eran silenciosos y Su voz directa; tal era su complexión que su cuerpo
era expresión de su alma y una personificación de la pureza. Todo en Sus días
estaba impregnado de ayuno; dormía solo cuando era necesario y, aún en esos
momentos, cuando Su cuerpo se hallaba descansando, se encontraba alerta en
espíritu, repitiendo en Sus sueños lo que había leído, o considerando la manera
de realizar sus intenciones, las antiguas y aún las que habían por venir.”
“Ella solo salía de Su casa para ir a la Iglesia y, en esas
ocasiones, solo en compañía de sus familiares. De otra manera raramente se le
veía fuera de Su casa en la compañía de otros, siendo Ella misma su mejor
juez.”
"Metástasi" (Tránsito) de la Theotokos |
Han pasado veinte siglos desde la Dormición de la
Bienaventurada Madre de Dios y hoy en día el mundo reverencia su memoria más
que nunca. Para millones de Cristianos hoy en día, la Bienaventurada Virgen
continúa inspirando la más profunda veneración y devoción. Una mujer sencilla y
obediente que vivió su vida como una oración dedicada a su Santo Hijo, ahora
brillará en el firmamento de Jesucristo tanto como duren los Cielos. En
palabras de una oración común y familiar a los Cristianos alrededor del mundo:
Dios te Salve María, llena de gracia, el Señor es contigo.
Homilía de San Juan de Kronstadt sobre La Dormición de la Theotokos
Typikon + Servicio de la Fiesta de la Fiesta de La Dormición de la Theotokos
Homilía de San Juan de Kronstadt sobre La Dormición de la Theotokos
Typikon + Servicio de la Fiesta de la Fiesta de La Dormición de la Theotokos
Apolitiquio tono 1º
Dando a luz preservaste tu virginidad; en tu Dormición no te
olvidaste del mundo, Oh Theotokos; Tú fuiste devuelta a la vida, ya que Tú eres
la Madre de la Vida, y por tu intercesión nuestras almas fueron redimidas de la
muerte.
Condaquio tono plagal del 2º
La tumba y la muerte no podían contener a la Theotokos,
quien no descansa en su intercesión y en su infatigable esperanza en sus
mediaciones. Ya que ella es la Madre de la Vida ella fue trasladada a la vida
por Aquél Quien vivió en su vientre, siempre virginal.
Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr
Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr