Sobre la Dormición de la Theotokos, por San Gregorio Palamás

Si «la muerte de los santos es honorable y la memoria de los justos va acompañada de alabanza», cuánto más debemos celebrar con los mayores honores la memoria de la santa de los santos, por quien llega a los santos toda santidad, es decir, la memoria de la Siempre Virgen y Madre de Dios. Lo hacemos celebrando el aniversario de su santa dormición o transmigración (metástasis), quien, aunque en este aspecto es un poco inferior a los ángeles, sin embargo superó incomparablemente tanto a los ángeles como a los arcángeles y a todos los poderes sobrenaturales por su cercanía a Dios y por los milagros realizados en ella y registrados desde la antigüedad.

Su muerte es vivificante, transfiriendo a la vida celestial e inmortal, y su memoria es una fiesta gozosa y una celebración universal, que no solo renueva la memoria de los milagros de la Madre de Dios, sino que también añade la reunión común y extraordinaria de los santos Apóstoles de toda la tierra para su funeral santísimo, con himnos agradables a Dios, con la supervisión angelical, coros y servicios en su honor.

Los Apóstoles acompañan, participan, avanzan, defienden y cooperan con todas sus fuerzas junto con quienes alaban ese cuerpo vivificante y que acepta a Dios, la medicina salvadora de nuestra raza, el sermón de toda la creación.

Mientras tanto, el mismo Señor de los poderes celestiales e Hijo de esta Siempre Virgen, está invisiblemente presente y rinde a la madre el debido honor. En sus manos también depositó el espíritu portador de Dios, mediante el cual, después de un tiempo, también transfiere el cuerpo conyugal de aquella alma a un espacio eterno y celestial. Pues solo ella, estando entre Dios y toda la raza humana, hizo a Dios hijo del hombre y a los hombres hijos de Dios, habiendo hecho la tierra celestial y deificado al género humano. Y solo ella, entre todas las mujeres, fue distinguida como la madre de Dios por naturaleza, sobre toda naturaleza. Fue la reina de toda creación terrenal y supramundana.

Ahora, teniendo el cielo como morada adecuada, como su reino apropiado, al cual fue trasladada hoy desde la tierra, se encontraba a la diestra del Rey de reyes, vestida y adornada con vestiduras de oro, como dice el profeta (Salmo 44:11). Vestiduras de oro, que significa adornada con toda clase de virtudes. Pues solo ella posee ahora, junto con el cuerpo glorificado por Dios y con el Hijo, el espacio celestial. En verdad, ni la tierra, ni la tumba, ni la muerte pudieron retener hasta el final su cuerpo vivificante y receptor de Dios, y su amada morada en el cielo y en el cielo de los cielos.

La evidencia para los discípulos de su resurrección son el sudario y las telas funerarias, que quedaron en el sepulcro y fueron halladas por quienes acudieron a buscarla, como ya había sucedido con el Hijo y Señor. Ella tampoco necesitó permanecer un corto tiempo en la tierra, como su Hijo y Dios; por esta razón, fue inmediatamente elevada al espacio supracelestial desde el sepulcro.

Con su ascensión, la Madre de Dios unió lo inferior con lo superior e integró todo con las maravillas que la rodeaban, de modo que incluso su leve inferioridad a los ángeles, al experimentar la muerte, aumenta su superioridad en todo. Y así, ella es la única de todos los tiempos y de todos los seres excelentes que gobierna en el cuerpo celestial junto con el Hijo y Dios.

La Madre de Dios es el lugar de todas las gracias, la plenitud de toda bondad, la imagen de todo bien y de toda utilidad, pues es la única que fue considerada digna de todos los dones del Espíritu y, de hecho, la única que milagrosamente recibió en su seno a aquel en quien se encuentran los tesoros de todos los dones. Ahora, con su muerte, ha ascendido de aquí a la inmortalidad y, con justicia, se ha trasladado y es cohabitante con el Hijo en los tabernáculos celestiales, y desde allí vela con sus incesantes embajadores ante él, expiándolo por todos nosotros.

Ella está mucho más cerca que quienes se acercan a Dios, no solo que los hombres, sino también que estas jerarquías angélicas. «Los serafines lo rodeaban» (Isaías 6:2) y David dice: «La reina estaba a tu diestra». ¿Ves la diferencia de actitud? De esto también puedes comprender su diferencia, según el valor del orden. Pues los serafines rodeaban a Dios, y cerca de él solo la reina, y de hecho a su diestra. Donde Cristo se sentó en el cielo, es decir, a la diestra de la majestad, allí también se encuentra ahora que ha ascendido de la tierra al cielo.

¿Quién ignora que la "Parthenomitor" es esa zarza que ardía pero no se consumía? (Salmo 44:19). Y estas tenazas, que tomaron a los serafines, el carbón del altar, es decir, que prendió el fuego divino sin quemarse, y nadie más podía acercarse a Dios. Por lo tanto, solo este es el límite entre la naturaleza creada y la increada.

¿Quién amaría al Hijo y a Dios más que a la madre, que no solo lo dio a luz como hijo unigénito, sino también solo sin unión masculina, para que el filtro fuera doblemente fuerte?


Así como, por lo tanto, después de descender a nosotros solo a través de ella, se manifestó y se comunicó con los hombres, mientras que antes era invisible, así en la era futura sin fin, todo progreso y revelación de los misterios sin ella será imposible.

Por la Madre de Dios alabarán a Dios porque ella es la causa, la protectora y la defensora de lo eterno. Ella es el tema de los profetas, el comienzo de los apóstoles, la fortaleza de los mártires, el lugar de descanso de los maestros, la raíz de los bienes secretos, la cumbre y la perfección de todo santo.


Oh Virgen divina y ahora celestial, ¿cómo describir todas tus cualidades? ¿Cómo puedo glorificarte, tesoro de gloria? Solo el recuerdo de tí santifican a quien lo usa. 

Μετάδωσε πλούσια λοιπόν τα χαρίσματά σου στο λαό σου, Δέσποινα, δώσε τη λύση των δεινών μας, μετάτρεψε όλα προς το καλύτερο με τη δύναμή σου, δίδοντας τη χάρη σου για να δοξάζουμε το προαιώνιο Λόγο που σαρκώθηκε από σένα για μας μαζί με τον άναρχο Πατέρα και το ζωοποιό Πνεύμα, τώρα και πάντοτε και στους ατελευτήτους αιώνες. Γένοιτο.

Por tanto, transmite abundantemente tus dones a tu pueblo, oh Señora, concede la solución a nuestros sufrimientos, transforma todo para mejor con tu poder, concediendo tu gracia para que podamos glorificar al Logos eterno que se encarnó por ti para nosotros junto con el Padre eterno y el Espíritu creador de vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
 

 

 

https://www.oodegr.com/oode/pateres1/palamas/koimisi_theotokou_1.htm

 

 

 

 

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