
Versos: "Oh vosotros, estrellas del firmamento espiritual portadores de luz, iluminad mi mente con vuestros rayos".
Versos contra Arrio: "Llamando al Hijo un extraño a la esencia del Padre, Arrio demostró ser un extraño para la gloria de Dios".
En este día, el séptimo Domingo de Pascua, celebramos el Primer Concilio Ecuménico, Santos Trescientos Dieciocho (318) Padres, el cual tuvo lugar en Nicea de Bitinia.
Es un tipo de fiesta que tiene como base la Pascua, celebrándose 42 días después de ésta. El sexto Domingo después de la Santa Pascua está dedicado por la Iglesia a la memoria de los 318 Santos Padres, que formaron parte en el Primer Concilio Ecuménico celebrado en Nicea en Bitinia en el año 325 d.C..
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Breve exposición de los Sagrados Cánones
- Canon 1: Sobre la admisión, apoyo o la expulsión de clérigos castrados por elección o por violencia (prohibición de la autocastración).
- Canon 2: Prohíbe la ordenación como clero a los nuevos miembros (neófitos) de la iglesia.
- Canon 3: Condena el hábito de los clérigos de todos los grados de convivir con mujeres jóvenes que no estaban casadas (mujeres practicantes de la virtud y la moderación o contención (engratia), por lo general vírgenes o viudas, que cohabitaban con hombres sabios, clérigos o ascetas, a los efectos de la perfección espiritual.
- Canon 4 y 5: Introduce el "sistema metropolitano", el cual se aplicaba en la organización del Imperio Romano, y determina la jurisdicción de la sesión provincial en la ordenación de los obispos.
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- Canon 6: Se reconoce la antigua costumbre de la jurisdicción centralizada del obispo de Alejandría en las iglesias de Egipto, Libia y Pentápolis, como fue el caso con la Iglesia Romana, al tiempo que eximía a Roma y Antioquía de la medida general del sistema metropolitano.
- Canon 7: Se estipula que el Obispo de Elías (del gr."Αιλίας"), es decir, Jerusalén, es el próximo en la serie de entrega de honores.
- Canon 8: Establece el modo de regresar a la Iglesia egipcia de los llamados "Limpios" (cisma de Melithi).
- Canon 9: Se refiere al caso habitual de ordenación de presbíteros cuyas calificaciones no fueron examinadas o que no permanecen impecables.
- Canon 10: Condena la ordenación de los cristianos desertores o
"Πεπτωκότες", [Peptokótes], así denominados en la antigua iglesia a los que, durante las persecuciones en el periodo del Imperio Romano, se negaron a confesar su fe prefiriendo evitar el martirio.
- Canon 11 y 12: Se determina la penitencia de los desertores, con criterios más estrictos.
"Πεπτωκότες", [Peptokótes], así denominados en la antigua iglesia a los que, durante las persecuciones en el periodo del Imperio Romano, se negaron a confesar su fe prefiriendo evitar el martirio.
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- Canon 11 y 12: Se determina la penitencia de los desertores, con criterios más estrictos.
- Canon 13: Se acepta la posibilidad de ofrecer la Divina Comunión a los moribundos
- Canon 14: Penitencia a los catecúmenos que apostataron bajo persecución.
- Canon 15 y 16: Los clérigos no deben pasar de una Iglesia a otra y deben ser devueltos si lo intentan. Prohibición formal para los obispos de ordenar para su diócesis a un clérigo perteneciente a otra diócesis.
- Canon 17: Se condena la avaricia y la especulación del clero procedente de préstamos.
- Canon 15 y 16: Los clérigos no deben pasar de una Iglesia a otra y deben ser devueltos si lo intentan. Prohibición formal para los obispos de ordenar para su diócesis a un clérigo perteneciente a otra diócesis.
- Canon 17: Se condena la avaricia y la especulación del clero procedente de préstamos.
- Canon 18: Se prohíbe a los diáconos ofrecer y tocar la Divina Eucaristía antes que los presbíteros, y no se les permite sentarse entre los presbíteros.
- Además, se estableció el día común de celebración de Pascua.
Las conclusiones de la sesión fueron firmadas por más de 318 Padres y esta cifra fue mantenida por razones simbólicas. Los obispos presentes en la reunión fueron acompañados por clérigos inferiores cuyo número total era tres o cuatro veces superior al de los obispos.
Lectura del Evangelio. (Jn. 17,1-13)
(Interpretación P. Trempelas)
La oración sacerdotal del Señor para sí mismo, para los apóstoles y para los que creerán en él.
1. Esto dijo Jesús a sus discípulos y después levantó sus ojos al cielo y dijo: Padre, ha llegado la hora que tu sabiduría determinó para que padezca y sea sacrificado. Muestra el sacrificio de mi Pasión y glorifica a tu Hijo también en su naturaleza humana; para que te glorifique también tu Hijo con la liberación y salvación de los hombres, la cual será completada con este sacrificio suyo y con su eterna mediación sacerdotal que continuará después de ésta.
2. Glorifica a tu Hijo de acuerdo con la autoridad que le has dado sobre toda la humanidad, para que de vida eterna como eterno sacerdote principal, sentado tu diestra con toda aquella multitud que le has dado los cuales han creído en tí.
3. Esta es la vida eterna, que los hombres te conozcan continuamente y cada vez mejor a ti, el único Dios verdadero, y a Jesús Cristo, el cual enviaste al mundo, teniendo una comunicación viva contigo y disfrutando sus infinitas perfecciones.
4. Yo he dado a conocer tu nombre a los hombres y he obedecido a la perfección tu voluntad, y así te he glorificado sobre la tierra. Y con mi sacrificio, el cual ofreceré dentro de poco sobre la cruz, habré completado perfectamente la obra que me has dado para llevar a cabo.
5. Y ahora que mi misión terrenal ha terminado, muéstrame con mi Resurrección y con mi Ascensión eterno sacerdote principal y glorifícame también como hombre tú, Padre, a tu lado, con la gloria que tenía junto a tí antes de ser creado el mundo.
6. He mostrado tu nombre y he hecho conocidas tus infinitas perfecciones a los hombres que has abrazado de los senos del mundo y me has dado a mí. Su intención y disposición era buena y por eso eran tuyos. Tú me los has dado a mí, y ellos han cumplido tu logos, el cual les revelé.
7. Ahora han aprendido más precisamente y se han convencido de que mi enseñanza y mi obra y todo en general cuanto me diste provienen de tí.
8. Y prueba de que han recibido esta información y este conocimiento es: que los logos que me has dado para que se los revele a los hombres, yo se los he entregado a ellos con mi enseñanza, y ellos los han recibido y los han aceptado. Y realmente han adquirido la seguridad y el convencimiento de que he nacido y he salido de tus senos, y han creído que tú me has enviado al mundo.
9. Yo, que tanto he trabajado para conducirles a esta verdadera fe y conocimiento, te suplico por ellos como sacerdote principal y mediador. No te suplico en este momento por el mundo de la incredulidad y del pecado, sino que te suplico por aquellos que me has dado; porque, aunque me los has dado, no paran de ser tuyos.
10. Y todo cuanto me pertenece a mí tuyo es, y lo tuyo mío es. Y éstos entonces tuyos eran y se han hecho míos; pero aun siendo míos continúan siendo tuyos. Y yo he sido glorificado por ellos, porque han reconocido mi naturaleza divina y han creído en mí.
11. Yo ya no estaré más en el mundo, como hasta ahora, con mi presencia corporal, para mediante ella reforzarlos y afianzarlos. Ellos sin embargo estarán en el mundo, porque aún no han llevado a cabo su misión. Yo voy a tí. Padre santo, protégelos con tu protección paternal y poder, la cual me has dado a mí; para que así permanezcan unidos a mí y entre ellos y que sean con la agapi y con la confianza en ellos mismos un cuerpo espiritual, como somos uno nosotros también que tenemos la misma esencia y naturaleza.
12. Cuando estaba con estaba con ellos en el mundo, yo les protegía con tu fuerte protección. A los que me has dado les he protegido, y ninguno de ellos se ha perdido sino sólo el hijo de la perdición, el traidor Judas, quien se perdió y de este modo se cumplieron y comprobaron las profecías de la Sagrada Escritura.
13. Pero ahora voy a tí. Y digo esto frente a ellos, mientras me encuentro todavía en este mundo, para que lo escuchen ellos también, para que así teniendo la certeza de que ya tú les protegerás, tengan dentro de ellos de modo perfecto el gozo y la alegría que siento yo ahora también porque regreso contigo.
(Santa Biblia Straubinger, con anotaciones.)
JUAN XVII. JESÚS ORA POR LA GLORIA DEL PADRE Y POR SU PROPIA GLORIFICACIÓN.
1 Así habló Jesús 1133. Después, levantando sus ojos al cielo, dijo: “Padre, la hora es llegada; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti 1134; 2 –conforme al señorío que le conferiste sobre todo el género humano– dando vida eterna a todos los que Tú le has dado. 3 Y la vida eterna es: que te conozcan a Ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo Enviado tuyo 1135. 4 Yo te he glorificado a Ti sobre la tierra dando acabamiento a la obra que me confiaste para realizar. 5 Y ahora Tú, Padre, glorifícame a Mí junto a Ti mismo, con aquella gloria que en Ti tuve antes que el mundo existiese” 1136.
RUEGA POR LOS DISCÍPULOS.
6 “Yo he manifestado tu Nombre a los hombres que me diste (apartándolos) del mundo. Eran tuyos, y Tú me los diste, y ellos han conservado tu palabra. 7 Ahora saben que todo lo que Tú me has dado viene de Ti 1138. 8 Porque las palabras que Tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han recibido y han conocido verdaderamente que Yo salí de Ti, y han creído que eres Tu quien me has enviado 1139. 9 Por ellos ruego; no por el mundo, sino por los que Tú me diste, porque son tuyos 1140. 10Pues todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. 11 Yo no estoy ya en el mundo, pero éstos quedan en el mundo mientras que Yo me voy a Ti. Padre Santo, por tu nombre, que Tú me diste, guárdalos para que sean uno como somos nosotros 1141. 12 Mientras Yo estaba con ellos, los guardaba por tu Nombre, que Tú me diste, y los conservé, y ninguno de ellos se perdió sino el hijo de perdición, para que la Escritura fuese cumplida 1142. 13 Mas ahora voy a Ti, y digo estas cosas estando (aún) en el mundo, para que ellos tengan en sí mismos el gozo cumplido que tengo Yo.
NOTAS: 1133 1 ss. Jesús, que tanto oró al Padre “en los días de su carne” (Hb. 5, 7), pronuncia en alta voz esta oración sublime, para dejarnos penetrar la intimidad de su corazón lleno todo de amor al Padre y a nosotros. Dando a conocer el Nombre de Padre (v. 6 ss.) ha terminado la misión que Él le encomendó (v. 4). Ahora el Cordero quiere ser entregado como víctima “en manos de los hombres” (14, 31 y nota), pero apenas hace de ello una vaga referencia en el v. 19. 1134 2. Que tu Hijo te glorifique... dando vida eterna: Meditemos aquí el abismo de bondad en el Padre y en el Hijo, ante tan asombrosa revelación. En este momento culminante de la vida de Jesús, en esta conversación íntima que tiene con su Padre, nos enteramos de que la gloria que el Hijo se dispone a dar al Eterno Padre, y por la cual ha suspirado desde la eternidad, no consiste en ningún vago misterio ajeno a nosotros, sino que todo ese infinito anhelo de ambos está en darnos a nosotros su propia vida eterna. 1135 3. El conocimiento del Padre y del Hijo –obra del Espíritu de ambos “que habló por los profetas”– se vuelve vida divina en el alma de los creyentes, los cuales son “partícipes de la naturaleza divina” (2 Pe. 1, 4). Cf. v. 17 y nota; Sb. 15, 3. 1136 5. Es evidente, como dice S. Agustín, que si pide lo que desde la eternidad tenía, no lo pide para su Persona divina, que nunca lo había perdido, sino para su Humanidad santísima, que en lo sucesivo tendrá la misma gloria de Hijo de Dios, que tenía el Verbo (cf. v. 22; Sal. 2, 7 y nota). 1138 7. Hemos visto a través de todo este Evangelio que la preocupación constante de Jesús fue mostrar que sus palabras no eran de Él sino del Padre. Véase 12, 49 s. 1139 8. Ellos las han recibido... y han creído: Admiremos, en esta conversación entre las Personas divinas, el respeto, que bien puede llamarse humilde, por la libertad de espíritu de cada hombre, no obstante ser Ellos Omnipotentes y tener sobre sus creaturas todos los derechos. Nada más contrario, pues, a las enseñanzas divinas, que el pretender forzar a los hombres a que Crean, o castigar a los que no aceptan la fe. Véase Ct. 3, 5; Ez. 14, 7 y notas. 1140 9 ss. Nueva y terrible sentencia contra el mundo (véase 14, 30; 15, 18; 16, 11 y notas). ¡Nótese el sentido! 1º Por ellos ruego... porque son tuyos: pues todo lo tuyo me es infinitamente amable sólo por ser cosa del Padre a quien amo. Es decir, que nosotros, sin saberlo ni merecerlo, disfrutamos de un título irresistible al amor de Jesús, y es: el solo hecho de que somos cosa del Padre y hemos sido encomendados por Él a Jesús a Quien el Padre le encargó que nos salvase (6, 37-40). 2º En ellos he sido glorificado, es decir, a causa de ellos (cf. v. 19). La gloria del Hijo consiste como la del Padre (v. 2 y nota), en hacernos el bien a nosotros. Jesús ya nos había dicho en 10, 17, que el amor de su Padre, que es para el Hijo la suma gloria, lo recibe Él por eso: porque pone su vida por nosotros (véase allí la nota). Ante abismos como éste, de una bondad y un amor, y unas promesas que jamás habría podido concebir el más audaz de los ambiciosos, comprendemos que todo el Evangelio y toda la divina Escritura tienen que estar dictados por ese amor, es decir, impregnados de esa bondad hacia nosotros, porque Dios es siempre el mismo. De aquí que para entender la Biblia hay que preguntarse, en cada pasaje, qué nueva prueba de amor y de misericordia quiere manifestarnos allí el Padre, o Jesús. ¿Es éste el espíritu con que la leemos nosotros? El que no entiende, es porque no ama, dice el Crisóstomo; y el que no ama, es porque no se cree amado, dice S. Agustín. También en otro sentido el Hijo ha sido glorificado en nosotros, en cuanto somos su trofeo. Si no pudiera mostrarnos al Padre y al universo como frutos de su conquista, ¿de qué serviría toda su hazaña, toda la epopeya de su vida? Vemos aquí la importancia abismante que se nos atribuye en el seno de la misma Divinidad, en los coloquios del Hijo con el Padre, y si vale la pena pensar en las mentiras del mundo ante una realidad como ésta. Porque si somos del mundo. Él ya no ruega por nosotros, como aquí lo dice. Entonces quedamos excluidos de su Redención, es decir, que nuestra perdición es segura. 1141 11. Véase 18, 36; Mt. 16, 16 ss. y notas. 1142 12. El hijo de perdición es Judas. Véase Mc. 14, 21; Sal. 40, 10; 54, 14; Hch. 1, 16. Hijo de perdición se llama también al Anticristo (2 Ts. 2, 3).
Hechos de los Apóstoles (20: 16-18 y 28-36) (Biblia Torres Amat)
Viaje de Troas a Mileto
Lectura del Evangelio. (Jn. 17,1-13)
(Interpretación P. Trempelas)
La oración sacerdotal del Señor para sí mismo, para los apóstoles y para los que creerán en él.
1. Esto dijo Jesús a sus discípulos y después levantó sus ojos al cielo y dijo: Padre, ha llegado la hora que tu sabiduría determinó para que padezca y sea sacrificado. Muestra el sacrificio de mi Pasión y glorifica a tu Hijo también en su naturaleza humana; para que te glorifique también tu Hijo con la liberación y salvación de los hombres, la cual será completada con este sacrificio suyo y con su eterna mediación sacerdotal que continuará después de ésta.
2. Glorifica a tu Hijo de acuerdo con la autoridad que le has dado sobre toda la humanidad, para que de vida eterna como eterno sacerdote principal, sentado tu diestra con toda aquella multitud que le has dado los cuales han creído en tí.
3. Esta es la vida eterna, que los hombres te conozcan continuamente y cada vez mejor a ti, el único Dios verdadero, y a Jesús Cristo, el cual enviaste al mundo, teniendo una comunicación viva contigo y disfrutando sus infinitas perfecciones.
4. Yo he dado a conocer tu nombre a los hombres y he obedecido a la perfección tu voluntad, y así te he glorificado sobre la tierra. Y con mi sacrificio, el cual ofreceré dentro de poco sobre la cruz, habré completado perfectamente la obra que me has dado para llevar a cabo.
5. Y ahora que mi misión terrenal ha terminado, muéstrame con mi Resurrección y con mi Ascensión eterno sacerdote principal y glorifícame también como hombre tú, Padre, a tu lado, con la gloria que tenía junto a tí antes de ser creado el mundo.
6. He mostrado tu nombre y he hecho conocidas tus infinitas perfecciones a los hombres que has abrazado de los senos del mundo y me has dado a mí. Su intención y disposición era buena y por eso eran tuyos. Tú me los has dado a mí, y ellos han cumplido tu logos, el cual les revelé.
7. Ahora han aprendido más precisamente y se han convencido de que mi enseñanza y mi obra y todo en general cuanto me diste provienen de tí.
8. Y prueba de que han recibido esta información y este conocimiento es: que los logos que me has dado para que se los revele a los hombres, yo se los he entregado a ellos con mi enseñanza, y ellos los han recibido y los han aceptado. Y realmente han adquirido la seguridad y el convencimiento de que he nacido y he salido de tus senos, y han creído que tú me has enviado al mundo.
9. Yo, que tanto he trabajado para conducirles a esta verdadera fe y conocimiento, te suplico por ellos como sacerdote principal y mediador. No te suplico en este momento por el mundo de la incredulidad y del pecado, sino que te suplico por aquellos que me has dado; porque, aunque me los has dado, no paran de ser tuyos.
10. Y todo cuanto me pertenece a mí tuyo es, y lo tuyo mío es. Y éstos entonces tuyos eran y se han hecho míos; pero aun siendo míos continúan siendo tuyos. Y yo he sido glorificado por ellos, porque han reconocido mi naturaleza divina y han creído en mí.
11. Yo ya no estaré más en el mundo, como hasta ahora, con mi presencia corporal, para mediante ella reforzarlos y afianzarlos. Ellos sin embargo estarán en el mundo, porque aún no han llevado a cabo su misión. Yo voy a tí. Padre santo, protégelos con tu protección paternal y poder, la cual me has dado a mí; para que así permanezcan unidos a mí y entre ellos y que sean con la agapi y con la confianza en ellos mismos un cuerpo espiritual, como somos uno nosotros también que tenemos la misma esencia y naturaleza.
12. Cuando estaba con estaba con ellos en el mundo, yo les protegía con tu fuerte protección. A los que me has dado les he protegido, y ninguno de ellos se ha perdido sino sólo el hijo de la perdición, el traidor Judas, quien se perdió y de este modo se cumplieron y comprobaron las profecías de la Sagrada Escritura.
13. Pero ahora voy a tí. Y digo esto frente a ellos, mientras me encuentro todavía en este mundo, para que lo escuchen ellos también, para que así teniendo la certeza de que ya tú les protegerás, tengan dentro de ellos de modo perfecto el gozo y la alegría que siento yo ahora también porque regreso contigo.
(Santa Biblia Straubinger, con anotaciones.)
JUAN XVII. JESÚS ORA POR LA GLORIA DEL PADRE Y POR SU PROPIA GLORIFICACIÓN.
1 Así habló Jesús 1133. Después, levantando sus ojos al cielo, dijo: “Padre, la hora es llegada; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti 1134; 2 –conforme al señorío que le conferiste sobre todo el género humano– dando vida eterna a todos los que Tú le has dado. 3 Y la vida eterna es: que te conozcan a Ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo Enviado tuyo 1135. 4 Yo te he glorificado a Ti sobre la tierra dando acabamiento a la obra que me confiaste para realizar. 5 Y ahora Tú, Padre, glorifícame a Mí junto a Ti mismo, con aquella gloria que en Ti tuve antes que el mundo existiese” 1136.
RUEGA POR LOS DISCÍPULOS.
6 “Yo he manifestado tu Nombre a los hombres que me diste (apartándolos) del mundo. Eran tuyos, y Tú me los diste, y ellos han conservado tu palabra. 7 Ahora saben que todo lo que Tú me has dado viene de Ti 1138. 8 Porque las palabras que Tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han recibido y han conocido verdaderamente que Yo salí de Ti, y han creído que eres Tu quien me has enviado 1139. 9 Por ellos ruego; no por el mundo, sino por los que Tú me diste, porque son tuyos 1140. 10Pues todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. 11 Yo no estoy ya en el mundo, pero éstos quedan en el mundo mientras que Yo me voy a Ti. Padre Santo, por tu nombre, que Tú me diste, guárdalos para que sean uno como somos nosotros 1141. 12 Mientras Yo estaba con ellos, los guardaba por tu Nombre, que Tú me diste, y los conservé, y ninguno de ellos se perdió sino el hijo de perdición, para que la Escritura fuese cumplida 1142. 13 Mas ahora voy a Ti, y digo estas cosas estando (aún) en el mundo, para que ellos tengan en sí mismos el gozo cumplido que tengo Yo.
NOTAS: 1133 1 ss. Jesús, que tanto oró al Padre “en los días de su carne” (Hb. 5, 7), pronuncia en alta voz esta oración sublime, para dejarnos penetrar la intimidad de su corazón lleno todo de amor al Padre y a nosotros. Dando a conocer el Nombre de Padre (v. 6 ss.) ha terminado la misión que Él le encomendó (v. 4). Ahora el Cordero quiere ser entregado como víctima “en manos de los hombres” (14, 31 y nota), pero apenas hace de ello una vaga referencia en el v. 19. 1134 2. Que tu Hijo te glorifique... dando vida eterna: Meditemos aquí el abismo de bondad en el Padre y en el Hijo, ante tan asombrosa revelación. En este momento culminante de la vida de Jesús, en esta conversación íntima que tiene con su Padre, nos enteramos de que la gloria que el Hijo se dispone a dar al Eterno Padre, y por la cual ha suspirado desde la eternidad, no consiste en ningún vago misterio ajeno a nosotros, sino que todo ese infinito anhelo de ambos está en darnos a nosotros su propia vida eterna. 1135 3. El conocimiento del Padre y del Hijo –obra del Espíritu de ambos “que habló por los profetas”– se vuelve vida divina en el alma de los creyentes, los cuales son “partícipes de la naturaleza divina” (2 Pe. 1, 4). Cf. v. 17 y nota; Sb. 15, 3. 1136 5. Es evidente, como dice S. Agustín, que si pide lo que desde la eternidad tenía, no lo pide para su Persona divina, que nunca lo había perdido, sino para su Humanidad santísima, que en lo sucesivo tendrá la misma gloria de Hijo de Dios, que tenía el Verbo (cf. v. 22; Sal. 2, 7 y nota). 1138 7. Hemos visto a través de todo este Evangelio que la preocupación constante de Jesús fue mostrar que sus palabras no eran de Él sino del Padre. Véase 12, 49 s. 1139 8. Ellos las han recibido... y han creído: Admiremos, en esta conversación entre las Personas divinas, el respeto, que bien puede llamarse humilde, por la libertad de espíritu de cada hombre, no obstante ser Ellos Omnipotentes y tener sobre sus creaturas todos los derechos. Nada más contrario, pues, a las enseñanzas divinas, que el pretender forzar a los hombres a que Crean, o castigar a los que no aceptan la fe. Véase Ct. 3, 5; Ez. 14, 7 y notas. 1140 9 ss. Nueva y terrible sentencia contra el mundo (véase 14, 30; 15, 18; 16, 11 y notas). ¡Nótese el sentido! 1º Por ellos ruego... porque son tuyos: pues todo lo tuyo me es infinitamente amable sólo por ser cosa del Padre a quien amo. Es decir, que nosotros, sin saberlo ni merecerlo, disfrutamos de un título irresistible al amor de Jesús, y es: el solo hecho de que somos cosa del Padre y hemos sido encomendados por Él a Jesús a Quien el Padre le encargó que nos salvase (6, 37-40). 2º En ellos he sido glorificado, es decir, a causa de ellos (cf. v. 19). La gloria del Hijo consiste como la del Padre (v. 2 y nota), en hacernos el bien a nosotros. Jesús ya nos había dicho en 10, 17, que el amor de su Padre, que es para el Hijo la suma gloria, lo recibe Él por eso: porque pone su vida por nosotros (véase allí la nota). Ante abismos como éste, de una bondad y un amor, y unas promesas que jamás habría podido concebir el más audaz de los ambiciosos, comprendemos que todo el Evangelio y toda la divina Escritura tienen que estar dictados por ese amor, es decir, impregnados de esa bondad hacia nosotros, porque Dios es siempre el mismo. De aquí que para entender la Biblia hay que preguntarse, en cada pasaje, qué nueva prueba de amor y de misericordia quiere manifestarnos allí el Padre, o Jesús. ¿Es éste el espíritu con que la leemos nosotros? El que no entiende, es porque no ama, dice el Crisóstomo; y el que no ama, es porque no se cree amado, dice S. Agustín. También en otro sentido el Hijo ha sido glorificado en nosotros, en cuanto somos su trofeo. Si no pudiera mostrarnos al Padre y al universo como frutos de su conquista, ¿de qué serviría toda su hazaña, toda la epopeya de su vida? Vemos aquí la importancia abismante que se nos atribuye en el seno de la misma Divinidad, en los coloquios del Hijo con el Padre, y si vale la pena pensar en las mentiras del mundo ante una realidad como ésta. Porque si somos del mundo. Él ya no ruega por nosotros, como aquí lo dice. Entonces quedamos excluidos de su Redención, es decir, que nuestra perdición es segura. 1141 11. Véase 18, 36; Mt. 16, 16 ss. y notas. 1142 12. El hijo de perdición es Judas. Véase Mc. 14, 21; Sal. 40, 10; 54, 14; Hch. 1, 16. Hijo de perdición se llama también al Anticristo (2 Ts. 2, 3).
Hechos de los Apóstoles (20: 16-18 y 28-36) (Biblia Torres Amat)
Viaje de Troas a Mileto
...16. Porque Pablo se había propuesto no tocar en Efeso, para que no le detuviesen poco o mucho en Asia, por cuanto se daba prisa con el fin de celebrar, sí le fuese posible, el día de Pentecostés en Jerusalén .
Discurso de despedida de Pablo en Mileto
17. Desde Mileto envió a Efeso a llamar a los ancianos, o prelados, de la Iglesia.
18. Venidos que fueron, y estando todos juntos, les dijo: Vosotros sabéis de qué manera me he portado todo el tiempo que he estado con vosotros, desde el primer día que entré en el Asia,
...
Discurso de despedida de Pablo en Mileto
17. Desde Mileto envió a Efeso a llamar a los ancianos, o prelados, de la Iglesia.
18. Venidos que fueron, y estando todos juntos, les dijo: Vosotros sabéis de qué manera me he portado todo el tiempo que he estado con vosotros, desde el primer día que entré en el Asia,
...
28. Velad sobre vosotros y sobre toda la grey, en la cual el Espíritu Santo os ha instituido obispos, para apacentar o gobernar la Iglesia de Dios, que ha ganado él con su propia sangre.
29. Porque sé que después de mi partida os han de asaltar lobos voraces, que destrocen el rebaño.
30. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que sembrarán doctrinas perversas con el fin de atraerse a sí discípulos.
31. Por tanto estad alerta, teniendo en la memoria que por espacio de tres años no he cesado de día ni de noche de amonestar con lágrimas a cada uno de vosotros.
32. Y ahora, por último, os encomiendo a Dios, y a la palabra o promesa de su gracia, a aquel que puede acabar el edificio de vuestra salud, y haceros participar de su herencia con todos los santos.
33. Yo no he codiciado ni recibido de nadie plata, ni oro, ni vestido, como
34. vosotros mismos lo sabéis; porque cuanto ha sido menester para mí y para mis compañeros, todo me lo han suministrado estas manos, con su trabajo.
35. Yo os he hecho ver en toda mi conducta, que trabajando de esta suerte, es como se debe sobrellevar a los débiles, y tener presente las palabras del Señor Jesús , cuando dijo: Mucho mayor dicha es el dar, que el recibir.
36. Concluido este razonamiento, se puso de rodillas e hizo oración con todos ellos.
29. Porque sé que después de mi partida os han de asaltar lobos voraces, que destrocen el rebaño.
30. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que sembrarán doctrinas perversas con el fin de atraerse a sí discípulos.
31. Por tanto estad alerta, teniendo en la memoria que por espacio de tres años no he cesado de día ni de noche de amonestar con lágrimas a cada uno de vosotros.
32. Y ahora, por último, os encomiendo a Dios, y a la palabra o promesa de su gracia, a aquel que puede acabar el edificio de vuestra salud, y haceros participar de su herencia con todos los santos.
33. Yo no he codiciado ni recibido de nadie plata, ni oro, ni vestido, como
34. vosotros mismos lo sabéis; porque cuanto ha sido menester para mí y para mis compañeros, todo me lo han suministrado estas manos, con su trabajo.
35. Yo os he hecho ver en toda mi conducta, que trabajando de esta suerte, es como se debe sobrellevar a los débiles, y tener presente las palabras del Señor Jesús , cuando dijo: Mucho mayor dicha es el dar, que el recibir.
36. Concluido este razonamiento, se puso de rodillas e hizo oración con todos ellos.
Fuente: saint.gr, diakonima.gr, pravoslavie.cl, cristoesortodoxo.com, sophia-ntrekou.gr, fatheralexander.org, orthodoxwiki.org., Interpretacion N.T. Panayiotis Trempelas, Santa Biblia Straubinger.