LA HEREJIA DEL PAPISMO

Del libro "El Papismo ayer y hoy", del Sagrado Monasterio de Paraklitou (del Paráclito o Espíritu Santo), Oropós, Ática. Introducción de la serie de homilías por el Archimandrita Sabas del Monte Atos  

 

 

EL PAPISMO AYER Y HOY.


  • PRÓLOGO

  • EL PAPISMO

  • NACIMIENTO DEL PAPISMO

1. Proceso teológico
2. Proceso eclesiástico
3. Proceso político.

  • CURSO Y EVOLUCIÓN DEL PAPISMO

  • CACODOXÍAS PAPISTAS

  • CONDENACIÓN DEL PAPISMO

  • CRÍMENES DEL PAPISMO

  • PAPISMO Y HELENISMO

  • INTENTOS DE UNIÓN

  • ACTUAL DIALOGO ORTODOXIA-PAPISMO

  • EPILOGO



 
PRÓLOGO.

(Con introducción y comentarios iniciales de la homilía I del p. Sabas del M. Atos)

»Con la Gracia de Dios hablaremos hoy con causa del funeral del Papa sobre el tema del papismo. Existe una gran confusión y debemos tener muy claro dentro de nosotros que el papismo es una herejía, herejía cumbre, o más bien es un conjunto de herejías. La confusión se intensifica con lo que se escucha por los periodistas, y por los dirigentes eclesiásticos, los obispos ortodoxos y los patriarcas, y por los teólogos
ortodoxos, por desgracia. 
Existe una orientación y un intento de hacernos uniatas. La “unía” es el caballo de Troya del papismo. Es un conjunto de papistas, que llevan vestimentas ortodoxas y hacen oraciones según el ritual ortodoxo, de modo que sean confundidos los ortodoxos y les consideren a ellos ortodoxos y que vayan a las iglesias y que participen incluso en los misterios (sacramentos), los cuales no son desde luego misterios porque no existe la Gracia, ya que no existe sucesión apostólica, es decir han perdido la línea de la entrega de la Gracia divina por los apóstoles hasta el actual Papa. No existe, diríamos, este encendido de la vela desde los apóstoles que llegue hasta el papa. Esta sucesión apostólica, que no es sucesión sólo en la ordenación, sino también en la fe, sólo existe en la Iglesia Católica y Apostólica Ortodoxa. Es decir lo que Cristo dio a los apóstoles, la Gracia divina, eso lo transmitieron los apóstoles con sus ordenaciones a los obispos en distintos lugares y a los sacerdotes y esta línea llega hasta hoy, la sucesión de la Gracia, y de la correcta fe.

Esto no existe en el papismo. Pensad que tienen un Papa que era una persona inexistente. Es herejía el papismo. Leemos en un libro, “amenaza para la Ortodoxia” del teólogo y predicador Georgiou Psantaki: en nuestros días predomina una gran confusión. La abundancia de de medios de comunicación masiva hace más fácil la desorientación de la opinión común, y no es extraño que sea presente como blanco lo negro y como negro lo blanco.
Es decir cuando viene dentro del salón de nuestra casa vestido con su brillante y resplandecientes vestiduras el Papa, manteniendo una Cruz llena de piedras preciosas y bendice a sus miles de seguidores que se juntan en la gran Plaza de San Pedro de Roma, ¿no es natural que te influya? esto hacen ahora con la super proyección del funeral del Papa, donde muchos presidentes, jefes de estado, reyes, etc. se reúnen.

Y claro que esto tiene su importancia, porque dentro de su arrogancia el Papa piensa que es la fuente de toda autoridad, no solo religiosa, sino también autoridad secular. Es decir, que los dirigentes seculares tienen que recibir la unción de él. Y probablemente esto que tiene lugar ahora es un reconocimiento indirecto de esta percepción, de estamidea, de esta fe, que todas las autoridades, también la eclesiástica, las autoridad religiosa y política, emergen del Papa.

Y así a través de la televisión y ahora también de internet intenta el Papa y sus instrumentos imponer estas ideas a nivel mundial. Es decir que sea reconocido el Papa como un líder religioso mundial y que sea nuevamente promovido el plan de la globalización en un nievel religioso, con el Papa como líder. Además, no se avergüenzan de decirlo y lo han dicho, que unión con los Católicos y Apostólicos Ortodoxos significa sometimiento bajo el Papa. Ellos mismos lo dicen, que nosotros no somos una Iglesia regular, sino una Iglesia deficiente, así ha dicho un Papa últimamente, quien es considerada un importante teólogo por ellos. Y por qué somos una Iglesia deficiente los ortodoxos, porque o reconocemos la primacía del Papa. Que él es el primero, por encima de todos los líderes religiosos.

Entonces cuando viene por medio de la televisión a nuestra casa, intenta, y los periodistas desdeluego con lo que dicen, influenciarnos. Cuando le ves arrodillarse ante un majestuoso e imponente "Santo Altar" (entre comillas claro Santo Altar, porque no existe santidad), "oficiar", de nuevo entre comillas según sus costumbres, y acompañarle en sus movimientos coros multimiembros y órganos de iglesias, puedes pensar que algo no va bien? Cuando oyes y ves famosos líderes políticos, como ahora en el funeral, de todo el mundo, de oriente y occidente, hasta musulmanes y ateos, visitando la "Santa Sede", como se denomina la morada y las oficinas del Papa y de sus ayudantes, ¿quién eres tú para dudar del Señor y de su autoridad? Y habéis de saber que uno de los requisitos del Papa es que quien va a visitarle ha de besarle, no la mano, sino el pie.

Y el entonces Papa en el falso Concilio de Ferrara-Florenc¡a, se disgustó muchísimo, porque el Patriarca Ortodoxo Iosif, que fue entonces con los representantes ortodoxos, primero a Ferrara y luego a Florencia, no le besó el pie, y esto le preocupó mucho.

Pero vayamos con algo más esencial y profundo. El Papa, el nacimiento del papismo. Tenemos un libro del Sagrado Monasterio del Paráclito, "El Papismo ayer y hoy", que tiene un prólogo que merece leer (entre paréntesis los comentarios del p. Sabas): 


"LOS ACTUALES intentos de un nuevo acercamiento del mundo cristiano es natural que tengan un amplio recibimiento (y así muchos dicen que tenemos que unirnos todos los cristianos y esto suena bien), porque, por una parte, los que lo intentan constituyen la contribución humana a la causa sagrada de la unidad y, por otra parte, se llevan a cabo en un momento en que la gente, fragmentada por contradicciones multiformes, busca con agonía elementos unificadores. (Hemos de saber que el diablo siempre separa o divide, nunca une. Entonces los que hablan de unión y unidad, sus palabras se oyen con agradecimiento). Mientras tanto estos intentos hasta hoy han demostrado ser  desesperadamente sin ningún resultado. No sólo no inspiran ya ningún optimismo, sino que provocan una particular intranquilidad, ya que sus perjudiciales consecuencias se han hecho evidentes:

a) Αtenuación de la autoconciencia ortodoxa (es decir, los que participan en los diálogos por la unión, y todo lo referente al intento de la unión que se llama movimiento ecuménico, éstos no sólo no apoyan y promueven la Ortodoxia, sobre los heréticos papistas y protestantes, y no existe luego regreso debido a estos diálogos de los heréticos a la Ortodoxia, sino que por el contrario los mismos ortodoxos que participan en estos intentos de unión se vuelven peores, pierden su autoconciencia ortodoxa, es decir su fe como ortodoxos es atenuada, alterada y tenemos divisiones y cismas en la tripulación de la Iglesia.)       

b) Confusión, desánimo y desorientación entre las personas heterodoxas que buscan la autenticidad de su fe. (Y aunque han oído que en la Ortodoxia existe autenticidad, encuentran algunos ortodoxos que no representan ni hablan ortodoxamente). 
 
El texto que sigue constituye la expresión de nuestra intranquilidad, ya que el diálogo entre la Ortodoxia y el Papismo* domina las relaciones intercristianas y, además, la coexistencia de ortodoxos y papistas en nuestras sociedades ahora multiculturales actúa como un desafío a toda conciencia ortodoxa. 
 

* No utilizamos el término "catolicismo romano" porque es infundado históricamente e inexacto teológicamente. Desde principios del s.II la indivisible Una Iglesia de Cristo es denominada, tal como confesamos en el Símbolo de la Fe o Credo, Católica, dado que contiene el conjunto (katholou) de la fe, es decir la plenitud de la verdad. Además, en el año 330 la Nueva Roma/Constantinopla se convirtió en capital del Imperio Romano, el término "Ρωμαίος" [Roméos] ο "Ρωμηός" [Romiós]" declara todo ciudadano ortodoxo, independientemente de su origen racial. Así, los católicos romanos son literalmente cristianos ortodoxos, como romanos, es decir, descendientes del Imperio Romano (el cual había sido cristianizado), y como católicos, es decir, miembros de la Iglesia Ortodoxa, que sigue manteniendo la totalidad de la fe. (También se llama Católica por otro motivo, porque quiere abarcar al completo el mundo, queremos que todos los hombres en la tierra sean ortodoxos). 
Por el contrario, los papistas, después de la toma del trono de Roma por los francos (1009), (es decir los francos mediante la violencia, los cuales eran tribus germánicas, invadieron Roma e impusieron al Papa de Roma su propio Papa), los Papistas entonces no son romanos sino franco-latinos. 
Y después de su caída de la catolicidad (es decir, la plenitud) de la fe, debido a la aceptación de una multitud de doctrinas heréticas, ya no son católicos sino herejes (es decir, no son ni romanos ni católicos). Sin embargo, después del Cisma final (1054) (hubo otros temas antes graves como el Filioque, y desde mucho antes la primacía papal, entre otros...), usurparon estos términos. El pueblo ortodoxo, sin embargo, hasta el siglo XIX sabían bien que romano-romano y católico significaba ortodoxo, por lo que llamaban a los herejes de Occidente latinos, papistas, etc. La confusión que hoy se observa en la terminología se creó a principios del siglo XX, con la aparición del ecumenismo (con estas terribles pan-herejías (absolutas, totales), como decía san Justino Popovic, porque tiene dentro todas las herejías, y quiere igualar todas las herejías con la verdad, con la Ortodoxia)  
 

Y continúan los padres del Sagrado Monasterio del Paráclito, siguiendo nuestra entrega-tradición de los padres, la cual nos ha enseñado a amar en la verdad, y a hablar la verdad en el amor. Esto tiene gran importancia, es decir, si somos la verdad, no amamos. Si no decimos la verdad, no tenemos el amor verdadero. Cuando amas a alguien le dices la verdad, no le dices mentira. Y por otro lado, cuando decimos la verdad, la decimos siempre de modo amoroso. 

No se la imponemos al otro. Esto nos han enseñado los santos padres y con esta base describimos con claridad y decisión el papismo. Así creemos que serán iluminados los límites inamovibles de la Iglesia de la herejía, de entre la verdad y el engaño.
Porque es cierto que estos límites se hacen cada vez menos visibles. Existen límites en la Iglesia. No existe "Iglesia invisible" como dicen los protestantes. Hay límites, y si se pasan estos límites pasamos a la herejía. Hay una gran separación entre la verdad y el engaño. Y así escuchas ortodoxos que dicen que los papistas tienen "algo" de Gracia. No existe "algo" de Gracia, o tienen o no tienen. Hay clérigos ortodoxos y teólogos confundidos. No pueden ver la realidad de que el papismo es una herejía cumbre. Los límites entonces de la Iglesia se vuelven cada vez mas  indistinguibles debido al Ecumenismo. No solo porque en la vida de los ortodoxos se ha introducido la cultura occidental moldeada por el cristianismo falsificado de occidente, sino también debido a que en nuestros días se divulgan las ideas y percepciones de la "nueva época", que quiere que todas las religiones conduzcan al supuesto mismo Dios. (Este es el temible ecumenismo y la una sola gran religión (del gr. "Πανθρησκεία [panzriskía]", que va un paso más allá del ecumenismo, es decir de la unión cristiana, de las llamadas Iglesias cristianas. La "una sola gran religión" persigue la unión de todas las religiones, por desgracia lo dijo hace poco también nuestro patriarca ecuménico, que todas las religiones son caminos que se dirigen al mismo Dios. Es terrible esto. Terrible la distorsión de la verdad. Si son así las cosas, ¿entonces para que sacrificarse los mártires? Deberían decir que todos están bien, que todos son salvados, sin confesar a Cristo, ya que todas las religiones finalmente conducen al único Dios, quien simplemente tiene distintos nombres)
 
Para los ortodoxos la limpieza en la fe constituye el fundamento inamovible en su lucha por la "Theosis" [santificación, divinización]; (sin una fe limpia y correcta el hombre no es salvado, no llega a la santificación). La fe correcta es el "grande y primer medicamento de la salvacion" (san Máximo el Confesor). Sin este medicamente el hombre no es sanado y no es salvado. Por eso los Santos Padres realizaron grandes luchas para mantener la fe correcta, el dogma correcto. Lo consideraban lo primero por lo cual debían luchar, y dieron sus vidas, por esta defensa de la fe ortodoxa, porque a través de la fe ortodoxa llegamos a la vida ortodoxa, cuando creemos ortodoxamente. Nuestra fe es, diríamos, el fundamento teórico de nuestra vida. Si la fe, el fundamento teórico es modificado, o de otro modo la receta terapéutica es modificada, no llegaremos nunca a la sanación. Es como si alguien coge el libro de Terapéutica que existe en Medicina, y lo modifica, y escribe dentro falsas recetas, recetas incorrectas, el doctor que estudia medicina, si tiene un libro así, con mentiras, nunca aprenderá bien medicina, nunca podrá curarse ni a sí mismo ni a los otros.
 
Y así en el campo de la salvación de nuestras almas, la sanación son los dogmas, si se modifican los dogmas, se modifica la curación y nadie es sanado, nadie es salvado. Por el los Santos Padres hicieron grandes luchas por la preservación de la fe ortodoxa, como san Máximo el Confesor,  o san Sabas, o san Teodosio, que luchó contra la herejía del monofisismo, san Gregorio Palamás que luchó contra el papismo, san Focio el Grande, que también luchó contra el papismo, san Atanasio el Grande, que luchó contra el arrianismo, san Basilio, san Gregorio de Nisa, todos estos grandes padres que lucharon contra las grandes herejías de sus épocas. La limpieza de la fe es totalmente necesaria para nuestra salvación).
 
Pero también para nuestros hermanos heterodoxos, la adopción exacta de la verdad muestra el camino del regreso a su casa paternal, la Iglesia Ortodoxa. Tenemos el deber del amor ante los engañados, hombres simples, pero también a los altos puestos, papistas, protestantes, etc. que han sido engañados, de enseñarles cuál es la fe correcta y cuáles son los límites de la Iglesia y dónde está el engaño, para que puedan regresar correctamente e incorporarse debidamente a la Iglesia Ortodoxa y en el camino hacia la salvación.
La separación del cristianismo occidental del cuerpo de la Iglesia, no provino de  diferenciaciones administrativas o meramente consuetudinarias, (es decir de diferentes costumbres), sino de una profunda modificación de la vivencia eclesiástica, la cual creó una brecha en la vida entre dos mundos.   
     
 
[A PARTIR DE AQUÍ, SÓLO TRADUCCIÓN DEL LIBRO]:     





EL PAPISMO



NACIMIENTO DEL PAPISMO


La Iglesia, durante el primer milenio de su vida histórica, mantuvo su unidad en Oriente y Occidente, a pesar de todos los trastornos ocasionales creados por herejías, cismas y diversas divisiones. La secesión de la cristiandad occidental del cuerpo de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica de Cristo, concretada en 1054, fue el trágico resultado de procesos que duraron siglos en Europa occidental, en tres niveles entrelazados: a) teológico, b) eclesiástico y c) político.

a) Proceso teológico. Las semillas de la diferenciación teológica de Occidente se encuentran en los escritos de San Agustín (354-420), obispo de Hipona, en el norte de África. San Agustín desconocía la lengua griega y las obras de los Padres griegos, sobre las que se basó la teología de los primeros Concilios Ecuménicos (san Atanasio el Grande, san Basilio el Grande, san Gregorio el Teólogo, san Gregorio de Nisa, etc.). Así, influido por el neoplatonismo y por los principios del Derecho romano, formuló en sus obras teológicas ciertas visiones, ajenas a la experiencia de la Iglesia cristiana primitiva, como, por ejemplo, la identificación de esencia y energías en Dios, la emanación del Espíritu Santo también del Hijo (Filioque), etc.

b) Proceso eclesiástico. La Iglesia antigua aceptaba honorablemente al obispo de Roma como el primero en rango, en relación con los demás obispos, ya que esta ciudad era la capital del Imperio Romano. Sin embargo, el Papa, en el marco de la institución sinodal, no dejó de ser igual a todos los demás obispos (primus inter pares=primero entre iguales). Más tarde, tras el traslado de la capital del Imperio a Oriente, el IV Concilio Ecuménico (451) reconoció en el trono episcopal de Constantinopla una "embajada de honor" igual a la de Roma. 

El espíritu expansivo y centralizador de la antigua Roma, sin embargo, influyó en varios papas, quienes tempranamente comenzaron a percibir la primacía del honor como primacía del poder y de la autoridad, interviniendo pastoralmente en otras Iglesias locales y reclamando hegemonía sobre toda la Iglesia. Sin embargo, en los primeros siglos, estas ambiciones autoritarias de los papas eran aberraciones ocasionales y generalmente expresaban debilidades personales.






c) Proceso político. Desde finales del siglo IV hasta el siglo VI, varias tribus germánicas en estado de primitivismo (francos, godos, lombardos, vándalos, etc.) inundan y ocupan las prósperas provincias del Imperio romano de Occidente, capturan a sus poblaciones indígenas y cambian radicalmente su situación sociocultural. 

Los colonos bárbaros -entre los cuales los francos desempeñaron un papel destacado-, en su intento de civilizarse, abrazaron el cristianismo, mezclándolo, sin embargo, con elementos paganos. Con un cristianismo tan problemático, entran también en el sacerdocio, desplazando paulatinamente a los jerarcas romanos de la administración eclesiástica. Estos obispos francos viven como los "nobles" populares de su época (condes, duques, etc.): ejercen el poder secular, participan en misiones militares, visten uniformes militares, etc. Así describe san Bonifacio, en una carta al papa Zacarías en 741, la situación eclesiástica en la Rumanía francesa, donde los obispos francos habían prevalecido: «La religión está siendo pisoteada. Los obispos francos no se han reunido en concilio en ochenta años, ni tienen arzobispo. La mayoría de los tronos episcopales son otorgados a laicos codiciosos o clérigos adúlteros, que participan en operaciones militares con todo el equipo de combate, masacrando indiscriminadamente a cristianos y paganos con sus propias manos». 
 

Frente a este panorama desolador, creado por la invasión bárbara, el obispo de Roma se sitúa, por regla general, en la cúspide de su misión espiritual y asume un papel etnoárquico para la protección de los romanos esclavizados. Algunos papas, sin embargo, para fortalecer su trono, siguen tácticas seculares. Proyectan descaradamente su autoridad eclesiástica, exhiben tendencias hegemónicas y se rodean de poderes políticos. En el año 754, de hecho, el papa Esteban II aceptó la autonomía política de la Iglesia de Roma que le había ofrecido el rey franco Pipino el Breve. Así tenemos el establecimiento del primer estado papal. Más tarde, Nicolás I (858-867), el primer Papa romano profranco, concentró el poder eclesiástico y político supremo en su persona. «Nicolás se considera emperador del mundo entero», confesaron sus contemporáneos. 

En el siglo VIII. El rey franco Carlos el Grande (Carlomagno, 768-814) une a casi todos los pueblos de Europa occidental por la fuerza de las armas y aspira a establecer un nuevo imperio, reivindicando el nombre y la gloria del Imperio romano de Oriente.




Carlomagno, 768-814



Para ello, organiza metódicamente el conflicto Este-Oeste con una estrategia que incluye las dos partes siguientes:

1) Rechazo de la ortodoxia y creación de un cristianismo diferente, que enfatizaría la singularidad cultural del nuevo imperio. Este cristianismo franco, diseñado por los consejeros de Carlomagno, se funda en formulaciones teológicas de san Agustín y se expresa en nuevas formas y tipos de práctica eclesiástica: bautismo por aspersión, celibato obligatorio del clero, privación de los laicos de la comunión del cáliz, afeitado del clero, etc. Como parte de su táctica antiortodoxa, los obispos francos, en 794 (Concilio de Frankfurt), condenaron las decisiones del Séptimo Concilio Ecuménico (787) sobre la veneración honoraria de los iconos y en 809 (Concilio de Aquisgrán), añadieron el Filioque al Credo sagrado. Estos dos acontecimientos constituyen la primera etapa del cisma entre los conquistadores francos y los romanos ortodoxos.

2) Política antihelénica, ya que el helenismo constituía la carne histórica de la ortodoxia y un elemento constituyente del Imperio Romano. Los francos, culturalmente desfavorecidos, empiezan entonces a difamar la cultura griega, considerándola una cultura de error, y llaman a los griegos "grecos", aunque dándole a este antiguo nombre un significado burlón (greco = hereje, engañador). 

En el ataque metódico de los francos, la Iglesia de Roma lucha por permanecer fiel a la tradición cristiana primitiva y a su continuidad griega, manteniendo la comunión eclesiástica con todos los Patriarcados ortodoxos de Oriente. Así, por ejemplo, en 816 el papa León III se negó a añadir el Filioque y, para preservar el Credo a salvo de las falsificaciones francas, ordenó grabar el texto original en placas de plata, que se incrustaron en la iglesia de San Pedro con la inscripción: «Yo, León, las he colocado por amor y para la preservación de la fe ortodoxa». Más tarde, representantes del Papa Juan VIII participaron en el Concilio de Constantinopla (879-880), que para la ortodoxia es el Octavo Concilio Ecuménico y en el que, bajo la presidencia del Patriarca de Constantinopla, San Focio el Grande, se condenaron las herejías francas sobre los iconos y el Filioque. 

En el siglo X. Los francos intensifican su guerra contra los romanos ortodoxos de Occidente, con el objetivo de apoderarse del trono papal. Finalmente, en 1009 ocuparon el Patriarcado ortodoxo de Roma y elevaron al trono al papa franco Sergio IV, quien añadió el herético Filioque al Credo. Los Patriarcados Ortodoxos Orientales responden borrando su nombre de los Dípticos de la Iglesia Ortodoxa, convirtiendo así el Cisma en una realidad. 

El 16 de julio de 1054, el jefe de la delegación papal, el cardenal Humbert, presentó la excomunión del cristianismo oriental en el altar de la iglesia de Santa Sofía en Constantinopla. Con este acto, el cristianismo franco finalizó su separación de la Iglesia ortodoxa. No fue el comienzo, sino la confirmación de un cisma bien planeado 260 años antes en la corte de Carlomagno. de un cisma que «no se produjo entre romanos occidentales y orientales», como muchos piensan, «sino entre francos y romanos» (Prof. Fr. Ioannis Romanidis).
 


CURSO Y EVOLUCIÓN DEL PAPISMO

Desde el momento en que el Patriarcado de Roma, con su primer trono, fue separado del cuerpo de Cristo, fue privado de la Gracia divina, lo que tuvo como resultado su desintegración gradual. Como señala característicamente San Nectario de Pentápolis, «la Iglesia occidental perdió su libertad espiritual, perdió su ornato, fue sacudida desde sus cimientos, privada de la riqueza de la Gracia del Espíritu Santo, de la presencia de Cristo. Al final, se convirtió en un cuerpo mudo, sin espíritu ni alma». Por eso, en los siglos siguientes, se produjo un descenso alienante sin esperanza de retorno, que condujo al hombre occidental a la decepción, al vacío existencial y a un callejón sin salida.

A'. Tan sólo unos años después del Cisma, en 1075, el Papa Gregorio VII expuso -en sus famosos Dictados Papales- las reivindicaciones del trono papal para el dominio absoluto del mundo:

La Iglesia Romana fue fundada por Dios mismo. El Papa es el amo absoluto de la Iglesia universal. Nombra y destituye a los obispos. Solo él puede convocar un Concilio Ecuménico. Sus representantes son superiores a los obispos.








Sólo él puede convocar un Concilio Ecuménico. Sus representantes son superiores a los obispos. Sólo él utiliza los títulos imperiales. Los príncipes deben besarle los pies. Tiene derecho a deponer a los emperadores. Sin su aprobación ningún libro es válido. Sus decisiones no pueden ser revocadas por nadie; sólo él puede anular las decisiones de todos los demás. El Papa no puede ser juzgado por nadie. Su santidad está asegurada gracias a las virtudes de San Pedro. La Iglesia Romana nunca se equivoca ni se equivocará jamás. 2

Con estas posiciones del Papa Gregorio VII comienzan las encarnizadas luchas de la “Iglesia” de Roma por su imposición religiosa, política y social sobre los pueblos cristianos de Occidente (lucha de cerco), que duraron aproximadamente 200 años. En última instancia, el Papa concentra todo el poder en sus manos: espiritual, político, legislativo y judicial. Es la primera aparición del totalitarismo en Europa.

B'. En 1095, el Papa Urbano II, con el lema "Dios lo quiere", incitó a toda la cristiandad occidental a una guerra santa contra los musulmanes que ocupaban Tierra Santa. Se trata de las Cruzadas, que Oriente vivió de forma de pesadilla como invasiones bárbaras (véase más adelante, CRÍMENES DEL PAPISMO).

C'. En los siglos XII y XIII. La "Iglesia" latina establece escuelas especiales en los monasterios de las grandes ciudades, donde se enseña la teología escolástica. Los teólogos escolásticos hacen caso omiso de la fe apocalíptica y empírica de la Iglesia, se basan en la filosofía aristotélica e intentan explorar los misterios de Dios con la razón y la reflexión humanas. Esto da como resultado la creencia en un dios imaginario y distorsionado, al cual el hombre occidental está llamado a acercarse con sus facultades mentales. Así, la fe cristiana, desde una relación experiencial con Dios, cae en una ideología metafísica abstracta, que el Estado-Iglesia se compromete a rodear con su autoridad y a proteger o incluso a imponer con su poder. En última instancia, con la escolástica, Occidente se distancia definitivamente de la autenticidad de la vida eclesiástica y en su cultura prevalecen el intelectualismo, el racionalismo y el individualismo. Se ha señalado acertadamente que «el cristianismo occidental no es la Iglesia de Dios Palabra, sino la religión de la recta razón» (P. Michael Kardamakis).

D'. En el siglo XIII. El axioma de que el liderazgo eclesiástico es infalible está formulado por teólogos escolásticos. Al mismo tiempo (1233), el Papa Gregorio IX fundó la institución de la Santa Inquisición, para la persecución organizada y neutralización de aquellos que cuestionaran la autoridad papal. Un mecanismo de terror y horror se extende poco a poco por toda Europa. Al mismo tiempo, se fortalece el poder del clero, mientras que el pueblo es marginado y sumergido en la ignorancia (clericalismo).






E'. La profunda secularización de la "Iglesia" occidental sacudió la fe de miríadas de cristianos y creó oleadas de reacciones. El comercio de indulgencias del Papa hizo que en 1517 la demanda de cambio estallara como un volcán. El monje Martín Lutero lideró un gran movimiento, la Reforma, que rompió con la "Iglesia" Papal. Los secesionistas fueron llamados protestantes. Pronto se formaron otros grupos protestantes similares. Se creó un odio insalvable entre papistas y protestantes, con conflictos, guerras y crímenes. En Francia, en la terrible Noche de San Bartolomé (del 23 al 24 de agosto de 1572), los papistas masacraron a miles de protestantes. La culminación de las guerras religiosas fue la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que sacudió a toda Europa Occidental.

F'. A lo largo de los siglos, los pueblos de Europa han experimentado, en la persona del Papado, un cristianismo que no libera la existencia humana, sino que la oprime. Por eso pronto fueron llevados al agnosticismo y al ateísmo. El Renacimiento inicialmente (siglos XIV-XVI) y la Ilustración después (siglo XVIII) rechazaron al dios franco, pero mantuvieron la orientación antropocéntrica del papismo y proclamaron la autodeificación del hombre. En el siglo XIX. Hoy se escucha con claridad la predicación de la muerte de Dios por parte de Nietzsche y sus sucesores: «Dios ha muerto, la fe en el Dios cristiano ya no es creíble...». Muchos han señalado con razón que todos los sistemas ateos modernos de Occidente –filosóficos, sociales y políticos– son fruto de la metafísica escolástica y del totalitarismo papal.

G'. En los dos últimos siglos, Roma, en lugar de aprender de los errores del pasado, ha endurecido aún más su postura. 

El Concilio Vaticano I (1870) impone como dogma inviolable de fe el primado de la autoridad y la infalibilidad del Papa. Esta es la caída final de la "Iglesia" Occidental. ¡Cristo, la única Cabeza infalible de la Iglesia, es exiliado de la tierra, y su lugar es tomado por el idolatrado pontífice de Roma! A la protesta del cardenal sobre el carácter antitradicional de la nueva doctrina, el Papa Pío IX responde con su proverbial dicho: «¡La Tradición soy yo!» De los latinos que no estaban de acuerdo con la dogmatización del absolutismo papal, una parte significativa se separó y creó la "Vieja Iglesia Católica". 

El Concilio Vaticano II (1962-1965), aunque profesaba la renovación, mantuvo la infalibilidad del Papa y la extendió a todas sus decisiones. Al mismo tiempo, el mismo Concilio llama a los cristianos de todas las denominaciones a unirse en la unidad pancristiana, centrada, sin embargo, en Roma y encabezada por el Papa (ecumenismo romanocéntrico/papalcéntrico).

H'. A finales del siglo XX. Dentro de la "Iglesia" Papal estalla una crisis desorganizadora sin precedentes. «Estábamos esperando después del Concilio (Vaticano II)», declaró el Papa Pablo VI, «que amaneciera un día soleado para la Iglesia. Pero nos encontramos en medio de la peor tormenta».3

Destacados teólogos papales expresan abiertamente su oposición a la infalibilidad papal. Miles de clérigos, incluidos funcionarios del Vaticano, están abandonando el sacerdocio, y muchos de ellos también están abandonando la fe. Las inclinaciones monásticas y sacerdotales están experimentando un terrible declive. Sólo en Bélgica, durante el período 1995-2007, ¡no fue ordenado ningún sacerdote! 4 En las escuelas eclesiásticas, incluso en los monasterios papales, para superar los impasses existenciales creados por el moralismo y el celibato obligatorio del clero, se introducen la meditación trascendental y el psicoanálisis.*
 
* Ambos procedentes de ángeles caídos o demonios

Pero el rebaño papal también está siendo rápidamente llevado hacia una decoloración religiosa y está experimentando una terrible crisis moral. Los templos papales que cierran o se venden, el Islam y las religiones orientales que ganan terreno, la pararreligión y el satanismo que aumentan sus adeptos, etc., dan testimonio de la difícil situación de la "Iglesia" latina.

I'. En las últimas décadas, ha aumentado el número de occidentales que buscan la autenticidad de la vida cristiana en la ortodoxia. El interés por la teología patrística, la vida litúrgica ortodoxa, el monacato oriental, etc., así como las conversiones a la Iglesia Católica y Apostólica Ortodoxa, son acontecimientos importantes.* Sin embargo, los mecanismos autoritarios del Vaticano, ahora endurecidos, no parecen dispuestos a negar su pasado. 
 
 
* Como actual cristiano católico y apostólico ortodoxo, anterior "católico romano" sin elegirlo así y sólo debido al lugar de nacimiento y por costumbre familiar, intento ayudar a conocer la verdad de la Ortodoxia a la gente, y, si así lo desean, ser BAUTIZADOS. Pero, ha resultado ya en numerosas ocasiones, que los candidatos, o son rechazados (a un amigo mío le pidieron un currículum vitae, puedo dar nombre, lugar y fecha exactos), o como mucho, se les aplica el Crisma (algo típico del ecumenismo), el cual sólo es válido para los ya ortodoxos que han apostatado de la fe. Extraño es el caso en que consiguen bautizarse, y !!! el primer paso ineludible el bautismo !!!

 
En 2005, el profesor pro-ortodoxo Joseph Ratzinger ascendió al trono de Roma como el Papa Benedicto XVI, reavivando las esperanzas de quienes anticipaban la renovación de la "Iglesia" occidental. Sin embargo, pronto las acciones y declaraciones de línea dura del nuevo Papa revelaron su desconexión de su yo más profundo y su incapacidad para comprender las exigencias de los tiempos. Desgraciadamente, cada Papa está obligado a seguir el camino "infalible" de sus predecesores y a acatar los deseos de la todopoderosa Corte Papal (Curia Romana), que también posee e impone su propia "infalibilidad".



CACODOXÍAS (falsas, erróneas doctrinas o enseñanzas) PAPISTAS 


1. El Filioque. Según la revelación divina, Dios se distingue en Tres Personas, que son consustanciales, coiguales y equivalentes entre sí. Así que no hay tres dioses sino uno. Cada Persona, sin embargo, tiene un idioma distinto, que indica su diferente modo de existencia: el Padre es ingénito (es el único principio y fuente de la Deidad); el Hijo es engendrado (nace del Padre "antes de todos los siglos"). y el Espíritu Santo es emanado (no es ni no nacido ni nacido, sino que procede del Padre "antes de todos los siglos").






El Credo, elaborado por el Primer y Segundo Concilio Ecuménico (325, 381), confiesa la fe «en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre», siguiendo las palabras de Cristo: «Cuando venga el Paráclito... el Espíritu de la verdad, que procede del Padre...» (Jn 15, 26). En el año 431, el Tercer Concilio Ecuménico prohibió explícitamente cualquier adición o sustracción al Credo sagrado. 

Los francos, sin embargo, queriendo comprender la esencia de Dios con su lógica, malinterpretaron las palabras de Cristo, despreciaron los Concilios Ecuménicos y añadieron al Credo, después de la frase «...que procede del Padre...», la palabra Filioque (Filioque = y del Hijo), que significa que el Espíritu Santo también procede del Hijo. Esta adición crea problemas teológicos no resueltos y graves alteraciones en la fe y en la vida de la Iglesia. Específicamente:

Se introducen dos principios en la Santísima Trinidad. Es decir, surgen dos dioses principales (Padre e Hijo) y uno secundario (el Espíritu Santo). Se produce así una disolución completa de la doctrina trinitaria. El "Dios Trino" de los papistas ya no es el Dios verdadero sino un dios ficticio e inexistente.
El Espíritu Santo es subestimado y marginado de la vida de la Iglesia y del cristiano. De esta manera, la Iglesia se ve privada de su carácter carismático-espiritual, busca la imposición social y el prestigio secular y sobreenfatiza su organización y misión secular. El cristiano, además, no busca su renovación interior y el conocimiento de Dios, que se realizan sólo mediante el Espíritu Santo, sino que se limita a su mejoramiento moral y a la imitación externa de Cristo.
Finalmente, la dependencia del Espíritu Santo respecto del Hijo permitió a Roma afirmar con autoridad que en el mundo sólo el Papa, como representante de Cristo, tiene la capacidad de disponer de los dones concedidos por el Espíritu Santo a la Iglesia*.
 
* A veces, en países principalmente ortodoxos, los papistas recitan el Credo sin el Filioque. Esto se hace por razones de propaganda y no porque el Filioque haya dejado de ser una doctrina suprema de fe para ellos. Además, la supresión de una palabra del Credo sagrado carece de sentido a menos que también se rechace la teología escolástica que creó el Filioque y todas las demás herejías papales.

 
2. Las energías creadas en Dios (gracia creada). Uno de los mayores errores del papismo es que identifica la esencia increada de Dios con sus energías increadas. Y, además, que atribuye las energías creadas a Dios. Sin embargo, sólo los edificios tienen energías incorporadas. El Dios increado sólo tiene energías increadas. 

En la teología ortodoxa, se hace una distinción entre la esencia increada de Dios y sus energías increadas. Con la esencia, por supuesto, de Dios, que es completamente incomprensible e inexpresable, el creyente no puede entrar en comunión. Pero Él se comunica con sus energías divinas (gracia divina). Éstos, como la esencia divina, son increados e increados. Es decir, es algo distinto de la esencia divina, pero no algo distinto de la Divinidad. El creyente, mediante el arrepentimiento, el ascetismo, la oración y la participación en los Misterios de la Iglesia, comulga con las energías divinas increadas, llegando a ser "participante de la naturaleza divina" (2 Ped. 1,4). Es decir, con las energías divinas increadas y en la medida de su lucha espiritual, su corazón se limpia de pasiones (pasiones pacaminosas, vicios), su mente se ilumina y se le concede el derecho de “ver”, de manera secreta y confidencial, la gloria divina, la Luz increada. Ésta es la tradición hesicasta de nuestra Iglesia. 

Los papistas, por el contrario, no aceptan energías increadas en Dios. Creen que Dios es una esencia inaccesible y no se comunica personalmente con el hombre. Él actúa en el mundo no directamente, sino sólo indirectamente, con acciones creadas. Para ellos la gracia divina es una cantidad creada, creada por Dios para salvar al hombre. También se crea la gracia de los Misterios, como se creó la luz celestial de la Transfiguración de Cristo. 

Esta enseñanza tiene consecuencias desastrosas en la vida de un cristiano. Porque, si la gracia divina es verdaderamente creada, el hombre no puede alcanzar la santificación y la teosis. Y esto es así porque, sencillamente, una creación - la energía creada (gracia) - no es capaz de redimir y deificar a otra creación - el hombre. Así, los occidentales «no hablan de la deificación como meta de la vida humana, sino de la perfección moral: que debemos convertirnos en mejores personas, pero no en dioses por gracia. En consecuencia, la Iglesia no puede ser una sociedad de deificación, sino una institución que proporciona justificación a las personas de manera legalista y judicial mediante la gracia creada. En última instancia, se destruye la verdad misma de la Iglesia como realidad de comunión divino-humana»5

La teología occidental, con su negativa a aceptar energías increadas en Dios, se alejó de la teología patrística, lo que condujo en consecuencia a muchos otros errores. Y esto es porque los Padres de la Iglesia, cuando teologaron, lo expresaron en palabras humanas la experiencia que habían adquirido de su comunión con las energías teúrgicas del Espíritu Santo (experiencia de la teosis); Su teología, es decir, es la revelación de Dios mismo. Los papistas, sin embargo, debido a que no tienen la capacidad de comunicarse con las energías divinas increadas, teologan basándose en la contemplación humana. Su teología, es decir, es una ideología metafísica humana que no tiene relación con la verdad divina. 

La profunda alteración producida en la vida de la Iglesia por la teoría de la Gracia creada preocupó intensamente al Oriente ortodoxo en cinco grandes Concilios de Constantinopla (siglo XIV). En ellas se expresó claramente la experiencia ortodoxa, siendo el confesor principal el arzobispo de Tesalónica, San Gregorio Palamás.


3. La primacía del poder papal y la infalibilidad. Puesto que, con las herejías del Filioque y de la gracia creada, el Espíritu Santo fue degradado y toda la divinidad trinitaria fue relegada al reino de lo empíricamente inaccesible, el vacío que se creó viene a ser llenado por un hombre, el pontífice de Roma. Es proclamado infalible y maestro absoluto de la Iglesia universal. 

Para que no se piense que la primacía del poder papal y la infalibilidad pertenecen ahora al pasado de la "Iglesia" occidental, mencionamos algunos aspectos de la práctica moderna del Papa y citamos extractos de la "Constitución Dogmática sobre la Iglesia" 6 del Concilio Vaticano II (1965), que también están incluidos en el moderno "Catecismo de la Iglesia Católica" 7:

«El Obispo de Roma, por su oficio de representante de Cristo y de pastor de toda la Iglesia, tiene plena, suprema y universal autoridad dentro de la Iglesia, que puede ejercer siempre libremente.» 

"No puede haber Concilio Ecuménico si no es ratificado, o al menos aceptado, por el sucesor de Pedro." 

La infalibilidad con la que el divino Redentor quiso dotar a su Iglesia la posee el obispo de Roma... Por eso, sus decisiones, con toda razón, se consideran irrevocables por su propia naturaleza y no por el consentimiento de la Iglesia... Por eso no necesitan la ratificación de otros, ni son susceptibles de apelación ante otro órgano de juicio. 

Con aire de autoridad infalible, el Papa Pablo VI declaró, en 1963, el Concilio Vaticano II como ecuménico con las siguientes palabras: "Yo, pues, el Papa, que reúno en mi persona y en mi santo oficio a toda la Iglesia, declaro este Concilio ecuménico". Y firmó las decisiones del Sínodo con la frase: "Yo Pablo, Obispo de la Iglesia Católica". Pero incluso el Papa en cuestión, considerándose arzobispo, no firma como "Obispo de Roma", sino como "Obispo de la Iglesia Católica" (¡sólo él!) o simplemente con su nombre, por ejemplo "Benedicto XVI". 

Todos los obispos de la "Iglesia" occidental, en cualquier parte del mundo, no son elegidos por el sínodo de su "Iglesia" local, sino que son nombrados por el Papa y reciben de sus propias manos el omophorion, como signo de su sumisión a la autoridad papal. 

El Papa Juan Pablo II (†2005) superó a todos los demás líderes políticos y religiosos en movilidad, para imponerse al emergente Nuevo Orden Mundial como el gobernante religioso planetario indiscutible. Recordamos sólo su "avance" en los países ortodoxos (y en Grecia, por desgracia), pero también los Encuentros Panreligiosos anuales que había establecido desde 1986 y en los que aparecía como centro unificador de todas las religiones. 

El centrismo papal de la "Iglesia" occidental la mantiene, es cierto, en una unidad organizativa más allá de las fronteras nacionales y de las tradiciones locales, y al mismo tiempo le da la certeza de un poder global, capaz de influir y dirigir a muchos grupos sociales en todo el planeta. Al mismo tiempo, la autoridad papal da al Romano Pontífice el derecho de definir, objetiva e indiscutiblemente, la verdad de la "Iglesia" occidental, a la que el pueblo debe obediencia ciega. Estos elementos confieren al Papado un carácter absolutista. No se trata, pues, de una simple falsificación de la ética eclesiástica, sino de la perversión más sustancial y triste que ha experimentado el cristianismo en su curso histórico. 

La primacía y la infalibilidad papales no sólo carecen de legitimidad teológica o histórica, sino que contradicen la lógica simple. En primer lugar, no hay ninguna indicación histórica de que el apóstol Pedro fuera el primer obispo de Roma y que ejerciera una primacía de autoridad sobre los demás apóstoles, que legó a sus supuestos sucesores, los obispos de Roma. Por eso, en el primer milenio ningún Concilio Ecuménico estableció ninguna infalibilidad romana ni primacía de autoridad. Desde los tiempos apostólicos, la Iglesia ha mantenido, como elemento característico de su sistema administrativo, la sinodalidad. Los obispos que participan en los concilios les transmiten la fe y la experiencia del personal eclesiástico que representan. La opinión y el voto de todos los obispos tienen la misma fuerza, y las decisiones sinodales se toman con la iluminación del Espíritu Santo. El Espíritu Santo, en última instancia, constituye la Iglesia y la conduce «hasta la verdad completa» (Jn 16,13). Así, la infalibilidad no pertenece a una persona sino a todo el cuerpo de la Iglesia y se expresa en las decisiones de los Concilios Ecuménicos, siempre que éstas sean aceptadas por la conciencia eclesiástica, es decir, por el pueblo de Dios. 

Por el contrario, en el Papado los concilios son simplemente órganos consultivos, se ignora la conciencia del personal eclesiástico y se coloca al Papa por encima de la Iglesia. Pero, ¿cómo se puede considerar al Papa infalible, cuando la historia presenta numerosos papas cometiendo errores trágicos, , cayendo incluso en herejías, como el Papa Julio, excomulgado por el Concilio de Sardes (347), Honorio, anatematizado por el Sexto Concilio Ecuménico (691), o Gregorio IX, fundador de la Santa Inquisición?




San Justino Popovic


Con la primacía y la infalibilidad papales, como doctrinas centrales de la "Iglesia" occidental, queda sellado su intenso antropocentrismo: la fe en el Dios-Hombre es sustituida por la fe en el hombre. No hay lugar para Cristo en la tierra, ya que el Papa lo reemplaza como su único vicario (Vicarius Christi). "¡Qué absurdo trágico!" exclama el moderno padre de la Iglesia, el san Justin Popovich. ¡"Debe ser nombrado un delegado y sustituto del Señor y Dios omnipresente"! Y añade: “La doctrina de la infalibilidad del Papa-hombre es la herejía de las herejías, una rebelión sin precedentes contra Cristo-Dios-hombre... En la historia del género humano hay tres caídas principales: la de Adán, la de Judas, la del Papa” 8.

4. Papocesarismo. Se trata de la identificación de la autoridad eclesiástica y secular en una sola persona (teocracia). El Papa es la cabeza de la "Iglesia" latina y al mismo tiempo la cabeza del Estado Vaticano. El papocesarismo -totalmente incompatible con el Evangelio, los santos cánones y la tradición eclesiástica- priva al Papado de todo derecho a aparecer como Iglesia. 

El primer Estado Pontificio fue fundado, como hemos visto, en el año 754. El actual Estado Pontificio es una lamentable reliquia medieval de nuestro tiempo. Sus fronteras fueron definidas en 1929 por el dictador Mussolini y el Papa Pío XI. Este último, de hecho, expresó la opinión de que "el representante de Dios en la tierra no puede ser ciudadano de un estado terrenal". (Cristo era un súbdito de un estado terrenal. ¡El Papa no puede ser su "representante"!). El Vaticano hoy, como cualquier Estado, practica la diplomacia, concluye acuerdos políticos con otros Estados, tiene un primer ministro, ministros, embajadores, una guardia, una agencia de noticias y, sobre todo, bancos, con los que influye en la economía internacional, participando en grandes empresas y negocios.

5. La satisfacción de la justicia divina. Del siglo XI. Se expresó la opinión, que más tarde se convirtió en una doctrina fundamental del papismo, de que Dios envió a su Hijo al mundo para ser crucificado, para que la justicia divina pudiera ser satisfecha por el insulto sufrido a causa del pecado humano. Con este mal se distorsiona el rostro de Dios Padre y la vida cristiana se permea de un intenso espíritu legalista. El Dios perfecto y misericordioso adquiere las características de un ser humano apasionado: se ofende, se enoja, se resiente, se venga, y se transforma en un juez despiadado y un castigador feroz. El pecado no se considera una enfermedad del alma, sino una desviación punible y un insulto a Dios. La lucha por la salvación no tiene como objetivo la curación de las pasiones, la animación del hombre y su unión con Dios, sino la expiación de Dios, la justificación legal del hombre y su liberación de la culpa mediante las buenas obras, las penitencias, los diversos votos, etc. En última instancia, la relación de amor entre Dios y el hombre se convierte en una relación transaccional. Se trata, en efecto, de una inversión del Evangelio del amor y de un retorno a formas primitivas de religiosidad. 

La teoría de la satisfacción de la justicia divina legitimó la violencia y consagró teológicamente las Cruzadas, la Inquisición y las guerras religiosas: ¡El exterminio de los enemigos de la fe satisface la justicia divina y purifica las almas de las víctimas!






 
Fue en este clima judicial que se formuló la doctrina antibíblica del fuego del purgatorio. Las almas de las personas supuestamente van al purgatorio después de su muerte, para ser torturadas temporalmente en el fuego y limpiadas de los castigos de sus pecados. Para su más rápida salida del purgatorio, se inventó la institución de las indulgencias, que se basa en la teoría judicial de las obras meritorias: es decir, Cristo y los santos en su vida terrena realizaron muchas obras buenas, dignas de recompensa. De este modo se creó un tesoro de salarios excedentes. El Papa, que cree poder administrar este tesoro, saca una parte de su excedente para resolver los castigos de los pecadores. En épocas anteriores, las lisiponas también dieron lugar a abusos, es decir, fueron utilizadas para la recaudación ilegal de dinero mediante la venta de los conocidos "indultos". Así, la gracia y la salvación quedaron subordinadas a la lógica de la deuda y la redención.

6. Mariolatría. En nuestra ortodoxia, la Theotokos o Madre de Dios (Deípara en latín) es honrada más que todos los santos, por eso también se la llama Toda Santa (Panayía). Sin embargo, en el papismo, por una "piedad" equivocada, se le atribuye culto. pero la adoración pertenece sólo al Dios Trino. Así se formularon las doctrinas de a) la inmaculada concepción de la Virgen María, según la cual la Virgen María fue concebida sin pecado original, y b) su asunción corporal, según la cual la Virgen María fue llevada en cuerpo y alma al cielo, sin conocer la muerte ni la sepultura (¡mientras que Cristo murió y fue sepultado!). Con estas faltas, la Theotokos es elevada a la Deidad Trina, ¡hasta el punto de hablar incluso de una Tétrada Sagrada!

7. Innovaciones funcionales. La prevalencia del racionalismo en la "Iglesia" Papal tampoco dejó intacta su vida litúrgica. Mencionaremos brevemente sólo algunas innovaciones funcionales. 

El bautismo es sustituido por un “randismo” o aspersión simbólica. La crismación la realizan sólo los obispos, varios años después del Bautismo. En su Liturgia, para el Pan Santo no utilizan pan fermentado con levadura sino pan sin levadura (hostia). El celibato es obligatorio para todo el clero. La Unción de los Enfermos se realiza sólo a los moribundos. Las fiestas de la Iglesia se secularizan y se transforman en ceremonias fantasmagóricas (del Sagrado Corazón de Jesús, del Santo Don, etc.). El ayuno queda esencialmente abolido, ya que, por decisión del Concilio Vaticano II, se limitan sensiblemente los días de ayuno y queda sin definir la modalidad del mismo, mientras que "se prevé la posibilidad de sustituir total o parcialmente la ley del ayuno y de la abstinencia por otros actos de penitencia, como obras de amor al prójimo u otros actos de piedad" 9.



LA CONDENACIÓN DEL PAPISMO

La breve referencia a las enseñanzas heterodoxas latinas conduce sin esfuerzo a la conclusión de que el papismo no es una simple herejía del cristianismo -ya que incluso la más mínima desviación de la verdad de la Iglesia se caracteriza como una herejía- sino que es una pan-herejía o herejía total y una aniquilación del cristianismo mismo. Y esto es porque, como dice san Justino Popovich, las diversas herejías distorsionaron sólo unos pocos modismos de Cristo, mientras que el papado eliminó a Cristo entero y colocó en su lugar al hombre infalible 10. En el caso de las innovaciones de la Iglesia occidental no tenemos simplemente una nueva “secta” del cristianismo, sino una alienación radical del núcleo mismo de la verdad eclesiástica. “Ninguna herejía anterior ha cambiado tan radicalmente el modo de vida cristiano, ni ha creado una cultura con los términos del evangelio cristiano invertidos” 11.








La conciencia eclesiástica respecto a la herejía del papado ha sido registrada repetidamente en multitud de declaraciones sinodales 12. Así, los Concilios Ecuménicos III y IV (431, 451) condenan como herejes a quienes distorsionan la fe expuesta en el sagrado Credo. El VIII Concilio Ecuménico (Constantinopla, 879-880) condenó la herejía del Filioque. El Noveno Concilio Ecuménico (Constantinopla, 1351) condenó la herejía de la gracia creada. En tiempos más recientes, los concilios antipapales celebrados en Constantinopla (1722, 1727, 1755, 1838, 1848, 1895) escribieron una página gloriosa en nuestra historia eclesiástica. En ellos, los patriarcas de Oriente y los demás jerarcas ortodoxos, con un alto sentido de responsabilidad pastoral y con un lenguaje cristalino, denunciaron al Papado por sus distorsiones de la fe cristiana. 

Sobre el mismo tema hay un amplio acuerdo en las obras de los Santos Padres (consensus Patrum). Todos los Padres, sin excepción, desde san Focio el Grande y san Gregorio Palamas hasta san Cosme el Etoliano, san Nicodemo el Athonita y San Nectario de Pentápolis, condenan a los papistas como herejes. Sólo recordamos las palabras de San Marcos el Amable: "Los rechazamos como herejes y por eso nos separamos de ellos... son herejes, y como herejes los separamos". 

No hace falta decir que el papismo, como pan-herejía, está fuera de la Iglesia de Cristo, razón por la cual no se permite mencionar los nombres de los papistas en nuestras Divinas Liturgias. «Quienes pertenecen a la Iglesia de Cristo —dice san Gregorio Palamás— tienen la verdadera fe. Pero quienes no tienen la verdadera fe no pertenecen a la Iglesia de Cristo». 

Tampoco, naturalmente, el Papado constituye otra Iglesia, porque, sencillamente, la Iglesia de Cristo, como confesamos en el santo Credo, es Una y única, como Cristo es Uno y Único; “En el Señor, una sola fe: en el bautismo” (Efesios 4.5). Fuera de la Iglesia no hay sacerdotes ni se celebran sacramentos (misterios) válidos y santificantes. Como afirma San Simeón de Tesalónica, "no hay en ellos (los papistas) el Espíritu Santo, por lo que sus misterios carecen de gracia". Basilio el Grande lo afirma claramente en su Primer Canon, ratificado por el Quinto Concilio Ecuménico: «Quienes se separaron de la Iglesia perdieron la gracia del Espíritu Santo, que poseían. Pues, con la interrupción de la sucesión apostólica (debido a la separación), también cesó la transmisión de la gracia... Así, tras separarse (del clero), se convirtieron en laicos y no tenían la autoridad para bautizar ni ordenar, ni podían transmitir a otros la gracia del Espíritu Santo, de la que ellos mismos habían sido privados». Por eso hoy son ordenados aquellos “sacerdotes” papales que se convierten a la ortodoxia y desean servir en el santo altar.




CRÍMENES DEL PAPISMO


Los cambios en la doctrina provocaron cambios, como era de esperar, en el ethos (conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad) del cristianismo occidental y llevaron al papado a cometer actos que la historia ha caracterizado como criminales. No se trata de simples desviaciones incidentales o errores personales de algunos de sus representantes, sino que surgen de su estructura estatal y de su enseñanza herética. Mientras la "Iglesia" occidental siga siendo un Estado, con tendencias sociopolíticas dominantes, y mientras insista en la doctrina de la satisfacción de la justicia divina, no dejará de repetir su triste pasado. 








La primera página negra del Papado fue escrita por las Cruzadas. De 1095 a 1270, con el pretexto de liberar Tierra Santa y con el objetivo no revelado de subyugar el Oriente cristiano, el trono papal organizó, en colaboración con los gobernantes occidentales, ocho Cruzadas. A ellos acudieron campesinos y fanáticos "soldados de Cristo", que mataron, profanaron y destruyeron todo a su paso. Sólo recordamos que en 1099, cuando estas hordas bárbaras capturaron Jerusalén, masacraron a 70.000 sarracenos y quemaron a los judíos en su sinagoga. Además, que en 1204 ensangrentaron Constantinopla y destruyeron monumentos de inestimable valor cultural, dañando irreparablemente la civilización mundial (ver más abajo, PAPISMO Y HELENISMO). 

La segunda página negra del Papado fue escrita por la Santa Inquisición, y abarca uno de los capítulos más terroríficos de la historia mundial. Condujo a miríadas de personas a la tortura y a la hoguera. Sumió a estados enteros en el horror y el terror. Identificó el cristianismo en la conciencia del pueblo con la inhumanidad y la falta de libertad. Finalmente, “fue el precursor de los terrores de las revoluciones francesa (1789) y bolchevique (1917) y de los criminales del fascismo y el nazismo” 13. Fue fundada, como hemos mencionado anteriormente, en el siglo XIII para apoyar el poder papal en Occidente. Sus víctimas fueron diversos herejes, infieles, magos, paganos y en general retadores del régimen papal o sus hipotéticos oponentes. Los inquisidores eran principalmente monjes dominicos y tenían derecho a someter a los sospechosos a duras torturas para obligarlos a confesar su culpabilidad. Se prescribían castigos proverbiales por su severidad: azotes públicos, cadena perpetua, confiscación de bienes, muerte en el fuego. Fueron notorias las solemnes ceremonias públicas de quema de las víctimas, llamadas Autos de Fe y en las que también participaban clérigos. 

Otro crimen del Papado, y especialmente de las últimas décadas, fue su participación activa en el genocidio de los serbios. Éste es el Holocausto de los Balcanes, sobre el que los historiadores occidentales todavía hoy mantienen deliberadamente silencio. 






En 1941, las fuerzas nazis y fascistas de la época, apoyadas por el Papa Pío XII, separaron territorios de Yugoslavia y crearon el Estado Independiente de Croacia, en el que instalaron el régimen pronazi de Ante Pavelic. El arzobispo papal de Zagreb, Aloysius Stepinac, y Pavelic organizaron el exterminio de los serbios ortodoxos y de los pocos judíos y gitanos del país, para que Croacia se convirtiera en un estado puramente papal. Así, grupos fanáticos de nacionalistas croatas (Ustacha), con la participación activa del clero papal, cometieron masacres masivas y ejecuciones, encarcelamientos en campos de concentración, exilios, destrucción de templos sagrados, latinizaciones violentas y muchas otras atrocidades. En cuatro años (1941-1945), de 2.300.000 serbios ortodoxos, más de 1.500.000 fueron asesinados, mientras que 250.000 fueron convertidos por la fuerza al papismo. Los serbios restantes siguieron viviendo en un régimen de violencia y terror 14

En 1998, el Papa Juan Pablo II ratificó solemnemente estos crímenes, declarando a su instigador, el cardenal A. Stepinac, "santo" de la "Iglesia" occidental. Al mismo tiempo, el Vaticano lideraba entre bastidores la desestabilización de los Balcanes, el desmembramiento de Yugoslavia y los crímenes del Occidente "civilizado" contra los serbios ortodoxos. Sólo recordamos el mensaje que el Papa dirigió en 1992 a una reunión de diplomáticos extranjeros en el Vaticano: «¡Desarmar a los serbios o armar a los musulmanes!» 15

Roma no parece haber cambiado sus métodos ni su comportamiento hasta el día de hoy, a pesar de todas las movilizaciones internacionales pacifistas de la "Santa Sede" y de las "disculpas" hipócritas del Romano Pontífice. 

La lista de crímenes antiguos y modernos del Papado es larga. Es difícil decirlo, pero si se elimina la fachada religiosa del Vaticano, se revela una organización despiadada. La palabra implacable del gran F. Dostoievski sigue siendo completamente cierta hasta el día de hoy: «El catolicismo romano ya no es cristianismo... El catolicismo es una fe no cristiana... Roma proclamó a un Cristo que sucumbió a la tercera tentación de Satanás... proclamó al mundo entero que Cristo no puede reinar sin un reino terrenal... El Papa se apoderó de la tierra, se sentó en un trono terrenal y tomó la espada en sus manos. Nada ha cambiado desde entonces, excepto que a la espada añadieron mentiras, intrigas, fraudes, fanatismo, prejuicios y crímenes. Jugaron con los sentimientos más santos, justos, puros y ardientes del pueblo. Lo traicionaron todo, absolutamente todo, para obtener un poder terrenal indigno. Entonces, ¿no es todo esto la enseñanza del Anticristo? ¿Cómo no iba a brotar de ahí el ateísmo?



PAPISMO Y HELENISMO

Como ya se ha dicho, la diferenciación del cristianismo latino respecto de la ortodoxia estuvo asociada desde el principio a un fuerte espíritu antihelénico (véase más arriba, GÉNESIS DEL PAPISMO par. C' 2). Ya desde el siglo IX. En Occidente circulan diversos escritos antigriegos con el título común "Contra los errores de los griegos". Después del Cisma final, el antihelenismo echa raíces en las entrañas de la "Iglesia" Papal y se mantiene intacto mientras el helenismo permanece unido a la ortodoxia. Roma nunca ha sido amiga de los griegos. «Pero incluso si existió alguna vez, la amistad no duró mucho», señala en el siglo XVI el erudito obispo de Citera, Máximo Margounios. Pero la misma observación sigue vigente hoy en día: «El Vaticano sigue siendo la mayor potencia y propaganda antihelénica del mundo» (Profesor Padre Georgios Metallinos).

Una breve mirada a la historia del helenismo demuestra esta amarga verdad:

El 13 de abril de 1204, con la bendición del Papa Inocencio III, los cruzados, como hemos mencionado, capturaron Constantinopla. La capital vivió momentos escalofriantes de atrocidad y horror: masacres, violaciones, incendios, saqueos, profanación de templos sagrados, etc. Desde entonces, la ciudad no ha recuperado su antigua fuerza y ​​fue fatalmente conducida a su caída por los turcos. Los propios historiadores occidentales admiten que "el comportamiento de los conquistadores cristianos en 1204 fue mucho peor que el de los turcos en 1453. Los conquistadores occidentales eran más iguales a sus hermanos en la fe que los musulmanes dos siglos después" (Ernle Bradford). Incluso “los monjes y abades latinos tomaron parte en el saqueo” 16. El Papa expresó su alegría por el hecho de que «Constantinopla haya regresado a su madre, la Santa Iglesia Católica» 17. En sus cartas históricamente atestiguadas, describió el evento como un “milagro magnífico” 18 y argumentó que “los latinos fueron el instrumento de la Divina Providencia, que castigó a los griegos por su negativa a aceptar el liderazgo de la Iglesia Romana” 19.
El dominio franco en Constantinopla duró 57 años, mientras que en otras zonas duró mucho más (en Chipre hasta el siglo XVI, en Creta hasta el siglo XVII y en las Islas Jónicas hasta el siglo XVIII). Los romanos, con el sufrimiento que habían padecido a lo largo de los años (establecimiento de una jerarquía latina y persecución del clero ortodoxo, confiscación de bienes de la iglesia, latinizaciones violentas, etc.), se dieron cuenta de que el género estaba en mayor peligro por parte de los papistas que por parte de los otomanos. Esta verdad se resume en el conocido dicho de los anticristos del siglo XV: «Es mejor ver el cadáver de un conquistador turco en medio de la ciudad que un pelícano franco», así como en las enseñanzas de San Cosme de Etolio, en el siglo XVIII: «Un anticristo es el papa... y el otro es el que está en nuestra cabeza... Maldice al papa, porque él será la causa».
Testimonios indiscutibles demuestran hoy que los residentes papales de las regiones griegas, siempre guiados por Roma, mantuvieron una postura absolutamente negativa y antihelénica durante la revolución de 1821. «Preferían lo turco al helenismo», señala el historiador Ioannis Philemon. Citamos como ejemplo una carta del obispo latino de Tinos, fechada el 8 de mayo de 1822, donde se encuentran las siguientes reveladoras palabras: «Tan pronto como comenzó la revolución de esta nación griega, procuré con toda diligencia mantener una neutralidad absoluta, tanto yo como todos los católicos, y hasta el momento ningún católico se ha alzado en armas contra el soberano (es decir, el sultán). Por esta razón, fui amenazado junto con todo el clero, y existía un gran peligro de que nuestras iglesias fueran confiscadas, solicité inmediatamente la ayuda y protección de Francia». 20
Cuando en 1919 los británicos discutían la devolución de Constantinopla a Grecia, el Vaticano declaró que prefería "ver la luna creciente en Santa Sofía antes que la cruz griega". Y durante la Catástrofe de Asia Menor de 1922, el Papa fue el primero en enviar un telegrama de felicitación a Kemal Ataturk 21.
La "Cuestión de Macedonia" ha sido un producto de la propaganda papal desde 1601. Y cuando, en 1986, se concibió el estado independiente de Skopie, el Vaticano implementó abiertamente su política antigriega: organizó una exposición de iconos griegos ortodoxos, que promocionó como "arte macedonio", imprimió encíclicas papales en lengua pseudomacedonia, mientras el propio Papa recitaba sus bendiciones de San Pedro en el mismo dialecto. Por último, son bien conocidos los vínculos del Vaticano con la Iglesia cismática de Skopje, cuya integración en la Unión pretende 22.




ESFUERZOS SINDICALES

Aunque el curso descendente del cristianismo occidental alienado no dejó espacio para el entendimiento con el Oriente ortodoxo, la nostalgia por la unidad cristiana primitiva nunca abandonó las almas de los fieles. Del siglo XI al XV. En total se realizaron trece esfuerzos de unificación, pero ninguno de ellos condujo a la unidad de la fe. Las principales razones de su fracaso fueron las siguientes:

1. La insistencia de los latinos en la primacía del poder papal. Ellos, creyendo que el Romano Pontífice es la fuente de la unidad y el único criterio infalible de la fe, vieron siempre la unidad como sumisión al Papa. Por el contrario, la Iglesia Ortodoxa consideraba que la única base de la unidad era la fe común en Cristo que tenían todos los cristianos de Oriente y Occidente antes del Cisma. Por eso llamó a los papistas a regresar a la tradición cristiana unificada de la Iglesia indivisa de los primeros ocho siglos.

2. El uso continuo por parte de los papistas de métodos violentos y engañosos para subyugar a los ortodoxos (Cruzadas, uniatas, latinizaciones violentas, etc.).

3. La promoción de la unidad, por ambas partes, como medio para alcanzar objetivos sociopolíticos y de otro tipo. 








En uno de estos esfuerzos unificadores, en 1274 (Concilio de Lyon), el emperador Miguel VIII Paleólogo aceptó las innovaciones de Roma y firmó la "unión de las Iglesias" para asegurar el apoyo político del Papa. Sin embargo, en Constantinopla, la gente reaccionó violentamente. Y los monjes del Monte Athos ejercieron un estricto control sobre el emperador y cortaron toda comunión eclesiástica con el patriarca de Constantinopla, de mentalidad latina, Juan Vekkos. Las tropas imperiales pronto llegaron al Monte Athos para imponer la falsa unión por la fuerza. Otros de monjes los colgaron, a otros los masacraron, a otros los ahogaron en el mar y a otros los quemaron vivos. Con el sacrificio de los santos mártires del Monte Athos y la reacción universal del pueblo fiel, la falsa unión de Lyon fue pronto anulada en la práctica. 

Otro intento importante de unificación tuvo lugar en el Concilio de Ferrara-Florencia (1438-1439) 23. Con este Concilio, los ortodoxos pretendían ayudar a Occidente a detener las hordas turcas, mientras que el Papa Eugenio IV pretendía consolidar su posición frente al reformista y antipapal Concilio de Basilea (1431-1449). Después de repetidas presiones y chantajes, los ortodoxos firmaron el Tratado de Unificación, que mediante una redacción vaga reconocía la primacía papal y legitimaba las innovaciones latinas, pero permitía a cada parte seguir libremente sus propias doctrinas y costumbres. El compromiso fue rechazado por San Marcos el Amable, obispo de Éfeso, quien, con su ethos estrictamente ortodoxo y su elevada argumentación teológica, se había impuesto a la conciencia sinodal. Por eso el Papa, cuando le informaron de su negativa a firmar, confesó: "¡Si no ha firmado Marcos, no hemos hecho nada!". En Oriente, esta unión no triunfó porque el pueblo reaccionó y los Concilios posteriores la desaprobaron. Sin embargo, en los siglos siguientes, las decisiones unificadoras del pseudoconcilio fueron promovidas sistemáticamente por la propaganda latina para promover la Unión.
 
 
 


INTENTOS DE UNIÓN

UNIA

La Unia es un astuto plan político-religioso, ideado por el Papado para subyugar a los cristianos de Oriente al gobierno papal. 

Según este esquema, al separar a los creyentes del redil de la Iglesia Ortodoxa, se crean nuevas comunidades "eclesiásticas" que, si bien mantienen exteriormente su estilo eclesiástico ortodoxo (atuendo clerical, formalidad litúrgica, arquitectura de la iglesia, iconografía, etc.), reconocen al Papa y conmemoran su nombre en los servicios religiosos. Así surgen los uniatas, que en realidad son papistas -ya que aceptan indirectamente todas las doctrinas papales-, pero se disfrazan de ortodoxia, para engañar a los simples creyentes y convencerles de que la unión es posible sin abandonar la ortodoxia. 

La Unia como idea nació en el siglo XIII, pero comenzó a funcionar oficialmente tres siglos después. Para su activación más sistemática, en 1622 se unió a la infame Propaganda de la Fe (Propaganda Fidei), “el primer mecanismo en la historia humana de propaganda ideológica y de “lavado de cerebro” metódico de las masas” 24





La supervisión y promoción de la Unión fue confiada a los monjes jesuitas. Ellos, fieles a su doctrina de que «el fin justifica los medios», trabajaron con tenacidad inquebrantable, desarrollando una acción proverbial por su engaño: explotaron la pobreza de la población ortodoxa y practicaron obras de caridad, generaron oposición y fanatismo, se asociaron con clérigos descontentos o ambiciosos, sobornaron conciencias, etc. Mencionemos solo dos ejemplos de métodos unitarios:

a) En 1577 se fundó en Roma el Colegio Griego de San Atanasio para ofrecer educación superior a los niños griegos esclavizados. Los graduados del Colegio declaran su lealtad al Papa y luego trabajan en la Grecia ocupada por los turcos para la unificación de sus compatriotas.

b) En 1596 (Concilio de Brest), con la fuerte influencia de los monjes jesuitas, el rey de Polonia impone por la fuerza la Unia a los polacos ortodoxos, lituanos y ucranianos. Millones de cristianos ortodoxos se convirtieron en uniatas, mientras que aquellos que se negaron sufrieron una persecución sin precedentes. El Concilio Uniato de Brest fue el comienzo de un sufrimiento indescriptible para los ortodoxos, que continúa hasta hoy en varias regiones (Ucrania, Checoslovaquia, Rumania, Oriente Medio, etc.) 25

La Unia fue promovida por el Papado como modelo de unidad cristiana. Sin embargo, el pueblo ortodoxo, que conoció su verdadero rostro, la rechazó con disgusto, mientras que toda la Iglesia Ortodoxa la rechazó por las dos razones siguientes:

a) La existencia de las "Iglesias" Unitarias no está eclesiológicamente justificada, porque, si bien en realidad constituyen una parte de la "Iglesia" Papal, quieren aparecer como Iglesias orientales individuales.

b) Se trata de un método de proselitismo insidioso y deshonesto, que constituye un Caballo de Troya en las entrañas de la Ortodoxia con el fin de su caída. Por esta razón la Circular Patriarcal de 1838 caracteriza al Uniateísmo como “un método oculto y un instrumento infernal” y a los Uniatas como “ovejas en medio de lobos, engañosos y estafadores”. 

El Vaticano insiste obstinadamente en fortalecer la Unión todavía hoy. Esto se debe a que Unia demuestra ser la forma más fácil y efectiva de convertir a los ortodoxos. Esto también proporciona al Papado una ilusión de universalidad, ya que incluye en su seno a cristianos de Occidente y de Oriente que utilizan el rito ortodoxo o el latino.

Además, facilita la política internacional del Vaticano y promueve sus objetivos políticos y económicos. Finalmente, los uniatas, inevitablemente dominados por el síndrome jenízaro, odian mortalmente a sus antiguos correligionarios y emergen como los más fanáticos partidarios de la institución papal. Y esto, especialmente hoy, es lo que necesita el Papa.



ACTUAL DIÁLOGO ENTRE LA ORTODOXIDAD Y EL PAPISMO

El siglo XX fue el siglo del Movimiento Ecuménico, es decir, el esfuerzo organizado para reunir a todos los cristianos del mundo. El entusiasmo unificador cultivado por este Movimiento y la demanda universal de reconciliación, especialmente después de las dos guerras mundiales, condujeron al inicio de un nuevo esfuerzo para acercar Oriente y Occidente. 

El Diálogo moderno se desarrolló en dos fases. La primera fase -Diálogo de amor (1965 en adelante)- consiste principalmente en cultivar las buenas relaciones, con el objetivo de establecer un clima de confianza mutua. La segunda fase - Diálogo Teológico o Diálogo de la Verdad (a partir de 1980) - consiste en el diálogo realizado, paralelamente al Diálogo del Amor, por la Comisión Teológica Mixta Internacional, que está formada por teólogos, representantes de los ortodoxos y de los latinos. La Comisión Conjunta prepara textos teológicos de común aceptación en principio, que luego son objeto de crítica o elaboración ulterior por parte de las Iglesias ortodoxas locales y del Vaticano. 

Este moderno esfuerzo unificador no ha dado hasta ahora ningún fruto sustancial. Porque el Diálogo del Amor sólo logró mejorar superficialmente el clima psicológico entre las dos partes, mientras que el Diálogo Teológico no resolvió en absoluto ninguna diferencia. 

Examinando en detalle el Diálogo moderno, observamos que en él coexisten los tres factores básicos de fracaso de todos los esfuerzos de unificación anteriores antes mencionados. Específicamente:

La primacía papal del poder. El Vaticano, como es evidente por las decisiones del Concilio Vaticano II, permanece firmemente adherido a las doctrinas del primado y de la infalibilidad papal, considerando su aceptación como condición necesaria para la unidad cristiana. En 1965, inmediatamente después del inicio del Diálogo de Amor, el Papa Pablo VI, a través de una encíclica, envió su claro mensaje en todas direcciones: "Quienes creen que renunciaremos a nuestros privilegios, que nos fueron dados por Dios a través del apóstol Pedro, están engañados" 26. Pero todos los demás Papas de los últimos años no dudaron en proclamar inequívocamente su primacía incluso dentro de la respetada Iglesia Patriarcal, cada vez que visitaban el Patriarcado Ecuménico. Un alto funcionario del Vaticano explicó esta arrogante obsesión de Roma con la siguiente impresionante declaración: “¡Abandonar la primacía papal equivale a negar el Evangelio” 27!

La Unión. El Vaticano, atado a su mentalidad medieval, continúa, como ya hemos dicho, apoyando desafiantemente a la Iglesia Uniata, manifestando con su postura su inmutable intención de subyugar a la Iglesia Ortodoxa mediante el engaño y el fraude. Así, tras la caída del comunismo (a partir de 1989), invadió por la fuerza los países tradicionalmente ortodoxos de Europa del Este y, considerándolos como lugares de misión, se dedicó a organizar comunidades uniatas. Por lo tanto, se ordenaron obispos uniatos en zonas donde los uniatos eran pocos o completamente inexistentes, y se ejerció una presión insoportable sobre los ortodoxos restantes para que se unieran al uniato (ocupaciones violentas de iglesias ortodoxas, confiscación de propiedades eclesiásticas, persecución del clero, actos de violencia, enfrentamientos con heridos y víctimas humanas, etc.). Y a pesar de todas las sacudidas que el resurgimiento del Uniato ha provocado en el Diálogo, el actual Papa sigue proclamando que «el mejor camino para la unidad en la Iglesia es el del Uniato» 28

Secularización. Los planes políticos y las conveniencias mundanas interfieren en los procesos del diálogo moderno y debilitan la voz cristalina de la teología ortodoxa. En el Nuevo Orden Mundial emergente, los poderosos de la tierra apoyan y a menudo imponen todos los diálogos intercristianos e interreligiosos. Su objetivo es la globalización también a nivel religioso, con la prevalencia de la panreligión. Al mismo tiempo, tanto Roma como el Patriarcado Ecuménico parecen abordar el Diálogo con criterios secularizados. El Vaticano quiere recuperar su deteriorado prestigio en Occidente y reforzar su papel internacional. Y la primacía de la Iglesia de Constantinopla para proteger, según cree, al Patriarcado, que está siendo afectado por la destructiva política turca. 

Además de estos tres factores, que predeterminan el desafortunado resultado del Diálogo, dos nuevos parámetros dominan los contactos bilaterales y hacen visible el riesgo de firmar otra falsa unión entre la Ortodoxia y el Papado. 

Se trata de a) el plan de unificación del Vaticano y b) la alteración del pensamiento ortodoxo. Específicamente:

a) El plan de unificación del Vaticano. Sabiendo que los pueblos ortodoxos no iban a sacrificar sus tradiciones sagradas en el altar de una falsa unión, el Vaticano implementó, inmediatamente después del Concilio Vaticano II, un plan unitario de tipo unitario. Según esto, los ortodoxos se unirán a la hegemonía de Roma sin abandonar su Iglesia ni su fe apostólica, sino sólo reconociendo un nuevo tipo de primacía papal. 

Esta nueva primacía no diferirá sustancialmente de la clásica primacía papal de poder, pero será formulada, a través del Diálogo, de tal manera que sea aceptada por los ortodoxos (por ejemplo, como una primacía de ministerio). Esta es una forma moderna de Unia bien diseñada. “Formularemos la primacía de tal manera que la aceptéis”, declaró significativamente hace muchos años un funcionario del Vaticano a los teólogos ortodoxos 29. Y el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el cardenal Kasper, señaló en 2001: «Estamos dispuestos a aceptar a la Iglesia Ortodoxa tal como es. La plena comunión con la parte occidental de la Iglesia no supone ningún cambio para los ortodoxos comunes, ni el Papa tiene la más mínima intención de interferir en los asuntos internos de la Iglesia Ortodoxa». 30

El Vaticano, al mismo tiempo, para favorecer a los ortodoxos, parece abandonar la postura dura del pasado y se embarca en un ataque de amor y amistad:

Cultiva sistemáticamente las buenas relaciones mediante intercambios de visitas oficiales, organización de conferencias teológicas conjuntas, concesión de becas, devolución de reliquias sagradas, ayuda financiera, etc.
En 1965 procedió, junto con el Patriarcado Ecuménico, a levantar los anatemas de 1054 *1.

Reconoce a los ortodoxos como «hermanos en el Señor», a quienes «la Iglesia católica rodea de respeto y afecto fraterno» 31.
En los contactos bilaterales, establece la designación de Iglesias hermanas *2 para las Iglesias ortodoxas.
Reconoce los Misterios de los Ortodoxos y anima a sus fieles a rezar juntos y compartir la comunión sacramental con ellos.
Declara que no existen diferencias esenciales con la Iglesia Ortodoxa. Las herejías papales se presentan como cuestiones teologizadas o como expresiones diferentes pero legítimas de la misma fe, que enriquecen la tradición cristiana. Por eso, en los textos teológicos comunes del Diálogo oficial, los representantes papales se niegan persistentemente a mencionar el hecho de las diferencias doctrinales 32
Con toda esta estrategia, el Vaticano espera superar la resistencia ortodoxa y crear el clima adecuado para que los ortodoxos puedan recibir la comunión sin vacilación en las iglesias papales y los papistas en las iglesias ortodoxas, respectivamente. Así, según el plan del Vaticano, la unión se producirá de facto, superando las diferencias teológicas. 

Sin embargo, los acontecimientos modernos han revelado dolorosamente que las declaraciones de amor y las sonrisas de Roma no expresan sus buenas intenciones, sino que constituyen una maniobra diplomática para engañar a los ortodoxos. El resurgimiento fanático del Uniato en Europa del Este y la participación abierta del Vaticano en el exterminio de los serbios ortodoxos eliminaron la fachada pacifista de la "Santa Sede" y revelaron su verdadero rostro: su maldad incurable y su tendencia obsesiva a la dominación eclesiástica y al expansionismo sociopolítico. La reconciliación, la confianza mutua y el respeto fraterno, frutos tan publicitados del Diálogo del Amor, lamentablemente resultaron ser una gran mentira. El Diálogo no sólo no ha cambiado al Vaticano sino que trabaja en sus intereses.

*1 Para los latinos, el levantamiento de las excomuniones significaba el levantamiento de la excomunión. Para la Iglesia Ortodoxa, sin embargo, este lamentable acto no tiene fuerza canónica, porque se llevó a cabo sin la previa aprobación sinodal de las distintas Iglesias ortodoxas y sin que se hubieran denunciado las herejías papales que habían provocado los anatemas.

*2 Sin embargo, el Vaticano, en los textos oficiales que dirige de vez en cuando a sus propios creyentes, utiliza un lenguaje diferente y proclama que: «La Iglesia católica es la única Iglesia de Cristo fundada en el mundo», «no es hermana sino madre de todas las demás Iglesias», «las Iglesias ortodoxas son verdaderas Iglesias, pero sufren un déficit, porque no reconocen al Obispo de Roma como cabeza visible de la Iglesia» (véase, por ejemplo, Catholic news, Atenas 24-7-2007, p.1).




b) La alteración de la mentalidad ortodoxa. Desde principios del siglo XX. En el campo de la ortodoxia, hay un alejamiento gradual de la precisión dogmática de los Santos Padres y de la postura tradicional centenaria hacia los herejes. Algunos líderes y teólogos de la Iglesia ortodoxa, generalmente educados en escuelas teológicas heterodoxas e influenciados por el espíritu sincrético del Movimiento Ecuménico, pasan por alto las herejías papales y tratan al Papado como una Iglesia canónica, que supuestamente constituye, junto con los ortodoxos, la única Iglesia fundada por Cristo. Se trata de una erosión sin precedentes de la autoconciencia ortodoxa, que apareció con el inicio del Diálogo moderno y posteriormente se extendió a un ritmo rápido. Mencionamos por ejemplo:

El patriarca ecuménico Atenágoras (†1972), quien sentó las bases del Diálogo moderno, argumentó que «la unidad dogmática a priori de las Iglesias individuales no se considera necesaria. Es posible que las Iglesias se unan, manteniendo lo que cada una tiene como fe y doctrina, y así, unidas, encomendar a la teología la tarea de resolver y armonizar sus diferencias doctrinales a lo largo del tiempo» 33. Por lo tanto, el patriarca, restando importancia a las doctrinas y teniendo una percepción emocional del “amor”, procedió a tomar acciones no canónicas: oró con el Papa, mencionó su nombre en la Misa y administró la Sagrada Comunión a los papistas. En última instancia, su política de unificación, por tener premisas puramente antropocéntricas y no teológicas o soteriológicas, no promovió la unidad, sino que socavó la verdad de la Iglesia. 
 
Al fin y al cabo, nuestra tradición patrística basa la unidad únicamente en la fe común: «Cuando todos tenemos la misma fe, entonces hay unidad» (San Juan Crisóstomo). Y exige que se sacrifique la amistad humana cuando, por ella, se corre el peligro de perder la justa fe: «La disputa que se produce sobre una cosa loable (como la fe) es preferible a la paz que nos separa de Dios» (San Gregorio el Teólogo). En cuanto a la divina Eucaristía, nunca ha sido considerada como un medio para lograr la unidad, sino que siempre sigue a la unidad de la fe como su gloria suprema.
 
Las oraciones conjuntas entre ortodoxos y papistas son hoy una práctica común en el contexto de reuniones bilaterales. Los sagrados cánones de la Iglesia, sin embargo, prohíben estrictamente, bajo pena de degradación y excomunión, orar junto con los herejes. Y esto es así porque, como explica san Nicodemo del Monte Athos, las oraciones conjuntas revelan que los ortodoxos aceptan la fe herética y no están dispuestos a liberar a los herejes de su herejía. 
 
Desgraciadamente, las sencillas oraciones de los Diálogos se transformaron con el tiempo en oraciones litúrgicas. Mencionamos específicamente la participación mutua anual de ortodoxos y papistas en las fiestas del trono de Roma y Constantinopla respectivamente, porque esto, como se ha confesado oficialmente, "no es del orden ceremonial mundano. Es una celebración eclesiástica" 34. En estas celebraciones se establecen actos litúrgicos específicos, que dan la falsa impresión de unidad y crean confusión y escándalo en las almas sencillas. 

Por ejemplo, en 2006, el Papa fue recibido en el Patriarcado Ecuménico con honores eclesiásticos, como primer jerarca ortodoxo, y participó en la Divina Liturgia vistiendo un omophorion, recitando el "Padre Nuestro...", intercambiando un beso con el patriarca durante "Amémonos los unos a los otros...", y bendiciendo a la congregación ortodoxa. Estos actos, sin embargo, no tienen precedentes en nuestra tradición apostólica, patrística y sinodal. Con tales sincretismos litúrgicos, el Vaticano es reconocido en la práctica, por los principales representantes de la ortodoxia, como la Iglesia canónica y al Papa herético como el obispo canónico de Roma, siendo incluso llamado por ellos como "el primer obispo de la cristiandad en todo el mundo" 35. En otras palabras, ¡la ortodoxia parece estar renunciando a su verdad e identificándose con la herejía!

Los líderes de la Iglesia ortodoxa apoyan firmemente la vaga teoría de las Iglesias hermanas. Según ella, la "Iglesia" latina, a pesar de todas sus herejías, es una Iglesia completa y verdadera, con un Sacerdocio canónico y Sacramentos válidos, por lo que se la considera hermana de la Iglesia Ortodoxa. Estas audaces opiniones fueron expresadas en 1993 en el texto conjunto firmado por ortodoxos y papistas en la 7ª Asamblea del Comité Conjunto del Diálogo Oficial (Balamant, Líbano). Un poco más tarde, en 1995, el Patriarca Ecuménico y el Papa, en un Comunicado Conjunto, se refirieron al Texto de Balamand y afirmaron: “Exhortamos a nuestros fieles, católicos y ortodoxos, a fortalecer el espíritu de fraternidad, que proviene del único Bautismo y de la participación en la vida sacramental” 36
Según la eclesiología ortodoxa, sin embargo, "quienes no renacen por la gracia divina, que opera sólo en la Iglesia Una, Católica y Apostólica, no constituyen ninguna Iglesia, ni siquiera una "ni los invisibles" (San Nektarios de Pentápolis). Las Iglesias de Oriente y Occidente eran Iglesias hermanas antes del Cisma, cuando mantenían la misma fe. Después del Cisma, esta hermandad quedó dividida. Papistas y ortodoxos siguen siendo, por supuesto, hermanos como criaturas vivientes del mismo Dios, pero no hermanos "en la fe". Después del Cisma, sólo las Iglesias ortodoxas individuales son Iglesias hermanas entre sí. Por eso, «el reconocimiento de las confesiones eclesiásticas separadas como «Iglesias hermanas» es engañoso. No promueve, sino que socava, la unidad de los fieles» (Profesor Georgios Mantzaridis).

Un ejemplo típico de audacia, de mentalidad conciliadora y de sumisión a las exigencias del Vaticano es la postura de los primados y teólogos ortodoxos sobre el problema de los uniatos 37
Los ortodoxos habían fijado como condición necesaria para el inicio del Diálogo la abolición de las "Iglesias" unitarias y la integración de sus miembros, tras libre elección, ya sea en la Iglesia ortodoxa o en la Iglesia latina. "La unidad y el diálogo son simultáneamente incompatibles", se subrayó categóricamente en la Tercera Conferencia Pan-Ortodoxa de Rodas (1964). Sin embargo, aunque la Unión no sólo no fue abolida sino que fue fortalecida de diversos modos, los ortodoxos, con los pasos audaces del Patriarca Atenágoras, fueron arrastrados al Diálogo de Amor. Y lo continuaron sin protestar, cuando en 1968 los uniatas de Checoslovaquia lanzaron contra los ortodoxos "una persecución, ante la cual palidece la persecución de Decio" 38...

Cuando en 1980 se inició de nuevo el diálogo teológico, los ortodoxos pidieron a Roma que no incluyera a los uniatas en su delegación. El Vaticano, sin embargo, incluyó a ocho uniatas en su delegación de 28 miembros. Y los ortodoxos lo aceptaron...

En 1993, a pesar de toda la violencia uniata en Europa del Este, los representantes de las Iglesias ortodoxas en el Diálogo firmaron el Texto de Balamand. En este Texto perforado, entre otras cosas, se reconoce y justifica solemnemente la existencia y actividad de las "Iglesias" Unitarias...

En el año 2000, el Diálogo se interrumpió debido a los Uniatas, y se acordó que el problema de los Uniatas sería el primer y único tema de discusión en su posible reanudación. 

En 2006, el Diálogo se reanudó, pero dejando de lado el problema de la Unión y siguiendo una temática diferente. Este retroceso inaceptable -e indigno para los ortodoxos- certifica que la línea seguida por el Diálogo está trazada por el Vaticano, de acuerdo con su ecumenismo papocéntrico. Los ortodoxos simplemente siguen...

La crisis múltiple que afecta al diálogo actual entre la ortodoxia y el papado es ahora una observación común. La participación de nuestra Iglesia en ella tiene sentido, ya que los ortodoxos exponen auténticamente la verdad de nuestra fe y los papistas pretenden volver a esta fe, que hasta el cisma era también su fe. Lamentablemente, sin embargo, ni siempre se da un testimonio ortodoxo auténtico y suficiente, ni Roma está dispuesta a rechazar sus errores*. El Vaticano, a través del Diálogo, no busca la unidad de la verdadera fe, sino su reconocimiento por parte de los ortodoxos como la verdadera Iglesia. Y esto se consigue gracias a la diplomacia papal y a la extraña sumisión de los ortodoxos. Sin criterios teológicos claros y sin sinceridad, el Diálogo es engañoso y se vuelve perjudicial para los fieles ortodoxos, mientras que por el contrario constituye el mejor apoyo para el Vaticano en quiebra. 

Por último, un indicador de la crisis que enfrenta el Diálogo es el hecho de la renuncia del jefe de la delegación ortodoxa y copresidente del Comité Internacional de Diálogo, Su Eminencia el Arzobispo de Australia, Sr. Stylianou. “Tras 20 años de ardua presidencia del “Diálogo Teológico Oficial” entre ortodoxos y "católicos romanos", dimití voluntariamente para no tener nada que ver con semejante “juego sin sentido” 39, declaró de forma característica en 2007. Y, como buen conocedor de lo que ocurre en el Vaticano, añadió: “Tras la inesperada escalada, bajo Benedicto XVI, de los desafíos del Vaticano hacia otros cristianos (¡especialmente los ortodoxos!), queda más claro que nunca que, por desgracia, estamos entrando en un período de total incertidumbre, por no decir de una extraña oscuridad... Por lo tanto, debemos decirlo sin ambages: la línea de los núcleos duros parece haber prevalecido por completo. Cardenales de la Curia Romana, que ahora convierte al Papado —no como la primacía de un obispo, sino como una ideología de totalitarismo intocable— en el verdadero obstáculo insurgente, principalmente para la reunificación de los cristianos divididos, e igualmente para la simple unidad pacífica entre ellos, y mucho menos con los no cristianos o incluso con los ateos" 40

* El Papa Benedicto XVI afirmó en 2007: «El diálogo no puede ser una ocasión para que (el Vaticano) adapte o suavice lo que cree que es» (Prensa Ortodoxa Oficial). 


(Atenas, 20-7-2007).


 
EPILOGO

El papado, como portador de una multitud de doctrinas heréticas, está fuera de los límites de la Iglesia. y, como expresión de un régimen secular, es un centro global de poder. A pesar, por supuesto, de su brillantez y de su fuerza externas, esconde en su interior una trágica debilidad, porque se basa, sencillamente, en el error. El camino para regresar a la ortodoxia perdida pasa por el arrepentimiento, que hoy, sin embargo, sólo puede esperarse como un milagro por parte de la endurecida oligarquía del Vaticano.

Sin embargo, nuestros hermanos heterodoxos, cansados ​​del totalitarismo papal, buscan, consciente o inconscientemente, la verdad que libera, que da sentido y belleza a la vida. la verdad que, como vida de Cristo y comunión con Dios, se conserva auténticamente sólo en la Iglesia Ortodoxa, la única "Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica" de Cristo. 

La fe apostólica no es propiedad exclusiva de nadie. Es un regalo de Dios y pertenece a todo el universo. Por eso es necesario conservarla inalterada, para que, como deber de amor, pueda ofrecerse intacta y pura a quienes la buscan. 

Por lo tanto, la adhesión inquebrantable a la tradición ortodoxa no indica una introversión confesional complaciente. Señalar un error papal tampoco constituye intolerancia o fanatismo. Por el contrario, la relativización de la fe y el encubrimiento de las herejías latinas, que se intentan en ambientes ecuménicos, ponen en peligro nuestra salvación e impiden a nuestros hermanos de Occidente el contacto con la verdad salvadora. 

A las maniobras diplomáticas del Vaticano, a las tristes manifestaciones pro-papales de los líderes ortodoxos, a los infructuosos diálogos teológicos y a la retórica moderna de la "unificación de las Iglesias" sin unidad de fe, el cristiano ortodoxo opone con su vigilancia teológica, el poder inconmensurable de su oración y su fe inquebrantable en el Constructor de la Iglesia, nuestro Señor Jesucristo. Al mismo tiempo, con su vida coherente y santa, confiesa con humildad y valentía la "ortodoxia amistosa", proclamando en todas direcciones el "ser" de su fe: "Para nosotros, esta es nuestra propiedad: la fe que nos legaron nuestros padres. Esta es nuestra riqueza, esta es nuestra gloria, esta es nuestra generación, esta es nuestra corona, este es nuestro orgullo. Tenemos un solo Bautismo, una sola fe, una sola Iglesia y un solo Dios a quien glorificamos en tres personas" (monje Joseph Bryennios, siglo XV).




Ver notas originales en la última página del         .pdf

 
FUENTE: "EL PAPISMO AYER Y HOY", MONASTERIO DEL PARÁCLITO, OROPÓS DE ÁTICA


 
 

Translate