Domingo II de Mateo. (Mt. 4, 18-23)
El que inmediatamente responde a la llamada de Dios, progresará
“Y luego, dejando la barca ya su padre, le siguieron” (Mat. 4, 22). Cristo llama a sus discípulos para que lo sigan y ciertamente, como dice el evangelista, que lo hagan “en seguida”, inmediatamente y sin demora. Este “directo” tiene mucha importancia en la vida espiritual. El alma que decide seguir a Cristo, y no seguirse a sí misma, lucha por liberarse de todo, de sus posesiones, incluso de su ser precioso y seguir a Cristo.
Y esta característica se observa en el alma amante de Cristo que ha decidido seguirlo: “inmediatamente”, es decir, inmediatamente capta y comprende cuál es la voluntad de Dios. En el momento en que el alma obtiene esto, no se demora en nada. Demorarse -para reflexionar y ver- podría ciertamente deberse principalmente a la inexperiencia; el hombre es inexperto y no sabe qué hacer.
En el fondo, sin embargo, la demora proviene del hecho de que alguien no está libre de sí mismo y por eso quiere primero pensar las cosas por sí mismo: para no hacer algo que lo moleste o lo provoque, ya que en el fondo tiene su propia voluntad. Es decir, alguien quiere seguir a Dios, estar sujeto a Cristo, pero no sin embargo ir en contra de su propia voluntad.
Y así, el que enseguida responde a la llamada de Dios –cualquiera que sea esta llamada– es aquél que precisamente no hace su propia voluntad, sino la voluntad de Cristo; ya través de esto progresará. Hay almas que cada vez que Dios les muestra que quiere esto y no aquello, muestran su atención. Tienen la disposición de “en seguida” e inmediatamente dicen “bendito sea”, Dios mío: que sea como tú quieres”. Y por eso son resucitados, bendecidos y experimentan gozo. En cuanto a las otras almas, que no responden “en seguida”, ciertamente, su lucha no está perdida, pero no logran avanzar, pues cada vez más se demoran.
Publicaciones del Santo Hesicasterión “La Natividad de la Madre de Dios”. Archimandrita Simeón Kragiopoulos
APOSTOLES. Lectura de la epístola del santo apóstol Pablo a los Romanos (2, 10-16)
10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; 11 porque no hay acepción de personas para con Dios.
12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; 13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. 14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, estos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
EVANGELIO. Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (4, 18- 23 )
En aquel tiempo, Jesús, caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres. Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron. Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo
HOMILIA. DOMINGO II DE MATEO.
Archimandrita Atanasio Mitilineos (+2006). Dependencias y Dependencia.
En el comienzo del periodo eclesiástico del evangelista Mateo, nuestra Iglesia presenta la bella imagen en la que el Señor llama a sus primeros discípulos junto al lago de Tiberias. Allí encuentra a la primera pareja de hermanos, a la que llamó para que fuesen con El. Estaban formada, por Pedro y Andrés, y por Santiago y Juan.
Era una hermosa mañana en la orilla del lago. Allí, en las tranquilas aguas del lago, vio a la primera pareja, echando la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dice: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Y avanzando un poco más, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.
Los primeros, dejaron sus redes, y le siguieron. Los segundos, dejaron la barca y a su padre, y siguieron a Jesús. Nos quedamos impresionados, queridos, que tanto los primeros como los segundos dejaron “al instante”, directamente, lo que tuviesen, y siguieron a Cristo.
Les caracteriza una, -en aquel momento, aquel directamente, les caracteriza una independencia de lo que estuviesen sujetos; de personas y de cosas. Es sorprendente. Y pasan a depender de Jesús. Sin condiciones ni acuerdos. Este rechazo de las dependencias y la transición a una nueva dependencia, queridos, veremos hoy.
Los discípulos, como pescadores de profesión… fueron allí al mar a pescar; eran profesionales, vivían de ello, era su trabajo. Entonces los discípulos, “como pescadores de profesión”, y como hombres, tenían sus propias familias. Como Pedro, tenía también la suegra, como señalan los Evangelios en alguna otra parte. O estaban solteros todavía, como Santiago y Juan, en sus familias, con su padre y con su madre, y probablemente con más familiares.
Es decir que se encontraban dentro de las dependencias legales y naturales. Realmente. Cada hombre que viene al mundo, desde el momento en que adquiere dimensiones, existencia, ya desde el interior de las entrañas de su madre, pasa a depender del espacio y del tiempo. El hombre necesariamente es espacio-temporal. Dos vínculos que entran directamente en cada existencia, y de estos dos vínculos del tiempo y del espacio, no es posible liberarse ninguna existencia, y lógicamente tampoco el hombre.
Así, nace el hombre y entra en una complicada red de dependencias, interdependencias. Hombres con hombres, socialmente, tenemos una dependencia social y los hombres con ambiente biológica.
Respiramos el aire, sin aire no podemos vivir, y dependemos del aire, del oxígeno, del agua, del sol, de la gravedad de la tierra, etc. Y la tierra a su vez depende del sol. ¿Cómo se mueve nuestra tierra? Se mueve alrededor del sol dependiendo de él. Y el sol depende de la galaxia. Si calcula alguien, cuántas existen, cuántas hemos visto por lo menos hasta hoy, unos 200 millones de galaxias, y cada galaxia tiene millones y billones de soles. 6:40
El uno depende del otro. Y todas las dependencias son completamente naturales. Así Dios hizo las cosas porque así quiso hacerlas, que tuviesen una mutua dependencia. No existe absolutamente nada en este mundo independiente. Ni siquiera un electrón. No digo ya un átomo de la materia, ni siquiera un electrón existe con independencia. Todo tiene dependencia. Todo, excepto una cosa: Dios. Dios está fuera de todo esto, es independiente Dios. Dentro entonces de estas mutuas laberínticas interdependencias Dios quiere el éxito de la comunión de los seres. Y todos los seres en comunión con Dios, a través de las manos de los hombres.
Habéis visto antes la Divina Liturgia, cuando levantamos el Santo Cáliz y la Santa Patena en la realización del Misterio, y le decimos a Dios (vosotros lo decís por medio de la boca del sacerdote), “lo nuestro de lo Tuyo, a Ti Te ofrecemos”, vosotros lo habéis dicho con las manos del sacerdote. Porque vosotros habéis cogido el vino y la ofrenda, y ofrece el sacerdote con sus (vuestras) manos a Dios la creación. Así puede verse que realmente todos los seres juntos han de conseguir una comunión con Dios por las manos del hombre.
El hombre ofrece como sacerdote la creación a Dios. Atended esto. Cada hombre. Es lo que dice tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, que Dios a su pueblo le ha hecho ser sacerdote y rey del conocido Sacerdocio del Reino. No explicaremos en este momento qué significa para cada fiel que es bautizado que se convierte en sacerdote de la creación y sacerdote de sí mismo en Dios, cuando se ofrece a sí mismo a Dios. Cuando dice San Pablo en su Epístola a los Romanos “ofrecer todo tu sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Rom. 12, 1).
Es decir, la espiritual, la racional adoración a Dios, ¿qué es? La limpieza de nosotros mismos. Es sorprendente esto queridos míos. Así vivía Adán en el Paraíso, ofreciendo la creación. Dependiendo de la creación, porque comía, bebía, respiraba. Mientras tanto, ofrece a Dios la creación como sacerdote de la creación. Es grandioso. Así lo quiere Dios. Y repito, es grandioso. Pero Adán, con el consentimiento que hizo ante el diablo, directamente pasó del lugar de las dependencias divinas, lícitas y naturales, al lugar de la dependencia demoniaca.
Y a partir de aquí comienza una experiencia de mutuas dependencias demoniacas. La naturaleza con la caída de Adán es diabólicamente gobernada. Y el hombre depende ya de una creación diabólicamente gobernada. Tiene mucha importancia esto. Comienza la historia de las pasiones (padecimientos) en el hombre. El hombre comienza a degenerarse a sí mismo, a dejarse llevar por las pasiones.
Y las pasiones no son nada más que la repetición y acumulación de determinados pecados. Si miento, y vuelvo a mentir, he pecado. Y vuelvo a mentir, y vuelvo a mentir, entonces este pecado se convierte en pasión, se convierte en adicción, y tengo una inclinación sin la existencia de algo que lo provoque, a decir mentiras. ¿Por qué? Porque se ha convertido en pasión.
Queridos míos, todos los pecados, si se repiten y acumulan, se convierten en pasiones. Las pasiones ya sin embargo, imponen la dependencia en el hombre. Aquí es donde se convierte el hombre en una persona trágica. Dependiendo de las pasiones, de modo antinatural e ilícito, es decir fuera de la naturaleza y fuera de la ley. El hombre se convierte en esclavo de las pasiones. De este modo no duda, no sólo en infringir los mandamientos de Dios, ilícitamente, sino también en infringir las leyes naturales, y se llama hombre antinatural.
Explicar qué significa hombre antinatural, es terrible. El profeta Daniel refiriéndose al anticristo, decía que abolirá la ley y la naturaleza. No es el momento ahora de hablar de esto, simplemente he hecho una referencia. Después de su caída, el hombre, ¿qué hace? Busca el placer. El placer instantáneo, directo. El cual, progresivamente, fija la dependencia del hombre. Le hace esclavo al hombre. La historia del placer comenzó en el Paraíso, cuando Eva “vio que el fruto del árbol era hermoso y pensó que sería agradable probarlo“ (Gen.3,6).
Hasta entonces, ¿no veía Eva el fruto? ¿Cómo ahora se despierta otro deseo? Como San Andrés de Creta, en su Gran Canon: este deseo ilícito, o acción ilícita, ¿qué es esto entonces? Desde el momento en que el hombre prueba, y aquí comienza, la búsqueda del placer, de la satisfacción, siempre momentánea, repito, de aquí proviene el dolor. En adelante, placer y dolor irán el uno al lado del otro. Desde entonces, el hombre, ¿qué busca? A pesar de que conoce el dolor, busca el placer y de este modo creó el eudeminismo,* que es un enemigo de la vida espiritual. (15: 00)
* Eudeminismo: justificación de todo aquello que sirve para alcanzar la felicidad. El hedonismo, la doctrina estoica, el utilitarismo… son doctrinas suyas.
Dice San Juan Crisóstomo que el eudeminismo persigue “la ninguna persecución”. Que el eudeminismo persigue, no como Nerón o Diocleciano – allí los cristianos realmente se hacían de hierro y resistían y se convertían en mártires. El hedonismo, las satisfacciones, paralizan al hombre y es llevado a un espíritu mundano*.
* Frívolo, vano, fútil, trivial, superficial, insubstancial.
Por eso muy acertadamente dice San Juan Crisóstomo que toda esta historia es la peor para el hombre. Incluso el eudemonismo buscado la riqueza, es decir los muchos bienes, es decir lo que está por encima de nuestras necesidades. Dice el Apóstol Pablo: “teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Tim. 6,8).
Esto es generado por los muchos bienes, la arrogancia de la vida. Es decir, es una erupción y una proyección de una supuesta existencia superior aquí. “Yo soy, yo…” Se busca además, dentro del eudeminismo, una civilización exuberante y además exuberante y artística. (16:56)
Se busca también la satisfacción del instinto sexual con todo el repertorio de las perversiones. Viene la saciedad, y buscamos nuevos modos de satisfacción, que es el espacio de las perversiones, de las depravaciones. Esto hacían los sodomitas. Se hartaban de pan dice la Santa Escritura. Se saciaban, tenían muchos bienes y buscaban encontrar nuevas formas de placer. El tabaco; atended, el tabaco; es hedonístico. Por eso no puede el hombre dejarlo. Estimula el sistema nervioso y deja su memoria sobre el sistema nervioso.
Y si lo has dejado hermano, existe gran posibilidad que alguna vez vuelvas a recordarlo, porque sencillamente es una droga, y recibió la caracterización de la aceptación común; de la droga de aceptación común. El tabaco entoces puede ser considerado como símbolo de la civilización del hedonismo. No es exagerado; porque el tabaco abrió el camino, el camino a las drogas, que constituyen la corona del tema en cuestión. (18:30)
Nadie ha caído en las drogas si anteriomente no ha aprendido a fumar. Es el acceso, la fuente. Teníamos estos días el día contra las drogas. Que se divulgue este consejo que decimos, pequeño pero importantísimo, con fondo teológico, en este intento. Porque he percibido que hacemos mención de las cosas sugiriendo miles de método, excepto la importante, la crucial: inculcar a nuestros jóvenes el temor de Dios, y no la búsqueda del placer con este sentido de instantaneidad, como el fumar y las drogas, que crean terribles dependencias en el hombre. ¿Hago la descripción? No lo hago. Los hombres víctimas, sobre todo los jóvenes, de estas situaciones. (19:47)
¿Sabeís que en Grecia tenemos 27.000 alumnos, chicos y chicas, que consumen drogas? ¿Lo habéis oído bien? 27.000 alumnos tenemos *.
* Homilía realizada en 1980 aprox..
¿No os intranquiliza esto? No pensáis que un hijo vuestro, o un nieto, puede estar dentro de este número? Y como tal dijimos, referente a esta relación entre el placer y el dolor, por eso hoy vemos infinitas víctimas que comienzan por el placer, y dependientes de él viven el más terrible dolor, el más trágico dolor, hasta la muerte, y dependientes de ellos, crean la mayor tiranía momentánea.
Y el hombre, ¿vivirá para siempre condenado a estas dependencias demoniacas? Las drogas, ¿quién las fabricó, sabéis? Dios las creó. ¿Es Dios responsable? No lo es. Las uvas, de las cuales sale el vino, ¿quién las creó? Dios. Si existen borracheras, ¿tiene la culpa Dios? Fuera las habladurías. Son las sugerencias demoniacas: “come esto”.
Pero Dios no hizo esto para que lo comieses. No hay que probar de todas las cosas. Τienen una variedad de propósitos. Si lo queréis constituyen, aunque no tuviesen este objetivo, constituyen el árbol del conocimiento del bien y del mal, que dice Dios: de éste no comerás. ¿Veis como en la historia continúa la presencia del árbol del conocimiento del bien y del mal? Pero, siempre serán así las cosas? No queridos, para eso vino el Hijo del Hombre, para romper estas dependencias antinaturales, para traernos a la dependencia de lo natural y de lo divino. Cristo nos devolvió a la medida del uso de la naturaleza. Solo lo que es natural se bendice. Lo que es antinatural, no se bendice. El matrimonio se bendice, pero no la prostitución. La XXX se bendice, porque así fuimos creados. Recordad cuando resucitó a la hija de Jairo, y dijo “dadla de comer”. El que la resucitó, ¿no podía darla fuerzas sin la comida? No, porque así lo creó Dios. Perο, sin embargo, no es bendecida la gula.
Nos dijo que amemos a nuestros padres, y a nuestros hijos, y a los otros hombres, pero no más que a Dios. Estableció una jerarquía. Nos dio una hermosa naturaleza, que podemos aprovecharla, pero no devorarla, o destrozarla o divinizarla. De este modo el Señor nos sacó de la dependencia ilícita y demoniaca, a una natural y lícita. Y no sólo Cristo nos liberó de esta dependencia ilícita y demoniaca, sino que nos dio algo mucho mayor, incomparablemente mayor: vino a romper las ataduras del cautivo Prometeo del XXX Cáucaso de la decadencia y de la muerte, porque tras la común resurrección, no existirá corrupción. Corrupción significa transformación corporal. Como, bebo, duermo, me fatigo. Y dice S. Pablo en su primera epístola a los Corintios (6, 13): pero tanto al uno (las viandas, la comida) como a las otras (el vientre) destruirá Dios. Porque no existirá ya corrupción. Es eliminada también la muerte, corrupción y muerte. Entonces estómago y muerte son dos incombatibles enemigos, de los cuales ahora tenemos plena dependencia.
Eso nos trajo el Señor. Vino a acabar con las ataduras con las sujeciones del mal y de la dependencia. Vemos que cuando el Señor llamó a las dos parejas de hermanos, Pedro y Andrés, Santiago y Juan, ellos dejaron algunas lícitas, naturales y benditas dependencias. Pescadores, que bonita profesión.
Tenían familias. Sus padres, sus madres… también sus colaboradores. Tenían dependencia entre todos ellos. Pero aquí tenemos algo sorprendente con las dos parejas de discípulos. Crear una independencia progresiva incluso a partir de estas naturales y benditas dependencias, y referirnos a una única dependencia: de Cristo.
Lo dejaron todo. Las redes, los barcos, los padres, el trabajo, lo dejaron todo. El Señor les dijo “venid a que os haga pescadores de hombres”. Y esto hicieron los discípulos. Es decir, se liberaron de las dependencias naturales, lícitas y bendecidas, y recibieron otra dependencia. Así el Señor, hace regresar al hombre a la primera, la antigua familia, la dependencia paradisiaca.
Queridos, a lectura evangélica de hoy, con una imagen tan simple y natural nos muestra cómo hemos de movernos. Y lo primero de todo debemos romper cada dependencia demoniaca. Las pasiones han de irse. Después, romper, en la medida en que esto sea posible, ya que vivimos en este mundo presente, cada relación natural con cosas y personas, que nos puedan ser obstáculo en el siguiente paso.
El ayuno, ¿habéis pensado alguna vez que es un ejercicio que intenta liberarnos, independizarnos del fenómeno que llaman gula y de la adoración del estómago y los alimentos? La “xenitía”*, es decir el alejamiento de mi gente y de mi tierra. Puede ser alguna vez respecto al modo, pero es sobre todo respecto al lugar. Ha de ser de los dos modos si lo queréis. ¿Qué es la “xenitía”? Es un admirable ejercicio de independencia.
* “Xenitía” (del gr. “ξενιτεία”, [xenitía]): se podría traducir como "alejamiento." Indica, como la hesiquía, tanto una actitud interior como un exterior. Es, antes que nada, una actitud interior de alejamiento, que tiende a mantenernos ajenos y peregrinos (cf. 1 Pe 2:11), en camino hacia la Ciudad celeste, puesto que nuestra ciudadanía está en los cielos (Flp 3:20). (Filocalia).
Pero no nos detenemos aquí, hemos de avanzar hacia nuestra mayor dependencia posible del Señor. El maná diario que caía en el desierto, ¿lo recordáis? Esto quiere enseñar. No dio el Señor maná por muchos días. Cada día, hoy; si alguien cogía demasiado, se llenaba de gusanos al día siguiente. Excepto el maná del Viernes hacia el Sábado, aquello no se estropeaba, porque esto quería enseñar el Señor. Que el hombre ha de permanecer independiente incluso de su comida natural. Te la dará el Señor. Te la dará, porque ahí tienes que tener tu dependencia.
¿Qué dijo el Señor al Diablo? Está escrito en el Deuteronomio (8, 3), que no solo de pan vivirá el hombre. Y todo este procedimiento no es nada más que un continuo recorrido hacia a libertad. Una libertad como la quiere el Evangelio. Después de todo, esto esto significa queridos, liberación y libertad.
Traducido al español por el equipo de La Ortodoxia es la Verdad