San Celerino provenía de Africa. Durante la persecución de los cristianos durante el emperador Decio (249-251 d.C) se encontraba en Roma, donde fue arrestado y encerrado en una oscura prisión.
Pero después fue liberado y regresó a Cartago. Allí San Cipriano le ordenó diácono. el Papa de Roma Cornelio (251-253 d.C.) y San Agustino conmemoraban con honores a San Celerino, de quien es desconocida la fecha de su dormición. Es venerado como mártir por sus maltratos en Roma.
De los sinaxarios griegos,("synaxarion.gr, saint.gr")
San Celerino, Diácono Y Mártir (280 P. C.) era originario de Roma y pertenecía a una familia de mártires (ver Laurentino, etc., en el Martirologio Romano de este día).
En el comienzo de la persecución de Decio y siendo aún muy joven, fue detenido como soldado de Cristo. Le llevaron al tribunal donde el mismo Decio debía de juzgarlo, por lo que se esperaba una sentencia muy severa. Sin embargo, el emperador, conmovido tal vez por la juventud, el valor y la audaz franquea de Celerino, le concedió la libertad, después de diecinueve días de prisión y de torturas. El joven llevaba sobre su cuerpo las señales imborrables de sus
tormentos.
En la primavera del año 250, Celerino marchó a Cartago para llevar a san Cipriano nuevas de los confesores de la Iglesia en Roma. A su regreso, tuvo la pena de constatar la defección de su hermana Numeria. Para mitigar su dolor, lo compartió con uno de sus amigos, Luciano, que estaba prisionero en Cartago, escribiéndole una extensa carta con la funesta noticia. Esto aconteció poco después de Pascua.
Hacia la mitad del otoño, cuando recibió la respuesta de su amigo, Celerino regresó a Cartago, donde Cipriano le ordenó lector de su iglesia, con otro confesor de la fe llamado Aurelio. En una de sus cartas, Cipriano hace el más sentido elogio de Celerino: se ve en ella la intención del obispo de elevar al sacerdocio a un atleta del cristianismo: su gloriosa confesión había probado
que, a pesar de su juventud, ya estaba consumado en la virtud.
Probablemente Celerino permaneció siempre al lado del obispo de Cartago,
En el comienzo de la persecución de Decio y siendo aún muy joven, fue detenido como soldado de Cristo. Le llevaron al tribunal donde el mismo Decio debía de juzgarlo, por lo que se esperaba una sentencia muy severa. Sin embargo, el emperador, conmovido tal vez por la juventud, el valor y la audaz franquea de Celerino, le concedió la libertad, después de diecinueve días de prisión y de torturas. El joven llevaba sobre su cuerpo las señales imborrables de sus
tormentos.
En la primavera del año 250, Celerino marchó a Cartago para llevar a san Cipriano nuevas de los confesores de la Iglesia en Roma. A su regreso, tuvo la pena de constatar la defección de su hermana Numeria. Para mitigar su dolor, lo compartió con uno de sus amigos, Luciano, que estaba prisionero en Cartago, escribiéndole una extensa carta con la funesta noticia. Esto aconteció poco después de Pascua.
Hacia la mitad del otoño, cuando recibió la respuesta de su amigo, Celerino regresó a Cartago, donde Cipriano le ordenó lector de su iglesia, con otro confesor de la fe llamado Aurelio. En una de sus cartas, Cipriano hace el más sentido elogio de Celerino: se ve en ella la intención del obispo de elevar al sacerdocio a un atleta del cristianismo: su gloriosa confesión había probado
que, a pesar de su juventud, ya estaba consumado en la virtud.
Probablemente Celerino permaneció siempre al lado del obispo de Cartago,
sin que pueda decirse si fue elevado al diaconado. Sin embargo, casi todos los
martirologios lo consideran como diácono.
Después de la muerte de Cipriano, Celerino se mostró siempre tan firme y piadoso, como había sido desde el comienzo de su vida. El día 3 de febrero, la Iglesia honra su memoria como la de un santo confesor de Jesucristo.
Algunos han confundido a nuestro santo con otro Celerino, uno de los clérigos romanos, enredado en el cisma Novaciano. Pero esta defección no habría pasado inadvertida al obispo Cipriano y seguramente habría provocado las reconvenciones del prelado, en vez de los elogios que se le tributaron.
Se puede considerar a Celerino como mártir, en razón de los tormentos que soportaren la prisión.
Acta Sanctorum, 3 de febrero. Cartas de San Cipriano, especialmente la xxxix (P. L, vol. iv, col. 331). P. Allard, Hist, des perséc, vol. II p. 286. Quentin; Les Martyrol. histor. du Moyen Age, pp. 288 y 378.
martirologios lo consideran como diácono.
Después de la muerte de Cipriano, Celerino se mostró siempre tan firme y piadoso, como había sido desde el comienzo de su vida. El día 3 de febrero, la Iglesia honra su memoria como la de un santo confesor de Jesucristo.
Algunos han confundido a nuestro santo con otro Celerino, uno de los clérigos romanos, enredado en el cisma Novaciano. Pero esta defección no habría pasado inadvertida al obispo Cipriano y seguramente habría provocado las reconvenciones del prelado, en vez de los elogios que se le tributaron.
Se puede considerar a Celerino como mártir, en razón de los tormentos que soportaren la prisión.
Acta Sanctorum, 3 de febrero. Cartas de San Cipriano, especialmente la xxxix (P. L, vol. iv, col. 331). P. Allard, Hist, des perséc, vol. II p. 286. Quentin; Les Martyrol. histor. du Moyen Age, pp. 288 y 378.
De "Las vidas de los Santos de A. Butler"