Versos:
"Andrés lleva crucifixión invertida, apareciendo verdaderamente y no como una sombra con los pies hacia arriba".
En Amiso (actual Samsun, Turquía), ciudad al oriente del Mar Negro y a unos 120 km. de Sinope, el apóstol encontró a muchos judíos que estaban sumidos en la ignorancia espiritual y la impiedad. No obstante, la gente de ese lugar se sentía complacida en ofrecer su hospitalidad, recibiendo a todos los viajeros foráneos en su ciudad y sus hogares y dándoles lo necesario mientras podían. Así, cuando el santo Andrés llegó a Amiso, fue acogido por cierto judío en su casa. Entonces el santo le hizo saber sobre cómo convertiría allí a una gran cantidad de personas. A la mañana siguiente, el apóstol fue a la sinagoga de los judíos, donde le preguntaron directamente quién era, por qué había venido donde ellos, y qué era lo que predicaba. El santo Andrés, les habló sobre las enseñanzas de Jesús Cristo, de Moisés y de los profetas, y les demostró que Él era el Mesías predicho por los profetas y les señaló que Él había venido a salvar a la humanidad.
Entonces, ¡Oh milagro! Se cumplió la palabra de Cristo, quien dijo: "Os haré pescadores de hombres" (Mateo 4:19). Los judíos escucharon con atención las palabras y la enseñanza del apóstol de Cristo e inmediatamente se arrepintieron, creyeron y se bautizaron, convirtiéndose en siervos de nuestro Señor. Después, llevaron a todos sus enfermos al apóstol, los cuales él sanó de todas las enfermedades que los afligían. Así, el santo apóstol no solamente era médico de cuerpos, sino también de almas. En ese lugar edificó una iglesia y ordenó a uno de ellos al sacerdocio.
Pero ahora, todos vieron que sus heridas desaparecieron durante la noche, por lo cual se arrepintieron y se postraron ante Andrés, pidiéndole perdón. Entonces él les enseñó la palabra de la Verdad y les bautizó en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, porque ellos aceptaron la fe cristiana y creyeron en el salvador y redentor de su cuerpo y de su alma.
El se arrodilló para rogarle que aceptara el ofrecimiento en gratitud por la curación; pero el apóstol, deseando sólo el arrepentimiento de la gente de Acaya y Patras, rechazó el dinero y cualquier otra recompensa. Le dijo a Egeates: "Nuestro Maestro ha dicho: de gracia recibisteis, dad de gracia" (Mateo 10:8), y después le enseñó muchas cosas más antes de partir.
Cuando pasaba por la ciudad, encontró en su camino a un paralítico que había sido privado de sus miembros. Su infortunio era realmente grande, porque nadie se preocupaba por él ni se apiadaba de su estado. Pero el apóstol se conmovió y colocó su mano derecha sobre el desdichado; éste se levantó y comenzó a caminar. A causa de esto, el nombre del santo se hizo conocido por toda la ciudad.
"Entonces Egeates se enfureció y mandó encerrar al apóstol en la cárcel. Cuando fue metido en una mazmorra, de todas partes vino mucha gente en su defensa e intentó matar a Egeates y liberar a Andrés de su reclusión. Pero el santo Andrés se lo prohibió, y les dijo reprendiéndolos: "No convirtáis la paz de nuestro Señor Jesucristo en un tumulto diabólico; porque cuando nuestro Señor Jesucristo fue entregado a la muerte, Él mostró una gran paciencia. Él no contradijo, ni clamó, ni su voz fue oída en las calles. Entonces, vosotros debéis también guardar silencio y permanecer tranquilos. Os prohibo ofrecer ninguna oposición a mi martirio, pero sí preparaos como buenos atletas y guerreros de Cristo, a soportar pacientemente toda clase de heridas y torturas en vuestro cuerpo. Si vais a tener que temer tormentos, temed sólo a los que son eternos y sabed que los terrores y amenazas de los hombres son únicamente como el humo: apenas se aparecen, se esfuman. Si vais a tener que temer los sufrimientos, temed sólo a los que comienzan pero que nunca terminan. Los sufrimientos pasajeros, cuando son insignificantes, se soportan fácilmente; y cuando son grandes, terminan rápidamente, liberando el alma del cuerpo. Pero terribles son los sufrimientos eternos. Por eso, estad preparados para pasar, mediante los sufrimientos pasajeros, al gozo eterno, donde os regocijaréis, floreceréis y reinaréis con Cristo."
El santo se pasó así la noche entera enseñando a la gente. A la mañana siguiente, Egeatas mandó llevar a Andrés ante el tribunal. Una vez allí, éste le dijo: "¿Te has resuelto ya a abandonar esta necedad y a dejar de anunciar a Cristo para que puedas compartir nuestra felicidad en esta vida? Porque sería una gran locura ser torturado y quemado voluntariamente." Pero el santo le replicó: "Preferiría compartir tu felicidad si creyeras en Cristo y rechazaras los ídolos; porque Él me ha enviado a esta tierra, donde he ganado para Él a no poca gente."
Cuando los siervos del tirano le llevaron al lugar de crucifixión, la gente se agolpó, gritando: ¿Cómo ha pecado este justo hombre y amigo de Dios? ¿Por qué le quieren crucificar? Pero Andrés instó a la muchedumbre a no obstaculizar su sufrimiento; y se fue caminando alegremente hacia su tormento, sin detener un momento su enseñanza. Cuando llegó al lugar de crucifixión, divisó a cierta distancia la cruz que le habían preparado, y exclamó en voz alta: "¡Regocíjate, oh cruz, santificada por la carne de Cristo y adornada con sus miembros como perlas! Hasta que el Señor fue crucificado sobre ti, fuiste algo abominable para los hombres; pero ahora ellos te aman y te abrazan con anhelo: porque los fieles saben del gozo que contienes y de la recompensa que es ofrecida por soportarte. Con valor y alegría voy hacia ti.
Después de muchos años, las reliquias del apóstol Andrés fueron trasladadas a Constantinopla por el Mártir San Artemio, por orden del santo emperador Constantino el Grande, donde fueron guardadas en un relicario junto con las de los santos evangelistas Lucas y Timoteo, discípulo del santo apóstol Pablo, en la más espléndida Iglesia de los Apóstoles, dentro del altar.
Vídeo: San Andrés el Apóstol, el Primer Llamado. 30 de Noviembre. (Vídeo en griego, subtítulos en español (activar subtítulos))
Ὡς τῶν Ἀποστόλων Πρωτόκλητος, καὶ τοῦ Κορυφαίου αὐτάδελφος, τῷ Δεσπότῃ τῶν ὅλων Ἀνδρέα ἱκέτευε, εἰρήνην τῇ οἰκουμένῃ δωρήσασθαι, καὶ ταῖς ψυχαῖς ἡμῶν τὸ μέγα ἔλεος.
Τὸν τῆς ἀνδρείας ἐπώνυμον θεηγόρον, καὶ μαθητῶν τὸν πρωτόκλητον τοῦ Σωτῆρος, Πέτρου τὸν σύγγονον εὐφημήσωμεν· ὅτι ὡς πάλαι τούτῳ, καὶ νῦν ἡμῖν ἐκέκραγεν· Εὑρήκαμεν δεῦτε τὸν ποθούμενον.
Megalinario
Del coro apostólico del Señor fuiste el primero, oh bendito, en ser llamado y seguirle. Con tu santo hermano, oh Andrés, dejaste todo para predicar a Cristo a todas las naciones, para que todos alaben Su nombre.
Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury. * Fatheralexander.com *youtube.com *michaelhdj.wordpress.com *doxologia.ro *saint.gr
"Andrés lleva crucifixión invertida, apareciendo verdaderamente y no como una sombra con los pies hacia arriba".
El día treinta, Andrés el Primer Llamado soportó la cruz.
En el trigésimo día de este mes [noviembre], conmemoramos al santo y glorioso apóstol Andrés, el primer llamado.
En el trigésimo día de este mes [noviembre], conmemoramos al santo y glorioso apóstol Andrés, el primer llamado.
El santo Andrés, el primer apóstol llamado por Cristo, era hijo de un hebreo de nombre Jonás y hermano del preeminente santo apóstol
Pedro. Nació en el pueblo galileo de Betsaida. Desdeñando la vanidad de este
mundo y prefiriendo la castidad al matrimonio, renunció a casarse. Ηabiendo
oído que el santo Precursor (del gr. "Πρόδρομος", [Pródromos]) Juan predicaba el arrepentimiento por el Jordán,
abandonó todo y se fue con él para convertirse en su discípulo.
Cuando el santo
Precursor, señalando a Jesús que estaba pasando por allí, le dijo: "He ahí el
Cordero de Dios", San Andrés, junto a otro discípulo del
Precursor llamado también Juan (el Evangelista San Juan el Teólogo), dejó al Bautista para seguir a Cristo. Buscó a su hermano Simón Pedro y le dijo:
"Hemos encontrado al Mesías" (que traducido es "el Cristo"),
y le llevó donde Jesús.
Entonces le siguieron sin atreverse a hablarle. En aquel momento Jesús se giró hacia ellos y les preguntó: "¿Qué queréis?". Y ellos respondieron: "Rabí (Maestro), ¿dónde vives?". Y Jesús les dijo: "Venid y veréis".
Después, cuando estaba pescando con Pedro a lo largo de
la costa del mar de Galilea, Jesús los llamó, diciendo: "Seguidme, y os
haré pescadores de hombres", Andrés dejo inmediatamente sus
redes y siguió a Cristo junto con su hermano Pedro.
A Andrés se le conoce como "el Primer Llamado" ("O Πρωτόκλητος", [O Protóklitos]) porque fue el primer seguidor y discípulo de Jesús, antes que el resto de los apóstoles. Como discípulo de Cristo, vivió todos sus milagros. Fue testigo de la Pasión voluntaria del Señor y su Resurrección. En el día de Pentecostés, en el llamado "Yperóo", ("Υπερώο", sala situada en la parte superior de la casa) donde tuvo lugar la conocida como Última Cena ("ο Μυστικός Δείπνος", [o Mistikós Dipnos]). Allí, estando los discípulos reunidos, de repente se escuchó un ruido como de un viento fuerte, y lenguas de fuego se repartieron y se detuvieron encima de cada uno. Todo fueron llenos del Espíritu Santo, que los estableció como apóstoles al servicio de la Iglesia.
Cuando entre ellos se dividieron los países, a Andrés le tocó difundir el Evangelio hacia el Oeste. Recorrió Asia Menor, Tracia, Macedonia, Bitinia, Propontis, Calcedón, Bizancio, en toda la región del Mar Negro y el río Danubio, Crimea, la hoy Ucrania, y llegando hasta Kiev, profetizó la gran fe que llegaría a la tierra rusa.
Finalmente regresó al Peloponeso, en Tesalia, Acaya, Amiso, Trapezo, Heracles y Amastris. El santo apóstol pasó por todas estas tierras y ciudades, predicando la fe cristiana, debiendo en cada lugar pasar por muchas aflicciones y dolor; pero, fortalecido por la omnipotente ayuda de Dios, soportó alegremente todas estas tribulaciones por Cristo.
"Como el primero en Ser Llamado de los Apóstoles, y el hermano de su líder (Pedro)". Del apolitiquio |
Entonces, ¡Oh milagro! Se cumplió la palabra de Cristo, quien dijo: "Os haré pescadores de hombres" (Mateo 4:19). Los judíos escucharon con atención las palabras y la enseñanza del apóstol de Cristo e inmediatamente se arrepintieron, creyeron y se bautizaron, convirtiéndose en siervos de nuestro Señor. Después, llevaron a todos sus enfermos al apóstol, los cuales él sanó de todas las enfermedades que los afligían. Así, el santo apóstol no solamente era médico de cuerpos, sino también de almas. En ese lugar edificó una iglesia y ordenó a uno de ellos al sacerdocio.
De Amiso, se trasladó a Trapezo, donde enseñó y bautizó a muchos conversos, así como ordenó a sacerdotes. Lo mismo hizo también en Laziki, en donde innumerables griegos (paganos o idólatras) y judíos se convirtieron a Cristo. Luego decidió ir a Jerusalén, no sólo por la fiesta de Pascua que se acercaba, sino porque deseaba ver a su hermano Pedro. También tenía gran deseo de ver al apóstol Pablo, de quien sabía que iba a ser el apóstol ante los gentiles.
Así, regresó a Efeso con San Juan el Teólogo, quien había sido asignado para trabajar en esa ciudad; pero cuando llegó a dicho lugar, recibió una revelación de Dios instruyéndole ir y predicar el Evangelio en Bitinia. Inmediatamente partió a la ciudad de Nicea, en donde enseñó a muchos griegos y judíos y realizó milagros, llegando éstos a convertirse a Cristo. Allí también sanó al instante a muchos enfermos y con su bastón de hierro, en el cual llevaba el emblema de la cruz, expulsó a algunas de las bestias salvajes que agobiaban a las personas y mató a otras bestias de esa clase. Por otra parte, destruyó los cimientos de los templos paganos dedicados a las falsas deidades Afrodita y Artemisa.
"Ο ΆΓΙΟΣ ΑΝΔΡΈΑΣ, Ο ΠΡΩΤΌΚΛΗΤΟΣ" , [O Áyios Andréas, O Protóklitos] SAN ANDRÉS, EL PRIMER LLAMADO |
Entre tanto, los griegos que se habían resistido a las enseñanzas del apóstol fueron poseídos por malos espíritus, los cuales entraron en ellos y los atormentaron como justo pago por su obstinación y descreimiento; éstos quedaron tan vejados que comenzaron a morderse su propio cuerpo. No obstante, Andrés, como discípulo de Quien había llegado para salvar a los pecadores, se apiadó de ellos y expulsó a los demonios; entonces, oh milagro, ellos comenzaron a creer y se bautizaron. El apóstol se quedó dos años en Nicea, ciudad en la cual ordenó a un sacerdote.
Después se trasladó a Nicomedia, que era una ciudad populosa, donde bautizó a griegos; después se trasladó a Calcedón, cercano a Proponto; a Escutari, cerca de Bizancio; y, finalmente, a Neocastra, donde convirtió y bautizó a muchos. También viajó a Pontoheráclea; y de allí, a Amastrida, ciudad de la provincia de Bitinia, y sus alrededores. Luego de ordenar allí a sacerdotes, viajó a Sinope, ciudad del Ponto, donde se dice que su hermano Pedro fue a verlo. Hasta hoy, los cristianos de Sinope muestran dos tronos de mármol en donde, según afirman ellos, — se sentaron estos apóstoles. Ellos muestran también un antiguo Icono del santo apóstol Andrés que hace milagros.
Pero antes que llegara Andrés, ya había ido a Sinope el apóstol Matías, uno de los doce, quien fue escogido para tomar el lugar de Judas. Apenas hubo comenzado a predicar en esa ciudad, fue encarcelado. Cuando el apóstol Andrés llegó y oyó que su condiscípulo estaba en la prisión, rezó por su bien, entonces los grilletes con que Matías estaba atado se soltaron al instante y se abrió el portón de la prisión, de donde salió libre.
Sin embargo, por ese tiempo Sinope estaba poblado por gente feroz y no creyente. Cuando vieron que Andrés había vulnerado la firmeza de su prisión, le rodearon; algunos querían quemar la casa donde permanecía, otros planeaban cómo atraparlo. Finalmente, le agarraron de las manos y los pies y, empujándolo, fue llevado por el camino, golpeándolo entre tanto sin piedad. Al salir de la ciudad, le arrojaron a un lugar lleno de estiércol, confiando en que hubiese muerto a causa del maltrato.
Sin embargo, el apóstol soportó pacientemente todos estos abusos, emulando a su maestro, Cristo. Entonces, el Señor no permitió que su discípulo continuara en mal estado y padeciendo de esta manera, por lo cual se le apareció para sanarlo y exhortarle a tener buen ánimo. A pesar de que esta gente bárbara le habían roto al apóstol los dientes y cortado los dedos, éste recuperó completamente su salud. Después de bendecirlo y pedirle que no cesara en sus esfuerzos para enseñar y convertir a los impíos, el Salvador ascendió a los cielos.
Apóstol San Andrés |
A la mañana siguiente, el apóstol regresó muy temprano a Sinope; lleno de salud, sin ningún rastro de heridas ni golpes en su cuerpo y con un semblante lleno de gozo y alegría. Los habitantes del lugar se maravillaron enormemente por la resistencia sobrehumana y por el gran milagro que había obrado Cristo, porque estaban convencidos de la muerte del apóstol.
En esa ocasión, el santo apóstol realizó un maravilloso milagro. Cierta mujer, cuyo único hijo había sido asesinado por un enemigo, se postró ante el apóstol, confesando su creencia en Cristo con todo su corazón y toda su alma. Apiadado, el santo resucitó a su hijo de entre los muertos, a fin que el recién convertido pudiera conocer al verdadero Dios. Al ver esto, todos los demás también se convirtieron.
Después de ordenar sacerdotes, el divino apóstol visitó por segunda vez Amiso y Trapezo, para bautizar a las pocas personas restantes que habían renunciado a su falsa concepción. Pasando Samosata, fue a Neocesarea, en donde muchos griegos se consideraban a sí mismos como los hombres más sabios de la tierra.
No obstante, la sabia predicación del apóstol cortó el razonamiento helénico de sus rétores como si fuera una tela de araña, mostrándoles su engaño; entonces ellos se convencieron tanto por las palabras como por los milagros del santo y todos se arrepintieron y recibieron el bautismo.
Después, se trasladó a Jerusalén para reunirse con los demás apóstoles y celebrar la Pascua cristiana. Allí convocaron un sínodo, el cual es mencionado en el libro de los Hechos de los Apóstoles, según señala el divino evangelista Lucas: "Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para considerar este asunto (sobre si era necesario circuncidar a los conversos)" (Hechos 15:6).
San Andrés, siendo bendecido por Jesús Cristo, con la Iglesia al fondo dedicada a él (Patras, Grecia) |
Después de la fiesta de la Pascua, el santo Andrés, acompañado por los apóstoles Matías y Tadeo, partió hacia la ciudad de Corasán, en la región colindante con Mesopotamia. Andrés, sin embargo, se quedó con ellos sólo por unos días, dejándolos después para que predicasen en esa región; en tanto que él continuó hacia el oriente del Mar Negro, hacia Alani y hacia la tierra de los Abasgianos. En las ciudades de estos lugares, convirtió a muchos a la fe cristiana. Después visitó los pueblos de Cigi, Bósforo y los estrechos de Kafa, en donde se quedó por mucho tiempo predicando y enseñando a todos, por lo cual muchos comenzaron a creer en Cristo y se bautizaron.
Su siguiente centro de actividad fue la ciudad de Bizancio, en donde realizó muchos milagros e instruyó a muchos en el conocimiento de Dios. En realidad, el pueblo de Bizancio no solamente abrazó la luz de la verdad, sino que también edificó una imponente iglesia en honor a la santísima Madre de Dios.
El apóstol consagró como obispo de ese lugar a Estaquio, uno de los setenta apóstoles, a quien San Pablo menciona en su Epístola a los Romanos (ver Romanos 16:9). Posteriormente viajó a la cercana Heráclea de Tracia, que está situada al oeste de Bizancio, convirtiendo allí a muchos hacia la fe ortodoxa y ordenando como obispo a Apeles.
Posteriormente, realizando labores apostólicas y pasando penurias al difundir el evangelio de Cristo, Andrés viajó por el Ponto, a orillas del Mar Negro, y luego por Sitia y Quersones. Gracias a la Divina Providencia, llegó al río Dnieper en la tierra de Rusia; deteniéndose en la orilla del mismo, bajo las colinas de Kiev y se quedó a descansar allí. Cuando despertó por la mañana, les dijo a los discípulos que le habían acompañado: "Creedme, en estas colinas brillará la gracia de Dios. Aquí habrá una gran ciudad y el Señor edificará muchas iglesias e iluminará toda la tierra rusa con el sagrado bautismo." Después subió a la cima de las colinas, en donde, después de bendecirlas, plantó una cruz, profetizando que los habitantes de ese lugar recibirían la fe de la sede apostólica que él había establecido en Bizancio.
Tras visitar ciudades rusas que quedaban hacia el norte, en donde ahora se encuentra Novgorod la Grande, viajó a Roma. Después se trasladó a la región griega de Epiro y a Tracia, lugares en donde reafirmó a los cristianos en su fe y ordenó obispos y guías para ellos. Habiendo pasado por muchos países, llegó hasta el Peloponeso y en la ciudad acayana de Patras se hospedó en casa de cierto respetable hombre llamado Sosio. Le levantó de su lecho de enfermo y luego convirtió a toda la ciudad de Patras a Cristo.
Por aquel entonces, Maximilia, quien era mujer del procónsul Egeates, cayó presa de una dolorosa aflicción en los ojos. A pesar de visitar a todos los médicos, no se mejoró en nada con las recetas de éstos y lo único que consiguió fue gastar casi todo su caudal en honorarios y medicamentos. Egeates, viendo el manifiesto empeoramiento de su esposa, cayó en la desesperación, porque ni con su gran riqueza podía comprar la salud de ella. Cuando Maximilia ya estaba cerca de morir, él quedó tan abatido que comenzó a pensar en suicidarse.
Uno de sus parientes, sin embargo, se acordó del apóstol, porque éste le había curado las manos antes; entonces fue apresuradamente en busca de su ayuda para la mujer de su amo. Cuando el santo llegó, éste colocó su mano sobre ella y la devolvió le salud de inmediato, pudiendo levantarse de su lecho.
Viendo Egeates este milagro, trajo una gran suma de dinero y se la colocó a los pies al santo.
Cuando pasaba por la ciudad, encontró en su camino a un paralítico que había sido privado de sus miembros. Su infortunio era realmente grande, porque nadie se preocupaba por él ni se apiadaba de su estado. Pero el apóstol se conmovió y colocó su mano derecha sobre el desdichado; éste se levantó y comenzó a caminar. A causa de esto, el nombre del santo se hizo conocido por toda la ciudad.
Muchos de los enfermos acudían a él y se postraban ante sus pies; y él los sanaba a todos. A los ciegos los sanaba mediante la imposición de manos; otros sufrían de lepra o de otras horribles enfermedades, pero él los purificaba y sanaba. Por otra parte, a todos los conversos los bautizaba en el mar, en el nombre de la santísima Trinidad.
Por esos tiempos, en las afueras de la ciudad había leprosos que vivían en las arenas; cuando éstos supieron del santo Andrés, comenzaron a creer y se sanaron de su mal. Uno de ellos, que se llamaba Job, fue bautizado y después siguió al apóstol por todas partes, proclamando a viva voz el poder del santo y de la fe cristiana, como si fuese un heraldo. Gracias a la enseñanza de Andrés y a sus numerosos milagros, los habitantes de Patras llegaron a conocer al Dios verdadero. El santo se regocijó por esto y se puso extremadamente contento por la salvación de estas almas y siguió glorificando a Dios, el dador de todas las cosas buenas.
Iglesia de San Andrés, Patras, Grecia. La mayor del país y de la Península Balcánica. |
Los mismos cristianos demolieron los templos de los ídolos y destruyeron las estatuas que había en ellos. Algunos de ellos juntaron un gran tesoro y lo pusieron a los pies de Andrés. El apóstol de Cristo rechazó su ofrecimiento, pero reconoció su atención y buena voluntad. A los que reunían los caudales, les ordenó distribuirlos entre los pobres y los mendigos, pero dejando una parte para la construcción de la iglesia, donde los cristianos pudiesen entrar para glorificar a Dios.
Con el tiempo se edificó una magnífica iglesia, a donde todos acudían para escuchar las dulces enseñanzas del santo, cuando éste les hablaba del significado de las sagradas escrituras y de las profecías, demostrando que Cristo era el único Dios, el cual descendió de los cielos y se encarnó a través de la santísima Madre de Dios y la siempre Virgen María, para la salvación de la humanidad.
Poco después, el mencionado procónsul Egeates viajó a Roma para informarle al César sobre su administración y recibir de éste más instrucciones. En su ausencia, dejó como regente a su hermano Estratocles, quien era un hombre sabio y se dedicaba a las matemáticas. Como éste vivía en Atenas, durante su viaje a Patras, uno de sus fieles siervos, a quien él quería como a un hermano por ser sensible y sincero, sufrió un violento ataque epiléptico, ocasionado por la acción de los demonios. El muy angustiado Estratocles comenzó a llorar, porque ningún médico era capaz de ayudar al infortunado.
Al saber esto su cuñada Maximilia, le invitó a su casa; allí donde le dijo: "Cuñado, es imposible que tu siervo se sane, ni siquiera con todas las ayudas de los médicos y con todas las medicinas de este mundo. En realidad, estás perdiendo tu dinero en vano. Sin embargo, en la ciudad tenemos a un médico de fuera, llamado Andrés, quien cura todas las enfermedades y no cobra nada. Si quieres, ve donde él. Confío en que curará de inmediato a tu siervo de esta penosa enfermedad. Yo misma estuve gravemente mal, y no pudieron salvarme ni siquiera una miríada de sacrificios a los dioses, ni ningún médico ni medicina; sin embargo, este médico me sanó inmediatamente solamente mediante su palabra."
Entonces el sabio y erudito Estratocles de Atenas mandó a llamar al santo, y cuando éste apenas entró en la casa, oh milagro, los demonios se alejaron y el siervo recuperó su salud. Cuando Estrátocles y Maximilia vieron lo sucedido, repudiaron sin demora su antigua impiedad y comenzaron a glorificar al Dios verdadero, convirtiéndose en cristianos. Ellos fueron bautizados por el apóstol y se unieron a él para siempre, deseando escuchar cada palabra y enseñanza de la fe cristiana.
SAN ANDRÉS, con la inscripción "ΕΥΡΊΚΑΜΕΝ ΤΩΝ ΜΕΣΣΊΑΗ", [Evríkamen ton Mesía], HEMOS ENCONTRADO AL MESÍAS |
No mucho después, Egeates regresó de Roma. Maximilia quería evitar toda relación con su esposo descreyente, pero era imposible guardar para siempre su secreto. Ciertos eunucos y otras personas entonces le dijeron a aquél: "Desde el día de tu partida a Roma hasta ahora, ella no ha tomado sus alimentos, y ha seguido más bien un estricto ayuno. Ella blasfema contra nuestras deidades, prefiriendo adorar al Cristo que el extranjero Andrés anuncia. La verdad que su pensamiento y su corazón están fijos en ese Dios y sólo en Él." Egeates se quedó perplejo y atónito al oír esto; de inmediato los demonios se apoderaron de él y comenzó éste a actuar como si hubiera perdido la razón, profiriendo insultos y amenazas contra el apóstol del Señor. Luego ordenó a su guardia arrestar al santo, en tanto que urdía la manera de cómo le daría muerte.
Pero a la medianoche, Estratocles fue a buscar a Maximilia y ambos fueron apresuradamente a la prisión donde se encontraba el santo, bajo la vigilancia de los centinelas de Egeates. El santo los hizo entrar cuando escuchó el suave toque de la puerta; adentro, los dos se postraron a sus pies, implorando al apóstol que los fortaleciera y los apoyara en la fe verdadera de Cristo. El santo Andrés le aconsejó extensamente y después procedió a ordenar a Estrátocles como obispo de la Antigua Patras. Luego de bendecirlos y enviarlos en paz, él cerró la puerta de la celda mediante el poder de su oración, quedando tan firme como si estuviese con llave. Después se sentó, esperando pacientemente el juicio del perverso Egeates. Entretanto, el procónsul se convenció de que era imposible compartir la alcoba con Maximilia, a pesar de sus ruegos y amenazas; por eso, Satanás se apoderó de su corazón y lo cegó de rabia, y ordenó atar al apóstol a una cruz. Este acontecimiento lo describen los sacerdotes y los diáconos de la tierra acayana de la manera siguiente:
"Todos nosotros, sacerdotes y diáconos de la iglesia de Acaya, estamos escribiendo sobre el sufrimiento del santo apóstol Andrés, el cual vimos con nuestros propios ojos, a todas las iglesias de los cuatro vientos. La paz sea contigo y con todos los que creen en Dios, perfecto en la Trinidad: el verdadero Dios Padre, el verdadero Hijo engendrado, el verdadero Espíritu Santo que proviene del Padre y descansa en el Hijo. Esta fe la aprendimos del santo Andrés, el apóstol de Jesucristo, cuyo sufrimiento, del cual fuimos testigos presenciales, estamos describiendo.
SAN ANDRÉS, PATRÓN DE ESCOCIA, GRECIA Y RUSIA |
"Egeates, cuando llegó a la ciudad de Patras, intentó obligar a los creyentes de Cristo a ofrecer sacrificios a los ídolos. Pero el santo Andrés, apareciéndose ante él en el camino, le dijo: "A tí, que eres juez de hombres, te conviene reconocer a tu Juez que está en los cielos y, reconociéndolo, adorarlo; y adorando al verdadero Dios, alejarte de las falsas deidades. "Egeates le contestó: "¿Eres tú ese Andrés que destruye los templos de los dioses y seduce a la gente hacia esa mágica religión recientemente aparecida y que los emperadores de Roma han ordenado extirpar?"
"El santo Andrés le replicó: "En realidad, los emperadores de Roma no reconocen lo que el Hijo de Dios, que bajó a la tierra para la salvación del hombre, nos dijo a nosotros: Estos ídolos no sólo no son dioses, sino que son demonios inmundos, llenos de maldad contra la raza humana, que enseñan a los hombres a odiar a Dios y hacerlo alejar de ellos para que no los escuche. Y cuando Dios se aparta de ellos de ira, los demonios los retienen para hacerlos sus esclavos y engañarlos, hasta que sus almas emerjan desnudas de su cuerpo, poseídas de la nada excepto sus propios pecados."
"Egeates le dijo entonces: "Cuando Jesús predicó estas fábulas y vacías palabras, los judíos lo clavaron a la Cruz." Pero Andrés le replicó: "Oh, si pudieras sólo comprender el Misterio de la Cruz, cómo el Creador de la raza humana, en su amor por nosotros, voluntariamente soportó los sufrimientos en la cruz; porque El sabía ya que iba a padecer; profetizó su resurrección al tercer día; en la cena mística anunció que iba a ser traicionado, hablando tanto del futuro como del pasado; y fue por voluntad propia al lugar donde sería entregado a manos de los judíos."
"Me asombra, -exclamó Egeates-, que una persona inteligente como tú siga a alguien que fue crucificado; lo mismo da si fue voluntaria o involuntariamente". El apóstol le contestó: "Grande es el Misterio de la Cruz; y si te dignaras a escuchar, te lo contaría". Egeate le replicó: "Eso no es ningún Misterio, sino sólo la ejecución de un malefactor". Pero el santo Andrés le respondió: "Este Misterio es la ejecución de la renovación del hombre; sólo dígnate en escucharme pacientemente". "Lo haré, — le contestó-; pero si no haces lo que te ordeno, te haré aplicar el mismo Misterio de la Cruz." El apóstol le contestó: "Si temiera la crucifixión, nunca glorificaría la cruz."
Egeates le dijo: "Si en tu insanidad alabas a la Cruz, en tu audacia no temes a la muerte." El apóstol le replicó: "No temo a la muerte, no por audacia, sino por mi fe; porque preciosa es la muerte de los santos y funesta es la muerte de los pecadores. Quiero que escuches lo que tengo que decir sobre el Misterio de la Cruz, para que, reconociendo la verdad, creas; y al creer puedas ganar tu alma." Pero Egeates le dijo: "Tú buscas un alma perdida. ¿Está realmente mi alma perdida como para que ordenes encontrarla mediante la fe? No sé cómo"
El santo Andrés le respondió: "Esto es lo que puedes aprender de mí: Te mostraré dónde se pierde el alma de los hombres, para que puedas reconocer la salvación de ella, la cual se ha hecho a través de la Cruz.
El primer hombre trajo la muerte al mundo a través del árbol de la desobediencia; y fue necesario para la raza humana que esa muerte fuese abolida mediante el árbol del sufrimiento. Y como el primer hombre, que trajo la muerte al mundo mediante el árbol de la desobediencia, fue moldeado de tierra pura e inmaculada, entonces era digno que Cristo, el hombre perfecto que al mismo tiempo es el Hijo de Dios que formó al primer hombre, naciera de la Virgen pura, a fin que pudiera restituir la vida eterna que perdieron todos los hombres; y así como el primer hombre pecó, extendiendo sus manos hacia el árbol del conocimiento del bien y del mal, así también fue digno para la salvación del hombre que el Hijo de Dios extendiera también sus manos hacia la cruz, debido a la incontinencia de las manos de los hombres, y que en vez de la dulce fruta del árbol prohibido, tomara la amarga hiel."
Egeates le respondió: "Di esas cosas a quienes te escuchen. Pero si no me obedeces y si te niegas a ofrecer sacrificios a los dioses, ordenaré que te claven a la cruz que glorificas, luego de haberte hecho azotar con garrote." Andrés le respondió: "Todos los días ofrezco al Único, Verdadero y Omnipotente Dios, no el humo del incienso, ni la carne de bueyes, ni la sangre de cabras, sino el Inmaculado Cordero que fue ofrecido como sacrificio en el altar de la cruz. Todos los creyentes fieles comulgan de su purísimo Cuerpo y participan de su Sangre, aunque este cordero permanece entero y vivo, aun cuando sea verdaderamente sacrificado; todos ellos comen realmente su Carne y beben su Sangre, aun cuando, como digo, él siempre permanece íntegro, entero, inmaculado y vivo."
Entonces Egeates le dijo: "¿Cómo puede ser una cosa así?" Andrés le respondió: "Si deseas aprender, hazte discípulo a fin de que puedas saber lo que preguntes." Egeates le replicó: "Te sacaré esa enseñanza con la tortura." el apóstol le respondió: "Me asombra que un hombre educado como tú, hable irreflexivamente. ¿Podrías aprender de mí los Misterios de Dios torturándome? Ya has escuchado hablar sobre el Misterio de la Cruz y también sobre el Misterio del Sacrificio. Si llegaras a creer que Cristo, el Hijo de Dios que fue crucificado por los judíos, es el verdadero Dios, te revelaré cómo él vive después de haber muerto y cómo permanece entero e íntegro en su Reino después de haber sido ofrecido como sacrificio y tomado."
El santo se pasó así la noche entera enseñando a la gente. A la mañana siguiente, Egeatas mandó llevar a Andrés ante el tribunal. Una vez allí, éste le dijo: "¿Te has resuelto ya a abandonar esta necedad y a dejar de anunciar a Cristo para que puedas compartir nuestra felicidad en esta vida? Porque sería una gran locura ser torturado y quemado voluntariamente." Pero el santo le replicó: "Preferiría compartir tu felicidad si creyeras en Cristo y rechazaras los ídolos; porque Él me ha enviado a esta tierra, donde he ganado para Él a no poca gente."
Entonces Egeates le señaló: "Te haré sacrificar, para que los que han sido engañados por ti puedan abandonar la vanidad de tu enseñanza y ofrezcan sacrificios que agraden a los dioses; porque no hay ciudad en Acaya donde ellos no hayan abandonado los templos de los dioses. Por eso, resulta necesario que se les devuelva, a través de tí, el honor concedido a ellos, para que las deidades a quienes tú enfureciste, se apacigüen y puedas permanecer con nosotros en amor fraterno. Y si no, por deshonrarlos, serás sometido entonces a diversas torturas y serás colgado en una cruz, igual que la que tu glorificas."
El santo replicó a esto: "¡Escucha, oh fruto de la muerte, condenado al tormento eterno! ¡Escucha a este siervo del Señor, apóstol de Jesucristo! Hasta ahora he conversado contigo humildemente, queriendo enseñarte la santa fe, para que tú, como persona inteligente, puedas reconocer la verdad y, rechazando los ídolos, adorar al Dios Verdadero que vive en los cielos. Pero como sigues obstinado y te imaginas que voy a tener miedo a tus torturas, sométeme a las más terribles torturas que conozcas; porque cuanto más agrade a mi Rey, más penosos serán los tormentos que soportaré por El."
Entonces Egeates ordenó hacer extender al santo y luego azotarlo. Y después de alternarse siete veces quienes lo azotaban, tres por vez, hicieron poner de pie al santo y lo llevaron ante el juez. Entonces éste le dijo: "Escúchame, oh Andrés, no derrames en vano tu sangre; porque si no me obedeces, te haré crucificar en una cruz."
A esto, el santo respondió: "Yo soy esclavo de la Cruz de Cristo y deseo morir en una cruz. Tú puedes escapar del tormento eterno si, luego de haber probado mi resistencia, creyeras en Cristo; porque tu condenación me duele más que mis propios sufrimientos. Mis padecimientos se acabarán en un día, o a lo mucho en dos; pero los tuyos no se terminarán ni después de mil años. Por eso, no aumentes tus tormentos; ni enciendas en ti el fuego eterno."
Furioso, Egeates ordenó entonces crucificar al santo, con sus manos y pies atados. No quiso hacerlo clavar para que no muriera pronto; porque pensaba que colgándolo atado, podría someterlo a mayores torturas.
El martirio del Santo en Patras, Grecia |
Acéptame con júbilo, porque soy discípulo del que fue suspendido sobre ti. Recíbeme, porque siempre he querido y deseado abrazarte; oh preciosa cruz, que recibiste de los miembros del Señor el bello y glorioso adorno, belleza largamente deseada y ardientemente querida, que yo busqué sin cesar. Tómame de entre los hombres y entrégame a mi Maestro, para que el que me redimió a través de ti, pueda recibirme."
Diciendo esto, se quitó su vestimenta y se la dio a sus torturadores. Estos lo subieron a la cruz y le ataron los pies y las manos con cuerdas; así lo crucificaron con la cabeza hacia abajo y lo suspendieron. A su alrededor se agolpó toda una muchedumbre, de alrededor de veinte mil personas, entre los que se encontraba Estrátocle, hermano de Egeates, que exclamaba junto con la demás gente, diciendo: Injustamente sufre así este santo. Pero Andrés fortalecía a los que creían en Cristo y les exhortaba a soportar los sufrimientos pasajeros, enseñando que ningún tormento puede compararse con la recompensa ganada mediante éste.
Después la gente fue a casa de Egeates, donde le exclamó: "Este honorable santo y sabio maestro, bondadoso, bueno y humilde, no debe sufrir y debe ser bajado de la cruz; porque, a pesar de que ya es el segundo día que está allí, sigue enseñando la verdad."
Entonces Egeates sintió temor e inmediatamente fue junto con ellos donde estaba Andrés para sacarlo de la cruz. Al verlo el santo, le dijo: "¿Por qué razón vienes aquí, Egeates? Si deseas creer en Cristo, el portal de la gracia te será abierto como te lo prometí. Pero si vienes solamente a bajarme de la cruz, no quiero salir de ésta vivo; porque ya estoy viendo a mi Rey, ya lo estoy adorando, ya estoy ante El. Pero estoy sufriendo por ti, porque la eterna perdición preparada para ti te está esperando.
Cuando los siervos fueron a desatarlo de la cruz, no pudieron tocarlo; muchos otros trataron de hacerlo, uno tras otro, pero tampoco pudieron, porque sus manos se entumecieron. Entonces el santo Andrés gritó con fuerza: "¡Oh Señor Jesucristo, no permitas que me bajen de la cruz en la que he sido suspendido en Tu nombre; si no más bien recíbeme, oh Maestro, a Quien he amado, a Quien he conocido, a Quien confieso, a Quien deseo ver, por Quien me he vuelto como soy. Oh Señor Jesucristo, recibe mi espíritu en paz, porque me ha llegado el momento de ir donde Ti, y mirarte a Ti, a quien he deseado tan fervorosamente. Recíbeme, oh buen Maestro, y no permitas que me bajen de la cruz antes que tú recibas mi espíritu!".
Cuando dijo todo esto, del cielo vino una luz como de relámpago que le iluminó ante la vista de todos y brilló a su alrededor, de modo que los ojos del impuro no lograron verlo. Esta luz celestial resplandeció a su alrededor por el espacio aproximado de medía hora y cuando desapareció, el santo apóstol entregó su espíritu y partió en medio de la brillante luz, para permanecer delante del Señor.
Cuando Andrés hubo partido hacia el Señor, Maximilia, mujer de noble linaje y virtuosa y santa vida, con gran honor postró su cuerpo y, luego de embalsamarlo con costosos ungüentos, le colocó en la tumba donde trató de enterrarle.
Apóstol San Andrés. (michaelhdj.wordpress.com) |
Egeates se enfureció con la gente, y se puso a planear cómo infligir venganza en ellos y castigar a quienes lo habían abiertamente desafiado. En cuanto a Maximilia, quería denunciarla ante el emperador. Pero en eso, un demonio repentinamente se apoderó de él y comenzó a atormentarlo; a causa de ello, Egeatos murió en el medio de la ciudad. Cuando su hermano Estratocles se enteró de esto, ordenó que lo enterraran; pero él no tocó nada de la propiedad de éste, diciendo: "Oh mi Señor Jesucristo haz que no toque nada de los tesoros de mi hermano para no mancharme con su pecado; porque él, por amar los vanos bienes se atrevió a matar al apóstol del Señor." Por eso, decidió distribuir todas las riquezas de su hermano a los pobres y los indigentes; y con el mismo dinero, hizo construir una casa diocesana en el lugar donde reposan las reliquias del santo. Con el tiempo, él también descansó como buen pastor del rebaño racional. Maximilia, asimismo, distribuyó su oro entre los pobres; y en un lugar separado, fundó dos monasterios, uno para hombres y otro para mujeres. Después de haber vivido una vida buena y agradable a Dios, ella también partió a las mansiones del cielo.
"Esto ocurrió el último día del mes de noviembre, en la ciudad de Patras, en Acaya, donde desde entonces el pueblo es beneficiado con muchos favores, gracias a las oraciones del apóstol. El temor a Dios estaba en todos y no había nadie que no creyera en nuestro Dios y Salvador, aquel que quiere salvar a todos los hombres y llevarlos al conocimiento de la verdad, a Quien sea para siempre la gloria. Amén."
Mediante las oraciones de tu apóstol, oh Cristo Dios, afirma en la Ortodoxia a tus fieles siervos y sálvanos a todos nosotros. Amén.
Servicios de Vísperas y Maitines-Divina Liturgia (gr. texto)
Ἀπολυτίκιον Ἦχος δ’.
Ὡς τῶν Ἀποστόλων Πρωτόκλητος, καὶ τοῦ Κορυφαίου αὐτάδελφος, τῷ Δεσπότῃ τῶν ὅλων Ἀνδρέα ἱκέτευε, εἰρήνην τῇ οἰκουμένῃ δωρήσασθαι, καὶ ταῖς ψυχαῖς ἡμῶν τὸ μέγα ἔλεος.
Apolitiquio tono 4
Como el primero en ser llamado de los Apóstoles, y el hermano de su líder, Oh Andrés, ruega al Maestro de todos para que al mundo le sea concedida la paz, así como la misericordia para nuestras almas.
Κοντάκιον Ἦχος β’. Τὴν ἐν πρεσβείαις.
Τὸν τῆς ἀνδρείας ἐπώνυμον θεηγόρον, καὶ μαθητῶν τὸν πρωτόκλητον τοῦ Σωτῆρος, Πέτρου τὸν σύγγονον εὐφημήσωμεν· ὅτι ὡς πάλαι τούτῳ, καὶ νῦν ἡμῖν ἐκέκραγεν· Εὑρήκαμεν δεῦτε τὸν ποθούμενον.
Contaquio tono 2
Aclamemos el nombre de valor, al mensajero de las cosas divinas, al Primero de los discípulos del Salvador en Ser Llamado, y al hermano de Pedro; a quien le anunció primero, y así lo hace ahora con nosotros: Venid, que hemos encontrado al que Busca nuestros Corazones.
Megalinario
Del coro apostólico del Señor fuiste el primero, oh bendito, en ser llamado y seguirle. Con tu santo hermano, oh Andrés, dejaste todo para predicar a Cristo a todas las naciones, para que todos alaben Su nombre.