En el segundo período del cristianismo español, en la era de los mártires, nos encontramos con los santos Fausto, Januarius y Marcial, qienes fueron atrozmente mutilados y martirizados en el año (+304) en Córdoba.
Pasión de los santos mártires Fausto, Genaro y Marcial, que sufrieron martirio en la ciudad de Córdoba bajo el gobernador Eugenio, el día quince de Octubre *1. Gracias a Dios.
2. En aquellos días, habiendo llegado a Córdoba
Eugenio, de mente idólatra e inspiración perversa, pese a que daba la impresión
de que se inclinaba más a hacer el censo de los cristianos que a perseguirlos,
como diera la orden de adorar a los dioses, de repente estos tres, Fausto,
Genaro y Marcial, con decisión valiente, sin cesar en la alabanza de Dios, le
hablaron así: «Eugenio impío, ¿por qué te empeñas en odiar a los cristianos, en
vez de creer? Hay que adorar a Dios y proclamarlo Dios de infinita eternidad. A
Él hay que darle gracias». Entonces Eugenio, encendido con el máximo furor,
dijo así: «Hombres desgraciados y perdidos, ¿qué sois vosotros?» Fausto
respondió: «Cristianos, que confesamos a Cristo». Eugenio preguntó: «¿Quién es
ese Cristo, a quien vosotros decís glorificar?». Contestó Genaro: «Es el solo
Dios, por quien todo ha sido hecho y nosotros por Él. Y creyendo en Él solo,
deseamos vivir cristianamente». Dijo Eugenio: «¿De dónde os proviene esa
desatinada compenetración de decir bajo una sola inspiración que sólo hay un
Dios?». Fausto contestó: «Extravío no hay sino en ti solo, que nos obligas a
negar a Dios. En ti solo impiedad, que no reconoces al Hijo de Dios Padre».
3. Diciendo esto, Eugenio ordenó a los suyos: «Poned en
el potro de tortura a Fausto, que tan impía e irrespetuosamente ha contestado».
Genaro dijo a Fausto: «Querido y unido a nosotros en el vínculo de Cristo, con
razón sufres esto por haberte asociado a las consecuencias de nuestros
pecados». Fausto dijo: «¡Que vuestra compañía sea siempre la mía!» *2. Eugenio dijo: «¿Qué conversación es esa, que ahora tenéis, que
habéis respondido ambos tan impíamente?». Genaro contestó: «Donde está la
confesión de Cristo, no hay ninguna impiedad. Mayor es tu desgracia, ya que nos
obligas a negar al Dios vivo». Eugenio dijo a Marcial: «Veo la demencia de
éstos, como si te hubieran atraído a su compañía. No te confíes a esos impíos y
malvados que, aunque no han querido hacer sacrificios voluntariamente, sin
embargo, incluso a la fuerza serán obligados a adorar a nuestros dioses». Marcial dijo: «Que el Dios uno e inmortal,
que hizo el cielo y la tierra *3, te castigue a ti, que nos
obligas a adorar maderas y piedras antes que a Dios».
4. Eugenio dijo: «Reponedlos en el potro de tortura».
Hecho esto, dijo Marcial: «Oh feliz e inmortal gloria de Cristo, que se ha
dignado asociarnos a ti, hermano Fausto». Eugenio ordenó: «Atormentadlos, hasta
que adoren a nuestros dioses». Mientras esto se hacía, Félix dijo: «Tan difícil
como es que un camello pase por el ojo de una aguja *4, así nos es de difícil apartarnos de la fe de
nuestros padres para volvernos a tu perdición». Eugenio repuso: «Los augustos
emperadores han ordenado que adoréis a los dioses». Fausto respondió: «Hay un
solo Dios. Por Él todo ha sido creado y nosotros por Él. Y vosotros no tenéis
dioses, sino a vuestro Padre el Diablo, que se llama Satanás». Eugenio le
contestó: «Ahora te aplicaré los tormentos». Y añadió: «Que se le corten las
orejas y la nariz, que se le rapen las cejas y se le saquen los dientes de
arriba». Realizado esto, dijo Fausto: «Bendito es el Señor inmortal, que ahora
a nosotros según las obras de esta vida nos pagará bien por mal. A ti, en
cambio, desgraciado e impío, nunca te irá bien».
5. Eugenio dijo a Genaro: «¿Ves, Genaro, cuántos y qué clases de tormentos ha sufrido Fausto por persistir en sus impías palabras?». Genaro contestó: «Que esta impiedad permanezca en mí y no se rompa el vínculo de este amor y la alianza con Cristo no me abandone. Como Él nos ha redimido con su preciosa sangre *5, haga que seamos coronados en la eterna gloria de su alabanza». Eugenio ordenó: «Arrancadle también a éste, lo que ordenamos a aquél».
6. Cumplido
esto, Eugenio dijo a Marcial: «¿Ves, Marcial, la locura de tus compañeros y qué
males les sobrevienen? Así que, mira por ti y sepárate de su perversa
obstinación». Marcial respondió: «Mi consuelo es lo que ellos, alegres y
exultantes, atestiguan en voz alta. Por tanto ha de ser proclamado y alabado el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esta es para nosotros la Trinidad
inseparable, inviolable, inaccesible, infinita, perpetua *6.
Esa Trinidad nos aúna, para que sigamos sus pasos; tú sin embargo, violador de
la paz, enemigo de la fe, no nos engañarás a nosotros, que queremos ser lo que
seremos en el futuro». Eugenio dijo: -Aunque me respondas con una impiedad tan
grande y con tal falta de respeto, al menos mira por ti». Marcial respondió:
-Si no te enfadas, te digo cuál es nuestro consuelo». Eugenio le contestó:
«¡Por los dioses inmortales y las promesas a los Emperadores, yo no me
enfadaré!». Marcial dijo: «Tú mira por ti y proclama al Señor y hazte merecedor
con nosotros de la gloria, del martirio y del amor». Eugenio añadió: «Dije que
no me enfadaría y no lo hago. Tú cree en un solo Dios, tú confiesa a Cristo y
que Él os ayude, pero a mí que nunca me suceda esto». Fausto dijo: «No
merecerías otra cosa, sino ser echado a la gehena, que desde el origen del
mundo ha sido preparada para tu padre, Satanás».
7. Entonces
Eugenio, profundamente encolerizado, ordenó que fuesen quemados en una hoguera
ritual. Habiendo sido conducidos a la hoguera ritual, así hablaron bajo una
misma inspiración al pueblo: «Vosotros, queridísimos, no creáis en este
Enemigo, el Diablo, de quien es ahora el tiempo. Reconoced, por el contrario,
que habéis sido creados a imagen y semejanza de Dios *7;
adoradlo y bendecidlo a Él, que es el creador de todas las cosas; no adoréis,
como dicen éstos, las obras de sus manos, puesto que las maderas, las piedras,
el oro y la plata son obras de las manos de los hombres. Vosotros, desechando y
despreciando los castigos de éste, proclamad a Jesucristo y alabad a Dios sin
cesar, incluso cada día». Y como los llevaran los sayones, por cuyas manos
habían sido ensangrentados, comenzaron a echarlos al fuego. En seguida que
fueron echados al fuego, exultantes, entregaron el espíritu. Y no faltó la
asistencia de la Trinidad a los que no faltaba el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. Os sirva de ejemplo esta lectura a vosotros para que fortalezcáis
valientemente vuestro ánimo para el martirio y por medio de la pasión de éstos,
deis testimonio de Cristo *8.
8. Sea
bendito el nombre del Señor por los siglos de los siglos. Amén.
Sobre su veracidad histórica, por:
1. "www.cordobapedia.wikanda.es" :
Su fiesta es el 13 de octubre. Estos tres mártires
cordobeses han tenido siempre un notable culto en su ciudad, donde estuvo
dedicada a su memoria una insigne basílica de la que hablan repetidas veces los
escritos de San Eulogio.
El documento literario más antiguo sobre ellos es el himno visigodo conservado en el oficio mozárabe, del que se deduce un martirio clásico del tiempo de Diocleciano: se invita a los tres confesores de la fe a adorar a los ídolos por orden del emperador. Los tres se niegan y reciben tormento para forzar su obediencia al rescripto imperial. Los mártires aguantan y los tormentos se suceden hasta que, finalmente, son arrojados al fuego, donde ellos siguen cantando alabanzas a Jesucristo. La ausencia de raros prodigios y otros elementos legendarios hacen pensar que la narración del himno se ajusta a la realidad histórica.
Por otra parte los nombres de estos mártires figuraban en la
inscripción de un sarcófago que, con restos de unas dieciocho personas dentro,
fue hallado en la iglesia de San Pedro de Córdoba el
año 1575.
Después de tres procesos quedó determinada la autenticidad de los restos y
aprobado el culto a ellos como a auténticas reliquias martiriales.
2. "www.cronistasoficiales.com" :
Entre los años 852 y 886, Mohamed I sucedió a su
padre como emir independiente de al-Ándalus, miembro perteneciente a la
dinastía árabe de los Omeya. Durante su gobierno, aunque también ya en el
mandato de su antecesor, Abd al-Rahmán II, un nutrido grupo de cristianos
mozárabes fueron condenados a muerte por profesar la fe en Cristo, pasando a
los anales de la Historia como los Santos Mártires de Córdoba.
Estos sucesos se conocen gracias a una única fuente, la
hagiografía de San Eulogio de Córdoba, uno de los últimos ejecutados, el cual
registró la ejecución de cuarenta y ocho cristianos que desafiaron la ley
islámica, que en su mayoría hicieron declaraciones públicas de rechazo al islam
y de proclamación de fe cristiana.
Los documentos recogen medio centenar de ejecuciones
entre los años 850 y 859, 38 hombres y 10 mujeres. Veintidós eran naturales de
la ciudad de Córdoba, cuatro de la provincia, seis de la diócesis de Sevilla,
seis de la de Granada y uno de los siguientes lugares: Martos, Badajoz, Toledo,
Alcalá de Henares, Portugal, Palestina y Siria, de uno se debate el lugar de
origen (Álava o Septimania) y no consta el origen de cuatro de ellos.
La mayoría eran clérigos de distinto tipo, sobre todo
monjes, pero también diáconos y sacerdotes. Además, se han identificado cuatro
conversos que provenían de familias musulmanas. Todos, salvo Sancho y Argimiro,
fueron decapitados.
La tradición cristiana marca que en la Basílica de los
Tres Santos de Córdoba fueron sepultados los cuerpos de estos mártires, y
más concretamente los titulares de dicho templo -Fausto, Januario y Marcial-.
A pesar de los estudios a lo largo de los siglos, sin que
ninguna diera algún resultado alguno. Ya en 1575 se llevaron a cabo
grandes obras en la Iglesia de San Pedro, en cuyo lugar estuvo la mencionada
Basílica de los Santos Mártires.
En el arco lateral del lado de la epístola -según otras
fuentes al pie de la torre- se encontró un sepulcro, el día 26 de
noviembre, construido de piedra labrada y con unas tres varas de largo,
tres cuartas de ancho, una y media de alto. Su interior contenía unos quince
cráneos y una gran cantidad de huesos sueltos.
Avisado el obispo Fray Bernardo de Fresneda del
hallazgo, recordó el marmolillo encontrado siglos atrás y se vio que ajustaba
al agujero de la tapa del sepulcro. Tras su limpieza, pudo verse la siguiente
inscripción, más otras que no pudieron identificarse por estar en mal estado de
conservación: “Sanctorum. Martirum. Xpti. Jesu Fausti et Martiais Aciscli.
Zoili”.
El obispo dispuso entonces recoger todos los restos óseos,
depositándolos en un arca de tres llaves custodiada en la Capilla de Santa
Lucía. Aunque los restos de los santos corrieron distinta suerte, 28 de
ellos pudieron ser recuperados. Los restos de San Eulogio fueron trasladados a
la Catedral de Oviedo.
La fecha permaneció en la mentalidad del pueblo cordobés
durante siglos a través de un solemne desfile procesional de los miembros
del cabildo eclesiástico y municipal, que, partiendo la Catedral, se dirigían a
la Iglesia de San Pedro con objeto de celebrar y recordar el suceso de la
invención de las reliquias de los Santos Mártires de Córdoba.
La costumbre de asistir a la ceremonia en recuerdo de los
mártires por parte de miembros del cabildo eclesiástico y autoridades
municipales estuvo vigente hasta finales de la década de 1970.
Actualmente, las reliquias de los Santos Mártires de Córdoba
reposan en una urna de plata del siglo XVIII, expuesta a veneración de los
fieles en la Capilla del Sagrario de la Basílica de San Pedro, recibiendo culto
como titulares de la Hermandad de la Misericordia.
Según la investigación llevada a cabo entre 1997 y 1998 por
los doctores Ángel Fernández Dueñas y Felipe Toledo, en la urna hay
restos humanos de dos épocas distanciadas por varios siglos, que podrían
corresponder al tiempo transcurrido entre las persecuciones romana y califal.
Además, a los mártires cristianos de los siglo IV y IX, se unen los
cristianos que perecieron en la Guerra Civil Española.
De estos últimos no hay por el momento restos materiales en la reliquia de San Pedro, pero se han integrado como Mártires de Córdoba entre los titulares de la cofradía del Miércoles Santo. Fernando del Marco.
Santos Fausto,
Jenaro y Marcial, mártires cordobeses El 13 de octubre son mencionados en el
Martirologio Romano: “En Córdoba, de al-Andalus, el suplicio de los santos
mártires Fausto, Jenaro y Marcial, los cuales, atormentados primero en el
ecúleo, raídas las cejas y arrancados los dientes, cortadas las orejas y la
nariz, en el suplicio del fuego consumaron por fin el martirio”. Estos datos
que cita el Martirologio están tomados de las antiguas Actas que Riunhart da por
aceptables y desde luego, si las comparamos con otras, los datos que aportan le
dan una gran verosimilitud, además porque presentan la relación entre los
mártires y el gobernador, no como un interrogatorio “dulzón”, sino de manera
áspera y muy poco cortés. Según estas Actas, fueron los propios mártires los
que se presentaron ante el presidente Eugenio y, estando en Córdoba, bien
parece que pudiera ser cierto porque ya hemos hablado en alguna que otra
ocasión de las actitudes de los mártires mozárabes del siglo IX. No se sabe el
año exacto del martirio, pero si que fue en tiempos de Diocleciano y por
supuesto, no existe ningún dato que nos haga sospechar que fueron soldados
romanos hijos del centurión San Marcelo. Prudencio, en su “Peristephanon” no
menciona por sus nombres a estos mártires, pero parece ser cierto que las
famosas “tres coronas” de las que habla, se refiere a ellos:
“Afra Cartago tua promet ossa, Ore facundo, Cypriane doctor; Corduba Acisclum dabit, et Zoellum, tresque coronas” Prudencio en este himno está diciendo que “Cartago tiene los huesos de San Cipriano y que Córdoba, tiene los de Acisclo, Zoilo y los de las tres coronas”. Como podemos comprobar, su culto es antiquísimo (finales del siglo IV-principios del siglo V). En muchos martirologios sus nombres e incluso el número de ellos se copiaron de manera incorrecta, pero existe una inscripción del siglo VI bajo el nombre de “dominorum trium” por lo que los hagiógrafos dan por cierto que fueron tres y que estos son sus verdaderos nombres. San Eulogio hace también mención de ellos en sus escritos diciendo que en Córdoba existía una basílica a ellos intitulada. Sus reliquias se encuentran actualmente en la preciosa urna de plata que guarda los restos de los mártires de Córdoba y que se conserva en la parroquia cordobesa de San Pedro; de esta urna ya hemos publicado algunas fotos
Himnos del Misal de los Santos Mártires Fausto, Januarius y Marcial
NOTAS:
1 Sobresale esta pasión por su sencillez y la concisión en los interrogatorios al modo de las actas proconsulares. Sin embargo no por ello debe concedérsele demasiada antigüedad. Para Fábrega (P.H. I p. 159) habría sido compuesta en el s. VIII o IX. Se desconoce el año del martirio. Debió de ser en la persecución de Diocleciano.
2. La leyenda convirtió a estos santos en tres hermanos, soldados de la VII legión e hijos del centurión Marcelo. Así las Actas publicadas por Tamayo: Faustus, Januarius et Martialis, ex Legione Septima urbe Hispaniae oriundi patres habuere SS. Marcellum et Monam clarissimam feminam. (cf. Acta Sanc. XII Oct.).
3. Cf. Ps. 145,6.
4. Cf. Mt. 19,24.
5. Cf. 1 Petr. 1,18.
6. La proclamación del misterio de la Santísima Trinidad y de la divinidad de Jesucristo es constante a lo largo del diálogo. Vemos en ello un influjo de los Concilios Toledanos (XII, 12-13; XXIX, 5-12; XXXI, 7-9).
7. Cf. Gen. 1,26; 51,1; 5,3.
8. Esta última frase alude a un ambiente de persecución. Fábrega se inclina a atribuirla a la época de los primeros Omeyas independientes (s. VIII-IX) o la de Abderrahman II (IX).
Las cenizas de estos santos se veneraron en la basílica Cordobesa «Sanctorum Trium» que fue el Templo principal de los mozárabes después de haber cedido la catedral a los árabes. (Eulogio, Memoriale Sanctorum II, 9).
Fuentes consultadas: Riesco Checa, Pilar, Pasionario Hispánico. Ed. Universidad de Sevilla. Sevilla, 1995, pp 193-199., hispanomozarabe.es, cordobapedia.wikanda.es, cronistasoficiales.com, preguntasantoral.es.