miércoles, 20 de marzo de 2024

San Martín de Braga, Apóstol de los Suevos (+580)

"... Martín de Dumio, santísimo pontífice de un monasterio, llegó por mar desde las regiones orientales a Galicia,

 y allí, tras haber convertido a los suevos de la impiedad arriana a la fe católica, instituyó la regla de la fe y de la santa religión, reformó las iglesias, fundó monasterios, redactó de manera abundante preceptos para la educación

religiosa. Yo he leído, por mi parte, su libro sobre las Diferencias sobre las cuatro virtudes, y otro volumen de cartas: en sus escritos exhorta a enmendar nuestra vida y a conducirnos con fe, a orar sin cesar, a distribuir limosnas y, por encima de todo, a cultivar las virtudes y a mostrarnos buenos con todos. Brilló en tiempos del rey suevo Teodomiro, en la época en que Justiniano en el Imperio y Atanagildo en las Españas, ejercían el poder supremo..."

Isidoro de Sevilla, Varones ilustres, Capítulo 12.

 

 

 


 
 
 
Poco se sabe de su vida temprana. Martin nació alrededor del 520 en Panonia (hoy: Hungría, Croacia, Serbia). De joven hizo una peregrinación a Tierra Santa, donde se convirtió en monje.
Mientras vivía en Palestina, conoció a peregrinos de España que le hablaron sobre la necesidad de convertir a paganos y arrianos en sus tierras.
Con el apoyo de los peregrinos viajó a España hacia el 550. Llegó a Galicia en la parte noroeste de la península Ibérica para convertir a los suevos, una tribu germánica que antes había emigrado a España. Muchos en la tribu todavía eran paganos y otros habían aceptado el arrianismo.
Continuando con su predicación, Martin estableció varios monasterios, en particular el Monasterio de Dumium cerca de Braga. Poco después, Martín se convirtió en el primer obispo de la sede de Dumium. En el primer concilio de Braga en 561, Martín ocupaba el tercer lugar entre los jerarcas. En 672 dirigió, como obispo de Braga, los procedimientos del segundo concilio de Braga.
 
 
 



San Martín de Braga, miniatura del Códex Albeldensis, a. 976,
Biblioteca del 
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial



 
 
Posteriormente se convirtió en Metropolitano de Galicia. Martín se destacó como un administrador capaz y un hábil escritor. Gregorio de Tours dijo de él que "no tenía rival entre los eruditos de su tiempo". Sabía griego, una habilidad poco común en Occidente del siglo VI. Tradujo los "Apotegmas de los Padres del Desierto" y una colección de cánones orientales, incluidos los cánones sobre idolatría y superstición, al latín. Fue enérgico en sus deberes pastorales que llevaron a las conversiones de los suevos. Advirtió contra la práctica de la idolatría, de los peligros del asesinato y la fornicación, y enfatizó la futura resurrección de los muertos, y que cada persona tendría que rendir cuentas de sí mismo ante Dios después de la muerte.
 
 
 


El rey Miro con Martín de Braga



 
 
Gregorio de Tours escribió sobre él (Historia de los francos, libro 5, cap. 37):
"El bendito Martín, obispo de Galicia, murió en esta época y fue muy lamentado por su pueblo. Era natural de Panonia, pero dejó esa región para viajar por Oriente y visitar los lugares santos. Leyó tanto que fue insuperable entre sus contemporáneos. Más tarde viajó a Galicia, donde fue ordenado obispo, cuando se llevaban allí las reliquias del beato Martín [de Tours]. Gobernó su obispado durante unos treinta años y murió lleno de virtud. Fue él quien compuso los versos sobre el portal sur de la Iglesia de San Martín".
 
San Martín de Braga murió en 580 en el Monasterio de Dumium. En 1606, sus reliquias fueron trasladadas a la Iglesia de San Martín de Braga en Braga de Portugal.
 
 
 
 


Estatua de S. Martín de Braga
en Braga, Portugal



 
 
Desarrollo del monacato hispano en el s. V y San Martín de Braga
 
El desarrollo del monacato hispano en el s. V se vio interrumpido por la invasión de los vándalos, suevos y visigodos, pero tras la consolidación de la situación política experimentó un paulatino ascenso que, en el s. VII, condujo a un notable florecimiento. El eremitismo conservó su importancia, tanto en las islas Baleares como en las montañas de Asturias y Galicia; sin embargo, el centro del monacato residía en las comunidades cenobíticas, cuyo número creció rápidamente bajo la protección de los obispos. La conversión del rey Recaredo (586-601) al catolicismo en el 589 fue un elemento que favoreció la difusión del monacato. Poco después del año 506 se fundó el monasterio de San Martín de Asán (Huesca), cuyo abad Victoriano, mediante la fundación de monasterios menores sujetos a su autoridad, trabajó por la expansión del monacato. Sin duda más importante fue la acción de San Martín de Braga, originario de Panonia, que llegó a Galicia en el año 550, tras pasar por Palestina. Fundó el monasterio de Dumio, que rigió como abad hasta su designación como obispo de Dumio. Con la colección de sentencias de los padres del desierto de Egipto por él traducidas y empleadas como regla, orientó a su monasterio en la dirección del monacato oriental. 
 




Hispania en el s.VI





Influyó también en el monacato hispano la fundación del monasterio de Servitanum, en el ámbito visigodo, llevada a cabo por el abad Donato, que antes del 570 había llegado desde el Norte de África con un grupo numeroso de monjes trayendo consigo una buena colección de manuscritos. La legislación visigótica, haciéndose eco de las disposiciones del Concilio ecuménico de Calcedonia (451), declaraba que era competencia del obispo de cada prov. la decisión de autorizar la fundación de un monasterio.
Los monasterios, por lo general, tenían independencia económica para la administración de sus bienes, pero estaban sometidos al obispo para la realización de tareas religiosas y pastorales, y para la ordenación sacerdotal de los monjes. 
 




III Concilio de Toledo: Imagen del Códice Vigilano,
fol. 145, Biblioteca del Escorial.

 
 
 
 
Incluso era competencia del obispo elegir la observancia de cada monasterio, es decir, establecer la regla que debía marcar la observancia y que solía determinarlo en el momento de la bendición del abad, haciéndole entrega del código que contenía las reglas que debía observar. Así mismo era normal -pues así estaba ordenado- que los abades de los monasterios asistieran a los sínodos, junto con el clero diocesano. En la legislación conciliar se prohibía a los obispos -en este caso a los de la provincia Bética- expoliar o destruir los monasterios antiguos; en consecuencia, se ordenaba que se restaurasen a costa de aquellos que los mandasen destruir. 
 
 








 
Incluso se veta que los obispos den los monasterios o parroquias a personas seglares o a sus parientes con intención de mejorar su economía e ir en detrimento de los monasterios. Son también abundantes las disposiciones conciliares sobre los monjes fugitivos, compeliéndoles, bajo penas canónicas, a regresar al monasterio de su profesión. Del mismo modo, se tiene noticia, por un Concilio de Braga del año 619, de la atención y cuidado que los monasterios de varones debían prestar a los monasterios de monjas; la administración de los monasterios femeninos la llevaba un monje prudente; esta práctica pudo ser el origen de los monasterios dúplices que proliferaron en la Península Ibérica y que se alargaron en el tiempo hasta avanzada la introducción de la regla de San Benito en la Península. 
 







 
 
La abundancia de monjes en la Península debía de ser muy grande, pues el Concilio de Toledo del año 633 describe a falsos monjes que vagan por distintos territorios y es competencia del obispo obligarles a que regresen a sus monasterios. Continuando con los cánones toledanos, en el año 646 el VII Concilio prohíbe que nadie pueda hacerse ermitaño sin antes haber vivido como monje en un monasterio.

Más informaciones sobre San Martín de Braga
 
Obras de San Martín de Braga (en latín original)





Fuentes consultadas: mystagogyresourcecenter.com, hispanomozarabe.es, wikiwand.com

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