"Jorge, derribando a todos sus enemigos en las batallas,es felizmente cortado de sus enemigos por decapitación".
El día veintitrés, la hoja de bronce agarró el cuello de Jorge.
El día veintitrés, la hoja de bronce agarró el cuello de Jorge.
Synaxarion de San Jorge Gran Mártir y Portador del Trofeo.
El veintitrés de este mes [abril], conmemoramos al Santo y Glorioso Gran Mártir Jorge el Trofeo.
El glorioso, maravilloso y gran mártir de Cristo Jorge floreció durante el reinado del emperador Diocleciano (284-305), y era de la tierra de Capadocia, de una familia ilustre y noble. Al principio brilló en el orden de tribuno, y más tarde cuando pretendía el martirio fue comandante, líder o general. Cuando el impío Diocleciano inició una persecución contra los cristianos, emitió un decreto real que establecía que todos aquellos cristianos que negaran a Cristo serían dignos de los honores reales, y aquellos que se negaran a negarlo recibirían la pena de muerte. Así, cuando el emperador emitió esta orden atea, entonces el gran Jorge se presentó y se proclamó cristiano, y reprendió el engaño y la debilidad de los ídolos, y se burló de los que creían en ellos. Como el Santo no se dejó persuadir por las lisonjas y promesas del tirano, ni por sus amenazas y jactancias, sino que las despreció todas, primero lo golpearon en el estómago con un palo de madera. La vara de madera golpeó la carne del Santo a tal punto, que comenzó a sangrar mucho, pero la punta de la vara se torció hacia atrás, por lo que el Santo quedó ileso. Luego lo ataron a una rueda, a la que estaban sujetos hierros afilados, y dejaron que la rueda rodara hacia abajo, lo que cortó el cuerpo del Mártir en muchos pedazos, pero con la ayuda de un Ángel divino fue sanado. y saludable de nuevo.
Icono de San Jorge, de un taller de Constantinopla del siglo XIV. Expuesto en el Museo Bizantino y Cristiano de Atenas. | |
Por lo tanto, el Santo se presentó ante Dioclaciano y su co-gobernante Magnencio, quienes en ese momento estaban haciendo sacrificios a los ídolos, y debido a que apareció vivo y bien después de sus horribles tormentos, muchos griegos fueron persuadidos hacia la fe en Cristo, y fueron decapitados en la orden del emperador. Entonces la emperatriz Alexandra abrazó la fe de Cristo y confesó a Cristo como el Dios verdadero ante su esposo Diocleciano. Muchos otros también creyeron en Cristo, cuando vieron al Santo puesto en un pozo de cal viva, y salió ileso. Después de esto clavaron los pies del Santo a zapatos de hierro y lo obligaron a correr. Luego lo golpearon sin piedad con los tendones secos de un buey. Entonces Magnencio le pidió al Santo una señal, resucitando a uno que estaba muerto, que muchos años antes había muerto y estaba enterrado en una tumba, ubicada frente al Santo. Por lo que el Santo oró sobre la superficie de la tumba y, ¡oh maravilla! el muerto se levantó y veneró al Santo, glorificando la divinidad y el poder de Cristo. Cuando el emperador preguntó quién era y cuándo murió, el muerto respondió que vivió antes de la venida de Cristo, y debido a su engaño a los ídolos estuvo ardiendo en el fuego durante todos esos años.
Cuando muchos griegos vieron esto, creyeron en Cristo, y con una sola voz glorificaron a Dios. Entre ellos estaba el labrador Glykerios, cuyo buey muerto fue resucitado por el Santo, milagro que reafirmó su fe en Cristo, y fue descuartizado con las espadas de los incrédulos, y el ilustre hombre recibió la corona del martirio. Con los mencionados muchos otros llegaron a creer en Cristo cuando vieron al Santo entrar en el templo de los ídolos, y mandó al ídolo que dijera si Cristo era Dios, y si debía ser adorado. Entonces el demonio que residía en el ídolo se lamentó y fue vencido para responder que Cristo era el único Dios. Con estas palabras todos los ídolos temblaron, y cayeron a tierra y se rompieron en pedazos. Aquellos que adoraban a los demonios, incapaces de soportar tales cosas, agarraron al Santo y lo llevaron ante el emperador, pidiéndole que dictara su sentencia rápidamente. El emperador mandó decapitar al Santo, junto con la emperatriz Alexandra. Cuando la Santa fue decapitada, la emperatriz rezó en la cárcel y entregó su alma en las manos de Dios. La Synaxis del Santo se celebra en su Templo Santísimo, que se encuentra en el llamado Deuteron.*
NOTAS:
* Sus sagrados restos fueron llevados por su siervo de Nicomedia a Palestina, a un pueblo llamado Lydda, la patria de su madre, y luego fueron finalmente trasladados a la iglesia que se levantó en su nombre. (El traslado de las sagradas reliquias del santo a la iglesia en Lydda se conmemora el 3 de noviembre; Santa Alexandra la emperatriz el 21 de abril). Si el 23 de abril cae en o antes de la Gran y Santa Pascua, la fiesta de San Jorge se traduce como Lunes brillante.
NOTAS:
* Sus sagrados restos fueron llevados por su siervo de Nicomedia a Palestina, a un pueblo llamado Lydda, la patria de su madre, y luego fueron finalmente trasladados a la iglesia que se levantó en su nombre. (El traslado de las sagradas reliquias del santo a la iglesia en Lydda se conmemora el 3 de noviembre; Santa Alexandra la emperatriz el 21 de abril). Si el 23 de abril cae en o antes de la Gran y Santa Pascua, la fiesta de San Jorge se traduce como Lunes brillante.
Gran Mártir San Jorge, el Portador del Trofeo
La Fiesta del Gran Mártir (del gr. "Μεγαλομάρτυρας", [Megalomártiras]) San Jorge (del gr. "Γεώργιος", [Yeórguios]), el Portador del Trofeo (del gr. "Τροπαιοφόρος", [Tropeofóros]) se celebra el 23 de Abril, excepto cuando la Pascua es posterior a esta fecha, entonces se celebra el primer día después de esta, dado el carácter de duelo de la Pascua.
Cuando el Emperador Romano advirtió que todos aquellos que profesasen el Cristianismo serían cazados y asesinados, el gran soldado Romano no tuvo miedo.
Cuando el Emperador Romano advirtió que todos aquellos que profesasen el Cristianismo serían cazados y asesinados, el gran soldado Romano no tuvo miedo.
En vez de huir y ocultarse, el Tribuno Jorge –
algunas veces referido como el “Asesino de Dragones”– decidió proclamar
públicamente su lealtad a Jesús Ccisto.
Luego de vender sus bienes y de liberar a
sus esclavos se dirigió valientemente hacia el Senado Romano donde pidió ser
escuchado. Debido a que era un oficial muy respetado (un Tribuno en esos día
tenía a mil hombres bajo su comando) se le dio el permiso para hablar.
Sin dudarlo, el directo
Tribuno, les dijo a los sorprendidos Senadores que estaba practicando el
Cristianismo… y que no tenía ninguna intención de abandonar su fe sin
importarle la reciente decisión del Emperador Diocleciano (284-305) de que los
Cristianos ahora serían perseguidos a lo largo de todo el territorio.
Asombrados, los Senadores
agitaron sus cabezas con incredulidad. Entonces le pidieron que les explicase
por qué en el mundo había decidido desafiar a plena luz del día la autoridad
del poderoso Emperador y delante de todo el Senado. Pero el Tribuno solamente
sonrió. Luego en una voz valiente y al mismo tiempo resuelta les dijo, según
los historiadores de ese período: “Yo soy servidor de Cristo mi Dios y
confiando en El, he venido en medio de ustedes por mi propia voluntad para
testimoniar sobre la Verdad.”
Asombrados agitaron sus
cabezas. Se burlaron. Con la esperanza de que reaccionase alguno de los
Senadores, gritó: “¿Qué es la Verdad?” Pero el no dudó en su respuesta.
“La verdad es Cristo mismo
perseguido por ustedes.”
Conmocionados por el
escandaloso pronunciamiento uno de los asistentes de Diocleciano le advirtió al
famoso soldado, quien había ganado numerosas medallas por su valor en el campo
de batalla, que se encontraba en gran peligro de arruinar su notable carrera
militar. Si no renegaba inmediatamente de lo dicho y prometía adorar a los ídolos paganos
favorecidos por el todopoderoso Diocleciano, él sería destruido para siempre
ante los ojos de Roma.
Una vez más, el valiente
Tribuno se rehusó a rectificarse. Luego de explicar que él se consideraba a sí
mismo un verdadero patriota quien amaba Roma y que también amaba las Legiones
Romanas a las que tan bien había servido, Jorge miró a los ojos a los
senadores y les dijo la verdad:
“Nada en esta vida
cambiante puede debilitar mi resolución de servir a Dios.”
Para este instante las
noticias de que su comandante militar favorito estaba desafiando abiertamente
en el Senado su reciente edicto anti-Cristiano ya habían llegado a Diocleciano.
El Emperador le tenía un gran cariño a este héroe militar pero también sabía
que no podía permitir que continuase una insubordinación de ese tipo. En pocos
instantes llamó a sus Centuriones, a quienes les ordenó que arrestaran
inmediatamente a ese Cristiano rebelde.
Así lo hicieron. Mientras
lo llevaban hacia la prisión muchos trataron de herirlo en los brazos y en las piernas con sus lanzas… y se sorprendieron
cuando las mortales puntas de bronce de sus armas parecían derretirse y hacerse
suaves como la mantequilla.
En ese día del año 303
tenía 25 años de edad y para ese entonces ya había disfrutado de una notable
carrera militar.
El sabía que ni su fama ni
su destellante reputación podrían salvarlo. Sólo en su celda, la noche anterior
a su juicio, le rezó al Dios Todopoderoso por fortaleza para soportar las
torturas que sabía se le avecinaban. Los interrogatorios comenzaron al día
siguiente. Cuando se le pidió al Tribuno Jorge que describiera sus antecedentes
él les dijo la verdad. Cuando ellos le advirtieron sobre las torturas que le
estaban reservadas si no se arrepentía inmediatamente y comenzaba a adorar a
los ídolos que habían sido favorecidos por el Emperador, lo que hizo fue reírse
fuertemente. “Ustedes se cansarán muy pronto. Tortúrenme, ya que yo he
comenzado a torturarlos.”
Diocleciano escuchó esto y
su ceño iracundo se hizo más intenso. Los verdugos bajo su mando se adelantaron
con sus látigos. Luego de haber golpeado al tribuno hasta que su piel se cubrió
de sangre lo amarraron a una gran rueda de fierro. Con cada vuelta, su cuerpo
era cortado por una serie de cuchillas filosas de metal colocadas en el suelo.
Sin embargo ni lloró ni pronunció una sola palabra. Tampoco suplicó por
misericordia. La rueda retumbó a lo largo de la tarde y muy pronto la
superficie debajo de ella estaba cubierta con su sangre.
Como permaneció en
silencio y sin moverse por largo tiempo ellos asumieron que había muerto.
Detuvieron la rueda; Diocleciano ordenó a los soldados que lo desamarraran y se
lo llevasen para enterrarlo. Al dar un paso adelante, cuando sus manos casi
tocaban las cuerdas, la mazmorra se oscureció de un momento a otro como si
fuera de noche. Sonó un trueno ominosamente en la distancia y se escuchó una
voz solemne entonando:
- "No temas Jorge, porque
yo estoy contigo".
Un momento después estalló
una luz brillante –tan brillante que dañaba los ojos. Y una inmensa figura
alada se materializó junto a la rueda
manchada por la sangre, como si estuviera proporcionándole protección al hombre
torturado. De alguna manera el santo había sido vuelto a la vida; él estaba
luchando nuevamente contra sus ataduras.
Sorprendido y enfurecido el Emperador ordenó que lo enterrasen en un hueco hasta el cuello y que lo dejaran sufrir ahí por tres días y noches. Pasado ese tiempo sus verdugos le acercaron una copa llena de veneno permitiéndole beber profusamente. Sin embargo una vez más pareció estar protegido por poderes superiores ya que el veneno parecía no afectarle.
En los días siguientes, mientras
era protegido por el poder del Señor Dios del Universo, pudo resistir las
torturas tan valientemente –con una fe y sabiduría evidente– que sus acciones
no solo convertirían a la esposa del Emperador, la Emperatriz Alejandra, sino
también al sacerdote pagano de Diocleciano, Atanasio. Al final, ambos serían
sentenciados a ser decapitados por habérsele unido en su fe –y la valiente
Alejandra moriría muy pronto luego de haber sido enviada a la horca el mismo
día que Jorge, el Gran Mártir, sería decapitado por haber adorado a Jesús Cristo.
Justo antes de que cayera la espada, el 23 de
Abril del 303, el noble Tribuno le pidió a Dios en su oración que perdonase a
aquellos que estaban tomando su vida así como al Emperador, quien había estado
torturando y asesinando muchísimos Cristianos. Entonces apoyó su cuello bajo la
cuchilla y con una sonrisa pacífica expiró su último suspiro.
Sus restos fueron llevados de regreso a Lydia,
el pueblo en Palestina donde su madre lo había criado, después de que su esposo
recibiera el martirio por Cristo en la Provincia de Capadocia.
Hoy en día Jorge, el Gran Mártir, permanece como un héroe para los Cristianos alrededor del mundo, quienes frecuentemente lo invocan cuando necesitan fortaleza para soportar sus pruebas. De los muchos milagros realizados por este soldado supremamente valiente, ninguna supera a la asombrosa victoria que obtuvo con la ayuda del Señor cerca de Beirut (entonces Fenicia pero ahora parte del moderno Líbano.)
En las afueras de Beirut,
en una región cerca del Monte Líbano en la cual vivían muchos paganos
adoradores de ídolos, había un lago oscuro en el que habitaba una serpiente
gigante, tan grande como un dragón. Este monstruo emergía de las aguas
periódicamente para devorar a los residentes, quienes estaban acobardados de
miedo por las estruendosas llamas que salían de las narices de la bestia. Por
muchos años los residentes habían vivido en una pavorosa pesadilla oscura,
esperando a cada hora por la aparición del monstruo que imperaba en su mundo.
En un esfuerzo desesperado
por aplacar a este demonio grotesco, los residentes se habían acostumbrado a
alimentarlo con sus propios hijos, entregándolos uno a uno a sus feroces
fauces. Cada vez que la bestia emergía, un residente que había sido escogido
por la mayoría, debía ofrecer uno de sus propios hijos para este impío
sacrificio al dragón.
Era una existencia brutal y sin esperanza. Al final se dirigieron a San Jorge clamando por ayuda. “Nadie más puede salvarnos,” le dijeron en palabras como estas, “y ninguno ha encontrado la fortaleza y la valentía que se requiere para enfrentar a este monstruo de las profundidades del lago. Es tan terrorífica la visión de este demonio que arroja fuego por su nariz que los hombres que lo ven lloran desconsolados por el miedo pidiendo por sus madres.”
Era una existencia brutal y sin esperanza. Al final se dirigieron a San Jorge clamando por ayuda. “Nadie más puede salvarnos,” le dijeron en palabras como estas, “y ninguno ha encontrado la fortaleza y la valentía que se requiere para enfrentar a este monstruo de las profundidades del lago. Es tan terrorífica la visión de este demonio que arroja fuego por su nariz que los hombres que lo ven lloran desconsolados por el miedo pidiendo por sus madres.”
San Jorge escuchó todo
esto y sonrió. A la siguiente mañana –en el día en que el gobernador de la región había prometido entregar a su propia
bella hija a la despiadada bestia– apareció el santo de Palestina, vestido con
su armadura y listo para la batalla. Mientras la joven que había sido elegida
para ser devorada sollozaba desconsoladamente en la parte posterior, el gran
guerrero de Cristo cabalgó con su caballo de guerra armado solamente con una
lanza.
San Jorge de capadocia, Santo Monasterio de Vatopedi, Monte Atos |
Sin dudarlo el santo hizo
la Señal de la Cruz y rezó en voz alta: “En el Nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo.” Con tal grito de batalla en sus labios galopó para
combatir al monstruo. Y en cuestión de minutos Jorge, el Gran Mártir, había
traspasado la garganta de la serpiente aplastádola luego con su caballo. Pero
aún no había terminado. A continuación le pidió a la adorable doncella que
amarrase su pañoleta alrededor del cuello de la criatura –para luego llevarla
hacia la ciudad como si fuera una mascota entrenada.
Los residentes se
asustaron ante esta visión pero San Jorge les aseguró una y otra vez en voz
alta: “No tengan miedo, más bien confíen en el Señor Jesús Cristo y crean en El,
ya que es El quien me ha enviado a ustedes, para salvarlos.”
Al final los pobladores
quemaron al dragón en las afueras de los muros de la ciudad. En pocos días más
de 20.000 ciudadanos fueron bautizados en el nombre de Cristo. Luego de algunos
años, la gente del Monte Líbano, construiría una gran iglesia en el nombre de
la Santa Madre de Dios y el Gran Mártir, Jorge –en el mismo lugar en que había
vencido al dragón.
Uno de los héroes más
coloridos en la historia de la Santa Iglesia, Jorge, el Gran Mártir, ocupa un
lugar especial en los corazones de los cristianos. Para todos aquellos quienes
deben luchar contra los conflictos y peligros en sus vidas diarias, él es una
fuente interminable de esperanza y consuelo. Debido a que nunca dudó en su fe
en Jesús Cristo, se le concedió la fortaleza para realizar proezas más allá de
la fortaleza de la mayoría de los hombres mortales. Sin embargo este gran
guerrero era un hombre de la más profunda humildad –un hombre que entendió que
su fortaleza procedía de la gracia del Dios Todopoderoso.
Homilía para la Fiesta de San Jorge (San Lucas de Simferopol)
Por San Lucas, Arzobispo de Crimea
"Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece... Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi palabra, guardarán también la vuestra" (Juan 15:19-20).
Estas palabras del Señor Jesucristo fueron dichas no sólo a Sus Santos Apóstoles, sino a todos aquellos a quienes Él tantas veces llamó Su pequeño rebaño.
El pequeño rebaño está formado por todos los que han creído en el Señor Jesucristo y han tomado en el corazón su ley, la ley del amor, sus bienaventuranzas, que son todas mandamientos del amor, y cumplen sus mandamientos.
En este pequeño rebaño suyo, los santos mártires resplandecen como estrellas de primera magnitud, sirviéndonos de grandes ejemplos de la más profunda fe en el Señor Jesucristo, del amor sin límites por Él, y de la abnegación en sufrimientos e inimaginables tormentos y torturas.
Entre la enorme multitud de santos mártires, cuyo número probablemente supera los diez mil, brillan los santos grandes mártires, aquellos que soportaron sufrimientos especialmente terribles por Cristo y cuyas hazañas tienen el mayor significado para todo el mundo cristiano. E incluso entre los grandes mártires, el gran Jorge el Portador de Trofeos, a quien ahora estamos honrando, se destaca como uno de los más grandes.
¿Por qué atribuyo una importancia tan enorme a las hazañas de los santos mártires?
En primer lugar, porque con su sangre y su amor sin límites por el Señor Jesucristo contribuyeron grandemente a la predicación de los Apóstoles de Cristo.
Piensa en esto: si no hubiera sido por las decenas de miles de santos mártires, ¿la predicación de la Resurrección de Cristo, de la Resurrección del Señor crucificado, habría tenido realmente tal fuerza de conquista?
¿Podrían todas las naciones, en el transcurso de algunos siglos, realmente haber llegado a creer en un Maestro judío crucificado como el Verdadero Hijo de Dios, como el Salvador de toda la raza humana?
Los paganos se habrían reído de la fe en el Crucificado si no hubiera sido confirmada por Su Resurrección de entre los muertos; si los Apóstoles no hubieran tenido el derecho de predicarlo como Crucificado y Resucitado, como muerto y resucitado, como Vencedor de la muerte y del diablo.
Los santos mártires desempeñaron un papel profundísimo y eficaz en esta gran obra, pues todos sabéis la tremenda impresión que sus sufrimientos causaron en los testigos paganos e incluso en los mismos verdugos, cuando sufrieron horrendas torturas sin temor y en silencio, a veces incluso con acción de gracias sobre sus labios
Hoy, junto con la memoria de San Jorge el Trofeo, también celebramos la memoria de Alejandra, esposa del malvado Diocleciano que torturó y atormentó a más cristianos que todos los demás emperadores romanos.
Por San Lucas, Arzobispo de Crimea
"Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece... Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi palabra, guardarán también la vuestra" (Juan 15:19-20).
Estas palabras del Señor Jesucristo fueron dichas no sólo a Sus Santos Apóstoles, sino a todos aquellos a quienes Él tantas veces llamó Su pequeño rebaño.
El pequeño rebaño está formado por todos los que han creído en el Señor Jesucristo y han tomado en el corazón su ley, la ley del amor, sus bienaventuranzas, que son todas mandamientos del amor, y cumplen sus mandamientos.
En este pequeño rebaño suyo, los santos mártires resplandecen como estrellas de primera magnitud, sirviéndonos de grandes ejemplos de la más profunda fe en el Señor Jesucristo, del amor sin límites por Él, y de la abnegación en sufrimientos e inimaginables tormentos y torturas.
Entre la enorme multitud de santos mártires, cuyo número probablemente supera los diez mil, brillan los santos grandes mártires, aquellos que soportaron sufrimientos especialmente terribles por Cristo y cuyas hazañas tienen el mayor significado para todo el mundo cristiano. E incluso entre los grandes mártires, el gran Jorge el Portador de Trofeos, a quien ahora estamos honrando, se destaca como uno de los más grandes.
¿Por qué atribuyo una importancia tan enorme a las hazañas de los santos mártires?
En primer lugar, porque con su sangre y su amor sin límites por el Señor Jesucristo contribuyeron grandemente a la predicación de los Apóstoles de Cristo.
Piensa en esto: si no hubiera sido por las decenas de miles de santos mártires, ¿la predicación de la Resurrección de Cristo, de la Resurrección del Señor crucificado, habría tenido realmente tal fuerza de conquista?
¿Podrían todas las naciones, en el transcurso de algunos siglos, realmente haber llegado a creer en un Maestro judío crucificado como el Verdadero Hijo de Dios, como el Salvador de toda la raza humana?
Los paganos se habrían reído de la fe en el Crucificado si no hubiera sido confirmada por Su Resurrección de entre los muertos; si los Apóstoles no hubieran tenido el derecho de predicarlo como Crucificado y Resucitado, como muerto y resucitado, como Vencedor de la muerte y del diablo.
Los santos mártires desempeñaron un papel profundísimo y eficaz en esta gran obra, pues todos sabéis la tremenda impresión que sus sufrimientos causaron en los testigos paganos e incluso en los mismos verdugos, cuando sufrieron horrendas torturas sin temor y en silencio, a veces incluso con acción de gracias sobre sus labios
Hoy, junto con la memoria de San Jorge el Trofeo, también celebramos la memoria de Alejandra, esposa del malvado Diocleciano que torturó y atormentó a más cristianos que todos los demás emperadores romanos.
Sabemos que presenciar los sufrimientos del Gran Mártir Jorge convirtió inmediatamente a esta mujer de corazón puro a la fe en Cristo. Ella se declaró cristiana sin miedo ante su terrible esposo, sufriendo la muerte por nuestro Señor Cristo junto con el Gran Mártir Jorge.
¿Por qué la sangre de los mártires tiene un significado tan enorme para todo el mundo cristiano? Porque esta sangre bendijo y santificó la tierra; porque esta sangre hace que el mismo diablo y sus ángeles oscuros teman y tiemblen más que cualquier otra cosa.
Las hazañas de los santos mártires tienen un significado muy profundo también en otros aspectos. Sirven como los ejemplos más vívidos para nosotros de una fe absolutamente inquebrantable en Cristo y de amor por Él. Deberíamos avergonzarnos si mostramos cobardía, temiendo con temor donde no hay temor [Salmo 13:15].
Los mismos mártires no temían a nada ni a nadie; no fueron seducidos por nada ni por nadie.
El emperador Diocleciano, que martirizó a San Jorge, lo quería mucho, considerándolo su soldado más valiente e imprescindible. Cuando vio que los tormentos más severos no podían quebrantar su fe en Cristo, llegó incluso al punto de ofrecer a Jorge el segundo lugar en su gran Imperio Romano si ofrecía sacrificio a los dioses.
En respuesta, San Jorge solo se rió de esta promesa; él, por supuesto, rechazó incluso el primer lugar en gloria y honor después del Emperador Romano, porque su fidelidad a Cristo era más firme que el diamante y su amor por Él era ilimitado.
Habéis oído más de una vez de vuestros pastores acerca de los terribles tormentos que sufrió el santo Portador del Trofeo Jorge por Cristo. No me extenderé sobre ellos. Vosotros mismos recordaréis bien cómo fue torturado durante días enteros con las piernas ceñidas en un cepo, con una enorme piedra colocada sobre su pecho que casi lo aplasta; recordaréis cómo fue quebrantado en la rueda, siendo atado a una enorme rueda debajo de la cual se colocaba un tablón con clavos y cuchillas, que cortaba y desgarraba su santo cuerpo; cómo le pusieron botas de hierro con clavos filosos adentro, y cómo lo obligaron a correr por las calles de la ciudad con estas botas;
¿Por qué la sangre de los mártires tiene un significado tan enorme para todo el mundo cristiano? Porque esta sangre bendijo y santificó la tierra; porque esta sangre hace que el mismo diablo y sus ángeles oscuros teman y tiemblen más que cualquier otra cosa.
Las hazañas de los santos mártires tienen un significado muy profundo también en otros aspectos. Sirven como los ejemplos más vívidos para nosotros de una fe absolutamente inquebrantable en Cristo y de amor por Él. Deberíamos avergonzarnos si mostramos cobardía, temiendo con temor donde no hay temor [Salmo 13:15].
Los mismos mártires no temían a nada ni a nadie; no fueron seducidos por nada ni por nadie.
El emperador Diocleciano, que martirizó a San Jorge, lo quería mucho, considerándolo su soldado más valiente e imprescindible. Cuando vio que los tormentos más severos no podían quebrantar su fe en Cristo, llegó incluso al punto de ofrecer a Jorge el segundo lugar en su gran Imperio Romano si ofrecía sacrificio a los dioses.
En respuesta, San Jorge solo se rió de esta promesa; él, por supuesto, rechazó incluso el primer lugar en gloria y honor después del Emperador Romano, porque su fidelidad a Cristo era más firme que el diamante y su amor por Él era ilimitado.
Habéis oído más de una vez de vuestros pastores acerca de los terribles tormentos que sufrió el santo Portador del Trofeo Jorge por Cristo. No me extenderé sobre ellos. Vosotros mismos recordaréis bien cómo fue torturado durante días enteros con las piernas ceñidas en un cepo, con una enorme piedra colocada sobre su pecho que casi lo aplasta; recordaréis cómo fue quebrantado en la rueda, siendo atado a una enorme rueda debajo de la cual se colocaba un tablón con clavos y cuchillas, que cortaba y desgarraba su santo cuerpo; cómo le pusieron botas de hierro con clavos filosos adentro, y cómo lo obligaron a correr por las calles de la ciudad con estas botas;
cómo fue arrojado a un pozo lleno de cal viva, lleno de cal desde arriba. Se suponía que lo habían quemado en la cal; pero cuando, tres días después, Diocleciano ordenó un informe sobre cómo habían quemado a San Jorge, los mensajeros regresaron para informarle que Jorge estaba ileso. Cuando el Gran Mártir fue llevado vivo ante Diocleciano, este último no podía creer lo que veía.
La hazaña del Gran Mártir Jorge fue difícil. El buen favor del Señor Jesucristo hacia él por esta gran hazaña se manifestó en cómo Él mismo vino a él en la prisión, animándolo y bendiciéndolo para que cumpliera su martirio.
Jorge el "Tropeoforo" no temía nada. Pero nosotros, cristianos débiles e inútiles, ¿nos enfrentamos de la misma manera a lo que, en cualquier medida pequeña y distante, nos amenaza con alguna dificultad?
¿No sucedió recientemente que había cientos de miles de personas entre nosotros que fácilmente renunciaron a la fe en el Señor Jesucristo, declarando en cuestionarios que eran incrédulos, temiendo algo que de ninguna manera los amenazaba? No fueron amenazados de ninguna manera; sólo se les pidió que escribieran en el cuestionario si creían o no. Y esto fue suficiente para que cometieran el pecado terriblemente grave de negar al Señor Jesucristo, olvidando sus terribles palabras: "Pero cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 10: 33).
¿No preferimos realmente los bienes inútiles y rápidamente fugaces de este mundo a los de la eternidad? ¿Realmente colocamos recorrer el camino que Él nos señaló como meta de nuestra vida? ¿Realmente recordamos siempre las palabras de Cristo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" [Juan 14:6]?
Para el santo mártir y Trofeo Jorge, Él fue verdaderamente el Camino y la Vida; no siguió ningún otro camino, ni quiso saber de ningún otro. No se asustó por amenazas o miedos, siguiendo con audacia el camino de Cristo.
Por lo tanto, nos inclinamos ante todos los mártires, y especialmente ante los grandes como Jorge el Portador de Trofeos, encomendándolos por nuestro amor ardiente.
Ellos fortalecen nuestra fe y amor por sus milagros, porque la mayoría de ellos obran milagros. Sabréis por vuestros pastores el milagro realizado tres veces por el Gran Mártir Jorge, liberando de la servidumbre a los jóvenes que languidecían y sufrían en cautiverio. Recordarás cómo, mientras pensaban en su hogar natal y en el día de la fiesta del Gran Mártir mientras se suponía que debían servir comida o vino a sus amos, Jorge el Portador de Trofeos los llevó de repente en un caballo blanco, transportándolos en un instante a casa de sus padres, que entonces celebraban la memoria del Gran Mártir.
¿No sirven tales milagros como una gran y poderosa fortificación de su fe en lo que dijo el Señor Jesucristo? Después de todo, Él dijo que aquellos que creyeran en Él podrían realizar no solo milagros como los que Él hizo, sino incluso mayores. Los mártires realizaron grandes obras, confirmando la verdad de estas palabras de Cristo.
Avergoncémonos, pues, de nuestra cobardía ante el menor temor que nos presente nuestra imaginación.
Amemos al Señor Jesucristo ya sus mártires con todo nuestro corazón, y especialmente al Santo Gran Mártir Jorge el Trofeo, cuya memoria celebramos hoy. Amén.
(Originalmente entregado el 23 de abril de 1954.)
La hazaña del Gran Mártir Jorge fue difícil. El buen favor del Señor Jesucristo hacia él por esta gran hazaña se manifestó en cómo Él mismo vino a él en la prisión, animándolo y bendiciéndolo para que cumpliera su martirio.
Jorge el "Tropeoforo" no temía nada. Pero nosotros, cristianos débiles e inútiles, ¿nos enfrentamos de la misma manera a lo que, en cualquier medida pequeña y distante, nos amenaza con alguna dificultad?
¿No sucedió recientemente que había cientos de miles de personas entre nosotros que fácilmente renunciaron a la fe en el Señor Jesucristo, declarando en cuestionarios que eran incrédulos, temiendo algo que de ninguna manera los amenazaba? No fueron amenazados de ninguna manera; sólo se les pidió que escribieran en el cuestionario si creían o no. Y esto fue suficiente para que cometieran el pecado terriblemente grave de negar al Señor Jesucristo, olvidando sus terribles palabras: "Pero cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 10: 33).
¿No preferimos realmente los bienes inútiles y rápidamente fugaces de este mundo a los de la eternidad? ¿Realmente colocamos recorrer el camino que Él nos señaló como meta de nuestra vida? ¿Realmente recordamos siempre las palabras de Cristo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" [Juan 14:6]?
Para el santo mártir y Trofeo Jorge, Él fue verdaderamente el Camino y la Vida; no siguió ningún otro camino, ni quiso saber de ningún otro. No se asustó por amenazas o miedos, siguiendo con audacia el camino de Cristo.
Por lo tanto, nos inclinamos ante todos los mártires, y especialmente ante los grandes como Jorge el Portador de Trofeos, encomendándolos por nuestro amor ardiente.
Ellos fortalecen nuestra fe y amor por sus milagros, porque la mayoría de ellos obran milagros. Sabréis por vuestros pastores el milagro realizado tres veces por el Gran Mártir Jorge, liberando de la servidumbre a los jóvenes que languidecían y sufrían en cautiverio. Recordarás cómo, mientras pensaban en su hogar natal y en el día de la fiesta del Gran Mártir mientras se suponía que debían servir comida o vino a sus amos, Jorge el Portador de Trofeos los llevó de repente en un caballo blanco, transportándolos en un instante a casa de sus padres, que entonces celebraban la memoria del Gran Mártir.
¿No sirven tales milagros como una gran y poderosa fortificación de su fe en lo que dijo el Señor Jesucristo? Después de todo, Él dijo que aquellos que creyeran en Él podrían realizar no solo milagros como los que Él hizo, sino incluso mayores. Los mártires realizaron grandes obras, confirmando la verdad de estas palabras de Cristo.
Avergoncémonos, pues, de nuestra cobardía ante el menor temor que nos presente nuestra imaginación.
Amemos al Señor Jesucristo ya sus mártires con todo nuestro corazón, y especialmente al Santo Gran Mártir Jorge el Trofeo, cuya memoria celebramos hoy. Amén.
(Originalmente entregado el 23 de abril de 1954.)
Conmemoración del Gran Mártir San Jorge (Servicio Litúrgico, en español)
Conmemoración del Gran Mártir San Jorge (Vísperas, en griego)
Conmemoración del Gran Mártir San Jorge (Maitines y D. Liturgia, en griego)
Ἀπολυτίκιον (Κατέβασμα) Ἦχος δ’.
Ὡς τῶν αἰχμαλώτων ἐλευθερωτής, καὶ τῶν πτωχῶν ὑπερασπιστής, ἀσθενούντων ἰατρός, βασιλέων ὑπέρμαχος, Τροπαιοφόρε Μεγαλομάρτυς Γεώργιε, πρέσβευε Χριστῷ τῷ Θεῷ, σωθῆναι τὰς ψυχὰς ἡμῶν.
Apolitiquio tono 4º
Liberador de cautivos,
defensor de los pobres, curador de los enfermos y campeón de los reyes, Oh
portador del trofeo, Jorge, el Gran Mártir, intercede ante Cristo Dios para que
se salven nuestras almas.
Κοντάκιον Ἦχος δ’ . Ὁ ὑψωθείς ἐν τῷ Σταυρῷ.
Γεωργηθείς ὑπό Θεοῦ ἀνεδείχθης, τῆς εὐσεβείας γεωργός Τιμιώτατος, τῶν ἀρετῶν τὰ δράγματα συλλέξας σεαυτῷ· σπείρας γὰρ ἐν δάκρυσιν, εὐφροσύνῃ θερίζεις· ἀθλήσας δὲ δι᾽ αἵματος, τὸν Χριστόν ἐκομίσω· καὶ ταῖς πρεσβείαις Ἅγιε ταῖς σαῖς, πᾶσι παρέχεις πταισμάτων συγχώρησιν.
Condaquio tono 4º
Habiendo sido cultivado
por el Señor Dios, como el más grande cultivador de piedad, has dado frutos de
virtud, las que sembraste con tus lágrimas y las has recogido con gozo. Con tu
sangre has competido y ahora has recibido a Cristo. Y por tú intercesión, Oh
San Jorge, has que nos sea concedido el perdón de nuestras ofensas.
Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y
bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri
Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr, doxologia.ro (icono)