lunes, 17 de noviembre de 2025

San Gregorio el Milagroso, Obispo de Nueva Cesarea (+270)

Versos: 
"Gregorio, milagroso como el antiguo, hizo maravillas, de pie ante Dios, él es aún más milagroso".
El diecisiete murió el gran realizador de milagros.

San Gregorio el milagroso, Obispo de Neocesarea (hoy Niksar, en Turquía), nació en esa misma ciudad en el seno de una familia pagana. Después de haber recibido una buena educación, desde muy joven se esforzó por buscar La Verdad, pero los pensadores de la antigüedad no acababan de saciar su sed de conocimiento. La Verdad le fue revelada a él sólo en atenta lectura del Santo Evangelio, y el joven se convirtió a Cristo.
Para continuar sus estudios San Gregorio se fue a Alejandría, conocida entonces como un gran centro de aprendizaje pagano y cristiano. El joven, ávido de conocimiento, fue a la escuela catequética de Alejandría, donde el presbítero Orígenes, un famoso maestro cristiano, le enseñó. Tiempo después, el santo escribió sobre su maestro: “Este hombre había recibido de Dios un don sublime, el ser intérprete del logos de Dios para la gente y que ellos fuesen capaces de entenderlo”. San Gregorio estudió durante ocho años con Orígenes, y fue bautizado por él.
 




"Ό ΆΓΙΟΣ ΓΡΗΓΌΡΙΟΣ Ο ΘΑΥΜΑΤΟΥΡΓΌΣ",
[Ó Áyios Grigórios O Zafmaturgós]
SAN GREGORIO EL MILAGROSO




 
La vida ascética de San Gregorio, la pureza y la falta de codicia despertaron la envidia de sus colegas paganos que lo calumniaron. Una vez, cuando estaba conversando con los filósofos y maestros en la plaza de la ciudad, una famosa prostituta se le acercó y le exigió el pago de sus supuestos servicios. 
Al principio san Gregorio discutió suavemente con ella, diciendo que tal vez lo confundía con otra persona. Pero ella no se calló. San Gregorio le pidió a un amigo que le diera el dinero. Al momento que la mujer tomó el dinero, inmediatamente cayó al suelo en un ataque demoníaco, y el fraude se hizo evidente. San Gregorio rezó por ella, y el diablo la dejó. Este fue el primer milagro de san Gregorio.
Habiendo regresado a Neocesarea, el santo huyó de los asuntos de este mundo al que habitantes influyentes de la ciudad persistentemente trataron de empujarlo. Se fue al desierto, donde por medio del ayuno y la oración alcanzó un alto nivel espiritual sumado a los dones de clarividencia y profecía. San Gregorio amaba la vida en el desierto y quería permanecer en la soledad hasta el final de sus días, pero el Señor quería otra cosa.
El obispo de la ciudad Amasea de Capadocia, llamado Thedimos, al enterarse de los carismas de San Gregorio, decidió ordenarlo obispo de Neocesarea.*
 

 
 






 
 
San Gregorio percibió un acontecimiento extraordinario como una manifestación de la voluntad de Dios y no se atrevió a protestar. Este episodio de la vida de san Gregorio fue escrito por san Gregorio de Nisa.
Durante este tiempo, la herejía de Sabelio y Pablo de Samosata comenzó a difundirse. Ellos enseñaban erroneamente sobre la Santísima Trinidad. San Gregorio oró con fervor y diligencia, implorando a Dios y su Madre purísima que le revelaran la verdadera fe. La Santísima Madre de Dios y Siempre Virgen María se le apareció, radiante como el sol, y con ella el Apóstol Juan vestido con vestiduras episcopales.
El apóstol Juan le enseñó al santo cómo confesar correctamente el Misterio de la Santísima Trinidad. San Gregorio escribió todo lo que san Juan el Teólogo le revelaba. El misterio del Símbolo de la Fe, escrito por San Gregorio de Nueva Cesarea o Neocesarea, es una gran revelación divina en la historia de la Iglesia. La enseñanza sobre la Santísima Trinidad en la teología ortodoxa se basa en estos escritos. 
Posteriormente fueron utilizados por los Santos Padres de la Iglesia: Basilio el Grande, Gregorio el Teólogo y Gregorio de Nisa. 
 






 
El símbolo de san Gregorio de Neocesarea fue examinado después y afirmado en el año 325 por el primer Concilio Ecuménico, mostrando su importancia para la Ortodoxia.
La predicación de san Gregorio en Neocesarea fue directa, viva y fecunda. Enseñó e hizo milagros en el nombre de Cristo: sanando enfermos y ayudando a los más necesitados.
Cuando una nueva persecución contra los cristianos comenzó bajo el emperador Decio (249-251), San Gregorio llevó a su rebaño a una montaña lejana. Un pagano, que conocía el escondite de los cristianos, informó a los perseguidores. Los soldados rodearon la montaña. El santo salió a un lugar abierto, levantó sus manos al cielo y ordenó a su diácono que hiciera lo mismo. Los soldados buscaron por toda la montaña, y pasaron varias veces junto a los que oraban, pero no pudieron  verlos, entonces se dieron por vencidos y se marcharon. En la ciudad se informó que no había ningún lugar para esconderse en la montaña: no había nadie ni nada, sólo dos árboles uno junto al otro.




San Gregorio el milagroso, Obispo de Neocesarea




San Gregorio volvió a Neocesarea después del fin de la persecución. Por su bendición se establecieron celebraciones en la iglesia en honor de los mártires que habían sufrido por Cristo.
Por su santa vida, por su predicación, por los milagros y como honrado guía de su rebaño, el santo aumentaba constantemente el número de convertidos a Cristo. Cuando San Gregorio subió por primera vez a su cátedra, sólo había diecisiete cristianos en Neocesarea. A su muerte, sólo diecisiete paganos permanecían en la ciudad.
"Un segundo Moisés" — estupendos milagros. San Basilio, en su obra Del Espíritu Santo, pregunta: “¿Dónde colocaré al gran Gregorio, y las palabras pronunciadas por él? ¿No pondremos entre los Apóstoles y Profetas a un hombre que caminó por el mismo Espíritu que ellos? (2 Cor. 12, 18); que nunca, en todos sus días, se desvió de las huellas de los santos; que mantuvo, a lo largo de su vida, los exactos principios de la ciudadanía evangélica? […] Narrar detalladamente todas sus maravillosas obras sería tarea bien larga. Por la sobreabundancia de dones operados en él por el Espíritu Santo, en todo poder y en señales y maravillas, él era llamado un segundo Moisés por los propios enemigos de la Iglesia. […] Hasta hoy él es objeto de gran admiración para el pueblo de su propia redondez, y su memoria, establecida en las iglesias, no se atenuó con el correr de los tiempos, permaneciendo siempre fresca y verde”.





Paradójica imagen de San Gregorio recibiendo la verdadera fe del
Apóstol Juan y
la Madre de Dios, con los herejes sufriendo fuera
de la Iglesia. Ábside de la Capilla
de Borghese  (o Paulina o de la
Virgen) en la Basílica de Santa Maria la Mayor, Roma.




San Gregorio de Nisa narra algunos de los muchos milagros que le valieron a San Gregorio de Neocesarea el título de “taumaturgo”. Citemos algunos. 
Dos hermanos pleiteaban por un terreno a causa de un lago que en él había. Al no conseguir que llegaran a un acuerdo, san Gregorio rezó y el lago se secó, terminando así con el objeto de la disputa.
En la ciudad de Comana, los habitantes le pidieron que indicase a alguien para obispo. San Gregorio les señaló entonces a un pobre cubierto de andrajos, sucio a causa del carbón, asegurándoles que era un hombre de gran mérito y que por humildad se ocultaba detrás de aquella apariencia. El pueblo entonces lo aclamó y la Iglesia lo honra con el nombre de san Alejandro, “el carbonero”.
Un río que pasaba por la comarca causaba grandes perjuicios con sus inundaciones. San Gregorio fue hacia la parte más ancha del mismo, donde comenzaba generalmente a desbordarse, y enterró en la orilla su bastón. San Gregorio de Nisa afirma que, desde aquel día, no hubo más inundaciones.




San Gregorio el milagroso, Obispo de Nueva Cesarea




Dos judíos intentaron abusar de su caridad. Uno de ellos le pidió una ayuda para sepultar al compañero, que fingía estar muerto. El taumaturgo dio la limosna pedida, y siguió su camino. El judío, triunfante, corrió a contar al amigo el éxito de la empresa, y lo encontró verdaderamente muerto…
Al crecer el número de cristianos en su diócesis, San Gregorio requería construir una nueva iglesia. Pero el terreno disponible estaba comprimido entre un río y un monte. San Gregorio rezó, y el monte se desplazó lo suficiente para ceder lugar a la iglesia.
 
San Gregorio de Neocesarea, el Taumaturgo (o Milagroso, o Realizador de milagros), falleció muy probablemente el año 270. Sintiendo la proximidad de la muerte, pidió que le informasen cuántos paganos había aún en Neocesarea. Le respondieron que apenas diecisiete. Dio entonces gracias a Dios porque restaban tan pocos, y suplicó que también aquellos se convirtieran. Pidió entonces que no lo sepultaran en una tumba propia, sino en el cementerio común, diciendo: “No tuve en la vida casa propia, y pasé por el mundo como extranjero. No quiero perder ese título después de muerto”. Su memoria se conmemora el día 17 de noviembre.




Columna en la Iglesia de  Santa Sofía, Constantinopla 



Dentro de la Iglesia de Santa Sofía en Constantinopla hay una columna cuadrada cubierta de cobre con un agujero de aspecto extraño, que se dice que produce milagros. Las personas hacen fila para meter el pulgar en el agujero, y cuando giran la mano totalmente hacia la derecha, se humedecen con una sustancia que dice que produce el milagro. Según la tradición, San Gregorio el Milagroso apareció en Santa Sofía después de su construcción, y tocó esta columna dándole propiedades milagrosas.
 
 
 
 
Sobre San Gregorio el Taumaturgo.  
 
Sobre el Espíritu Santo, Cap. 29. Por San Basilio el Grande

«Pero, ¿dónde clasificaré al gran Gregorio y las palabras pronunciadas por él? ¿No pondremos entre los Apóstoles y Profetas a un hombre que caminó por el mismo Espíritu que ellos; quien nunca a través de todos sus días se apartó de las huellas de los santos; ¿Quién mantuvo, mientras vivió, los principios exactos de la ciudadanía evangélica? Estoy seguro de que haremos un mal a la verdad si rehusamos contar esa alma con el pueblo de Dios, brillando como un faro en la Iglesia de Dios; porque por la cooperación del Espíritu, el poder que tenía sobre los demonios era tremendo, y tan dotado estaba con la gracia de la palabra "para la obediencia a la fe entre... las naciones" (Rom. 1:5) , que, aunque sólo le fueron entregados diecisiete cristianos, llevó al conocimiento de Dios a todo el pueblo, tanto en la ciudad como en el campo. 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
Él también, por el poderoso nombre de Cristo, ordenó incluso a los ríos que cambiaran su curso, e hizo que un lago, que proporcionó un motivo de disputa a algunos hermanos codiciosos, se secara. Además, sus predicciones de las cosas por venir fueron tales que de ninguna manera se quedaron cortas de las de los grandes profetas. Relatar detalladamente todas sus maravillosas obras sería una tarea demasiado larga. Por la sobreabundancia de dones obrados en él por el Espíritu con todo poder y en señales y prodigios, fue llamado un segundo Moisés por los mismos enemigos de la Iglesia. Así, en todo lo que él realizó por medio de la gracia, tanto de palabra como de obra, una luz parecía brillar siempre, una señal del poder celestial del invisible que lo seguía. Hasta el día de hoy es un gran objeto de admiración para la gente de su propio barrio, y su memoria, establecida en las iglesias siempre fresca y verde, no se empaña por el tiempo. Así, no se ha añadido a la Iglesia una práctica, ni una palabra, ni un rito místico, además de lo que él le legó. 
 
 
 
 
 

 
 
Por lo tanto, verdaderamente debido a la antigüedad de su institución, muchas de sus ceremonias parecen ser defectuosas. Porque sus sucesores en la administración de las Iglesias no podían tolerar aceptar ningún descubrimiento posterior además de lo que había tenido su sanción. Ahora bien, una de las instituciones de Gregorio es la forma misma de la doxología a la que ahora se objeta, conservada por la Iglesia sobre la autoridad de su tradición; una afirmación que puede ser verificada sin mucha dificultad por cualquiera que guste de hacer un viaje corto».
 
 


San Gregorio el Taumaturgo como modelo para nuestras vidas

Por el protopresbítero P. George Papavarnavas
 

Fue una figura destacada del siglo III. San Gregorio de Nisa, en su elogio al santo, lo llama «el Grande». Debido a su pureza interior y profunda humildad, así como a su gran amor por Dios y por los demás, recibió el don de obrar milagros «desde muy joven». Sin embargo, el mayor milagro fue su conversión del paganismo al cristianismo.

Nació en un entorno pagano. Sus padres, de buena posición económica, tras completar su educación inicial en su tierra natal, lo enviaron a estudiar derecho a Beirut. En el camino, y por fortuna, conoció al gran maestro Orígenes en Cesarea y quedó cautivado por sus palabras y su elocuencia. Lo que siguió en su vida se desarrolló según la voluntad de la providencia divina. Se convirtió al cristianismo y, en lugar de derecho, estudió teología en Alejandría. Cuando regresó a su tierra natal, Neocesarea del Ponto, la Iglesia lo consideró el pastor idóneo para la diócesis. En aquel entonces, Neocesarea era una ciudad pagana con tan solo 17 cristianos. Esta era toda su congregación cuando fue ordenado. 
 
 
 
 

 
 
 
Pero cuando Dios lo llamó a abandonar todo lo terrenal, la ciudad estaba habitada casi en su totalidad por cristianos, ¡con solo 17 paganos! Su biógrafo señala que partió de esta vida decepcionado por no haberlos bautizado también.

San Gregorio de Nisa cuenta que creció escuchando historias y relatos de la vida de San Gregorio el Taumaturgo, así como sus enseñanzas inspiradas, de su abuela Macrina. Macrina fue discípula y discípula espiritual de San Gregorio de Neocesarea y educó a sus nietos «en la instrucción y exhortación del Señor», como dice el apóstol Pablo, nutriéndolos con las palabras y el brillante ejemplo del santo. Con el deseo de enseñarles, les contó cómo él afrontó las tentaciones, las dificultades, las calumnias, las persecuciones y la guerra contra los paganos. Cómo, con paciencia, oración y fervor, transformó a casi todos los habitantes de la ciudad, sacándolos de la oscuridad de la idolatría y llevándolos a la fe radiante de Cristo. Estos relatos lo impresionaron tanto que los recordó hasta el final de sus días, y sintió una profunda gratitud hacia su abuela por haberlo educado de esta manera. En lugar de cuentos con brujas, dragones y figuras inexistentes, que enloquecen la imaginación y traumatizan a los niños, ella les brindó palabras vivas, historias reales y sucesos auténticos, que guardan una relación directa con la verdad y la vida, y que ofrecen a los niños modelos a seguir.

El Dios Trino de la Iglesia Ortodoxa no es simplemente un poder superior, un ser impersonal o una idea abstracta, sino que es «el Dios de nuestros padres». Es una Persona, y el ser humano tiene la capacidad de tener comunión personal con Él cuando, por supuesto, armoniza su vida con el modo de vida de la Iglesia Ortodoxa. Él no mora en los cielos, sino que está en el cielo y en la tierra, puesto que está «presente en todas partes y lo llena todo». Tiene el cielo como su trono y la tierra como el estrado de sus pies y, según las palabras de Cristo, se contiene en la existencia humana: «El Reino de los Cielos está dentro de vosotros». Así como la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Cristo, «que es totalmente incontenible», «se contuvo en el seno de una mujer», la Santísima Madre de Dios, así también puede contenerse en el corazón humano cuando este ha sido purificado de las pasiones. Esto no es una utopía, porque lo vemos demostrado y verificado en la vida de los santos. Los santos experimentaron profundamente en su vida un verdadero arrepentimiento, que conduce a la humildad y a la llegada de la Gracia Divina, que se siente en todo su ser. Por eso sus palabras, que son «inspiradas desde lo alto», son regeneradoras, sanadoras y vivificantes.

Los padres que desean dar a sus hijos una educación adecuada deben criarlos ofreciéndoles la verdad, no cuentos de hadas. Una abuela analfabeta, pero de vida santa, les dijo a sus nietos de cinco y siete años: «Ya son mayores. Ya no me pedirán: “Abuela, cuéntanos un cuento”, sino: “Abuela, háblanos de Cristo y de la fe”». Estas palabras me recuerdan las que, llenas de gratitud, dedicó a su abuela Macrina: «De la bienaventurada Macrina aprendimos las palabras del bienaventurado Gregorio». Con palabras se refería a las palabras divinamente inspiradas, que tienen el poder de ofrecer verdadero consuelo e infundir «vida, y una vida más plena».
 
 
 
 
REFLEXION
 
Por San Nicolás Velimirovich  
 
 
Dejemos que los siguientes ejemplos de la Vida de San Gregorio muestren cómo Dios guarda y salva a los justos de los ataques. Mientras aún estaba en la escuela de filosofía de Alejandría, Gregorio conservó la pureza de su alma y de su cuerpo, como la conservó hasta el final de su vida. En esto fue una excepción entre la juventud disoluta de la época. Esto provocó envidia y odio entre sus compañeros. Para degradar a Gregory, encontraron una ramera que los ayudara a llevar a cabo un plan malvado. Una vez, cuando Gregorio estaba en la plaza con eminentes maestros y filósofos, la mujer inmunda se le acercó y le exigió en voz alta que le pagara el resto por sus relaciones impuras con ella.  
 
 
 
 
 

 
 
 
 
Algunas de las personas presentes se escandalizaron, mientras que otras se enojaron con esta desvergonzada mujer y comenzaron a ahuyentarla; pero ella gritó aún más fuerte, exigiendo dinero. El inocente Gregorio se sonrojó, como lo haría cualquier hombre decente ante tan grosera calumnia, pero no mostró ni ira ni odio, y pidió a una amiga que le diera la cantidad que ella pedía para irse. La amiga hizo caso a Gregory y le dio el dinero que quería. Pero en ese momento Dios permitió que un espíritu maligno entrara en la mujer y ella cayó al suelo y comenzó a retorcerse y convulsionarse, rechinar los dientes y echar espuma por la boca. Al ver esto, todos quedaron aterrorizados. Pero Gregorio, inocente como un cordero, oró a Dios por ella, y la mujer fue sanada y resucitó. Así, en lugar de humillación, Gregorio adquirió una gloria aún mayor. Otro ejemplo: cuando tuvo lugar una amarga persecución de los cristianos, Gregorio aconsejó a los cristianos que se escondieran, y él y su diácono se escondieron en una colina. Pero los soldados imperiales los vieron y los persiguieron. Cuando casi estaban encima de ellos, Gregorio oró a Dios pidiendo ayuda, y Dios los hizo invisibles para sus perseguidores. Los soldados los buscaron en vano y finalmente se marcharon sin ellos.  
 
 
 
HIMNO DE ALABANZA:  
 
Por San Nicolás Velimirovich  
 
 
San Gregorio, santo y glorioso, 
Luz brillante de la Iglesia y héroe ortodoxo,  
Se elevó hasta Dios por un camino muy angosto:  
A través del sufrimiento y las lágrimas alcanzó la santidad.  
Se salvó a sí mismo y ayudó a muchos.  
Por su vida ejemplar, sus palabras y sus milagros,  
Ayudó a los incrédulos a creer,  
Y los creyentes deben ser puros y fieles a la Fe.  
Los cielos estaban abiertos para él,  
Y penetró claramente en los secretos de los hombres.  
Recibió enseñanzas místicas del cielo;  
Como corazón de esa enseñanza, enseñó la Santísima Trinidad
La Divina Trinidad, una en Esencia,  
Y Cristo, el alimento y la bebida vivificantes.  
Así como las gotas de rocío puras están llenas de luz solar,  
Los corazones puros son la morada de los cielos.  
Con la ayuda de Dios, santo Gregorio  
Venció la noche sin luna de la idolatría,  
Y paganos bautizados por miles;  
¡Luego partió en paz para estar junto a su Rey!  
Santo Gregorio, implora a Dios  
¡Que la Iglesia Ortodoxa venza al adversario!
  
 
 
 
 

NOTA:
 
* Según la web www.mystagogyresourcecenter.com: "Pero conociendo la intención del Obispo Thedimos, el santo se escondió de los mensajeros del obispo que fueron a buscarlo. Entonces el obispo Thedimos ordenó al santo ausente como obispo de Neocesarea, suplicando al Señor que Él mismo lo santificara en esta ordenación inusual". En otros synaxarios griegos consultados, no se da tal información, sino sólo la aquí expuesta. Que "El obispo de la ciudad Amasea de Capadocia, llamado Thedimos, al enterarse de los carismas de San Gregorio, decidió ordenarlo obispo de Neocesarea".
 
 


 

 
 
 
Ἀπολυτίκιον Ἦχος πλ. δ’.
 
Ἐν προσευχαῖς γρηγορῶν, ταῖς τῶν θαυμάτων ἐργασίαις ἐγκαρτερῶν, ἐπωνυμίαν ἐκτήσω τὰ κατορθώματα, ἀλλὰ πρέσβευε Χριστῷ τῷ Θεῷ, Πάτερ Γρηγόριε, φωτίσαι τὰς ψυχὰς ἡμῶν, μὴ ποτὲ ὑπνώσωμεν, ἐν ἁμαρτίαις εἰς θάνατον.
 

Himno de despedida. Tono plagal del 4º 

Mediante la vigilancia en la oración y la continuidad en la realización de milagros, adquiriste tus logros como apellido; por lo tanto, intercede ante Cristo nuestro Dios, oh Padre Gregorio, para iluminar nuestras almas, para que no durmamos en pecado hacia la muerte.
 
 
 
Κοντάκιον Ἦχος β’. Τὰ ἄνω ζητῶν.
 
Θαυμάτων πολλῶν, δεξάμενος ἐνέργειαν, σημείοις φρικτοῖς, τοὺς δαίμονας ἐπτόησας, καὶ τὰς νόσους ἤλασας τῶν ἀνθρώπων, πάνσοφε Γρηγόριε· διὸ καλῇ θαυματουργός, τὴν κλῆσιν ἐξ ἔργων κομισάμενος.
 

Condaquio tono 2º. Buscando lo superior.

Como habías recibido el poder de obrar milagros, echaste las enfermedades de los hombres, oh sabio Gregorio, y con signos temerosos hiciste temblar a los demonios; por eso eres llamado Realizador de milagros, oh hombre de Dios; porque recibiste tu apellido de tus obras.





Fuentes consultadas: saint.gr, «Μεγάλο Συναξαριστή της Εκκλησίας», μήνας Νοέμβριος, τόμος 11ος, Prólogod de Ohrid de San Nicolás Velmirovic, oca.org

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