domingo, 6 de abril de 2025

Quinto Domingo de la Gran Cuaresma. Lecturas del Evangelio y Homilía.


11. Pero cuando vino Cristo, como sumo sacerdote de los bienes venideros, entró por el más amplio y más perfecto tabernáculo, el cual no está hecho por manos, es decir, no es de este mundo;

12. entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, habiendo garantizado eterna redención.

13. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y el rociado de cenizas de la becerra, santifica a los infectados, en lo que respecta a la limpieza exterior,

14. ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual, mediante el Espíritu eterno, se ofreció a sí mismo como sacrificio sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?










EVANGELIO. "La ambición de dos discípulos. Con la mirada puesta en Jerusalén". (Mc. 10, 32-45).

En aquel tiempo, tomó Jesús a sus doce discípulos y comenzó a decirles todo lo que iba a sucederle. “Escuchad”, les decía; “ahora que subimos a Jerusalén, el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, los cuales le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles*. Se mofarán de él, le azotarán, le escupirán y le matarán; y al tercer día, será resucitado”. Se acercan entonces a Jesús Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: “Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos." "¿Qué queréis que haga por vosotros?” Les preguntó él. “Cuando establezcas tu glorioso reino”, le respondieron, “concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.” Jesús entonces les dijo: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa del padecimiento que yo beberé o ser bautizados con el bautismo con que seré yo bautizado?". "Podemos", le dijeron.









Y Jesús les respondió: "La copa que yo voy a beber la beberéis, y con el bautismo de mis padecimientos seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no puedo dároslo yo, sino que será dado a aquellos para quienes ha sido preparado." Al oír esto los otros diez discípulos, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: "Sabéis que los que son considerados líderes de las naciones, ejercen absoluta autoridad sobre ellos, y sus gobernantes las oprimen. Pero entre vosotros no ha de suceder esto, sino que el que quiera ser grande entre vosotros, ha de ser vuestro servidor; y el que entre vosotros quiera ser primero, ha de ser siervo de todos. Porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida como rescate para todos."

* Gentiles. Palabra original: “εθνικοί”, [eznikí] traducido literalmente, nacionales. Es decir, los que seguían la religión de su nación, en este caso la idolatría.










HOMILÍA I. V DOMINGO DE LA CUARESMA (Mc. 10, 32-45).

"La ambición de dos discípulos. Con la mirada puesta en Jerusalén".



DICEN, Y ES CIERTO, PUESTO QUE LA SANTA ESCRITURA LO ASEGURA, que el ojo es el espejo del alma del hombre. Y en la mirada del otro puedes distinguir los sentimientos y las disposiciones que posee en el fondo dentro de él.

Los Santos Apóstoles del Señor dan el testimonio de que hubo una vez que no se atrevieron a mirar fijamente a Sus ojos. Porque había adoptado tal mirada, tan poderosa, tan terrible, tan majestuosa, que no tuvieron el coraje de mirarle atentamente.

Era entonces cuando el Señor se encontraba en Su último viaje a Jerusalén con sus discípulos. Una trayectoria que había empezado muchos meses antes desde Galilea, y tras haber pasado por muchas paradas, había llegado la última de ellas.

A lo largo de toda su duración, el Divino Maestro, a menudo llamaba junto a Él a los doce y con afecto paternal les enseñaba, les amonestaba, les iniciaba en los misterios, les introducía progresivamente en el conocimiento y revelación del misterio de la salvación de los hombres.










Y a unos kilómetros de los muros de Jerusalén, por cuarta vez ya, les habla más claramente que nunca sobre Su Pasión, Su Crucifixión y Su Resurrección. Los discípulos no comprendían (por esto algo más tarde algunos de ellos van y le piden puestos de honor junto a Él, ¡ahora que sería nombrado rey!).

Pero hay algo que no pueden pasar por alto. Y esto es la mirada de su Maestro. La por excelencia seria y majestuosa expresión que había adquirido ahora Su santo rostro, y el modo en que avanzaba hacia la ciudad asesina de profetas...

Hubo fijado su mirada al frente sin desviación, atentamente, con el ceño ligeramente fruncido, con Sus santos ojos mostrando una infinita coherencia, fuerza y alzamiento espiritual; y junto con ello un coraje inalterable y una santa ira hacia el objetivo hacia el que se dirigía.













Avanzaba hacia delante, Él sólo; aceleró sus pasos. Y los discípulos seguían sumidos en la mirada de su Maestro. Y con un temor invisible en el corazón...

El Señor caminaba con decisión hacia su Pasión, impetuoso en su deseo por derramar Su sangre gota a gota por el agapi hacia Su criatura. Un abismo de agapi, que le hacía avivar Su paso, para ir a ser crucificado. Para mí, para tí, para nosotros...





* * *




"...Y Jesús se les adelantaba; y ellos se asombraban"


No paséis por alto, chicos, esta terrible mirada. Parad un poco, acercaros a verlo, a estudiarlo. Y si sentís dentro de vosotros un temor, algo como una ligera agonía, no os asustéis. Son santos estos sentimientos. Redentores.

Es esta santa mirada de nuestro Señor que habla en nuestros corazones; en lo más profundo de nuestras almas. Y nos llama a caminar con Él.


Nos recuerda que aquí en la tierra nos encontramos nosotros también de camino. De camino no hacia una Ítaca terrenal (como la Ítaca de la Odisea de Ulises), sino hacia la celestial Jerusalén.













Y como nos encontramos de camino, no tenemos derecho a detenernos en ninguna parada terrenal intermedia, no podemos quedarnos pegados en ninguna región fangosa. Y que vuestro recorrido que no sea despreocupado, relajado, lánguido. Con pereza e indiferencia. No. Sino con mayor exigencia a nosotros mismos, con alta moral y valentía en el corazón.


Cristo se dirige hacia Jerusalén. Decididamente. No vuelve atrás Sus pasos, ni Su mirada. Y todos los Suyos, Le siguen.








Fuentes consultadas:  Textos bíblicos, del Servicio Apostólico de la Iglesia de Grecia. Homilía, del libro "Háblame, Cristo- Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos" Archim. Apóstolos J. Tsoláki. Ed. Sotir.

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