9/2/2025. DOMINGO DEL PUBLICANO Y DEL FARISEO. COMIENZO DEL TRIODIO.
Tono pl. del 4º. Evangelio de Maitines 11 (EOTHINON 11, p. 10)
APOSTOLES. (2 Timoteo 3:10-15)
10 Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia,
11 persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor.
12 Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución;
13 mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.
14 Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido;
15 y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.
EVANGELIO. (Lucas 18, 10-14)
“Parábola del fariseo y el publicano”.
10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
HOMILIA. Parábola del fariseo y el publicano. (Luc. 18, 10-14).
“La trampa de la vanagloria”.
DOS HOMBRES SUBIERON AL TEMPLO DE SALOMON A REZAR…
Así comenzó Cristo la parábola del Telonio (Publicano) y del Fariseo, la cual dirigió a algunos que siempre querían auto justificarse, y por eso menospreciaban y desconsideraban a los demás. Uno era fariseo, y el otro publicano.
El fariseo se quedó de pie en un lugar elevado y comenzó a decir de si mismo estas palabras: “Mi Dios, gracias, porque yo no soy como los demás hombres: avariciosos, ilícitos, inmorales, como este publicano de aquí”. Y dirigió una mirada y probablemente también algún gesto de menosprecio hacia él, mostrando rechazo y exclusión.
Y continuo después: “ayuno dos veces a la semana, doy un diez por ciento de lo que gano como limosna”. En el mismo momento, el publicano estaba de pie en una esquina, y tenía tanta contrición dentro de él que no se atrevía ni a levantar ni su mirada, sino que, golpeándose el pecho, decía continuamente: “ten misericordia de mí, Dios mío, y perdona a tu siervo”.
Así rezaba el uno y así el otro.
“Y ahora os digo y os aseguro, -continuó Jesús Cristo- que este publicano bajó del templo y se fue a su casa justificado ante Dios, perdonado e inocente”. Sin embargo el otro, el fariseo, que buscaba vanagloriarse a sí mismo, se fue condenado por el Dios. Porque quien se eleva a sí mismo, será humillado por y condenado por el Dios. Pero quien se humilla a si mismo será elevado y glorificado por el Dios.
“Bajó él justificado a su casa, mas no el otro"
Es el profundo deseo y típica meta del hombre, el querer parecer importante frente a los demás, con éxito y valor.
Pero normalmente, ¿cómo lo consigue esto?
Como el fariseo: alzándose a sí mismo y despreciando a los demás. Es decir, con la auto proyección y la vanagloria. Por esto busca demostrar sus capacidades y su talento corporal o espiritual, para ser aceptado por los demás y mostrase superior a ellos.
Para conseguir esta meta también puede utilizar otros modos inferiores: cuando no tienen ningún carisma, por ejemplo, los vestidos que lleva.
El mismo, en otras ocasiones –como cuando se equivoca en algo- no quiere aceptar su error y dice un montón de excusas, porque quiere parecer superior a los demás.
Y en general tiene disposición a contrariar y a condenar con la mínima al otro, teniendo como meta menospreciarle en su interior y ante los demás.
Exactamente como hacía el fariseo.
Pero la decisión del Único y Justo Dios es totalmente diferente. Quien busca auto proyectarse y vanagloriarse de este modo, al final será condenado. Al contrario, quien se humilla a sí mismo, éste será justificado y alzado por Dios.
Entonces, amigo mío, ¿entiendes qué tremenda trampa nos ponemos a nosotros mismos cuando nos auto proyectamos y nos vanagloriamos?
Del libro “Háblame, Cristo” – mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos. Archimandrita Apostolis X. Tsolaki