viernes, 29 de diciembre de 2023

San Atenodoro el Leproso, Discípulo de San Pacomio el Grande

Versos:
"Mi regalo para Atenas es un discurso, para un hombre divino que ha muerto, conviene un discurso".

El siguiente relato proviene del "Paralipomena" de San Pacomio (cap. 16):


Debemos mencionar a otro santo varón de entre los hermanos que practicó a fondo la vida de las virtudes y, en aras de la edificación, narrar algunos hechos de su vida. Este hermano de bendita memoria, siendo leproso en su cuerpo, tenía su celda separada de los hermanos. Toda su vida vivió solo de pan y sal. Solía ​​hacer una estera al día y, a menudo, cuando estaba trenzando las cuerdas que van dentro de las esteras, sus manos eran traspasadas por los juncos y cubiertas de sangre, de modo que las esteras que estaba haciendo se manchaban con su sangre. Aunque tenía tal enfermedad, nunca faltó a las asambleas de los hermanos y nunca durmió durante el día hasta su partida de esta vida. Y tenía la costumbre de recitar de memoria alguna sección de las Escrituras todas las noches antes de irse a dormir; y luego dormía hasta que se diera la señal para la asamblea nocturna.
 







                  

Un día se le acercó un hermano y vio sus manos cubiertas de sangre de esteras trenzadas, y le dijo: "Hermano, ¿por qué te esfuerzas y trabajas así cuando tienes una enfermedad así? ¿Crees que te van a acusar de holgazanería ante Dios si no trabajas? El Señor sabe que estás enfermo, y nadie con tal enfermedad ha tocado jamás el trabajo; sobre todo cuando nadie te obliga a trabajar. Nosotros alimentamos a otros, extraños y pobres; y tú que eres uno de nosotros y un hombre tan santo, no deberíamos servirte con toda el alma y con mucho gozo ". Él respondió: "Es imposible para mí no trabajar". Y el hermano le dijo: "Si le agrada, le ruego al menos que unja sus manos con aceite todas las noches para que no se canse". Escuchó al hermano y ungió sus manos como le había dicho. Pero sus manos, ablandadas, se lastimaron aún más por los juncos que lo traspasaron.








El Gran Hombre [Pacomio] vino a visitarlo a su celda y le dijo: "¿Crees, Atenodoro, que el aceite te está ayudando? ¿Quién te ha obligado a trabajar, que con el pretexto del trabajo has puesto tus esperanzas en la salud? ¿En el aceite en lugar de Dios? ¿No pudo Dios curarte? Pero proveyendo el provecho de tu alma, permitió que tuvieras esta enfermedad ". Respondió y dijo al Gran Hombre: "Padre, he pecado y conozco mi falta. Pero te ruego que ores por mí, para que Dios me perdone este pecado". Y según afirmaron los padres que estaban con él, pasó un año entero lamentándose por este acto y comiendo cada dos días.


Al principio, antes de que este hermano se sintiera demasiado abrumado por su sufrimiento, el Gran Hombre solía enviarlo a cada monasterio para dar ejemplo y fundamento a todos los hermanos por la forma en que soportaba agradecido el doloroso * sufrimiento de su enfermedad.




Fuentes consultadas: synaxarion.gr, johnsanidopoulos.com


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