Versos: "Dejaste atrás esta vida en la vejez de buena manera, y Benjamín se unió a los buenos".
Por el obispo Palladius
Y también había en la montaña de Nitria un hombre maravilloso que se llamaba Benjamín, que alcanzó un alto estado de perfección en la vida ascética, porque había ayunado y trabajado durante ochenta años. Ahora se le consideraba digno del don del oficio de médico, y de cada herida sobre la que ponía la mano, y que Cristo bendijo o le dio el poder de curar, inmediatamente todo dolor desaparecía.
Y este hombre, que era digno de tal regalo, acumuló agua en su cuerpo durante ocho meses antes de su muerte, y estaba tan hinchado que bien podría haber sido llamado un segundo Job. Y Dioscurus nos llevó, es decir, al bendito Orígenes y a mí mismo, y nos dijo: "Venid y ved a un nuevo Job, que mientras sufre de una enfermedad del cuerpo tan grave como esta, cura a otros". Y Benjamín dio gracias por su aflicción sin medida, y glorificaba a Dios continuamente, y su alma se regocijaba y se agradaba en la esperanza que tenía para los santos.
Ahora, cuando fuimos y vimos la hinchazón de su cuerpo, descubrimos que se había vuelto tan grande que un hombre no podía rodear uno de sus dedos con toda su mano; y al no poder ver una aflicción tan terrible a través de la enfermedad, apartamos la vista. Entonces el bendito Benjamín nos dijo: “Hijos míos, oren para que el hombre interior no recoja agua. Incluso cuando este mi cuerpo estaba sano, de ninguna manera me ayudó, y ahora que está enfermo, de ninguna manera me obstaculiza”.
Ahora bien, durante los últimos ocho meses de su enfermedad le hicieron una silla ancha, y en ella se sentaba siempre, porque no podía acostarse en la cama por la necesidad de su barriga y de los demás miembros de su cuerpo. Y mientras él mismo vivía en tal sufrimiento, a través de toda su aflicción estaba sanando a otros, y es por esta razón que me veo obligado a narrarles acerca de la aflicción de este justo, para que cuando una aflicción como esta le suceda a los justos, no podamos considerar que el asunto sea difícil. Ahora, cuando este bendito hombre murió, se tuvo que quitar todo el marco de la entrada para que pudieran sacar su cuerpo de su celda, porque su cuerpo era realmente muy grande.
Dichos de Abba Benjamin, del "Paraíso de los Santos Padres", Cap. 12
1. Abba Benjamín dijo: "Cuando regresamos a Scetis, una vez terminada la cosecha, como pago nos trajeron a cada uno una vasija de yeso que contenía medio litro de aceite de Alejandría. Cuando llegó el tiempo de la cosecha, los hermanos trajeron lo que quedaba a la iglesia. Por mi parte, no había abierto mi vasija sino que había tomado un poco atravesándola con un estilete, imaginando en mi corazón que había logrado algo espléndido. Pero cuando los hermanos trajeron sus vasijas de yeso como estaban mientras la mía fue traspasado, me avergoncé como si hubiera cometido fornicación ".
2. Abba Benjamín, sacerdote de las Celdas, dijo: "Un día en Scetis fuimos a ver a un anciano, con la intención de llevarle un poco de aceite, pero nos dijo: 'Miren la vasija que me trajeron hace tres años; se ha quedado allí donde la pusieron. Ante estas palabras, nos maravillamos de la virtud del anciano ".
3. El mismo abba dijo: “Fuimos a ver a otro anciano que nos detuvo para comer y nos ofreció aceite de rábano picante. Le dijimos: 'Padre, danos un poco de aceite bueno'. Ante estas palabras se santiguó y dijo: 'No sabía que hubiera otro tipo' ".
4. Mientras agonizaba, el abba Benjamín dijo a sus hijos: "Si observan lo siguiente, pueden ser salvos: Estén gozosos en todo momento, oren sin cesar y den gracias por todas las cosas'".
5. El abba Benjamín dijo a sus discípulos: "Caminen por el camino real y cuenten las millas, y no se desanimen".
Fuentes consultadas: agiologia.wordpress.com, johnsanidopoulos.com, Αγίου Νικοδήμου Αγιορείτου Συναξαριστής των δώδεκα μηνών του ενιαυτού