Nuestra Santa Madre era hija de padres piadosos y distinguidos de la antigua provincia de Eno de Tracia. Como una doncella atractiva y bien educada, sus padres organizaron su matrimonio cuando ella fue mayor de edad.
Con su esposo legal, Sofía dio a luz a seis hijos. Aunque vivía en medio de preocupaciones y conmociones seculares, no era una amante del mundo que buscaba las apariencias externas. Su conducta en la vida reveló que las preocupaciones diarias no tienen que restringir el deseo de complacer al Señor; se pueden cumplir los mandamientos y practicar acciones y virtudes amadas por Dios. Nunca dejó de reunir virtudes como una abeja de los prados divinos. La bendita mujer nunca estuvo ausente de los servicios de la iglesia y su hogar era su santuario donde hacía vigilias de oración todas las noches.
Finalmente, todos sus hijos y su esposo murieron cuando se produjo una plaga. Debido a su amor, una resistente Sofía que combinaba una virtud ascética y cívica, se convirtió en la madre de los huérfanos y asistió cuidadosamente a las viudas. Su hogar, una vez vacío, se convirtió en un refugio para los desfavorecidos y sin hogar a quienes servía abundantemente. En veinte años, ella adoptaría más de cien niños a quienes criaría en el amor y la enseñanza del Señor.
Con su esposo legal, Sofía dio a luz a seis hijos. Aunque vivía en medio de preocupaciones y conmociones seculares, no era una amante del mundo que buscaba las apariencias externas. Su conducta en la vida reveló que las preocupaciones diarias no tienen que restringir el deseo de complacer al Señor; se pueden cumplir los mandamientos y practicar acciones y virtudes amadas por Dios. Nunca dejó de reunir virtudes como una abeja de los prados divinos. La bendita mujer nunca estuvo ausente de los servicios de la iglesia y su hogar era su santuario donde hacía vigilias de oración todas las noches.
Finalmente, todos sus hijos y su esposo murieron cuando se produjo una plaga. Debido a su amor, una resistente Sofía que combinaba una virtud ascética y cívica, se convirtió en la madre de los huérfanos y asistió cuidadosamente a las viudas. Su hogar, una vez vacío, se convirtió en un refugio para los desfavorecidos y sin hogar a quienes servía abundantemente. En veinte años, ella adoptaría más de cien niños a quienes criaría en el amor y la enseñanza del Señor.
Prefiriendo dar en lugar de recibir, distribuyó su abundancia entre los pobres y los necesitados. Su limosna sin límites siempre se hacía alegre y generosamente. La tres veces bendecida consideraba que era mejor privarse que dejar que los pobres salieran de su casa con las manos vacías.
Su riguroso estilo de vida era ascético. Las lágrimas siempre llenaban sus ojos. Los Salmos de David siempre estaban en sus labios, y ella nunca se detuvo o fue negligente al decir sus oraciones. Su comida consistía en pan seco y agua corriente. En su humildad sin medida y su espíritu modesto, se consideraba la menos valiosa.
Debido a su vida agradable a Dios, Sofía fue considerada digna del siguiente paradójico milagro. La mujer santa, especialmente marcada por la gracia de la hospitalidad, tenía una jarra llena de vino de la que servía a los pobres. No importa cuánto vino repartiese Sofía entre los necesitados, la jarra permanecía siempre llena. La Venerable Sofía no compartió este misterio con nadie. Sin embargo, un día, ella deseó proclamar este milagro excepcional de Dios, y reveló el secreto a un pariente.
Al revelar el misterio de la jarra de la que siempre salía vino, descubrió que ya no estaba llena, sino que fue disminuyendo con el uso hasta que estuvo vacía. Esta consecuencia entristeció a Sofía con todo su corazón. Ella razonó dentro de sí misma que era considerada indigna del regalo de Dios. Sin embargo, Sofía no se enojó. En cambio, ideó nuevas pruebas de resistencia aumentando sus labores ascéticas. Sin embargo, después de mortificar la carne por su estricta disciplina y régimen, desarrolló dificultades en su respiración.
Tenaz e ingeniosa hasta el final, Sofía continuó esforzándose en medio de sus otras responsabilidades, sin permitir que las distracciones terrenales la llevaran fuera del camino de la virtud. Sus años de trabajos austeros y humanitarios para el Señor, conocidos en todo el imperio, fueron treinta y cuatro. Un año antes de su reposo piadoso en el Señor, a la edad de cincuenta y tres años, Sofía se hizo monja. Aunque nuestra santa Madre Sofía dejó un recuerdo que floreció entre todos los que ayudó, y que es inextinguible entre los coros de los santos, es suficiente para beneficiar a aquellos que desean aprender con su ejemplo.
Tenaz e ingeniosa hasta el final, Sofía continuó esforzándose en medio de sus otras responsabilidades, sin permitir que las distracciones terrenales la llevaran fuera del camino de la virtud. Sus años de trabajos austeros y humanitarios para el Señor, conocidos en todo el imperio, fueron treinta y cuatro. Un año antes de su reposo piadoso en el Señor, a la edad de cincuenta y tres años, Sofía se hizo monja. Aunque nuestra santa Madre Sofía dejó un recuerdo que floreció entre todos los que ayudó, y que es inextinguible entre los coros de los santos, es suficiente para beneficiar a aquellos que desean aprender con su ejemplo.
Fuentes consultadas: johnsanidopoulos.com, synaxarion.gr., es.wikipedia.org