"Solo en la tierra fuiste llamado Hombre de Dios, que tú solo llevaste de nuevo al Padre celestial".
El día diecisiete, Alejo fue tomado por la muerte.
El Osio o Venerable Santo Alejo o Alexio (del gr. "Αλέξιος", [Aléxios])* nació en Roma durante los años de los emperadores Arcadio (395-408 d.C.) y Honorio (395- 423 d.C.).
Su mujer se llamaba Aglaís y no tenían hijos. En su petición por tener uno, Dios les escuchó y les regaló un niño. Éste creció y recibió una educación adecuada, se hizo muy sabio y enseñaba las cosas divinas.
Viaje aproximado de San Alejo. De Roma a Laodicea (actual Lataquia, Siria), y de allí a Edesa de Mesopotamia (actual Sanliurfa, Turquía). |
Nada más entender el venerable que se hizo conocido allí, se fue en oculto y pensó en viajar a Tarso, al templo del Apóstol San Pablo, donde allí sería desconocido.
Sin embargo la Divina Providencia tenía otros planes, porque un fuerte viento atrapó el barco, trasladándolo hasta Roma. Saliendo del mismo, entendió que el Señor quería que Alexios regresase a su casa. Cuando encontró a su padre, quien no reconoció a su hijo, le pidió que tuviese misericordia de él y le diese de comer de las sobras de sus mesas. Con muy buena disposición su padre aceptó ayudarle, y de hecho le ofreció un servidor para que le ayudase.
Un Domingo, cuando el Arzobispo Inocencio realizaba la Divina Liturgia, se escuchó una voz desde dentro del iconostasio (desde la prótesis) que llamaba a los participantes a buscar al "hombre de Dios".
San Alejo, el hombre de Dios (Siglo V)
De las Vidas de los Santos de A. Butler (celebrado el 17 de Julio)
Elogio: "En Roma, en la basílica situada en el monte Aventino, se celebra con el nombre de Alejo a un hombre de Dios que, como cuenta la tradición, abandonó su opulenta casa para vivir como un pobre, mendigando limosna".
Se cuenta que a principios del siglo V, vivía en Edesa de Siria un mendigo a quien el pueblo veneraba como a un santo. Después de su muerte, un autor anónimo escribió su biografía. Como ignoraba el nombre del mendigo, le llamó simplemente «el hombre de Dios».
Según ese documento, el hombre de Dios vivió en la
época del obispo Rábula, quien murió el año 436. El mendigo compartía con otros
miserables las limosnas que recogía a las puertas de las iglesias y se
contentaba con lo que sus compañeros le dejaban. A su muerte, fue sepultado en
la fosa común. Pero antes de morir, reveló a un enfermero del hospital, que él
era el único hijo de un noble romano. Cuando el obispo se enteró del caso,
mandó exhumar el cadáver, pero no se encontraron más que los andrajos del
hombre de Dios y ningún cadáver. La fama del suceso se extendió rápidamente.
Antes del siglo IX, se había dado en Grecia el nombre de Alejo al hombre de Dios, y san José el Himnógrafo (+ 833) dejó escrita en un «kanon» la leyenda, adornada, naturalmente, con numerosos detalles.
Aunque se tributaba ya cierto culto al santo en España, la devoción a san Alejo se popularizó en Occidente gracias a la actividad de un obispo de Damasco, Sergio, desterrado a Roma a fines del siglo X. Dicho obispo estableció en la iglesia de San Bonifacio del Aventino un monasterio de monjes griegos, y nombró a san Alejo copatrono de la iglesia. Como se decía que san Alejo era romano, el pueblo adoptó pronto la leyenda y, desde entonces, el santo ha sido muy popular.
Se cuenta que en el siglo XII la leyenda de san Alejo ejerció profunda influencia sobre el hereje Pedro Waldo. En el siglo XV, los «Hermanos de San Alejo» le eligieron por patrono y, en 1817, la congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María le nombró patrono secundario. También en el Oriente le profesa el pueblo gran devoción y aun le llama «el hombre de Dios».
La leyenda de este predecesor de san José Benito Labre, que tiene también cierto parecido con san Juan Calibites, puede resumirse así, por lo menos tal como circula en Occidente: san Alejo era el hijo único del rico senador romano Eufeimo y de su esposa Aglaé. Nació y pasó su juventud en Roma, en el siglo V. Sus padres le enseñaron, con el ejemplo, que las riquezas que se reparten entre los pobres constituyen un tesoro en el cielo y un tesoro colmado y desbordante. Así pues, Alejo socorría desde niño a cuantos necesitados encontraba, considerándolos como benefactores por el hecho de recibir su ayuda. Temiendo que una vida de honores le distrajese del fin principal de la existencia, Alejo determinó renunciar a todas las cosas y retirarse del mundo.
Por dar gusto a sus padres se casó con una rica joven, pero el mismo día del matrimonio partió de Roma, con el consentimiento de su esposa. Disfrazado de mendigo, llegó hasta Siria, donde vivió en extrema pobreza en una miserable casucha contigua a la iglesia de la Madre de Dios, en Edesa. Así pasó diecisiete años, hasta que una imagen de la Santísima Virgen habló para revelar al pueblo la santidad de su siervo, a quien calificó de «el hombre de Dios». Entonces, san Alejo huyó nuevamente a Roma para escapar a los honores. Su padre no le reconoció, pero le recibió como criado y le permitió habitar en una covacha. debajo de la escalera. Así vivió Alejo otros diecisiete años en la casa de su madre, soportando con paciencia y en silencio que le tratasen como criado. Después de su muerte, se encontró un escrito en el que revelaba su verdadera identidad y relataba su vida.
Algunos de los caminos extraordinarios que el Espíritu Santo emplea para santificar a ciertos privilegiados son más admirables que imitables. Pero la vida del santo es también un ejemplo excelente de la manera como una leyenda crece y se deforma con el tiempo. Fijémonos simplemente en ciertos puntos: por ejemplo, la fuga de Alejo el día mismo del matrimonio es un incidente muy común en los anales hagiográficos. Evidentemente, un hombre sensato que no quiera casarse, no espera hasta el día del matrimonio para huir; pero, naturalmente, el dato de que aguarde hasta el día del matrimonio impresiona más la imaginación popular.
Otro ejemplo: la imagen que revela al pueblo la santidad del hombre de Dios, ofrece al hagiógrafo un pretexto edificante para hacer volver al personaje a su país natal.Aunque en 1217 se encontraron unas reliquias en la iglesia de San Bonifacio, en Roma, lo único cierto que sabemos sobre San Alejo es que vivió (si es que existió), murió y fue sepultado en Edesa. Ningún martirologio antiguo y ningún libro litúrgico romano menciona el nombre de san Alejo, el cual, según parece, era desconocido en la Ciudad Eterna hasta el año 972.
No hubo nunca ninguna aprobación oficial del culto, sin embargo, la inclusión en la última edición del Martirologio Romano puede tomarse como un cierto aval.
San Alejo es considerado patrono de los peregrinos, mendigos, vagabundos y enfermos; protector en terremotos, rayos y tormentas, y contra la peste y la pestilencia.
* Su nombre en español es Alejo, según su traducción del griego Alexios, en latín Alexius, en inglés Alexis, en italiano Alessio.
*** Las reliquias del Santo fueron descubiertas en el año 1216, manteniéndose en la Iglesia de San Bonifacio. Más tarde, algunas partes de sus reliquias, como el cráneo de San Alexio, fueron entregadas por el emperador romano Manuel Palaiologos al Monasterio de Lavra en Kalávrita.
Ἐκ ῥίζης ἐβλάστησας, περιφανοῦς καί κλεινῆς, ἐκ πόλεως ἤνθησας, βασιλικῆς καί λαμπρᾶς, Ἀλέξιε πάνσοφε· πάντων δ᾽ ὑπερφρονήσας, ὡς φθαρτῶν καί ῥεόντων, ἔσπευσας συναφθῆναι, τῷ Χριστῷ καί Δεσπότῃ. Αὐτόν οὖν ἐκδυσώπει ἀεί, ὑπέρ τῶν ψυχῶν ἡμῶν.
Apolitiquio tono 4º. Rápidamente se adelantó.
Aunque brotaste de una raíz reconocida y notable, y floreciste de una ciudad famosa por su gran dignidad imperial, despreciaste todas las cosas como corruptibles y fugaces, esforzándote por unirte a Cristo tu Maestro para siempre. Ruégale, muy sabio Alexios, fervientemente por nuestras almas.
Ἀλεξίου σήμερον τοῦ πανολβίου, ἑορτήν τήν πάνσεπτον, ἐπιτελοῦντες εὐσεβῶς, αὐτόν ὑμνήσωμεν λέγοντες· χαίροις Ὁσίων τερπνόν ἐγκαλλώπισμα.
Condaquio tono 4º ("Prosomio" o similar a:"Ἐπεφάνης σήμερον", [Epefánis símeron], "Hoy te has mostrado")