viernes, 19 de enero de 2024

Santos Macario de Egipto el Anacoreta y Macario de Alejandría el Ciudadano

Versos:
"La pareja de Macarios tuvo una muerte divina, participando en la vida más bendita". 
El diecinueve, los Macarios obtuvieron la tierra bendita.

 
VIDA Y LOGOS * DE SAN MACARIO DE EGIPTO EL ANACORETA 

Vida

Macario (Makarios) el Grande (el egipcio), nacido c. 300 d.C., era un antiguo camellero que comerciaba con nitro. Fue uno de los pioneros de Scetis. Fue ordenado sacerdote y vivió como anacoreta en un pueblo hasta que lo culparon falsamente del embarazo de una niña allí; cuando fue absuelto, fue a Scetis. Como muchos de los primeros monjes, viajó y no se fijó en ningún lugar, como muestran estas historias. Casiano dijo de él que fue el primero que encontró una manera de habitar el desierto de Scetis. Fue muy influenciado por Antonio el Grande y lo visitó al menos dos veces. Reposó en el año 390 d.C.



Logos 

1. Abba Macario decía esto sobre sí mismo: -Cuando yo era joven y vivía en una celda en Egipto, me llevaron para hacerme clérigo en el pueblo. Como no quise recibir esta dignidad, huí a otro lugar. Entonces se unió a mí un laico devoto; vendía mi trabajo manual por mí y me servía. Ahora bien, sucedió que una virgen en el pueblo, bajo el peso de la tentación, pecó. Cuando quedó embarazada, le preguntaron quién tenía la culpa. Ella dijo: -El anacoreta-. Luego vinieron a agarrarme, me llevaron al pueblo y me colgaron del cuello ollas negras de hollín y otras cosas y me llevaron por el pueblo en todas direcciones, golpeándome y diciendo: -Este monje ha profanado a nuestra virgen, atrápenlo. Me atraparon y  golpearon casi hasta la muerte. Entonces vino uno de los ancianos y dijo: -¿Qué estás haciendo, cuánto tiempo seguirás golpeando a este extraño monje?- El hombre que me servía iba detrás de mí lleno de vergüenza, porque también a él lo cubrían de injurias, diciendo: -Mira a este anacoreta, por quien fuiste fiador; ¿qué ha hecho?- Los padres de la niña dijeron: -No lo dejes ir hasta que haya dado una promesa de que la guardará-. Hablé con mi el que me servía y él respondió por mí. Yendo a mi celda, le di todas las canastas que tenía, diciendo: -Véndelas y dale de comer a mi esposa-. Entonces me dije a mí mismo: -Macario, has encontrado una esposa; debes trabajar un poco más para conservarla. Así que trabajé día y noche y le envié mi trabajo. Pero cuando le llegó el tiempo de dar a luz a la desgraciada, estuvo muchos días de parto sin dar a luz, y le dijeron: ¿Qué te pasa? Ella dijo: -Sé lo que es, es porque calumní al anacoreta, y lo acusé injustamente; no es él quien tiene la culpa, sino tal o cual joven-. Entonces el hombre que me servía vino a mí lleno de alegría y dijo: -La virgen no pudo dar a luz hasta que dijo: 'El anacoreta no tuvo nada que ver con esto, pero he mentido acerca de él'. Todo el pueblo quiere venir aquí. solemnemente y hacer penitencia delante de ti.- Pero cuando escuché esto, por temor a que la gente me molestara, me levanté y huí aquí a Scetis. Esa es la razón original por la que vine aquí.
 
 









2. Un día Macario el egipcio fue de Scetis a la montaña de Nitria para la ofrenda de Abba Pambo. Los ancianos le dijeron: -Padre, di una palabra a los hermanos-. Él dijo: -Todavía no me he convertido en monje, pero he visto monjes-. Un día, cuando estaba sentado en mi celda, mis pensamientos me inquietaban y me sugerían que debería ir al desierto y ver lo que podía ver allí. Permanecí durante cinco años, luchando contra este pensamiento, diciendo, tal vez viene de los demonios. Pero como el pensamiento persistía, partí para el desierto. Allí encontré un pequeño oasis una isla en medio, y los animales del desierto venían a beber allí. En medio de estos animales vi a dos hombres desnudos, y mi cuerpo tembló, porque creí que eran espíritus. Al verme temblar, me dijeron: -No temas, que somos hombres-. Entonces les dije: ¿De dónde sois, y cómo habéis llegado a este desierto? Dijeron: -Venimos de un monasterio y habiendo acordado juntos, vinimos aquí hace cuarenta años. Uno de nosotros es egipcio y el otro libio-. Me interrogaron y me preguntaron: -¿Cómo está el mundo? ¿Está subiendo el agua a su debido tiempo? ¿Está el mundo disfrutando de la prosperidad? Respondí que sí, luego les pregunté: -¿Cómo puedo convertirme en monje?- Me dijeron: -Si no renuncias a todo lo que hay en el mundo, no puedes convertirte en monje-. Yo les dije: -Pero yo soy débil y no puedo hacer lo que ustedes hacen-. Entonces me dijeron: -Si no puedes llegar a ser como nosotros, siéntate en tu celda y llora por tus pecados-. Les pregunté: -Cuando llega el invierno, ¿no se congelan? ¿Y cuando llega el calor, vuestros cuerpos no arden? Ellos dijeron: -Es Dios quien ha hecho esta forma de vida para nosotros. No nos congelamos en invierno, y el verano no nos hace daño. Por eso dije que todavía no me he convertido en monje, pero he visto monjes-.
 







 
 
3. Cuando Abba Macario habitaba en el gran desierto, él era el único que vivía como anacoreta, pero más abajo había otro desierto donde habitaban varios hermanos. El anciano estaba inspeccionando el camino cuando vio que Satanás se acercaba en forma de hombre y pasó por su morada. Parecía llevar una especie de prenda de algodón, llena de agujeros, y de cada agujero colgaba un pequeño frasco. El anciano le dijo, -¿A dónde vas?-  Él dijo: -Voy a remover la memoria de los hermanos-. El anciano dijo: -¿Y cuál es el propósito de estos frascos pequeños?- Él respondió: -Estoy llevando comida para que los hermanos prueben-. El anciano dijo: -¿Todas esas clases?- Él respondió: -Sí, porque si a un hermano no le gusta una comida, le ofrezco otra, y si no le gusta más la segunda, le ofrezco una tercera. ; y de todas estas variedades le gustará al menos una? Con estas palabras partió. El anciano se quedó mirando el camino hasta que lo vio regresar de nuevo. Cuando el anciano lo vio, le dijo: -Buena salud para ti- El otro respondió: -¿Cómo puedo tener buena salud?- El anciano le preguntó qué quería decir, y él respondió: -Porque todos se me opusieron y nadie me recibió.- El anciano dijo: -Ah, ¿no encontraste amigos allá abajo?- Él respondió: -Sí, tengo un monje allá abajo que es un amigo. Él al menos me obedece y cuando me ve cambia como el viento-. El anciano le preguntó el nombre de este monje. -Teopemto-, respondió. Con estas palabras se fue. Entonces Abba Macario se levantó y fue al desierto debajo del suyo. Cuando lo supieron los hermanos tomaron ramas de palma para ir a su encuentro. Cada uno se preparó, pensando que era a ellos a quien bajaba el anciano. Pero él preguntó cuál era el de la montaña llamado Teopempto, y cuando lo supo fue a su celda. Teopempto lo recibió con alegría. Cuando estuvo solo con él, el anciano le preguntó: -¿Cómo te va?- Teopempto respondió: -Gracias a tus oraciones, todo va bien-. El anciano preguntó: -¿Tus pensamientos no te hacen la guerra?- respondió: -Hasta ahora, todo está bien-, porque tenía miedo de admitir cualquier cosa. El anciano le dijo: -Mira cuántos años he vivido como un asceta, y soy alabado por todos, y aunque soy viejo, el espíritu de fornicación me perturba-. Teopento dijo: -Créeme, Abba, es lo mismo conmigo.- El anciano siguió admitiendo que otros pensamientos aún luchaban contra él, hasta que lo llevó a admitirlos acerca de sí mismo. Entonces él dijo: -¿Cómo ayunas?- Él respondió: -Hasta la hora novena-.  
-Practica el ayuno hasta un poco más tarde; medita en el Evangelio y en las demás Escrituras, y si surge en ti un pensamiento extraño, no lo mires nunca, sino siempre mira hacia arriba, y el Señor vendrá en seguida en tu ayuda.- Cuando hubo dado al hermano esta regla, el anciano entonces volvió a su soledad. Estaba otra vez mirando el camino cuando vio al diablo, a quien le dijo: -¿Adónde vas esta vez?-. Él respondió: Á despertar la memoria de los hermanos-, y se fue. Cuando volvió, el santo le preguntó: -¿Cómo están los hermanos?- Respondió que le había ido mal. El anciano le preguntó por qué. Él respondió: -Todos son obstinados, y lo peor es que el único amigo que tenía que solía obedecerme. No sé qué lo ha cambiado, pero no sólo ya no me obedece, sino que se ha convertido en el más obstinado de todos. Así que me he prometido no volver a bajar allí, al menos no por un tiempo. Dicho esto, se fue dejando al anciano.

4. Un día Abba Macario el Grande llegó a la morada de Abba Antonio en la montaña. Cuando llamó a la puerta, Antonio salió y le dijo: -¿Quién eres?- Él respondió: -Soy Macario-. Entonces Antonio entró y cerró la puerta dejándolo allí fuera. Más tarde, viendo su paciencia, abrió la puerta y recibió a Macario con alegría, diciéndole: -Hace mucho que quería verte, habiendo oído hablar de ti-. Le rindió todos los deberes de hospitalidad y lo hizo descansar, porque estaba muy cansado. Cuando llegó la noche, Abba Antonio remojó algunas hojas de palma para sí mismo, y Abba Macario le dijo: -Permíteme remojar algunas para mí-. Él respondió: -Hazlo-. Habiendo hecho un gran paquete, las empapó. Luego, sentándose al anochecer, hablaban de la salvación del alma, mientras trenzaban las hojas. La cuerda que estaba haciendo Macario colgaba por la ventana de la cueva. Al entrar temprano, Antonio vio la longitud de la cuerda de Abba Macario y dijo: -Gran poder sale de estas manos-.
 

5. Con respecto a la devastación de Scetis, Abba Macario dijo a los hermanos: -Cuando vean una celda construida cerca del pantano, sepan que la devastación de Scetis está cerca; cuando veáis árboles, sabed que está a las puertas; y cuando veáis niños, tomad vuestras pieles de oveja y marchaos.
 
 










6. De nuevo, queriendo consolar a los hermanos, dijo: -Vino aquí una madre con su hijito que tenía demonio, y dijo a su madre: -Levántate, mujer, vámonos de aquí-. Ella respondió: -No puedo caminar más-, y el niño pequeño le dijo: 
-Yo mismo te cargaré-. Me asombré de los trucos del diablo y de lo ansioso que estaba por hacerlos huir.

7. Abba Sisoes dijo: -Cuando estaba en Scetis con Macario, subimos siete de nosotros para recoger la cosecha. Ahora una viuda gritaba detrás de nosotros y no dejaba de llorar. Entonces o el anciano llamó al dueño del campo y le dijo: -¿Qué le pasa a la mujer que sigue llorando?-. -Es porque su esposo recibió un depósito en fideicomiso de alguien y murió repentinamente sin decir dónde lo había escondido, y el dueño del yacimiento quiere tomarla a ella y a sus hijos y hacerlos esclavos.- El anciano le dijo: -Dile que venga a nosotros cuando descansemos al mediodía-. Llegó la mujer y el anciano le dijo: -¿Por qué lloras todo el tiempo así?-. Ella respondió: -Mi esposo, que había recibido un depósito en fideicomiso de alguien, ha muerto y no dijo dónde lo había puesto-. El anciano le dijo: -Ven, muéstrame dónde lo enterraste-. Tomando a los hermanos con él, se fue con ella. Cuando llegaron al lugar, el anciano le dijo: -Vete a tu casa-. Mientras los hermanos oraban, el anciano preguntó al muerto: -Fulano, ¿dónde has puesto el depósito?-. El cadáver respondió: -Está escondido en la casa, al pie de la cama-. El anciano dijo: -Descansa de nuevo, hasta el Día de la Resurrección-. Al ver esto, los hermanos se llenaron de miedo y se arrojaron a sus pies. Pero el anciano les dijo: -No es por mí que esto ha sucedido, porque yo soy nada, sino por la viuda y los huérfanos que Dios ha hecho este milagro. Esto es lo notable, que Dios quiere que el alma esté sin pecado y le concede todo lo que pide-. Fue a decirle a la viuda dónde estaba el depósito. Tomándolo, se lo devolvió a su dueño y así liberó a sus hijos. Todos los que escucharon esta historia dieron gloria a Dios.

8. Abba Pedro dijo esto acerca del santo Macario: -Un día llegó a la celda de un anacoreta que estaba enfermo y le preguntó si quería llevar algo de comer, aunque su celda estaba vacía. Cuando el otro respondió: -Algo de helado-, ese valiente hombre no dudó, sino que fue hasta Alejandría a buscar un poco para el enfermo. Lo sorprendente es que nadie lo supo.

9. También dijo que cuando Abba Macario recibía a todos los hermanos con sencillez, algunos de ellos le preguntaron por qué se mezclaba así con ellos. Él respondió: -Durante doce años serví al Señor, para que me concediera este regalo, ¿y todos ustedes me aconsejan que lo deje?-
 
 










10. Decían acerca de Abba Macario que cuando visitaba a los hermanos se imponía esta regla: Si hay vino, bebe un poco por el bien de los hermanos, pero por cada copa de vino, pasa un día sin beber agua. Los hermanos le ofrecían algún refrigerio, y el anciano lo aceptaba gozoso para mortificarse; pero cuando su discípulo se enteró de esto, dijo a los hermanos: -En el nombre de Dios, no le ofrezcan más, o irá y se matará en su celda, no le ofrezcan más vino-.

11. Cuando Abba Macario volvía un día del pantano a su celda llevando unas hojas de palmera, se encontró con el diablo en el camino con una guadaña. Este último lo golpeó tanto como quiso, pero en vano, y le dijo: -¿Cuál es tu poder, Macario, que me hace impotente contra ti? Todo lo que haces, lo hago yo también; tú ayunas, yo también; tú velas, y yo no duermo nada; en una sola cosa me vences-. Abba Macarius preguntó qué era eso. Él dijo: -Tu humildad. Por eso no puedo hacer nada contra ti-.

12. Algunos Padres preguntaron a Abba Macario el egipcio: -¿Por qué, ya sea que comas o ayunes, tu cuerpo está siempre demacrado?- El anciano les dijo: -El poco de madera que se usa para pinchar el las ramas de la vid cuando están ardiendo terminan siendo totalmente quemadas por el fuego; del mismo modo, el hombre purifica su alma en el temor de Dios, y el temor de Dios quema su cuerpo.

13. Un día Abba Macario subió de Scetis a Terenuthis y entró en el templo para dormir. Ahora había algunos viejos ataúdes de los paganos allí. Tomando uno, lo puso debajo de su cabeza como una almohada. Los demonios, al ver su atrevimiento, se llenaron de celos y para asustarlo le gritaron, como si se dirigieran a una mujer: -Tal y tal, ven a bañarte con nosotros-. Otro diablo respondió debajo de él, como entre los muertos: -Tengo un extraño encima de mí, y no puedo ir.- Pero el anciano no tenía miedo. Al contrario, golpeó el ataúd con seguridad, diciendo: -Despierta, y vete a la oscuridad, si puedes-. Al oír esto, los demonios comenzaron a gritar con todas sus fuerzas: -Nos has vencido. Llenos de confusión, huyeron.

14. Se decía de Abba Macario el egipcio que un día, cuando subía de Scetis con una carga de cestas, se sentó, vencido por el cansancio, y comenzó a decirse a sí mismo: -Dios mío, tú sabes muy bien que yo no puede ir más lejos-, e inmediatamente se encontró en el río.

15. Un hombre de Egipto tenía un hijo paralítico. Lo llevó a la celda de Abba Macario, lo dejó llorando a la puerta y se alejó bastante. El anciano se agachó y vio al niño, y le dijo: -¿Quién te trajo aquí?- Él respondió: -Mi padre me tiró aquí abajo y se fue-. Entonces el anciano le dijo: -Levántate y vuelve con él-. El niño se curó en el acto; se levantó y se reunió con su padre y regresaron a su propia casa.

16. Abba Macario el Grande dijo a los hermanos en Scetis? cuando despidió a la asamblea: -Huid, hermanos míos-. Uno de los ancianos le preguntó: -¿Adónde podríamos huir más allá de este desierto?- Se llevó el dedo a los labios y dijo: -Huid de eso-, y se fue. a su celda, cerró la puerta y se sentó.

17. El mismo Abba Macario dijo: -Si reprendes a alguien, tú mismo te dejas llevar por la ira y estás satisfaciendo tu propia pasión; no te pierdas, por tanto, para salvar a otro-.

18. El mismo Abba Macario mientras estaba en Egipto descubrió a un hombre que poseía una bestia de carga dedicada a saquear los bienes de Macario. Entonces se acercó al ladrón como si fuera un extraño y lo ayudó a cargar el animal. Lo despidió con gran paz de alma, diciendo: "Nosotros no hemos traído nada a este mundo, y nada podemos sacar del mundo' (1 Tim. 6.7) 'El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor." (Job 1.2 1)

19. Se le preguntó a Abba Macario: -¿Cómo se debe orar?- El anciano dijo: -No hay necesidad en absoluto de hacer largos discursos; basta con extender las manos y decir: -Señor, como quieras y como sepas, ten piedad-. Y si el conflicto se vuelve más feroz di: -¡Señor, ayúdame! Él sabe muy bien lo que necesitamos y nos muestra su misericordia-.

20. Abba Macario dijo: -Si la calumnia se ha convertido para ti en alabanza, la pobreza en riqueza, la privación en abundancia, no morirás-. De hecho, es imposible para cualquiera que cree firmemente, que trabaja con devoción, caer en la impureza de las pasiones y ser descarriado por los demonios.
 
 










21. Se decía que dos hermanos de Scetis habían caído en pecado y que Abba Macario de Alejandría los había excomulgado. Vinieron unos hermanos y se lo dijeron a Abba Macario el Grande de Egipto. Él dijo: -No son los hermanos los que están excomulgados; es Macario (porque lo amaba)-. Al enterarse de que el anciano lo había excomulgado, Abba Macario huyó al pantano. Entonces salió Abba Macario el Grande y lo encontró devorado por los mosquitos. Él le dijo: -Así que has excomulgado a algunos hermanos; y sin embargo viven separados en el pueblo. Yo mismo te he excomulgado y, como una hermosa muchacha en la más absoluta intimidad de su cámara, has huido aquí. He llamado a los dos hermanos, y he sabido por ellos lo que 44 pasó, y les he dicho que no ha pasado nada. Examínate, pues, hermano mío, y mira si no has sido el juguete de los demonios, porque te ha faltado percepción en este asunto. Pero arrepiéntete de tu culpa-. Entonces el otro le pidió: -Por favor, dame una penitencia. Ante su humildad, el anciano dijo: -Ve, ayuna durante tres semanas, comiendo solo una vez a la semana-. Porque era su costumbre ayunar durante toda la semana.

 

22. Abba Moisés dijo a Abba Macario en Scetis: -Quisiera vivir en oración silenciosa y los hermanos no me dejan-. Abba Macario le dijo: -Veo que eres un hombre sensible e incapaz de enviar a un hermano lejos. Pues si quieres vivir en paz, vete al desierto interior, a Petra, y allí estarás en paz-. Y así encontró la paz.

 

23. Un hermano vino a ver a Abba Macario el egipcio, y le dijo: -Abba, dame una palabra, para que pueda ser salvo.- Entonces el anciano dijo: -Ve al cementerio y maltrata a los muertos.- hermano fue allí, los maltrató y les arrojó piedras; luego volvió y se lo contó al anciano. Este le dijo: -¿No te dijeron nada?- Él respondió: -No-. El anciano dijo: -Regresa mañana y alábalos-. Entonces el hermano se fue y los elogió, llamándolos, “Apóstoles, santos y justos.” Volvió al anciano y le dijo: -Los he felicitado-. Y el anciano le dijo: -¿No te respondieron?- El hermano dijo que no. El anciano le dijo: -Tú sabes cómo los insultaste y no respondieron, y cómo los alabaste y no hablaron; así también tú, si quieres salvarte, haz lo mismo y conviértete en hombre muerto. Como los muertos, no tengáis en cuenta ni el escarnio de los hombres ni sus alabanzas, y podréis salvaros.

 

24. Un día, cuando Abba Macario bajaba a Egipto con algunos hermanos, escuchó a un niño que decía a su madre: -Madre, hay un hombre rico que me quiere, pero lo detesto; y por otro lado, hay un pobre hombre que me odia, y yo lo amo-. Al escuchar estas palabras, Abba Macario se maravilló. Entonces los hermanos le dijeron: -¿Qué es este dicho, Abba, que te maravilla?- El anciano les dijo: -En verdad, nuestro Señor es rico y nos ama, y ​​no le hacemos caso; mientras que nuestro enemigo el diablo es pobre y nos odia, pero nosotros amamos su impureza.

 

25. Abba Poemen le pidió llorando: -Dame una palabra para que pueda ser salvo.- Pero el anciano respondió: -Lo que estás buscando ha desaparecido ahora de entre los monjes.-

 

26. Un día Abba Macario fue a ver a Abba Antonio. Le habló y luego volvió a Scetis. Los Padres vinieron a su encuentro, y mientras hablaban, el anciano les dijo: -Le dije a Abba Antonio que no tenemos ofrenda en nuestro distrito-, pero los Padres comenzaron a hablar de otras cosas sin preguntarle. decirles la respuesta del anciano y él mismo no les dijo. Uno de los Padres dijo sobre esto que cuando los Padres ven que los hermanos no les preguntan sobre algo que sería útil, deben comenzar a hablar de ello ellos mismos; pero si no son instados por los hermanos, que no digan más, para que no se descubra que han hablado sin haber sido preguntados y que han dicho palabras innecesarias.

 

27. Abba Isaías interrogó a Abba Macario diciendo: -Dame una palabra- El anciano le dijo: -Huye de los hombres-, Abba Isaías le dijo: -¿Qué significa huir de los hombres?- El anciano dijo , -Significa sentarse en tu celda y llorar por tus pecados.-

 

28. Abba Paphnutius, el discípulo de Abba Macario, dijo: -Le pedí a mi Padre que me dijera una palabra y él respondió: -No hagas mal a nadie, y no juzgues a nadie. Observa esto y serás salvo-. -

 

29. Abba Macario decía: -No duermas en la celda de un hermano que tiene mala reputación.-

 

 
 









30. Los hermanos llegaron un día a Abba Macarius en Scetis y no encontraron nada en esta celda excepto agua estancada. Entonces le dijeron: Abba, sube a la aldea, y te traeremos agua limpia. El anciano les dijo: -Hermanos, ¿conocen la panadería de tal y tal en la aldea?- dijeron que sí. El anciano les dijo: -Yo también lo sé-.  -¿Conocéis el campo de fulano de tal, por donde corre el río?- Ellos dijeron: ‘Sí’. El anciano les dijo: -Yo también lo sé. Entonces, cuando quiera, puedo ir allí yo mismo, sin su ayuda-.

31 . Decían de Abba Macario que si un hermano venía a verlo con miedo, como quien viene a ver a un gran y santo anciano, no le decía nada. Pero si uno de los hermanos le dijera, como para humillarlo: 'Abba, cuando eras camellero, y robabas salitre y lo vendías, ¿no te golpeaban los guardianes?' les hablaba con alegría de todo lo que le pedían.

32. Dijeron de Abba Macario el Grande que se convirtió, como está escrito, en un dios sobre la tierra, porque así como Dios protege al mundo, así Abba Macario cubriría las faltas que veía, como si no las viera. ; y las que oía, como si no las oyese.

33. Abba Bitimius relató que Abba Macarius dijo esto: 'Cuando estaba viviendo en Scetis, dos jóvenes extranjeros bajaron allí. Uno tenía barba, al otro le estaba empezando a crecer una. Vinieron hacia mí diciendo: -¿Dónde está la celda de Abba Macarius?- Yo les dije: -¿Qué quieren de él?- Ellos respondieron: -Hemos oído hablar de él y de Scetis y hemos venido a verlo-. Yo les dije: -Yo soy él-. Luego se inclinaron ante mí y dijeron: -Queremos vivir aquí-. Al ver que eran delicados y habían sido criados cómodamente, les dije: -No pueden vivir aquí-. El anciano dijo: -Si no podemos vivir aquí, nos iremos a otro lado-. Entonces me dije a mí mismo: -¿Por qué ahuyentarlos y ser para ellos una piedra de tropiezo? El sufrimiento hará que se vayan por sí mismos-. Así que les dije: -Vengan y háganse una celda, si pueden-. Dijeron: -Muéstranos un lugar, y lo haremos-. El anciano les dio un hacha, una canasta llena de pan y sal, y les mostró un trozo de roca, diciendo: -Corten algunas piedras aquí, y traigan madera del pantano, hagan un techo y vivan aquí-. Agregó: -Pensé que elegirían irse, debido a las dificultades. Pero me preguntaron qué trabajo debían hacer aquí-. Respondí: -Hacer cuerdas-. Y tomé algunas hojas del pantano y les mostré los rudimentos de tejer y cómo manejar las cañas. Yo les dije: -Hagan unas canastas, dénselas a los guardas, y ellos les traerán pan-. Luego me fui. Pero ellos, con paciencia, hicieron todo lo que les había dicho y durante tres años no vinieron a verme. Ahora luché con mis pensamientos, pensando: -¿Cuál es su forma de vida? ¿Por qué no vienen a preguntarme sobre sus pensamientos? Los que Macario el Grande viven lejos vienen a verme, pero los que viven muy cerca no vienen. 

 

 

 







Tampoco van a nadie más; sólo van a la iglesia, en silencio, para recibir la Sagrada Comunión”. Oré a Dios, ayunando toda la semana, para que me mostrara su forma de vida. Al final de la semana me levanté y fui a visitarlos, a ver cómo estaban. Cuando toqué, abrieron la puerta y me saludaron en silencio. Habiendo orado, me senté. El mayor le hizo señas al menor para que saliera y él se sentó a tejer la cuerda, sin decir nada. A la hora novena llamó a la puerta, y el menor volvió e hizo un poco de sopa y puso la mesa a una señal de su hermano mayor. Puso tres pequeños panes en él y permaneció en silencio. En cuanto a mí, dije: -Levántate y comamos-. Nos levantamos para comer y él trajo una pequeña botella de agua y bebimos. Cuando llegó la noche, me dijeron: -¿Te vas?- Le respondí: -No, dormiré aquí-. Extendieron una estera para mí en un lado, otra para ellos en la esquina opuesta. Se quitaron los cinturones y las cogullas y se acostaron juntos sobre la estera. Cuando se establecieron, le rogué a Dios que me mostrara su forma de vida. Entonces se abrió el techo y se hizo tan claro como el día, pero ellos no vieron la luz. Cuando creyeron que yo estaba dormido, la mayor le dio unas palmaditas en el costado a la menor y estas se levantaron, se pusieron de nuevo las fajas y extendieron las manos hacia el cielo. Podía verlos, pero ellos no podían verme. Vi los demonios que venían como moscas sobre el más joven, unos posándose en su boca y otros en sus ojos. Vi al ángel del Señor dando vueltas a su alrededor con una espada de fuego, ahuyentando a los demonios lejos de él. Pero no pudieron acercarse al mayor. Cuando llegó la madrugada, se acostaron y yo hice como si me despertara y ellos hicieron lo mismo. El anciano simplemente me dijo: -¿Recitamos los doce salmos?- y yo le dije: -Sí-. El más joven cantó cinco salmos en grupos de seis versos y un aleluya y en cada verso salía de su boca una lengua de fuego que subía al cielo. Así también el anciano, cuando abría la boca para cantar era como una columna de fuego que salía y subía hasta el cielo; a mi vez, recité un poco de memoria. Al salir, dije: -Oren por mí-. Pero se inclinaron sin decir una palabra. Así supe que el primero era un hombre perfecto, pero el enemigo seguía peleando contra el más joven. Unos días más tarde el hermano mayor se durmió y tres días después murió también su hermano menor-. Cuando los Padres venían a ver a Abba Macario, solía llevarlos a su celda, y Yo les decía: -Vengan a ver el lugar de martirio de los jóvenes extranjeros.

 











34. Un día, los ancianos de la montaña enviaron una delegación a Scetis a Abba Macario con estas palabras: "Dígnate visitarnos para que podamos verte antes de que vayas al Señor, de lo contrario, todo el pueblo se entristecerá". llegó a la montaña y todo el pueblo se reunió a su alrededor. Los ancianos le pidieron que les dijera una palabra a los hermanos. Al oír esto, dijo: 'Lloremos, hermanos, y dejemos que las lágrimas salgan de nuestros ojos, antes de que vayamos a ese lugar donde nuestras lágrimas quemarán nuestros cuerpos.' Todos lloraron, cayendo con el rostro en tierra. y diciendo: 'Padre, ruega por nosotros'.

35. En otra ocasión un demonio se acercó a Abba Macario con un cuchillo y quiso cortarle el pie. Pero, por su humildad, no pudo hacerlo, y le dijo: Todo lo que tienes, también lo tenemos nosotros; te distingues de nosotros sólo por la humildad; con eso nos sacas lo mejor de nosotros.

36. Abba Macario dijo: 'Si seguimos recordando los males que los hombres nos han hecho, destruimos el poder del recuerdo de Dios. Pero si recordamos las malas acciones de los demonios, seremos invulnerables.

37. Abba Paphnutius, el discípulo de Abba Macarius, repitió este dicho del anciano: 'Cuando era pequeño con otros niños, solía comer arándanos y ellos solían ir a robar los pequeños higos. Mientras corrían, se les cayó uno de los higos, lo recogí y me lo comí. Cada vez que recuerdo esto, me siento y lloro”.

38. Abba Macario dijo: 'Caminando por el desierto un día, encontré el cráneo de un hombre muerto, tirado en el suelo. Mientras la movía con mi bastón, la calavera me habló. Le dije: "¿Quién eres?" La calavera respondió: “Yo era sumo sacerdote de los ídolos y de los paganos que habitaban en este lugar; pero tú eres Macario, el Portador del Espíritu. Cada vez que te compadeces de los que están en tormentos y oras por ellos, ellos sienten un pequeño respiro”. El anciano le dijo: "¿Qué es este alivio, y qué es este tormento?" Él le dijo: “Tanto como el cielo se separa de la tierra, tan grande es el fuego debajo de nosotros; nosotros mismos estamos parados en medio del fuego, desde los pies hasta la cabeza. No es posible ver a nadie cara a cara, pero la cara de uno está pegada a la espalda de otro. Sin embargo, cuando oras por nosotros, cada uno de nosotros puede ver un poco la cara del otro. Tal es nuestro respiro”. El anciano llorando dijo: "¡Ay del día en que nació ese hombre!" Le dijo a la calavera: "¿Hay castigos que sean más dolorosos que este?" El cráneo le dijo: "Hay un castigo más grave debajo de nosotros". El anciano dijo: “¿Quiénes son las personas allí abajo?” La calavera le dijo: “Hemos recibido un poco de misericordia ya que no conocíamos a Dios, pero aquellos que conocen a Dios y lo niegan están debajo de nosotros”. Luego, recogiendo el cráneo, el anciano lo enterró.










39. Dijeron de Abba Macario el egipcio que un día subió de Scetis a la montaña de Nitria. Al acercarse al lugar le dijo a su discípulo que siguiera adelante. Cuando este último se había adelantado, se encontró con un sacerdote de los paganos. El hermano comenzó a gritar, diciendo: 'Ay, ay, diablo, ¿adónde vas?' El sacerdote se volvió y lo golpeó y lo dejó medio muerto. Luego, recogiendo su bastón, huyó. Cuando había avanzado un poco más, Abba Macario lo encontró corriendo y le dijo: “¡Saludos! ¡Saludos, hombre cansado!" Muy asombrado, el otro se le acercó y le dijo: "¿Qué de bueno me ves, que me saludas de esta manera?" El anciano le dijo: "Te he visto usando a ti mismo sin saber que te estás desgastando en vano.' El otro le dijo: 'Me ha conmovido tu saludo y me doy cuenta de que estás del lado de Dios. Pero otro monje malvado que me salió al encuentro me insultó y le he dado suficientes golpes para que muera de ellos. El anciano se dio cuenta de que se refería a su discípulo. Entonces el sacerdote se postró a sus pies y dijo: 'No te dejaré ir hasta que me hayas hecho monje.' Cuando llegaron al lugar donde estaba el hermano, lo pusieron sobre sus hombros y lo llevaron a la iglesia en la montaña. Cuando la gente vio al sacerdote con Macario se asombraron y lo hicieron monje. A través de él muchos paganos se hicieron cristianos. Entonces Abba Macario dijo: "Una mala palabra hace que incluso el bien sea malo, mientras que una buena palabra hace que incluso el mal sea bueno".

40. Dijeron de Abba Macario que un ladrón entró en su celda cuando él estaba fuera. Marcarius volvió a su celda y encontró al ladrón cargando sus cosas en un camello. Entonces Macario entró en la celda, recogió sus cosas y lo ayudó a cargarlas en el camello. Cuando terminó la carga, el ladrón comenzó a golpear al camello para que se levantara, pero fue en vano. Al ver que no se levantaba, Abba Macario entró en su celda, encontró allí una pequeña azada, la recogió y se la puso al camello diciendo: "Hermano, el camello quiere tener esto", entonces el anciano le dio una patada, diciendo: “Levántate.” Al instante el camello se levantó y se adelantó un poco, a causa de su mandato. Luego volvió a acostarse y se negó a levantarse hasta que se descargó por completo; y luego se puso en marcha.

41. Abba Aio interrogó a Abba Macario y dijo: "Dame una palabra". Abba Macario le dijo: 'Huye de los hombres, quédate en tu celda, llora por tus pecados, no te complazcas en la conversación de los hombres, y serás salvo'.
 











Una revelación de los tormentos de los condenados a Abba Makarios el Grande

Esta imagen representa una historia beneficiosa contada por Abba Makarios el Grande de Egipto (19 de enero) y registrada en los Logos de los Padres del Desierto. Procede de la Iglesia del Cementerio de Todos los Santos en la ciudad de Perama de Rethymnos, sede del municipio de Mylopotamos de Creta, del iconografo Emmanuel Sephakis. Ilustra a través de imágenes gráficas el tormento de aquellos que vivieron la vida de manera egoísta, a su vez sin tener comunión con Dios o el hombre en la próxima vida, así como el alivio que reciben los condenados cuando los justos oran por ellos. El relato se cuenta de la siguiente manera:

Abba Makarios dijo: "Caminando por el desierto un día, encontré el cráneo de un hombre muerto, tirado en el suelo. Mientras lo movía con mi bastón, el cráneo me habló. Le dije: '¿Quién eres tú? ?' La calavera respondió: "Yo era sumo sacerdote de los ídolos y de los paganos que moraban en este lugar; pero tú eres Makarios, el portador del Espíritu. Siempre que te compadeces de los que están en tormentos y oras por ellos, sienten un pequeño respiro. 
 




"No es posible ver a nadie cara a cara, sino que el rostro de uno
está pegado a la espalda del otro. Sin embargo, cuando oras por
nosotros, cada uno de nosotros puede ver un poco el rostro del otro".





El anciano le dijo: '¿Qué es este alivio, y qué es este tormento?' Él le dijo: "Tanto como el cielo se separa de la tierra, tan grande es el fuego debajo de nosotros; nosotros mismos estamos parados en medio del fuego, desde los pies hasta la cabeza. No es posible ver cualquiera cara a cara, sino que la cara de uno está pegada a la espalda de otro. Sin embargo, cuando oras por nosotros, cada uno de nosotros puede ver un poco la cara del otro. Ese es nuestro descanso.' El anciano llorando dijo: '¡Ay del día en que nació ese hombre!' Le dijo a la calavera: '¿Hay algún castigo que sea más doloroso que este?' La calavera le dijo: 'Hay un castigo más grave debajo de nosotros'. El anciano dijo: '¿Quiénes son las personas ahí abajo?' El cráneo le dijo: 'Hemos recibido un poco de misericordia ya que no conocíamos a Dios, pero los que conocen a Dios y lo niegan están debajo de nosotros'". Entonces, tomando el cráneo, el anciano lo enterró.








VIDA Y LOGOS DE SAN MACARIO DE ALEJANDRIA EL CIUDADANO


Vida

Makarios de Alejandría, nacido alrededor de 296, era un comerciante, vendedor de dulces. Fue a visitar a Abba Pacomio al menos una vez durante la Cuaresma. Fue ermitaño y sacerdote en las Celdas, famoso por su extremo ascetismo; uno de sus discípulos fue Pafnucio. Murió alrededor del 393.

Logos

1. Abba Makarios de Alejandría fue un día con unos hermanos a cortar cañas. El primer día los hermanos le dijeron: 'Ven y come con nosotros, Padre.' Así que fue a comer con ellos. Al día siguiente lo invitaron nuevamente a comer. Pero él no consintió diciendo: 'Hijos míos, tenéis necesidad de comer porque sois carnales, pero yo no quiero comida ahora'.
 







2. Abba Makarios fue un día a Abba Pacomio de Tabennisi. Pacomio le preguntó: 'Cuando los hermanos no se someten al regla, ¿es correcto corregirlos? Abba Makarios le dijo: 'Corrige y juzga con justicia a los que están sujetos a ti, pero no juzgues a nadie más. Porque en verdad está escrito: "¿No sois a los de dentro de la iglesia a quienes habéis de juzgar? A los de fuera, Dios los juzga" (1 Co 5, 12-13).

3. Durante cuatro meses, Abba Makarios visitó a un hermano todos los días y no lo encontró ni una sola vez distraído de la oración. Lleno de asombro dijo: 'Él es un ángel en la tierra'.













Apolitiquio tono 1

Oh, Macario y Macario, portadores de Dios, fuistieis hallados dignos de alcanzar la bendición. Habíais vivido venerablemente, y habiendo seguido el camino de la ley divina piadosamente, sois partícipes de la gloria divina y salvais a los que claman: Gloria a Aquel que os ha fortalecido; gloria al que os ha coronado; Gloria a Aquel que por medio de vosotros obra sanidades para todos.

Condaquio tono 4

El Señor te colocó en la casa de la disciplina como una estrella que ilumina los confines de la tierra; te estableciste en el desierto como en una ciudad y recibiste de Dios la gracia de obrar milagros. Te veneramos, Macario, Padre de los Padres.
 
 




Fuentes consultadas: saint.gr, synaxarion.gr, Historia Lausíaca de San Paladio, Obispo de Helenopolis