Versos: "Zosimas atendió a María en vida, la encontró muerta, pero ahora viven juntos".
San Zosimas nació a fines del siglo V, quien desde la infancia había sido educado en las formas y costumbres monásticas. Había pasado por todo el curso de la vida ascética y en todo se adhirió a la regla que una vez le dieron sus mayores con respecto a los trabajos espirituales. También había añadido mucho él mismo mientras trabajaba para someter su carne a la voluntad del espíritu. Y no había fallado en su puntería. Era tan famoso por su vida espiritual que muchos venían a él de los monasterios vecinos y algunos incluso de lejos. Mientras hacía todo esto, nunca dejó de estudiar las Divinas Escrituras. Ya sea descansando, de pie, trabajando o comiendo (si es que a las migajas que mordisqueaba se les pudiera llamar alimento), incesante y constantemente tenía un único fin: cantar siempre a Dios, y practicar la enseñanza de las Divinas Escrituras.
Zósimas solía relatar cómo, tan pronto como fue arrancado del pecho de su madre, fue entregado al monasterio donde realizó su formación como asceta hasta que cumplió los cincuenta y tres años. Después de eso, comenzó a atormentarse con el pensamiento de que era perfecto en todo y no necesitaba instrucción de nadie, diciéndose mentalmente: "¿Hay algún monje en la tierra que pueda serme útil y mostrarme una especie de ascetismo? que yo no he cumplido? ¿Hay algún hombre en el desierto que me haya superado?
San Zosimas nació a fines del siglo V, quien desde la infancia había sido educado en las formas y costumbres monásticas. Había pasado por todo el curso de la vida ascética y en todo se adhirió a la regla que una vez le dieron sus mayores con respecto a los trabajos espirituales. También había añadido mucho él mismo mientras trabajaba para someter su carne a la voluntad del espíritu. Y no había fallado en su puntería. Era tan famoso por su vida espiritual que muchos venían a él de los monasterios vecinos y algunos incluso de lejos. Mientras hacía todo esto, nunca dejó de estudiar las Divinas Escrituras. Ya sea descansando, de pie, trabajando o comiendo (si es que a las migajas que mordisqueaba se les pudiera llamar alimento), incesante y constantemente tenía un único fin: cantar siempre a Dios, y practicar la enseñanza de las Divinas Escrituras.
Zósimas solía relatar cómo, tan pronto como fue arrancado del pecho de su madre, fue entregado al monasterio donde realizó su formación como asceta hasta que cumplió los cincuenta y tres años. Después de eso, comenzó a atormentarse con el pensamiento de que era perfecto en todo y no necesitaba instrucción de nadie, diciéndose mentalmente: "¿Hay algún monje en la tierra que pueda serme útil y mostrarme una especie de ascetismo? que yo no he cumplido? ¿Hay algún hombre en el desierto que me haya superado?
Así pensaba el anciano, cuando de repente se le apareció un ángel y le dijo:
"Zósimas, valientemente has luchado, en la medida en que esto está dentro del poder del hombre, valientemente has pasado por el curso ascético. Pero no hay hombre que haya alcanzado la perfección. Ante ti yacen luchas desconocidas mayores que las que ya has logrado. . Para que sepas cuántos otros caminos conducen a la salvación, deja tu tierra natal como el renombrado patriarca Abraham y ve al monasterio junto al río Jordán".
Zósimas hizo lo que le dijeron.
Así, a la edad de cincuenta y tres años, Hieromonk Zosimas se mudó a un monasterio muy estricto ubicado en el desierto cerca del río Jordán, donde pasó el resto de su vida.
Es más conocido por su encuentro con Santa María de Egipto (1 de abril) durante el reinado del emperador Justiniano I (527-565). Era costumbre de aquel monasterio que todos los hermanos salieran al desierto durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, pasando el tiempo en estricta soledad, quietud, ayuno y oración, y no volvieran hasta el Domingo de Ramos.
"Zósimas, valientemente has luchado, en la medida en que esto está dentro del poder del hombre, valientemente has pasado por el curso ascético. Pero no hay hombre que haya alcanzado la perfección. Ante ti yacen luchas desconocidas mayores que las que ya has logrado. . Para que sepas cuántos otros caminos conducen a la salvación, deja tu tierra natal como el renombrado patriarca Abraham y ve al monasterio junto al río Jordán".
Zósimas hizo lo que le dijeron.
Así, a la edad de cincuenta y tres años, Hieromonk Zosimas se mudó a un monasterio muy estricto ubicado en el desierto cerca del río Jordán, donde pasó el resto de su vida.
Es más conocido por su encuentro con Santa María de Egipto (1 de abril) durante el reinado del emperador Justiniano I (527-565). Era costumbre de aquel monasterio que todos los hermanos salieran al desierto durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, pasando el tiempo en estricta soledad, quietud, ayuno y oración, y no volvieran hasta el Domingo de Ramos.
Mientras deambulaba por el desierto en esta época conoció a Santa María, quien le contó su historia de vida a modo de confesión y le pidió que la encontrara el próximo año el Jueves Santo a orillas del Jordán, para llevarle la Sagrada Comunión. Después de comulgarla, partió de nuevo hacia el desierto y él volvió a su monasterio. Al tercer año volvió a ella en el desierto, pero descubrió que había muerto y la enterró con la ayuda de un león. Se dice que San Zósimas vivió casi cien años.
Todo lo que sabemos de la vida de Zosimas proviene de la Vida de Santa María de Egipto, registrada por San Sofronio, quien fue el Patriarca de Jerusalén del 634 al 638. Esta Vida se lee tradicionalmente como parte de los Maitines del Gran Canon de San Andrés de Creta, en el Quinto Jueves de la Gran Cuaresma.
Todo lo que sabemos de la vida de Zosimas proviene de la Vida de Santa María de Egipto, registrada por San Sofronio, quien fue el Patriarca de Jerusalén del 634 al 638. Esta Vida se lee tradicionalmente como parte de los Maitines del Gran Canon de San Andrés de Creta, en el Quinto Jueves de la Gran Cuaresma.
Osio Zosimas, el Presbítero
Del libro "Una nube de testigos", por + Su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri
Khoury.
El estaba luchando con un terrible problema. Luego de haber vivido por más de treinta años como un asceta en las cuevas y los desiertos de Palestina había alcanzado el punto de una completa iluminación espiritual.
Feliz de vivir con unas cuantas hierbas y dátiles al día también se había acostumbrado a dormir sobre el suelo.
Su hogar era la mayor parte del tiempo una estrecha cueva que había encontrado en una colina. Sin ningún interés por posesiones, finalmente era libre para adorar a Dios con devoción incesante. Todo parecía perfecto. Y extrañamente ese era el problema que ahora atormentaba al Santo Monje Sacerdote Zosimas el Anciano: el problema de la perfección.
María de Egipto (vídeo, español)
Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury. *saint.gr *synaxarion.gr * mystagogyresource.com
Feliz de vivir con unas cuantas hierbas y dátiles al día también se había acostumbrado a dormir sobre el suelo.
Su hogar era la mayor parte del tiempo una estrecha cueva que había encontrado en una colina. Sin ningún interés por posesiones, finalmente era libre para adorar a Dios con devoción incesante. Todo parecía perfecto. Y extrañamente ese era el problema que ahora atormentaba al Santo Monje Sacerdote Zosimas el Anciano: el problema de la perfección.
El había luchado por muchos años para aprender el perfecto auto control, la perfecta abnegación y no podía entender exactamente lo que se requería de él. Viviendo sólo en el desierto y sin la necesidad de un guía espiritual o aún de amigos, el gran monje se despertó repentinamente al terror de su soledad completa. A la edad de 53 años, y ya con la barba blanca, agonizaba sobre un brutal dilema: ¿Qué es lo que hace un monje cuando ya no necesita más instrucción?
Su tormento interior se había iniciado alrededor del año 528 d.C. según la mayoría de historiadores de la Iglesia, y ello estaba destruyendo su paz. Arrodillado en su húmeda cueva cerca del Río Jordán, el supuestamente anciano sabio rezaba frenéticamente a Dios por una respuesta a dos preguntas que lo quemaban. “¿Hay algún monje en la tierra que yo pueda usar y que me pueda enseñar alguna clase de ascetismo que yo no haya logrado?” Preguntaba una y otra vez al Señor del Universo. Al no recibir su respuesta pronunciaba a los cielos su segunda pregunta: “¿Hay algún hombre en el desierto que me haya superado?”
El esperó. Nada. El esperó un poco más. Sus dos preguntas se quedaron flotando en el aire desde el cual lo mantenían en el desconcierto. Esto sucedió durante un año… dos años… hasta que el padre del desierto se preguntó cómo podría soportar este sufrimiento mental. Entonces, una noche, mientras se encontraba durmiendo en su húmeda caverna cerca de las orillas del Jordán, sintió que algo le rozaba su mejilla. ¿Un murciélago? ¿Una polilla grande? ¿O simplemente había estado soñando? Se levantó con un quejido y se llevó la sorpresa de su vida cuando repentinamente toda la caverna se iluminó brillantemente.
El Santo Padre Zosimas había visto muchas cosas en sus 53 años. Nacido de unos piadosos padres Cristianos en Palestina, alrededor del año 475, había sido consagrado a Dios desde su niñez. Había sido educado cuidadosamente en la Sagradas Escrituras y en las enseñanzas de la Santa Iglesia. Aún antes de llegar a la adolescencia ya había entrado a su primer monasterio… y muy pronto llegó a ser reconocido como un asceta, quien era respetado a lo largo de Tierra Santa por su firme dedicación a las difíciles reglas del monasticismo. Sin embargo muy pronto el Padre Zosimas encontró que la vida al interior del monasterio era demasiado fácil, demasiado cómoda… y comenzó a deambular a lo largo de las zonas áridas del lado desértico del Jordán. Viviendo durante muchos años a la intemperie y soportando cualquier clima que le llegaba había aconsejado a miles de otros ermitaños sobre lo esencial de este estilo de vida tan exigente.
No se equivoquen: Este Santo Padre del desierto había experimentado muchas visiones durante sus años en el yermo. Sin embargo nunca había visto nada como esta iluminación ardiente que ahora llenaba su humilde cueva.
¿Era esto un Angel del Señor? ¿Seguramente ningún demonio del abismo podría ordenar que aparezca luz en esta forma? Sin embargo sus temerosas preguntas fueron respondidas un momento después, cuando una presencia se introdujo en su mente –sin palabras, exactamente, como un rápido pensamiento: Dirígete al gran monasterio de San Juan el Bautista y únete a los monjes que se están preparando para el Gran Ayuno.
El emocionado Anciano obedeció inmediatamente. En pocos días ya había sido bienvenido por los monjes en su comunidad dedicada a la memoria del Gran Predecesor –y rápidamente se estableció en su rutina diaria de oración, trabajo y más oración. Dado que se aproximaba el período de la Gran Cuaresma a todos aquellos que habitan en esta renombrada comunidad se les pidió que abandonasen sus celdas y pasasen varias semanas viviendo solos en el sibilante desierto subsistiendo lo mejor que pudiesen con raíces y hierbas. Obedeciendo aún a las fuerzas angélicas que lo habían visitado en su cueva el Padre Zosimas se fue voluntariamente hacia el Desierto de Palestina.
Por veinte días caminó fatigosamente en las arenas del desierto, en el cual sus pies se hundían hasta los tobillos, a través de matas espinosas, rezando sin cesar y comiendo prácticamente nada.
Finalmente sucedió. Una tarde, mientras trepaba penosamente hacia la cima de un arroyo profundo miró hacia arriba desde su posición inestable y vio… un rayo de pelo blanco como la nieve brillando a través de la luz del día. Era un pelo largo y enredado, salvaje y sin cuidar, y le tomó al padre Zosimas algunos momentos para darse cuenta: Era una mujer y estaba completamente desnuda.
Ella también estaba huyendo de él a gran velocidad. Con un esfuerzo supremo el anciano comenzó a perseguirla. Luchando por respirar corrió hasta que pensó que sus pulmones iban a estallar. Y cuando finalmente se las arregló para alcanzarla la encontró agachada en un arroyo profundo con el fin de ocultar su desnudez. Pensando rápidamente, el Santo Padre le arrojó su capa para que ella pudiera cubrir su cuerpo desnudo.
Finalmente ella comenzó a hablar… y no le tomó mucho al Padre Zosimas llegar a una maravillosa conclusión: esta era Santa María de Egipto, conocida por algún tiempo como una prostituta pero que había reformado su vida y que estaba viviendo como una asceta en el desierto. Santa María era conocida dondequiera en Palestina como “Igual a los Angeles”... y por una muy buena razón: Habiendo dejado detrás de ella una vida de degradación hacía 40 años, llevaba cuatro décadas deambulando por el desierto mientras vivía bajo una intensa disciplina ascética que era más exigente que la que practicaban sus similares varones entre los Padres del Desierto.
Padre Zosimas había escuchado su historia y luego sonrió. He aquí un asceta del cual podría aprender muchísimo –un asceta que claramente sabía más que él sobre el soportar los rigores de la vida como ermitaño en el desierto. Y luego, con una sorpresa repentina, el santo Padre recordó las dos preguntas que le había dirigido a Dios durante su crisis espiritual en la cueva:
“¿Hay algún monje en la tierra que yo pueda usar y que me pueda enseñar alguna clase de ascetismo que yo no haya logrado?”
Esa era su primera pregunta. Y la segunda era:
“¿Hay algún hombre en el desierto que me haya superado?”
“¿Hay algún hombre en el desierto que me haya superado?”
El padre Zosimas casi se ríe fuertemente. Una vez más el Todopoderoso había respondido a sus oraciones –y una vez más, no había sido en la manera como él lo esperaba. Sí, había encontrado a alguien en el Gran Desierto que lo sobrepasaba en su vida monástica –sin embargo no era un hombre sino una mujer.
Con esa comprobación su crisis de fe se deshizo rápidamente y lo liberó para reanudar sus caminatas, mientras adoraba a Dios a cada uno de sus pasos. Regresó al mismo lugar algunos años después para enterrar a Santa María, quien acababa de fallecer, y entonces rezó durante muchas horas sobre la cruz que marcaba su tumba. Le agradeció a Dios. Le agradeció por la extraordinaria Santa María de Egipto. Y luego prosiguió.
El entierro de Nuestra Venerable Madre María de Egipto por el Venerable Zosimas en el desierto junto al río Jordán. |
El Padre Zosimas continuaría viajando por los desiertos de Palestina por otros 40 años antes de que el Cielo lo llamase finalmente, alrededor del Año 570 de Nuestro Señor. Antes de morir recordaría los eventos de su vida -y la hermosa historia de Santa María- a su eventual biógrafo, San Sofronio, el Patriarca de Jerusalén, quien grabaría cada uno de esos maravillosos detalles para las edades venideras.
La vida de Nuestro Santo Padre de Entre los Santos, Zosimas el Anciano, ha proporcionado a generaciones de Cristianos una maravillosa ilustración de la manera en la cual Dios dirige a los fieles a Buenos términos a través de su Santa Providencia. Aunque los caminos del Señor nunca pueden ser entendidos completamente en nuestro mundo, la experiencia del Santo Padre Zosimas nos muestra que ellos son siempre perfectamente amorosos y Justos para aquellos que profesan su fe en el Dios de los Ejércitos.
NOTA:
* No ha de confundirse este santo con los otros siete ("Ζωσιμας", "ΖΩΣΙΜΑΣ") que existen con el mismo nombre.
María de Egipto (vídeo, español)
Osía María de Egipto (película, griego)
Apolitiquio tono 1º
Que nosotros los fieles alabemos a Zosimas, la primavera en el desierto, el ángel encarnado y orgullo de los monjes. Y con él aclamemos también a la santa María de Egipto cuya vida trascendió los límites de la naturaleza; y digámosles a ellos: Gloria a El, quien los ha fortalecido a ustedes; Gloria a El que los ha hecho santos; Gloria a El quien a través de ustedes trae salud para todos.
Condaquio tono 3º
Alabemos al justo Zosimas, orgullo de los monjes, y con él a María, quien llevó en el desierto una vida angélica. Dirijámonos a ellos con fe: Líbranos de todo peligro a aquellos que celebramos su memoria radiante.
Que nosotros los fieles alabemos a Zosimas, la primavera en el desierto, el ángel encarnado y orgullo de los monjes. Y con él aclamemos también a la santa María de Egipto cuya vida trascendió los límites de la naturaleza; y digámosles a ellos: Gloria a El, quien los ha fortalecido a ustedes; Gloria a El que los ha hecho santos; Gloria a El quien a través de ustedes trae salud para todos.
Condaquio tono 3º
Alabemos al justo Zosimas, orgullo de los monjes, y con él a María, quien llevó en el desierto una vida angélica. Dirijámonos a ellos con fe: Líbranos de todo peligro a aquellos que celebramos su memoria radiante.
Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury. *saint.gr *synaxarion.gr * mystagogyresource.com