sábado, 6 de enero de 2024

San Teófano el Recluso (+1894)

San Teófano el Recluso (1815-1894), también conocido como Teófano el Eremita (del ruso: "Феофан Затворник", [Feofán Zatvórnik]), es un santo de la Iglesia Ortodoxa Rusa.

 Su nombre era Gueórgui Vasílievich Góvorov y nació el 10 de enero de 1815 en la villa de Chernavsk, en la provincia de Orlov (ahora en la Óblast de Lípetsk) de Rusia.

Su padre fue un sacerdote ortodoxo ruso de la provincia de Oriol, en la Rusia central, y según la costumbre de la época, él también fue destinado al sacerdocio. Desde una edad muy tempana, recibió el efecto beneficioso del ambiente eclesiástico, con iconos, cantos, servicios litúrgicos, rituales y estudios. Escribió que este entorno es un factor poderoso para la adecuada formación del alma del niño.
A los doce años fue educado en los Seminarios Eclesiásticos de Orlov y luego estudió en la Academia Teológica de Kiev, de 1837 a 1841.En estos años entró en contacto con el Monasterio de las Cuevas de Kiev. 
En este entorno, no era sorprendente que recibiera la tonsura monástica cuando aún era un estudiante; en 1841 se convirtió en monje recibiendo el nombre de Teófano. Poco después fue nombrado Diácono y Presbítero y continuó sus estudios. 







Más tarde se convirtió en profesor de la Escuela Eclesiástica de Kiev y de Novgorod, siendo nombrado Decano de la Academia de San Petersburgo.
La base de la enseñanza Cristiana para el Hieromonje Teófano era la "agápi" y los medios, la Iglesia y los Misterios. San Teófanes fue un gran profesor y conocía el modo de que sus alumnos amasen la enseñanza. Sentía profundamente la belleza y la importancia de su misión. Decía siempre: "De todas las benditas obras, la más bendita es la educación".  
Su pasión por una completa dedicación a Dios, le conduce a Tierra Santa. Al mismo tiempo visita muchos monasterios de Palestina, mientras que se quedó bastante tiempo en la Laura de San Sabas, donde en aquella época estuvo San José el Hesicasta. Su estancia allí le dió la maravillosa oportunidad para conocer bien la enseñanza y la tradición de los Padres de la Iglesia de Oriente y del Monaquismo Oriental Ortodoxo. A continuación regresa a Rusia, pero rápido se dirige a Constantinopla, como sacerdote de la Embajada Rusa. En 1857 es nombrado de nuevo profesor y rector de la academia teológica. Sin embargo, renuncia y se limita al puesto de inspector de las escuelas religiosas de San Petersburgo.


Iglesia de Kazán, Monasterio de Vysha, Rusia,
donde fue sepultado el Santo


Pero la Iglesia le eligió como Obispo de la diócesis de Tambov y, a los cuatro años, se convierte en titular de la diócesis de Vladimir. Por su obra, escribe un biógrafo suyo: "El Obispo Teófano fue un verdadero pastor, en medio de un pueblo idólatra, que apenas conocía a Dios. Siendo el mismo ejemplo para sus clérigos, se dedicó con todo su alma a su apostolado y en concreto a la predicación. Viviendo de un modo muy simple, se dedicaba alternativamente al estudio y a la oración. En su vida como Obispo buscó tener una estrecha y buena relación con los fieles. No quería que existiese nada que obstaculizase al pueblo acercarse a él. Le gustaba encontrarse entre los fieles, a quienes amaba con una completa dedicación paternal".
En 1861, siendo Obispo, San Teófano participa como uno de los principales miembros en el traslado de las reliquias de San Tijón de Moscú (1724 - 1783 μ.Χ.) y a continuación en su clasificación como Santo, el 13 de Agosto de 1861. Esto le causó una gran impresión, ya que tenía mucho en común con él. Había amado a San Tijón desde su infancia y siempre hablaba de él con gran entusiasmo. 







Cuando San Tijón fue glorificado como santo el 13 de agosto, el gozo del obispo Teófano no tuvo límites.
En 1866 solicita al Santo Sínodo la dispensa para abandonar el puesto de Obispo y retirarse al monasterio de Vishen. Allí vivió durante 28 años como recluso en una pobre celda en el desierto, donde se dedica a la oración, el trabajo manual, la pintura de iconos y una ingente actividad literaria, fruto de la cual son su medio millar de textos y sus incontables cartas. 
Aparte de la oración, San Teófano daba mucha importancia a la vida en los Misterios de la Iglesia Ortodoxa. La Confesión y la Santa Comunión, eran para San Teófano los dos medios básicos para conseguir la perfección. Sobre la Metania (introspección, arrepentimiento y confesión), escribe que es fuente inagotable de una verdadera vida cristiana. El obispo Teófano escribió muchos libros, pero no obtuvo ganancias de sus ventas. Trató de mantenerlos lo más baratos posible, y se agotaron rápidamente.Varios de los libros de San Teófanes se han traducido al inglés y son guías espirituales confiables para los cristianos ortodoxos de hoy. El regalo de San Teófano fue la capacidad de presentar la sabiduría de los Padres en términos que la gente moderna pudiera entenderlos. 







Escribió sobre temas que otros antes que él no habían tratado completamente, como por ejemplo cómo vivir una vida cristiana, cómo superar hábitos pecaminosos y cómo evitar la desesperación. Trató de explicar los pasos de la perfección espiritual de manera sistemática, como alguien que había pasado por ello. Algunos de sus libros incluyen: "La vida espiritual y cómo afrontarla", "El camino a la salvación" y "Cartas sobre la vida espiritual". También tradujo "Los sermones de San Simeón el Nuevo Teólogo" y entre 1876 y 1889 publicó una traducción en ruso de la Filocalia, ocupando cinco volúmenes.
El obispo Teófano comenzó a debilitarse a principios de 1894. Todavía estaba escribiendo en la tarde del 6 de enero, pero cuando el monje asistente de la celda vino a verlo a las 4:30 descubrió que el Santo ya no respiraba. San Teófano el Recluso durmió en el Señor, de modo pacífico, el 6 de Enero de 1894, a la edad de 79 años. El cuerpo de San Teófano estuvo en la pequeña iglesia de su celda durante tres días, y luego tres días más en la catedral. Sin embargo, no había rastro de corrupción. Fue sepultado en la iglesia de Kazan del monasterio de Vysha. Con ocasión del milenario del bautismo de Rusia, Teófanes fue canonizado por la Iglesia ortodoxa rusa en 1988.





"Qué es la vida espiritual y cómo perseverar en ella"

Las ochenta cartas que componen esta obra se caracterizan por una gran finura psicológica y una luminosa profundidad teológica. A través de un lenguaje sencillo y preciso, el autor aborda los diferentes temas como un experimentado maestro del espíritu que siente como suyos los problemas de la persona que le encomienda su vida. De este modo, practica el difícil arte de la paternidad espiritual, cuya característica principal es la cardiognosis o el conocimiento del otro desde el centro íntimo de su corazón. Después de casi dos siglos, estas cartas conservan toda la frescura y la hondura que brotan del Evangelio. Teófanes el Recluso (1815-1894) forma parte de los genios espirituales del Siglo de Oro ruso.
Se presenta  continuación una parte de la obra (17 páginas), hasta donde  "Ediciones Sígueme" nos permiter ver. 






El gran obispo ruso Teófanes “El Recluso” y el desafío de nuestros tiempos ( Padre G. Florovsky)

El gran obispo ruso del siglo pasado, Teófanes “El Recluso” (1815-1894) en una de sus cartas pastorales hace una declaración sorprendente. Lo que más necesitaba la Iglesia rusa, dijo, era "una banda de incendiarios", que incendiasen el mundo. Los incendiarios deben encenderse  a sí mismos e ir a inflamar las mentes y los corazones humanos. Teófanes no confiaba en un "Cristianismo residual". Las costumbres podían perpetuarse por inercia, dijo, pero las convicciones y creencias solo podían mantenerse mediante la vigilancia espiritual y el esfuerzo continuo del espíritu. Teófanes sentía que había demasiada rutina y convenciones en la vida de los cristianos rusos. Anticipó una crisis e incluso un colapso. Renunció a su diócesis y se retiró a un monasterio, porque sentía que podía hacer mucho más servicio a la Iglesia escribiendo libros que administrando un obispado.
Teófanes era un hombre de amplio aprendizaje y experiencia. Durante algún tiempo fue rector de la Academia de Teología (en San Petersburgo). Viajó extensamente por el Oriente Cristiano y estuvo íntimamente vinculado con el Monte Athos. Era un buen erudito griego y usó este conocimiento para las traducciones. Siempre insistió en retirarse no por una vida espiritual avanzada (lo cual es posible, y debería ser practicado para la vida ordinaria), sino para tener tiempo y ocio para el trabajo literario y académico. Llevó a su celda monástica todos sus libros, una biblioteca seleccionada de la que no se excluyeron los libros de los estudiosos occidentales y la literatura secular. Quería saber el mundo al que tenía que llevar el mensaje de salvación. No disputó los trabajos y los logros de aquellos que no pertenecían a la comunión ortodoxa de la fe.


Padre G. Florovsky


El obispo retirado dedico su tiempo a la escritura: tradujo "La Filocalia”, las obras de San Simeón el Nuevo Teólogo, las antiguas reglas monásticas (orientales y occidentales), publicó varios volúmenes de sus comentarios sobre las Epístolas de San Pablo, no destinadas tanto a los eruditos, sino a ayudar a todos los creyentes a comprender esta enseñanza inspirada. Escribió también varios libros sobre ética cristiana y espiritualidad. Teófanes celebraba todos los días la Divina Liturgia y usaría la inspiración de la comunión diaria para su trabajo académico y pastoral.
El impacto de los escritos de Teófanes en la vida de la Iglesia rusa fue enorme. En su retiro, como "recluso", fue más influyente de lo que jamás podría haber sido como administrador de una diócesis mundana. Puso la doctrina cristiana a disposición de todos los cristianos. Quería equiparlos con armas espirituales para su lucha cristiana. Exigió a todos los cristianos, en primer lugar al clero, un profundo conocimiento y comprensión de nuestra Santa Fe, lo cual podría salvar nuestra vida del sentimentalismo y la imaginación malsanos. Él insistió en el estudio de las Santas Escrituras y de los Santos Padres.
Han pasado muchos años desde la época de Teófanes. Sus peores anticipaciones fueron justificadas. Toda la Iglesia Ortodoxa, no solo en Rusia, está involucrada en una lucha contra el asalto de la impiedad y la incredulidad.






Las almas humanas están experimentando una prueba increíble. Pero el velo protector de la Divina Misericordia se extiende sobre la Iglesia sufriente y el mundo poseído, y los hombres son llamados a ser testigos de Cristo: Sus Mensajeros y Apóstoles. La Iglesia es esencialmente una institución misionera. Uno tiene que agradecer a Dios por ese ejército de nuevos mártires y confesores que han revelado o manifestado la fuerza y ​​la belleza de la fe cristiana. Y, sin embargo, uno no debe sentirse satisfecho con lo que han hecho otros. Mucho se ha dejado de hacer por nosotros.
Limitemos nuestra atención esta vez a un aspecto de nuestro deber cristiano. Todo el mundo sabe que estamos desesperadamente cortos de libros. Detrás de la "cortina de hierro" se ha creado y difundido una impresionante literatura de ateísmo. Se han establecido universidades especiales para capacitar a las personas "para un ministerio sin Dios". Los libros de texto sobre propaganda antirreligiosa y sobre la metodología de la predicación sin Dios se han preparado para las aulas.
¿Cuál es nuestra respuesta a este desafío? En la Iglesia Antigua, los Santos Padres se enfrentaron al desafío del mundo pagano mediante un derramamiento de escritos cristianos, atacando punto por punto los argumentos de los oponentes. ¿Qué hemos hecho en nuestra propia situación? ¿Podemos realmente encontrarnos con el enemigo en el campo y salvar a las víctimas de esta persecución espiritual sin igual?
Las armas oxidadas no servirán. No estoy hablando de la Santa Tradición, de los escritos de los Santos Padres, sino de los libros inadecuados del siglo pasado, que a menudo eran efímeros y rara vez presentaban una interpretación suficiente de la Santa Tradición. Nuestra producción teológica se detuvo hace años, y ese paro atestigua nuestra negligencia en la misión de enseñanza de la Iglesia. ¡La ignorancia está creciendo en la Iglesia y no estamos alarmados!
¿Hay libros en los que nuestra santa fe ortodoxa pueda ser predicada de manera convincente y recomendada a nuestra propia generación?



San Teófano el Recluso


En Estados Unidos, donde la mayoría de los cristianos ortodoxos son angloparlantes, nos encontramos en una situación especialmente difícil. No hay literatura ortodoxa en inglés. Hay libros ocasionales, a menudo de calidad modesta, y rara vez en los temas más urgentes o básicos. El problema real, sin embargo, no es el de los libros, sino del estudio. Cada generación, especialmente en un país nuevo, tiene que evaluar la verdad cristiana de nuevo, en contacto continuo con el pasado y en contacto directo con el presente cambiante. No es suficiente aprender de memoria algunas respuestas listas. Pueden correctas, pero tenemos que resolver las preguntas pensando en las respuestas y no simplemente recitando fórmulas, por sagradas y perfectas que sean. ¡Escucha al hombre que busca! Él conoce la fórmula, pero no puede relacionarla con su cuestionamiento existencial. Nuestro credo es la fórmula más perfecta. ¿Con qué frecuencia lo recitamos sin convicción? ¿Podemos relacionarlo con nuestras necesidades espirituales urgentes? ¿Cuántos ortodoxos prescinden del Credo, porque ha dejado de tener algún atractivo espiritual inmediato para ellos? El Credo está cargado con una Verdad eterna y amorosa. Es una clave eterna para el malestar humano, pero necesita interpretación. De lo contrario no sabríamos cómo encajar la llave en la cerradura.
Lo que quiere nuestra generación actual, especialmente en nuestro país, es un verdadero reavivamiento teológico, un reavivamiento de una teología viva, que nos revelaría la Verdad que se puede encontrar en las Escrituras, en la Tradición y en la vida litúrgica de La Iglesia, pero que está sellada por nosotros por nuestra ignorancia y negligencia. Hoy necesitamos más que nunca, precisamente una "banda de incendiadores espirituales" que pueda inflamar mentes y corazones con el fuego de un conocimiento amoroso de Dios y Jesucristo, el Redentor. Dios nos llama, en nuestra generación, a ser sus testigos y mensajeros. ¿Cómo pueden los hombres creer si no escuchan el Logos? Incluso si somos hombres de labios inmundos, respondamos al llamado divino, y el fuego del Espíritu nos limpiará para el ministerio de la Palabra.

P. George Florovsky, Seminario trimestral de San Vladimir, Vol. 1, No. 1, Otoño de 1952, pp. 3-5


 
 
 





Fuentes consutadas: apostoliki-diakonia.gr, oca.org, johnsanidopoulos.com, es.wikipedia.org, Filocalia de los Santos Nípticos, saint.gr, orthodoxwiki.org

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