Versos:
"Tus pies fueron atados en la cruz, oh Felipe,
esos pies que fueron lavados por el Salvador son vengados".
Felipe el día catorce fue levantado boca abajo.
Fue uno de los más audaces y valientes de los Doce Apóstoles originales y pagó un alto precio por su inquebrantable fe en el Evangelio del Señor Jesucristo.
"Tus pies fueron atados en la cruz, oh Felipe,
esos pies que fueron lavados por el Salvador son vengados".
Felipe el día catorce fue levantado boca abajo.
Fue uno de los más audaces y valientes de los Doce Apóstoles originales y pagó un alto precio por su inquebrantable fe en el Evangelio del Señor Jesucristo.
Sin embargo nunca vaciló en su amor al Hijo de Dios. Al
final el Santo Apóstol Felipe se dirigió a su muerte –una brutal ejecución en
la cual expiró luego de haber sido crucificado hacia abajo- con una oración en
sus labios y un corazón lleno de gozo triunfal.
Felipe, tal como los otros Apóstoles originales (sus amigos
Pedro y Andrés) nació en el pueblo Palestino de Bethesda ubicado a las orillas
del Mar de Galilea. Pero mientras que sus compañeros apóstoles fueron sencillos
pescadores que pasaron parte de su vida echando y arreglando redes, Felipe tuvo
la fortuna de recibir una excelente educación gracias a la posición de sus
padres…. Lo que significaba que él se encontraba muy bien versado en las
antiguas profecías sobre el Santo Redentor, quien llegaría un día a salvar al
mundo del pecado.
Cuando el Redentor apareció, en la persona de un simple carpintero
de Belén, Felipe se dio cuenta rápidamente que, ciertamente, El era el profeta
cuya venida había sido anunciada gozosamente en las antiguas escrituras.
"Ό ΆΓΙΟΣ ΑΠΌΣΤΟΛΟΣ ΦΊΛΙΠΠΟΣ", [Ó Áyios Apóstolos Fílippos] SANTO APÓSTOL FELIPE |
Felipe
se convirtió al instante, y luego de ese momento nunca dio marcha atrás. Lleno
de gozo por su hallazgo de dirigió rápidamente a su amigo Natanael para decirle
sobre la llegada milagrosa del Salvador a la tierra: Felipe se encuentra con
Natanael y le dice: «Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los
profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret.» (Juan 1, 45)
Verdadero amigo de Jesús y un apasionado apóstol, este fiel
santo Palestino aparece frecuentemente en las descripciones del Nuevo
Testamento de Cristo y sus doce apóstoles originales. En una ocasión muy bien
conocida, fue Felipe quien le preguntó a Jesús sobre el asunto de suprema
importancia de la relación entre el Padre y el Hijo en la Santísima Trinidad,
al tiempo que le suplica a Jesús que “muestre” al Padre a los apóstoles
reunidos. Nuestro Señor respondió: “Quien me ve a mí, ve al Padre.”
Posteriormente, luego de que las lenguas de fuego del
Espíritu Santo descendieron sobre los Apóstoles en Pentecostés, Felipe
predicaría la Buena Nueva del Cristianismo a los no creyentes en muchos lugares
de Asia y Grecia. Durante esos peligrosos viajes se enfrentaría muchas veces,
sin quejarse, a la muerte. Protegido por la gracia del Todopoderoso siempre se
las arreglaría para escapar… hasta su hora final, que fue cuando su destino lo
llamó a ser uno de los mártires más
santos de Dios.
Una de las acciones más grandes de Felipe contra los
enemigos de la luz fue, con toda seguridad, la que aconteció en Grecia durante
los primeros años de su predicación. Ocurrió luego de que un sumo sacerdote
Judío, enojado por su creciente fama por realizar milagros, se dirigió hacia él
armado de un pesado mazo con la intención de aplastarle el cráneo y acabar con
su vida.
Icono con escenas de la vida del Apóstol San Felipe |
Pero el Buen Dios tenía otros planes sobre su cabeza. En el
momento en que el clérigo se encontraba a punto de dar su golpe mortal… se
estremeció y llevándose las manos a sus ojos e instantes después empezó a
gritar “Estoy ciego, estoy ciego”… mientras su piel se tornaba amoratada y
negra. El sorprendido idólatra, quejándose angustiosamente al tiempo que se estremecía
salvajemente –cesó en sus lamentos cuando fue tragado por el suelo que se abrió
ante sus pies para luego cerrarse rápidamente.
Los aterrorizados observadores no podían creer lo que
acababan de ver. Su sumo sacerdote había sido devorado por la tierra.
Ciertamente que fue un milagro notable. Pero eso solamente
fue el inicio.
En los años siguientes, mientras Felipe anunciaba la Buena Nueva
del Evangelio por todo lugar, sería depositario de esas intervenciones
milagrosas venidas desde lo alto. Una y otra vez mientras se desplazaba a lo
largo de mundo antiguo de Medio Oriente sanaría a enfermos de muerte solamente
con su oración y, más aún, devolvería la vida a los que habían fallecido.
Uno de los milagros más extraordinarios ocurrió en mar
abierto, mientras este gran santo viajaba hacia el reino de Azotus –donde
asombraría a sus habitantes sanando a muchos de los enfermos. Cerca de la
medianoche la embarcación se encontró en medio de una salvaje tempestad…
incluso los marineros se encontraban aterrorizados por la inminente posibilidad
de su muerte a causa del naufragio.
En respuesta a su miedo mortal San Felipe
rezó por algunos momentos y luego, señalando hacia el cielo, en el lugar donde
la tormenta era más fuerte, apareció una inmensa cruz de fuego brillante que
ardió como un faro de esperanza. Luego de que los vientos cesaron y la
embarcación llegó a puerto seguro los marineros se maravillaron por esta
intervención salvadora del Todopoderoso.
Pero sin lugar a dudas el más grande milagro del Apóstol
sucedió justamente antes del final de su vida. Aconteció en el pueblo
de Phyrigian de Hierapolis, en el cual San Felipe había pasado años
evangelizando y sanando a los enfermos junto con su hermana Mariana, el teólogo
San Juan y el Santo Apóstol Bartolomé.
El destino quiso que los habitantes de este pueblo poco
santo adoraran una serpiente gigante, la misma que era conservada en un templo
de oro construido con ese único propósito. Mortalmente venenosa y acostumbrada
a atacar a sus víctimas con la velocidad del rayo, el peligroso reptil gozaba
de una vida privilegiada en la cual sus súbditos humanos la alimentaban con lo
que más le gustaba, al tiempo que era adorada en su siniestro trono.
Pero el Santo Apóstol y amigo amado de Jesús no se intimidó
ante la vista de la temible víbora enroscada.
Sin ningún atisbo de duda se acercó al ídolo venenoso y
comenzó a rezar en voz alta, invocando a Dios para que destruya esa imagen tan
ofensiva a su Santa vista. Deslizándose por encima del Apóstol, el reptil se
curvó sinuosamente en el aire al tiempo que expelía el veneno mortal de sus
colmillos brillantes.
Relicario con el Santo Cráneo del Apóstol Felipe, Iglesia de los Santos Apóstoles en Roma |
Y entonces sucedió: las palabras del Apóstol tomaron la forma de una lanza brillante –y la lanza se dirigió zumbando, con una enorme fuerza, directamente a la garganta de la bestia atacante.
La multitud de adoradores de la serpiente, aturdidos, lanzó un grito de ira. Pero fueron aquietados prontamente por el juez supremo del templo quien anunció que San Felipe había cometido uno de los crímenes más repudiables… y que él y su compañero de evangelización, San Bartolomé, pagarían ese hecho con sus vidas.
Pero este capítulo en la maravillosa historia del Apóstol
Felipe aún no había terminado. Imagínense la consternación – y luego el terror
mortal que deben de haber experimentado el juez supremo y la pandilla de
paganos sedientos de sangre… cuando la tierra se abrió repentinamente
tragándose al corrupto jurista, junto con algunos de sus malvados secuaces, que
había sentenciado a la muerte a esos dos santos.
Los arrepentidos ciudadanos se dieron cuenta en un instante
de que esos dos evangelizadores habían sido, ciertamente, representantes del
Salvador Santo.
Los abatidos ciudadanos reaccionaron rápidamente liberando a ambos
hombres, agonizantes y cubiertos de sangre, de sus lugares de tortura en los
troncos de los árboles. De alguna manera San Bartolomé sobrevivió a esta
experiencia dolorosa. Sin embargo, fue muy tarde para el Santo Apóstol Felipe
cuya alma ya había dejado su cuerpo momentos antes de que se iniciara el
terremoto.
Todo esto sucedió en el año 86 de Nuestro Señor bajo el
reinado del Emperador Romano Domiciano. De acuerdo a, nadie menos que
Polycratus, el Obispo de Roma, San Felipe fue enterrado en la misma ciudad de
Phrygian (Frigia) en la cual había luchado contra la serpiente: “El reposa en
Hierapolis de la ciudad de Frigia, así como sus dos hijas, quienes llegaron a
edad mayor en completa virginidad. Su tercera hija, luego de haber vivido en el
Espíritu Santo, fue enterrada en Efeso.”
Martirio del Apóstol San Felipe. Menologio de Basilio II |
La vida del Santo Apóstol Felipe es insuperable por su
fidelidad al Santo Evangelio y por la maravillosa amistad que se desarrolló
entre un ser humano ordinario procedente de un pequeño pueblo en Palestina y
Jesucristo, el Hijo de Dios. Meditando en la maravillosa vida del Santo Apóstol
Felipe podemos ver como el amor de Dios siempre sale al encuentro de cada uno
de nosotros.
NOTA
No se debe confundir al Apóstol San Felipe de los 12 principales, con San Felipe el Apóstol, de los Siete Diáconos (11 de octubre)
Ἀπολυτίκιον. Ἦχος γ’. (Κατέβασμα)
Ἀπόστολε Ἅγιε Φίλιππε, πρέσβευε τῷ ἐλεήμονι Θεῷ ἵνα πταισμάτων ἄφεσιν, παράσχῃ ταῖς ψυχαῖς ἡμῶν.
Himno de despedida tono 3º
Oh Santo Apóstol Felipe, intercede ante el Dios
misericordioso para que nos conceda a nuestras almas el perdón por nuestras
ofensas.
Κοντάκιον Ἦχος πλ. δ’. Ὡς ἀπαρχὰς .
Ὁ μαθητὴς καὶ φίλος σου, καὶ μιμητὴς τοῦ πάθους σου, τῇ οἰκουμένῃ Θεόν σε ἐκήρυξεν, ὁ θεηγόρος Φίλιππος. Ταῖς αὐτοῦ ἱκεσίαις, ἐξ ἐχθρῶν παρανόμων, τὴν Ἐκκλησίαν σου, διὰ τῆς Θεοτόκου συντήρησον Πολυέλεε.
Condaquio tono plagal del 4º. Como primicia.
Felipe, quien siempre anunció a Dios; quien fue Tú discípulo
y Tú amigo; quien imitó Tu pasión y que Te anunció al mundo como el Dios
verdadero; a través de su intercesión, Oh Salvador, protege a tu Iglesia de
todo daño de sus enemigos sin ley y a través de la Purísima Theotokos, Oh Tú
Señor, quien eres misericordiosamente grande.
Μεγαλυνάριον
Φίλος καὶ Ἀπόστολος εὐκλεής, τοῦ καὶ
μέχρι δούλου, κενωθέντος ἀναδειχθείς, Φίλιππε θεόπτα, ἐκήρυξας ἐν κόσμῳ,
τὴν τούτου ὑπὲρ λόγον, ἄρρητον κένωσιν.
Megalinario
Como verdadero discípulo y amigo de Dios, oh Felipe, predicaste a Cristo al mundo. Por lo tanto, como apóstol y testigo del Salvador, sufriste tormentos y muerte por el bien de Su nombre.
Megalinario
Como verdadero discípulo y amigo de Dios, oh Felipe, predicaste a Cristo al mundo. Por lo tanto, como apóstol y testigo del Salvador, sufriste tormentos y muerte por el bien de Su nombre.
Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.