martes, 17 de septiembre de 2024

Los Cincuenta Mártires de Palestina

Fue uno de los asesinatos en masa más grande en la larga y brutal historia del martirologio cristiano – y antes de haber concluido, 50 fieles seguidores del Hijo de Dios, yacían muertos, empapados por su propia sangre.

Ellos fueron hijos de Tierra Santa, y muchos de ellos murieron luego de que les hubieron arrancado los ojos para luego ser obligados a trabajar sin descanso en las minas de cobre que dominaban el áspero paisaje Palestino, en la región de Phaeno.
Ellos murieron valientemente, pero no murieron solos: Junto con ellos, cientos de mártires valientes, de Egipto, también caminaron gozosamente hacia su muerte a manos de la Legión Romana asesina.
La matanza de estos inocentes Palestinos y Egipcios fue semejante y, de acuerdo a la mayoría de historiadores de esa época, tomaron lugar alrededor del año 310. Hasta nuestros días muchos cristianos aún reverencian los nombres de dos de sus obispos, quienes mostraron un corazón de hierro (Peleus y Neilus) y guiaron a muchos de esos mártires en el día en que ellos mismos perecieron. Sus muertes fueron horribles, pero la corona del martirio no estuvo restringida solamente a los hombres del clero. 
Trágicamente, el asesinato en Palestina no se detuvo hasta que muchos de los creyentes -incluidos algunos de Tierra Santa y de Egipto- hubieran recibido el honor de unirse a los dos obispos en el santo martirio. Algunos de los murieron aquél día fueron por haber sido quemados vivos mientras que otros padecieron un destino verdaderamente horroroso. Primero les sacaron los ojos y luego les cortaron los brazos y los pies. Tullidos, y en un dolor agonizante, fueron llevados a realizar trabajos forzados a las minas locales. Cuando ya se encontraban demasiado débiles para seguir trabajando, simplemente eran asesinados a punta de espada.  
 
 
 




Mapa de la región que muestra la ubicación
de Khirbet Faynan (Phaeno), en el centro. Fuente
  




 
Las muertes de estos gloriosos Mártires se encuentran descritas en un relato, detallado e irresistible, realizado por el altamente estimado historiador de la Iglesia, el Obispo Eusebio de Cesárea (circa 260-320). Posteriormente Eusebio  hizo notar en la historia que las víctimas de la persecución romana mostraron un extraordinario dominio de sí mismos mientras eran ejecutados lentamente, y que muchos de ellos aún se veían gozosos mientras soportaban esta espantosa muerte. Tal como escribió Eusebio en su Historia de los Mártires en Palestina, compuesta originalmente alrededor del 315:
 
“Cuando estos hombres eran llevados hacia el fuego, sin miedo alguno, ellos mismos se arrojaban a las llamas, presentándose a sí mismos como una ofrenda más aceptable que todo el incienso y las oblaciones; presentando sus propios cuerpos a Dios como un holocausto más excelente que todos los sacrificios… ellos amaban completamente esa filosofía, que proviene de Dios, por la que se ofrecían a sí mismos como oro que necesita ser purificado en el fuego. Aquél que proporciona fortaleza a los débiles y multiplica el Consuelo a los afligidos, los consideró dignos de la vida en el cielo, y los asoció a la compañía de los ángeles.”
Entre los mártires Palestinos más notables que murieron en ese asesinato, llevado a cabo en las minas de cobre, se encuentran Silvano, un santo Obispo de la región de Gaza, y Panfilio, un presbítero de Cesárea. Silvano fue condenado, como muchos otros, a trabajar en las minas Palestinas, pero cuando sus perseguidores se dieron cuenta de que era demasiado viejo para esa labor tan pesada simplemente lo decapitaron. 
 
 











El gran Eusebio ha dejado al mundo una poderosa descripción del martirio de Silvano en esta anotación: “El bienaventurado Silvano vino de Gaza, y era uno de los soldados veteranos; y cuando su libertad en el servicio probó ser contraria a sus hábitos, se enlistó a sí mismo como un buen soldado de Cristo.”
“Pues él era una hombre perfectamente manso, y de una mente brillante, que vivió su fe con simplicidad y pureza. El era presbítero en la ciudad de Gaza y se condujo a sí mismo con gran propiedad. Y porque el conflicto para vivir se dio contra los soldados de Cristo, él, un hombre Viejo, se dirigió hacia el Stadium, y ahí, en su primera confesión ante la gente de Cesárea, se entregó valientemente por lo que fue castigado con azotes.”
“Y una vez que los hubo soportado valientemente tuvo que enfrentar otra prueba, en la cual el anciano soportó los latigazos en sus costados como si fuera un hombre joven. La tercera prueba se presentó cuando fue enviado a las minas de cobre, período durante el cual exhibió un gran carácter. También fue encontrado digno del episcopado, en el cual su servicio brilló en el ejercicio de ese ministerio.” 
“En el cuarto día de Iyar la gran puerta del cielo se le abrió completamente, y este hombre santo ascendió en compañía de los mártires, no habiendo sido dejado solo, debido a la gran asamblea de hombres valientes que lo siguieron.













Repentinamente se expidió una orden malévola por la cual todos aquellos que se encontraban débiles así como todos aquellos que no fueran capaces de trabajar en las minas, debido a su edad o la enfermedad, serían eliminados por la espada; y los cuarenta mártires de Dios, sumados todos ellos, fueron decapitados el mismo día.”
“Muchos de ellos fueron Egipcios, pero su líder y guía fue este mismo mártir y Obispo de los mártires, Silvano, un hombre verdaderamente bendecido y amado por Dios”
Aunque de edad diferente que Silvano, el mártir Panfilio, había sido originalmente un hombre noble procedente de una familia muy poderosa –sin embargo su cuna privilegiada le fue inútil en Palestina desde el momento en que los poderosos Romanos decidieron reducir a la nada, sin importar el costo, a la nueva fe Cristiana. Eusebio nos describe a este mártir en un pasaje conmovedor: “Panfilio, ese nombre tan querido para mí – uno que verdaderamente amaba a Dios y un pacificador entre los hombres-… fue el adorno de la Iglesia en Cesárea, porque además era presbítero, adornándola a ella con su propio servicio, y siendo adornado él mismo por el don del ministerio recibido.” 
“También su conducta era verdaderamente de Dios, estando en todo momento en comunión con el Espíritu de Dios; pues en su vida era eminentemente virtuoso, huyendo de riquezas y honores, menospreciándolos y rechazándolos, y entregándose completamente al Logos de Dios.











Pues vendió cada una de las cosas que había heredado de sus padres y las distribuyó entre los más desposeídos, los enfermos y los pobres, y llevó a cabo su vida privada sin ninguna posesión mientras utilizaba su tiempo en el paciente estudio de la filosofía divina. Por consiguiente dejó Beirut, la ciudad en la cual había crecido en tamaño y sabiduría; y a causa de ese conocimiento y entendimiento se unió a los hombres que buscaban la perfección. Abandonó la sabiduría humana y amó la palabra de Dios. También adoptó el hábito celestial de los profetas y fue Coronado con el martirio.”
Las vidas de estos 50 santos palestinos, en los últimos 17 siglos, han llegado a simbolizar la verdadera esencia del martirio – la disponibilidad de entregar todo lo que uno posee, incluida la propia existencia, a cambio de un regalo muchísimo más grande: el Evangelio de Jesucristo. El tiempo no opacará la Gloria de los sacrificios realizados en esos días tumultuosos alrededor de las minas de Phaeno.
 
  
 

Apolitiquio tono 4º

Tus Mártires oh Dios, en su valerosa lucha por Ti, han recibido las coronas de la vida que no se corrompe como premio que procede de Ti, Oh Dios Inmortal. Pues al poseer ellos Tú fortaleza, desafiaron a los tiranos y destruyeron completamente la presunción de poder de los demonios. Oh Cristo Dios, por sus oraciones, salva nuestras almas, ya que Tú eres misericordioso.

Condaquio tono plagal del 4º

¡Oh mártires divinos! Ustedes han probado ser lámparas brillantes que iluminan la creación con el brillo de sus Milagros. Ustedes que han sanado enfermedades y han disipado toda oscuridad y penumbra del espíritu, oren por nosotros ante Cristo nuestro Dios. 






Fuente: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr, diakonima.gr.

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