viernes, 27 de septiembre de 2024

Los Apóstoles Aristarco, Zenas y Marcos, de los Setenta

Versos:
A Marcos: "El que jactanciosamente se llama Juan y Marcos, destacado en el camino de los Apóstoles".

A Aristarco: "Aristarco fue un excelente iniciado del Logos, comenzando en excelencia y viviendo la vida de un extraño".
A Zenas: "Zenas predicó el Logos del Dios viviente,
Reviviendo a muchos que estaban muertos por el error".

Tal como el Evangelio de Lucas del Nuevo Testamento nos deja bien en claro, los Doce Apóstoles originales enviados por Cristo a predicar el Evangelio no fueron los únicos “maestros” a los que Él envió a propagar la Buena Nueva a través de Palestina y el resto del mundo. En el Capítulo 10 el gran Evangelista escribe elocuentemente sobre un numeroso segundo grupo de devotos Cristianos que también recibieron la tarea de propagar la nueva fe.
Estos discípulos llegaron a ser conocidos como “Los Setenta” –y tres Palestinos de esas filas, especialmente dedicados (Marcos, Aristarco y Zenón), y fueron destinados a ser luminarias de la  Iglesia Cristiana Primitiva. 
La historia de “Los Setenta” está bellamente contada por San Lucas al inicio del capítulo 10: “Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.”
A continuación el Señor les dice a Los Setenta: “En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios se ha acercado a vosotros.” En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca.” (Lucas 10, 8-11) 
Inmediatamente después Jesús pronunció una líneas que describen bellamente y de modo profundamente emocionante el desafío enfrentado por Los Setenta “Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza  a mí, rechaza al que me ha enviado." (Lucas 10, 16)
Regresaron los 72 alegres, diciendo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre." El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los  cielos."   (Lucas 10, 17-20).
 
Hubo muchos discípulos entre Los Setenta que muy pronto llegaron a ser figuras bien conocidas en la historia temprana de la Cristiandad –incluyendo aquellos tres notables Palestinos, cuyas expresiones de fe inquebrantable llegaron a ser pronto poderosos ejemplos de vidas completamente dedicadas a la Cruz. 
Sin embargo, antes de revisar las invaluables enseñanzas y curaciones realizadas por estos tres discípulos, resulta de gran ayuda recordar que la palabra “apóstol” en sí misma dice muchísimo acerca de su misión. El término es tomado del Griego y significa: “uno que es enviado” o “enviado.” La palabra “apóstol” describe a alguien que ha recibido el encargo de entregar un mensaje importante. Ciertamente, Cristo mismo provee una vívida ilustración del significado de este término, cuando les dice a los Doce Apóstoles originales: “Como el Padre me envió, también yo os envío” (Juan 20, 21)  (en Hebreos 3, 1 Jesús también es referido como un “apóstol”) El apóstol más conocido de Los Setenta es, sin lugar a dudas, San Marcos.



San Marcos 

(Algunas veces referido en el Nuevo Testamento como “San Juan”), fue descrito por San Lucas en los Hechos de los Apóstoles (Hechos 12, 25; 15, 37-39). San Pablo también lo menciona en su Epístola a los Colosenses y en Filemón (Colosenses 4, 10; Filemón 1, 23). San Marcos viajó con San Pablo y Bernabé a través de Palestina en la búsqueda de conversiones –eventualmente llegó a ser Obispo de la ciudad Fenicia de Biblos, ubicada en la región del norte, que alguna vez había sido conocida como la Tierra de la Antigua Canaán.
La vida de San Marcos nos provee un ejemplo irresistible del poder milagroso de la fe. Reconocido en todo lugar por su piedad y su oración ferviente, estaba conectado tan cercanamente con el Poderoso que su simple sombra podía sanar a los enfermos (San Pedro también recibió esa distinción durante su vida ejemplar.)  San Marcos, el primo de Bernabé, era una figura vívida de alguien cuya predicación, con un poder inolvidable, electrizaba a sus oyentes por lo que fue objeto de muchas leyendas. Aunque esas narraciones no han sido verificadas por la Escritura, su magnificencia nos muestra un rastro de grandeza sobre este gran apóstol.
En una de esas leyendas se dice que San Marcos fue uno de los siervos en las Bodas de Caná – siendo uno de los que vertió el agua que luego Cristo transformaría en vino. Marcos también es descrito frecuentemente como el siervo que llevó agua a la casa de Simón el Cireneo, lugar donde tomó lugar la Ultima Cena (Marcos 14, 13). Es más, en otra descripción no canónica de esa época, se dice que San Marcos fue el “joven desnudo” que huyó cuando Jesús fue arrestado (Marcos 14, 51-52).
Sumado a esto, hay una tierna leyenda que lo menciona como el verdadero creyente que invitó a los 12 apóstoles originales a la casa de su madre en Jerusalén, María, al poco tiempo de la muerte de Jesús. Fue ahí, según menciona la leyenda, que el Salvador resucitado hizo su única aparición delante de los Doce (Juan 20), posterior a la Crucifixión.
Fue también en esta humilde morada, según otra leyenda, a la cual el apóstol Pedro se dirigió rápidamente luego de haber sido liberado de prisión – y desde donde dirigió a muchos de los fieles para establecer la primera pequeña comunidad Cristiana. 
En varias ocasiones San Marcos (conocido también como “Juan Marcos”) acompañó a San Pablo y Bernabé en sus viajes a Antioquia y Perga en Panfilia. En otro de esos viajes de predicación San Marcos se unió a San Bernabé en una travesía a lo largo y ancho de la isla de Chipre. El año 63, este apasionado evangelista, llevaría su fe al corazón de la ciudad de Roma donde pondría lo mejor de sí para ayudar a consolar a San Pablo, quien se encontraba prisionero al haber sido arrestado y detenido por proclamar su fe.

Ver Evangelio Según San Marcos -con breve interpretación por P.Trempelas-


San Aristarco

Otro poderoso evangelizador, quien muy pronto se distinguió de entre los Setenta discípulos, fue San Aristarco. El es mencionado por San Pablo en sus cartas a los Colosenses 4, 10 y a Filemón 1, 23. Su nombre contiene una paradoja interesante – ya que en griego significa “el mejor gobernador”, aunque en su caso fue reconocido como apóstol, en la Iglesia primitiva Cristiana, por su sencillez y humildad.
Después de muchos años de predicación del Evangelio con Pablo, en Palestina y en otros lugares, Aristarco sirvió como obispo de Apameia en Siria. Él viajó a través de Asia Menor, en toda su extensión, con San Pablo y estuvo junto a él durante un violento motín en Éfeso, provocado por la descripción que San Pablo había hecho de los ídolos paganos como blasfemos. Los Hechos de los Apóstoles describen ese peligroso incidente en el capítulo 19: Al oír esto (los enojados efesios), llenos de furor se pusieron a gritar: « ¡Grande es la Artemisa de los efesios!» La ciudad se llenó de confusión. Todos a una se precipitaron en el teatro arrastrando consigo a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de viaje de Pablo. (Hechos 19, 28-29) 
El intento de los efesios de atacar a San Pablo fue detenido al último instante, cuando Aristarco le previno de no entrar en la sala donde su vida pudo haber estado en grave peligro.
Tal como lo establecen claramente las Escrituras San Aristarco era bastante cercano a San Pablo, a quien lo acompañó a Roma aún durante su último encarcelamiento. Cuando Pablo envió su carta a la Iglesia de los Colosenses (Col 4, 10) se refirió a su amigo Palestino como su compañero de prisión. Su amplia y bien documentada amistad se había visto profundizada por la terrible experiencia que vivieron juntos durante el naufragio en Malta, del que difícilmente escaparon vivos.
El nombre de San Aristarco ha vivido a lo largo de los siglos en los nombres de muchos de los siervos de la Santa Iglesia, incluyendo muchos obispos y arzobispos venerables reconocidos por su piedad. 
Su memoria se repite el 14 de Abril, junto con los Apóstoles Trófimo y Pudente, también de los Setenta.




Los Setenta Apóstoles




San Zenas

Es el tercer santo Palestino en este trío de miembros extraordinarios de los Setenta, y frecuentemente se le menciona como “el abogado” debido a su gran erudición. San Pablo se refiere a él en la carta a Tito 3, 13.
Era un erudito en materia jurídica y se le ve constantemente en los asuntos legales en la cortes de la Iglesia. Zenas también se desempeñó como obispo de Diospoli (o Lidia) en Palestina. (Lidia fue una ciudad de gran distinción ubicada a unas cuantas millas de la antigua ciudad Palestina de Ramaláh). 
El apóstol Zenas era experto en los juzgados, en los cuales realizó muchos y valiosos servicios para los primeros Cristianos –hecho que se observa en el urgente mensaje que San Pablo describe en su carta a Tito: envía rápidamente a Zenas y a Apolo, de modo que nada les falte (Tito 3, 13)
San Zenas trabajó como escriba durante sus años de juventud, mucho antes de haber completado su entrenamiento como abogado. Fue durante este período, sólo algunos años posteriores a la crucifixión y Resurrección de Cristo, que se convirtió al Santo Evangelio. Como fiel asistente de San Pablo, el hábil abogado y gran escritor, fue muy útil aconsejando frecuentemente a los líderes de la Iglesia primitiva en cuestiones legales y asuntos públicos.
Esas mismas habilidades probaron ser invaluables durante los más de 20 años que San Zenas pasaría como obispo de Lidia. Como líder de la nueva comunidad Cristiana en el extranjero, dirigió el rápido crecimiento de la Iglesia, y sus grandes dones fueron un instrumento de gran ayuda para establecer varias comunidades, pequeñas pero determinadamente fieles, como centros de culto a través de la región.
Tal como muchos comentaristas y Padres de la Iglesia han notado a través de los siglos, el ejemplo dejado por estos tres discípulos, pertenecientes al grupo de los Setenta, ha llegado a ser como una estrella luminosa para todos aquellos que profesan creer en el Evangelio de Jesucristo. Humildes, y al mismo tiempo notablemente valientes, los tres demostraron ser vehículos de fe inquebrantable en los primeros y turbulentos años, tiempo en los cuales la Cristiandad los necesitaba más que nunca.  
 


Ἀπολυτίκιον  (Κατέβασμα) Ἦχος δ’. Ταχὺ προκατάλαβε.
 
Χορείαν τὴν τρίπλοκον, τῶν Ἀποστόλων Χριστοῦ, συμφώνως τιμήσωμεν, ὡς ποταμοὺς λογικούς, τῆς θείας χρηστότητας, Πούδην σὺν Ἀριστάρχω, καὶ Τροφίμω τῷ θείῳ λόγοις θεογνωσίας, καταρδεύσαντας κόσμον. Αὐτῶν Χριστὲ μεσιτείαις πάντας οἰκτείρησον.  
 
Apolytikion tono 4º 
 
Honremos juntos el triple coro de los Apóstoles de Cristo, como ríos racionales, Aristarco, Pudens y Trófimo. Con las divinas palabras del conocimiento de Dios regaron el mundo. Por sus súplicas, oh Cristo Dios nuestro, ten compasión de todos nosotros.
 
 
Ἀπολυτίκιον Ἦχος γ'.
 
Ἀπόστολοι ἅγιοι, πρεσβεύσατε τῷ ἐλεήμονι Θεῷ ἵνα πταισμάτων ἄφεσιν, παράσχῃ ταῖς ψυχαῖς ἡμῶν.

 
Apolitiquio tono 3º

Oh Santos Apóstoles, intercedan ante el Dios misericordioso para que El nos conceda a nuestras almas el perdón por nuestras ofensas. 
 
 

Condaquio tono 4º

Oh sabios Apóstoles, ustedes muestran lo que es ser ramas en la viña de Cristo, portadores de virtudes, quienes han servido, compartiendo con aquellos que están llenos de gozo, el vino de la salvación. Rogad al Señor para que quienes celebran sus memorias puedan recibir el perdón de sus pecados y ser dignos de gran misericordia. 
 
 
 
Kontakion en el primer tono
 
Apóstoles de Cristo, obreros del Salvador, sois la luz del mundo. Intercede por nosotros que alabamos tu gloriosa memoria, y ruega para que seamos salvos.
 






Fuentes consultadas: Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury; synaxarion.gr; saint.gr. 

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