Versos:
"Aunque Eutiquio no renunció a su espíritu durante el concurso, disputó y recibió la recompensa de un atleta".
El veinticuatro Eutiquio fue cubierto por una piedra.
San Eutiquio (del gr. "Ευτυχής", [Eftíjis]) fue
discípulo del Apóstol Santo y Evangelista Juan el Teólogo, y estaba lleno de la
gracia del Espíritu Santo.
En las Actas del apóstol Juan, atribuidas a su discípulo Prócoro
(28 de Julio), leemos lo siguiente sobre la estrecha relación entre el apóstol
Juan y San Eutiquio:
"Y después de partir el pan, [Juan] nos lo dio, orando
por cada uno de los hermanos, para que pudiera ser digno de la Eucaristía del
Señor. Él también, habiéndolo probado, dijo: -Permite que haya también
para mí una porción contigo, y paz, oh amado-. Y habiendo dicho esto, y
confirmado a los hermanos, dijo a Eutiquio, también llamado Verus: -He
aquí, te nombro ministro de la Iglesia de Cristo, y te confío el rebaño de
Cristo. Ten en cuenta los mandamientos del Señor, y si hubieses de caer en
pruebas o peligros, no tengas miedo, porque caerás bajo muchos problemas, y
serás mostrado como un testigo eminente del Señor. Por lo tanto, Verus, atiende
al rebaño como un siervo de Dios, hasta el momento señalado para tu
testimonio-.
Y cuando Juan hubo dicho esto, y más que eso, después de
haberle confiado el rebaño de Cristo, él le dijo: -Toma a algunos
hermanos, con cestas y vasos, y sígueme-. Y Eutiquio, sin considerarlo,
hizo lo que le ordenaron. Y el bendito Juan, saliendo de la casa, tras pasar
por las puertas le dijo a la multitud que se apartara de él. Y al llegar a la
tumba de uno de nuestros hermanos, les dijo que cavaran. Y cavaron. Y él dijo: -Que el hoyo sea más profundo-. Y mientras cavaban, él conversaba con
los que habían salido de la casa con él, instruyéndolos y preparándolos a fondo
para la majestad del Señor.
San Eutiquio. 24 de Agosto. |
Y cuando los jóvenes terminaron el socavón, como él
había deseado, aunque no sabíamos nada, se quitó la ropa y la arrojó, como si
fuera ropa de cama, a la profundidad del socavón; y, permaneciendo solo en sus
telas (vestimenta) interiores, extendió las manos y rezó... Y mirando hacia el cielo, glorificó a Dios; y
habiéndose preparado por completo, se incorporó y nos dijo: - ¡Paz y gracia
sea con ustedes, hermanos!- Y despidió a los hermanos. Y cuando regresaron
al día siguiente ya no lo encontraron, sino sólo sus sandalias y una fuente que
brotaba. Y después de recordar lo que Pedro le había dicho al Señor acerca de
él: "Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?. Jesús le
dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú."
(Juan 21, 21-22)*. Y glorificaron a Dios por el milagro que había
sucedido".
San Eutiquio proclamó valientemente el evangelio de Cristo y
derribó muchos templos de los ídolos. Por esto fue golpeado, atado y
encarcelado. Muchos años sufrió en prisión, y fue alimentado con pan enviado
del cielo. Después de esto, trataron de matarlo arrojándole al fuego, pero al
haber sido preservado ileso, lo lanzaron para que lo comieran las bestias
salvajes. Como una de las bestias habló con voz humana al Santo, la multitud
que se había reunido para presenciar su muerte quedó asombrada.
Indemne ante todos los tormentos y castigos, Eutiquio
regresó a su tierra natal de Eleussa (o
Elaeousa) Sebaste en Cilicia. Un ángel del Señor caminaba ante él,
fortaleciéndole. Habiendo vivido allí durante mucho tiempo y trabajado para el
Señor, partió hacia el Señor en paz.
Entierro de San Juan el Teólogo y Evangelista por parte de sus discípulos, Eutiquio y Prócoro, entre otros, previamente a su tránsito o metástasis |
Pasión de San Eutiquio
Altaneros y arrogantes, los paganos idólatras se sentían seguros de haber encontrado un método de tortura garantizado que rompería el espíritu de este creyente Cristiano, quien con toda seguridad renunciaría a su fe en Cristo Jesús.
Su arma final: un enorme león que había sido mantenido con hambre por varias semanas.
Altaneros y arrogantes, los paganos idólatras se sentían seguros de haber encontrado un método de tortura garantizado que rompería el espíritu de este creyente Cristiano, quien con toda seguridad renunciaría a su fe en Cristo Jesús.
Su arma final: un enorme león que había sido mantenido con hambre por varias semanas.
Medio loco por el hambre, el hambriento felino de la
jungla destrozaría en piezas, sin lugar a dudas, a Eutychios (Eutiquio) en ese mismo
lugar.
Después de todo para los enojados paganos Eutychios era una especie de
juego justo; ¿acaso no había sido él quien había estado insultando a los
adoradores de ídolos durante los últimos años –al tiempo en que insistía en que
deberían clausurar sus templos sagrados y destruir en pedazos sus imágenes de
oro y plata?
El enfrentamiento entre el obispo misionero Eutychios y sus
verdugos paganos estaba sólo a unos momentos. Los paganos no tenían ninguna
duda del resultado final; ¿qué hombre es lo suficientemente valiente como para
soportar la idea de ser destrozado por un león gigantesco?
La lucha entre este santo Cristiano y el león hambriento
tomó lugar alrededor del año 100 de nuestra era, según la mayoría de los
historiadores de la Santa Iglesia. Ocurrió debido al resentimiento que los idólatras habían dejado crecer debido a
las muchas conversiones al Santo Evangelio de Jesucristo que había tomado lugar
en esa parte del Medio Oriente Romano.
Sin embargo lo que sus verdugos paganos no entendieron fue
la enorme fe y dedicación de su prisionero, el Gran Mártir Eutychios. Nacido en
el pueblo de Sebastia, cerca de Tarso (hoy en día parte de la Turquía moderna),
alrededor del año 50 de Nuestro Señor, el humilde obispo se había convertido a
la fe del Hijo de Dios a causa de reverenciado San Juan el Teólogo. Ambos
habían viajado a lo largo de Medio Oriente en varias incursiones de predicación.
En varias otras ocasiones, el Venerable Eutychios había acompañado al Gran
Apóstol San Pablo en sus misiones evangelizadoras a lo largo de esa región.
Veterano de esas jornadas peligrosas entre los paganos,
frecuentemente resentidos, Eutychios conocía a cabalidad los rigores del
servicio como evangelizador Cristiano. Ya había estado en prisión en varias
ocasiones, durante sus visitas a Grecia y Asia Menor, y también había soportado
su parte en brutales latigazos y otras torturas por la causa del Santo
Evangelio.
En una ocasión desesperada el obispo, siempre animado y
celoso, había sido dejado en una celda para morir de hambre. Sin embargo, al
último instante, una presencia angélica apareció dentro de su sucia celda...
proveyéndole de alimento, de pan.
Durante otro enfrentamiento, el santo había sido herido
repetidamente con un fierro de acero aserrado... al punto que su carne lacerada
sangraba profusamente. Sin embargo la sangre que brotaba de sus heridas
producía un aroma inexpresablemente dulce y fragante, dejando sumamante
sorprendidos a sus torturadores, quienes lo miraban con malicia.
Una y otra vez, el increíblemente resistente Eutychios, se
las había arreglado para sobrevivir a castigos que podrían haber aniquilado muy
rápidamente a cualquier otro que no gozase de la generosa ayuda y la protección
del Dios Todopoderoso. Durante otro incidente increíble fue sido arrojado de
cabeza dentro de una caldera rugiente, la cual luego fue cerrada con una puerta
de hierro. Cuando, una hora más tarde, regresaron sus captores para recoger sus
huesos calcinados, se mostraron boquiabiertos al verlo salir a través de la
compuerta del horno, completamente ileso y sonriendo alegremente.
Hasta este momento, el santo se las había arreglado en cada
ocasión para escapar de sus captores. Sin embargo el león que habían preparado
para este momento se encontraba completamente hambriento –y esta vez ellos
sabían que no habría escape. Habiendo llevado al santo a una cámara subterránea
ubicada muy cerca de las jaulas de los animales, amarraron a Eutychios al suelo
y abrieron la puerta de la jaula del león.
Con un rugido inmenso la bestia salvaje salió fuera de su
guarida. En un instante se dirigió al lugar en el que el santo, agachado en
oración, esperaba impotentemente su
destino. Y entonces sucedió. Mientras los amos y sus carceleros miraban
atónitos, el león se detuvo. En vez de atacarlo, el gran animal se volteó
lentamente.
Increíblemente, de su gran hocico, se escuchó una voz
humana. No... No era un discurso; el león había comenzado a rezar y en ella
estaba honrando a Dios Todopoderoso con palabras como las siguientes:
Bienaventurado sea Dios Todopoderoso, quien gobierna el Cielo y la Tierra.
Los paganos idólatras se miraban asombrados entre sí. En vez
de comerse al cristiano, la bestia de la jungla estaba rezando a Dios.
Impresionados como nunca ante la vista de este milagro algunos de los paganos
se convirtieron inmediatamente al Santo Evangelio y se declararon seguidores de
Cristo.
Aunque el valiente San Eutychios había escapado una vez más
de la muerte en manos de esos despiadados idólatras, él no habría de escapar de
su destino. Tampoco es algo que deseara; mucho tiempo atrás este humilde
evangelizador y obispo misionero le había rogado a Dios que algún día le
concediera la corona del martirio. Y su oración le fue respondida en su pueblo
natal de Sebastia en donde fue decapitado bajo las órdenes del sacerdote pagano
local, alrededor del año 110 de Nuestro Señor.
La vida del fiel San Eutychios nos proporciona una vívida
ilustración de las muchísimas maneras en las cuales el Señor Dios Jesucristo
defiende y protege a aquellos que ponen su confianza y valor en El. Los paganos
intentaron asesinar una y otra vez a este valiente misionero de Cristo... pero
no tuvieron éxito hasta que Dios, finalmente, lo permitió. Confiado en el
conocimiento de la protección constante de Dios, los Cristianos han recibido de
la vida de San Eutychios la inspiración y el valor a lo largo de los últimos
dieciocho siglos.
Fuiste un sucesor de los Apóstoles y un ejemplo para los obispos, oh Eutiquio que no moriste como un mártir. Brillabas como el sol e iluminabas todo, disipando la oscuridad de la impiedad. Por lo cual te veneramos como el siervo divino de Cristo.
NOTAS:
* 21. Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? 22. Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú. (Jn. 21, 21-22). Es decir, entonces Jesús dijo a Pedro: suponte que quiero que siga vivo hasta que tenga lugar mi Segunda Venida. ¿Por qué te interesa esto y en qué te beneficiará, si sabes lo que sucederá con él? Tú sígueme y cuida por tu propia salvación. (Interpretación P. Trempelas)
Ἀπολυτίκιον Ἦχος δ’.
Καὶ
τρόπων μέτοχος, καὶ θρόνων διάδοχος, τῶν Ἀποστόλων γενόμενος, τὴν
πρᾶξιν εὗρες θεόπνευστε, εἰς θεωρίας ἐπίβασιν· διὰ τοῦτο τὸν λόγον τῆς
ἀληθείας ὀρθοτομῶν, καὶ τῇ πίστει ἐνήθλησας μέχρις αἵματος, Ἱερομάρτυς
Εὐτυχές· Πρέσβευε Χριστῷ τῷ Θεῷ, σωθῆναι τὰς ψυχὰς ἡμῶν.
Apolitiquio tono 4º.
Como partícipe de la manera de ser y sucesor del trono de los Apóstoles, Oh inspirado por Dios, encontraste en la disciplina un medio para ascender a la visión beatífica. Por esa razón, habiendo vivido la palabra de la verdad, luchaste por tu Fe aún a costa de tu sangre, Oh Hieromártir Eutiquio. Intercede ante Cristo nuestro Dios para que se salven nuestras almas.
Ἀπολυτίκιο. Ἦχος δ’. Ὁ ὑψωθεῖς ἐν τῷ Σταυρῷ.
Ὡς φοιτητὴς τῶν ἱερῶν Ἀποστόλων, τῆς εὐσεβείας ὑποφήτης ἐδείχθης, καὶ τὴν τοῦ Λόγου σάρκωσιν ἐκήρυξας τρανῶς· ὅθεν ἐνδιέπρεψας, μαρτυρίου τοῖς πόνοις, θαύμασι τῆς πίστεως, βεβαιώσας τὸν λόγον. Ἱερομάρτυς Πάτερ Εὐτυχές, Χριστὸν δυσώπει, ὑπὲρ τῶν ψυχῶν ἡμῶν.
Ὡς φοιτητὴς τῶν ἱερῶν Ἀποστόλων, τῆς εὐσεβείας ὑποφήτης ἐδείχθης, καὶ τὴν τοῦ Λόγου σάρκωσιν ἐκήρυξας τρανῶς· ὅθεν ἐνδιέπρεψας, μαρτυρίου τοῖς πόνοις, θαύμασι τῆς πίστεως, βεβαιώσας τὸν λόγον. Ἱερομάρτυς Πάτερ Εὐτυχές, Χριστὸν δυσώπει, ὑπὲρ τῶν ψυχῶν ἡμῶν.
Otro apolitiquio tono 4º
Oh discípulo de los santos Apóstoles, fuiste un maestro de la piedad y proclamaste abiertamente la encarnación del Logos. Sufriste como mártir y confirmaste la palabra de fe con tus milagros. Oh Hieromártir y el Padre Eutiquio, reza a Cristo nuestro Dios por nuestras almas.
Condaquio tono 3º
Fuiste un sucesor de los Apóstoles y un ejemplo para los obispos, oh Eutiquio que no moriste como un mártir. Brillabas como el sol e iluminabas todo, disipando la oscuridad de la impiedad. Por lo cual te veneramos como el siervo divino de Cristo.
Otro condaquio tono 3º
Eutychios, Portador de Dios, como Sucesor de los Apóstoles,
has llegado a ser la medida y un buen ejemplo para los obispos, ya que has sido
glorificado con la gloria del martirio, brillas como el sol, iluminando a todos
los hombres, alejándolos de la oscuridad del error. He aquí que nosotros te
reverenciamos, Oh siervo divino de Cristo.
Fuentes consultadas: saint.gr, apostoliki-diakonia.gr, impantokratoros.gr, Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad
Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.* diakonima.gr, Μεγας Συναξαριστης", synaxarion.gr. ispania.gr., doxologia.ro.