sábado, 24 de agosto de 2024

Hieromártir Eutiquio, Discípulo de Juan el Teólogo (+110)

Versos:
"Aunque Eutiquio no renunció a su espíritu durante el concurso, disputó y recibió la recompensa de un atleta".
El veinticuatro Eutiquio fue cubierto por una piedra.


San Eutiquio (del gr. "Ευτυχής", [Eftíjis]) fue discípulo del Apóstol Santo y Evangelista Juan el Teólogo, y estaba lleno de la gracia del Espíritu Santo.
En las Actas del apóstol Juan, atribuidas a su discípulo Prócoro (28 de Julio), leemos lo siguiente sobre la estrecha relación entre el apóstol Juan y San Eutiquio:  
 
"Y después de partir el pan, [Juan] nos lo dio, orando por cada uno de los hermanos, para que pudiera ser digno de la Eucaristía del Señor. Él también, habiéndolo probado, dijo: -Permite que haya también para mí una porción contigo, y paz, oh amado-. Y habiendo dicho esto, y confirmado a los hermanos, dijo a Eutiquio, también llamado Verus: -He aquí, te nombro ministro de la Iglesia de Cristo, y te confío el rebaño de Cristo. Ten en cuenta los mandamientos del Señor, y si hubieses de caer en pruebas o peligros, no tengas miedo, porque caerás bajo muchos problemas, y serás mostrado como un testigo eminente del Señor. Por lo tanto, Verus, atiende al rebaño como un siervo de Dios, hasta el momento señalado para tu testimonio-.
Y cuando Juan hubo dicho esto, y más que eso, después de haberle confiado el rebaño de Cristo, él le dijo: -Toma a algunos hermanos, con cestas y vasos, y sígueme-. Y Eutiquio, sin considerarlo, hizo lo que le ordenaron. Y el bendito Juan, saliendo de la casa, tras pasar por las puertas le dijo a la multitud que se apartara de él. Y al llegar a la tumba de uno de nuestros hermanos, les dijo que cavaran. Y cavaron. Y él dijo: -Que el hoyo sea más profundo-. Y mientras cavaban, él conversaba con los que habían salido de la casa con él, instruyéndolos y preparándolos a fondo para la majestad del Señor. 
 
 


San Eutiquio. 24 de Agosto.

 
 
Y cuando los jóvenes terminaron el socavón, como él había deseado, aunque no sabíamos nada, se quitó la ropa y la arrojó, como si fuera ropa de cama, a la profundidad del socavón; y, permaneciendo solo en sus telas (vestimenta) interiores, extendió las manos y rezó...  Y mirando hacia el cielo, glorificó a Dios; y habiéndose preparado por completo, se incorporó y nos dijo: - ¡Paz y gracia sea con ustedes, hermanos!- Y despidió a los hermanos. Y cuando regresaron al día siguiente ya no lo encontraron, sino sólo sus sandalias y una fuente que brotaba. Y después de recordar lo que Pedro le había dicho al Señor acerca de él: "Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?. Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú." (Juan 21, 21-22)*. Y glorificaron a Dios por el milagro que había sucedido".
San Eutiquio proclamó valientemente el evangelio de Cristo y derribó muchos templos de los ídolos. Por esto fue golpeado, atado y encarcelado. Muchos años sufrió en prisión, y fue alimentado con pan enviado del cielo. Después de esto, trataron de matarlo arrojándole al fuego, pero al haber sido preservado ileso, lo lanzaron para que lo comieran las bestias salvajes. Como una de las bestias habló con voz humana al Santo, la multitud que se había reunido para presenciar su muerte quedó asombrada.
Indemne ante todos los tormentos y castigos, Eutiquio regresó a su tierra natal de  Eleussa (o Elaeousa) Sebaste en Cilicia. Un ángel del Señor caminaba ante él, fortaleciéndole. Habiendo vivido allí durante mucho tiempo y trabajado para el Señor, partió hacia el Señor en paz.
 
 



Entierro de San Juan el Teólogo y Evangelista por parte de sus discípulos,
Eutiquio y Prócoro, entre otros, previamente a su tránsito o metástasis





Pasión de San Eutiquio 

Altaneros y arrogantes, los paganos idólatras se sentían seguros de haber encontrado un método de tortura garantizado que rompería el espíritu de este creyente Cristiano, quien con toda seguridad renunciaría a su fe en Cristo Jesús.
Su arma final: un enorme león que había sido mantenido con hambre por varias semanas.
Medio loco por el hambre, el hambriento felino de la jungla destrozaría en piezas, sin lugar a dudas, a Eutychios (Eutiquio) en ese mismo lugar.
Después de todo para los enojados paganos Eutychios era una especie de juego justo; ¿acaso no había sido él quien había estado insultando a los adoradores de ídolos durante los últimos años –al tiempo en que insistía en que deberían clausurar sus templos sagrados y destruir en pedazos sus imágenes de oro y plata?
El enfrentamiento entre el obispo misionero Eutychios y sus verdugos paganos estaba sólo a unos momentos. Los paganos no tenían ninguna duda del resultado final; ¿qué hombre es lo suficientemente valiente como para soportar la idea de ser destrozado por un león gigantesco? 
La lucha entre este santo Cristiano y el león hambriento tomó lugar alrededor del año 100 de nuestra era, según la mayoría de los historiadores de la Santa Iglesia. Ocurrió debido al resentimiento que  los idólatras habían dejado crecer debido a las muchas conversiones al Santo Evangelio de Jesucristo que había tomado lugar en esa parte del Medio Oriente Romano.
 



Hieromártir Eutiquio, discípulo de Juan el Teólogo



 
Sin embargo lo que sus verdugos paganos no entendieron fue la enorme fe y dedicación de su prisionero, el Gran Mártir Eutychios. Nacido en el pueblo de Sebastia, cerca de Tarso (hoy en día parte de la Turquía moderna), alrededor del año 50 de Nuestro Señor, el humilde obispo se había convertido a la fe del Hijo de Dios a causa de reverenciado San Juan el Teólogo. Ambos habían viajado a lo largo de Medio Oriente en varias incursiones de predicación. En varias otras ocasiones, el Venerable Eutychios había acompañado al Gran Apóstol San Pablo en sus misiones evangelizadoras a lo largo de esa región.
Veterano de esas jornadas peligrosas entre los paganos, frecuentemente resentidos, Eutychios conocía a cabalidad los rigores del servicio como evangelizador Cristiano. Ya había estado en prisión en varias ocasiones, durante sus visitas a Grecia y Asia Menor, y también había soportado su parte en brutales latigazos y otras torturas por la causa del Santo Evangelio.
En una ocasión desesperada el obispo, siempre animado y celoso, había sido dejado en una celda para morir de hambre. Sin embargo, al último instante, una presencia angélica apareció dentro de su sucia celda... proveyéndole de alimento, de pan.
Durante otro enfrentamiento, el santo había sido herido repetidamente con un fierro de acero aserrado... al punto que su carne lacerada sangraba profusamente. Sin embargo la sangre que brotaba de sus heridas producía un aroma inexpresablemente dulce y fragante, dejando sumamante sorprendidos a sus torturadores, quienes lo miraban con malicia.
Una y otra vez, el increíblemente resistente Eutychios, se las había arreglado para sobrevivir a castigos que podrían haber aniquilado muy rápidamente a cualquier otro que no gozase de la generosa ayuda y la protección del Dios Todopoderoso. Durante otro incidente increíble fue sido arrojado de cabeza dentro de una caldera rugiente, la cual luego fue cerrada con una puerta de hierro. Cuando, una hora más tarde, regresaron sus captores para recoger sus huesos calcinados, se mostraron boquiabiertos al verlo salir a través de la compuerta del horno, completamente ileso y sonriendo alegremente.
Hasta este momento, el santo se las había arreglado en cada ocasión para escapar de sus captores. Sin embargo el león que habían preparado para este momento se encontraba completamente hambriento –y esta vez ellos sabían que no habría escape. Habiendo llevado al santo a una cámara subterránea ubicada muy cerca de las jaulas de los animales, amarraron a Eutychios al suelo y abrieron la puerta de la jaula del león. 








Con un rugido inmenso la bestia salvaje salió fuera de su guarida. En un instante se dirigió al lugar en el que el santo, agachado en oración,  esperaba impotentemente su destino. Y entonces sucedió. Mientras los amos y sus carceleros miraban atónitos, el león se detuvo. En vez de atacarlo, el gran animal se volteó lentamente.
Increíblemente, de su gran hocico, se escuchó una voz humana. No... No era un discurso; el león había comenzado a rezar y en ella estaba honrando a Dios Todopoderoso con palabras como las siguientes: Bienaventurado sea Dios Todopoderoso, quien gobierna el Cielo y la Tierra.
Los paganos idólatras se miraban asombrados entre sí. En vez de comerse al cristiano, la bestia de la jungla estaba rezando a Dios. Impresionados como nunca ante la vista de este milagro algunos de los paganos se convirtieron inmediatamente al Santo Evangelio y se declararon seguidores de Cristo.
Aunque el valiente San Eutychios había escapado una vez más de la muerte en manos de esos despiadados idólatras, él no habría de escapar de su destino. Tampoco es algo que deseara; mucho tiempo atrás este humilde evangelizador y obispo misionero le había rogado a Dios que algún día le concediera la corona del martirio. Y su oración le fue respondida en su pueblo natal de Sebastia en donde fue decapitado bajo las órdenes del sacerdote pagano local, alrededor del año 110 de Nuestro Señor.
La vida del fiel San Eutychios nos proporciona una vívida ilustración de las muchísimas maneras en las cuales el Señor Dios Jesucristo defiende y protege a aquellos que ponen su confianza y valor en El. Los paganos intentaron asesinar una y otra vez a este valiente misionero de Cristo... pero no tuvieron éxito hasta que Dios, finalmente, lo permitió. Confiado en el conocimiento de la protección constante de Dios, los Cristianos han recibido de la vida de San Eutychios la inspiración y el valor a lo largo de los últimos dieciocho siglos.


NOTAS:
 
* 21. Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? 22. Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú. (Jn. 21, 21-22). Es decir, entonces Jesús dijo a Pedro: suponte que quiero que siga vivo hasta que tenga lugar mi Segunda Venida. ¿Por qué te interesa esto y en qué te beneficiará, si sabes lo que sucederá con él? Tú sígueme y cuida por tu propia salvación. (Interpretación P. Trempelas)
 



Ἀπολυτίκιον Ἦχος δ’.

 
Καὶ τρόπων μέτοχος, καὶ θρόνων διάδοχος, τῶν Ἀποστόλων γενόμενος, τὴν πρᾶξιν εὗρες θεόπνευστε, εἰς θεωρίας ἐπίβασιν· διὰ τοῦτο τὸν λόγον τῆς ἀληθείας ὀρθοτομῶν, καὶ τῇ πίστει ἐνήθλησας μέχρις αἵματος, Ἱερομάρτυς Εὐτυχές· Πρέσβευε Χριστῷ τῷ Θεῷ, σωθῆναι τὰς ψυχὰς ἡμῶν.

 

Apolitiquio tono 4º. 

Como partícipe de la manera de ser y sucesor del trono de los Apóstoles, Oh inspirado por Dios, encontraste en la disciplina un medio para ascender a la visión beatífica.  Por esa razón, habiendo vivido la palabra de la verdad, luchaste por tu Fe aún a costa de tu sangre, Oh Hieromártir Eutiquio. Intercede ante Cristo nuestro Dios para que se salven nuestras almas.
 
 
 
 
Ἀπολυτίκιο. Ἦχος δ’. Ὁ ὑψωθεῖς ἐν τῷ Σταυρῷ.
 
Ὡς φοιτητὴς τῶν ἱερῶν Ἀποστόλων, τῆς εὐσεβείας ὑποφήτης ἐδείχθης, καὶ τὴν τοῦ Λόγου σάρκωσιν ἐκήρυξας τρανῶς· ὅθεν ἐνδιέπρεψας, μαρτυρίου τοῖς πόνοις, θαύμασι τῆς πίστεως, βεβαιώσας τὸν λόγον. Ἱερομάρτυς Πάτερ Εὐτυχές, Χριστὸν δυσώπει, ὑπὲρ τῶν ψυχῶν ἡμῶν.
 
Otro apolitiquio tono 4º

Oh discípulo de los santos Apóstoles, fuiste un maestro de la piedad y proclamaste abiertamente la encarnación del Logos. Sufriste como mártir y confirmaste la palabra de fe con tus milagros. Oh Hieromártir y el Padre Eutiquio, reza a Cristo nuestro Dios por nuestras almas.
 
 
 

Condaquio tono 3º

Fuiste un sucesor de los Apóstoles y un ejemplo para los obispos, oh Eutiquio que no moriste como un mártir. Brillabas como el sol e iluminabas todo, disipando la oscuridad de la impiedad. Por lo cual te veneramos como el siervo divino de Cristo.

Otro condaquio tono 3º

Eutychios, Portador de Dios, como Sucesor de los Apóstoles, has llegado a ser la medida y un buen ejemplo para los obispos, ya que has sido glorificado con la gloria del martirio, brillas como el sol, iluminando a todos los hombres, alejándolos de la oscuridad del error. He aquí que nosotros te reverenciamos, Oh siervo divino de Cristo.







Fuentes consultadas: saint.gr, apostoliki-diakonia.gr, impantokratoros.gr, Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.* diakonima.gr, Μεγας Συναξαριστης", synaxarion.gr. ispania.gr., doxologia.ro.

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