Diácono Prócoro
El fue un Diácono de la Santa Iglesia –de
hecho uno de los primeros Siete Diáconos escogidos– y siempre estaba pronto a
servir al Dios Todopoderoso en cualquier manera que pudiera.
Cuando el gran San Juan el Teólogo comenzó a experimentar sus asombrosas visiones en la isla de Patmos, el Diácono Prócoro inmediatmente se ofreció de voluntario para registrarlas para la posteridad.
Lo que siguió a continuación fue un evento de
inmensa importancia para los Cristianos en todo lugar. Escuchando
cuidadosamente el Diácono escribió con una escrupulosa precisión las palabras
de San Juan. ¿Cómo pudo haber sabido que el documento que estaba componiendo
poco a poco –El Libro del Apocalipsis– estaba destinado a ser uno de los más
grandes tesoros de profecía espiritual que el mundo haya visto jamás?Cuando el gran San Juan el Teólogo comenzó a experimentar sus asombrosas visiones en la isla de Patmos, el Diácono Prócoro inmediatmente se ofreció de voluntario para registrarlas para la posteridad.
Día tras día, mientras componía en las páginas
las palabras ardientes del santo, el humilde Diácono –un residente de Jerusalén
durante las décadas inmediatamente posteriores a la muerte y resurrección de
Cristo– estaba sorprendido por su poder hipnótico y su sonora autoridad.
Haciendo lo mejor posible para no quedarse atrás con la corriente de imágenes
del visionario San Juan (quien había sido exiliado a esta isla Griega junto con
el Diácono por profesar el Cristianismo), Prócoro estaba golpeado por el tono
profético que marcaba la narrativa del santo de principio a fin. Tal como
muchos observadores han notado a lo largo de diferentes generaciones, el Libro
del Apocalipsis contiene algunas de las observaciones y profecías más profundas
en toda la historia de la Cristiandad, las mismas que están presentadas en un
estilo altamente poético de gran poder.
“Yo, Juan, vuestro hermano y compañero de la tribulación, del reino y de la
paciencia, en Jesús. Yo me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa del Logos de Dios y del testimonio de Jesús. Caí en éxtasis el día del Señor,
y oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta, que decía: «Lo que veas
escríbelo en un libro y envíalo a las siete Iglesias: a Efeso, Esmirna,
Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea».
Me volví a ver qué voz era la que me hablaba y al volverme, vi siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros como a un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, ceñido al talle con un ceñidor de oro.
Me volví a ver qué voz era la que me hablaba y al volverme, vi siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros como a un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, ceñido al talle con un ceñidor de oro.
Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la
nieve; sus ojos como llama de fuego; sus pies parecían de metal precioso acrisolado
en el horno; su voz como voz de grandes aguas. Tenía en su mano derecha siete
estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos
filos; y su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza. Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. El puso su mano derecha sobre mí diciendo: «No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de
la Muerte y del Hades.” (Apocalipsis 1, 9-18)
filos; y su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza. Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. El puso su mano derecha sobre mí diciendo: «No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de
la Muerte y del Hades.” (Apocalipsis 1, 9-18)
Cristiano ferviente y celoso, quien había sido
designado Obispo de Nicomedia (hoy en día parte de la moderna Turquía)
alrededor del año 50, Prócoro fue un misionero de gran valentía. Antes de
reunirse con el gran San Juan el Teólogo en su exilio, Prócoro había sido
escogido como uno de “Los Setenta” –ese gran grupo de discípulos que habían
sido designados por los Doce Apóstoles Originales con el fin de “ir y bautizar
al mundo entero.”
Embarcado ya mismo en el desafío de llevar el
Santo Evangelio a las naciones en el Medio Oriente, este valiente Diácono ya
había realizado varios viajes a lo largo de Asia Menor y Roma en donde sirvió
junto a San Pedro arriesgándose al martirio en una media docena de diferentes
ocasiones por desafiar a los adoradores de ídolos. Ciertamente fue San Pedro
quien -asombrado por el poder de la dedicación del Diácono– lo escogió para el
papel de crucial importancia como Obispo de Nicomedia. Siervo de Jesucristo de
hablar gentil y sin mayores presunciones, Prócoro fue a donde se le ordenó y
trabajó en todas las tareas que le fueron asignadas. Tampoco dudó en arriesgar
todo con tal de afirmar el Santo Evangelio en los ambientes más peligrosos
–entre los paganos que se enojaron ante el sonido del nombre de “Jesucristo.”
Como residente de la Ciudad Santa de Jerusalén, Prócoro fue uno de los Siete Diáconos escogidos por los Doce Apóstoles luego
de que recibieron el Espíritu Santo en Pentecostés. Los otros seis Diáconos
fueron Esteban, Felipe, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás. Todos estos Siete
Diáconos son conmemorados en este día.
Apóstol de los Setenta y Diácono San Nicanor |
Durante una larga vida dedicada al servicio
del Dios Todopoderoso, Prócoro llevó el mensaje de Jesucristo a miles de
personas en los países a lo largo de Medio oriente. También se distinguiría en
su papel de Obispo de Nicomedia. Luego de algunos años de haber ayudado a su
mentor y amigo, San Juan el Teólogo, a componer el Libro del Apocalipsis,
pagaría el precio final por su labor evangelizadora. Enfrentado a paganos
enfurecidos de Antioquia (también parte de la Turquía moderna), Prócoro sería
apedreado y moriría con una oración de gratitud en sus labios para el Dios
Todopoderoso.
La vida de Prócoro nos enseña acerca de la
importancia crucial del servicio en nuestras vidas. Perdiéndose a sí mismo en
el servicio a los demás, y al Señor Jesús Cristo, esta figura amable e
incondicional se encontraría a sí mismo –como un alma fiel que no se
preguntaba sobre quien necesitaba su ayuda, sino que por el contrario siempre
se apresuraba a proporcionarla.
En ningún lugar se manifiesta mejor su
desinteresado servicio que en las páginas que copió de las palabras del
visionario de Patmos, San Juan el Teólogo. Poniendo de lado su propia voluntad
y su ego con el fin de cumplir con la tarea mundana de recopilar los
pensamientos de otro, el Apóstol Prócoro ayudó a crear un documento
inapreciable que alabaría a Dios Todopoderoso a lo largo de los siglos.
Timón de Los Setenta
Fue un piadoso Obispo Cristiano en la ciudad
Arábica de Bostra (hoy en día parte de la Siria Moderna). También fue uno de
Siete Diáconos originales, quienes fueron escogidos por los Apóstoles en
Jerusalén para ayudar en el cuidado de los pobres durante las primeras décadas
posteriores a la Ascensión a los Cielos de Jesús Cristo.
El Obispo Timón fue reverenciado por los
primeros Cristianos como un valiente defensor del Santo Evangelio. Pero su
extendida reputación como siervo humilde de la Santa Iglesia no lo libraría de
un destino terrible. Acusado de “blasfemia Cristiana” por los sumos sacerdotes
Judíos, quienes gobernaban la vida de la antigua ciudad de Siria, el valiente
Timón fue sentenciado a ser arrojado vivo dentro de un inmenso horno ardiente.
Apóstol de los Setenta y Diácono San Timón |
La ejecución de Timón había sido ordenada por
el Gobernador de Bostra –luego de un breve juicio en el cual había sido
difamado groseramente por los sacerdotes– y fue previsto que tomara lugar muy
temprano una mañana, alredor del año 85 según los historiadores de ese período.
Sin embargo sus verdugos se dieron con una gran sorpresa. En primer lugar el
hombre sentenciado no mostraba ningún tipo de temor. Llevado hasta las puertas
de metal del horno simplemente sonrió y comenzó a rezar silenciosamente.
Aún cuando se abrieron las puertas y el sonido
de las llamas ardientes resonaban en toda la cámara de ejecución la víctima
permaneció sin mostrar miedo. Luego de hacer la Señal de la cruz comenzó a
rezar en voz muy alta... y los soldados que lo custodiaban se sorprendieron al
escuchar al Obispo rezar por ellos. Luego de implorar al Dios Todopoderoso que
perdonase por su crueldad a quienes lo iban a ejecutar el gran santo y mártir de
los primeros Cristianos fue lanzado de cabeza hacia el fuego trepidante.
Un momento después las puertas de metal fueron
cerradas con gran estrépito atrapando al orante apóstol Timón dentro de ese
fuego ardiente.
Pasaron diez minutos. Luego otros diez.
Después de más de media hora de espera el comandante del grupo de verdugos les
hizo una señal a sus hombres... quienes muy rápidamente dieron un paso adelante
para abrir el horno con la finalidad de inspeccionar las cenizas del santo.
Boquiabiertos, los verdugos observaron al
Obispo de Bostra salir caminar fuera del horno trepidante. Aún estaba sonriendo
y rezando, y ningún pelo de su cabeza se había chamuscado.
Incapaces de creer lo que veían sus ojos los
soldados tornaron sus ojos ante su comandante buscando sus órdenes. El los miro
parpadeante. ¿Estaría pasando esto realmente? Con el ceño fruncido por la
cólera el oficial encargado les ordenó que lo empujaran nuevamente dentro del
horno ardiente. Sin embargo una hora más tarde cuando las pesadas puertas se
abrieron nuevamente los resultados fueron los mismos: San Timón salió de en
medio del fuego y los saludó alegremente. Estaba completamente ileso y parecía
no haber sido afectado en nada por los acontecimientos sucedidos durante las
últimas dos horas.
¿Y ahora qué? Rápidamente el comandante envió
un mensaje al Gobernador de Bostra pidiéndole instrucciones. Se sintió muy
aliviado cuando en breves minutos le llegó la orden: Crucificarlo sin demora.
Inmediatamente se procedió a la segunda ejecución. Luego de varias horas de
sufrimiento el Venerable Timón cerró sus ojos y su alma se dirigió hacia las
Manos Amorosas del Hijo de Dios. Fue una muerte brutal, pero terminó con la
conversión espontánea de varios de los miembros del escuadrón de ejecución.
Habiendo presenciado el poder del Santo
Evangelio con sus propios ojos ellos se hicieron Cristianos durante la noche –y
algunos de ellos también fueron martirizados por su nueva fe.
Para el devoto Timón, quien había sido criado
en Jerusalén como Judío de ascendencia griega, su martirio glorioso no había
sido una cosa inesperada. Habiendo nacido alrededor del año 30 y luego de
haberse convertido al Cristianismo en su juventud Timón había pasado una gran
parte de su vida en una lucha incesante para proteger a la Iglesia naciente –al
tiempo que predicaba el Santo Evangelio de Jesús Cristo a la largo de Palestina y
las regiones aledañas.
Como uno de los Siete Diáconos originales, el
fiel Obispo de Bostra –localizada en una región remota de Arabia– había
trabajado por muchos años en la conversión de los adoradores de ídolos locales
a la Buena Nueva del Cristianismo.
El había sido amado y admirado en la Ciudad
Santa de Jerusalén luego de sus años de servicio como Diácono en la Ciudad
Santa. El libro del Nuevo Testamento de Los Hechos de los Apóstoles (Capítulo
6) describe maravillosamente la dedicación y la fidelidad de los Diáconos
explicando en un pasaje muy bien conocido cómo y por qué ellos fueron creados
para servir a la Santa Iglesia:
“Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos el logos de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio del Logos.»
“Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos el logos de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio del Logos.»
Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre
lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás,
prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las
manos. El logos de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó
considerablemente el número de los discípulos, y multitud de sacerdotes iban
aceptando la fe.” (Hechos 6, 1-7)
Debido a que los diáconos fueron creados para
servir a los miembros de la Iglesia primitiva, muchos de ellos (incluyendo al
Venerable Timón) posteriormente fueron escogidos para ser obispos en ciudades a
lo largo de Palestina y otras ciudades en el Medio oriente. Algunos de ellos
legaron a ser mártires –incluyendo al amado San Esteban, el primer mártir
Cristiano, quien sería apedreado hasta morir en las afueras de Jerusalén como
resultado de una conspiración realizada entre los sumos sacerdotes Judíos.
Como San Esteban, el valeroso Timón murió por
el Santo Evangelio. Y como su Salvador, el fiel Obispo y temeroso de Dios,
murió en una cruz de madera con una oración de perdón en sus labios sufrientes.
Por haber permanecido fiel al Dios Todopoderoso hasta el último momento de su
vida San Timón subraya la maravillosa promesa salvadora y sanadora que
Jesucristo hizo a todos aquellos que Le siguieran:
"Aquél que persevere hasta el fin, será salvado."
Apolitiquio tono 3º
Oh Santos Apóstoles, intercedan ante el Dios
misericordioso para que conceda a nuestras almas el perdón por nuestras
ofensas.
Ἀπόστολοι Ἅγιοι, πρεσβεύσατε τῷ ἐλεήμονι Θεῷ , ἵνα πταισμάτων ἄφεσιν, παράσχῃ ταῖς ψυχαῖς ἡμῶν.
Διάκονοι σεπτοί, καὶ αὐτόπται τοῦ Λόγου, καὶ σκεύη ἐκλογῆς, ἀνεδείχθητε πίστει, Νικάνορ καὶ Πρόχορε, Παρμενᾶ, Τίμων ἔνδοξε· ὅθεν σήμερον, τὴν ἱερὰν ὑμῶν μνήμην, ἑορτάζομεν, ἐν εὐφροσύνῃ καρδίας, ὑμᾶς μακαρίζοντες.
Condaquio tono 1º. Tu sepulcro Salvador.
Su fe ustedes nos han mostrado ser santos
diáconos del Logos, Sus testigos venerables y sus vasos sagrados, Nicanor y Prócoro, gloriosos Timón y Parmenas; He aquí que hoy día celebramos vuestras
sagradas memorias y con gran gozo de corazón mantenemos esta fiesta con alegría
en la cual los llamamos bienaventurados.
Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y
bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri
Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr