domingo, 28 de julio de 2024

Los Santos Apóstoles de los Setenta y los Diáconos Prócoro, Nicanor, Timón, y Parmenas (+s.I)

Diácono Prócoro
 
El fue un Diácono de la Santa Iglesia –de hecho uno de los primeros Siete Diáconos escogidos– y siempre estaba pronto a servir al Dios Todopoderoso en cualquier manera que pudiera.


Cuando el gran San Juan el Teólogo comenzó a experimentar sus asombrosas visiones en la isla de Patmos, el Diácono Prócoro
 inmediatmente se ofreció de voluntario para registrarlas para la posteridad.
Lo que siguió a continuación fue un evento de inmensa importancia para los Cristianos en todo lugar. Escuchando cuidadosamente el Diácono escribió con una escrupulosa precisión las palabras de San Juan. ¿Cómo pudo haber sabido que el documento que estaba componiendo poco a poco –El Libro del Apocalipsis– estaba destinado a ser uno de los más grandes tesoros de profecía espiritual que el mundo haya visto jamás?
Día tras día, mientras componía en las páginas las palabras ardientes del santo, el humilde Diácono –un residente de Jerusalén durante las décadas inmediatamente posteriores a la muerte y resurrección de Cristo– estaba sorprendido por su poder hipnótico y su sonora autoridad. 
 
 
 





 
 
 
Haciendo lo mejor posible para no quedarse atrás con la corriente de imágenes del visionario San Juan (quien había sido exiliado a esta isla Griega junto con el Diácono por profesar el Cristianismo), Prócoro estaba golpeado por el tono profético que marcaba la narrativa del santo de principio a fin. Tal como muchos observadores han notado a lo largo de diferentes generaciones, el Libro del Apocalipsis contiene algunas de las observaciones y profecías más profundas en toda la historia de la Cristiandad, las mismas que están presentadas en un estilo altamente poético de gran poder.
 
 
 
 


                                   


 
 
 
“Yo, Juan, vuestro hermano y compañero de la tribulación, del reino y de la paciencia, en Jesús. Yo me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa del Logos de Dios y del testimonio de Jesús. Caí en éxtasis el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta, que decía: «Lo que veas escríbelo en un libro y envíalo a las siete Iglesias: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea».
Me volví a ver qué voz era la que me hablaba y al volverme, vi siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros como a un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, ceñido al talle con un ceñidor de oro. 
 
 
 


Diácono Prócoro

 
 
 
Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos como llama de fuego; sus pies parecían de metal precioso acrisolado en el horno; su voz como voz de grandes aguas. Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos
filos; y su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza. Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. El puso su mano derecha sobre mí diciendo: «No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de
la Muerte y del Hades.” (Apocalipsis 1, 9-18)
Cristiano ferviente y celoso, quien había sido designado Obispo de Nicomedia (hoy en día parte de la moderna Turquía) alrededor del año 50, Prócoro fue un misionero de gran valentía. Antes de reunirse con el gran San Juan el Teólogo en su exilio, Prócoro había sido escogido como uno de “Los Setenta” –ese gran grupo de discípulos que habían sido designados por los Doce Apóstoles Originales con el fin de “ir y bautizar al mundo entero.”
 
 



San Nicanor


 
 
 
Embarcado ya mismo en el desafío de llevar el Santo Evangelio a las naciones en el Medio Oriente, este valiente Diácono ya había realizado varios viajes a lo largo de Asia Menor y Roma en donde sirvió junto a San Pedro arriesgándose al martirio en una media docena de diferentes ocasiones por desafiar a los adoradores de ídolos. Ciertamente fue San Pedro quien -asombrado por el poder de la dedicación del Diácono– lo escogió para el papel de crucial importancia como Obispo de Nicomedia. Siervo de Jesucristo de hablar gentil y sin mayores presunciones, Prócoro fue a donde se le ordenó y trabajó en todas las tareas que le fueron asignadas. Tampoco dudó en arriesgar todo con tal de afirmar el Santo Evangelio en los ambientes más peligrosos –entre los paganos que se enojaron ante el sonido del nombre de “Jesucristo.”
Como residente de la Ciudad Santa de Jerusalén, Prócoro fue uno de los Siete Diáconos escogidos por los Doce Apóstoles luego de que recibieron el Espíritu Santo en Pentecostés. Los otros seis Diáconos fueron Esteban, Felipe, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás. Todos estos Siete Diáconos son conmemorados en este día.
 
 
 


Apóstol de los Setenta y Diácono San Nicanor
                                

 
 
 
Durante una larga vida dedicada al servicio del Dios Todopoderoso, Prócoro llevó el mensaje de Jesucristo a miles de personas en los países a lo largo de Medio oriente. También se distinguiría en su papel de Obispo de Nicomedia. Luego de algunos años de haber ayudado a su mentor y amigo, San Juan el Teólogo, a componer el Libro del Apocalipsis, pagaría el precio final por su labor evangelizadora. Enfrentado a paganos enfurecidos de Antioquia (también parte de la Turquía moderna), Prócoro sería apedreado y moriría con una oración de gratitud en sus labios para el Dios Todopoderoso.
La vida de Prócoro nos enseña acerca de la importancia crucial del servicio en nuestras vidas. Perdiéndose a sí mismo en el servicio a los demás, y al Señor Jesús Cristo, esta figura amable e incondicional se encontraría a sí mismo –como un alma fiel que no se preguntaba sobre quien necesitaba su ayuda, sino que por el contrario siempre se apresuraba a proporcionarla. 
 
 
 






 
En ningún lugar se manifiesta mejor su desinteresado servicio que en las páginas que copió de las palabras del visionario de Patmos, San Juan el Teólogo. Poniendo de lado su propia voluntad y su ego con el fin de cumplir con la tarea mundana de recopilar los pensamientos de otro, el Apóstol Prócoro ayudó a crear un documento inapreciable que alabaría a Dios Todopoderoso a lo largo de los siglos.
 
 


Timón de Los Setenta

Fue un piadoso Obispo Cristiano en la ciudad Arábica de Bostra (hoy en día parte de la Siria Moderna). También fue uno de Siete Diáconos originales, quienes fueron escogidos por los Apóstoles en Jerusalén para ayudar en el cuidado de los pobres durante las primeras décadas posteriores a la Ascensión a los Cielos de Jesús Cristo.
El Obispo Timón fue reverenciado por los primeros Cristianos como un valiente defensor del Santo Evangelio. Pero su extendida reputación como siervo humilde de la Santa Iglesia no lo libraría de un destino terrible. Acusado de “blasfemia Cristiana” por los sumos sacerdotes Judíos, quienes gobernaban la vida de la antigua ciudad de Siria, el valiente Timón fue sentenciado a ser arrojado vivo dentro de un inmenso horno ardiente. 
 
 
 
 



Apóstol de los Setenta y Diácono San Timón
                            




La ejecución de Timón había sido ordenada por el Gobernador de Bostra –luego de un breve juicio en el cual había sido difamado groseramente por los sacerdotes– y fue previsto que tomara lugar muy temprano una mañana, alredor del año 85 según los historiadores de ese período. Sin embargo sus verdugos se dieron con una gran sorpresa. En primer lugar el hombre sentenciado no mostraba ningún tipo de temor. Llevado hasta las puertas de metal del horno simplemente sonrió y comenzó a rezar silenciosamente.
Aún cuando se abrieron las puertas y el sonido de las llamas ardientes resonaban en toda la cámara de ejecución la víctima permaneció sin mostrar miedo. Luego de hacer la Señal de la cruz comenzó a rezar en voz muy alta... y los soldados que lo custodiaban se sorprendieron al escuchar al Obispo rezar por ellos. Luego de implorar al Dios Todopoderoso que perdonase por su crueldad a quienes lo iban a ejecutar el gran santo y mártir de los primeros Cristianos fue lanzado de cabeza hacia el fuego trepidante. 
 
 
 



Diácono San Timón


 
 
Un momento después las puertas de metal fueron cerradas con gran estrépito atrapando al orante apóstol Timón dentro de ese fuego ardiente.
Pasaron diez minutos. Luego otros diez. Después de más de media hora de espera el comandante del grupo de verdugos les hizo una señal a sus hombres... quienes muy rápidamente dieron un paso adelante para abrir el horno con la finalidad de inspeccionar las cenizas del santo.
Boquiabiertos, los verdugos observaron al Obispo de Bostra salir caminar fuera del horno trepidante. Aún estaba sonriendo y rezando, y ningún pelo de su cabeza se había chamuscado.
Incapaces de creer lo que veían sus ojos los soldados tornaron sus ojos ante su comandante buscando sus órdenes. El los miro parpadeante. ¿Estaría pasando esto realmente? Con el ceño fruncido por la cólera el oficial encargado les ordenó que lo empujaran nuevamente dentro del horno ardiente. Sin embargo una hora más tarde cuando las pesadas puertas se abrieron nuevamente los resultados fueron los mismos: San Timón salió de en medio del fuego y los saludó alegremente. Estaba completamente ileso y parecía no haber sido afectado en nada por los acontecimientos sucedidos durante las últimas dos horas. 
 
 




Apóstol de los Setenta y
Diácono San Parmenas


 
 
¿Y ahora qué? Rápidamente el comandante envió un mensaje al Gobernador de Bostra pidiéndole instrucciones. Se sintió muy aliviado cuando en breves minutos le llegó la orden: Crucificarlo sin demora. Inmediatamente se procedió a la segunda ejecución. Luego de varias horas de sufrimiento el Venerable Timón cerró sus ojos y su alma se dirigió hacia las Manos Amorosas del Hijo de Dios. Fue una muerte brutal, pero terminó con la conversión espontánea de varios de los miembros del escuadrón de ejecución.
Habiendo presenciado el poder del Santo Evangelio con sus propios ojos ellos se hicieron Cristianos durante la noche –y algunos de ellos también fueron martirizados por su nueva fe.
Para el devoto Timón, quien había sido criado en Jerusalén como Judío de ascendencia griega, su martirio glorioso no había sido una cosa inesperada. Habiendo nacido alrededor del año 30 y luego de haberse convertido al Cristianismo en su juventud Timón había pasado una gran parte de su vida en una lucha incesante para proteger a la Iglesia naciente –al tiempo que predicaba el Santo Evangelio de Jesús Cristo a la largo de Palestina y las regiones aledañas.
Como uno de los Siete Diáconos originales, el fiel Obispo de Bostra –localizada en una región remota de Arabia– había trabajado por muchos años en la conversión de los adoradores de ídolos locales a la Buena Nueva del Cristianismo.
 
 




Los Santos Apóstoles de los Setenta y los Diáconos
Prócoro, Nicanor, Timón, y Parmenas


 
 
 
El había sido amado y admirado en la Ciudad Santa de Jerusalén luego de sus años de servicio como Diácono en la Ciudad Santa. El libro del Nuevo Testamento de Los Hechos de los Apóstoles (Capítulo 6) describe maravillosamente la dedicación y la fidelidad de los Diáconos explicando en un pasaje muy bien conocido cómo y por qué ellos fueron creados para servir a la Santa Iglesia:
“Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos el logos de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio del Logos.» 
Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos. El logos de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó considerablemente el número de los discípulos, y multitud de sacerdotes iban aceptando la fe.” (Hechos 6, 1-7)
 
 



Santos Nicanor, Parmenas, Timon,
Irene (celebra el mismo dia) y Prócoro
.


 
 
 
Debido a que los diáconos fueron creados para servir a los miembros de la Iglesia primitiva, muchos de ellos (incluyendo al Venerable Timón) posteriormente fueron escogidos para ser obispos en ciudades a lo largo de Palestina y otras ciudades en el Medio oriente. Algunos de ellos legaron a ser mártires –incluyendo al amado San Esteban, el primer mártir Cristiano, quien sería apedreado hasta morir en las afueras de Jerusalén como resultado de una conspiración realizada entre los sumos sacerdotes Judíos.
Como San Esteban, el valeroso Timón murió por el Santo Evangelio. Y como su Salvador, el fiel Obispo y temeroso de Dios, murió en una cruz de madera con una oración de perdón en sus labios sufrientes. Por haber permanecido fiel al Dios Todopoderoso hasta el último momento de su vida San Timón subraya la maravillosa promesa salvadora y sanadora que Jesucristo hizo a todos aquellos que Le siguieran:

"Aquél que persevere hasta el fin, se
salvado."
 
 


Apolitiquio tono 3º

Oh Santos Apóstoles, intercedan ante el Dios misericordioso para que conceda a nuestras almas el perdón por nuestras ofensas.
 
Ἀπολυτίκιον Ἦχος γ’.

Ἀπόστολοι Ἅγιοι, πρεσβεύσατε τῷ ἐλεήμονι Θεῷ , ἵνα πταισμάτων ἄφεσιν, παράσχῃ ταῖς ψυχαῖς ἡμῶν.
 
 
 
Κοντάκιον Ἦχος α’. Τὸν τάφον σου Σωτὴρ.

Διάκονοι σεπτοί, καὶ αὐτόπται τοῦ Λόγου, καὶ σκεύη ἐκλογῆς, ἀνεδείχθητε πίστει, Νικάνορ καὶ Πρόχορε, Παρμενᾶ, Τίμων ἔνδοξε· ὅθεν σήμερον, τὴν ἱερὰν ὑμῶν μνήμην, ἑορτάζομεν, ἐν εὐφροσύνῃ καρδίας, ὑμᾶς μακαρίζοντες.

 

Condaquio tono 1º. Tu sepulcro Salvador.

Su fe ustedes nos han mostrado ser santos diáconos del Logos, Sus testigos venerables y sus vasos sagrados, Nicanor y Prócoro, gloriosos Timón y Parmenas; He aquí que hoy día celebramos vuestras sagradas memorias y con gran gozo de corazón mantenemos esta fiesta con alegría en la cual los llamamos bienaventurados.
 




Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr

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