miércoles, 12 de julio de 2023

Santa Verónica la Hemorroísa

Versos:
"Percibiste completamente en ese momento, Oh Logos, el prendimiento de tu manto antes de que fueses prendido".

Santa Verónica la Hemorroísa *
 
La mujer con el flujo de sangre que fue sanada por el Señor y está registrada en los Evangelios, por santa tradición (Hechos de Pilatos) ha llegado a ser conocida como Verónica la  Hemorroísa. Aunque muchas tradiciones medievales dudosas rodean su vida (como el Velo de Verónica), lo que sabemos de fuentes antiguas es lo siguiente.

En los Evangelios (Marcos 5:24–43, Mateo 9:18–26, Lucas 8:40–56) leemos sobre su encuentro con Cristo. Se muestra a continuación el fragmento de
Marcos 5:24–43. 

24 Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban. 25 Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, 26 y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, 27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. 28 Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. 29 Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. 30 Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? 31 Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? 32 Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. 33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. 34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.
 
 
 

 
 
Curación de la mujer con flujo de sangre.
 
Del libro Historia Eclesiástica de Eusebio, obispo de Cesarea (c. 265 - 339)
 
   
En la Historia Eclesiástica de Eusebio (Libro 7, Cap. 18) también leemos de esta mujer que conmemoró su curación con una estatua del evento en su ciudad natal:

Ya que he mencionado esta ciudad {Cesarea Philippi, que los fenicios llaman Paneas] no creo que sea apropiado omitir un relato que es digno de registro para la posteridad. Porque dicen que la mujer con flujo de sangre, la cual, como sabemos por el santo Evangelio, recibió de nuestro Salvador la liberación de su aflicción, vino de este lugar, y que su casa se muestra en la ciudad, y que monumentos notables de la bondad del Salvador hacia ella permanezcan allí.

Porque hay sobre una piedra elevada, junto a las puertas de su casa, una imagen de bronce de una mujer arrodillada, con las manos extendidas, como si estuviera orando. 
 
 
 
 

 
 
 
 
Frente a esta hay otra imagen erguida de un hombre, hecho del mismo material, vestido decorosamente con un doble manto, y extendiendo su mano hacia la mujer. A sus pies, junto a la estatua misma, hay cierta planta extraña, que sube hasta el borde del manto de bronce, y es un remedio para toda clase de enfermedades.

Dicen que esta estatua es una imagen de Jesús. Ha permanecido hasta nuestros días, de modo que nosotros mismos también lo vimos cuando estábamos en la ciudad.

No es extraño que aquellos de los gentiles que en la antigüedad fueron beneficiados por nuestro Salvador, hayan hecho tales cosas, ya que también hemos aprendido que las semejanzas de sus apóstoles Pablo y Pedro, y de Cristo mismo, se conservan en pinturas. , estando los antiguos acostumbrados, como es probable, según la costumbre de los gentiles, a rendir este tipo de honor indistintamente a aquellos considerados por ellos como libertadores. 
 


 

 
 
 
La estatua de Cristo erigida por Santa Verónica la Hemorroísa 
 
Del Libro "Historia Eclesiástica", por Sozomeno (c.400-450).
 
 
Sozomeno, en su Historia Eclesiástica, nos cuenta el destino de esta estatua durante el reinado de Julián el Apóstata:

Entre tantos hechos notables que ocurrieron durante el reinado de Juliano, no debo dejar de mencionar uno que da una señal del poder de Cristo y prueba de la ira divina contra el emperador.

Habiendo oído que en Cesarea de Filipo, también llamada Paneas, ciudad de Fenicia, había una célebre estatua de Cristo que había sido erigida por una mujer a quien el Señor había curado de un flujo de sangre, Julián ordenó que la quitaran y la estatua de sí mismo erigida en su lugar; pero un violento fuego del cielo cayó sobre él y quebró las partes contiguas al pecho; la cabeza y el cuello fueron arrojados postrados, y fue traspasado al suelo con la cara hacia abajo en el punto donde estaba la fractura del busto; y así ha estado desde aquel día hasta ahora, llena de herrumbre de relámpagos. La estatua de Cristo fue arrastrada por la ciudad y mutilada por los paganos; pero los cristianos recuperaron los fragmentos y depositaron la estatua en la iglesia en la que aún se conserva. Eusebio relata que en la base de esta estatua crecía una hierba desconocida para los médicos y los empíricos, pero que era eficaz en la curación de todos los trastornos. No me parece cosa de asombro que, después de que Dios se hubo dignado habitar con los hombres, se dignase a concederles beneficios.






La curación de la mujer hemorroísa, fresco de la catacumba de Marcelino y Petros, princ. s. IV


 
 
Santa Verónica, Quien Fue Curada por Nuestro Señor 
 
Del libro "Una nube de testigos", por s.S. el Obispo de Jableh, Siria, +Demetri Khoury.
 
Sucedió cerca del Mar de Galilea, en una tarde apacible de verano cuando Nuestro Señor se encontraba ocupado sanando a los enfermos y predicando el Santo Evangelio.
Sucedió cuando una mujer de gran fe se despegó de la multitud de observadores que estaban siguiendo a Cristo y se atrevió a aproximársele.
Su nombre era Verónica y había estado luchando con un problema de salud crónico por el cual tenía hemorragias continuas, las mismas que la dejaban débil, anémica y constantemente indispuesta. Con la esperanza de aliviarse de esta enfermedad que le amenazaba de muerte se conformaba solo con aproximarse al Señor silenciosamente y tocar meramente el borde de sus ropas.
 





 
Esta historia está bellamente narrada como sigue en el Evangelio de San Lucas:
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que no había podido ser curada por nadie, se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, y al punto se le paró el flujo de sangre. Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» Como todos negasen, dijo Pedro: «Maestro, las gentes te aprietan y te oprimen.»
 
Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí.» Viéndose descubierta la mujer, se acercó temblorosa, y postrándose ante él, contó delante de todo el pueblo por qué razón le había tocado, y cómo al punto había sido curada.
El le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz.» (Lucas 8, 43-48)

Aunque se conoce muy poco sobre la vida y la historia de esta mujer piadosa su historia ha inspirado a muchos Cristianos pues su ejemplo personifica muchísima fe. Verónica fue, probablemente, residente de uno de los pequeños pueblos que flanqueaban el Mar de Galilea. 
Ahí hay muchas leyendas que la conectan con un incidente en el cual una mujer llorando limpia el rostro de Jesús durante su camino a la Crucifixión y descubre posteriormente que Su imagen ha quedado impresa en su pañuelo. (Sin embargo este incidente no está recogido en los Evangelios y más bien apareció durante el Siglo XIII cuando ese tipo de historias acerca de la vida de Jesús se hicieron especialmente populares.)
En el momento en el cual Santa Verónica se atreve a tocar a Jesús –con la gran esperanza de que El pueda curarla– puede enseñarnos mucho acerca del inmenso poder que se encuentra en nuestra confianza en que Dios nos ama y quiere sanarnos de nuestras enfermedades.
 
 
 
 

 
 
 
Verónica, la mujer con flujo de sangre a quien el Señor sanó.
 
Del libro "Los Prólogos de Ohrid" Por San Nikolai Velimirovic 
 
San N.Velimirovich resume su vida en su Prólogo de la siguiente manera: Verónica es la mujer con flujo de sangre a quien el Señor sanó. “Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto” (Mateo 9:20). En agradecimiento al Señor su Sanador, Verónica ordenó que le hicieran una estatua del Señor Jesús ante la cual oró a Dios. Según la tradición, esta estatua se conservó hasta el reinado del emperador Julián el Apóstata, quien transformó la estatua en un ídolo de Zeus. Este es uno de los casos más raros en que se usaron estatuas de santos en la Iglesia Oriental. Como se sabe, esto último se convirtió en una práctica común en la Iglesia occidental. Santa Verónica permaneció fiel a la Fe de Cristo hasta la muerte y murió en paz.
 
 
NOTAS:
 
* Hemorroísa, del gr. "αιμορροούσα", [emorroúsa]: f. Mujer que padece flujo de sangre.
 
 
Apolitiquio tono plagal del 4º

En Ti la imagen ha sido preservada con exactitud, Oh Madre; pues tomando tu Cruz seguiste a Cristo y por tus acciones nos enseñante a sobreponernos a la carne pues ella pasa, para fijarnos en el alma ya que esta es inmortal. Por esa razón, Oh justa Verónica tú espíritu se regocija con los Angeles.


Condaquio tono 
plagal del 4º 

Por amor a Dios, Oh justa madre Verónica, rechazaste la necesidad de descansar. Por el ayuno hiciste tu alma luminosa y venciste completamente a la bestia. Por tu intercesión destruye los ataques del enemigo.







Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr