martes, 11 de junio de 2024

Los Apóstoles Bartolomé y Bernabé

Ambos apóstoles contribuyeron de la mejor manera al cumplimiento de la profecía del Señor, que "Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones." (Mc. 13, 10).

Es decir, es necesario que en todas las naciones, de acuerdo con el plan divino, sea proclamado anteriormente el Evangelio, para que no exista excusa para aquellos que no creerán.
 
 

El Apóstol Bartolomé

Murió como había vivido –sin ningún temor y lleno de alabanzas al Santo Padre y a su Hijo Amado Jesucristo. Crucificado de manera invertida luego de haber sido traicionado por un grupo de sacerdotes paganos en Armenia, San Bartolomé, el Santo Apóstol, predicó la Buena Nueva del Cristianismo a todo aquel que lo escuchara.
Estaba muriendo en una tierra lejana, alrededor del año 80, y aún a pesar de ello su corazón se encontraba rebosante de amor y de perdón para sus asesinos. Para este Gran Apóstol nada podía disminuir el auténtico gozo de que se le haya permitido servir al Dios Todopoderoso.
 
 
 


                                        



 
 
 
 
Su vida fue estuvo llena de gran dramatismo –una saga de aventuras desarrollada desde los desiertos de Palestina y las montañas de Frigia hasta las grandes extensiones de bosque de la India así como en cada pueblo ubicado entre esos destinos. 
Durante su extraordinaria odisea como defensor de Jesucristo, este fervoroso y valiente Apóstol expulsaría demonios del pequeño cuerpo de la hija del rey y lucharía a muerte contra una serpiente gigante (adorada por los paganos como si fuera Dios). También le devolvería la visión a un hombre que había estado ciego por más de 40 años.
 
 






 
 
 
 
La historia de San Bartolomé se inicia en Caná, en la región Galilea de Palestina, en donde -según la mayoría de los historiadores de la Iglesia- nació algunos años posteriores al nacimiento de Jesús. Convertido mientras escuchaba la prédica de los discípulos de Cristo en Galilea, Bartolomé (también conocido como “Nataniel”) muy pronto llegaría a ser uno de los apóstoles en los cuales más confiaba el Señor.
Luego del milagro de Pentecostés, en donde cada uno de los Doce Apóstoles Originales fueron encargados de llevar la Buena Nueva a diferentes países, Bartolomé sería por algún tiempo el acompañante de su hermano-amigo Felipe Apóstol. 
 
 
 








Acompañados por la hermana de Felipe –la altamente estimada virginal Mariana– los dos apóstoles predicarían juntos en muchos países de Asia Menor y muchos otros lugares.
En la ciudad de Hierapolis, ubicada en la Provincia Romana de Frigia (hoy en día parte de la Turquía moderna), estos tres misioneros se enfrentaron a una serpiente gigantesca adorada por los paganos y que había sido confinada en un templo. Sin embargo en vez de inclinarse ante la enorme serpiente, tal como se les había ordenado, Bartolomé y Felipe comenzaron a rezar fervientemente. A pesar de estar amenazados de muerte continuaron con sus oraciones... hasta que repentinamente la gran serpiente empezó a convulsionarse masivamente para, finalmente, rodar sobre sí misma y quedar muerta como si fuera una piedra. 
 
 
 
 






 
 
Sorprendidos por este desenlace, pero aún sin confiar plenamente en los Apóstoles Cristianos, los desconfiados Frigios llevaron al santo a la presencia de un hombre que había estado ciego por más de 40 años. Su nombre era Estaquio y cuando le rogó al bondadoso Bartolomé por ayuda el santo no lo decepcionó. El fiel Apóstol le rezó al Hijo de Dios... y los ojos del hombre  ciego se abrieron. Un momento después empezó a proclamar en voz alta: “Puedo ver, puedo ver.”
Una vez que los presentes se dieron cuenta de lo que había sucedido se produjo un pandemónium. ¿Quién podría explicar este acontecimiento que estos adoradores de ídolos habían presenciado? No hubo más negativa del poder de Dios en San Bartolomé y como resultado de ello muchos de los habitantes de esa área se convirtieron al Cristianismo. Mientras tanto otros comenzaron a traer a sus amigos enfermos y familiares cercanos así como a aquellos poseídos por demonios para que el bondadoso Apóstol de Palestina pueda rezar por ellos.
 
 
 







 
 
Sin embargo, viendo esto, los sacerdotes paganos comenzaron a murmurar ante el alarmante temor de que los adoradores de ídolos les den la espalda a sus dioses ancestrales... lo cual significaría que ellos no necesitarían más de sus sacerdotes.
Finalmente los atribulados sacerdotes se las arreglaron para convencer a las autoridades civiles que esos tres misioneros deberían ser arrestados. Cuando el gobernador Romano de la Provincia ordenó que sean revisados cuidadosamente para ver si escondían pociones mágicas en sus ropas, la casta y modesta Mariana se rebeló completamente. Espontáneamente se encendió en llamas... y aunque ella no se incendió algunos de los que habían comenzado a tocarla se quemaron al punto de que quedaron irreconocibles. 
 







 
 
 
Viendo todo esto los sacerdotes paganos pidieron que los Cristianos fuesen asesinados. Colgados en cruces, los dos hombres empezaron a morir lentamente, cuando un terrible terremoto remeció las tierras de Frigia muriendo en un instante sus jueces y el Gobernador Romano. Este milagro produjo un pánico total entre los soldados y sacerdotes restantes, quienes inmediatamente bajaron a los santos de sus cruces. Aunque para ese momento el valiente Felipe ya había fallecido y ahora porta en el Cielo la Corona del Martirio, San Bartolomé fue salvado en el último instante.
Ciertamente que aún tenía muchos años por vivir. Luego de, eventualmente, dejar Frigia con Mariana (quien murió apaciblemente, no mucho tiempo después, en Liconia), haría muchos más milagros atrayendo a muchos hacia Cristo en el lejana India para luego trasladarse a Armenia en donde continuaría realizando la obra del Señor. 
 
 
 







 
 
 
En el pueblo de Derbend (en la Gran Armenia; actualmente pertenece a Rusia) expulsaría el demonio de la locura de la hija del Emperador Polimio –solo para ser traicionado luego por Astyages, el celoso hermano del monarca. Al final este gobernador tirano daría la orden de crucificar al misionero de Palestina. Antes de que finalizara el sufrimiento de Bartolomé le arrancaron la piel a tiras y luego lo decapitaron.
Así terminó el último capítulo y la saga del Gran Apóstol llegó a su fin. Murió alrededor del año 85, según los historiadores de la Iglesia, pero sus milagros aún no habían llegado a su fin. Enterrado por los Cristianos del lugar dentro de un ataúd de plomo fue, eventualmente, arrojado al océano durante una batalla en el lugar. Pero el ataúd flotó... 
Flotó y milagrosamente realizó todo el trayecto hasta la isla de Lipari en donde el Obispo del lugar, Agatón, recibió una revelación en un sueño sobre este acontecimiento, por lo que se dirigió rápidamente a la playa para recoger el ataúd que contenía al Gran Apóstol. 
 
 
 




Reliquias Sagradas de San Bartolomé, Basílica de 
San Bartolomeo all’Isola , isla Tiberina, Italia


La Basílica de San Bartolomeo all’Isola es una basílica menor fundada a finales del siglo X
por Otto III,  emperador del Reich o "Sacro Imperio Alemán". Alberga las reliquias de
San Bartolomé Apóstol y se halla en la Isla Tiberina, en el lugar en el que anteriormente
se situaba el Templo de Esculapio
.



 
 
Luego de dar gracias al Dios Todopoderoso hizo los arreglos para que sus restos sean enterrados en el jardín de su propia iglesia.
Posteriormente el santo se apareció como una figura muy pálida al Venerable José en una Iglesia cristiana, quien había estado pidiendo la ayuda de Dios en su oración para componer una serie de himnos Cristianos o cánones. Sonriendo apaciblemente el Gran Apóstol le dijo al compositor: “Deja que las aguas de sabiduría del cielo fluyan desde tu lengua.” (Eso era todo lo que Juan necesitaba oír pues, aparentemente, luego de ello se dirigió a trabajar y terminó componiendo más de 300 majestuosos cánones.
 








 
 
 
 
Cálido y afectuoso predicador, bendecido por un gran entusiasmo por la vida, el Gran Apóstol Bartolomé tuvo un gran gozo en viajar a todo lugar en el mundo conocido y en aprender lo más que podía acerca de las diferentes culturas en las cuales se encontraba haciendo lo mejor que podía para enseñar la Buena Nueva de Jesucristo. 
Fiel siervo de Dios y Mártir, cuya vida terminó mientras adoraba a Dios y perdonaba a sus verdugos, él ilumina maravillosamente la admonición sagrada que nos dice que en todo momento debemos poner nuestra confianza en Dios.
Confiando hasta el final, este gran Apóstol y venerable Mártir continúa inspirando a los cristianos dondequiera se encuentren uno o más reunidos ante el Santo Nombre.





Bernabé, el Santo Apóstol de Los Setenta
 

Este fue uno de los diálogos más significativos y dramáticos de toda la historia de la Cristiandad.
Dos jóvenes, ambos estudiantes dedicados viviendo en Jerusalén durante el Primer Siglo, estaban hablando acaloradamente sobre el Evangelio de un extraordinario predicador y hacedor de milagros de Galilea. Uno de esos estudiantes era Bernabé, quien posteriormente llegaría a ser un gran evangelizador y mártir por Jesús. El otro estudiante era Saulo, un consumado intelectual y carismático líder judío de ese entonces, quien por algún tiempo había estado liderando una feroz campaña contra los seguidores de Cristo. 
 
 
 









Ese fatídico diálogo, que aconteció probablemente alrededor del año 40, sería preservado para la historia por los escritores del Nuevo Testamento, y de manera particular por el autor de Los Hechos de los Apóstoles. Comenzó cuando Bernabé, un piadoso y nuevo seguidor de Cristo (luego de haber presenciado algunos de sus milagros), criticó duramente a Saulo por sus continuos ataques hacia los nuevos Cristianos: “Oh Saulo”, preguntó su amigo, “¿cuánto tiempo ha pasado y tú no dejas de blasfemar el gran nombre de Jesucristo y de perseguir a sus fieles siervos? ¿Cuánto tiempo permanecerás en contra de ese misterio maravilloso para la causa de nuestra salvación?”
 
 
 







 
Saulo no respondió inmediatamente. Observándolo, Bernabé podía verlo claramente en la lucha interior que sostenía y que llegaría a cambiarle la vida. Sorprendido, San Bernabé vio como el gran Saulo comenzó a llorar. Las lágrimas ya habían resbalado hasta el suelo desde el rostro del perseguidor cuando finalmente pudo hablar, según algunos relatos históricos de Los Setenta: “Perdóname, oh maestro de la verdad, Bernabé, pues ahora yo entiendo que todo lo que me has dicho acerca de Cristo, la Verdad, El, de quien una vez yo he blasfemado, y llamado el “hijo del carpintero”, hoy yo confieso que es el Hijo de Dios, el Unico, que siempre ha estado con el Padre y con el Espíritu Eterno, quien en los últimos ha sido el reflejo de la Gloria de Dios Padre, y la imagen de Sí mismo, quien se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre (Filipenses 2, 7) quien se hizo, ciertamente, el hombre perfecto habiendo nacido de la santa Virgen y Procreadora de Dios, María.
 
 



Los Santos Apóstoles Bernabé y Pablo



 
 
Quien aceptó su Pasión en la Cruz voluntariamente y resucitó al tercer día, apareciéndose ante tí y los otros Apóstoles, quien ascendió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, quien nuevamente volvió a Su estado de gloria y un día juzgará a los vivos y a los muertos y su reino no tendrá fin.”
Escuchando este arranque apasionado de su querido amigo y compañero de estudios, San Bernabé se conmovió profundamente –y por una muy buena razón: El había acabado de escuchar una descripción del corazón de la doctrina Cristiana que cambiaría al mundo. Dándose cuenta que su compañero se había convertido a su misma doctrina, el futuro mártir y santo no pudo contener su alegría: “¿Quién te ha enseñado esto, oh Saulo”, le preguntó su leal amigo, “a hablar con esas palabras inspiradas por Dios? ¿Y quién te ha cambiado para que confieses que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios? ¿De dónde has llegado a tener este completo entendimiento de los dogmas divinos?”
Esta era una pregunta fundamental.
 
 











Por muchos años –antes de que ambos hombres fueran brutalmente martirizados por predicar el mismo Evangelio a los paganos en dos tierras diferentes– San Bernabé y San Pablo viajaron juntos y ayudaron a convertir el mundo a la Buena Nueva del Reino de los Cielos de Cristo, fundado en el amor y el perdón, en vez de algo basado meramente en la Ley.
Nacido en la Isla de Chipre de una familia judía rica que había emigrado ahí luego de huir de las guerras en Palestina, dos generaciones antes, Bernabé (llamado en primer lugar “José”) sería enviado de regreso a la Ciudad Santa para estudiar la Ley Hebrea, filosofía y teología bajo la guía de Gamaliel, el famoso maestro de Jerusalén. Como miembro de la tribu de Leví este joven provenía de una familia privilegiada y podía acceder a los recursos necesarios para obtener la mejor educación disponible en el lugar que fuese.
Como estudiante pío y devoto, José se maravillaría por la aparición en Judea de una figura mesiánica proveniente de la región de Galilea –un predicador y realizador de milagros– quien afirmaba nada menos que era el Hijo de Dios hecho carne. 
 
 
 
 
 






 
 
Al principio el joven de Chipre estaba escéptico... pero luego de observarlo hacer varios milagros el estudiante sintió un fuego interno que comenzaba a quemar en su corazón. Con toda seguridad este asombroso predicador y milagroso sanador era el Mesías de quien los Profetas habían profetizado.
Habiéndose convertido al Cristianismo casi de un día al otro, José cambiaría su nombre por el de Bernabé (cuyo nombre significa “Hijo de la Consolación,” el cual había sido elegido por su maravillosa capacidad de consolar a las personas con las cuales hablaba). San Bernabé llegó a ser un maravilloso evangelizador y hacedor de milagros.
Muy pronto, él y Pablo –junto con el Apóstol Marcos– se encontrarían predicando el Santo Evangelio a los paganos de Antioquia (parte de la moderna Turquía en la actualidad) y en algunas otras varias ciudades del Medio oriente. Ciertamente, la mayoría de los historiadores de la Iglesia primitiva están convencidos de que San Bernabé fue el primero en predicar la nueva doctrina de salvación a través de la creencia en el Hijo de Dios en Roma y en Milán, en donde la nueva fe comenzó a echar raíces.
 








 
 
Sin embargo al final el gran San Bernabé regresaría a sus raíces en Chipre. Ahí sería martirizado en el Año 62 de Nuestro Señor por Judíos enojados quienes habían sido incitados por sus propios sacerdotes celosos. Ahora con 76 años, el anciano no protestó cuando sus verdugos lo apedrearon con grandes piedras. Luego de asesinarlo rápidamente sus enemigos intentaron quemar su cuerpo al punto que no pueda ser reconocido pero sus intenciones se vieron frustradas cuando sus restos permanecieron intactos a pesar de las llamas.
El Gran Mártir fue enterrado junto con su viejo amigo, el Apóstol Marcos, más allá de la parte occidental del pueblo de Salamis –con el Evangelio de San Mateo (el cual había copiado a mano bajo la dirección de Marcos) colocado sobre su pecho. 
 
 
 







 
 
 
Durante los siguientes 400 años, sus reliquias permanecerían silenciosas en el olvido... antes de que se le apareciera en tres sueños a Anthymos, el Arzobispo de Chipre, en los cuales le revelaría la ubicación de su cuerpo. Luego de ellos este santo varón se dirigió apresuradamente al lugar que le había sido revelado, acompañado por unos excavadores, en donde se quedaron atónitos al encontrar que sus restos se encontraban incorruptos y con el manuscrito de San Mateo sobre su pecho, intacto y perfectamente legible. Hasta el presente la vida y muerte de San Bernabé sostiene la afirmación de que la Santa Iglesia en Chipre es “apostólica”, por lo cual tiene el derecho de autogobernarse en materias de dogma y de fe.
 
 
 






 
 
En este día, 11 de Junio, la Santa Iglesia conmemora cada año la memoria de este Santo y Mártir, supremamente fiel, Bernabé, cuya larga vida predicando el Evangelio –y cuya profunda amistad con el Gran Maestro San Pablo– probó ser de una importancia decisiva en la propagación de la fe Cristiana a lo largo del mundo entero.
La vida del Gran Mártir Bernabé resume por sí misma muy bellamente la historia del Santo Evangelio. Habiendo confiado y servido tanto a Dios Padre como a Dios Hijo, y habiendo sido iluminado y renovado en cada paso de su camino por el Espíritu Santo, San Bernabé vivió y murió por la Buena Nueva de Jesucristo. No habría de sorprenderse entonces que su tarea evangelizadora haya sido sumamente fructífera en la propagación de la misma Buena Nueva por todo el mundo en los últimos diecinueve siglos. 
 
 
 
 
 

 

Apolitiquio tono 3º   (MODELO"Θείας πίστεως", [Ζías písteos], "De la fe Divina")
 
Ἀπολυτίκιον  (Κατέβασμα) Ἦχος γ'. Θείας πίστεως.
 
Θεία ὄργανα, τοῦ Παρακλήτου, καὶ ἐκφάντορες, τοῦ Θεοῦ Λόγου, ἀνεδείχθητε θεόπται Ἀπόστολοι, Βαρθολομαῖε τῶν Δώδεκα σύσκηνε, καὶ Βαρνάβα ὡς υἱὸς παρακλήσεως. Ἀλλὰ αἰτήσασθε, Χριστὸν τὸν Θεὸν πανεύφημοι, δωρήσασθαι ἠμὶν τὸ μέγα ἔλεος.



 
Έτερον Ἀπολυτίκιον Ἦχος γ’.
 
Ἀπόστολοι Ἅγιοι, πρεσβεύσατε τῷ ἐλεήμονι Θεῷ, ἵνα πταισμάτων ἄφεσιν, παράσχῃ ταῖς ψυχαῖς ἡμῶν.
 
Otro Apolitiquio tono 3º

Oh Santo Apóstol, intercede ante el Dios misericordioso para que El le conceda a nuestras almas el perdón por nuestras ofensas.
 
 
 
 
Κοντάκιον Ἦχος δ’. Ἐπεφάνης σήμερον.
 
Ὤφθης μέγας ἤλιος τῇ οἰκουμένῃ, διδαγμάτων λάμψεσι, καὶ θαυμασίων φοβερῶν, φωταγωγῶν τοὺς τιμώντάς σε, Βαρθολομαῖε Κυρίου Ἀπόστολε.
 
Condaquio tono 4º (Bartolomé)

Eres para la Iglesia una estrella del día, con tus enseñanzas que emiten maravillosos rayos de milagros, has iluminado a aquellos que le alaban, Apóstol del Señor, Oh sagrado Bartolomé.
 
 
 
Condaquio tono 3 (Bernabé)

Oh Bernabé, tú has sido un siervo genuino para Tú Señor, y de entre los Setenta Apóstoles tú has sido el principal; y con Pablo, has brillado fuertemente con tu sabia predicación, haciendo conocido a todos los hombres a Cristo Jesús, el Salvador. Por esta razón celebramos tu memorial con himnos divinos y canciones espirituales.
 
 

Κοντάκιον. Ἦχος δ’. Ἐπεφάνης σήμερον.
 

Ὡς Χριστοῦ Ἀπόστολοι καὶ ὑπηρέται, εὐσεβείας δόγμασι, πᾶσαν λαμπρύνετε τὴν γῆν, Βαρθολομαῖε θεόληπτε, σὺν τῷ Βαρνάβᾳ· διὸ ὑμᾶς μέλπομεν.

 








Fuentes consultadas: Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury *saint.gr, *doxología.ro, *michaelhadjimichael.com. *es.wikipedia.org *absolutviajes.com


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