Versos:
"Dios el nacido, y la Madre una Virgen, ¿Qué cosa nueva más grande había visto la creación?"
María la Virgen dio a luz a Dios el veinticinco.
El veinticinco de este mes [diciembre], conmemoramos la Natividad según la carne de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo.
Cuando el Dios filantrópico o amante del hombre contempló la raza de los hombres, cómo eran atormentados por el demonio, sintió compasión. Por lo tanto, envió a su ángel Gabriel, y a través de él envió un mensaje a la Theotokos o Madre de Dios con el, "Alégrate, tú que estás llena de gracia, el Señor está contigo". Y ella dijo: "He aquí, la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra".
Sobre esto, el Hijo y Logos de Dios, nuestro Señor Jesucristo, fue inmediatamente concebida en su vientre inmaculado y virginal.
Cuando los nueve meses de su concepción estaban cerca de su fin, se emitió un decreto de César Augusto para que se realizara un censo en todo el mundo habitado que estaba bajo su autoridad, que en aquel entonces también incluía a Palestina. Los judíos estaban acostumbrados a censarse solo en la ciudad de donde su familia provenía. La Santísima Virgen y el justo José, que eran descendientes de la casa y linaje del rey David, fueron a Belén para registrarse allí. Y debido a que la Virgen estaba a punto de dar a luz, no pudieron encontrar un lugar para quedarse, debido a la multitud de personas que se reunieron allí, y no llegaron a tiempo para encontrar un lugar para establecerse.
"Dios el nacido, y la Madre una Virgen, ¿Qué cosa nueva más grande había visto la creación?"
María la Virgen dio a luz a Dios el veinticinco.
El veinticinco de este mes [diciembre], conmemoramos la Natividad según la carne de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo.
Cuando el Dios filantrópico o amante del hombre contempló la raza de los hombres, cómo eran atormentados por el demonio, sintió compasión. Por lo tanto, envió a su ángel Gabriel, y a través de él envió un mensaje a la Theotokos o Madre de Dios con el, "Alégrate, tú que estás llena de gracia, el Señor está contigo". Y ella dijo: "He aquí, la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra".
Sobre esto, el Hijo y Logos de Dios, nuestro Señor Jesucristo, fue inmediatamente concebida en su vientre inmaculado y virginal.
Cuando los nueve meses de su concepción estaban cerca de su fin, se emitió un decreto de César Augusto para que se realizara un censo en todo el mundo habitado que estaba bajo su autoridad, que en aquel entonces también incluía a Palestina. Los judíos estaban acostumbrados a censarse solo en la ciudad de donde su familia provenía. La Santísima Virgen y el justo José, que eran descendientes de la casa y linaje del rey David, fueron a Belén para registrarse allí. Y debido a que la Virgen estaba a punto de dar a luz, no pudieron encontrar un lugar para quedarse, debido a la multitud de personas que se reunieron allí, y no llegaron a tiempo para encontrar un lugar para establecerse.
Por lo tanto, el Dios-Hombre, el Salvador del mundo, nació en una cueva que era utilizada como establo. Allí ella dio a luz incorruptamente a nuestro Señor Jesucristo, y siendo un bebé, estaba envuelto en pañales, el que creó el mundo. Fue puesto en un pesebre de animales irracionales, porque vino a liberarnos de nuestra irracionalidad. “He aquí veo un extraño y glorioso misterio”, canta la Iglesia con admiración: “El cielo es una cueva, la Virgen un trono de querubines, la gruta es una habitación, en la que Cristo Dios, a quien nada puede contener, es puesto”. (Irmos de la novena oda del canon Natividad).
Después de haber dado a luz al divino Niño, la Santísima Virgen “lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (Lc 2:7). En la quietud de la medianoche (Sabiduría de Salomón 18:14-15), el anuncio del nacimiento del Salvador del mundo fue escuchado por tres pastores que cuidaban allí cerca sus rebaños.
Un ángel del Señor (San Cipriano dice que fue el Arcángel Gabriel) se presentó ante ellos y les dijo: “No temáis. Porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lc 2:10-11). Los humildes pastores fueron los primeros en adorar a Aquel que se dignó en asumir la forma de un siervo humilde para la salvación de la humanidad. Además de la buena nueva a los pastores de Belén, el nacimiento de Cristo fue revelado a los “Reyes Magos” por una estrella maravillosa.
Después de haber dado a luz al divino Niño, la Santísima Virgen “lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (Lc 2:7). En la quietud de la medianoche (Sabiduría de Salomón 18:14-15), el anuncio del nacimiento del Salvador del mundo fue escuchado por tres pastores que cuidaban allí cerca sus rebaños.
Un ángel del Señor (San Cipriano dice que fue el Arcángel Gabriel) se presentó ante ellos y les dijo: “No temáis. Porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lc 2:10-11). Los humildes pastores fueron los primeros en adorar a Aquel que se dignó en asumir la forma de un siervo humilde para la salvación de la humanidad. Además de la buena nueva a los pastores de Belén, el nacimiento de Cristo fue revelado a los “Reyes Magos” por una estrella maravillosa.
San Juan Crisóstomo y San Teofilacto, al comentar el Evangelio de San Mateo, dicen que esta no era una estrella ordinaria. Más bien, era “un poder divino y angelical que apareció en la forma de una estrella”. San Demetrio de Rostov dice que fue una “manifestación de las energías divinas” (Narración de la Adoración de los Magos). Al entrar en la casa donde estaba el Niño, los Reyes Magos “cayeron al suelo, y le adoraron: y abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (Mt 2:11).
La Fiesta que celebramos hoy, en conmemoración de la Natividad en la carne de nuestro Señor Jesucristo, fue establecida por la Iglesia. Su origen se remonta a la época de los Apóstoles.
En el año 302, durante la persecución de los cristianos llevada a cabo por el Emperador Maximiano, 20.000 cristianos de Nicomedia (28 de diciembre) fueron quemados en la iglesia en la misma fiesta de la Natividad de Cristo. En ese mismo siglo, después de la persecución y cuando la Iglesia ya había recibido la libertad de culto y se había convertido en la religión oficial del Imperio Romano, nos encontramos con la Fiesta de la Natividad de Cristo observada en toda la Iglesia. Hay evidencia de esto en las obras de San Efrén el sirio, de San Basilio el Grande, San Gregorio el Teólogo, San Gregorio de Nisa, San Ambrosio de Milán, San Juan Crisóstomo y otros Padres de la Iglesia del siglo IV.
San Juan Crisóstomo, en un sermón que dio en el año 385,
señala que la Fiesta de la Natividad de Cristo es muy antigua. En este mismo
siglo, en la Gruta de Belén, hecho famoso por el nacimiento de Jesucristo, la
emperatriz Santa Elena hizo construir una iglesia, que su poderoso hijo
Constantino adornaría después de su muerte. En el Códice del emperador Teodosio
del año 438, y del emperador Justiniano en el año 535, la celebración universal
del día de la Natividad de Cristo fue establecida por ley. Por lo tanto,
Nicéforo Calixto, un escritor del siglo XIV, dice en su Historia que en el
siglo VI, el emperador Justiniano estableció la celebración de la Natividad de
Cristo a través de todo el mundo.
El Patriarca Anatolio de Constantinopla en el siglo V, Sofronio y Andrés de Jerusalén en el VII, San Juan de Damasco, San Cosme de Maium y el Patriarca Germán de Constantinopla en el VIII, el Monje Casiano en el IX, y otros cuyos nombres se desconocen, escribieron muchos himnos sagrados para la fiesta de la Natividad de Cristo, que aún se cantan en la Iglesia en esta radiante festividad.
Durante los tres primeros siglos, en las Iglesias de Jerusalén, Antioquia, Alejandría y Chipre, la Natividad de Cristo se combinaba con la fiesta de su bautismo el 6 de enero, y la llamada “Teofanía” (“Manifestación de Dios”).
Mosaico representando la adoración de los magos. |
Esto se debió a la
creencia de que Cristo fue bautizado en el aniversario de su nacimiento, lo que
puede inferirse a partir de sermón de san Juan Crisóstomo sobre la Natividad de
Cristo: “no es el día en que nació Cristo, que se llama Teofanía, sino más
bien el día en que fue bautizado”.
Apoyando esta visión, es posible citar las palabras del
evangelista san Lucas que dice que “cuando Jesús comenzó a tener unos
treinta años de edad” (Lc 3:23), fue bautizado. La celebración conjunta de
la Natividad de Cristo y su Teofanía continuó hasta el final del siglo IV en
algunas Iglesias orientales, y hasta el siglo quinto o sexto en las demás.
El orden actual de los servicios preserva la memoria de la
antigua celebración conjunta de las fiestas de la Natividad de Cristo y de la
Teofanía. En las vísperas de las fiestas, existe una tradición que uno debe
ayunar hasta que aparecen las estrellas. El orden de los oficios divinos en la
víspera de los días festivos y los de los propios días de esta fiesta es la
misma.
La Natividad de Cristo ha sido durante mucho tiempo
considerada como una de las Doce Grandes Fiestas de la Iglesia. Es uno de los
más grandes, más alegres y maravillosos eventos en la historia del mundo. El
ángel dijo a los pastores: “He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será
para todas las personas. Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David un
Salvador, que es Cristo el Señor. Y esto será una señal para vosotros:
hallaréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Entonces, de
repente apareció con el ángel una multitud del ejército celestial, alabando a
Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres” (Lc 2:10-20).
Así, la Natividad de Cristo, un evento muy profundo y
extraordinario, fue acompañada por maravillas que anunciaron a los pastores y a
los Reyes Magos. Esta es la causa del regocijo para toda la humanidad, “que
el Salvador ha nacido”.
Coincidiendo con el testimonio del Evangelio, los Padres de
la Iglesia, en sus escritos inspirados por Dios, describen a la fiesta de la
Natividad de Cristo como base y fundamento de todas las otras fiestas.
LECTURAS EVANGÉLICAS:
Lectura de la Epístola del Santo Apóstol Pablo a los Galatas (4:4-7).
4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. 6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.
4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. 6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.
Lectura del Santo Evangelio según Mateo (2:1-12):
Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. 3 Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. 4 Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. 5 Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:
6 Y tú, Belén, de la tierra de Judá,
No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;
Porque de ti saldrá un guiador,
Que apacentará a mi pueblo Israel.
7 Entonces Herodes, llamando en
secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la
aparición de la estrella; 8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y
averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo
saber, para que yo también vaya y le adore. 9 Ellos, habiendo oído al
rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba
delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el
niño. 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. 11 Y
al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose,
lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro,
incienso y mirra. 12 Pero siendo avisados por revelación en sueños que
no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Navidad: Verdad y Mitos
La noche de Navidad en el mundo antiguo, antes de la humanización de Cristo
La Navidad de Cristo, gran Misterio de Piedad
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Apolitiquio tono 4 (griego)
Ἀπολυτίκιον Ἦχος δ’.
Ἡ γέννησίς σου Χριστὲ ὁ Θεὸς ἡμῶν, ἀνέτειλε τῷ κόσμῳ, τὸ φῶς τὸ τῆς γνώσεως· ἐν αὐτῇ γὰρ οἱ τοῖς ἄστροις λατρεύοντες, ὑπὸ ἀστέρος ἐδιδάσκοντο, σὲ προσκυνεῖν, τὸν Ἥλιον τῆς δικαιοσύνης, καὶ σὲ γινώσκειν ἐξ ὕψους ἀνατολήν, Κύριε δόξα σοι.
Apolitiquio tono 4º
Tu Nacimiento, oh Cristo nuestro Dios, iluminó al mundo con la luz de la sabiduría, pues los que adoraban a los astros, por la estrella aprendieron a adorarte, oh Sol de Justicia, y a conocerte, Oriente de lo alto. ¡Señor, gloria a Ti!
Κοντάκιον Ἦχος γ’. Αὐτόμελον.
Ἡ Παρθένος σήμερον, τὸν ὑπερούσιον τίκτει, καὶ ἡ γῆ τὸ Σπήλαιον, τῷ ἀπροσίτῳ προσάγει. Ἄγγελοι μετὰ Ποιμένων δοξολογοῦσι· Μάγοι δὲ, μετὰ ἀστέρος ὁδοιποροῦσι· δι᾽ ἡμᾶς γὰρ ἐγεννήθη, Παιδίον νέον, ὁ πρὸ αἰώνων Θεός.
Condaquio tono 3º ("Αὐτόμελον", MELODÍA MODELO)
Hoy la Virgen da a luz al inefable Verbo; y la tierra ofrece al inasequible la gruta; los ángeles con los pastores lo glorifican; los magos con la luz del astro se encaminan. Pues, por nosotros ha nacido el nuevo Niño, el eterno Dios.
Fuente: saint.gr, acoantioquena.com, youtube.com, fatheralexander.org logosortodoxo.com, cristoesortodoxo.com