- Introducción. La Iglesia en España
- Vida de las santas Polixena y Jantipa
- Vida de la santa Eulalia
- Vida del emperador Teodosio el Grande.
- El santo mártir Vicente
- Vida del santo Dámaso
- Vida del santo Osio
- Vida del santo Paciano
- Vida del santo Leandro
- Nuestro santo padre Isidoro
- Vida del santo mártir Hermenegildo
- Vida del santo mártir Eulogio, de Lucrecia y otras dos vírgenes anónimas
- Vida de Santo Esteban
- Doxasticón. Himno de alabanza a los Santos de España
- La ortodoxia en España
- Bibliografía.
"Esto me ha impedido muchas veces llegar a vosotros; pero, ahora, no teniendo ya espacio para predicación en estas regiones, y deseando ir a visitaros desde hace bastantes años, cuando vaya a España, al pasar, espero veros y que vosotros me encaminéis allá, después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía" ( San Pablo, Epístola a los Romanos, Cap.15, 22-24). Como nos informa el propio Apóstol de los Gentiles, el lejano confín de Europa, la tierra donde los pilares de Hércules delimitan la extremidad occidental del entonces mundo conocido, se prepara para recibir el mensaje salvador del Evangelio. A pesar de la existencia de antiguos testimonios, las investigaciones de expertos en teología no dan indicios de un traslado en persona del apóstol Pablo a España. Sin embargo, es seguro que la tierra de los Íberos fue evangelizada por discípulos inmediatos de los Apóstoles, como Santa Políxena. Encontramos un breve resumen de su vida al principio de este pequeño libro.
Los primeros antiguos obispos de España eran Torcuato, Tesifonte, Segundo, Indalecio, Cecilio, Hesiquio, Efrasio, etc. Gobernaban la recién establecida Iglesia "in Hispania" en sedes episcopales semejantes. Hacia el año 304, con el Concilio de Elvira, aparecen en el país 19 diócesis y muchas parroquias cristianas vivas, repletas de fieles.
Después de las persecuciones de los tres primeros siglos, durante las cuales la Iglesia Española sufrió fuertes represiones, engrosando las filas de la iglesia triunfante con multitud de mártires, vino un período, de gran florecimiento.
En el Concilio de Arles en el 314 participaron 6 obispos españoles. El santo obispo de Córdoba, Osio, encabezó el Primer Concilio Ecuménico en el año 325. El mismo San Osio, junto con otros cinco obispos de su tierra, participó en el Concilio de Sárdica en el 343. En esta época la Península Ibérica proporcionó notables teólogos escritores que han dejado obras significantes, como Gregorio de Elvira y Potamio de Lisboa. Entre los poetas de entonces contamos con Juvenco y Prudencio (siglo IV).
Más tarde estalló el herético movimiento ascético de Prisciliano que provocó una grave crisis en ela Iglesia Española que duró hasta la mitad del siglo V. A principios de este siglo V, a causa de las invasiones de las tribus germánicas, una parte del clero español emigró a África. A principios del siglo VI el país estaba ocupado por los visigodos y por los suevos. Los visigodos eran arrianos mientras que los suevos, ya desde mediados del siglo V, se habían integrado a la Ortodoxia directamente desde el paganismo. Estos últimos, pero no todos, por poco también se hicieron arrianos, mientras que, definitivamente, toda la población acabó en la Fe Ortodoxa con el III Concilio de Toledo en el año 589 gracias a la labor del obispo de Sevilla, San Leandro.
La Iglesia Española, bajo la protección de reyes ortodoxos, y con la presencia de grandes clérigos, como Leandro, Isidoro, Braulio, Ildefonso y Julián de Toledo, influenciados por los ideales de Bizancio, vive sus gloriosos siglos eclesiásticos.
El monacato florece. La regla monástica es obra de San Isidoro de Sevilla. En paralelo se desarrolla la tradición litúrgica, que más tarde tomó el nombre de visigótica o mozárabe, y que nosotros, más apropiadamente, llamaríamos "española". En este período la Iglesia Española ejerce una fuerte presión sobre la cristianización de los hebreos que viven en España.
Así llegamos al siglo VIII, cuando en el 711 España sufrió la invasión árabe. La Iglesia, salvo en casos determinados ( San Eulogio de Córdoba), recibió, generalmente, un tratamiento suave. Quedó dividida en 3 provincias eclesiásticas con 29 obispos. En el siglo IX las persecuciones se extendían mientras que en el siglo VIII aparecieron herejías como el adopcionismo, las cuales, junto con la tiranía árabe, añadieron heridas al cuerpo martirizado de la Iglesia Española. Mientras tanto, Roma empieza, no sin oposición, a imponer su ritual y su tradición, hasta llegar a la completa latinización, que se consolidó con el cisma definitivo del Papado de la Iglesia Ortodoxa.
2. POLIXENA Y JANTIPA de España, cuya fiesta se celebra el 23 de Septiembre.
Nos encontramos en la Península Ibérica a mediados del primer siglo después de Cristo. En Roma reinaba el emperador Claudio, tío y sucesor del sanguinario Nerón.El Cristianismo, la nueva religión, se encuentra en sus albores. Los santos Apóstoles y sus colaboradores, con escasos medios comunicativos, labran la tierra del entonces mundo conocido y accesible. En España Probo representa a Roma. La mujer del gobernador Probo, la devota Jantipa, era cristiana. Una de las primeras españolas cristianas. La tradición oral dice que el gran apóstol Pablo llegó a esta tierra y predicó aquí. En el Nuevo Testamento, en su Epístola a los Romanos, capítulo 15, versículo 24 san Pablo escribe: "cuando vaya a España, al pasar, espero veros y que vosotros me encaminéis allá, después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía". Y, más abajo, en el mismo capítulo, versículo 28, vuelve a escribir: "así que, terminado esto, cuando les haya entregado la colecta recogida, iré a España". ¿ Es posible que Pablo el cautivo llegase hasta allí? De todas formas la fe llegó hasta España. Y los españoles están orgullosos de que la esposa del gobernador fuese catequizada por el propio San Pablo. Jantipa vivía una vida devota de acuerdo con los mandamientos de Cristo. Nos ocuparemos de ello más abajo cuando su vida se une de nuevo con la de su hermana carnal.
Santa Políxena era hermana carnal de Santa Jantipa. Cuando era joven fue raptada por un hombre que la quería violar. Por la gracia de Dios, de una manera no conocida, la virginidad de Políxena se salvaguardó y ella se marchó, viajando de lugar en lugar. Se dice que fue hallada digna de seguir de cerca la enseñanza del propio primer Apóstol Pedro, no se sabe dónde, y finalmente la del Apóstol Felipe en Grecia. Santa Políxena, siguiendo su recorrido por el Imperio Oriental, conoció a un tercer Apóstol, Andrés, el primer llamado. Se hizo discípula y seguidora suya, y fue bautizada por él.Cuando hubiese sido iniciada plenamente por sus grandes maestros, regresó a España, acompañada del Apóstol Onésimo, para predicar el Evangelio a sus compatriotas. Su ejemplo, sus palabras llenas de caridad, hicieron que, en la tierra de España, la palabra de Dios fructificase. Un gran número de paganos debe su vuelta al Señor a la acción apostólica de Santa Políxena. A la "igual a los Apóstoles" ( del gr. isapóstolos, reconocimiento a algunos santos por su importante obra de difusión y consolidación del cristianismo) la acompañaba su fiel compañera Rebeca, que fue bautizada junto con ella por el primer llamado discípulo, San Andrés.
Pasaron muchos años. La obra de Políxena abrazaba este lejano país y la Iglesia creció y maduró. Después de muchas penas y vicisitudes, Políxena y Jantipa decidieron pasar juntas el resto de su vida. Vivían la iglesia en su casa, según la palabra de San Pablo ( 1 Cor. 16, 19), mostrando con su ejemplo el poder de Dios, y sellando su palabra con innumerables milagros. Murieron en paz. La Iglesia las conmemora juntas el 23 de Septiembre de cada año.
Santas Jantipa y Políxena rogad por la iluminación de todas las naciones que se encuentran en la oscuridad. Amén.
seguidoras e imitadoras de los Apóstoles,
a las glorias de la Iglesia,
Santas Políxena y Jantipa.
3. EULALIA de Barcelona, cuya fiesta se celebra el 22 de Agosto
a las glorias de la Iglesia,
Santas Políxena y Jantipa.
3. EULALIA de Barcelona, cuya fiesta se celebra el 22 de Agosto
Siglo III después de Cristo. Nos encontramos en la Península Ibérica, conocida en los Hechos de los Apóstoles por el nombre de SPANIA. En la región costera oriental de España, en Cataluña, y más concretamente, en la ciudad de Barcelona, ve la luz la futura y protectora de la gran urbe que es hoy día. Eulalia es hija de una devota familia cristiana. Su educación se hace "en disciplina y amonestación". El recién plantado paraíso en tierra española, es decir, la Iglesia Española de entonces, produce una flor de rara belleza física y espiritual, que ya ha alcanzado la edad de doce años: Eulalia.
En el gran imperio Romano reinaban Diocleciano y Maximiano, los cuales dieron orden de persecución contra los cristianos en todo su vasto territorio. Las órdenes eran estrictas. La sangre de los mártires cubría como un manto de púrpura el cuerpo de Cristo, es decir, la Iglesia. El sanguinario Daciano fue enviado por los tiranos a España para aplicar los decretos de la gran Persecución, y terminar, de una vez, con esta molesta cizaña de la todopoderosa y divinizada Roma.
Todos tenían miedo, muchos se escondían para no ser vistos, por si acaso no pudieran resistir a la tentación.
Sin embargo, un tierno, casi infantil, corazón se regocija y se alegra con divino gozo interior. Es la joven de Barcelona, Eulalia, que salta de amor por Cristo. Quiere pregonar en todas partes su venida. Decide marcharse en secreto del techo paterno. Sigue los deseos de su alma pura y corre al encuentro del Novio. En el tribnal se presenta con valentía ante Daciano. Al principio, el coraje de su confesión voluntaria deja perplejo a Daciano. Después se da cuenta de que tiene delante a una niña pequeña y piensa que un pequeño castigo será suficiente para hacerla volver a su estado normal. Ordenó, pues, a sus soldados a prender a Eulalia y llevarla a hombros por las calles más frecuentadas de Barcelona para azotarla. De esta manera, ridiculizando a la pequeña cristiana, Daciano estaba seguro de que cambiaría de idea. Sin embargo, ocurrió lo opuesto. Sin sentir la más mínima vergüenza, por el contrario, orgullosa de sufrir por el nombre de Cristo, Eulalia brillaba de luz sobrenatural, que la rodeaba completamente, e hizo que los viandantes que la miraban se maravillasen de la fuerza y la perseverancia en la fe que la había otorgado el Señor. La humillante marcha, para los no creyentes, se convirtió en victoria triunfante de Cristo por Eulalia, y los ojos de muchas almas se abrieron a la luz. Creyeron y se unieron a la Iglesia de España ( de entonces).
Entonces, el salvaje Diocleciano mandó que despojasen a la niña mártir de todas sus vestimentas, que la atasen a un poste y que desgarrasen sus carnes con horcas de hierro. Después de esta tortura encendieron antorchas hechas de estopa mojada en líquido inflamable y empezaron a quemarla.
La mártir de Barcelona sonreía condescendientemente y se burlaba de sus verdugos por su incapacidad de disuadirla, o mejor por la estupidez y ceguera de los que se metían con la Fuerza de Aquel que daba fuerzas a una muchacha sin fuerzas de doce años.
La siguiente fase, después del fracaso de todo lo anterior, consistía en arrojar a la niña en una fosa de cal, a la que habían añadido aceite caliente y plomo líquido. El Señor, sin embargo, como antaño con los tres jóvenes en el horno de fuego, roció a Eulalia e hizo que olvidase los dolores de su cuerpo y se alegrase en en los sufrimientos.
Entonces los verdugos, habiendo visto y revisto, ataron a Eulalia a una cruz. Ángeles bajaron para recibir al alma valiente de la niña virgen de Barcelona. Los fieles presentes en el momento de su muerte vieron su alma en forma de paloma blanca rodeada de luz ascender hacia la gloria de los cielos. El cuerpo de Eulalia fue venerado enseguida, no solamente por sus conciudadanos, sino también por todos los catalanes, los españoles y la Iglesia del sur de Francia. Hoy la protectora y patrona de la bella Barcelona descansa en una urna en la catedral católica romana de la Ciudad. Muchos turistas ortodoxos no se olvidan de venerar y pedir ayuda a la primera mártir española. Y nosotros, toda la Iglesia de Cristo, que no ha cambiado nada de todo cuanto transmitieron los Apóstoles y enseñaron los Padres de la Iglesia, rezamos:
En el gran imperio Romano reinaban Diocleciano y Maximiano, los cuales dieron orden de persecución contra los cristianos en todo su vasto territorio. Las órdenes eran estrictas. La sangre de los mártires cubría como un manto de púrpura el cuerpo de Cristo, es decir, la Iglesia. El sanguinario Daciano fue enviado por los tiranos a España para aplicar los decretos de la gran Persecución, y terminar, de una vez, con esta molesta cizaña de la todopoderosa y divinizada Roma.
Todos tenían miedo, muchos se escondían para no ser vistos, por si acaso no pudieran resistir a la tentación.
Sin embargo, un tierno, casi infantil, corazón se regocija y se alegra con divino gozo interior. Es la joven de Barcelona, Eulalia, que salta de amor por Cristo. Quiere pregonar en todas partes su venida. Decide marcharse en secreto del techo paterno. Sigue los deseos de su alma pura y corre al encuentro del Novio. En el tribnal se presenta con valentía ante Daciano. Al principio, el coraje de su confesión voluntaria deja perplejo a Daciano. Después se da cuenta de que tiene delante a una niña pequeña y piensa que un pequeño castigo será suficiente para hacerla volver a su estado normal. Ordenó, pues, a sus soldados a prender a Eulalia y llevarla a hombros por las calles más frecuentadas de Barcelona para azotarla. De esta manera, ridiculizando a la pequeña cristiana, Daciano estaba seguro de que cambiaría de idea. Sin embargo, ocurrió lo opuesto. Sin sentir la más mínima vergüenza, por el contrario, orgullosa de sufrir por el nombre de Cristo, Eulalia brillaba de luz sobrenatural, que la rodeaba completamente, e hizo que los viandantes que la miraban se maravillasen de la fuerza y la perseverancia en la fe que la había otorgado el Señor. La humillante marcha, para los no creyentes, se convirtió en victoria triunfante de Cristo por Eulalia, y los ojos de muchas almas se abrieron a la luz. Creyeron y se unieron a la Iglesia de España ( de entonces).
Entonces, el salvaje Diocleciano mandó que despojasen a la niña mártir de todas sus vestimentas, que la atasen a un poste y que desgarrasen sus carnes con horcas de hierro. Después de esta tortura encendieron antorchas hechas de estopa mojada en líquido inflamable y empezaron a quemarla.
La mártir de Barcelona sonreía condescendientemente y se burlaba de sus verdugos por su incapacidad de disuadirla, o mejor por la estupidez y ceguera de los que se metían con la Fuerza de Aquel que daba fuerzas a una muchacha sin fuerzas de doce años.
La siguiente fase, después del fracaso de todo lo anterior, consistía en arrojar a la niña en una fosa de cal, a la que habían añadido aceite caliente y plomo líquido. El Señor, sin embargo, como antaño con los tres jóvenes en el horno de fuego, roció a Eulalia e hizo que olvidase los dolores de su cuerpo y se alegrase en en los sufrimientos.
Entonces los verdugos, habiendo visto y revisto, ataron a Eulalia a una cruz. Ángeles bajaron para recibir al alma valiente de la niña virgen de Barcelona. Los fieles presentes en el momento de su muerte vieron su alma en forma de paloma blanca rodeada de luz ascender hacia la gloria de los cielos. El cuerpo de Eulalia fue venerado enseguida, no solamente por sus conciudadanos, sino también por todos los catalanes, los españoles y la Iglesia del sur de Francia. Hoy la protectora y patrona de la bella Barcelona descansa en una urna en la catedral católica romana de la Ciudad. Muchos turistas ortodoxos no se olvidan de venerar y pedir ayuda a la primera mártir española. Y nosotros, toda la Iglesia de Cristo, que no ha cambiado nada de todo cuanto transmitieron los Apóstoles y enseñaron los Padres de la Iglesia, rezamos:
Megalinarion
Salve, esplendor de Barcelona,
esposa del Señor en la tierra de los españoles,
de tu propia sangre has teñido tu túnica,
o virgen mártir Eulalia.
4. TEODOSIO el Grande, cuya fiesta se celebra el 17 de Enero
El emperador Teodosio I, llamado el Grande, nació en España en el año 346 después de Cristo. Era descendiente de una insigne familia aristócrata, y desde su infancia mostraba señales de devoción. Se distinguió, sin embargo, en sus años mozos por su coraje y valentía en las artes marciales y la gobernación. Por eso, cuando el joven emperador de Occidente, Graciano, haredó también la parte Oriental del Imperio, le puso a su lado como colaborador y le nombró comandante jefe del ejército.
Teodosio contribuyó al máximo en la repulsión de los bárbaros que presionaban de todos lados al vasto imperio. Justamente, pues, Graciano le coronó Emperador de Oriente en una ciudad, muy significativa por su situación para la administración de la región, que se llamaba Sirmio y que se encontraba en el centro de la Europa Romana. La coronación tuvo lugar el 16 de enero del 379.
Sin embargo, Teodosio no dejó tras sí sólo una obra política por la cual mereció el título de "Grande".
Su obra eclesiástica es realmente enorme porque él mismo decidió poner fin al conflicto con el arrianismo, hizo que triunfasen las fórmulas teológicas definitivas de los Padres Capadocios e impuso incondicionalmente la enseñanza del I Concilio de Nicea, constituyendo también el II Concilio en Constantinopla, en el 381, que promulgó la doctrina de la Divinidad del Espíritu Santo. Las decisiones de los Concilios se aplicaron estrictamente. Las religiones paganas fueron proscritas. El imperio se hizo oficialmente cristiano, y así, la obra de Teodosio, efectivamente, coronó y consolidó la obra de Constantino el Grande.
Teodosio el Grande era el prototipo de soberano, lleno de devoción y justicia, y tenía el don de humildad y de arrepentimiento continuo, más que ningún otro emperador de Bizancio que le siguiera. Sin embargo, como todo hombre tenía un gran defecto. Él lo reconocía y luchaba contra él con el arma de la humildad.
Dos acontecimientos en su vida hablan de ello.
Era en el año 387 cuando decidió castigar severamente, con pena de muerte, a los habitantes de la gran ciudad de Antioquía. Los antioquenos se habían levantado y habían derribado todas las estatuas erigidas en honor del emperador y de su esposa Elia Fraccilla. La propia emperatriz y el Patriarca de la ciudad Flaviano, ayudados por los monjes de la región, imploraron al emperador que tuviese compasión y los perdonase. Teodosio, haciendo mérito a su nombre cristiano, cambió de idea y perdonó a los culpables.
El otro incidente era mucho más grave. En el 390 cuando Teodosio se hizo emperador de Occidente y estableció su Corte en Mediolanum ( hoy día Milán en Italia), castigó de una manera muy severa un levantamiento de los Tesalonicenses ordenando la muerte de miles de personas en el anfiteatro de la ciudad. La ira que le caracterizó a Teodosio era tan grande que no cedió a las peticiones intermediarias de San Ambrosio que ocupaba entonces el trono episcopal de Milán.
Después de este crimen, cuando el emperador quiso entrar en la catedral, el valiente obispo se puso en la puerta y le prohibió la entrada. Todo el mundo esperaba el estallido del conocido mal mal de Teodosio, la ira. Sin embargo, obedeció humildemente, y con lágrimas en los ojos pidió perdón.
Después, conmocionado y humillado, volvió a palacio. El emperador cumplió toda la penitencia que le había puesto su obispo, y cuando la había terminado se presentó en la Iglesia como un penitente normal, vestido de una túnica sencilla, sin ningún distintivo de su rango, y escuchó la oración de perdón. El fruto de su penitencia, que dio ejemplo a todo el pueblo, fue una ley que decía que ningún condenado a muerte sería ejecutado si no hubiesen pasado 30 días después de la sentencia.
Tanto era el arrepentimiento y la humildad de Teodosio, que el Señor se complació en otorgarle el don de hacer milagros.
Cuentan sus biógrafos que durante una peregrinación suya a Jerusalén, el emperador apareció vestido de plebeyo y, acercándose a las puertas de la Iglesia de la Resurrección rezaba, cuando, las puertas de la Iglesia se abrieron solas, de par en par, y el templo se llenó de luz con las lámparas y las velas encendidas como en los días festivos. El Señor recibió con honores regios al humilde emperador y siervo Suyo.
Teodosio había copiado con su propia mano el evangelio entero, obligándose a leer un trozo de él cada día. Decía a menudo que se alegraba más de ser miembro de la Iglesia que de ser rey de toda la tierra.
Así pasaron 16 años de devoto reinado. Teodosio esparció por todo el mundo romano la Verdad, la Paz y la Pureza de las costumbres.
El 17 de enero del año 395 el rey terrenal entregó su alma al Rey celestial y Señor suyo. Tenía 60 años. Sus restos fueron trasladados desde MIlán a Constantinopla donde fue enterrado con grandes honores.
Devotísimo y humilde rey Teodosio, hijo de la tierra española, ruega al Señor por el bienestar de las santas Iglesias de Dios. Amén.
Megalinarion
Salve, hermosura de reyes,
hijo de España, imitador de Apóstoles;
salve, divino hortelano de arrepentimiento,
O Teodosio, pilar de la Iglesia.
5. VICENTE de Zaragoza, martirizado en Valencia, cuya fiesta se celebra el 11 de Noviembre.
El santo mártir y diácono Vicente vivía en Zaragoza en los tiempos del emperador de Roma Maximiano, es decir en el III siglo después de Cristo. Otros autores sitúan su vida y su martirio en el siglo anterior ( persecución de Diocleciano del año después de Cristo. En la Hispania Romana gobernaba Daciano, conocido por su dureza contra los cristianos. En Zaragoza, que entonces se llamaba Cesaraugusta, el trono episcopal fue ocupado por el santo obispo Valero, y este mismo San Valero es hoy día el santo patrón de la ciudad. En otros santorales le encontramos con el nombre helenizado de Hilario. Vicente al lado de su obispo enseñaba con celo al pueblo de Dios los sagrados dogmas de la fe ortodoxa provocando la ira del gobernador Daciano, que arrest´al obispo y al diácono, les encerró en la cárcel y, después de encadenarles con pesadas cadenas, les trasladó a Valencia y les metió en una celda sucia y oscura. De este terrible presidio, a los pocos días sacó solamente a Vicente para torturarle hasta que renegara de su fe. El salvaje Daciano ordenó que desgarrasen las carnes de Vicente con hierros puntiagudos; a continuación le clavaron a una cruz de madera y le golpearon en todo el cuerpo.
Lleno de heridas le desclavaron de la cruz y le torcieron sus miembros, golpeándole y, al mismo tiempo, quemando sus costados con fuego. Una vez que todos sus miembros fueron desarticulados y colgaban inertes de sus articulaciones dañadas, continuaron con el martirio bestial colocándole hierros candentes en el pecho y traspasándole con espetones pasados por el fuego. El santo soportó todos estos sufrimientos con perseverancia, y de una manera milagrosa permaneció ileso. Enfurecidos, los verdugos le volvieron a meter en la cárcel. Vicente, ya en prisión, fue hallado digo de recibir visita y ayuda divinas. Muy feliz y reconfortado por su visión, entregó el espíritu a su Señor rezando y sucumbiendo a sus graves heridas. Una multitud de ángeles se apresuraron a cubrir el cielo azul de España para recibir el alma del gran mártir, cantando himnos y glorificando la Iglesia militante de Cristo. Los sagrados restos mortales de San Vicente fueron enterrados en Valencia, pero su memoria se celebra cada año, tanto en Oriente como en Occidente, el día 11 del mes de noviembre.
San Vicente es el más insigne de los mártires españoles y su culto se propagó enseguida por todo el mundo. San Agustín le elogia escribiendo de él: " Oh, santo mártir de la bellísima tierra de los españoles, ruega por la salvación del pueblo de Zaragoza, tu tierra natal, de España y de todo el mundo, para que nosotros, como tú, confesemos a Cristo por los siglos. Amén"
Megalinarion
Salve, antorcha divina de España,
gloria de Zaragoza, tesoro de Valencia,
salve, inagotable torrente de milagros,
bienaventurado Vicente,
orgullo de diáconos.
6. DÁMASO Papa de Roma, cuya fiesta se celebra el 4 de Diciembre
San Dámaso I, Papa de Roma, descendía de una familia de Guimaraes ( ciudad de la Península Ibérica que hoy en día pertenece a Portugal ) y era hijo del sacerdote Antonio. Nació en Roma en el año 300 d.C. y también se hizo clérigo. En el 355, siendo archidiácono, acompañó al Papa Liberio en su destierro a Tracia. La razón de este destierro fue la amistad del Papa con San Atanasio el Grande, Patriarca de Alejandría, apasionado defensor de las decisiones del Concilio de Nicea. San Dámaso permaneció muchos años en el exilio, "compadeciendo a Liberio". Cuando regresó a Roma continuó su lucha contra las herejías, contra los arrianos, estando al servicio del Papa ortodoxo, Liberio, al que sucedió en el 361, apoyado por el emperador y el pueblo de Roma, pero no por una parte del clero y del abad Ursino, quienes a él se oponían. Aconsejado por San Atanasio, convocó periódicamente concilios contra los arrianos y, durante cinco años hospedó al desterrado sucesor del propio San Atanasio, Pedro. Era amigo de San Jerónimo y de San Basilio el Grande. Contribuyó al perfeccionamiento de la traducción latina de las Sagradas Escrituras, llamada la Vulgata. Embelleció las tumbas de los mártires y las catacumbas, construyó templos, incluida la iglesia de San Lorenzo, que todavía se llama "in Damaso". Escribió muchas obras teológicas, sobretodo contra las herejías, y muchas cartas a los obispos de Oriente. Su fiesta se celebra el 4 de Diciembre.
Señor Jesucristo, por la intercesión de San Dámaso, ten piedad de nosotros y de tu mundo. Amén.
Megalinarion
De Guimaraes estrella brillante
que ha amanecido de nuevo,
belleza de los ortodoxos,
a Dámaso, Papa de Roma,
gloria de Portugal;
elogiemos todos los fieles.
7. OSIO obispo de Córdoba, cuya fiesta se celebra el 27 de Agosto
Nos encontramos en la segunda mitad del siglo III después de Cristo. Las persecuciones contra los cristianos están en su apogeo. Diocleciano, cabeza del Imperio Romano, que dominaba todo el mundo entonces conocido, intenta en vano sofocar a los que niegan la divinidad de Roma y de sus emperadores. Uno de ellos es el futuro obispo de la bella ciudad española de Córdoba.
San Osio nace en esta ciudad en el año 256 después de Cristo. Es cristiano. Se destaca en el conocimiento, en la virtud y en la práctica, convirtiéndose en un evangelio vivo para sus conciudadanos. Lleva visibles en su cuerpo las señales de su buena confesión. Cicatrices y marcas de tortura bajo las persecuciones. En el año 300, al comenzar el nuevo siglo, tan significativo para la Iglesia, se pone a la cabeza de la Iglesia local, convirtiéndose en obispo de Córdoba. Sin embargo, su reputación y la santidad de su vida viajan lejos por todo el imperio. Se hace amigo y confidente de otro "Grande", San Constantino, el cual le encarga buscar solución alos nuevos problemas de la Iglesia, ya legal, que son las herejías, y en este caso, el arrianismo. Bajo este cargo San Osio preside el concilio local de Antioquía en el año 324, y en el 325 cuando se convoca en Nicea el I Concilio Ecuménico, juega un papel primordial.
Después de la muerte de San Constantino, nuevas tempestades se hacen visibles en la nave de la Iglesia. Los sucesores Constante y Constantino no siguen la fe de su antecesor. El santo de Córdoba, contra las fuertes presiones imperiales, defiende valientemente la Ortodoxia de la Iglesia, especialmente cuando toma parte otra vez en el Concilio de Sárdica en el 343, al lado del obispo local Protógenes. Por esta razón, San Osio es desterrado junto con muchos obispos ortodoxos y el Patriarca de Alejandría, San Atanasio el Grande. Sufren muchas crueldades y malos tratos, pero aguantan, igual que los mártires de las primeras persecuciones, que persecuciones son éstas también.
San Atanasio el Grande elogia al viejo obispo de Córdoba llamándole "padre de los obispos", por supuesto, no sólamente a razón de su avanzada edad.
San Osio vivía así luchando y oponiéndose a las herejías que atacaban la fe ortodoxa. Casi centenario ya, participó en su último concilio, el de Sirmio, que formuló más suavemente las tesis ortodoxas, constituyendo un punto primordial e intermediario de familiaridad de la doctrina de Nicea, hasta que, gracias a la labor de los Padres Capadocios, se revelase la determinación completa y clarísima del II Concilio Ecuménico.
Poco después del Concilio de Sirmio el anciano obispo y Padre de la Iglesia, San Osio de Córdoba dejaba las luchas de la Iglesia Militante para descansar eternamente en el seno de la Iglesia Triunfante.
San Osio, obispo de Córdoba en España, ruega por la Iglesia de Cristo, sometida a prueba en el mundo. Amén.
Megalinarion
Como un carbón ardiente te presentaste,
Osio, quemando las madera podrida
de la herejía;
pilar sólido de las creencias,
que pone a prueba a los ateos,
y, de Córdoba el gran pastor y jerarca.
8. PACIANO obispo de BARCELONA, cuya fiesta se celebra el 9 de Marzo
Nos encontramos en España en el siglo IV después de Cristo. En la ciudad catalana de Barcelona vive el devotísimo Paciano. Está casado. El Señor, sin embargo, lleva consigo a su cónyuge, y Paciano dedica su vida a la Iglesia. Hombre muy culto, con gran habilidad en el manejo de la palabra, dedicación y exactitud en la vida y tradición eclesiásticas, ofrece los dones que le ha otorgado Dios al servicio de la Iglesia local. Es elegido pastor de Barcelona alrededor del año 363.
Desde este puesto el obispo Paciano, duplicando su celo y aumentando los talentos que le ha otorgado Dios al servicio de la Iglesia local. Es elegido pastor de Barcelona alrededor del año 363.
Desde este puesto el obispo Paciano, duplicando su celo y aumentando los talentos que le ha confiado su Señor, se dedica al pastoreo de sus ovejas racionales. En una época en la cual las herejías devastaban el campo de Cristo, escribe obras teológicas y apologéticas contra dichas herejías y enseña a sus fieles a preservar su ortodoxía y a no contagiarse por el contacto con los herejes, especialmente con los arrianos y los novacianos, sino a permanecer firmemente adheridos a la tradición dogmática ortodoxa de la Santa Iglesia Católica.
El día 9 de Marzo del año 390, San Paciano descansa en el Señor, a una edad avanzada, rogando ya desde el cielo por el restablecimiento de la unidad de la fe de todos los cristianos del mundo. Amén.
Megalinarion
Como una luz, apareciste en España padre Paciano,
luciendo en las palabras, iluminando a los devotos;
lleno de sabiduría, pastoreabas a tu pueblo,
resplandeciendo en Barcelona, orgullo de santos.
9. LEANDRO obispo de Sevilla, cuya fiesta se celebra el 27 de Febrero o el 13 de Marzo
Nuestro santo padre Leandro, obispo de Sevilla en España, fue doctor de la Iglesia e iluminador de los españoles. Vivió en el siglo VI después de Cristo y descendía de una familia aristócrata. Su padre era Duque, de ascendencia bizantina, mientras que su madre era la hija primogénita del rey visigodo Leovigildo que reinaba en Sevilla, capital del reino visigótico. Muy temprano abrazó la vida monástica y se distinguió por su cultura y sus virtudes. Por estas razones, la Iglesia le elevó a Metropolita en el 579. Fundó una Escuela de Teología destinada a la divulgación de la ortodoxía, pero también al cultivo de las ciencias y las artes en general, entre el pueblo de este reino bárbaro. Los dos hijos del rey, Hermenegildo y Recaredo, sobrinos de San Leandro por parte de su madre, estaban entre los discípulos del santo.
Megalinarion
Entre los jerarcas magnífico y admirable,
decano de Sevilla,
pilar de los ortodoxos,
venerabilísimo Leandro,
guía a España, la oveja descarriada,
hacia las antiguas fuentes.
Isidoro, obispo de Sevilla, era el hermano menor de San Leandro, al que sucedió en el entonces primer trono episcopal de España en el año 600 después de Cristo.
Habiendo recibido el don divino
11. Hermenegildo Príncipe Visigodo de España, cuya fiesta se celebra el 30 de Octubre o el 1 de Noviembre
Los santorales de la Iglesia están compuestos de una multitud de meritorios reyes, príncipes, gobernadores y nobles. Algunos de ellos llegaron a ser iluminadores de sus pueblos, otros cambiaron la púrpura por la humilde sotana de monje o monja, mostrando así los bienes y valores mundanos en la dimensión real que ocupan en la luz de la eternidad. Algunos reyes fueron mártires de su Fe y su Ortodoxia, y derramaron su sangre para que la Verdad de la Iglesia se fortaleciese. En el campo eclesiástico florecen toda clase de flores, y no tienen sitio ni la belleza, el origen, el sexo, la posición social, ni la educación.
Era a finales del siglo IV después de Cristo. La Península Ibérica la ocuparon y gobernaron los Visigodos , los cuales, junto con los Íberos autóctonos, los Romanos conquistadores y los Vándalos, constituyen lo que es hoy la Nación Española. En el trono reina Leovigildo, el cual, igual que los demás Visigodos, había sido convertido al Cristianismo por los heréticos arrianos que entonces predominaban allí. El rey tenía dos hijos, Hermenegildo, el mayor y Recaredo, el más joven. El obispo de Sevilla, San Leandro, cuya familia procedía de Bizancio, tenía parentesco por matrimonio con el palacio real, y consiguió atraer al joven Hermenegildo a la fe Ortodoxa. La enseñanza del santo Padre de la Iglesia era tal que el joven príncipe se quedaba como una roca inamovible, un candil sobre su soporte, y rechazó con fuerza el control insoportable de su malvado padre el rey. En vano, el monarca derrochó abundantes promesas de grandeza y glorias humanas, de riquezas y de placeres y alegrías del mundo. El príncipe ortodoxo permaneció firme en su Ortodoxia. Resultaron vanas también las amenazas de castigos más terribles si persistía en no abrazar la herejía de Arrio. San Hermenegildo contestaba: " Cristo, Dios y Hombre, lo inconcebible e incurable".
Sin corazón, el rey padre encierra a su hijo en una celda oscura para ver hasta cuando aguanta.
El tiempo pasa con ferviente oración dentro de la prisión y con alegría espiritual porque Dios permite a Hermenegildo participar en su pasión y en su cruz...Se acerca la fiesta de las fiestas, la Pascua. La semana de la Pasión se convierte en semana de preparación para el príncipe, porque las puertas de la celda se abren y aparecen, la noche de Resurrección, los sacerdotes de la deshonra, los oficiantes de Arrio, enviados por el rey, para darle su falsa comunión. Pero el joven sabe muy bien que si alguien recibe la comunión de manos de herejes significa que comparte su fe errónea, y que él se sumerge con ellos en el abismo de las tinieblas, y niega audaz y obstinadamente el contagio. Especialmente en este día señalado en el cual Cristo por su poder como Dios resucita, resucitando con Él a toda la humanidad caída en la oscuridad. Por otra parte sabe bien por la enseñanza de San Leandro que lo que le ofrecen no es nada más que pan común y vino, porque el Cuerpo y la Sangre de Cristo solamente se ofrecen en el seno de la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica. Los sacerdotes de Arrio regresaron desanimados y el rey y padre, en un estallido de ira y de odio, que sólo el diablo impone a sus propios amigos, los herejes, ordena que asesinen a su propio hijo. El alma pura del santo príncipe asciende a los cielos junto con su Señor Resucitado.
El sacrificio del santo mártir Hermenegildo fructifica muy rápido, porque en un corto periodo de tiempo el soberano se arrepiente amargamente de su crimen y, también, de su herejía. Vuelve a llamar al santo obispo, Leandro, a palacio para que enseñe la Fe Ortodoxa especialmente al nuevo sucesor, su hijo menor Recaredo. El nuevo rey será la causa del retorno de todos los Visigodos de España a la Ortodoxía.
Señor Jesucristo, por la intersección de tu santo mártir, ilumina a los pueblos que se encuentran sumergidos en la herejía, para que vuelvan a hallar la luz verdadera. Amén.
Megalinarion
Salve, belleza digna de emperadores;
salve, pilar radiante de los dogmas de la Iglesia;
salve, esplendor y gloria de los mártires;
glorioso Hermenegildo, trauma de Arrio.
12. EULOGIO, de LUCRECIA y otras dos vírgenes anónimas, martirizados en Córdoba, España, cuya fiesta se celebra el 11 de Marzo.
España, siglo VIII después de Cristo. La ocupación árabe del país en el año 711 atrae muchos sufrimientos a la Iglesia. Dividida en 3 provincias con 29 obispos, la Iglesia intenta salir al encuentro de las persecuciones de los conquistadores mahometanos y también de las tentaciones desde dentro como las herejías (adopcionismo) del siglo VIII. Muchos clérigos y monásticos, huyendo de la invasión, se establecen en Francia, llevando consigo el espíritu eclesiástico visigótico y el ritual mozárabe. A pesar de todo esto, en España la Iglesia mozárabe conserva su tradición y su organización hasta la época de la Reconquista (siglo XV), cuando, desafortunadamente, la Iglesia cismática de Roma ya ha impuesto, en todos los territorios conquistados, la tradición latina, el ritual junto con los dogmas heréticos.
Es primavera. La tierra española reverdece por la hierba fresca que dentro de poco se llenará de flores rojas como la sangre para recibir la Pascua.
Camino del maririo, el santo obispo recibe, lo mismo que su Señor camino hacia el Gólgota, una bofetada de un eunuco del séquito de sus verdugos. Enseguida, el santo pone la otra mejilla sin mediar palabra. El infiel le golpea de nuevo.
Y luego, siempre en silencio, rezando por sus perseguidores y por su pueblo, inclina la cabeza bajo la espada del verdugo. Su santa cabeza cae a la tierra española tiñiéndola de púrpura.
Una multitud de ángeles conduce su alma a las moradas celestiales, desde donde, hasta hoy, él intercede por todos nosotros. Es el 11 de marzo del año 859. Lucrecia, el pretexto del martirio de San Eulogio, es decapitada el miércoles siguiente, según los santorales, y añade una corona más de gloria al martirologio de nuestra Iglesia.
Megalinarion
Dignísimos mártires de Dios,
insignes como soldados del Señor,
con Eulogio pastor de Córdoba,
Lucrecia, te has manifestado con otros mártires.
España, siglo X después de Cristo. En el mar abierto, frente a la ciudad de Cádiz, se encuentra una pequeña isla llamada Niverta. El soberano de esta isla es el príncipe Daniel. Daniel es un fiel cristiano, y vive en consecuencia una vida eclesiástica. Dios le había inundado de bienes: gloria, riqueza, esposa e hijos. Sin embargo, el corazón de Daniel palpita tan fuerte que sobrepasa todos estos dones de Dios. Tiene sed de lo espiritual, de los bienes celestiales y añora caminar por el sendero de la perfección, vendiendo todo para comprar la perla de gran valor. Deja, pues, casi todo al cuidado de su hijo mayor y sucesor en el trono de su pequeño reino, y se marcha, en apariencia, de peregrinación a las tumbas de los Apóstoles en Roma. En realidad, sin embargo, se exilia para conseguir eso de "sólo una cosa es necesaria". ( Lucas 10,42).
Dejando atrás patria e hijos llega a la ciudad eterna de donde es prelado el papa Agapito. Rápidamente se une a él en amistad en Cristo, y recibe de sus manos el hábito de novicio. Sin embargo, no permaneció mucho tiempo en Roma. El tirano Alberico le trata muy mal y finalmente le echa de Italia. Viaja y llega a la maravillosa capital de Constantinopla. Allí reina Constantino VII Porfirogéneta ( 913-959). Gana la simpatía del emperador de los romanos pero tampoco se establece allí permanentemente.
Salve, esplendor de Barcelona,
esposa del Señor en la tierra de los españoles,
de tu propia sangre has teñido tu túnica,
o virgen mártir Eulalia.
4. TEODOSIO el Grande, cuya fiesta se celebra el 17 de Enero
El emperador Teodosio I, llamado el Grande, nació en España en el año 346 después de Cristo. Era descendiente de una insigne familia aristócrata, y desde su infancia mostraba señales de devoción. Se distinguió, sin embargo, en sus años mozos por su coraje y valentía en las artes marciales y la gobernación. Por eso, cuando el joven emperador de Occidente, Graciano, haredó también la parte Oriental del Imperio, le puso a su lado como colaborador y le nombró comandante jefe del ejército.
Teodosio contribuyó al máximo en la repulsión de los bárbaros que presionaban de todos lados al vasto imperio. Justamente, pues, Graciano le coronó Emperador de Oriente en una ciudad, muy significativa por su situación para la administración de la región, que se llamaba Sirmio y que se encontraba en el centro de la Europa Romana. La coronación tuvo lugar el 16 de enero del 379.
Sin embargo, Teodosio no dejó tras sí sólo una obra política por la cual mereció el título de "Grande".
Su obra eclesiástica es realmente enorme porque él mismo decidió poner fin al conflicto con el arrianismo, hizo que triunfasen las fórmulas teológicas definitivas de los Padres Capadocios e impuso incondicionalmente la enseñanza del I Concilio de Nicea, constituyendo también el II Concilio en Constantinopla, en el 381, que promulgó la doctrina de la Divinidad del Espíritu Santo. Las decisiones de los Concilios se aplicaron estrictamente. Las religiones paganas fueron proscritas. El imperio se hizo oficialmente cristiano, y así, la obra de Teodosio, efectivamente, coronó y consolidó la obra de Constantino el Grande.
Teodosio el Grande era el prototipo de soberano, lleno de devoción y justicia, y tenía el don de humildad y de arrepentimiento continuo, más que ningún otro emperador de Bizancio que le siguiera. Sin embargo, como todo hombre tenía un gran defecto. Él lo reconocía y luchaba contra él con el arma de la humildad.
Dos acontecimientos en su vida hablan de ello.
Era en el año 387 cuando decidió castigar severamente, con pena de muerte, a los habitantes de la gran ciudad de Antioquía. Los antioquenos se habían levantado y habían derribado todas las estatuas erigidas en honor del emperador y de su esposa Elia Fraccilla. La propia emperatriz y el Patriarca de la ciudad Flaviano, ayudados por los monjes de la región, imploraron al emperador que tuviese compasión y los perdonase. Teodosio, haciendo mérito a su nombre cristiano, cambió de idea y perdonó a los culpables.
El otro incidente era mucho más grave. En el 390 cuando Teodosio se hizo emperador de Occidente y estableció su Corte en Mediolanum ( hoy día Milán en Italia), castigó de una manera muy severa un levantamiento de los Tesalonicenses ordenando la muerte de miles de personas en el anfiteatro de la ciudad. La ira que le caracterizó a Teodosio era tan grande que no cedió a las peticiones intermediarias de San Ambrosio que ocupaba entonces el trono episcopal de Milán.
Después de este crimen, cuando el emperador quiso entrar en la catedral, el valiente obispo se puso en la puerta y le prohibió la entrada. Todo el mundo esperaba el estallido del conocido mal mal de Teodosio, la ira. Sin embargo, obedeció humildemente, y con lágrimas en los ojos pidió perdón.
Después, conmocionado y humillado, volvió a palacio. El emperador cumplió toda la penitencia que le había puesto su obispo, y cuando la había terminado se presentó en la Iglesia como un penitente normal, vestido de una túnica sencilla, sin ningún distintivo de su rango, y escuchó la oración de perdón. El fruto de su penitencia, que dio ejemplo a todo el pueblo, fue una ley que decía que ningún condenado a muerte sería ejecutado si no hubiesen pasado 30 días después de la sentencia.
Tanto era el arrepentimiento y la humildad de Teodosio, que el Señor se complació en otorgarle el don de hacer milagros.
Cuentan sus biógrafos que durante una peregrinación suya a Jerusalén, el emperador apareció vestido de plebeyo y, acercándose a las puertas de la Iglesia de la Resurrección rezaba, cuando, las puertas de la Iglesia se abrieron solas, de par en par, y el templo se llenó de luz con las lámparas y las velas encendidas como en los días festivos. El Señor recibió con honores regios al humilde emperador y siervo Suyo.
Teodosio había copiado con su propia mano el evangelio entero, obligándose a leer un trozo de él cada día. Decía a menudo que se alegraba más de ser miembro de la Iglesia que de ser rey de toda la tierra.
Así pasaron 16 años de devoto reinado. Teodosio esparció por todo el mundo romano la Verdad, la Paz y la Pureza de las costumbres.
El 17 de enero del año 395 el rey terrenal entregó su alma al Rey celestial y Señor suyo. Tenía 60 años. Sus restos fueron trasladados desde MIlán a Constantinopla donde fue enterrado con grandes honores.
Devotísimo y humilde rey Teodosio, hijo de la tierra española, ruega al Señor por el bienestar de las santas Iglesias de Dios. Amén.
Megalinarion
Salve, hermosura de reyes,
hijo de España, imitador de Apóstoles;
salve, divino hortelano de arrepentimiento,
O Teodosio, pilar de la Iglesia.
5. VICENTE de Zaragoza, martirizado en Valencia, cuya fiesta se celebra el 11 de Noviembre.
El santo mártir y diácono Vicente vivía en Zaragoza en los tiempos del emperador de Roma Maximiano, es decir en el III siglo después de Cristo. Otros autores sitúan su vida y su martirio en el siglo anterior ( persecución de Diocleciano del año después de Cristo. En la Hispania Romana gobernaba Daciano, conocido por su dureza contra los cristianos. En Zaragoza, que entonces se llamaba Cesaraugusta, el trono episcopal fue ocupado por el santo obispo Valero, y este mismo San Valero es hoy día el santo patrón de la ciudad. En otros santorales le encontramos con el nombre helenizado de Hilario. Vicente al lado de su obispo enseñaba con celo al pueblo de Dios los sagrados dogmas de la fe ortodoxa provocando la ira del gobernador Daciano, que arrest´al obispo y al diácono, les encerró en la cárcel y, después de encadenarles con pesadas cadenas, les trasladó a Valencia y les metió en una celda sucia y oscura. De este terrible presidio, a los pocos días sacó solamente a Vicente para torturarle hasta que renegara de su fe. El salvaje Daciano ordenó que desgarrasen las carnes de Vicente con hierros puntiagudos; a continuación le clavaron a una cruz de madera y le golpearon en todo el cuerpo.
Lleno de heridas le desclavaron de la cruz y le torcieron sus miembros, golpeándole y, al mismo tiempo, quemando sus costados con fuego. Una vez que todos sus miembros fueron desarticulados y colgaban inertes de sus articulaciones dañadas, continuaron con el martirio bestial colocándole hierros candentes en el pecho y traspasándole con espetones pasados por el fuego. El santo soportó todos estos sufrimientos con perseverancia, y de una manera milagrosa permaneció ileso. Enfurecidos, los verdugos le volvieron a meter en la cárcel. Vicente, ya en prisión, fue hallado digo de recibir visita y ayuda divinas. Muy feliz y reconfortado por su visión, entregó el espíritu a su Señor rezando y sucumbiendo a sus graves heridas. Una multitud de ángeles se apresuraron a cubrir el cielo azul de España para recibir el alma del gran mártir, cantando himnos y glorificando la Iglesia militante de Cristo. Los sagrados restos mortales de San Vicente fueron enterrados en Valencia, pero su memoria se celebra cada año, tanto en Oriente como en Occidente, el día 11 del mes de noviembre.
San Vicente es el más insigne de los mártires españoles y su culto se propagó enseguida por todo el mundo. San Agustín le elogia escribiendo de él: " Oh, santo mártir de la bellísima tierra de los españoles, ruega por la salvación del pueblo de Zaragoza, tu tierra natal, de España y de todo el mundo, para que nosotros, como tú, confesemos a Cristo por los siglos. Amén"
Megalinarion
Salve, antorcha divina de España,
gloria de Zaragoza, tesoro de Valencia,
salve, inagotable torrente de milagros,
bienaventurado Vicente,
orgullo de diáconos.
6. DÁMASO Papa de Roma, cuya fiesta se celebra el 4 de Diciembre
San Dámaso I, Papa de Roma, descendía de una familia de Guimaraes ( ciudad de la Península Ibérica que hoy en día pertenece a Portugal ) y era hijo del sacerdote Antonio. Nació en Roma en el año 300 d.C. y también se hizo clérigo. En el 355, siendo archidiácono, acompañó al Papa Liberio en su destierro a Tracia. La razón de este destierro fue la amistad del Papa con San Atanasio el Grande, Patriarca de Alejandría, apasionado defensor de las decisiones del Concilio de Nicea. San Dámaso permaneció muchos años en el exilio, "compadeciendo a Liberio". Cuando regresó a Roma continuó su lucha contra las herejías, contra los arrianos, estando al servicio del Papa ortodoxo, Liberio, al que sucedió en el 361, apoyado por el emperador y el pueblo de Roma, pero no por una parte del clero y del abad Ursino, quienes a él se oponían. Aconsejado por San Atanasio, convocó periódicamente concilios contra los arrianos y, durante cinco años hospedó al desterrado sucesor del propio San Atanasio, Pedro. Era amigo de San Jerónimo y de San Basilio el Grande. Contribuyó al perfeccionamiento de la traducción latina de las Sagradas Escrituras, llamada la Vulgata. Embelleció las tumbas de los mártires y las catacumbas, construyó templos, incluida la iglesia de San Lorenzo, que todavía se llama "in Damaso". Escribió muchas obras teológicas, sobretodo contra las herejías, y muchas cartas a los obispos de Oriente. Su fiesta se celebra el 4 de Diciembre.
Señor Jesucristo, por la intercesión de San Dámaso, ten piedad de nosotros y de tu mundo. Amén.
Megalinarion
De Guimaraes estrella brillante
que ha amanecido de nuevo,
belleza de los ortodoxos,
a Dámaso, Papa de Roma,
gloria de Portugal;
elogiemos todos los fieles.
7. OSIO obispo de Córdoba, cuya fiesta se celebra el 27 de Agosto
Nos encontramos en la segunda mitad del siglo III después de Cristo. Las persecuciones contra los cristianos están en su apogeo. Diocleciano, cabeza del Imperio Romano, que dominaba todo el mundo entonces conocido, intenta en vano sofocar a los que niegan la divinidad de Roma y de sus emperadores. Uno de ellos es el futuro obispo de la bella ciudad española de Córdoba.
San Osio nace en esta ciudad en el año 256 después de Cristo. Es cristiano. Se destaca en el conocimiento, en la virtud y en la práctica, convirtiéndose en un evangelio vivo para sus conciudadanos. Lleva visibles en su cuerpo las señales de su buena confesión. Cicatrices y marcas de tortura bajo las persecuciones. En el año 300, al comenzar el nuevo siglo, tan significativo para la Iglesia, se pone a la cabeza de la Iglesia local, convirtiéndose en obispo de Córdoba. Sin embargo, su reputación y la santidad de su vida viajan lejos por todo el imperio. Se hace amigo y confidente de otro "Grande", San Constantino, el cual le encarga buscar solución alos nuevos problemas de la Iglesia, ya legal, que son las herejías, y en este caso, el arrianismo. Bajo este cargo San Osio preside el concilio local de Antioquía en el año 324, y en el 325 cuando se convoca en Nicea el I Concilio Ecuménico, juega un papel primordial.
Después de la muerte de San Constantino, nuevas tempestades se hacen visibles en la nave de la Iglesia. Los sucesores Constante y Constantino no siguen la fe de su antecesor. El santo de Córdoba, contra las fuertes presiones imperiales, defiende valientemente la Ortodoxia de la Iglesia, especialmente cuando toma parte otra vez en el Concilio de Sárdica en el 343, al lado del obispo local Protógenes. Por esta razón, San Osio es desterrado junto con muchos obispos ortodoxos y el Patriarca de Alejandría, San Atanasio el Grande. Sufren muchas crueldades y malos tratos, pero aguantan, igual que los mártires de las primeras persecuciones, que persecuciones son éstas también.
San Atanasio el Grande elogia al viejo obispo de Córdoba llamándole "padre de los obispos", por supuesto, no sólamente a razón de su avanzada edad.
San Osio vivía así luchando y oponiéndose a las herejías que atacaban la fe ortodoxa. Casi centenario ya, participó en su último concilio, el de Sirmio, que formuló más suavemente las tesis ortodoxas, constituyendo un punto primordial e intermediario de familiaridad de la doctrina de Nicea, hasta que, gracias a la labor de los Padres Capadocios, se revelase la determinación completa y clarísima del II Concilio Ecuménico.
Poco después del Concilio de Sirmio el anciano obispo y Padre de la Iglesia, San Osio de Córdoba dejaba las luchas de la Iglesia Militante para descansar eternamente en el seno de la Iglesia Triunfante.
San Osio, obispo de Córdoba en España, ruega por la Iglesia de Cristo, sometida a prueba en el mundo. Amén.
Megalinarion
Como un carbón ardiente te presentaste,
Osio, quemando las madera podrida
de la herejía;
pilar sólido de las creencias,
que pone a prueba a los ateos,
y, de Córdoba el gran pastor y jerarca.
8. PACIANO obispo de BARCELONA, cuya fiesta se celebra el 9 de Marzo
Nos encontramos en España en el siglo IV después de Cristo. En la ciudad catalana de Barcelona vive el devotísimo Paciano. Está casado. El Señor, sin embargo, lleva consigo a su cónyuge, y Paciano dedica su vida a la Iglesia. Hombre muy culto, con gran habilidad en el manejo de la palabra, dedicación y exactitud en la vida y tradición eclesiásticas, ofrece los dones que le ha otorgado Dios al servicio de la Iglesia local. Es elegido pastor de Barcelona alrededor del año 363.
Desde este puesto el obispo Paciano, duplicando su celo y aumentando los talentos que le ha otorgado Dios al servicio de la Iglesia local. Es elegido pastor de Barcelona alrededor del año 363.
Desde este puesto el obispo Paciano, duplicando su celo y aumentando los talentos que le ha confiado su Señor, se dedica al pastoreo de sus ovejas racionales. En una época en la cual las herejías devastaban el campo de Cristo, escribe obras teológicas y apologéticas contra dichas herejías y enseña a sus fieles a preservar su ortodoxía y a no contagiarse por el contacto con los herejes, especialmente con los arrianos y los novacianos, sino a permanecer firmemente adheridos a la tradición dogmática ortodoxa de la Santa Iglesia Católica.
El día 9 de Marzo del año 390, San Paciano descansa en el Señor, a una edad avanzada, rogando ya desde el cielo por el restablecimiento de la unidad de la fe de todos los cristianos del mundo. Amén.
Megalinarion
Como una luz, apareciste en España padre Paciano,
luciendo en las palabras, iluminando a los devotos;
lleno de sabiduría, pastoreabas a tu pueblo,
resplandeciendo en Barcelona, orgullo de santos.
9. LEANDRO obispo de Sevilla, cuya fiesta se celebra el 27 de Febrero o el 13 de Marzo
Nuestro santo padre Leandro, obispo de Sevilla en España, fue doctor de la Iglesia e iluminador de los españoles. Vivió en el siglo VI después de Cristo y descendía de una familia aristócrata. Su padre era Duque, de ascendencia bizantina, mientras que su madre era la hija primogénita del rey visigodo Leovigildo que reinaba en Sevilla, capital del reino visigótico. Muy temprano abrazó la vida monástica y se distinguió por su cultura y sus virtudes. Por estas razones, la Iglesia le elevó a Metropolita en el 579. Fundó una Escuela de Teología destinada a la divulgación de la ortodoxía, pero también al cultivo de las ciencias y las artes en general, entre el pueblo de este reino bárbaro. Los dos hijos del rey, Hermenegildo y Recaredo, sobrinos de San Leandro por parte de su madre, estaban entre los discípulos del santo.
Hermenegildo se alimentó de las aguas de la ortodoxía. Su fe
en la Iglesia se fortaleció aún más gracias a su devota esposa Ingunda, hija
del rey de los Francos, Sigeberto. Cuando su padre, al trasladar su capital a
Toledo, le fijó Sevilla para su residencia, estalló una persecución contra los
ortodoxos. El hereje Leovigildo entró en conflicto con su hijo ortodoxo,
Hermenegildo. Tal era la intensidad de la persecución y la manía de los
herejes, que " nadie veía en ninguna parte a hombre libre, y la propia
tierra perdió su antigua fertilidad".
El rey hereje asedió Sevilla y encerró a su hijo en una
prisión oscura, donde le estranguló el día de Pascua del año 586.
En esta época, poco antes de su destierro junto con otros
confesores de la Ortodoxia, San Leandro se marchó a Constantinopla para pedirle
ayuda al emperador. Allí conoció a San Gregorio el Grande y se unió a él en una
fuerte amistad. Cuando la persecución contra los ortodoxos llegó a su punto
máximo de intensidad, al rey Leovigildo le sobrevino una enfermedad mortal.
Cambió de actitud. En su lecho de muerte llamó a San Leandro, y, después de
arrepentirse, le pidió que condujese a su sucesor, Recaredo, a la verdadera fe
ortodoxa. El nuevo rey, obedeciendo a su antiguo maestro, se convirtió y
convocó enseguida el III Concilio de Toledo, en el cual leyó ante todos la
confesión de fe en las decisiones del Concilio Ecuménico de Nicea, y anunció
que los pueblos de los godos y los suevos unidos volverían a la unidad de la
Iglesia Universal. San Leandro, que presidió este Concilio, dedicó el resto de
su vida a enseñar a su rebaño con su ejemplo iluminador primero, y también con
sus iluminados escritos. Preparó a su hermano, San Isidoro, para ser su sucesor
en el trono de Sevilla y la gloria de la Iglesia de España. Ayudó también a su
hermana, Santa Florentina, a ser fundadora y abadesa de cuarenta conventos con
miles de personas dedicadas a la vida monástica, escribiendo un ritual monacal,
que desde entonces se llama "regla de San Leandro". Organizó también
el Culto de la Iglesia de España, colocando las bases de la Divina Liturgia
llamada "Mozárabe".
El santo obispo de Sevilla, después de soportar muchas
dificultades y pruebas, entregó su santa alma al Señor el día 13 de Marzo del
año 600 ó 601 después de Cristo.
Señor Jesucristo, por la intercesión de Tu Santo, ten piedad
de nosotros y de Tu mundo. Amén.
Megalinarion
Entre los jerarcas magnífico y admirable,
decano de Sevilla,
pilar de los ortodoxos,
venerabilísimo Leandro,
guía a España, la oveja descarriada,
hacia las antiguas fuentes.
10. ISIDORO obispo de Sevilla en España, cuya fiesta se
celebra el 4 de Abril
Isidoro, obispo de Sevilla, era el hermano menor de San Leandro, al que sucedió en el entonces primer trono episcopal de España en el año 600 después de Cristo.
La familia de San Isidoro era aristócrata. Excepto por su
ascendencia noble, la familia se parecía a la de San Basilio en Oriente. Dos
santos se veneran en el santoral ortodoxo, y la Iglesia latina venera también a
dos miembros más, los hermanos de Isidoro y Leandro: Fulgencio y Florentina.
La tradición de
la Iglesia española dice que cuando Isidoro era un bebé, su nodriza le olvidó
debajo de un árbol en el jardín de su casa. Un enjambre de abejas se dirigía
rápidamente hacia el niño, no para causarle ningún daño, sino para dejarle
encima de la boca un hilo de miel. Esto se consideró una señal de su posterior
elocuencia, que se parecía a la de San Juan Crisóstomo.
Los padres del pequeño Isidoro dejaron su educación y
formación a cargo de su hermano mayor, el sabio Leandro. El pequeño alumno, sin
embargo, era indisciplinado y distraído, y no le interesaban tanto los estudios
como los juegos. Una vez se fugó de la escuela para evitar las reprimendas de
su hermano por no cumplir los deberes escolares, y se paró junto a un pozo.
Observó que en lo bordes del mismo había profundos surcos en la piedra,
cortados por la cuerda, tal como le explicó una mujer, que en ese momento había
llegado para sacar agua. El joven estudiante entonces comprendió que, de manera
que la cuerda con su continuo roce encima de la piedra, con el tiempo, lograba
rayarla, del mismo modo, la perseverancia y la aplicación en el estudio podrían
vencer su testadurez. Regresó con su hermano y desde entonces fue el mejor
alumno, y progresó tanto que sobrepasó a todos sus profesores. Llegó a ser el
hombre más sabio de la época en toda España, y la gente venía de muy lejos para
que les aconsejase. Y él contestó a todas las peticiones y resolvió todos los
problemas, incluso los más difíciles, que le plantearon.
Cuando se hizo mayor, trabajó junto con su maestro y
hermano, Leandro, ayudándole en su labor teológica y pastoral. Principalmente
se ocupó de la conversión de los visigodos al arrianismo, y se opuso,
enérgicamente, al entonces rey disidente Leovigildo, a quien encontraremos
también en otras partes de este libro. Durante el exilio de San Leandro,
Isidoro, él solo, se echó al hombro el peso de la lucha contra la herejía, y
defendió con valentía la fe ortodoxa y los verdaderos intereses de la Iglesia
Española.
Pasó el tiempo. Subió al trono el hijo ortodoxo de
Leovigildo, Recaredo, y el pueblo volvió a la Ortodoxia.
San Isidoro pudo finalmente retirarse a la tranquilidad de
un monasterio para entregarse, con todo el alma, al estudio y a la oración. Sin
embargo, esto no duró mucho tiempo. La muerte de San Leandro obligó a Isidoro a
obedecer al clero y al pueblo, y a asumir, como obispo, el primero en rango
trono eclesiástico de la diócesis de Sevilla.
Comenzó el siglo VII después de Cristo. San Isidoro, durante
cuarenta años, selló con su episcopado la Iglesia de la Península Ibérica. Era
el buen pastor y el tierno padre de cada fiel, el consolador de los afligidos,
el refugio de los desafortunados, el defensor de los maltratados. El Culto
Divino y el orden eclesiástico encontraron en Isidoro el gran formador. El
obispo creía que las ceremonias y los oficios deberían reflejar, lo máximo
posible, la magnificencia de las jerarquías celestiales. Se le considera
fundador del ritual litúrgico del rito mozárabe, el cual ha sobrevivido hasta
hoy. La gente acudía en masa a Sevilla para escuchar su palabra. Su sabiduría,
dicen, ¡sobrepasaba la sabiduría del mismo rey Salomón! Sus
predicaciones divinas fueron acompañadas a menudo por milagros, los cuales
certificaban la veracidad de su palabra. En el II Concilio Local de Sevilla en
el 619, donde presidió, fue derrotado un hereje monofisista, discípulo de
Severo, y el santo curó a un ciego con el simple tacto de su guante.
La vida monástica encontró en la persona de San Isidoro su
ferviente apoyo y ayuda. Fundó y organizó muchos monasterios y construyó una
escuela de Teología para la formación del clero, donde él mismo a menudo
enseñaba.
La educación, no sólo la eclesiástica, constituía el cuidado
y la preocupación del buen pastor.
No le era indiferente ni ajeno ningún doblez de la
sabiduría, y por eso enseñó y escribió impresionantes textos sobre todas las
ciencias entonces conocidas, como la obra de gran importancia: "
Etimologías o sobre el origen de las cosas".
Él, antes que los árabes, dio a conocer a Aristóteles a
Occidente.
De esta manera la obra de San Isidoro constituyó el eje
central del conocimiento en Occidente durante toda la Edad Media.
Así pasaron casi 40 años. El santo obispo, entrado en años y
lleno de obras de devoción, cayó gravemente enfermo. Sintió que su recorrido
aquí en la tierra había llegado a su fin. Repartió todos los bienes entre los
pobres. Preparó anticipadamente su salida con oración y penitencia. Profetizó
la dolorosa suerte de la Iglesia Española y los sufrimientos que la esperaban.
Cuatro días antes de su muerte, pidió que le llevasen al centro de la catedral
y que le colocasen, vestido con una simple túnica, encima de cenizas. Entonces
rezó a Dios, pidiendo que le perdonase por su gran compasión, y pronunció estas
palabras: " Para mí, Señor, no para los justos, has dado a Tu Iglesia el
lavado de la penitencia, la Santa Confesión". Después uno de los obispos
presentes le leyó la oración del perdón. Pidió a todos que rezasen para que
Dios se apiadase de él, intercambió el beso de la paz con sus sacerdotes, elevó
sus manos y pidió la ayuda del Señor para su rebaño y volvió a su celda, donde
murió en paz el 4 de Abril del año 636. Sus santos restos fueron depositados
entre los restos de su hermano, San Leandro, y los de su hermana, Florentina,
en la iglesia Metropolitana de Sevilla. Más tarde, después del cisma de la
Iglesia Occidental del cuerpo de la Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia
Ortodoxa, los restos de San Isidoro fueron trasladados a León.
Santo padre Isidoro, ruega por las santas iglesias de Dios,
y por la unión de todos. Amén.
Habiendo recibido el don divino
apareces en Sevilla en la tierra de los españoles,
discípulo del Señor, sostienes la verdad;
Isidoro bienaventurado, por eso te veneramos.
11. Hermenegildo Príncipe Visigodo de España, cuya fiesta se celebra el 30 de Octubre o el 1 de Noviembre
Los santorales de la Iglesia están compuestos de una multitud de meritorios reyes, príncipes, gobernadores y nobles. Algunos de ellos llegaron a ser iluminadores de sus pueblos, otros cambiaron la púrpura por la humilde sotana de monje o monja, mostrando así los bienes y valores mundanos en la dimensión real que ocupan en la luz de la eternidad. Algunos reyes fueron mártires de su Fe y su Ortodoxia, y derramaron su sangre para que la Verdad de la Iglesia se fortaleciese. En el campo eclesiástico florecen toda clase de flores, y no tienen sitio ni la belleza, el origen, el sexo, la posición social, ni la educación.
Era a finales del siglo IV después de Cristo. La Península Ibérica la ocuparon y gobernaron los Visigodos , los cuales, junto con los Íberos autóctonos, los Romanos conquistadores y los Vándalos, constituyen lo que es hoy la Nación Española. En el trono reina Leovigildo, el cual, igual que los demás Visigodos, había sido convertido al Cristianismo por los heréticos arrianos que entonces predominaban allí. El rey tenía dos hijos, Hermenegildo, el mayor y Recaredo, el más joven. El obispo de Sevilla, San Leandro, cuya familia procedía de Bizancio, tenía parentesco por matrimonio con el palacio real, y consiguió atraer al joven Hermenegildo a la fe Ortodoxa. La enseñanza del santo Padre de la Iglesia era tal que el joven príncipe se quedaba como una roca inamovible, un candil sobre su soporte, y rechazó con fuerza el control insoportable de su malvado padre el rey. En vano, el monarca derrochó abundantes promesas de grandeza y glorias humanas, de riquezas y de placeres y alegrías del mundo. El príncipe ortodoxo permaneció firme en su Ortodoxia. Resultaron vanas también las amenazas de castigos más terribles si persistía en no abrazar la herejía de Arrio. San Hermenegildo contestaba: " Cristo, Dios y Hombre, lo inconcebible e incurable".
Sin corazón, el rey padre encierra a su hijo en una celda oscura para ver hasta cuando aguanta.
El tiempo pasa con ferviente oración dentro de la prisión y con alegría espiritual porque Dios permite a Hermenegildo participar en su pasión y en su cruz...Se acerca la fiesta de las fiestas, la Pascua. La semana de la Pasión se convierte en semana de preparación para el príncipe, porque las puertas de la celda se abren y aparecen, la noche de Resurrección, los sacerdotes de la deshonra, los oficiantes de Arrio, enviados por el rey, para darle su falsa comunión. Pero el joven sabe muy bien que si alguien recibe la comunión de manos de herejes significa que comparte su fe errónea, y que él se sumerge con ellos en el abismo de las tinieblas, y niega audaz y obstinadamente el contagio. Especialmente en este día señalado en el cual Cristo por su poder como Dios resucita, resucitando con Él a toda la humanidad caída en la oscuridad. Por otra parte sabe bien por la enseñanza de San Leandro que lo que le ofrecen no es nada más que pan común y vino, porque el Cuerpo y la Sangre de Cristo solamente se ofrecen en el seno de la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica. Los sacerdotes de Arrio regresaron desanimados y el rey y padre, en un estallido de ira y de odio, que sólo el diablo impone a sus propios amigos, los herejes, ordena que asesinen a su propio hijo. El alma pura del santo príncipe asciende a los cielos junto con su Señor Resucitado.
El sacrificio del santo mártir Hermenegildo fructifica muy rápido, porque en un corto periodo de tiempo el soberano se arrepiente amargamente de su crimen y, también, de su herejía. Vuelve a llamar al santo obispo, Leandro, a palacio para que enseñe la Fe Ortodoxa especialmente al nuevo sucesor, su hijo menor Recaredo. El nuevo rey será la causa del retorno de todos los Visigodos de España a la Ortodoxía.
Señor Jesucristo, por la intersección de tu santo mártir, ilumina a los pueblos que se encuentran sumergidos en la herejía, para que vuelvan a hallar la luz verdadera. Amén.
Megalinarion
Salve, belleza digna de emperadores;
salve, pilar radiante de los dogmas de la Iglesia;
salve, esplendor y gloria de los mártires;
glorioso Hermenegildo, trauma de Arrio.
12. EULOGIO, de LUCRECIA y otras dos vírgenes anónimas, martirizados en Córdoba, España, cuya fiesta se celebra el 11 de Marzo.
España, siglo VIII después de Cristo. La ocupación árabe del país en el año 711 atrae muchos sufrimientos a la Iglesia. Dividida en 3 provincias con 29 obispos, la Iglesia intenta salir al encuentro de las persecuciones de los conquistadores mahometanos y también de las tentaciones desde dentro como las herejías (adopcionismo) del siglo VIII. Muchos clérigos y monásticos, huyendo de la invasión, se establecen en Francia, llevando consigo el espíritu eclesiástico visigótico y el ritual mozárabe. A pesar de todo esto, en España la Iglesia mozárabe conserva su tradición y su organización hasta la época de la Reconquista (siglo XV), cuando, desafortunadamente, la Iglesia cismática de Roma ya ha impuesto, en todos los territorios conquistados, la tradición latina, el ritual junto con los dogmas heréticos.
Fruto de las persecuciones por los Árabes, fue la existencia
de muchos mártires. La bella córdoba, lugar de culto islámico con la gran
mezquita de las mil y una columnas, ocupa el primer puesto en el martirologio
del siglo IX después de Cristo.
Descendiente de una familia aristrócrata de Córodoba, el
presbítero Eulogio había sido educado desde la infancia en la fe cristiana.
Había estudiado a fondo a los Padres, la Tradición y la Teología de la Iglesia.
Su vida estaba absolutamente conforme con todo cuanto estudiaba diariamente. El
ejercicio, la oración y el ayuno limpiaron su alma, que brillaba como una
lámpara luminosa disipando las tinieblas que ahogaban, las tinieblas que
ahogaban, las emanaciones de la religión salvaje del Islam intentando asfixiar
a los cristianos españoles. En el 850 se desató una persecución contra los cristianos
de España. Los moros se enfurecen. Liderados por un obispo apóstata, quien se
convierte en el Judas del Cuerpo de Cristo en España, arrestan y encierran en
la cárcel a todos los sacerdotes de Córdoba junto con su obispo. En la prisión
el padre Eulogio anima a sus hermanos a que resistan la prueba con paciencia y
perseverancia. Sus palabras son las que fortalecen a dos discípulas, hijas
espirituales suyas, a someterse con valentía al martirio, poco tiempo después
de su salida de la cárcel. Las dos vírgenes pasan anónimamente al martirologio
ortodoxo, sin embargo sus nombres son bien conocidos por el juez que las
corona, Cristo. "El mismo día conmemoramos las dos vírgenes martirizadas
en Córdoba bajo la persecución de los árabes en el año 851 después de Cristo",
rezan los calendarios locales. El santo sacerdote Eulogio escribe su santoral
para alentar a los demás cristianos perseguidos para que las imiten. Sus
prédicas orales y escritas consiguen que muchos cristianos en peligro de
apostatar y sucumbir a las presiones de los conquistadores moros se mantengan
en la fe. Escribe tres libros que contienen las acciones y el desenlace de los
nuevos mártires de la persecución de esta época. Todo esto contribuye a que
Eulogio sea considerado como el personaje eclesiástico más importante de su
tiempo y que la Iglesia le eleve al rango de Metropolita de Córdoba en el año
858. Sin embargo, al nuevo Metropolita no le da tiempo a escuchar las voces de
su rebaño: ¡ Digno, digno!
Antes de asumir oficialmente sus obligaciones, antes
de su entronización, es arrestado otra vez y conducido a prisión. La acusación
es porque ha socorrido y escondido a una joven cristiana, Lucrecia, cuyos
propios padres querían que abrazase, Dios sabe por qué, la religión de Mahoma.
Eulogio es acusado no sólo de rapto sino también de violación de la joven
Lucrecia. En su defensa dice que ningún pastor niega la asistencia a cualquier
miembro de su rebaño, y aun algo más significativo: el deber del
sacerdote de Cristo de enseñar a los fieles que, si tienen que elegir
entre Dios y padres, elijan a Dios. " El que ama a padre o madre más que a
mí, no es digno de mí". San Eulogio no termina allí. ¡ Propone tener un
debate con el juez musulmán para demostrarle el fraude el fraude de la religión
de Mahoma!
Después de esto el santo es conducido al consejo de la corte
del rey conquistador y allí continúa con valentía su defensa del cristianismo.
El resultado es que el Metropolita de Córdoba es condenado a muerte por
decapitación.
Y luego, siempre en silencio, rezando por sus perseguidores y por su pueblo, inclina la cabeza bajo la espada del verdugo. Su santa cabeza cae a la tierra española tiñiéndola de púrpura.
Una multitud de ángeles conduce su alma a las moradas celestiales, desde donde, hasta hoy, él intercede por todos nosotros. Es el 11 de marzo del año 859. Lucrecia, el pretexto del martirio de San Eulogio, es decapitada el miércoles siguiente, según los santorales, y añade una corona más de gloria al martirologio de nuestra Iglesia.
Megalinarion
Dignísimos mártires de Dios,
insignes como soldados del Señor,
con Eulogio pastor de Córdoba,
Lucrecia, te has manifestado con otros mártires.
13. ESTEBAN, confesor y mártir, anteriormente príncipe de la
isla de Niverta junto a Cádiz en España, cuya fiesta se celebra el 17 de
Diciembre.
España, siglo X después de Cristo. En el mar abierto, frente a la ciudad de Cádiz, se encuentra una pequeña isla llamada Niverta. El soberano de esta isla es el príncipe Daniel. Daniel es un fiel cristiano, y vive en consecuencia una vida eclesiástica. Dios le había inundado de bienes: gloria, riqueza, esposa e hijos. Sin embargo, el corazón de Daniel palpita tan fuerte que sobrepasa todos estos dones de Dios. Tiene sed de lo espiritual, de los bienes celestiales y añora caminar por el sendero de la perfección, vendiendo todo para comprar la perla de gran valor. Deja, pues, casi todo al cuidado de su hijo mayor y sucesor en el trono de su pequeño reino, y se marcha, en apariencia, de peregrinación a las tumbas de los Apóstoles en Roma. En realidad, sin embargo, se exilia para conseguir eso de "sólo una cosa es necesaria". ( Lucas 10,42).
Las tribulaciones, sin embargo, no acaban aquí. Los sarracenos se burlan de él y le molestan tan insistentemente que es obligado a seguir su camino y, como el pequeño Jesús, a huir a Egipto donde los árabes conquistadores le meten en la cárcel junto con los dos sacerdotes que le acompañan en el viaje. Seis meses dura su encarcelamiento en una prisión oscura acompañado de muchas penurias. Finalmente, San Esteban se presenta en un lamentable estado físico, a causa del hambre y de los malos tratos, ante el Emir de Egipto, quien propone liberarle de todas sus penurias, presuponiendo su conversión al Islam. Al valiente español, sin embargo, no le puede seducir, ni mucho menos. Él que había salido de su lejana patria, dejando dejando atrás riqueza y alegrías para buscar la única y exclusiva Alegría y Descanso, ahora que se le ofrece la única oportunidad del más alto sacrificio y demostración de este amor, se regocija y glorifica doblemente a Dios. ¡ A él semejante honor! Glorificado sea Su Nombre. Sufre con alegría todas las nuevas torturas físicas que el diablo les inculca a sus verdugos, pero su cuerpo debilitado no resiste mucho. Caer gravemente enfermo, y esta enfermedad pone fin a su martirio, siendo éste el principio de su gloria eterna. Era el 17 de diciembre. El Señor, como muestra de Su satisfacción hacia él, le indicó con antelación el día de su muerte. El sello y corona de sus santas luchas y de la gracia que ha encontrado el santo mártir.
Santo mártir y confesor Esteban, orgullo de la Ortodoxia española, ruega por todos nosotros. Amén.
Megalinarion
Abandonaste los placeres del mundo
y toda gloria y lujo del reinado;
Esteban, te pusiste el hábito monacal,
y te teñiste de la sangre de los mártires.
14. Doxasticón. Himno de alabanza a los Santos de España
Venid fieles de todo el Universo, regocijemos espiritualmente celebrando la memoria de todos los Santos de España. Aclamemos en salmos e himnos y cantos espirituales: al conjunto piadoso de las santas mujeres, Políxena y Jantipa, junto con Eulalia, la virgen de Barcellona, que sufrió ultrajes y torturas por Cristo nuestro Dios: a Teodosio el Grande, orgullo de emperadores, por quien el ejército de los ortodoxos ha sido exaltado: a Hermenegildo, príncipe de los visigodos, que confundía las lenguas de los herejes arrianos, y a Esteban el príncipe, mártir y confesor.
Honramos a Osio de Córdoba, con Leandro e Isidoro, obispos de Sevilla, como pilares de la Ortodoxia. A Dámaso, papa de Roma, procedente de Guimaraes en Portugal, el buen pastor, con el santo mártir Eulogio de Córdoba y la virgen mártir, Lucrecia.
Acudamos, fieles, en la presente festividad, implorando que seamos liberados de los enemigos visibles e invisibles: nosotros, que celebramos con fe y anhelo su venerable memoria.
15. La Ortodoxia en España.
La presencia ortodoxa en España empieza a finales del siglo XIX ( 1895-1900) con la llegada de comerciantes griegos. Más tarde se sumaron a ellos refugiados del comunismo, rusos, búlgaros, rumanos, georgianos, etc.
Fue en 1949, cuando, por iniciativa de la familia de los Príncipes de Bagratión de Georgia y la colaboración de la Embajada de Grecia, se fundó la Parroquia del Apóstol San Andrés para todos los ortodoxos, sin distinción de nacionalidad, bajo la jurisdicción del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, y ubicada en una casa alquilada, en el número 20 de la calle Luis Díaz Cobeña, en Madrid. Fue nombrado párroco el Reverendo Padre Rafael Ivanitzky, de origen georgiano.
En 1967, le sucedía como Rector el Reverendo Padre Dimitris Tsiamparlis, de origen griego. El 17 de Junio de 1968 y en cumplimiento de las disposiciones legales la Parroquia se inscribió en el Registro de Entidades Religiosas de la Dirección General de Asuntos Religiosos del Ministerio de Justicia de España.
Con el empuje del nuevo Rector, la estrecha colaboración del consejo parroquial, para conseguir la ayuda necesaria dentro y fuera de la feligresía y con la inestimable cooperación de la constructora española Donato Lasa, se edificó el actual templo de estilo bizantino, basado en el proyecto del arquitecto griego A: Kaliabetsos y adaptado en Madrid por los arquitectos Calixto del Barrio y José María Arangüena. En la calle Nicaragua 12 de Madrid, el 11 de Diciembre de 1971, se colocaba la primera piedra de la nueva iglesia dedicada a San Andrés Apóstol y a San Demetrio, gran Mártir y Miroblita. La inauguración tuvo lugar el 3 de Junio de 1973. En ambas ocasiones celebró el entonces Arzobispo Ortodoxo Griego de Francia, Monseñor Meletios Karabinis, Exarca de S.S. el Patriarca Ecuménico de Constantinopla Dimitrios I para España y Portugal. Hoy el titular de la sede de nuestro Arzobispado es S. Em. Monseñor Jeremías Kaligeorgis.
En el año 1975, fue declarado Monumento Protegido por el Excmo. Ayuntamiento de Madrid.
Al hasta hoy, único templo bizantino de España, su arquitectura, su iconostasio de madera de Grecia, sus iconos y frescos, iconografías griegas, el color mármol de sus columnas tan conseguido por un artista español, su iluminación, etc., le han dado un ambiente cálido y acogedor, invitando al rezo y recogimiento. Además es visitado por todos los que quieren conocer la espiritualidad ortodoxa, como colegios, asociaciones culturales y grupos parroquiales católicos, así como particulares.
Dado el carácter panortodoxo e internacional de la feligresía ( griegos, rusos, búlgaros, georgianos, ucranianos, eslavos, serbios, croatas, rumanos, moldavos, árabes y españoles, etc.)la Divina Liturgia y demás oficios se celebran en griego, eslavo y español.
La presencia ortodoxa en España ha ido creciendo por las familias instaladas en este país acogedor desde hace años, sea por razones de trabajo o por uniones matrimoniales. Últimamente sin embargo ha sido la emigración proviniendo de los países del Este, lo que ha contribuido de una manera considerable a ese crecimiento de la población ortodoxa en España, cuyo número hoy es difícil de concretar.
Nota del autor: La tradición de la Una, Santa, Católica (del gr. "καθολική", kazolikí, significa "que se refiere o incluye a todos los miembros de un conjunto, mundial" y no Católica Romana) y Apostólica Iglesia Ortodoxa, tiende a mundanizarse y debilitarse en muchas partes de Occidente (también en Oriente, tristemente). No quiere decir ésto que por ejemplo en lugares como América no esté fuertemente instalada o que en Rusia, en Rumanía o en Grecia se viva muy intensamente - "...y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" ( Mt 16,18),- sino que, si alguno quiere realmente conocer la Verdad y aprender la Ortodoxía, en primer lugar, que lo pida humildemente al Creador Omnipresente que siempre escucha (seguramente a partir de ahí será guiado, si realmente quiere conocer La Verdad, y no "su verdad") y en segundo lugar que se dirija a países orientales.Personalmente, recomiendo visitar monasterios Grecia, aunque el Señor habita "en toda casa donde se le quiera recibir".
Fuente: Santoral Ortodoxo Español, G. E. Piperakis, Prof. de la Facult. de Med. de la Univ. de Atenas, Grecia.
Adaptado por Juan.