INDICE
INTRODUCCIÓN
PARTE I. RESUMEN DE SU VIDA
A 1 SUS
ANTEPASADOS CARNALES Y ESPIRITUALES.
A.1,1 La fronteriza región Farasa
A.1,2 Su familia
A.1,3 Bautizo y desarraigo
A 2
ENTRENAMIENTOS ASCÉTICOS
A.2,1 Educación “ en enseñanza e instrucción del Señor”
A.2,2 Ejercicios infantiles
A.2,3 Carpintero
A.2,4 Niño agraciado
A.2,5 Con la Cruz como conductora
A.2,6 Zeoptía-Visión divina
A.2,7 Preparación para la vida monástica
A.2,8 Cuidado por los demás
A.2,9 Peligros y pruebas
A.2,10 Apoyo de su familia
A 3 SERVICIO MILITAR
3,1 Radiotelegrafista filótimo espléndido
3,2 Calamidades
3,3 Las ascesis y experiencias
3,4 Sacrificio por los demás
3,5 Ayuda desinteresadamente y es calumniado
3,6 Salva su unidad de soldados
3,7 Auto-sacrificio
3,8 Ora entre balas
3,9 Desobediencia a un blasfemo
A4 BÚSQUEDAS Y PREPARACIÓN
4.1 Primera visita a la Santa Montaña Athos
4.2 Trabajo y preparación
Α5 CENOVIATA EN EL MONASTERIO DE ESFIGMENO
5.1 Impedimento antes de su marcha
5.2 Cenobita en el Monasterio de Esfigmeno
5.3 Prueba y servicios
5.4 Luchas de principiante
5.5 Me torturó la agapi de los míos
5.6 Manifestaciones demoníacas
5.7 La oración y bendición al recibir la sotana
5. 8 Ve al Cordero coleando
5.9 Trabajador níptico
5.10 Obediencia sangrante
5.11 Visita de la Divina jaris energía increada
5.12 Marcha hacia la hisijía
|
A6 EN EL MONASTERIO IDIORRÍTMICO DE FILOTHEU
Obediente al Yérontas
Servidor bien dispuesto y luchador desapercibido
Loyismós de soberbia u orgullo
Tentaciones “tankalísticas-endiabladas”
Inventa la forma de ayuda
En Kónicha para terapia
La providencia de Dios
Monje de pequeño hábito
Relación con Padres virtuosos
Bendiciones de la Panaghía
Recibe apocálipsis-revelación
A7 EN EL MONASTERIO STOMIO DE KONICHA
7.1 Restauración del Monasterio
7.2 Impone el respeto
7.3 Salta al precipicio
7.4 Exhumación de los restos de San Arsenio
7.5 Esfuerzos, ascesis e hisijía
7.6 Protector de los pobres y de los huérfanos
7.7 Afrontamiento de la tentación con martirio
7.8 Luchas antiheréticas
7.9 “Conducido por el Espíritu Santo”
7.10 Ataques demoníacos
7.11 Salvación por la divina providencia
7.12 Visita nocturna de la Panaghía
7.13 Verdadero sueño demoníaco
7.14 Familiaridad con los animales salvajes
7.15 Otros acontecimientos de Stomio
7.16 Su marcha de Stomio
PARTE II. BIOGRAFÍA EN UNIDADES TEMÁTICAS
B 1,1 Ξενιτεία Xenitía extrema
B 1,2 Obediencia
B 1,3 La humildad auténtica riqueza
B 1,4 Obrero y predicador de la μετάνοια metania
B 1,5 Pobreza o insolvencia
B 1,6 «Áskisis-ascesis insaciable»
B 1,7 Esfuerzo y trabajador incansable
B 1,8 Aroma de εὐλαβεια eflavia devoción o piedad.
B 1,9 “Amó la justicia”
B 1,10 Φιλότιμο Filótimo
B 1,11 Confianza en ls divina providencia
B 1,12 Ángel de la paz
B 1,13 Faro de discernimiento
B 1.14 Amante de la hisijía
B 1,15 Nipsis
B 1,16 La oración- Su típico o canon
B 1,17 La apazia-sin pazos
B 1.18 Agapi
majestuosa
|
INTRODUCCIÓN
Sobre
el bienaventurado Yéronta Paísios y ya santo de nuestra Iglesia se han
publicado por varias personas muchas cosas, que realmente han beneficiado mucho
y le han hecho más conocido. Todas las cosas que han circulado se refieren
principalmente a su enseñanza y a sus milagros con poquísimos elementos
biográficos.
La
falta de una biografía sistematizada del santo Yérontas, la ha acreditado uno
de sus hijos espirituales, nuestro Yérontas hieromonje Isaac, y decidió
completar el vacío.
(El prólogo
está escrito por la compañía o séquito del yérontas Isaac, hace eco de sus
puntos de vista y opiniones y explica todo el esfuerza de redacción de la “Βίος
(víos) Vida del yérontas Paísios”).
El
yérontas Isaac comenzó la redacción dos años más o menos después de la
dormición de san Paísios (29-6-94) ayudado de su séquito o compañía, y se
estaba acercando a su conclusión. Pero la dormición del yérontas Isaac (3-7-98)
aplazó la edición de la preparada casi biografía.
Permaneció
sin editar, porque, mientras aún hacía falta de rectificaciones y
complementaciones, las dificultades y las condiciones que se formaron después
de nuestro orfanato fueron inadecuadas para tal evento. Además había también
añadida la obvia debilidad por parte nuestra. Por eso en más de tres años la
biografía permaneció intocable.
Las
cosas que nos empujaron para la complementación de esta biografía eran el deseo
y los esfuerzos o cansancios de nuestro Yérontas para la edición, y la
sugerencia e incitación de muchos hermanos.
Algunas
veces nos habíamos desanimado y pensábamos abandonar como inadecuados para esta
obra difícil y responsable. Nos contenía el temor de no falsear al santo
Yérontas, y en vez de beneficio sea producido perjuicio espiritual y escándalo.
Teníamos la sensación del niño pequeño que intenta hablar de algo grande, lo
cual supera sus medidas, y no encuentra las palabras y el tropo (forma, manera o modo) de expresarlo.
Mientras
vivía san Paísios no tuvimos la precaución con nuestro Yérontas de guardar
apuntes, grabarlo en casete, fotografiarlo o reunir elementos, datos e
informaciones con el propósito de hacer nosotros su biografía. Nos rellenaba
con su presencia, nos bastaba sólo con verle y escucharle. Quizás se considere
como una falta por parte nuestra, pero tenemos nuestra conciencia tranquila de
que hemos hecho algo que no desagradaría ni entristecería al santo Yérontas.
La
única provisión fueron los apuntes de sus respuestas en preguntas personales
sobre temas espirituales de la lucha diaria. En estas preguntas, el Santo, se
refería de ejemplos de sus propias luchas y combates, de acontecimientos
sobrenaturales y de tentaciones demoníacas. Principalmente nos hemos basado en
las cosas que ha salvaguardado nuestra memoria, muchas de las cuales no sólo
una vez las hemos escuchado. Sus logos, que los teníamos escondidos en nuestros
corazones, ahora las hemos trasladado en papel para beneficio común de nuestros
hermanos.
Muchos,
laicos y clérigos, que han conocido el Santo, al ser informados de nuestro
intento pusieron a nuestra disposición, unos espontáneamente y otros después de
nuestra petición, material valioso, epístolas del santo Paísios, casetes,
fotografías, apuntes y testimonios. Todos estos datos que echan mucha luz y
completan muchos vacíos de la Vida Βίος (víos),
se han utilizado con cuidado y responsabilidad. Pasaron por muchas tamizas y
fueron bien aventados, para que queden sólo limpios y lúcidos para los fieles.
Algunas
cosas de estas no concordaban con la realidad y el espíritu del Santo. Otros
por devoción sin discernimiento sobre-enfatizaron y engordaron algunos
acontecimientos. Otros por su parte no entendieron y transmitieron
tergiversados sus logos. Hubo también unos pocos que se expresaron
negativamente sobre su persona, quizás por ignorancia y no por mala intención y
disposición. Ojalá que Dios no lo atributa o no lo tenga en cuenta.
En
nuestro intento de hacer la biografía pusimos como canon, regla la verdad,
“principio de tus logos la verdad” (Sal 118,160). Es decir, intentamos
presentar el Santo tal y como le hemos conocido, tal como era, sin intentar
agrandar y mitificar o idealizar por la agapi y la admiración.
Una
gran parte de la Vida Βίος (víos) del santo es esencialmente autobiografía,
porque el mismo santo Yérontas es la fuente de nuestras informaciones. De sus
incuestionables labios y de modo inmediato provienen la mayoría de los relatos
o narraciones. Pero las cosas y realidades que hemos escrito son pocas, pobres
y débiles, y no agotan su riqueza espiritual. No sólo no exageramos, sino que
sin querer somos muy injustos con el Santo, por las siguientes razones:
Su
Βίος (víos) Vida interior como
también la Vida Βίος (víos) Βίος de
los santos, era secreta, oculta, in-considerable y no visible (no compulsada).
Ha develado algunas experiencias para ayudarnos, pero escondía muchísimas más.
En sus relaciones con nosotros, dominaba el elemento humano que escondía su
grandeza. Lo más básico es que nuestra ceguera espiritual e insuficiencia nos
han impedido ver más espiritualmente al Yérontas, de modo que podamos
presentarle más fielmente. Si nuestro estado espiritual fuera mejor, por
supuesto que sería mejor también su biografía. Porque como es sabido, para que
uno pueda hacer la biografía de un santo, debe ser el mismo santo, y sobre todo
a su medida y a su estado espiritual. Decía el santo Yérontas que las Vidas
Βίος (víos) de los santos están
escritas por santos, son admirables.
Por
tanto como “y el pozo es hondo y bomba de agua no tenemos” (s.s Jn 4,11), es
decir, nuestra debilidad no es suficiente para abordar y presentar su magnitud
espiritual, pues, nos hemos delimitado a la sencilla y fiel exposición de los
datos y elementos. Sólo intentamos ser testigos fidedignos y nada más.
A
pesar de esto, dentro de nuestros escritos bastos sin arte, surge el Santo moviéndose
con comodidad entre la tierra y el cielo, burlándose del diablo pero también
compasivo con él, y co-alimentándose con pléyade (legión) de santos. Se revela pobrísimo, pero con
riquísimas bendiciones que con su oración baja desde cielo a la tierra. Flaco y
enfermo, pero poderosísimo y candente con la jaris (energía increada) de Dios,
que ante él retroceden incluso las leyes naturales; monje ciudadano eremita,
pero muy cerca a las necesidades de los hombres; asceta severo de sí mismo,
pero filántropo (amigo del hombre) hasta auto-sacrificio a favor de los
débiles, los enfermos, los desgraciados y a los que les cometen
injusticias.
Todos
los elementos y los datos de su Βίος (víos)
Vida son imposibles de ser contenidos en un tomo. Por eso se han escogido
representativamente los más potentes y didácticos (instructivos). Se han
omitido las cosas de la enseñanza del Santo, que reúne unos cuantos tomos,
cantidad de sus epístolas y más de doscientos milagros testificados. Nuestro
propósito nos es presentar un “catálogo de milagros”. Porque es normal que en
uno que llega a la “cúspide” de las virtudes y adquiere la divina jaris
(energía increada gracia) que operen los jarismas (dones) y hacer milagros.
Pero lo interesante y buscado es cómo ha llegado hasta allí, qué se sendero
caminó y de qué modo luchó y combatió contra los pazos, las tentaciones y los
demonios. Mucho más que sus milagros nos ha conmocionado su gran abnegación,
sus valientes luchas para la agapi (increada) de CristoDios, su acribia exactitud y precisión monacal y
su sentido sutil para la vida espiritual, su agapi sacrificante para cada
hombre y su conducta y su actitud patrística que reposaba y sosegaba a cada
hombre.
El
libro lo hemos dividido en dos partes:
En
la primera parte, donde es presentada “La amplitud de su Βίος (víos) Vida”, se
hizo el esfuerzo dentro de un marco crónico y local que se vea a medida de lo
posible más sencilla, pero también completa su trayectoria luchadora y
combatiente desde su nacimiento hasta su dormición. En catorce
unidades-capítulos con base y eje el lugar de permanencia cada vez del Santo,
son colocados en forma roseta datos biográficos, luchas, milagros y varias
actividades de sus actividades.
El
segundo tomo “Escritos biográficos en
unidades temáticas” como un acto imprescindible de complementar y explicar
la primera parte. Con esto es abordado y comprendido más profundamente y mejor
el Santo. Cada una de las dos partes mantiene una independencia e integridad
-podrían editarse por separado- sin embargo tienen simultáneamente una profunda
unidad interior. Es decir, la segunda parte es también biografía. No sigue una
orden cronológica, pero contiene acontecimientos biográficos ordenados en
unidades temáticas.
[1]. El arreglo en tres unidades
(Virtudes, C-Jarismas, Oferta) está basado en el pasaje de Luca 1, 15-16: “No beberá vino ni sidra” (ascesis,
lucha y combate) – “y será lleno del
Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre” (divina jaris, energía
increada) – “Y hará que muchos de los
hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos” (oferta). El mega
(gran) Juan el Precursor atravesó y pasó por estos estadios, aunque con otro
orden, porque fue consumado como profeta desde el vientre de su madre.
Todos los santos primero lucharon y combatieron para que sean catartizados, purgados y sanados de los
pazos aplicando y cumpliendo los logos-mandamientos, de los que nacen las
virtudes y después recibieron la divina jaris. En el tercer estadio se observa
la disposición y repartición de los c-jarismas para la sotiría redención, sanación y salvación de los seres humanos.
El
concepto central de la segunda parte constituye la divina jaris (energía
increada gracia). Para adquirirla el Santo, primero combatió contra los pazos y
el pecado y después fue consumado en “buen economista de la variedad de la
jaris de Dios”.
En
el capítulo “Virtudes del Santo” se refiere de modo práctico varios
acontecimientos de su Βίος (víos) Vida, que han caído en nuestra percepción.
Son asentados en capítulos con la condición común la virtud que está escrita en
el título de cada capítulo. No es referida su didaskalía enseñanza, sino sólo epigramáticamente algunos de sus
elementos. Pero a donde hizo falta ser recalcado algo para que se vea mejor su
espíritu, se ha puesto algo más.
Su
“C-Jarismas, Dones”, varios y
sobrenaturales, ordenados por género, se ven más clarividentes por los
testimonios del mismo y de los otros. Han sido escogidos representativamente
pocos, sin comentarios, sino sólo donde hemos creído necesaria una explicación.
La
extensión, el fondo y el valor de su Oferta u Ofrecimiento es imposible que
sean valorados y ser contenidos en unas pocas páginas. Porque teniendo la
variedad de los divinos c-jarismas, naturales e inviolables, sin esfuerzo ni
aspiración humana, ofreció la riqueza de la divina jaris increada en las hambrientas
y sedientas psiques. Simplemente se refieren algunos sensibles sectores dónde
ayudó especialmente.
Para
que las imprecisiones sean evitadas y también todo tipo de errores, hemos
puesto nuestros escritos a juicio e inspección de hijos espirituales del
yérontas Paísios y de otros Padres.
Los
debemos muchos agradecimientos y muchos favores:
A
nuestros hermanos, los que han visto, rectificado y completado la Vida Βίος (víos); la contribución de ellos fue con todo
corazón y esencial. Sin la ayuda de ellos la Vida Βίος (víos) del santo Yérontas sería muy incompleta y con muchos errores.
También a los demás colaboradores que nos han
confiado varios datos. Incluso aquellos que inspeccionaron los escritos, nos
han hecho sugerencias y rectificaciones, y dedicaron bastante tiempo y mucho
esfuerzo hasta que esta obra tome su forma definitiva. Finalmente a los que
contribuyeron de cualquier manera visible e invisiblemente a la mejor
presentación de la edición, y contribuyeron a que salga a la luz pública diez años
después de la dormición de san Paísios.
Con
todo nuestro cariño agradecemos especialmente a nuestro respetado yérontas
Gregorio, Guía Espiritual del Santo Monasterio san Juan el Precursor del pueblo
Metamorfosis, por su solidaridad múltiple y variada en todo el esfuerzo por
escribir la Vida Βίος (víos) Βίος y
por hacerse cargo de los gastos de edición.
Para
todos ellos imploramos la jaris (energía increada) de Dios y las bendiciones
del Yérontas Paísio.
Para
facilidad de los lectores apuntamos algunas explicaciones:
Muchas
operaciones, luchas, combates y acontecimientos son entendidos y explicados por
su coherencia. Lo que dijo el Yérontas no se debe generalizar indistintamente,
sin discernimiento. Algunas cosas fueron dichas sólo para un caso concreto y no
son válidas para todos. “El mismo fármaco puede perjudicar o beneficiar según
el organismo”.
Se
presentan aquí algunas tesis, posiciones del Yérontas sobre temas
eclesiásticos, nacionales, monacales, etc. Su posición, la que aspiraba ser
conocida a los demás, era totalmente espiritual y apazís sin pazos; por eso se presenta sin la mínima intención y
disposición de que alguna persona pueda ser ofendida, herida y expuesta
Los
testimonios son tal y como fueron depositados. Algunos un poco largos se hicieron
más breves sin ser alterados. Por supuesto que es respetado el deseo de los que
pidieron que sus testimonios fueran anónimos.
Terminando
estas explicaciones prologológicas, desde esta posición estamos débiles e
imposibilitados a expresar nuestro agradecimiento merecido hacia el Santo por
todo lo que nos ha ofrecido. Sólo pedimos desde el fondo de nuestros corazones
que nos perdone por lo que hemos pecado en su agapi y particularmente por
nuestro atrevimiento de editar su Βίος (víos)
Vida. Pero le rogamos a que ilumine el nus (espíritu de la psique) de los
lectores de modo que puedan a entender correcta y ortodoxamente y que sean
beneficiados espiritualmente. Teniendo el conocimiento de muestras
imperfecciones, faltas y errores, y con mucho gusto aceptaremos cualquiera de
las observaciones e indicaciones que provienen de la agapi para la
apocatástasis (restablecimiento) de la verdad.
Si
el lector encuentra errores en algunos puntos de las aromatizadas luchas del
santo Yérontas, estos por supuesto no provienen de san Paísios, ni de su
biógrafo padre-Isaac, sino de los que se han cuidado del libro de la “Vida Βίος
(víos) de san Paísios”.
Pero
si alguna psique se despierta y se calienta (espiritualmente) por las hazañas
del Santo y asume lucha espiritual, pues, que glorifique al venerable nombre
del gran Dios y Salvador nuestro Jesús Cristo, “en el cual pertenece la doxa-gloria increada y la reverencia junto con
el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amín.”
Συνοδεία γέροντος Ἰσαάκ Séquito del yérontas Isaac
Καλύβη Ἀναστάσεως Kalivi de la Resurrección
Καψάλα
Kapsala
Καρυές Ἅγιον Ὄρος Kariés, Santa Montaña Athos
PRIMERA PARTE. RESUMEN DE SU VIDA
A.1 SUS ANTEPASADOS CARNALES Y ESPIRITUALES.
1,1 La
fronteriza región Farasa
1,2 Su
familia
1,3
Bautizo y desarraigo
A. 1. SUS
ANTEPASADOS CARNALES Y ESPIRITUALES.
1,1 La
fronteriza región Farasa
Fárasa o
“Barasió” es la patria del Yérontas Paísio, que antes del intercambio de
población era un pueblo recogido, bien cuidado y el principal de
la fronteriza Grecia Románica de Capadocia. Los seis pueblos de Farasa se
encuentran a unos doscientos kilómetros más o menos al sur de Cesárea. Aunque
aislados al fondo de Asia Menor, consiguieron mantener inalterada la
Ortodoxia, la conciencia nacional y su lengua.
Los
“Farasiotas o Barasiotes” eran reconocidos y famosos por su valentía. Gracias
a su fortaleza, su pueblo se mantuvo sin ser invadido por los Tsetes
(rebeldes turcos), como una parte libre de la Romanidad helénica (territorios
griegos conquistados por el imperio romano) en los extremos de
Capadocia. Tal es así, que muchos perseguidos por los turcos encontraban allí
refugio. Por esta razón, justamente llamaban a los Farasiotes
Macabeos[1].
1. Familia judaica de
sacerdotes que lideró la batalla contra Antíoco IV Epífanes (175164a.C.).
Metafóricamente significa el luchador celoso y valiente por la fe y por la
patria.
Pero
también las mujeres de los Farasiotes no eran menos en valentía y heroísmo.
Una vez los turcos perseguían a un grupo de mujeres para detenerlas. Entre
ellas estaban también algunas familiares del Santo. Ellas prefirieron caer al
río y ahogarse, salvando así su fe y su honor, antes de que las capturasen
los turcos y ridiculizarlas a sus harenes.
En Farasa
había cincuenta Iglesias Ortodoxas. Algunas eran antiguos Monasterios que
alguna vez estuvieron en auge. Había muchas fuentes de agua bendita,
conocidas en todo Capadocia por sus milagros. El templo principal estaba
dedicado a los Santos Mártires Jonás y Barajísios, quienes según la tradición
fueron allí martirizados a mediados del s. IV d.C.
Los
farasiotes eran continuadores de una excelente tradición ascética que comenzó
con los grandes Padres Capadocios. Amaban la Iglesia, tenían devoción y
espíritu de lucha. Los días de Pentecostés y de ayuno anuales, la mayoría
hacían novenas. 2
(2.
Tipo de ayuno en que sólo se comía una vez comida cuaresmal después la hora
novena bizantina ( 15:00))
El último
fulgor y la expresión más perfecta de esta tradición fue el párroco
responsable de la Iglesia del pueblo el santo Arsenio de Capadocia3 (1841-1924).
Su santa vida y sus muchos milagros fueron la causa de que acudieran a él no
solo Cristianos sino también Musulmanes de toda Capadocia.
(3.La
vida de San Arsenio de Capadocia fue escrita por el Santo Paísio. También
obras suyas son:”El anciano Játdsi-Yeórgis (ΧατζηΓεώργης) el Ayiorita”,
“Sobre los Padres Ayioritas y el Monte Atos”y “Epístolas”. La serie
“Los Logos del Yérontas Paísios,” editada por el Santo Monasterio
San Juan el Teólogo de Suroti, contiene la enseñanza del Santo Paísio).
1,2 Su
familia
Viviendo
en este bendito ambiente, los ascendentes del santo padre Paísio se
distinguían por su particular devoción.
Su abuela
Cristina Jatzsí tenía una ermita dedicada al Arcángel Miguel, lejos del
pueblo. Cada cierto tiempo quedaba allí sola en hisijía, en oración y ayuno.
Cuando en invierno, debido a las nevadas, quedaba aislada, encontraba en la
ventana de la Iglesia un pan caliente. Hacía oración y lo comía. También
tenía una casa en Adana. Allí hospedaba a San Arsenio, cuando iba andando de
peregrinaje a Tierra Santa.
Su
apellido principal era Jatszidigenís. Después tuvieron que adoptar como
apellido el nombre del bisabuelo del Santo, quien se llamaba Teodosio. Es
decir, su padre al principio se llamaba Pródromos (Precursor) Zeodosíu. Pero
como le perseguían los turcos, cambió de nuevo su apellido a Edsnepídis, que
significa extranjero. Descendiente de familia noble de Farasa que desempeñaba
la presidencia del gobierno del pueblo desde muchas generaciones, fue
alcalde del pueblo varias decenas de años, ya que poseía carisma
administrativo. Era creyente, piadoso y devoto. Tenía especial devoción a san
Arsenio y le obedecía a todo.
Pródromos
era buen artista y experto, sus manos hábiles tocaban de todo. Trabajaba como
agricultor en Farasa, pero tenía también un alto horno (fragua) que producía
hierro. Era valiente, atrevido y arriesgado. Desde joven caminaba por zonas
intransitables de Farasa y se subía a rocas peligrosas. Con dieciséis años,
luchó contra un león, hiriéndole. Sobre todo era muy amante de su patria,
luchador valiente, con muy buena puntería y un atrevido guardián fronterizo
(akrita) *. Salvó muchas veces al pueblo de los Tsetes. Una vez
se vistió de bailarina de la danza del vientre y fue a su guarida. Allí pidió
ver al líder, supuestamente para hablarle en confianza en privado, pero le
quitó el arma y junto con sus valientes compañeros expulsaron a los Tsetes.
Muchas veces estuvo en peligro, de hecho una vez le tuvieron prisionero, pero
le protegieron las oraciones de San Arsenio; *(ἀκρίτας akrítas habitante y guardián de las
fronteras así se denominaban por los bizantinos a los habitantes de las
fronteras, que en aquella época las llamaban “ákres-extremos”).
Cuando
como alcalde iba a Ádana para cuestiones del pueblo y se presentaba ante
Kemál (oficial, político y presidente turco), éste,
valorando su valentía, le saludaba diciendo: - “Bienvenido valiente muchacho,
el Romiós-helenoromano”.
Más tarde en
Grecia, cuando comenzó la guerra griego-italiana, con edad ya avanzada pero
con un espíritu y entusiasmo joven, quiso ir voluntario a luchar.
Era justo,
amigo fraterno y misericordioso. Cuando el estado otorgó terrenos para el
restablecimiento de los refugiados, el anciano Pródromos, como presidente de
Kónitsa En Iliro frontera con Albania), primero reguló y arregló a los otros
farasiotes y se quedó la peor parte para su familia, los terrenos más áridos
e improductivos. Para roturar, desarraigar y limpiar de las zarzas para
cultivarlos, sus ojos se vieron afectados por el fuego que utilizaba para
quemar y eliminar las zarzas.
La madre
del Santo se llamaba Evlogía1 (Εὐλογία ), Descendía de los
Francópulos y tenía parentesco con San Arsenio. Era prudente, inteligente,
trabajadora, muy devota, y fue criada bajo las instrucciones de San Arsenio.
La agraciada Evlogía la casaron joven, con quince años, con Pródromo
Edsnepídi. 1(En relación con el nombre de su madre el
Yérontas había dicho que se llamaba Ευλογίαevlogía Bendición, pero en Kónitsa
la llamaban Ευλαμπία eflampía Bien iluminada).
Las almas
benditas, Pródromos y Evlogía, tuvieron diez hijos. Los dos primeros,
Caterina y Sotiría (salvación), murieron jóvenes. Cuando San Arsenio bautizó
a la tercera, dijo que la llamasen Ζωή (Dzsoí) Zoe. A partir de
entonces, todos los hijos vivieron. Sus nombres, por orden de edad, son: Zoe,
María, Rafael, Amalía, Jarálambos, Arsenio (el santo Paísio), Cristina y
Luca. Todos han pasado a la otra vida. El último fue Rafael, en 2014.
1,3
Bautizo y desarraigo
En la
Farasa de Capadocia, pues, tierra madre de santos, nació el Santo Paísio un
25 de Julio de 1924, el día de Santa Ana.
En el
bautizo, sus padres querían nombrarle Χρῆστο C-Jristo, como el abuelo.
San Arsenio sin embargo dijo a su abuela: “¡Eh, Jatzsianá 1 tantos
hijos te he bautizado! ¿No vas a dar a ninguno mi nombre? “. Y a sus
padres dijo: “¡Vale, vosotros queréis dar descendencia a vuestro abuelo, pero
quiero yo dejar un descendiente monje como yo!” Y girándose hacia la madrina
la dice: “Le llamarás Arsenio”. Es decir, le dio su nombre y su bendición,
previendo también que sería monje, como fue de hecho. (San Arsenios, pag
65-66).
(1 Jatzsianá
es palabra turca y significa: madre reverenciada, aclamación que muestra
respeto y agapi)
El año que
nació el Santo tuvo lugar el intercambio de población y el desarraigo de los
cristianos de Asia Menor de los hogares de sus antepasados. La familia del
Yéronta junto con San Arsenio y todos los farasiotes, tomaron el amargo
camino del exilio de los refugiados. En el barco, por la aglomeración de la
gente, alguien pisó al bebé (Arsenio) y estuvo a punto de morir. Pero el Dios
mantuvo en la vida a Su elegido, porque estaba destinado que llegase a ser
instructor de muchas psiques-almas hacia la Realeza Increada de los Cielos.
El Santo por supuesto, por humildad, decía posteriormente: “Si
hubiese muerto entonces, que tenía la jaris (energía increada gracia) del
Bautismo, me hubiesen echado al mar y me hubiesen comido los peces, y por lo
menos me hubiese dado las gracias algún pececito, y hubiese ido al Paraíso”.
(Es decir, quería decir con eso que ahora que vivía, no hizo nada).
Se
quedaron por un tiempo en el Pireo. Después se trasladaron al castillo de la
isla Kérkira-Korfú, “donde se durmió” y fue enterrado San Arsenio, según su
profecía: “Yo viviré cuarenta días en Grecia y después moriré en una isla”.
Después se trasladaron a un pueblo de la ciudad Igumenitsa y finalmente se instalaron
en Kónitsa. (Frontera con Albania).
El recién
nacido Arsenio, un bebé de cuarenta días, sus padres lo trajeron a la madre
Grecia, desconocido entonces entre la multitud de los refugiados. Éste que
años después se haría conocido en todo el mundo y que conducirá a multitud de
hombres al conocimiento-gnosis de Dios. Desde sus primeros días conoció los
dolores y las fatigas de los hombres. Más tarde él mismo sería un puerto de
consuelo, sanación y psicoterapia para miles de psiques-almas cargadas y torturadas.
|
A.2,1 Educación
“ en enseñanza e instrucción del Señor”
A.2,2
Ejercicios infantiles
A.2,3
Carpintero
A.2,4 Niño
agraciado
A.2,5 Con la
Cruz como conductora
A.2,6
Zeoptía-Visión divina
A.2,7
Preparación para la vida monástica
A.2,8 Cuidado
por los demás
A.2,9 Peligros
y pruebas
A.2,10 Apoyo de
su familia
A.2,1 Educación “en enseñanza e
instrucción del Señor”
El
pequeño y bendito Arsenio, junto con la leche que amamantaba, aprendía de sus
padres también la εὐλάβεια evlavia devoción y piedad hacia Dios. En vez
de historias y cuentos, le hablaban de la vida y de los milagros de San Arsenio.
En su interior nació la admiración y la agapi por Jadzsefentí, modo en que
denominaban a San Arsenio. Desde pequeño, también él quería hacerse monje para parecerse a su
Santo.
Después
de San Arsenio, la persona que influyó de modo
benéfico en toda su vida fue su madre, hacia la cual sentía una especial
agapi y la ayudaba en lo que podía. De ella aprendió la actitud humilde. Le
aconsejaba que no quisiera ser el vencedor de sus compañeros de clase en los
juegos y después vanagloriarse, ni aspirar a entrar el primero en la fila,
porque era lo mismo fuese el primero o fuese el último, ya que entraría igual.
Además
le enseñó la engratia continencia y
autodominio; a no comer antes de la hora de la comida. La transgresión la consideraba
lujuria.
También
le ayudó a adquirir la sencillez, las ganas de trabajar, el esmero y el cuidado
en su comportamiento hacia los demás, y le incitaba a no decir para nada el
nombre del diablo. Dos veces al día toda su familia oraba delante del iconostasio.
Sin embargo su madre continuaba orando y cuando hacia las tareas de la casa decía
la noerá oración del corazón o de Jesús.
Tal
era la devoción de sus padres, que hasta cuando iban al campo llevaban consigo
el antídoro-contraregalo (pan eucarístico).
El
pequeño Arsenio, con el interés y la inteligencia que tenía, fácilmente
asimilaba lo bueno que escuchaba de sus padres.
Siguiendo
el ejemplo de ellos, aprendió a ayunar, a orar y a ir a la Iglesia. Era el niño más amado de
todos los de la familia. “Por un lado, mi padre”, decía más tarde el Yérontas,
“me amaba, porque tenía devoción por los oficios artesanales y tenía buena
mano, y por otro lado, mi madre por la poca piedad que tenía”.
A.2,2 Ejercicios infantiles
El
celo del pequeño Arsenio por el ayuno era muy admirable. Desde muy pequeño
ayunaba severamente. Pedía a su Madre que le cocinara verduras sin aceite.
Para
obligarse a seguir hambriento después de la Divina Liturgia, el antídoro-pan
eucarístico lo guardaba y lo comía después de varias horas. Para limitarse la
cantidad de comida, se apretaba mucho el cinturón. Una vez ayunó tanto que por
el agotamiento se cayó en la cama. Decía posteriormente el Yérontas: “Mis manos
estaban delgadas como las de los niños de África, porque cuando era pequeño mi
organismo fue privado de los alimentos básicos. Mi cuello se había hecho como
el vástago de la cereza. Los niños me decían: se te va a caer la cabeza”.
La
piadosa Keti (Eriketi) Patera, de la ciudad de Kónitsa, mayor de edad que él, decía en relación a ello:
“Le pregunté una vez:
-¿Hijo
mío, has comido algo hoy?
-No
he comido. Qué voy a comer, si mi madre hierve todo en la misma cacerola, la
carne junto con las comidas de ayuno. La misma cacerola las absorbe y no puedo
comer.
-Hijo
mío, tu madre es muy limpia y lava la cacerola con jabón.
-No
puedo comer de estas comidas, respondía.
»Y
ayunaba, ayunaba continuamente y se retiraba para rezar él solo”.
Cuando
aprendió a leer bien, encontró la Santa Escritura y estudiaba cada día los
Cuatro Evangelios. Encontró también vidas de Santos y disfrutaba leyéndolos.
Había llenado una caja con libros de vidas de santos. Cuando regresaba del
colegio, no quería ni comer. Primero iba, abría la caja y cogía y leía las
vidas de los santos. Su hermano mayor se los escondía, aunque era devoto,
porque no quería que el pequeño Arsenio se ocupara mucho de las cosas eclesiásticas,
para no descuidar los estudios. Pero Arsenio no decía nada. Encontraba otros
libros con vidas de Santos y se alimentaba espiritualmente.
Testifica
su hermano: “Arsenio desde el segundo curso de la educación básica leía libros
religiosos, se aislaba y oraba mucho. No jugaba como los demás niños.”
Lo
que leía en los Sinaxarios-Santorales, intentaba aplicarlo. Leyó que, cuando
tienes miedo de un lugar, debes frecuentarlo para expulsar el miedo. Como tenía
miedo cuando pasaba por el cementerio, decidió ir allí por la noche, para que
se le quitase el miedo. Entonces estaba en cuarto curso de educación básica. Nos
contó: “Siendo de día, vi una tumba vacía. Apenas se hizo de noche, mi corazón comenzó a palpitar por el miedo,
pero fuí y entré a la tumba. Al principio fue difícil pero después me
acostumbré. Me quedé bastante tiempo y me familiaricé. Me animé y comencé a rondar
de tumba en tumba, pero con cuidado para que no me viesen y me tomaran por un
fantasma. Eso fue; fui tres noches y me quedé en el cementerio hasta tarde y se
me quitó el miedo”.
El
Yérontas sentía gran agapi hacia Dios y su oración era la manifestación de esta
agapi. En las grandes fiestas permanecía en vela, encendía el candil y oraba de
pie toda la noche. Su hermano mayor se lo impedía. No le dejaba levantarse por
las noches, para leer el salterio. Le tapaba con las mantas para que no leyese.
En general la táctica de su hermano no sólo no le cortó el entusiasmo sino que aumentó su agapi hacia
Dios.
De
pequeño se iba al bosque solo, recogía bellotas, las atravesaba con un clavo,
las pasaba una cuerda y hacía komposkinis para contar las oraciones y las
genuflexiones.
Su
hermana Cristina recuerda que una vez, cuando estaban en el campo, compezó a
llover. Arsenio se preocupó porque se
estaban mojando. Se llevó consigo a sus hermanos más pequeños y fueron al
iconostasio, se arrodillaron, rezaron y la lluvia paró.
Cuando
había relámpagos, decía: “Mega-grande el nombre de la Santa Trinidad”.
Su
tendencia monacal se manifestó muy temprano. Cuando le preguntaban qué quería
ser de mayor, Arsenio respondía con firmeza: “Monje”, sin haber visto monjes
hasta entonces.
Contó
también lo siguiente: “Cuando aún estaba en el colegio, leía las vidas de los
Santos y deseaba desde entonces hacerme un asceta. Salía a menudo fuera del
pueblo. Tenía once años. Había señalado una roca grande. Un día partí para
subir a la roca y hacerme estilita. Llevé conmigo sólo un pequeño hierro, para
poder cortar alguna hierba para comer, igual que los antiguos ascetas. Estuve
caminando una hora y media en las montañas y encontré el lugar. Era una roca
alta. Subí con dificultad y comencé a orar. Agoté todas mis fuerzas y empecé a
pensar: “Los eremitas tenían raíces y comían; un poco de agua, algún dátil… Tú
aquí encima de la roca no tienes nada. Cómo vas a vivir. Me había agotado el
hambre, no aguantaba más y digo: voy a comer alguna hierba; ¿pero cómo y por
dónde iba a bajar? Al subir, subí bien, pero ahora cómo bajo. Finalmente me
arrojé dando vueltas, ¡no me maté de milagro! La Panaghía me protegió para no
hacerme pedazos en las rocas. Poco a poco cojeando comencé el regreso a casa.
Pero me perdí por la noche en el bosque y con muchas dificultades llegué a casa
hacia la medianoche”.
A.2,3 Carpintero
Según
los testimonios de sus compañeros del colegio de educación básica, era un niño
muy cuidadoso, sensato y amado, con especial sensibilidad en su comportamiento
y devoción en la asignatura de religión. Era buen estudiante, inteligente,
espabilado, indulgente y ponderoso. Su empatía hacia los demás llegaba hasta el
sacrificio. Tenía ojos vivaces y expresivos, tan iluminados, que llamaban la
atención y le llamaban “Gumpisia”, que en el dialecto del pueblo Farasa quiere
decir luciérnaga. El pequeño Arsenio terminó la enseñanza básica con una puntuación
de ocho sobre diez, y con una conducta excelente. Pero no quiso seguir los
estudios, porque en Kónicha no había bachillerato, y deseaba ser carpintero,
porque amaba el oficio de nuestro Señor.
Durante
el tiempo que trabajaba con el encargado por las casas, no comía con él, sino
que con una excusa se iba a su casa, comía rápido e inmediatamente regresaba.
Después su maestro albañil entendió que lo hacía para no estropear el ayuno.
Cuando
aprendió bien el oficio, hizo un iconostasio para su casa y una Cruz, como
aquella que veía en los iconos que sostenían los santos Mártires.
Más
tarde abrió su propio taller de carpintería. Fabricaba marcos, techos, suelos,
iconostasios, incluso ataúdes, por los cuales nunca cobró dinero, participando
en el dolor de las personas.
En
su oficio era un “manitas de oro”. Los hombres estaban muy contentos y
agradecidos por su trabajo. Todos en Kónicha decían: “¡Qué hijo tiene la
Eflampía! (“Bien iluminada”, el nombre de su madre). Era buen artesano, serio y
rápido, con un carácter justo, sincero y verdadero. Por eso le preferían a él.
Así ganaba para vivir, ayudaba a los suyos y daba caridad (limosna).
A.2,4 Niño agraciado
Entre
los habitantes de Konitsa circulaba el rumor de que el hijo del Eznepidis
(Arsenio) vió a San Jorge y de que después ayunó durante muchos días. El mismo
Yérontas nunca hizo ninguna referencia al caso, ni tampoco ha sido comprobado
por otros. Incluso aunque se tratase de un rumor, indica la gran estimación de
sus paisanos hacia su persona. Le consideraban dotado por Dios con jaris (gracia
energía) increada especial. Una mujer turca le llevaba cada primer día de mes a
su casa para que le fuese bien durante el mismo. Con los hijos de ella iban juntos
al colegio y después se bautizaron cristianos ortodoxos. La mujer turca
manifestó también su respeto hacia el Yérontas cuando lo vio como monje,
diciéndole: “Me voy a sacrificar por ti”. La mujer emocionada tomaba el polvo
de los zapatos del Yérontas y restregaba con fe su mano paralítica.
A.2,5 Con la Cruz como conductora
Dijo
el Yérontas: “Una día mis hermanos estaban en el campo trabajando. La madre
preparaba la comida pero no tenía a nadie para que la llevase y estaba triste
por eso. La huerta estaba a una distancia de dos horas.
-Dáme
la comida para lleverla yo, la digo.
-¿Cómo
conoces tú el camino?
-Preguntaré,
la dije.
»Comencé
a caminar sin preguntar a nadie sosteniendo en la mano la Cruz, tal y como veía
en los iconos de los santos Mártires, y apenas entendí por dónde fui. Llegué al
terreno, dejé la comida y regresé inmediatamente a casa, porque me estaba
esperando mi madre».
A.2,6 Visión divina
Narró
el Yérontas: “Desde los once años leía vidas de Santos y hacía ayunos y vigilias.
Mi hermano mayor me cogía los libros y los escondía. Pero no consiguió nada. Me
iba al bosque y continuaba. Kostas, un amigo suyo, entonces le dijo: “Yo haré
que lo deje todo”.
»Vino
y me desarrolló la teoría de Darwin. Me quedé asombrado y dije: “Voy a orar y,
si Cristo es Dios, se me presentará para creer. Una sombra, una voz, algo me
indicará”, hasta aquí llegaba con mi corta mente. Me fui y comencé hacer metanias-genuflexiones
y oración por muchas horas, pero nada. Al final estando casi roto me detuve. Me
vino entonces en el pensamiento algo que me había dicho Kostas: “Acepto que
Cristo es un buen hombre, justo, virtuoso, al que por envidia odiaron por su
virtud y sus paisanos le condenaron”. Entonces me dije: “Si es un hombre de
este tipo, aunque solo fuera un hombre, vale la pena amarlo, obedecerlo y
sacrificarme por Él. No quiero ni paraíso ni nada de nada. Por Su santidad y
bondad vale la pena cualquier sacrificio.“ (Buen loyismós, filótimo,
esplendido, indulgencia y pundonor).
»Dios
esperaba mi planteamiento. Después de esto se presentó el mismo Cristo dentro de
una luz abundante. Se veía la mitad de arriba. Me miraba con mucha agapi y me
dijo: “YoSoY la resurrección y la vida, el que cree en mí, no morirá, sino que
tendrá la vida” (Jn 1,25). Estas palabras estaban escritas también en el
Evangelio que lo tenía abierto en Su mano izquierda”.
Este
acontecimiento disolvió los loyismí de dudas del quinceañero Arsenio, que estaban
perturbando su psique desde su infancia, y con la jaris (energía increada
gracia) de Dios conoció a Cristo como Dios verdadero y Σωτήρ Sotir (Redentor, Sanador y
Salvador) del mundo. Entonces se aseguró sobre el Θεάνθρωπος (zeanzropos)
Dios-Hombre, no por persona o por libros, sino por el mismo Señor, le había
sido apocaliptado-revelado y además siendo tan joven. Afirmado ya en la fe se
decía a sí mismo el monólogo: “Kosta, si quieres ahora, ven y discutimos”.
A.2,7 Preparación para la vida
monástica
A
partir de entonces comenzó a luchar con más celo y a pensar intensamente sobre
el tema de su dedicación a Dios. Se fue a la Metrópolis de Ioanina y preguntó
al Protosínguelo-Canónigo clérigo si
podía en esta edad hacerse monje. Aquel le respondió: “Ahora no puedes, más
tarde cuαndo crezcas y tengas algunos años más”. Entonces tenía quince años.
Tenía
una idea muy elevada sobre el monaquismo y se preparaba tanto como le era
posible. Vivía y luchaba como monje. A los que le sugerían matrimonio, les
cortaba de golpe y porrazo: “yo voy a ser monje”, respondía. En una boda, su
padre le deseó: “y ahora en tu alegría también”. Desde entonces no volvió a
besar la mano de su padre, no por falta de respeto, sino como un desacuerdo
silencioso, indicando que no deseaba que fuese realizado su deseo y bendición,
sino la profecía de San Arsenio. Para Arsenio (después Paísios) delante de él
se abría el camino de la vida angelical de los monjes.
Poco
a poco se concienciaron bien los suyos. No era necesario que intentase convencerles
más con. Su vida y sus luchas eran la demostración de sus búsquedas, e
indicaban lo que en el futuro sería el agraciado joven.
En
su tiempo libre acostumbraba a ir a la ermita de Santa Bárbara, acompañado por
otros jóvenes piadosos. Entre ellos estaba el que después fue higúmeno del
Santo Monasterio Gran Laura de Athos, padre Pablo Zisakis, y el padre Kírilos
Manzos, Yérontas de la Kelia san Nicolaos de Mpurazeri de Athos. Cada día leían
el oficio litúrgico. Por la tarde hacían Vísperas con el Acatisto a la Panaghía,
salutaciones y después estudiaban la Santa Escritura y vidas de santos.
Como
en su región no había monasterios restaurados, Arsenio buscaba a los Yérontas
virtuosos que estaban más lejos. Una vez con el padre Pablo Zisakis fueron y
conocieron al padre Jacobo Balodimo. Decía el Yérontas que era un hombre santo
y excelente Pnevmatikós-Guía Espiritual, y decía muchas cosas dignas de
admiración sobre él.
Arsenio
intentaba acostumbrarse a las condiciones de la vida monástica. Prefería las
comidas insípidas. No ponía sal en su comida para no tener que beber mucha
agua. Su ropa la lavaba el mismo. No dejaba a su madre lavarla ni a sus
hermanas.
Durante
un período iba con sus hermanos a trabajar al campo, cuando llegaba a un punto
los dejaba y él se quedaba atrás. Por curiosidad, sus hermanos le observaron a
escondidas para ver qué hacía, y ¡qué
vieron! Vieron que se quitaba los zapatos y descalzo atravesaba un terreno con
trébol segado. Era como si corriese encima de clavos finos. El trébol cortado
le agujereaba los pies y entraba en las carnes. Se ensangrentaban las plantas
de sus pies. Pero persistía con alegría imitando a los Mártires, tal y como
leía en los Santorales de ellos, intentando ser copartícipe de sus
padecimientos. Con este espíritu de sacrificio y con divino eros estaba
candente su psique infantil.
Tenía
como costumbre una vez a la semana subir a la montaña. Allí en la
hisijía-serenidad permanecía en ayuno, oración, estudio y genuflexiones. Le
atraía la hisijía y deseaba hacerse digno de vivir como los ascetas y los
eremitas. Junto consigo llevaba siempre la Cruz. “Tenía tal fe que subía a la montaña
con la Cruz y no temía nada”.
Rafael,
su hermano mayor, al verle que se dedicaba a grandes luchas, intentaba impedírselo.
Pero mientras que hasta la edad de quince años aceptaba silenciosamente su
tutela, ahora ya había crecido” y reaccionó. A partir de entonces ya no se
atrevió a molestarle. Más tarde, cuando volvió a encontrarle como monje, le
pidió perdón. Sus padres se alegraban y estaban orgullosos por Arsenio. Como
eran piadosos, entendían sus luchas y no se preocupaban ni se inquietaban.
Arsenio
no luchaba sólo con el entusiasmo juvenil, sino también con prudencia yeróntica
(anciano sabio). Acompañaba sus ascesis con mucha atención y autocontrol; cada
día se examinaba a sí mismo, qué hacía, cómo hablaba, si con su comportamiento
había herido a alguien.
A.2,8 Cuidado por los demás
Arsenio
con su vida cuidadosa y sus consejos ayudaba espiritualmente también a los
demás jóvenes. Por regla general, se relacionaba con chicos más jóvenes que él.
Los reunía en Santa Bárbara, leían las vidas de santos y los incitaba a que
hicieran genuflexiones y ayunasen. Algunas madres se inquietaron y evitaron a
sus hijos que se relacionaran con él. Un joven trabajaba con el mismo maestro
albañil que Arsenio y oraba junto con él. Sus padres temieron que su hijo se
hiciera monje y no le dejaban relacionarse con Arsenio ni luchar con él. Más
tarde se fue a trabajar en Alemania y se murió. Entonces sintieron remordimientos
de conciencia y dijeron: “Mejor que se hubiera hecho monje”.
Otro
joven que procedía de Farasa, Arsenio quiso que se hiciese monje con él e
intentó convencer a su madre. A otro joven le apoyó para hacerse sacerdote. Un
clérigo procedente de Kónitsa confiesa que fue ayudado en su tendencia monacal
por el aún laico Arsenio.
Tenía
gran anhelo e interés para que los hombres conociesen a Dios. Un anciano pastor
que vivía sólo en las montañas y que había ido a la Iglesia en toda su vida dos
o tres veces, Arsenio se le acercó y se cuidó de traerlo cerca de Cristo.
En Konitsa,
un musulmán llamado Bairámis, tenía a su madre enferma. El pequeño Arsenio iba
de noche y ayudaba la enferma. Bairamis manifestó su deseo de hacerse
cristiano.
El
poco dinero que ganaba como aprendiz de carpintero, lo repartía en caridad
hacia niños pobres del orfanato. También llevaba a su casa niños pobres para
que comiesen.
El
señor Jatzirubis Apóstolos, de Kónitsa, escribe en su carta con el título “Mis
recuerdos de un Santo”: “Arsenio y yo vivíamos en barrios distintos. La primera
vez que le vi, me impresioné de su agilidad. Era aprendiz de carpintero, se
distinguía por su agilidez, por su buena disposición, su buen ánimo y sobre
todo por su humanidad. Su maestro diría más tarde: “Arsenio era único”.
»Como
hijos de campesinos, pastábamos nuestros caballos en los campos comunes del
ayuntamiento. En este período, conocí la grandeza psíquica y humana de Arsenio.
En nuestras insignificantes disputas infantiles entre niños, estaba claro que era
el único que prefería ser perjudicado en vez de perjudicar él a alguien.
»En
cada encuentro nuestro, cada vez más comprobaba que su intento permanente era
confesar al Señor. Siempre llevaba en su bolsillo un libro religioso ortodoxo
que lo leía a menudo. Me acuerdo de su celo por adquirir audiencia del mundo
infantil, en lugar de cualquier otra oferta, como por ejemplo, hacerse cargo de
vigilar nuestros animales, de ser quien llevase y trajese el agua, etc… bastaba
con que le atendiésemos cuando nos leía la Santa Escritura.
»No
me olvidaré nunca su pasión por dar un color especial a las cosas que decía,
cuando se refería al sacrificio en la cruz de Cristo. Se hacía tan
representativo de modo que conseguía llamar la atención hasta de los niños más
traviesos. Veía clarísimamente la satisfacción y el júbilo en su rostro juvenill,
porque podía enseñar el logos del Señor en una audiencia tan pura. Por lo que
me acuerdo, esta táctica la siguió durante cuatro o cinco años, hasta que fue al servicio militar.
A.2,9 Peligros y pruebas
Arsenio
pasó su juventud con despreocupación y con luchas ascéticas. Después vinieron los
difíciles años de la guerra heleno-italiana, la ocupación alemana y la guerra
civil. Entonces pasó muchas dificultades y peligros.
En
los años de la Ocupación nazi muchos pobres acudían a su madre para
intercambiar cosas de valor a cambio de dos puñados de harina. Ella los daba
harina y pan, pero no tomaba dinero ni sus pertinencias y reliquias caseras
familiares. Su madre hacía pan muy a menudo. El pan se acababa rápidamente
porque repartía mucho a los hambrientos. Su hermano Rafael daba maíz sin recibir
dinero a cambio, o lo cambiaba por aceite que después lo daba a la Iglesia. El
Yérontas más tarde se apenaba, porque a causa de su edad no podía ayudar tanto
como quisiera a los hombres en los años difíciles de la hambruna.
En
la guerra civil le capturaron los comunistas y le pusieron en la cárcel. Lo
pasó muy mal el tiempo que estuvo en la cárcel y sufrió por los piojos y por el
apretón de la aglomeración. En una habitación pequeña metían a mucha gente.
Cuando se tumbaban, el último entraba como una cuña entre la gente.
También
fue probado moralmente, porque le encerraron en una habitación solo y después
pusieron a dos mujeres guerrilleras casi desnudas. Oró intensamente implorando
a la Panaghía e inmediatamente sintió “la fuerza de lo alto”, que le fortaleció
y las veía sin pazos-sin pasión como hermanas, igual que Adán y Eva en el
paraíso. Las habló con buenas maneras. Ellas volvieron en sí, se avergonzaron y
se marcharon llorando.
En
el interrogatorio el juez instructor le preguntó:
-¿Por
qué te han capturado?
-Porque
mi hermano está con Zerbas (general de los nacionales), respondió.
- ¿Y
por qué está con Zerbas?
-¿Mi
hermano es mayor o yo? ¿Puedo yo mandar a mi hermano mayor?
Estimando
su sinceridad y su valor, le dejaron libre.
*Zerbas fue un Capitán general del
ejército Griego. En la ocupación alemana organizó un cuerpo de voluntarios,
desarrollando una excepcional acción nacional. Primero combatió a los alemanes
y después a los comunistas. Después de la liberación se metió en la política
activamente.
En
otra ocasión dio pan a los sublevados hambrientos y fatigados, aun sabiendo que
buscaban a su hermano para matarlo. Ellos le consideraron como sospechoso, no
pudiendo entender su agapi incondicional, desinteresada, y peligró de ser
juzgado. Incluso los protegía de los deseos de venganza de los que habían
perdido parientes en la guerra.
Algunos
acontecimientos muestran las sucesivas pruebas y los peligros que pasó. Su casa
paternal, la vigilaban siete u ocho sublevados (comunistas) durante unos meses
y Arsenio se escondía en una casa turca. Otras veces en el período invernal con
nieve se escondía en el campo o en el bosque. Una vez los sublevados le
llevaron hasta Macedonia para trabajos forzosos. Otros dos meses se quedó en
casa de su hermana Cristina en Ioanina. Entonces les visitó un amigo suyo que
se había hecho evangélico. Dejó una maleta con libros heréticos. Cuando Arsenio
los vio, dijo a su hermana que los quemara porque contienen mucho veneno.
En
la batalla de Kónicha colaboraba voluntariamente con el cuidado de los heridos
y con el entierro de los muertos.
A.2,10 Apoyo de su familia
Arsenio
veía a menudo llorar a su madre y entristecerse mucho por sus hermanos que
estaban en la guerra. Él era su apoyo y su consuelo. No buscó comenzar como monje
en este período tan difícil, porque era muy necesaria su presencia. “Xenitía”
(exilio, emigración) no es que yo me
acomode y los demás se conviertan en cemento”, diría más tarde el Yérontas. Por
supuesto que continuó luchando, pero pospuso “hasta pasado un tiempo” el
“atribuir sus bendiciones al Señor” según el Salmo 115. 5,9.
**Ξενιτεία xenitía ver
sobre esta virtud en las segunda parte: B.1.1
Se
hizo cargo de todos los trabajos agrarios de la casa, los cuales eran muchos.
Contrataron a un empleado, pero era un poco sinvergüenza. El empleado montaba al
caballo y Arsenio iba a pie. El empleado parecía el jefe y Arsenio el empleado.
Nunca le dijo que se esforzase, aún ni que trabajara, sino que él trabajaba
mucho y el empleado sólo cuando tenía ganas. Cuando iba a sacar a los animales
a pastar, les quitaba sus albardas e iba a pie. Prefería cansarse y sufrir él
mismo, en vez de cansar y fatigar a los animales. Cuando le preguntaban por qué
les quita las albardas, respondía que lo hacía para que no se enganchasen en las
ramas. En el tiempo de la cosecha, cuando los otros al mediodía descansaban, él
se iba y recogía espigas para dar de comer a su pequeño caballito. Los higos,
en vez de comerlos él mismo, se los daba a los animales. Pensaba más en los
animales que en sí mismo.
****
Aunque
la guerra hizo a Arsenio posponer su partida, su celo (entusiasmo) no se
debilitó ni se enfrió. En sus luchas y áscesis añadía otras nuevas más altas.
Veía las cosas nacionales en muy mal estado. En poco tiempo sería llamado a
servir a la patria.
En
la ermita de Santa Bárbara suplicó a la
Panaghía: “Panaghía mía, que me fatigue, que esté en peligro, pero que no mate
a ninguna persona, y que sea digno de hacerme monje”.
Entonces
hizo el voto, que si la Panaghía lo protegía en la guerra, serviría durante
tres años a su monasterio, el cual había sido quemado por los alemanes, y que ayudaría
a construir de nuevo el Santo Monasterio de Stomio.
3,1 Radiotelegrafista filótimo espléndido
3,2 Calamidades
3,3 Las ascesis y experiencias
3,4 Sacrificio por los demás
3,5 Ayuda desinteresadamente y es calumniado
3,6 Salva su unidad de soldados
3,7 Auto-sacrificio
3,8 Ora entre balas
3,9 Desobediencia a un blasfemo
Radiotelegrafista filótimo espléndido
El
20 de Abril del año 1948 fue llamado
para servir a la patria. Se presentó en Corinto, después de dos días fue
reclasificado al Centro de Enseñanza Básica de Trípoli y le adjudicaron la
especialidad de operador del radiotelégrafo. Después fue trasladado a la ciudad
de Agrinio. Allí le preguntaban:
- ¿A
qué conocido tienes, que te han dado una especialidad tan buena?
-No,
no tengo ningún conocido.
-Vaya
hombre, no vengas con éstas.
-E…,
a Dios, respondía.
Y
realmente “el Señor estaba con él, y fue varón próspero” (Gen 39,2).
Su
agapi hacia los demás llegaba hasta el sacrificio. Hacía sus servicios,
trabajaba mucho. Cuando alguien pedía permiso de salida, Arsenio bien dispuesto
le sustituía. Muchos se aprovechaban de su bondad y le tomaban por tonto. Pero
él mismo sentía alegría por el sacrificio y a la vez encontraba la ocasión de
quedarse solo y orar. Su comandante le decía: “Qué pasa con este hombre
(Arsenio). No quiere descansar nunca”.
Una
vez tenía fiebre una fiebre de 39,5 pero no pidió la baja del servicio.
Finalmente no aguantó y se cayó al suelo mareado. Los otros soldados lo
pusieron en la camilla para llevarlo al hospital, y le llamaban irónicamente:
“Eh, Benedicto, Acacio (sin maldad)”. Habían entendido que se haría monje. Pero
la ironía poco a poco se transformó en aprecio y admiración. Su forma de vida,
su gran agapi y su carácter íntegro, los había alterado. No le consideraban ya
como un tonto, sino como un tesoro y bendición para el cuartel.
De
todas formas su especialidad de radiotelegrafista le liberó de su participación
con armas en la guerra, y así por gracia divina, fue protegido de matar alguna
persona. Auguraba también su futura especialidad como monje, en mandar mensajes
y señales a Dios (orar).
3,2 Calamidades
La
compañía militar a la cual servía realizaba operaciones de guerra y las
calamidades que pasaron parecían increíbles.
Confesaba
que una vez se había acabado la comida y comían copos de nieve. Otra vez se
quedaron sin comer durante quince días y sobrevivieron comiendo castañas
silvestres. A menudo sufrían de sed. Se obligaban a beber agua estancada en
huellas que dejaban los animales. El mayor enemigo era el frío. Dormían en
tiendas de campaña y por la mañana se despertaban enterrados en la nieve;
contaban cuántos habían muerto por congelación. Una mañana, cavando con el pico
en la nieve, sacó a veintiséis resfriados por congelaciones. Una vez se quedó
tres días en la nieve y enviaba señales a la Comandancia. Él mismo sufrió
congelaciones. Las carnes de sus pies se le pelaban. Le mandaron al hospital,
pero Dios ayudó para que no le fueran amputados. Otra vez un mulo le dio una
coz. El golpe fue muy fuerte. Su pecho se puso negro y se veían las señales de
las herraduras. Cayó al suelo desmayado y cuando volvió en sí, continuó el
camino.
Se
alegraba de mojarse por la lluvia, de pasar frío, de cansarse él mismo, para
que no se fatigasen los otros.
Algunos
soldados cuando hacían algún estropicio, para justificarse ellos echaban la
culpa a Arsenio. El oficial le regañaba, y él, para no dejarlos en evidencia,
aguantaba silenciosamente las reprimendas.
Sin
embargo el Capitán le apreciaba y le tenía confianza. En las misiones difíciles
mandaba a Arsenio, porque conocía que era muy capaz y llevaba a buen fin lo que
le encargaban.
Sólo
una vez pidió permiso y fue a su casa. Allí enfermó, perdió mucha sangre y fue
ingresado en el hospital durante quince días. Cuando se recuperó, volvió al
cuartel.
3,3 Las ascesis
y experiencias
Dentro
de estas fatigas hacía, también lucha espiritual. Ayunaba y oraba. Por regla
general comía la mitad de la comida, y cuando sonaba la campana para dormir,
Arsenio subía a la terraza del edificio y comenzaba la oración. En su tiempo
libre leía libros con contenido religioso ortodoxo o rezaba. No participaba en
los festines de los soldados. Sus salidas eran sólo para ir a la Iglesia y a
escuchar homilías.
“Hubo
un período”, decía, “en que pasaron cinco meses sin ir a la Divina Liturgia,
porque no había sacerdote ni Iglesia en las montañas. Después cuando el Oficial
me mandó a la ciudad de Agrinio para buscar recambios para el radiotransmisor,
en el camino por donde iba pasé por fuera de una Iglesia y dentro se hacían las
Salutaciones. Me santigüé, me prosterné, y se me saltaron las lágrimas.
“Panaghía mía, ¿cómo he terminado así?”, dije. ¡Quién iba a pensar que más
tarde economizaría Dios para tener una capilla hasta en el interior de mi
Kalivi!” Y por eso glorificaba a Dios desde las profundidades de su corazón.
Comparando
las calamidades que pasó en el ejército con la ascesis que hacía como monje,
decía con autoconvicción: “Para Cristo no hice nada. Si esta ascesis (fatiga en
el ejército) la hiciera como monje, me habría ya santificado”.
Como
soldado vivió experiencias divinas. Una vez oraba en un lugar desértico y fue
arrebatado en zeoría-contemplación
espiritual. Confesó también lo siguiente: “Una vez que fuimos al campo de tiro
de la ciudad de Trípoli, vi una luz distinta salir de un barranco y esparcirse
por todo el campo de tiro, mientras era de día. ¡Estaba extrañado, qué podría
ser esta luz que los demás no veían! Más tarde entendí. Como allí se llevaban a
cabo ejecuciones de condenados a muerte y posiblemente habían sido ejecutadas
algunas personas inocentes, por eso apareció aquella luz increada. Dios me
protegió para que no me mandasen al pelotón de ejecución. Naturalmente, no
hubiese podido (matar)…”
3,4 Sacrificio
por los demás
La
mayoría de los soldados tenían espíritu de sacrificio, pero Arsenio no tenía
miedo ni de los peligros y ni de la muerte. Muchas veces estuvo a punto de ser
capturado y encaró la muerte de muy cerca.
Una
vez trataban de echar a suertes quién iba a ir al pueblo para adquirir
provisiones. “Iré yo”, dijo Arsenio. Le vieron los guerrilleros (comunistas), y
creyeron que era uno de los suyos. Tomó las provisiones y regresó otra vez.
Cuando
ponían a alguien hacer un turno o
patrulla, Arsenio le preguntaba: “¿Qué familia tienes? Si le decía, “estoy
casado, también tengo hijos”, decía, “bien; iba a la comandancia y cambiaba el
turno e iba él en lugar del otro.
Al
otro radiotelegrafista no le dejaba llevar a sus espaldas el radiotransmisor
telegráfico ni la batería, para que fuera libre en caso de peligro para poder
correr y salvarse. “En un combate de guerra”, narró, “había excavado un pequeño
hoyo. Viene uno y me dice: ¿Puedo entrar yo también? Nos apretamos y con dificultad
cupimos. Vino otro, lo dejé también entrar y yo salí fuera. En ese momento me
pasa un proyectil rozándome a mi cabeza. No llevaba el casco, sólo una capucha.
Toco con mi mano la cabeza, no veo sangre. La vuelvo a tocar, y nada de sangre.
El proyectil había pasado rozando mi cabeza y había afeitado sólo algunos pelos
e hizo una raya sin pelo de seis centímetros de ancho, pero no me hizo ni un
arañazo. Lo había hecho de corazón: “¡Mejor!”, dije, “que me muera yo de una
vez, en vez que se muera el otro, y después que me maten los remordimientos de conciencia durante toda
mi vida! ¡Cómo aguantaré yo después, cuando piense que podría haber salvado a
una persona y no lo hice!“. Y Dios naturalmente ayuda mucho al que se sacrifica
por los demás”.
3,5 Ayuda desinteresadamente y es
calumniado
Relató
el Yérontas: “Hice una recolecta entre los soldados y compré unos candiles y
candeleros para una ermita de san Juan el Precursor. Allí cerca estaba ubicado
el cuartel de nuestras dos legiones.
»En
el invierno vinieron unos transportistas, principalmente mujeres y niños con
los animales y nos trajeron provisiones. Como el tiempo había empeorado y comenzó a nevar, se quedaron a pasar la
noche en tiendas improvisadas hechas de pinos.
»Un
subteniente bestia intentaba intimidar a una joven. Ella pobrecita prefería
morir antes que pecar. Se marchó y la acompañó una mujer anciana. Caminaban por
la nieve y se encontraron con la ermita pero la puerta estaba cerrada. Se quedaron
fuera bajo el cobertizo temblando de frío.
»La
misma noche me vino un loyismós compulsivo de ir a encender los candiles de la
ermita. La nieve había llegado a los ochenta centímetros más o menos. Fui y sin
saber lo que antes había pasado, encontré fuera de la ermita a las dos mujeres
amoratadas por el frío. Las entregué un guante a cada una, abrí la puerta,
entraron dentro y una vez que volvieron en sí mismas, me contaron lo que les
había pasado. “Yo”, dijo la joven, “hice lo que pude; a partir de allí que Dios
haga el resto”.
»Las
compadecí a las pobres y espontáneamente las dije: “Se acabaron vuestras
fatigas; mañana estaréis en vuestras casas”. Y así sucedió.
El
subteniente, cuando supo que Arsenio las había ayudado y se salvaron, quizás
para cubrir su sentimiento de culpabilidad y remordimiento, acusó falsamente a
Efnepidis de poner en la Iglesia a los transportistas con los mulos. Le llamó
el Capitán general para dar explicaciones. “¿Tan inconsciente soy, señor
Capitán, como para poner los mulos a la Iglesia?, le dijo. Sin embargo no reveló
el caso del subteniente; dio explicaciones sólo porque le acusaron de
despreciar la casa de Dios.
3,6 Salva a su
unidad de soldados
Confesó
el Yérontas: “Una vez nuestra doble unidad fue rodeada de mil seiscientos
rebeldes (comunistas) en una fortaleza natural de roca. Todos los soldados
transportaban municiones y el Capitán me llamó a mí también, para que dejase la
emisora radiotelegráfica y transportase también munición. De hecho, me amenazó
con la pistola. Creía que yo me quería librar de transportar, por eso
supuestamente quería esconderme.
»Transportaba,
pero me iba también a la emisora e intentaba conectar con la base del Cuartel.
Entonces, después de muchos intentos, conseguí conectar y di a entender que
estábamos en situación difícil. El día siguiente, mientras los rebeldes estaban tan cerca que se oían sus insultos, vino la aviación y
los esparció.»
Este acontecimiento lo contaba más tarde el
Yérontas como un ejemplo cuando le preguntaban: “¿Qué ofrecen los monjes en el
desierto? Respondía: Los monjes son como radiotransmisores de la Iglesia.
Cuando toman contacto consciente con Dios por la oración, entonces viene Dios y
ayuda mejor. Una sola escopeta no hacía nada, sin embargo, cuando vino la
aviación, se decantó el combate”.
3,7
Auto-sacrificio
Arsenio de Korfú, monje en la actualidad, y
por entonces Pantelís Tzekos, soldado compañero del Yérontas, nos narra:
“En
Lepanto, mientras recibía una señal de Patras, se acercó Arsenio y me dijo:
-¿Sabes?,
somos hermanos.
-¿De
dónde somos hermanos?
Me
muestra los dos dedos gordos y me dice:
-Tenemos
los mismos dedos, son semejantes los tuyos con los míos, por eso somos
hermanos”.
Se
unieron en amistad fraterna y una vez que la vida de Arsenio de Corfú estaba en
peligro, el Yérontas le salvó. La narración es auténtica del señor Pantelís,
solo que es interrumpida por la abundancia de lágrimas de emoción y de
agradecimiento por su amigo y salvador:
“Estábamos
en una batalla cerca de Lepanto. Cuando retrocedíamos, ya que tenían más
fuerzas los rebeldes (comunistas), en un momento resbalé y me di un golpe,
porque tenía a mis espaldas una emisora que pesaba mucho. Cuando los soldados
llegaron a la línea que habían definido nuestros oficiales, Arsenio ( Paísio)
vio que yo faltaba. Descarga su emisora y corre. Le llamaban los oficiales y
los soldados: “¡Déjale, ese ya se ha
perdido! Se acercó a mí, me puso a sus
espaldas y me llevó a las líneas traseras. Cuando me recuperé escuché al
subteniente Buduris ( a Paísio): “Tú tienes un Santo que te ayudó y ayudaste
también a este”. Pregunté: “Chicos, ¿qué
ha pasado? Y me explicaron que allí donde caí estaba a cien metros de la línea
de los rebeldes y doscientos metros de nuestra línea.”
3,8 Ora entre
balas
“Un
día”, continúa Pantelís, “estábamos encima de una altura que se llamaba
“asesina”. Nos habían rodeado los rebeldes y no podíamos escaparnos por ninguna
parte, porque no había salida. Arsenio estaba de pie. Las balas caían y
silbaban. Yo le cogía del abrigo y le tiraba para que cayese al suelo, pero no
se doblaba por nada. Él miraba hacia las alturas y tenía sus manos así,
cruzadas. ¡Eh! parece que el Omnipotente tuvo compasión de nosotros, y en algún
momento vinieron los aviones y abrieron el camino. Cuando nos marchábamos, le
digo:
-Pero
bien, hermano mío Cristiano, ¿por qué no te doblabas?
-Estaba
orando.
-¿Orando?,
le pregunté con gran sorpresa.
¡Qué
fuerza tenía su oración y cuán grande era su fe, de modo que desafiaba las
balas! Lo más posible era que estuviese rogando a Dios para que fuesen salvados
los demás y muriese él mismo. Por eso estaba de pie y descubierto. Y el justo
Dios, viendo su auto-sacrificio, le salvó junto con los otros.
3,9
Desobediencia a un blasfemo
Relató
el Yérontas un acontecimiento que sucedió cuando le quedaba poquísimo tiempo
para acabar el servicio militar: “Volvíamos de la ciudad de Florina, una vez
terminada la guerra. En el camino escuché a un subteniente blasfemar las cosas divinas. Me acerqué y le
dije: “Desde este momento me niego a obedecer cualquier mandamiento tuyo,
porque blasfemando las cosas divinas, ha ofendido mi fe y mi juramento
(patria-religión-familia)”. Escuchando estas cosas el subteniente se ofendió y
me llamó insolente. Cuando más tarde me dijo: “Te ordeno”, respondí: “Te lo he
dicho hace un momento que a partir de ahora no obedezco a tus mandamientos”. El
subteniente entonces le dijo: “Consideremos este tema como terminado”.
»Cuando
llegamos al cuartel, fui sin retraso y comenté lo sucedido al Capitán general.
Aquel me dijo que negarse a realizar un mandamiento del superior conlleva a la
corte marcial (a declarar ante el tribunal militar). Volví a decir que de
ninguna manera obedeceré a los mandamientos del subteniente, porque blasfema a Dios, ante el cual los dos hicimos
juramento. Y dije con indignación: “Es necesario obedecer a Dios antes que a
los hombres” (He 5,29)..
Arsenio,
una vez hubo servido a la Patria, recibió la carta de libertad del Ejército el
21 de Marzo 1950, desde el pueblo Makrakomi de la ciudad de Lamía.
Cuando
se despedía de su amigo Pantelís, éste le invitó a que se instalaran juntos en
la isla Korfú, a hacer cada uno su casa allí y crear una familia. Arsenio se
negó, diciendo que se haría monje.
Acabó
su servicio militar y ahora deseaba otro ejército, su incorporación a la legión
monacal, para servir al Rey celeste.
A4 BÚSQUEDAS Y PREPARACIÓN
4.1 Primera visita a la Santa Montaña Athos
4.2 Trabajo y preparación
4.1 Primera visita a la Santa Montaña
Athos
Arsenio
permaneció poco tiempo en Kónicha y después visitó la Santa Montaña con las
vestimentas de soldado. La primera noche fue hospedado en la Kelia de la Laura
de san Juan el Evangelista que está un poco más abajo del Monasterio
Kutlumusio. Buscaba encontrar un Yéronta a quien someterse. Visitó muchas
Kelias, Casetas y Skitis, porque declinaba hacia la vida hisijasta. Allí donde
oía que había Yérontas iluminados, corría cerca de ellos como la abeja a las olorosas
flores.
Pero
fue fatigado por algunos celotes fanáticos sin discernimiento. Creía que los
llamaban celotes, porque tenían mucho celo y luchaban mucho. Pero estos le
marearon y querían volver a bautizarlo, a pesar de que estaba bautizado por San
Arsenio por el antiguo calendario.
A un
Yérontas celote que fue para quedarse, no encontró reposo, porque oían
canciones por la radio y sus vidas no eran tan espirituales. Cuando quiso
marcharse, le coaccionaban para que no se fuese. “Si te marchas”, le decían,
“irás al infierno. El que deja su metania no va al Paraíso”. Arsenio lo creía y sufría. Pero harto de esto,
al final se cansó y se marchó.
Visitó
una Kelia en Kafsocalivia (sur de Athos) y se quedó por una temporada. Pero estos
también eran celotes fanáticos. Cuando hacían el oficio litúrgico, a Arsenio le
sacaban fuera de la Iglesia para no contaminarse, como creían. El Yérontas de
esta Kalivi a pesar de que tenía a su servicio a un monje a él subordinado, le
rogaba: “Arsenio, quédate para ayudarme en mi vejez y cerrarme los ojos”. Por su agonía y sus fracasos por encontrar un Yéronta
al que obedecer y que le informase interiormente, una noche decidió no dormir.
La pasó en oración y haciendo metanias (prosternaciones, geniflexiones). Por la
mañana le dijo el monje subordinado al Yérontas: “Toda noche golpeabas con el
pie en el suelo de madera, para emocionarnos y hacernos creer que hacías
metanias”. Arsenio no dijo nada. Pero se extrañó de este tipo de loyismí que
tenía el hermano.
Yendo
hacia Santa Ana, cuando llegó a la “Cruz”, se equivocó de camino y subió hacia
la cima de Athos. Entonces encontró un anacoreta con su rostro iluminado y con un
raso (sotana) viejo lleno de parches y conversaron, (Padres Aghioritas, p.46-47).
En
Santa Anna vio al Obispo de Militúpolis, Ierotheo. Por la fatiga y la preocupación que sufría,
se había quedado casi en los huesos. Cuando el virtuoso Jerarca le vio en este
estado, le recibió con agapi y le sirvió comida sirviéndole también un vaso de
vino.
-Venerable
Ierotheo, no puedo beberlo.
-Bébetelo,
te hará bien, dijo, y lo santiguó.
Ierotheo
le aconsejó adecuadamente y le dio su bendición.
En la
Nueva Skiti rogó al Padre Neófito de la Kalivi de San Demetrio que se quedara
con él por un de tiempo, para ver qué iba hacer, porque estaba en tal estado
que no podía tomar ninguna decisión. Se quedó por un tiempo para recuperarse de
las fatigas. Allí supo sobre el anacoreta Serafín ((Padres Aghioritas, p.44-46), quien se hizo monje en aquella Kalivi
y después subió a una cueva de Athos.
Se
movía con sencillez y naturalidad. A cada uno que le preguntaba, le decía su
loyismós y sus disposiciones, y esto le fatigó mucho.
Escribía
más tarde: “Me fatigué mucho como principiante hasta encontrar lo que deseaba.
Naturalmente nadie tiene la culpa sino la multitud de mis pecados (para saldar
algunos), como también al ser de pueblo, fue ésta la segunda causa de
fatigarme, porque me fiaba de cualquiera que encontraba. Agradezco a Dios por
todo, porque todo me ha beneficiado mucho” (Cartas
p. 17-18).
Y comentaba:
“Al principio, hasta sacar alas espirituales, nadie me ayudó, todos me
empujaban por aquí y por allá. Después encontré Santos”.
Aunque
no consiguió lo que buscaba, la fatiga que sufrió le benefició y le enseñó
mucho. Y ya que peligró en perder lo poco de lo que le quedaba de cerebro, como
decía, tomó la decisión de regresar al mundo por motivos familiares.
Entonces
recibió una carta de su padre pidiéndole ayuda. Su hermano mayor se había casado
y su padre pasaba dificultades. Arsenio correspondió al llamamiento paterno
porque tenía un profundo sentimiento de responsabilidad y de sus obligaciones
frente a su familia y principalmente frente a sus hermanos pequeños.
Sin
embargo tenía una psique valiente. Su visita a la Santa Montaña sin resultado
no debilitó su celo o entusiasmo ni borró sus esperanzas.
4.2 Trabajo y preparación
Comenzó
a trabajar otra vez como carpintero en Kónicha y en los pueblos de alrededor.
Apoyaba económicamente a su padre y le ayudaba en sus trabajos del campo. A su
hermana pequeña la compró una máquina de coser y la regaló 50 liras para la
preparación de su boda.
Hacía
a escondidas caridad a muchos pobres. Ayudaba a familias que habían perdido
seres queridos en la guerra. Les fabricaba puertas y ventanas sin cobrarles.
Todos le amaban.
Su
vida en el mundo era una lucha continua y preparación para la vida monástica.
Por
el día trabajaba intensamente y ayunaba, y la mayor parte de la noche estaba en
vigilia con oración y salmodias haciendo metanias. Vivía en un sótano húmedo y
para mayor ejercicio dormía en el suelo de cemento. Después del cansancio
justificado de las arduas tareas del día, su cuerpo buscaba un poco de descanso.
El esplendido, pundoroso e indulgente Arsenio consideraba que su descanso
estaba justificado sólo cuando tuviera los pies cortados. Así se esforzaba a sí
mismo y luchaba con pundonor y valentía.
Después
del servicio militar no probó más la carne. Se justificaba ante los demás diciendo
que le daba asco, pero en realidad lo evitaba para acostumbrarse a las
condiciones de la vida monástica. Vivía en el mundo pero luchaba y se
comportaba como si fuera un monje. Había dejado también su barba. Iba y se
quedaba en tranquilidad o hisijía en una choza en la punta de un barranco, pero
cuando le descubrieron, la abandonó. A menudo se quedaba en la casa de un amigo
que tenía una capilla dedicada al
Neomártir San Jorge de Ioanina. En este período pasó una Gran Cuaresma, 40
días, luchando en un monasterio del Peloponeso.
En
los pueblos en los que trabajaba era muy cuidadoso; hablaba poco y en el
trabajo salmodiaba interiormente en voz baja. Cuando no encontraba comida de
ayuno, pasaba todo el día con vegetales, sin aceite.
A
sus parientes les decía que se haría monje, pero por sensibilidad hacia ellos
para que no se sintiesen mal pensando
que estaba allí por ellos, hacía ver que aún no estaba preparado, aunque fueran
ellos la causa de su retraso y de su permanencia en el mundo.
Puso
en orden todas sus cosas como hombre en el mundo, sin dejar asuntos pendientes.
Decía: “Cuando me marché para hacerme monje, nadie podía decirme algo, dando a
entender que ha cumplido íntegramente con sus deberes y obligaciones hacia su
familia.
En
Marzo de 1953 Arsenio estaba ya preparado para realizar su tendencia,
manifestada desde muy joven, hacia al monaquismo. Después de ardiente oración,
escogió de entre los tres casos, dirigirse otra vez hacia la Santa Montaña
Athos.
Α5 CENOVIATA EN EL MONASTERIO DE ESFIGMENO
5.1 Impedimento antes de su marcha
5.2 Cenobita en el Monasterio de Esfigmeno
5.3 Prueba y servicios
5.4 Luchas de principiante
5.5 Me torturó la agapi de los míos
5.6 Manifestaciones demoníacas
5.7 La oración y bendición al recibir la sotana
5. 8 Ve al Cordero coleando
5.9 Trabajador níptico
5.10 Obediencia sangrante
5.11 Visita de la Divina jaris energía increada
5.12 Marcha hacia la hisijía
5.1 Impedimento antes de su marcha
Mientras
trataba de ir a la Santa Montaña Athos, sucedió lo siguiente: Lo que había
ahorrado lo repartió entre los pobres y se quedó sólo con los gastos para ir a
la Santa Montaña. Entonces un labrador pobre le rogó que le ayudara a comprar
un buey, porque se había muerto el suyo. Arsenio afrontó el hecho con
discernimiento. Dijo al labrador: “Perdóname pero ahora no puedo ayudarte”.
Si
le hubiese entregado el dinero, habría significado una nueva demora de su
despedida, hasta que reuniese otra vez el dinero para los billetes. Esto es lo
quería también el diablo. Mientras que su corazón sensible se compadeció del
labrador, su discernimiento le dictó otro modo de afrontarlo. “Dimitió del
bien, para mayor bien” (Escalera, Logos hacia Pimín, 74)
5.2 Cenobita en el Monasterio
Esfigmeno
De
su primera visita a la Santa Montaña le había quedado la experiencia y la
gnosis-conocimiento. En efecto, pensó con discernimiento ir una temporada a un
monasterio cenobita, para sacar alas espirituales. Pensaba ir al Monasterio
Kostamonitu para probar, porque había oído que es un Monasterio hisijástico y
ascético. Pero como el mar estaba agitado por la parte oeste de Athos, vino por
la parte norte –lo consideró como economía de Dios- y fue al Monasterio
Esfigmenu. (Entonces aún no se había convertido en celote). Fue admitido por el
Higúmeno Kalíniko, dio gracias y comenzó la prueba.
El
Monasterio tenía buen orden y padres luchadores. Además de los largos oficios, había
también servicios fatigosos y cánones o reglas para la kelia-celda. Decía el
Yérontas: “Para terminar una cuaresma en Esfigmeno, era un verdadero Gólgota.
Solo un plato de una comida hervida en agua para las veinticuatro horas. Era el
Monasterio cenobita más duro. La primera semana de los Ayunos (o Cuaresmas) todos
los Padres se quedaban casi todo el día en la Iglesia.”
Confesó
más tarde: “Cuando estaba en el Monasterio cenobita, fui ayudado mucho por un
Padre. No hablaba nada. Sentía la necesidad de hablar con el Cristo. No tenía
ganas de hablar con los hombres. Con sólo verlo, ya bastaba. Me ayudó más que los
martirologios. Por una falta no tomaba la comunión durante tres años, mientras
que su falta no era más que para un canon de veinte días. Sin embargo los
monjes cuando están en tal estado no hablan, aunque se alteren los mundanos que
los ven. Este es el kerigma de los monjes”.
En
el Monasterio entre los padres virtuosos había también otro luchador piadoso, a
quien admiraba. Arsenio sin celo ni envidia oraba a Dios y le rogaba que el buen hermano se hiciese semejante al Santo
que lleva su nombre, y el mismo llegar al estado espiritual de este monje
virtuoso. Se veía a sí mismo como inferior a todos.
5,3 Prueba y servicios
El
joven novicio progresaba con alegría en los esfuerzos de la vida cenobita. Al
principio lo pusieron como ayudante en el comedor y en el horno de pan. El
amasamiento era muy agotador. Amasaban con las manos en grandes amasaderas con
gran cantidad de harina. La mano tenía que bajar hasta abajo para cortar la
levadura.
Más
tarde le colocaron en la carpintería, porque conocía el oficio de carpintero.
Todo el día sin comer lijaba castaños
con la lijadora manual. Para cada trabajo era hábil, muy capaz y rapidísimo.
Incluso también las albardas de los animales del Monasterio las hacía “como
muebles”.
Arsenio
por filótimo, pundonor y buen ánimo pidió bendición, cuando había muchos
visitantes, para ayudar también en el salón de visitas. También era responsable
de dos ermitas fuera del Monasterio. Cada día encendía los candiles, los
cuidaba y se encargaba de que se celebrara la Divina Liturgia de vez en cuando.
5.4 Luchas de principiante
Teniendo
como prototipo o modelo a los santos Padres intentaba imitarlos. Puso como
cimiento de la vida monástica la humildad y la obediencia y se entregó a luchas superiores probando su resistencia.
Durante
el día se cansaba corporalmente y por la noche permanecía sin dormir
glorificando a Dios. Sentía un gran cansancio pero era perseverante a la
ascesis. Continuamente añadía nuevas luchas, siempre con la bendición y el
seguimiento por el Higúmeno. Todo lo hacía con disposición alegre.
Decía
que: “Hacíamos trabajo duro en el torno todo el día. Por la noche iba a la sala
de visitas y ayudaba hasta la hora 10 o 11 (según el rito bizantino, la 1ª hora
es la de la puesta del sol, a las 6 de la mañana; la hora 10 o 11, por lo
tanto, las 16 o las 17 de la tarde). No me quedaba tiempo ni para las cosas
espirituales. Por eso cuando a continuación iba a mi celda, no dormía; sólo
ponía un cuarto de hora mis pies en alto para descansar un poco y que bajase la
sangre (que se acumulaba por las muchas horas de pie). Después me quedaba de
pie en una palangana con agua, para no tener sueño, y hacía los komposkinis.
Dormía media hasta una hora y después iba al oficio litúrgico para leer
Medianoche. Y como tenía el loyismós de que quizás no podría conseguir hacer
los deberes de monje de gran hábito, pedí la bendición del Higúmeno y me la
dio, para hacer el canon del gran Hábito desde novicio, no por egoísmo, sino
por si acaso no pudiera corresponder a las obligaciones del gran Hábito. Estas
cosas no las hacía por soberbia. “Si no puedo”, decía, “pues, que no me
autoengañe a mí mismo”.
En
la Iglesia nunca se sentaba. Estaba de pie junto al asiento. Alguna vez le
entraba sueño e inmediatamente sacudía la cabeza.
En
el invierno no encendía fuego. Tenía tanta humedad en su celda, que el moho se
hacía como algodones en las paredes. El frío era insoportable, tenía una piel
con la que hacía las albardas, y lo
enrollaba en sus pies. Dormía para hacer ascesis debajo las baldosas y otras
veces en los ladrillos que “eran más filántropos”.
Trabajaba
fuera con el frío sólo con su “raso interior” y por dentro ponía papel para que
le protegiese un poco.
En
el comedor no comía toda la comida. Siempre dejaba un poco y cuando había queso
lo tapaba con la comida y no lo comía. Antes de la Gran Cuaresma el Monasterio tenía
como regla entregar a todos los Padres un cartón de leche. Y Arsenio aquella
leche no la bebía, sino que se la daba al anciano Nikita que tenía principio de
tuberculosis. En el ayuno las judías no las masticaba bien, para que tardasen
en digerirse y aguantasen así un poco más.
Poco
a poco comenzaron a ser percibidas por los padres su ascesis y su devoción. Los
sacerdotes preferían que Arsenio salmodiara en las ermitas fuera del Monasterio.
5.5 Me
torturó la agapi de los míos
Como
si no bastara con la ascesis y el cansancio de los servicios, tenía también al
diablo que le afligía con distintos loyismí. Encontró el punto sensible, su
gran agapi hacia sus parientes. Decía más tarde: “Al principio me torturó el
diablo con el recuerdo de los míos. Unas veces me traía a la memoria a mi madre
y a otros parientes. Otras, me los presentaba en el sueño enfermos y otras
veces muertos. El responsable de los servicios o diácono me veía triste y me
preguntaba qué me pasaba. Iba y me confesaba al Higúmeno y me pacificaba. Para
el monje al principio es penoso salir de su pequeña familia y entrar en la gran
familia de Adán, de Dios.”
5.6 Manifestaciones demoníacas
Al
diablo no le era suficiente con la guerra de los loyismí, ya que no podía con
éstos parar la combatividad de Arsenio. Se presentaba también sensiblemente. Le
veía con sus propios ojos y conversaban. La tentación (diablo) intentaba de
cualquier manera a asustarlo y obstaculizar sus luchas. Se ve que con su
experiencia entendía qué y quién llegaría a ser este principiante.
El
novicio Arsenio no se perturbaba ni temía por la presencia del diablo. Decía:
“Que vengas a menudo, me haces bien. Me ayudas a acordarme de Dios, cuando le
olvido, y a orar.”
Más
tarde comentaba el Yérontas: “¡Cómo se iba a quedar la tentación! Desaparecía
inmediatamente. No es tonto provocando coronas para el monje”.
-
Yéronta, cuando dice tentación, ¿se refiere a los loyismí?, le preguntó con
ingenuidad un monje.
-¡El
diablo es tentación! ¿Entiendes? ¿Qué loyismí?, nada tiene que ver.
El
novicio Arsenio con su destreza “venció la mala astucia de los demonios por
invención humana” (Escalera 4,21)
5.7 Bendición u oración de la sotana
El
27 de Marzo de 1954 después de la requerida prueba fue ordenado monje. Recibió
la bendición mediante la oración para llevar sotana y el nombre de Aberkio. El
Higúmeno le ofreció tomar el Gran Hábito, pero no aceptó. Dijo: “Aunque podía
hacerme inmediatamente monje del Gran Hábito, porque me dijeron: -Tú has
terminado el servicio militar, nada te lo impide -, y respondí: “Me basta la
bendición de la sotana de simple monje”. Se consideraba a sí mismo indigno,
pero tampoco quería comprometerse con las promesas del Gran Hábito, a causa de
su agapi por la vida hisijasta que tanto deseaba.
5. 8 Ve al Cordero retorciéndose
Relató
el Yérontas: “Ayudaba a la Iglesia como eclesiástico en las vigilias. Una vez
estaba en el Altar y observaba al sacerdote que hacía la proscomidia (ritual mediante el cual se preparan
los dones del pan y del vino, que juntos hacen la materia del sacrificio
eucarístico.) Entonces me sucedió algo. En la frase, “se sacrifica el Cordero
de Dios”, vi el Cordero encima del Disco retorciéndose como cordero que lo
sacrifican. ¡Cómo me iba a atrever a acercarme otra vez! Por eso el misterio
comienza desde antes…”, (a pesar de que algunos digan que empieza después).
5.9 Trabajador níptico
Desde
este período comenzó a guardar apuntes de todo lo que leía. Lo que le ayudaba
en su lucha, lo copiaba en un cuaderno e intentaba hacerlo praxis. Su lucha y
guerra invisible interior era: poco estudio práctico de las escrituras
ascéticas, mucha atención, oración incesante y persistente esfuerzo para la
catarsis de los pazos y la adquisición de la divina jaris (energía increada
jaris).
Pero
también en su trabajo, tanto en su propio servicio como en los trabajos en
común con todos los monjes (pankiniés),
intentaba no interrumpir la oración. Trabajaba rápida y silenciosamente. El
anciano Gerásimo del Monasterio Kutlumusio, antiguo compañero cenobita, me
relató: “Nosotros trabajábamos en los trabajos comunes-pankinés, hablábamos, reíamos, pero él nada. Trabajaba aparte y
evitaba la charlatanería y las críticas. Era un monje muy cauteloso”.
Una
vez el Monasterio envió a unos Padres, entre los cuales estaba también Aberkio
(después Paísios), fuera de las fronteras de la Santa Montaña para plantar
álamos en un terreno. Al lado había un camino por el que pasaban varios laicos.
El padre Aberkio (Paísios) impuso el loyismós a no ver a nadie con sus ojos, y
realmente lo consiguió; semejante hazaña la logró también con el abad Isidoro
de la Skiti, que fue a Alejandría y no vio a nadie sino sólo al Patriarca, (Gerontikón,
pag 50 v.8). Sus ojos estaban abiertos sólo para ver ejemplos buenos de padres avanzados
espiritualmente y así ser beneficiado.
5.10 Obediencia sangrante
Relató
el Yérontas: “Había en el Monasterio un hermano carpintero, que los padres lo
aceptaron por necesidad, porque aunque al principio el Monasterio tenía siete
carpinteros, al final no tenía ninguno para pequeños trabajos. Como le
necesitaban, le permitieron también tomar iniciativas. Se le habían subido
mucho los humos y no respetaba a nadie. El que iba con él como aprendiz del oficio,
no pudo quedarse más de una semana. Yo, por la jaris de Dios, me quedé dos años
y medio. Lo que he padecido no se puede decir. ¡Pero cuánto beneficio tuve!
Insultaba, gritaba continuamente. No veía bien y cuando me decía que hiciese
algo, que yo veía que era un error y después deberíamos rectificarlo y poner
parches, si me atrevía a decirle algo, gritaba: “¡Aún no lo has entendido, tú
sólo dos palabras tienes que decir! “Bendiga” y “bendito sea”. Me callaba.
Salían torcidas. Hacíamos ventanas para la Iglesia con parches. Si le
preguntaran los padres, yo me callaba; él estaba también en la reunión y si
quería, entonces podía confesar la verdad. De esta manera ponía un dracma
(moneda de Grecia anterior al euro) para el ahorro (es decir, sueldo
espiritual). Sufría de hemoptisis o expectoración de sangre y gritaba: “¡Qué
haces allí, trabaja, tú así morirás”. Cuando la situación empeoró, el médico dijo
que me quedara dos meses en el Hospital del Monasterio. Vino allí con gritos:
“Rápido vente abajo que no tienes nada”. Hice obediencia y empecé yendo hacia
la montaña a cortar castaños para hacerlos cuadrados. Tomé una senda distinta,
no me fui por el camino normal para que no me vean los padres y quedase mal
expuesto el anciano-I. En el camino se me abrieron las arterias y saltó la
hemorragia, por eso me ví obligado a regresar. Después vino al Hospital y me
preguntó severamente: ¿Por qué no has venido?
»No
puse ningún loyismós para el hermano. Pensaba que
Dios
permite estas cosas por agapi, para saldar algún pecado. Cuando estaba en el mundo,
Dios me había dado un carisma, hacerme buen carpintero. Venían a mí los hombres
y sin buscarlo, me llevaba yo el trabajo de otros. Todos corrían detrás de mí y
padres de familia se quedaban sin trabajo. Para evitarlo les decía: “tardaré,
tengo muchos pedidos” etc., pero ellos no se marchaban. “Esperaremos”, me
decían. Así ahora estoy saldando mis pecados. Finalmente, como fui tan
beneficiado por este hermano, el buen Dios le economizó. Se quedó ciego, no
veía nada, se humilló ante todos y se salvó. Me hizo escupir sangre, pero me
hizo ser humano”.
Los
santos Padres estimaban la obediencia como confesión. Pero para Aberkio
(después Paísios) la obediencia fue martírica, sangrante. Y sobre todo no al
Higúmeno, sino a un monje más mayor. Lo soportó todo con alegría y paciencia.
Cuando
los superiores veían fallos en las ventanas y le hacían observaciones, no se
justificaba diciendo que así me dijo el anciano-I, sino que se callaba y
soportaba las acusaciones injustas como si fuera culpable. Después el buen Dios
reveló la verdad. Los superiores entendieron lo que sucedía, y elogiaron la
virtud del principiante.
En
el Hospital el buen enfermero, para fortalecerle un poco, le daba de comer
nueces con miel. Allí el padre Aberkio (Paísios) se entristecía porque estaba
en la cama y no podía ayudar “a los padres y hermanos que sufrían fatigas”. El
enfermero le dijo: “Si haces komposkini, esto vale mucho más. Dios dará fuerza
a los padres y mandará también algunas bendiciones al Monasterio”. Así con filótimo se cansaba orando por todos los
hermanos.
Cuando
más o menos se había recuperado, el Higúmeno le dio la bendición para tener un
cacito para poder beber algo caliente y recuperarse. Buscando un camping gas
entre los Padres, se emocionó mucho porque nadie tenía. Una vez con dificultad
encontró un camping gas; y haciendo algo caliente en su kelia-celda, después le
molestó su loyismós. Tiró por la ventana al mar el cacito que era una lata de
conserva y encomendó su salud y a sí mismo entero en las manos de Dios.
5.11 Visita de la Divina jaris–gracia
energía increada
Un
hecho insólito vino a endulzar la rapidez de la ascesis, la visita de la divina
jaris (energía increada gracia). “Cuando se habían agotado las baterías (sus
fuerzas), narró un acontecimiento: una noche mientras oraba de pie, sentí que
bajó algo de arriba recubriéndome entero. Sentía un deleite y mis ojos se
hicieron como dos fuentes que corrían continuamente lágrimas. Veía y vivía sensiblemente
la jaris energía increada. Hasta entonces, emociones y cosas de este tipo había
sentido muchas veces, pero una cosa así era la primera vez que me sucedía. Fue
tan espiritualmente potente este acontecimiento, que se mantuvo, apoyándome, más o menos diez años, hasta que más tarde en
el Sinaí, viví situaciones superiores de distinta manera”. “La deidad, es
decir, la divina jaris (energía increada) de por sí misma, es decir sola, no se
nota si no viene a la psique lógica. De otro modo el fuego sensible no es
captado por los sentidos cuando no encuentra materia, ni tampoco el fuego espiritual
es captado por el nus, cuando no encuentra la materia de los logos-mandamientos
de Dios.” San Simeón el Nuevo Teólogo, “Logos 3, p. 38”
5.12 Marcha hacia la hisijía
Cuando
el p. Aberkio (después Paísios) vino al Monasterio, rogó al Higúmeno quedarse
un espacio de tiempo y después darle la bendición para la hisijía, y él lo
aceptó. Por supuesto que fue muy beneficiado por todos los padres y puso un
buen cimiento en aquel Monasterio con muchas hazañas, pero también su anhelo
por la vida hisijasta se hacía más intenso. Cuando oraba, su nus estaba raptado
en zeoría contemplación espiritual.
Su corazón estaba encendido “de las brasas del desierto” (Sal 119,4) y sentía
la llamada del desierto.
Pidió
la bendición para marcharse del Monasterio por motivos de hisijía. Dejó en el
Monasterio sus esfuerzos y su servicio,
sangre, sudores y lágrimas, y salió con la esperanza en Dios y en la Panaghía
para que lo conduzcan “en tierra desierta”.
Primero
fue y se prosternó y veneró el icono de la Panaghía Portaítisa en el Monasterio
Ibiron. ¡Se había alterado la forma de la Panaghía! ¡Se hizo muy dulce! De este
modo fue informado de que la voluntad de Dios coincidía con la suya para su
partida.
A6
EN EL MONASTERIO IDIORRÍTMICO DE FILOTHEU
6.1 Obediente al Yérontas
6.2 Servidor bien dispuesto y
luchador desapercibido
6.3 Loyismós de soberbia u
orgullo
6.4 Tentaciones
“tankalísticas-endiabladas”
6.5 Inventa la forma de ayuda
6.6 En Kónicha para terapia
6.7 La providencia de Dios
6.8 Monje de pequeño hábito
6.9 Relación con Padres virtuosos
6.10Bendiciones de la Panaghía
6.11Recibe apocálipsis-revelación
6.1
Obediente al Yérontas
En
la Skiti de Kutlumusíu de San Pantaleón, en la Kalivi de la Presentación,
estaba ejerciéndose el virtuoso Yérontas padre Cirilo. El padre Aberkios
(después Paísios) atraído por la virtud de Cirilo, de la cual había oído
hablar, fue y le rogó que le admitiera como subordinado. Y efectivamente lo
admitió. Luchaba junto con él y tenía la esperanza de quedarse siempre bajo su
obediencia.
Pidió
también la bendición de ir a Kónicha a traer a su hermano Luca, para hacerse
monje*.
-¿No
conoce el camino él para venir solo?
-Sí,
lo conoce.
-Eh,
entonces déjale que venga. Pero si viene, ayúdale y dale incluso hasta tu kelia
si hace falta.
* Según dijo el Yérontas su hermano
menor, Luca, “era muy piadoso y puro” y quería hacerse monje. Pero creía que,
si se hacía monje, debería luchar de un modo sobrehumano y hacer vida muy
severa, tal y como veía a su hermano (Paisio) hacer desde laico. Este tipo de
abnegación era imposible para él, porque era muy enfermizo y achacoso. Este
pensamiento le alejó de hacerse monje.
Mientras
que el padre Aberkios (Paísios) había encontrado “según su corazón” un Yérontas
santo y un puertecito tranquilo que le daban reposo, el diablo no se
tranquilizó, trayéndole distintas tentaciones. Aunque se había marchado del
Monasterio Esfigmenu con la bendición del Higúmeno, el representante de
Esfigmenu le dijo que regresara al Monasterio, porque era útil como carpintero.
Si no regresaba, le amenazaba con expulsarle de la Santa Montaña.
Entonces
el padre Cirilo le preguntó si tenía a algún conocido o pariente en algún
monasterio. Había en el Monasterio Filotheu un pariente lejano y compatriota
suyo, el padre Simeón, quien había conocido a San Arsenio. Le aconsejó ir junto
con el padre Simeón para protegerle, porque de otra manera no encontraría
tranquilidad.
Así
el padre Aberkios (Paísios), después de una breve, pero bendita permanencia con
el Yérontas Cirilo (del 22 Marzo hasta el 20 de Abril de 1955), le obedeció y
se fue a Filotheu que aún era un Monasterio idiorrítmico (singular, sin regla) y de
allí caminando iba a ver al Yérontas Cirilo y pedirle consejos sobre temas
espirituales. 12* En los
Monasterios idiorrítmicos, singulares o no sujetos a la regla, sólo era común
la vida del culto. No había Higúmeno o Abad, ni tampoco era obligatoria la
pobreza. En los idiorrítmicos o singulares los monjes a cambio de su diaconema
o servicio recibían sus bendiciones (principalmente dinero y alimentos) y así
se economizaban o se las arreglaban, (ahora todos son Cenovios).
Muchas
veces el Yérontas Cirilo recibía información de Dios y conocía con antelación
su visita y el tema que le ocupaba. No hablaba nada, pero daba la respuesta con
un pasaje que tenía apuntado en algún libro.
Más
tarde escribió las cosas admirables que había visto en este santo Yérontas que
tenía el carisma de prever, expulsaba demonios y cuando leía el Evangelio, de
sus ojos corrían lágrimas como fuentes, (“Padres Aghioritas”, pag 118-121).
6.2
Servidor bien dispuesto y
luchador desapercibido
El
padre Aberkios (después Paísios), mientras buscaba la vida hisijasta, hizo
obediencia y se encontró en un Monasterio idiorrítmico (singular, sin regla).
Tomó el servicio de responsable del almacén de alimentos y del comedor. Es
decir, repartía los alimentos y el vino a los Padres. Después le encomendaron
la carpintería y además ayudante para hacer pan. Aunque se cansaba en su
servicio-diakónima, estaba siempre solícito, bien dispuesto a sacrificarse por
los demás y ayudar adonde hiciera falta.
Relata
un monje que estaba con él: “Era un hombre abierto. Siempre con la sonrisa y
con la bondad, preparado para ayudar a cada uno. Le veíamos siempre con un
alicate y con un martillo en la mano, correr para arreglar los daños en las
kelias de los padres. A mí una vez que me había enfadado con mi Yérontas se dio
cuenta, primero me llevó a su kelia, me hizo un café, me habló y después me
mandó que me arrodillara y reconciliarme con mi Yérontas”.
Un
hieromonje, antiguo Filoteita, que conoció bien al Yérontas, recuerda: “Aquello
que hizo impresión y lo sintieron todos los padres Filoteitas, era la
apacibilidad, la bondad y el carácter pacífico del Yérontas. Como servidor del
comedor le caracterizaba la rapidez de sus movimientos en el reparto de los
alimentos. Todo el tiempo que sirvió en el comedor, no hubo ni un mal entendido
con los Padres. Repartía los alimentos con cuidado como si fuera antídoro-pan
eucarístico. Nos había pacificado a todos. Había influido con la forma de su
vida, con su carácter y con su comportamiento impecable a los Padres. Estaba
bien dispuesto y solícito a atender a todos. Transportaba agua y leña a los
ancianitos. El anciano Efdókimos le señalaba diciendo: “Éste es un buen monje”.
»Ayudaba
también al enfermizo padre Afxentio que era el responsable de la sala de
visitas. Cuando el Yérontas se marchó del Monasterio de Filotheu, el padre
Afxentio decía: “Hemos perdido a un bendito hombre de Dios”.
»Le veíamos sólo en el
diakonema-servicio y en la Iglesia, donde leía la Novena hora y la Medianoche.
No tenía muchas relaciones. Se quedaba en su kelia y oraba. Oíamos que ayuna y
hace mucha vigilia. Era muy cuidadoso con sus palabras. No hablaba, sólo decía
un “εύλογείτε evloguite-bendiga”.
El
Monasterio Filotheu está a bastante altura, en invierno cae mucha nieve y hace
mucho frío. Sin embargo el padre Aberkios (después Paísios) para ascesis no
encendía fuego en su kelia. Le calentaba la jaris (energía increada gracia) de
Dios y le protegía de grandes enfermedades, aunque continuamente sufría de
algo; nunca estaba totalmente sano. Se entristecía cuando veía a un Yérontas
cerrar con llave su almacenito de madera de quemar, porque creía que se la iban
a robar. Consideraba una inconveniencia la desconfianza para un monje. Le decía
que no la cerrase con llave y que él mismo traería o transportaría a todos la
madera, para que tengan necesidad de coger de la suya.
El
padre Aberkios (Paisios) participaba sin falta a la vida del culto divino del
Monasterio. Además que en su kelia hacía a escondidas ascesis grande y con
mucha oración. Se había puesto el propósito espiritual de prepararse en la
medida de lo posible para el desierto. Tenía la capacidad de luchar sin ruido,
porque las condiciones del monasterio idiorrítmico eran favorables para este
tipo de ascesis.
Relata
un monje compañero suyo: “Dentro del Monasterio era ejemplar, luchador duro,
gran ayunante y hacía genuflexiones como un rifle”.
Narró
el Yérontas: “En mi kelia como almohada tenía un tronco de castaño. Como cama
tenía dos tablas con vacío en medio, para que no toque la columna vertebral y
se caliente. Hacía “novenas” continuas. Sobre todo los alimentos de temporada,
tomates, lechugas, verdura, las comía mucho tiempo, hasta que mi organismo se
aburría y ya no las comía con ganas. Cada noche vigilia. Dormía poco. En la
Iglesia no me sentaba en el asiento, para que no me entrara sueño.”
6.3
Loyismós de soberbia u
orgullo
“Y
mientras que por la ascesis”, decía el Yérontas, “había adelgadazado mucho y
parecía como un esqueleto, una noche sentí la tentación de algo como un suspiro
de mujer cerca de mi oreja. Inmediatamente me levanté, comencé a salmodiar y
encendí la luz. Mi Guía espiritual-Pnevmatikós me dijo: “Puede haber soberbia
escondida. Con tanta ascesis no se justifica esta tentación”. Y realmente comprobé también yo mismo, tras
examinarme, de que mi loyismós me decía algunas veces que algo soy y por fin algo
hago. Bah… cosas perdidas”.
Para
que se humillase y ser catartizado, sanado y purificado de la oculta soberbia u
orgullo, el Pnevmatikós le dijo que fuera cada día a darle comida cocinada. Él
mismo no cocinaba, en cambio su Pnevmatikós el Padre Simeón, como había sido
infectado por tuberculosis, cuidaba su dieta. El padre Aberkio (Paisios)
durante un mes le daba sus alimentos en crudo o secos y recibía comida
cocinada. Pasó esta tentación y comenzó otra vez los ayunos con más humildad y
autoconocimento.
6.4
Tentaciones
“tankalísticas-endiabladas”
Durante
un tiempo al principio el diablo le traía loyismí blasfemos. Estas palabras
blasfemas las oía de los soldados años atrás y entonces no hacía caso, no daba
importancia, ahora estas cosas se las traía el diablo al nus contra los Santos
durante el momento de la oración, incluso cuando estaba en la Iglesia.
Se
confesaba al Pnevmatikós. Iba a la ermita de San Juan el Precursor y oraba.
Cuando reverenciaba, salía perfume divino del icono y se marchaba aliviado y
reposado. Después otra vez venían los loyismí blasfemos. Volvía a ir a la
ermita, y otra vez salía perfume del icono.
Naturalmente
el diablo no se calmó. Algunas veces oía golpes y voces en su sueño. Se despertaba
y no veía nada. “Molestias tankalísticas- endiabladas, por los diablos”
comentaría más tarde el Yérontas.
El
nombre de tankalaki sobre el diablo lo había oído una vez de un anciano de la
región de Pontos y le gustó. Significa aquel que se le ha ido la cabeza y hace
locuras. Desde entonces también el Yérontas asi acostumbraba llamar al malo
astuto.
Un
día, mientras estaba salmodiando en voz baja “Santo Dios”, en la Divina
Liturgia, vio entrar una bestia terrible, era el diablo desde la puerta
lateral. Su cabeza era de perro y saltaban llamas de sus ojos y de su boca.
Movía su cabeza arriba-abajo diciendo despreciativamente: “A… A…. A…”. Se giró
enfurecido hacia el padre Aberkio (Paisio) y le hizo un corte de mangas dos
veces, porque salmodiaba “Santo Dios”.\
6.5
Inventa la forma de ayuda
El
Yérontas relató lo siguiente: «Entonces en el Monasterio Filotheu vivía un
monje, el yerontas Esperidón que su comportamiento era rebelde.
»Especialmente
al monje del gran Hábito, cuando no tiene cuidado, Dios permite que sea endemoniado,
para que se humille y se salve, cosa que sucedió también con éste. Hizo muchos
intentos de saltar del balcón y otras locuras, y le llevaron al médico. Los
médicos hicieron un consenso y dijeron que sólo Dios le puede sanar.
»Un
día le dije: “No me siento bien, vamos juntos al sacerdote para que me lea
alguna oración”, y le llevé al sacerdote para que le leyera exorcismos. Le
supliqué sobre todo que leyera con voz baja, para que no escuchase, porque se
marcharía. Apenas llegamos, me arrodillé y le digo: “Arrodíllate tú también”.
Él se quedó de pie mirándome y me dijo: “Si tú no te sientes bien, ¿yo qué
culpa tengo?”.
»Después
tuvo incidentes; rompió su pierna, se quedó inmovilizado en la cama, se humilló
y Dios se lo llevó.
»Un
día estaba enfermo, me llamó para hacerle oración. Hice un komposkini con
cruces diciendo la oración: “Señor Jesús Cristo ten misericordia del yérontas Esperidón”.
Me dice: “Deja lo de yerontas Esperidón; tienes que decir Spiro (diminutivo de
Esperidón)”. Mientras que antes si no le llamaras “yéronta-Esperidón”
honoríficamente, se enojaba. Después se humilló. Que Dios le tenga piedad y
economice por él»
6.6 En Kónicha para terapia
El
Padre Aberkios (después Paísios) sufría ya sus conocidos problemas de salud,
que empeoraban. Los Yérontas del Monasterio se inquietaron y le mandaron a
Kónicha para terapia el verano de 1956. En el Hospital no quería ser ingresado,
para no ser motivo de acusación al monaquismo, diciendo que los monjes resultan
en los sanatorios. Cumpliendo con gran responsabilidad la xenitía (ver sobre
virtud xenitía B 1)- que prometió
como monje, no fue a quedarse en su casa. Fue y se quedó en la ermita de Santa
Bárbara con la cual desde joven estaba unido ascéticamente con luchas y
acontecimientos sobrenaturales. Allí por las noches encendía un candil y hacía
vigilia orando y haciendo genuflexiones sobre las baldosas del suelo. Hasta que
un día economizó Dios y vino a encender una vela allí Keti Patera, que llevaba
mucho tiempo trabajando fuera de Kónicha.
Nos relata
la misma Keti: “Era verano y fui a la ermita y vi un monje muy delgado que
parecía como un santo, de una forma o figura como Cristo. Al principio no le
conocí. Había venido a Kónicha para una terapia. No quería quedarse en su casa,
porque decía que los monjes deben estar alejados de sus parientes. Le propuse
que viniera a nuestra casa, para que hiciese compañía a mi madre que estaba
sola y con edad avanzada.
»Por
gratitud bajó la cabeza y vino a casa. En el Monasterio le dieron un “kokoraki”
(moneda que vale ¼ de lira) y nos la dio.
»Se
quedó tres meses más o menos. Comenzó la terapia con estreptomicina. Venía el
médico de Kónicha y seguía su enfermedad. Su hermana le ponía las inyecciones.
»Se
quedó en una habitación en la planta de arriba y todo el día leía, oraba y
quería ayunar. Yo los pocos días que me quedé en casa durante mis vacaciones,
le preparaba comidas sólidas. Hervía carne, tomaba la sopa y ponía bastante aceite
para que no se diera cuenta que era sopa de carne, y le hacía un plato de sopa.
Su organismo era fuerte y en poco tiempo se recompuso. Cuando apenas vio que su
cinturón le apretaba y debía relajarlo, paró de comer las sopas que yo le hacía
y solo hervía un cacito de trigo, y así pasaba.
»Una
noche se levantó mi madre y escuchó un golpe rítmico, tak-tak-tak … que venía de
la habitación donde dormía el padre Aberkios (Paísios). Me despertó y me mandó
ir a ver qué hacía el monje. Eran las doce de la noche. Tocó la puerta
diciendo: “Por las bendiciones de los Santos Padres…”, así me había enseñado a
decir cuando tenía que ir a su habitación. Abre y me dice: “Ah hermana, ¿qué te
pasa? No te inquietes, entendí lo que sucedió. No quería decírtelo. Así acostumbro
a hacer por la noche. Porque ahora más que nada hago una vida que no es
monacal. Después estoy también obligado hacer oración para algunos que me
ayudan”. Aunque el Yérontas estaba enfermo, hacía toda la noche komposkini con
oración y genuflexiones”.
6.7 La providencia de Dios
Relató
el Yérontas: “Regresando a la Santa Montaña en Uranúpolis (pequeño pueblo de donde sale el barco para la Santa Montaña) se me
acercó una joven y me suplicó que orase por ella. Había decidido hacerse monja
pero sus padres no querían. Se había marchado a escondidas sin llevarse nada
consigo. Era una psique dolida.
»Había
guardado un poco de dinero, sólo para el billete hasta Dafni, y “a partir de
allí Dios dirá”, pensé. Le di todo el dinero y el despertador porque le sería útil
en el monasterio donde iría.
»Apenas
llegando a Dafni me llamó un responsable del Monasterio Filotheu: “Tengo aquí
los animales del Monasterio. Pon tus cosas, pero tú también te montas. ¿Lo oyes?
Harás obediencia”
»Llegué
sin cansarme al Monasterio. La misma noche viene un monje y me dice: “Uno me
trajo un despertador. Yo tengo otro. Quizás tú no tienes, llévatelo”.
Después
de esto me quedé perplejo y quebrantado por la providencia de Dios, que tan
claramente veía que se ocupaba del desdichado de mí.
6.8 Monje de pequeño hábito
El
padre Aberkios (después Paísios) según el monacologion-libro de entradas al
Monasterio, entró el 12 de Marzo de 1956. Después de silenciosas luchas durante
un año, fue ordenado monje de pequeño Hábito. Le dieron el nombre de Paísios
II. Su tonsura se hizo el 3 de Marzo de 1957. Su padrino fue el yérontas Sabas.
Le estimaba y le respetaba mucho, porque era, según el testimonio del Yérontas,
“virtuoso, sabio y piadoso”. Con él mantenía también después correspondencia desde
Stomio, y oraba para que se hiciese digno de recibir de sus manos también el
Gran Hábito Angelical. El amaba al padre Paísios de verdad y le instruía como
hijo suyo.
Después
de la tonsura le hizo una foto y se la envió a su madre, detrás de la cual
escribió el siguiente poema:
Madrecita mía me
despido, yo me voy hacer monje,
me voy de la vida
vana, para burlarme del engañoso de los hombres.
Voy a pasar mi
juventud en la soledad del desierto,
y por la agapi a
CristoDios todo lo sacrificaré.
Todos los bienes
del mundo, como basura los dejaré,
para ejecutar el
primer mandamiento y amar a Dios.
Con la Cruz en el
Gólgota seguiré a Jesús
y hasta la
Jerusalén de arriba, deseo encontrarte.
Me voy de tu gran
cariño, madrecita para poder, y
para estar juntos
eternamente, yo te ruego.
Por eso desde
pequeño quise vestirme de negro
para dedicarme a
Cristo y gustar a Dios.
Y como Madre a
partir de ahora, tendré la Panaghía,
para que me guarde
inocuo, de la mala astucia del enemigo.
Madre mía con
corazón delatado aquí en la hisijía
estaré orando
siempre para ti, y para toda la ciudadanía.
Santa Montaña
Athos, santo monasterio de Filotheu 3-5-1957
Dedicado a mi respetada Madre,
Paísios.
6.9 Relación con padres virtuosos
El
padre Paísios, donde oía que había padres virtuosos que viven ascéticamente y
están en un estado espiritual admirable, pretendía ir a encontrarlos para
beneficio suyo. Consideraba muy valiosos sus consejos y luchaba por asimilarse
a ellos en la virtud. Guardaba en su interior sus palabras y su santo ejemplo
como un valioso tesoro, hasta que más
tarde el Yérontas editó su propio libro: “Padres Aghioritas”.
Apenas
pasaron dos días desde su comparecencia,
el yérontas Agustín el Ruso vino al Monasterio a visitar su kelia, pero
estaba ausente. Le dejó unas bendiciones (regalos). El yéronta Agustín le veía
en Espíritu desde la Skiti del profeta Elías, a una distancia de cuatro horas
andando más o menos. A continuación conectaron espiritualmente. Dice sobre él
el Yérontas que luchaba con los demonios, veía la luz increada, le visitaba la
Panaghía cuando estaba en el Hospital del Monasterio, etc.
También
venía de Katunakia (Skitis del sur de Athos) el yéronta Pedro, que le llamaban
Pedrito”, y conversaban espiritualmente. El Yérontas Paísios le admiraba y le
tenía devoción más que todos los ascetas que había conocido, por eso quería
hacerse obediente de él.
Un
compañero del padre Paísios del monasterio recuerda: “Todos los ascetas del
desierto que venían al Monasterio, iban directamente a donde el Padre Paísios, como
si hubieran sido recomendados por alguien. Él nos reunía a nosotros, los más
jóvenes, para que escuchásemos, aprendiésemos y fuésemos beneficiados. Me
acuerdo que venía el yérontas Pedro, hombre santo, delgado, bajito, con una
caña como bastón y cuando hablaba sobre el Señor se ponía de pie. “Siéntate
bendito”, le decía el padre Paísios y aquel respondía: “Cuando hablamos sobre
el Señor debemos ponernos en pie”.
Había
ganado la confianza de dos “locos” por Cristo, uno del Monasterio Filotheu, el
yerontas Dometio, y uno de la Kalivi, el yéronta E. El segundo le hablaba en
confianza sobre las locuras y las ascesis que hacía.
Naturalmente,
se mantenía en comunicación con el Padre Cirilo, así como también con un importante
asceta rumano, el padre Atanasio de la Skiti Laku. A continuación conoció
también a muchos más padres virtuosos.
6.10 Bendiciones de la Panaghía
Narró
el yérontas Paísios: “Era la primera quincena de Agosto. Después de una Divina
Liturgia me mandó mi yérontas a un trabajo. Estaba agotado por el ayuno y por
la vigilia anterior, y después de la Divina Liturgia no había comido, porque no
me lo había dicho el Yérontas.
»Llegué
hasta el Monasterio Ibiron y esperaba el barquito. El barquito tenía que llegar
al mediodía, pero era media tarde y aún no había aparecido. Estaba totalmente
agotado. Piensé hacer komposkini para la Panaghía para economizarme algo. Pero
digo en mi interior: “¿Eres tonto o qué, para estas cosas vas a molestar a la
Panaghía?”. No me dio tiempo de acabar la frase y viene un hermano desde el
Monasterio, me da un paquete y me dice: “Toma hermano, por la jaris-gracia de
la Señora Zeotokos”.
»Lo
abrí y tenía en su interior poco de pan, higos y uvas. Apenas me contuve las
lágrimas, hasta que el hermano se marchó”.
Esto
sucedió en el quiosco del Monasterio Ibiron. En otro momento tuvo una experiencia
más inmediata de la providencia de la divina Madre en el puertecito de este
Monasterio. Los dos acontecimientos tienen muchas similitudes pero también
bastantes diferencias. También en el segundo caso estaba sin dormir y
hambriento, esperando el barquito.
Relató
el Yérontas Paísios: “A causa del agotamiento no me sentía bien. Me asusté, no
vaya ser que me marease allí y me viesen los obreros. Por eso me envalentoné y me
fui detrás de un montón de maderas.
»Pensé
por momento rogar a la Panaghía e inmediatamente me dije a mi mismo:
“¿Desgraciado, la Panaghía para el trozo de pan la tenemos?”
»¡Y
apenas dije esto, he aquí la Panaghía me dio un trocito de pan caliente y uvas!
Eh, a partir de ahí y después…”
A
uno que el Yérontas le sanó de una enfermedad
incurable, escuchando la narración, preguntó sorprendido:
-Bien,
Yéronta, después de haber comido las uvas, con el tallo que te quedó en la
mano, ¿qué pasó?
-El
tallo de las uvas y las migajas también las he comido, respondió con énfasis.
6.11 Recibe apocálipsis-revelación
Durante
el corto período de su permanencia en el Monasterio Filotheu, no paró de pensar
en el desierto. Sentía intensamente ya el deseo para la hisijía; le sobrecogieron
los hisijásticos “dolores de parto”. Hacía varios intentos de marcharse hacia
el desierto pero todos fracasaban. El camino hacia la hisijía permaneció
cerrado y lleno de impedimentos. El plan de Dios era distinto.
Una
vez acordó con un barquero llevarle a una isla desierta, para estar solo en la
ascesis, pero finalmente no vino.
Quiso
ir a Katunakia (Skitis del sur de Athos) y hacerse obediente al yérontas Pedro,
pero los Yérontas no le dieron la bendición. Mientras tanto el yérontas Pedro,
durmió en santidad. Posteriormente decía el Yérontas: “¡Lo que me habría
pasado! Me habría quedado sólo y me habría metido en la ascesis sin freno. ¡Vete
a saber qué me haría el diablo!”.
También
había acordado con el padre F. Filoteita ir juntos a Katunakia para hacer
ascesis. El padre Paísios haría el trabajo manual, el padre F., se lo
entregaría a los Monasterios y compraría tostadas de pan para poder mantenerse
los dos. Pero una noche, antes de sonar el tálanto (especial madera de toque)
para ir a la Iglesia, el Yérontas tocó la puerta del padre F. y le dijo que no
es la voluntad de Dios que se marcharsen. El padre F. le contó el siguiente
sueño que vió: “Corríamos por el techo del Monasterio y, cuando estábamos
listos para saltar, una mujer vestida de negro nos detuvo por la espalda y dijo
que es un barranco y que nos mataríamos. Así yo entendí que Dios no deseaba que
nos fuéramos.
El
padre Paísios narró más tarde, así de esta manera, esto que le pasó y que le
hizo ir al Monstario de Kónicha en vez de ir a Katunakia: “Hacía oración en mi
kelia. De repente me quedé totalmente inmovilizado. No podía levantarme, era
imposible. Una fuerza invisible, me detenía inmovilizado. Entendí que algo
sucedía. Me quedé atrapado durante dos horas y media más o menos. Podía orar,
pensar, pero no me podía mover para nada.
Mientras me encontraba en este estado, vi como si fuese la televisión
por un lado Katunakia y por el otro lado el Monasterio Stomio en Kónicha. Yo
con anhelo giré mis ojos hacia Katunakia. Entonces una voz –era de la Panaghía-
me dijo claramente: “No irás a Katunakia, irás al Monasterio de Stomio”. “¡Mi
Panaghía, yo te he pedido el desierto y Tú me mandas al mundo!, dije. Escuché
de nuevo la misma voz diciéndome severamente: “Irás a encontrar tal persona9
que te ayudará mucho”. Simultáneamente durante este divino acontecimiento me
vinieron respuestas a muchas dudas que tenía como si fuese en una televisión.
Inmediatamente
fui desatado de aquella invisible atadura y se inundó mi corazón de divina
jaris (gracia energía increada). Después fui y lo comenté a mi Pnevmatikós-Guía
espiritual. “Esta es la voluntad Dios”, me dijo. “Pero no saques a la luz pública
este acontecimiento. Di que te vas por motivos de salud” –aquella época tenía
hemorragias- “hará falta que salgas de la Santa Montaña, y vete”. Otra cosa
quería yo, pero Dios tenía su plan. Tal y como se demostró a posteriori, la principal
razón era para que fuesen ayudadas las ochenta familias que se habían
convertido en protestantes, para volver a la Ortodoxia”, se inundó mi corazón
de divina jaris.
9Esta persona era Katerina Rusi, madre del alcalde. “Era una santa
psique”, según el Yérontas.
A7 EN EL MONASTERIO STOMIO DE KONICHA
7.1
Restauración del Monasterio
7.2
Impone el respeto
7.3
Salta al precipicio
7.4
Exhumación de los restos de San Arsenio
7.5
Esfuerzos, ascesis e hisijía
7.6 Protector
de los pobres y de los huérfanos
7.7
Afrontamiento de la tentación con martirio
7.8
Luchas antiheréticas
7.9
“Conducido por el Espíritu Santo”
7.10
Ataques demoníacos
7.11
Salvación por la divina providencia
7.12
Visita nocturna de la Panaghía
7.13
Verdadero sueño demoníaco
7.14
Familiaridad con los animales salvajes
7.15
Otros acontecimientos de Stomio
7.16
Su marcha de Stomio …………….............................. 154
7.1 Restauración del Monasterio
“Por el Señor son ordenados los
pasos del hombre, Él aprueba su camino” (Sal 36.23). Con
apocálipsis-revelación dirige el Señor, y ahora los pasos del hombre de Dios,
Paísios, en el Monasterio de Stomio de la región de Kónicha. Anhelaba la vida
eremita y se preparaba para el desierto, pero por mandamiento de la Panaghía se
encontró en Monasterio del mundo.
Decía
el mismo: “La promesa que había hecho a la Panaghía, si me protegía su jaris
durante la guerra, de ir tres años a ayudar a reconstruir el Monasterio
quemado, creía que la Panaghía ya no la pediría, ya que me hice monje, pero se
ve que la promesa que había hecho quería que la realizara”.
Así
se encontró en el tranquilo Monasterio de Stomio en Agosto de 1958. Los hombres
se alegraron por su venida y muchos le visitaban.
Comenzó
la restauración del Monasterio, sin tener el dinero ni los materiales
imprescindibles. Ayudaban algunos buenos cristianos. El Obispo le dijo que fuera
por los pueblos con las santas reliquias para reunir ingresos. Donde iba,
venían, veneraban y daban aquellos pobres hombres un plato de trigo. Pero el
trigo que recogía, uno o dos sacos no lo guardaba para las obras de
restauración; lo daba al cura de cada pueblo para repartirlo a las familias más
pobres.
Pero
la Panaghía que le trajo a su pequeño Monasterio condescendía en sus esfuerzos.
Iluminó a algunos y ofrecieron dinero, materiales y trabajo personal. En
efecto, muchas veces el Yérontas sintió también la sinergia-cooperación y
percepción de ella, como ha narrado: “Cuando poníamos las baldosas del suelo,
vinieron setenta personas para ayudar. Mientras que el trabajo avanzaba, me dicen
los técnicos que harán falta veinte sacos de cemento”. ¿Y qué hago ahora? Me
encontré en una situación difícil. Dejarlo a medio terminar, dicen, no vale,
traer más cemento era difícil, porque harían falta cuatro horas y media con los
animales que estaban en los campos. Entonces voy corriendo a la Iglesia.
Enciendo una vela, me arrodillo y ruego la Panaghía que ayude. Después me voy y
digo a los obreros que continúen el trabajo, poniendo la misma cantidad normal
de cemento. ¡Cuando terminaron, sobraron otros cinco sacos de cemento! Mientras
tanto las mujeres que cocinaban, avisaron al Yérontas de que los panes y la
comida eran pocos en relación con tantos obreros. Él las tranquilizó diciendo
que no se preocupasen por nada. Realmente todos “comieron, y se saciaron; y
recogieron de los pedazos que habían sobrado” (Mrc 8,8). Al marcharse se llevaron
también pan en sus mochilas.
También
durante el trabajo nubarrones negros habían cubierto el cielo y anunciaban una
lluvia tormentosa. Si hubiese llovido, las placas (baldosas) del suelo se
habrían quedado a la mitad. Pero al rato salió el sol y se terminó la obra.
También
fue difícil encontrar materiales, así como el transporte de estos por una
senda, similar a un camino de cabras, que en algunos puntos se estrechaba tanto
que un animal cargado difícilmente podía pasar. Por la otra parte había
precipicio.
Nos
narra un obrero: “Cuando íbamos a poner las placas, el padre Paísios trajo
arena del río y la subió al Monasterio. Parte de la arena con un saco a sus
espaldas y otra parte con animales que encontraba por ahí y por allá, pero se
cansó mucho”.
Relató
el señor Georgios Maipas: “Una vez había ido el profesor de arqueología señor
Dákaris. Vio la Iglesia que estaba el suelo con placas y dice al padre Paísios:
“te mandaré mármoles blancos”. Realmente los mandó y los dejó en el puente. El
Yérontas avisa a los habitantes de Kónicha para transportarlas con los
animales. Ellos fueron, vieron los mármoles, los encontraron muy grandes y
dijeron que los mulos no pueden transportarlos por el miedo de que se resbalasen
y se cayesen al precipicio. El Yérontas les dijo: -Bien”. Nada más. Baja el
mismo y se pone dos mármoles en la espalda para subirlos al Monasterio,
viéndole algunos:
-¿Padre
qué haces?
-
Eh, ya que los de Kónicha les dan pena sus mulos, yo transportaré los mármoles.
»Ellos
se van corriendo y dicen:
-¿Qué
hacéis sentados en las cafeterías y el padre Paísios transportando los mármoles
sólo sobre su espalda?
»Fueron
generosos y fueron con los mulos, transportaron los mármoles y así se puso el
suelo de la Iglesia con mármol blanco».
Compró
madera y él sólo hizo las puertas, las ventanas, los asientos, las mesas y todo
lo que hizo falta para la Iglesia.
También
cambió el tejado de la Iglesia e hizo celdas para monjes, sala de visitas,
cisternas para almacenar agua y otras obras.
Su
hermana Cristina recuerda: “El Monasterio había quedado en ruinas y yo iba y
ayudaba. Cuando fuimos por primera vez, cargamos unas cosas en una mula. Aunque
había una habitación, una cocina y otra habitación en la entrada, él fabricó un
quiosquillo de tablas, lo justo para poder estar sentado, no estirado. Le digo:
“¿Para qué te vas a sentar allí, te comerán los ratones? Me respondió: “Si
viene alguien, que tenga habitación para quedarse”. Los alimentos me los
devolvió. “Tómalos, porque los comerán los ratones”. Se sentó allí hasta que
vinieron otros dos Padres e hizo tres celdas pequeñas. Más tarde su celda la
hizo en la esquina que quedaba”.
El
señor Maipas dice : “El padre Paísios era un carpintero perfecto. Volvió a
levantar el Monasterio destruido con muchos esfuerzos. Estaba enfermo, pero
ayunaba. No interrumpía el ayuno nunca”.
Testifica
el señor Apóstoles Jatsirubis: “Visitamos al Yérontas en Stomio y vimos qué bien había
arreglado el Monasterio y con qué orden. Sus obras provocaban admiración.
Entonces nos dijo que el torrente que está más abajo durante el invierno es
difícil de pasar. Nos ofrecimos para ayudarle. Él mismo arregló un puentecito.
Después fueron ocho personas y le ayudaron a poner el cemento”.
7.2 Impone el respeto
El Yérontas
no sólo se desgastaba por las construcciones, sino también con la vida virtuosa
y sus consejos con discernimiento, imponía a los peregrinos el respeto hacia la
santidad del Monasterio. Consideraba indignas las juergas y los bailes con
todos sus efectos, los veía como una blasfemia a Dios y una ofrenda a la
Panaghía, ya que el templo estaba dedicado a Su nacimiento. Por eso hizo todo
lo posible para que se parasen las juergas.
1En los siguientes versos que
el Yérontas había compuestos, se refleja su gran agapi por el Monasterio
Stomio, pero también su profundo dolor por las cosas que allí sucedían:
Monasterito
desierto adornado de la naturaleza
Los
progenitores con devoción te tenían construido.
Con
muchas ofrentas te habían dotado
Con
monjes y sacerdote siempre vigilado
Y
ahora en nuestros días que estés arruinado
Y
esté tu candil siempre apagado
Tu
piadosa Capilla llora entristecida
Sin
consuelo del edificio quemado por los alemanes.
Concedió
la Panaghía ser quemado por nuestros pecados
Porque
los jóvenes hemos cambiado los tiempos
Dejamos
las canciones de los héroes y nuestro himno nacional
Cayendo
en las manos de los francos obscenos, hay de nuestra oscuridad.
Pero
otra vez no lo entendimos Soberana Panaghía
Que
debemos festejar siempre con agripnía-vigilia
Y no
con bailes indecentes y canciones como truenos
Y
fuera de tu Santo Pórtico blasfemar las cosas divinas.
Monje Paísios
Filotheíta.
Primero,
en una pequeña cima antes de la entrada del Monasterio, cavó una tumba. Allí
colocó una Cruz y cada día encendía el candil e incensaba. Lo hacía también en
memoria de la muerte, pero principalmente para evitar que la gente laica
hiciese juerga allí.
Pararon
las juergas y los bailes. Sólo para la fiesta, por economía los mandó que
fueran frente a las hayas, donde había
agua corriente de la fuente y podían comer. Había preparado un espacio, sobre
todo puso también unas tablas para que estuviesen protegidos del frío. Pero no
les permitía beber bebidas alcohólicas. A pesar de esto uno desobedeció. Trajo
consigo una garrafa de anís griego y lo vendía a la gente. El Yérontas se dio
cuenta y le preguntó:
-¿Qué
tienes aquí?
-Agua,
respondió.
-Agua
tiene también la fuente aquí.
Y
tal como estaba garrafa de anís cerca del
Yérontas, lo empujó con el pie y rodó hasta abajo al río Ahoo.
Debajo
del Monasterio, antes del pequeño puente de cemento, en lugar de “Gabros”, puso
dos carteles. Uno señalaba hacia el Monasterio y decía: “Hacia el Santo
Monasterio Stomio los que están adecuadamente vestidos”, y en el otro cartel
ponía escrito: “Hacía el río Aoho los que están irrespetuosamente vestidos”.
Especialmente no quería que entrasen mujeres vestidas irrespetuosamente. En el
pie de la puertecita del Altar puso el cartel: “Prohibida la entrada a los
laicos”.
Un
viernes subieron unos laicos al Monasterio. Cogieron una sartén del Monasterio,
encendieron fuego fuera a la entrada y comenzaron a freír pescados que llevaban
consigo. Al principio el Yérontas no se había percatado, porque estaba ocupado.
Cuando fue informado, se encendió su celo divino. Va toma la sartén y la tira
al precipicio junto con los pescados.
7.3 Salta al precipicio
Una
vez transportaba las santas Reliquias y tenía el relicario atado con correas en
sus hombros. En un punto del camino, que se llama “Gran Escala”, se cortó la
correa y el relicario cayó al precipicio. El Yérontas por el anhelo y la
devoción hacia las santas Reliquias, sin pensar en sí mismo y sin la mínima
duda, saltó inmediatamente al precipicio para llegar a tiempo. Rodaba el
relicario y se golpeaba en las rocas. ¡Finalmente el mismo fue salvaguardado
sano, gracias a Dios, y no tuvo ni un rasguño! El relicario con las santas
Reliquias también quedó intocable, mientras que la caja metálica que estaba
acoplada al relicario se había abollado por los golpes. Era tan profundo y tan
escarpado el precipicio que era imposible que volviese a subir el Yérontas.
Para salir al sendero, caminó mucho tiempo por dentro del río.
7.4 Exhumación de los restos de san
Arsenio
El
año que fue a Stomio decidió hacer la exhumación de las Reliquias de San
Arsenio. Habían pasado más de treinta años y aún estaba enterrado en el
cementerio de Korfú. Dejó el cuidado del Monasterio a su hermano Rafael y en
octubre de 1958 se fue a Korfú. Allí buscó y encontró a su viejo amigo y
compañero del servicio militar Pantelís Tzekos. Le encontró en la fábrica donde
trabajaba. El señor Pantelís no le conoció e inclinado en su despacho le
preguntó: ¿Páter, qué quiere? El Yérontas no hablaba. “¿Quiere que le atienda
en algo?, le volvió a preguntar. “En esto”, le dijo, y mostró sus dos dedos
grandes. Entonces le reconoció y lleno de alegría y conmoción, por ver
inesperadamente a su amigo y salvador, le abrazó y le besó.
En
su casa dijo a su madre y a su esposa que preparasen un rico banquete y rogaba
al Yérontas que le hiciese el favor de quedarse.
-Ya
que yo te haré este favor, debes hacerme tú también otro.
-Los
que quieras.
Le
pidió comer sólo verdura, en la cual puso sólo tres gotas de aceite y dos tres
olivas, nada más.
Durmieron
en la misma habitación. Tres veces durante la noche, mientras miraba a ver si
dormía Pantelís, quien se hacía el dormido, se levantó, se arrodilló y oraba.
Por
la mañana partieron hacia el cementerio con una lluvia torrencial. Dice el
Yérontas a Pantelís: “No tengas miedo, en el camino que vamos la lluvia parará”.
Poco a poco aflojó la lluvia, hasta que cesó totalmente.
Durante
la exhumación el Yérontas lavaba los huesos con agua y vino, los envolvía a
continuación en sábana blanca limpia y los ponía en una caja negra, parecida a
una maleta. Encontró la hebilla del cinturón de San Arsenio. En un momento
resbaló y cayó encima del señor Pantelís. Aquel se apoyó con su mano en la
pared4.
4Este punto de la pared fue una señal para Pantelís. De esto
se acordó después de 37 años, para indicar al bienaventurado Metropolita de
Korfú la posición de la tumba de San Arsenio. Entonces en el año 1995, el 8 de
Agosto, día Sábado, se hizo la segunda exhumación y se encontraron los dedos y
seis vértebras.
Como
el sepultero protestaba porque fueron ese día de lluvia, el Yérontas, a pesar
de que tenía permiso del Obispo, por sensibilidad dice a Pantelís: “Como este
hombre se preocupa, pues que queden dos o tres huesos y cuando venga el año que
viene los sacaremos”.
Después
de la exhumación de los restos, un rayo de sol traspasó entre los cipreses e
iluminó la tumba.
Cuando
terminaron, se marchó y se alojó en un hotel. No quería ir con las Reliquias a
la casa de Pantelís, porque estaba recién casado, no vaya ser que hubiese
malentendidos por las mujeres. Por la mañana que se encontraron, el señor
Pantelís vio al Yérontas cambiado por la divina jaris. Le decía: “¡Estás muy
bello hoy! De verdad estás realmente guapo”.
El
Yérontas le narró lo siguiente: “Te voy a contar lo que pasó anoche. Quise
abrir las Reliquias para venerarlas y una fuerza me apretaba para ahogarme. Y
en aquel momento dije: “San Arsenio ayúdame”, e inmediatamente fui liberado”5.
5Sobre la exhumación, obtenida del testimonio del señor
Pantelís Tzikos, ahora monje Arsenio. Especialmente sobre el último
acontecimiento, ver el libro del Yérontas Paísios: “San Arsenio” p. 8-9.
Retornó
alegre a Kónicha con las santas Reliquias y trasnochó en la casa de Keti
Patera. Allí colocó las reliquias debajo del iconostasio. Ella encendió el
candil y después se ocupó con los trabajos de la casa. Pero veía en la
habitación donde estaban las Reliquias una luz
resplandeciente, y creía que iba a llover. Se apresuró en ir a coger el
paraguas, porque el día siguiente quería ir a la Divina Liturgia a una Iglesia
en un barrio del sur de Kónicha. El Yérontas intentaba explicarla que estos
“relámpagos” no son del cielo, porque fuera hacía buen tiempo y había estrellas,
sino que eran de las Santas Reliquias. Según el testimonio de ella, “era una
luz extraña como si resplandeciese, pero no como centelleo.
7.5 Esfuerzos, ascesis e hisijía
El
“jardincito de la Panaghía” tal como el Yérontas llamaba a Stomio, pera que le
recordase a la Santa Montaña (llamado en griego El Jardín de la Panaghía),
tenía una belleza virgen y salvaje. Es de las partes más bellas del mundo según
los especialistas.
Pero
las condiciones de supervivencia eran muy difíciles. El Monasterio no tenía ni
un animal. Relata el Yérontas: “Tenía muchas fuerzas. Una distancia de dos
horas la hacía en cuarenta y cinco minutos. Bebía agua y se hacía sangre. Tenía
que ir de Stomio a Kónicha tres o cuatro veces al día, para transportar en la
espalda materiales para el Monasterio quemado por los alemanes.” Y sólo el
tanto caminar era un ejercicio duro y doloroso. Pero esto le alegraba, porque
amaba el esfuerzo.
Algunas
veces se quitaba los zapatos e iba descalzo frente a un antiguo monasterio por
un senderito de difícil acceso. Oraba y volvía otra vez a través del barranco
del río Ahoo en dos o tres horas.
A un
joven, que le preguntó por qué hace esto, le respondió: “Debería haberme hecho monje
desde mucho antes”. Es decir, para
suplir lo que habría hecho si se hubiera hecho antes monje, añadió también más
ascesis.
Mientras
“se liaba con los trabajos de Martha”, como llamaba las construcciones, y
ayudaba a la gente con sus necesidades, continuó la ascesis y la aumentó incluso
estando su salud deteriorada. Ayunaba severamente y sometía de muchas formas a
su delicado cuerpo a sacrificios, a pesar de que seguía una terapia, con
inyecciones. Unas veces con un vaso de agua pasaba un día y noche. Aunque en el
jardín del Monasterio cultivaba muchas especies de productos hortícolas, su
comida acostumbrada era té con pan tostado y dos nueces trituradas.
Refiere
la señora Penélope Barbuti: “En el jardín iba descalzo y por la noche limpiaba
los pinchos de sus pies. Un pan tostado comía por la mañana y uno por la noche.
A veces bebía té. Trabajaba mucho, demasiado. No dormía casi nada. Intentaba
agradar a todos y a todos quería aliviarlos y ofrecerles descanso. Nunca decía
no.
Le
habían salido callos en las manos por la multitud de genuflexiones. Sus pies
eran sólo huesos. Tenía muchos problemas con su salud”.
Por
el día trabajaba duramente y por la noche estaba en vela. Solo leía los oficios
litúrgicos, tal como había aprendo en la Santa Montaña. No eludía nada de lo
que propone la regla monástica. Con gran exactitud realizaba sus deberes
monásticos, y además oraba con el komposkini para los vivos y los difuntos, y
para hombres que tenían necesidades especiales.
La
obligada ocupación por los hombres y las obras no borraron su sed hisijasta; al
contrario la aumentaron e inventaba maneras para que no fuese interrumpido el
trabajo noeró-espiritual y la comunicación y conexión con Dios. Anhelaba mucho
dirigirse a cuevas tranquilas, para orar sin distracción “anhelando y buscando
a Dios”. Este era su deleite espiritual. Solo en la hisijía, únicamente con
Dios se deleitaba y se alimentaba por la comunión divina a través de su deseada
noerá oración del corazón o de Jesús.
A
pesar de que el Monasterio estaba en un lugar desierto y tranquilo, el Yérontas
a veces se retiraba a alguna cueva. Iba por las noches y hacía vigilias con el
komposkini e innumerables genuflexiones.
Pero estaba siempre en sombra y goteaba agua.
Por
eso había excavado también otra cueva en un lugar que daba el sol, como un
pequeño horno, que sólo doblado podía caber. La escondía con leña para que no
fuese vista. Más tarde encontró una cueva en un tronco de bellotero. Estaba en un
lugar más seco y cara al sol. Quería tallarla de modo que pudiese caber, para
ir allí en invierno con tranquilidad, porque este período el sol no da nada sobre
el Monasterio.
Cuando
tenía peregrinos, se encerraba algunas horas en su celda. Estudiaba, oraba y
hacía trabajo espiritual para sí mismo. Dejaba un poco abierta la puerta de su
kelia para ver la puerta de la entrada no vaya a ser que viniese alguien.
Después continuaba los trabajos.
Los
días que había peregrinos y le entretenían, encontraba con discreción el tiempo
para hacer sus deberes espirituales. En caso de que vinieran muchos, dejaba a
un conocido vigilando la Iglesia y él se retiraba para hacer sus deberes
monásticos y después regresaba. Yendo a orar dejaba la puerta de la sala de
visitas siempre abierta, por si pasaba alguien buscando algo para comer,
siempre tenía pan, conservas, tomates etc.
7.6 Protector de los pobres y de los
huérfanos
Además
de las construcciones, a la vez se preocupaba por los que tenían necesidades. Y
estos eran muchos. En los pueblos de Kónicha había pobreza grande, abandono y
desgracia. El Yérontas reunía ropa, dinero, alimentos y fármacos, los
empaquetaba y los mandaba a personas necesitadas. En su obra de filantropía
tenía como ayudantes a mujeres devotas. Las que estaban dispuestas las mandaba
a servir personas discapacitadas, principalmente abuelitos que estaban solos y
no tenían compañíani ningún pariente
para cuidarlos.
Había
pedido permiso a la policía y en cada barrio de Kónicha había dejado una hucha
y puso un responsable. También había una hucha fuera del edificio de la
Policía. Hizo un comité que administraba el dinero y lo ofrecía según las
necesidades.
Se
interesó por los niños pobres y huérfanos para que continuasen sus estudios.
Los mandaba a las personas adecuadas pero también los ayudaba él mismo económicamente
en lo que podía. Muchos de ellos hoy en día son científicos y se lo agradecen
al Yérontas.
Daba
las tierras de la Iglesia a familias pobres para que las cultivasen. No pedía
alquiler. Les decía que si tienen buena cosecha, que ofrecieran al Monasterio
lo que querían. Si el año iba mal no pedía nada.
Las
veces que su hermana Cristina le llevaba ropa o alimentos, no los aceptaba. La
decía que los llevase a familias que conocía que no tenían.
En
la fiesta de la Theofanía con la santificación del agua pasaba por las casas y
los hombres daban algo para el Monasterio. Pasó también por una casa, que
tenían un hijo disminuido. La señora de la casa fue a echar algo en la caja. El
Yérontas la dijo: “La Panaghía no pide de ti; tú tienes necesidad”. E
inmediatamente abrió la caja en la mesa con todo el dinero que había recogido.
Keti
Patera cuenta: “Ayudaba mucha gente. Era muy misericordioso. Una vez le hice una
prenda de punto. Cuando por el camino
encontró una mujer que estaba loca, inmediatamente se quitó la prenda de punto
y se la dio, para que la pobrecita no tuviese frío. Yo le daba muchas otras
cosas, pero él al primero que encontraba se las daba”.
El
señor Tomas Tasios testifica: “A un anciano que vivía solo y abandonado en una
cueva, cada semana le llevaba los alimentos básicos y con sus manos le lavaba.
Salía del Monasterio al alba y se iba sin saber nadie dónde”.
También
el señor Lázaro Stergíu se acuerda de que visitaba a menudo a una anciana que
vivía sola en una chabola y la llevaba alimentos.
7.7 Afrontamiento de la tentación con
martirio
El
Yérontas no se ocupaba sólo por las necesidades materiales de los hombres, sino
mucho más por la salvación de la psique inmortal. Confesó el mismo: “Pregunté
por una compañera del colegio y supe que había tomado el mal camino. Entonces,
pues, oraba para que Dios la ilumine y venga a decirla algún logos bueno. Había
reunido pasajes sobre la metania. Vino una vez con dos o tres amigas. Después
venía con su hijo con velas y aceite. Un día uno me dijo: “Páter, ésta se burla.
De una forma se presenta aquí y otras cosas hace abajo con los policías”.
»La
siguiente vez que vino la regañe severamente y se marchó llorando. En poco rato
sentí que todo mi cuerpo ardía con un potente fuego carnal. Fui e hice oración
y no se iba. Me extrañó cómo me pudo suceder esta tentación. Volvía hacer
oración, otra vez sin resultado ninguno.
Entonces, tomé el hacha, puse la pantorrilla de la pierna izquierda
sobre una madera, puse la parte afilada del hacha encima de la pierna y con un
martillo golpeaba el hacha. Corté siete trocitos de carne. ¡No sentí nada! La
guerra era tan fuerte que no sentía el dolor provocado por los cortes del hacha
y según pasaba el tiempo la guerra aumentaba. Tenía esperanza de que con el dolor
por el corte de la carne se reduciría el calentamiento carnal, pero nada de
nada. Se llenaron los zapatos de sangre, pero la guerra no disminuía. Entonces
me levanté, dejé el Monasterio abierto y me dirigí al bosque. “Mejor que me
coman los osos”, me dije.
»En el
camino me desvié y caí agotado en la punta de un sendero. Pensaba cómo me había
sucedido esta tentación, e intenté dar una explicación para encontrar la causa.
Entonces me vino en la memoria la mujer que había regañado y pensé: “Dios mío,
si ella va a sentir este tipo de guerra dura, ¿cómo podrá la pobre aguantar?
¡Esto era! Me arrepentí por la dura reprimenda hacia la mujer, pedí perdón de Dios
e inmediatamente sentí como si hubiese salido de un baño fresco. Había
desaparecido el calentamiento”.
Y en
conclusión añadió: “Cuando nos tienta el deseo carnal no siempre es la culpa de
la carne. Porque la guerra proviene también de loyismí de crítica maligna y de
orgullo. Primero tenemos que encontrar la causa de la tentación, y después
actuar consecuentemente. No comenzar inmediatamente ayunos, vigilias etc.”
Este
acontecimiento muestra su espíritu de sacrificio y martirio. Mostró que
prefería morir y hacerse comida para las bestias, en vez de pecar aunque fuera
por el loyismós.
Realmente
había dado sangre para recibir Espíritu. Y en las vidas de los Santos no son
desconocidos estos tipos de ejemplos. Por ejemplo, cuando el abad Pajón tuvo
una tentación, se fue a la madriguera de una hiena y más tarde puso en su
cuerpo una serpiente venenosa, pero Dios le protegió y le regaló también la apazia-sin pazos, impasibilidad.
Las
señales de los cortes se veían en su pie hasta su muerte. Los que oyeron la
narración del Yérontas vieron, tocaron y dan testimonio.
7.8 Luchas antiheréticas
Habían
aparecido en Kónicha heréticos Evangélicos que hacían proselitismo y se
expandían continuamente. Tenían su propia sala de reuniones. Era como un nido
de avispas.
Dios
utilizó a Paísios que era iletrado, pero “pleno de fuerza y jaris (gracia
energía increada)” y con gran sensibilidad ortodoxa para expulsar a los lobos
del engaño protestante.
En
principio fue informado sobre la fe de ellos. Escribió un texto sobre quiénes
son los evangélicos y lo puso en el Monasterio para que lo leyesen los
peregrinos.
En
las reuniones de los evangélicos, mandaba sus propios hombres para ver quiénes
seguían sus homilías. Después llamaba especialmente a los oyentes de los
kerigmas heréticos y los instruía. Así no volvían a ir a reuniones heréticas. A
algunos de ellos, además, los contrataba como obreros en el Monasterio y los
convencía para cortar las relaciones con la organización herética. Estos se
convertían en los mejores cristianos.
Había
dado también una bendición y fueron de noche y quitaron el cartel que tenían
los evangélicos fuera de la sala de sus reuniones. Después de una discusión que
hizo con el jefe de ellos que venía de Tesalónica, le convenció de que no
volviera a pisar Kónicha. Con sus oraciones y su activo confrontamiento activo con
discernimiento, cambiaron los que habían sido arrastrados por los evangélicos,
y Kónicha se hizo otra vez “un rebaño, un pastor”.
Después
aparecieron los Makrakistas, pero tampoco a ellos los dejó actuar. Informó a
los hombres que tenían ignorancia y actuó firmemente y a tiempo, y ellos se
marcharon también sin poder hacer nada.
Se
interesó también por los musulmanes de Kónicha. Los trataba con agapi e
interés. Los ayudaba a sus necesidades y cada viernes los reunía en alguna casa
suya y hablaban. Tenía la esperanza de que con la agapi y el trato correcto
podrían convertirse en cristianos. Algunos de ellos hoy en día se han bautizado
ortodoxos cristanos.
7.9 “Conducido por el Espíritu Santo”
Relató
el Yérontas: “Vinieron dos padres a Stomio para quedarse conmigo. Tenía una
gran kelia y quise dividirla en dos, pero no tenía dinero. Decidí pedir
prestado quinientos dracmas.
Por
el camino encontré un iconostasio. Me santigüé, encendí el candil y avancé.
Llegué a una casa y algo me empujaba a llamar a la puerta. Era por la mañana.
Cuando el dueño de la casa me vió se alegró. “Te buscaba”, me dijo, “esto lo
había guardado como ofrenda para la Panaghía”, y me dio quinientas dracmas,
justo las que necesitaba.
»Teniendo
en cuenta este acontecimiento, otra vez sentí un impulso interior semejante
–algo me empujaba en mi interior- ir a una ciudad grande como Ioanina. No
pudiendo hacer nada distinto, obedecí y me fui. No sabía lo que iba hacer, no
tenía un propósito concreto. Caminando sobre las calles, pasé por fuera de una
tienda, entré y compré algunas copas de cristal para los candiles de la
Iglesia, así para tenerlos de reserva. Y cuando llegué a una casa, en una
parada, este impulso interior me empujaba a entrar al interior de la casa.
Obedecí y llamé a la puerta. Salió a
abrirme una mujer de 45 años vestida de negro. Apenas me contempló,
inmediatamente cayó en mis pies y durante quince minutos gritaba continuamente:
“Jesús mío, te lo agradezco, te lo agradezco Jesús mío”.
»Pasamos
al interior, donde había otras dos mujeres. Desde las 11 de la mañana hasta las
5 de la tarde estuvimos sentados hablando. Después hicimos la oración de
súplica * a la Panaghía. Ella arrodillada lloraba y salmodiaba la Súplica de
memoria.
»Esta
mujer se había quedado viuda de joven. Era muy rica. Daba parte de su fortuna a
una casa de niñas huérfanas, en la que trabajaban sus parientes. Esperaba
valorar correctamente su fortuna y después ir a un Monasterio. Mientras tanto
se fue a Jerusalén y se hizo monja ocultamente. Vestía ropa negra como la de
las monjas. Rogaba persistentemente a Dios que la enviase a un monje para
enseñarla la vida monástica. Una vez que arregló su fortuna de tal manera, se
fue después a un monasterio de una isla.
8 Se fue al monasterio de Faneromeni de Salamina y allí murió
como monja, hermana Anna, con el nombre en el mundo de Atenhea Jatzí, que en
los años de la ocupación alemana había tenido mucha acción y resistencia
Nacional.
»Ella
me dijo que en tal kiosco había otra monja en oculto, aquien fui y la encontré. Ella últimamente
había asumido hacerse cargo de criar a los
huérfanos de su hermano que habían perdido a su madre. ¡A menudo el nus de ella
era arrebatado en zeoría-contemplación espiritual! Los hombres que iban a
comprar no se daban cuenta de su estado espiritual. Creían que por la mucha
pena había perdido un poco la cabeza y se distraía. Cogían ellos solos las cosas del kiosco y dejaban el dinero. Las
dos eran psiques selectas y eminentes.”
7.10 Ataques demoníacos
Había
oído que los antiguos padres del Monasterio bajaban al precipicio buscando
hisijía e intentó bajar él también. Tomó una cuerda, se la ató y la otra punta la
ató a un árbol. En un punto encontró un espacio recto, más o menos un metro
cuadrado, y pisó. Quiso orar allí. Encontró algunas piedras y las puso en la
punta como pared. Apenas comenzó la oración, viene la tentación como un
torbellino, y le empujaba violentamente hacia el precipicio. Entonces imploró
la Panaghía: “Panaghía sálvame”. Inmediatamente se detuvo el torbellino y se
salvó, ya que había llegado a la punta del precipicio y apoyó su pie sobre las
piedras. Aquel precipicio es terrible, y sólo con verlo alguien ya siente vértigo.
Narró
el Yérontas también otro ataque demoníaco: “Estaba en la Iglesia, hacía oración
y sobre las doce de la medianoche escucho el pestillo de la puerta jugando krik-krak
continuamente. Dio la una y no paraba; se escuchaba continuamente y a la vez se
oían voces y golpes. En el Monasterio no había nadie más. Pensé, si el diablo
está en la puerta, no voy a salir fuera, y entré al altar y allí pasé la noche
hasta amanecer”.
7.11 Salvación por la divina
providencia
“Cuando
reparaba el Monasterio”, dijo el Yérontas, “tuve que ir urgentemente a traer
materiales desde una distancia de dos horas. En el camino, en un punto difícil
que lo llamaba “Gólgota”, encontré un conocido con tres animales cargados de
leña. Se habían volcado sus albardas y un animal estaba al borde del precipicio
y peligraba caer abajo.
»Pensaba,
si voy a ayudarlo, retrasaré; pero otra vez me remordió la conciencia, que no
me permitió ser indiferente, y fui. “El Dios te ha mandado páter mío”, me dijo.
»Le
ayudé para descargar y volver a cargar los animales y me marché. Me retrasé
veinte minutos más o menos. En el camino vi que se había hecho un
desprendimiento de tierra a lo largo de trescientos metros. Me dijeron que
había sucedido tal tiempo antes, que si yo no hubiese ayudado a aquel hombre en
aquel momento, según calculé, me habría
encontrado exactamente allí donde el desprendimiento
y habría sido imposible salvarme. Todo se hizo por la providencia de Dios. El
Dios para salvarme, fatigó al hombre. Me salvé de una muerte segura. El hombre
me había dicho “mil gracias”. Retorné hacia atrás y yo también le grité de
lejos: “Atanasio, me has salvado, Dios te ha mandado”.
7.12 Visita nocturna de la Panaghía
Dos
mujeres piadosas de Kónicha, la señora Popi Murelatu y la señora Penélope
Barbuti, ayudaban para el cultivo del huerto.
Una
noche después de vísperas, fueron a la pensión y se acostaron temprano. Se
despertaron cuando escucharon el simantron* tocando. Salieron fuera de la
habitación. Vieron al Yérontas salir de su kelia y decirlas: “¿benditas, no os
dije que no tocáseis el simantron por la noche?
Ellas
sorprendidas respondieron que ellas no hicieron tal cosa, y a la vez ven una
mujer desapareciendo dentro de la Iglesia. La vieron de lado, es decir, desde
hombro hasta abajo, su brazo y su vestido. Era la Panaghía que su visita
nocturna fue anunciada con toque automático del simantron.
El
Yérontas, que hasta entonces hablaba en voz alta, después, por temor y por respeto,
hizo un gesto silencioso a las dos mujeres para que fueran a su habitación, y él
mismo se metió en su kelia.
Sobre
las doce de la medianoche las llamó a la Iglesia e hicieron la Oración de Súplica.
Después las dijo: “Dios os ha hecho dignas de ver a la Panaghía, pero no se lo
digáis a nadie”.
7.13 Verdadero sueño demoníaco
“Una
noche”, confesó el Yérontas, “estaba sentado en un taburete y hacía oración. De
repente escucho en el patio música de violines y tambores, voces y bailes. Me
levanto, miro por la ventana para ver qué sucede, y no había nada. Tranquilidad
absoluta. Entendí que todo era del diablo.
»No
me dio tiempo a sentarme en el taburete para continuar la oración, cuando de
repente se inundó mi kelia de una fuerte luz. El techo desapareció y la luz
llegaba hasta el cielo. En la punta de la columna luminosa había un rostro de
un joven rubio que se parecía a Cristo.
Se veía la mitad de la cara. Un epígrafe luminoso escribía: “Doxa-gloria en las
alturas a Dios”. Entonces me levanté y miraba hacia arriba para ver mejor el
rostro y escucho una voz diciéndome: “¡Te has hecho digno de ver a Cristo!
»Exactamente
en aquel momento miro abajo para ver dónde voy a pisar para cambiar de
posición, de manera que pueda ver la cara entera, pero a la vez pensé: “¿Y
quién soy yo el indigno para ver a Cristo?” Inmediatamente en aquel momento
desapareció la luz y el supuesto Cristo aparecido, y el techo se encontraba en
su sitio”.
El
diablo fracasó en engañarle con la falsa visión, pero por venganza le hizo unos
rasguños en los pies, por los que corría sangre.
En
relación con las visiones o avistamientos aconsejaba lo siguiente, a causa de
este acontecimiento. “Así comienza el engaño. Si el Señor no me ayudase para
percibir que esto era demoníaco, después comenzaría la televisión del astuto
maligno. He aquí el Cristo, he aquí la Panaghía, he aquí las profecías etc. Así
es engañado el hombre. Por eso las visiones o expectaciones, aunque sean de
Dios, no las aceptemos fácilmente. Y Dios de una manera se alegra, porque así
mostramos humildad y atención en qué pide de nosotros. Conoce Él cómo
mostrarnos después lo que quiere y enseñarnos de otra manera”.
7.14 Familiaridad con los animales
salvajes
La
gran agapi del Yérontas hacia Dios y su imagen, el hombre, inundaba su corazón
y del desbordamiento del corazón abrazaba también la naturaleza irracional. Especialmente
amaba a los animales salvajes, y éstos sentían su agapi y se acercaban a él.
Un pequeño
ciervo venía y comía de sus manos. Le había hecho una cruz en la cara con
pintura. Avisó a los cazadores que no cazasen cerca del Monasterio y que tuviesen
cuidado con este ciervito con la cruz, que donde lo encontrasen, lo cuidaran y
no lo matasen. Pero desgraciadamente un cazador despreció el mandamiento y un
día vió al pequeño ciervo y lo mató. El Yérontas se entristeció mucho y dijo
una profecía que se ha cumplido por completo. No dice nada sobre este hombre
porque hasta hoy en día está vivo.
En
el bosque alrededor del Monasterio de Stomio viven osos. El Yérontas encontró
un oso en un sendero estrecho, mientras subía al Monasterio con un burrito
cargado. El oso se puso a un lado para pasar el Yérontas. Pero él con la mano
le hizo una señal para que pasara el oso primero. “Y el oso”, narraba
alegremente el Yérontas, “extendió su pie y me cogió de la mano para pasar yo”.
Le dijo al oso: “Mañana no aparezcas por aquí abajo, porque estoy esperando
gente. De otra manera te cogeré de la oreja y te ataré a la madriguera.”
Decía
que el oso tiene un egoísmo. Cuando se encuentra en peligro, hace como que no
tiene miedo pero después se va corriendo.
Una
osa venía muy a menudo, se había familiarizado con él y el Yérontas la
alimentaba. Los días que venía gente al Monasterio, el Yérontas avisaba
previamente a la osa para que no apareciese y provocase miedo a los hombres.
Pero la osa algunas veces transgredía el mandamiento, aparecía inesperadamente
y los que la veían temblaban de miedo. Muchos habían visto la osa, entre ellos
también Keti Patera, como nos contó:
“Una noche subía al Monasterio con una linterna para llegar a tiempo a la
Divina Liturgia. Escuché un ruido, dirigí la luz y vi a un animal algo así como
perro grande. Me siguió y cuando llegué pregunté al padre Paísios si el perro
era del Monasterio. Respondió: “¿Esto es un perro? Mira bien, es una osa”.
7.15 Otros acontecimientos de Stomio
Una
vez robaron en la casa de la señora Penélope Barbuti que tenía unos ahorros,
unos quinientos dracmas en total. Ella entristecida subió inmediatamente al
Monasterio para informar al Yérontas.
Él
la esperaba fuera del Monasterio en la morera. Desde lejos la llamó, no te
entristezcas, se encontrarán. ¿Quinientas cincuenta dracmas, no eran? en quince
días las encontrarás”.
Después
de quince días ve al Yérontas y la diceque aún no había encontrado el dinero.
“Bendita”, la responde, “¿te dije quince días, por qué estás desesperada?”
Realmente
el quinceavo día una mujer trajo a la señora Penélope el dinero, que lo había
robado el hijo de esta mujer.
Cuando
en el Monasterio los Domingos no había Divina Liturgia, el Yérontas bajaba a
Kónicha para participar en ella y comulgar. El Sábado a las doce de la noche
cerraba el Monasterio y en una hora llegaba a Kónicha. Iba y esperaba al osario
y por seis o siete horas hacía oración para los vivos y para los difuntos,
hasta que el sacristán abriera la Iglesia.
Una
noche de esas veía que los huesos radiaban luz. ¡Quizá fuera una señal para
indicarle que las psiques de los difuntos sienten sus oraciones!
*
Durante
un período trabajaba en el Monasterio el señor Lázaro Stergíu y nos relata: “Un
Sábado hacía un vaciado en una pared para echar cemento, mientras que el padre
Paísios limpiaba la Iglesia. Sobre las once algo quería decirme y me hacía señales.
Había llegado mediodía y fuimos a comer, pero no hablaba. Había perdido su voz.
“¿Qué te sucede padre Paisio”, le digo. Él estaba tranquilo como si no
sucediese nada. Le digo: ¿Voy abajo a buscar a un médico? No me dejaba. Nos
entendíamos por señales. El Sábado siguiente cuando estaba limpiando los
candiles le escuché que estaba salmodiando. Había salido fuera con el icono de
la Panaghía. De la alegría le abracé”.
Aquellos
días había subido al Monasterio la señora Penélope Barbuti. Le vio que no
hablaba y empezó a llorar. Después cuando retornó su voz le preguntó: “Qué te
ha sucedido páter?”
El
Yérontas le dijo que esto le había vuelto a suceder en la Santa Montaña, pero
tenía la información de que no le volvería a suceder; aunque le volvió a
suceder.
*
Comenta
Keti Patera: “Había venido el Yérontas al pueblo san Gheorgios-Jorge, cuando
estaba construyendo mi casa, para ver a mi madre. Un chico de ocho años, que le
llamaban Estéfano, cayó desde la planta de arriba al cemento de abajo y se
golpeó la cabeza. Se le abrió y la
sangre corría como un río. Todos allí, mi abuela, mi madre, gritaban y no
sabían qué hacer.
-¿Qué
hacéis así? dice el Yérontas.
Bajó
abajo, le santiguó con una Cruz que llevaba; pidió un poco de algodón, lo puso
sobre la herida, ¡y no hizo falta médico, ni tampoco le quedó ninuna marca!”.
*
Una
vez en Kónicha se retrasó haciendo catequesis a los musulmanes. Para no perder
las vísperas, las vísperas con el komposkini subiendo hacia el Monasterio de
noche. Los demonios le arrebataron el komposkini de la mano. Se quedó allí
arrodillado allí y oraba. “¡ No me voy de aquí si no me traéis el komposkini”,
dijo, y ellos presionados por la potencia de la oración, se lo devolvieron!”.
*
Otra
vez visitó el Monasterio el alcalde con otros altos cargos. No intentó
halagarlos, para que supuestamente ayudasen al Monasterio. No había aprendido “a
admirar” y a halagar rostros de personas. Cuando fue a invitarlos no empezó por
el alcalde, sino por el viejito Georgios-Jorge, un sencillo y piadoso aldeano,
porque él era digno de respeto más que todos los demás. Aunque apreciaba a los
hombres que tenían cargos importantes, aquí dio honor a la virtud, -“porque el
honor del hombre es la virtud”- (San Crisóstomo, en el Salmo 48, PG55, 232), -
y no simplemente la persona que poseía tal puesto sin estar acompañado por la virtud.
*
Nos
relata el señor Tomás Tasios de Kónicha: “Una vez encontré al Yérontas en la
estación de autobuses de
Ioánina.
Viajábamos juntos. En el camino sucedió un accidente cuádruple, tres autobuses con
un camión sobre los postes de la corriente eléctrica. Nuestro autobús, como si
lo hubiese tomado una fuerza invisible, fue llevado fuera de la carretera cinco metros, sin pasar
nada. Digo al Yérontas: “Padre Paísio, si no estuvieras tú, nos hubiéramos
convertido en columna de sal”. Me dice: “¿Has visto a alguno a santiguarse?
Cuando entras al autobús haz oración para viajar bien”.
*
La
señora Penélope Barbuti contó: “Cuando le dolía la cabeza, la tocaba con en el icono de la Panaghía y desaparecía
el dolor.
»Amasaba
pan eucarístico sin levadura. Lo santiguaba y se levantaba.
»Un
día me dijo: “Vienen tres cazadores; cocina judías”. Realmente vinieron y
pidieron comer judías. Ellos llevaban carne en sus mochilas, pero las colgaron
fuera al árbol, porque el Yérontas no permitía asar carne en el Monasterio”.
*
En
la ciudad Ioanina conoció a una mujer laica con el carisma de prever. Quería
comprar el padre Paísio cristal para una lámpara y no le llegaba el dinero. Le
faltaban trece dracmas. Mientras pasaba fuera de la casa de la mujer escuchó
decir: “Dale al páter trece dracmas para comprar cristales de bombilla”.
7.16 Su marcha de Stomio
Los
habitantes de la región tenían devoción al “Monje”, como le llamaban al
Yérontas. Le amaban de verdad y le ayudaban, aunque no entendían plenamente el
tesoro que escondía en su interior. En su persona veían algo especial.
Habían
quedado cautivados por su agapi y su bondad. Para ellos era el ángel de la
guarda, el consuelo y el apoyo en sus dificultades. Los niños pequeños de
entonces, que hoy en día son ya hombres maduros, se acuerdan de un monje como
esqueleto cruzando por las calles de Kónicha a paso rápido, caminando
concentrado sin que su vista deambulara de derecha a izquierda.
La
fama de su virtud había llegado más allá de Kónicha. Venían hombres para verlo
también de otras partes. Una compañía de jóvenes que estudiaban teología se
unieron a él. Se comunicaban por
correspondencia, le visitaban y se quedaban en el Monasterio. Fueron ayudados
espiritualmente y casi todos siguieron la vida monástica.
Mientras
tanto algunos visitantes no paraban de entristecerlo con sus caprichos mundanos
que no querían abandonar. Se intentó hacer oficialmente una carretera y un
teleférico hasta el Monasterio. Algunos de ellos se entristecieron porque el
Yérontas había cesado las juergas mundanas dentro del Monasterio durante el día
de la Fiesta y protestaban. Unos buscaban la expulsión del Yérontas del
Monasterio, para así abusar de las tierras monásticas y del bosque. Había
también otros motivos.
Una
vez a principio de mes abandonó el Monasterio. En vísperas de la Fiesta fue a
la Iglesia para hacer el oficio litúrgico, y cuando terminó vio que habían
encendido fuego en el patio y estaban bailando. Tomó su sotana y se marchó por
la noche hacia la Santa Montaña entristecido. “Aún no estaban maduros
espiritualmente”, dijo el Yérontas. Pero retornó de nuevo después de muchas
súplicas.
En
el año 1961 retornó de nuevo a la Santa Montaña Athos. Los habitantes de
Kónicha, para convencerlo de que retornase, mandaron una carta al Santo
Monasterio Filoteu con firmas. Pedían al Yérontas que tuviera compasión y
misericordia de ellos y retornara de nuevo.
En
su carta escribía: “Marchando de Kónicha, los habitantes se habían revoloteado
y puesto en pie. Apenas llegué al Santo Monasterio Filoteu, después de pocos
días llegó un escrito del Alcalde con muchas firmas y del Gobernador de la
región para que me diesen permiso para regresar al Santo Monasterio de Stomio y
que había gran necesidad, etc. Aunque escribieron las razones, sin embargo los
de aquí no estaban todos de acuerdo para darme la bendición y regresar. Justo
me entero de que irán hasta al Patriarca Athenagoras y al ministro de asuntos
exteriores Averof para suplicar al Gobernador Político de la Santa Montaña, que
pertenece al ministerio de asuntos exteriores”.
Después
de persistentes súplicas, el Yérontas regresó de nuevo a Stomio, recibiendo el
permiso del Santo Monasterio de Filoteu a fecha de 7-8-1961.
Su
hermano Luca y el señor Dimitri Korsinoglu, por iniciación propia, viendo las
dificultades de que permaneciese en Stomio, construyeron a un extremo de
Kónicha una casita que contenía también una kelia-celda, una capilla y el
taller, donde tenían la esperanza de que el Yérontas se quedaría. No querían
que se marchara y ser privados de su preciosa presencia. Pero el Yérontas veía
que para algunos también allí sería “pesado y muy visto” y que no cesarían de
crearle problemas para obligarle a marcharse.
Aunque
inauguró el Monasterio, expulsó a los heréticos (quizás fue este su mayor
donativo) y ayudó a muchos, tenía el loyismós de que no hacía nada y a menudo
se reprochaba a sí mismo: “Yo soy monje, ¿qué hago aquí en el mundo?”. Y decía
con pena a la Panaghía: “Panaghía mía, yo pedía desierto y Tú me has llevado al
mundo”.
Parece
ser que la respuesta la recibió en su oración. Porque cuando más tarde el
sacerdote Kosme y ahora higúmeno de Stomio, le preguntó, cómo se había
marchado, respondió: “Eh, dije a la Panaghía que me muestre dónde quiere que me
vaya y me dijo a Sinaí”.
Con
motivo de la visita de un diácono que se quedó entonces en Sinaí, el actual
Arzobispo de allí, el Excmo. Sr. Damiano, se comunicó por correspondencia con
el entonces Arzobispo Excmo. Sr. Porfirio. Le preguntó si aceptaban en Sinaí
quedarse en alguna parte fuera del Monasterio, sin tener ninguna obligación
respecto a él. Recibió la respuesta positiva.
Así
que cuando vio que había terminado su misión en el desierto del mundo y, una
vez habiendo cumplido la promesa hacia la Panaghía, definitivamente dejó Stomio
el día 30 de Septiembre de 1962 y se marchó hacia la Montaña caminada por Dios,
el Sinaí. No hizo referencia a las razones de su marcha, porque la gente se
levantaría y haría una revolución. Sólo dijo que se iba para seguir una
terapia. Cuando se marchó, muchos lloraron porque le tenían como su consuelo.
No
sólo restauró el Monasterio de Stomio y escribió su santa historia, sino que
escribió también él mismo su propia historia (martilogio) allí en las rocas de
Stomio, con los combates y los acontecimientos sobrenaturales que había vivido.
Los habitantes de Kónicha con devoción mantienen en su memoria al «Καλόγερο, Kalóyero Monje», que hoy en día es conocido en todas partes como
san Paísios.
Α8 EREMITA EN EL MONTE “CAMINADO POR DIOS” DEL SINAÍ
8.1
Traslado al Sinaí
8.2.
Soluciona la sequía.
8.3
Bienaventurada vida eremita
8.4
“Sentí la divina Comunión…”
8.5
Trabajo manual y caridades
8.6
“Estaba en el desierto tentado…”
8.7
Compañía del ermitaño
8.8
Apazia-sin pazos de los Padres divinos
8.9
En los santos Cuarenta
8.10
La dormición de su madre
8.11
El nombre de Kazantzakis
8.12
Es consolado porque no había comulgado
8.13
Guerra invisible e inexpresables situaciones.
8.14
Abandona el dulce desierto
8.1 Traslado al Sinaí
El
señor Stavros Baltogianis, pintor y restaurador, habitante de Atenas, menciona:
“El otoño de 1962 comencé a ir al Sinaí, después de una invitación del
Monasterio, para trabajar en el mantenimiento de sus iconos.
»En El
Cairo, en el Metokion * del Monasterio, una mediodía durante la hora de comer,
conocí al monje Paísios que trataba de dirigirse hacia el monte Sinaí. Era
demasiado delgado, hombre de muy poco comer y por costumbre, estaba callado.
Una tos persistente daba testimonio de su problema de salud.
»Esperando
mientras solucionábamos nuestro transporte hacia el Monasterio, permanecimos
en El Cairo una semana más o menos. En estos días tuve la oportunidad de
comprobar que el padre Paísios evitaba sistemáticamente la comida que nos
ofrecían, y cuando comía, lo hacía porque sentía que debería obedecer. Desde
entonces y el tiempo que he vivido en el Monasterio, entendí que entre sus
virtudes monásticas estaba también la verdadera y concienciada obediencia.
»Cuando
se arreglaron las cosas en relación con nuestra partida hacia el Monasterio,
cargamos nuestros equipajes en el taxi y empezamos el viaje. Recuerdo que
Paísios permaneció callado en su esquina en el coche durante todo nuestro trayecto
hasta Suez. Allí, otro compañero de viaje y yo compramos algunas cosas, principalmente
comida. En nuestra corta permanencia en Suez, que también nos sirvió como
descanso del viaje, hizo falta comer algo. En nuestra invitación a Paísios para que participase, no fuimos
correspondidos. Él mismo simplemente se limitó a quitarse la sed mojándose los
labios con el mínimo zumo de un pequeño limón egipcio que llevaba consigo y que
constituía su único suministro de alimentos.
»Hicimos
noche en Farán y por la mañana partimos hacia el Sinaí. Llegamos ya casi pasado
el mediodía . Paísios fue conducido rápidamente a su kelia y yo me quedé con el
compañero Anastasio Margaritof que me esperaba para colaborar juntos en el
programa de mantenimiento de los iconos. Rápidamente supimos que Paísios
entrando en su kelia alejó su cama inmediatamente y quitó la bombilla eléctrica
que iluminaba el espacio. La austeridad, el carácter ascético, la inocencia del
hombre y la absoluta dedicación a Dios no tardaron en aparecen allí. Procuraba
silenciosamente participar en sus obligaciones cenobitas y rápidamente se
constituyó como miembro muy efectivo del Monasterio.
»Rápidamente
también se hicieron conocidas otras capacidades y conocimientos suyos, como su
habilidad en la elaboración y las aplicaciones con la madera. Esto último nos
dio la idea de pedir al Monasterio que nos ayudase el nuevo monje en los
trabajos de carpintero, que por regla general son efectivas para la
conservación de los iconos.
»Trabajó
especialmente y con éxito en la construcción del segundo portador de mueble de
madera, en el cual se colocó el icono de Cristo, que por desgaste por antigüedad estaba separado en dos tablas. Con arte y con
originalidad construyó una segunda base de madera con un espacio tallado con
las dimensiones iniciales del icono, en el cual las dos partes del icono se
colocaron encajadas, dejando entre ellas el correspondiente vacío que calculamos
que se había creado allí, y el cual, como a menudo sucede, completaría la vista
del peregrino. Así que Paísios se quedó trabajando con nosotros y afrontando
con atención y responsabilidad las necesidades de los trabajos de restauración.
Todo este espacio de tiempo trabajaba silenciosa y productivamente, desprendiendo
paralelamente decencia y santidad. Su abstención de la comida regular del mediodía,
su impresionante delgadez y su persistente tos, nos hacían preocuparnos por su
salud y a menudo intentábamos desviarlo de su tan severa ascesis. Nunca
olvidaré su rostro iluminado cuando, una vez, se vio obligado a responder a mis
continuas sugerencias. “Stavros”, me dijo, “deja estas cosas para nosotros los
monjes “.
»Nos
quedamos en el Monasterio unos cuarenta días y Paísios era siempre el mismo.
Ingenioso, inimaginablemente espiritual, pensativo y quizá orando durante las
horas de su silenciosa ocupación con el trabajo que entonces debería realizar.
El último día y después del momento de nuestra despedida me marché con la seguridad
de que dejaba atrás mío a un Santo.
»Cada
poco tiempo tenía noticias sobre Paísios, que cada vez se hacía más severo
consigo mismo. No mucho más tarde del día de nuestra despedida, tal como
esperaba, supe que Paísios se marchó lejos del Monasterio a una cueva de la
Santa Montaña “caminada por Dios”, en el Monte Sinaí, y vivía allí en ascesis total,
bajando sólo algunos días al Monasterio.
8.2 Soluciona la sequía.
Cuando
por primera vez se fue a Sinaí había una gran
sequía. En condiciones naturales en aquella región llueve poco. Aquel año se
notaba especialmente la falta de agua, porque hacía tres años y medio que no
llovía. Se preparó una caravana para transportar agua de lejos. El Yérontas les
dijo: “Esperad, no vayáis esta noche”. Por la noche el Yérontas hizo oración y
llovió mucho. El Yérontas mencionó una vez: “Entonces hice oración, pero a Dios
le dieron pena los habitantes del lugar que sufrían mucho y llovió y se
llenaron de agua los pozos de Sinaí para dos años más o menos.
8.3 Bienaventurada vida eremita
El
Yérontas pidió la bendición para quedarse solo en el desierto. Abandonó la
ermita de los santos Galaktion y Epistimi, que está constituido de una capilla
y una pequeña celda a continuación. Se encuentra en un bonito lugar elevado,
justo enfrente de la santa Cima, y está a distancia de menos de una hora desde
el Monasterio.
Doscientos
metros más arriba se encuentra la cueva de san Galaktíon y un poco más atrás
está la Skiti de Santa Epistimi con otras skitis ascéticas. Lugares santos y benditos.
A pesar de su aspereza, estas rocas inspiran. Allí en lo alto pues, como un
águila, el Yérontas constituyó su nido, o más bien el águila del espíritu hizo
su tronera.
Muy
cerca, “a tiro de piedra”, había una pequeña fuente de agua en el asceterio.
Recogía de dos a tres litros de agua diariamente. Decía el Yérontas: “Me iba
con un cubito a recoger el agua para hacer té o mojar un poco la cara, diciendo
las salutaciones o himnos a la Virgen con gratitud y mis ojos se inundaban de
lágrimas. “Dios mío”, decía, “sólo un poco de agua necesito nada más”. Tan
apreciable era este poquísimo agua para él que quería vivir allí al desierto.
Pero este poco agua el Yérontas se la repartía con los animales salvajes y los
pájaros del desierto.
-Yéronta,
¿cómo vivía usted en el Sinaí?, le preguntó uno.
Respondió:
“Mi comida era té con pan tostado que lo hacía solo. Hacía hojas finas de masa
y las secaba al sol. Se hacían tan duras que rompían cristales. Alguna vez
hervía también arroz machacado dentro de una lata de conserva; esta lata era el
cacito, la cacerola, el plato y el vaso. Esta lata de conserva y una cucharita
más pequeña que una normal eran todas mis pertenencias.
»Incluso
tenía una camiseta que se la ponía por la noche para afrontar el frío. Bebía
también té negro, para que me ayudase en la vigilia, y ponía también una cuchara
más de azúcar que equivalía a una camiseta más. (Es decir, las calorías que le
daba el azúcar que ponía de más era como si se pusiera una camiseta más.) Tenía
también un recambio de ropa gruesa, porque por la noche hacía mucho frío. No
tenía ninguna lámpara, ni linterna, sino sólo un mechero para ver un poco en la
oscuridad, cuando caminaba por algún sendero con escalones. También me hacía
falta para encender fuego con hierbas alguna vez para hacer algo caliente.
Tenía también piedra para el mechero y una botellita muy pequeña con petróleo
para el mechero; nada más.
»Una
vez planté también una raíz de tomate, pero después me molestó mi loyismós y la
desarraigué, para no provocar a los Beduínos. No me parecía correcto que los
pobres Beduínos no tuviesen tomates y yo que era un monje tener, aunque fuera
solo una raíz.
»Durante
el día decía la oración del corazón o de Jesús y hacía trabajo manual. Esta era
mi regla. Por la noche hacía algunas horas genuflexiones, sin contarlas. Oficio
litúrgico no leía, lo hacía con el komposkini. Descansaba por la mañana.
Para
que no me molestasen los curiosos, con una pintura verde hacía calaveras de
muertos (señal de peligro). Una vez un turista alemán quiso subir arriba. Creía
que era un campo de minas, pero parece ser que conocía algo de esto y pisaba
con cuidado y logró llegar hasta arriba. Yo le observaba desde lo alto. Le dejé
acercarse, y después entré en la cueva de san Galaktíon y puse un manojo de
espinas en la entrada. Buscó, pero no pudo encontrar a nadie y volvió atrás
otra vez.
Simplificó
mucho su vida y se dedicó a la ascesis con todas sus fuerzas, sin distracciones.
“El desierto deserta los pazos. Cuando lo respetas y te adaptas al desierto, te
concede sentir su consuelo”, decía más tarde San Paísios, expresando con pocas
palabras su experiencia en el desierto Sinaítico.
El
Yérontas amaba visitar los lugares donde habían vivido los ascetas. Admiraba
las pequeñas cuevas ascéticas. En algunas se salvaguardaba una pequeña cisterna
y en otras la roca estaba ennegrecida por el fuego que encendían los ascetas de
vez en cuando para cocinar. Le inspiraban y le emocionaban estos antiguos
asceterios. Visitó también el asceterio de San Jorge el Arselaíta. Es una skiti
muy desierta adecuada para anacoretas. La Gran Cuaresma la pasó en el asceterio
de San Esteban, al que se refiere también “la Escalera”, bajo la santa Cima,
con gran ayuno, casi en inanición. Allí solo tenía la latita para sacar agua
del pozo que había más abajo, en el profeta Elías.
Tenía
como regla no ponerse zapatos. Se habían roto sus talones y corría sangre. Los
zapatos los tenía en la mochila y los ponía sólo cuando bajaba al Monasterio o
si encontraba a alguien por el camino. Para quien conoce las condiciones del
desierto, sabe que es muy doloroso caminar descalzo sobre las rocas o la arena.
Por el día queman tanto, que los Beduínos ponen huevos en la arena y quedan
pasados por agua, mientras que por la noche las frías rocas son como si uno
pisara encima del hielo.
Al
Monasterio bajaba cada Domingo o cada quince días. Ayudaba en el oficio
litúrgico y comulgaba. Tenía una pequeña kelia-celda, muy apartada de la torre,
allí donde antiguamente encerraban a los exiliados del Sinaí. Participaba en la
panguiniés-trabajo en que participan todos los monjes del Monasterio, en
trabajos de carpintería y en la poda de los olivos. A pesar de esto no era como
una carga para el Monasterio. Los alimentos que repartían a todos los padres no
los tomaba. Incluso también una pequeña bendición (cantidad de dinero) a la que
tenían derecho los Sinaítas, no la tomaba.
Algunos
de los Padres le pedían consejo y se beneficiaban por su experiencia y discernimiento. Tenía
también un obediente, novicio a prueba, Eutimio Skliris, después Athanasio de
Stavronikita de Athos, que aunque vivía en el Monasterio, le dirigía espiritualmente el mismo padre
Paísios.
Pero
también el entonces Arzobispo de la región de Sinaí, Porfirios, humilde y
bondadoso jerarca, le tenía devoción y tenía en cuenta las cosas que le sugería
el Yérontas sobre la restauración del Monasterio de Sinaí. Dijo sobre el
Yérontas: “De los tantos años que llevo aquí en el Sinaí, no ha pasado otro
monje tan virtuoso, ascético y hábil en sus trabajos manuales como el padre Paísios,
excepto un policía jubilado quien era humilde, silencioso y virtuoso, pero no
tenía la jaris-gracia del padre Paísios.
8.4 Sentí la divina Comunión
Al
principio, cundo se fue al Sinaí, decidió subir al asceterio y quedarse dos
semanas sin bajar al Monasterio. Informó a los padres para que no se
preocupasen. Le dice el padre Sofronio:
-¿Yéronta,
aguantarás allí arriba?
-Intentaré
y rogaré a Dios para aguantar.
Más
tarde relató que: “¡Lo que había sufrido allí arriba por la tentación durante
quince días, es incontable; no te puedes imaginar! Continuamente me decía que
bajase al Monasterio para ver a los hombres y ser consolado. Sólo una cosa te
diré: Esos quince días me sentía como si estuviese clavado encima de la Cruz.
Después, el segundo Domingo, bajé al Monasterio para participar en la Divina
Liturgia. Cuando comulgué sentí la Divina Comunión como carne muy muy dulce y
sentí una fuerza en mi interior. Era el Cuerpo y la Sangre de Cristo”.
Reforzado
por esta señal y viendo desde el Monasterio el asceterio, dijo al diablo:
-Si
quieres, ven ahora para que combatamos. Ya no te tengo miedo.
8.5 Trabajo manual y caridades
El
trabajo manual del Yérontas era escultura en madera. Se refirió el mismo: “Hacía
en madera iconos tallados con el profeta Moisés recibiendo el Decálogo. La
madera la cortaba yo solo. Allí en el riachuelo en los Santos Anárguiros había
una especie de álamo, unos árboles que parecían álamos. De estos, una vez
cortados y secados, sacaba yo solo las placas y hacía los pequeños iconos. Muchas
veces también por la noche abría un poco la puerta de mi kelia y bajo la luz de
la luna decía la oración del corazón o de Jesús, y lijaba y preparaba las
maderas. Como herramientas tenía sólo dos pequeños cuchillos y una tijera marca
Singer, que traje de Grecia; lo desmonté en dos, lo lijé y lo pinté con pintura
verde para que no reflejase los rayos del sol y se me nublaran ojos. Al principio
para terminar un pequeño icono tardé tres días. Después lo acababa en once
horas.
»Los
trabajos a mano se los daba al Monasterio y los vendían; volaban en seguida a
manos los peregrinos. El dinero que recibía se lo daba a taxistas conocidos del
Cairo. Les decía que compraran ropa, gorros, galletas, alimentos etc. Después
llenaba la mochila con bendiciones y preguntaba dónde había tiendas de
Beduinos. Iba a las tiendas de cabaña de ello, desde fuera llamaba a los niños
beduínos y les repartía las bendiciones.
»Una
vez un niño, el Suleimán, cuando fue a su tienda, en agradecimiento cogió un
gallo y quería matarlo para hacerme el banquete. Quería agradecerme por las
bendiciones que les había llevado. “Déjalo, Suleimán, para otro día”, le dije.
¿De qué otra manera se lo iba a explicar?
Por
su gran agapi a las criaturas de Dios, el Yérontas se dejó a un lado a sí mismo,
se cansaba para ayudarlos, y no fue a Jerusalén a venerar, que tanto lo
deseaba, para que los niños de los Beduinos no fuesen privados de sus
bendiciones. Y estos niños entendían que su gran agapi no tenía un interés
propio, y le amaban mucho. Se hacía una verdadera fiesta de alegría cada vez
que los visitaba su amado “Abuna Paisi” (En Beduino: padre Paísios).
Pero
también cuando los niños de los Beduinos iban a su asceterio con los pies
rajados, porque caminaban descalzos, los ponía cera en las rajas y les daba un
par de sandalias para cada uno. A otros los repartía gorritos, para que no les
marease el sol, y cualquier otra cosa que tuviese. Pero se juntaban tantos que
no le llegaba el dinero que recibía por su trabajo manual.
Entonces
se encontró en un dilema: “¿He venido aquí para ayudar a los Beduinos o para
hacer oración por el mundo?”. Por eso decidió limitar el trabajo manual con la
esperanza de que Dios lo solucionase.
Apenas
el mismo día le visitó un médico griego que vivía en el extranjero. El Yérontas
le habló como si le conociera hace años: “Ven, te esperaba”, le dijo. Se sentó
junto a él varias horas hablando con agapi, le dio consejos y sobre todo le
reveló algunas cosas personales.
Entonces
aquel, impresionado por el carisma del Yérontas, le dejó cien liras diciendo:
“Toma esto para que puedas ayudar a los Beduinos, y así no salgas de tu
programa y dejes la oración”.
“No
pude aguantar”, comentó más tarde el Yérontas: “Le dejé fuera y me fui dentro
de mi kelia, porque no podía sostener las lágrimas por la rápida respuesta de
Dios. Me destruyó la providencia y Su agapi.”
Al
final le acompañó el Yérontas y le condujo por un corto sendero porque se se estaba
haciendo de noche.
Incluso
con el dinero del trabajo manual ayudaba también a un chico huérfano que estaba
estudiando teología en Grecia.
8.6 “Estaba en el desierto tentado…”
Un
día haciendo su trabajo manual diciendo la oración del corazón o de Jesús
sentado en una roca, mientras que abajo había un precipicio, se presenta el
diablo y le dice:
-Salta
abajo, Paísios, te prometo que no te pasará nada.
El
Yérontas continuó en ataraxia-serenidad la oración y su trabajo manual. No ha
dado importancia alguna al diablo. La tentación continuó incitándole a saltar
al precipicio repitiendo la misma promesa. Esto duró más o menos una hora y
media.
Al
final toma una piedra y la tira al precipicio diciendo al diablo:
-Venga,
te voy a reposar tu loyismós.
El
diablo ya que fracasó en tirarle al precipicio, le dice con supuesta
admiración:
-Este
tipo de respuesta ni el Cristo me la ha dado. Tú me has respondido mejor.
-El
Cristo es Dios. No es como yo que soy un payaso. “Sal detrás Satanás”.
Así
con la divina jaris (energía increada gracia) residente en su interior, evitó
la primera tentación de saltar al precipicio y hacerse pedazos en las rocas;
además que evitó también caer al precipicio más profundo del orgullo espiritual
al aceptar el elogio del diablo, considerándose a sí mismo superior a Cristo.
*
En
su asceterio tenía un despertador antiguo, que debería moverlo para funcionar.
Una vez, mientras lo estaba moviendo por aquí y por allá para hacerlo funcionar,
el malvado le infunde un loyismós: “Si estuvieses casado, así moverías hoy en
día a algún niño.” Este tipo de cosas ni como laico había pensado alguna vez.
Reaccionó como un rayo, tal como llevaba el despertador lo tira con toda su
fuerza frente a la roca, a distancia de tres metros. Mientras que el
despertador debería disolverse, cuando llegó a distancia de diez centímetros de
la roca, paró bruscamente, bajando poco a poco, se quedó en pie y comenzó a funcionar
adecuadamente sin pasarle absolutamente nada. Lo escuchaba: “¡Tik-tak,
tik-tak!”. “Maldito diablo” dijo, viendo la energía demoníaca. Después cogió
una piedra y lo rompió.
El
punto más importante de este acontecimiento es la reacción inmediata del
eremita. No se retrasó nada por el asalto del loyismós, no conversó con él, no
intentó responder, sino que reaccionó como un rayo.
*
Se
ha referido también lo siguiente: “Una noche bajaba por un sendero con
escalones. Allí donde intentaba encender el mechero estropeado , para ver por
dónde pisaba, de repente se presenta delante de mí una mano sujetando una luz
que iluminó al sendero y toda la zona. Inmediatamente cerré mis ojos, giré la
cabeza hacia atrás y dije al diablo: “Que me falten tus luces”,( ya que se dio
cuenta de que era él quien le presentó las falsas luces).
8.7 Compañía del ermitaño
Relató
el Yérontas: “Cuando estaba en el Sinaí tenía dos perdices. En aquel período
pasaba algunas aflicciones y venían los pájaros para hacerme compañía y
consolarme. A donde iba, apenas me oían venían cerca de mí. Cuando esculpía
iconos se subían en mis hombros. Una vez estuve enfermo durante una semana.
Cuando me recuperé, me fui a la cima de la montaña, donde acostumbraba a ir, y
llamé a los pájaros para darles de comer. No se presentaron. Dejé la comida y
me marché. El día siguiente que volví, los pájaros salieron a mi encuentro por
el camino volando a mi alrededor. Apenas me vieron, comieron.
Los
animales salvajes son muy serviciales y afectuosos. Encontré más afecto y amor
propio en los animales salvajes que en muchos seres humanos. Es mejor tener
amistad con ellos en vez de con gente mundana. Si quieres tener verdadero amigo
después de Dios, ten como amigos a los Santos; sino de otra manera a los
animales salvajes”.
*
También
dijo: “Una vez hice arroz hervido y el día siguiente limpié la lata en la que
había hervido el arroz y los restos se los eché a los ratones. Desde entonces,
cada vez que esculpía iconos y saltaban los trocitos de madera, éstos oían el
ruido y viendo los trocitos de madera, creían que eran granos de arroz y se
juntaban allí. Incluso hasta los animales salvajes se calman cerca de nosotros
cuando tenemos vida correcta”.
8.8 Apazia-sin pazos de los Antepasados
de Nuestro Señor
El
Yérontas en Sinaí había vivido en Espíritu Santo un acontecimiento
sobrenatural: la prudente y santa relación de los santos Antepasados de Nuestro
Señor de la que fue concebida y nacida la Zeotokos. De este acontecimiento fue
informado de que: “Los santos Joaquín y Ana eran totalmente espirituales, sin
ninguna pretensión carnal. Era el matrimonio con más apazia-sin pazos que jamás
ha habido. Primero oraron a Dios con lágrimas cada uno por separado para
regalarles un hijo y después tuvieron
contacto por obediencia a Dios; no por deseo carnal. Como la concepción se hizo
sin placer, la Panaghía era Purísima. Por supuesto que no estaban sin el pecado
ancestral, tal y como engañados creen los papistas, porque fue concebida de
forma natural, (es decir, no sin esperma), sino totalmente sin pazos- sin
pasión, tal y como Dios quería que naciesen los hombres.
Una
vez recalcaba estas verdades de nuevo en una de sus conversaciones. Viendo ciertas
reservas en su interlocutor, se levantó y con expresión potente, dijo: “¡Este
acontecimiento lo he vivido!” Quería hacer ver claramente que estas cosas que
decía no eran simplemente loyismí piadosos suyos, sino divina
apocálipsis-revelación.
8.9 En los Cuarenta Santos *
Era
período de Pentecostés y se fue con otros Padres para hacer Liturgia en los Cuarenta
Santos. Se llevaron consigo también bastantes huevos rojos. Después de la
Divina Liturgia vinieron los Beduinos y les repartieron los huevos. Los huevos
eran cuarenta, y vinieron exactamente cuarenta Beduinos allí a los Cuarenta Santos.
8.10 La dormición de su madre
Un
día tenía un sentía y percibía una especial súplica, inexplicable consuelo y
gran Agapi hacia la Panaghía. Se extrañaba qué era esto que le sucedía y por qué. Apuntó la fecha, era 6 de Octubre
1963 y más tarde supo que en este día había dormido su madre que la amaba
mucho, pero por la agapi a Cristo y a la Panaghía la abandonó. Era como si la
Panaghía le dijera: “No te apenes, yo soy tu Madre”. Ella de una forma le
adoptó desde el momento en que se hizo monje. De hecho, fue digno de ver a la
Panaghía repetidas veces, de hablar con ella y de recibir alimento de Sus
inmaculadas manos.
8.11 El nombre de Kazantzakis
Una
vez subió con dos Padres Sinaítas a la cima de Santa Caterina * para hacer la
Divina Liturgia. El Yérontas llevando consigo el cincel, fue a la roca donde
había escrito su nombre Kazantzakis y borró el nombre de este declarado ateo. Consideraba
indigno para aquel lugar santo que los peregrinos vieran el nombre de un
blasfemo; que esté “la abominación del ateísmo en lugar santo” (Mt 24,15).
Uno
de los padres que era de Creta, mientras bajaba, oyó al padre Paísios golpeando
con el cincel, y creyendo que estaba arreglando el sendero de piedra, le voceó:
-Venga
Padre Paísios, deja ahora el sendero. Nos marchamos.
Y el
Yérontas le respondía sonriendo:
-Lo
que pueda, Yéronta…
El
padre Paísios detestaba a Kazantzakis, a causa de su ateísmo y sus blasfemias y
no quería ni ver ni oír sobre su nombre.
8.12 Es consolado porque no había
comulgado
Un
Domingo por la mañana vio que subían a la Santa Cima peregrinos. Entendió que
habría Divina Liturgia y siguió él también. Pidió la bendición para comulgar,
ya que se había confesado al sacerdote que había interrumpido el ayuno el día
anterior; había puesto una cucharita de aceite en la comida, porque era Sábado
y no sabía que allí se iba a celebrar la Divina Liturgia, mientras que toda la
semana se había alimentado con vegetales crudos. Aquel no le permitió. El
Yérontas obedeció humildemente y no comulgó. Pero sintió tal consuelo y jaris,
igual que cuando comulgaba.
8.13 Guerra invisible e inexpresables
situaciones.
El
Yérontas se refiere en una de sus cartas con fecha 1-3-64: “Muchas veces me
perturba el demonio, a pesar de que he machacado mi carne. Doy gracias a la
Panaghía que no me ha rechazado, sino que siempre me ayuda. El bendito Dios
permite las tentaciones, para que luchemos y con la lucha recibir nuestra
corona inmarchitable de la victoria. Hace unos días me había perturbado mucho
en el Hesicasterión (lugar donde se practica el hesicasmo, doctrina y práctica
ascética difundida entre los monjes cristianos orientales , a partir del s.IV
con los Padres del Desierto), más menos toda la semana, mientras me estaba
preparando para comulgar en la Santa Cima donde se celebraría la Divina
Liturgia. Doy gracias al bueno de Dios que me protegió, porque la guerra era
tan fuerte… Después de este combate el buen Dios me hizo digno de comulgar en
la Santa Cima, porque me había protegido. Sentí tal tipo de alegría todo aquel
día que no puedo describirla. Estaba hecho pedazos por la gran agapi de Dios y
sentía Su presencia cerca de mí. Por eso el enemigo diablo me combatía tan
intensamente, para poder privarme de este deleite espiritual que me ha saciado
durante mucho tiempo…”
El
asceta Sinaíta hacía ya una vida inmaterial. “Estaba solo consigo mismo
hablando con Dios…junto con las oraciones incesantes y por su cercanía a Dios”
(San Sabas el Santificado). Estaba cautivado por el divino eros. Su oración era
incesante, como su respiración, y no se interrumpía ni durante el sueño. “Se amamantaba
de la jaris”. Vivía intensamente la presencia de Dios, ya que los grandes
acontecimientos sucedieron allí, durante la época de Moisés. Una vez describía
su cueva: “Toda la montaña, la roca se había hecho blanda como la masa de pan,
«todo el monte Sinaí humeaba, porque Dios había descendido sobre él en forma de
fuego. Subía el humo como de un horno, y todo el monte retumbaba con violencia,
Ex 19,18». Por eso en la cueva quedaron grabadas las huellas de la espalda de
Moisés”.
Además, tal como se ha dicho antes, el Yérontas comentando el acontecimiento que había vivido en el Monasterio Esfigmeno, dijo: “En el Sinaí he vivido otras situaciones mayores de otra manera”.
Pero
lo que exactamente vivó allí en la divina montaña, no quiso describirlo. Se
bastó sólo con esta alusión. Pero por supuesto que era algo semejante pero de
mayor intensidad que el anterior acontecimiento más antiguo, por esto comparó
los dos entre sí. Muy posiblemente no era un avistamiento, sino un milagro.
Eran situaciones y estados de jaris vividas continuamente, durante las cuales
recibió añadido de jaris, con el resultado de ser alterado todo su estado en
situación más espiritual. “Siento que va amaneciendo dulcemente algo distinto
en mi interior”, escribía.
Con
todo esto que vivió el Yérontas y todas las cosas que nos son desconocidas, la
divina jaris (energía increada gracia) le preparaba místicamente para su obra
posterior.
8.14 Abandona el dulce desierto
Mientras
vivía y se alegraba porque por fin había encontrado lo que buscaba desde hace
años, su salud empeoraba. Sufría dolores de cabeza debidos a la falta de
oxígeno por causa de la altura. Pero el Dios le alimentaba con el maná celeste,
le consolaba con Su jaris increada. Al principio no daba importancia a estos
síntomas, pero después se vió obligado a hacerlo debido a las circunstancias. Menciona
al respecto en una carta suya( 1-3-1964): “De todas formas veo que Dios me está
bajando cada vez más abajo. Ahora me encuentro en el Monasterio desde hace una
semana, porque me ha entrado asma, y como el Hesicasterión estaba a 2000 metros
de altura, sufrí mucho, a pesar de que me esforcé, era imposible quedarse allí,
porque se me detenía la respiración. Aquí en el Monasterio estamos a unos 400
metros como mucho. En el caso de que aquí también siga sufriendo iré a Grecia…
De todas formas lo dejo todo a Dios y Él que por naturaleza es bondadoso, que
haga lo que es beneficioso para mi psique. De momento no tengo nada seguro”.
Finalmente,
cuando vio que su estado de salud empeoraba, tomó la decisión de abandonar el
dulce desierto de Sinaí con pena, porque deseaba quedarse para siempre allí,
“para venerar y alabar a Dios en esta montaña”. Amó el Sinaí, porque allí vivió
la verdadera vida eremita. Hasta el final de su vida lo estuvo añorando e
interesándose por su provisión y por su resplandor espiritual.
Retornando
a la Santa Montaña Athos, se encontró en Atenas en una Iglesia con el profesor
de la Escuela Teológica, Panagiotis Bratsiotis. Éste se entusiasmó por el
asceta, que aunque estaba enfermo, se mantenía de pié durante toda la
celebración del oficio litúrgico. Se acercó y le dijo: “¡Ni siquiera ahora te
vas a sentar un poco!”.
Según
el Salmo, “vio la ilegalidad, la discordia y el altercado” (Sal 54,10) de la
ciudad de Atenas. El diablo intentó tentarlo, pero no tan descaradamente como
en el Sinaí, sino con uno de sus instrumentos. Mientras buscaba encontrar la
dirección de una persona conocida, preguntó a uno que le condujo a una casa, la
abrió y lo metió allí. ¡Era una casa de prostitutas!. El Yérontas al principio
se extrañó. Después imploró ayuda a
Dios, dio una patada a la puerta y se marchó, “líbrate, como la gacela del
lazo, como el pájaro de la mano del pajarero”, (Prov 6,5).
A9 EN LA SKITI DE IBIRON
9.1
¿Hisijía o compañía?
9.2
Aspectos de la vida en la skiti
9.2
Ayuda la psique de un difunto
9.4
Defensa de San Juan Precursor
9.5
Apedreamiento diabólico
9.6
Comida por un Ángel
9.7
Monje de gran Hábito
9.8
Operación de los pulmones
9.1 ¿Hisijía o compañía?
El
Yérontas regresando a la Santa Montaña Athos se dirigió al santificado desierto
de Kapsala, un lugar hisijástico
(hesicasta *), silencioso y ascético cerca de Kariés (capital). Pero como allí
no encontró un lugar de reposo, por hacer obediencia a un Yérontas se fue a la
Skiti del Monasterio Ibiron, donde encontró el Kalivi-caseta de los Arcángeles
(el certificado lleva la fecha 12-5-1964). Él mismo en una epístola 24-7-64 se
refiere en relación: “Por la jaris (energía increada gracia) de Dios he tomado
un Kalivi en la desértica Skiti de Ibiron. Tiene todas las condiciones para una
vida hisijasta. De las quince kalivis-casetas están habitadas sólo siete.
Sábado y Domingo hacemos en el Kiriakó (templo principal) sólo Liturgias, en
cambio los oficios litúrgicos se hacen en nuestras Kalivis. Mi kalivi tiene la
capilla de los Santos Arcángeles. Es una pequeña región con algunos árboles de
olivo, pequeño jardín con agua, etc… La casa naturalmente es antigua y estoy
haciendo algunos arreglos. Veo que las cosas caminan hacia la dirección de la pequeña
hermandad. Es verdad que esto me entristece mucho, porque he vivido solo y me
veo a mí mismo que solo podría avanzar mejor. He rogado al Señor no poco, pero
veo que esta es Su voluntad. Fui a mi Guía Espiritual padre Ticón, eremita Ruso
y me dijo que debo aceptar a los que quieren quedarse conmigo. Lo máximo que
tienes que hacer, me dijo, que hagas una kalivi pequeña al lado para que tengas
también un poco de hisijía.
»Comencé
arreglando la Kalivi, porque quizá después de poco tiempo vendrían mis amigos,
y deberé atenderlos, en la medida que pueda. Me falta de todo. La casa debo
arreglarla, pero las cosas tengo que comprarlas etc., hasta que comience algún
trabajito manual. He trabajado duramente durante tres meses. Doxa-gloria y
gracias a Dios, he arreglado bastantes cosas. Todo esto debe acabar en un año,
para que comience la obra principal, la oración y el estudio, después como obra
secundaria un pequeño trabajo manual. Así habrá despreocupación, la cual
absorberá a los hermanos hacia arriba. El aceite es asegurado por los olivos
que tiene y también para la Iglesia. Del jardín recogeremos toda la verdura,
hortalizas, como también patatas y judías para el invierno, etc… También hay
algunos otros árboles frutales y otros. También hay bastantes sarmientos.
Cuando los hermanos hacen un trabajito manual, es para disfrutar y no para que
sean absorbidos por el trabajo, entonces pueden encontrarse a sí mismos y
después a Dios. El buen Dios que ayuda a los buenos y a los malos, como buen
Padre ayudará, esto lo creo. Mucho más si es Su voluntad el hacer algo para Su
doxa-gloria y gracia increada.
»Más
tarde pienso hacer kalivitas pequeñas cada cien metros para los hermanos, para
que estemos todos juntos y todos separados, porque he vivido todo tipo de vidas
y he visto que en la hisijía se crea la sedimentación”.
9.2 Aspectos de la vida en
skiti
Entre
los padres de la Skiti se distinguía el padre Pacómio, de la compañía del Padre
Nilos. Cogía las serpientes y los escorpiones con la mano. El Yérontas nos
narraba muchas cosas sobre la sencillez, la virtud y la perfecta obediencia a
su Yérontas. Por todas estas cosas Pacómio era muy querido por el Yérontas y
siempre le mandaba bendiciones.
Algunos
fueron a hacer vida monástica cerca del Yérontas, entre ellos también los
hieromonjes Basilio y Gregorio, quienes más tarde restauraron el Santo
Monasterio Stavronikita, y el padre Basilio se hizo higúmeno. Por un tiempo dispuso
su Kalivi para ellos, hasta que fuese arregladala suya, y el mismo Yérontas se
quedaba un poco más allá en una chocita muy pequeña que había hecho con tablas
de madera de castaño.
Cada
noche hacía incontables genuflexiones y muchos komposkinis. Su obra principal
era la oración. Intentaba no ser interrumpida su comunión espiritual con Dios, que
fuese incesante.
A
pesar de su perturbada salud, se esforzaba a sí mismo ayunando hasta agotarse.
Y allí donde “se terminaban las baterías” y llegaba al “Amín”, de forma
totalmente paradójica recuperaba las fuerzas y continuaba las luchas.
Cuando
bajaba a Arsaná, caminaba descalzo, igual que en el Sinaí. Tenía los zapatos en
su mochila y se los ponía cuando de lejos veía alguna persona.
Como
tallista de madera tallaba con belleza las cruces y los cazos para agua
bendita. Con los trabajos manuales se mantenía el mismo y ayudaba donde había
necesidad.
En
la Skiti ayudaba con buena gana a los padres y donde le pedían ayuda corría con
alegría para dar reposo a cada uno.
Se
hizo cargo también de la administración de la Skiti. Ya que realizaba las
labores del Kiriakón (templo principal), para no perder la hisijía, dejaba una
nota para los visitantes que cuando viniesen tocasen la campanita. Oía la
campañita desde su Kalivita donde estaba en hisijía, bajaba, atendía a los
visitantes y les ofrecía reposo y alivio corporal y espiritual.
En
este período tuvo lugar también el encuentro con un admirable peregrino,
trabajador del puerto del Pireo, que con su oración había resucitado a su
suegro blasfemo para que se arrepentiese.
Relató
también el siguiente acontecimiento el Yérontas: “Una vez vino a la Skiti un
cura. Cuando le vi “no recibí información” interior. Con la conversación
entendí que era romanocatólico. Entonces le dije severamente: “Que te pongas el
gorro, (es decir, el gorro especial que ponen los monjes papistas) y así tienes
que visitar a los Monasterios”.
ȃl
como cura romanocatólico, llamado Bonifacio, y como supe más tarde, éste a
donde iba se vestía como los monjes que visitaba para engañar. Con los clérigos
Ortodoxos Griegos vestía como clérigo Griego Ortodoxo, con los clérigos Rusos
como Ruso, etc…”
El
Yérontas aunque vió que el papista tenía pelos, barbas y sotanas no fue
engañado por estas cosas. La divina jaris (energía increada gracia) daba
testimonio que en su interior el aparecido cura no tenía sacerdocio ni
santidad. “No necesitaba que nadie le diese testimonio del hombre, porque él
conocía y conoce muy bien qué había y qué hay en el interior de cada hombre”
(Jn 2,25).
9.3 Ayuda la psique de un difunto
Relató
el Yérontas: “En cuanto fui a la Skiti, ya lo supo el tío Atanasio vigilante
del bosque del Monasterio Filoteu, y vino a verme. Era conocido mío y me traía
unas bendiciones, porque entonces al principio no tenía nada.
»Se
lo agradecí y le dije que escribiera los nombres de sus parientes difuntos,
para hacer memoria de ellos. Él influenciado por un testigo de Jehová, decía:
“una vez muerto el hombre, no queda nada; todo después de la muerte se pierde”.
»No
pasó mucho tiempo, y el mismo murió. Cuando lo supe, me fui hasta Filoteu y
visité su tumba. Hacía cada día oración del corazón para que Dios dé descanso y
alivio a su psique.
»Después
de veinte días, (de la muerte del tío Atanasio), me enteré que me estaba
buscando una persona de Filoteu. Viene revuelto, estaba también el de la junta
del Monasterio. “Páter”, me dice, “vino el tío Atanasio el muerto y se me ha
quejado diciéndome que me había olvidado de él y no hice nada por él, y me dijo
que sólo tú le ayudas con tu oración. Y realmente yo no lo menciono en mi
oración. Me hecho miembro de la junta y arreglo el despacho, tengo mucho
trabajo, y qué voy hacer ahora, he dejado también mi canon”.
-Eh,
ahora haz un poco más.
Este
acontecimiento reforzó al Yérontas y continuó rezando más para las psiques de
todos los difuntos.
9.4 Defensa por san Juan Precursor
Dijo
el Yérontas: “Veía el barranco y sentía un anhelo, un eros divino. Saltaba mi
corazón para quedarme allí para más hisijía y oración. Me fui a un responsable
del Monasterio Ibiron para tomar bendición y hacer allí una Kalivita. Aquel se
puso a gritar. ¿Qué os creéis vosotros los supuestos ascetas, etc…”. Pero por
la noche se le presenta al responsable San Juan el Precursor, quien es el
protector de la Skiti Ibiron y comenzó a golpearle, porque había mostrado
desprecio al Yérontas Paísios. Asustado se levantó y se fue a la Iglesia. Pedía
persistentemente a los padres interrumpir el oficio litúrgico, hacer una
reunión y decirles lo que le había sucedido, porque no estaba en paz. Le
dijeron: “no se puede interrumpir el oficio litúrgico, ten paciencia y espera
hasta que terminemos”. Luego se reunieron todos y los narró lo que le sucedió.
Después este responsable no sólo le dio la bendición para construir su
Kalivita, sino que le mandó materiales con los mulos. Allí había tanta humedad
que goteaba agua por los clavos. Por eso los otros padres también habían
abandonado este lugar. Estaba sentado y escupía sangre. Aquello fue la causa de
dejar dos pleuras en el hospital. Me había cansado de transportar materiales y
construir la Kalivita, ¡Pero me sentía con mucha alegría!Sí, era alegría
espiritual, pero no una alegría totalmente espiritual. La alegría celeste es
otra cosa. Es la energía increada de la divina jaris-gracia.
9.5 Apedreamiento diabólico
Pasó
por la Skiti un pobre con la “pantajusa
todas-partes” para pedir limosna. (Pantajusa: permiso escrito, dado por la Santa
Comunidad de Athos a un pobre y le permite a uno pedir ayuda económica de los
Monasterios, de las Skitis y de las Kelias de Athos). El Yérontas dio todo
el dinero al pobre, una cantidad importante para aquel tiempo. Ni siquiera los
Monasterios daban tanto dinero. El diablo no soportaba ver al monje “material
como inmaterial” y exasperado por la perfecta pobreza, tiró una piedra grande
que se incrustó en el techo, por encima de la cabeza del Yérontas!
9.6 Comida por un Ángel
Nos
narró el Yérontas: “Era una temporada de cuaresma o ayuno de la Panaghía, 15 de
Agosto, y hacía unos días que no probaba comida. Mientrastanto me dijeron que
bajase a la playa un padre (monje) enfermo. Le llevé a la playa y después sentí
una tremenda debilidad. Cuando me acercaba a mi Kelia, se presentó alguien
delante de mí (era un Ángel) y me dió una cestita con frutos, uvas e higos, e
inmediatamente desapareció.
9.7 Monje de gran Hábito
El
Yérontas había conocido al Yérontas Ticón cuando estaba en el Monasterio
Esfigmenu. Ahora le hizo su Yérontas. Iba regularmente en su Kelia para verlo y
pedir consejos. A menudo le preguntaba el Yérontas Ticón: “¿Cuándo tomarás el
Gran Hábito?
-Cuando
esté bendecido, Yéronta, no me preocupa para nada esto.
El
padre Paísios, aunque era muchos años monje, todavía no se había sido
ordenadado monje de gran hábito. Le interesaba principalmente vivir como monje.
No simplemente tomar típicamente el Gran Hábito, sino también la jaris del
Hábito. Daba más importancia vestirse interiormente el hábito, es decir, hacer
monje al hombre interior. Por eso decía: “A mí no me preocupaba para nada
cuándo me haré del Gran Hábito. Incluso si no me hubieran hecho monje no me
preocuparía. Me interesaba vivir como monje. Si la psique no se cultiva, no
tiene armas interiores, a pesar de que el Hábito es un arma, no ayuda. Porque
la mínima desobediencia trae más responsabilidad después con el Hábito. Hace
falta gran exactitud. Debemos luchar por cumplir las promesas. Es bueno luchar
por cumplir las promesas también antes del Hábito”. No aspiró por sí solo a
recibir el Gran Hábito, porque por humildad se consideraba a sí mismo como
indigno, y también porque quería ser consecuente con todas sus promesas.
Pero
ahora, después de las incitaciones de su Yérontas, aceptó ser tonsurado y
recibió el Angélico y Gran Hábito de las honoríficas manos del yérontas-Ticón
el 11 de Enero 1966, en el Kalivi del Monasterio de Stavronikita de la “Santa
Cruz”.
9.8 Operación en los pulmones
El
Yérontas desde monje joven tenía molestias en sus pulmones. Ya desde que estaba
en el Monasterio Esfigmeno escupía sangre y tenía hemorragia interior y por eso
fue curado en el Hospital del Monasterio. A continuación durante toda su vida
sería fatigado con esta patología.
Desde
el Monasterio Filoteu fue obligado a salir al mundo para terapia. Esta
patología de sus pulmones, que era debida a la falta de oxígeno, fue la causa
de abandonar el santo monte Sinaí. Él mismo no sabía qué padecía exactamente.
Un médico le diagnosticó equivocadamente tuberculosis, haciendo obediencia
se puso vanamente centenares de
inyecciones de estreptomicina. Sus músculos se habían endurecido a tal grado
que una vez la aguja se había torcido, pero el Yérontas quedó inmovilizado y
como insensible al dolor.
El piadoso
profesor médico Georgios Daikos fue el primero que hizo una diagnosis correcta
de que se trataba de bronquiectasia. “Dios bendiga y perdone al señor Daikos”,
decía el Yérontas.
Pero
su enfermedad continuamente empeoraba. Por eso fue obligado a salir para hacer exámenes
médicos, los cuales indicaron que debería operarse con seguridad. La operación
se hizo en el Centro de Enfermedades de la Región Norte de Grecia. Le quitaron
el pulmón izquierdo casi entero y también le quitaron dos pleuras. El Yérontas,
desde de la Clínica Quirúrgica del Hospital, describe en una carta con fecha
10-12-1966 la operación quirúrgica de la siguiente manera: “Era una operación
muy seria. Me quitaron un lóbulo de la izquierda, y también un poco de otro. El
lóbulo estaba llena de bolsitas (bronquiectasias). La operación duró 10 horas
más o menos. La sangre durante la operación no se detenía y esto dificultaba mucho.
Hicieron falta cuatro litros de sangre… Los tubos me los quitaron después de
nueve días y sufrí una infección grande y así me llevaron otra vez al quirófano
por dos horas y me los volvieron a poner y llevé los tubos encima mío más de
veinte días. Me quedó también una discapacidad en los ojos. El ojo derecho ve
muy fuerte, en cambio el otro en el que se hizo la operación está más cerrado y
su visión es más baja. Esto no me preocupa, porque otros han nacido totalmente
ciegos.
»Es
verdad que sufro mucho, pero vale la pena para uno pagar incluso sin tener patología
y pasar así un tipo de pequeño martirio, porque me he beneficiado mucho.
»Leía
el Pazos-Pasión del Señor en la Santa Escritura como una simple historia, como
también los Martilogios de los Santos. Ahora los estaré sintiendo, porque he
sentido unos cuantos dolores. Llevo veinticinco días en los que no he descansado”.
Según
el el certificado de salida: “Fue hospitalizado en el Centro de Enfermedades
Torácicas del Norte de Grecia, Entró 4-8-1966, padeciendo de bronquiectasia del
lóbulo inferior izquierdo. Siendo operado, salió en terapia”. Durante la
terapia allí en el Hospital del pueblo Asvestojori hizo obediencia a los
médicos y comió carne.
Entonces
murió también su padre carnal 10 de Agosto 1966. Apenas fue avisado, tomo el
libro “Horologio” y leyó el “Amomos”, el Salmo 118 ( 119, “Bienaventurados los perfectos de camino”). Cuando terminó, le dijo un
enfermo que acaba de recibir la noticia de que se había muerto un pariente
suyo. Y el Yérontas volvió a leer el mismo Salmo.
Retornando
del Hospital a la Skiti, continuó su diligente lucha. La vida ascética en la
skíti con las cosas en común y sus distracciones, encendieron el deseo del
Yérontas para mayor hisijía, porque había crecido el número de padres. Pero
prinipalmente como estaba operado, debería necesariamente cambiar de clima y
quedarse en un lugar seco. Su Yérontas padre Ticón, le aconsejaba que fuera a
Katunakia- “Debería hacer obediencia al Yérontas”, dijo. En 11-7-1967 recibió
el certificado de salida y se marchó para Katunakia (parte montañosa sur de
Athos).
A10 EN LOS DESÉRTICOS KATUNAKIA
10.1
En el kalivi seco de Ipato
10.2
Camisetas para el asceta
10.3
El endemoniado
10.4
“Ha desatado el nudo gordiano”
10.5
Su pobreza
10.6
“Yo siempre estoy comiendo…”
10.7
Luz dulcísima
10.8
Constitución del Hesicasterióno Monasterio femenino
10.1 En el seco kalivi de Ipato
Gracias,
pues, a su amada hisijía y a causa de su salud delicada el padre Paísios viene
en Katunakia y se intala la Kalivi de Ipato, en el elsitio llamado “los Blájikos”,
más alto de donde estaban los Danieles.
Escribía
en una carta suya con fecha 18-9-1967: “…Doxa-gloria y gracias a Dios, estoy
muy bien. No me molesta la disnea, porque puedo abrir la ventana día y noche,
debido a que no hay humedad. No tengo ni vecino”.
Era
una pobre kalivita-casita sin Iglesia, con una fuente pequeñita y dos tres
pretiles en su región. Unos cuantos metros más allá había también otra Kalivita
con chapa. Tenía una bendición especial, porque en ella había vivido el
yérontas-Efrén Talas (Padres Aghioritas pag 89-90). Allí iba muy a menudo el Yérontas,
oraba y sentía la jaris-gracia del lugar. Cien metros más a lo alto había una
cueva, antiguamente escondite de ladrones, en el cual había vivido el
yérontas-Efrén.
La
vida en Katunakia era tranquila, sin distracciones y muy pobre. Hacia como trabajo
manual la representación de la Crucifixión con la Panaghía y san Juan el Teólogo
en un icono de escultura de madera de ciprés.Algunos los vendía para
mantenerse, y la mayoría los repartía como “bendición”. También hacía pequeños
iconos estampados, estos también los daba como “bendición”.
Entonces
hizo también la exhumación de las reliquias de su antecesor de esta Kalivi, el
yérontas Ipatos el Rumano.
El
Yérontas ayudaba en la fiesta de los Danieles. Entre los servidores estaba
también un monje de Kafsokalivia, a quien le causó gran impresión un monje
desconocido por él (el padre Paísios), que con una gran agilidad servía en la
fiesta, lo mismo que podían hacer dos o tres personas juntas, silencioso y
orando, sin descansar ningún momento.
Una
vez tomó el pequeño barco de la línea marítima regular para ir de Dafni a Katunakia.
Se acercó a un monje a quien le veía por primera vez, se prosternó delante de
éste con humildad y le llamó por su nombre. Era el Yérontas-Gabriel el famoso
gran asceta de Karulia. Y aquel se alegró por haber conocido al padre Paísios,
porque había oído sobre un asceta que vive en los lugares de Blájica. Con
verdadera agapi y familiaridad se sentaron a un lado y conversaron
espiritualmente. Más tarde diría el Yérontas Paisios: “El Yérontas Gabriel era
realmente un asceta, pero el yérontas-Pedro (Petrakis-Pedrito) tenía algo
especial. Tenía una blandura y dulzura espiritual”. En Katunakia conoció
también otros padres en altos estados espirituales.
La
anhelada hisijía del Yérontas la interrumpían los visitantes, como el mismo
decía: “Estaba operado cuando retorné a Katunakia y empezó a visitarme la
gente. Les atendía tanto tiempo como necesitasen y después los despedía
bendiciéndoles y deseándoles que les vaya bien. Ellos se iban y poco después
volvían otra vez. “Aquí nos quedaremos esta noche”, me decían. Y yo ahora, que
si cocinarles, que si darles cama…. ¡ De dónde iba a sacar fuerzas para
atenderlos… cuánto sufrí en aquella época! Tenía dolores fuertes y los fármacos
no me hacían nada. Pero decía: “doxa-gloria y gracias a Dios que me regaló a mí
también el comprender un poco lo que sintieron y sufrieron los santos
mártires”.
10.2 Camisetas para el asceta
El
Yérontas llevaba a padres enfermos y ancianitos de avanzada edad “bendiciones”
(regalos), ropa y alimentos. Un Yérontas de avanzada edad tenía una nota en la
puerta de su kelia: “No me molesten estoy muy viejo y enfermo”. No quería
recibir nada de nadie. El padre Paísios le convenció que aceptase las cosas que
le llevaba, diciendo:
-Quédate
con estas cosas, porque estás enfermo y muy mayor.
Un
día visitó al yérontas-Sabas el de Katunakia y le dio unas “bendiciones”
(regalos). Al marcharse, le preguntó si tenía necesidad de algo. Le respondió
que necesitaba camisetas. En el camino, regresando para su Kalivi, encuentra a
un visitante que venía a verle, y llevaba un paquete para él. El Yérontas lo
abrió y quedó admirado por la providencia de Dios. El paquete llevaba
camisetas. Regresó inmediatamente y dio las camisetas al yeronta-Sabas.
10.3 El endemoniado
Relató
el Yérontas: “Subía a la Kalivi cargado con mucho peso. Me encontré con un
laico de la ciudad de Tríkala y se ofreció para ayudarme. Pero el pobrecito
estaba endemoniado y se cayó al suelo. Le santigüé con la Cruz del komposkini.
El endemoniado me cogió de la mano derecha y por poco me la rompe. Entonces
tomé el komposkini con la mano izquierda y le santigüé diciendo: “En nombre de
nuestro Señor Jesús Cristo, sal de este hombre espíritu impuro”. Inmediatamente
se serenó y me pidió perdón. Y añadió el Yérontas con admiración: “El
komposkini tiene una gran fuerza, pa! pa! pa!...
10.4 “Ha desatado el nudo gordiano”
El
siguiente es testimonio de un sacerdote anónimo: “En el año 1968 visité al
Yérontas como estudiante de teología. Mi gran problema, el cual me ahogaba
literalmente, era que había decidido hacer vida sin matrimonio después de una
manifestación unilateral y una mala conducción espiritual. Abrí con confianza
mi corazón al Yérontas. Me escuchó con atención y al final me dijo: “Escucha,
hijo mío; el carpintero con maderas especiales hace los muebles de lujo. Lo
mismo el herrero con hierros también hace los muebles metálicos de lujo. Tú
debes examinarte muy bien y atentamente a ti mismo de qué material eres. Supongamos
que tu eres de madera, en ningún caso puedes ir al herrero, porque con el
oxígeno que utiliza te quemará. Si estás hecho de hierro entonces sólo debes ir
al herrero”.
»Estaba
tan liado y desde aquel momento me sentí aliviado porque el Yérontas con
ejemplo sencillo y sabio me disolvió el nudo gordiano (resolvió tajantemente y sin contemplaciones el problema) que me tenía atado años. Me
marché lleno de alegría, con la convicción de que hay camino abierto en el
horizonte también para mí. Comprobé que podía estar sin culpabilidades sobre la
supuesta traición del ideal de la vida sin matrimonio al seguir esto que me
manifestó Dios por la boca del yérontas Paísios. La intervención del Yérontas
había sido determinante para mi vida posterior.
10.5 Su pobreza
Un
día, mientras el Yérontas estaba sentado en el patio de su pobre Kalivi seco,
percibió que alguien había en el bosque y le vigilaba. Daba la impresión de un
hombre que buscaba la ocasión para robar.
El Yérontas
pensó y dijo en su interior: “Pobrecito tendrá alguna necesidad”. Se marchó
inmediatamente dejando la puerta de su Kalivi abierta. El ladrón entonces entró
sin ninguna molestia, pero desgraciadamente para él no encontró nada valioso
para llevarse. Sólo un colchón de paja y unas cositas sin valor. Según el
Yérontas,:“Aunque era un ladrón, un hombre asalvajado, se conmocionó y después
le hacía compañía”. Arrepentido pidió perdón, el cual el Yérontas con todo su
corazón se lo concedió.
10.6 “Yo siempre estoy comiendo…”
Una
vez le visitó el padre Daniel de los Danieles. Golpeó la puerta diciendo: “Por
las bendiciones de nuestros Santos Padres”, y por mucho rato no recibía
respuesta. Finalmente el Yérontas abrió. Estaba bañado en lágrimas, tenía en las
manos una cebolla y una tostada de pan, y comía. Le preguntó el padre Daniel:
-¿Qué
haces, páter Paísios!
-
¿Qué voy hacer? Mira, ¿no lo ves?, como; yo siempre como…
Y
mientras estaba diciendo esto, comía cebolla y tostada y sus lágrimas caían sin
parar.
Por
lo visto, estaba en un estado de gran contrición o dilatación del corazón, que
no podía parar sus lágrimas. Pero cuando escuchó la voz del padre Daniel, hizo
un esfuerzo para sobreponerse a sí mismo, porque debía abrir. Y no pudiendo contener
sus lágrimas, hizo este invento con la cebolla. Pero el padre Daniel que nos
narró este acontecimiento, entendió de lo que se trataba, y dió esta
explicación.
10.7 Luz dulcísima
En
la Katunakia tuvo también experiencias divinas: “Una vez”, relató, “mientras decía
la oración del corazón o de Jesús por la noche, vino en mi interior una alegría
muy grande. Continué diciendo la oración del corazón y de repente mi kelia se
inundó de luz. Era luz blanca con un tono hacia el color azul. Mi corazón latía
dulcemente. Continué haciendo komposkini hasta que salió el sol. ¡Era tan
fuerte esta luz! Más fuerte que la luz del sol. El sol perdía su resplandor
ante esta luz. Veía el sol y me parecía una luz solar pálida, tal como es la
luz de la luna llena. Esta luz la veía por mucho tiempo. Después cuando faltó
la luz y la jaris (energía increada gracia) disminuyó, entonces no encontraba
ningún consuelo y ninguna alegría. Como había recaído de un estado a otro
inferior, me veía a mi mismo como a un animal. Iba a comer, a beber agua, a hacer
mi trabajo manual y me sentía como un animal.
Este
acontecimiento lo había olvidado totalmente y lo recordé anteayer, cuando un
piadoso abogado que practicaba la oración noerá del corazón o de Jesús me lo
recordó, porque aquel vivía un estado…”.
El
Yérontas no dijo literalmente luz increada la luz que vio, aunque no hay
ninguna duda de que se trata de la Luz increada. No lo ha descrito más, sólo
añadió: “que uno la ve con los ojos cerrados y abiertos esta luz (increada),
incluso por la noche con la oscuridad y por el día con el sol”.
Con
este tipo de consuelos y súplicas espirituales en el inconsolable desierto de
las Katunakias, la divina jaris-gracia increada consolaba al voluntariamente
empobrecido y con abnegación ejercitado asceta Paísios
10.8 Constitución de Hisijastirio o
Monasterio
El
Yérontas durante el período de su permanencia en el Hospital conectó
espiritualmente con algunas jóvenes piadosas y aspirantes a monjas. Le
visitaban y le daban sangre cuando hizo falta para su operación quirúrgica. El
Yérontas por obligación más tarde las ayudó espiritualmente de muchas maneras.
Se sentía tan obligado, estaba como si estuviese vestido con una camiseta de
pelo, como decía, y quería quitárselarla, es decir, corresponder al bien que le
hicieron. Por eso las ayudó a encontrar un lugar para hacer vida
monástica, y así ha sido constituido el
Hisijastirion (monasterio) de san Juan el Teólogo en Surotí (a 30 km de Salónica).
A continuación y hasta su dormición, las dirigía espiritualmente, allí dejó
también sus multi-padecida reliquias que tanto padecieron. Recibió sangre de
las hermanas y él las dio espíritu, es decir, ayuda espiritual.
A11 EN LA KALIVI DE LA SANTA CRUZ
11.1 En el Santo Monasterio Stavronikita
11.2 La dormición del yérontas-Ticón
11.3 Su vida en “Santa Cruz”
11.4 “Luz en sus caminos”
11.5 Apoya a un monje nuevo
11.6 Pescado enviado por Dios.
11.7 Aparición de San Arsenio
11.8 El yéronta-Ticón y la tentación
11.9 En la isla Tino
11.10 El silencio de los pájaros
11.11 El engañado
11.12 Compadeciendo con el enfermo
11.13 El olivo y las sotanas
11.14 En Fárasa
11.15 La psique infernada
11.16 La Santa Efimía
11.17 El “Olet”
11.18 Oración
por los demonios!
11.19 Tentaciones demoníacas
11.20 Salvado del fuego
11.21 Visita inolvidable
11.22 Ve una psique
11.23 El Jorgito de Tíbet
11.24 En Australia
11.25 El visitante nocturno
11.26 Aparición de Cristo
11.27 Caminos y coches
11.28 Predicción
11.29 Icono resplandeciente
11.30 El Santo “muy injustamente perjudicado”
11.31 Multitud de demonios
11.32 La serpiente
11.33 “Oró y el cielo dio la lluvia”
11.34 Una fiesta distinta
11.35 Respuestas de otra manera
11.36 Divina Liturgia en “Santa Cruz”
11.37 “Dios está obligado a ayudar”
11.38 El Ángel de la guarda
11.39 Logos alegres y ágiles
11.1 En el
Santo Monasterio Stavronikita
La
Santa Comunidad (de Athos) llamó a los hieromonjes Basilio y Gregorio de la
Skiti de Ibiron, para que restauraran el Monasterio de Stavronikita que estaba
falto de hombres y hasta entonces era idiorrítmico. El Yérontas cuando le
preguntaron, les dijo que aceptasen la invitación de la Comunidad y sobre todo
les dijo: Vendré yo también para ayudar en lo que pueda”.
Así
después de un año de permanencia y ascesis en el desierto de Katunakia, el
Santo vino al Santo Monasterio de Stavronikita, el 12 Agosto de 1968.
Escribe
en su carta de 1-10-1968: “…Aprenderéis por el cambio de lugar y de vida. Es
decir, del desierto en el Monasterio y perfecta despreocupación a
preocupaciones y responsabilidades. Creo que estaréis bendiciendo y deseando
que mi espacio de tiempo allí sea corto, para volver a encontrar otra vez el
esparcido mí mismo. Naturalmente no podía evitar la movilización. Espero que en
primavera estén arregladas las cosas y librarme
para que esté continuamente orando por vosotros, porque ahora con las
preocupaciones del Monasterio no puedo hacer ni siquiera mis deberes
imprescindibles.
Como
había grandes necesidades, ayudaba en todos los servicios. Empezaba él primero
y seguían los otros. A causa de falta de hombres asumió también los deberes de
responsable oficial.
El 6
de Noviembre recibió con retraso la carta de libertad del Santo Monasterio de
la Gran Laura al que pertenecía su Kelia en Katunakia.
11.2 La dormición
del yérontas-Ticón
Mientrastanto
su Yérontas, el asceta ruso padre-Ticón, se encontraba en sus momentos finales
de vida. Después de una vida llena de luchas y ascesis se estaba preparando ya
para la vida interminable.
Los
últimos diez días llamó para que esté cerca suyo su obediente (padre Paísios),
quien escribe lo siguiente: “Estos últimos diez días, que permanecí cerca de
él, fue la mayor bendición de Dios para mí, porque fui muy ayudado, más que
cualquier otra vez, ya que se me dió la ocasión de vivir un poco cerca de él y
conocerle mejor… ¡La última noche
durante tres horas tenía sus manos sobre mi cabeza, me bendecía y me abrazaba
por última vez! (Santos Padres pág.
35-36).
Durmió
en el Señor el 10 de Septiembre 1968, ya que había presentido su muerte y había
preparado su tumba con sus propias manos.
A su
buen obediente, “el dulce Paísios”, tal como le llamaba, dejó su bendición y
promesa de que le estará visitando cada año. Además le dijo: “Nosotros, hijo
mío, tendremos agapi precisa y exacta por los siglos de los siglos”. Deseaba que
le sucediera en su Kalivi y le dijo: “Si tú te quedas en este Kalivi, yo tendré
mucha alegría, pero que sea tal como Dios quiera, hijo mío” (Santos Aghioritas
pag 36).
Efectivamente,
el Yérontas una vez puso en orden una nueva Hermandad, se instaló en la kalivi
de la “Santa Cruz”, (el certificado tiene inscripción del 2-3-1969). Lo
consideraba una gran bendición estar viviendo y luchando allí dónde hacía su
ascesis su santo Yérontas. El lugar le emocionaba y le inspiraba, porque tenía
una jaris-gracia especial por las luchas sobrehumanas de padre-Ticón y los
acontecimientos divinos que habían sucedido allí.
Liberado
ya de las preocupaciones cenobíticas y teniendo como armas la oración del
corazón y el ejemplo de su Yérontas, se deleitaba en “su dulce hisijía” y
comunión con Dios y bendecía por su propio “anonimato y olvido, como
desaparecido,” y por la salvación del mundo. Escribía en una epístola suya
10-4-1969: “Ahora que con la jaris-gracia increada de Dios me he liberado del
Monasterio y me encuentro en mi dulce hisijía (que por sí sola es oración
mística), os estaré recordando mucho más y me encontraré desde muy lejos muy
cerca de vosotros. Orad más bien para que desaparezca y no que aparezca, porque
sólo así podré realizar mi destino. Es verdad que cuando desaparezco, entonces
me siento a mismo encontrarme más cerca del mundo fatigado”.
Pero
a pesar de estar desaparecido y enterrado en el “hoyo del padre-Ticón”, se
convirtió el polo de atracción para bastantes jóvenes que habían venido a hacer
vida cenobita en el Monasterio Stavronikita, para tener la posibilidad de ver y
ser aconsejados por el Yérontas. Pronto se aumentó el número de padres y fue un
monasterio Kinovio bien organizado. Desde su asceterio se interesaba sobre el
camino del Monasterio y sin ruido intentaba dirigirlo a las huellas
patrísticas.
11.3 Su vida en
la “Santa Cruz”
En
el trayecto desde el Monasterio Stavronikita a Kariés (capital), un poco
después del santuario de persignación por la parte izquierda del camino,
comienza un pequeño sendero. Atraviesa el bosque de árboles bajos como
madroños, arias y brezos, sube y baja a un campo irregular y sale a una Kalivi
rodeada de alambrada. Al lado de la puerta había una caja con una rendija como
un buzón de correos, y una nota que escribía más o menos lo siguiente: “Apuntad
en el papel de lo qué queréis que hablemos y ponedlo dentro de la caja. Seréis
más beneficiados por la oración que por la conversación”.
Un
alambre atado en la parte de arriba del cerco utilizaba para tocar la campañita
y avisar al Yérontas. El patio, muy amplio, estaba cubierto de árboles de olivo
y algunos sarmientos. Sobre el sendero había un montoncito de madera. Había
colocado las maderas de leña allí para que no fuese visto cuando circulaba
desde su kelia al taller. Bajando hacia la kelia a la parte derecha, debajo de
un olivo había una mesita y dos o tres taburetes provisionales, era Su sala de
visitas del verano. A la izquierda estaba la tumba de su Yérontas Ticón, donde
el Yérontas había sembrado romeros para que no fuese pisoteada.
Tres
o cuatro escalones conducían a un pasillo que había antes de la entrada entre
la casa y un pretil. Los extremos del pasillo estaban cerrados con puertas de
madera para que no hubiese corriente de aire. A la izquierda había una cocina
antigua, un sitio en el pretil lo justo para que cupiese una cacerola, y en la
parte de abajo un espacio para encender fuego. Había un pequeño cobertizo antes
de la entrada a la Kalivi y el peregrino pasando por la puerta de entrada, se
encontraba en una antesala con un paso de ancho y tres de largo que estaba
iluminada por una ventanita. Directamente hacia delante estaba la Kelia del
Yérontas y a la izquierda la capilla de la Santa Cruz con dos o tres iconos en
el templo, un asiento, un analogio, un atril y nada más, ¡Impresionante
sencillez”.
Unos
metros más al oeste de la entrada había otra puerta exterior que conducía a su
taller y a la sala de visitas; una pequeña y pobre kelia con el techo bajo y
camas muy estrechas, entre ellas había poca distancia, entre las cuales apenas
cabía un hombre de pie.
La
pequeña Kalivi de la “Santa Cruz” no tenía muchas posibilidades de hospedaje y
el Yérontas con su hisijía característica y con discernimiento, hospedaba a
alguno cuando creía que era necesario. Escribe en su epístola 21-12-71: “Tengo
toda la libre buena voluntad de hospedaros con toda mi hospitalidad en mi
Kalivi de gitano y así puedo ser todo vuestro, no la mitad del Paísios sino
entero. Cuando queráis, no tengáis ninguna duda (porque si percibo que dudáis
entonces me entristecerá). Sólo que ahora en invierno, mi Kalivi acepta sólo a
uno. Desgraciadamente mi Kalivi no está de acuerdo con mi corazón.
En
la parte oriental de la Kelia había una cisterna con agua de lluvia que se
concentraba por el tejado con canalones. De este bebía y ofrecía también a los
visitantes. Más allá había otra cisterna abierta más grande para regar, que
nunca la usó, porque no cultivaba el jardín.
Exteriormente
la vida del Santo en el Kalivi de la Santa Cruz era más o menos de la siguiente
manera: desde la noche temprano dormía dos o tres horas y se despertaba cerca de la medianoche. Hacía vigilia y
descansaba un poco por la mañana, antes del amanecer del día. Durante el día,
si no tenía visitantes, hacia trabajo manual: pequeños iconos estampados y
Cruces en la prensa mecánica. El resto de las horas estudiaba, oraba y
respondía a las multiples cartas que recibía de multitud de personas y le
suplicaban para orar por ellos o pedían respuesta a problemas serios. Escribía
por muchas horas durante el día y cuando oscurecía continuaba con una vela. Con
el paso de los años los visitantes aumentaron mucho. Le ocupaban muchas horas
los problemas de ellos. Escribía: “Estaba resfriado con fiebre. Los visitantes
por una parte me subían la fiebre, pero por otra parte no me dejaban morir,
porque no tenía tiempo”.
Se
encontró en un dilema: ¿permanecer allí o ir otra vez a Sinaí o a cualquier
otra parte para tener hisijía? No se apresuró, hizo oración para no hacer lo
que le dicte su “cabeza”, y vio que la voluntad de Dios era permanecer allí.
“Tal y como indican las cosas aquí me arreglaré con mis dificultades… Dentro de
unos días valló el terreno con alambrado de red”. (Fragmento de la carta
9-5-1975).
Pero
las cartas que recibía cada vez se multiplicaban más. Por eso durante el año
1977 decidió no responder, excepto a casos urgentes y serios. Se lo comunicó a
algunos y fueron informados también los demás. Explicaba en relación: “Yo,
supongamos, empecé para ser monje. Pero veo que esto me extravía de mi
propósito”. Pero no cesó de orar para los que le enviaban cartas. Al contrario,
limitó la correspondencia para que le quedase más tiempo para la oración, por
la que consideraba también como la mayor ofrenda del monje para el mundo.
Además,
su vida simplificada en grado inimaginable, le daba la posibilidad de dedicar
casi todo el tiempo a las cosas espirituales y a los que tenían necesidad
espiritual.
Por
un espacio de tiempo, dos veces a la semana (miércoles y viernes), permanecía
encerrado. No abría a nadie. Ayunaba y hacía un trabajo espiritual más refinado
para sí mismo. Tenía también una kalivita muy pequeña improvisada en el bosque
hacia la parte del torrente, cubierto con láminas cerca de una pequeña fuente
de agua, y algunas veces se retiraba a esta para mayor hisijía. Después de su
encierro y ausencia tomaba las notas de los visitantes y hacía para ellos
oración del corazón.
Habitualmente
participaba en la Divina Liturgia y comulgaba en el Monasterio. Pero a veces
por temporadas también lo hacía en su ermita donde se celebraba la Divina
Liturgia o de vez en cuanto iba a otras Kelias para participar en la Liturgia.
Recogía
olivas y algunas veces con una almajara o molino de aceite antiguo y original
de invención y fabricación propia de él, producía aceite para los candiles de
la Iglesia. Y daba también olivas a ascetas pobres y ancianitos de la Skiti
Kapsala. Los visitaba para beneficio propio y los ayudaba en lo que podía.
Con
preparaciones de comidas no se ocupaba, excepto, rara vez, si tuviera algún
hospedado. Una vez había
hospedado
a un joven conocido suyo. Se puso a cocinar, machacó unas lentejas, puso
también un poco de arroz en la cacerola, puso el agua adecuada puso a quemarse
un tronco de brezo y otras hierbas secas que abundan en la región. Se sentaron
al lado y conversaban. El joven creyó que el Yérontas fue absorbido por la
conversación y se había olvidado de la cocina. Pero al poco rato la comida
estaba hecha. No hizo falta ni removerla. Tan sencilla su manera de cocinar.
Hicieron
oración con komposkini. El joven en la Capilla y el Yérontas en su Kelia donde
leyó también el Zeotokarion. Después puso la mesa invitándole a comer y no
paraba de aconsejar e instruir al joven con agapi paternal. La comida estaba
hecha sin aceite pero muy sabrosa. Le impresionó su serena contrición, cuando
dijo la oración de antes comer en la mesa. Se concentró en sí mismo como si se
hubiese apartado de las cosas terrenales y como si se hubiese transportado
delante de Cristo. Después de la cena salió para dar de comer a los animales
salvajes que los llamaba por su nombre.
Durante
la puesta del sol hicieron una hora de oración con komposkini aparte en el
patio y después el Yérontas, una vez que acomodó al visitante en la sala de
visitas, se retiró a su kelia.
En
este kalivi tan pobre de la Skiti Kapsala se ejercitaba el Yérontas. “En fosa
honda o muy baja”, pero con forma de autogobierno muy alta, con oración
incesante, solo con Dios y alimentado con Su jaris (energía increada gracia).
Muy pobre en materiales y comodidades, pero rico en virtudes y divina jaris. Se
fundía a sí mismo en la ascesis y aliviaba espiritualmente a cada persona.
Sufría con dolor y pena por el dolor y los pecados de los hombres y a la vez
los trasfundía alegría y consuelo. Combatía con los demonios, conversaba con
los Santos, alternaba con animales salvajes y ayudaba a los hombres
espiritualmente, tal y como se representará más abajo con acontecimientos y testimonios.
11.4 “Luz en
sus caminos”
Relató
el Yérontas: “Me encontraba en un Monasterio (Stavronikita). Era muy tarde.
Saliendo encuentro fuera de la puerta del Monasterio a un laico que quería
hablarme. Avanzando comenzó a contarme sus problemas. El tiempo pasaba y estaba
enfermo. Era de tal tipo la enfermedad que no podía estar en pie ni sentado
para descansar. Mientras me hablaba, pues, se pasó el tiempo y se hizo de
noche. Pensé por un momento mi enfermedad y quise interrumpir la conversación,
pero me dije: “¡El hombre tiene tantos problemas y yo me voy a mirar a mi
mismo!”. Así continuó hablándome hasta que se hizo totalmente de noche. El
laico tenía donde dormir, en alguna Kelia conocida suya. Mientras tanto, la
puerta del Monasterio se había cerrado.
»Una
vez que terminamos, tomé el camino para ir a mi Kalivi. Entré por el senderito
y pasaba por un punto que es estrecho y brusco. Cuando llegué a este punto,
como no veía y no llevaba conmigo linterna, caigo dentro de unos matorrales y de
zarzas y me enganché en los matorrales. No veía nada y calló en mi cabeza la
mochila. En la posición que me encontraba pensé: “¿Qué hago? Pues, voy hacer
las vísperas”. Empiezo “Santo Dios, Santo Fuerte…” etc. ¡Y en un momento se
enciende una luz muy fuerte y mi cabeza se hizo como una lámpara! ¡A mi
alrededor se hizo de día! Entonces vi dónde me encontraba, escalé y salí. La
luz continuaba iluminando a mi alrededor. Mi corazón estaba lleno de gozo y
deleite celeste. Llegué al Kalivi, tomé la llave del sitio que lo había dejado,
abrí, entré en la Iglesia, encendí los candiles y entonces la luz retrocedió”.
11.5 Apoya a un
monje nuevo
El
yérontas aghiorita Nikolaos Trigonás refiere: “Al yérontas-Paísios me dio
tiempo de encontrarlo en el Monasterio Stavronikita. Era Octubre de 1968 cuando
fui allí. En el Monasterio salmodiaba y ayudaba en todas partes. Después se
marchó al Kalivi del ruso yéronta-Ticón.
»Cuando
tenía tentaciones me iba a Stavronikita y le veía. Me decía: “Oraré”. Tenía
gran franqueza en su oración. Por tres o cuatro días me quedaba tranquilo.
Otras veces yendo hacia su Kelia, apenas llegaba al torrente, se marchaban las
tentaciones.
»Quiso
que me quedara con él durante un mes hasta que retornase mi Guía
Espiritual-Pnevmatikós, páter Pablo Zisakis. Cada noche, a media noche que se
levantaba, ponía su despertandor para tocar tres veces. Decía la oración del
corazón o de Jesús, se olvidaba y su nus era arrebatado. Después, una vez que
había sonado el despertador, me despertaba a mí también y me llamaba a la
Iglesia para el oficio litúrgico. Él decía el exápsalmo (seis salmos que se
leen al comienzo de maitines) y el resto del oficio lo hacía con el komposkini.
Hacía muchas genuflexiones. Por la mañana bebíamos infusión. El Yérontas
trabajaba en la prensa mecánica. Yo cocinaba. Entonces no venía mucha gente. Un
día vinieron tres monjes romanocatólicos a preguntarle sobre la oración del
corazón o de Jesús. Me dijo que les hiciese unos espaguetis. Los invitó a comer
y después hablaron.
»Yo
también le preguntaba sobre la noerá oración del corazón. Me decía: Intenta decir
la oración del corazón y ella te enseñará.
»Una
vez me mandó a una Kelia para un trabajo. Tardé en regresar, y por eso venía a
buscarme, porque se había inquietado y por el camino rezaba. Yo nada más verle
desde lejos me escondí en unos madroños. Cuando se acercó vi su rostro
resplandeciendo intensamente. Después volvió a su estado normal.
»Un
día fue a Stavronikita, participó en la Divina Liturgia y comulgó. Cuando
volvió, le abrí la puerta y vi sus ojos muy resplandecientes en la oscuridad.
»Otra
vez hice una travesura y sin yo decirle nada, me dijo:
-Vete
y arrodíllate a la tumba del Yérontas (padre-Ticón).
-¿Qué
he hecho?, le dije.
-Tú
sabes, me respondió
»Después
de años en el funeral del diácono-Dionisio Firfirí había visto el rostro del
Yérontas resplandecer. Era una forma de santo”
11.6 Pescado
enviado de Dios.
Nos
narró el Yérontas: “Era el Domingo del Ciego.* Me sentía agotado y se me pasó
el loyismós que si tuviera algo de comer, si tuviera un poco de pescado, me
iría muy bien. No por deseo, sino como medicamento. Tenía problemas en mis
intestinos. Salí fuera al patio. Volviendo vi un pájaro grande como un águila, volando muy bajo y me incliné para
que no me tocara. Me asusté no vaya ser que fuese alguna tentación del demonio,
por eso no lo di importancia y entré rápidamente en mi Kelia.
»Al
poco rato tuve que salir fuera. En el mismo sitio en que me había inclinado vi
colear un pescado grande. Primero me santigüé haciendo la señal de la cruz,
agradecí a Dios y después tomé el pescado. ¿Pero después de esto tienes ganas
de comerlo?
Para acordarme del acontecimiento y
memorar siempre la providencia de Dios, pintó muy bien en la madera vertical de
su cama un águila teniendo en sus uñas un pescado grande. También en el
Pentecostario*, del Domingo del Ciego, en el margen derecho del libro había
apuntado el acontecimiento, pero más tarde lo tachó (por humildad para que no
fuese conocido). Pero obligatoriamente – porque no podía ser de otra manera ya
que se cortarían los troparios de la página de atrás- permaneció el siguiente
trozo, en el cual tachó algunas palabras, para confundir el significado, que
con dificultad se leyeron:
Es decir: Doxa-gloria y gracias a Dios (a los
que) oran (y envía caridad o misericordia (sin ruido con los) pájaros de Dios a
las criaturas de Dios (las palabras entre paréntesis están tachadas).
11.7 Aparición
de san Arsenio
El
21 de Febrero de 1971 el Yérontas estaba sentado en el patio de su Kalivi y
leía el manuscrito de la vida de San Arsenio, que había escrito primero él,
para marcar posibles faltas.
“Faltaban
dos horas para que el sol se pusiera”, escribe, “y mientras estaba leyendo, me
visitó el padre Arsenio; y tal como el maestro acaricia a su alumno que ha
preparado bien la lección, lo mismo hizo él también. Paralelamente me dejó en
el corazón una dulzura inexpresable y un deleite celeste que era imposible
aguantarlo. ¡Corría por aquí y por allá en el terreno de mi Kalivi, porque
creía que le encontraría!” (San Arsenio, pag 27).
Le
conmocionó la aparición del Santo. Él mismo hizo el dibujo con lápiz y las
hermanas del Monasterio de Surotí hicieron el icono del Santo. Pero tal y como
mencionó el Yérontas: “El primer icono no se parecía mucho al Santo. Después me
quedé encima de sus cabezas todo el tiempo y las decía haced así y así, de esta
manera tenéis que hacerlo”. Y se hizo conocido el icono de san Arsenio que
atribuye plenamente a sus características.
El
Yérontas creía firmemente en la santidad de Osio* Arsenio. A pesar de esto dijo
que no pusieran aureola* en su icono ni lo puso en el santuario con los otros
iconos de los Santos, sino en la parte de abajo. Cuando le preguntaron que por
qué no lo pone en la parte de arriba, respondió: “Si quiere que suba solo”. Es
decir, que se active o se energice para hacerse su santificación.
Igual
hizo también sin aureola su mitra de acero en el torno con la que hacía
iconitos estampados del Santo. Y en su libro sobre la vida del santo puso como
título:”El padre (no el santo) Arsenio el Capadocio”. Esperaba primero que
fuera reconocido por la Iglesia como Santo y entonces puso la aureola en su
icono y en su mitra, y ya escribió “San Arsenio”.
Antes del reconocimiento oficial había
apuntado en su diario personal Mensual el 28 de Octubre en el dialecto de
Fárasa lo siguiente:
Hoy,
el 10-11-1924 con el nuevo calendario y con el antiguo 28 de Octubre, ha
dormido el Hieromonje Arsenio (Jatzifentís) de Fárasa de Kesaria. Que tengamos
su bendición. Monje Paísios.
11.8 El
yéronta-Ticón y la tentación
Escribe
el padre Paísios: “El día 10 de Septiembre de 1971 por la noche, después de
medianoche, mientras decía la oración del corazón, veo de repente al Yérontas
(padre-Ticón) entrando en la Kelia! Salté y le cogí de las piernas y las besaba
con devoción. Pero no entendí cómo se me escapó de las manos y, mientras se
iba, le ví entrar al templo, y desapareció”. (Padres Aghioritas pag. 37)
Una
vez pensaba ir al Monasterio (Stavronikita) para comulgar. Aquel día pasó mucha
gente para verle y no tenía tiempo para hacer sus laborares espirituales y
prepararse como quería. Por eso estaba en duda, si debería ir a comulgar.
En
aquel momento ve delante de los escalones a uno parecido al padre-Ticón
frunciendo el ceño y moviendo negativamente la cabeza, diciéndole: “No vayas a
comulgar”.
El
Yérontas, aunque tenía en cuenta la promesa del padre-Ticón de que le
visitaría, inmediatamente entendió que la aparición del padre-Ticón
impidiéndole la Divina Comunión era el diablo, y le contestó: “Vete, tú no eres
mi Yérontas, y después bajó al Monasterio y comulgó”.
11.9 En la isla
Tino
Un
año, en vísperas del Quince de Agosto, tomó el barco para ir a venerar a la
Panaghía de la Isla Tinos. En la cubierta había visto mujeres que estaban
tumbadas semidesnudas tomando el sol y se entristeció. Pensaba: “Cómo han
decaído tanto las imágenes de Dios”. Se apartó del ambiente y se concentró en
sí mismo. Hizo oración del corazón con dolor diciendo: “Dios mío, manda una
lluvia para que se recojan”.
En
poco rato se juntaron las nubes y estalló una lluvia fuerte con el resultado
que las mujeres se vistieron y después entraron al interior.
Veneró
con devoción el icono de la Anunciación
y regresó inmediatamente, no se quedó. Después decía a uno: “Una cosa te
diré y entenderás. El icono de la Panaghía está totalmente vivo”.
En
el barco se encontró con el arzobispo Jerónimo y conversaron sobre la situación
de la Iglesia.
11.10 El
silencio de los pájaros
El
hieromonje Cristódulos Kapetas, yérontas de la sub-skiti san Eleuterio de Santa
Ana, relató: “Oíamos sobre el padre Paísios que hablaba con animales, que cogía
serpientes con las manos, pero yo personalmente no las creía estas cosas.
Consideraba que son palabras de la gente y se decían estas cosas para que el
Yérontas se hiciera famoso y adquiriera fama su nombre. Cuando acabamos los
estudios de la escuela de Athoniada 1971, principios de Junio, con un hermano
espiritual llamado Kostantino Litra de la ciudad de Katerina, visitamos al
Yérontas en su Kelia de “Santa Cruz”. Llegamos allí por la mañana, alrededor de
la 9,30 y el Yérontas nos recibió en el lugar de visitas del patio, junton al
olivo. Una vez que nos invitó a un higo, dos o tres avellanas y agua a cada
uno, empezó hablándonos de varios temas espirituales.
»En
aquella región había muchos pájaros, principalmente jilgueros, los cuales
cantaban y eran cansinos. Nos dificultaban en la conversación. Entonces en un
momento escuchamos al Yérontas decir: “Descansad (no dijo callad) benditos, ya
que veis que estoy conversando. Cuando yo acabe, entonces empezad vosotros”.
Automáticamente los pájaros “descansaron” sin moverse de sus sitios.
»Tanto
nos impresionamos de este acontecimiento, que después no podíamos seguir la
conversación.
»Esto
fue también una respuesta mística para mí personalmente, que tenía esta duda
sobre el Yérontas. Que me perdone por decirlo después de su dormición y pido su
bendición”.
11.11 El
engañado
Le
visitó un monje que había caído en el engaño. Había puesto una regla en sí
mismo de no beber nunca agua. El engaño es una cosa terrible y difícilmente se
sana uno de esto. Pero el Yérontas con discernimiento encontró la forma para
ayudarlo. Relató: “Le invité a un mantecado y agua”. Me dice: “Yo no bebo
agua”. Entendí su engaño y le digo: “Yo no te digo que bebas todo el vaso. Si
quieres bebes sólo un trago”
»Sabía
lo que sucedería, por eso tenía también el cubo lleno de agua.
»Efectivamente
eso fue todo. Desde el momento que tomó el vaso para beber sólo un trago, bebió
de golpe todo. Después pidió otro y otro vaso de agua con manía, como si se
estuviese quemando, hasta que al final casi bebe todo el cubo”
La
regla que el engañado se había puesto a sí mismo provenía de la soberbia y
naturalmente aceptaba también ayuda de la energía demoníaca por su hazaña
egoísta. Apenas hizo obediencia y se humilló, frenó la influencia demoniaca y
ya no podía cumplir la regla que se había auto-impuesto.
11.12
Compadeciendo con el enfermo
El
padre Atanasio de Stavronikita, en el mundo Eutimio Skliris hijo de Nicolaos y
de Eutimia, nació en Corinto el 1930. Estudió Derecho y se encontró en el Sinaí
con el Yérontas, donde había ido para ordenarse monje. Le siguió a la Santa
Montaña Athos y finalmente acabó en el Santo Monasterio Stavronikita 2-12-68.
Era monje de gran hábito, responsable jefe y representante del Monasterio. El
Yérontas le amaba especialmente, porque hacía obediencia. Atanasio se enfermó y
fue ingresado al Hospital Laico de Atenas. Por los exámenes médicos se comprobó
que tenía extensas metastasis pulmonares provocadas por un tumor, que para la
reducción del mismo se había sometido anteriormente a la extracción de un ojo.
Se acumulaba líquido alrededor del pulmón y se le daban continuas punciones,
tenía dificultades respiratorias y a veces un persistente sentimiento de ahogo.
Cuando el Yérontas fue informado del estado del enfermo, decidió viajar a
Atenas por solidaridad con él.
El
señor Panagiotis Drositis, presidente honorífico de los Fiscales, que tuvo la
bendición de hospedar al Yérontas en su casa, menciona: “El Yérontas llegó
tarde por la noche a mi casa y preparé para su estancia una parte independiente
de mi piso, de modo que pueda moverse cómodamente, sin sentirse que está
molestando. Mi dormitorio, se separaba de la habitación que concedí al padre
Paísios con una puerta corredera de vidrio, algo que él no había percibido, y
así sin quererlo, hasta que me cogió el sueño, compartí una gran parte de la
persistente oración que hacía a Cristo y a la Panaghía para el enfermo padre
Atanasio, pidiendo su terapia y sanación. Aquella noche el padre Paísios debió
haber tenido un avistamiento, porque el día siguiente hablaba de la marcha del
padre Atanasio como si se le hubiera dado respuesta clara en su persistente
suplicante oración que había precedido por la noche. Por la mañana del día
siguiente el Yérontas se mostró sorprendido y aparentemente turbado, cuando le
dije que había dormido en la habitación de al lado, como si no quisiera que se
hiciese conocer lo que sucedió y lo que se escuchó en aquella noche. La misma
mañana fuimos al Hospital donde se encontró con el padre Atanasio y comenzó el
trabajo espiritual con los enfermos y con la gente que circulaba por centro
terapéutico.Vio a los médicos, fue informado sobre el estado de salud del padre
Atanasio y aconsejó a los terapeutas que dijesen con todo detalle y verdad la
seriedad de su estado de salud. Inicialmente el padre Atanasio sabiendo sobre
las realidades de su enfermedad se quedó pensativo y entristecido. Pero no
tardó, con el contacto con el Yérontas y el apoyo espiritual que le endosó,
volver a tomar ánimo y de moribundo transformarse en predicador de la vida, a
pesar del continuo empeoramiento de su salud.
»Mientras tanto la presencia diaria del padre
Paísios en el Hospital convirtió los pasillos, las escaleras y las salas en
verdaderos centros terapéuticos de psiques, a los cuales acudían médicos,
enfermeras, enfermos/as y mucha gente saludable físicamente para tomar la
bendición, refuerzo y solución de sus problemas. La agapi del Yérontas era
ofrecida ricamente a todos que acudían a él, pero el mismo también buscando
encontraba casos para ofrecer su agapi.
»Recuerdo
al Yérontas estar ofreciendo lo que tenía a pobres enfermos. Incluso
preocuparse sufriendo y orando por una chica joven que era de moral
desordenada y aliviándose a continuación
por la información que tenía de que esta criatura de Dios al final seguiría el
camino correcto.
»Por
la noche tarde regresó acasa, después de un día entero de cansancio y fatiga,
continuando muchas veces viendo a personas que no le podían ir a ver al
Hospital. No recuerdo ningún día que haya manifestado su cansancio y su fatiga.
Al contrario estaba bien alegre con su conocido humor. He guardado una de sus
gratificantes notas que diariamente me
dejaba para agradecerme y para mantenerme en una atmósfera de alegría.
»Cuando
ya el Yérontas se aseguró de que el enfermo se había afianzado y avanzado en la
fe, a pesar de sus padecimientos corporales, convertido en un sobreiluminado
predicador de la vida, el cual apoyaba y alegraba también a otros enfermos de
su sala, de otras salas y también a los visitantes de ellas, se marchó de
Atenas, pero sin parar de comunicarse con él con cálidas cartas que le mandaba
a través de mí. He salvaguardado la última carta que no encontró estando vivo.
Tenía en el interior de su carta también la fotografía del Yérontas Ticón. La
dormición del padre Atanasio fue expiada y santificada.
»Durante
la llegada de los restos mortales del padre Atanasio al puertecito del
Monasterio Stavronikita me decía el padre Paísios que era tan serena y alegre
su figura, de modo que si el padre Paísios no hubiese sentido vergüenza de los
que allí estaban, clamaría con alegría y doxología al bueno de Dios”.
El
padre Atanasio durmió en el Señor la fecha 6-5-1972. En relación a su dormición
relató el Yérontas: “El padre Atanasio había enfermado antiguamente con
melanoma. Estaba lleno, pero vivió años y últimamente se hizo metástasis en los
pulmones y le volvieron a llevar al Hospital. Durante un mes me quedé allí
cerca en la casa de un conocido mío y le visitaba dos veces al día y le veía.
Sabía que iba a morir; tuve un avistamiento y el día de su dormición dije que
éste hoy va a morir. Y después le trajeron al Monasterio. Cuando le vi me
entristecí. Era tristeza por las cosas pasadas, por los años que habíamos
vivido juntos. Por los años que nos separaríamos hasta que me fuese yo también.
Y cuando le besé por última ven en la cabeza, me sonrió. Sí, para consuelo. Lo
permitió Dios».
11.13 El olivo
y las sotanas
En
aquella época, más o menos en 1972, se discutía el tema de cambio de
vestimentas de los clérigos y algunos querían tomar la bendición del Yérontas
para quitarse las sotanas o las vestimentas eclesiásticas. Uno de ellos visitó
al Yérontas y sostenía: “Las sotanas no hacen al cura. Es preferible que los
clérigos circulen sin las sotanas, porque así se acercan más fácil a la gente”
y otras tonterías semejantes. El Yérontas no consiguió convencerlo. Al final le
dijo: “Ven mañana y te responderé”.
Por
la noche hizo oración y por la mañana que vino el clérigo, le indicó un árbol
de olivo que había pelado adrede. Dejó en las puntas del árbol algunas ramitas
recortaditas y se parecía el árbol de una manera como los clérigos sin sotana
que sólo tienen un poco de barbilla. Le preguntó: “¿Te gusta así tal como está
pelado el árbol de olivo? Así son también los clérigos sin hábitos o sotanas.
El sacerdote se convenció y se marchó agradeciendo al Yérontas que con un
ejemplo simple le hizo expulsar todas sus percepciones y razones mundanas.
Encima
del tronco del olivo pelado marcó con el cuchillo: “Los árboles tiraron sus
vestimentas, veremos sus progresos…” y “«παπᾶς papás-cura ἀράσωτος arásotos-sin sotana, ἄρα-ara por lo tanto ἄσωτος ásotos-pródigo, insaciable».
Naturalmente
después el árbol se secó. Pero se convirtió en causa de beneficio para muchos y
en general el Yérontas de esta manera elocuente representativa contribuyó de modo que quedasen sin resultados estas
tendencias contra-tradicionales.
Un
candidato a clérigo con buena intención le preguntó después de años: “¿Cuál es
el motivo por el que los clérigos deben ir con sotanas?”. Y el Yérontas le
respondió: “Hay muchas razones. Pero sólo porque los hombres piadosos son
aliviados y reposados cuando ven a su sacerdote con la sotana, basta”.
11.14 En Fárasa
Cuando
escribía la vida de san Arsenio, “su corazón ardía” por visitar su pueblo
Fárasa de Capadocia, y Dios le hizo digno de hacerlo. El 29 de Octubre del año
1972 visitó el pueblo en que había nacido, con el entonces Higúmeno del Santo
Monasterio Stavronikita, padre Basilio.
Además
de las cosas destacables del viaje que escribe en la vida de san Arsenio, el
Yérontas se refiere también a otros detalles interesantes.
Durante
el camino pararon en un pueblo y pidieron algo de comer. Se juntó casi todo el
pueblo y miraban por las ventanas. Antes de comenzar a comer el Yérontas dijo
al Higúmeno que alargasen la oración estando de pie. Se santiguaban
continuamente y decían oraciones. “Hicimos el canon entero”, decía el Yérontas
sonriendo, “porque quizás algunos de ellos fueran cripto-cristianos, para que
se alegrasen un poco los pobres”.
A
los turcos que preguntaban cuál era el propósito del viaje, respondía la
verdad, que su origen es Fárasa. Un policía le consideró como sospechoso y le
detuvo. Le encerró en un lugar con cercos, cerró improvisadamente la puerta y
se marchó. Pasaban las horas y no venía nadie para interrogarle. Después el
Yérontas propuso al Higúmeno buscar un taxi y se marcharon. En Fárasa le dolió
su psique cuando vio la Iglesia en que celebraba la Divina Liturgia san Arsenio
convertida en mezquita. Vió una imagen de su pueblo muy distinta de la que le
describían sus padres. El de otros tiempos pueblo majestuoso, ahora estaba
lleno de ruinas, suciedades y abandonado. Los turcos le acompañaban a todas
partes, no le dejaban solo ni un momento. Le miraban intranquilos y con
sospecha. Esto naturalmente mostraba que los lugares no eran suyos.
Retornaron
a través de Ankara a Constantinopla. El Yérontas veneró conmocionado en Santa
Sofía. Se reunieron en una esquina y oraban espiritualmente con dolor del
corazón. Lo percibió el vigilante turco y empezó a gritar y a amenazarle,
porque “Kemal dijo que ni vosotros ni nosotros podemos orar aquí”. Entonces el
Yérontas, no pensando en el peligro, fue afectado de celo divino y comenzó
hablar fuerte con la voz alta al vigilante turco. Le condujo detrás de una
columna, donde había visto orina; se lo enseñó al turco y con indignación le
dijo: “¿Qué es esto? ¿Kemal os dijo hacer estas cosas?”.
Cuando
el Yérontas comentaba estas cosas añadió con certeza: “Vendrá la ira de Dios y
los recogerá…”
Visitaron
el Monasterio de Χώρα-Jora y se quedó maravillado por los excelentes mosaicos:
“Allí uno ve la jaris desbordada”, dijo. En el Patriarcado le recibieron con
honor, devoción y alegría ante la visita de un monje asceta aghiorita. Fue
impresionado por la humildad y la paciencia del Patriarca Demetrio ante un
acontecimiento que sucedió
11.15 La psique
infernada
Relató
el Yérontas: “Una anciana conocida mía era muy tacaña. Su hija era muy buena y
lo que quería dar como caridad lo echaba fuera por la ventana y salía con las
manos vacías, porque la controlaba por si acaso se llevaba algo, y después se
lo quitaba y no se lo daba. Pero si la decía que el monje (es decir, yo) me ha
dicho que me des tal cosa, lo daba.
»Después
de su muerte de 10-7-71 veo a un joven (sería su ángel de la guarda) y me dice:
“Ven porque te llama la…”. No puedo entender lo que me había sucedido y nos
encontramos en Kónicha delante de una tumba. Hace así con su mano y se abre la
tumba. Veo en el interior una capa de fango y a mi conocida anciana, que había
comenzado a fundirse y gritar: “Monje sálvame”.
»Me
dolió y me apené de ella. Sin darme asco, bajé al interior, la abracé y la
preguntaba: “¿Qué tienes, qué te pasa? Me dice: “Dime una cosa: ¿lo que tú me
has pedido siempre, yo no te lo he dado alegremente bien dispuesta? “Sí, así
es”, la respondí. “Vale”, la tranquilizó el joven (su Ángel de la guarda).
»Hizo
otra vez así con su mano y volvió a tirar la tumba como con una cortina y me
encontré otra vez en mi Kalivi.
»Las
hermanas del Monasterio de Surotí me preguntaron en concreto 30-11-1971: “Qué
te sucedió el día de san Andrés? Respondo: “Haced oración por esta psique”,
»En
dos meses la veo otra vez. Había un caos y arriba en una llanura había muchos
palacios y muchos hombres. Allí arriba estaba la anciana muy alegre. Su rostro
resplandecía, era como de un niño pequeño; sólo tenía una marca muy pequeña y
un angelito que la frotaba para limpiarse también esta marquita.
»En
la profundidad del caos he visto algunos que estaban fatigados y golpeándose
intentaban subir arriba.
»La
abracé de la alegría. La llevé un poquito más allá, para que no nos viesen y
fuesen heridos; y me dijo: “Ven y te indico dónde me ha puesto el Señor”.
11.16 La santa
Efimía
El
Yérontas estaba en el patio de su Kalivi, cuando le visitó un hijo espiritual
suyo. Estaba repitiendo continuamente de su corazón: “Doxa-gloria y gracias a
Dios”, otra vez y muchas. Por un momento el Yérontas le dijo: “Uno se hace
inútil en el buen sentido”.
-¿
Quién, Gérontas?
-Estaba
sentado tranquilo en mi kelia, vino y me volvió loco de alegría. Arriba lo
pasan muy bien.
-¿Qué
sucede, Yéronta?
-Te
lo diré, pero no lo digas a nadie.
Entonces
le relató lo siguiente: “Había vuelto del mundo, que había salido por un tema
eclesiástico. El Martes 27 de febrero de
1974, a las 10 de la mañana, estaba dentro de mi kelia y hacía las Horas. Oigo
un toque en la puerta y una voz femenina me dice: “Por las bendiciones de
nuestros santos Padres…” Pensé: “Cómo es que ha venido una mujer dentro de la
Santa Montaña Athos? Sin embargo sentí una dulzura divina en mi interior y
pregunté:
-¿Quién
es?
-La
Efimía, me responde.
»Pensaba,
“cuál Efimía; no vaya ser que alguna mujer ha hecho alguna locura y vino con
ropa de hombre en la Santa Montaña. Vuelve a tocar. Pregunto: ¿Quién es?
Responde otra vez: la Efimía. Pienso y no abro. A la tercera vez que tocó, se
abrió sola la puerta, que tenía puesto el cerrojo por dentro. Escuché pasos en
el pasillo. Salté de mi kelia y veo una mujer con pañuelo. La estaba
acompañando alguien que se parecía al Evangelista Lucas, el cual desapareció. A
pesar de que estaba seguro de que no era una tentación o del diablo, porque
resplandecía brillantemente, la pregunté quién era:
- Me
responde: La Mártir Efimía.
-Si
eres la mártir Efimía, ven conmigo y veneremos juntos a la Santa Trinidad. Lo
que yo voy hacer hazlo tú también.
»Entré
en la Iglesia, y hago una prosternación diciendo: “En nombre del Padre”. Lo
repitió con prosternación. “Y del Hijo”, “Y del Hijo”, dijo con una voz fina.
-Más
fuerte. Para poder oírlo, dije y lo repitió más fuerte. »Mientras aún estaba en
el pasillo hacía prosternaciones, pero no hacia la Iglesia sino hacia mi kelia.
Al principio me había extrañado, pero después me acordé que tenía un pequeño
icono de papel con la Santa Trinidad pegada encima de una madera, encima de la
puerta de mi kelia. Una vez que hubimos venerado por tercera vez, -“Y del
Espíritu Santo”- después dije: “Ahora te voy a venerar también yo”. La hice una
reverencia desde los pies a la altura de su nariz. Tocarla o besarla a la cara
lo consideré descarado.
»Después
la Santa Efimía se sentó en el taburete y yo en un baúl pequeño y me resolvió
la duda que tenía sobre un tema eclesiástico.
»Después
me narró su vida. Sabía que existe una santa Efimía pero no conocía su vida.
Cuando me relataba sus martirios, no simplemente los escuchaba, sino que era
como si los viera. ¡Me horroricé! ¡Pa, pa, pa!
-¿Cómo
has aguantado este tipo de martirios?, la pregunté.
Si
yo supiera la doxa-gloria (luz increada) que tienen los Santos, haría lo que
fuera posible para sufrir aún mayores martirios.
»Después
de este acontecimiento durante tres días no podía hacer nada; me sobresaltaba y
glorificaba continuamente a Dios. Ni comer ni nada de nada… continuamente
doxología”.
En
una de sus epístolas refiere: “En toda mi vida no podré saldar mi gran
obligación a la santa Efimía, la cual, mientras que me era desconocida y sin
tener ninguna obligación hacia mí, me hizo este gran honor…”.
Narrando
este acontecimiento añadió con humildad que se le había presentado la santa
Efimía, “no porque lo merezco, sino porque en aquel momento me molestaba mucho
un tema que tenía relación con la situación de la Iglesia en general, pero
también por otras dos razones”.
¡Le
impresionó mucho al Yérontas “cómo ella de pequeña estatura y delgada aguantó
tantos martirios! Si por lo menos fuera alguna…daba a entender fuerte y grande
de cuerpo. Era un trocito…”.
Dentro de este estado paradisíaco, compuso en
honor de la Santa Efimía un canto o himno versificado: “Con qué cantos alegres
cantaremos a la Efimía, la que se hizo digna bajar de lo alto y visitar en su
casa al miserable monje en la Skiti Kapsala. La tercera vez tocando la puerta
la cuarta se abrió sola y entrando con la doxa celeste, la Mártir de Cristo, la
veneramos junto con la Santa Trinidad”.
También
versificó otro himno durante “Los alumnos reunidos…”, que empezaba: “Gloriosa
Megalomártir de Cristo, Efimía, te amo mucho mucho después de la Panaghía…”
(Naturalmente no los tenía para utilidad litúrgica ni los salmodiaba
públicamente).
A
pesar de su costumbre de no salir, salió otra vez al Monasterio Surotí e hizo a
las hermanas partícipes de esta alegría celestial. Con la ayuda de él, las
hermanas pintaron e iconografiaron a la Santa tal y como se le había aparecido.
El
Yérontas realizó una obra artística con el negativo de la imagen de la Santa
Efimía en una mitra con la que hacía pequeños iconos en la presa en honor de la
santa Efimía. Durante el tallado encontró dificultad en hacer los dedos de la
mano izquierda. Dijo: “Me ha costado hacer su mano pero después puse un
loyismós bueno y dije: “Quizás es porque yo la había agobiado a la pobrecita”.
En el Martilogio del Mineo o Libro Litúrgico
Mensual, el 27 de Febrero añadió: La
Santa Efimía Εὐφημία
11.17 El “Olet”
El
Yérontas acostumbraba a salir a un sitio más alto que su Kalivi en una cima
pequeña para orar con el komposkini. Allí venía un pájaro con cuello rojo, del
cual el Yérontas se hizo amigo y le dio el nombre de “Olet”, que en la lengua Beduina
quiere decir niño. Cuando lo llamaba por su nombre venía enseguida, se sentaba
en su hombro y después comía pan de la palma de su mano. Cuando el Yérontas se
marchaba le dejaba comida encima de una placa. Debajo de esta tenía un almacén
de alimentos, un bote con arroz y otro con trigo.
Narró
el Yérontas: “Cinco años tengo amistad con el “Olet”. Una vez que había
enfermado no comió la comida que le había dejado, sino que vino a ver cómo me
encontraba. El pobrecito me conmocionó. Entienden y perciben las disposiciones
y los ánimos de los hombres y según éstas se acercan. Ellos por Dios suyo
tienen al hombre. Por eso el hombre debe amarlos, porque estos pobres no
esperan otro paraíso.
11.18 ¡Oración por los demonios!
El
corazón del Yérontas se desbordaba de agapi hacia Dios; ardía “por los hombres,
los pájaros, los animales y los demonios y por toda la creación” (San Isaac el
Sirio, Logos 81). Estas cosas las leía de san Isaac el Sirio pero él mismo
también vivía situaciones similares.
Mencionaba:
«Una vez oraba por los demonios arrodillado teniendo mi cabeza tocando la
tierra, diciendo: “Tú eres Dios y, si quieres, puedes encontrar una forma para
que sean salvados también estos miserables demonios…”
»
Mientras decía estas cosas orando con dolor, veo una cabeza de perro a lado mío
sacando la lengua y burlándose de mí. Quizás Dios permitió para enseñarme que
Aquel quiere salvarlos, pero ellos no se arrepienten.» (Epístolas pag 84. Allí
el Yérontas se refiera a un monje, pero se trata del mismo Yérontas).
11.19 Tentaciones demoníacas
Dijo
el Yérontas: “Más que cualquier otra cosa el diablo no quiere que oremos.
Cuando ve a uno que está orando, si no puede impedirlo, intenta por lo menos
desviar el nus de este en fantasías o en loyismí. Si esto tampoco lo consigue,
entonces incluso se presenta el mismo, única y exclusivamente para sacarte
aunque sea un poco de la oración. Mira, una vez estaba allí fuera, al lado de
la tumba del padre-Ticón. Mientras decía la doxología con prosternaciones
cuando llegué al pasaje “en tu luz contemplamos la luz”, de repente una luz
fuerte como un faro se esparció e iluminó toda la zona. Iluminó hasta abajo en
la Kaliagra. Entendí que esta luz era demoníaca y no le dí importancia. Continué
sereno sin perturbarme en la oración.
»Una
vez que el diablo haya visto que no me había perturbado por la luz, hizo otra
cosa. Unos metros a la izquierda se presentaron ante mí dos diablitos, más o menos
un metro y medio de altura, y jugaban y tocaban entre ellos las palmas, los
pies y se reían. Entonces no pude contenerme; me estallé en risas. Un cine
real. ¿Has visto lo que hace la tentación? No le hice caso por la luz y mandó
después los diablitos.
*
Una
noche mientras dormía, sintió que alguien le empujaba diciéndole: “Despiértate,
tienes que hacer tu canon, la hora ha
pasado. Pero, quién puede ser a estas horas”, pensó en su sueño. Se despierta y
ve a lado suyo el diablo y le dice:
-Ah,
¿eres tú?
Y
giró tranquilamente hacia la otra parte, despreciándole. La tentación no paró y
continuó:
-Sí,
pero la hora ya se ha pasado; debes hacer tu canon.
-Yo
sé cuando haré mi canon; no hace falta que mandes tú en mi oración.
11.20 Sale sano
de los disparos
Otra
vez le sucedió lo siguiente, tal y como el mismo relata: “Escuchaba desde muy
profundo disparos de artillería. Tomé el komposkini y subí a una pequeña cima,
para ver mejor, si habían comenzado la guerra. Estaba apoyado en una roca y
decía la oración del corazón o de Jesús. En un momento ví un resplandor e
inmediatamente caí al suelo”. ¿Qué había sucedido? Un cazador desde la
distancia había visto al Yérontas y le confundió con un jabalí. Giró su arma y
disparó hacia él. El Yérontas vio el arma que brilló al sol y como un rayo cayó
al suelo y se salvó. El diablo que se alegra por las guerras y los combates,
parece ser que no quería que el Yérontas orara por la paz de la Patria. Y otra
vez recibió disparos de un cazador, mientras estaba orando en el bosque, pero
otra vez Dios lo protegió.
11.21 Visita
inolvidable
Testimonio
de un anónimo de la ciudad de Volos, nos dice: “Un equipo de seis personas
fuimos a la Santa Montaña para encontrarnos con el padre Paísios, el año 1974,
una semana antes de la entrada de los turcos en Chipre. Entonces el Yérontas no
era tan famoso. Seguimos por un sendero estrecho lleno de matorrales y nos
encontremos en una Kalivi. Vimos a un ancianito con una vieja sotana desgastada
cavando en la tierra. Uno de nuestra compañía le preguntó:
-¿Dónde
está el Yérontas Paísios?
-Aquí
está, nos responde.
»Nos
abrió la puerta, entramos y veneramos en la Ermita. Cuando salimos vimos al
monje más arreglado. Aquel que había preguntado la primera vez, volvió a
preguntar de nuevo:
-¿Dónde
está Paísios?
-Vosotros
habéis venido aquí para encontrar una sandía grande y habéis encontrado una
calabaza.
»Entonces
todos entendimos que estábamos ante el padre Paísios.
»Nos
sentamos debajo de un olivo, unos en las piedras y otros en la hierba. Lo que
sucedió a continuación es indescriptible. La conversación era un banquete
espiritual. Tenía la respuesta espiritual más adecuada e iluminada a nuestras
preguntas y dudas.
»Después
de una conversación de una hora dentro de los matorrales apareció una serpiente
enorme. Debería ser “Dendrokaliá” (nombre serpiente grande sin veneno).
“Serpiente”, gritó uno de nuestra compañía y saltó inmediatamente arriba
tomando una piedra en su mano. El Padre Paísios nos tranquilizó, diciéndonos:
“No lo molestéis, este viene hacerme compañía”.
»Se
levantó, tomó una latita, la llenó de agua, y le dijo el Yérontas. “Ahora vete,
porque tengo visita”. Inmediatamente la serpiente obedeciendo se perdió en las
hierbas tal como había venido. Nosotros nos quedamos anonadados. Lo que
sentimos no se puede describir. Este acontecimiento y la conversación han sido
marcados en las profundidades de nuestra psique.
»Pero
lo más impresionante de nuestro encuentro fue que el Yérontas no constató
proféticamente los acontecimientos que siguieron con la entrada de los turcos
en nuestro Chipre. Esto lo comprobamos plenamente unos cuantos días más tarde,
cuando vimos que habán sido realizadas todas estas cosas exactamente tal y como
nos las había profetizado.
11.22 Ve una psique
La
noche del 1 de Junio de 1975, mientras estaba orando, vio la psique del
yérontas-Filareto el Rumano de la kelia san Andrés en Kapsala del Monasterio
Stavronikita, como si fuera más o menos un niño de doce años, con la cara
iluminada y dentro de la luz increada celeste subiendo hacia el cielo.
El
día siguiente se confirmó que en aquella hora reposó este Yérontas, “el amigo
de la virtud”.
11.23 El Jorgito de Tíbet
«Vino
a la Santa Montaña de Athos y circulaba por los monasterios uno a quien sus
padres desde los tres meses lo habían metido en un monasterio budista en el
Tíbet. Progresó mucho en el yoga, se hizo mago perfecto, podía llamar a
cualquier demonio que quería. Tenía cinturón negro y sabía karate
perfectamente. Con la fuerza del Satanás hacía demostraciones que
impresionaban. Golpeaba con su mano piedras grandes y las rompía como nueces.
Podía leer libros cerrados. En su mano rompía avellanas, se caían al suelo las
cáscaras y los frutos quedaban pegados en su mano.
Algunos
monjes llevaron a Jorgito al padre Paísios para que le ayudara. Preguntó al
Yérontas, qué fuerzas tenía y qué podía hacer. Respondió el padre Paísios que
no tiene ninguna fuerza sino que toda la fuerza es de Dios.
El
Jorgito queriendo mostrar su fuerza concentró su vista en una piedra grande que
estaba a una distancia y la piedra se hizo pedazos. Entonces el Yérontas
santiguó una pequeña piedra y le dijo que rompiera también esta. Jorgito se
concentró, hizo sus magias, pero no consiguió romperla. Entonces comenzó a temblar
y las fuerzas satánicas que creía que tenía, al no poder romper la piedra, se
volvieron contra él y le despidieron arrojándole a la otra orilla del
riachuelo. El Yérontas lo recogió en un estado deplorable.
“Otra
vez”, relató el Yérontas, “mientras
estábamos conversando, de repente se levanta, me toma de las manos y me
las dobló hacia atrás. “Que venga si puede a liberarte el Jatzefentís (san
Arsenio)”, me dijo. Lo sentí como una blasfemia esto. Moví un poco las manos y
saltó más allá. ¡Después como reacción saltó por lo alto y fue a pegarme con su
pie, pero su pie frenó cerca de mi cara como si hubiese encontrado un obstáculo
invisible! Dios me protegió.
»Por
la noche acepté que se quedara aquí, le hospedé y durmió en la Kalivi. Los
demonios le arrastraron hasta al riachuelo y le pegaron por su fracaso. Por la
mañana en muy mal estado, lesionado, lleno de pinchos y tierra, confesaba: “Me
ha pegado el Satán, porque no pude vencerte”.
Convenció
a Jorgito de que le llevase sus libros de magia y los quemó. “Cuando vino
aquí”, relató el Yérontas, “tenía el libro de la Salomónica. Voy a quitárselo y
no me lo daba por nada. Tomo una vela encendida y le dije: “Levanta un poco tu
pantalón” y le puse la vela encendida en su pie. “Voceando pegó un salto hacia
arriba por el dolor. “¡Eh, si la llama de una vela pequeña no puedes
soportarla, cómo vas a soportar el fuego del infierno con estas cosas que
haces!”»
El
Yérontas le tuvo un tiempo consigo y le ayudó, siempre que le obedeciese. Se
compadeció tanto de él que le dijo: “Podría por este joven dejar el desierto y
salir con él al mundo para ayudarlo”. Se interesó por saber si estaba
bautizado, y sobre todo en qué Iglesia había sido bautizado. Jorgito conmocionado
por la fuera y la jaris (energía increada gracia) del Yérontas, deseó hacerse
monje pero no pudo.
El
Yérontas utilizó este caso de Jorgito para demostrar cuán grande es el engaño
de los que creen que todas las religiones son iguales, de que todas creen en el
mismo Dios y que los monjes tibetanos no se diferencian de los monjes
Ortodoxos.»
11.24 En Australia
En
el año 1977, después de una invitación de la Iglesia local, visitó Australia
junto con el Higúmeno del Santo Monasterio Stavronikita, el padre Basilio, para
ayudar espiritualmente a los compatriotas de la Iglesia Ortodoxa.
Nos
relató: “Volando conn el avión por un momento sentí algo en mi interior.
Pregunté para saber sobre qué país estábamos volando y era Siria. Tiene mucha
Jaris (gracia energía increada) a causa de los grandes ascetas que han vivido
en los desiertos. Lo mismo sentí también por Tierra Santa.
»Más
tarde sentí una frialdad, una radiación demoníaca y escuché los altavoces del
avión anunciando que estamos volando por encima de Pakistán.
»En
Australia sentí que aquel lugar aún no se había santificado con la sangre de
los martirios y sudores de los santos, pero será santificada».
Fue
hospedado en Melbourne por el bienaventurado padre Ioani Limogiani. El día que
preparaba a la gente para el misterio de la Confesión, la hija del padre Ioani,
Déspina, recuerda: “era un hombre sabio; conocía tus problemas antes de que
hablases con él. Todo su cuerpo desprendía fragancia y perfumaba, y la
habitación donde estaba. Mi enfermiza madre me decía: “Tenemos un santo en
nuestra casa que la bendiga. Cuando camina no escuchas sus pasos. Es un ángel
sin alas. Tiene la divina Jaris (energía increada) en su cara. Desde el día en
que vino a nuestra casa, me siento completamente bien. Le pongo toallas limpias
y no las utiliza. Tiene una toallita suya pequeña con la que limpia su cara y a
pesar de esto desprende fragancia y perfume.
»Nos
aconsejaba que fuéramos humildes, que oremos y pidamos del buen Dios que
solucione a nuestros problemas. Que no intentemos a solucionarlos solos porque
nos liaremos más. Mi madre guardó como amuleto la manta con la que se tapaba el
Yérontas. Cuando estaba enferma se cubría con ella y sentía la jaris increada
de Dios abundantemente sobre ella.»
El
padre Esperidón, responsable del templo San Nectario de Melbourne, el que trajo
al Yérontas con su coche, menciona el siguiente milagro: “Un paisano mío,
Dionisio Spiliotis del pueblo Argostoli de la isla Kefalonia, que entonces
tenía 30 años, casado y con dos hijos, sufrió un derrame cerebral. Los médicos
dijeron que no iba a vivir, y que se quedaría como un árbol. Fuimos con el
Yérontas al Hospital Real de Melbourne donde estaba hospitalizado el enfermo.
El Yérontas le santiguó muchas veces sobre la cabeza con una concha que llevaba
en su interior reliquias sagradas de San Arsenio de Capadocia, e hizo muchas
oraciones. El enfermo, ante la sorpresa de los médicos y de los parientes, en
pocos días volvió a casa sanado, estaba totalmente bien y vive hasta hoy en día
en la región de Drommana de Melbourne.
El
de entonces Protosínguelo -Canónico del Obispado y ahora higúmeno del Santo
Monasterio de la Panaghía Pantanasa, archimandrita Stéfano, menciona: “El paso
del memorable Yérontas por Australia fue sin ruido, y esto porque entonces para
la mayoría de la gente era un desconocido. Aquello que más me llamó la atención
fue el siguiente acontecimiento: Una tarde junto con el Yérontas visitamos un
pequeño templo. Le dejé dentro del templo y me fui a la sala de al lado para un
trabajo. Después de haber pasado sólo unos pocos minutos, retorné al templo
donde había dejado al Yérontas. No estaba allí. Lo llamé por su nombre. Ninguna
respuesta. Repetí dos o tres veces y otra vez silencio. Me inquieté. Vuelvo a
llamar ahora con casi todas mis fuerzas. Después de un rato le veo saliendo
detrás de los últimos asientos del templo, como si viniese de otro mundo…
Conclusión:
en un breve espaco de tiempo se había entregado por completo espiritualmente en
la oración. Las características de su cara se veían alteradas. Estaba como si hubiese
salido de otro mundo que conocía muy bien y en un tiempo mínimo tenía la
capacidad de ser arrebatado y transportado por la oración. Naturalmente el tema
quedó sin comentarios tanto de mi parte como dela suya. Entonces entendí su
valor espiritual, quién tenía a mi lado
en aquel momento y la magnitud de su altura espiritual. Que tengamos su
bendición. Nos amaba. Le sentimos muy cerca de nosotros. En mi canon o regla
hago oración en su nombre”.
Un
hombre heleno de Australia relató que el
Yérontas salía del Altar de una Iglesia y una mujer fue a pedir su bendición.
La hizo señal con la mano para que se marchase, la echaba. Preguntó
sorprendida:
-¿A
mí me lo dice, Yéronta?
-Sí.
-¿Por
qué, qué es lo que hice?
-Vete
primero y reconcíliate con tu prima y después vuelve a venir.
Realmente
se había enfadado con su prima y no se hablaban entre ellas.
El
Yérontas recalcó la necesidad de construir un monasterio, para ayudar
espiritualmente a los hombres, antes de que se adelantasen llegasen los Yogui y
los Pentecostales y arrastrasen la gente con sus falsas luces.
Su
paso por el lejano Continente hasta hoy en día ha dejado huellas imborrables a
los Helenos Ortodoxos. Decía un sacerdote de Australia: “Sentíamos como si
hubiera bendecido y santificado los cuatro puntos cardinales del horizonte.
Justificadamente los Cristianos que le conocieron respetan su memoria, su
nombre e imploran su jaris-gracia increada y su ayuda.»
11.25 El visitante nocturno
Un
poco tiempo después de su regreso de Australia sucedió lo siguiente, tal como
nos ha narrado el Yérontas: “Una noche escucho golpes en la puerta. Pregunté,
¿quién es?, y escucho una voz: “soy el tal” (el nombre de un conocido mío).
Preguntó: ¿qué hora es?. Y sólo por sí mismo respondió: “Ah, sí, son la tres12”.
Miro mi reloj y realmente eran las tres. ¡Abrí la puerta y qué veo! Era el
diablo. Estaba calvo y muy feo. Su cara era roja como hierro ardiente. Me dice
enfadado: “Por el mal que me estás haciendo, te expulsaré de aquí”. Después
desapareció y el lugar se inundó de un olor insoportable”.
12. (La hora tres con horario
Bizantino. Es decir. Más o menos a las nueve de la noche. En la pared del
pasillo el Yérontas marcó este detalle: “Hora 3”. Y al lado tenía una flecha
que seguramente indicaba dónde estaba puesto el diablo.
Tanto
le dolió al Yérontas por su penuria, que por bastante tiempo después,
refiriéndose a este acontecimiento, gemía profundamente y decía moviendo
tristemente su cabeza: “¡Cómo se vuelve uno cuando se aleja de Dios! ¡La
criatura más bella de Dios, cómo ha resultado ser tan miserable! Si el mundo
supiera qué sucio es el diablo, todos le despreciarían y no harían pecados.”
Era tan repelente la cara del diablo, que el Yérontas decía que los que van al
infierno, si fuera posible, por lo menos que no vean su cara.
11.26 Aparición de Cristo
El
Yérontas relató al hieromonje G.: “Sentía una dificultad para orar a Cristo. La
Panaghía la tengo como madre. La santa Efimía lo mismo. La clamo: “santa Efimita,
mía”. Pero a Cristo sentía una dificultad. Su icono le besaba con temor; y
cuando en el momento que decía la oración del corazón mi nus se dispersaba y se
desapegaba de Cristo, no me preocupaba. “¿Quién soy yo, para tener
continuamente mi nus en Cristo?”, pensaba. Y me sucedió esto que te voy a
decir:
»Era
la noche de la fiesta de san Juan el Precursor, y amanecería siendo el día de
san Karpos. (El 26-5-1977). Me sentía muy ligero, como una pluma. No tenía
ninguna gana de dormir. Pensaba: “Me voy a sentar ahora para escribir algo
sobre el yérontas-Ticón y mandarlo a las hermanas”. Hasta las 8,30, escribí
sobre los “Aghioritas” unas treinta páginas. Aunque no tenía sueño, me dije que
voy a estirarme un poco, porque sentía un cansancio en los pies.
»Comienza
a amanecer. A la novena hora (las 6 de la mañana horario mundano) no me había
dormido. En un momento como si se hubiera perdido la pared de mi Kelia (al lado
de la cama, hacia el taller). Veo a Cristo dentro de la luz increada, a una
distancia de seis metros más o menos. Le veía desde la parte lateral. Su pelo
era rubio y sus ojos azules. No me habló. Me miró un poco así de reojo, pero no
a mí exactamente.
»No
veía con los ojos corporales físicos. Estos si están abiertos o cerrados no hay
ninguna diferencia. Veían los ojos de la psique-alma.
»Cuando
Le vi, pensé: ¿Cómo pudieron escupir esta cara? ¿Cómo pudieron -los sin temor a
Dios, los blasfemos- tocar a una cara tan bella? ¿Cómo pudieron poner los
clavos a este cuerpo? ¡ohhh, oohhh, ohhhh!
»¡Me
quedé anonadado! ¡Qué dulzura sentía! ¡Qué deleite! No puedo con palabras mías
expresar esta belleza. Es esto que dice: “El Bello para los hijos de los
hombres”. Esto fue; no había visto nunca imagen Suya así de este tipo. Solo una
vez –no me acuerdo dónde- se parecía algo.
»Valdría
la pena para uno luchar mil años para ver esta belleza sólo por un momento.
¡Cosas y realidades más grandes e indecibles es posible que sean regaladas al
hombre, y con qué cosas tan ínfimas nos ocupamos nosotros!
»Creo
que es un regalo que me hizo el yéronta-Ticón. No se lo cuentes a nadie. Me lo
he pensado mucho en contártelo a ti también. Ves tanto rato no te he hablado,
sino ahora que te vas te lo digo». (Estas cosas fueron dichas el 28 de Mayo del
1977).
Después
de dos días cuando volvieron a encontrarse, el Yérontas dijo. “Toda la noche
estaba llorando porque te lo he dicho. No tengo miedo de que vayas a contarlo. Pero
yo me he perjudicado”. Este hecho lo sintió también una hermana del Monasterio
Surotí y escribió al Yérontas: “Tal fecha del mes, tal hora… El resto nos lo va
a decir usted”. Y realmente, más tarde, cuando salió fuera, les narró y sobre
todo lo describió y agiografiaron a Cristo exactamente tal y como le vio.
11.27 Carreteras y coches
Durante
el año 1977 estaba en una fase delicada el tema de los coches en la Santa
Montaña Athos. Entre los padres había desacuerdo. Unos apoyaban la idea de
permanencia y el uso de los coches, porque prestaban un servicio y hacían ganar
supuestamente tiempo para la oración y otros creían que era para el bien de la
Santa Montaña, para que no sea perdida la hisijía y alterada la fisionomía
espiritual, se debe detener la apertura de carreteras y los coches que salgan
de la Santa Montaña. El Yérontas estaba de acuerdo con los segundos. Tomó la
posición y hablaba con franqueza y precisión. Decía: “Si quieren estas facilidades,
pues, que se vayan a algún monasterio del mundo y dejen de estropear la Santa
Montaña. Es menor el daño que pierdan ellos su virginidad, castidad, en vez de
estropear a este lugar virgen. Quieren
hacer también una carretera en la cima y que cruce toda la Santa Montaña. ¡Por
Dios, qué es esto, no pueden entenderlo! Es como, si dijéramos, de una manera
tirar un hachazo a la columna vertebral de Athos. Si continúa esta situación,
¿después qué será? Muchos con los coches estarán rondando en toda la Santa
Montaña para hacer turismo y algunos venderán hasta refrescos y bocadillos. Y
la Santa Montaña que se santificaron los Santos Padres con sus luchas se
convertirá en un auténtico manicomio…”. Después de un corto silencio añadió:
“Pero la Panagía no dejará que sea destruido su Jardín…”.
Muchos
representantes llegaban hasta su Kalivi para pedir consejo. El Yérontas más
allá de sus propias persistentes y dolorosas sugerencias, actuó para que fuese compuesto
un texto prohibitivo contra las carreteras y los coches. Lo firmó junto con
otros respetados y sobresalientes
yérontas y monjes Aghioritas. Finalmente la Santa Comunidad decidió
delimitar el tráfico de coches dentro de las fronteras de cada Monasterio. Pero
desgraciadamente la situación no cambió, más bien, empeoró. Al final, cuando ya
no le hacían caso, decía con tristeza: “Los responsables darán cuentas a Dios.
Basta que uno no esté de acuerdo con ellos y no se convierta en el causante”.
En
aquel tiempo regresaba del mundo en un período invernal. El autobús por las
muchas nieves no bajó a Dafne. El coche de un Monasterio llevó a los pasajeros.
La mayoría eran padres. Todos subieron al coche e intentaban convencer también
al Yérontas para que subiese, pero en vano. Salió sólo caminando y le siguió
también un joven. En la espalda llevaba un saco con bastante peso. Estaba
agotado y tenía mucho frío, mientras que no cesó de caer nieve por el camino.
No consiguió llegar hasta su Kelia, pero muy tarde por la tarde llegó a Kariés
donde pasó la noche. Sufrió toda esta fatiga y cansancio para no incumplir por
obra lo que había sostenido con logos o palabra.
Esta
posición suya la mantuvo hasta el final de su vida. Vale la pena señalar que el
último día antes de su salida de la Santa Montaña se encontró en la fiesta de
la Kelia de san Cristódulo con fecha de 21-10-1993, junto con sus conocidos
padres. Cuando fue invitado, por alguna causa que le vino, giró la discusión y
atacó con dureza no acostumbrada las carreteras y los coches que querían poner
en el ascético Monte Athos. Era de una manera una forma de dejar marcados
fuertemente sus últimos legados y sellar así su fe o creencia.
11.28 Predicción
Testimonio
del señor Apóstoles Papajristos, teólogo y cantor salmista de la ciudad de Agrinio:
“Por primera vez visité al Yérontas el 12 de septiembre del 1977 en su Kelia “Santa
Cruz”. Apenas me vió, naturalmente sin conocerme, me dijo: “Bienvenido
Apóstoles”.
»En
enero de 1979 le visité otra vez. Aquel tiempo se había comprometido mi prima
con un joven y le pregunté si era el hombre adecuado para una familia correcta.
»Entonces
el Yérontas dijo: “Este hombre no va a progresar nunca, porque ha perjudicado a
una psique. A una joven que la había prometido casarse con ella la abandonó, y
ella por su tristeza intentó suicidarse. Finalmente no murió pero se quedó
paralítica. Si no pide perdón por las cosas que ja hecho no progresará nunca.”
»Realmente
hasta hoy en día, a pesar de sus esfuerzos, no consiguió crear una familia y
conseguir algo en su vida.»
11.29 Icono resplandeciendo
Era
de noche, víspera de San Artemio, 19 de octubre 1978. El Yérontas estaba orando
arrodillado. Por encima de su almohada tenía un icono de papel dentro de una
bolsa de plástico, copia del icono de Cristo, tal y como se le había aparecido.
En un momento vio una luz por encima de su almohada que se movía de un lado a
otro como una linterna móvil y comprobaron que la luz resplandecía del icono.
Lleno de celeste deleite por mucho rato la abrazaba y la tocaba con devoción, y
otra vez relucía. Este fenómeno admirable continuó por muchos días. Un monje
Aghiorita la reverenció después de ocho días y fue el testigo presente de esta
luz increada sobrenatural. Finalmente este icono reluciente se lo regaló a uno
para su consuelo espiritual.
11.30 El Santo “muy injustamente
perjudicado”
Sentado
en la acera fuera del Monasterio de Stavronikita, el Yérontas conversaba con
los peregrinos. Un teólogo de academia sostenía que el abad Isaac el Sirio era
Nestoriano. Desgraciadamente repetía las conocidas percepciones occidentales.
El
padre Paísios intentaba convencerlo de que no sólo es ortodoxo sino También Santo,
y que los Logos Ascéticos de él tienen mucha jaris y fuerza, pero vanamente
insistía. El teólogo insistía obstinadamente en sus opiniones. El Yérontas se
marchó para su Kalivi tan entristecido que lloraba y oraba.
Cuando
avanzó un poco y llegó al punto donde está el gran plátano, “algo le sucedió”,
como dijo, sin querer explicar qué era exactamente esto. De acuerdo con un
testimonio había visto en visión el baile de los santos Padres pasando delante
de él. Alguien de ellos se detuvo y le dijo: “Soy el Isaac el Sirio. Soy muy
ortodoxo. Realmente había en mi región la herejía del Nestóreo, pero yo la
había combatido”. Nos debilitamos en asegurar o rechazar la credibilidad de
este testimonio. De todas formas no hay duda de que “este algo que le sucedió”
al Yérontas, era un acontecimiento sobrenatural que le informaba claramente de
las realidades sobre la ortodoxia y la santidad del abad Isaac.
Los
“Logos Ascéticos” de San Isaac, el Yérontas los tuvo en su almohada durante un
período de seis años; era su única lectura espiritual. Tomaba un pasaje y todo
el día continuamente lo repetía en sus nus, lo estudiaba y meditaba
profundamente y prácticamente, “igual que los animales rumian su comida”, según
su expresión. Repartía como bendición algún pasaje de los logos de San Isaac
para incitarlos al estudio de sus logos. Creía que ayudaba mucho el estudio de
los “Logos Ascéticos” de San Isaac, “porque dan a entender el sentido más
profundo de la vida de uno, y también cualquier tipo de complejo grande o
pequeño que tenga el hombre que cree en Dios, le ayuda a expulsarlo. El breve y
preciso estudio del abad Isaac altera la psique por la multitud de vitaminas
que contiene”.
Aconsejaba
también a los laicos leerlo, pero poco a poco para poder asimilarlo. Decía que
el libro del abad Isaac vale toda la biblioteca patrística.
En
el libro que leía debajo del icono del Santo que en su mano mantiene una pluma
y escribe, apuntó: “Abad mío, dame tu pluma para subrayar todo tu libro”. (Es
decir, vale la pena ser subrayado el texto entero).
No
sólo lo estudiaba el Yérontas, sino también
lo tenía mucha devoción y particularmente le honraba como Santo. Encima
de la pequeña mesa de comer en la Skiti Panaguda donde se había instalado más
tarde, de los cinco o seis iconos que tenía, uno era de san Isaac el Sirio. Por
la agapi y la devoción que tenía hacia este santo, dio su nombre a un monje
cuando le concedió el gran hábito. La memoria del santo la festejaba el 28 de septiembre
junto con vigilia de toda la noche que la puso él mismo. En una de estas
vigilias fue contemplado dentro de la luz tabórica increada, sobreelevado y
alterado. Antiguamente que se celebraba la fiesta con San Efrén el Sirio, había
añadido el Yérontas en el Mineo (Mensual) de Enero, en la fecha de 28, lo
siguiente: El 28 fiesta de san Efrén el Sirio y del gran hisijasta Isaac el
Sirio por el que se comete injusticia.
11.31 Multitud de demonios
Relató
el Yérontas: “Estaba sentado en mi kelia cuando escuché sonar la campanita.
Miré por la ventana y qué he visto! Un maestro “Gurú” de magia negra que le
estaba acompañado por un grupo de demonios ¡Ahh, qué asco! El hombre, imagen de
Dios, está bien que tenga un demonio, ¡pero tener un ejército de demonios! No
abrí la puerta. ¡Para qué los iba abrir, para perder el tiempo!”
Después
cuando el Yérontas se fue al Monasterio, los padres le hablaron sobre un
visitante raro, pero él no dijo nada.
11.32 Apología de la serpiente
Visitaron
al Yérontas unos Pnevmatikós-Guías Espirituales que están en el mundo y ellos
le preguntaban de qué manera deben afrontar a los confesados. Querían aplicar
sin discernimiento exactitud y severidad, cumpliendo al pie de la letra los
cánones, sin tener en cuenta la metania de ellos. El Yérontas decía que se debe
comportar con clemencia y agapi a los hombres, Aquellos insistían. Entonces les
dijo que incluso a las serpientes debemos tratarlos con agapi, como no a los
hombres.
En
aquel momento vino una serpiente grande a lado suyo y se quedó de pie, como si
quisiera de una manera certificar las palabras del Yérontas.
Naturalmente
estos Pnevmatikos del mundo no solo se quedaron sorprendidos, sino que además
se fueron convencidos por esta apología paradójica.
11.33 “Oró y el cielo dio la lluvia”
Visitó
al Yérontas un monje joven de un Monasterio Aghiorita. Cuando ya conversaron,
el monje cuando se iba le dijo:
-Esta
noche haremos oración para que llueva, porque fuera al mundo hay muchos
perjuicios y destrozos y se están destruyendo cosechas por la seguía.
El monje no oró, porque no tomó en serio las
palabras del Yérontas, sea por negligencia o por olvido. Pero vio llover por la
noche, mientras que había tiempo bueno, y admiró la franqueza del Yérontas y la
jaris (gracia, energía increada) que le dio Dios, como al profeta Elías, abrir
el cielo con su oración y bajar la lluvia del cielo.
“Menos
mal”, decía el monje, “que no hice oración, porque quizás mi loyismós me diría
que Dios me ha escuchado y ha llovido”.
11.34 Una fiesta distinta
Testimonio
del Metropolita de Limasol de Chipre, Atanasio: “Visité al Yérontas el
septiembre del 1977, día lunes, víspera de la fiesta de Santa Cruz. Toqué la
puerta muy temprano, ma abrió el Yérontas. Estaba muy alegre y con buen ánimo.
“Ah, menos mal que has venido, diacono”, me dice, “y mañana tengo fiesta.
Vendrán los salmistas, he pedido comida y faltaba un diácono; has venido tú,
solucionada la fiesta”. Decía también otras bromas de este tipo. Después me
dijo: “Te quedarás aquí esta noche”.
»Sabía
que el Yérontas no retenía a nadie por la noche con él. Apenas me lo dijo salté
de alegría.
»Fuimos
a la capillita, me puso a arreglar el Santo Altar, quité el polvo, limpié el
pasillo e hice varios trabajos. En mi interior sentía una gran alegría. Al
mediodía fuimos a comer. Preparó té, trajo una tostada de pan y sacó verduras
silvestres de su jardín.
»Me
impresionó mucho cuando hicimos la oración. El Yérontas dijo el “Padre
nuestro…” levantó sus manos y lo dijo con tanto anhelo y tanta devoción que
estaba como si realmente hablara con el Dios.
»Después
me llevó a la kelia y descansamos una hora más o menos; y después hicimos las
pequeñas Vísperas con el komposkini.
»Cuando
acabamos me dijo el Yérontas: “Mira, diácono, ahora haremos vigilia con
komposkini y por la mañana vendrá el cura para hacer la Divina Liturgia. ¿Sabes
hacer komposkini? Te diré cómo lo harás”, y me dio un programa. Era un programa
sabio para que yo no tenga sueño por la noche. Me dijo hacer un komposkini de
trescientos nudos diciendo “Kirie Jesús Cristo, eleisónme”. Después hacer un
komposkini de cien nudos a la Panaghía; un komposkini de trescientos nudos a
Cristo para los vivos y uno de cien nudos a la Panaghía para lo vivos; un
komposkini de trescientos nudos a Cristo para los difuntos y un komposkini de
cien nudos a la Panaghía también para los difuntos; un komposkini de
trescientos nudos a la Santa Cruz y después uno de trescientos nudos diciendo
“doxa-gloria y gracias nuestro Dios”. Primera vez escuché que se hacía tal
cosa. Me explicó: Este komposkini es doxología; cuando termines, comienza otra
vez desde el principio”.
»Me
dijo, “si oyes algún ruido, no te asustes. Por aquí circulan jabalíes, chacales
etc.”. Me puso en su pequeña sala de visitas y dijo que cerca de medianoche me
llamará para ir juntos a la Iglesia para leer la oración para Divina Comunión.
»Por
espacios de tiempo oía al Yérontas bostezando profundamente. De vez en cuando
golpeaba la pared y preguntaba: “Eh, diacono, ¿estás durmiendo; estás bien?
»A
la una menos algo, pasada la medianoche, fuimos a la Capillita. Me puso al
único asiento que había y me dio una velita para leer la divina Comunión. Él
estaba a lado mío, a la izquierda y comenzó diciendo los pasajes: “doxa-gloria
y gracias nuestro Dios”. Cada vez que decía el pasaje hacía una santiguación y
se doblaba hasta el suelo.
»Cuando
llegamos al tropario “María Madre de Dios…” me acuerdo que tan solo esto leí,
después del “Hiperaghía Zeotokos sálvanos”, que lo dijo el Yérontas sentí una
cosa… no lo sé, no puedo explicarlo y frené. Entonces comenzó a moverse el
candil de la Panaghía, pero no bruscamente, sino que transcurría establemente
un movimiento más o menos lo que es la anchura del icono y toda la capillita se
inundó de luz. Veía sin la vela y pensé por un momento apagarla.
»Giré
hacia el Yérontas. Le vi tener sus manos cruzadas en el pecho y doblado hasta
abajo. Entendió que quería preguntarle y me hizo la señal de no hablar. Me
quedé en el asiento y el Yérontas doblado a lado mío. Sentía tanta agapi y
devoción hacia el Yérontas y sentía que me encontraba en el paraíso.
»Nos
quedamos en esta situación, media hora, una hora, no pude calcularlo
exactamente. No sabía qué hacer. Inconscientemente continué yo solo la oración
para Divina Comunión y llegué hasta la bendición: “Desde los labios…”, poco a
poco se iba apagando primero la luz y después paró de moverse el candil.
Terminamos la divina Comunión y salimos fuera al pasillo. Me puso a sentar en
un banquito y él se sentó silencioso en un pequeño baúl. Después de mucho rato,
le pregunté:
-Yérontas,
¿qué era esta cosa que hemos vivido y experimentado?
-¿Qué
cosa?
-El
candil; ¿cómo se movía tanto tiempo?
-¿Qué
es lo que has visto?
-He
visto que se movía el candil de la Panaghía izquierda-derecha.
-¿Sólo
esto has visto?
-También
he visto luz.
-¿Otra
cosa?
-No
he visto nada más. (El Yérontas por preguntar qué más he visto, se ve que él ha
visto algo más).
-Bien,
no era nada.
-¡Cómo
que no era nada, Yéronta, si el candil se movía y había luz!
-¡Eh,
no has oído que escriben los libros que la Panaghía circula por todas las
Kelias de los monjes y ve lo que hacen! ¡Pues, ha pasado por aquí también y ha
visto dos traviesos y pensó en saludarnos y movió su candil!.
»Después
por sí solo comenzó a narrar varias de sus experiencias. Me comentó cómo había
visto la santa Efimía y muchas cosas más. Había cambiado todo su ánimo y
disposición; hasta por la mañana me estaba hablando espiritualmente. Me
recalcó: “Te lo digo todo esto, querido diácono, por agapi para ayudarte, no
para que te creas que soy algo”.
»A
las 5,30 vino el cura y Yérontas quería que hiciera la divina Liturgia, pero yo
no tenía vestimentas litúrgicas. Me hizo un “orario” y lo sujetó con un
imperdible, encontró unos manguitos y me envolvió en mis manos, etc., me
parecía a un payaso, pero fue la Divina Liturgia más bella de mi vida.
Estábamos solo los tres.
»Me
mantuvo consigo hasta el Sábado. Una vez me mandó a Burazeri para ver a unos
compatriotas míos y permanecer allí hasta el mediodía para comer. Y otra vez me
mandó al Monasterio Stavronikita, otra vez para comer. Porque en su Kelia tenía
sólo té y tostadas”.
11.35 Respuestas de otra manera
El
señor Teodoro Jatzipateras, tendero de la ciudad de Xanzi, testifica: “Había
oído sobre el padre Paísios a través de un estudiante y le visité en su Kelia.
»Marchando
le comenté también sobre el problema que tenía en mi tienda de alimentos.
“Yéronta tengo muchos ratones en mi tienda y me entristezco y no puedo hacer
nada. Por favor, ora a Dios para que se marchen”. Le suplicaba con dolor del
corazón, porque circulaban libres en la tienda, me causaron muchos daños y
siempre se oían saltando en el techo. Incluso durante el día saltaban delante
de los clientes. Había traído una radio de Alemania y los ratones entraron
dentro e hicieron su casa, parieron, se comieron las resistencias y me lo
destrozaron. Me responde: “¡Bendito mío, para los ratones haremos a Dios a
ocuparse!” No había mostrado ningún interés.
»Regresé
a mi casa. Mi psique saltaba de alegría, pero llevaba en mi interior mucho
dolor, tentación, porque el Yérontas no había entendido mi problema.
»Pero
cuando regresé a mi tienda, entendí que algo había cambiado. En dos días me di
cuenta de que los ratones habían desaparecido. No había quedado ni uno.
Entonces entendí que el Yérontas los había expulsado.
»Una
vez empecé a sentir un gran cansancio, mis fuerzas me abandonaban y adelgacé
mucho. Fue al médico para hacer exámenes; tres médicos decidieron darme una
terapia, porque algún microbio fatigaba a mi organismo. Estaba en la cama,
incapaz para cualquier tipo de trabajo.
»Decidí
escribir al Yérontas Paísios sobre mi
situación. Le rogaba para que me respondiera por carta, si tenía que salir de
Xanzi o confiarme en la providencia de Dios y en los médicos locales.
»El
segundo día de mi terapia me dio un dolor fuerte en el estómago. “Principio de
gastrorragia”, me dijo el médico, “tienes que parar de tomar los fármacos” y así
entré en la Clínica. A media noche me levanté y caí al suelo mareado. Mi
apetito se había cortado totalmente. Me estaba fundiendo como una vela. Los
médicos me veían y no me decían nada. Era jueves por la tarde, cuando entré en
la Clínica y hasta el sábado por la noche mi estado de salud había empeorado.
»El
Domingo por la mañana me desperté y sentí una fuerza indescriptible en el
cuerpo y en la psique. Me levanté de la cama y llamé a mi mujer para que
viniese con nuestro médico conocido para sacarme de la Clínica, para no
marcharme solo como un ladrón.
»El
médico me dijo: “Si ayer estabas fatal, pero realmente algo ha cambiado. Yo no
entiendo nada, no puedo explicar, ni decir nada”. Yo le digo: “Ha sido un
milagro, Dios ha hecho su milagro”. En mi interior me preguntaba: “¿Quién sería
el que habrá intervenido, para hacerse el milagro? Comí con apetito la comida
mezclada con lágrimas. La conmoción era indescriptible. El día siguiente fui a
mi trabajo, sin sentir el mínimo cansancio. En pocos días recuperé todos los
kilos que había perdido.
»A principios
de Diciembre visitamos al yérontas Paísios en la Santa Montaña Athos con un
amigo mío profesor y un estudiante. Nos abrió la puerta y pasó primero el
profesor, después el estudiante y bajaban hacia su Kelia. Nos quedamos atrás
los dos con el Yérontas, y me dice: “¿Qué tal Teódoro estás bien ahora”. Yo
pensé que, ya que le había escrito en relación a mi enfermedad y ahora me veía
bien, me preguntaba por mi salud. Seguimos caminando hacia el Kalivi. Y me dice:
“¿Has recibido mi carta, cierto? Yo me detuve por un momento pensando que no
había recibido ninguna carta de él. Pero antes de darme tiempo a contestar me
dice: “No te he escrito ninguna carta, pero te he respondido a mi manera”. Mis
interiores se removieron como un seísmo. Entendí que el Yérontas con sus
oraciones me había curado. Me vuelve a preguntar:
-¿Has
recibido mi carta, es cierto no?
-Sí
Yéronta, le respondo, he recibido la carta.
Mi
conmoción fue enorme. Una vez que veneramos en la ermita, salí fuera y lloré
mucho».
11.36 Divina Liturgia en “Santa Cruz”
En
27 de octubre de 1978, dos padres aghioritas visitaron al Yérontas en su
Kalivi. Uno de ellos describió de la siguiente manera la visita de ellos:
“Llegamos una o dos horas antes de anochecer. Nos retuvimos fuera de la puerta
del recinto con red de alambre, sin tocar la campanita. Veíamos humo subiendo
delante de la Kelia y oíamos una discusión algo fuerte. En poco rato vemos la
cara del padre Paísios saliendo por detrás de un montón de madera. Nos miró y
nosotros le hicimos una reverencia. Una vez que nos hizo unos saludos alegres
con las manos, vino poco a poco y nos abrió la puerta haciéndonos una
reverencia e intentando besarnos la mano.
»Bajando
vimos a un monje joven del Santo Monasterio Stavronikita cocinando fuera de la
Kelia con un fuego que le había dejado ciego por el humo. Nos lo presentó
sonriendo: “El páter… es el cocinero de la fiesta”. Y a él le dijo: “Ten
cuidado, bendito, no vaya ser que me quemes la comida”. Aquel sonrió y percibimos
que estaban discutiendo de algo alegre.
»Veneramos
en la Ermita y nos condujo a la sala de visitas y nos invitó a un dulce. Nos
explicó que el día siguiente era el día de la dormición del padre Arsenio el
Capadocio y se celebraría Divina Liturgia, por eso estaban tan alegres.
»Después
de dos o tres minutos de silencio nos dijo: ¡El padre-Ticón, cuando venían
visitantes con sotanas, les preguntaba si eran curas y si celebraban la Divina
Liturgia. Y cuando le respondían que sí, glorificaba a Dios. Si un cura
respondía que no celebra la Divina Liturgia, entonces se amargaba mucho, tanto
que no podemos imaginar”
»Esto
nos hizo a los dos quedarnos sorprendidos, porque realmente mi amigo hieromonje
hacía tiempo que no celebraba la Divina Liturgia, sin que hubiese ningún
problema. Nos miramos…
»Conversamos
bastante rato sobre temas espirituales y nos propuso quedarnos por la noche en
su Kelia. Después el diácono trajo la comida que había cocinado y nosotros
comimos, mientras que ellos comieron unos frutos secos. El padre Paísios dentro
de un mortero machacó algunas almendras. Toda su comida era dos o tres
cucharadas de almendras machacadas.
»Por
la mañana vino el cura desde el Monasterio y celebró la lurgia junto con mi
amigo el hieromonje. Yo en la Divina Liturgia salmodiaba con el padre Paísios,
quien cantaba con notable deleite.
»Antes
de comenzar la Divina Liturgia, se acercó a mí y me susurró en la oreja que para
otra vez me pondrá a mí a celebrar la Divina Liturgia. De una manera me
explicaba la razón por la que prefirió a mi amigo y no a mí, aunque era el más
viejo de edad también en la ordenación. “Había entendido”, me dijo, “que en
este tiempo no celebra la Divina Liturgia, por eso ayer cuando apenas vinísteis
os dije lo que decía el padre-Ticón.
»Después
de la Divina Liturgia el cura y el diacono se marcharon para el Monasterio. A
nosotros nos mantuvo varias horas. Cuando nos levantamos para marcharnos,
sentía la naturaleza alrededor tomando otra imagen. Todo lo sentíamos y lo
percibíamos espiritualmente. Creías que los verdes arbolitos te hablarían…»
11.37 “Dios está obligado a ayudar”
Testimonio
del señor Tamiolaki Eleuterio de la isla de Creta: “Una vez me encontré en una
situación difícil a causa de mis múltiples obligaciones, y me fui a ver al
Yérontas para que me apoyase. Dentro de la nieve, con muy mal tiempo, llegué y
toqué la puerta. El Yérontas me abrió inmediatamente y rápido me metió dentro.
“Te esperaba”, me dijo. Yo naturalmente no le había avisado. Me mandó sentar
cerca de la estufa y empezó con paciencia a hacerme un té. Puso el agua en el
cacito, se santiguó diciendo, “¡doxa-gloria y gracias a Dios!”. Puso el té en el cacito y volvió a decir,
“¡doxa-gloria y gracias a Dios!” Finalmente puso el cacito al fuego y otra vez
santiguándose “¡doxa-gloria y gracias a Dios!”
»Hasta
entonces no me había dicho ni palabra, excepto lo del principio “te esperaba”.
Yo le estaba observando y comencé a ponerme nervioso por su tranquilidad,
porque a mí me estaban quemando mis propios asuntos. Cuando hirvió el té, me
dio la taza, me miró con aquella mirada inocente y compasiva y serenamente me
preguntó qué me pasaba y por qué parecía estar tan inquieto. Yo nervioso
comencé a descargar mis problemas con énfasis, recalcando que el mundo fuera
tiene muchos dolores de cabeza. Él sonrió, bebió un trago de su propio té y me
dijo apaciblemente: “Eh, ¿por qué te inquietas?, Dios ayudará”. Yo me puse aún
más nervioso y con la familiaridad y la confianza que tenía con él, porque le
amaba mucho, le dije: “Pues, ahora bien Yérontas, Dios ayuda una vez, dos,
tres… ¿pero está obligado a ayudar continuamente?
«Entonces
me miró seriamente y me dijo algo que me traspasó como un rayo: “Sí”, me dijo,
“está obligado». Era tan firme su seguridad y estaba tan claro que esto lo
conocía de primera mano, que de repente se me revolvió todo. Se me quitaron los
nervios, me serené, sentí una inmensa paz y sosiego y sólo tenía una duda que
se la comenté: “Muy bien, ¿y por qué está obligado Dios ayudarnos siempre?” La
respuesta me la dio sólo un hombre que se siente realmente como hijo de Dios y
tiene franqueza en su padre, que sólo este podía dármela. Me dijo: “Tal y como
tú que has procreado hijos, ahora sientes la obligación de ayudarlos y sales de
Salónica y vienes aquí con este mal tiempo porque estás inquieto, así también
el Dios que nos ha creado y nos tiene como hijos Suyos se interesa también Él
por nosotros y siente la necesidad de ayudarnos. ¡Sí, está obligado!
»La
inmediatez de esta respuesta fue tal que se me marchó todo el peso y cesé desde
entonces de inquietarme por el futuro.»
11.38 El Ángel de la guarda
El Yérontas narró: “Era la fiesta de San Isidoro el
Pilusiotis. Pasaba por un período de muchas aflicciones y a causa de estas
tenía fuertes dolores de cabeza. La tensión me estaba afectando al ojo y
peligraba sufrir un derrame cerebral. Sentía la cabeza como si alguien con un
martillo golpeara en el interior y quisiera saltar fuera. Durante las nueve de
la noche (hora mundana), mientras me estaba estirando en la cama, vi a un Ángel
muy bello, como si hubiese salido de mi interior, con forma de niño pequeño.
Sus cabellos eran muy rubios y llegaban hasta sus hombros. Me sonrió y pasó
suavemente su mano por encima de mis ojos. Inmediatamente se marchó toda la
aflicción y tristeza y cesaron los dolores. Sentía tal dulzura que prefería
volver a tener dolor, con tal de volver a ver a mi Ángel de la guarda.»
11.39
Logos alegresy ágiles
Uno de los elementos del carácter del Yérontas que no
se ha recalcado suficientemente es que siempre estaba alegre y de buen humor.
El buen humor es una virtud y la sonrisa natural
espontánea es irreprochable.
A menudo contaba el Yérontas historias que producían
risa espontánea, para consolar a las psiques doloridas y angustiadas, pero
también era algo propio de su carácter. Muchas veces bajo una broma simple se
escondía un profundo significado y sentido espiritual. Hacía juego de palabras,
cambios etimológicos y unas comparaciones
inimaginables de palabras. Pero tenía la finura de no herir a nadie y ni
criticar con malicia a las personas. De la multitud de estos logos apuntamos
unos selectivamente:
*
Visitó uno al Yérontas con los intereses de un
visitante museo y antigüedades buscando a ver monumentos antiguos de su Kelia.
Bromeando sobre lo absurdo de su búsqueda le indicó una pared en ruinas y le
dijo con tono alegre: “Mira estas ruinas son de los tiempos de Nabucodonosor”.
*
-Páter, ¿qué haces aquí? Le preguntó uno indiferente e insulso.
-Estoy vigilando a las hormigas para que no se
peleen.
En similar situación le preguntaron cómo pasa sus
noches: “He aquí, mira los candiles que están en el cielo tengo el diacónima-servicio
de encenderlos cada noche” refiriéndose las estrellas.
*
Vino uno y le preguntó:
-Páter mío cómo adquiriré nipsis, (nipsis es
“vigilancia de la sobriedad” y también significa “lavarse”)
-Pues, lávate cada día. Aunque yo que me lavo cada
día aún no he visto ninguna mejoría en mí.
*
Una vez su conocida amiga Keti Patera fue al
Monasterio de Surotí junto con Jorge Lagós (apellido que también significa “liebre”),
profesor de la Universidad de Medicina, para ver al Yérontas. La dijo: “Ahora
ha venido con el Lagós (liebre), la próxima vez vendrás con la tortuga”.
Efectivamente, la vez siguiente fue con
una señora y se perdieron por el camino y en vez de cinco horas tardaron nueve
en llegar.
*
Intentó
besar la mano de un sacerdote recién ordenado y aquel por humildad no se la dió.
“Si quisieras tener mano propia, pues, no haberte hecho cura”, le cogió de la
mano y lo besó.
*
En
“Panaguda” una vez estaba sembrando bulbos de cebolla que los tenía dentro de
una lata de calamarcitos. Vino un “listo” con sus manos atrás y le preguntó que
qué hacía.
-Siembro
calamarcitos, le contestó el Yérontas.
-Pero,
¿sembrados así viven y brotan, Yéronta?.
-Claro
que sí; si lo pones con los bigotes hacia abajo, viven y brotan.
*
En
la vida espiritual no debemos quedarnos en la antesala. Los que se quedan allí
no entran en el salón de Dios”, dando a entender al Paraíso.
*
Un
joven conocido suyo le visitó en la Skiti de Ibiron, Vestía un traje y una
corbata muy buena. El Yérontas que encontraba su reposo en lo simple, utilizó
una forma original y graciosa para enseñar la sencillez, sin muchas palabras;
le dijo: “Me das tu corbata y la ponemos en este burrito así se alegra un
poquito él también”. Aquel se la entregó y el Yérontas puso la corbata al
burrito, mientras que el joven no podría
detenerse de las risas por el espectáculo que estaba viendo. De todas formas el
joven recibió su mensaje y la siguiente vez no vino a la Santa Montaña Athos
con corbata.
*
Otras
veces el Yérontas se hacía pasar por loco (hacía locuras). En una visita de un
hombre indiferente e ignorante espiritualmente, que quería pasar su rato y
decirle noticias corrientes, el Yérontas lo captó y le preguntó: “Eh, qué
noticias traes; ¿a qué precio se cambia la lira?”. El asceta pobre indicaba
como si su interés estuviese en el precio de la lira.
*
Un
endemoniado le dijo: “Yo soy el On-Ser”. Arrodíllate y reverénciame”. El
Yérontas le responde: “Tú eres onos (burro)” dirigiéndose al demonio que en
realidad le hablaba.
*
Uno
vio al Yérontas andar descalzo sin zapatos y le preguntó que por qué no se
ponía zapatos. Respondió: “Los zapatos de mi madre son los mejores; y cuanto
más envejecen más fuertes se hacen, (es decir, se endurecen las plantas de los
pies).
*
Un ingeniero de caminos y
casas, conocido del Yérontas, le visitó en la víspera de la Fiesta de su
Kalivi. El Yérontas le recibió diciendo: “Bienvenido el ingeniero con los contratistas”. Aquel quedó sorprendido,
porque no le acompañaba nadie. Le dio un paquete al Yérontas que se lo habían
dado en un Monasterio conocido por él. El Santo lo abrió delante de sus ojos y
entonces el ingeniero vió por sorpresa que el paquete llevaba contratistas, unos dulces que se llaman
así!
A.12 EN LA PANAGUDA Y SU ENTREGA A
LOS DOLORIDOS
12.1
Instalación en “Panaguda”
12.2
Los Santos Panteleimon y Lukiniano
12.3
“Consuela a mi pueblo”
12.4
La aparición de San Blasio
12.5
Fragancia del icono “Axión estín” (es justo)
12.6
Las Reliquias de San Cosme el Primero.
12.7
“Cabrito” en el techo.
12.8
Muchas luces en su Kelia
12.9
La promesa de la Panaghía
12.10
En Tierra Santa y en Sinaí
12.11
Energías y operaciones de la divina jaris-gracia increada.
12.12
Visión de niño orando
12.13
“Cristo mío, bendígame…”
12.14
“¡Terrible visión!”
12.15
“La Panaghía”
12.16
Sobre el Anticristo, el 666 y los carnets de identidad.
12.17
Fragancia de Santa Reliquia
12.18
Sorpresas
12.19
Operación quirúrgica de la hernia
12.20
La película blasfema
12.21
Ve la jaris (energía increada) del Sacerdocio
12,22
“Metamorfosis”
12.23
Responde a su loyismós
12.24
“Tienes pies rotos”
12.25
Terapias de enfermos
12.26
“Tomaremos la Polis (Constantinopla)”
12.27
“Que pidas perdón”
12.28
“Debes tener nobleza espiritual”
12.29
Movimiento del candil
12.30
“Viene…”
12.31
El jefe Hinduista
12.32
El discípulo de Maharatzi
12.33
El Yérontas y los jóvenes
12.1 Instalación en “Panaguda”
El
Yérontas, tras haber pasado once años de luchas y servicio al Kalivi de Santa
Cruz, decidió después por un motivo espiritual marcharse de Santa Cruz.
Buscando Kelia en Kapsala, quiso quedarse con el yérontas-Minás el Rumano para
ayudarle en su vejez ya que no tenía ojos. Pero el Monasterio al que pertenecía
su kelia no le dió la bendición. Por el camino rogó con lágrimas: “Panaghía mía,
para todos tienes casa en tu Jardín, ¿pero para mí no tienes?
El
27 de febrero, día en que se le había aparecido San Efimía, encontró, por
indicación del Yérontas Joaquín, la “Panaguda” que entonces era terreno de
viñedos del Santo Monasterio Kutlumusíu. Este acontecimiento lo sintió como una
bendición de San Efimía y conmocionado la agradeció por su providencia. Los
padres del Monasterio, todos con muy buen ánimo y entusiasmados, aceptaron la
petición del Yérontas, cuando trajo la carta de salida, convirtieron el terreno
de viñas en Kelia y le dieron su certificado de pertenencia a él.
La
Kalivi de “Panaguda” se encuentra en la terminación de una colina entre
vegetación espesa. Está cerca del sendero que conecta Kariés con el Monasterio
Ibiron y enfrente de la Skiti de San Panteleimon. La capillita está en la
esquina suroeste de la Kalivi y se
venera en la fiesta del Nacimiento de la Santísima Zeotoko (por eso es conocida
como “Panaguda”, es decir, pequeña Panaghía). Está a la derecha del pasillo,
apenas uno se introduce por la entrada, mientras que a la izquierda está la
kelia del Yérontas. A continuación está la kelia de la derecha, la cual
transformó en sala de visitas y a la izquierda su taller. Una puerta te saca
fuera al terreno, extensión amplia y despejada con vista hacia Kariés.
Aunque
buscaba una Kelia hesicasta * en la parte sur de la Santa Montaña, sin embargo
se sacrificó para la gracia de los peregrinos para que fuese más fácil el
acceso para ellos, en la “Panaguda”. Es una Kelia pequeña recogida, no muy
lejos de Kariés, para que no se fatigasen los peregrinos y puedan trasnochar en
los monasterios cercanos. Así son repartidos y no cae todo el peso sólo a un
Monasterio.
Con
un tubo de plástico trajo agua de una fuentecita. Pero como los meses de verano
la fuentecita se secaba, reparó una antigua cisterna subterránea que la llenaba
durante el invierno. Cercó el terreno de la Kalivi con una red de alambre,
dejando dos entradas. Preparó un pequeño huerto donde sembraba unas verduras
silvestres, y cultivaba cebollas, lechugas y unas cuantas tomateras; nada más.
La
Kalivi tenía carencias, porque era antigua y abandonada. Faltaban puertas,
ventanas y techo; el suelo tenía agujeros y por el tejado entraba agua. Comenzó
con mucho esfuerzo con las reparaciones más necesarias. Dinero no tenía, pero
difícilmente también lo aceptaba. Todo el día trabajaba y por la noche se iba a
una hora de camino a pie donde un discípulo suyo, donde había llevado sus pocas
pertenencias. En sus trabajos le ayudaba su discípulo y los padres del
Monasterio Kutlumusio que disponían también de mulos que transportaban los
materiales. Al principio se ocupó en arreglar la Capillita y después su pequeña
kelia, para poder así trasnochar allí.
Un
día, yendo hacia “Panaguda” y arrastrando sus pies por el canSancio, pensaba:
“Si pudiera por lo menos tener preparada la cama para poder descansar un poco”.
¡Llegando, vio una cama hecha con una
puerta que la había hecho un monje!
Aparte
del trabajo fatigoso de todo el día tenía también a la gente. Preparaba el
cemento y, cuando venían personas con problemas, se sentaba junto a ellos y los
escuchaba. Cuando volvía a trabajar el
cemento se había endurecido. Pero no se enfadaba. “Los hombres tienen sus tormentos
y sufrimientos. “El cemento que se haga cemento” decía alegremente el Yérontas,
divirtiéndose de su propio canSancio pero también divirtiendo la aflicción de
los demás. Subía para reparar el tejado, venían los peregrinos y otra vez
bajaba. Cuando se marchaban, volvía a subir para continuar. Esto sucedía a
menudo hasta que se instaló en la Kelia, pero también después.
12.2 Los Santos Panteleimon y Lukiniano
Era un
2 de junio de 1979 por la tarde. El Yérontas apenas había transportado sus
cosas a la Kelia de “Panaguda”, sin haber tenido tiempo de ordenarlas. Se
preparaba para hacer Vísperas y preguntó al monje que le estaba ayudando, quién
era el Santo del día siguiente, pero aquel no se acordaba. Le dijo que mañana
cuando viniese se lo diría y se marchó deprisa, porque estaba anocheciendo.
Lo
siguiente que sucedió lo narró el Yérontas de la siguiente manera: “Tenía los
Mensuales (libros litúrgicos) en cajas. Buscaba encontrar mis gafas para ver el
Santo del día y no las encontraba. Para no perder tiempo, hice Vísperas con el
komposkini diciendo: “Santos del día intercedan por nosotros”. Cuando a
medianoche me levanté, intenté otra vez con la linterna durante media hora más
o menos encontrar al Santo del día, y otra vez sin resultado. Dije “se me ha
escapado el oficio de Medianoche”. Para no pasar la noche buscando, otra vez al
komposkini, “Santos de Dios….”, sin referirme a los nombres de los Santos del día.
»Entonces
vi a San Panteleimon acompañando a un Santo dentro de mi Kelia.
-¿Quién
eres? le pregunté.
San
Lukiniano, respondió.
»No
me acordaba si existe tal nombre de Santo y volví a preguntar:
-¿Lukiano?
-No.
Lukiliano.
-¿Cómo?
¿Longuino? Pregunté por segunda vez.
-Lu-ki-lia-no,
repitió el Santo, pronunciando lentamente por tercera vez su nombre.
»A continuación
dirigiéndose hacia San Panteleimon le dijo que me examinase de los traumas de
la operación, para ver si me había recuperado y Sanado. Se me acercó San Panteleimon
que vestía con la bata blanca como
médico. Una vez me hubo examinado poniendo su mano en mi pecho, en el lugar en
que se había realizado la operación de los pulmones, dijo a San Lukiliano:
“Está bien. Que lo tengas en cuenta en tus exámenes de médico”. Los Santos
desaparecieron y el Yérontas glorificando a Dios y agradeciendo a los Santos,
encendió la vela y encontró que aquel día era 3 de Junio y era el día de San
Lukiliano.
El
día siguiente por la mañana, cuando vino el monje que le ayudaba, el Yérontas
le preguntó sonriendo: “¿San Lukiniano, eh?” y le relató la aparición de los
dos Santos.
El Yérontas
cuando leyó el martirologio del Santo, quedó sorprendido asimilando la
siguiente “coincidencia”: Toda la de la vida del Santo, que se encuentra en el
Santo Monasterio Ibiron, fua anotada un 27 de Febrero, es decir, la fecha en que
se había aparecido al Yérontas la Santa Efimía. Esta relación del Mártir con la
Santa Efimía quien tanta devoción tenía el Yérontas, y también la cercanía del
tiempo y especialmente del lugar del martirio de los dos Santos le agradó
especialmente al Yérontas.
Después le honraba cada año y puso su icono en
la Iglesia y en su kelia.
Después
se fue a una Skiti de Kutlumusiu y reverenció a San Panteleimon. Dijo que el
icono de su Santuario se parece mucho su Santo rostro (tal como le había
visto).
Este
admirable acontecimiento consoló al Yérontas y expulsó la fatiga y las
aflicciones que pasaba en aquella época transitoria.
12.3 “Consuela a mi pueblo”
Toda
aquella corriente de peregrinos cambió de dirección, y en vez de ir hacia “Santa
Cruz” ahora se dirigía a la “Panaguda”. Y además aumentaba continuamente. En
aquella vecindad hasta entonces tranquila ahora uno veía todo tipo de personas
con distintas edades subir y bajar el sendero que atravesaba la pradera del
Monasterio Kutlumusíu. Especialmente a la hora del autobús el tráfico aumentaba
verticalmente. La mayoría de los pasajeros acudían con agonía y desesperación,
quién va a llegar antes al Yérontas, preguntando: “¿Vamos bien para el padre
Paísios?” “¿Está abajo el Yérontas? ¿Hay muchas personas esperándole?
El
Yérontas los recibía todo el día, los invitaba y sacrificaba muchas horas junto
con ellos para escuchar sus problemas, levantar las cruces y tomar el dolor de
ellos, aconsejarlos, reñirlos, Sanarlos e incluso animarlos, sin calcular para
nada, si el mismo estaba sin dormir, hambriento, sediento, cansado o enfermo.
Pero aquello que le dificultaba era que interrumpía y reducía su concentración
en la oración, sin distracciones e inceSantemente. Realmente ardía por el deseo
de la hisijía con ininterrumpida comunión y conexión divina, pero su corazón
sensible y lleno de agapi no le permitía dejar sin consolar “a los cansados,
fatigados y cargados”.
Así
intentó y consiguió con discernimiento combinar perfectamente la diaconía hacia
los hombres y la vida hisijasta. Su perspicacia carismática con la que
investigaba las disposiciones y ánimos como también la seriedad de los
problemas de lo comparecientes –la mayoría de las veces e incluso antes de
venir en contacto con ellos- y algunos divinos acontecimientos extraordinarios,
eran los inequívocos indicadores de este comportamiento suyo.
Según
un testimonio, una vez el padre Paísios estaba muy cansado, y sonaba
insistentemente la campanita. En el momento que se preparaba abrir, vio su
bienaventurado Yérontas padre-Ticón fuera de la alambrada estando contento
diciéndole: “Me alegro de que recibas la gente”. Este acontecimiento contribuyó
en aumentar más su peso hacia la diaconía a los peregrinos.
Pero
con el paso del tiempo el número de visitantes había aumentado exageradamente,
superaba los límites de su aguante. Cofesaba que: “No me puedo ni mover; me he
convertido en programa de los hombres. Antiguamente mi nus se ahondaba en la
oración del corazón. Ahora vivo los problemas de las personas. ¡Muchas veces salto
en el sueño!
Por
otro lado percibía la gran necesidad por lo menos de la mayoría de los
peregrinos. Comentaba en relación: “No creáis que los hombres vienen aquí a
pasar el rato. Tienen grandes problemas. Y lo que me hace continuar en una
situación así es que son ayudadas algunas psiques. Yo, supongamos, empecé con
el propósito de hacerme monje, vivir en el anonimato y olvido, pero el mundo no
me deja. Un Yérontas me dijo: “Tú, yéronta-Paísio tienes el canon de recibir a
la gente y aliviarles y ofrecerles reposo”. Ahora bien, cómo lo va a juzgar
Dios, no lo sé”.
El
mismo naturalmente anhelaba quedarse solo en la hisijía y orar. Sentía que de
esta manera ofrecía más y aún más esencialmente a sus hermanos.
Por
eso cuando vio que continuamente aumentaban los visitantes, se vio obligado a
tomar ciertas medidas: Durante bastantes horas al día, por el verano,
desaparecía en el bosque, y el invierno se encerraba en su kelia.
Principalmente leía el Psaltirion, orando por distintas categorías de hombres
doloridos. Por supuesto que había también excepciones que transgredían su
tipicón-regla, cuando “era informado” por una causa seria y urgente.
Dijo
el Yérontas: “Algunas veces a la hora en que hago mi oración suena la
campanita. Miro por la ventana y veo que alguien está muy triste. (Cuando veo
una persona, entiendo muchas veces también su estado). Y así abro a esta
persona y junto con ella corren y entran cuatro o cinco más que habían venido
de vacaciones a la Santa Montaña Athos. Y hasta que acabo con ellos, me canso
mucho, tanto que me caigo en la cama muerto. Lo mismo sucede también durante
las Vísperas. Si veo a algún desafortunado le abro, porque me da pena. Y
después adiós también a las Vísperas. Entonces se van también las cosas
espirituales que tengo que hacer y también el programa que tengo. Pero yo no lo
quería esto. Una vez abrí la puerta para ayudar a un dolorido y cargado de
sufrimientos y me empujaron y arrastraron también los demás, y vaya lo que me
costó acabar. Pero si esto lo hiciera para divertirme, digamos, entonces frente
a Dios no soy correcto”.
Incluso
pensé una solución más radical: Me trasladaré por lo menos por un largo tiempo
a un lugar hisijástico, tranquilo, incluso fuera de la Santa Montaña Athos.
Recibió y aceptó ofertas para un lugar tranquilo incluso en un lugar en el
extranjero (Estados Unidos).
Pero
de repente se manifestó su cambio de postura. Interrumpió totalmente y para
siempre sus amadas salidas al bosque y limitó las horas de su encerramiento.
Cuando por sorpresa fue preguntado al respecto, respondió de forma enigmática
la frase del profeta Isaías:
"Consolad,
consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios" (Is 40,1), dando a entender
que había recibido esta orden. Existe también un testimonio diciendo que se le
apareció la Panaghía y le dijo: “Mi trabajo es vigilar vuestras fronteras, y lo
hago. Así también tú, debes recibir a la gente indistintamente, porque tienen
necesidad”. El Yérontas humildemente obedeció a la Panaghía y recibió por
mandamiento de Ella el servicio a los doloridos.
A
pesar de que recibía a todos, la gente no le influyó ni le secularizó o
mundanizó. Al contrario, el Yérontas con jaris (energía increada gracia) de
Dios convertía a los hombres. Porque no sólo se sacrificaba ofreciéndose a los
seres humanos, sino que él mismo “progresaba” y avanzaba espiritualmente “en la
fuerza de la práctica en la fuerza de la energía de la zeoría contemplación espiritual”, y vivía acontecimientos
sobrenaturales. Con su experiencia de vida hisijasta sacaba partido a la
oración nocturna y a las horas del día que conseguía estar solo. Cuando estaba
solo, mencionaba con la oración las peticiones de las personas a Dios, y cuando
estaba con las personas, predicaba a Cristo. Dios y los hombres doloridos ahora
se han convertido en los dos ejes sobre los cuales giraba toda su vida.
12.4 La aparición de San Blasio
El
Archimandrita padre Agustín Katsampiris repetidamente había rogado al Yérontas
que orara para que se le apareciese el Santo de reciente aparición Blasio de Sklavena. Deseaba conocer sus
características para aghiografiarlo o hacer su icono.
Era
la fecha 21 de enero de 1980, Domingo del Hijo Pródigo, hacia Lunes. El
Yérontas por la noche, mientras estaba orando en su kelia con el komposkini, ve
que se presenta delante de él dentro de una luz un Santo desconocido que vestía
una capa de monje. Al lado suyo en la pared de su kelia, por encima de la
estufa, se veían las ruinas del Monasterio. El Yérontas sentía indescriptible
alegría y deleite y pensaba ¿quién sería el Santo?. Entonces oyó una voz desde
la Iglesia: “Soy San Blasios de Sklavena”. (Ver también Archimandrita Agustín
Katsampiris: El Santo Hieromártir Blasios el Akarnán, Atenas 1990, p. 52-55)
Por
agradecimiento y para agradecer al Santo por el honor que le hizo, visitó
Slavena y veneró sus inundadas de jaris (energía increada) Reliquias.
Correspondió de cierta manera a la visita que tuvo del Santo. El Yérontas, en
efecto, desde muy lejos indicó también el lugar donde antiguamente estaba
construido el Monasterio del Santo, porque estaba anocheciendo y no tenía
tiempo para ir al lugar.
El
señor Apóstolos Papajristos relata: “El día 20 de Mayo de 1980 el Yérontas vino
a mi casa en Agrinio, con el propósito de ir a Sclavena de Xiromero y venerar a
la Santas Reliquias de San Blasios de Sklavena, después de
apocálipsis-revelación del Santo en su kelia. Se quedó una noche en nuestra casa
y a pesar de que le habíamos puesto sábanas blancas y limpias, el Yérontas las
dejó totalmente intactas. Cuando se fue a Sklavena veneró al Santo con
genuflexiones hasta el suelo y enseñó a todos a su alrededor”.
A
continuación el Yérontas hizo un pedido del icono de San Blasio en el Santo
Monasterio de la Santa Trinidad del Coropí de Atenas, una vez que hubo descrito
las características del Santo a una monja. Cuando recibió el icono se quedó
satisfecho, porque reflejaba exactamente las características del Santo. “Parece
que la hermana tenía mucha devoción e hizo oración y ayuno”, dijo.
Cada
año honraba la memoria de San Blasio con vigilia solo en su Kelia. Lo
festejaba, no el día 11 de febrero que es su fiesta y predominaba el celebrar
su memoria, sino el 19 de Diciembre que es el día en que sufrió el martirio
12.5 Fragancia del icono “Axión Estín”
(“Άξιον Εστίν” Axion
Estín es el icono milagroso de la Panahgía que está en la Santa Montaña Athos.
Es uno de los iconos famosos de allí.
Se encuentra en el templo del Protaton en Kariés, considerado como"icono
protector común" de todos los monasterios del Monte Athos, llevando en su
marco los sellos de los 20 monasterios. Este antiguo icono milagroso se
encontraba en una kelia de Pantocrátoros por debajo de la Skiti de San Andrés
en el lugar llamado “valle del Hades. El 11 de junio de 980 dC el yérontas
faltaba de su kelia, ya que había ido a un agripnía-vigilia en Kariés, dejando
solo a su obediente. El monje obediente por la noche cuando estaba haciendo su
canon, en un momento escucha que tocan a la puerta, abre y ve a un pasajero que
le pide que le hospede, cosa que hace.
El monje continúa haciendo su canon hasta llegar a la Hoda 9a
“La más honrada que los Querubines….”. Entonces el visitante le interrumpe y le
dice: “No, primero dirás “Axion estín- verdaderamente es digno alabar y venerar
la Zeotokos…” como complemento del Canto Megalinarion hecho por Kosmás
Maiumás. El monje entusiasmado escribió
el himno y el pasajero desapareció. Según la Santa Tradición era el Arcángel San
Gabriel. Cuando regresó el yérontas su monje obediente le describió los hechos
y una vez se hubo informado a la Santa Comunidad, el icono fue transportado al
Protaton, donde continúa haciendo milagros hasta hoy en día; y la kelia, ya que
fue honrada por la visita Arcangélica hoy lleva también el nombre de Axion
Estín”.)
Relató
el Santo: “El lunes del Diakenísimo (semana que sucede la Pascua) estaba
sentado en la sala de visitas y decía la oración del corazón o de Jesús. ¡De
repente sentí una fragancia, cosa grandiosa! Salí al pasillo para ver de dónde
provenía, fui a la Iglesia, nada. Salí al patio. La fragancia era muy densa.
Oía que se estaba tocando el tálanto; miré y vi que bajaba hacia abajo una
procesión y entendí que provenía del icono de la Panaghía”.
Este
día se hace la procesión del icono milagroso “Axión estín”. Baja por debajo del
Monasterio Kutlumusio, hasta la Kelia de los Santos Apóstoles (de Alipio). La
Kelia de “Panaguda” está a una distancia de un kilómetro más o menos. Desde
esta distancia la Panaghía mandó de cierta manera su saludo al Santo Yérontas.
12.6 Las Reliquias de San Cosme el
Primero.
Al
inicio de la Cuaresma de Navidad del año 1981 se hizo la exhumación de las Reliquias
de San Cosme el Primero (supervisor encargado de la Santa Montaña Athos). Había
sufrido el martirio por los Latinos el s.XIII. Sus Reliquias aparecieron en
Protato (Sede del gobierno de Athos) después de tantos siglos.
El
día siguiente a la exhumación, San Paísios entró en la Santa Montaña. Cuando
llegó a Kariés (capital), fue y veneró con devoción las Santas Reliquias.
Recibió y sintió inenarrable fragancia. Decía que hasta la tierra de la tumba
tiene jaris-gracia increada, porque la ha recibido de las Santas Reliquias.
El
Domingo de la Ortodoxia del año siguiente se hizo la vigilia panaghiorítica (de
todo Athos) en honor al Santo, y allí se encontraba también el Yérontas.
Durante la vigilia veía la luz increada estar desbordando desde el tejado de la
Iglesia sobre la Santa Kara (cráneo). Se había completamente clavado y se deleitaba
en esta luz celeste que era invisible para los demás.
12.7 “Cabrito” en el techo.
El
Yérontas acogió en su Kalivi por una noche a un joven monje. Le ofreció para
dormir un banco de madera en el pasillo. Le tendió una manta de pelo para
taparse y como almohada una alfombra enrollada sin usar. Fabricó una bonita
cama ascética. Decía al monje sonriendo: “El que duerme con esta almohada, ve visiones
divinas”.
El
día siguiente le preguntó de forma natural sonriendo:
-¿Cómo
has dormido? ¿Has visto visiones?
-No,
Yérontas
- ¿”Cabritos”
(demonios) has visto?
-Tampoco.
-Ayer,
explicó con seriedad el Yérontas, vino el cabo de la guardia desde Kariés y
estuvimos hablando. Escuchábamos desde el techo un “cabrito” que estaba todo el
rato balando.
12.8 Muchas luces en su Kelia
En el
año 1982, el día de Pascua, dos padres, hijos espirituales del Yérontas,
pasaron por la Kelia del “Ravdujos”
para saludar al Yérontas diácono-Yanis y decirle “Cristo ha resucitado”.
Éste
les preguntó si celebraron la Pascua en la Kelia del Yérontas Paísios.
-No,
le contestaron, la hemos celebrado en Kutlumusiu y estaba con nosotros también
el Yérontas.
Se
extrañaba el diácono-Yanis y sorprendido les explicó lo que había sucedido: él
con los demás padres celebraban la Pascua en la Kelia de a lado. Cuando terminaron
y se marchaban, vieron en la “Panaguda” muchas luces encendidas. ¡Toda la Kelia
estaba dentro de una luz, una inundación de luz extraordinaria! Impresionado el
diácono-Yanis por este espectáculo dijo a los otros: “Mira con qué nobleza
celebra la Resurrección el Yérontas Paísios. Y nosotros hemos terminado muy
prontito.”
Pero
en Panaguda en aquella noche no había nadie, ni siguiera el mismo Yérontas
Paísios. Por tanto, ¿qué serían aquellas luces? El Yérontas cuando le
comentaron aquel acontecimiento respondió humildemente: “Así economizó Dios
para informar al diácono-Yanis. Porque algunos visitantes van y le molestan
para preguntar a dónde está mi kelia, y puede ser que alguna vez se haya
enfadado o indignado como ser humano, por eso Dios le ha indicado esto”.
12.9 La promesa de la Panaghía
El
Yérontas vio en su sueño que iría a un viaje largo y preparaba sus papeles.
Había otros hombres que preparaban ellos también sus propios papeles. Entonces
se presentó una bella y majestuosa mujer vestida de oro. Le cogió los papeles,
los puso en su bolsillo y le dijo que esto lo iba arreglar ella, pero todavía
no era el tiempo de marcharse, era temprano. Anteriormente el Yérontas había
orado: “Panaghía mía, mi pasaporte y mis papeles no están preparados”, dando a
entender que no estaba preparado para marcharse para la otra vida.
Después
de poco tiempo se fue a Jerusalén, a Getsemaní, y con la sorpresa, lo que
comprobaron también sus acompañantes, de que reconoció en el rostro del icono
de la Panaghía de Jerusalén a la “Señora” que había visto en su sueño. Así se concienció
de que La que se le había manifestado era la Panaghía y el gran viaje era la
partida de esta vida pero aún no era la hora.
12.10 En Tierra Santa y en Sinaí
En
el año 1982 el Yérontas se fue a Tierra Santa y veneró “santamente lo santo”.
Era su primera y única visita. Hablaba con admiración sobre la gran
jaris-gracia que tiene la Tierra Santa, especialmente el Gólgota y el Santo
Sepulcro.
En
el Monte Tabor, cuando fue a venerar, mientras oraba, “algo le sucedió”. Alguien escuchó del Yérontas que había visto
la luz increada. Después indicó al vigilante del lugar del peregrinaje el
punto exacto donde se hizo la Divina Metamorfosis del Señor.
En
Nazaret vio a un Judío criptocristiano que con devoción se quitó su gorrito y
se fue y bebió agua bendita de la Panaghía, mientras que estaba vigilando no
ser visto por la gente. Reveló el Santo: “Hay muchos Judíos criptocristianos
que tienen miedo a manifestarse, porque son perseguidos, y más tarde la mayoría
se bautizará y ellos serán nuestros mejores amigos.”
En
el Monte de los Olivos rogó a los monjes de Tierra Santa que le estaban
acompañando para que le dejaran un rato solo para orar. El Yérontas se quedó
arrodillado en la piedra que había orado el Señor con agonía antes de Su
detención, la abrazó fuertemente, como si se hubiera hecho uno con ella, orando
con sollozos bastante rato. Este espectáculo provocó una gran impresión al
vigilante romanocatólico.
Dijo
el Yérontas: “Tres hombres me han impresionado. Uno era (actualmente difunto) el
Obispo de Nazaret, Isidoro, el otro el padre… (Aún vive)…”. Y el nombre del
tercero no nos lo reveló por alguna razón suya.
A
continuación se trasladó a Sinaí para ayudar en el Monasterio. Además que
deseaba él mismo permanecer también por un espacio de tiempo. “Quiero recordar todo
lo antiguo y que se quede un poco tranquilo el barrio de la Santa Montaña Athos
de tanta gente que viene”, dijo.
Encontró
el lugar adecuado de permanencia, en la Santa Skepi y una kelia pequeña. Pero
no consiguió quedarse por mucho tiempo. Ayudó en lo que pudo en el Monasterio
de Santa Katerina y retornó a la Santa Montaña Athos. El mismo nos ha dicho en
relación: “Fui a Sinaí para vivir allí por mucho tiempo, pero no pude. El día en
que acordamos viajar a Jerusalén yo estaba con fiebre, muy mal de salud. Era
imposible viajar; Pero,¿qué hacer? El
hombre conocido mío había hecho tantos sacrificios; ¿cómo le digo ahora que no
puedo viajar? Me quedé un poco en
Thesalónica, me recuperé algo y me obligué a mí mismo y viajé. Primero fuimos a
Jerusalén, porque quería primero venerar allí. Pero después del viaje hacia
Sinaí con autobús me golpeó el aire en el pecho y cogí frío en el pulmón. Como
sabes, tengo sólo un pulmón. Cuando llegamos estaba moribundo. El médico
responsable de allí decidió ponerme inyecciones de cortisona. Le digo,
“¡bendito mío yo desde el año 1960 no he tomado ni una aspirina y tú ahora me
vas a poner cortisona!”. Pero insistió tanto que cedí. Apenas puestas las inyecciones
de cortisona se derramó sangre en los intestinos. Entonces me puso inyecciones
para pararla. Ya había llegado al final. Si hubiera muerto me hubiese quedado
tranquilo. “¡Aah, cómo voy a morir!” Todavía tengo pecados que saldar”.
»Pero
a continuación también me veía a mi mismo sin fuerzas. Después, el desierto
había cambiado, no era tal y como lo había conocido antiguamente. Ahora los
Beduinos no eran pacíficos y tranquilos, como en la época anterior en que
estuvo. Ahora tenían coches, destornilladores y radios y uno veía allí en el
desierto del Sinaí este espíritu mundano inquietante. Ahora uno encuentra más
hisijía en el Monasterio que fuera en el desierto”.
12.11 Energías y operaciones de la
divina jaris-gracia increada.
Dijo
el Santo: “Durante la visita de la divina jaris increada se sobresalta el corazón.
¡Una vez estaba orando durante catorce horas continuamente y en vez de estar
cansado tenía paz, una alegría y deleite! En un momento pensé, si estoy en esta
edad, también me faltan dos costillas, voy a ponerme el cinturón, me ato con
una cuerda desde el techo y si tuviera también dos palos con forma de v para
apoyarme con los sobacos, así podría continuar y darlo todo hasta donde
lleguase. ¡Esto era! Apenas hice este loyismós, me derrumbé abajo y entonces
salió todo mi cansancio. Me quedé por un cuarto de hora inmóvil. Era como si
Dios me dijera que Su jaris es la que me mantiene y no el cinturón. ¡Y dirás que
el loyismós era pecaminoso o tenía egoísmo! Pensé: “Ya que estoy en esta
situación corporalmente, pues, debo tener cuidado! Cuánto más un loyismós
orgulloso no podría expulsar totalmente la jaris increada. Qué fina y sutil es
la vida espiritual y cuánto cuidado hace falta”.
***
Semejante
acontecimiento vivió el Yérontas también en la Skiti “Santa Cruz”, el cual lo
narró el 27-10-1978 de la siguiente manera: “Una vez estaba orando en pie por
muchas horas. No sólo no sentía cansancio sino una indescriptible alegría,
tanto que no quería interrumpir la oración. Para poder continuar lo máximo
posible, intenté ceñirme un cinturón muy gordo. Pero no pude cogerlo y me
derrumbé totalmente en el suelo como un rollo. Tanto rato Dios me mantenía y
apenas quise añadir mi supuesta fuerza humana y cuidado, retiró Su fuerza, para
indicarme qué valor tiene mi esfuerzo e intento”.
***
Otra
vez nos narró: “Estaba en una vigilia y tenía mucho frío. Pensaba, cuando tome
la comunión, que después de la Divina Liturgia iría a mi Kelia a envolverme con
tres o cuatro mantas para calentarme.
»Paro
apenas había comulgado, un calor comenzó a extenderse en todo mi cuerpo. Igual
que la estufa eléctrica calienta poco a poco, así me sentí extendiéndose en mi
interior la divina Jaris-gracia, energía increada.
12.12 Visión de niño orando
Relató
el Yérontas: “Una vez rogaba a Dios para que me indicase cómo orar. Entonces ví
en una visión a un niño conocido mío arrodillado con lágrimas confesándose a
Dios y después elevando sus manos rogándole. Esta imagen me destrozó y dije:
“Dios mío, perdóname, no he aprendido aún a orar”. Por eso la oración es bueno
que empiece por la confesión general de nuestra vida y después la petición, en
la que debe haber también doxología y gratitud.
12.13 “Cristo mío, bendígame…”
El
12 de marzo de 1984 sucedió un acontecimiento que el Yérontas lo narró unos
días después de la siguiente manera: “Mientras estaba orando y contemplando el
icono de Cristo, sentí algo en mi interior y cayendo al suelo dije: “Cristo
mío, bendígame”, e inmediatamente sentí una fragancia por mucho rato inundando
toda mi kelia. Incluso tenía una alfombrita llena de tierra y también esto
despedía fragancia. Me quedé arrodillado
abrazando también a esta pequeña alfombrita con su polvo.
12.14 “¡Terrible visión!”
El
Yérontas un 11-4-1984, el martes (después de Pascua) a medianoche tuvo una visión
referente al terrible crimen de los abortos. Se lo ha comentado a muchos y está
publicado, y lo ponemos aquí porque es un tema de suma importancia, preocupa a
muchos y quizás pueda ayudar a alguna psique. Mencionó: “Mientras había
encendido un par de velitas, como de costumbre hago, incluso cuando duermo,
para los que padecen de problemas psíquicos y físicos, en lo cual están también
incluídos los difuntos, ¡veo una visión terrible! Había un campo de trigo, pero
el trigo aún no había sacado espigas, apenas comenzaba hacerse paja o caña. Yo
me encontraba fuera de la delimitación del campo y pegaba velas para los
difuntos por la parte de fuera de una pared. A la izquierda había un lugar
irregular, barrancoso y baldío, el cual se sacudía por un fuerte rugido de
millares de voces afligidas, que hacía afligirse al corazón más duro. Mientras
estaba sufriendo por aquellas voces espantosas y no podía explicar la visión,
escuché una voz diciéndome: “Por un lado, el campo con el trigo sembrado, que
aún no había sacado espigas, es el dormitorio o cementerio con las psiques de
los muertos que resucitarán; y el otro lado, que es sacudido por voces
espantosas, es el lugar donde se encuentran las psiques de los niños por los
abortos”.
»
Pero mientras intentaba recuperarme de la visión, no podía sin embargo
recuperarme por la cantidad de dolor que sentí y no podía estirarme para
descansar un poco, a pesar de que estaba cansadísimo por el recorrido y por
estar en pié el día anterior!»
12.15 “La Panaghía”
Relató
el Yérontas: “La pasada Cuaresma, 21 de Febrero 1985, se presentó la Panaghía
vestida de blanco. Me dijo que sucederán muchas cosas en el mundo, por eso que
me cuidé de coger… (Algo que concernía personalmente al mismo)”.
Se manifestó cerca de la esquina en la parte
noroeste de su Kalivi. Cuando el Yérontas la vio, dijo humildemente: “Panaghía
mía, el lugar está sucio y yo también estoy sucio”. Pero desde entonces veneraba
también hasta el lugar donde “se pusieron los pies” de la pura Madre de Dios. Quería en aquel
lugar sembrar flores para que no fuese pisado.
En
el Calendario, el 21 de Febrero, apuntó criptográficamente este acontecimiento
admirable de la siguiente manera: ¡La Panaghía! 10,39, antes de median…
Totalmente vestida de Blanco Reluciente…
12.16 Sobre el Anticristo, el 666 y
los carnets de identidad.
El
Padre Paísios compartía las agonías y los sufrimientos de los hombres y
respondía a sus problemáticas. Un tema, que daba mucho que pensar en aquel
período a los fieles, era el tema de los carnets de identidad. El Yérontas
también antes de la aparición del problema hablaba sobre las señales del
Anticristo, dónde él creía que hacía falta. A continuación con motivo de la
expansión del código de barras con el número 666 en los productos, y el intento
del Estado de expedir nuevos documentos de identidad que contendrían –como más
tarde ha sido revelado- cinta negra, el 666 y la forma del diablo, se expresó
más sobre el asunto.
Entonces
era peligroso para uno hablar sobre estos temas, por el miedo del engaño, pero
también por la reacción. Padres espirituales con perfecta instrucción teológica
evitaban contestar a los fieles en
relación a estos temas y mandaban a los hombres para que fuesen informados por las opiniones del Yérontas. Al
principio se había creado una confusión también dentro del espacio de la
Iglesia, exceptuando algunos ejemplos iluminadores, algunos –menos mal pocos-
expresaban y difundían opiniones engañosas y otros eran indiferentes.
El
Yérontas tomó parte y posición hablando claramente. No se bastó sólo en
responder a las múltiples preguntas de los fieles, sino que en el año 1987
escribió su conocida epístola: “Señales de los tiempos-666”8, fue aceptada con mucho alivio y hasta hoy en
día nos orienta. Muchos reconsideraron sus opiniones, y se pusieron de acuerdo
con las opiniones del Yérontas. Porque había previsto que en el futuro haría
falta, la escribió a mano y la firmó, para que no fuesen alteradas sus
opiniones, las que mantuvo hasta su dormición.
8 Sugerimos y remitimos al lector que esta epístola ha
circulado auténticamente en un manual que contiene también fragmentos de
conversaciones grabadas sobre estos temas: Edición Kalivi de Anástasis, Kapsala
1995, ver también “Logos B”, del Yérontas Paísios, en la pag. 175-192.
Lo
que dijo y escribió el Yérontas es fruto de oración, de sensibilidad espiritual
y de información interior.
Quería
que viviéramos la vida espiritual, que estuviésemos bien informados y
preparados para sacrificios. Ni tampoco seamos indiferentes ni nos domine el
pánico ni la agonía. Que nos caracterice un espíritu de confesión, donde sea
necesario y según la posición que cada uno tenga.
A
unos jóvenes que le preguntaron si debían casarse, porque podían suceder todas
estas cosas apocalípticas, los incitaba a hacer familia y trabajar, porque
también durante los años de persecución los Cristianos lo mismo hacían.
“Nuestros
años”, decía, “son muy difíciles, tendremos que dar testimonio, quizás también
sufrir martirios durante el chaparrón que caerá. Sólo con la vida espiritual
uno puede salir a buen puerto. No debemos decepcionarnos. Estos años difíciles
son una bendición, porque nos obligan a vivir más cerca de Cristo. Es una
ocasión para más lucha (espiritual). La guerra de ahora no será con las armas,
sino espiritual, contra el Anticristo. Intentará a engañar “si es posible
también a los escogidos” (Mt 24,24). Todo será controlado por la bestia, desde
Bruselas. Después de las tarjetas y del carnet de identidad, avanzarán hacia el
sellado; coaccionarán a los hombres para que sean sellados en la mano o en la
frente. Sólo los que llevan el sello podrán comprar, vender y ser asistidos.
Los fieles que negarán, serán molestados y atormentados. Por eso desde ahora
deben acostumbrarse a hacer vida simple y si pueden, tener algún terrenito en
el campo o en el pueblo, unos cuantos olivos o algún animal para las
necesidades de sus familias. El apretón durará tres años y medio. Dios no
dejará sin ayuda a los hombres.”
Rechazaba
la lógica y la táctica de algunos que decían: ¿Y qué, si me sello? Me santiguaré,
haré la señal de la cruz en mi cabeza”, o tomaré el carnet de identidad y
encima de esto marcaré una Cruz” o “desde mi interior no negaré”.
Decía
en relación: “Si los Cristianos de hoy en día con su lógica vivieran el tiempo
de las persecuciones, no tendríamos ningún mártir y testimonio. Los primeros
Cristianos no utilizaban para nada la lógica (razón), sino que confesaban firmemente
a Cristo y deseaban ardientemente ser
martirizados. Les ofrecían buenos puestos y les decían: “sólo tienes que decir que
no eres Cristiano y en tu interior cree a tu Dios, pon un poco incienso, haz
como si sacrificas y después no sacrifiques, haz como si comieras cosas impuras
y tú come carne limpia, no pregones en este lugar, ves a otro”; y a pesar de
esto con nada negaban a Cristo. Con alegría corrían para ser martirizados para
el Cristo. Estaban ardiendo de divino eros.
»La
Iglesia que tome una posición correcta. Tiene que protestar y pedir al estado
por lo menos que el nuevo carnet de identidad no sea obligatorio. Explicar
también a los fieles para que entiendan que, si toman el carnet de identidad,
esto será una caída.
En
conclusión el Yérontas creía que: “Detrás de la CEE se esconde la dictadura de
los Sionistas. Una dictadura tan cruel sólo el diablo podría pensarla. El sello
es negación; e incluso el carnet de identidad es negación (a Cristo). Cuando
encima del carnet de identidad tienen el símbolo del 666 (Apo 3,17) y yo firmo,
entonces la acepto esta cosa. Es negación, las cosas son clarísimas. Niegas el Santo
Bautismo, te pones otro sello, niegas el sello de Cristo y tomas el del diablo.
Una cosa son las monedas que tienen el 666 –dad al Cesar lo que es del Cesar…
(Lc 20,25)- y otra cosa es el carnet de identidad que es lago personal.
»Incluso
si uno acepta ser sellado por ignorancia o indiferencia, también pierde la
divina jaris (energía increada) y recibe la energía demoníaca».
En
pocas palabras esta era lo posición del Yérontas. Hablaba con certeza y
claridad hasta el día de su dormición. Ahora conduce y enseña con sus escritos.
12.17 Fragancia de Santa Reliquia
Nos
relató el Yérontas: “Estábamos caminando con el padre Paísio y los dos sentimos
una intensa fragancia. Entendí que allí cerca estaba enterrada la reliquia de
un santo asceta. El día siguiente me fui solo y localicé el punto de donde
salía la fragancia. Tenía el propósito de cavar y encontrar la Santa Reliquia,
pero después por alguna razón la dejé enterrada.
12.18 Sorpresas
Testimonio
del padre N. Aghiorita: “Visité al Yérontas en la “Panaguda”, por primera y
única vez el 1987 con Juan, un compañero de estudios. Tocamos varias veces la
campanita, gritamos y esperamos. Volvimos a tocar la campanita y ninguna respuesta.
Pleno silencio. De golpe oímos salmodiar en su Kelia. Eran muchas voces juntas
y finas. Sobresalía el “Agios-Santo…” “Agios-Santo…”
-Están
celebrando la Divina Liturgia y están en “Santo Dios…”, seguramente tardarán en
terminar, por tanto mejor marcharnos, dije.
-No,
vamos a esperar. Sólo que sin volver a llamar, dijo Juan.
»De
repente pararon las salmodias y salió el Yérontas. Me acuerdo de su rostro;
estaba fuertemente iluminado, ¡ nunca había visto nada semejante! Estaba solo, no
había allí nadie más. Pues, ¿qué sería
esa multitud de voces finas”? Nuestra incertidumbre se culminó.
»Preguntó
que cuántos éramos y entró de nuevo en su Kelia. Tomó la llave y vino a
abrirnos. Nueva sorpresa: ¡El Yérontas no caminaba en el suelo! Se acercó a
pasos lentos y dos o tres metros antes de llegar a nosotros, de repente
sentimos una fuerte fragancia!
Nos
quedamos perplejos.
-Bienvenidos,
nos dijo, saludándonos.
»Nos
indicó que nos sentáramos en unos troncos de madera y nos trajo lucumi-tipo de
golosina. Preguntó que qué estábamos estudiando y tomando un motivo, comenzó a
hablar sobre el beneficio de la oración y especialmente, cuando el cuerpo
padece de alguna enfermedad. “Entonces nuestro salario es completo”, nos dijo.
Mientras estaba hablando, de repente se agachó hacia abajo con la mano en su
vientre. Entendimos que padecía de hernia. Amablemente nos dijo:
-Perdonadme,
padezco de esto… Pero ahora os tenéis que ir.
»Nos
reclinamos para recibir su bendición, nos tocó cariñosamente en la cabeza y nos
marchamos. Hasta hoy no había manifestado estos acontecimientos admirables que
fuimos dignos de vivir aquella bendita mañana”.
12.19 Operación quirúrgica de la
hernia
Un día
en que estaba haciendo pequeños iconos en la prensa, por el apretamiento y la
presión sufrió hernia. Tal y como se rompe un tela, así se rompió también su
pared abdominal y desde entonces sufría también esta cruz. A pesar de esto en
las vigilias comunes se quedaba de pie durante horas, y cuando tenía gente, por
regla general los veía estando de pie, para que no le retrasasen mucho. Las
súplicas de sus conocidos médicos y de sus hijos espirituales, no eran
escuchadas. Intentaba con sus formas prácticas mantener simplemente esta
situación.
Un
vez que había salido del Monasterio Surotí fue a verle un médico y se ofreció a
ayudarle:
-Yéronta,
¿qué problema tiene usted? Por si puedo ayudarlo.
-Tengo
hernia, pero no puedo operarme. Déjelo, algo tengo que tener. Es una gran
cuestión tener algo, tú sufres y ruegas a Dios por esto, pero oras también para
los otros. En este caso Dios escucha mucho la oración del que padece y pide por
los demás para que se hagan buenos y se sanen.
Esta
situación duró algunos años y se fatigó inimaginablemente. Le dolía mucho, pero
no lo indicaba. Por lado derecho ya no podía acostarse. Sus deberes
espirituales los hacía, pero con dificultad y dolores.
Finalmente,
ceñido con un cinturón especial y con un bastón, enfermo y dolorido, inició el
viaje hacia el Sinaí. Pero el médico que le vio en el Monasterio de Surotí, no
le dejó continuar su viaje. Debía pasar por el quirófano urgentemente. Su
estado de salud estaba crítico y no cabía ninguna demora.
Así,
en vez de en el Sinaí, se encontró en el quirófano, sin su voluntad. El piadoso
médico señor Gheorgios Blantzas quien le operaría, estaba un poco triste por el
desenlace de la operación. El Yérontas lo entendió y le dijo:
-No
temas Gheorgios, he visto la operación… Todo irá bien. Sólo quiero que no
escribas Monje Paísios, sino Arsenio Eznepidis.
-¿Por
qué, Yéronta?
-Porque
va a venir gente y sufriréis.
Realmente
se realizó la operación, todo fue bien, tal como predijo el Yérontas. Los
médicos y las enfermeras no se dieron cuenta de quién era ese monje; sólo
decían: “Este monje es un misterio. Por aquí han pasado muchos monjes, pero
este era diferente”.
El
Yérontas ingresó en el Hospital Theagenio de Thesalónica el 12 de noviembre del
año 1987. Se operó de una hernia en la ingle y salió el 18-11-87 con mejoría.
Después,
sin recuperarse bien del todo y sin entrar a la Santa Montaña Athos, se fue por
poco tiempo al Sinaí.
12.20 La película blasfema
En
el año 1988 se había creado un escándalo en toda Grecia por la película
blasfema del Escorcese, “La última tentación” que estaba basado en la homónima
obra de Kazantzakis.
Más
allá de reacciones aisladas del piadoso pueblo helénico, se decidió por la
Iglesia hacer una protesta concertada, el 6-7 del Noviembre del mismo año. Se
pidió también la participación de la Santa Montaña Athos.
Pero
algunos reaccionaron negativamente. No lo consideraban tan espiritual ocuparse
con este tipo de temas diciendo con desprecio de ellos hacia esta obra que esto
sería causa para que sea más proyectada.
El Santo
tenía una opinión totalmente contraria: “En el período de la iconoclastia”,
decía, “cien Cristianos defendieron vigorosamente el icono de Cristo en el Santo
Altar y sufrieron martirio por esto. Ahora que es blasfemada la persona de
Cristo no debemos estar indiferentes. Si viviéramos en aquella época nosotros
“discernientes” y “gnósticos” diríamos a los cien mártires: “Así no operáis
espiritualmente; ignorad al de la espada que sube a derribar el icono, y cuando
la situación cambie, pondremos en su lugar otro icono, y sobre todo más
bizantino”. ¡Esto es lo terrible! Nuestra caída, nuestra cobardía y nuestra
acomodación, las presentamos como algo superior!”
La
manifestación sobre la película blasfema la consideraba como confesión de fe,
por eso acudió a respaldar a la Iglesia combatiente. Además de sus particulares
exhortaciones, firmó junto con otros padres un manifiesto hacia el Santo
Monasterio de Kutlumusíu, expresando su deseo de participar en el éxodo-salida
de los monjes Aghioritas a Thesalónica para la manifestación en relación. Con
su posición ayudó, de modo que la Santa Comunidad decidiera la participación
oficial y multitudinaria de la Santa Montaña Athos. La presencia del Primer
Oficial de Athos, la mayoría de
representantes, higúmenos y cien monjes Aghioritas trajeron mucho entusiasmo y
conmoción a la multitud concentrada en Tesalónica. Especial sentimiento provocó
la presencia del Yérontas. Durante toda la manifestación se quedó en pie, a
pesar de los serios problemas de su salud. Al final peligró de ser aplastado
por las manifestaciones de devoción de la multitud.
Incluso
tomaron parte en ella monjes y monjas de monasterios del mundo y multitud de
gente. La operación concertada y las oraciones de todos y del Yérontas trajeron
resultados beneficiosos. El Estado prohibió la proyección de la película
blasfema. Así se evitó “la última tentación”. Ojalá que sea la última.
12.21 Ve la jaris (energía increada)
del Sacerdocio
Un
día sonó el hierrecito. (Era una antigua pieza de arado colgada en el cerco que
los peregrinos tocaban con un hierro para avisar al Yérontas”. El Yérontas miró
por la ventana y vio a una decena de personas esperando. Saliendo de su Kalivi
para abrirlos, decía caminando hacia la puerta del patio: “Un militar del
ejército que no lleva su gorra ni su uniforme, puedes pegarle que posiblemente
que no te pueden hacer nada. Sólo uno de todos ellos habló, diciendo: “Yéronta
nosotros también somos para que nos peguen”, (Sólo éste entendió el significado
y sentido de la palabras del Yérontas, porque le concernían, mientras que para
los otros eran incomprensibles). Una vez
que los abrió y pasaron dentro, a éste le llevó aparte y sin preguntarle nada,
le dijo: “Mira, esto que haces no es correcto, porque la gente ahora va a creer
que has hecho algo. Tienes que ponerte las sotanas, dejarte barba y una vezque
te confieses a tu Obispo, rogarle que te ponga en algún despacho”. Naturalmente
no debes celebrar Divina Liturgia, pero debes permanecer como cura para que no
se escandalice la gente”.
Este
había sido ordenado sacerdote en el extranjero. Después posteriormente leyendo
el Pidalion, se concienció de que no era digno de hacerse sacerdote. Por eso él
sólo decidió dejar el sacerdocio, quitándose las sotanas, y cortándose la barba
y el pelo. El Yérontas reconoció la inextinguible jaris de la Santidad o del
sacerdocio, “vio” el problema del sacerdote y le dio su consejo con discreción.
12,22 “Metamorfosis”
Era
28 de septiembre del año 1992. En una Kelia de Kapsala se hacía una vigilia en
honor a San Isaac el Sirio. Entre los padres se encontraba también el Padre
Paísios que tenía especial devoción por San Isaac. Participaba en la vigilia de
una Kelia pequeña que estaba a continuación de la pequeña Lití.
Antes
de la entrada a Vísperas los salmistas estaban todos en el coro derecho y
salmodiaban el doxastikón. En la pequeña Capilla dominaba intensamente un
ambiente regocijante. Todos estaban escuchando con atención. En la vigilia
participaban observando también dos libaneses Ortodoxos, un clérigo y otro
joven, y en aquel momento estaban de pie en los asientos del coro izquierdo. En
un momento el clérigo se giró para decir algo al joven y ve al Yérontas estando
de pie, elevado a 25 o 30 centímetros del suelo, teniendo en su mano izquierda
el komposkini y encontrádose entero dentro de una luz. ¡Las partes descubiertas
de su cuerpo, su rostro y sus manos, radiaban luz, una luz muy fuerte! Contemplando
el espectáculo sobrenatural y no acostumbrado quiso decir algo pero no le
salía. Viendo la sorpresa del clérigo también el joven se giró hacia atrás y
también él vio el mismo espectáculo. El Yérontas tenía un poco agachada la
cabeza, observándose a sí mismo. Parecía contento y sonreía. De repente no
pudieron contemplarle siendo deslumbrados por la luz que había aumentado.
Cuando después de poco rato consiguieron otra vez levantar sus ojos para
mirarle, ya le vieron en su estado natural.
Pero
el mismo espectáculo veía también otro Sacerdote Ortodoxo extranjero desde el
Altar. La puerta de la kelia, la Iglesia y la Santa Entrada estaban como en una
línea y abiertas. La pregunta que surge espontáneamente es, cómo de tantos
padres que estaban presentes sólo lo vieron tres. En la vigilia se encontraban
veinticinco personas, pero el Yérontas “se metamorfoseó delante de los tres”.
Quizás
es poque solo estos tres eran dignos; quizás porque así lo economizó Dios por
aluna razón que sólo Él conoce. Uno de los testigos presentas estaba construyendo
un pequeño Monasterio en su país. Llevaba consigo los planos para enseñárselos
al Yérontas, pero se le pasó este loyismós: “¿Qué te va a decir el padre
Paísios? ¿Qué es el Paísios, si acaso es un Profeta?” Y el buen Dios le indicó
“quién y qué es el padre Paísios”.
12.23 Responde a su loyismós
Testimonio
escrito de K.D.: “Vi al Yérontas tener enrollado en su mano su komposkini.
Pensé en darle el mío y tomar el suyo. Allí al lado donde estaba sentado, se gira
y me dice sonriendo:
-Esto
que estás pensando no se puede hacer. Mi komposkini es de trescientos nudos, en
cambio el tuyo es de cien.
»La
próxima ven compré uno de trescientos nudos y se lo enseño diciendo:
Yéronta
ahora no te escaparás de mí; ahora te quitaré el komposkini.
-Si
supieras lo que me pides, no lo harías. Pero, bendito sea, tómalo.
-No,
le dije.
-No
insistas. Ya que lo quieres, tómalo.
»Lo
tengo aún guardado como bendición y amuleto».
12.24 “Tienes pies rotos”
Testimonio
escrito por Constantino… de A.: “Era la primera vez que visitaba al padre
Paísios. Me preguntó:
-Kosta,
¿cómo has venido aquí? Tú tienes los pies rotos.
»y
continuó:
-Constantino,
Dios, para llevársela, la amó mucho más.
-¿Cuál,
padre?, pregunté con sorpresa.
-Tu
prometida.
»Efectivamente,
en el año 1991 me sucedió un accidente grave, me había roto los pies y había
muerto mi prometida».
12.25 Terapias de enfermos
El
señor E.A. odontólogo de Tesalónica, narró lo siguiente: “Estaba entristecido,
porque mis dos hijos estaban enfermos. Me fui a la Santa Montaña para ver al
padre Paísios. Fuera de su Kelia esperaban muchas personas. Después de un rato
abrió la puerta y apareció: Dijo: “Valientes, en un par de minutos, no más, os
veo…”.
»Al
cuarto de hora se giró y me dijo: “Ven, Evánguelos…”, sin conocerme; primera
vez que le visitaba. Fui, pues, y le dije: “Padrecito, yo con dos minutos no
tengo bastante, porque estoy muy triste. Vine para deciros que quemaré tres
Iglesias. Dile al Diosecito que deje de golpear a mis hijos. ¿Qué le han hecho?
»Me
escuchó con atención y por segunda vez me llamó por mi nombre, sin saberlo:
-Escucha,
Evánguelos. Tus hijos se pondrán bien.
»Después
me regaló una Cruz hecha a mano por él con Reliquia de San Arsenio. Así fue mi
primera relación y conocimiento con mi querido padrecito.
»Mi
hija tenía soriasis. Cada dos o tres días su cuerpecito se hacía de arriba
hasta abajo como de una serpiente. Habían pasado 15 días desde mi primera
visita y no había aparecido absolutamente ninguna señal de la enfermedad,
excepto un granito en la rodilla. Tomo una servilleta conmigo y vuelvo a ir a
la Santa Montaña para agradecer y lavar los pies del padrecito, cosa que
naturalmente no aceptó. Le encontré cavando, y antes de darme tiempo a decirle
algo, me dijo: “Evanguelos, ¿qué has venido a decirme? ¡Qué tu hija tiene un
granito en la rodilla? El Dios lo ha dejado esto para que se acuerde de su
enfermedad”.
»Mi
hijo padecía de una enfermedad seria. El desenlace de la enfermedad era dudoso.
Los médicos no hacían ningún pronóstico seguro.
»La
tercera vez que había ido al padrecito llevé también conmigo a mi hijo. Era un
niño. En el Monasterio todos los monjes que lo veían me decían: “¿Por qué está
durmiendo el niño?” Así era la expresión de sus ojos.
»El
padrecito apenas nos vio, le dijo a mi hijo: “Venga, bienvenido mi muchacho
valiente”. Había una roca muy pesada. Intenté levantarla pero no pude. El
padrecito le dice a mi hijo: “¿Puedes levantar esta roca?”. El pequeño fue y la
levantó. ¡Será posible! En aquel momento el padrecito se arrodilló a la altura
más o menos del niño y le dijo: “A partir de ahora no tienes nada”.
»En
aquel momento sus ojitos se abrieron. Ya no tenía su carita dormida que yo como
padre estuve viendo durante dos o tres años. “Junto con la piedra que tiró, se
marchó también la enfermedad del niño”, dijo el padrecito. Y realmente hasta
hoy en día mi hijo doxa-gloria y gracias a Dios, está muy bien.
***
Un
monje que padecía durante años de estreñimiento que a continuación le producía
hemorragia. Se había creado una herida abierta, por la que perdía mucha sangre.
Cuando lo supo el Yérontas, se compadeció. Se acordó de sí mismo que sufría la misma
patología, cuando estaba el el Santo Monte de Sinaí.
Al
principio indicó al monje soluciones prácticas pero poco le ayudaron y la
hemorragia no cesaba. A continuación el hermano acudió a los médicos, utilizó
también fármacos, pero sin resultado. El Yérontas estaba observando su
situación preguntando siempre cómo estaba con interés sobre su estado de salud.
Una vez que le encontró después de los tres días de la Semana Limpia, al
comienzo de la Gran Cuaresma, le dijo: “Estaba pensando en ti, cómo lo harás
estos tres días en el estado que estás”.
Pero
la próxima vez que lo encontró, fue con pasos rápidos cerca de él y, sin
haberlo saludado ni decirle cualquier otra cosa, le preguntó cogiéndole de los
brazos y esperando con agonía la respuesta: “¿No estás bien ahora; dime no estás
bien?” El monje se extrañó y respondió: “Sí, Yéronta, ahora sí, doxa-gloria y
gracias a Dios estoy bien”. Y realmente estaba bien, porque no sólo había
parado la hemorragia sino que desde entonces había desaparecido también el
estreñimiento.
El
Yérontas al principio intentó ayudarlo con medios humanos. Pero cuando vio la
insuficiencia de ellos, acudió a Dios por la oración. En efecto, tenía una
intuición interior de que su oración había sido escuchada, y simplemente lo
estaba comprobando.
***
Testimonio
del señor K.S. profesor: “Un Domingo, mientas me encontraba en la Iglesia,
sentí un peso en el pecho. El día siguiente visité a un cardiólogo y con el
cardiograma que hice se comprobó que mi corazón tenía un problema. Por consejo
del cardiólogo hice un test de cansancio o fatiga, que dio positivo. Se hizo el
diagnóstico y se supo que el problema estaba en los conductos o vasos
coronarios y me recetaron para un año tomar fármacos. Después de nuevo hice un
test de fatiga, y otra vez, salió positivo. Los médicos vieron que mi problema
no se superaba con fármacos y me aconsejaron que hiciera una coronografía.
Naturalmente me entristecí y me asusté. Acudí a Dios con oración y mandé una
carta para que fuese informado también el Yérontas. Me respondió mediante el
padre H., que iba a orar y todo iría bien. Me animé y decidí hacer este
peligroso examen, el 5-3-1992. Durante
el momento de la coronografía, mientras estaba tumbado en el quirófano, mi nus
estaba cerca del Yérontas y rodeaba por fuera y por dentro su Kelia. El examen
terminó y los médicos parecían satisfechos, pero también a la vez estaban
sorprendidos. El médico que me acompañó fuera del quirófano me miraba
extrañamente y estaba sorprendido. Cuando me recuperé algo le pregunté: “¿Qué
sucede doctor?”Aquel me respondió: “Es curioso, tu corazón tiene una rareza.
Mientras que estábamos seguros que localizaríamos el problema en los vasos
coronarios, comprobamos no solo que el problema no existía, sino que los vasos
coronarios de tu corazón son también de buena calidad. Esto no se explica
medicinalmente, sino sólo como una rareza de tu corazón”.
»Le
contesté emocionado: “Doctor, mi corazón no tiene una rareza, sino que su estado
saludable es un milagro que se debe a las oraciones del monje Aghiorita”.»
12.26 “Tomaremos la Polis
(Konstantinopla)”
Un
grupo de alumnos de la escuela Athoniada (de Athos), acordaron preguntar al
Yérontas si tomaremos la Polis ( Constantinopla) y si estarán vivos entonces.
Fueron
al Kalivi del Yérontas, tomaron la invitación, pero tenían vergüenza de
preguntar. Uno hacía señal al otro y finalmente nadie se atrevió a preguntar.
Entonces el Yérontas les dice: “¿Qué pasa, valientes? ¿Qué queréis preguntar?
¿Sobre la Polis? Pues la tomaremos y además estaréis vivos”.
Un
alumno transmitió las palabras del Yérontas al maestro Constantino Malidis que
era buen cristiano y ardiente patriota. Él vino con interés a informarse y
asegurarse mejor por el mismo Yérontas, y preguntó sobre la Polis. El Yérontas
le respondió: “Constantino, deja estas cosas, no son para nosotros. Nosotros debemos
estar preparándonos para la otra Polis”.
Esto
fue un preaviso de la cercana muerte de ellos dos; y realmente no tardó en
marcharse primero Kostantino y después el Yérontas para nuestra Patria
verdadera y celeste, “la nueva polis”, la Jerusalén de arriba.
12.27 “Que pidas perdón”
Testimonio
del señor Fotio Papadópulos, de origen Pontio de la ciudad de Drama: “Una vez
salí de Kariés para visitar al Yérontas. Delante del Monasterio de Kutlumusíu
encontré a un joven que quería ir a ver al padre Paísios. “Iremos juntos”, le
dije. Apenas llegamos el Yérontas me dice: “Pontios, ¿por qué le traes éste
aquí?”. Le expliqué que no está conmigo, sino que lo encontré por el camino. Me
dice: “Llévalo de aquí, que se vaya de aquí; ¿sabes lo qué hizo?”. Dijo
enfadado el Yérontas al joven: “Vete de aquí, para que no te vea. Lo que has
hecho es imperdonable. Primero vete y pide perdón a la chica, y una vez que te
haya perdonado, después regresa”, y le expulsó, cosa inusual en el Yérontas.
Primera vez que vi al Yérontas así.
»Después,
bajando hacia el Monasterio Ibiron, me confesó el joven que, mientras esperaba
la novia en la Iglesia para casarse, pasó por allí una amiga suya y él se fue
con ella. Así se anuló la boda.
12.28 “Debes tener nobleza
espiritual”
Un
clérigo de un monasterio del mundo, nos narró: “En Agosto de 1993 fui hospedado
en un Monasterio Cenovio de la Santa Montaña Athos. El Higúmeno y los padres
del Monasterio me ofrecieron quedarme a vivir allí con ellos y yo oraba para
que Dios me indicara Su voluntad. Un día visité al Yérontas en “Panaguda”,
simplemente para recibir su bendición. Pero tuve muchas sorpresas.
»Me
llevó aparte y me preguntó: “¿De dónde eres, páter?” Le contesté. Me dice el
padre Paísos: “Páter debes permanecer en tu Monasterio”. Me quedé anonadado. Y
prosiguió: Tendrás tentaciones, pero harás paciencia, porque debes pasarlas hasta que
venga aquella hora”. En mi interior pensaba: “No entiendo qué son estas cosas
que me dice”. Pero ahora que las he pasado y estoy pasando tentaciones,
entiendo sus palabras.
»Después
me dijo: “Que tengas nobleza espiritual. Es decir, cuando hablas con los
jóvenes, no presionarlos. Esto es nobleza espiritual. Respetar al otro, sin
presionarlo”. Entonces empezó a instruirme y decirme las cosas que he hecho en
mi Monasterio. Me quedé sorprendido por cómo podía saber el Yérontas cuando
hablaba con los jóvenes y los presionaba más sobre el tema de la confesión. A
continuación añadió: “Si Dios quisiera, podría en un minuto hacer que se
arrepienta todo el mundo. Giraría el botón a los 7 grados Richter, provocaría
un seísmo y verías a todo el mundo hacer grandes santiguaciones. Pero esto no
es metania verdadera. Esto es metania obligatoria y no tiene valor. Por eso tú
no presiones”.»
12.29 Movimiento del candil
Testimonio
de un anónimo: “Un año, cuando estaba terminando mi permanencia en Athos que
cada año visitaba, fui a despedirme del anciano (San Paísio) y le dije: “Salgo
al mundo con miedo y quejándome, porque en mi interior no ha cambiado nada. Mis
problemas permanecen sin solucionarse. Pero si quieres y tienes pena de mí,
porque solo tus palabras son pobres y débiles y no pueden cubrir mi drama,
ruega a Cristo que se mueva un poco su candil como confirmación de tus dichos”.
»Y
entonces, mientras estaba ojeando y mirando una vez al icono de Cristo en el
templo de “Panaguda” y otra vez al padre Paísio “quien estaba orando en
silencio”, se movió rítmicamente el candil de Cristo. Y con mi dedo temblando cogí
un poco de aceite y me hice la señal de
la cruz en mi frente.
»El
Yérontas me dijo: “Se movería también el candil de la Panaghía, pero después
creerías que se movió por el viento”.»
12.30 “Viene…”
Testimonio
del monje Pablo de gran Laura: “Con el bienaventurado Yéronta-Paísio me había
encontrado muchas veces en su asceterio, en “Panaguda”. Se trata de un
auténtico asceta y un hombre santo. Era apacible, pacífico, sin hipocresía,
pobre, prudente, afable, hombre de oración y agapi, poseedor de raros carismas
espirituales y de un altísimo entendimiento.
»Un
poco antes de la dormición del siempre memorable Yérontas, le visité, para
pedirle consejo para beneficio. Me acerqué a su Kelia, pero no había nadie
allí, pero las dos puertas estaban abiertas. Salió el Yérontas, le hice una
reverencia y después como de costumbre, me senté provisionalmente en una banqueta
de madera y comencé a explicar mis pensamientos.
»
Aquel estando en pie, iba y venía y murmuraba en voz muy baja periódicamente:
“Viene…”, “Ah, éste es…”, “Mm…”, indicando con este movimiento que alguien
venía a su encuentro. La escena duró sobre los diez minutos, así que yo viendo que
no se fijaba en lo que decía, pensé: “Él no me atiende”. Antes de terminar el
pensamiento me dice de forma fuerte: “Tú habla, yo te escucho”. Yo continué,
sorprendiéndome. En un momento pensé otra vez: “El no me atiende” y aquel
inmediatamente responde: “Tú di, yo te escucho”.
»En
poco rato se oyeron pasos y vino el Justo de la Santa Skiti del Profeta Elías
hieromonje Joaquín con su diácono hieromonje Pablo. Después del saludo, Pablo y
yo nos alejamos. Le pregunté:
-¿Os
habíais puesto de acuerdo con el Yérontas?
-No,
porque no tiene teléfono. Primera vez venimos. ¿Por qué preguntas?
Le
comenté lo sucedido.
»Y
el padre Pablo dijo: “Es verdad esto que dicen sobre el Yérontas de que tiene
el carisma de prever”.
12.31 El jefe Hinduista
El
Yérontas ayudaba a muchos que se habían liado con el yoga y las religiones
occidentales. Menciona un miembro antes jefe de un movimiento hinduista “Jari
Crisna”:
«Yo
sobre el Yérontas Paísios oí cuando estaba en Italia. Nos habíamos reunido los
jefes de la organización de cada país de Europa y conversábamos. Allí dentro
escuché sobre Paísios. Le presentaron como un yogui que apareció en Grecia, y
decidí conocerlo.
»Vine
a Grecia, conocí al Yérontas y empecé a entender mi error. Cuando les dije que
me quiero marchar me guerrearon mucho.
Yo que dirigía toda la organización y rondaba por toda Europa, tenía miedo ya
para entrar hasta en el autobús. Sentía una tremenda dificultad, incluso para
las cosas mínimas. Percibía y sentía que mi psique estaba paralizada. Dolor y
miedo. Había concedido muchos derechos al diablo, pero el Yérontas me ayudó a
escapar. Si no fuera por el Yérontas que me cubrió con sus oraciones, no podría
escaparme por nada del mundo de las energías satánicas.»
Más
tarde este joven hizo una confesión pública en un Templo Santo de Atenas y ha
vuelto a ser recibido de nuevo en el seno de la Iglesia Ortodoxa con el
misterio de la Crismación o Unción.
12.32 El discípulo de Maharatzi
Había
ido al Yérontas un rico que por muchos años había sido discípulo con toda su
familia del gurú hindú Maharatzi. Había recibido la iniciación que daba el
gurú; es decir, “había recibido el conocimiento”, como lo llaman ellos en su
lengua. Viajaban por grandes ciudades de Europa para ver a su gurú pagando
mucho dinero.
El
Yérontas con su carisma de prever reveló varios acontecimientos de su vida, y
le aconsejó trabajar, aunque no tenía necesidad económica, porque el trabajo le
haría bien.
Impresionado
por los carismas espirituales del Yérontas, le preguntó sobre la meditación y
las diversas otras técnicas.
-Mira
hijo mío, le interrumpió con bondad el Yérontas. No tienen importancia las
técnicas. Vosotros también lo intentáis, pero allí a donde caváis no hay oro
sino diablo. El oro es el Cristo.
12.33 El Yérontas y los jóvenes
El
Yérontas tenía especial relación espiritual con los jóvenes. Los amaba
realmente como hijos suyos, se interesaba por que encontrasen su camino y oraba
por ellos. Les ayudaba a superar las dificultades y sus problemas. Se
compadecía junto con ellos. Ellos sintiendo su gran agapi, le tenían ilimitada
confianza, le obedecían, y le adoraban literalmente. Veías en su Kelia los
jóvenes que vivían espiritualmente y querían dedicarse a Dios y los otros que
querían hacer familia, pero también a los adictos a las drogas, a los
anarquistas, confundidos y desviados, a los enfermos psíquicamente y a los
desesperados pensando en el suicidio. Ya que con los consejos del Santo se
convertían, se arrepentían y se volvían a sí mismos, y a continuación le
visitaban transformados espiritualmente pero también eran como predicadores de
la metania a sus amigos, que los llevaban junto con ellos al Yérontas. Para que
se vea el modo y forma de ayuda, señalaremos indicativamente algunos
incidentes:
***
Ayudó
a muchos drogadictos a desintoxicarse y a limpiarse de las drogas. Al principio
conseguía despertar el interés y comunicarse con ellos ganando su confianza. Le
observaban con interés y aceptaban sus consejos. Muchos con su oración y su
ayuda fueron liberados del pazos y se hicieron Cristianos ardientes y buenos
padres de familia. Decía con compasión: “Pobrecitos, no pueden recogerse; la
juventud de hoy en día se hace inutiliza a sí misma”. El mismo les ataba los
cordones de sus zapatos, echaba las moscas que les molestaban y los arreglaba
el pelo que caía sobre sus ojos. Los aconsejaba que fueran a confesarse, que
hiciesen una vida espiritual, encontrar un trabajo sencillo para que estuviesen
ocupados. Les aconsejaba que comieran zanahorias y les daba también otras
instrucciones prácticas. Les mandaba al ambiente adecuado para su
desintoxicación, les ayudaba a incorporarse a la sociedad y crear una familia.
Un
joven drogadicto intentaba cortar su pazos por el que sufría el mismo y su
familia. Aunque en su interior tenía una vaga e indefinida imagen sobre el
padre Paísios, a pesar de esto puso su última esperanza en el Yérontas. “Éste
tendrá algún fármaco para dejar la droga”, pensaba cuando estaba bajando hacia
“Panaguda”. Apenas le vio el Yérontas le
dijo sonriendo: “Ven, ven; tengo unas pastillas buenas para ti”, y le puso en
su mano unas avellanas.
Realmente
sus “pastillas” dieron resultado y se hizo el milagro. ¡La drogodependencia del
joven a las drogas se cortó de golpe!
***
Testimonio
de un anónimo: “Una vez vi a un
estudiante conocido homosexual que vino a ver al padre Paísios. Después de la
conversación vino en metania y cambió su vida. Después le encontraba en las
vigilias de Tesalónica detrás de una columna derramando muchas lágrimas.
Lloraba en silencio y serenamente. Admiré la misericordia de Dios y la metania
del hombre, pero también la jaris del Yérontas que conseguía convertir en
honesto y honrado al indigno, “…si te vuelves porque yo te haga volver, estarás
en mi presencia; y si sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca...” (Jer
15,19). Le encontré otra vez en “Panaguda” llevando también a otros como
él, jóvenes que iban por el mal camino, para que ellos también fueran ayudados.
El
Yérontas recalcaba especialmente a los jóvenes la pureza diciendo: “Sepan que
los jóvenes que hoy en día se mantengan puros y castos, serán enumerados con
los mártires de nuestra Iglesia en la hora del Juicio”.
***
Son
muchos los casos de fumadores empedernidos que
dejaron de fumar gracias al Yérontas. Sus palabras no eran consejos
simples sino que llevaban fuerza. Llevaban la disposición y ganas del rechazo
al cigarro y se cortaba el deseo de fumar. Pero más ayudaba con su oración.
Testimonio
de un anónimo: “Vine para hacerme monje. No me puse el gorro, porque aún no
podía dejar de fumar. Fumaba entonces dos paquetes al día. Lo intentaba;
rompía, tiraba los paquetes y después el día siguiente iba, los encontraba y
fumaba. Aunque me avergonzaba, fui y se lo dije al Yérontas. Me respondió:
-Te
levantarás no tengas miedo, y le golpeaba consoladoramente en los hombros.
»Eran
las diez de la mañana. Hasta por la noche no pensé para nada el cigarro. Desde
entonces lo dejé por las oraciones del Yérontas. Para mi esto fue un milagro».
Relata
otro peregrino: “Visitamos al Yérontas y allí donde nos sentamos, saqué el
tabaco. Encendí un cigarro inconscientemente, porque fumaba tres paquetes
diarios. El Yérontas me quita el cigarro y me dice: “No volverás a fumar hasta
que los alemanes inventen la máquina que podrá limpiar a los pulmones”. En el
Monasterio que pasamos la noche me dí cuenta de que después de tres horas no
había fumado, pero tampoco tenía el deseo ya de fumar. Dejé el tabaco
totalmente.
***
Jóvenes,
indiferentes, venían a ver al Yérontas. No querían ir al servicio militar y
encontraban un montón de pretextos y justificaciones. Les mencionó sus propios
incidentes en el ejército y otros ejemplos. Los jóvenes después pedían
bendición al Yérontas para alistarse a las fuerzas especiales del ejército.
“Hijos míos, debéis hacer el servicio militar y a donde os manden id”, decía.
***
El
Yérontas decía que nuestra Iglesia enseña dos caminos. El monaquismo y el
matrimonio. Consideraba anormal que uno no siguiese uno de los dos caminos.
»El
buey no va ni al yugo ni a arar, va al carnicero”. Ayudó a muchos jóvenes a
seguir sus inclinaciones y hacerse monjes o hacer familia. Muchos indecisos que
no valían para monjes, les incitaba a que hicieran matrimonio. Cuando querían enviarle algo, se negaba
diciendo: “Yo quiero bombones”, o “envíame la invitación de tu boda”. Otros
para ayudarlos los ponía un “canon” bueno, diciéndoles: “Sin anillo no volváis
a venir por aquí”.
***
Una
vez vino un joven con pelo largo, como la cola del caballo. El Yérontas le
preguntó:
-Eh,
valiente, ¿qué trabajo haces?
-Soy
estudiante de la Universidad.
-¿Tienes
créditos para aprobar?
-Tengo
ocho.
-Si
quieres aprobarlos, ven y yo te pelo, le dijo sonriendo el Yérontas.
Entró
en su kelia trajo la tijera y le cortó el pelo. El joven lo consideró como
bendición; se lo dijo a otros y ellos también venían a recibir similar
bendición. “He hecho muchas kurés-curas (palabra con dos significados: pelados
y ordenaciones), decía sonriendo. ¿Yéronta qué haces con el pelo de ellos?”,
“Lo guardo y se lo siembro a los calvos”, respondía bromeando.
Y en
otro momento mencionó humildemente: “Si existe la posibilidad de salvarme, será
por las bendiciones de las madres. ¡Sabes cuántas cartas recibo de madres
conmocionadas agradeciéndome porque convencía a sus hijos de cortarse el pelo y
quitarse los pendientes! No quería que los hombres llevasen pelo largo, porque
lo consideraba feminidad, mencionó el pasaje del apóstol Pablo: “¿No os enseña
la misma naturaleza que es una afrenta para el hombre la cabellera, mientras
que es una gloria para la mujer?” (Cor 11,14.15).
***
Le
visitaron unos jóvenes de Australia. Querían la vida espiritual, pero amaban
también las diversiones mundanas. Le preguntaban sobre el baile e intentaban
extraer del Yérontas su consentimiento de que el baile es buena cosa. Los
respondió: “Hijos míos, vosotros sois, supongamos, como que queréis subir a
Athos (la cima) y, como no podéis, queréis que bajemos aquí a Athos para decir
que habéis subido”.
***
El
Yérontas consideraba destructiva la influencia de la televisión para todos y
especialmente para los niños y los jóvenes. Se refería con dolor a casos de
niños cuyos padres, para tener su tranquilidad, los dejaban muchas horas viendo
la televisión, con el resultado de ser destruidos intelectual, psíquica y
físicamente. Recalcaba además el perjuicio y el daño que trae al cuerpo la
radiación que irradia a los recién nacidos bebés y a los niños pequeños.
Incluso hablaba también de las influencias demoníacas. Por eso cada vez que
tenía oportunidad desaconsejaba ver la televisión y aconsejaba que la tirasen a la basura fuera de sus casas,
ofreciendo a los niños algo espiritual (vidas de santos, vigilias y excursiones
a lugares espirituales) o algo neutro (juegos inocentes y excursiones). Decía:
“No dejéis a vuestros hijos ver la televisión. La televisión llega sólo hasta
la luna, pero la televisión espiritual llega incluso hasta Dios”.
Una
vez conversaba con un grupo de jóvenes. Más allá estaba sentado un profesor
joven. Pensaba en algo que le preocupaba últimamente: “¿Vale, para otras cosas,
la televisión, no; no lo discuto; pero quizás debería, para tener una
información básica, seguir los boletines de noticias?”. En aquel momento el
Yérontas se giró bruscamente hacia el profesor y le dijo: “¡Tampoco las
noticias!”, y volvió a girarse hacia los jóvenes, continuando la conversación
con ellos.
Un recién
casado, conversando con el Yérontas, le rogó que le diera un último consejo. Le
dijo: “Dile a tu mujer que no vea la televisión, porque vuestro niño nacerá
enfermizo o tonto.” Después de una pequeña interrupción recalcó: “Que tampoco
vaya a casas de familiares para verla”. Su cónyuge acostumbraba a ver la
televisión en casa de su madre.
***
Testimonio
del monje Paísio: “Era estudiante de derecho y visité al Yérontas el 22 de
Agosto de 1988 con mi compañero Gregorio. Por primera vez visitaba la Santa
Montaña Athos, después de sugerencias de conocidos míos, porque vivía alejado de
la Iglesia. Más bien fui por turismo espiritual, pero también quería demostrar
al Yérontas que no existe Dios y malamente ha derrochado tantos años como
monje.
»Sobre
las cuatro de la tarde llegamos a “Panaguda”. Encontramos alrededor de treinta
personas esperando. Tocaban insistentemente la campanita, pero el Yérontas no
aparecía. Nosotros fuimos por la puerta de atrás, pero la encontramos cerrada.
Allí, no sé lo que sucedió en mi interior, y por primera vez después de doce
años de inexistente vida mistiríaca me arrodillé y oré: “!Dios mío!”, dije, “si
realmente existes y quieres que yo crea, haz que venga el Yérontas para
hablarnos de ti”.
»No
pasaron ni cinco minutos y el Yérontas lentamente con la mirada serena y con
una sonrisa muy dulce se acercó a nosotros viniendo desde el bosque.
-¿El
padre Paísios? le pregunté emocionado.
-¿Para
qué quieres al padre Paísios?me responde.
-Para
entregarle estos calcetines y pedir su bendición, le dije.
-Inclínate
para que te bendiga.
»Era
la primera vez después de mi bautismo que recibía este tipo de bendición. Tocó
con su mano encima de mi cabeza y por cinco minutos más o menos oraba.
»Después
nos puso en el patio y nos sentamos en los troncos de madera. Hablaba sobre
Dios y lo que sucede en el mundo, como si hubiera escuchado el último boletín
de noticias, ofreciéndonos algunas veces lukumis-golosinas.
»Mientras
tanto vinieron también dos jóvenes que parecían anarquistas, y el Yérontas
continuó su homilía. Nos habló también sobre el Budismo y sacó de mi interior
las últimas espinas, porque los últimos años hacía ejercicios de yoga, una hora
al día.
»Después
de una hora de homilía gira y me dice: “¿Quieres ser mi obediente? Yo le
respondí: “No páter, yo no valgo para estas cosas; yo amo al mundo”. La misma
frase la repitió más tarde bastantes veces, pero desgraciadamente yo aquella
época estaba tan lejos de las realidades espirituales, que no podía percibir y
entender la grandeza de su oferta…
»A
continuación nos dejó y se fue a amontonar leña. Dijimos que queríamos
ayudarle, pero se negó diciendo que lo
hacía por ascesis y que este era su servicio.
»Pasaron
más o menos quince minutos y los cuatro turistas espirituales que estábamos, no
hablábamos entre nosotros. Me había quedado impresionado por las palabras del
Yérontas. Con todo lo que había dicho, había resuelto mi duda sobre la
existencia del Dios Trinitario. Yo recibía a la vez también ataques de loyismí del
maligno. De repente me vino el loyismós para preguntar al Yérontas desde las
profundidades de mi psique, qué debemos hacer para ganar el Paraíso. Pero lo
dije con mi mente vanagloriosa, pensando que ya que el padre Paísios está tan
elevado espiritualmente, adivinará mis pensamientos y me responderá. Pero Dios
fue compasivo conmigo, ignoró mi egoísmo, y veo al Yérontas dejar la leña
viniendo con pasos lentos, observando las profundidades de mi psique, -ya no en
los ojos- y me responde: “La agapi y la fe en Cristo que tengas hijo mío.”
»Comenzaron
a temblar mis pies y mi corazón latía fuerte, de modo que creía que iba a
reventar. Lo único con conseguí susurrar fue: “Gregorio, vamos nos marchamos”,
y “Páter, tu bendición que tengamos”. Me respondió: “¿Por qué quieres
marcharte? Quédate y te haré mi obediente y te daré hasta mi nombre”. Pero mi
corazón no aguantaba la apocálipsis-revelación de Dios que se había realizado
en su interior…
»Desde
entonces mi vida ha cambiado totalmente. A pesar del hecho de que no lo he
vuelto a ver otra vez, siempre había una comunicación psíquica interior. Su
presencia en mi vida y después de su dormición se manifiesta muchas veces de
manera admirable. Pero el mayor milagro es que consiguió sembrar a Cristo para
siempre en mi psique, mientras estaba alejado de la Iglesia. En menos de seis
años me encontré de renegante de nuestra Iglesia en monje y me fue dado el
nombre Paísios, tal como había previsto el Yérontas.»
***
Testimonio
de un sacerdote anónimo: “ Visité al Yérontas seis días antes de haberme ordenado
diácono. Toqué la campanita tirando de una cuerda y esperaba. Después de un
rato vino un joven a abrirme la puerta y me preguntó si soy yo el que se iba a
ordenar diácono. Le miré extrañado, porque antes no me había comunicado con el
Yérontas, además que no tenía el modo de hacerlo, por eso sentí sorpresa. El
joven me explicó que el padre Paísios apenas escuchó el timbre le mandó abrir
la puerta diciéndole: “Es alguien que quiere ordenarse diácono y quiere verme”.
»El
Yérontas me recibió bien con su sonrisa y su humor innato. Me invitó a un
plátano que había traído el anterior peregrino y después cogió la piel y la
tiró con fuerza como una jabalina en el bosque, diciéndome que aquí no tenemos
cubo para la basura, ni Alcalde para reñirnos. Entonces me reí con toda mi
psique y el Yérontas cuando vio que me serené por la sorpresa y me había relajado,
me dijo: “Ahora ven y hablemos”.
Le
supliqué que me aconsejara sobre con qué debo tener más cuidado para funcionar
bien como clérigo y él me dijo: “Tres son las cosas y realidades básicas.
Primera cosa, debes ser amante de los Oficios. Tocar la campana mañana y tarde
y hacer los Oficios. Δεύτερον, νά εἶσαι ἀφιλάργυρος. Ὅσα χρήματα σοῦ δίνουν στίς ἱεροπραξίες θά τά παίρνεις καί θά λές εὐχαριστῶ, ἀφοῦ ἔχεις οἰκογένεια, ἀλλά δέν θά ζητᾶς. Νά καταλάβουν οἱ ἄνθρωποι ὅτι δέν εἶσαι προσκολλημένος στά χρήματα Segundo, que seas desprendido y sin avaricia; el dinero que
te den por tus servicios, cógelo y da las gracias, porque tienes familia, pero
no lo pedirás. Así entenderán los hombres que no estás apegado al dinero, y la
tercera cosa es amar a los hombres y no reñirlos.
Si
entienden que los amas, entonces no tengas miedo de nada. Si estas cosas las
aplicas desde el principio funcionarás bien y tendrás éxito. Y después como
hombre aunque cometas algunos errores no te los tendrán en cuenta. Pero si no
tienes cuidado y no aplicas estas cosas desde el principio, entonces aunque
hagas miles de bienes más tarde, no conseguirás funcionar bien como sacerdote.
»
****
»Testimonio
de T.I., titulado de la academia Athoniada (de Athos): “Como alumnos de la
academia Athoniada hablábamos sobre varios temas que nos ocupaban. Uno de estos
temas era también cómo encontrar presbitera para los que querían ser sacerdotes
casados. También hablábamos sobre temas eclesiásticos y acusábamos al Obispo
Serafín mientras alabábamos literalmente a otro Metropolita.
»Un
grupo bajamos a “Panaguda”, a media hora de distancia. Cuando llegamos, el Yérontas
abrió la puerta y entregó un bastón a un compañero de nuestra clase que su
sueño era hacerse Obispo, diciéndole: “Avanza primero, ya que quieres hacerte
Obispo”. Pero antes de sentarse en los troncos nos dice: “Tal y como existen
chicos buenos que pueden hacerse sacerdotes, también existen muchas chicas
buenas para presbiteras. Por tanto, dejad estas cosas, concentraos y estudiad.
Este es vuestro trabajo ahora”. Después con cara seria nos dijo: “¿Pero bueno,
qué os ha hecho el Arzobispo Serafín que siempre le criticáis y le condenáis?
Nosotros nos quedamos helados otra vez. Y continuó: “Tiene algo que no lo tiene
nadie y esto le llevará al Paraíso.¿ Quién de nosotros puede enfadarse por los
insultos y en dos o tres minutos haberlo olvidado todo y no mantener rencor ni
maldad a ningún hombre? Sólo esto le llevará al Paraíso y vosotros que juzgáis
superficialmente, cometéis un gran pecado. ¡Puede hacerlo esto el Metropolita
tal! (al que mencionamos). El Dios a Serafín le ha hecho y juzgado como digno y
adecuado para el período concreto de nuestra historia Eclesiástica y se han
evitado mayores males”.
»Nos
conmocionamos por cómo el Yérontas conocía estas cosas que habíamos hablado en
la Academia y por cómo nos respondió. Desde entonces paramos de acusar al Arzobispo.
»Otra
vez en el año 1980, mientras nos preparábamos para los exámenes panhelénicos,
hubo un terremoto. Salimos de la Academia y nos quedamos en las tiendas de
campaña. Fuimos y rogamos al Yérontas para que hiciese oración.
»Nos
dijo: “¿Por qué tenéis miedo, no confiáis en Dios? Cuando éramos pequeños y
llorábamos nuestras madres nos movían un poco y parábamos de llorar. Ahora nos
mueve un poco Dios y gritamos como locos, nos coge el pánico. ¡Cómo han
cambiado las cosas! Sabed que no os pasará nada, no tengáis miedo. No os pasará
nada, no se romperá nada, a pesar de que los seísmos continuarán por poco”.
»Con
mucha alegría, pues, volvimos a la Academia. Al mediodía dormí en mi habitación,
a pesar de las presiones de abandonar y los continuos temblores de la tierra.
Tenía plena confianza en el Yérontas y realmente todo sucedió tal y como nos
predijo.
A.13 ENFERMEDAD Y BIENAVENTURADA
DORMICIÓN
13.1
Dolor y enfermedades
13.2
“Me sucedió algo”
13.3
En los límites de su resistencia
13.4
La última salida. Desarrollo de la enfermedad.
13.5
Ofrecimiento con dolores martirizantes
13.6
Bienaventurada e invisible dormición
13.1 Dolor y enfermedades
Tal
como se dijo anteriormente, la ascesis y el dolor acompañaron de por vida al
Santo. Ofrecía la ascesis como sacrificio voluntario a la agapi de Cristo y
aceptaba las dolorosas enfermedades con agradecimiento y doxología. Fue probado
por distintas enfermedades. El dolor y las enfermedades se le habían hecho casi
un estado fijo. Estando enfermo hacía la ascesis y haciendo ascesis enfermaba.
Podía ignorar su dolor: “Tú, tu trabajo, y yo el mío, decía al dolor, y
continuaba orando, haciendo trabajo manual o viendo a la gente. El mismo sentía
dolor, pero consolaba a los doloridos.
Desde
el principio de su vida monástica fue fatigado por muchos años por la
enfermedad bronquiectasia (dilatación de los bronquios), el diagnóstico equivocado
y la terapia, la hemoptisis o expectoración de sangre y finalmente la difícil
operación quirúrgica.
Cuando
fue operado de los pulmones, se resfrió y le dieron fuertes antibióticos,
mientras estaba en ayunas. Le pareció “como si le arrancaran las entrañas”. A
partir de entonces adquirió gran sensibilidad. Con el mínimo resfriado tenía
molestias, retortijones y sacaba espumas y sangre. Lo mismo le sucedía también
con ciertos alimentos.
Era
muy sensible al frío. Si en las vigilias se quedaba un poco abierta la puerta
de la Iglesia, con la mínima corriente comenzaba a estornudar y toser
fuertemente. Muchas veces ponía en su frente una servilleta de papel o un
pequeño cataplasma. El mismo explica la razón: “Tenía dolores de cabeza y un
monje del Monasterio Stavronikita me aconsejó que pusiese por debajo de mi
gorro una servilleta de papel y pasará. Esto me dio buen resultado, porque se
calienta la cabeza”.
Con
los primeros fríos, desde Septiembre, encendía la estufa manual que mientras le
calentaba, simultáneamente le delataba a los visitantes.
Por
supuesto que cuando entendía que había necesidad, cualquiera que fuese el
estado en que se encontrara, por muy enfermo que estuviera, se levantaba con el
frío, la lluvia, la nieve y abría. Los peregrinos los ponía en la sala de
visitas que había calor y él mismo se iba a la Iglesia que estaba muy fría, y
estaba con cada particularmente. Pero esto no duraba muchas horas.
Este
estado, por muy difícil que fuera, el Yérontas lo soportaba con doxología. No gemía
ni se lamentaba ni pedía a Dios que le quitase sus padecimientos y le diese salud.
Durante
cinco o seis meses padeció hernia discal. Había sufrido de hernia discal también
en el Sinaí, cuando fue a levantar una piedra de granito. Le dolía mucho.
Algunas veces se apoyaba en dos bastones y tenía mucha dificultad para atender
a la gente.
Los
últimos años tenía más a menudo la hemorragia en los intestinos, que
gradualmente crecía. Llegó a ir al lavabo hasta diecinueve veces en una noche,
sin tener nada, sólo sacaba sangre. Los médicos no sabían exactamente a qué era
debida la hemorragia, porque el Yérontas no quería hacerse exámenes médicos.
Recibía
a la gente, hacía sus deberes espirituales, cumplía con consecuencia su
tipikón-regla ascética, pero sus fuerzanse debilitaban. Se agotaba por la
hemorragia y por el mucho cansancio. “A veces tengo ganas de desaparecer”,
decía.
Dos
años antes de su dormición fue a celebrar la Pascua en una Kalivi junto con
otros padres. Decía alegremente al Yérontas de la Kelia: “Eh cura… o tu Kelia
se ha ido más lejos o yo me he envejecido, ¿Cuál de las dos cosas sucede?... Me
parece que yo he envejecido”.
Veía
que le iban faltando las fuerzas, la incesable hemorragia no retrocedía ni
frenaba. Pero a pesar de todo lo soportaba sin acudir a exámenes médicos y
tomar fármacos. Lo único que pedía con tensión a Dios era que ayudase a los
hermanos que padecían y que no paraban de venir pidiendo ayuda. ¡Cómo podría no
emocionarse el buen Dios y no ser escuchadas sus oraciones!
13.2 “Me sucedió algo”
Relató
el Yérontas: “Mientras me encontraba en esta situación me sucedió algo. Estando
tumbado en mi cama, cogí el icono de san Arsenio, la apreté encima de mi
barriga y sentí una fuerza que salía del icono”.
Recuperó
las fuerzas y continuó sus luchas y la diaconía-servicio a los hombres por un
tiempo. Tenía todos los síntomas (hemorragia, etc,), pero se sentía fuerte.
13.3 En los límites de su resistencia
Pero
esto no duró mucho. Volvió la anterior situación y comenzó a tener síntomas de
desmayo. Algunas veces, de hecho, caía desmayado en el patio de su Kalivi, y
cuando se reencontraba consigo mismo, agradecía a Dios que no le había visto
nadie.
Una
vez había también nieve. Decía después:
“Me encontraríais “como odre o pellejo en escarcha”. El segundo Domingo del
Gran Ayuno del año 1993, durante la Divina Liturgia en su ermita, su
agotamiento llegó al límite. Comenzó a respirar fuertemente, se abrieron de par
en par sus ojos y por un rato su respiración recordaba estertor propio de
moribundo. Pero por respeto no consintió el sentarse. Se desmayó cayendo hacia
adelante pero a los padres les dio tiempo y le retuvieron. Cuando se recuperó,
aunque le incitaban a que se sentase, no aceptó. Al final de la Divina Liturgia
a pesar de los repetidos desmayos y vómitos intentaba atender a los padres que
se encontraban allí, descuidando su propia situación, y al final no permitió
que se quedara nadie con él. Se quedó solo, “como un hombre desamparado”
humanamente, abandonando a sí mismo, padeciendo en la misericordia de Dios.
Por
su gran pérdida de sangre su cara se puso muy pálida. Sus conocidos intentaban
ayudarlo en lo que podían. Le propusieron traerle hierro en pastillas, pero él
lo evitaba y decía bromeando: “Hierros tengo muchos aquí, yo acero quiero” y no
lo aceptaba.
El
Yérontas no se inquietaba. Lo único que rogaba era que Dios hiciera economía
parando la hemorragia, cuando había Divina Liturgia, para poder comulgar. Y así
sucedió por un tiempo. Él mismo sabía mejor que nadie sobre su enfermedad y sobre
su final, el cual sentía que se acercaba, pero no se lo decía a todos.
Durante
toda su vida estudiaba la muerte. Había hecho su cama como un sepulcro y por
costumbre en las Kelias donde se instalaba para vivir, abría también una tumba.
Pero ahora empezó a hablar por alusiones a sus hijos espirituales preparándolos
para la inminente separación. Decía que: “Cuando se estropea la casa (cuando
enferma el cuerpo) y comienza a gotear, entonces el dueño (la psique-alma) no
quiere quedarse dentro. El Hábito Angelical de su Yérontas, el padre Ticón, lo
guardaba tantos años como bendición. Ahora lo repartió. Había preparado Cruces
y pequeños iconitos en presa y escribió pidiendo que fueran repartidos después
de su muerte como bendición para perdonarle. Tenía preparadas las sotanas para
su entierro y encima de ellas la siguiente nota:
Estas cosas son para mi entierro, me
alegraré si me vestís con las viejas y guardáis las nuevas, porque soy pecador
y Dios por vuestras bendiciones que tenga misericordia de mí, orad por mí
Hieromonje
Paísios
El
Patriarca Ecuménico, al informarse sobre el estado de salud del Yérontas, le
mandó un mensaje para que hiciera exámenes médicos. Paradójicamente por un
tiempo la hemorragia se detuvo. Preguntaba con sencillez a su discípulo:
“Naturalmente debo hacer obediencia al Patriarca. Pero ahora que ha frenado la
hemorragia, ¿no estoy liberado?; ¿Tú qué opinas?”. Después de poco volvió a comenzar la
hemorragia.
La
posición del Yérontas fue comentada de diversas maneras. Algunos se
“escandalizaron”, porque lo consideraron como algo impuesto a sí mismo. Otros
admiraron y elogiaron la esperanza y la fortaleza con la que afrontó la prueba,
y muchos se beneficiaron, principalmente los que estaban enfermos, cuando
vieron al Yérontas enfermo y soportándolo con paciencia.
Bastantes
padres le rogaban que cuidara de su salud, diciéndole: “Te necesitamos”. Otros
le daban clases sobre lo que tiene que hacer, en cambio otros observaban
silenciosamente con dolor en sus psiques su martirio y oraban. Cada uno según
su loyismós y su estado espiritual juzgaba y actuaba.
13.4 Última salida. Desarrollo de la
enfermedad.
El
Yérontas, como cada año, celebró la memoria de San Cristódulo en la vecina
Kelia de sus hijos espirituales que festejaban. A continuación se fue al
Monasterio Kutlumusíu para felicitar y bendecir al archimandrita Cristódulo por
su santo. El día siguiente, el 22 de Octubre de 1993, salió de la Santa
Montaña, tal como acostumbraba a hacer los últimos años para la vigilia de San
Arsenio en el Monasterio femenino de Surotí. Ya no volvería ni dormido
(difunto).
En
Surotí se encontró en la vigilia y, como de costumbre, se quedó unos días para
ver a las hermanas y a la gente necesitada. Después tenía el propósito de
volver. Mientras tanto sufrió de íleon. Se le obstruyeron los intestinos, pero paró
por poco también la hemorragia. Por las cosas sucedidas fue obligado a sucumbir
a las súplicas de someterse a exámenes médicos.
Su
enfermedad se desarrolló de la siguiente breve manera: En el Hospital Theagenio
los médicos comprobaron la existencia de un cáncer avanzado. Lo tenía desde
hacía seis años, pero no parecía haber hecho metástasis. El piadoso médico
señor Gheorgios Blanzas, que antiguamente había operado al Yérontas, estaba
inquieto por el resultado de los exámenes. El Yérontas le dijo:
-No
hagas así. De acuerdo, tengo cáncer, haré obediencia a lo que me digas. Se
acabó.
Siguiendo
las recomendaciones del médico fue para hacerse radiografías, hasta que el
tumor estuviese listo para ser operado. Cada vez que iba hacer radioterapia, le
esperaban muchos y le contaban sus penas. Él tenía mayor problema, porque
debería ser vaciado su intestino treinta veces al día con terribles dolores.
Pero no se apagó su sonrisa y consolaba a los demás enfermos.
Mientras
que durante la operación de la hernia de estómago había escondido su nombre,
ahora dijo que lo pusieran y recibiesen a los que quisieran verlo, porque sabía
que pronto se marcharía.
El 4
de Febrero de 1994 se hizo la operación. Fue quitado el tumor del intestino
grueso, pero la enfermedad se desarrollaba tremendamente rápido. Había hecho
metástasis al hígado y a los pulmones. Se hizo una operación momentánea contra
natura, aunque el Yérontas no quería, decía bromeando al médico: No me
conviertas en un mueble, no quiero”. Más tarde se hizo otra operación y se
restableció el funcionamiento del intestino. También aceptó y se hizo
quimioterapia. En una tomografía axial sufrió mucho. Estaba en silla de ruedas,
sentía dolor y temblaba de frío. Cedió su turno a otro enfermo y él estuvo
esperando mucho rato en el pasillo del Hospital. Cuando le tocó examinarse, se
estropeó la máquina de hacer tomografías y finalmente vino un coche y le
trasladó a otra máquina de tomografía axial. Se comprobó el rápido avance del
cáncer en el hígado y en los pulmones. En todo este espacio de tiempo estaba
alegre y con muy buen ánimo, y decía bromas divertidas, como si él no fuera el
enfermo. Consolaba y aliviaba al que se le acercaba.
13.5 Ofrecimiento con dolores
martíricos
Y
antes de la operación quirúrgica, en Surotí y en el Hospital y después otra vez
en el Monasterio, pasaba mucha gente para verle, contarle sus penas y
calamidades y pedirle perdón. Esto añadía cansancio y fatiga a los dolores de
su enfermedad, pero era inevitable.
-Yéronta,
¿dónde dejas a tus hijos? Le preguntó una persona.
-Eh!
“los días de nuestra vida son setenta años” (Sal 80,10), basta con estos…
-Yéronta,
por qué no hace usted oración para que le sane Dios, ya que le necesitamos tanto,
le preguntó otro.
-Qué
te crees tú. ¡Vamos a estar burlándonos de Dios! Ya que yo le he pedido que me
dé esta enfermedad…
-Yéronta,
dígame un último consejo, para que lo recuerde, le rogó un hijo suyo
espiritual.
-Que
tengamos nobleza espiritual, porque con esta nos emparentamos con el Cristo…
Hacía
reuniones con las hermanas del Monasterio que se sacrificaban para aliviarle y
las instruía, dándolas los últimos consejos.
En
el Hospital Theagenio había un enfermo de cáncer llamado Lambros… de la ciudad
de Tríkala. Estaba muy delgado, literalmente fundido, y en silla de ruedas,
porque no podía mantenerse en pie.
Su
mujer después de persistentes intentos vio al Yérontas. La dijo que Lambros se
curaría, iría a Tríkala, se alegraría su familia, pero después de poco tiempo recaería y moriría. La situación
del enfermo era muy difícil y lógicamente era imposible un tipo de desarrollo
así. Pero todo sucedió tal y como lo predijo el Yérontas y Lambros después de
seis más o menos meses murió.
El
Jueves después de la Pascua de 1994 le visitó la señora Erifili Tsika de la
ciudad de Volos, la que nos relata: “El verano de 1993 a mi hija Antonia de
once años se le presentó vitiligo en los extremos de las manos y en el contorno
de los labios. Enfermedad, cuya terapia según los médicos es muy difícil o casi
imposible. Iniciamos la terapia con cortisona sin resultado. Nuestra decepción
fue grande. Fuimos a ver al Yérontas a Surotí. Nos recibió a mí y a mis tres
hijas, sonriendo a pesar de sus terribles dolores.
Tras
haberle comentado el problema de mi hija, él cogió las manitas de mi hija
dentro de las suyas y le preguntó mirando profundamente en sus ojos: ¿Por qué
hija mía tienes tanta tristeza? (Realmente mi hija tenía fija la tristeza por
la muerte de su padre en 1991).
»Después
volvió hacia mí y me dijo: “Erifili, hija mía, no te preocupes, no es nada, ni
es heredada esta enfermedad. Esto le ha sucedido por la gran tristeza y
angustia”.
»De
repente me pregunta: “¿Qué quieres que se haga?”. Le respondo: “Que se quede
donde está”.
Una
vez que hubo santiguado con su santa mano la mano de mi hija, me dijo: “Todo
irá bien”.
»Realmente
no hubo desarrollo de la enfermedad. Hace diez años que no hemos vuelto a ir al
médico y no hemos hecho ninguna terapia. Dije al Yérontas que se quede así la
enfermedad y que no desapareciese, para estar recordando toda nuestra vida y
también a toda nuestra familia, la jaris-gracia del Yérontas y la bendición que
espléndidamente nos había concedido».
Un
mes antes de su dormición le visitó el venerable metropolita de la ciudad de
Xanzi Señor Panteleimon (entonces era aún archimandrita). Escribe: junto con
nosotros había también dos niños. Habían cortado flores silvestres del campo y se
las ofrecieron espontáneamente al Yérontas, apenas entramos en su habitación,
colocándolas en su almohada. “Has visto”. Me dijo, “los niños saben lo que
hacen”. Quise confirmarle que aún le necesitamos vivo, que le necesitamos mucho
y que oramos por él. Pero el mismo nos dijo que ya estaba orando por otras
cosas, manifestando con buena disposición y buen ánimo siempre su alegre duda
en relación a quién finalmente hará caso el Dios. Después me preguntó, si le había
traído cartas para el cielo. Era una oportunidad de transportarlas al cielo sin
sellos del correo, añadió con su insaciable ánimo por transmitir alegría, la
cual era más que evidente en su dulce rostro.
El padre Timoteo Tsotras, higúmeno del Santo Monasterio de San Juan el Ruso, de la ciudad Kasandra, nos testifica:
»Fuimos
a ver al Yérontas Paísios al Monasterio de Surotí junto con el bienaventurado
metropolita de Kasandra, Sinesios y el padre Agazánguelos.
»Una
vez que hubimos venerado en la Iglesia de San Arsenio, fuimos al pequeño
sinodikón. Nos vio el Yérontas que nos acercábamos y salió fuera para
recibirnos. ¡Nosotros sorprendidos, le vemos dentro de una luz sobrenatural,
sin estar pisando en los escalones sino en el aire, acercándose a nosotros!
»En
el sinodikón (sala de reuniones) después de la invitación se quedó por poco el
Metropolita con el Yérontas y después nos marchamos.Unos treinta metros más abajo el Metropolita nos dice
a nosotros y a la Yerontisa: “¡Habéis visto su santidad no se esconde, volaba y
resplandecía entero”. “Nos sigue”, observa con voz baja el padre Agazánguelos.
Por detrás venía el Yérontas, aunque gravemente enfermo para honrar al Obispo.
El
Metropolita se dio la vuelta, vio al Yérontas y le rogó que volviera a su cama,
para no cansarse»
13.6 Bienaventurada e invisible
dormición
Mientras
obedecía humildemente a las indicaciones de los médicos, un día llamó al médico
y le dijo:
-Aquí
pararemos la terapia.
-Por
qué, Yéronta.
-Ahora
harás obediencia tú. Darás la orden de que paremos. Ahora no puedo hacer nada.
Ayer quise orar arrodillado y no pude. No puedo ver a nadie; se ha acabado mi
misión. Esto era todo; hasta aquí me habéis dejado.
Después
preguntó:
-Puedo
beber un poco de agua o sandía exprimida; nada más. Y te ruego que vengas una
vez más a verme y después no volverás a venir.
“La última
vez que volví a verle”, nos relata el médico terapeuta señor Gheorgios Baltzas,
“siete días antes de su dormición, parece que estaba muy afectado y triste.
Muchas veces me preocupaba el tema de que si esto que hacemos a los enfermos,
es lo correcto. Me dijo:
-Oye,
Gheorgios. Todo se ha hecho como se debe. Digno es tu salario, no te preocupes
ni te apenes. Quería que supieras que cuando me necesites, estaré cerca de ti.
-Yéronta,
tu hígado se ha hinchado y te duele, le dijo, porque había hecho varias y
terribles metástasis.
»Sonrió
y me dijo:
-Ah,
esto es mi orgullo, no te apenes ni te preocupes. Esto me ha retenido hasta los
setenta, y esto ahora me manda, lo más rápido que puede, allí donde debo ir. No
te entristezcas por eso, estoy muy bien».
A la
vez tenía dipnea. Tenía el aparato de oxígeno que solo utilizaba cuando se veía
con muchas dificultades. Los dolores se hacían más agudos. No aceptaba que le
pusieran inyecciones para el dolor. No quería que el dolor fuera extinguido
totalmente. Sólo tomaba alguna cortisona, para poder valerse hasta entregar su
espíritu
El
Yérontas tenía el deseo de regresar a la Santa Montaña Athos. Quería dormir y
ser enterrado anónimamente en el Jardín de la Panaghía, su Patria espiritual.
Sobre todo había rogado a un hijo suyo espiritual a conformar el espacio
adecuado para quedarse allí sus últimos días, porque en la Skiti ”Panaguda” era
imposible ya quedarse sólo. Se preparó un miércoles y calculaba que el lunes
siguiente entraría en la Santa Montaña. Pero de repente se empeoró el estado
situación de su salud. El gobernador del Estado de la Santa Montaña se ofreció
a ponerle un helicóptero, pero el médico valoró que era muy posible que muriera
en el camino. Naturalmente tampoco el Yérontas no podría descansarse ni
ser aliviado con este tipo de
transporte.
De
nuevo se programó su regreso a la Santa Montaña, pero apenas había mejorado un
poco su estado de salud, otra vez fue impedido por un nuevo empeoramiento por
la enfermedad. Detrás de estas dificultades y de los impedimentos se escondía
la voluntad de Dios, es decir, ser enterrado fuera en el mundo. La gente le
tenía tanta necesidad cuando vivía, pero tanta más necesidad le tendría también
después de su dormición.
Así
que decidió quedarse y ser enterrado en el monasterio de Surotí, cerca de su
Santo. Posiblemente, antes de su decisión definitiva, habría recibido información
más clara de Dios sobre este tema.
Avisó
y le trajeron el gran hábito y el gorro de monje. Definió la posición de su
tumba y dio órdenes e instrucciones en
relación con su entierro.
En
el último periodo pidió a dos Obispos conocidos suyos, que habían pasado para
verlo, que le leyesen la oración del funeral y la oración de la psique
moribunda que junto con ellos salmodió también el Yérontas. Comulgaba
regularmente. Con esfuerzo y cansancio iba solo a la Iglesia. Cuando le
propusieron que fuera el cura para darle la comunión a su kelia, lo negó
diciendo:
-Yo
debo ir a Cristo, no que Cristo venga a mí.
Sus
dolores continuamente aumentaban y llegaron ya a equivaler con los dolores de
los mártires.
-Yéronta,
¿no tienes dolores?, le preguntó un monje Aghiorita que le veía tranquilo y
pacífico.
-Me
he acostumbrado, respondió.
Realmente
durante toda su vida se había familiarizado con el dolor. No se aterraba, no
gemía, sino que soportaba y glorificaba. Ahora filosofaba acudiendo
espiritualmente en los martirios de los Santos mártires. Decía: “Tanto me han
beneficiado las enfermedades, que no lo ha hecho la ascesis que he hecho como
monje tantos años”.
De
vez en cuanto salmodiaba para divertir el inaguantable dolor y sustituirlo con
la salmodia por si acaso viniesen gemidos involuntarios.
Había
parado de ver a la gente. Ahora que se estaba acercando su final, no quería ni
siquiera que las hermanas entrasen en su kelia. Cuando le hacía falta algo,
tocaba la pared y venía la hermana. Quería estar solo orando sin distracción y
prepararse mejor para su éxodo o salida. Estaba atendiéndose solo hasta el
final, se fatigaba inimaginablemente, pero estaba alegre, sereno y pacífico.
En
la fiesta de Santa Efimía, 11 de Julio, día lunes, comulgó por última vez
arrodillado en su cama, ya que no podía ya desplazarse a la Iglesia.
El
Yérontas pasó su última noche en martirio. Imploraba la Panaghía dentro de sus
dolores: “Dulce Panaghía mía”, decía. Le tomaban la presión y su pulso era
inexistente. Sólo cuando respiraba parecía que vivía. Hasta el final sentía,
entendía todo y oraba continuamente. Sólo por dos horas perdió sus sentidos, y
cuando se recuperó, con voz casi apagada, dijo: “Martirio, martirio real”, y
después durmió pacíficamente. Era el día 12 de Julio del año 1994, día Martes y
la hora 11 de la mañana y con el antiguo calendario 29 de Junio memoria de los
principales Apóstoles Pedro y Pablo.
Fue
enterrado detrás del templo de san Arsenio, sin saberlo nadie y sin ser llamado
nadie a su entierro. Esta era la voluntad del Yérontas. Que su entierro se
hiciese en silencio y en anonimato.
Después
de tres días, que se dio a conocer su dormición, lo que sucedió es indescriptible.
De todas las partes una gran afluencia de gente venía para venerar y
reverenciar su tumba. Uno veía manifestaciones espontaneas de agapi y devoción.
Otros le imploraban como Santo. Otros por devoción tomaban tierra de su tumba.
Los que tenían algún objeto del Yérontas lo consideraban como una gran
bendición.
Su
Kelia “Panaguda” en la Santa Montaña Athos sufrió un “saqueo piadoso”.
Peregrinos entraron por debajo de la alambrada y subieron hasta el tejado. Se llevaban
lo que encontraban para tenerlo como bendición del Yérontas: vasos, cuchillos,
maderas, alfombritas sucias con barro, cuerdas, papeles y troncos que los tenía
como asientos.
Llantos,
lamentaciones y lágrimas, especialmente por aquellos que habían sido
beneficiados por el Yérontas. Sentían su ausencia, se sentían huérfanos. Pero
después comenzó amanecer la esperanza consoladora de que ahora se encuentra ya
cerca de la Santa Trinidad e intercede por todos.
Encima
de su tumba, en una placa de mármol, fue grabado su poema, que había sido escrito
por él mismo:
Aquí ha terminado la vida
Aquí también mi aliento
Aquí mi cuerpo será enterrado
y alegrándose mi psique.
Mi Santo habita
esto es mi honor
creo que Él tendrá compasión
por mi desastrosa psique
estará orando al Redentor
tener la Panaghía conmigo.
Monje
Paísios el Aghiorita
A.14 MILAGROS DESPUÉS DE SU DORMICIÓN
14.1)
No se alejó de nosotros……………...
14.2)
Fragancia………………………………
14.3)
Expulsa demonio……………………
14.4)
Salvación de un niño…………………
14.5)
Aparición y ayuda a un estudiante…
14.6) Aparición en sueño…………………
14.7)
Aparición admirable y ayuda………
14.8)
Presencia sensible invisible…………
14.9) Intervenciones en accidentes…………
14.10)
Resurrecciones espirituales………...
14.11)
Desaparición de un tumor ………….
14.12)
Curación de una endemoniada…….
14.13)
Recuperación de la vista…………….
A 14.1 “No se alejó de nosotros”
El
Santo no paró de ayudar a los hombres tras su dormición. “Estando aquí presente carnalmente, ya
realizaba milagros sobre los hombres. Y ahora, tras su “ida”, no sólo no se ha
alejado, sino que se ocupa mucho de nosotros y no cesa de ayudarnos.” Liberado
ya de su carne corruptible y padeciente, puede correr más rápido y más
cómodamente a la ayuda de los fieles que le solicitan, y también a veces sin
ser llamado a ayudar a muchos que nunca habían oído hablar de él, indiferentes
por la fe. Los hombres acuden al santo pidiendo su intervención, ya que creen
en su santidad. Su sepulcro se ha convertido lugar de peregrinaje para todos
los ortodoxos. Tiene mucha jaris-gracia increada y bendición. Recibe a los
doloridos y consuela a los entristecidos. Se ha convertido en la nueva Piscina
de Siloé. Cura enfermedades y realiza muchos milagros. Su pequeña celda en el
Monte Athos también se ha convertido en lugar de peregrinaje. Cada día pasan
visitantes que conocieron al santo. Unos para agradecerle la ayuda recibida por
él y otros para ver dónde vivía.
Los
acontecimientos admirables y los milagros que realizan los santos, sus apariciones y sus curaciones,
las vemos en el Yéronta también tras su “dormición”. Sobretodo cura a enfermos
de cáncer y a endemoniados. Se aparece y salva a muchos de accidentes de
tráfico. Muchos enfermos le han visto en los hospitales. Suceden milagros con
objetos personales suyos y despiden un aroma indescriptible.
Son
innumerables los milagros realizados por el Yéronta y suceden nuevos
continuamente. Para dar fe de lo dicho, a continuación se detalla una mínima
parte seleccionada de entre todos sus milagros, manifestados y testificados por
testigos presentes.
A 14.2 Fragancia
El
carisma de su fragancia incluso tras la “dormición” del Santo no ha
desaparecido. Muchos la sienten cuando se prosternan ante su tumba, cuando
visitan su celda en el Monte Athos y otros sienten que su ropa o sus objetos personales
despiden tal fragancia.
Como
testifican los padres que fueron recibidos por el Yéronta en su celda, “al
principio, después de su “dormición”, casi todos los visitantes sintieron esta
incomparable fragancia. Particularmente perfumaba la parte exterior de la
puerta trasera de alambre, donde había un grifo y el Yérontas tenía los dulces
de lukumia (malvaviscos). En este sitio multitud de gente cansada y sedienta
bebían del agua de este grifo, pero principalmente calmaban su sed espiritual
con las palabras del Santo.
“Más
tarde disminuyó, pero no desapareció completamente. Un piadoso peregrino fue a
postrernarse a la pequeña Iglesia y nada más entrar al pasillo, fue rodeado de
una fuerte ola de fragancia”.
Testifica
el Padre A.K.: “El año que “durmió” el Yérontas, hubo Divina Liturgia el día
que se honraba la memoria de su celda. Durante dicha Liturgia sentí un fuerte
aroma que me acompañó hasta el Monasterio de Kutlumúsi y después se fue”.
El
Sr. Tsolákis Basílios, del cuerpo de policía de “Likóstomo de Pélas”, en la
periferia de Macedonia Central, declara: “El año 2001, mi esposa Elena fue con
mi hijo Nicolás a Salónica para hacer unos exámenes médicos, ya que tenía una
enfermedad en los riñones. Llevaba con ella un libro del Padre Paísio. En un momento
dado, teniendo abierto el libro, salió de éste un aroma inexplicable durante
unos diez minutos, la cual sintió también mi hijo. Hicimos los exámenes y el
resultado fue que mi hijo no tenía ningún problema y hasta ahora estaba muy
bien. Desde entonces mi esposa no se separó de este libro”.
Testimonio
de Pedro…desde la ciudad Drama: “Yo no conocí al Yéronta Paísio. El Dios me
iluminó y estuve dos años arrepintiéndome después de su “dormición”.
»Compré
todos los libros del Padre Paísio pero no leí ninguno. Cuando sin embargo
encontré el último, lo dejé todo y me dediqué por completo a su lectura. Cada
noche, después de mi canon, leía cinco páginas. Cada vez que abría el libro del
Yéronta para leerlo, sentía que salía de él un perfume. Tanta cantidad de
libros tenía, pero este perfumaba.
»El
lugar donde me sentaba a leer era una mesa frente al iconostasio. Un día,
estando por el final del libro, cuando me había puesto a leer las cinco páginas
de cada día, de repente vi salir una luz cegadora de los iconos, la cual se
desbordaba como cascadas. Era tan brillante que no podía mirarlo. Bajé la
cabeza. Intenté abrir los ojos y mirar derecha e izquierda, pero la irradiación
era tan fuerte que ni así podía abrir los ojos. Así que los cerré completamente.
Esto duró de unos veinte a treinta segundos. Estaba yo solo, hice la señal de
la cruz, y me quedé asombrado intentando concienciarme y comprender qué era eso
que por primera vez sentí en mi vida.”
Testimonio
de F.A.: “Un 10 de Febrero del año 2005, día de la fiesta de San Jaralambo, fui
a visitar a un compañero mío de trabajo que celebraba ese día y pensé regalarle
un libro del yérontas Paísio.
»A
las 7 de la tarde me llamó por teléfono mi compañero, y emocionado me dice: “He
empezado a leer el libro y he sentido una agradable disposición y emoción. Sin
darme cuenta lo estuve leyendo durante casi una hora, y entonces
sorprendentemente sucedió lo siguiente: de dentro del libro empezó a salir un
perfume tan intenso que me quedé inmóvil y conmovido. Un perfume que inundó
todo el espacio de la habitación. Es la primera vez en mi vida que me sucede
tal cosa.”
A 14.3 Expulsa demonio
Testimonio
de Evangelos K… de Thesalónica: “Desde mis doce años padecía de demonio. Mi
vida se había convertido en un martirio. Después de los exorcismos que me
leían, sentía como si me hubieran atado.
»El
primer sábado de la Gran Cuaresma del año 1995, mi guía Espiritual programó
hacer una agripnía-vigilia en el Monasterio de Surotí. Antes de partir, sentí
una guerra salvaje. En toda la vigilia no sentí nada de sueño. Estaba en el
centro de la Iglesia sentado y alrededor mío había monjas. Terminó la vigilia y
comenzaron a leer aghiasmós (santificación de agua). Me enfurecí. Me llevaron a
besar las Reliquias de San Arsenio. Era la primera vez, lo digo y se me ponen
los pelos de punta, que sentí quemadura también corporal. Al final giré y dije
“Pai, pai…” Me preguntó la abadesa-gerontisa: “Paísios”, y moví positivamente
mi cabeza. Entonces me enfurecí mucho, comencé a gritar, me llevó a la tumba, y
allí clamé tres veces “Santo”. Mientras que yo quería e intentaba marcharme, me
cogieron y a la fuerza me tumbaron en el sepulcro del Yérontas boca arriba.
Entonces vi al Yérontas Paísios incorporándose de la cintura hacia arriba como
si se despertara del sueño, no como muerto. Era exactamente el mismo con barbas
y sus sotanas. Fue cuestión de un segundo. Me tocó con su mano en la frente y
al mismo momento salió humo negro de mi boca. Me tranquilicé totalmente pero el
dolor físico no se marchó inmediatamente. Me dormí y por el dolor físico me
despertaba diciendo: “Me duele mucho”.
»Así
lo pasé durante cuarenta días pero sentí tal tipo de alegría que lloraba.
Quizás fue muy atrevido lo que dije: “Dios mío, aunque tuviera que sufrir por
toda la vida como antes, merecería la pena, si fuese para volver a sentir otra
vez aunque sea por un minuto esta alegría».
A 14.4 Salvación de un niño.
El padre Cristos Tsántalis de Nueva Mikaniona
de Thesalónica y cura responsable de Kerasiá, con nueve hijos, nos dice:
“Algunos de mis hijos jugaban en la terraza de la casa y en algún momento
comenzaron a saltar por la claraboya o patio de luces. Uno de mis hijos de seis
años, que aún no habla bien, quiso también saltar. Se precipitó al vacío y como
una bala salió disparado hacia abajo. Cayó desde la tercera planta. Vinieron
los otros niños asustados y me lo dijeron. Corrí con angustia al fondo del
patio para recogerlo. Me quedé sorprendido cuando vi al niño viniendo hacia mí
amarrillo del susto. Lo llevé al hospital, los médicos lo examinaron y dijeron
que no tenía nada, ni el más mínimo golpe ni rasguño.
»Entendimos
de que se trataba de un milagro, y pensé que el icono milagroso de la Panaghía
de Nueva Micaniona salvó al niño. Le llevé el icono de Ella y le pregunté. “¿Ésta
te ha salvado? Él respondió que no. Me llevó ante la foto del padre Paísios y
lo señaló con la mano, es decir, que él fue quien le mantuvo».
14.5 Aparición y ayuda a un
estudiante
Testimonio
de Jristos Nikolópulos, ingeniero de caminos de la ciudad de Agrinio: “Era
julio de 1995. Me estaba preparando para el último periodo de exámenes en la
sección de Ingenieros de Caminos en la Escuela Politécnica de Atenas. Pero mi
estado era literalmente desesperante. Debía diez créditos o asignaturas y me
había comprometido con mi familia y mis amigos a que obtendría el título en
septiembre. El cumplimiento de mi promesa era imposible. La angustia me
atormentaba y me provocaba mucha tristeza.
»Por
sugerencia de mi madre compré el libro “El Yérontas Paísios” del hieromonje
Cristódulos y lo estaba leyendo. Me había impresionado la bondad del Yérontas.
»Una
mediodía de un Domingo de Julio, dentro de un calor insoportable, y mientras
estaba solo en mi casa leyendo el citado libro, pensé con gran tristeza en mis
exámenes de la Escuela Politécnica y el fracaso eminente, cuando escuché la
puerta del balcón cerrarse con un golpe fuerte. Inmediatamente pensé: “¿Cómo es
posible que se cierre tan fuerte la puerta del balcón, ya que no se mueve ni
una hoja?” Antes de terminar este pensamiento, sentí que alguien entró en mi
casa. Entonces automáticamente me colmé de mucha paz, de indescriptible dulzura
y alegría, primera vez por mí conocida. Decía en mi interior: “Que no acabe
nunca esta situación, ¡qué cosa es esta!” Entonces me giré y vi al santo
Yérontas bendiciéndome y desapareció. Junto con él se marchó también el estado
en que me encontraba. Creía que se había ido por las escaleras. Salté y comencé
a correr como loco por ellas. Bajé abajo, volví a subir, nada de nada. Subí a
la terraza, tampoco lo vi allí.
»Entonces
me senté pensando en el acontecimiento y me conciencié mejor de lo que había
sucedido. Me sobrecogió un temor y con la mano temblando escribí en el mismo
momento lo que me había sucedido para no olvidarlo.
»En
septiembre aprobé todos los exámenes y obtuve el título. “¿Cómo ha pasado
esto?, me preguntaban, “¡esto es increíble! “Y a pesar de esto”, yo decía en mi
interior, “y otras cosas son increíbles” (el estado en que me había encontré
entonces)”. Doxa-gloria y gracias a Dios.»
12.6 Aparición en sueño
Testimonio
de Keti Patera: “Me dieron un fármaco para la osteoporosis y había perdido diez
kilos en pocos días. No me sentía bien. Estaba muy agotada. Una noche antes de
dormir, miré la fotografía del Yérontas y le dije: “Páter, no me encuentro
bien”. Le vi en mi sueño y me dijo: “Vine porque me lo has pedido. Léete bien
la receta del fármaco que tomas”, e inmediatamente desapareció. Salté de la
cama y leyendo la receta vi que el fármaco era para la gordura. Si hubiese
continuado tomando este fármaco me habría muerto. El Yérontas está siempre
cerca de nosotros y no le vemos. »
14.7 Admirable aparición y ayuda
Testimonio
del señor Nicolás Xinarís, habitante de la ciudad Pafos de Chipre: “Mi profesión
es fontanero. Un día de julio de 1997, terminé mi trabajo y recogí mis
herramientas para ponerlas en el coche. Estaba anocheciendo, no veía bien.
Había un alambre para tender la ropa y
en su extremo estaba colgado un gancho de dos centímetros. Una vez que hube
recogido las herramientas y me levanté para ir al coche, entró el gancho en mi
ojo y me quedé paralizado como un pez en el anzuelo.
»Clamé
“¡ayuda!’” con todas mis fuerzas. Vino corriendo el dueño de la casa, me vió y
me dijo que sacara el gancho. Le dije que no, porque tenía miedo de quedarme
ciego. Le dije que fuera a mi coche para traerme un alicate para cortar el
alambre y llevarme a urgencias para que me quitaran allí el gancho.
»Hasta
que él se fue y volvió, yo lloraba y me
afligía porque tenía tres hijos y no quería que tuviesen un padre ciego.
»En
aquel momento apareció delante de mí un hombre delgado con sotanas negras. Nada
mas ver a este hombre y santiguarme, sentí un escalofrío y noté su mano debajo
de mi mejilla empujando mi cabeza hacia arriba y así salió el gancho de mi ojo.
»Cuando
volvió el hombre que había ido a traerme los alicates, fuimos a urgencias. Los
médicos me examinaron, les conté lo sucedido y no lo creían. En la pupila del
ojo había un corte. Me dieron una pomada y por cuatro cinco días debería tener
mi ojo cerrado con una gasa.
»El
día siguiente entrando en una tienda veo en lo alto de la pared al hombre que
había aparecido delante de mí. Pregunté a la señora que tenía la tienda que
quién era. Me dijo que es un monje muy famoso que se llama Paísios. Debía
llevarme esta fotografía, porque era algo de inestimable valor para mí. La
supliqué para comprar la foto y le daría el dinero que hiciese falta. Ella me
dio el libro que escribe sobre el padre Paísios. Lo leí el mismo día y a partir
de entonces lo tengo en mi coche como amuleto».
14.8 Invisible presencia sensible
Un
peregrino emocionado, en el año 2000 narró el siguiente testimonio: “ Vine a la
Santa Montaña cuando aún vivía el Yérontas Paísios. Junto con un grupo grande,
una vez tomadas las instrucciones del Monasterio Ibiron, partimos para visitar
al Yérontas. Desgraciadamente nos confundimos por el camino y no pudimos
encontrarlo.
»En
1998 que volví a visitar la Santa Montaña Athos, fui para reverenciar por lo
menos a su Kelia, ya que el mismo había muerto. ¡Fue muy grande la alegría y la
serenidad que sentí! Pero marchándome, sentí una gran tristeza y depresión: “¿Por
qué yo no fui digno de conocer al Yérontas durante mi anterior peregrinaje,
cuando aún estaba vivo?. ¡Si sólo su Kelia me inundó de tanta alegría, qué
bendición inconcebible sería su presencia!
¿Por qué soy tan pecador, para que me haya privado de esto?”.
»Una
depresión y aflicción me estaba presionando. Me presionaba para no llorar.
Mientras bajaba por el senderito con mis pensamientos para salir al camino
empedrado del Monasterio Ibiron, de repente sentí una mano abrazándome
fuertemente y después tocándome con cariño en la espalda, mientras a la vez
escuché una voz consoladora diciéndome: “Que te vaya bien, valiente mío”.
»Al
mismo momento una fragancia fuerte inundó la región y un deleite indescriptible
colmó mi psique, haciendo desaparecer totalmente mi aflicción anterior. Aunque
no apareció su cara, yo sentí como si hubiese conocido al Yérontas.
14.9 Intervenciones en accidentes de
coche.
El
señor St., de la ciudad Kalamata, habitante de Atenas, viajaba con su coche
hacia la ciudad Ioanina. En la carretera fue víctima de un choque frontal, durante el cual su coche quedó
literalmente disuelto y él fue gravemente herido en la cabeza. Fue transportado
al hospital inconsciente e ingresó en cuidados intensivos.
Mientras
se encontraba en este estado, vio una nube luminosa y en el medio un monje de
edad avanzada. A pesar de que no tenía una relación especial con la Iglesia,
porque aquellos días había oído de un conocido suyo sobre un tal yérontas
carismático, Paísios, dentro de su sorpresa preguntó espontáneamente al monje:
-¿Eres
el yérontas Paísios?
El
Yérontas no respondió, sonrió, le acarició ligeramente en la cabeza y le dijo:
-¡No
temas, te pondrás bueno!
El
señor St. volvió en sí mismo. Aunque estaba perplejo ante la paradójica
experiencia, y a pesar de que ignoraba al admirable visitante, creyó en su
confirmación. De hecho se lo relató con intensa expresión también a los
médicos. Y ellos, sorprendidos, comprobando su mejoría humanamente
inexplicable, confesaron:
-¡Realmente
se trata de un milagro!
Una
vez que salió del Hospital, en el camino pasando delante de una librería
sorprendido contempló a su salvador en el escaparate. Reconoció su figura en la
página exterior de un libro. Así descubrió a su benefactor y lleno de gratitud
lo compró y lo leyó.
Emocionado
vino a reverenciar en la “Panaguda” en enero 1998, donde también nos relató el
anterior acontecimiento. Aparte de que le salvó de una muerte física segura, la
intervención del Yérontas ha cambiado radicalmente también su vida. Buscó
Pnevmatikós-Guía Espiritual y se confesó. Dejó de hacer vida mundana a pesar de
las presiones intensas de sus parientes. “Me es imposible continuar en las
mismas cosas; en mi nus viene continuamente el sonriente y luminoso rostro del
Yérontas”, decía con lágrimas en los ojos.
***
Testimonio
de un monje aghiorita: “Dos laicos visitaron la skiti “Panaguda”. Tras haber
reverenciado, pidieron escuchar algo sobre el Yérontas. Entre otras cosas les
dije que de los peregrinos que pasan tenemos muchos testimonios sobre las
admirables señales, también después de su dormición (apariciones, terapias,
intervenciones en accidentes de coches, etc.). Cuando uno de estos dos escuchó
la frase “accidentes de coche” salieron lágrimas de sus ojos y dijo de un modo
intenso a su amigo:
-¡Has
visto, en accidentes de coche!
Al
final me rogaron que les contase aunque sea un milagro y preferiblemente una
salvación de accidente de coche. Le conté un caso reciente. Apenas llegué al
punto “dentro de una nube luminosa se le presentó un monje”, el mismo peregrino
que me había interrumpido, no aguantó y gritó:
-¡A
mí también se me presentó como nube luminosa!
»Con
brevedad me relató su propia salvación milagrosa, no pudiendo decir más por la
emoción:
-¡Corría
con mi moto a 140 km por hora… Me clavé en un coche… delante de mí se abrió una
nube luminosa y se presentó un monje… no me pasó nada! Mi mujer me sugirió:
“Busca en los libros, mira las fotos para encontrar quién era”. El primer
descubrimiento fue por un calendario de la academia Athoniada de la Santa
Montaña Athos, en una fotografía entre los alumnos de la Academia… ¡Me ha
salvado la vida!
***
Narración
de un piadoso sacerdote casado que estudia en Thesalónica: “Hace tiempo vino un
joven y me dijo: “Páter yo ayer debería haber muerto. Mientras corría a gran
velocidad con mi moto caí encima de un coche y salté a lo lejos. En aquel
momento vi un padrecito cogiéndome fuertemente de la mano derecha y así no me
pasó nada”
»Yo
(el sacerdote) le indiqué algunos iconos de Santos y fotografías de Yérontas
contemporáneos. Apenas vio al yérontas Paísios, gritó emocionado: “Éste era”.
»Después
de unos días volvió a venir y me dijo que posteriormente descubrió en un
bolsillito de su chaqueta en el brazo derechos justo de donde le cogió el
Yérontas, dos iconitos pequeños, una de
Cristo Dios y otro del yérontas Paísios que su madre a escondidas las había
puesto allí”.
14.10 Resurrecciones espirituales.
La
mayoría y los más grandes milagros del Yérontas son los milagros éticos. Muchos
hombres indiferentes religiosamente, ateos por convicción, sin valores éticos,
sea por alguna aparición suya después de muerte, sea a menudo por la lectura de
algún libro suyo, resucitaron espiritualmente, entraron con celo en la Iglesia
y algunos también al estadio monástico.
Un
joven vivía en la ignorancia y en el pecado. No por suerte cayeron en sus manos
las Epístolas del Yérontas y literalmente se conmocionó. Cambió su vida y deseó
la vida monástica.
Confiesa
otro de los muchos jóvenes: “Yo hace seis años era anarquista. Me ponía
pendientes y tomaba drogas. Uno del grupo tenía un libro del padre Paísios y me
lo dio. Por curiosidad eché una ojeada, me llamó la atención y el interés y en
una noche lo acabé. Desde entonces mi vida ha cambiado totalmente.
El
señor Nicolau Georghios, de Ampelokipus de Atenas. Escribe: “Un Domingo de
Octubre del año 1996 me fui a la Divina Liturgia con un amigo mío al Monasterio
de san Juan en Karea (Atenas). Quería que hicieran un responso a mi madre que
cumplía un año desde su muerte. Era la primera vez que iba a la Iglesia después
de muchos años.
»Cuando
terminó la divina Liturgia, fuimos a la exposición del Monasterio y vi un libro
del yérontas Paísios. En aquel momento mi corazón voló. Inmediatamente compré
el libro y cuando llegué a mi casa, mi primera preocupación fue la lectura. En
el mismo momento que leía el poema que había mandado el padre Paísios a su
madre, algo cambió en mi interior. Comencé a llorar con sollozos, se suavizó mi
corazón y comencé diciendo en mi interior con lágrimas: “¡Dios mío, ayúdame a
mí también por las intercesiones del santo yérontas Paísios a hacerme monje!”
No lo había meditado salió sólo. ¡Lo admirable es que hoy en día después de
seis años de este acontecimiento, estoy preparándome para hacerme monje!
»De
repente mientras leía el libro, perdí mis sentidos del espacio y del tiempo por
pocos segundos y veo al santo yérontas Paísios cogiendo de su mano a mi
bienaventurada madre. Me conmocioné porque lo que había visto era vivo totalmente.
Lo comenté a un Yérontas con discernimiento, quien me dijo que esto era
verdadero y no una fantasía demoníaca. Comencé pues a ir a la Iglesia cada
Domingo y en las fiestas. Después, un poco antes de las divinas Navidades del
1996, me confesé por primera vez en mi vida y sentí un gran deleite y
recogimiento en el interior de mi psique. Jamás me había sentido así otra vez
en mi vida. Sólo Cristo Dios trae serenidad y paz en la psique.
»En
mayo del 2002 me digné ir a reverenciar a la “Panaguda”. Durante mi permanencia
allí sentía por espacios de tiempo una fragancia indescriptible, incluso fuera
en el patio».
Un
militar superior era seguidor de los dodecateístas (doce dioses) y sobre todo
hacía propaganda en su cuartel. Leyó un libro del yérontas Paísios y en el
mismo momento fueron derrumbados de su interior los ídolos de los dioses del
Olimpo y creyó en el verdadero Dios. Ahora va a menudo y reverencia el sepulcro
del Yérontas y reparte su icono.
14.11 Hace desaparecer un pequeño
tumor
Testimonio
de Vasilikí Kofidu de Thesalónica: “El año 2005 en el párpado de su ojo derecho
se presentó un pequeño tumor. El médico me dijo que debería operarse porque si
lo dejaba existía el peligro de que se hiciese grande y se cerrase mi ojo.
»Me
fui a la tumba del padre Paísios y tomé aceite de su candil y cada día lo ungía
y le rogaba que me sanara. Una mañana que limpiaba el cristal de mi mesita de
noche vi que algo caía encima mío. Me quedé extrañada y miré para ver qué era
eso y de dónde había caído. Entonces comprobé que era el tumor de mi ojo.
Glorifiqué a Dios y agradecí al padre Paísio que escuchó mi oración y así evité
la operación.
14.12 Terapia de una endemoniada
Una
mañana de Diciembre del año 1996 en la exposición del Monasterio de Surotí, se
encontraba allí la hermana responsable y un matrimonio con su niña pequeña y su
padre, dos mujeres de mediana edad y un hombre joven. De repente se oyó un
fuerte grito. Una de las mujeres, bastante corpulenta, se cayó al suelo y
empezó a golpearse y a gritar salvajemente. Movía la cabeza rápido de un lado a
otro. El espectáculo era muy desagradable. La mujer con la niña pequeña
salieron fuera, mientras que los otros se acercaron para ayudarla. La mujer
mugía, resollaba y decía con una voz de tono salvaje, amenazadora y masculina:
“os arreglaré yo a vosotros que no creéis, os mostraré yo… he aquí, dentro de
un poco os tendré todos en mi mano con el 666… me estaréis reverenciando todos…
perdidos, idiotas, imbéciles…” y otros insultos.
Después
empezó a gritar y parecía asustada. “Paisio, me quemas, quieres mandarme de
nuevo a la tártara… Y esta tonta, perdida me trae siempre a los monasterios…
¿por qué la ayudas? Me quemas, me quemas”, y chillaba más fuerte aún. Se pegaba
tan fuerte que temimos que se rompiese la cabeza. Era claro que la molestaba el
demonio.
“A…aaaa,
gritaba ora vez… He aquí, vino también María ahora…, me quemas Paisios”, dijo
con una voz fuerte y se quedó inmóvil como mareada.
Algunos
de los allí presentes, dudosos se acercaron para ayudarla, mientras que las
mujeres se ocupaban de taparla con su ropa. Cuando ya estaba mejor, la
levantaron del suelo. Había abierto sus ojos y lloraba serenamente sin hablar.
Una gratitud se derramó desde las profundidades de su corazón.
“Te
agradezco, Yéronta… Te agradezco Dios mío”, decía y repetía con mucho
agradecimiento. Se levantó, se fue delante del icono de la Panaghía con
sollozos fuertes: “Dios mío… Dios mío. Cómo me has aceptado a mí la indigna…
Gracias Dios mío, gracias Yéronta… Dios mío, no merecía este tipo de ayuda”.
Toda
la escena era muy conmocionante. Después saludaron con gratitud a la hermana
para marcharse. Marchando la mujer dijo que tenía un demonio que la castigaba y
fatigaba mucho y que la noche anterior vio en su sueño al yéronta Paísio que la
dijo: “Ven a mi tumba y te sanaré”. Vino al Monasterio, preguntó dónde estaba
la tumba del Yérontas, reverenció la tumba y después vinieron a la exposición
donde sucedieron los anteriores acontecimientos.
14.13 Devolvió la vista
Testimonio
de una Rusa, la señora Larisa Nicolaebna Máloba, médica de Moscú: “Sufrí un
accidente con el resultado que mi ojo izquierdo hubo perdido totalmente su luz.
Me trajeron al primer Hospital General de Moscú. Las habitaciones estaban
completas, por eso me pusieron a dormir en el pasillo. Por la noche no dormí
nada. Hacía oración y me afligía mucho. Por la mañana, mientras estaba en un
estado entre sueño y despierta, vino el padre Paísios, le vi claramente delante
de mí y le reconocí, porque había leído un libro en relación a su vida. Me
cubrió la cabeza con una toallita y desapareció. Al mismo momento entendí que
mi ojo ciego veía. Los médicos no hizo falta que hiciesen nada. Estuve
hospitalizada en la clínica anterior desde el 4 hasta el 11 de Febrero del año
2002. El número del historial médico de mi enfermedad es el 31.171.
»Agradezco
a Dios por Su misericordia hacia mí y al padre Paísios por su ayuda».
FIN PRIMERA PARTE ( Parte II, en proceso de traducción)