VIDA DE OSIO PAÍSIO EL ATHONITA (PARTE I)




INDICE


INTRODUCCIÓN

PARTE I. RESUMEN DE SU VIDA

A 1  SUS ANTEPASADOS CARNALES Y  ESPIRITUALES.
A.1,1 La fronteriza región Farasa
A.1,2 Su familia
A.1,3 Bautizo y desarraigo
A 2  ENTRENAMIENTOS ASCÉTICOS
A.2,1 Educación “ en enseñanza e instrucción  del Señor”
A.2,2 Ejercicios infantiles
A.2,3 Carpintero
A.2,4 Niño agraciado
A.2,5 Con la Cruz como conductora
A.2,6 Zeoptía-Visión divina
A.2,7 Preparación para la vida monástica
A.2,8 Cuidado por los demás
A.2,9 Peligros y pruebas
A.2,10 Apoyo de su familia

A 3 SERVICIO MILITAR

3,1 Radiotelegrafista filótimo espléndido
3,2 Calamidades
3,3 Las ascesis y experiencias
3,4 Sacrificio por los demás
3,5 Ayuda desinteresadamente y es calumniado
3,6 Salva su unidad de soldados
3,7 Auto-sacrificio   
3,8 Ora entre balas
3,9 Desobediencia a un blasfemo

A4 BÚSQUEDAS Y PREPARACIÓN

4.1 Primera visita a la Santa Montaña Athos
4.2 Trabajo y preparación


Α5 CENOVIATA EN EL MONASTERIO DE ESFIGMENO

5.1 Impedimento antes de su marcha
5.2 Cenobita en el Monasterio de Esfigmeno
5.3 Prueba y servicios
5.4 Luchas de principiante
5.5 Me torturó la agapi de los míos
5.6 Manifestaciones demoníacas
5.7 La oración y bendición al recibir la sotana
5. 8 Ve al Cordero coleando
5.9 Trabajador níptico
5.10 Obediencia sangrante
5.11 Visita de la Divina jaris energía increada
5.12 Marcha hacia la hisijía





A6 EN EL MONASTERIO IDIORRÍTMICO DE FILOTHEU

Obediente al Yérontas
Servidor bien dispuesto y luchador desapercibido
Loyismós de soberbia u orgullo
Tentaciones “tankalísticas-endiabladas”
Inventa la forma de ayuda
En Kónicha para terapia
La providencia de Dios
Monje de pequeño hábito
Relación con Padres virtuosos
Bendiciones de la Panaghía
Recibe apocálipsis-revelación



A7 EN EL MONASTERIO STOMIO DE KONICHA

7.1 Restauración del Monasterio
7.2 Impone el respeto
7.3 Salta al precipicio
7.4 Exhumación de los restos de San Arsenio
7.5 Esfuerzos, ascesis e hisijía
7.6 Protector de los pobres y de los huérfanos
7.7 Afrontamiento de la tentación con martirio
7.8 Luchas antiheréticas
7.9 “Conducido por el Espíritu Santo”
7.10 Ataques demoníacos
7.11 Salvación por la divina providencia
7.12 Visita nocturna de la Panaghía
7.13 Verdadero sueño demoníaco
7.14 Familiaridad con los animales salvajes         
7.15 Otros acontecimientos de Stomio
7.16 Su marcha de Stomio


PARTE II. BIOGRAFÍA EN UNIDADES TEMÁTICAS

B 1,1 Ξε­νι­τεία Xenitía extrema
B 1,2 Obediencia
B 1,3 La humildad auténtica riqueza
B 1,4 Obrero y predicador de la μετάνοια metania
B 1,5 Pobreza o insolvencia
B 1,6 «Áskisis-ascesis insaciable»
B 1,7 Esfuerzo y trabajador incansable
B 1,8 Aroma de εὐ­λα­βεια eflavia devoción o piedad.
B 1,9 “Amó la justicia”
B 1,10 Φι­λό­τι­μο Filótimo
B 1,11 Confianza en ls divina providencia
B 1,12 Ángel de la paz
B 1,13 Faro de discernimiento
B 1.14 Amante de la hisijía
B 1,15 Nipsis
B 1,16 La oración- Su típico o canon
B 1,17 La apazia-sin pazos
B 1.18  Agapi majestuosa





INTRODUCCIÓN

Sobre el bienaventurado Yéronta Paísios y ya santo de nuestra Iglesia se han publicado por varias personas muchas cosas, que realmente han beneficiado mucho y le han hecho más conocido. Todas las cosas que han circulado se refieren principalmente a su enseñanza y a sus milagros con poquísimos elementos biográficos.
La falta de una biografía sistematizada del santo Yérontas, la ha acreditado uno de sus hijos espirituales, nuestro Yérontas hieromonje Isaac, y decidió completar el vacío. 
(El prólogo está escrito por la compañía o séquito del yérontas Isaac, hace eco de sus puntos de vista y opiniones y explica todo el esfuerza de redacción de la “Βίος (víos) Vida del yérontas Paísios”).
El yérontas Isaac comenzó la redacción dos años más o menos después de la dormición de san Paísios (29-6-94) ayudado de su séquito o compañía, y se estaba acercando a su conclusión. Pero la dormición del yérontas Isaac (3-7-98) aplazó la edición de la preparada casi biografía.
Permaneció sin editar, porque, mientras aún hacía falta de rectificaciones y complementaciones, las dificultades y las condiciones que se formaron después de nuestro orfanato fueron inadecuadas para tal evento. Además había también añadida la obvia debilidad por parte nuestra. Por eso en más de tres años la biografía permaneció intocable.
Las cosas que nos empujaron para la complementación de esta biografía eran el deseo y los esfuerzos o cansancios de nuestro Yérontas para la edición, y la sugerencia e incitación de muchos hermanos.
Algunas veces nos habíamos desanimado y pensábamos abandonar como inadecuados para esta obra difícil y responsable. Nos contenía el temor de no falsear al santo Yérontas, y en vez de beneficio sea producido perjuicio espiritual y escándalo. Teníamos la sensación del niño pequeño que intenta hablar de algo grande, lo cual supera sus medidas, y no encuentra las palabras y el tropo (forma, manera o modo) de expresarlo.
Mientras vivía san Paísios no tuvimos la precaución con nuestro Yérontas de guardar apuntes, grabarlo en casete, fotografiarlo o reunir elementos, datos e informaciones con el propósito de hacer nosotros su biografía. Nos rellenaba con su presencia, nos bastaba sólo con verle y escucharle. Quizás se considere como una falta por parte nuestra, pero tenemos nuestra conciencia tranquila de que hemos hecho algo que no desagradaría ni entristecería al santo Yérontas.
La única provisión fueron los apuntes de sus respuestas en preguntas personales sobre temas espirituales de la lucha diaria. En estas preguntas, el Santo, se refería de ejemplos de sus propias luchas y combates, de acontecimientos sobrenaturales y de tentaciones demoníacas. Principalmente nos hemos basado en las cosas que ha salvaguardado nuestra memoria, muchas de las cuales no sólo una vez las hemos escuchado. Sus logos, que los teníamos escondidos en nuestros corazones, ahora las hemos trasladado en papel para beneficio común de nuestros hermanos.

Muchos, laicos y clérigos, que han conocido el Santo, al ser informados de nuestro intento pusieron a nuestra disposición, unos espontáneamente y otros después de nuestra petición, material valioso, epístolas del santo Paísios, casetes, fotografías, apuntes y testimonios. Todos estos datos que echan mucha luz y completan muchos vacíos de la Vida Βίος (víos), se han utilizado con cuidado y responsabilidad. Pasaron por muchas tamizas y fueron bien aventados, para que queden sólo limpios y lúcidos para los fieles.
Algunas cosas de estas no concordaban con la realidad y el espíritu del Santo. Otros por devoción sin discernimiento sobre-enfatizaron y engordaron algunos acontecimientos. Otros por su parte no entendieron y transmitieron tergiversados sus logos. Hubo también unos pocos que se expresaron negativamente sobre su persona, quizás por ignorancia y no por mala intención y disposición. Ojalá que Dios no lo atributa o no lo tenga en cuenta.
En nuestro intento de hacer la biografía pusimos como canon, regla la verdad, “principio de tus logos la verdad” (Sal 118,160). Es decir, intentamos presentar el Santo tal y como le hemos conocido, tal como era, sin intentar agrandar y mitificar o idealizar por la agapi y la admiración.
Una gran parte de la Vida Βίος (víos) del santo es esencialmente autobiografía, porque el mismo santo Yérontas es la fuente de nuestras informaciones. De sus incuestionables labios y de modo inmediato provienen la mayoría de los relatos o narraciones. Pero las cosas y realidades que hemos escrito son pocas, pobres y débiles, y no agotan su riqueza espiritual. No sólo no exageramos, sino que sin querer somos muy injustos con el Santo, por las siguientes razones:
Su Βίος (víos) Vida interior como también la Vida Βίος (víos) Βίος de los santos, era secreta, oculta, in-considerable y no visible (no compulsada). Ha develado algunas experiencias para ayudarnos, pero escondía muchísimas más. En sus relaciones con nosotros, dominaba el elemento humano que escondía su grandeza. Lo más básico es que nuestra ceguera espiritual e insuficiencia nos han impedido ver más espiritualmente al Yérontas, de modo que podamos presentarle más fielmente. Si nuestro estado espiritual fuera mejor, por supuesto que sería mejor también su biografía. Porque como es sabido, para que uno pueda hacer la biografía de un santo, debe ser el mismo santo, y sobre todo a su medida y a su estado espiritual. Decía el santo Yérontas que las Vidas Βίος (víos) de los santos están escritas por santos, son admirables.
Por tanto como “y el pozo es hondo y bomba de agua no tenemos” (s.s Jn 4,11), es decir, nuestra debilidad no es suficiente para abordar y presentar su magnitud espiritual, pues, nos hemos delimitado a la sencilla y fiel exposición de los datos y elementos. Sólo intentamos ser testigos fidedignos y nada más.
A pesar de esto, dentro de nuestros escritos bastos sin arte, surge el Santo moviéndose con comodidad entre la tierra y el cielo, burlándose del diablo pero también compasivo con él, y co-alimentándose con pléyade (legión)  de santos. Se revela pobrísimo, pero con riquísimas bendiciones que con su oración baja desde cielo a la tierra. Flaco y enfermo, pero poderosísimo y candente con la jaris (energía increada) de Dios, que ante él retroceden incluso las leyes naturales; monje ciudadano eremita, pero muy cerca a las necesidades de los hombres; asceta severo de sí mismo, pero filántropo (amigo del hombre) hasta auto-sacrificio a favor de los débiles, los enfermos, los desgraciados y a los que les cometen injusticias. 

Todos los elementos y los datos de su Βίος (víos) Vida son imposibles de ser contenidos en un tomo. Por eso se han escogido representativamente los más potentes y didácticos (instructivos). Se han omitido las cosas de la enseñanza del Santo, que reúne unos cuantos tomos, cantidad de sus epístolas y más de doscientos milagros testificados. Nuestro propósito nos es presentar un “catálogo de milagros”. Porque es normal que en uno que llega a la “cúspide” de las virtudes y adquiere la divina jaris (energía increada gracia) que operen los jarismas (dones) y hacer milagros. Pero lo interesante y buscado es cómo ha llegado hasta allí, qué se sendero caminó y de qué modo luchó y combatió contra los pazos, las tentaciones y los demonios. Mucho más que sus milagros nos ha conmocionado su gran abnegación, sus valientes luchas para la agapi (increada) de CristoDios, su acribia exactitud y precisión monacal y su sentido sutil para la vida espiritual, su agapi sacrificante para cada hombre y su conducta y su actitud patrística que reposaba y sosegaba a cada hombre.

El libro lo hemos dividido en dos partes:
En la primera parte, donde es presentada “La amplitud de su Βίος (víos) Vida”, se hizo el esfuerzo dentro de un marco crónico y local que se vea a medida de lo posible más sencilla, pero también completa su trayectoria luchadora y combatiente desde su nacimiento hasta su dormición. En catorce unidades-capítulos con base y eje el lugar de permanencia cada vez del Santo, son colocados en forma roseta datos biográficos, luchas, milagros y varias actividades de sus actividades.

El segundo tomo “Escritos biográficos en unidades temáticas” como un acto imprescindible de complementar y explicar la primera parte. Con esto es abordado y comprendido más profundamente y mejor el Santo. Cada una de las dos partes mantiene una independencia e integridad -podrían editarse por separado- sin embargo tienen simultáneamente una profunda unidad interior. Es decir, la segunda parte es también biografía. No sigue una orden cronológica, pero contiene acontecimientos biográficos ordenados en unidades temáticas.
[1]. El arreglo en tres unidades (Virtudes, C-Jarismas, Oferta) está basado en el pasaje de Luca 1, 15-16: “No beberá vino ni sidra” (ascesis, lucha y combate) – “y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre” (divina jaris, energía increada) – “Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos” (oferta). El mega (gran) Juan el Precursor atravesó y pasó por estos estadios, aunque con otro orden, porque fue consumado como profeta desde el vientre de su madre. Todos los santos primero lucharon y combatieron para que sean catartizados, purgados y sanados de los pazos aplicando y cumpliendo los logos-mandamientos, de los que nacen las virtudes y después recibieron la divina jaris. En el tercer estadio se observa la disposición y repartición de los c-jarismas para la sotiría redención, sanación y salvación de los seres humanos.

El concepto central de la segunda parte constituye la divina jaris (energía increada gracia). Para adquirirla el Santo, primero combatió contra los pazos y el pecado y después fue consumado en “buen economista de la variedad de la jaris de Dios”.

En el capítulo “Virtudes del Santo” se refiere de modo práctico varios acontecimientos de su Βίος (víos) Vida, que han caído en nuestra percepción. Son asentados en capítulos con la condición común la virtud que está escrita en el título de cada capítulo. No es referida su didaskalía enseñanza, sino sólo epigramáticamente algunos de sus elementos. Pero a donde hizo falta ser recalcado algo para que se vea mejor su espíritu, se ha puesto algo más.

Su “C-Jarismas, Dones”, varios y sobrenaturales, ordenados por género, se ven más clarividentes por los testimonios del mismo y de los otros. Han sido escogidos representativamente pocos, sin comentarios, sino sólo donde hemos creído necesaria una explicación.

La extensión, el fondo y el valor de su Oferta u Ofrecimiento es imposible que sean valorados y ser contenidos en unas pocas páginas. Porque teniendo la variedad de los divinos c-jarismas, naturales e inviolables, sin esfuerzo ni aspiración humana, ofreció la riqueza de la divina jaris increada en las hambrientas y sedientas psiques. Simplemente se refieren algunos sensibles sectores dónde ayudó especialmente.

Para que las imprecisiones sean evitadas y también todo tipo de errores, hemos puesto nuestros escritos a juicio e inspección de hijos espirituales del yérontas Paísios y de otros Padres.

Los debemos muchos agradecimientos y muchos favores:
A nuestros hermanos, los que han visto, rectificado y completado la Vida Βίος (víos); la contribución de ellos fue con todo corazón y esencial. Sin la ayuda de ellos la Vida Βίος (víos) del santo Yérontas sería muy incompleta y con muchos errores.

 También a los demás colaboradores que nos han confiado varios datos. Incluso aquellos que inspeccionaron los escritos, nos han hecho sugerencias y rectificaciones, y dedicaron bastante tiempo y mucho esfuerzo hasta que esta obra tome su forma definitiva. Finalmente a los que contribuyeron de cualquier manera visible e invisiblemente a la mejor presentación de la edición, y contribuyeron a que salga a la luz pública diez años después de la dormición de san Paísios.

Con todo nuestro cariño agradecemos especialmente a nuestro respetado yérontas Gregorio, Guía Espiritual del Santo Monasterio san Juan el Precursor del pueblo Metamorfosis, por su solidaridad múltiple y variada en todo el esfuerzo por escribir la Vida Βίος (víos) Βίος y por hacerse cargo de los gastos de edición.

Para todos ellos imploramos la jaris (energía increada) de Dios y las bendiciones del Yérontas Paísio.

Para facilidad de los lectores apuntamos algunas explicaciones:
Muchas operaciones, luchas, combates y acontecimientos son entendidos y explicados por su coherencia. Lo que dijo el Yérontas no se debe generalizar indistintamente, sin discernimiento. Algunas cosas fueron dichas sólo para un caso concreto y no son válidas para todos. “El mismo fármaco puede perjudicar o beneficiar según el organismo”.

Se presentan aquí algunas tesis, posiciones del Yérontas sobre temas eclesiásticos, nacionales, monacales, etc. Su posición, la que aspiraba ser conocida a los demás, era totalmente espiritual y apazís sin pazos; por eso se presenta sin la mínima intención y disposición de que alguna persona pueda ser ofendida, herida y expuesta

Los testimonios son tal y como fueron depositados. Algunos un poco largos se hicieron más breves sin ser alterados. Por supuesto que es respetado el deseo de los que pidieron que sus testimonios fueran anónimos.

Terminando estas explicaciones prologológicas, desde esta posición estamos débiles e imposibilitados a expresar nuestro agradecimiento merecido hacia el Santo por todo lo que nos ha ofrecido. Sólo pedimos desde el fondo de nuestros corazones que nos perdone por lo que hemos pecado en su agapi y particularmente por nuestro atrevimiento de editar su Βίος (víos) Vida. Pero le rogamos a que ilumine el nus (espíritu de la psique) de los lectores de modo que puedan a entender correcta y ortodoxamente y que sean beneficiados espiritualmente. Teniendo el conocimiento de muestras imperfecciones, faltas y errores, y con mucho gusto aceptaremos cualquiera de las observaciones e indicaciones que provienen de la agapi para la apocatástasis (restablecimiento) de la verdad.

Si el lector encuentra errores en algunos puntos de las aromatizadas luchas del santo Yérontas, estos por supuesto no provienen de san Paísios, ni de su biógrafo padre-Isaac, sino de los que se han cuidado del libro de la “Vida Βίος (víos) de san Paísios”.

Pero si alguna psique se despierta y se calienta (espiritualmente) por las hazañas del Santo y asume lucha espiritual, pues, que glorifique al venerable nombre del gran Dios y Salvador nuestro Jesús Cristo, “en el cual pertenece la doxa-gloria increada y la reverencia junto con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amín.

Συ­νο­δεί­α γέ­ρο­ντος ­σα­άκ    Séquito del yérontas Isaac             
Κα­λύ­βη ­να­στά­σε­ως              Kalivi de la Resurrección
Κα­ψά­λα                                                                     Kapsala
Κα­ρυ­ές ­γιον ­ρος         Kariés, Santa Montaña Athos




PRIMERA PARTE. RESUMEN DE SU VIDA



A.1  SUS ANTEPASADOS CARNALES Y  ESPIRITUALES.

1,1 La fronteriza región Farasa
1,2 Su familia
1,3 Bautizo y desarraigo

                                


   A. 1. SUS ANTEPASADOS CARNALES Y  ESPIRITUALES.

1,1 La fronteriza región Farasa

Fárasa o “Barasió” es la patria del Yérontas Paísio, que antes del intercambio de población era un pueblo recogido, bien cuidado y el  principal de la fronteriza Grecia Románica de Capadocia. Los seis pueblos de Farasa se encuentran a unos doscientos kilómetros más o menos al sur de Cesárea. Aunque aislados al fondo de Asia Menor, consiguieron mantener inalterada la Ortodoxia, la conciencia nacional y su lengua. 

Los “Farasiotas o Barasiotes” eran reconocidos y famosos por su valentía. Gracias a su fortaleza, su pueblo se mantuvo sin ser invadido por los Tsetes (rebeldes turcos), como una parte libre de la Romanidad helénica (territorios griegos conquistados por el imperio romano) en los extremos  de Capadocia. Tal es así, que muchos perseguidos por los turcos encontraban allí refugio. Por esta razón, justamente llamaban a los Farasiotes Macabeos[1].  
1. Familia judaica de sacerdotes que lideró la batalla contra  Antíoco IV Epífanes (175­164a.C.). Metafóricamente significa el luchador celoso y valiente por la fe y por la patria.

Pero también las mujeres de los Farasiotes no eran menos en valentía y heroísmo. Una vez los turcos perseguían a un grupo de mujeres para detenerlas. Entre ellas estaban también algunas familiares del Santo. Ellas prefirieron caer al río y ahogarse, salvando así su fe y su honor, antes de que las capturasen los turcos y ridiculizarlas a sus harenes.

En Farasa había cincuenta Iglesias Ortodoxas. Algunas eran antiguos Monasterios que alguna vez estuvieron en auge. Había muchas fuentes de agua bendita, conocidas en todo Capadocia por sus milagros. El templo principal estaba dedicado a los Santos Mártires Jonás y Barajísios, quienes según la tradición fueron allí martirizados a mediados del s. IV d.C.

Los farasiotes eran continuadores de una excelente tradición ascética que comenzó con los grandes Padres Capadocios. Amaban la Iglesia, tenían devoción y espíritu de lucha. Los días de Pentecostés y de ayuno anuales, la mayoría hacían novenas. 2
(2. Tipo de ayuno en que sólo se comía una vez comida cuaresmal después la hora novena bizantina ( 15:00))

El último fulgor y la expresión más perfecta de esta tradición fue el párroco responsable de la Iglesia del pueblo el santo Arsenio de Capadocia3 (1841-1924). Su santa vida y sus muchos milagros fueron la causa de que acudieran a él no solo Cristianos sino también  Musulmanes de toda Capadocia.
(3.La vida de San Arsenio de Capadocia fue escrita por el Santo Paísio. También obras suyas son:”El anciano Játdsi-Yeórgis (Χατ­ζη­Γε­ώρ­γης) el Ayiorita”, “Sobre los Padres Ayioritas y el Monte Atos”y “Epístolas”. La serie “Los  Logos del Yérontas Paísios,” editada por el Santo Monasterio San Juan el Teólogo de Suroti, contiene la enseñanza del Santo Paísio).


1,2 Su familia

Viviendo en este bendito ambiente, los ascendentes del santo padre Paísio se distinguían por su particular devoción.

Su abuela Cristina Jatzsí tenía una ermita dedicada al Arcángel Miguel, lejos del pueblo. Cada cierto tiempo quedaba allí sola en hisijía, en oración y ayuno. Cuando en invierno, debido a las nevadas, quedaba aislada, encontraba en la ventana de la Iglesia un pan caliente. Hacía oración y lo comía. También tenía una casa en Adana. Allí hospedaba a San Arsenio, cuando iba andando de peregrinaje a Tierra Santa.

Su apellido principal era Jatszidigenís. Después tuvieron que adoptar como apellido el nombre del bisabuelo del Santo, quien se llamaba Teodosio. Es decir, su padre al principio se llamaba Pródromos (Precursor) Zeodosíu. Pero como le perseguían los turcos, cambió de nuevo su apellido a Edsnepídis, que significa extranjero. Descendiente de familia noble de Farasa que desempeñaba la presidencia del gobierno del pueblo desde muchas generaciones, fue alcalde   del pueblo varias decenas de años, ya que poseía carisma administrativo. Era creyente, piadoso y devoto. Tenía especial devoción a san Arsenio y le obedecía a todo.

Pródromos era buen artista y experto, sus manos hábiles tocaban de todo. Trabajaba como agricultor en Farasa, pero tenía también un alto horno (fragua) que producía hierro. Era valiente, atrevido y arriesgado. Desde joven caminaba por zonas intransitables de Farasa y se subía a rocas peligrosas. Con dieciséis años, luchó contra un león, hiriéndole. Sobre todo era muy amante de su patria, luchador valiente, con muy buena puntería y un atrevido guardián fronterizo (akrita) *. Salvó muchas veces al pueblo de los Tsetes. Una vez se vistió de bailarina de la danza del vientre y fue a su guarida. Allí pidió ver al líder, supuestamente para hablarle en confianza en privado, pero le quitó el arma y junto con sus valientes compañeros expulsaron a los Tsetes. Muchas veces estuvo en peligro, de hecho una vez le tuvieron prisionero, pero le protegieron las oraciones de San Arsenio; *(ἀκρί­τας akrítas habitante y guardián de las fronteras así se denominaban por los bizantinos a los habitantes de las fronteras, que en aquella época las llamaban “ákres-extremos”).

Cuando como alcalde iba a Ádana para cuestiones del pueblo y se presentaba ante Kemál (oficial, político y presidente turco)éste, valorando su valentía, le saludaba diciendo: - “Bienvenido valiente muchacho, el Romiós-helenoromano”.

Más tarde en Grecia, cuando comenzó la guerra griego-italiana, con edad ya avanzada pero con un espíritu y entusiasmo  joven, quiso ir voluntario a luchar.

Era justo, amigo fraterno y misericordioso. Cuando el estado otorgó terrenos para el restablecimiento de los refugiados, el anciano Pródromos, como presidente de Kónitsa En Iliro frontera con Albania), primero reguló y arregló a los otros farasiotes y se quedó la peor parte para su familia, los terrenos más áridos e improductivos. Para roturar, desarraigar y limpiar de las zarzas para cultivarlos, sus ojos se vieron afectados por el fuego que utilizaba para quemar y eliminar las zarzas.

La madre del Santo se llamaba Evlogía1 (Εὐ­λο­γί­α ), Descendía de los Francópulos y tenía parentesco con San Arsenio. Era prudente, inteligente, trabajadora, muy devota, y fue criada bajo las instrucciones de San Arsenio. La agraciada Evlogía la casaron joven, con quince años, con Pródromo Edsnepídi. 1(En relación con el nombre de su madre el Yérontas había dicho que se llamaba Ευλογίαevlogía Bendición, pero en Kónitsa la llamaban Ευλαμπία eflampía Bien iluminada).

Las almas benditas, Pródromos y Evlogía, tuvieron diez hijos. Los dos primeros, Caterina y Sotiría (salvación), murieron jóvenes. Cuando San Arsenio bautizó a la tercera, dijo que la llamasen Ζω­ (Dzsoí) Zoe. A partir de entonces, todos los hijos vivieron. Sus nombres, por orden de edad, son: Zoe, María, Rafael, Amalía, Jarálambos, Arsenio (el santo Paísio), Cristina y Luca. Todos han pasado a la otra vida. El último fue Rafael, en 2014.

1,3 Bautizo y desarraigo

En la Farasa de Capadocia, pues, tierra madre de santos, nació el Santo Paísio un 25 de Julio de 1924, el día de Santa Ana.

En el bautizo, sus padres querían nombrarle Χρῆ­στο C-Jristo, como el abuelo. San Arsenio sin embargo dijo a su abuela: “¡Eh, Jatzsianá 1 tantos   hijos te he bautizado! ¿No vas a dar a ninguno mi nombre? “. Y a sus padres dijo: “¡Vale, vosotros queréis dar descendencia a vuestro abuelo, pero quiero yo dejar un descendiente monje como yo!” Y girándose hacia la madrina la dice: “Le llamarás Arsenio”. Es decir, le dio su nombre y su bendición, previendo también que sería monje, como fue de hecho. (San Arsenios, pag 65-66).
(Jatzsianá es palabra turca y significa: madre reverenciada, aclamación que muestra respeto y agapi)

El año que nació el Santo tuvo lugar el intercambio de población y el desarraigo de los cristianos de Asia Menor de los hogares de sus antepasados. La familia del Yéronta junto con San Arsenio y todos los farasiotes, tomaron el amargo camino del exilio de los refugiados. En el barco, por la aglomeración de la gente, alguien pisó al bebé (Arsenio) y estuvo a punto de morir. Pero el Dios mantuvo en la vida a Su elegido, porque estaba destinado que llegase a ser instructor de muchas psiques-almas hacia la Realeza Increada de los Cielos. El Santo por supuesto, por humildad,   decía posteriormente: “Si hubiese muerto entonces, que tenía la jaris (energía increada gracia) del Bautismo, me hubiesen echado al mar y me hubiesen comido los peces, y por lo menos me hubiese dado las gracias algún pececito, y hubiese ido al Paraíso”. (Es decir, quería decir con eso que ahora que vivía, no hizo nada).

Se quedaron por un tiempo en el Pireo. Después se trasladaron al castillo de la isla Kérkira-Korfú, “donde se durmió” y fue enterrado San Arsenio, según su profecía: “Yo viviré cuarenta días en Grecia y después moriré en una isla”. Después se trasladaron a un pueblo de la ciudad Igumenitsa y finalmente se instalaron en Kónitsa. (Frontera con Albania).

El recién nacido Arsenio, un bebé de cuarenta días, sus padres lo trajeron a la madre Grecia, desconocido entonces entre la multitud de los refugiados. Éste que años después se haría conocido en todo el mundo y que conducirá a multitud de hombres al conocimiento-gnosis de Dios. Desde sus primeros días conoció los dolores y las fatigas de los hombres. Más tarde él mismo sería un puerto de consuelo, sanación y psicoterapia para miles de psiques-almas cargadas y torturadas. 






 A.2  ENTRENAMIENTOS ASCÉTICOS



A.2,1 Educación “ en enseñanza e instrucción  del Señor”
A.2,2 Ejercicios infantiles
A.2,3 Carpintero
A.2,4 Niño agraciado
A.2,5 Con la Cruz como conductora
A.2,6 Zeoptía-Visión divina
A.2,7 Preparación para la vida monástica
A.2,8 Cuidado por los demás
A.2,9 Peligros y pruebas
A.2,10 Apoyo de su familia




A.2,1 Educación “en enseñanza e instrucción del Señor”

El pequeño y bendito Arsenio, junto con la leche que amamantaba, aprendía de sus padres también la εὐ­λά­βεια evlavia devoción y piedad hacia Dios. En vez de historias y cuentos, le hablaban de la vida y de los milagros de San Arsenio. En su interior nació la admiración y la agapi por Jadzsefentí, modo en que denominaban a San Arsenio. Desde pequeño, también él  quería hacerse monje para parecerse a su Santo.

Después de San Arsenio, la persona que influyó de modo  benéfico en toda su vida fue su madre, hacia la cual sentía una especial agapi y la ayudaba en lo que podía. De ella aprendió la actitud humilde. Le aconsejaba que no quisiera ser el vencedor de sus compañeros de clase en los juegos y después vanagloriarse, ni aspirar a entrar el primero en la fila, porque era lo mismo fuese el primero o fuese el último, ya que entraría igual.

Además le enseñó la engratia continencia y autodominio; a no comer antes de la hora de la comida. La transgresión la consideraba lujuria.

También le ayudó a adquirir la sencillez, las ganas de trabajar, el esmero y el cuidado en su comportamiento hacia los demás, y le incitaba a no decir para nada el nombre del diablo. Dos veces al día toda su familia oraba delante del iconostasio. Sin embargo su madre continuaba orando y cuando hacia las tareas de la casa decía la noerá oración del corazón o de Jesús.

Tal era la devoción de sus padres, que hasta cuando iban al campo llevaban consigo el antídoro-contraregalo (pan eucarístico).

El pequeño Arsenio, con el interés y la inteligencia que tenía, fácilmente asimilaba lo bueno que escuchaba de sus padres.

Siguiendo el ejemplo de ellos, aprendió a ayunar, a orar y a  ir a la Iglesia. Era el niño más amado de todos los de la familia. “Por un lado, mi padre”, decía más tarde el Yérontas, “me amaba, porque tenía devoción por los oficios artesanales y tenía buena mano, y por otro lado, mi madre por la poca piedad que tenía”.


A.2,2 Ejercicios infantiles

El celo del pequeño Arsenio por el ayuno era muy admirable. Desde muy pequeño ayunaba severamente. Pedía a su Madre que le cocinara verduras sin aceite.

Para obligarse a seguir hambriento después de la Divina Liturgia, el antídoro-pan eucarístico lo guardaba y lo comía después de varias horas. Para limitarse la cantidad de comida, se apretaba mucho el cinturón. Una vez ayunó tanto que por el agotamiento se cayó en la cama. Decía posteriormente el Yérontas: “Mis manos estaban delgadas como las de los niños de África, porque cuando era pequeño mi organismo fue privado de los alimentos básicos. Mi cuello se había hecho como el vástago de la cereza. Los niños me decían: se te va a caer la cabeza”.

La piadosa Keti (Eriketi) Patera, de la ciudad de Kónitsa,  mayor de edad que él, decía en relación a ello: “Le pregunté una vez:
-¿Hijo mío, has comido algo hoy?
-No he comido. Qué voy a comer, si mi madre hierve todo en la misma cacerola, la carne junto con las comidas de ayuno. La misma cacerola las absorbe y no puedo comer.
-Hijo mío, tu madre es muy limpia y lava la cacerola con jabón.
-No puedo comer de estas comidas, respondía.

»Y ayunaba, ayunaba continuamente y se retiraba para rezar  él solo”.

Cuando aprendió a leer bien, encontró la Santa Escritura y estudiaba cada día los Cuatro Evangelios. Encontró también vidas de Santos y disfrutaba leyéndolos. Había llenado una caja con libros de vidas de santos. Cuando regresaba del colegio, no quería ni comer. Primero iba, abría la caja y cogía y leía las vidas de los santos. Su hermano mayor se los escondía, aunque era devoto, porque no quería que el pequeño Arsenio se ocupara mucho de las cosas eclesiásticas, para no descuidar los estudios. Pero Arsenio no decía nada. Encontraba otros libros con vidas de Santos y se alimentaba espiritualmente.

Testifica su hermano: “Arsenio desde el segundo curso de la educación básica leía libros religiosos, se aislaba y oraba mucho. No jugaba como los demás niños.”

Lo que leía en los Sinaxarios-Santorales, intentaba aplicarlo. Leyó que, cuando tienes miedo de un lugar, debes frecuentarlo para expulsar el miedo. Como tenía miedo cuando pasaba por el cementerio, decidió ir allí por la noche, para que se le quitase el miedo. Entonces estaba en cuarto curso de educación básica. Nos contó: “Siendo de día, vi una tumba vacía. Apenas se hizo de noche,  mi corazón comenzó a palpitar por el miedo, pero fuí y entré a la tumba. Al principio fue difícil pero después me acostumbré. Me quedé bastante tiempo y me familiaricé. Me animé y comencé a rondar de tumba en tumba, pero con cuidado para que no me viesen y me tomaran por un fantasma. Eso fue; fui tres noches y me quedé en el cementerio hasta tarde y se me quitó el miedo”.

El Yérontas sentía gran agapi hacia Dios y su oración era la manifestación de esta agapi. En las grandes fiestas permanecía en vela, encendía el candil y oraba de pie toda la noche. Su hermano mayor se lo impedía. No le dejaba levantarse por las noches, para leer el salterio. Le tapaba con las mantas para que no leyese. En general la táctica de su hermano no sólo no le cortó  el entusiasmo sino que aumentó su agapi hacia Dios.

De pequeño se iba al bosque solo, recogía bellotas, las atravesaba con un clavo, las pasaba una cuerda y hacía komposkinis para contar las oraciones y las genuflexiones.

Su hermana Cristina recuerda que una vez, cuando estaban en el campo, compezó a llover. Arsenio se preocupó  porque se estaban mojando. Se llevó consigo a sus hermanos más pequeños y fueron al iconostasio, se arrodillaron, rezaron y la lluvia paró.

Cuando había relámpagos, decía: “Mega-grande el nombre de la Santa Trinidad”.

Su tendencia monacal se manifestó muy temprano. Cuando le preguntaban qué quería ser de mayor, Arsenio respondía con firmeza: “Monje”, sin haber visto monjes hasta entonces.

Contó también lo siguiente: “Cuando aún estaba en el colegio, leía las vidas de los Santos y deseaba desde entonces hacerme un asceta. Salía a menudo fuera del pueblo. Tenía once años. Había señalado una roca grande. Un día partí para subir a la roca y hacerme estilita. Llevé conmigo sólo un pequeño hierro, para poder cortar alguna hierba para comer, igual que los antiguos ascetas. Estuve caminando una hora y media en las montañas y encontré el lugar. Era una roca alta. Subí con dificultad y comencé a orar. Agoté todas mis fuerzas y empecé a pensar: “Los eremitas tenían raíces y comían; un poco de agua, algún dátil… Tú aquí encima de la roca no tienes nada. Cómo vas a vivir. Me había agotado el hambre, no aguantaba más y digo: voy a comer alguna hierba; ¿pero cómo y por dónde iba a bajar? Al subir, subí bien, pero ahora cómo bajo. Finalmente me arrojé dando vueltas, ¡no me maté de milagro! La Panaghía me protegió para no hacerme pedazos en las rocas. Poco a poco cojeando comencé el regreso a casa. Pero me perdí por la noche en el bosque y con muchas dificultades llegué a casa hacia la medianoche”.


A.2,3 Carpintero

Según los testimonios de sus compañeros del colegio de educación básica, era un niño muy cuidadoso, sensato y amado, con especial sensibilidad en su comportamiento y devoción en la asignatura de religión. Era buen estudiante, inteligente, espabilado, indulgente y ponderoso. Su empatía hacia los demás llegaba hasta el sacrificio. Tenía ojos vivaces y expresivos, tan iluminados, que llamaban la atención y le llamaban “Gumpisia”, que en el dialecto del pueblo Farasa quiere decir luciérnaga. El pequeño Arsenio terminó la enseñanza básica con una puntuación de ocho sobre diez, y con una conducta excelente. Pero no quiso seguir los estudios, porque en Kónicha no había bachillerato, y deseaba ser carpintero, porque amaba el oficio de nuestro Señor.

Durante el tiempo que trabajaba con el encargado por las casas, no comía con él, sino que con una excusa se iba a su casa, comía rápido e inmediatamente regresaba. Después su maestro albañil entendió que lo hacía para no estropear el ayuno.

Cuando aprendió bien el oficio, hizo un iconostasio para su casa y una Cruz, como aquella que veía en los iconos que sostenían los santos Mártires.

Más tarde abrió su propio taller de carpintería. Fabricaba marcos, techos, suelos, iconostasios, incluso ataúdes, por los cuales nunca cobró dinero, participando en el dolor de las personas.

En su oficio era un “manitas de oro”. Los hombres estaban muy contentos y agradecidos por su trabajo. Todos en Kónicha decían: “¡Qué hijo tiene la Eflampía! (“Bien iluminada”, el nombre de su madre). Era buen artesano, serio y rápido, con un carácter justo, sincero y verdadero. Por eso le preferían a él. Así ganaba para vivir, ayudaba a los suyos y daba caridad (limosna).


A.2,4 Niño agraciado

Entre los habitantes de Konitsa circulaba el rumor de que el hijo del Eznepidis (Arsenio) vió a San Jorge y de que después ayunó durante muchos días. El mismo Yérontas nunca hizo ninguna referencia al caso, ni tampoco ha sido comprobado por otros. Incluso aunque se tratase de un rumor, indica la gran estimación de sus paisanos hacia su persona. Le consideraban dotado por Dios con jaris (gracia energía) increada especial. Una mujer turca le llevaba cada primer día de mes a su casa para que le fuese bien durante el mismo. Con los hijos de ella iban juntos al colegio y después se bautizaron cristianos ortodoxos. La mujer turca manifestó también su respeto hacia el Yérontas cuando lo vio como monje, diciéndole: “Me voy a sacrificar por ti”. La mujer emocionada tomaba el polvo de los zapatos del Yérontas y restregaba con fe su mano paralítica.


A.2,5 Con la Cruz como conductora

Dijo el Yérontas: “Una día mis hermanos estaban en el campo trabajando. La madre preparaba la comida pero no tenía a nadie para que la llevase y estaba triste por eso. La huerta estaba a una distancia de dos horas.
-Dáme la comida para lleverla yo, la digo.
-¿Cómo conoces tú el camino?
-Preguntaré, la dije.
»Comencé a caminar sin preguntar a nadie sosteniendo en la mano la Cruz, tal y como veía en los iconos de los santos Mártires, y apenas entendí por dónde fui. Llegué al terreno, dejé la comida y regresé inmediatamente a casa, porque me estaba esperando mi madre».


A.2,6 Visión divina

Narró el Yérontas: “Desde los once años leía vidas de Santos y hacía ayunos y vigilias. Mi hermano mayor me cogía los libros y los escondía. Pero no consiguió nada. Me iba al bosque y continuaba. Kostas, un amigo suyo, entonces le dijo: “Yo haré que lo deje todo”.

»Vino y me desarrolló la teoría de Darwin. Me quedé asombrado y dije: “Voy a orar y, si Cristo es Dios, se me presentará para creer. Una sombra, una voz, algo me indicará”, hasta aquí llegaba con mi corta mente. Me fui y comencé hacer metanias-genuflexiones y oración por muchas horas, pero nada. Al final estando casi roto me detuve. Me vino entonces en el pensamiento algo que me había dicho Kostas: “Acepto que Cristo es un buen hombre, justo, virtuoso, al que por envidia odiaron por su virtud y sus paisanos le condenaron”. Entonces me dije: “Si es un hombre de este tipo, aunque solo fuera un hombre, vale la pena amarlo, obedecerlo y sacrificarme por Él. No quiero ni paraíso ni nada de nada. Por Su santidad y bondad vale la pena cualquier sacrificio.“ (Buen loyismós, filótimo, esplendido, indulgencia y pundonor).

»Dios esperaba mi planteamiento. Después de esto se presentó el mismo Cristo dentro de una luz abundante. Se veía la mitad de arriba. Me miraba con mucha agapi y me dijo: “YoSoY la resurrección y la vida, el que cree en mí, no morirá, sino que tendrá la vida” (Jn 1,25). Estas palabras estaban escritas también en el Evangelio que lo tenía abierto en Su mano izquierda”.

Este acontecimiento disolvió los loyismí de dudas del quinceañero Arsenio, que estaban perturbando su psique desde su infancia, y con la jaris (energía increada gracia) de Dios conoció a Cristo como Dios verdadero y Σωτήρ Sotir (Redentor, Sanador y Salvador) del mundo. Entonces se aseguró sobre el Θεάνθρωπος (zeanzropos) Dios-Hombre, no por persona o por libros, sino por el mismo Señor, le había sido apocaliptado-revelado y además siendo tan joven. Afirmado ya en la fe se decía a sí mismo el monólogo: “Kosta, si quieres ahora, ven y discutimos”.


A.2,7 Preparación para la vida monástica

A partir de entonces comenzó a luchar con más celo y a pensar intensamente sobre el tema de su dedicación a Dios. Se fue a la Metrópolis de Ioanina y preguntó al Protosínguelo-Canónigo clérigo si podía en esta edad hacerse monje. Aquel le respondió: “Ahora no puedes, más tarde cuαndo crezcas y tengas algunos años más”. Entonces tenía quince años.

Tenía una idea muy elevada sobre el monaquismo y se preparaba tanto como le era posible. Vivía y luchaba como monje. A los que le sugerían matrimonio, les cortaba de golpe y porrazo: “yo voy a ser monje”, respondía. En una boda, su padre le deseó: “y ahora en tu alegría también”. Desde entonces no volvió a besar la mano de su padre, no por falta de respeto, sino como un desacuerdo silencioso, indicando que no deseaba que fuese realizado su deseo y bendición, sino la profecía de San Arsenio. Para Arsenio (después Paísios) delante de él se abría el camino de la vida angelical de los monjes.

Poco a poco se concienciaron bien los suyos. No era necesario que intentase convencerles más con. Su vida y sus luchas eran la demostración de sus búsquedas, e indicaban lo que en el futuro sería el agraciado joven.

En su tiempo libre acostumbraba a ir a la ermita de Santa Bárbara, acompañado por otros jóvenes piadosos. Entre ellos estaba el que después fue higúmeno del Santo Monasterio Gran Laura de Athos, padre Pablo Zisakis, y el padre Kírilos Manzos, Yérontas de la Kelia san Nicolaos de Mpurazeri de Athos. Cada día leían el oficio litúrgico. Por la tarde hacían Vísperas con el Acatisto a la Panaghía, salutaciones y después estudiaban la Santa Escritura y vidas de santos.

Como en su región no había monasterios restaurados, Arsenio buscaba a los Yérontas virtuosos que estaban más lejos. Una vez con el padre Pablo Zisakis fueron y conocieron al padre Jacobo Balodimo. Decía el Yérontas que era un hombre santo y excelente Pnevmatikós-Guía Espiritual, y decía muchas cosas dignas de admiración sobre él.

Arsenio intentaba acostumbrarse a las condiciones de la vida monástica. Prefería las comidas insípidas. No ponía sal en su comida para no tener que beber mucha agua. Su ropa la lavaba el mismo. No dejaba a su madre lavarla ni a sus hermanas.

Durante un período iba con sus hermanos a trabajar al campo, cuando llegaba a un punto los dejaba y él se quedaba atrás. Por curiosidad, sus hermanos le observaron a escondidas para ver qué hacía, y  ¡qué vieron! Vieron que se quitaba los zapatos y descalzo atravesaba un terreno con trébol segado. Era como si corriese encima de clavos finos. El trébol cortado le agujereaba los pies y entraba en las carnes. Se ensangrentaban las plantas de sus pies. Pero persistía con alegría imitando a los Mártires, tal y como leía en los Santorales de ellos, intentando ser copartícipe de sus padecimientos. Con este espíritu de sacrificio y con divino eros estaba candente su psique infantil.

Tenía como costumbre una vez a la semana subir a la montaña. Allí en la hisijía-serenidad permanecía en ayuno, oración, estudio y genuflexiones. Le atraía la hisijía y deseaba hacerse digno de vivir como los ascetas y los eremitas. Junto consigo llevaba siempre la Cruz. “Tenía tal fe que subía a la montaña con la Cruz y no temía nada”.

Rafael, su hermano mayor, al verle que se dedicaba a grandes luchas, intentaba impedírselo. Pero mientras que hasta la edad de quince años aceptaba silenciosamente su tutela, ahora ya había crecido” y reaccionó. A partir de entonces ya no se atrevió a molestarle. Más tarde, cuando volvió a encontrarle como monje, le pidió perdón. Sus padres se alegraban y estaban orgullosos por Arsenio. Como eran piadosos, entendían sus luchas y no se preocupaban ni se inquietaban.

Arsenio no luchaba sólo con el entusiasmo juvenil, sino también con prudencia yeróntica (anciano sabio). Acompañaba sus ascesis con mucha atención y autocontrol; cada día se examinaba a sí mismo, qué hacía, cómo hablaba, si con su comportamiento había herido a alguien.

A.2,8 Cuidado por los demás

Arsenio con su vida cuidadosa y sus consejos ayudaba espiritualmente también a los demás jóvenes. Por regla general, se relacionaba con chicos más jóvenes que él. Los reunía en Santa Bárbara, leían las vidas de santos y los incitaba a que hicieran genuflexiones y ayunasen. Algunas madres se inquietaron y evitaron a sus hijos que se relacionaran con él. Un joven trabajaba con el mismo maestro albañil que Arsenio y oraba junto con él. Sus padres temieron que su hijo se hiciera monje y no le dejaban relacionarse con Arsenio ni luchar con él. Más tarde se fue a trabajar en Alemania y se murió. Entonces sintieron remordimientos de conciencia y dijeron: “Mejor que se hubiera hecho monje”.

Otro joven que procedía de Farasa, Arsenio quiso que se hiciese monje con él e intentó convencer a su madre. A otro joven le apoyó para hacerse sacerdote. Un clérigo procedente de Kónitsa confiesa que fue ayudado en su tendencia monacal por el aún laico Arsenio.

Tenía gran anhelo e interés para que los hombres conociesen a Dios. Un anciano pastor que vivía sólo en las montañas y que había ido a la Iglesia en toda su vida dos o tres veces, Arsenio se le acercó y se cuidó de traerlo cerca de Cristo.

En Konitsa, un musulmán llamado Bairámis, tenía a su madre enferma. El pequeño Arsenio iba de noche y ayudaba la enferma. Bairamis manifestó su deseo de hacerse cristiano.

El poco dinero que ganaba como aprendiz de carpintero, lo repartía en caridad hacia niños pobres del orfanato. También llevaba a su casa niños pobres para que comiesen.

El señor Jatzirubis Apóstolos, de Kónitsa, escribe en su carta con el título “Mis recuerdos de un Santo”: “Arsenio y yo vivíamos en barrios distintos. La primera vez que le vi, me impresioné de su agilidad. Era aprendiz de carpintero, se distinguía por su agilidez, por su buena disposición, su buen ánimo y sobre todo por su humanidad. Su maestro diría más tarde: “Arsenio era único”.

»Como hijos de campesinos, pastábamos nuestros caballos en los campos comunes del ayuntamiento. En este período, conocí la grandeza psíquica y humana de Arsenio. En nuestras insignificantes disputas infantiles entre niños, estaba claro que era el único que prefería ser perjudicado en vez de perjudicar él a alguien.

»En cada encuentro nuestro, cada vez más comprobaba que su intento permanente era confesar al Señor. Siempre llevaba en su bolsillo un libro religioso ortodoxo que lo leía a menudo. Me acuerdo de su celo por adquirir audiencia del mundo infantil, en lugar de cualquier otra oferta, como por ejemplo, hacerse cargo de vigilar nuestros animales, de ser quien llevase y trajese el agua, etc… bastaba con que le atendiésemos cuando nos leía la Santa Escritura.

»No me olvidaré nunca su pasión por dar un color especial a las cosas que decía, cuando se refería al sacrificio en la cruz de Cristo. Se hacía tan representativo de modo que conseguía llamar la atención hasta de los niños más traviesos. Veía clarísimamente la satisfacción y el júbilo en su rostro juvenill, porque podía enseñar el logos del Señor en una audiencia tan pura. Por lo que me acuerdo, esta táctica la siguió durante cuatro o cinco años,  hasta que fue al servicio militar.


A.2,9 Peligros y pruebas

Arsenio pasó su juventud con despreocupación y con luchas ascéticas. Después vinieron los difíciles años de la guerra heleno-italiana, la ocupación alemana y la guerra civil. Entonces pasó muchas dificultades y peligros.

En los años de la Ocupación nazi muchos pobres acudían a su madre para intercambiar cosas de valor a cambio de dos puñados de harina. Ella los daba harina y pan, pero no tomaba dinero ni sus pertinencias y reliquias caseras familiares. Su madre hacía pan muy a menudo. El pan se acababa rápidamente porque repartía mucho a los hambrientos. Su hermano Rafael daba maíz sin recibir dinero a cambio, o lo cambiaba por aceite que después lo daba a la Iglesia. El Yérontas más tarde se apenaba, porque a causa de su edad no podía ayudar tanto como quisiera a los hombres en los años difíciles de la hambruna.

En la guerra civil le capturaron los comunistas y le pusieron en la cárcel. Lo pasó muy mal el tiempo que estuvo en la cárcel y sufrió por los piojos y por el apretón de la aglomeración. En una habitación pequeña metían a mucha gente. Cuando se tumbaban, el último entraba como una cuña entre la gente.

También fue probado moralmente, porque le encerraron en una habitación solo y después pusieron a dos mujeres guerrilleras casi desnudas. Oró intensamente implorando a la Panaghía e inmediatamente sintió “la fuerza de lo alto”, que le fortaleció y las veía sin pazos-sin pasión como hermanas, igual que Adán y Eva en el paraíso. Las habló con buenas maneras. Ellas volvieron en sí, se avergonzaron y se marcharon llorando.

En el interrogatorio el juez instructor le preguntó:
-¿Por qué te han capturado?
-Porque mi hermano está con Zerbas (general de los nacionales), respondió.
- ¿Y por qué está con Zerbas?
-¿Mi hermano es mayor o yo? ¿Puedo yo mandar a mi hermano mayor?
Estimando su sinceridad y su valor, le dejaron libre.

*Zerbas fue un Capitán general del ejército Griego. En la ocupación alemana organizó un cuerpo de voluntarios, desarrollando una excepcional acción nacional. Primero combatió a los alemanes y después a los comunistas. Después de la liberación se metió en la política activamente.

En otra ocasión dio pan a los sublevados hambrientos y fatigados, aun sabiendo que buscaban a su hermano para matarlo. Ellos le consideraron como sospechoso, no pudiendo entender su agapi incondicional, desinteresada, y peligró de ser juzgado. Incluso los protegía de los deseos de venganza de los que habían perdido parientes en la guerra.

Algunos acontecimientos muestran las sucesivas pruebas y los peligros que pasó. Su casa paternal, la vigilaban siete u ocho sublevados (comunistas) durante unos meses y Arsenio se escondía en una casa turca. Otras veces en el período invernal con nieve se escondía en el campo o en el bosque. Una vez los sublevados le llevaron hasta Macedonia para trabajos forzosos. Otros dos meses se quedó en casa de su hermana Cristina en Ioanina. Entonces les visitó un amigo suyo que se había hecho evangélico. Dejó una maleta con libros heréticos. Cuando Arsenio los vio, dijo a su hermana que los quemara porque contienen mucho veneno.

En la batalla de Kónicha colaboraba voluntariamente con el cuidado de los heridos y con el entierro de los muertos.


A.2,10 Apoyo de su familia

Arsenio veía a menudo llorar a su madre y entristecerse mucho por sus hermanos que estaban en la guerra. Él era su apoyo y su consuelo. No buscó comenzar como monje en este período tan difícil, porque era muy necesaria su presencia. “Xenitía” (exilio, emigración)  no es que yo me acomode y los demás se conviertan en cemento”, diría más tarde el Yérontas. Por supuesto que continuó luchando, pero pospuso “hasta pasado un tiempo” el “atribuir sus bendiciones al Señor” según el Salmo 115. 5,9.
**Ξε­νι­τεί­α xenitía ver sobre esta virtud en las segunda parte: B.1.1

Se hizo cargo de todos los trabajos agrarios de la casa, los cuales eran muchos. Contrataron a un empleado, pero era un poco sinvergüenza. El empleado montaba al caballo y Arsenio iba a pie. El empleado parecía el jefe y Arsenio el empleado. Nunca le dijo que se esforzase, aún ni que trabajara, sino que él trabajaba mucho y el empleado sólo cuando tenía ganas. Cuando iba a sacar a los animales a pastar, les quitaba sus albardas e iba a pie. Prefería cansarse y sufrir él mismo, en vez de cansar y fatigar a los animales. Cuando le preguntaban por qué les quita las albardas, respondía que lo hacía para que no se enganchasen en las ramas. En el tiempo de la cosecha, cuando los otros al mediodía descansaban, él se iba y recogía espigas para dar de comer a su pequeño caballito. Los higos, en vez de comerlos él mismo, se los daba a los animales. Pensaba más en los animales que en sí mismo.
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Aunque la guerra hizo a Arsenio posponer su partida, su celo (entusiasmo) no se debilitó ni se enfrió. En sus luchas y áscesis añadía otras nuevas más altas. Veía las cosas nacionales en muy mal estado. En poco tiempo sería llamado a servir a la patria.

En la ermita de  Santa Bárbara suplicó a la Panaghía: “Panaghía mía, que me fatigue, que esté en peligro, pero que no mate a ninguna persona, y que sea digno de hacerme monje”.

Entonces hizo el voto, que si la Panaghía lo protegía en la guerra, serviría durante tres años a su monasterio, el cual había sido quemado por los alemanes, y que ayudaría a construir de nuevo el Santo Monasterio de Stomio.





 A.3 SERVICIO MILITAR

3,1 Radiotelegrafista filótimo espléndido
3,2 Calamidades
3,3 Las ascesis y experiencias
3,4 Sacrificio por los demás
3,5 Ayuda desinteresadamente y es calumniado
3,6 Salva su unidad de soldados
3,7 Auto-sacrificio            
3,8 Ora entre balas
3,9 Desobediencia a un blasfemo


Radiotelegrafista filótimo espléndido

El 20 de Abril del año 1948  fue llamado para servir a la patria. Se presentó en Corinto, después de dos días fue reclasificado al Centro de Enseñanza Básica de Trípoli y le adjudicaron la especialidad de operador del radiotelégrafo. Después fue trasladado a la ciudad de Agrinio. Allí le preguntaban:
- ¿A qué conocido tienes, que te han dado una especialidad tan buena?
-No, no tengo ningún conocido.
-Vaya hombre, no vengas con éstas.
-E…, a Dios, respondía.
Y realmente “el Señor estaba con él, y fue varón próspero” (Gen 39,2).

Su agapi hacia los demás llegaba hasta el sacrificio. Hacía sus servicios, trabajaba mucho. Cuando alguien pedía permiso de salida, Arsenio bien dispuesto le sustituía. Muchos se aprovechaban de su bondad y le tomaban por tonto. Pero él mismo sentía alegría por el sacrificio y a la vez encontraba la ocasión de quedarse solo y orar. Su comandante le decía: “Qué pasa con este hombre (Arsenio). No quiere descansar nunca”.

Una vez tenía fiebre una fiebre de 39,5 pero no pidió la baja del servicio. Finalmente no aguantó y se cayó al suelo mareado. Los otros soldados lo pusieron en la camilla para llevarlo al hospital, y le llamaban irónicamente: “Eh, Benedicto, Acacio (sin maldad)”. Habían entendido que se haría monje. Pero la ironía poco a poco se transformó en aprecio y admiración. Su forma de vida, su gran agapi y su carácter íntegro, los había alterado. No le consideraban ya como un tonto, sino como un tesoro y bendición para el cuartel.

De todas formas su especialidad de radiotelegrafista le liberó de su participación con armas en la guerra, y así por gracia divina, fue protegido de matar alguna persona. Auguraba también su futura especialidad como monje, en mandar mensajes y señales a Dios (orar).

3,2 Calamidades

La compañía militar a la cual servía realizaba operaciones de guerra y las calamidades que pasaron parecían increíbles.

Confesaba que una vez se había acabado la comida y comían copos de nieve. Otra vez se quedaron sin comer durante quince días y sobrevivieron comiendo castañas silvestres. A menudo sufrían de sed. Se obligaban a beber agua estancada en huellas que dejaban los animales. El mayor enemigo era el frío. Dormían en tiendas de campaña y por la mañana se despertaban enterrados en la nieve; contaban cuántos habían muerto por congelación. Una mañana, cavando con el pico en la nieve, sacó a veintiséis resfriados por congelaciones. Una vez se quedó tres días en la nieve y enviaba señales a la Comandancia. Él mismo sufrió congelaciones. Las carnes de sus pies se le pelaban. Le mandaron al hospital, pero Dios ayudó para que no le fueran amputados. Otra vez un mulo le dio una coz. El golpe fue muy fuerte. Su pecho se puso negro y se veían las señales de las herraduras. Cayó al suelo desmayado y cuando volvió en sí, continuó el camino.

Se alegraba de mojarse por la lluvia, de pasar frío, de cansarse él mismo, para que no se fatigasen los otros.

Algunos soldados cuando hacían algún estropicio, para justificarse ellos echaban la culpa a Arsenio. El oficial le regañaba, y él, para no dejarlos en evidencia, aguantaba silenciosamente las reprimendas.

Sin embargo el Capitán le apreciaba y le tenía confianza. En las misiones difíciles mandaba a Arsenio, porque conocía que era muy capaz y llevaba a buen fin lo que le encargaban.

Sólo una vez pidió permiso y fue a su casa. Allí enfermó, perdió mucha sangre y fue ingresado en el hospital durante quince días. Cuando se recuperó, volvió al cuartel.

3,3 Las ascesis y experiencias

Dentro de estas fatigas hacía, también lucha espiritual. Ayunaba y oraba. Por regla general comía la mitad de la comida, y cuando sonaba la campana para dormir, Arsenio subía a la terraza del edificio y comenzaba la oración. En su tiempo libre leía libros con contenido religioso ortodoxo o rezaba. No participaba en los festines de los soldados. Sus salidas eran sólo para ir a la Iglesia y a escuchar homilías.

“Hubo un período”, decía, “en que pasaron cinco meses sin ir a la Divina Liturgia, porque no había sacerdote ni Iglesia en las montañas. Después cuando el Oficial me mandó a la ciudad de Agrinio para buscar recambios para el radiotransmisor, en el camino por donde iba pasé por fuera de una Iglesia y dentro se hacían las Salutaciones. Me santigüé, me prosterné, y se me saltaron las lágrimas. “Panaghía mía, ¿cómo he terminado así?”, dije. ¡Quién iba a pensar que más tarde economizaría Dios para tener una capilla hasta en el interior de mi Kalivi!” Y por eso glorificaba a Dios desde las profundidades de su corazón.

Comparando las calamidades que pasó en el ejército con la ascesis que hacía como monje, decía con autoconvicción: “Para Cristo no hice nada. Si esta ascesis (fatiga en el ejército) la hiciera como monje, me habría ya santificado”.

Como soldado vivió experiencias divinas. Una vez oraba en un lugar desértico y fue arrebatado en zeoría-contemplación espiritual. Confesó también lo siguiente: “Una vez que fuimos al campo de tiro de la ciudad de Trípoli, vi una luz distinta salir de un barranco y esparcirse por todo el campo de tiro, mientras era de día. ¡Estaba extrañado, qué podría ser esta luz que los demás no veían! Más tarde entendí. Como allí se llevaban a cabo ejecuciones de condenados a muerte y posiblemente habían sido ejecutadas algunas personas inocentes, por eso apareció aquella luz increada. Dios me protegió para que no me mandasen al pelotón de ejecución. Naturalmente, no hubiese podido (matar)…”

3,4 Sacrificio por los demás

La mayoría de los soldados tenían espíritu de sacrificio, pero Arsenio no tenía miedo ni de los peligros y ni de la muerte. Muchas veces estuvo a punto de ser capturado y encaró la muerte de muy cerca.

Una vez trataban de echar a suertes quién iba a ir al pueblo para adquirir provisiones. “Iré yo”, dijo Arsenio. Le vieron los guerrilleros (comunistas), y creyeron que era uno de los suyos. Tomó las provisiones y regresó otra vez.

Cuando ponían  a alguien hacer un turno o patrulla, Arsenio le preguntaba: “¿Qué familia tienes? Si le decía, “estoy casado, también tengo hijos”, decía, “bien; iba a la comandancia y cambiaba el turno e iba él en lugar del otro.

Al otro radiotelegrafista no le dejaba llevar a sus espaldas el radiotransmisor telegráfico ni la batería, para que fuera libre en caso de peligro para poder correr y salvarse. “En un combate de guerra”, narró, “había excavado un pequeño hoyo. Viene uno y me dice: ¿Puedo entrar yo también? Nos apretamos y con dificultad cupimos. Vino otro, lo dejé también entrar y yo salí fuera. En ese momento me pasa un proyectil rozándome a mi cabeza. No llevaba el casco, sólo una capucha. Toco con mi mano la cabeza, no veo sangre. La vuelvo a tocar, y nada de sangre. El proyectil había pasado rozando mi cabeza y había afeitado sólo algunos pelos e hizo una raya sin pelo de seis centímetros de ancho, pero no me hizo ni un arañazo. Lo había hecho de corazón: “¡Mejor!”, dije, “que me muera yo de una vez, en vez que se muera el otro, y después que me maten  los remordimientos de conciencia durante toda mi vida! ¡Cómo aguantaré yo después, cuando piense que podría haber salvado a una persona y no lo hice!“. Y Dios naturalmente ayuda mucho al que se sacrifica por los demás”.

3,5 Ayuda desinteresadamente y es calumniado

Relató el Yérontas: “Hice una recolecta entre los soldados y compré unos candiles y candeleros para una ermita de san Juan el Precursor. Allí cerca estaba ubicado el cuartel de nuestras dos legiones.

»En el invierno vinieron unos transportistas, principalmente mujeres y niños con los animales y nos trajeron provisiones. Como el tiempo había empeorado  y comenzó a nevar, se quedaron a pasar la noche en tiendas improvisadas hechas de pinos.

»Un subteniente bestia intentaba intimidar a una joven. Ella pobrecita prefería morir antes que pecar. Se marchó y la acompañó una mujer anciana. Caminaban por la nieve y se encontraron con la ermita pero la puerta estaba cerrada. Se quedaron fuera bajo el cobertizo temblando de frío.

»La misma noche me vino un loyismós compulsivo de ir a encender los candiles de la ermita. La nieve había llegado a los ochenta centímetros más o menos. Fui y sin saber lo que antes había pasado, encontré fuera de la ermita a las dos mujeres amoratadas por el frío. Las entregué un guante a cada una, abrí la puerta, entraron dentro y una vez que volvieron en sí mismas, me contaron lo que les había pasado. “Yo”, dijo la joven, “hice lo que pude; a partir de allí que Dios haga el resto”.

»Las compadecí a las pobres y espontáneamente las dije: “Se acabaron vuestras fatigas; mañana estaréis en vuestras casas”. Y así sucedió.

El subteniente, cuando supo que Arsenio las había ayudado y se salvaron, quizás para cubrir su sentimiento de culpabilidad y remordimiento, acusó falsamente a Efnepidis de poner en la Iglesia a los transportistas con los mulos. Le llamó el Capitán general para dar explicaciones. “¿Tan inconsciente soy, señor Capitán, como para poner los mulos a la Iglesia?, le dijo. Sin embargo no reveló el caso del subteniente; dio explicaciones sólo porque le acusaron de despreciar la casa de Dios.

3,6 Salva a su unidad de soldados

Confesó el Yérontas: “Una vez nuestra doble unidad fue rodeada de mil seiscientos rebeldes (comunistas) en una fortaleza natural de roca. Todos los soldados transportaban municiones y el Capitán me llamó a mí también, para que dejase la emisora radiotelegráfica y transportase también munición. De hecho, me amenazó con la pistola. Creía que yo me quería librar de transportar, por eso supuestamente quería esconderme.

»Transportaba, pero me iba también a la emisora e intentaba conectar con la base del Cuartel. Entonces, después de muchos intentos, conseguí conectar y di a entender que estábamos en situación difícil. El día siguiente, mientras  los rebeldes estaban tan cerca  que se oían sus insultos, vino la aviación y los esparció.»

 Este acontecimiento lo contaba más tarde el Yérontas como un ejemplo cuando le preguntaban: “¿Qué ofrecen los monjes en el desierto? Respondía: Los monjes son como radiotransmisores de la Iglesia. Cuando toman contacto consciente con Dios por la oración, entonces viene Dios y ayuda mejor. Una sola escopeta no hacía nada, sin embargo, cuando vino la aviación, se decantó el combate”.


3,7 Auto-sacrificio

 Arsenio de Korfú, monje en la actualidad, y por entonces Pantelís Tzekos, soldado compañero del Yérontas, nos narra:
“En Lepanto, mientras recibía una señal de Patras, se acercó Arsenio y me dijo:
-¿Sabes?, somos hermanos.
-¿De dónde somos hermanos?
Me muestra los dos dedos gordos y me dice:
-Tenemos los mismos dedos, son semejantes los tuyos con los míos, por eso somos hermanos”.

Se unieron en amistad fraterna y una vez que la vida de Arsenio de Corfú estaba en peligro, el Yérontas le salvó. La narración es auténtica del señor Pantelís, solo que es interrumpida por la abundancia de lágrimas de emoción y de agradecimiento por su amigo y salvador:
“Estábamos en una batalla cerca de Lepanto. Cuando retrocedíamos, ya que tenían más fuerzas los rebeldes (comunistas), en un momento resbalé y me di un golpe, porque tenía a mis espaldas una emisora que pesaba mucho. Cuando los soldados llegaron a la línea que habían definido nuestros oficiales, Arsenio ( Paísio) vio que yo faltaba. Descarga su emisora y corre. Le llamaban los oficiales y los soldados: “¡Déjale,  ese ya se ha perdido!  Se acercó a mí, me puso a sus espaldas y me llevó a las líneas traseras. Cuando me recuperé escuché al subteniente Buduris ( a Paísio): “Tú tienes un Santo que te ayudó y ayudaste también a este”.  Pregunté: “Chicos, ¿qué ha pasado? Y me explicaron que allí donde caí estaba a cien metros de la línea de los rebeldes y doscientos metros de nuestra línea.”


3,8 Ora entre balas

“Un día”, continúa Pantelís, “estábamos encima de una altura que se llamaba “asesina”. Nos habían rodeado los rebeldes y no podíamos escaparnos por ninguna parte, porque no había salida. Arsenio estaba de pie. Las balas caían y silbaban. Yo le cogía del abrigo y le tiraba para que cayese al suelo, pero no se doblaba por nada. Él miraba hacia las alturas y tenía sus manos así, cruzadas. ¡Eh! parece que el Omnipotente tuvo compasión de nosotros, y en algún momento vinieron los aviones y abrieron el camino. Cuando nos marchábamos, le digo:
-Pero bien, hermano mío Cristiano, ¿por qué no te doblabas?
-Estaba orando.
-¿Orando?, le pregunté con gran sorpresa.
¡Qué fuerza tenía su oración y cuán grande era su fe, de modo que desafiaba las balas! Lo más posible era que estuviese rogando a Dios para que fuesen salvados los demás y muriese él mismo. Por eso estaba de pie y descubierto. Y el justo Dios, viendo su auto-sacrificio, le salvó junto con los otros.



3,9 Desobediencia a un blasfemo

Relató el Yérontas un acontecimiento que sucedió cuando le quedaba poquísimo tiempo para acabar el servicio militar: “Volvíamos de la ciudad de Florina, una vez terminada la guerra. En el camino escuché a un subteniente  blasfemar las cosas divinas. Me acerqué y le dije: “Desde este momento me niego a obedecer cualquier mandamiento tuyo, porque blasfemando las cosas divinas, ha ofendido mi fe y mi juramento (patria-religión-familia)”. Escuchando estas cosas el subteniente se ofendió y me llamó insolente. Cuando más tarde me dijo: “Te ordeno”, respondí: “Te lo he dicho hace un momento que a partir de ahora no obedezco a tus mandamientos”. El subteniente entonces le dijo: “Consideremos este tema como terminado”.
»Cuando llegamos al cuartel, fui sin retraso y comenté lo sucedido al Capitán general. Aquel me dijo que negarse a realizar un mandamiento del superior conlleva a la corte marcial (a declarar ante el tribunal militar). Volví a decir que de ninguna manera obedeceré a los mandamientos del subteniente, porque  blasfema a Dios, ante el cual los dos hicimos juramento. Y dije con indignación: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (He 5,29).. 

Arsenio, una vez hubo servido a la Patria, recibió la carta de libertad del Ejército el 21 de Marzo 1950, desde el pueblo Makrakomi de la ciudad de Lamía.

Cuando se despedía de su amigo Pantelís, éste le invitó a que se instalaran juntos en la isla Korfú, a hacer cada uno su casa allí y crear una familia. Arsenio se negó, diciendo que se haría monje.

Acabó su servicio militar y ahora deseaba otro ejército, su incorporación a la legión monacal, para servir al Rey celeste.


A4 BÚSQUEDAS Y PREPARACIÓN

4.1 Primera visita a la Santa Montaña Athos
4.2 Trabajo y preparación

4.1 Primera visita a la Santa Montaña Athos

Arsenio permaneció poco tiempo en Kónicha y después visitó la Santa Montaña con las vestimentas de soldado. La primera noche fue hospedado en la Kelia de la Laura de san Juan el Evangelista que está un poco más abajo del Monasterio Kutlumusio. Buscaba encontrar un Yéronta a quien someterse. Visitó muchas Kelias, Casetas y Skitis, porque declinaba hacia la vida hisijasta. Allí donde oía que había Yérontas iluminados, corría cerca de ellos como la abeja a las olorosas flores.

Pero fue fatigado por algunos celotes fanáticos sin discernimiento. Creía que los llamaban celotes, porque tenían mucho celo y luchaban mucho. Pero estos le marearon y querían volver a bautizarlo, a pesar de que estaba bautizado por San Arsenio por el antiguo calendario.

A un Yérontas celote que fue para quedarse, no encontró reposo, porque oían canciones por la radio y sus vidas no eran tan espirituales. Cuando quiso marcharse, le coaccionaban para que no se fuese. “Si te marchas”, le decían, “irás al infierno. El que deja su metania no va al Paraíso”.  Arsenio lo creía y sufría. Pero harto de esto, al final se cansó y se marchó.

Visitó una Kelia en Kafsocalivia (sur de Athos) y se quedó por una temporada. Pero estos también eran celotes fanáticos. Cuando hacían el oficio litúrgico, a Arsenio le sacaban fuera de la Iglesia para no contaminarse, como creían. El Yérontas de esta Kalivi a pesar de que tenía a su servicio a un monje a él subordinado, le rogaba: “Arsenio, quédate para ayudarme en mi vejez y cerrarme los ojos”.  Por su agonía y sus fracasos por encontrar un Yéronta al que obedecer y que le informase interiormente, una noche decidió no dormir. La pasó en oración y haciendo metanias (prosternaciones, geniflexiones). Por la mañana le dijo el monje subordinado al Yérontas: “Toda noche golpeabas con el pie en el suelo de madera, para emocionarnos y hacernos creer que hacías metanias”. Arsenio no dijo nada. Pero se extrañó de este tipo de loyismí que tenía el hermano.

Yendo hacia Santa Ana, cuando llegó a la “Cruz”, se equivocó de camino y subió hacia la cima de Athos. Entonces encontró un anacoreta con su rostro iluminado y con un raso (sotana) viejo lleno de parches y conversaron, (Padres Aghioritas, p.46-47).

En Santa Anna vio al Obispo de Militúpolis, Ierotheo.  Por la fatiga y la preocupación que sufría, se había quedado casi en los huesos. Cuando el virtuoso Jerarca le vio en este estado, le recibió con agapi y le sirvió comida sirviéndole también un vaso de vino.
-Venerable Ierotheo, no puedo beberlo.
-Bébetelo, te hará bien, dijo, y lo santiguó.
Ierotheo le aconsejó adecuadamente y le dio su bendición.

En la Nueva Skiti rogó al Padre Neófito de la Kalivi de San Demetrio que se quedara con él por un de tiempo, para ver qué iba hacer, porque estaba en tal estado que no podía tomar ninguna decisión. Se quedó por un tiempo para recuperarse de las fatigas. Allí supo sobre el anacoreta Serafín ((Padres Aghioritas, p.44-46), quien se hizo monje en aquella Kalivi y después subió a una cueva de Athos.

Se movía con sencillez y naturalidad. A cada uno que le preguntaba, le decía su loyismós y sus disposiciones, y esto le fatigó mucho.

Escribía más tarde: “Me fatigué mucho como principiante hasta encontrar lo que deseaba. Naturalmente nadie tiene la culpa sino la multitud de mis pecados (para saldar algunos), como también al ser de pueblo, fue ésta la segunda causa de fatigarme, porque me fiaba de cualquiera que encontraba. Agradezco a Dios por todo, porque todo me ha beneficiado mucho” (Cartas p. 17-18).

Y comentaba: “Al principio, hasta sacar alas espirituales, nadie me ayudó, todos me empujaban por aquí y por allá. Después encontré Santos”.

Aunque no consiguió lo que buscaba, la fatiga que sufrió le benefició y le enseñó mucho. Y ya que peligró en perder lo poco de lo que le quedaba de cerebro, como decía, tomó la decisión de regresar al mundo por motivos familiares. 

Entonces recibió una carta de su padre pidiéndole ayuda. Su hermano mayor se había casado y su padre pasaba dificultades. Arsenio correspondió al llamamiento paterno porque tenía un profundo sentimiento de responsabilidad y de sus obligaciones frente a su familia y principalmente frente a sus hermanos pequeños.

Sin embargo tenía una psique valiente. Su visita a la Santa Montaña sin resultado no debilitó su celo o entusiasmo ni borró sus esperanzas.


4.2 Trabajo y preparación

Comenzó a trabajar otra vez como carpintero en Kónicha y en los pueblos de alrededor. Apoyaba económicamente a su padre y le ayudaba en sus trabajos del campo. A su hermana pequeña la compró una máquina de coser y la regaló 50 liras para la preparación de su boda.

Hacía a escondidas caridad a muchos pobres. Ayudaba a familias que habían perdido seres queridos en la guerra. Les fabricaba puertas y ventanas sin cobrarles. Todos le amaban.

Su vida en el mundo era una lucha continua y preparación para la vida monástica.

Por el día trabajaba intensamente y ayunaba, y la mayor parte de la noche estaba en vigilia con oración y salmodias haciendo metanias. Vivía en un sótano húmedo y para mayor ejercicio dormía en el suelo de cemento. Después del cansancio justificado de las arduas tareas del día, su cuerpo buscaba un poco de descanso. El esplendido, pundoroso e indulgente Arsenio consideraba que su descanso estaba justificado sólo cuando tuviera los pies cortados. Así se esforzaba a sí mismo y luchaba con pundonor y valentía.

Después del servicio militar no probó más la carne. Se justificaba ante los demás diciendo que le daba asco, pero en realidad lo evitaba para acostumbrarse a las condiciones de la vida monástica. Vivía en el mundo pero luchaba y se comportaba como si fuera un monje. Había dejado también su barba. Iba y se quedaba en tranquilidad o hisijía en una choza en la punta de un barranco, pero cuando le descubrieron, la abandonó. A menudo se quedaba en la casa de un amigo que  tenía una capilla dedicada al Neomártir San Jorge de Ioanina. En este período pasó una Gran Cuaresma, 40 días, luchando en un monasterio del Peloponeso.

En los pueblos en los que trabajaba era muy cuidadoso; hablaba poco y en el trabajo salmodiaba interiormente en voz baja. Cuando no encontraba comida de ayuno, pasaba todo el día con vegetales, sin aceite.

A sus parientes les decía que se haría monje, pero por sensibilidad hacia ellos para que no se sintiesen mal  pensando que estaba allí por ellos, hacía ver que aún no estaba preparado, aunque fueran ellos la causa de su retraso y de su permanencia en el mundo.

Puso en orden todas sus cosas como hombre en el mundo, sin dejar asuntos pendientes. Decía: “Cuando me marché para hacerme monje, nadie podía decirme algo, dando a entender que ha cumplido íntegramente con sus deberes y obligaciones hacia su familia.

En Marzo de 1953 Arsenio estaba ya preparado para realizar su tendencia, manifestada desde muy joven, hacia al monaquismo. Después de ardiente oración, escogió de entre los tres casos, dirigirse otra vez hacia la Santa Montaña Athos.








































Α5 CENOVIATA EN EL MONASTERIO DE ESFIGMENO

5.1 Impedimento antes de su marcha
5.2 Cenobita en el Monasterio de Esfigmeno
5.3 Prueba y servicios
5.4 Luchas de principiante
5.5 Me torturó la agapi de los míos
5.6 Manifestaciones demoníacas
5.7 La oración y bendición al recibir la sotana
5. 8 Ve al Cordero coleando
5.9 Trabajador níptico
5.10 Obediencia sangrante
5.11 Visita de la Divina jaris energía increada
5.12 Marcha hacia la hisijía

5.1 Impedimento antes de su marcha

Mientras trataba de ir a la Santa Montaña Athos, sucedió lo siguiente: Lo que había ahorrado lo repartió entre los pobres y se quedó sólo con los gastos para ir a la Santa Montaña. Entonces un labrador pobre le rogó que le ayudara a comprar un buey, porque se había muerto el suyo. Arsenio afrontó el hecho con discernimiento. Dijo al labrador: “Perdóname pero ahora no puedo ayudarte”.

Si le hubiese entregado el dinero, habría significado una nueva demora de su despedida, hasta que reuniese otra vez el dinero para los billetes. Esto es lo quería también el diablo. Mientras que su corazón sensible se compadeció del labrador, su discernimiento le dictó otro modo de afrontarlo. “Dimitió del bien, para mayor bien” (Escalera, Logos hacia Pimín, 74)

5.2 Cenobita en el Monasterio Esfigmeno

De su primera visita a la Santa Montaña le había quedado la experiencia y la gnosis-conocimiento. En efecto, pensó con discernimiento ir una temporada a un monasterio cenobita, para sacar alas espirituales. Pensaba ir al Monasterio Kostamonitu para probar, porque había oído que es un Monasterio hisijástico y ascético. Pero como el mar estaba agitado por la parte oeste de Athos, vino por la parte norte –lo consideró como economía de Dios- y fue al Monasterio Esfigmenu. (Entonces aún no se había convertido en celote). Fue admitido por el Higúmeno Kalíniko, dio gracias y comenzó la prueba.

El Monasterio tenía buen orden y padres luchadores. Además de los largos oficios, había también servicios fatigosos y cánones o reglas para la kelia-celda. Decía el Yérontas: “Para terminar una cuaresma en Esfigmeno, era un verdadero Gólgota. Solo un plato de una comida hervida en agua para las veinticuatro horas. Era el Monasterio cenobita más duro. La primera semana de los Ayunos (o Cuaresmas) todos los Padres se quedaban casi todo el día en la Iglesia.”

Confesó más tarde: “Cuando estaba en el Monasterio cenobita, fui ayudado mucho por un Padre. No hablaba nada. Sentía la necesidad de hablar con el Cristo. No tenía ganas de hablar con los hombres. Con sólo verlo, ya bastaba. Me ayudó más que los martirologios. Por una falta no tomaba la comunión durante tres años, mientras que su falta no era más que para un canon de veinte días. Sin embargo los monjes cuando están en tal estado no hablan, aunque se alteren los mundanos que los ven. Este es el kerigma de los monjes”.

En el Monasterio entre los padres virtuosos había también otro luchador piadoso, a quien admiraba. Arsenio sin celo ni envidia oraba a Dios y le rogaba que  el buen hermano se hiciese semejante al Santo que lleva su nombre, y el mismo llegar al estado espiritual de este monje virtuoso. Se veía a sí mismo como inferior a todos.


5,3 Prueba y servicios

El joven novicio progresaba con alegría en los esfuerzos de la vida cenobita. Al principio lo pusieron como ayudante en el comedor y en el horno de pan. El amasamiento era muy agotador. Amasaban con las manos en grandes amasaderas con gran cantidad de harina. La mano tenía que bajar hasta abajo para cortar la levadura.

Más tarde le colocaron en la carpintería, porque conocía el oficio de carpintero. Todo el día sin comer lijaba  castaños con la lijadora manual. Para cada trabajo era hábil, muy capaz y rapidísimo. Incluso también las albardas de los animales del Monasterio las hacía “como muebles”.

Arsenio por filótimo, pundonor y buen ánimo pidió bendición, cuando había muchos visitantes, para ayudar también en el salón de visitas. También era responsable de dos ermitas fuera del Monasterio. Cada día encendía los candiles, los cuidaba y se encargaba de que se celebrara la Divina Liturgia de vez en cuando.

5.4 Luchas de principiante

Teniendo como prototipo o modelo a los santos Padres intentaba imitarlos. Puso como cimiento de la vida monástica la humildad y la obediencia y se entregó a  luchas superiores probando su resistencia.

Durante el día se cansaba corporalmente y por la noche permanecía sin dormir glorificando a Dios. Sentía un gran cansancio pero era perseverante a la ascesis. Continuamente añadía nuevas luchas, siempre con la bendición y el seguimiento por el Higúmeno. Todo lo hacía con disposición alegre.

Decía que: “Hacíamos trabajo duro en el torno todo el día. Por la noche iba a la sala de visitas y ayudaba hasta la hora 10 o 11 (según el rito bizantino, la 1ª hora es la de la puesta del sol, a las 6 de la mañana; la hora 10 o 11, por lo tanto, las 16 o las 17 de la tarde). No me quedaba tiempo ni para las cosas espirituales. Por eso cuando a continuación iba a mi celda, no dormía; sólo ponía un cuarto de hora mis pies en alto para descansar un poco y que bajase la sangre (que se acumulaba por las muchas horas de pie). Después me quedaba de pie en una palangana con agua, para no tener sueño, y hacía los komposkinis. Dormía media hasta una hora y después iba al oficio litúrgico para leer Medianoche. Y como tenía el loyismós de que quizás no podría conseguir hacer los deberes de monje de gran hábito, pedí la bendición del Higúmeno y me la dio, para hacer el canon del gran Hábito desde novicio, no por egoísmo, sino por si acaso no pudiera corresponder a las obligaciones del gran Hábito. Estas cosas no las hacía por soberbia. “Si no puedo”, decía, “pues, que no me autoengañe a mí mismo”.

En la Iglesia nunca se sentaba. Estaba de pie junto al asiento. Alguna vez le entraba sueño e inmediatamente sacudía la cabeza.

En el invierno no encendía fuego. Tenía tanta humedad en su celda, que el moho se hacía como algodones en las paredes. El frío era insoportable, tenía una piel con la que  hacía las albardas, y lo enrollaba en sus pies. Dormía para hacer ascesis debajo las baldosas y otras veces en los ladrillos que “eran más filántropos”.

Trabajaba fuera con el frío sólo con su “raso interior” y por dentro ponía papel para que le protegiese un poco.

En el comedor no comía toda la comida. Siempre dejaba un poco y cuando había queso lo tapaba con la comida y no lo comía. Antes de la Gran Cuaresma el Monasterio tenía como regla entregar a todos los Padres un cartón de leche. Y Arsenio aquella leche no la bebía, sino que se la daba al anciano Nikita que tenía principio de tuberculosis. En el ayuno las judías no las masticaba bien, para que tardasen en digerirse y aguantasen así un poco más.

Poco a poco comenzaron a ser percibidas por los padres su ascesis y su devoción. Los sacerdotes preferían que Arsenio salmodiara en las ermitas fuera del Monasterio.


 5.5 Me torturó la agapi de los míos

Como si no bastara con la ascesis y el cansancio de los servicios, tenía también al diablo que le afligía con distintos loyismí. Encontró el punto sensible, su gran agapi hacia sus parientes. Decía más tarde: “Al principio me torturó el diablo con el recuerdo de los míos. Unas veces me traía a la memoria a mi madre y a otros parientes. Otras, me los presentaba en el sueño enfermos y otras veces muertos. El responsable de los servicios o diácono me veía triste y me preguntaba qué me pasaba. Iba y me confesaba al Higúmeno y me pacificaba. Para el monje al principio es penoso salir de su pequeña familia y entrar en la gran familia de Adán, de Dios.”

5.6 Manifestaciones demoníacas

Al diablo no le era suficiente con la guerra de los loyismí, ya que no podía con éstos parar la combatividad de Arsenio. Se presentaba también sensiblemente. Le veía con sus propios ojos y conversaban. La tentación (diablo) intentaba de cualquier manera a asustarlo y obstaculizar sus luchas. Se ve que con su experiencia entendía qué y quién llegaría a ser este principiante.

El novicio Arsenio no se perturbaba ni temía por la presencia del diablo. Decía: “Que vengas a menudo, me haces bien. Me ayudas a acordarme de Dios, cuando le olvido, y a orar.”

Más tarde comentaba el Yérontas: “¡Cómo se iba a quedar la tentación! Desaparecía inmediatamente. No es tonto provocando coronas para el monje”.
- Yéronta, cuando dice tentación, ¿se refiere a los loyismí?, le preguntó con ingenuidad un monje.
-¡El diablo es tentación! ¿Entiendes? ¿Qué loyismí?, nada tiene que ver.

El novicio Arsenio con su destreza “venció la mala astucia de los demonios por invención humana” (Escalera 4,21)

5.7 Bendición u oración de la sotana

El 27 de Marzo de 1954 después de la requerida prueba fue ordenado monje. Recibió la bendición mediante la oración para llevar sotana y el nombre de Aberkio. El Higúmeno le ofreció tomar el Gran Hábito, pero no aceptó. Dijo: “Aunque podía hacerme inmediatamente monje del Gran Hábito, porque me dijeron: -Tú has terminado el servicio militar, nada te lo impide -, y respondí: “Me basta la bendición de la sotana de simple monje”. Se consideraba a sí mismo indigno, pero tampoco quería comprometerse con las promesas del Gran Hábito, a causa de su agapi por la vida hisijasta que tanto deseaba.

5. 8 Ve al Cordero retorciéndose

Relató el Yérontas: “Ayudaba a la Iglesia como eclesiástico en las vigilias. Una vez estaba en el Altar y observaba al sacerdote que hacía la proscomidia  (ritual mediante el cual se preparan los dones del pan y del vino, que juntos hacen la materia del sacrificio eucarístico.) Entonces me sucedió algo. En la frase, “se sacrifica el Cordero de Dios”, vi el Cordero encima del Disco retorciéndose como cordero que lo sacrifican. ¡Cómo me iba a atrever a acercarme otra vez! Por eso el misterio comienza desde antes…”, (a pesar de que algunos digan que empieza después).

5.9 Trabajador níptico

Desde este período comenzó a guardar apuntes de todo lo que leía. Lo que le ayudaba en su lucha, lo copiaba en un cuaderno e intentaba hacerlo praxis. Su lucha y guerra invisible interior era: poco estudio práctico de las escrituras ascéticas, mucha atención, oración incesante y persistente esfuerzo para la catarsis de los pazos y la adquisición de la divina jaris (energía increada jaris).

Pero también en su trabajo, tanto en su propio servicio como en los trabajos en común con todos los monjes (pankiniés), intentaba no interrumpir la oración. Trabajaba rápida y silenciosamente. El anciano Gerásimo del Monasterio Kutlumusio, antiguo compañero cenobita, me relató: “Nosotros trabajábamos en los trabajos comunes-pankinés, hablábamos, reíamos, pero él nada. Trabajaba aparte y evitaba la charlatanería y las críticas. Era un monje muy cauteloso”.

Una vez el Monasterio envió a unos Padres, entre los cuales estaba también Aberkio (después Paísios), fuera de las fronteras de la Santa Montaña para plantar álamos en un terreno. Al lado había un camino por el que pasaban varios laicos. El padre Aberkio (Paísios) impuso el loyismós a no ver a nadie con sus ojos, y realmente lo consiguió; semejante hazaña la logró también con el abad Isidoro de la Skiti, que fue a Alejandría y no vio a nadie sino sólo al Patriarca, (Gerontikón, pag 50 v.8). Sus ojos estaban abiertos sólo para ver ejemplos buenos de padres avanzados espiritualmente y así ser beneficiado.

5.10 Obediencia sangrante

Relató el Yérontas: “Había en el Monasterio un hermano carpintero, que los padres lo aceptaron por necesidad, porque aunque al principio el Monasterio tenía siete carpinteros, al final no tenía ninguno para pequeños trabajos. Como le necesitaban, le permitieron también tomar iniciativas. Se le habían subido mucho los humos y no respetaba a nadie. El que iba con él como aprendiz del oficio, no pudo quedarse más de una semana. Yo, por la jaris de Dios, me quedé dos años y medio. Lo que he padecido no se puede decir. ¡Pero cuánto beneficio tuve! Insultaba, gritaba continuamente. No veía bien y cuando me decía que hiciese algo, que yo veía que era un error y después deberíamos rectificarlo y poner parches, si me atrevía a decirle algo, gritaba: “¡Aún no lo has entendido, tú sólo dos palabras tienes que decir! “Bendiga” y “bendito sea”. Me callaba. Salían torcidas. Hacíamos ventanas para la Iglesia con parches. Si le preguntaran los padres, yo me callaba; él estaba también en la reunión y si quería, entonces podía confesar la verdad. De esta manera ponía un dracma (moneda de Grecia anterior al euro) para el ahorro (es decir, sueldo espiritual). Sufría de hemoptisis o expectoración de sangre y gritaba: “¡Qué haces allí, trabaja, tú así morirás”. Cuando la situación empeoró, el médico dijo que me quedara dos meses en el Hospital del Monasterio. Vino allí con gritos: “Rápido vente abajo que no tienes nada”. Hice obediencia y empecé yendo hacia la montaña a cortar castaños para hacerlos cuadrados. Tomé una senda distinta, no me fui por el camino normal para que no me vean los padres y quedase mal expuesto el anciano-I. En el camino se me abrieron las arterias y saltó la hemorragia, por eso me ví obligado a regresar. Después vino al Hospital y me preguntó severamente: ¿Por qué no has venido?

»No puse ningún loyismós para el hermano. Pensaba que
Dios permite estas cosas por agapi, para saldar algún pecado. Cuando estaba en el mundo, Dios me había dado un carisma, hacerme buen carpintero. Venían a mí los hombres y sin buscarlo, me llevaba yo el trabajo de otros. Todos corrían detrás de mí y padres de familia se quedaban sin trabajo. Para evitarlo les decía: “tardaré, tengo muchos pedidos” etc., pero ellos no se marchaban. “Esperaremos”, me decían. Así ahora estoy saldando mis pecados. Finalmente, como fui tan beneficiado por este hermano, el buen Dios le economizó. Se quedó ciego, no veía nada, se humilló ante todos y se salvó. Me hizo escupir sangre, pero me hizo ser humano”.

Los santos Padres estimaban la obediencia como confesión. Pero para Aberkio (después Paísios) la obediencia fue martírica, sangrante. Y sobre todo no al Higúmeno, sino a un monje más mayor. Lo soportó todo con alegría y paciencia.

Cuando los superiores veían fallos en las ventanas y le hacían observaciones, no se justificaba diciendo que así me dijo el anciano-I, sino que se callaba y soportaba las acusaciones injustas como si fuera culpable. Después el buen Dios reveló la verdad. Los superiores entendieron lo que sucedía, y elogiaron la virtud del principiante.

En el Hospital el buen enfermero, para fortalecerle un poco, le daba de comer nueces con miel. Allí el padre Aberkio (Paísios) se entristecía porque estaba en la cama y no podía ayudar “a los padres y hermanos que sufrían fatigas”. El enfermero le dijo: “Si haces komposkini, esto vale mucho más. Dios dará fuerza a los padres y mandará también algunas bendiciones al Monasterio”. Así con filótimo se cansaba orando por todos los hermanos.

Cuando más o menos se había recuperado, el Higúmeno le dio la bendición para tener un cacito para poder beber algo caliente y recuperarse. Buscando un camping gas entre los Padres, se emocionó mucho porque nadie tenía. Una vez con dificultad encontró un camping gas; y haciendo algo caliente en su kelia-celda, después le molestó su loyismós. Tiró por la ventana al mar el cacito que era una lata de conserva y encomendó su salud y a sí mismo entero en las manos de Dios.


5.11 Visita de la Divina jaris–gracia energía increada

Un hecho insólito vino a endulzar la rapidez de la ascesis, la visita de la divina jaris (energía increada gracia). “Cuando se habían agotado las baterías (sus fuerzas), narró un acontecimiento: una noche mientras oraba de pie, sentí que bajó algo de arriba recubriéndome entero. Sentía un deleite y mis ojos se hicieron como dos fuentes que corrían continuamente lágrimas. Veía y vivía sensiblemente la jaris energía increada. Hasta entonces, emociones y cosas de este tipo había sentido muchas veces, pero una cosa así era la primera vez que me sucedía. Fue tan espiritualmente potente este acontecimiento,  que se mantuvo, apoyándome,  más o menos diez años, hasta que más tarde en el Sinaí, viví situaciones superiores de distinta manera”. “La deidad, es decir, la divina jaris (energía increada) de por sí misma, es decir sola, no se nota si no viene a la psique lógica. De otro modo el fuego sensible no es captado por los sentidos cuando no encuentra materia, ni tampoco el fuego espiritual es captado por el nus, cuando no encuentra la materia de los logos-mandamientos de Dios.” San Simeón el Nuevo Teólogo, “Logos 3, p. 38”

5.12 Marcha hacia la hisijía

Cuando el p. Aberkio (después Paísios) vino al Monasterio, rogó al Higúmeno quedarse un espacio de tiempo y después darle la bendición para la hisijía, y él lo aceptó. Por supuesto que fue muy beneficiado por todos los padres y puso un buen cimiento en aquel Monasterio con muchas hazañas, pero también su anhelo por la vida hisijasta se hacía más intenso. Cuando oraba, su nus estaba raptado en zeoría contemplación espiritual. Su corazón estaba encendido “de las brasas del desierto” (Sal 119,4) y sentía la llamada del desierto.

Pidió la bendición para marcharse del Monasterio por motivos de hisijía. Dejó en el Monasterio sus esfuerzos y su  servicio, sangre, sudores y lágrimas, y salió con la esperanza en Dios y en la Panaghía para que lo conduzcan “en tierra desierta”.

Primero fue y se prosternó y veneró el icono de la Panaghía Portaítisa en el Monasterio Ibiron. ¡Se había alterado la forma de la Panaghía! ¡Se hizo muy dulce! De este modo fue informado de que la voluntad de Dios coincidía con la suya para su partida.

A6 EN EL MONASTERIO IDIORRÍTMICO DE FILOTHEU

6.1    Obediente al Yérontas
6.2    Servidor bien dispuesto y luchador desapercibido
6.3    Loyismós de soberbia u orgullo
6.4    Tentaciones “tankalísticas-endiabladas”
6.5    Inventa la forma de ayuda
6.6    En Kónicha para terapia
6.7    La providencia de Dios
6.8    Monje de pequeño hábito
6.9    Relación con Padres virtuosos
6.10Bendiciones de la Panaghía
6.11Recibe apocálipsis-revelación


6.1    Obediente al Yérontas

En la Skiti de Kutlumusíu de San Pantaleón, en la Kalivi de la Presentación, estaba ejerciéndose el virtuoso Yérontas padre Cirilo. El padre Aberkios (después Paísios) atraído por la virtud de Cirilo, de la cual había oído hablar, fue y le rogó que le admitiera como subordinado. Y efectivamente lo admitió. Luchaba junto con él y tenía la esperanza de quedarse siempre bajo su obediencia.

Pidió también la bendición de ir a Kónicha a traer a su hermano Luca, para hacerse monje*.
-¿No conoce el camino él para venir solo?
-Sí, lo conoce.
-Eh, entonces déjale que venga. Pero si viene, ayúdale y dale incluso hasta tu kelia si hace falta.
* Según dijo el Yérontas su hermano menor, Luca, “era muy piadoso y puro” y quería hacerse monje. Pero creía que, si se hacía monje, debería luchar de un modo sobrehumano y hacer vida muy severa, tal y como veía a su hermano (Paisio) hacer desde laico. Este tipo de abnegación era imposible para él, porque era muy enfermizo y achacoso. Este pensamiento le alejó de hacerse monje.

Mientras que el padre Aberkios (Paísios) había encontrado “según su corazón” un Yérontas santo y un puertecito tranquilo que le daban reposo, el diablo no se tranquilizó, trayéndole distintas tentaciones. Aunque se había marchado del Monasterio Esfigmenu con la bendición del Higúmeno, el representante de Esfigmenu le dijo que regresara al Monasterio, porque era útil como carpintero. Si no regresaba, le amenazaba con expulsarle de la Santa Montaña.

Entonces el padre Cirilo le preguntó si tenía a algún conocido o pariente en algún monasterio. Había en el Monasterio Filotheu un pariente lejano y compatriota suyo, el padre Simeón, quien había conocido a San Arsenio. Le aconsejó ir junto con el padre Simeón para protegerle, porque de otra manera no encontraría tranquilidad.

Así el padre Aberkios (Paísios), después de una breve, pero bendita permanencia con el Yérontas Cirilo (del 22 Marzo hasta el 20 de Abril de 1955), le obedeció y se fue a Filotheu que aún era un Monasterio idiorrítmico (singular, sin regla) y de allí caminando iba a ver al Yérontas Cirilo y pedirle consejos sobre temas espirituales. 12* En los Monasterios idiorrítmicos, singulares o no sujetos a la regla, sólo era común la vida del culto. No había Higúmeno o Abad, ni tampoco era obligatoria la pobreza. En los idiorrítmicos o singulares los monjes a cambio de su diaconema o servicio recibían sus bendiciones (principalmente dinero y alimentos) y así se economizaban o se las arreglaban, (ahora todos son Cenovios).

Muchas veces el Yérontas Cirilo recibía información de Dios y conocía con antelación su visita y el tema que le ocupaba. No hablaba nada, pero daba la respuesta con un pasaje que tenía apuntado en algún libro.

Más tarde escribió las cosas admirables que había visto en este santo Yérontas que tenía el carisma de prever, expulsaba demonios y cuando leía el Evangelio, de sus ojos corrían lágrimas como fuentes, (“Padres Aghioritas”, pag 118-121).

6.2    Servidor bien dispuesto y luchador desapercibido

El padre Aberkios (después Paísios), mientras buscaba la vida hisijasta, hizo obediencia y se encontró en un Monasterio idiorrítmico (singular, sin regla). Tomó el servicio de responsable del almacén de alimentos y del comedor. Es decir, repartía los alimentos y el vino a los Padres. Después le encomendaron la carpintería y además ayudante para hacer pan. Aunque se cansaba en su servicio-diakónima, estaba siempre solícito, bien dispuesto a sacrificarse por los demás y ayudar adonde hiciera falta.

Relata un monje que estaba con él: “Era un hombre abierto. Siempre con la sonrisa y con la bondad, preparado para ayudar a cada uno. Le veíamos siempre con un alicate y con un martillo en la mano, correr para arreglar los daños en las kelias de los padres. A mí una vez que me había enfadado con mi Yérontas se dio cuenta, primero me llevó a su kelia, me hizo un café, me habló y después me mandó que me arrodillara y reconciliarme con mi Yérontas”.

Un hieromonje, antiguo Filoteita, que conoció bien al Yérontas, recuerda: “Aquello que hizo impresión y lo sintieron todos los padres Filoteitas, era la apacibilidad, la bondad y el carácter pacífico del Yérontas. Como servidor del comedor le caracterizaba la rapidez de sus movimientos en el reparto de los alimentos. Todo el tiempo que sirvió en el comedor, no hubo ni un mal entendido con los Padres. Repartía los alimentos con cuidado como si fuera antídoro-pan eucarístico. Nos había pacificado a todos. Había influido con la forma de su vida, con su carácter y con su comportamiento impecable a los Padres. Estaba bien dispuesto y solícito a atender a todos. Transportaba agua y leña a los ancianitos. El anciano Efdókimos le señalaba diciendo: “Éste es un buen monje”.

»Ayudaba también al enfermizo padre Afxentio que era el responsable de la sala de visitas. Cuando el Yérontas se marchó del Monasterio de Filotheu, el padre Afxentio decía: “Hemos perdido a un bendito hombre de Dios”.

»Le veíamos sólo en el diakonema-servicio y en la Iglesia, donde leía la Novena hora y la Medianoche. No tenía muchas relaciones. Se quedaba en su kelia y oraba. Oíamos que ayuna y hace mucha vigilia. Era muy cuidadoso con sus palabras. No hablaba, sólo decía un “εύλογείτε evloguite-bendiga”.

El Monasterio Filotheu está a bastante altura, en invierno cae mucha nieve y hace mucho frío. Sin embargo el padre Aberkios (después Paísios) para ascesis no encendía fuego en su kelia. Le calentaba la jaris (energía increada gracia) de Dios y le protegía de grandes enfermedades, aunque continuamente sufría de algo; nunca estaba totalmente sano. Se entristecía cuando veía a un Yérontas cerrar con llave su almacenito de madera de quemar, porque creía que se la iban a robar. Consideraba una inconveniencia la desconfianza para un monje. Le decía que no la cerrase con llave y que él mismo traería o transportaría a todos la madera, para que tengan necesidad de coger de la suya.

El padre Aberkios (Paisios) participaba sin falta a la vida del culto divino del Monasterio. Además que en su kelia hacía a escondidas ascesis grande y con mucha oración. Se había puesto el propósito espiritual de prepararse en la medida de lo posible para el desierto. Tenía la capacidad de luchar sin ruido, porque las condiciones del monasterio idiorrítmico eran favorables para este tipo de ascesis.

Relata un monje compañero suyo: “Dentro del Monasterio era ejemplar, luchador duro, gran ayunante y hacía genuflexiones como un rifle”.

Narró el Yérontas: “En mi kelia como almohada tenía un tronco de castaño. Como cama tenía dos tablas con vacío en medio, para que no toque la columna vertebral y se caliente. Hacía “novenas” continuas. Sobre todo los alimentos de temporada, tomates, lechugas, verdura, las comía mucho tiempo, hasta que mi organismo se aburría y ya no las comía con ganas. Cada noche vigilia. Dormía poco. En la Iglesia no me sentaba en el asiento, para que no me entrara sueño.”

6.3    Loyismós de soberbia u orgullo

“Y mientras que por la ascesis”, decía el Yérontas, “había adelgadazado mucho y parecía como un esqueleto, una noche sentí la tentación de algo como un suspiro de mujer cerca de mi oreja. Inmediatamente me levanté, comencé a salmodiar y encendí la luz. Mi Guía espiritual-Pnevmatikós me dijo: “Puede haber soberbia escondida. Con tanta ascesis no se justifica esta tentación”.  Y realmente comprobé también yo mismo, tras examinarme, de que mi loyismós me decía algunas veces que algo soy y por fin algo hago. Bah… cosas perdidas”.

Para que se humillase y ser catartizado, sanado y purificado de la oculta soberbia u orgullo, el Pnevmatikós le dijo que fuera cada día a darle comida cocinada. Él mismo no cocinaba, en cambio su Pnevmatikós el Padre Simeón, como había sido infectado por tuberculosis, cuidaba su dieta. El padre Aberkio (Paisios) durante un mes le daba sus alimentos en crudo o secos y recibía comida cocinada. Pasó esta tentación y comenzó otra vez los ayunos con más humildad y autoconocimento.

6.4    Tentaciones “tankalísticas-endiabladas”

Durante un tiempo al principio el diablo le traía loyismí blasfemos. Estas palabras blasfemas las oía de los soldados años atrás y entonces no hacía caso, no daba importancia, ahora estas cosas se las traía el diablo al nus contra los Santos durante el momento de la oración, incluso cuando estaba en la Iglesia.

Se confesaba al Pnevmatikós. Iba a la ermita de San Juan el Precursor y oraba. Cuando reverenciaba, salía perfume divino del icono y se marchaba aliviado y reposado. Después otra vez venían los loyismí blasfemos. Volvía a ir a la ermita, y otra vez salía perfume del icono.

Naturalmente el diablo no se calmó. Algunas veces oía golpes y voces en su sueño. Se despertaba y no veía nada. “Molestias tankalísticas- endiabladas, por los diablos” comentaría más tarde el Yérontas.
El nombre de tankalaki sobre el diablo lo había oído una vez de un anciano de la región de Pontos y le gustó. Significa aquel que se le ha ido la cabeza y hace locuras. Desde entonces también el Yérontas asi acostumbraba llamar al malo astuto.

Un día, mientras estaba salmodiando en voz baja “Santo Dios”, en la Divina Liturgia, vio entrar una bestia terrible, era el diablo desde la puerta lateral. Su cabeza era de perro y saltaban llamas de sus ojos y de su boca. Movía su cabeza arriba-abajo diciendo despreciativamente: “A… A…. A…”. Se giró enfurecido hacia el padre Aberkio (Paisio) y le hizo un corte de mangas dos veces, porque salmodiaba “Santo Dios”.\




6.5    Inventa la forma de ayuda

El Yérontas relató lo siguiente: «Entonces en el Monasterio Filotheu vivía un monje, el yerontas Esperidón que su comportamiento era rebelde.

»Especialmente al monje del gran Hábito, cuando no tiene cuidado, Dios permite que sea endemoniado, para que se humille y se salve, cosa que sucedió también con éste. Hizo muchos intentos de saltar del balcón y otras locuras, y le llevaron al médico. Los médicos hicieron un consenso y dijeron que sólo Dios le puede sanar.

»Un día le dije: “No me siento bien, vamos juntos al sacerdote para que me lea alguna oración”, y le llevé al sacerdote para que le leyera exorcismos. Le supliqué sobre todo que leyera con voz baja, para que no escuchase, porque se marcharía. Apenas llegamos, me arrodillé y le digo: “Arrodíllate tú también”. Él se quedó de pie mirándome y me dijo: “Si tú no te sientes bien, ¿yo qué culpa tengo?”.

»Después tuvo incidentes; rompió su pierna, se quedó inmovilizado en la cama, se humilló y Dios se lo llevó.

»Un día estaba enfermo, me llamó para hacerle oración. Hice un komposkini con cruces diciendo la oración: “Señor Jesús Cristo ten misericordia del yérontas Esperidón”. Me dice: “Deja lo de yerontas Esperidón; tienes que decir Spiro (diminutivo de Esperidón)”. Mientras que antes si no le llamaras “yéronta-Esperidón” honoríficamente, se enojaba. Después se humilló. Que Dios le tenga piedad y economice por él»

6.6    En Kónicha para terapia

El Padre Aberkios (después Paísios) sufría ya sus conocidos problemas de salud, que empeoraban. Los Yérontas del Monasterio se inquietaron y le mandaron a Kónicha para terapia el verano de 1956. En el Hospital no quería ser ingresado, para no ser motivo de acusación al monaquismo, diciendo que los monjes resultan en los sanatorios. Cumpliendo con gran responsabilidad la xenitía (ver sobre virtud xenitía B 1)- que prometió como monje, no fue a quedarse en su casa. Fue y se quedó en la ermita de Santa Bárbara con la cual desde joven estaba unido ascéticamente con luchas y acontecimientos sobrenaturales. Allí por las noches encendía un candil y hacía vigilia orando y haciendo genuflexiones sobre las baldosas del suelo. Hasta que un día economizó Dios y vino a encender una vela allí Keti Patera, que llevaba mucho tiempo trabajando fuera de Kónicha.

Nos relata la misma Keti: “Era verano y fui a la ermita y vi un monje muy delgado que parecía como un santo, de una forma o figura como Cristo. Al principio no le conocí. Había venido a Kónicha para una terapia. No quería quedarse en su casa, porque decía que los monjes deben estar alejados de sus parientes. Le propuse que viniera a nuestra casa, para que hiciese compañía a mi madre que estaba sola y con edad avanzada.

»Por gratitud bajó la cabeza y vino a casa. En el Monasterio le dieron un “kokoraki” (moneda que vale ¼ de lira) y nos la dio.

»Se quedó tres meses más o menos. Comenzó la terapia con estreptomicina. Venía el médico de Kónicha y seguía su enfermedad. Su hermana le ponía las inyecciones.

»Se quedó en una habitación en la planta de arriba y todo el día leía, oraba y quería ayunar. Yo los pocos días que me quedé en casa durante mis vacaciones, le preparaba comidas sólidas. Hervía carne, tomaba la sopa y ponía bastante aceite para que no se diera cuenta que era sopa de carne, y le hacía un plato de sopa. Su organismo era fuerte y en poco tiempo se recompuso. Cuando apenas vio que su cinturón le apretaba y debía relajarlo, paró de comer las sopas que yo le hacía y solo hervía un cacito de trigo, y así pasaba.

»Una noche se levantó mi madre y escuchó un golpe rítmico, tak-tak-tak … que venía de la habitación donde dormía el padre Aberkios (Paísios). Me despertó y me mandó ir a ver qué hacía el monje. Eran las doce de la noche. Tocó la puerta diciendo: “Por las bendiciones de los Santos Padres…”, así me había enseñado a decir cuando tenía que ir a su habitación. Abre y me dice: “Ah hermana, ¿qué te pasa? No te inquietes, entendí lo que sucedió. No quería decírtelo. Así acostumbro a hacer por la noche. Porque ahora más que nada hago una vida que no es monacal. Después estoy también obligado hacer oración para algunos que me ayudan”. Aunque el Yérontas estaba enfermo, hacía toda la noche komposkini con oración y genuflexiones”.

6.7    La providencia de Dios

Relató el Yérontas: “Regresando a la Santa Montaña en Uranúpolis (pequeño pueblo de donde sale el barco para la Santa Montaña) se me acercó una joven y me suplicó que orase por ella. Había decidido hacerse monja pero sus padres no querían. Se había marchado a escondidas sin llevarse nada consigo. Era una psique dolida.

»Había guardado un poco de dinero, sólo para el billete hasta Dafni, y “a partir de allí Dios dirá”, pensé. Le di todo el dinero y el despertador porque le sería útil en el monasterio donde iría.

»Apenas llegando a Dafni me llamó un responsable del Monasterio Filotheu: “Tengo aquí los animales del Monasterio. Pon tus cosas, pero tú también te montas. ¿Lo oyes? Harás obediencia”
»Llegué sin cansarme al Monasterio. La misma noche viene un monje y me dice: “Uno me trajo un despertador. Yo tengo otro. Quizás tú no tienes, llévatelo”.

Después de esto me quedé perplejo y quebrantado por la providencia de Dios, que tan claramente veía que se ocupaba del desdichado de mí.

6.8    Monje de pequeño hábito

El padre Aberkios (después Paísios) según el monacologion-libro de entradas al Monasterio, entró el 12 de Marzo de 1956. Después de silenciosas luchas durante un año, fue ordenado monje de pequeño Hábito. Le dieron el nombre de Paísios II. Su tonsura se hizo el 3 de Marzo de 1957. Su padrino fue el yérontas Sabas. Le estimaba y le respetaba mucho, porque era, según el testimonio del Yérontas, “virtuoso, sabio y piadoso”. Con él mantenía también después correspondencia desde Stomio, y oraba para que se hiciese digno de recibir de sus manos también el Gran Hábito Angelical. El amaba al padre Paísios de verdad y le instruía como hijo suyo.

Después de la tonsura le hizo una foto y se la envió a su madre, detrás de la cual escribió el siguiente poema:

Madrecita mía me despido, yo me voy hacer monje,
me voy de la vida vana, para burlarme del engañoso de los hombres.
Voy a pasar mi juventud en la soledad del desierto,
y por la agapi a CristoDios todo lo sacrificaré.

Todos los bienes del mundo, como basura los dejaré,
para ejecutar el primer mandamiento y amar a Dios.
Con la Cruz en el Gólgota seguiré a Jesús
y hasta la Jerusalén de arriba, deseo encontrarte.

Me voy de tu gran cariño, madrecita para poder, y
para estar juntos eternamente, yo te ruego.
Por eso desde pequeño quise vestirme de negro
para dedicarme a Cristo y gustar a Dios.

Y como Madre a partir de ahora, tendré la Panaghía,
para que me guarde inocuo, de la mala astucia del enemigo.
Madre mía con corazón delatado aquí en la hisijía
estaré orando siempre para ti, y para toda la ciudadanía.

Santa Montaña Athos, santo monasterio de Filotheu 3-5-1957
Dedicado a mi respetada Madre, Paísios.


6.9    Relación con padres virtuosos

El padre Paísios, donde oía que había padres virtuosos que viven ascéticamente y están en un estado espiritual admirable, pretendía ir a encontrarlos para beneficio suyo. Consideraba muy valiosos sus consejos y luchaba por asimilarse a ellos en la virtud. Guardaba en su interior sus palabras y su santo ejemplo como un valioso  tesoro, hasta que más tarde el Yérontas editó su propio libro: “Padres Aghioritas”.

Apenas pasaron dos días desde su comparecencia,  el yérontas Agustín el Ruso vino al Monasterio a visitar su kelia, pero estaba ausente. Le dejó unas bendiciones (regalos). El yéronta Agustín le veía en Espíritu desde la Skiti del profeta Elías, a una distancia de cuatro horas andando más o menos. A continuación conectaron espiritualmente. Dice sobre él el Yérontas que luchaba con los demonios, veía la luz increada, le visitaba la Panaghía cuando estaba en el Hospital del Monasterio, etc.

También venía de Katunakia (Skitis del sur de Athos) el yéronta Pedro, que le llamaban Pedrito”, y conversaban espiritualmente. El Yérontas Paísios le admiraba y le tenía devoción más que todos los ascetas que había conocido, por eso quería hacerse obediente de él.

Un compañero del padre Paísios del monasterio recuerda: “Todos los ascetas del desierto que venían al Monasterio, iban directamente a donde el Padre Paísios, como si hubieran sido recomendados por alguien. Él nos reunía a nosotros, los más jóvenes, para que escuchásemos, aprendiésemos y fuésemos beneficiados. Me acuerdo que venía el yérontas Pedro, hombre santo, delgado, bajito, con una caña como bastón y cuando hablaba sobre el Señor se ponía de pie. “Siéntate bendito”, le decía el padre Paísios y aquel respondía: “Cuando hablamos sobre el Señor debemos ponernos en pie”.

Había ganado la confianza de dos “locos” por Cristo, uno del Monasterio Filotheu, el yerontas Dometio, y uno de la Kalivi, el yéronta E. El segundo le hablaba en confianza sobre las locuras y las ascesis que hacía.

Naturalmente, se mantenía en comunicación con el Padre Cirilo, así como también con un importante asceta rumano, el padre Atanasio de la Skiti Laku. A continuación conoció también a muchos más padres virtuosos.

6.10    Bendiciones de la Panaghía

Narró el yérontas Paísios: “Era la primera quincena de Agosto. Después de una Divina Liturgia me mandó mi yérontas a un trabajo. Estaba agotado por el ayuno y por la vigilia anterior, y después de la Divina Liturgia no había comido, porque no me lo había dicho el Yérontas.

»Llegué hasta el Monasterio Ibiron y esperaba el barquito. El barquito tenía que llegar al mediodía, pero era media tarde y aún no había aparecido. Estaba totalmente agotado. Piensé hacer komposkini para la Panaghía para economizarme algo. Pero digo en mi interior: “¿Eres tonto o qué, para estas cosas vas a molestar a la Panaghía?”. No me dio tiempo de acabar la frase y viene un hermano desde el Monasterio, me da un paquete y me dice: “Toma hermano, por la jaris-gracia de la Señora Zeotokos”.
»Lo abrí y tenía en su interior poco de pan, higos y uvas. Apenas me contuve las lágrimas, hasta que el hermano se marchó”.

Esto sucedió en el quiosco del Monasterio Ibiron. En otro momento tuvo una experiencia más inmediata de la providencia de la divina Madre en el puertecito de este Monasterio. Los dos acontecimientos tienen muchas similitudes pero también bastantes diferencias. También en el segundo caso estaba sin dormir y hambriento, esperando el barquito.

Relató el Yérontas Paísios: “A causa del agotamiento no me sentía bien. Me asusté, no vaya ser que me marease allí y me viesen los obreros. Por eso me envalentoné y me fui detrás de un montón de maderas.
»Pensé por momento rogar a la Panaghía e inmediatamente me dije a mi mismo: “¿Desgraciado, la Panaghía para el trozo de pan la tenemos?”
»¡Y apenas dije esto, he aquí la Panaghía me dio un trocito de pan caliente y uvas! Eh, a partir de ahí y después…”

A uno que el Yérontas le sanó de una enfermedad incurable, escuchando la narración, preguntó sorprendido:
-Bien, Yéronta, después de haber comido las uvas, con el tallo que te quedó en la mano, ¿qué pasó?
-El tallo de las uvas y las migajas también las he comido, respondió con énfasis.

6.11    Recibe apocálipsis-revelación

Durante el corto período de su permanencia en el Monasterio Filotheu, no paró de pensar en el desierto. Sentía intensamente ya el deseo para la hisijía; le sobrecogieron los hisijásticos “dolores de parto”. Hacía varios intentos de marcharse hacia el desierto pero todos fracasaban. El camino hacia la hisijía permaneció cerrado y lleno de impedimentos. El plan de Dios era distinto.

Una vez acordó con un barquero llevarle a una isla desierta, para estar solo en la ascesis, pero finalmente no vino.

Quiso ir a Katunakia (Skitis del sur de Athos) y hacerse obediente al yérontas Pedro, pero los Yérontas no le dieron la bendición. Mientras tanto el yérontas Pedro, durmió en santidad. Posteriormente decía el Yérontas: “¡Lo que me habría pasado! Me habría quedado sólo y me habría metido en la ascesis sin freno. ¡Vete a saber qué me haría el diablo!”.

También había acordado con el padre F. Filoteita ir juntos a Katunakia para hacer ascesis. El padre Paísios haría el trabajo manual, el padre F., se lo entregaría a los Monasterios y compraría tostadas de pan para poder mantenerse los dos. Pero una noche, antes de sonar el tálanto (especial madera de toque) para ir a la Iglesia, el Yérontas tocó la puerta del padre F. y le dijo que no es la voluntad de Dios que se marcharsen. El padre F. le contó el siguiente sueño que vió: “Corríamos por el techo del Monasterio y, cuando estábamos listos para saltar, una mujer vestida de negro nos detuvo por la espalda y dijo que es un barranco y que nos mataríamos. Así yo entendí que Dios no deseaba que nos fuéramos.

El padre Paísios narró más tarde, así de esta manera, esto que le pasó y que le hizo ir al Monstario de Kónicha en vez de ir a Katunakia: “Hacía oración en mi kelia. De repente me quedé totalmente inmovilizado. No podía levantarme, era imposible. Una fuerza invisible, me detenía inmovilizado. Entendí que algo sucedía. Me quedé atrapado durante dos horas y media más o menos. Podía orar, pensar, pero no me podía mover para nada.  Mientras me encontraba en este estado, vi como si fuese la televisión por un lado Katunakia y por el otro lado el Monasterio Stomio en Kónicha. Yo con anhelo giré mis ojos hacia Katunakia. Entonces una voz –era de la Panaghía- me dijo claramente: “No irás a Katunakia, irás al Monasterio de Stomio”. “¡Mi Panaghía, yo te he pedido el desierto y Tú me mandas al mundo!, dije. Escuché de nuevo la misma voz diciéndome severamente: “Irás a encontrar tal persona9 que te ayudará mucho”. Simultáneamente durante este divino acontecimiento me vinieron respuestas a muchas dudas que tenía como si fuese en una televisión.

Inmediatamente fui desatado de aquella invisible atadura y se inundó mi corazón de divina jaris (gracia energía increada). Después fui y lo comenté a mi Pnevmatikós-Guía espiritual. “Esta es la voluntad Dios”, me dijo. “Pero no saques a la luz pública este acontecimiento. Di que te vas por motivos de salud” –aquella época tenía hemorragias- “hará falta que salgas de la Santa Montaña, y vete”. Otra cosa quería yo, pero Dios tenía su plan. Tal y como se demostró a posteriori, la principal razón era para que fuesen ayudadas las ochenta familias que se habían convertido en protestantes, para volver a la Ortodoxia”, se inundó mi corazón de divina jaris.

9Esta persona era Katerina Rusi, madre del alcalde. “Era una santa psique”, según el Yérontas.
  

A7 EN EL MONASTERIO STOMIO DE KONICHA

7.1 Restauración del Monasterio

7.2 Impone el respeto

7.3 Salta al precipicio

7.4 Exhumación de los restos de San Arsenio

7.5 Esfuerzos, ascesis e hisijía

7.6 Protector de los pobres y de los huérfanos

7.7 Afrontamiento de la tentación con martirio

7.8 Luchas antiheréticas

7.9 “Conducido por el Espíritu Santo”

7.10 Ataques demoníacos

7.11 Salvación por la divina providencia

7.12 Visita nocturna de la Panaghía

7.13 Verdadero sueño demoníaco

7.14 Familiaridad con los animales salvajes
               
7.15 Otros acontecimientos de Stomio

7.16 Su marcha de Stomio ……………..............................         154



7.1 Restauración del Monasterio

Por el Señor son ordenados los pasos del hombre, Él aprueba su camino” (Sal 36.23). Con apocálipsis-revelación dirige el Señor, y ahora los pasos del hombre de Dios, Paísios, en el Monasterio de Stomio de la región de Kónicha. Anhelaba la vida eremita y se preparaba para el desierto, pero por mandamiento de la Panaghía se encontró en Monasterio del mundo.

Decía el mismo: “La promesa que había hecho a la Panaghía, si me protegía su jaris durante la guerra, de ir tres años a ayudar a reconstruir el Monasterio quemado, creía que la Panaghía ya no la pediría, ya que me hice monje, pero se ve que la promesa que había hecho quería que la realizara”.

Así se encontró en el tranquilo Monasterio de Stomio en Agosto de 1958. Los hombres se alegraron por su venida y muchos le visitaban.

Comenzó la restauración del Monasterio, sin tener el dinero ni los materiales imprescindibles. Ayudaban algunos buenos cristianos. El Obispo le dijo que fuera por los pueblos con las santas reliquias para reunir ingresos. Donde iba, venían, veneraban y daban aquellos pobres hombres un plato de trigo. Pero el trigo que recogía, uno o dos sacos no lo guardaba para las obras de restauración; lo daba al cura de cada pueblo para repartirlo a las familias más pobres.

Pero la Panaghía que le trajo a su pequeño Monasterio condescendía en sus esfuerzos. Iluminó a algunos y ofrecieron dinero, materiales y trabajo personal. En efecto, muchas veces el Yérontas sintió también la sinergia-cooperación y percepción de ella, como ha narrado: “Cuando poníamos las baldosas del suelo, vinieron setenta personas para ayudar. Mientras que el trabajo avanzaba, me dicen los técnicos que harán falta veinte sacos de cemento”. ¿Y qué hago ahora? Me encontré en una situación difícil. Dejarlo a medio terminar, dicen, no vale, traer más cemento era difícil, porque harían falta cuatro horas y media con los animales que estaban en los campos. Entonces voy corriendo a la Iglesia. Enciendo una vela, me arrodillo y ruego la Panaghía que ayude. Después me voy y digo a los obreros que continúen el trabajo, poniendo la misma cantidad normal de cemento. ¡Cuando terminaron, sobraron otros cinco sacos de cemento! Mientras tanto las mujeres que cocinaban, avisaron al Yérontas de que los panes y la comida eran pocos en relación con tantos obreros. Él las tranquilizó diciendo que no se preocupasen por nada. Realmente todos “comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que habían sobrado” (Mrc 8,8). Al marcharse se llevaron también pan en sus mochilas.

También durante el trabajo nubarrones negros habían cubierto el cielo y anunciaban una lluvia tormentosa. Si hubiese llovido, las placas (baldosas) del suelo se habrían quedado a la mitad. Pero al rato salió el sol y se terminó la obra.

También fue difícil encontrar materiales, así como el transporte de estos por una senda, similar a un camino de cabras, que en algunos puntos se estrechaba tanto que un animal cargado difícilmente podía pasar. Por la otra parte había precipicio.
Nos narra un obrero: “Cuando íbamos a poner las placas, el padre Paísios trajo arena del río y la subió al Monasterio. Parte de la arena con un saco a sus espaldas y otra parte con animales que encontraba por ahí y por allá, pero se cansó mucho”.

Relató el señor Georgios Maipas: “Una vez había ido el profesor de arqueología señor Dákaris. Vio la Iglesia que estaba el suelo con placas y dice al padre Paísios: “te mandaré mármoles blancos”. Realmente los mandó y los dejó en el puente. El Yérontas avisa a los habitantes de Kónicha para transportarlas con los animales. Ellos fueron, vieron los mármoles, los encontraron muy grandes y dijeron que los mulos no pueden transportarlos por el miedo de que se resbalasen y se cayesen al precipicio. El Yérontas les dijo: -Bien”. Nada más. Baja el mismo y se pone dos mármoles en la espalda para subirlos al Monasterio, viéndole algunos:
-¿Padre qué haces?
- Eh, ya que los de Kónicha les dan pena sus mulos, yo transportaré los mármoles.
»Ellos se van corriendo y dicen:
-¿Qué hacéis sentados en las cafeterías y el padre Paísios transportando los mármoles sólo sobre su espalda?
»Fueron generosos y fueron con los mulos, transportaron los mármoles y así se puso el suelo de la Iglesia con mármol blanco».

Compró madera y él sólo hizo las puertas, las ventanas, los asientos, las mesas y todo lo que hizo falta para la Iglesia.

También cambió el tejado de la Iglesia e hizo celdas para monjes, sala de visitas, cisternas para almacenar agua y otras obras.

Su hermana Cristina recuerda: “El Monasterio había quedado en ruinas y yo iba y ayudaba. Cuando fuimos por primera vez, cargamos unas cosas en una mula. Aunque había una habitación, una cocina y otra habitación en la entrada, él fabricó un quiosquillo de tablas, lo justo para poder estar sentado, no estirado. Le digo: “¿Para qué te vas a sentar allí, te comerán los ratones? Me respondió: “Si viene alguien, que tenga habitación para quedarse”. Los alimentos me los devolvió. “Tómalos, porque los comerán los ratones”. Se sentó allí hasta que vinieron otros dos Padres e hizo tres celdas pequeñas. Más tarde su celda la hizo en la esquina que quedaba”.

El señor Maipas dice : “El padre Paísios era un carpintero perfecto. Volvió a levantar el Monasterio destruido con muchos esfuerzos. Estaba enfermo, pero ayunaba. No interrumpía el ayuno nunca”.

Testifica el señor Apóstoles Jatsirubis: “Visitamos  al Yérontas en Stomio y vimos qué bien había arreglado el Monasterio y con qué orden. Sus obras provocaban admiración. Entonces nos dijo que el torrente que está más abajo durante el invierno es difícil de pasar. Nos ofrecimos para ayudarle. Él mismo arregló un puentecito. Después fueron ocho personas y le ayudaron a poner el cemento”.

7.2 Impone el respeto

El Yérontas no sólo se desgastaba por las construcciones, sino también con la vida virtuosa y sus consejos con discernimiento, imponía a los peregrinos el respeto hacia la santidad del Monasterio. Consideraba indignas las juergas y los bailes con todos sus efectos, los veía como una blasfemia a Dios y una ofrenda a la Panaghía, ya que el templo estaba dedicado a Su nacimiento. Por eso hizo todo lo posible para que se parasen las juergas.
1En los siguientes versos que el Yérontas había compuestos, se refleja su gran agapi por el Monasterio Stomio, pero también su profundo dolor por las cosas que allí sucedían:
Monasterito desierto adornado de la naturaleza
Los progenitores con devoción te tenían construido.
Con muchas ofrentas te habían dotado
Con monjes y sacerdote siempre vigilado
Y ahora en nuestros días que estés arruinado
Y esté tu candil siempre apagado
Tu piadosa Capilla llora entristecida
Sin consuelo del edificio quemado por los alemanes.
Concedió la Panaghía ser quemado por nuestros pecados
Porque los jóvenes hemos cambiado los tiempos
Dejamos las canciones de los héroes y nuestro himno nacional
Cayendo en las manos de los francos obscenos, hay de nuestra oscuridad.
Pero otra vez no lo entendimos Soberana Panaghía
Que debemos festejar siempre con agripnía-vigilia
Y no con bailes indecentes y canciones como truenos
Y fuera de tu Santo Pórtico blasfemar las cosas divinas.
Monje Paísios Filotheíta.

Primero, en una pequeña cima antes de la entrada del Monasterio, cavó una tumba. Allí colocó una Cruz y cada día encendía el candil e incensaba. Lo hacía también en memoria de la muerte, pero principalmente para evitar que la gente laica hiciese juerga allí.

Pararon las juergas y los bailes. Sólo para la fiesta, por economía los mandó que fueran frente a  las hayas, donde había agua corriente de la fuente y podían comer. Había preparado un espacio, sobre todo puso también unas tablas para que estuviesen protegidos del frío. Pero no les permitía beber bebidas alcohólicas. A pesar de esto uno desobedeció. Trajo consigo una garrafa de anís griego y lo vendía a la gente. El Yérontas se dio cuenta y le preguntó:
-¿Qué tienes aquí?
-Agua, respondió.
-Agua tiene también la fuente aquí.
Y tal como estaba garrafa de anís  cerca del Yérontas, lo empujó con el pie y rodó hasta abajo al río Ahoo.

Debajo del Monasterio, antes del pequeño puente de cemento, en lugar de “Gabros”, puso dos carteles. Uno señalaba hacia el Monasterio y decía: “Hacia el Santo Monasterio Stomio los que están adecuadamente vestidos”, y en el otro cartel ponía escrito: “Hacía el río Aoho los que están irrespetuosamente vestidos”. Especialmente no quería que entrasen mujeres vestidas irrespetuosamente. En el pie de la puertecita del Altar puso el cartel: “Prohibida la entrada a los laicos”.

Un viernes subieron unos laicos al Monasterio. Cogieron una sartén del Monasterio, encendieron fuego fuera a la entrada y comenzaron a freír pescados que llevaban consigo. Al principio el Yérontas no se había percatado, porque estaba ocupado. Cuando fue informado, se encendió su celo divino. Va toma la sartén y la tira al precipicio junto con los pescados.

7.3 Salta al precipicio

Una vez transportaba las santas Reliquias y tenía el relicario atado con correas en sus hombros. En un punto del camino, que se llama “Gran Escala”, se cortó la correa y el relicario cayó al precipicio. El Yérontas por el anhelo y la devoción hacia las santas Reliquias, sin pensar en sí mismo y sin la mínima duda, saltó inmediatamente al precipicio para llegar a tiempo. Rodaba el relicario y se golpeaba en las rocas. ¡Finalmente el mismo fue salvaguardado sano, gracias a Dios, y no tuvo ni un rasguño! El relicario con las santas Reliquias también quedó intocable, mientras que la caja metálica que estaba acoplada al relicario se había abollado por los golpes. Era tan profundo y tan escarpado el precipicio que era imposible que volviese a subir el Yérontas. Para salir al sendero, caminó mucho tiempo por dentro del río.

7.4 Exhumación de los restos de san Arsenio

El año que fue a Stomio decidió hacer la exhumación de las Reliquias de San Arsenio. Habían pasado más de treinta años y aún estaba enterrado en el cementerio de Korfú. Dejó el cuidado del Monasterio a su hermano Rafael y en octubre de 1958 se fue a Korfú. Allí buscó y encontró a su viejo amigo y compañero del servicio militar Pantelís Tzekos. Le encontró en la fábrica donde trabajaba. El señor Pantelís no le conoció e inclinado en su despacho le preguntó: ¿Páter, qué quiere? El Yérontas no hablaba. “¿Quiere que le atienda en algo?, le volvió a preguntar. “En esto”, le dijo, y mostró sus dos dedos grandes. Entonces le reconoció y lleno de alegría y conmoción, por ver inesperadamente a su amigo y salvador, le abrazó y le besó.

En su casa dijo a su madre y a su esposa que preparasen un rico banquete y rogaba al Yérontas que le hiciese el favor de quedarse.
-Ya que yo te haré este favor, debes hacerme tú también otro.
-Los que quieras.
Le pidió comer sólo verdura, en la cual puso sólo tres gotas de aceite y dos tres olivas, nada más.
Durmieron en la misma habitación. Tres veces durante la noche, mientras miraba a ver si dormía Pantelís, quien se hacía el dormido, se levantó, se arrodilló y oraba.

Por la mañana partieron hacia el cementerio con una lluvia torrencial. Dice el Yérontas a Pantelís: “No tengas miedo, en el camino que vamos la lluvia parará”. Poco a poco aflojó la lluvia, hasta que cesó totalmente.

Durante la exhumación el Yérontas lavaba los huesos con agua y vino, los envolvía a continuación en sábana blanca limpia y los ponía en una caja negra, parecida a una maleta. Encontró la hebilla del cinturón de San Arsenio. En un momento resbaló y cayó encima del señor Pantelís. Aquel se apoyó con su mano en la pared4

4Este punto de la pared fue una señal para Pantelís. De esto se acordó después de 37 años, para indicar al bienaventurado Metropolita de Korfú la posición de la tumba de San Arsenio. Entonces en el año 1995, el 8 de Agosto, día Sábado, se hizo la segunda exhumación y se encontraron los dedos y seis vértebras.

Como el sepultero protestaba porque fueron ese día de lluvia, el Yérontas, a pesar de que tenía permiso del Obispo, por sensibilidad dice a Pantelís: “Como este hombre se preocupa, pues que queden dos o tres huesos y cuando venga el año que viene los sacaremos”.

Después de la exhumación de los restos, un rayo de sol traspasó entre los cipreses e iluminó la tumba.

Cuando terminaron, se marchó y se alojó en un hotel. No quería ir con las Reliquias a la casa de Pantelís, porque estaba recién casado, no vaya ser que hubiese malentendidos por las mujeres. Por la mañana que se encontraron, el señor Pantelís vio al Yérontas cambiado por la divina jaris. Le decía: “¡Estás muy bello hoy! De verdad estás realmente guapo”.

El Yérontas le narró lo siguiente: “Te voy a contar lo que pasó anoche. Quise abrir las Reliquias para venerarlas y una fuerza me apretaba para ahogarme. Y en aquel momento dije: “San Arsenio ayúdame”, e inmediatamente fui liberado”5.
5Sobre la exhumación, obtenida del testimonio del señor Pantelís Tzikos, ahora monje Arsenio. Especialmente sobre el último acontecimiento, ver el libro del Yérontas Paísios: “San Arsenio” p. 8-9.

Retornó alegre a Kónicha con las santas Reliquias y trasnochó en la casa de Keti Patera. Allí colocó las reliquias debajo del iconostasio. Ella encendió el candil y después se ocupó con los trabajos de la casa. Pero veía en la habitación donde estaban las Reliquias una luz  resplandeciente, y creía que iba a llover. Se apresuró en ir a coger el paraguas, porque el día siguiente quería ir a la Divina Liturgia a una Iglesia en un barrio del sur de Kónicha. El Yérontas intentaba explicarla que estos “relámpagos” no son del cielo, porque fuera hacía buen tiempo y había estrellas, sino que eran de las Santas Reliquias. Según el testimonio de ella, “era una luz extraña como si resplandeciese, pero no como centelleo.

7.5 Esfuerzos, ascesis e hisijía

El “jardincito de la Panaghía” tal como el Yérontas llamaba a Stomio, pera que le recordase a la Santa Montaña (llamado en griego El Jardín de la Panaghía), tenía una belleza virgen y salvaje. Es de las partes más bellas del mundo según los especialistas.

Pero las condiciones de supervivencia eran muy difíciles. El Monasterio no tenía ni un animal. Relata el Yérontas: “Tenía muchas fuerzas. Una distancia de dos horas la hacía en cuarenta y cinco minutos. Bebía agua y se hacía sangre. Tenía que ir de Stomio a Kónicha tres o cuatro veces al día, para transportar en la espalda materiales para el Monasterio quemado por los alemanes.” Y sólo el tanto caminar era un ejercicio duro y doloroso. Pero esto le alegraba, porque amaba el esfuerzo.

Algunas veces se quitaba los zapatos e iba descalzo frente a un antiguo monasterio por un senderito de difícil acceso. Oraba y volvía otra vez a través del barranco del río Ahoo en dos o tres horas.

A un joven, que le preguntó por qué hace esto, le respondió: “Debería haberme hecho monje desde mucho antes”.  Es decir, para suplir lo que habría hecho si se hubiera hecho antes monje, añadió también más ascesis.

Mientras “se liaba con los trabajos de Martha”, como llamaba las construcciones, y ayudaba a la gente con sus necesidades, continuó la ascesis y la aumentó incluso estando su salud deteriorada. Ayunaba severamente y sometía de muchas formas a su delicado cuerpo a sacrificios, a pesar de que seguía una terapia, con inyecciones. Unas veces con un vaso de agua pasaba un día y noche. Aunque en el jardín del Monasterio cultivaba muchas especies de productos hortícolas, su comida acostumbrada era té con pan tostado y dos nueces trituradas.

Refiere la señora Penélope Barbuti: “En el jardín iba descalzo y por la noche limpiaba los pinchos de sus pies. Un pan tostado comía por la mañana y uno por la noche. A veces bebía té. Trabajaba mucho, demasiado. No dormía casi nada. Intentaba agradar a todos y a todos quería aliviarlos y ofrecerles descanso. Nunca decía no.
Le habían salido callos en las manos por la multitud de genuflexiones. Sus pies eran sólo huesos. Tenía muchos problemas con su salud”.

Por el día trabajaba duramente y por la noche estaba en vela. Solo leía los oficios litúrgicos, tal como había aprendo en la Santa Montaña. No eludía nada de lo que propone la regla monástica. Con gran exactitud realizaba sus deberes monásticos, y además oraba con el komposkini para los vivos y los difuntos, y para hombres que tenían necesidades especiales.

La obligada ocupación por los hombres y las obras no borraron su sed hisijasta; al contrario la aumentaron e inventaba maneras para que no fuese interrumpido el trabajo noeró-espiritual y la comunicación y conexión con Dios. Anhelaba mucho dirigirse a cuevas tranquilas, para orar sin distracción “anhelando y buscando a Dios”. Este era su deleite espiritual. Solo en la hisijía, únicamente con Dios se deleitaba y se alimentaba por la comunión divina a través de su deseada noerá oración del corazón o de Jesús.

A pesar de que el Monasterio estaba en un lugar desierto y tranquilo, el Yérontas a veces se retiraba a alguna cueva. Iba por las noches y hacía vigilias con el komposkini  e innumerables genuflexiones. Pero estaba siempre en sombra y goteaba agua.
 
Por eso había excavado también otra cueva en un lugar que daba el sol, como un pequeño horno, que sólo doblado podía caber. La escondía con leña para que no fuese vista. Más tarde encontró una cueva en un tronco de bellotero. Estaba en un lugar más seco y cara al sol. Quería tallarla de modo que pudiese caber, para ir allí en invierno con tranquilidad, porque este período el sol no da nada sobre el Monasterio.

Cuando tenía peregrinos, se encerraba algunas horas en su celda. Estudiaba, oraba y hacía trabajo espiritual para sí mismo. Dejaba un poco abierta la puerta de su kelia para ver la puerta de la entrada no vaya a ser que viniese alguien. Después continuaba los trabajos.

Los días que había peregrinos y le entretenían, encontraba con discreción el tiempo para hacer sus deberes espirituales. En caso de que vinieran muchos, dejaba a un conocido vigilando la Iglesia y él se retiraba para hacer sus deberes monásticos y después regresaba. Yendo a orar dejaba la puerta de la sala de visitas siempre abierta, por si pasaba alguien buscando algo para comer, siempre tenía pan, conservas, tomates etc.


7.6 Protector de los pobres y de los huérfanos

Además de las construcciones, a la vez se preocupaba por los que tenían necesidades. Y estos eran muchos. En los pueblos de Kónicha había pobreza grande, abandono y desgracia. El Yérontas reunía ropa, dinero, alimentos y fármacos, los empaquetaba y los mandaba a personas necesitadas. En su obra de filantropía tenía como ayudantes a mujeres devotas. Las que estaban dispuestas las mandaba a servir personas discapacitadas, principalmente abuelitos que estaban solos y no tenían compañíani  ningún pariente para cuidarlos.

Había pedido permiso a la policía y en cada barrio de Kónicha había dejado una hucha y puso un responsable. También había una hucha fuera del edificio de la Policía. Hizo un comité que administraba el dinero y lo ofrecía según las necesidades.

Se interesó por los niños pobres y huérfanos para que continuasen sus estudios. Los mandaba a las personas adecuadas pero también los ayudaba él mismo económicamente en lo que podía. Muchos de ellos hoy en día son científicos y se lo agradecen al Yérontas.

Daba las tierras de la Iglesia a familias pobres para que las cultivasen. No pedía alquiler. Les decía que si tienen buena cosecha, que ofrecieran al Monasterio lo que querían. Si el año iba mal no pedía nada.

Las veces que su hermana Cristina le llevaba ropa o alimentos, no los aceptaba. La decía que los llevase a familias que conocía que no tenían.

En la fiesta de la Theofanía con la santificación del agua pasaba por las casas y los hombres daban algo para el Monasterio. Pasó también por una casa, que tenían un hijo disminuido. La señora de la casa fue a echar algo en la caja. El Yérontas la dijo: “La Panaghía no pide de ti; tú tienes necesidad”. E inmediatamente abrió la caja en la mesa con todo el dinero que había recogido.

Keti Patera cuenta: “Ayudaba mucha gente. Era muy misericordioso. Una vez le hice una prenda de punto.  Cuando por el camino encontró una mujer que estaba loca, inmediatamente se quitó la prenda de punto y se la dio, para que la pobrecita no tuviese frío. Yo le daba muchas otras cosas, pero él al primero que encontraba se las daba”.

El señor Tomas Tasios testifica: “A un anciano que vivía solo y abandonado en una cueva, cada semana le llevaba los alimentos básicos y con sus manos le lavaba. Salía del Monasterio al alba y se iba sin saber nadie dónde”.

También el señor Lázaro Stergíu se acuerda de que visitaba a menudo a una anciana que vivía sola en una chabola y la llevaba alimentos.

7.7 Afrontamiento de la tentación con martirio

El Yérontas no se ocupaba sólo por las necesidades materiales de los hombres, sino mucho más por la salvación de la psique inmortal. Confesó el mismo: “Pregunté por una compañera del colegio y supe que había tomado el mal camino. Entonces, pues, oraba para que Dios la ilumine y venga a decirla algún logos bueno. Había reunido pasajes sobre la metania. Vino una vez con dos o tres amigas. Después venía con su hijo con velas y aceite. Un día uno me dijo: “Páter, ésta se burla. De una forma se presenta aquí y otras cosas hace abajo con los policías”.

»La siguiente vez que vino la regañe severamente y se marchó llorando. En poco rato sentí que todo mi cuerpo ardía con un potente fuego carnal. Fui e hice oración y no se iba. Me extrañó cómo me pudo suceder esta tentación. Volvía hacer oración, otra vez sin resultado ninguno.  Entonces, tomé el hacha, puse la pantorrilla de la pierna izquierda sobre una madera, puse la parte afilada del hacha encima de la pierna y con un martillo golpeaba el hacha. Corté siete trocitos de carne. ¡No sentí nada! La guerra era tan fuerte que no sentía el dolor provocado por los cortes del hacha y según pasaba el tiempo la guerra aumentaba. Tenía esperanza de que con el dolor por el corte de la carne se reduciría el calentamiento carnal, pero nada de nada. Se llenaron los zapatos de sangre, pero la guerra no disminuía. Entonces me levanté, dejé el Monasterio abierto y me dirigí al bosque. “Mejor que me coman los osos”, me dije.

»En el camino me desvié y caí agotado en la punta de un sendero. Pensaba cómo me había sucedido esta tentación, e intenté dar una explicación para encontrar la causa. Entonces me vino en la memoria la mujer que había regañado y pensé: “Dios mío, si ella va a sentir este tipo de guerra dura, ¿cómo podrá la pobre aguantar? ¡Esto era! Me arrepentí por la dura reprimenda hacia la mujer, pedí perdón de Dios e inmediatamente sentí como si hubiese salido de un baño fresco. Había desaparecido el calentamiento”.

Y en conclusión añadió: “Cuando nos tienta el deseo carnal no siempre es la culpa de la carne. Porque la guerra proviene también de loyismí de crítica maligna y de orgullo. Primero tenemos que encontrar la causa de la tentación, y después actuar consecuentemente. No comenzar inmediatamente ayunos, vigilias etc.”

Este acontecimiento muestra su espíritu de sacrificio y martirio. Mostró que prefería morir y hacerse comida para las bestias, en vez de pecar aunque fuera por el loyismós.

Realmente había dado sangre para recibir Espíritu. Y en las vidas de los Santos no son desconocidos estos tipos de ejemplos. Por ejemplo, cuando el abad Pajón tuvo una tentación, se fue a la madriguera de una hiena y más tarde puso en su cuerpo una serpiente venenosa, pero Dios le protegió y le regaló también la apazia-sin pazos, impasibilidad.

Las señales de los cortes se veían en su pie hasta su muerte. Los que oyeron la narración del Yérontas vieron, tocaron y dan testimonio.

7.8 Luchas antiheréticas

Habían aparecido en Kónicha heréticos Evangélicos que hacían proselitismo y se expandían continuamente. Tenían su propia sala de reuniones. Era como un nido de avispas.

Dios utilizó a Paísios que era iletrado, pero “pleno de fuerza y jaris (gracia energía increada)” y con gran sensibilidad ortodoxa para expulsar a los lobos del engaño protestante.

En principio fue informado sobre la fe de ellos. Escribió un texto sobre quiénes son los evangélicos y lo puso en el Monasterio para que lo leyesen los peregrinos.

En las reuniones de los evangélicos, mandaba sus propios hombres para ver quiénes seguían sus homilías. Después llamaba especialmente a los oyentes de los kerigmas heréticos y los instruía. Así no volvían a ir a reuniones heréticas. A algunos de ellos, además, los contrataba como obreros en el Monasterio y los convencía para cortar las relaciones con la organización herética. Estos se convertían en los mejores cristianos.

Había dado también una bendición y fueron de noche y quitaron el cartel que tenían los evangélicos fuera de la sala de sus reuniones. Después de una discusión que hizo con el jefe de ellos que venía de Tesalónica, le convenció de que no volviera a pisar Kónicha. Con sus oraciones y su activo confrontamiento activo con discernimiento, cambiaron los que habían sido arrastrados por los evangélicos, y Kónicha se hizo otra vez “un rebaño, un pastor”.

Después aparecieron los Makrakistas, pero tampoco a ellos los dejó actuar. Informó a los hombres que tenían ignorancia y actuó firmemente y a tiempo, y ellos se marcharon también sin poder hacer nada.

Se interesó también por los musulmanes de Kónicha. Los trataba con agapi e interés. Los ayudaba a sus necesidades y cada viernes los reunía en alguna casa suya y hablaban. Tenía la esperanza de que con la agapi y el trato correcto podrían convertirse en cristianos. Algunos de ellos hoy en día se han bautizado ortodoxos cristanos.

7.9 “Conducido por el Espíritu Santo”

Relató el Yérontas: “Vinieron dos padres a Stomio para quedarse conmigo. Tenía una gran kelia y quise dividirla en dos, pero no tenía dinero. Decidí pedir prestado quinientos dracmas.

Por el camino encontré un iconostasio. Me santigüé, encendí el candil y avancé. Llegué a una casa y algo me empujaba a llamar a la puerta. Era por la mañana. Cuando el dueño de la casa me vió se alegró. “Te buscaba”, me dijo, “esto lo había guardado como ofrenda para la Panaghía”, y me dio quinientas dracmas, justo las que necesitaba.

»Teniendo en cuenta este acontecimiento, otra vez sentí un impulso interior semejante –algo me empujaba en mi interior- ir a una ciudad grande como Ioanina. No pudiendo hacer nada distinto, obedecí y me fui. No sabía lo que iba hacer, no tenía un propósito concreto. Caminando sobre las calles, pasé por fuera de una tienda, entré y compré algunas copas de cristal para los candiles de la Iglesia, así para tenerlos de reserva. Y cuando llegué a una casa, en una parada, este impulso interior me empujaba a entrar al interior de la casa. Obedecí y llamé a la puerta. Salió a  abrirme una mujer de 45 años vestida de negro. Apenas me contempló, inmediatamente cayó en mis pies y durante quince minutos gritaba continuamente: “Jesús mío, te lo agradezco, te lo agradezco Jesús mío”.

»Pasamos al interior, donde había otras dos mujeres. Desde las 11 de la mañana hasta las 5 de la tarde estuvimos sentados hablando. Después hicimos la oración de súplica * a la Panaghía. Ella arrodillada lloraba y salmodiaba la Súplica de memoria.
»Esta mujer se había quedado viuda de joven. Era muy rica. Daba parte de su fortuna a una casa de niñas huérfanas, en la que trabajaban sus parientes. Esperaba valorar correctamente su fortuna y después ir a un Monasterio. Mientras tanto se fue a Jerusalén y se hizo monja ocultamente. Vestía ropa negra como la de las monjas. Rogaba persistentemente a Dios que la enviase a un monje para enseñarla la vida monástica. Una vez que arregló su fortuna de tal manera, se fue después a un monasterio de una isla.

8 Se fue al monasterio de Faneromeni de Salamina y allí murió como monja, hermana Anna, con el nombre en el mundo de Atenhea Jatzí, que en los años de la ocupación alemana había tenido mucha acción y resistencia Nacional.

»Ella me dijo que en tal kiosco había otra monja en oculto,  aquien fui y la encontré. Ella últimamente había asumido  hacerse cargo de criar a los huérfanos de su hermano que habían perdido a su madre. ¡A menudo el nus de ella era arrebatado en zeoría-contemplación espiritual! Los hombres que iban a comprar no se daban cuenta de su estado espiritual. Creían que por la mucha pena había perdido un poco la cabeza y se distraía. Cogían ellos solos  las cosas del kiosco y dejaban el dinero. Las dos eran psiques selectas y eminentes.”

7.10 Ataques demoníacos

Había oído que los antiguos padres del Monasterio bajaban al precipicio buscando hisijía e intentó bajar él también. Tomó una cuerda, se la ató y la otra punta la ató a un árbol. En un punto encontró un espacio recto, más o menos un metro cuadrado, y pisó. Quiso orar allí. Encontró algunas piedras y las puso en la punta como pared. Apenas comenzó la oración, viene la tentación como un torbellino, y le empujaba violentamente hacia el precipicio. Entonces imploró la Panaghía: “Panaghía sálvame”. Inmediatamente se detuvo el torbellino y se salvó, ya que había llegado a la punta del precipicio y apoyó su pie sobre las piedras. Aquel precipicio es terrible, y sólo con verlo alguien ya siente vértigo.

Narró el Yérontas también otro ataque demoníaco: “Estaba en la Iglesia, hacía oración y sobre las doce de la medianoche escucho el pestillo de la puerta jugando krik-krak continuamente. Dio la una y no paraba; se escuchaba continuamente y a la vez se oían voces y golpes. En el Monasterio no había nadie más. Pensé, si el diablo está en la puerta, no voy a salir fuera, y entré al altar y allí pasé la noche hasta amanecer”.

7.11 Salvación por la divina providencia

“Cuando reparaba el Monasterio”, dijo el Yérontas, “tuve que ir urgentemente a traer materiales desde una distancia de dos horas. En el camino, en un punto difícil que lo llamaba “Gólgota”, encontré un conocido con tres animales cargados de leña. Se habían volcado sus albardas y un animal estaba al borde del precipicio y peligraba caer abajo.
»Pensaba, si voy a ayudarlo, retrasaré; pero otra vez me remordió la conciencia, que no me permitió ser indiferente, y fui. “El Dios te ha mandado páter mío”, me dijo.

»Le ayudé para descargar y volver a cargar los animales y me marché. Me retrasé veinte minutos más o menos. En el camino vi que se había hecho un desprendimiento de tierra a lo largo de trescientos metros. Me dijeron que había sucedido tal tiempo antes, que si yo no hubiese ayudado a aquel hombre en aquel momento, según calculé,  me habría encontrado  exactamente allí donde el desprendimiento y habría sido imposible salvarme. Todo se hizo por la providencia de Dios. El Dios para salvarme, fatigó al hombre. Me salvé de una muerte segura. El hombre me había dicho “mil gracias”. Retorné hacia atrás y yo también le grité de lejos: “Atanasio, me has salvado, Dios te ha mandado”.

7.12 Visita nocturna de la Panaghía

Dos mujeres piadosas de Kónicha, la señora Popi Murelatu y la señora Penélope Barbuti, ayudaban para el cultivo del huerto.

Una noche después de vísperas, fueron a la pensión y se acostaron temprano. Se despertaron cuando escucharon el simantron* tocando. Salieron fuera de la habitación. Vieron al Yérontas salir de su kelia y decirlas: “¿benditas, no os dije que no tocáseis el simantron por la noche?
Ellas sorprendidas respondieron que ellas no hicieron tal cosa, y a la vez ven una mujer desapareciendo dentro de la Iglesia. La vieron de lado, es decir, desde hombro hasta abajo, su brazo y su vestido. Era la Panaghía que su visita nocturna fue anunciada con toque automático del simantron.

El Yérontas, que hasta entonces hablaba en voz alta, después, por temor y por respeto, hizo un gesto silencioso a las dos mujeres para que fueran a su habitación, y él mismo se metió en su kelia.

Sobre las doce de la medianoche las llamó a la Iglesia e hicieron la Oración de Súplica. Después las dijo: “Dios os ha hecho dignas de ver a la Panaghía, pero no se lo digáis a nadie”.

7.13 Verdadero sueño demoníaco

“Una noche”, confesó el Yérontas, “estaba sentado en un taburete y hacía oración. De repente escucho en el patio música de violines y tambores, voces y bailes. Me levanto, miro por la ventana para ver qué sucede, y no había nada. Tranquilidad absoluta. Entendí que todo era del diablo.

»No me dio tiempo a sentarme en el taburete para continuar la oración, cuando de repente se inundó mi kelia de una fuerte luz. El techo desapareció y la luz llegaba hasta el cielo. En la punta de la columna luminosa había un rostro de un joven rubio que se  parecía a Cristo. Se veía la mitad de la cara. Un epígrafe luminoso escribía: “Doxa-gloria en las alturas a Dios”. Entonces me levanté y miraba hacia arriba para ver mejor el rostro y escucho una voz diciéndome: “¡Te has hecho digno de ver a Cristo!
»Exactamente en aquel momento miro abajo para ver dónde voy a pisar para cambiar de posición, de manera que pueda ver la cara entera, pero a la vez pensé: “¿Y quién soy yo el indigno para ver a Cristo?” Inmediatamente en aquel momento desapareció la luz y el supuesto Cristo aparecido, y el techo se encontraba en su sitio”.
El diablo fracasó en engañarle con la falsa visión, pero por venganza le hizo unos rasguños en los pies, por los que corría sangre.

En relación con las visiones o avistamientos aconsejaba lo siguiente, a causa de este acontecimiento. “Así comienza el engaño. Si el Señor no me ayudase para percibir que esto era demoníaco, después comenzaría la televisión del astuto maligno. He aquí el Cristo, he aquí la Panaghía, he aquí las profecías etc. Así es engañado el hombre. Por eso las visiones o expectaciones, aunque sean de Dios, no las aceptemos fácilmente. Y Dios de una manera se alegra, porque así mostramos humildad y atención en qué pide de nosotros. Conoce Él cómo mostrarnos después lo que quiere y enseñarnos de otra manera”.

7.14 Familiaridad con los animales salvajes

La gran agapi del Yérontas hacia Dios y su imagen, el hombre, inundaba su corazón y del desbordamiento del corazón abrazaba también la naturaleza irracional. Especialmente amaba a los animales salvajes, y éstos sentían su agapi y se acercaban a él.

Un pequeño ciervo venía y comía de sus manos. Le había hecho una cruz en la cara con pintura. Avisó a los cazadores que no cazasen cerca del Monasterio y que tuviesen cuidado con este ciervito con la cruz, que donde lo encontrasen, lo cuidaran y no lo matasen. Pero desgraciadamente un cazador despreció el mandamiento y un día vió al pequeño ciervo y lo mató. El Yérontas se entristeció mucho y dijo una profecía que se ha cumplido por completo. No dice nada sobre este hombre porque hasta hoy en día está vivo.

En el bosque alrededor del Monasterio de Stomio viven osos. El Yérontas encontró un oso en un sendero estrecho, mientras subía al Monasterio con un burrito cargado. El oso se puso a un lado para pasar el Yérontas. Pero él con la mano le hizo una señal para que pasara el oso primero. “Y el oso”, narraba alegremente el Yérontas, “extendió su pie y me cogió de la mano para pasar yo”. Le dijo al oso: “Mañana no aparezcas por aquí abajo, porque estoy esperando gente. De otra manera te cogeré de la oreja y te ataré a la madriguera.”

Decía que el oso tiene un egoísmo. Cuando se encuentra en peligro, hace como que no tiene miedo pero después se va corriendo.

Una osa venía muy a menudo, se había familiarizado con él y el Yérontas la alimentaba. Los días que venía gente al Monasterio, el Yérontas avisaba previamente a la osa para que no apareciese y provocase miedo a los hombres. Pero la osa algunas veces transgredía el mandamiento, aparecía inesperadamente y los que la veían temblaban de miedo. Muchos habían visto la osa, entre ellos también  Keti Patera, como nos contó: “Una noche subía al Monasterio con una linterna para llegar a tiempo a la Divina Liturgia. Escuché un ruido, dirigí la luz y vi a un animal algo así como perro grande. Me siguió y cuando llegué pregunté al padre Paísios si el perro era del Monasterio. Respondió: “¿Esto es un perro? Mira bien, es una osa”.

               
7.15 Otros acontecimientos de Stomio

Una vez robaron en la casa de la señora Penélope Barbuti que tenía unos ahorros, unos quinientos dracmas en total. Ella entristecida subió inmediatamente al Monasterio para informar al Yérontas.

Él la esperaba fuera del Monasterio en la morera. Desde lejos la llamó, no te entristezcas, se encontrarán. ¿Quinientas cincuenta dracmas, no eran? en quince días las encontrarás”.

Después de quince días ve al Yérontas y la diceque aún no había encontrado el dinero. “Bendita”, la responde, “¿te dije quince días, por qué estás desesperada?”

Realmente el quinceavo día una mujer trajo a la señora Penélope el dinero, que lo había robado el hijo de  esta mujer.

Cuando en el Monasterio los Domingos no había Divina Liturgia, el Yérontas bajaba a Kónicha para participar en ella y comulgar. El Sábado a las doce de la noche cerraba el Monasterio y en una hora llegaba a Kónicha. Iba y esperaba al osario y por seis o siete horas hacía oración para los vivos y para los difuntos, hasta que el sacristán abriera la Iglesia.

Una noche de esas veía que los huesos radiaban luz. ¡Quizá fuera una señal para indicarle que las psiques de los difuntos sienten sus oraciones!
*
Durante un período trabajaba en el Monasterio el señor Lázaro Stergíu y nos relata: “Un Sábado hacía un vaciado en una pared para echar cemento, mientras que el padre Paísios limpiaba la Iglesia. Sobre las once algo quería decirme y me hacía señales. Había llegado mediodía y fuimos a comer, pero no hablaba. Había perdido su voz. “¿Qué te sucede padre Paisio”, le digo. Él estaba tranquilo como si no sucediese nada. Le digo: ¿Voy abajo a buscar a un médico? No me dejaba. Nos entendíamos por señales. El Sábado siguiente cuando estaba limpiando los candiles le escuché que estaba salmodiando. Había salido fuera con el icono de la Panaghía. De la alegría le abracé”.

Aquellos días había subido al Monasterio la señora Penélope Barbuti. Le vio que no hablaba y empezó a llorar. Después cuando retornó su voz le preguntó: “Qué te ha sucedido páter?”

El Yérontas le dijo que esto le había vuelto a suceder en la Santa Montaña, pero tenía la información de que no le volvería a suceder; aunque le volvió a suceder.
*
Comenta Keti Patera: “Había venido el Yérontas al pueblo san Gheorgios-Jorge, cuando estaba construyendo mi casa, para ver a mi madre. Un chico de ocho años, que le llamaban Estéfano, cayó desde la planta de arriba al cemento de abajo y se golpeó la cabeza. Se le abrió  y la sangre corría como un río. Todos allí, mi abuela, mi madre, gritaban y no sabían qué hacer.

-¿Qué hacéis así? dice el Yérontas.
Bajó abajo, le santiguó con una Cruz que llevaba; pidió un poco de algodón, lo puso sobre la herida, ¡y no hizo falta médico, ni tampoco le quedó ninuna marca!”.

*
Una vez en Kónicha se retrasó haciendo catequesis a los musulmanes. Para no perder las vísperas, las vísperas con el komposkini subiendo hacia el Monasterio de noche. Los demonios le arrebataron el komposkini de la mano. Se quedó allí arrodillado allí y oraba. “¡ No me voy de aquí si no me traéis el komposkini”, dijo, y ellos presionados por la potencia de la oración, se lo devolvieron!”.
*
Otra vez visitó el Monasterio el alcalde con otros altos cargos. No intentó halagarlos, para que supuestamente ayudasen al Monasterio. No había aprendido “a admirar” y a halagar rostros de personas. Cuando fue a invitarlos no empezó por el alcalde, sino por el viejito Georgios-Jorge, un sencillo y piadoso aldeano, porque él era digno de respeto más que todos los demás. Aunque apreciaba a los hombres que tenían cargos importantes, aquí dio honor a la virtud, -“porque el honor del hombre es la virtud”- (San Crisóstomo, en el Salmo 48, PG55, 232), - y no simplemente la persona que poseía tal puesto  sin estar acompañado por la virtud.

*
Nos relata el señor Tomás Tasios de Kónicha: “Una vez encontré al Yérontas en la estación de autobuses de
Ioánina. Viajábamos juntos. En el camino sucedió un accidente cuádruple, tres autobuses con un camión sobre los postes de la corriente eléctrica. Nuestro autobús, como si lo hubiese tomado una fuerza invisible, fue llevado  fuera de la carretera cinco metros, sin pasar nada. Digo al Yérontas: “Padre Paísio, si no estuvieras tú, nos hubiéramos convertido en columna de sal”. Me dice: “¿Has visto a alguno a santiguarse? Cuando entras al autobús haz oración para viajar bien”.
*
La señora Penélope Barbuti contó: “Cuando le dolía la cabeza, la tocaba  con en el icono de la Panaghía y desaparecía el dolor.
»Amasaba pan eucarístico sin levadura. Lo santiguaba y se levantaba.
»Un día me dijo: “Vienen tres cazadores; cocina judías”. Realmente vinieron y pidieron comer judías. Ellos llevaban carne en sus mochilas, pero las colgaron fuera al árbol, porque el Yérontas no permitía asar carne en el Monasterio”.
*
En la ciudad Ioanina conoció a una mujer laica con el carisma de prever. Quería comprar el padre Paísio cristal para una lámpara y no le llegaba el dinero. Le faltaban trece dracmas. Mientras pasaba fuera de la casa de la mujer escuchó decir: “Dale al páter trece dracmas para comprar cristales de bombilla”.

7.16 Su marcha de Stomio

Los habitantes de la región tenían devoción al “Monje”, como le llamaban al Yérontas. Le amaban de verdad y le ayudaban, aunque no entendían plenamente el tesoro que escondía en su interior. En su persona veían algo especial.

Habían quedado cautivados por su agapi y su bondad. Para ellos era el ángel de la guarda, el consuelo y el apoyo en sus dificultades. Los niños pequeños de entonces, que hoy en día son ya hombres maduros, se acuerdan de un monje como esqueleto cruzando por las calles de Kónicha a paso rápido, caminando concentrado sin que su vista deambulara  de derecha a izquierda.

La fama de su virtud había llegado más allá de Kónicha. Venían hombres para verlo también de otras partes. Una compañía de jóvenes que estudiaban teología se unieron  a él. Se comunicaban por correspondencia, le visitaban y se quedaban en el Monasterio. Fueron ayudados espiritualmente y casi todos siguieron la vida monástica.

Mientras tanto algunos visitantes no paraban de entristecerlo con sus caprichos mundanos que no querían abandonar. Se intentó hacer oficialmente una carretera y un teleférico hasta el Monasterio. Algunos de ellos se entristecieron porque el Yérontas había cesado las juergas mundanas dentro del Monasterio durante el día de la Fiesta y protestaban. Unos buscaban la expulsión del Yérontas del Monasterio, para así abusar de las tierras monásticas y del bosque. Había también otros motivos.

Una vez a principio de mes abandonó el Monasterio. En vísperas de la Fiesta fue a la Iglesia para hacer el oficio litúrgico, y cuando terminó vio que habían encendido fuego en el patio y estaban bailando. Tomó su sotana y se marchó por la noche hacia la Santa Montaña entristecido. “Aún no estaban maduros espiritualmente”, dijo el Yérontas. Pero retornó de nuevo después de muchas súplicas.

En el año 1961 retornó de nuevo a la Santa Montaña Athos. Los habitantes de Kónicha, para convencerlo de que retornase, mandaron una carta al Santo Monasterio Filoteu con firmas. Pedían al Yérontas que tuviera compasión y misericordia de ellos y retornara de nuevo.

En su carta escribía: “Marchando de Kónicha, los habitantes se habían revoloteado y puesto en pie. Apenas llegué al Santo Monasterio Filoteu, después de pocos días llegó un escrito del Alcalde con muchas firmas y del Gobernador de la región para que me diesen permiso para regresar al Santo Monasterio de Stomio y que había gran necesidad, etc. Aunque escribieron las razones, sin embargo los de aquí no estaban todos de acuerdo para darme la bendición y regresar. Justo me entero de que irán hasta al Patriarca Athenagoras y al ministro de asuntos exteriores Averof para suplicar al Gobernador Político de la Santa Montaña, que pertenece al ministerio de asuntos exteriores”.

Después de persistentes súplicas, el Yérontas regresó de nuevo a Stomio, recibiendo el permiso del Santo Monasterio de Filoteu a fecha de 7-8-1961.

Su hermano Luca y el señor Dimitri Korsinoglu, por iniciación propia, viendo las dificultades de que permaneciese en Stomio, construyeron a un extremo de Kónicha una casita que contenía también una kelia-celda, una capilla y el taller, donde tenían la esperanza de que el Yérontas se quedaría. No querían que se marchara y ser privados de su preciosa presencia. Pero el Yérontas veía que para algunos también allí sería “pesado y muy visto” y que no cesarían de crearle problemas para obligarle a marcharse.

Aunque inauguró el Monasterio, expulsó a los heréticos (quizás fue este su mayor donativo) y ayudó a muchos, tenía el loyismós de que no hacía nada y a menudo se reprochaba a sí mismo: “Yo soy monje, ¿qué hago aquí en el mundo?”. Y decía con pena a la Panaghía: “Panaghía mía, yo pedía desierto y Tú me has llevado al mundo”.

Parece ser que la respuesta la recibió en su oración. Porque cuando más tarde el sacerdote Kosme y ahora higúmeno de Stomio, le preguntó, cómo se había marchado, respondió: “Eh, dije a la Panaghía que me muestre dónde quiere que me vaya y me dijo a Sinaí”.

Con motivo de la visita de un diácono que se quedó entonces en Sinaí, el actual Arzobispo de allí, el Excmo. Sr. Damiano, se comunicó por correspondencia con el entonces Arzobispo Excmo. Sr. Porfirio. Le preguntó si aceptaban en Sinaí quedarse en alguna parte fuera del Monasterio, sin tener ninguna obligación respecto a él. Recibió la respuesta positiva.

Así que cuando vio que había terminado su misión en el desierto del mundo y, una vez habiendo cumplido la promesa hacia la Panaghía, definitivamente dejó Stomio el día 30 de Septiembre de 1962 y se marchó hacia la Montaña caminada por Dios, el Sinaí. No hizo referencia a las razones de su marcha, porque la gente se levantaría y haría una revolución. Sólo dijo que se iba para seguir una terapia. Cuando se marchó, muchos lloraron porque le tenían como su consuelo.

No sólo restauró el Monasterio de Stomio y escribió su santa historia, sino que escribió también él mismo su propia historia (martilogio) allí en las rocas de Stomio, con los combates y los acontecimientos sobrenaturales que había vivido. Los habitantes de Kónicha con devoción mantienen en su memoria al «Κα­λό­γε­ρο, Kalóyero Monje», que hoy en día es conocido en todas partes como san Paísios.


Α8 EREMITA EN EL MONTE “CAMINADO POR DIOS” DEL  SINAÍ

8.1 Traslado al Sinaí

8.2. Soluciona la sequía.

8.3 Bienaventurada vida eremita

8.4 “Sentí la divina Comunión…”

8.5 Trabajo manual y caridades

8.6 “Estaba en el desierto tentado…”

8.7 Compañía del ermitaño

8.8 Apazia-sin pazos de los Padres divinos

8.9 En los santos Cuarenta

8.10 La dormición de su madre

8.11 El nombre de Kazantzakis

8.12 Es consolado porque no había comulgado

8.13 Guerra invisible e inexpresables situaciones.

8.14 Abandona el dulce desierto





8.1 Traslado al Sinaí

El señor Stavros Baltogianis, pintor y restaurador, habitante de Atenas, menciona: “El otoño de 1962 comencé a ir al Sinaí, después de una invitación del Monasterio, para trabajar en el mantenimiento de sus iconos.

»En El Cairo, en el Metokion * del Monasterio, una mediodía durante la hora de comer, conocí al monje Paísios que trataba de dirigirse hacia el monte Sinaí. Era demasiado delgado, hombre de muy poco comer y por costumbre, estaba callado. Una tos persistente daba testimonio de su problema de salud.

»Esperando mientras solucionábamos nuestro  transporte hacia el Monasterio, permanecimos en El Cairo una semana más o menos. En estos días tuve la oportunidad de comprobar que el padre Paísios evitaba sistemáticamente la comida que nos ofrecían, y cuando comía, lo hacía porque sentía que debería obedecer. Desde entonces y el tiempo que he vivido en el Monasterio, entendí que entre sus virtudes monásticas estaba también la verdadera y concienciada obediencia.

»Cuando se arreglaron las cosas en relación con nuestra partida hacia el Monasterio, cargamos nuestros equipajes en el taxi y empezamos el viaje. Recuerdo que Paísios permaneció callado en su esquina en el coche durante todo nuestro trayecto hasta Suez. Allí, otro compañero de viaje y yo compramos algunas cosas, principalmente comida. En nuestra corta permanencia en Suez, que también nos sirvió como descanso del viaje, hizo falta comer algo. En nuestra invitación a  Paísios  para que participase, no fuimos correspondidos. Él mismo simplemente se limitó a quitarse la sed mojándose los labios con el mínimo zumo de un pequeño limón egipcio que llevaba consigo y que constituía su único suministro de alimentos.

»Hicimos noche en Farán y por la mañana partimos hacia el Sinaí. Llegamos ya casi pasado el mediodía . Paísios fue conducido rápidamente a su kelia y yo me quedé con el compañero Anastasio Margaritof que me esperaba para colaborar juntos en el programa de mantenimiento de los iconos. Rápidamente supimos que Paísios entrando en su kelia alejó su cama inmediatamente y quitó la bombilla eléctrica que iluminaba el espacio. La austeridad, el carácter ascético, la inocencia del hombre y la absoluta dedicación a Dios no tardaron en aparecen allí. Procuraba silenciosamente participar en sus obligaciones cenobitas y rápidamente se constituyó como miembro muy efectivo del Monasterio.

»Rápidamente también se hicieron conocidas otras capacidades y conocimientos suyos, como su habilidad en la elaboración y las aplicaciones con la madera. Esto último nos dio la idea de pedir al Monasterio que nos ayudase el nuevo monje en los trabajos de carpintero, que por regla general son efectivas para la conservación de los iconos.

»Trabajó especialmente y con éxito en la construcción del segundo portador de mueble de madera, en el cual se colocó el icono de Cristo, que por desgaste por  antigüedad  estaba separado en dos tablas. Con arte y con originalidad construyó una segunda base de madera con un espacio tallado con las dimensiones iniciales del icono, en el cual las dos partes del icono se colocaron encajadas, dejando entre ellas el correspondiente vacío que calculamos que se había creado allí, y el cual, como a menudo sucede, completaría la vista del peregrino. Así que Paísios se quedó trabajando con nosotros y afrontando con atención y responsabilidad las necesidades de los trabajos de restauración. Todo este espacio de tiempo trabajaba silenciosa y productivamente, desprendiendo paralelamente decencia y santidad. Su abstención de la comida regular del mediodía, su impresionante delgadez y su persistente tos, nos hacían preocuparnos por su salud y a menudo intentábamos desviarlo de su tan severa ascesis. Nunca olvidaré su rostro iluminado cuando, una vez, se vio obligado a responder a mis continuas sugerencias. “Stavros”, me dijo, “deja estas cosas para nosotros los monjes “.

»Nos quedamos en el Monasterio unos cuarenta días y Paísios era siempre el mismo. Ingenioso, inimaginablemente espiritual, pensativo y quizá orando durante las horas de su silenciosa ocupación con el trabajo que entonces debería realizar. El último día y después del momento de nuestra despedida me marché con la seguridad de que dejaba atrás mío a un Santo.
»Cada poco tiempo tenía noticias sobre Paísios, que cada vez se hacía más severo consigo mismo. No mucho más tarde del día de nuestra despedida, tal como esperaba, supe que Paísios se marchó lejos del Monasterio a una cueva de la Santa Montaña “caminada por Dios”, en el Monte Sinaí, y vivía allí en ascesis total, bajando sólo algunos días al Monasterio.

8.2 Soluciona la sequía.

Cuando por primera vez se fue a Sinaí había una gran sequía. En condiciones naturales en aquella región llueve poco. Aquel año se notaba especialmente la falta de agua, porque hacía tres años y medio que no llovía. Se preparó una caravana para transportar agua de lejos. El Yérontas les dijo: “Esperad, no vayáis esta noche”. Por la noche el Yérontas hizo oración y llovió mucho. El Yérontas mencionó una vez: “Entonces hice oración, pero a Dios le dieron pena los habitantes del lugar que sufrían mucho y llovió y se llenaron de agua los pozos de Sinaí para dos años más o menos.

8.3 Bienaventurada vida eremita

El Yérontas pidió la bendición para quedarse solo en el desierto. Abandonó la ermita de los santos Galaktion y Epistimi, que está constituido de una capilla y una pequeña celda a continuación. Se encuentra en un bonito lugar elevado, justo enfrente de la santa Cima, y está a distancia de menos de una hora desde el Monasterio.

Doscientos metros más arriba se encuentra la cueva de san Galaktíon y un poco más atrás está la Skiti de Santa Epistimi con otras skitis ascéticas. Lugares santos y benditos. A pesar de su aspereza, estas rocas inspiran. Allí en lo alto pues, como un águila, el Yérontas constituyó su nido, o más bien el águila del espíritu hizo su tronera.

Muy cerca, “a tiro de piedra”, había una pequeña fuente de agua en el asceterio. Recogía de dos a tres litros de agua diariamente. Decía el Yérontas: “Me iba con un cubito a recoger el agua para hacer té o mojar un poco la cara, diciendo las salutaciones o himnos a la Virgen con gratitud y mis ojos se inundaban de lágrimas. “Dios mío”, decía, “sólo un poco de agua necesito nada más”. Tan apreciable era este poquísimo agua para él que quería vivir allí al desierto. Pero este poco agua el Yérontas se la repartía con los animales salvajes y los pájaros del desierto.
-Yéronta, ¿cómo vivía usted en el Sinaí?, le preguntó uno.
Respondió: “Mi comida era té con pan tostado que lo hacía solo. Hacía hojas finas de masa y las secaba al sol. Se hacían tan duras que rompían cristales. Alguna vez hervía también arroz machacado dentro de una lata de conserva; esta lata era el cacito, la cacerola, el plato y el vaso. Esta lata de conserva y una cucharita más pequeña que una normal eran todas mis pertenencias.

»Incluso tenía una camiseta que se la ponía por la noche para afrontar el frío. Bebía también té negro, para que me ayudase en la vigilia, y ponía también una cuchara más de azúcar que equivalía a una camiseta más. (Es decir, las calorías que le daba el azúcar que ponía de más era como si se pusiera una camiseta más.) Tenía también un recambio de ropa gruesa, porque por la noche hacía mucho frío. No tenía ninguna lámpara, ni linterna, sino sólo un mechero para ver un poco en la oscuridad, cuando caminaba por algún sendero con escalones. También me hacía falta para encender fuego con hierbas alguna vez para hacer algo caliente. Tenía también piedra para el mechero y una botellita muy pequeña con petróleo para el mechero; nada más.

»Una vez planté también una raíz de tomate, pero después me molestó mi loyismós y la desarraigué, para no provocar a los Beduínos. No me parecía correcto que los pobres Beduínos no tuviesen tomates y yo que era un monje tener, aunque fuera solo una raíz.

»Durante el día decía la oración del corazón o de Jesús y hacía trabajo manual. Esta era mi regla. Por la noche hacía algunas horas genuflexiones, sin contarlas. Oficio litúrgico no leía, lo hacía con el komposkini. Descansaba por la mañana.

Para que no me molestasen los curiosos, con una pintura verde hacía calaveras de muertos (señal de peligro). Una vez un turista alemán quiso subir arriba. Creía que era un campo de minas, pero parece ser que conocía algo de esto y pisaba con cuidado y logró llegar hasta arriba. Yo le observaba desde lo alto. Le dejé acercarse, y después entré en la cueva de san Galaktíon y puse un manojo de espinas en la entrada. Buscó, pero no pudo encontrar a nadie y volvió atrás otra vez.

Simplificó mucho su vida y se dedicó a la ascesis con todas sus fuerzas, sin distracciones. “El desierto deserta los pazos. Cuando lo respetas y te adaptas al desierto, te concede sentir su consuelo”, decía más tarde San Paísios, expresando con pocas palabras su experiencia en el desierto Sinaítico.

El Yérontas amaba visitar los lugares donde habían vivido los ascetas. Admiraba las pequeñas cuevas ascéticas. En algunas se salvaguardaba una pequeña cisterna y en otras la roca estaba ennegrecida por el fuego que encendían los ascetas de vez en cuando para cocinar. Le inspiraban y le emocionaban estos antiguos asceterios. Visitó también el asceterio de San Jorge el Arselaíta. Es una skiti muy desierta adecuada para anacoretas. La Gran Cuaresma la pasó en el asceterio de San Esteban, al que se refiere también “la Escalera”, bajo la santa Cima, con gran ayuno, casi en inanición. Allí solo tenía la latita para sacar agua del pozo que había más abajo, en el profeta Elías.

Tenía como regla no ponerse zapatos. Se habían roto sus talones y corría sangre. Los zapatos los tenía en la mochila y los ponía sólo cuando bajaba al Monasterio o si encontraba a alguien por el camino. Para quien conoce las condiciones del desierto, sabe que es muy doloroso caminar descalzo sobre las rocas o la arena. Por el día queman tanto, que los Beduínos ponen huevos en la arena y quedan pasados por agua, mientras que por la noche las frías rocas son como si uno pisara encima del hielo.

Al Monasterio bajaba cada Domingo o cada quince días. Ayudaba en el oficio litúrgico y comulgaba. Tenía una pequeña kelia-celda, muy apartada de la torre, allí donde antiguamente encerraban a los exiliados del Sinaí. Participaba en la panguiniés-trabajo en que participan todos los monjes del Monasterio, en trabajos de carpintería y en la poda de los olivos. A pesar de esto no era como una carga para el Monasterio. Los alimentos que repartían a todos los padres no los tomaba. Incluso también una pequeña bendición (cantidad de dinero) a la que tenían derecho los Sinaítas, no la tomaba.

Algunos de los Padres le pedían consejo y se beneficiaban  por su experiencia y discernimiento. Tenía también un obediente, novicio a prueba, Eutimio Skliris, después Athanasio de Stavronikita de Athos, que aunque vivía en el Monasterio,  le dirigía espiritualmente el mismo padre Paísios.

Pero también el entonces Arzobispo de la región de Sinaí, Porfirios, humilde y bondadoso jerarca, le tenía devoción y tenía en cuenta las cosas que le sugería el Yérontas sobre la restauración del Monasterio de Sinaí. Dijo sobre el Yérontas: “De los tantos años que llevo aquí en el Sinaí, no ha pasado otro monje tan virtuoso, ascético y hábil en sus trabajos manuales como el padre Paísios, excepto un policía jubilado quien era humilde, silencioso y virtuoso, pero no tenía la jaris-gracia del padre Paísios.

8.4 Sentí la divina Comunión

Al principio, cundo se fue al Sinaí, decidió subir al asceterio y quedarse dos semanas sin bajar al Monasterio. Informó a los padres para que no se preocupasen. Le dice el padre Sofronio:
-¿Yéronta, aguantarás allí arriba?
-Intentaré y rogaré a Dios para aguantar.

Más tarde relató que: “¡Lo que había sufrido allí arriba por la tentación durante quince días, es incontable; no te puedes imaginar! Continuamente me decía que bajase al Monasterio para ver a los hombres y ser consolado. Sólo una cosa te diré: Esos quince días me sentía como si estuviese clavado encima de la Cruz. Después, el segundo Domingo, bajé al Monasterio para participar en la Divina Liturgia. Cuando comulgué sentí la Divina Comunión como carne muy muy dulce y sentí una fuerza en mi interior. Era el Cuerpo y la Sangre de Cristo”.

Reforzado por esta señal y viendo desde el Monasterio el asceterio, dijo al diablo:
-Si quieres, ven ahora para que combatamos. Ya no te tengo miedo.

8.5 Trabajo manual y caridades

El trabajo manual del Yérontas era escultura en madera. Se refirió el mismo: “Hacía en madera iconos tallados con el profeta Moisés recibiendo el Decálogo. La madera la cortaba yo solo. Allí en el riachuelo en los Santos Anárguiros había una especie de álamo, unos árboles que parecían álamos. De estos, una vez cortados y secados, sacaba yo solo las placas y hacía los pequeños iconos. Muchas veces también por la noche abría un poco la puerta de mi kelia y bajo la luz de la luna decía la oración del corazón o de Jesús, y lijaba y preparaba las maderas. Como herramientas tenía sólo dos pequeños cuchillos y una tijera marca Singer, que traje de Grecia; lo desmonté en dos, lo lijé y lo pinté con pintura verde para que no reflejase los rayos del sol y se me nublaran ojos. Al principio para terminar un pequeño icono tardé tres días. Después lo acababa en once horas.
»Los trabajos a mano se los daba al Monasterio y los vendían; volaban en seguida a manos los peregrinos. El dinero que recibía se lo daba a taxistas conocidos del Cairo. Les decía que compraran ropa, gorros, galletas, alimentos etc. Después llenaba la mochila con bendiciones y preguntaba dónde había tiendas de Beduinos. Iba a las tiendas de cabaña de ello, desde fuera llamaba a los niños beduínos y les repartía las bendiciones.

»Una vez un niño, el Suleimán, cuando fue a su tienda, en agradecimiento cogió un gallo y quería matarlo para hacerme el banquete. Quería agradecerme por las bendiciones que les había llevado. “Déjalo, Suleimán, para otro día”, le dije. ¿De qué otra manera se lo iba a explicar?

Por su gran agapi a las criaturas de Dios, el Yérontas se dejó a un lado a sí mismo, se cansaba para ayudarlos, y no fue a Jerusalén a venerar, que tanto lo deseaba, para que los niños de los Beduinos no fuesen privados de sus bendiciones. Y estos niños entendían que su gran agapi no tenía un interés propio, y le amaban mucho. Se hacía una verdadera fiesta de alegría cada vez que los visitaba su amado “Abuna Paisi” (En Beduino: padre Paísios).

Pero también cuando los niños de los Beduinos iban a su asceterio con los pies rajados, porque caminaban descalzos, los ponía cera en las rajas y les daba un par de sandalias para cada uno. A otros los repartía gorritos, para que no les marease el sol, y cualquier otra cosa que tuviese. Pero se juntaban tantos que no le llegaba el dinero que recibía por su trabajo manual.

Entonces se encontró en un dilema: “¿He venido aquí para ayudar a los Beduinos o para hacer oración por el mundo?”. Por eso decidió limitar el trabajo manual con la esperanza de que Dios lo solucionase.

Apenas el mismo día le visitó un médico griego que vivía en el extranjero. El Yérontas le habló como si le conociera hace años: “Ven, te esperaba”, le dijo. Se sentó junto a él varias horas hablando con agapi, le dio consejos y sobre todo le reveló algunas cosas personales.

Entonces aquel, impresionado por el carisma del Yérontas, le dejó cien liras diciendo: “Toma esto para que puedas ayudar a los Beduinos, y así no salgas de tu programa y dejes la oración”.

“No pude aguantar”, comentó más tarde el Yérontas: “Le dejé fuera y me fui dentro de mi kelia, porque no podía sostener las lágrimas por la rápida respuesta de Dios. Me destruyó la providencia y Su agapi.”

Al final le acompañó el Yérontas y le condujo por un corto sendero porque se se estaba haciendo de noche.

Incluso con el dinero del trabajo manual ayudaba también a un chico huérfano que estaba estudiando teología en Grecia.

8.6 “Estaba en el desierto tentado…”

Un día haciendo su trabajo manual diciendo la oración del corazón o de Jesús sentado en una roca, mientras que abajo había un precipicio, se presenta el diablo y le dice:
-Salta abajo, Paísios, te prometo que no te pasará nada.

El Yérontas continuó en ataraxia-serenidad la oración y su trabajo manual. No ha dado importancia alguna al diablo. La tentación continuó incitándole a saltar al precipicio repitiendo la misma promesa. Esto duró más o menos una hora y media.
Al final toma una piedra y la tira al precipicio diciendo al diablo:
-Venga, te voy a reposar tu loyismós.
El diablo ya que fracasó en tirarle al precipicio, le dice con supuesta admiración:
-Este tipo de respuesta ni el Cristo me la ha dado. Tú me has respondido mejor.
-El Cristo es Dios. No es como yo que soy un payaso. “Sal detrás Satanás”.
Así con la divina jaris (energía increada gracia) residente en su interior, evitó la primera tentación de saltar al precipicio y hacerse pedazos en las rocas; además que evitó también caer al precipicio más profundo del orgullo espiritual al aceptar el elogio del diablo, considerándose a sí mismo superior a Cristo.
*
En su asceterio tenía un despertador antiguo, que debería moverlo para funcionar. Una vez, mientras lo estaba moviendo por aquí y por allá para hacerlo funcionar, el malvado le infunde un loyismós: “Si estuvieses casado, así moverías hoy en día a algún niño.” Este tipo de cosas ni como laico había pensado alguna vez. Reaccionó como un rayo, tal como llevaba el despertador lo tira con toda su fuerza frente a la roca, a distancia de tres metros. Mientras que el despertador debería disolverse, cuando llegó a distancia de diez centímetros de la roca, paró bruscamente, bajando poco a poco, se quedó en pie y comenzó a funcionar adecuadamente sin pasarle absolutamente nada. Lo escuchaba: “¡Tik-tak, tik-tak!”. “Maldito diablo” dijo, viendo la energía demoníaca. Después cogió una piedra y lo rompió.

El punto más importante de este acontecimiento es la reacción inmediata del eremita. No se retrasó nada por el asalto del loyismós, no conversó con él, no intentó responder, sino que reaccionó como un rayo.

*
Se ha referido también lo siguiente: “Una noche bajaba por un sendero con escalones. Allí donde intentaba encender el mechero estropeado , para ver por dónde pisaba, de repente se presenta delante de mí una mano sujetando una luz que iluminó al sendero y toda la zona. Inmediatamente cerré mis ojos, giré la cabeza hacia atrás y dije al diablo: “Que me falten tus luces”,( ya que se dio cuenta de que era él quien le presentó las falsas luces).

8.7 Compañía del ermitaño

Relató el Yérontas: “Cuando estaba en el Sinaí tenía dos perdices. En aquel período pasaba algunas aflicciones y venían los pájaros para hacerme compañía y consolarme. A donde iba, apenas me oían venían cerca de mí. Cuando esculpía iconos se subían en mis hombros. Una vez estuve enfermo durante una semana. Cuando me recuperé, me fui a la cima de la montaña, donde acostumbraba a ir, y llamé a los pájaros para darles de comer. No se presentaron. Dejé la comida y me marché. El día siguiente que volví, los pájaros salieron a mi encuentro por el camino volando a mi alrededor. Apenas me vieron, comieron.

Los animales salvajes son muy serviciales y afectuosos. Encontré más afecto y amor propio en los animales salvajes que en muchos seres humanos. Es mejor tener amistad con ellos en vez de con gente mundana. Si quieres tener verdadero amigo después de Dios, ten como amigos a los Santos; sino de otra manera a los animales salvajes”.
*
También dijo: “Una vez hice arroz hervido y el día siguiente limpié la lata en la que había hervido el arroz y los restos se los eché a los ratones. Desde entonces, cada vez que esculpía iconos y saltaban los trocitos de madera, éstos oían el ruido y viendo los trocitos de madera, creían que eran granos de arroz y se juntaban allí. Incluso hasta los animales salvajes se calman cerca de nosotros cuando tenemos vida correcta”.

8.8 Apazia-sin pazos de los Antepasados de Nuestro Señor

El Yérontas en Sinaí había vivido en Espíritu Santo un acontecimiento sobrenatural: la prudente y santa relación de los santos Antepasados de Nuestro Señor de la que fue concebida y nacida la Zeotokos. De este acontecimiento fue informado de que: “Los santos Joaquín y Ana eran totalmente espirituales, sin ninguna pretensión carnal. Era el matrimonio con más apazia-sin pazos que jamás ha habido. Primero oraron a Dios con lágrimas cada uno por separado para regalarles un hijo y después  tuvieron contacto por obediencia a Dios; no por deseo carnal. Como la concepción se hizo sin placer, la Panaghía era Purísima. Por supuesto que no estaban sin el pecado ancestral, tal y como engañados creen los papistas, porque fue concebida de forma natural, (es decir, no sin esperma), sino totalmente sin pazos- sin pasión, tal y como Dios quería que naciesen los hombres.

Una vez recalcaba estas verdades de nuevo en una de sus conversaciones. Viendo ciertas reservas en su interlocutor, se levantó y con expresión potente, dijo: “¡Este acontecimiento lo he vivido!” Quería hacer ver claramente que estas cosas que decía no eran simplemente loyismí piadosos suyos, sino divina apocálipsis-revelación.

8.9 En los Cuarenta Santos *

Era período de Pentecostés y se fue con otros Padres para hacer Liturgia en los Cuarenta Santos. Se llevaron consigo también bastantes huevos rojos. Después de la Divina Liturgia vinieron los Beduinos y les repartieron los huevos. Los huevos eran cuarenta, y vinieron exactamente cuarenta Beduinos allí a los Cuarenta Santos.

8.10 La dormición de su madre

Un día tenía un sentía y percibía una especial súplica, inexplicable consuelo y gran Agapi hacia la Panaghía. Se extrañaba qué era esto que le sucedía  y por qué. Apuntó la fecha, era 6 de Octubre 1963 y más tarde supo que en este día había dormido su madre que la amaba mucho, pero por la agapi a Cristo y a la Panaghía la abandonó. Era como si la Panaghía le dijera: “No te apenes, yo soy tu Madre”. Ella de una forma le adoptó desde el momento en que se hizo monje. De hecho, fue digno de ver a la Panaghía repetidas veces, de hablar con ella y de recibir alimento de Sus inmaculadas manos.

8.11 El nombre de Kazantzakis

Una vez subió con dos Padres Sinaítas a la cima de Santa Caterina * para hacer la Divina Liturgia. El Yérontas llevando consigo el cincel, fue a la roca donde había escrito su nombre Kazantzakis y borró el nombre de este declarado ateo. Consideraba indigno para aquel lugar santo que los peregrinos vieran el nombre de un blasfemo; que esté “la abominación del ateísmo en lugar santo” (Mt 24,15).

Uno de los padres que era de Creta, mientras bajaba, oyó al padre Paísios golpeando con el cincel, y creyendo que estaba arreglando el sendero de piedra, le voceó:

-Venga Padre Paísios, deja ahora el sendero. Nos marchamos.
Y el Yérontas le respondía sonriendo:
-Lo que pueda, Yéronta…
El padre Paísios detestaba a Kazantzakis, a causa de su ateísmo y sus blasfemias y no quería ni ver ni oír sobre su nombre.

8.12 Es consolado porque no había comulgado

Un Domingo por la mañana vio que subían a la Santa Cima peregrinos. Entendió que habría Divina Liturgia y siguió él también. Pidió la bendición para comulgar, ya que se había confesado al sacerdote que había interrumpido el ayuno el día anterior; había puesto una cucharita de aceite en la comida, porque era Sábado y no sabía que allí se iba a celebrar la Divina Liturgia, mientras que toda la semana se había alimentado con vegetales crudos. Aquel no le permitió. El Yérontas obedeció humildemente y no comulgó. Pero sintió tal consuelo y jaris, igual que cuando comulgaba.


8.13 Guerra invisible e inexpresables situaciones.

El Yérontas se refiere en una de sus cartas con fecha 1-3-64: “Muchas veces me perturba el demonio, a pesar de que he machacado mi carne. Doy gracias a la Panaghía que no me ha rechazado, sino que siempre me ayuda. El bendito Dios permite las tentaciones, para que luchemos y con la lucha recibir nuestra corona inmarchitable de la victoria. Hace unos días me había perturbado mucho en el Hesicasterión (lugar donde se practica el hesicasmo, doctrina y práctica ascética difundida entre los monjes cristianos orientales , a partir del s.IV con los Padres del Desierto), más menos toda la semana, mientras me estaba preparando para comulgar en la Santa Cima donde se celebraría la Divina Liturgia. Doy gracias al bueno de Dios que me protegió, porque la guerra era tan fuerte… Después de este combate el buen Dios me hizo digno de comulgar en la Santa Cima, porque me había protegido. Sentí tal tipo de alegría todo aquel día que no puedo describirla. Estaba hecho pedazos por la gran agapi de Dios y sentía Su presencia cerca de mí. Por eso el enemigo diablo me combatía tan intensamente, para poder privarme de este deleite espiritual que me ha saciado durante mucho tiempo…”

El asceta Sinaíta hacía ya una vida inmaterial. “Estaba solo consigo mismo hablando con Dios…junto con las oraciones incesantes y por su cercanía a Dios” (San Sabas el Santificado). Estaba cautivado por el divino eros. Su oración era incesante, como su respiración, y no se interrumpía ni durante el sueño. “Se amamantaba de la jaris”. Vivía intensamente la presencia de Dios, ya que los grandes acontecimientos sucedieron allí, durante la época de Moisés. Una vez describía su cueva: “Toda la montaña, la roca se había hecho blanda como la masa de pan, «todo el monte Sinaí humeaba, porque Dios había descendido sobre él en forma de fuego. Subía el humo como de un horno, y todo el monte retumbaba con violencia, Ex 19,18». Por eso en la cueva quedaron grabadas las huellas de la espalda de Moisés”.

Además, tal como se ha dicho antes, el Yérontas comentando el acontecimiento que había vivido en el Monasterio Esfigmeno, dijo: “En el Sinaí he vivido otras situaciones mayores de otra manera”.

Pero lo que exactamente vivó allí en la divina montaña, no quiso describirlo. Se bastó sólo con esta alusión. Pero por supuesto que era algo semejante pero de mayor intensidad que el anterior acontecimiento más antiguo, por esto comparó los dos entre sí. Muy posiblemente no era un avistamiento, sino un milagro. Eran situaciones y estados de jaris vividas continuamente, durante las cuales recibió añadido de jaris, con el resultado de ser alterado todo su estado en situación más espiritual. “Siento que va amaneciendo dulcemente algo distinto en mi interior”, escribía.

Con todo esto que vivió el Yérontas y todas las cosas que nos son desconocidas, la divina jaris (energía increada gracia) le preparaba místicamente para su obra posterior.

8.14 Abandona el dulce desierto

Mientras vivía y se alegraba porque por fin había encontrado lo que buscaba desde hace años, su salud empeoraba. Sufría dolores de cabeza debidos a la falta de oxígeno por causa de la altura. Pero el Dios le alimentaba con el maná celeste, le consolaba con Su jaris increada. Al principio no daba importancia a estos síntomas, pero después se vió obligado a hacerlo debido a las circunstancias. Menciona al respecto en una carta suya( 1-3-1964): “De todas formas veo que Dios me está bajando cada vez más abajo. Ahora me encuentro en el Monasterio desde hace una semana, porque me ha entrado asma, y como el Hesicasterión estaba a 2000 metros de altura, sufrí mucho, a pesar de que me esforcé, era imposible quedarse allí, porque se me detenía la respiración. Aquí en el Monasterio estamos a unos 400 metros como mucho. En el caso de que aquí también siga sufriendo iré a Grecia… De todas formas lo dejo todo a Dios y Él que por naturaleza es bondadoso, que haga lo que es beneficioso para mi psique. De momento no tengo nada seguro”.

Finalmente, cuando vio que su estado de salud empeoraba, tomó la decisión de abandonar el dulce desierto de Sinaí con pena, porque deseaba quedarse para siempre allí, “para venerar y alabar a Dios en esta montaña”. Amó el Sinaí, porque allí vivió la verdadera vida eremita. Hasta el final de su vida lo estuvo añorando e interesándose por su provisión y por su resplandor espiritual.

Retornando a la Santa Montaña Athos, se encontró en Atenas en una Iglesia con el profesor de la Escuela Teológica, Panagiotis Bratsiotis. Éste se entusiasmó por el asceta, que aunque estaba enfermo, se mantenía de pié durante toda la celebración del oficio litúrgico. Se acercó y le dijo: “¡Ni siquiera ahora te vas a sentar un poco!”.

Según el Salmo, “vio la ilegalidad, la discordia y el altercado” (Sal 54,10) de la ciudad de Atenas. El diablo intentó tentarlo, pero no tan descaradamente como en el Sinaí, sino con uno de sus instrumentos. Mientras buscaba encontrar la dirección de una persona conocida, preguntó a uno que le condujo a una casa, la abrió y lo metió allí. ¡Era una casa de prostitutas!. El Yérontas al principio se extrañó. Después  imploró ayuda a Dios, dio una patada a la puerta y se marchó, “líbrate, como la gacela del lazo, como el pájaro de la mano del pajarero”, (Prov 6,5).




A9 EN LA SKITI DE IBIRON

9.1 ¿Hisijía o compañía?

9.2 Aspectos de la vida en la skiti

9.2 Ayuda la psique de un difunto

9.4 Defensa de San Juan Precursor

9.5 Apedreamiento diabólico

9.6 Comida por un Ángel

9.7 Monje de gran Hábito

9.8 Operación de los pulmones



9.1 ¿Hisijía o compañía?

El Yérontas regresando a la Santa Montaña Athos se dirigió al santificado desierto de Kapsala,  un lugar hisijástico (hesicasta *), silencioso y ascético cerca de Kariés (capital). Pero como allí no encontró un lugar de reposo, por hacer obediencia a un Yérontas se fue a la Skiti del Monasterio Ibiron, donde encontró el Kalivi-caseta de los Arcángeles (el certificado lleva la fecha 12-5-1964). Él mismo en una epístola 24-7-64 se refiere en relación: “Por la jaris (energía increada gracia) de Dios he tomado un Kalivi en la desértica Skiti de Ibiron. Tiene todas las condiciones para una vida hisijasta. De las quince kalivis-casetas están habitadas sólo siete. Sábado y Domingo hacemos en el Kiriakó (templo principal) sólo Liturgias, en cambio los oficios litúrgicos se hacen en nuestras Kalivis. Mi kalivi tiene la capilla de los Santos Arcángeles. Es una pequeña región con algunos árboles de olivo, pequeño jardín con agua, etc… La casa naturalmente es antigua y estoy haciendo algunos arreglos. Veo que las cosas caminan hacia la dirección de la pequeña hermandad. Es verdad que esto me entristece mucho, porque he vivido solo y me veo a mí mismo que solo podría avanzar mejor. He rogado al Señor no poco, pero veo que esta es Su voluntad. Fui a mi Guía Espiritual padre Ticón, eremita Ruso y me dijo que debo aceptar a los que quieren quedarse conmigo. Lo máximo que tienes que hacer, me dijo, que hagas una kalivi pequeña al lado para que tengas también un poco de hisijía.

»Comencé arreglando la Kalivi, porque quizá después de poco tiempo vendrían mis amigos, y deberé atenderlos, en la medida que pueda. Me falta de todo. La casa debo arreglarla, pero las cosas tengo que comprarlas etc., hasta que comience algún trabajito manual. He trabajado duramente durante tres meses. Doxa-gloria y gracias a Dios, he arreglado bastantes cosas. Todo esto debe acabar en un año, para que comience la obra principal, la oración y el estudio, después como obra secundaria un pequeño trabajo manual. Así habrá despreocupación, la cual absorberá a los hermanos hacia arriba. El aceite es asegurado por los olivos que tiene y también para la Iglesia. Del jardín recogeremos toda la verdura, hortalizas, como también patatas y judías para el invierno, etc… También hay algunos otros árboles frutales y otros. También hay bastantes sarmientos. Cuando los hermanos hacen un trabajito manual, es para disfrutar y no para que sean absorbidos por el trabajo, entonces pueden encontrarse a sí mismos y después a Dios. El buen Dios que ayuda a los buenos y a los malos, como buen Padre ayudará, esto lo creo. Mucho más si es Su voluntad el hacer algo para Su doxa-gloria y gracia increada.

»Más tarde pienso hacer kalivitas pequeñas cada cien metros para los hermanos, para que estemos todos juntos y todos separados, porque he vivido todo tipo de vidas y he visto que en la hisijía se crea la sedimentación”.

9.2 Aspectos de la vida en skiti

Entre los padres de la Skiti se distinguía el padre Pacómio, de la compañía del Padre Nilos. Cogía las serpientes y los escorpiones con la mano. El Yérontas nos narraba muchas cosas sobre la sencillez, la virtud y la perfecta obediencia a su Yérontas. Por todas estas cosas Pacómio era muy querido por el Yérontas y siempre le mandaba bendiciones.

Algunos fueron a hacer vida monástica cerca del Yérontas, entre ellos también los hieromonjes Basilio y Gregorio, quienes más tarde restauraron el Santo Monasterio Stavronikita, y el padre Basilio se hizo higúmeno. Por un tiempo dispuso su Kalivi para ellos, hasta que fuese arregladala suya, y el mismo Yérontas se quedaba un poco más allá en una chocita muy pequeña que había hecho con tablas de madera de castaño.

Cada noche hacía incontables genuflexiones y muchos komposkinis. Su obra principal era la oración. Intentaba no ser interrumpida su comunión espiritual con Dios, que fuese incesante.

A pesar de su perturbada salud, se esforzaba a sí mismo ayunando hasta agotarse. Y allí donde “se terminaban las baterías” y llegaba al “Amín”, de forma totalmente paradójica recuperaba las fuerzas y continuaba las luchas.

Cuando bajaba a Arsaná, caminaba descalzo, igual que en el Sinaí. Tenía los zapatos en su mochila y se los ponía cuando de lejos veía alguna persona.

Como tallista de madera tallaba con belleza las cruces y los cazos para agua bendita. Con los trabajos manuales se mantenía el mismo y ayudaba donde había necesidad.

En la Skiti ayudaba con buena gana a los padres y donde le pedían ayuda corría con alegría para dar reposo a cada uno.

Se hizo cargo también de la administración de la Skiti. Ya que realizaba las labores del Kiriakón (templo principal), para no perder la hisijía, dejaba una nota para los visitantes que cuando viniesen tocasen la campanita. Oía la campañita desde su Kalivita donde estaba en hisijía, bajaba, atendía a los visitantes y les ofrecía reposo y alivio corporal y espiritual.

En este período tuvo lugar también el encuentro con un admirable peregrino, trabajador del puerto del Pireo, que con su oración había resucitado a su suegro blasfemo para que se arrepentiese.

Relató también el siguiente acontecimiento el Yérontas: “Una vez vino a la Skiti un cura. Cuando le vi “no recibí información” interior. Con la conversación entendí que era romanocatólico. Entonces le dije severamente: “Que te pongas el gorro, (es decir, el gorro especial que ponen los monjes papistas) y así tienes que visitar a los Monasterios”.

»Él como cura romanocatólico, llamado Bonifacio, y como supe más tarde, éste a donde iba se vestía como los monjes que visitaba para engañar. Con los clérigos Ortodoxos Griegos vestía como clérigo Griego Ortodoxo, con los clérigos Rusos como Ruso, etc…”

El Yérontas aunque vió que el papista tenía pelos, barbas y sotanas no fue engañado por estas cosas. La divina jaris (energía increada gracia) daba testimonio que en su interior el aparecido cura no tenía sacerdocio ni santidad. “No necesitaba que nadie le diese testimonio del hombre, porque él conocía y conoce muy bien qué había y qué hay en el interior de cada hombre” (Jn 2,25).

9.3 Ayuda la psique de un difunto

Relató el Yérontas: “En cuanto fui a la Skiti, ya lo supo el tío Atanasio vigilante del bosque del Monasterio Filoteu, y vino a verme. Era conocido mío y me traía unas bendiciones, porque entonces al principio no tenía nada.
»Se lo agradecí y le dije que escribiera los nombres de sus parientes difuntos, para hacer memoria de ellos. Él influenciado por un testigo de Jehová, decía: “una vez muerto el hombre, no queda nada; todo después de la muerte se pierde”.
»No pasó mucho tiempo, y el mismo murió. Cuando lo supe, me fui hasta Filoteu y visité su tumba. Hacía cada día oración del corazón para que Dios dé descanso y alivio a su psique.

»Después de veinte días, (de la muerte del tío Atanasio), me enteré que me estaba buscando una persona de Filoteu. Viene revuelto, estaba también el de la junta del Monasterio. “Páter”, me dice, “vino el tío Atanasio el muerto y se me ha quejado diciéndome que me había olvidado de él y no hice nada por él, y me dijo que sólo tú le ayudas con tu oración. Y realmente yo no lo menciono en mi oración. Me hecho miembro de la junta y arreglo el despacho, tengo mucho trabajo, y qué voy hacer ahora, he dejado también mi canon”.
-Eh, ahora haz un poco más.

Este acontecimiento reforzó al Yérontas y continuó rezando más para las psiques de todos los difuntos.

9.4 Defensa por san Juan Precursor

Dijo el Yérontas: “Veía el barranco y sentía un anhelo, un eros divino. Saltaba mi corazón para quedarme allí para más hisijía y oración. Me fui a un responsable del Monasterio Ibiron para tomar bendición y hacer allí una Kalivita. Aquel se puso a gritar. ¿Qué os creéis vosotros los supuestos ascetas, etc…”. Pero por la noche se le presenta al responsable San Juan el Precursor, quien es el protector de la Skiti Ibiron y comenzó a golpearle, porque había mostrado desprecio al Yérontas Paísios. Asustado se levantó y se fue a la Iglesia. Pedía persistentemente a los padres interrumpir el oficio litúrgico, hacer una reunión y decirles lo que le había sucedido, porque no estaba en paz. Le dijeron: “no se puede interrumpir el oficio litúrgico, ten paciencia y espera hasta que terminemos”. Luego se reunieron todos y los narró lo que le sucedió. Después este responsable no sólo le dio la bendición para construir su Kalivita, sino que le mandó materiales con los mulos. Allí había tanta humedad que goteaba agua por los clavos. Por eso los otros padres también habían abandonado este lugar. Estaba sentado y escupía sangre. Aquello fue la causa de dejar dos pleuras en el hospital. Me había cansado de transportar materiales y construir la Kalivita, ¡Pero me sentía con mucha alegría!Sí, era alegría espiritual, pero no una alegría totalmente espiritual. La alegría celeste es otra cosa. Es la energía increada de la divina jaris-gracia.

9.5 Apedreamiento diabólico

Pasó por la Skiti un pobre con la “pantajusa todas-partes” para pedir limosna. (Pantajusa: permiso escrito, dado por la Santa Comunidad de Athos a un pobre y le permite a uno pedir ayuda económica de los Monasterios, de las Skitis y de las Kelias de Athos). El Yérontas dio todo el dinero al pobre, una cantidad importante para aquel tiempo. Ni siquiera los Monasterios daban tanto dinero. El diablo no soportaba ver al monje “material como inmaterial” y exasperado por la perfecta pobreza, tiró una piedra grande que se incrustó en el techo, por encima de la cabeza del Yérontas!

9.6 Comida por un Ángel

Nos narró el Yérontas: “Era una temporada de cuaresma o ayuno de la Panaghía, 15 de Agosto, y hacía unos días que no probaba comida. Mientrastanto me dijeron que bajase a la playa un padre (monje) enfermo. Le llevé a la playa y después sentí una tremenda debilidad. Cuando me acercaba a mi Kelia, se presentó alguien delante de mí (era un Ángel) y me dió una cestita con frutos, uvas e higos, e inmediatamente desapareció.

9.7 Monje de gran Hábito

El Yérontas había conocido al Yérontas Ticón cuando estaba en el Monasterio Esfigmenu. Ahora le hizo su Yérontas. Iba regularmente en su Kelia para verlo y pedir consejos. A menudo le preguntaba el Yérontas Ticón: “¿Cuándo tomarás el Gran Hábito?
-Cuando esté bendecido, Yéronta, no me preocupa para nada esto.

El padre Paísios, aunque era muchos años monje, todavía no se había sido ordenadado monje de gran hábito. Le interesaba principalmente vivir como monje. No simplemente tomar típicamente el Gran Hábito, sino también la jaris del Hábito. Daba más importancia vestirse interiormente el hábito, es decir, hacer monje al hombre interior. Por eso decía: “A mí no me preocupaba para nada cuándo me haré del Gran Hábito. Incluso si no me hubieran hecho monje no me preocuparía. Me interesaba vivir como monje. Si la psique no se cultiva, no tiene armas interiores, a pesar de que el Hábito es un arma, no ayuda. Porque la mínima desobediencia trae más responsabilidad después con el Hábito. Hace falta gran exactitud. Debemos luchar por cumplir las promesas. Es bueno luchar por cumplir las promesas también antes del Hábito”. No aspiró por sí solo a recibir el Gran Hábito, porque por humildad se consideraba a sí mismo como indigno, y también porque quería ser consecuente con todas sus promesas.

Pero ahora, después de las incitaciones de su Yérontas, aceptó ser tonsurado y recibió el Angélico y Gran Hábito de las honoríficas manos del yérontas-Ticón el 11 de Enero 1966, en el Kalivi del Monasterio de Stavronikita de la “Santa Cruz”.

9.8 Operación en los pulmones

El Yérontas desde monje joven tenía molestias en sus pulmones. Ya desde que estaba en el Monasterio Esfigmeno escupía sangre y tenía hemorragia interior y por eso fue curado en el Hospital del Monasterio. A continuación durante toda su vida sería fatigado con esta patología.

Desde el Monasterio Filoteu fue obligado a salir al mundo para terapia. Esta patología de sus pulmones, que era debida a la falta de oxígeno, fue la causa de abandonar el santo monte Sinaí. Él mismo no sabía qué padecía exactamente. Un médico le diagnosticó equivocadamente tuberculosis, haciendo obediencia se  puso vanamente centenares de inyecciones de estreptomicina. Sus músculos se habían endurecido a tal grado que una vez la aguja se había torcido, pero el Yérontas quedó inmovilizado y como insensible al dolor.

El piadoso profesor médico Georgios Daikos fue el primero que hizo una diagnosis correcta de que se trataba de bronquiectasia. “Dios bendiga y perdone al señor Daikos”, decía el Yérontas.

Pero su enfermedad continuamente empeoraba. Por eso fue obligado a salir para hacer exámenes médicos, los cuales indicaron que debería operarse con seguridad. La operación se hizo en el Centro de Enfermedades de la Región Norte de Grecia. Le quitaron el pulmón izquierdo casi entero y también le quitaron dos pleuras. El Yérontas, desde de la Clínica Quirúrgica del Hospital, describe en una carta con fecha 10-12-1966 la operación quirúrgica de la siguiente manera: “Era una operación muy seria. Me quitaron un lóbulo de la izquierda, y también un poco de otro. El lóbulo estaba llena de bolsitas (bronquiectasias). La operación duró 10 horas más o menos. La sangre durante la operación no se detenía y esto dificultaba mucho. Hicieron falta cuatro litros de sangre… Los tubos me los quitaron después de nueve días y sufrí una infección grande y así me llevaron otra vez al quirófano por dos horas y me los volvieron a poner y llevé los tubos encima mío más de veinte días. Me quedó también una discapacidad en los ojos. El ojo derecho ve muy fuerte, en cambio el otro en el que se hizo la operación está más cerrado y su visión es más baja. Esto no me preocupa, porque otros han nacido totalmente ciegos.
»Es verdad que sufro mucho, pero vale la pena para uno pagar incluso sin tener patología y pasar así un tipo de pequeño martirio, porque me he beneficiado mucho.
»Leía el Pazos-Pasión del Señor en la Santa Escritura como una simple historia, como también los Martilogios de los Santos. Ahora los estaré sintiendo, porque he sentido unos cuantos dolores. Llevo veinticinco días en los que no he descansado”.

Según el el certificado de salida: “Fue hospitalizado en el Centro de Enfermedades Torácicas del Norte de Grecia, Entró 4-8-1966, padeciendo de bronquiectasia del lóbulo inferior izquierdo. Siendo operado, salió en terapia”. Durante la terapia allí en el Hospital del pueblo Asvestojori hizo obediencia a los médicos y comió carne.

Entonces murió también su padre carnal 10 de Agosto 1966. Apenas fue avisado, tomo el libro “Horologio” y leyó el “Amomos”, el Salmo 118 ( 119, “Bienaventurados los perfectos de camino”). Cuando terminó, le dijo un enfermo que acaba de recibir la noticia de que se había muerto un pariente suyo. Y el Yérontas volvió a leer el mismo Salmo.

Retornando del Hospital a la Skiti, continuó su diligente lucha. La vida ascética en la skíti con las cosas en común y sus distracciones, encendieron el deseo del Yérontas para mayor hisijía, porque había crecido el número de padres. Pero prinipalmente como estaba operado, debería necesariamente cambiar de clima y quedarse en un lugar seco. Su Yérontas padre Ticón, le aconsejaba que fuera a Katunakia- “Debería hacer obediencia al Yérontas”, dijo. En 11-7-1967 recibió el certificado de salida y se marchó para Katunakia (parte montañosa sur de Athos).




A10 EN LOS DESÉRTICOS KATUNAKIA

10.1 En el kalivi seco de Ipato

10.2 Camisetas para el asceta

10.3 El endemoniado

10.4 “Ha desatado el nudo gordiano”

10.5 Su pobreza

10.6 “Yo siempre estoy comiendo…”

10.7 Luz dulcísima

10.8 Constitución del Hesicasterióno Monasterio femenino



10.1 En el seco kalivi de Ipato

Gracias, pues, a su amada hisijía y a causa de su salud delicada el padre Paísios viene en Katunakia y se intala la Kalivi de Ipato, en el elsitio llamado “los Blájikos”, más alto de donde estaban los Danieles.

Escribía en una carta suya con fecha 18-9-1967: “…Doxa-gloria y gracias a Dios, estoy muy bien. No me molesta la disnea, porque puedo abrir la ventana día y noche, debido a que no hay humedad. No tengo ni vecino”.

Era una pobre kalivita-casita sin Iglesia, con una fuente pequeñita y dos tres pretiles en su región. Unos cuantos metros más allá había también otra Kalivita con chapa. Tenía una bendición especial, porque en ella había vivido el yérontas-Efrén Talas (Padres Aghioritas pag 89-90). Allí iba muy a menudo el Yérontas, oraba y sentía la jaris-gracia del lugar. Cien metros más a lo alto había una cueva, antiguamente escondite de ladrones, en el cual había vivido el yérontas-Efrén.

La vida en Katunakia era tranquila, sin distracciones y muy pobre. Hacia como trabajo manual la representación de la Crucifixión con la Panaghía y san Juan el Teólogo en un icono de escultura de madera de ciprés.Algunos los vendía para mantenerse, y la mayoría los repartía como “bendición”. También hacía pequeños iconos estampados, estos también los daba como “bendición”.

Entonces hizo también la exhumación de las reliquias de su antecesor de esta Kalivi, el yérontas Ipatos el Rumano.

El Yérontas ayudaba en la fiesta de los Danieles. Entre los servidores estaba también un monje de Kafsokalivia, a quien le causó gran impresión un monje desconocido por él (el padre Paísios), que con una gran agilidad servía en la fiesta, lo mismo que podían hacer dos o tres personas juntas, silencioso y orando, sin descansar ningún momento.

Una vez tomó el pequeño barco de la línea marítima regular para ir de Dafni a Katunakia. Se acercó a un monje a quien le veía por primera vez, se prosternó delante de éste con humildad y le llamó por su nombre. Era el Yérontas-Gabriel el famoso gran asceta de Karulia. Y aquel se alegró por haber conocido al padre Paísios, porque había oído sobre un asceta que vive en los lugares de Blájica. Con verdadera agapi y familiaridad se sentaron a un lado y conversaron espiritualmente. Más tarde diría el Yérontas Paisios: “El Yérontas Gabriel era realmente un asceta, pero el yérontas-Pedro (Petrakis-Pedrito) tenía algo especial. Tenía una blandura y dulzura espiritual”. En Katunakia conoció también otros padres en altos estados espirituales.

La anhelada hisijía del Yérontas la interrumpían los visitantes, como el mismo decía: “Estaba operado cuando retorné a Katunakia y empezó a visitarme la gente. Les atendía tanto tiempo como necesitasen y después los despedía bendiciéndoles y deseándoles que les vaya bien. Ellos se iban y poco después volvían otra vez. “Aquí nos quedaremos esta noche”, me decían. Y yo ahora, que si cocinarles, que si darles cama…. ¡ De dónde iba a sacar fuerzas para atenderlos… cuánto sufrí en aquella época! Tenía dolores fuertes y los fármacos no me hacían nada. Pero decía: “doxa-gloria y gracias a Dios que me regaló a mí también el comprender un poco lo que sintieron y sufrieron los santos mártires”.

10.2 Camisetas para el asceta

El Yérontas llevaba a padres enfermos y ancianitos de avanzada edad “bendiciones” (regalos), ropa y alimentos. Un Yérontas de avanzada edad tenía una nota en la puerta de su kelia: “No me molesten estoy muy viejo y enfermo”. No quería recibir nada de nadie. El padre Paísios le convenció que aceptase las cosas que le llevaba, diciendo:
-Quédate con estas cosas, porque estás enfermo y muy mayor.
Un día visitó al yérontas-Sabas el de Katunakia y le dio unas “bendiciones” (regalos). Al marcharse, le preguntó si tenía necesidad de algo. Le respondió que necesitaba camisetas. En el camino, regresando para su Kalivi, encuentra a un visitante que venía a verle, y llevaba un paquete para él. El Yérontas lo abrió y quedó admirado por la providencia de Dios. El paquete llevaba camisetas. Regresó inmediatamente y dio las camisetas al yeronta-Sabas.

10.3 El endemoniado

Relató el Yérontas: “Subía a la Kalivi cargado con mucho peso. Me encontré con un laico de la ciudad de Tríkala y se ofreció para ayudarme. Pero el pobrecito estaba endemoniado y se cayó al suelo. Le santigüé con la Cruz del komposkini. El endemoniado me cogió de la mano derecha y por poco me la rompe. Entonces tomé el komposkini con la mano izquierda y le santigüé diciendo: “En nombre de nuestro Señor Jesús Cristo, sal de este hombre espíritu impuro”. Inmediatamente se serenó y me pidió perdón. Y añadió el Yérontas con admiración: “El komposkini tiene una gran fuerza, pa! pa! pa!...


10.4 “Ha desatado el nudo gordiano”

El siguiente es testimonio de un sacerdote anónimo: “En el año 1968 visité al Yérontas como estudiante de teología. Mi gran problema, el cual me ahogaba literalmente, era que había decidido hacer vida sin matrimonio después de una manifestación unilateral y una mala conducción espiritual. Abrí con confianza mi corazón al Yérontas. Me escuchó con atención y al final me dijo: “Escucha, hijo mío; el carpintero con maderas especiales hace los muebles de lujo. Lo mismo el herrero con hierros también hace los muebles metálicos de lujo. Tú debes examinarte muy bien y atentamente a ti mismo de qué material eres. Supongamos que tu eres de madera, en ningún caso puedes ir al herrero, porque con el oxígeno que utiliza te quemará. Si estás hecho de hierro entonces sólo debes ir al herrero”.
»Estaba tan liado y desde aquel momento me sentí aliviado porque el Yérontas con ejemplo sencillo y sabio me disolvió el nudo gordiano (resolvió tajantemente y sin contemplaciones el problema) que me tenía atado años. Me marché lleno de alegría, con la convicción de que hay camino abierto en el horizonte también para mí. Comprobé que podía estar sin culpabilidades sobre la supuesta traición del ideal de la vida sin matrimonio al seguir esto que me manifestó Dios por la boca del yérontas Paísios. La intervención del Yérontas había sido determinante para mi vida posterior.

10.5 Su pobreza

Un día, mientras el Yérontas estaba sentado en el patio de su pobre Kalivi seco, percibió que alguien había en el bosque y le vigilaba. Daba la impresión de un hombre que buscaba la ocasión para robar.

El Yérontas pensó y dijo en su interior: “Pobrecito tendrá alguna necesidad”. Se marchó inmediatamente dejando la puerta de su Kalivi abierta. El ladrón entonces entró sin ninguna molestia, pero desgraciadamente para él no encontró nada valioso para llevarse. Sólo un colchón de paja y unas cositas sin valor. Según el Yérontas,:“Aunque era un ladrón, un hombre asalvajado, se conmocionó y después le hacía compañía”. Arrepentido pidió perdón, el cual el Yérontas con todo su corazón se lo concedió.


10.6 “Yo siempre estoy comiendo…”

Una vez le visitó el padre Daniel de los Danieles. Golpeó la puerta diciendo: “Por las bendiciones de nuestros Santos Padres”, y por mucho rato no recibía respuesta. Finalmente el Yérontas abrió. Estaba bañado en lágrimas, tenía en las manos una cebolla y una tostada de pan, y comía. Le preguntó el padre Daniel:
-¿Qué haces, páter Paísios!
- ¿Qué voy hacer? Mira, ¿no lo ves?, como; yo siempre como…
Y mientras estaba diciendo esto, comía cebolla y tostada y sus lágrimas caían sin parar.

Por lo visto, estaba en un estado de gran contrición o dilatación del corazón, que no podía parar sus lágrimas. Pero cuando escuchó la voz del padre Daniel, hizo un esfuerzo para sobreponerse a sí mismo, porque debía abrir. Y no pudiendo contener sus lágrimas, hizo este invento con la cebolla. Pero el padre Daniel que nos narró este acontecimiento, entendió de lo que se trataba, y dió esta explicación.

10.7 Luz dulcísima

En la Katunakia tuvo también experiencias divinas: “Una vez”, relató, “mientras decía la oración del corazón o de Jesús por la noche, vino en mi interior una alegría muy grande. Continué diciendo la oración del corazón y de repente mi kelia se inundó de luz. Era luz blanca con un tono hacia el color azul. Mi corazón latía dulcemente. Continué haciendo komposkini hasta que salió el sol. ¡Era tan fuerte esta luz! Más fuerte que la luz del sol. El sol perdía su resplandor ante esta luz. Veía el sol y me parecía una luz solar pálida, tal como es la luz de la luna llena. Esta luz la veía por mucho tiempo. Después cuando faltó la luz y la jaris (energía increada gracia) disminuyó, entonces no encontraba ningún consuelo y ninguna alegría. Como había recaído de un estado a otro inferior, me veía a mi mismo como a un animal. Iba a comer, a beber agua, a hacer mi trabajo manual y me sentía como un animal.

Este acontecimiento lo había olvidado totalmente y lo recordé anteayer, cuando un piadoso abogado que practicaba la oración noerá del corazón o de Jesús me lo recordó, porque aquel vivía un estado…”.

El Yérontas no dijo literalmente luz increada la luz que vio, aunque no hay ninguna duda de que se trata de la Luz increada. No lo ha descrito más, sólo añadió: “que uno la ve con los ojos cerrados y abiertos esta luz (increada), incluso por la noche con la oscuridad y por el día con el sol”.

Con este tipo de consuelos y súplicas espirituales en el inconsolable desierto de las Katunakias, la divina jaris-gracia increada consolaba al voluntariamente empobrecido y con abnegación ejercitado asceta Paísios

10.8 Constitución de Hisijastirio o Monasterio

El Yérontas durante el período de su permanencia en el Hospital conectó espiritualmente con algunas jóvenes piadosas y aspirantes a monjas. Le visitaban y le daban sangre cuando hizo falta para su operación quirúrgica. El Yérontas por obligación más tarde las ayudó espiritualmente de muchas maneras. Se sentía tan obligado, estaba como si estuviese vestido con una camiseta de pelo, como decía, y quería quitárselarla, es decir, corresponder al bien que le hicieron. Por eso las ayudó a encontrar un lugar para hacer vida monástica,  y así ha sido constituido el Hisijastirion (monasterio) de san Juan el Teólogo en Surotí (a 30 km de Salónica). A continuación y hasta su dormición, las dirigía espiritualmente, allí dejó también sus multi-padecida reliquias que tanto padecieron. Recibió sangre de las hermanas y él las dio espíritu, es decir, ayuda espiritual.




A11 EN LA KALIVI DE LA SANTA CRUZ

11.1 En el Santo Monasterio Stavronikita

11.2 La dormición del yérontas-Ticón

11.3 Su vida en  “Santa Cruz”

11.4 “Luz en sus caminos”

11.5 Apoya a un monje nuevo

11.6 Pescado enviado por Dios.

11.7 Aparición de San Arsenio

11.8 El yéronta-Ticón y la tentación

11.9 En la isla Tino

11.10 El silencio de los pájaros

11.11 El engañado

11.12 Compadeciendo con el enfermo

11.13 El olivo y las sotanas

11.14 En Fárasa

11.15 La psique infernada

11.16 La Santa Efimía

11.17 El “Olet”

11.18  Oración por los demonios!

11.19 Tentaciones demoníacas

11.20 Salvado del fuego

11.21 Visita inolvidable

11.22 Ve una psique

11.23 El Jorgito de Tíbet

11.24 En Australia

11.25 El visitante nocturno

11.26 Aparición de Cristo

11.27 Caminos y coches

11.28 Predicción

11.29 Icono resplandeciente

11.30 El Santo “muy injustamente perjudicado”

11.31 Multitud de demonios

11.32 La serpiente

11.33 “Oró y el cielo dio la lluvia”

11.34 Una fiesta distinta

11.35 Respuestas de otra manera

11.36 Divina Liturgia en “Santa Cruz”

11.37 “Dios está obligado a ayudar”

11.38 El Ángel de la guarda

11.39 Logos alegres y ágiles          




11.1 En el Santo Monasterio Stavronikita

La Santa Comunidad (de Athos) llamó a los hieromonjes Basilio y Gregorio de la Skiti de Ibiron, para que restauraran el Monasterio de Stavronikita que estaba falto de hombres y hasta entonces era idiorrítmico. El Yérontas cuando le preguntaron, les dijo que aceptasen la invitación de la Comunidad y sobre todo les dijo: Vendré yo también para ayudar en lo que pueda”.

Así después de un año de permanencia y ascesis en el desierto de Katunakia, el Santo vino al Santo Monasterio de Stavronikita, el 12 Agosto de 1968.

Escribe en su carta de 1-10-1968: “…Aprenderéis por el cambio de lugar y de vida. Es decir, del desierto en el Monasterio y perfecta despreocupación a preocupaciones y responsabilidades. Creo que estaréis bendiciendo y deseando que mi espacio de tiempo allí sea corto, para volver a encontrar otra vez el esparcido mí mismo. Naturalmente no podía evitar la movilización. Espero que en primavera estén arregladas las cosas y librarme  para que esté continuamente orando por vosotros, porque ahora con las preocupaciones del Monasterio no puedo hacer ni siquiera mis deberes imprescindibles.

Como había grandes necesidades, ayudaba en todos los servicios. Empezaba él primero y seguían los otros. A causa de falta de hombres asumió también los deberes de responsable oficial.

El 6 de Noviembre recibió con retraso la carta de libertad del Santo Monasterio de la Gran Laura al que pertenecía su Kelia en Katunakia.

11.2 La dormición del yérontas-Ticón

Mientrastanto su Yérontas, el asceta ruso padre-Ticón, se encontraba en sus momentos finales de vida. Después de una vida llena de luchas y ascesis se estaba preparando ya para la vida interminable.

Los últimos diez días llamó para que esté cerca suyo su obediente (padre Paísios), quien escribe lo siguiente: “Estos últimos diez días, que permanecí cerca de él, fue la mayor bendición de Dios para mí, porque fui muy ayudado, más que cualquier otra vez, ya que se me dió la ocasión de vivir un poco cerca de él y conocerle mejor…  ¡La última noche durante tres horas tenía sus manos sobre mi cabeza, me bendecía y me abrazaba por última vez! (Santos Padres  pág. 35-36).

Durmió en el Señor el 10 de Septiembre 1968, ya que había presentido su muerte y había preparado su tumba con sus propias manos.

A su buen obediente, “el dulce Paísios”, tal como le llamaba, dejó su bendición y promesa de que le estará visitando cada año. Además le dijo: “Nosotros, hijo mío, tendremos agapi precisa y exacta por los siglos de los siglos”. Deseaba que le sucediera en su Kalivi y le dijo: “Si tú te quedas en este Kalivi, yo tendré mucha alegría, pero que sea tal como Dios quiera, hijo mío” (Santos Aghioritas pag 36).

Efectivamente, el Yérontas una vez puso en orden una nueva Hermandad, se instaló en la kalivi de la “Santa Cruz”, (el certificado tiene inscripción del 2-3-1969). Lo consideraba una gran bendición estar viviendo y luchando allí dónde hacía su ascesis su santo Yérontas. El lugar le emocionaba y le inspiraba, porque tenía una jaris-gracia especial por las luchas sobrehumanas de padre-Ticón y los acontecimientos divinos que habían sucedido allí.

Liberado ya de las preocupaciones cenobíticas y teniendo como armas la oración del corazón y el ejemplo de su Yérontas, se deleitaba en “su dulce hisijía” y comunión con Dios y bendecía por su propio “anonimato y olvido, como desaparecido,” y por la salvación del mundo. Escribía en una epístola suya 10-4-1969: “Ahora que con la jaris-gracia increada de Dios me he liberado del Monasterio y me encuentro en mi dulce hisijía (que por sí sola es oración mística), os estaré recordando mucho más y me encontraré desde muy lejos muy cerca de vosotros. Orad más bien para que desaparezca y no que aparezca, porque sólo así podré realizar mi destino. Es verdad que cuando desaparezco, entonces me siento a mismo encontrarme más cerca del mundo fatigado”.

Pero a pesar de estar desaparecido y enterrado en el “hoyo del padre-Ticón”, se convirtió el polo de atracción para bastantes jóvenes que habían venido a hacer vida cenobita en el Monasterio Stavronikita, para tener la posibilidad de ver y ser aconsejados por el Yérontas. Pronto se aumentó el número de padres y fue un monasterio Kinovio bien organizado. Desde su asceterio se interesaba sobre el camino del Monasterio y sin ruido intentaba dirigirlo a las huellas patrísticas.



11.3 Su vida en la “Santa Cruz”

En el trayecto desde el Monasterio Stavronikita a Kariés (capital), un poco después del santuario de persignación por la parte izquierda del camino, comienza un pequeño sendero. Atraviesa el bosque de árboles bajos como madroños, arias y brezos, sube y baja a un campo irregular y sale a una Kalivi rodeada de alambrada. Al lado de la puerta había una caja con una rendija como un buzón de correos, y una nota que escribía más o menos lo siguiente: “Apuntad en el papel de lo qué queréis que hablemos y ponedlo dentro de la caja. Seréis más beneficiados por la oración que por la conversación”. 

Un alambre atado en la parte de arriba del cerco utilizaba para tocar la campañita y avisar al Yérontas. El patio, muy amplio, estaba cubierto de árboles de olivo y algunos sarmientos. Sobre el sendero había un montoncito de madera. Había colocado las maderas de leña allí para que no fuese visto cuando circulaba desde su kelia al taller. Bajando hacia la kelia a la parte derecha, debajo de un olivo había una mesita y dos o tres taburetes provisionales, era Su sala de visitas del verano. A la izquierda estaba la tumba de su Yérontas Ticón, donde el Yérontas había sembrado romeros para que no fuese pisoteada.

Tres o cuatro escalones conducían a un pasillo que había antes de la entrada entre la casa y un pretil. Los extremos del pasillo estaban cerrados con puertas de madera para que no hubiese corriente de aire. A la izquierda había una cocina antigua, un sitio en el pretil lo justo para que cupiese una cacerola, y en la parte de abajo un espacio para encender fuego. Había un pequeño cobertizo antes de la entrada a la Kalivi y el peregrino pasando por la puerta de entrada, se encontraba en una antesala con un paso de ancho y tres de largo que estaba iluminada por una ventanita. Directamente hacia delante estaba la Kelia del Yérontas y a la izquierda la capilla de la Santa Cruz con dos o tres iconos en el templo, un asiento, un analogio, un atril y nada más, ¡Impresionante sencillez”.

Unos metros más al oeste de la entrada había otra puerta exterior que conducía a su taller y a la sala de visitas; una pequeña y pobre kelia con el techo bajo y camas muy estrechas, entre ellas había poca distancia, entre las cuales apenas cabía un hombre de pie.

La pequeña Kalivi de la “Santa Cruz” no tenía muchas posibilidades de hospedaje y el Yérontas con su hisijía característica y con discernimiento, hospedaba a alguno cuando creía que era necesario. Escribe en su epístola 21-12-71: “Tengo toda la libre buena voluntad de hospedaros con toda mi hospitalidad en mi Kalivi de gitano y así puedo ser todo vuestro, no la mitad del Paísios sino entero. Cuando queráis, no tengáis ninguna duda (porque si percibo que dudáis entonces me entristecerá). Sólo que ahora en invierno, mi Kalivi acepta sólo a uno. Desgraciadamente mi Kalivi no está de acuerdo con mi corazón.

En la parte oriental de la Kelia había una cisterna con agua de lluvia que se concentraba por el tejado con canalones. De este bebía y ofrecía también a los visitantes. Más allá había otra cisterna abierta más grande para regar, que nunca la usó, porque no cultivaba el jardín.

Exteriormente la vida del Santo en el Kalivi de la Santa Cruz era más o menos de la siguiente manera: desde la noche temprano dormía dos o tres horas y se despertaba  cerca de la medianoche. Hacía vigilia y descansaba un poco por la mañana, antes del amanecer del día. Durante el día, si no tenía visitantes, hacia trabajo manual: pequeños iconos estampados y Cruces en la prensa mecánica. El resto de las horas estudiaba, oraba y respondía a las multiples cartas que recibía de multitud de personas y le suplicaban para orar por ellos o pedían respuesta a problemas serios. Escribía por muchas horas durante el día y cuando oscurecía continuaba con una vela. Con el paso de los años los visitantes aumentaron mucho. Le ocupaban muchas horas los problemas de ellos. Escribía: “Estaba resfriado con fiebre. Los visitantes por una parte me subían la fiebre, pero por otra parte no me dejaban morir, porque no tenía tiempo”.

Se encontró en un dilema: ¿permanecer allí o ir otra vez a Sinaí o a cualquier otra parte para tener hisijía? No se apresuró, hizo oración para no hacer lo que le dicte su “cabeza”, y vio que la voluntad de Dios era permanecer allí. “Tal y como indican las cosas aquí me arreglaré con mis dificultades… Dentro de unos días valló el terreno con alambrado de red”. (Fragmento de la carta 9-5-1975).

Pero las cartas que recibía cada vez se multiplicaban más. Por eso durante el año 1977 decidió no responder, excepto a casos urgentes y serios. Se lo comunicó a algunos y fueron informados también los demás. Explicaba en relación: “Yo, supongamos, empecé para ser monje. Pero veo que esto me extravía de mi propósito”. Pero no cesó de orar para los que le enviaban cartas. Al contrario, limitó la correspondencia para que le quedase más tiempo para la oración, por la que consideraba también como la mayor ofrenda del monje para el mundo.

Además, su vida simplificada en grado inimaginable, le daba la posibilidad de dedicar casi todo el tiempo a las cosas espirituales y a los que tenían necesidad espiritual.

Por un espacio de tiempo, dos veces a la semana (miércoles y viernes), permanecía encerrado. No abría a nadie. Ayunaba y hacía un trabajo espiritual más refinado para sí mismo. Tenía también una kalivita muy pequeña improvisada en el bosque hacia la parte del torrente, cubierto con láminas cerca de una pequeña fuente de agua, y algunas veces se retiraba a esta para mayor hisijía. Después de su encierro y ausencia tomaba las notas de los visitantes y hacía para ellos oración del corazón.

Habitualmente participaba en la Divina Liturgia y comulgaba en el Monasterio. Pero a veces por temporadas también lo hacía en su ermita donde se celebraba la Divina Liturgia o de vez en cuanto iba a otras Kelias para participar en la Liturgia.

Recogía olivas y algunas veces con una almajara o molino de aceite antiguo y original de invención y fabricación propia de él, producía aceite para los candiles de la Iglesia. Y daba también olivas a ascetas pobres y ancianitos de la Skiti Kapsala. Los visitaba para beneficio propio y los ayudaba en lo que podía.

Con preparaciones de comidas no se ocupaba, excepto, rara vez, si tuviera algún hospedado. Una vez había
hospedado a un joven conocido suyo. Se puso a cocinar, machacó unas lentejas, puso también un poco de arroz en la cacerola, puso el agua adecuada puso a quemarse un tronco de brezo y otras hierbas secas que abundan en la región. Se sentaron al lado y conversaban. El joven creyó que el Yérontas fue absorbido por la conversación y se había olvidado de la cocina. Pero al poco rato la comida estaba hecha. No hizo falta ni removerla. Tan sencilla su manera de cocinar.

Hicieron oración con komposkini. El joven en la Capilla y el Yérontas en su Kelia donde leyó también el Zeotokarion. Después puso la mesa invitándole a comer y no paraba de aconsejar e instruir al joven con agapi paternal. La comida estaba hecha sin aceite pero muy sabrosa. Le impresionó su serena contrición, cuando dijo la oración de antes comer en la mesa. Se concentró en sí mismo como si se hubiese apartado de las cosas terrenales y como si se hubiese transportado delante de Cristo. Después de la cena salió para dar de comer a los animales salvajes que los llamaba por su nombre.

Durante la puesta del sol hicieron una hora de oración con komposkini aparte en el patio y después el Yérontas, una vez que acomodó al visitante en la sala de visitas, se retiró a su kelia.

En este kalivi tan pobre de la Skiti Kapsala se ejercitaba el Yérontas. “En fosa honda o muy baja”, pero con forma de autogobierno muy alta, con oración incesante, solo con Dios y alimentado con Su jaris (energía increada gracia). Muy pobre en materiales y comodidades, pero rico en virtudes y divina jaris. Se fundía a sí mismo en la ascesis y aliviaba espiritualmente a cada persona. Sufría con dolor y pena por el dolor y los pecados de los hombres y a la vez los trasfundía alegría y consuelo. Combatía con los demonios, conversaba con los Santos, alternaba con animales salvajes y ayudaba a los hombres espiritualmente, tal y como se representará más abajo con  acontecimientos  y testimonios.

11.4 “Luz en sus caminos”

Relató el Yérontas: “Me encontraba en un Monasterio (Stavronikita). Era muy tarde. Saliendo encuentro fuera de la puerta del Monasterio a un laico que quería hablarme. Avanzando comenzó a contarme sus problemas. El tiempo pasaba y estaba enfermo. Era de tal tipo la enfermedad que no podía estar en pie ni sentado para descansar. Mientras me hablaba, pues, se pasó el tiempo y se hizo de noche. Pensé por un momento mi enfermedad y quise interrumpir la conversación, pero me dije: “¡El hombre tiene tantos problemas y yo me voy a mirar a mi mismo!”. Así continuó hablándome hasta que se hizo totalmente de noche. El laico tenía donde dormir, en alguna Kelia conocida suya. Mientras tanto, la puerta del Monasterio se había cerrado.

»Una vez que terminamos, tomé el camino para ir a mi Kalivi. Entré por el senderito y pasaba por un punto que es estrecho y brusco. Cuando llegué a este punto, como no veía y no llevaba conmigo linterna, caigo dentro de unos matorrales y de zarzas y me enganché en los matorrales. No veía nada y calló en mi cabeza la mochila. En la posición que me encontraba pensé: “¿Qué hago? Pues, voy hacer las vísperas”. Empiezo “Santo Dios, Santo Fuerte…” etc. ¡Y en un momento se enciende una luz muy fuerte y mi cabeza se hizo como una lámpara! ¡A mi alrededor se hizo de día! Entonces vi dónde me encontraba, escalé y salí. La luz continuaba iluminando a mi alrededor. Mi corazón estaba lleno de gozo y deleite celeste. Llegué al Kalivi, tomé la llave del sitio que lo había dejado, abrí, entré en la Iglesia, encendí los candiles y entonces la luz retrocedió”.

11.5 Apoya a un monje nuevo

El yérontas aghiorita Nikolaos Trigonás refiere: “Al yérontas-Paísios me dio tiempo de encontrarlo en el Monasterio Stavronikita. Era Octubre de 1968 cuando fui allí. En el Monasterio salmodiaba y ayudaba en todas partes. Después se marchó al Kalivi del ruso yéronta-Ticón.

»Cuando tenía tentaciones me iba a Stavronikita y le veía. Me decía: “Oraré”. Tenía gran franqueza en su oración. Por tres o cuatro días me quedaba tranquilo. Otras veces yendo hacia su Kelia, apenas llegaba al torrente, se marchaban las tentaciones.

»Quiso que me quedara con él durante un mes hasta que retornase mi Guía Espiritual-Pnevmatikós, páter Pablo Zisakis. Cada noche, a media noche que se levantaba, ponía su despertandor para tocar tres veces. Decía la oración del corazón o de Jesús, se olvidaba y su nus era arrebatado. Después, una vez que había sonado el despertador, me despertaba a mí también y me llamaba a la Iglesia para el oficio litúrgico. Él decía el exápsalmo (seis salmos que se leen al comienzo de maitines) y el resto del oficio lo hacía con el komposkini. Hacía muchas genuflexiones. Por la mañana bebíamos infusión. El Yérontas trabajaba en la prensa mecánica. Yo cocinaba. Entonces no venía mucha gente. Un día vinieron tres monjes romanocatólicos a preguntarle sobre la oración del corazón o de Jesús. Me dijo que les hiciese unos espaguetis. Los invitó a comer y después hablaron.
»Yo también le preguntaba sobre la noerá oración del corazón. Me decía: Intenta decir la oración del corazón y ella te enseñará.
»Una vez me mandó a una Kelia para un trabajo. Tardé en regresar, y por eso venía a buscarme, porque se había inquietado y por el camino rezaba. Yo nada más verle desde lejos me escondí en unos madroños. Cuando se acercó vi su rostro resplandeciendo intensamente. Después volvió a su estado normal.
»Un día fue a Stavronikita, participó en la Divina Liturgia y comulgó. Cuando volvió, le abrí la puerta y vi sus ojos muy resplandecientes en la oscuridad.
»Otra vez hice una travesura y sin yo decirle nada, me dijo:
-Vete y arrodíllate a la tumba del Yérontas (padre-Ticón).
-¿Qué he hecho?, le dije.
-Tú sabes, me respondió

»Después de años en el funeral del diácono-Dionisio Firfirí había visto el rostro del Yérontas resplandecer. Era una forma de santo”

11.6 Pescado enviado de Dios.

Nos narró el Yérontas: “Era el Domingo del Ciego.* Me sentía agotado y se me pasó el loyismós que si tuviera algo de comer, si tuviera un poco de pescado, me iría muy bien. No por deseo, sino como medicamento. Tenía problemas en mis intestinos. Salí fuera al patio. Volviendo vi un pájaro grande como un  águila, volando muy bajo y me incliné para que no me tocara. Me asusté no vaya ser que fuese alguna tentación del demonio, por eso no lo di importancia y entré rápidamente en mi Kelia.
»Al poco rato tuve que salir fuera. En el mismo sitio en que me había inclinado vi colear un pescado grande. Primero me santigüé haciendo la señal de la cruz, agradecí a Dios y después tomé el pescado. ¿Pero después de esto tienes ganas de comerlo?

Para acordarme del acontecimiento y memorar siempre la providencia de Dios, pintó muy bien en la madera vertical de su cama un águila teniendo en sus uñas un pescado grande. También en el Pentecostario*, del Domingo del Ciego, en el margen derecho del libro había apuntado el acontecimiento, pero más tarde lo tachó (por humildad para que no fuese conocido). Pero obligatoriamente – porque no podía ser de otra manera ya que se cortarían los troparios de la página de atrás- permaneció el siguiente trozo, en el cual tachó algunas palabras, para confundir el significado, que con dificultad se leyeron:

 Es decir: Doxa-gloria y gracias a Dios (a los que) oran (y envía caridad o misericordia (sin ruido con los) pájaros de Dios a las criaturas de Dios (las palabras entre paréntesis están tachadas).

11.7 Aparición de san Arsenio

El 21 de Febrero de 1971 el Yérontas estaba sentado en el patio de su Kalivi y leía el manuscrito de la vida de San Arsenio, que había escrito primero él, para marcar posibles faltas.

“Faltaban dos horas para que el sol se pusiera”, escribe, “y mientras estaba leyendo, me visitó el padre Arsenio; y tal como el maestro acaricia a su alumno que ha preparado bien la lección, lo mismo hizo él también. Paralelamente me dejó en el corazón una dulzura inexpresable y un deleite celeste que era imposible aguantarlo. ¡Corría por aquí y por allá en el terreno de mi Kalivi, porque creía que le encontraría!” (San Arsenio, pag 27).

Le conmocionó la aparición del Santo. Él mismo hizo el dibujo con lápiz y las hermanas del Monasterio de Surotí hicieron el icono del Santo. Pero tal y como mencionó el Yérontas: “El primer icono no se parecía mucho al Santo. Después me quedé encima de sus cabezas todo el tiempo y las decía haced así y así, de esta manera tenéis que hacerlo”. Y se hizo conocido el icono de san Arsenio que atribuye plenamente a sus características.

El Yérontas creía firmemente en la santidad de Osio* Arsenio. A pesar de esto dijo que no pusieran aureola* en su icono ni lo puso en el santuario con los otros iconos de los Santos, sino en la parte de abajo. Cuando le preguntaron que por qué no lo pone en la parte de arriba, respondió: “Si quiere que suba solo”. Es decir, que se active o se energice para hacerse su santificación.

Igual hizo también sin aureola su mitra de acero en el torno con la que hacía iconitos estampados del Santo. Y en su libro sobre la vida del santo puso como título:”El padre (no el santo) Arsenio el Capadocio”. Esperaba primero que fuera reconocido por la Iglesia como Santo y entonces puso la aureola en su icono y en su mitra, y ya escribió “San Arsenio”.

 Antes del reconocimiento oficial había apuntado en su diario personal Mensual el 28 de Octubre en el dialecto de Fárasa lo siguiente:
Hoy, el 10-11-1924 con el nuevo calendario y con el antiguo 28 de Octubre, ha dormido el Hieromonje Arsenio (Jatzifentís) de Fárasa de Kesaria. Que tengamos su bendición. Monje Paísios.


11.8 El yéronta-Ticón y la tentación

Escribe el padre Paísios: “El día 10 de Septiembre de 1971 por la noche, después de medianoche, mientras decía la oración del corazón, veo de repente al Yérontas (padre-Ticón) entrando en la Kelia! Salté y le cogí de las piernas y las besaba con devoción. Pero no entendí cómo se me escapó de las manos y, mientras se iba, le ví entrar al templo, y desapareció”. (Padres Aghioritas pag. 37)


Una vez pensaba ir al Monasterio (Stavronikita) para comulgar. Aquel día pasó mucha gente para verle y no tenía tiempo para hacer sus laborares espirituales y prepararse como quería. Por eso estaba en duda, si debería ir a comulgar.

En aquel momento ve delante de los escalones a uno parecido al padre-Ticón frunciendo el ceño y moviendo negativamente la cabeza, diciéndole: “No vayas a comulgar”.

El Yérontas, aunque tenía en cuenta la promesa del padre-Ticón de que le visitaría, inmediatamente entendió que la aparición del padre-Ticón impidiéndole la Divina Comunión era el diablo, y le contestó: “Vete, tú no eres mi Yérontas, y después bajó al Monasterio y comulgó”.

11.9 En la isla Tino

Un año, en vísperas del Quince de Agosto, tomó el barco para ir a venerar a la Panaghía de la Isla Tinos. En la cubierta había visto mujeres que estaban tumbadas semidesnudas tomando el sol y se entristeció. Pensaba: “Cómo han decaído tanto las imágenes de Dios”. Se apartó del ambiente y se concentró en sí mismo. Hizo oración del corazón con dolor diciendo: “Dios mío, manda una lluvia para que se recojan”.

En poco rato se juntaron las nubes y estalló una lluvia fuerte con el resultado que las mujeres se vistieron y después entraron al interior.

Veneró con devoción el icono de la Anunciación  y regresó inmediatamente, no se quedó. Después decía a uno: “Una cosa te diré y entenderás. El icono de la Panaghía está totalmente vivo”.

En el barco se encontró con el arzobispo Jerónimo y conversaron sobre la situación de la Iglesia.

11.10 El silencio de los pájaros

El hieromonje Cristódulos Kapetas, yérontas de la sub-skiti san Eleuterio de Santa Ana, relató: “Oíamos sobre el padre Paísios que hablaba con animales, que cogía serpientes con las manos, pero yo personalmente no las creía estas cosas. Consideraba que son palabras de la gente y se decían estas cosas para que el Yérontas se hiciera famoso y adquiriera fama su nombre. Cuando acabamos los estudios de la escuela de Athoniada 1971, principios de Junio, con un hermano espiritual llamado Kostantino Litra de la ciudad de Katerina, visitamos al Yérontas en su Kelia de “Santa Cruz”. Llegamos allí por la mañana, alrededor de la 9,30 y el Yérontas nos recibió en el lugar de visitas del patio, junton al olivo. Una vez que nos invitó a un higo, dos o tres avellanas y agua a cada uno, empezó hablándonos de varios temas espirituales.
»En aquella región había muchos pájaros, principalmente jilgueros, los cuales cantaban y eran cansinos. Nos dificultaban en la conversación. Entonces en un momento escuchamos al Yérontas decir: “Descansad (no dijo callad) benditos, ya que veis que estoy conversando. Cuando yo acabe, entonces empezad vosotros”. Automáticamente los pájaros “descansaron” sin moverse de sus sitios.
»Tanto nos impresionamos de este acontecimiento, que después no podíamos seguir la conversación.
»Esto fue también una respuesta mística para mí personalmente, que tenía esta duda sobre el Yérontas. Que me perdone por decirlo después de su dormición y pido su bendición”.

11.11 El engañado

Le visitó un monje que había caído en el engaño. Había puesto una regla en sí mismo de no beber nunca agua. El engaño es una cosa terrible y difícilmente se sana uno de esto. Pero el Yérontas con discernimiento encontró la forma para ayudarlo. Relató: “Le invité a un mantecado y agua”. Me dice: “Yo no bebo agua”. Entendí su engaño y le digo: “Yo no te digo que bebas todo el vaso. Si quieres bebes sólo un trago”

»Sabía lo que sucedería, por eso tenía también el cubo lleno de agua.
»Efectivamente eso fue todo. Desde el momento que tomó el vaso para beber sólo un trago, bebió de golpe todo. Después pidió otro y otro vaso de agua con manía, como si se estuviese quemando, hasta que al final casi bebe todo el cubo”

La regla que el engañado se había puesto a sí mismo provenía de la soberbia y naturalmente aceptaba también ayuda de la energía demoníaca por su hazaña egoísta. Apenas hizo obediencia y se humilló, frenó la influencia demoniaca y ya no podía cumplir la regla que se había auto-impuesto.

11.12 Compadeciendo con el enfermo

El padre Atanasio de Stavronikita, en el mundo Eutimio Skliris hijo de Nicolaos y de Eutimia, nació en Corinto el 1930. Estudió Derecho y se encontró en el Sinaí con el Yérontas, donde había ido para ordenarse monje. Le siguió a la Santa Montaña Athos y finalmente acabó en el Santo Monasterio Stavronikita 2-12-68. Era monje de gran hábito, responsable jefe y representante del Monasterio. El Yérontas le amaba especialmente, porque hacía obediencia. Atanasio se enfermó y fue ingresado al Hospital Laico de Atenas. Por los exámenes médicos se comprobó que tenía extensas metastasis pulmonares provocadas por un tumor, que para la reducción del mismo se había sometido anteriormente a la extracción de un ojo. Se acumulaba líquido alrededor del pulmón y se le daban continuas punciones, tenía dificultades respiratorias y a veces un persistente sentimiento de ahogo. Cuando el Yérontas fue informado del estado del enfermo, decidió viajar a Atenas por solidaridad con él.



El señor Panagiotis Drositis, presidente honorífico de los Fiscales, que tuvo la bendición de hospedar al Yérontas en su casa, menciona: “El Yérontas llegó tarde por la noche a mi casa y preparé para su estancia una parte independiente de mi piso, de modo que pueda moverse cómodamente, sin sentirse que está molestando. Mi dormitorio, se separaba de la habitación que concedí al padre Paísios con una puerta corredera de vidrio, algo que él no había percibido, y así sin quererlo, hasta que me cogió el sueño, compartí una gran parte de la persistente oración que hacía a Cristo y a la Panaghía para el enfermo padre Atanasio, pidiendo su terapia y sanación. Aquella noche el padre Paísios debió haber tenido un avistamiento, porque el día siguiente hablaba de la marcha del padre Atanasio como si se le hubiera dado respuesta clara en su persistente suplicante oración que había precedido por la noche. Por la mañana del día siguiente el Yérontas se mostró sorprendido y aparentemente turbado, cuando le dije que había dormido en la habitación de al lado, como si no quisiera que se hiciese conocer lo que sucedió y lo que se escuchó en aquella noche. La misma mañana fuimos al Hospital donde se encontró con el padre Atanasio y comenzó el trabajo espiritual con los enfermos y con la gente que circulaba por centro terapéutico.Vio a los médicos, fue informado sobre el estado de salud del padre Atanasio y aconsejó a los terapeutas que dijesen con todo detalle y verdad la seriedad de su estado de salud. Inicialmente el padre Atanasio sabiendo sobre las realidades de su enfermedad se quedó pensativo y entristecido. Pero no tardó, con el contacto con el Yérontas y el apoyo espiritual que le endosó, volver a tomar ánimo y de moribundo transformarse en predicador de la vida, a pesar del continuo empeoramiento de su salud.

 »Mientras tanto la presencia diaria del padre Paísios en el Hospital convirtió los pasillos, las escaleras y las salas en verdaderos centros terapéuticos de psiques, a los cuales acudían médicos, enfermeras, enfermos/as y mucha gente saludable físicamente para tomar la bendición, refuerzo y solución de sus problemas. La agapi del Yérontas era ofrecida ricamente a todos que acudían a él, pero el mismo también buscando encontraba casos para ofrecer su agapi.

»Recuerdo al Yérontas estar ofreciendo lo que tenía a pobres enfermos. Incluso preocuparse sufriendo y orando por una chica joven que era de moral desordenada  y aliviándose a continuación por la información que tenía de que esta criatura de Dios al final seguiría el camino correcto.
»Por la noche tarde regresó acasa, después de un día entero de cansancio y fatiga, continuando muchas veces viendo a personas que no le podían ir a ver al Hospital. No recuerdo ningún día que haya manifestado su cansancio y su fatiga. Al contrario estaba bien alegre con su conocido humor. He guardado una de sus gratificantes  notas que diariamente me dejaba para agradecerme y para mantenerme en una atmósfera de alegría.
»Cuando ya el Yérontas se aseguró de que el enfermo se había afianzado y avanzado en la fe, a pesar de sus padecimientos corporales, convertido en un sobreiluminado predicador de la vida, el cual apoyaba y alegraba también a otros enfermos de su sala, de otras salas y también a los visitantes de ellas, se marchó de Atenas, pero sin parar de comunicarse con él con cálidas cartas que le mandaba a través de mí. He salvaguardado la última carta que no encontró estando vivo. Tenía en el interior de su carta también la fotografía del Yérontas Ticón. La dormición del padre Atanasio fue expiada y santificada.
»Durante la llegada de los restos mortales del padre Atanasio al puertecito del Monasterio Stavronikita me decía el padre Paísios que era tan serena y alegre su figura, de modo que si el padre Paísios no hubiese sentido vergüenza de los que allí estaban, clamaría con alegría y doxología al bueno de Dios”.

El padre Atanasio durmió en el Señor la fecha 6-5-1972. En relación a su dormición relató el Yérontas: “El padre Atanasio había enfermado antiguamente con melanoma. Estaba lleno, pero vivió años y últimamente se hizo metástasis en los pulmones y le volvieron a llevar al Hospital. Durante un mes me quedé allí cerca en la casa de un conocido mío y le visitaba dos veces al día y le veía. Sabía que iba a morir; tuve un avistamiento y el día de su dormición dije que éste hoy va a morir. Y después le trajeron al Monasterio. Cuando le vi me entristecí. Era tristeza por las cosas pasadas, por los años que habíamos vivido juntos. Por los años que nos separaríamos hasta que me fuese yo también. Y cuando le besé por última ven en la cabeza, me sonrió. Sí, para consuelo. Lo permitió Dios».   

11.13 El olivo y las sotanas

En aquella época, más o menos en 1972, se discutía el tema de cambio de vestimentas de los clérigos y algunos querían tomar la bendición del Yérontas para quitarse las sotanas o las vestimentas eclesiásticas. Uno de ellos visitó al Yérontas y sostenía: “Las sotanas no hacen al cura. Es preferible que los clérigos circulen sin las sotanas, porque así se acercan más fácil a la gente” y otras tonterías semejantes. El Yérontas no consiguió convencerlo. Al final le dijo: “Ven mañana y te responderé”.

Por la noche hizo oración y por la mañana que vino el clérigo, le indicó un árbol de olivo que había pelado adrede. Dejó en las puntas del árbol algunas ramitas recortaditas y se parecía el árbol de una manera como los clérigos sin sotana que sólo tienen un poco de barbilla. Le preguntó: “¿Te gusta así tal como está pelado el árbol de olivo? Así son también los clérigos sin hábitos o sotanas. El sacerdote se convenció y se marchó agradeciendo al Yérontas que con un ejemplo simple le hizo expulsar todas sus percepciones y razones mundanas.

Encima del tronco del olivo pelado marcó con el cuchillo: “Los árboles tiraron sus vestimentas, veremos sus progresos…” y “«πα­πᾶς papás-cura ­ρά­σω­τος arásotos-sin sotana, ­ρα-ara por lo tanto ­σω­τος ásotos-pródigo, insaciable».

Naturalmente después el árbol se secó. Pero se convirtió en causa de beneficio para muchos y en general el Yérontas de esta manera elocuente representativa contribuyó  de modo que quedasen sin resultados estas tendencias contra-tradicionales.

Un candidato a clérigo con buena intención le preguntó después de años: “¿Cuál es el motivo por el que los clérigos deben ir con sotanas?”. Y el Yérontas le respondió: “Hay muchas razones. Pero sólo porque los hombres piadosos son aliviados y reposados cuando ven a su sacerdote con la sotana, basta”.

11.14 En Fárasa

Cuando escribía la vida de san Arsenio, “su corazón ardía” por visitar su pueblo Fárasa de Capadocia, y Dios le hizo digno de hacerlo. El 29 de Octubre del año 1972 visitó el pueblo en que había nacido, con el entonces Higúmeno del Santo Monasterio Stavronikita, padre Basilio.

Además de las cosas destacables del viaje que escribe en la vida de san Arsenio, el Yérontas se refiere también a otros detalles interesantes.

Durante el camino pararon en un pueblo y pidieron algo de comer. Se juntó casi todo el pueblo y miraban por las ventanas. Antes de comenzar a comer el Yérontas dijo al Higúmeno que alargasen la oración estando de pie. Se santiguaban continuamente y decían oraciones. “Hicimos el canon entero”, decía el Yérontas sonriendo, “porque quizás algunos de ellos fueran cripto-cristianos, para que se alegrasen un poco los pobres”.

A los turcos que preguntaban cuál era el propósito del viaje, respondía la verdad, que su origen es Fárasa. Un policía le consideró como sospechoso y le detuvo. Le encerró en un lugar con cercos, cerró improvisadamente la puerta y se marchó. Pasaban las horas y no venía nadie para interrogarle. Después el Yérontas propuso al Higúmeno buscar un taxi y se marcharon. En Fárasa le dolió su psique cuando vio la Iglesia en que celebraba la Divina Liturgia san Arsenio convertida en mezquita. Vió una imagen de su pueblo muy distinta de la que le describían sus padres. El de otros tiempos pueblo majestuoso, ahora estaba lleno de ruinas, suciedades y abandonado. Los turcos le acompañaban a todas partes, no le dejaban solo ni un momento. Le miraban intranquilos y con sospecha. Esto naturalmente mostraba que los lugares no eran suyos.

Retornaron a través de Ankara a Constantinopla. El Yérontas veneró conmocionado en Santa Sofía. Se reunieron en una esquina y oraban espiritualmente con dolor del corazón. Lo percibió el vigilante turco y empezó a gritar y a amenazarle, porque “Kemal dijo que ni vosotros ni nosotros podemos orar aquí”. Entonces el Yérontas, no pensando en el peligro, fue afectado de celo divino y comenzó hablar fuerte con la voz alta al vigilante turco. Le condujo detrás de una columna, donde había visto orina; se lo enseñó al turco y con indignación le dijo: “¿Qué es esto? ¿Kemal os dijo hacer estas cosas?”.
Cuando el Yérontas comentaba estas cosas añadió con certeza: “Vendrá la ira de Dios y los recogerá…”

Visitaron el Monasterio de Χώ­ρα-Jora y se quedó maravillado por los excelentes mosaicos: “Allí uno ve la jaris desbordada”, dijo. En el Patriarcado le recibieron con honor, devoción y alegría ante la visita de un monje asceta aghiorita. Fue impresionado por la humildad y la paciencia del Patriarca Demetrio ante un acontecimiento que sucedió

11.15 La psique infernada

Relató el Yérontas: “Una anciana conocida mía era muy tacaña. Su hija era muy buena y lo que quería dar como caridad lo echaba fuera por la ventana y salía con las manos vacías, porque la controlaba por si acaso se llevaba algo, y después se lo quitaba y no se lo daba. Pero si la decía que el monje (es decir, yo) me ha dicho que me des tal cosa, lo daba.
»Después de su muerte de 10-7-71 veo a un joven (sería su ángel de la guarda) y me dice: “Ven porque te llama la…”. No puedo entender lo que me había sucedido y nos encontramos en Kónicha delante de una tumba. Hace así con su mano y se abre la tumba. Veo en el interior una capa de fango y a mi conocida anciana, que había comenzado a fundirse y gritar: “Monje sálvame”.

»Me dolió y me apené de ella. Sin darme asco, bajé al interior, la abracé y la preguntaba: “¿Qué tienes, qué te pasa? Me dice: “Dime una cosa: ¿lo que tú me has pedido siempre, yo no te lo he dado alegremente bien dispuesta? “Sí, así es”, la respondí. “Vale”, la tranquilizó el joven (su Ángel de la guarda).
»Hizo otra vez así con su mano y volvió a tirar la tumba como con una cortina y me encontré otra vez en mi Kalivi.
»Las hermanas del Monasterio de Surotí me preguntaron en concreto 30-11-1971: “Qué te sucedió el día de san Andrés? Respondo: “Haced oración por esta psique”,
»En dos meses la veo otra vez. Había un caos y arriba en una llanura había muchos palacios y muchos hombres. Allí arriba estaba la anciana muy alegre. Su rostro resplandecía, era como de un niño pequeño; sólo tenía una marca muy pequeña y un angelito que la frotaba para limpiarse también esta marquita.
»En la profundidad del caos he visto algunos que estaban fatigados y golpeándose intentaban subir arriba.
»La abracé de la alegría. La llevé un poquito más allá, para que no nos viesen y fuesen heridos; y me dijo: “Ven y te indico dónde me ha puesto el Señor”.

11.16 La santa Efimía

El Yérontas estaba en el patio de su Kalivi, cuando le visitó un hijo espiritual suyo. Estaba repitiendo continuamente de su corazón: “Doxa-gloria y gracias a Dios”, otra vez y muchas. Por un momento el Yérontas le dijo: “Uno se hace inútil en el buen sentido”.
-¿ Quién, Gérontas?
-Estaba sentado tranquilo en mi kelia, vino y me volvió loco de alegría. Arriba lo pasan muy bien.
-¿Qué sucede, Yéronta?
-Te lo diré, pero no lo digas a nadie.
Entonces le relató lo siguiente: “Había vuelto del mundo, que había salido por un tema eclesiástico. El Martes  27 de febrero de 1974, a las 10 de la mañana, estaba dentro de mi kelia y hacía las Horas. Oigo un toque en la puerta y una voz femenina me dice: “Por las bendiciones de nuestros santos Padres…” Pensé: “Cómo es que ha venido una mujer dentro de la Santa Montaña Athos? Sin embargo sentí una dulzura divina en mi interior y pregunté:
-¿Quién es?
-La Efimía, me responde.
»Pensaba, “cuál Efimía; no vaya ser que alguna mujer ha hecho alguna locura y vino con ropa de hombre en la Santa Montaña. Vuelve a tocar. Pregunto: ¿Quién es? Responde otra vez: la Efimía. Pienso y no abro. A la tercera vez que tocó, se abrió sola la puerta, que tenía puesto el cerrojo por dentro. Escuché pasos en el pasillo. Salté de mi kelia y veo una mujer con pañuelo. La estaba acompañando alguien que se parecía al Evangelista Lucas, el cual desapareció. A pesar de que estaba seguro de que no era una tentación o del diablo, porque resplandecía brillantemente, la pregunté quién era:
- Me responde: La Mártir Efimía.
-Si eres la mártir Efimía, ven conmigo y veneremos juntos a la Santa Trinidad. Lo que yo voy hacer hazlo tú también.
»Entré en la Iglesia, y hago una prosternación diciendo: “En nombre del Padre”. Lo repitió con prosternación. “Y del Hijo”, “Y del Hijo”, dijo con una voz fina.
-Más fuerte. Para poder oírlo, dije y lo repitió más fuerte. »Mientras aún estaba en el pasillo hacía prosternaciones, pero no hacia la Iglesia sino hacia mi kelia. Al principio me había extrañado, pero después me acordé que tenía un pequeño icono de papel con la Santa Trinidad pegada encima de una madera, encima de la puerta de mi kelia. Una vez que hubimos venerado por tercera vez, -“Y del Espíritu Santo”- después dije: “Ahora te voy a venerar también yo”. La hice una reverencia desde los pies a la altura de su nariz. Tocarla o besarla a la cara lo consideré descarado.

»Después la Santa Efimía se sentó en el taburete y yo en un baúl pequeño y me resolvió la duda que tenía sobre un tema eclesiástico.
»Después me narró su vida. Sabía que existe una santa Efimía pero no conocía su vida. Cuando me relataba sus martirios, no simplemente los escuchaba, sino que era como si los viera. ¡Me horroricé! ¡Pa, pa, pa!
-¿Cómo has aguantado este tipo de martirios?, la pregunté.
Si yo supiera la doxa-gloria (luz increada) que tienen los Santos, haría lo que fuera posible para sufrir aún mayores martirios.
»Después de este acontecimiento durante tres días no podía hacer nada; me sobresaltaba y glorificaba continuamente a Dios. Ni comer ni nada de nada… continuamente doxología”.

En una de sus epístolas refiere: “En toda mi vida no podré saldar mi gran obligación a la santa Efimía, la cual, mientras que me era desconocida y sin tener ninguna obligación hacia mí, me hizo este gran honor…”.

Narrando este acontecimiento añadió con humildad que se le había presentado la santa Efimía, “no porque lo merezco, sino porque en aquel momento me molestaba mucho un tema que tenía relación con la situación de la Iglesia en general, pero también por otras dos razones”.

¡Le impresionó mucho al Yérontas “cómo ella de pequeña estatura y delgada aguantó tantos martirios! Si por lo menos fuera alguna…daba a entender fuerte y grande de cuerpo. Era un trocito…”.

 Dentro de este estado paradisíaco, compuso en honor de la Santa Efimía un canto o himno versificado: “Con qué cantos alegres cantaremos a la Efimía, la que se hizo digna bajar de lo alto y visitar en su casa al miserable monje en la Skiti Kapsala. La tercera vez tocando la puerta la cuarta se abrió sola y entrando con la doxa celeste, la Mártir de Cristo, la veneramos junto con la Santa Trinidad”.

También versificó otro himno durante “Los alumnos reunidos…”, que empezaba: “Gloriosa Megalomártir de Cristo, Efimía, te amo mucho mucho después de la Panaghía…” (Naturalmente no los tenía para utilidad litúrgica ni los salmodiaba públicamente).

A pesar de su costumbre de no salir, salió otra vez al Monasterio Surotí e hizo a las hermanas partícipes de esta alegría celestial. Con la ayuda de él, las hermanas pintaron e iconografiaron a la Santa tal y como se le había aparecido.

El Yérontas realizó una obra artística con el negativo de la imagen de la Santa Efimía en una mitra con la que hacía pequeños iconos en la presa en honor de la santa Efimía. Durante el tallado encontró dificultad en hacer los dedos de la mano izquierda. Dijo: “Me ha costado hacer su mano pero después puse un loyismós bueno y dije: “Quizás es porque yo la había agobiado a la pobrecita”.

 En el Martilogio del Mineo o Libro Litúrgico Mensual, el 27 de Febrero añadió: La Santa Efimía Εὐ­φη­μί­α


11.17 El “Olet”

El Yérontas acostumbraba a salir a un sitio más alto que su Kalivi en una cima pequeña para orar con el komposkini. Allí venía un pájaro con cuello rojo, del cual el Yérontas se hizo amigo y le dio el nombre de “Olet”, que en la lengua Beduina quiere decir niño. Cuando lo llamaba por su nombre venía enseguida, se sentaba en su hombro y después comía pan de la palma de su mano. Cuando el Yérontas se marchaba le dejaba comida encima de una placa. Debajo de esta tenía un almacén de alimentos, un bote con arroz y otro con trigo.

Narró el Yérontas: “Cinco años tengo amistad con el “Olet”. Una vez que había enfermado no comió la comida que le había dejado, sino que vino a ver cómo me encontraba. El pobrecito me conmocionó. Entienden y perciben las disposiciones y los ánimos de los hombres y según éstas se acercan. Ellos por Dios suyo tienen al hombre. Por eso el hombre debe amarlos, porque estos pobres no esperan otro paraíso.

11.18 ¡Oración por los demonios!

El corazón del Yérontas se desbordaba de agapi hacia Dios; ardía “por los hombres, los pájaros, los animales y los demonios y por toda la creación” (San Isaac el Sirio, Logos 81). Estas cosas las leía de san Isaac el Sirio pero él mismo también vivía situaciones similares.

Mencionaba: «Una vez oraba por los demonios arrodillado teniendo mi cabeza tocando la tierra, diciendo: “Tú eres Dios y, si quieres, puedes encontrar una forma para que sean salvados también estos miserables demonios…”
» Mientras decía estas cosas orando con dolor, veo una cabeza de perro a lado mío sacando la lengua y burlándose de mí. Quizás Dios permitió para enseñarme que Aquel quiere salvarlos, pero ellos no se arrepienten.» (Epístolas pag 84. Allí el Yérontas se refiera a un monje, pero se trata del mismo Yérontas).

11.19 Tentaciones demoníacas

Dijo el Yérontas: “Más que cualquier otra cosa el diablo no quiere que oremos. Cuando ve a uno que está orando, si no puede impedirlo, intenta por lo menos desviar el nus de este en fantasías o en loyismí. Si esto tampoco lo consigue, entonces incluso se presenta el mismo, única y exclusivamente para sacarte aunque sea un poco de la oración. Mira, una vez estaba allí fuera, al lado de la tumba del padre-Ticón. Mientras decía la doxología con prosternaciones cuando llegué al pasaje “en tu luz contemplamos la luz”, de repente una luz fuerte como un faro se esparció e iluminó toda la zona. Iluminó hasta abajo en la Kaliagra. Entendí que esta luz era demoníaca y no le dí importancia. Continué sereno sin perturbarme en la oración.

»Una vez que el diablo haya visto que no me había perturbado por la luz, hizo otra cosa. Unos metros a la izquierda se presentaron ante mí dos diablitos, más o menos un metro y medio de altura, y jugaban y tocaban entre ellos las palmas, los pies y se reían. Entonces no pude contenerme; me estallé en risas. Un cine real. ¿Has visto lo que hace la tentación? No le hice caso por la luz y mandó después los diablitos.
*
Una noche mientras dormía, sintió que alguien le empujaba diciéndole: “Despiértate, tienes que hacer  tu canon, la hora ha pasado. Pero, quién puede ser a estas horas”, pensó en su sueño. Se despierta y ve a lado suyo el diablo y le dice:
-Ah, ¿eres tú?
Y giró tranquilamente hacia la otra parte, despreciándole. La tentación no paró y continuó:
-Sí, pero la hora ya se ha pasado; debes hacer tu canon.
-Yo sé cuando haré mi canon; no hace falta que mandes tú en mi oración.


11.20 Sale sano de los disparos
Otra vez le sucedió lo siguiente, tal y como el mismo relata: “Escuchaba desde muy profundo disparos de artillería. Tomé el komposkini y subí a una pequeña cima, para ver mejor, si habían comenzado la guerra. Estaba apoyado en una roca y decía la oración del corazón o de Jesús. En un momento ví un resplandor e inmediatamente caí al suelo”. ¿Qué había sucedido? Un cazador desde la distancia había visto al Yérontas y le confundió con un jabalí. Giró su arma y disparó hacia él. El Yérontas vio el arma que brilló al sol y como un rayo cayó al suelo y se salvó. El diablo que se alegra por las guerras y los combates, parece ser que no quería que el Yérontas orara por la paz de la Patria. Y otra vez recibió disparos de un cazador, mientras estaba orando en el bosque, pero otra vez Dios lo protegió.

11.21 Visita inolvidable

Testimonio de un anónimo de la ciudad de Volos, nos dice: “Un equipo de seis personas fuimos a la Santa Montaña para encontrarnos con el padre Paísios, el año 1974, una semana antes de la entrada de los turcos en Chipre. Entonces el Yérontas no era tan famoso. Seguimos por un sendero estrecho lleno de matorrales y nos encontremos en una Kalivi. Vimos a un ancianito con una vieja sotana desgastada cavando en la tierra. Uno de nuestra compañía le preguntó:
-¿Dónde está el Yérontas Paísios?
-Aquí está, nos responde.
»Nos abrió la puerta, entramos y veneramos en la Ermita. Cuando salimos vimos al monje más arreglado. Aquel que había preguntado la primera vez, volvió a preguntar de nuevo:
-¿Dónde está Paísios?
-Vosotros habéis venido aquí para encontrar una sandía grande y habéis encontrado una calabaza.
»Entonces todos entendimos que estábamos ante el padre Paísios.
»Nos sentamos debajo de un olivo, unos en las piedras y otros en la hierba. Lo que sucedió a continuación es indescriptible. La conversación era un banquete espiritual. Tenía la respuesta espiritual más adecuada e iluminada a nuestras preguntas y dudas.
»Después de una conversación de una hora dentro de los matorrales apareció una serpiente enorme. Debería ser “Dendrokaliá” (nombre serpiente grande sin veneno). “Serpiente”, gritó uno de nuestra compañía y saltó inmediatamente arriba tomando una piedra en su mano. El Padre Paísios nos tranquilizó, diciéndonos: “No lo molestéis, este viene hacerme compañía”.
»Se levantó, tomó una latita, la llenó de agua, y le dijo el Yérontas. “Ahora vete, porque tengo visita”. Inmediatamente la serpiente obedeciendo se perdió en las hierbas tal como había venido. Nosotros nos quedamos anonadados. Lo que sentimos no se puede describir. Este acontecimiento y la conversación han sido marcados en las profundidades de nuestra psique.
»Pero lo más impresionante de nuestro encuentro fue que el Yérontas no constató proféticamente los acontecimientos que siguieron con la entrada de los turcos en nuestro Chipre. Esto lo comprobamos plenamente unos cuantos días más tarde, cuando vimos que habán sido realizadas todas estas cosas exactamente tal y como nos las había profetizado.

11.22 Ve una psique

La noche del 1 de Junio de 1975, mientras estaba orando, vio la psique del yérontas-Filareto el Rumano de la kelia san Andrés en Kapsala del Monasterio Stavronikita, como si fuera más o menos un niño de doce años, con la cara iluminada y dentro de la luz increada celeste subiendo hacia el cielo.

El día siguiente se confirmó que en aquella hora reposó este Yérontas, “el amigo de la virtud”.




11.23 El Jorgito de Tíbet

«Vino a la Santa Montaña de Athos y circulaba por los monasterios uno a quien sus padres desde los tres meses lo habían metido en un monasterio budista en el Tíbet. Progresó mucho en el yoga, se hizo mago perfecto, podía llamar a cualquier demonio que quería. Tenía cinturón negro y sabía karate perfectamente. Con la fuerza del Satanás hacía demostraciones que impresionaban. Golpeaba con su mano piedras grandes y las rompía como nueces. Podía leer libros cerrados. En su mano rompía avellanas, se caían al suelo las cáscaras y los frutos quedaban pegados en su mano.

Algunos monjes llevaron a Jorgito al padre Paísios para que le ayudara. Preguntó al Yérontas, qué fuerzas tenía y qué podía hacer. Respondió el padre Paísios que no tiene ninguna fuerza sino que toda la fuerza es de Dios.

El Jorgito queriendo mostrar su fuerza concentró su vista en una piedra grande que estaba a una distancia y la piedra se hizo pedazos. Entonces el Yérontas santiguó una pequeña piedra y le dijo que rompiera también esta. Jorgito se concentró, hizo sus magias, pero no consiguió romperla. Entonces comenzó a temblar y las fuerzas satánicas que creía que tenía, al no poder romper la piedra, se volvieron contra él y le despidieron arrojándole a la otra orilla del riachuelo. El Yérontas lo recogió en un estado deplorable.

“Otra vez”, relató el Yérontas, “mientras  estábamos conversando, de repente se levanta, me toma de las manos y me las dobló hacia atrás. “Que venga si puede a liberarte el Jatzefentís (san Arsenio)”, me dijo. Lo sentí como una blasfemia esto. Moví un poco las manos y saltó más allá. ¡Después como reacción saltó por lo alto y fue a pegarme con su pie, pero su pie frenó cerca de mi cara como si hubiese encontrado un obstáculo invisible! Dios me protegió.
»Por la noche acepté que se quedara aquí, le hospedé y durmió en la Kalivi. Los demonios le arrastraron hasta al riachuelo y le pegaron por su fracaso. Por la mañana en muy mal estado, lesionado, lleno de pinchos y tierra, confesaba: “Me ha pegado el Satán, porque no pude vencerte”.

Convenció a Jorgito de que le llevase sus libros de magia y los quemó. “Cuando vino aquí”, relató el Yérontas, “tenía el libro de la Salomónica. Voy a quitárselo y no me lo daba por nada. Tomo una vela encendida y le dije: “Levanta un poco tu pantalón” y le puse la vela encendida en su pie. “Voceando pegó un salto hacia arriba por el dolor. “¡Eh, si la llama de una vela pequeña no puedes soportarla, cómo vas a soportar el fuego del infierno con estas cosas que haces!”»

El Yérontas le tuvo un tiempo consigo y le ayudó, siempre que le obedeciese. Se compadeció tanto de él que le dijo: “Podría por este joven dejar el desierto y salir con él al mundo para ayudarlo”. Se interesó por saber si estaba bautizado, y sobre todo en qué Iglesia había sido bautizado. Jorgito conmocionado por la fuera y la jaris (energía increada gracia) del Yérontas, deseó hacerse monje pero no pudo.

El Yérontas utilizó este caso de Jorgito para demostrar cuán grande es el engaño de los que creen que todas las religiones son iguales, de que todas creen en el mismo Dios y que los monjes tibetanos no se diferencian de los monjes Ortodoxos.»

11.24 En Australia

En el año 1977, después de una invitación de la Iglesia local, visitó Australia junto con el Higúmeno del Santo Monasterio Stavronikita, el padre Basilio, para ayudar espiritualmente a los compatriotas de la Iglesia Ortodoxa.

Nos relató: “Volando conn el avión por un momento sentí algo en mi interior. Pregunté para saber sobre qué país estábamos volando y era Siria. Tiene mucha Jaris (gracia energía increada) a causa de los grandes ascetas que han vivido en los desiertos. Lo mismo sentí también por Tierra Santa.
»Más tarde sentí una frialdad, una radiación demoníaca y escuché los altavoces del avión anunciando que estamos volando por encima de Pakistán.
»En Australia sentí que aquel lugar aún no se había santificado con la sangre de los martirios y sudores de los santos, pero será santificada».

Fue hospedado en Melbourne por el bienaventurado padre Ioani Limogiani. El día que preparaba a la gente para el misterio de la Confesión, la hija del padre Ioani, Déspina, recuerda: “era un hombre sabio; conocía tus problemas antes de que hablases con él. Todo su cuerpo desprendía fragancia y perfumaba, y la habitación donde estaba. Mi enfermiza madre me decía: “Tenemos un santo en nuestra casa que la bendiga. Cuando camina no escuchas sus pasos. Es un ángel sin alas. Tiene la divina Jaris (energía increada) en su cara. Desde el día en que vino a nuestra casa, me siento completamente bien. Le pongo toallas limpias y no las utiliza. Tiene una toallita suya pequeña con la que limpia su cara y a pesar de esto desprende fragancia y perfume.
»Nos aconsejaba que fuéramos humildes, que oremos y pidamos del buen Dios que solucione a nuestros problemas. Que no intentemos a solucionarlos solos porque nos liaremos más. Mi madre guardó como amuleto la manta con la que se tapaba el Yérontas. Cuando estaba enferma se cubría con ella y sentía la jaris increada de Dios abundantemente sobre ella.» 

El padre Esperidón, responsable del templo San Nectario de Melbourne, el que trajo al Yérontas con su coche, menciona el siguiente milagro: “Un paisano mío, Dionisio Spiliotis del pueblo Argostoli de la isla Kefalonia, que entonces tenía 30 años, casado y con dos hijos, sufrió un derrame cerebral. Los médicos dijeron que no iba a vivir, y que se quedaría como un árbol. Fuimos con el Yérontas al Hospital Real de Melbourne donde estaba hospitalizado el enfermo. El Yérontas le santiguó muchas veces sobre la cabeza con una concha que llevaba en su interior reliquias sagradas de San Arsenio de Capadocia, e hizo muchas oraciones. El enfermo, ante la sorpresa de los médicos y de los parientes, en pocos días volvió a casa sanado, estaba totalmente bien y vive hasta hoy en día en la región de Drommana de Melbourne.

El de entonces Protosínguelo -Canónico del Obispado y ahora higúmeno del Santo Monasterio de la Panaghía Pantanasa, archimandrita Stéfano, menciona: “El paso del memorable Yérontas por Australia fue sin ruido, y esto porque entonces para la mayoría de la gente era un desconocido. Aquello que más me llamó la atención fue el siguiente acontecimiento: Una tarde junto con el Yérontas visitamos un pequeño templo. Le dejé dentro del templo y me fui a la sala de al lado para un trabajo. Después de haber pasado sólo unos pocos minutos, retorné al templo donde había dejado al Yérontas. No estaba allí. Lo llamé por su nombre. Ninguna respuesta. Repetí dos o tres veces y otra vez silencio. Me inquieté. Vuelvo a llamar ahora con casi todas mis fuerzas. Después de un rato le veo saliendo detrás de los últimos asientos del templo, como si viniese de otro mundo…

Conclusión: en un breve espaco de tiempo se había entregado por completo espiritualmente en la oración. Las características de su cara se veían alteradas. Estaba como si hubiese salido de otro mundo que conocía muy bien y en un tiempo mínimo tenía la capacidad de ser arrebatado y transportado por la oración. Naturalmente el tema quedó sin comentarios tanto de mi parte como dela suya. Entonces entendí su valor espiritual,  quién tenía a mi lado en aquel momento y la magnitud de su altura espiritual. Que tengamos su bendición. Nos amaba. Le sentimos muy cerca de nosotros. En mi canon o regla hago oración en su nombre”.


Un hombre heleno de Australia  relató que el Yérontas salía del Altar de una Iglesia y una mujer fue a pedir su bendición. La hizo señal con la mano para que se marchase, la echaba. Preguntó sorprendida:
-¿A mí me lo dice, Yéronta?
-Sí.
-¿Por qué, qué es lo que hice?
-Vete primero y reconcíliate con tu prima y después vuelve a venir.
Realmente se había enfadado con su prima y no se hablaban entre ellas.

El Yérontas recalcó la necesidad de construir un monasterio, para ayudar espiritualmente a los hombres, antes de que se adelantasen llegasen los Yogui y los Pentecostales y arrastrasen la gente con sus falsas luces.

Su paso por el lejano Continente hasta hoy en día ha dejado huellas imborrables a los Helenos Ortodoxos. Decía un sacerdote de Australia: “Sentíamos como si hubiera bendecido y santificado los cuatro puntos cardinales del horizonte. Justificadamente los Cristianos que le conocieron respetan su memoria, su nombre e imploran su jaris-gracia increada y su ayuda.»

11.25 El visitante nocturno

Un poco tiempo después de su regreso de Australia sucedió lo siguiente, tal como nos ha narrado el Yérontas: “Una noche escucho golpes en la puerta. Pregunté, ¿quién es?, y escucho una voz: “soy el tal” (el nombre de un conocido mío). Preguntó: ¿qué hora es?. Y sólo por sí mismo respondió: “Ah, sí, son la tres12”. Miro mi reloj y realmente eran las tres. ¡Abrí la puerta y qué veo! Era el diablo. Estaba calvo y muy feo. Su cara era roja como hierro ardiente. Me dice enfadado: “Por el mal que me estás haciendo, te expulsaré de aquí”. Después desapareció y el lugar se inundó de un olor insoportable”.
12. (La hora tres con horario Bizantino. Es decir. Más o menos a las nueve de la noche. En la pared del pasillo el Yérontas marcó este detalle: “Hora 3”. Y al lado tenía una flecha que seguramente indicaba dónde estaba puesto el diablo.

Tanto le dolió al Yérontas por su penuria, que por bastante tiempo después, refiriéndose a este acontecimiento, gemía profundamente y decía moviendo tristemente su cabeza: “¡Cómo se vuelve uno cuando se aleja de Dios! ¡La criatura más bella de Dios, cómo ha resultado ser tan miserable! Si el mundo supiera qué sucio es el diablo, todos le despreciarían y no harían pecados.” Era tan repelente la cara del diablo, que el Yérontas decía que los que van al infierno, si fuera posible, por lo menos que no vean su cara.


11.26 Aparición de Cristo

El Yérontas relató al hieromonje G.: “Sentía una dificultad para orar a Cristo. La Panaghía la tengo como madre. La santa Efimía lo mismo. La clamo: “santa Efimita, mía”. Pero a Cristo sentía una dificultad. Su icono le besaba con temor; y cuando en el momento que decía la oración del corazón mi nus se dispersaba y se desapegaba de Cristo, no me preocupaba. “¿Quién soy yo, para tener continuamente mi nus en Cristo?”, pensaba. Y me sucedió esto que te voy a decir:

»Era la noche de la fiesta de san Juan el Precursor, y amanecería siendo el día de san Karpos. (El 26-5-1977). Me sentía muy ligero, como una pluma. No tenía ninguna gana de dormir. Pensaba: “Me voy a sentar ahora para escribir algo sobre el yérontas-Ticón y mandarlo a las hermanas”. Hasta las 8,30, escribí sobre los “Aghioritas” unas treinta páginas. Aunque no tenía sueño, me dije que voy a estirarme un poco, porque sentía un cansancio en los pies.
»Comienza a amanecer. A la novena hora (las 6 de la mañana horario mundano) no me había dormido. En un momento como si se hubiera perdido la pared de mi Kelia (al lado de la cama, hacia el taller). Veo a Cristo dentro de la luz increada, a una distancia de seis metros más o menos. Le veía desde la parte lateral. Su pelo era rubio y sus ojos azules. No me habló. Me miró un poco así de reojo, pero no a mí exactamente.
»No veía con los ojos corporales físicos. Estos si están abiertos o cerrados no hay ninguna diferencia. Veían los ojos de la psique-alma.
»Cuando Le vi, pensé: ¿Cómo pudieron escupir esta cara? ¿Cómo pudieron -los sin temor a Dios, los blasfemos- tocar a una cara tan bella? ¿Cómo pudieron poner los clavos a este cuerpo? ¡ohhh, oohhh, ohhhh!
»¡Me quedé anonadado! ¡Qué dulzura sentía! ¡Qué deleite! No puedo con palabras mías expresar esta belleza. Es esto que dice: “El Bello para los hijos de los hombres”. Esto fue; no había visto nunca imagen Suya así de este tipo. Solo una vez –no me acuerdo dónde- se parecía algo.
»Valdría la pena para uno luchar mil años para ver esta belleza sólo por un momento. ¡Cosas y realidades más grandes e indecibles es posible que sean regaladas al hombre, y con qué cosas tan ínfimas nos ocupamos nosotros!
»Creo que es un regalo que me hizo el yéronta-Ticón. No se lo cuentes a nadie. Me lo he pensado mucho en contártelo a ti también. Ves tanto rato no te he hablado, sino ahora que te vas te lo digo». (Estas cosas fueron dichas el 28 de Mayo del 1977).

Después de dos días cuando volvieron a encontrarse, el Yérontas dijo. “Toda la noche estaba llorando porque te lo he dicho. No tengo miedo de que vayas a contarlo. Pero yo me he perjudicado”. Este hecho lo sintió también una hermana del Monasterio Surotí y escribió al Yérontas: “Tal fecha del mes, tal hora… El resto nos lo va a decir usted”. Y realmente, más tarde, cuando salió fuera, les narró y sobre todo lo describió y agiografiaron a Cristo exactamente tal y como le vio.

11.27 Carreteras y coches

Durante el año 1977 estaba en una fase delicada el tema de los coches en la Santa Montaña Athos. Entre los padres había desacuerdo. Unos apoyaban la idea de permanencia y el uso de los coches, porque prestaban un servicio y hacían ganar supuestamente tiempo para la oración y otros creían que era para el bien de la Santa Montaña, para que no sea perdida la hisijía y alterada la fisionomía espiritual, se debe detener la apertura de carreteras y los coches que salgan de la Santa Montaña. El Yérontas estaba de acuerdo con los segundos. Tomó la posición y hablaba con franqueza y precisión. Decía: “Si quieren estas facilidades, pues, que se vayan a algún monasterio del mundo y dejen de estropear la Santa Montaña. Es menor el daño que pierdan ellos su virginidad, castidad, en vez de estropear a este lugar virgen.  Quieren hacer también una carretera en la cima y que cruce toda la Santa Montaña. ¡Por Dios, qué es esto, no pueden entenderlo! Es como, si dijéramos, de una manera tirar un hachazo a la columna vertebral de Athos. Si continúa esta situación, ¿después qué será? Muchos con los coches estarán rondando en toda la Santa Montaña para hacer turismo y algunos venderán hasta refrescos y bocadillos. Y la Santa Montaña que se santificaron los Santos Padres con sus luchas se convertirá en un auténtico manicomio…”. Después de un corto silencio añadió: “Pero la Panagía no dejará que sea destruido su Jardín…”.

Muchos representantes llegaban hasta su Kalivi para pedir consejo. El Yérontas más allá de sus propias persistentes y dolorosas sugerencias, actuó para que fuese compuesto un texto prohibitivo contra las carreteras y los coches. Lo firmó junto con otros respetados y sobresalientes  yérontas y monjes Aghioritas. Finalmente la Santa Comunidad decidió delimitar el tráfico de coches dentro de las fronteras de cada Monasterio. Pero desgraciadamente la situación no cambió, más bien, empeoró. Al final, cuando ya no le hacían caso, decía con tristeza: “Los responsables darán cuentas a Dios. Basta que uno no esté de acuerdo con ellos y no se convierta en el causante”.

En aquel tiempo regresaba del mundo en un período invernal. El autobús por las muchas nieves no bajó a Dafne. El coche de un Monasterio llevó a los pasajeros. La mayoría eran padres. Todos subieron al coche e intentaban convencer también al Yérontas para que subiese, pero en vano. Salió sólo caminando y le siguió también un joven. En la espalda llevaba un saco con bastante peso. Estaba agotado y tenía mucho frío, mientras que no cesó de caer nieve por el camino. No consiguió llegar hasta su Kelia, pero muy tarde por la tarde llegó a Kariés donde pasó la noche. Sufrió toda esta fatiga y cansancio para no incumplir por obra lo que había sostenido con logos o palabra.

Esta posición suya la mantuvo hasta el final de su vida. Vale la pena señalar que el último día antes de su salida de la Santa Montaña se encontró en la fiesta de la Kelia de san Cristódulo con fecha de 21-10-1993, junto con sus conocidos padres. Cuando fue invitado, por alguna causa que le vino, giró la discusión y atacó con dureza no acostumbrada las carreteras y los coches que querían poner en el ascético Monte Athos. Era de una manera una forma de dejar marcados fuertemente sus últimos legados y sellar así su fe o creencia.

11.28 Predicción

Testimonio del señor Apóstoles Papajristos, teólogo y cantor salmista de la ciudad de Agrinio: “Por primera vez visité al Yérontas el 12 de septiembre del 1977 en su Kelia “Santa Cruz”. Apenas me vió, naturalmente sin conocerme, me dijo: “Bienvenido Apóstoles”.
»En enero de 1979 le visité otra vez. Aquel tiempo se había comprometido mi prima con un joven y le pregunté si era el hombre adecuado para una familia correcta.
»Entonces el Yérontas dijo: “Este hombre no va a progresar nunca, porque ha perjudicado a una psique. A una joven que la había prometido casarse con ella la abandonó, y ella por su tristeza intentó suicidarse. Finalmente no murió pero se quedó paralítica. Si no pide perdón por las cosas que ja hecho no progresará nunca.”

»Realmente hasta hoy en día, a pesar de sus esfuerzos, no consiguió crear una familia y conseguir algo en su vida.»




11.29 Icono resplandeciendo

Era de noche, víspera de San Artemio, 19 de octubre 1978. El Yérontas estaba orando arrodillado. Por encima de su almohada tenía un icono de papel dentro de una bolsa de plástico, copia del icono de Cristo, tal y como se le había aparecido. En un momento vio una luz por encima de su almohada que se movía de un lado a otro como una linterna móvil y comprobaron que la luz resplandecía del icono. Lleno de celeste deleite por mucho rato la abrazaba y la tocaba con devoción, y otra vez relucía. Este fenómeno admirable continuó por muchos días. Un monje Aghiorita la reverenció después de ocho días y fue el testigo presente de esta luz increada sobrenatural. Finalmente este icono reluciente se lo regaló a uno para su consuelo espiritual.


11.30 El Santo “muy injustamente perjudicado”

Sentado en la acera fuera del Monasterio de Stavronikita, el Yérontas conversaba con los peregrinos. Un teólogo de academia sostenía que el abad Isaac el Sirio era Nestoriano. Desgraciadamente repetía las conocidas percepciones occidentales.

El padre Paísios intentaba convencerlo de que no sólo es ortodoxo sino También Santo, y que los Logos Ascéticos de él tienen mucha jaris y fuerza, pero vanamente insistía. El teólogo insistía obstinadamente en sus opiniones. El Yérontas se marchó para su Kalivi tan entristecido que lloraba y oraba.

Cuando avanzó un poco y llegó al punto donde está el gran plátano, “algo le sucedió”, como dijo, sin querer explicar qué era exactamente esto. De acuerdo con un testimonio había visto en visión el baile de los santos Padres pasando delante de él. Alguien de ellos se detuvo y le dijo: “Soy el Isaac el Sirio. Soy muy ortodoxo. Realmente había en mi región la herejía del Nestóreo, pero yo la había combatido”. Nos debilitamos en asegurar o rechazar la credibilidad de este testimonio. De todas formas no hay duda de que “este algo que le sucedió” al Yérontas, era un acontecimiento sobrenatural que le informaba claramente de las realidades sobre la ortodoxia y la santidad del abad Isaac.

Los “Logos Ascéticos” de San Isaac, el Yérontas los tuvo en su almohada durante un período de seis años; era su única lectura espiritual. Tomaba un pasaje y todo el día continuamente lo repetía en sus nus, lo estudiaba y meditaba profundamente y prácticamente, “igual que los animales rumian su comida”, según su expresión. Repartía como bendición algún pasaje de los logos de San Isaac para incitarlos al estudio de sus logos. Creía que ayudaba mucho el estudio de los “Logos Ascéticos” de San Isaac, “porque dan a entender el sentido más profundo de la vida de uno, y también cualquier tipo de complejo grande o pequeño que tenga el hombre que cree en Dios, le ayuda a expulsarlo. El breve y preciso estudio del abad Isaac altera la psique por la multitud de vitaminas que contiene”.

Aconsejaba también a los laicos leerlo, pero poco a poco para poder asimilarlo. Decía que el libro del abad Isaac vale toda la biblioteca patrística.

En el libro que leía debajo del icono del Santo que en su mano mantiene una pluma y escribe, apuntó: “Abad mío, dame tu pluma para subrayar todo tu libro”. (Es decir, vale la pena ser subrayado el texto entero).

No sólo lo estudiaba el Yérontas, sino también  lo tenía mucha devoción y particularmente le honraba como Santo. Encima de la pequeña mesa de comer en la Skiti Panaguda donde se había instalado más tarde, de los cinco o seis iconos que tenía, uno era de san Isaac el Sirio. Por la agapi y la devoción que tenía hacia este santo, dio su nombre a un monje cuando le concedió el gran hábito. La memoria del santo la festejaba el 28 de septiembre junto con vigilia de toda la noche que la puso él mismo. En una de estas vigilias fue contemplado dentro de la luz tabórica increada, sobreelevado y alterado. Antiguamente que se celebraba la fiesta con San Efrén el Sirio, había añadido el Yérontas en el Mineo (Mensual) de Enero, en la fecha de 28, lo siguiente: El 28 fiesta de san Efrén el Sirio y del gran hisijasta Isaac el Sirio por el que se comete injusticia.


11.31 Multitud de demonios

Relató el Yérontas: “Estaba sentado en mi kelia cuando escuché sonar la campanita. Miré por la ventana y qué he visto! Un maestro “Gurú” de magia negra que le estaba acompañado por un grupo de demonios ¡Ahh, qué asco! El hombre, imagen de Dios, está bien que tenga un demonio, ¡pero tener un ejército de demonios! No abrí la puerta. ¡Para qué los iba abrir, para perder el tiempo!”

Después cuando el Yérontas se fue al Monasterio, los padres le hablaron sobre un visitante raro, pero él no dijo nada.

11.32 Apología de la serpiente

Visitaron al Yérontas unos Pnevmatikós-Guías Espirituales que están en el mundo y ellos le preguntaban de qué manera deben afrontar a los confesados. Querían aplicar sin discernimiento exactitud y severidad, cumpliendo al pie de la letra los cánones, sin tener en cuenta la metania de ellos. El Yérontas decía que se debe comportar con clemencia y agapi a los hombres, Aquellos insistían. Entonces les dijo que incluso a las serpientes debemos tratarlos con agapi, como no a los hombres.

En aquel momento vino una serpiente grande a lado suyo y se quedó de pie, como si quisiera de una manera certificar las palabras del Yérontas.

Naturalmente estos Pnevmatikos del mundo no solo se quedaron sorprendidos, sino que además se fueron convencidos por esta apología paradójica.

11.33 “Oró y el cielo dio la lluvia”

Visitó al Yérontas un monje joven de un Monasterio Aghiorita. Cuando ya conversaron, el monje cuando se iba le dijo:
-Esta noche haremos oración para que llueva, porque fuera al mundo hay muchos perjuicios y destrozos y se están destruyendo cosechas por la seguía.

 El monje no oró, porque no tomó en serio las palabras del Yérontas, sea por negligencia o por olvido. Pero vio llover por la noche, mientras que había tiempo bueno, y admiró la franqueza del Yérontas y la jaris (gracia, energía increada) que le dio Dios, como al profeta Elías, abrir el cielo con su oración y bajar la lluvia del cielo.

“Menos mal”, decía el monje, “que no hice oración, porque quizás mi loyismós me diría que Dios me ha escuchado y ha llovido”.

11.34 Una fiesta distinta

Testimonio del Metropolita de Limasol de Chipre, Atanasio: “Visité al Yérontas el septiembre del 1977, día lunes, víspera de la fiesta de Santa Cruz. Toqué la puerta muy temprano, ma abrió el Yérontas. Estaba muy alegre y con buen ánimo. “Ah, menos mal que has venido, diacono”, me dice, “y mañana tengo fiesta. Vendrán los salmistas, he pedido comida y faltaba un diácono; has venido tú, solucionada la fiesta”. Decía también otras bromas de este tipo. Después me dijo: “Te quedarás aquí esta noche”.
»Sabía que el Yérontas no retenía a nadie por la noche con él. Apenas me lo dijo salté de alegría.

»Fuimos a la capillita, me puso a arreglar el Santo Altar, quité el polvo, limpié el pasillo e hice varios trabajos. En mi interior sentía una gran alegría. Al mediodía fuimos a comer. Preparó té, trajo una tostada de pan y sacó verduras silvestres de su jardín.

»Me impresionó mucho cuando hicimos la oración. El Yérontas dijo el “Padre nuestro…” levantó sus manos y lo dijo con tanto anhelo y tanta devoción que estaba como si realmente hablara con el Dios.

»Después me llevó a la kelia y descansamos una hora más o menos; y después hicimos las pequeñas Vísperas con el komposkini.

»Cuando acabamos me dijo el Yérontas: “Mira, diácono, ahora haremos vigilia con komposkini y por la mañana vendrá el cura para hacer la Divina Liturgia. ¿Sabes hacer komposkini? Te diré cómo lo harás”, y me dio un programa. Era un programa sabio para que yo no tenga sueño por la noche. Me dijo hacer un komposkini de trescientos nudos diciendo “Kirie Jesús Cristo, eleisónme”. Después hacer un komposkini de cien nudos a la Panaghía; un komposkini de trescientos nudos a Cristo para los vivos y uno de cien nudos a la Panaghía para lo vivos; un komposkini de trescientos nudos a Cristo para los difuntos y un komposkini de cien nudos a la Panaghía también para los difuntos; un komposkini de trescientos nudos a la Santa Cruz y después uno de trescientos nudos diciendo “doxa-gloria y gracias nuestro Dios”. Primera vez escuché que se hacía tal cosa. Me explicó: Este komposkini es doxología; cuando termines, comienza otra vez desde el principio”.

»Me dijo, “si oyes algún ruido, no te asustes. Por aquí circulan jabalíes, chacales etc.”. Me puso en su pequeña sala de visitas y dijo que cerca de medianoche me llamará para ir juntos a la Iglesia para leer la oración para Divina Comunión.

»Por espacios de tiempo oía al Yérontas bostezando profundamente. De vez en cuando golpeaba la pared y preguntaba: “Eh, diacono, ¿estás durmiendo; estás bien?

»A la una menos algo, pasada la medianoche, fuimos a la Capillita. Me puso al único asiento que había y me dio una velita para leer la divina Comunión. Él estaba a lado mío, a la izquierda y comenzó diciendo los pasajes: “doxa-gloria y gracias nuestro Dios”. Cada vez que decía el pasaje hacía una santiguación y se doblaba hasta el suelo.

»Cuando llegamos al tropario “María Madre de Dios…” me acuerdo que tan solo esto leí, después del “Hiperaghía Zeotokos sálvanos”, que lo dijo el Yérontas sentí una cosa… no lo sé, no puedo explicarlo y frené. Entonces comenzó a moverse el candil de la Panaghía, pero no bruscamente, sino que transcurría establemente un movimiento más o menos lo que es la anchura del icono y toda la capillita se inundó de luz. Veía sin la vela y pensé por un momento apagarla.

»Giré hacia el Yérontas. Le vi tener sus manos cruzadas en el pecho y doblado hasta abajo. Entendió que quería preguntarle y me hizo la señal de no hablar. Me quedé en el asiento y el Yérontas doblado a lado mío. Sentía tanta agapi y devoción hacia el Yérontas y sentía que me encontraba en el paraíso.

»Nos quedamos en esta situación, media hora, una hora, no pude calcularlo exactamente. No sabía qué hacer. Inconscientemente continué yo solo la oración para Divina Comunión y llegué hasta la bendición: “Desde los labios…”, poco a poco se iba apagando primero la luz y después paró de moverse el candil. Terminamos la divina Comunión y salimos fuera al pasillo. Me puso a sentar en un banquito y él se sentó silencioso en un pequeño baúl. Después de mucho rato, le pregunté:
-Yérontas, ¿qué era esta cosa que hemos vivido y experimentado?
-¿Qué cosa?
-El candil; ¿cómo se movía tanto tiempo?
-¿Qué es lo que has visto?
-He visto que se movía el candil de la Panaghía izquierda-derecha.
-¿Sólo esto has visto?
-También he visto luz.
-¿Otra cosa?
-No he visto nada más. (El Yérontas por preguntar qué más he visto, se ve que él ha visto algo más).
-Bien, no era nada.
-¡Cómo que no era nada, Yéronta, si el candil se movía y había luz!
-¡Eh, no has oído que escriben los libros que la Panaghía circula por todas las Kelias de los monjes y ve lo que hacen! ¡Pues, ha pasado por aquí también y ha visto dos traviesos y pensó en saludarnos y movió su candil!.

»Después por sí solo comenzó a narrar varias de sus experiencias. Me comentó cómo había visto la santa Efimía y muchas cosas más. Había cambiado todo su ánimo y disposición; hasta por la mañana me estaba hablando espiritualmente. Me recalcó: “Te lo digo todo esto, querido diácono, por agapi para ayudarte, no para que te creas que soy algo”.
»A las 5,30 vino el cura y Yérontas quería que hiciera la divina Liturgia, pero yo no tenía vestimentas litúrgicas. Me hizo un “orario” y lo sujetó con un imperdible, encontró unos manguitos y me envolvió en mis manos, etc., me parecía a un payaso, pero fue la Divina Liturgia más bella de mi vida. Estábamos solo los tres.

»Me mantuvo consigo hasta el Sábado. Una vez me mandó a Burazeri para ver a unos compatriotas míos y permanecer allí hasta el mediodía para comer. Y otra vez me mandó al Monasterio Stavronikita, otra vez para comer. Porque en su Kelia tenía sólo té y tostadas”.

11.35 Respuestas de otra manera

El señor Teodoro Jatzipateras, tendero de la ciudad de Xanzi, testifica: “Había oído sobre el padre Paísios a través de un estudiante y le visité en su Kelia.
»Marchando le comenté también sobre el problema que tenía en mi tienda de alimentos. “Yéronta tengo muchos ratones en mi tienda y me entristezco y no puedo hacer nada. Por favor, ora a Dios para que se marchen”. Le suplicaba con dolor del corazón, porque circulaban libres en la tienda, me causaron muchos daños y siempre se oían saltando en el techo. Incluso durante el día saltaban delante de los clientes. Había traído una radio de Alemania y los ratones entraron dentro e hicieron su casa, parieron, se comieron las resistencias y me lo destrozaron. Me responde: “¡Bendito mío, para los ratones haremos a Dios a ocuparse!” No había mostrado ningún interés.
»Regresé a mi casa. Mi psique saltaba de alegría, pero llevaba en mi interior mucho dolor, tentación, porque el Yérontas no había entendido mi problema.
»Pero cuando regresé a mi tienda, entendí que algo había cambiado. En dos días me di cuenta de que los ratones habían desaparecido. No había quedado ni uno. Entonces entendí que el Yérontas los había expulsado.

»Una vez empecé a sentir un gran cansancio, mis fuerzas me abandonaban y adelgacé mucho. Fue al médico para hacer exámenes; tres médicos decidieron darme una terapia, porque algún microbio fatigaba a mi organismo. Estaba en la cama, incapaz para cualquier tipo de trabajo.
»Decidí  escribir al Yérontas Paísios sobre mi situación. Le rogaba para que me respondiera por carta, si tenía que salir de Xanzi o confiarme en la providencia de Dios y en los médicos locales.
»El segundo día de mi terapia me dio un dolor fuerte en el estómago. “Principio de gastrorragia”, me dijo el médico, “tienes que parar de tomar los fármacos” y así entré en la Clínica. A media noche me levanté y caí al suelo mareado. Mi apetito se había cortado totalmente. Me estaba fundiendo como una vela. Los médicos me veían y no me decían nada. Era jueves por la tarde, cuando entré en la Clínica y hasta el sábado por la noche mi estado de salud había empeorado.
»El Domingo por la mañana me desperté y sentí una fuerza indescriptible en el cuerpo y en la psique. Me levanté de la cama y llamé a mi mujer para que viniese con nuestro médico conocido para sacarme de la Clínica, para no marcharme solo como un ladrón.
»El médico me dijo: “Si ayer estabas fatal, pero realmente algo ha cambiado. Yo no entiendo nada, no puedo explicar, ni decir nada”. Yo le digo: “Ha sido un milagro, Dios ha hecho su milagro”. En mi interior me preguntaba: “¿Quién sería el que habrá intervenido, para hacerse el milagro? Comí con apetito la comida mezclada con lágrimas. La conmoción era indescriptible. El día siguiente fui a mi trabajo, sin sentir el mínimo cansancio. En pocos días recuperé todos los kilos que había perdido.

»A principios de Diciembre visitamos al yérontas Paísios en la Santa Montaña Athos con un amigo mío profesor y un estudiante. Nos abrió la puerta y pasó primero el profesor, después el estudiante y bajaban hacia su Kelia. Nos quedamos atrás los dos con el Yérontas, y me dice: “¿Qué tal Teódoro estás bien ahora”. Yo pensé que, ya que le había escrito en relación a mi enfermedad y ahora me veía bien, me preguntaba por mi salud. Seguimos caminando hacia el Kalivi. Y me dice: “¿Has recibido mi carta, cierto? Yo me detuve por un momento pensando que no había recibido ninguna carta de él. Pero antes de darme tiempo a contestar me dice: “No te he escrito ninguna carta, pero te he respondido a mi manera”. Mis interiores se removieron como un seísmo. Entendí que el Yérontas con sus oraciones me había curado. Me vuelve a preguntar:
-¿Has recibido mi carta, es cierto no?
-Sí Yéronta, le respondo, he recibido la carta.
Mi conmoción fue enorme. Una vez que veneramos en la ermita, salí fuera y lloré mucho».

11.36 Divina Liturgia en “Santa Cruz”

En 27 de octubre de 1978, dos padres aghioritas visitaron al Yérontas en su Kalivi. Uno de ellos describió de la siguiente manera la visita de ellos: “Llegamos una o dos horas antes de anochecer. Nos retuvimos fuera de la puerta del recinto con red de alambre, sin tocar la campanita. Veíamos humo subiendo delante de la Kelia y oíamos una discusión algo fuerte. En poco rato vemos la cara del padre Paísios saliendo por detrás de un montón de madera. Nos miró y nosotros le hicimos una reverencia. Una vez que nos hizo unos saludos alegres con las manos, vino poco a poco y nos abrió la puerta haciéndonos una reverencia e intentando besarnos la mano.
»Bajando vimos a un monje joven del Santo Monasterio Stavronikita cocinando fuera de la Kelia con un fuego que le había dejado ciego por el humo. Nos lo presentó sonriendo: “El páter… es el cocinero de la fiesta”. Y a él le dijo: “Ten cuidado, bendito, no vaya ser que me quemes la comida”. Aquel sonrió y percibimos que estaban discutiendo de algo alegre.
»Veneramos en la Ermita y nos condujo a la sala de visitas y nos invitó a un dulce. Nos explicó que el día siguiente era el día de la dormición del padre Arsenio el Capadocio y se celebraría Divina Liturgia, por eso estaban tan alegres.
»Después de dos o tres minutos de silencio nos dijo: ¡El padre-Ticón, cuando venían visitantes con sotanas, les preguntaba si eran curas y si celebraban la Divina Liturgia. Y cuando le respondían que sí, glorificaba a Dios. Si un cura respondía que no celebra la Divina Liturgia, entonces se amargaba mucho, tanto que no podemos imaginar”
»Esto nos hizo a los dos quedarnos sorprendidos, porque realmente mi amigo hieromonje hacía tiempo que no celebraba la Divina Liturgia, sin que hubiese ningún problema. Nos miramos…
»Conversamos bastante rato sobre temas espirituales y nos propuso quedarnos por la noche en su Kelia. Después el diácono trajo la comida que había cocinado y nosotros comimos, mientras que ellos comieron unos frutos secos. El padre Paísios dentro de un mortero machacó algunas almendras. Toda su comida era dos o tres cucharadas de almendras machacadas.
»Por la mañana vino el cura desde el Monasterio y celebró la lurgia junto con mi amigo el hieromonje. Yo en la Divina Liturgia salmodiaba con el padre Paísios, quien cantaba con notable deleite.
»Antes de comenzar la Divina Liturgia, se acercó a mí y me susurró en la oreja que para otra vez me pondrá a mí a celebrar la Divina Liturgia. De una manera me explicaba la razón por la que prefirió a mi amigo y no a mí, aunque era el más viejo de edad también en la ordenación. “Había entendido”, me dijo, “que en este tiempo no celebra la Divina Liturgia, por eso ayer cuando apenas vinísteis os dije lo que decía el padre-Ticón.
»Después de la Divina Liturgia el cura y el diacono se marcharon para el Monasterio. A nosotros nos mantuvo varias horas. Cuando nos levantamos para marcharnos, sentía la naturaleza alrededor tomando otra imagen. Todo lo sentíamos y lo percibíamos espiritualmente. Creías que los verdes arbolitos te hablarían…»

11.37 “Dios está obligado a ayudar”

Testimonio del señor Tamiolaki Eleuterio de la isla de Creta: “Una vez me encontré en una situación difícil a causa de mis múltiples obligaciones, y me fui a ver al Yérontas para que me apoyase. Dentro de la nieve, con muy mal tiempo, llegué y toqué la puerta. El Yérontas me abrió inmediatamente y rápido me metió dentro. “Te esperaba”, me dijo. Yo naturalmente no le había avisado. Me mandó sentar cerca de la estufa y empezó con paciencia a hacerme un té. Puso el agua en el cacito, se santiguó diciendo, “¡doxa-gloria y gracias a Dios!”.  Puso el té en el cacito y volvió a decir, “¡doxa-gloria y gracias a Dios!” Finalmente puso el cacito al fuego y otra vez santiguándose “¡doxa-gloria y gracias a Dios!” 

»Hasta entonces no me había dicho ni palabra, excepto lo del principio “te esperaba”. Yo le estaba observando y comencé a ponerme nervioso por su tranquilidad, porque a mí me estaban quemando mis propios asuntos. Cuando hirvió el té, me dio la taza, me miró con aquella mirada inocente y compasiva y serenamente me preguntó qué me pasaba y por qué parecía estar tan inquieto. Yo nervioso comencé a descargar mis problemas con énfasis, recalcando que el mundo fuera tiene muchos dolores de cabeza. Él sonrió, bebió un trago de su propio té y me dijo apaciblemente: “Eh, ¿por qué te inquietas?, Dios ayudará”. Yo me puse aún más nervioso y con la familiaridad y la confianza que tenía con él, porque le amaba mucho, le dije: “Pues, ahora bien Yérontas, Dios ayuda una vez, dos, tres… ¿pero está obligado a ayudar continuamente?

«Entonces me miró seriamente y me dijo algo que me traspasó como un rayo: “Sí”, me dijo, “está obligado». Era tan firme su seguridad y estaba tan claro que esto lo conocía de primera mano, que de repente se me revolvió todo. Se me quitaron los nervios, me serené, sentí una inmensa paz y sosiego y sólo tenía una duda que se la comenté: “Muy bien, ¿y por qué está obligado Dios ayudarnos siempre?” La respuesta me la dio sólo un hombre que se siente realmente como hijo de Dios y tiene franqueza en su padre, que sólo este podía dármela. Me dijo: “Tal y como tú que has procreado hijos, ahora sientes la obligación de ayudarlos y sales de Salónica y vienes aquí con este mal tiempo porque estás inquieto, así también el Dios que nos ha creado y nos tiene como hijos Suyos se interesa también Él por nosotros y siente la necesidad de ayudarnos. ¡Sí, está obligado!

»La inmediatez de esta respuesta fue tal que se me marchó todo el peso y cesé desde entonces de inquietarme por el futuro.»

11.38 El Ángel de la guarda         

El Yérontas narró: “Era la fiesta de San Isidoro el Pilusiotis. Pasaba por un período de muchas aflicciones y a causa de estas tenía fuertes dolores de cabeza. La tensión me estaba afectando al ojo y peligraba sufrir un derrame cerebral. Sentía la cabeza como si alguien con un martillo golpeara en el interior y quisiera saltar fuera. Durante las nueve de la noche (hora mundana), mientras me estaba estirando en la cama, vi a un Ángel muy bello, como si hubiese salido de mi interior, con forma de niño pequeño. Sus cabellos eran muy rubios y llegaban hasta sus hombros. Me sonrió y pasó suavemente su mano por encima de mis ojos. Inmediatamente se marchó toda la aflicción y tristeza y cesaron los dolores. Sentía tal dulzura que prefería volver a tener dolor, con tal de volver a ver a mi Ángel de la guarda.»


11.39 Logos alegresy ágiles          
                 
Uno de los elementos del carácter del Yérontas que no se ha recalcado suficientemente es que siempre estaba alegre y de buen humor.

El buen humor es una virtud y la sonrisa natural espontánea es irreprochable.

A menudo contaba el Yérontas historias que producían risa espontánea, para consolar a las psiques doloridas y angustiadas, pero también era algo propio de su carácter. Muchas veces bajo una broma simple se escondía un profundo significado y sentido espiritual. Hacía juego de palabras, cambios etimológicos y unas comparaciones  inimaginables de palabras. Pero tenía la finura de no herir a nadie y ni criticar con malicia a las personas. De la multitud de estos logos apuntamos unos selectivamente:
*
Visitó uno al Yérontas con los intereses de un visitante museo y antigüedades buscando a ver monumentos antiguos de su Kelia. Bromeando sobre lo absurdo de su búsqueda le indicó una pared en ruinas y le dijo con tono alegre: “Mira estas ruinas son de los tiempos de Nabucodonosor”.
*
-Páter, ¿qué haces aquí?  Le preguntó uno indiferente e insulso.
-Estoy vigilando a las hormigas para que no se peleen.
En similar situación le preguntaron cómo pasa sus noches: “He aquí, mira los candiles que están en el cielo tengo el diacónima-servicio de encenderlos cada noche” refiriéndose las estrellas.
*
Vino uno y le preguntó:
-Páter mío cómo adquiriré nipsis, (nipsis es “vigilancia de la sobriedad” y también significa “lavarse”)
-Pues, lávate cada día. Aunque yo que me lavo cada día aún no he visto ninguna mejoría en mí.
*
Una vez su conocida amiga Keti Patera fue al Monasterio de Surotí junto con Jorge Lagós (apellido que también significa “liebre”), profesor de la Universidad de Medicina, para ver al Yérontas. La dijo: “Ahora ha venido con el Lagós (liebre), la próxima vez vendrás con la tortuga”. Efectivamente,  la vez siguiente fue con una señora y se perdieron por el camino y en vez de cinco horas tardaron nueve en llegar.
*             
Intentó besar la mano de un sacerdote recién ordenado y aquel por humildad no se la dió. “Si quisieras tener mano propia, pues, no haberte hecho cura”, le cogió de la mano y lo besó.
*
En “Panaguda” una vez estaba sembrando bulbos de cebolla que los tenía dentro de una lata de calamarcitos. Vino un “listo” con sus manos atrás y le preguntó que qué hacía.
-Siembro calamarcitos, le contestó el Yérontas.
-Pero, ¿sembrados así viven y brotan, Yéronta?.
-Claro que sí; si lo pones con los bigotes hacia abajo, viven y brotan.
*
En la vida espiritual no debemos quedarnos en la antesala. Los que se quedan allí no entran en el salón de Dios”, dando a entender al Paraíso.
*
Un joven conocido suyo le visitó en la Skiti de Ibiron, Vestía un traje y una corbata muy buena. El Yérontas que encontraba su reposo en lo simple, utilizó una forma original y graciosa para enseñar la sencillez, sin muchas palabras; le dijo: “Me das tu corbata y la ponemos en este burrito así se alegra un poquito él también”. Aquel se la entregó y el Yérontas puso la corbata al burrito, mientras  que el joven no podría detenerse de las risas por el espectáculo que estaba viendo. De todas formas el joven recibió su mensaje y la siguiente vez no vino a la Santa Montaña Athos con corbata.
*
Otras veces el Yérontas se hacía pasar por loco (hacía locuras). En una visita de un hombre indiferente e ignorante espiritualmente, que quería pasar su rato y decirle noticias corrientes, el Yérontas lo captó y le preguntó: “Eh, qué noticias traes; ¿a qué precio se cambia la lira?”. El asceta pobre indicaba como si su interés estuviese en el precio de la lira.
*
Un endemoniado le dijo: “Yo soy el On-Ser”. Arrodíllate y reverénciame”. El Yérontas le responde: “Tú eres onos (burro)” dirigiéndose al demonio que en realidad le hablaba.
*
Uno vio al Yérontas andar descalzo sin zapatos y le preguntó que por qué no se ponía zapatos. Respondió: “Los zapatos de mi madre son los mejores; y cuanto más envejecen más fuertes se hacen, (es decir, se endurecen las plantas de los pies).
*
Un ingeniero de caminos y casas, conocido del Yérontas, le visitó en la víspera de la Fiesta de su Kalivi. El Yérontas le recibió diciendo: “Bienvenido el ingeniero con los contratistas”. Aquel quedó sorprendido, porque no le acompañaba nadie. Le dio un paquete al Yérontas que se lo habían dado en un Monasterio conocido por él. El Santo lo abrió delante de sus ojos y entonces el ingeniero vió por sorpresa que el paquete llevaba contratistas, unos dulces que se llaman así!




A.12 EN LA PANAGUDA Y SU ENTREGA A LOS DOLORIDOS

12.1 Instalación en “Panaguda”

12.2 Los Santos Panteleimon  y Lukiniano

12.3 “Consuela a mi pueblo”

12.4 La aparición de San Blasio

12.5 Fragancia del icono “Axión estín” (es justo)

12.6 Las Reliquias de San Cosme el Primero.

12.7 “Cabrito” en el techo.

12.8 Muchas luces en su Kelia

12.9 La promesa de la Panaghía

12.10 En Tierra Santa y en Sinaí

12.11 Energías y operaciones de la divina jaris-gracia increada.
12.12 Visión de niño orando

12.13 “Cristo mío, bendígame…”

12.14 “¡Terrible visión!”

12.15 “La Panaghía”

12.16 Sobre el Anticristo, el 666 y los carnets de identidad.
12.17 Fragancia de Santa Reliquia

12.18 Sorpresas

12.19 Operación quirúrgica de la hernia

12.20 La película blasfema

12.21 Ve la jaris (energía increada) del Sacerdocio

12,22 “Metamorfosis”

12.23 Responde a su loyismós

12.24 “Tienes pies rotos”

12.25 Terapias de enfermos

12.26 “Tomaremos la Polis (Constantinopla)”

12.27 “Que pidas perdón”

12.28 “Debes tener nobleza espiritual”

12.29 Movimiento del candil

12.30 “Viene…”

12.31 El jefe Hinduista

12.32 El discípulo de Maharatzi

12.33 El Yérontas y los jóvenes


12.1 Instalación en “Panaguda”

El Yérontas, tras haber pasado once años de luchas y servicio al Kalivi de Santa Cruz, decidió después por un motivo espiritual marcharse de Santa Cruz. Buscando Kelia en Kapsala, quiso quedarse con el yérontas-Minás el Rumano para ayudarle en su vejez ya que no tenía ojos. Pero el Monasterio al que pertenecía su kelia no le dió la bendición. Por el camino rogó con lágrimas: “Panaghía mía, para todos tienes casa en tu Jardín, ¿pero para mí no tienes?

El 27 de febrero, día en que se le había aparecido San Efimía, encontró, por indicación del Yérontas Joaquín, la “Panaguda” que entonces era terreno de viñedos del Santo Monasterio Kutlumusíu. Este acontecimiento lo sintió como una bendición de San Efimía y conmocionado la agradeció por su providencia. Los padres del Monasterio, todos con muy buen ánimo y entusiasmados, aceptaron la petición del Yérontas, cuando trajo la carta de salida, convirtieron el terreno de viñas en Kelia y le dieron su certificado de pertenencia a él.

La Kalivi de “Panaguda” se encuentra en la terminación de una colina entre vegetación espesa. Está cerca del sendero que conecta Kariés con el Monasterio Ibiron y enfrente de la Skiti de San Panteleimon. La capillita está en la esquina suroeste de la Kalivi y  se venera en la fiesta del Nacimiento de la Santísima Zeotoko (por eso es conocida como “Panaguda”, es decir, pequeña Panaghía). Está a la derecha del pasillo, apenas uno se introduce por la entrada, mientras que a la izquierda está la kelia del Yérontas. A continuación está la kelia de la derecha, la cual transformó en sala de visitas y a la izquierda su taller. Una puerta te saca fuera al terreno, extensión amplia y despejada con vista hacia Kariés.
Aunque buscaba una Kelia hesicasta * en la parte sur de la Santa Montaña, sin embargo se sacrificó para la gracia de los peregrinos para que fuese más fácil el acceso para ellos, en la “Panaguda”. Es una Kelia pequeña recogida, no muy lejos de Kariés, para que no se fatigasen los peregrinos y puedan trasnochar en los monasterios cercanos. Así son repartidos y no cae todo el peso sólo a un Monasterio.

Con un tubo de plástico trajo agua de una fuentecita. Pero como los meses de verano la fuentecita se secaba, reparó una antigua cisterna subterránea que la llenaba durante el invierno. Cercó el terreno de la Kalivi con una red de alambre, dejando dos entradas. Preparó un pequeño huerto donde sembraba unas verduras silvestres, y cultivaba cebollas, lechugas y unas cuantas tomateras; nada más.

La Kalivi tenía carencias, porque era antigua y abandonada. Faltaban puertas, ventanas y techo; el suelo tenía agujeros y por el tejado entraba agua. Comenzó con mucho esfuerzo con las reparaciones más necesarias. Dinero no tenía, pero difícilmente también lo aceptaba. Todo el día trabajaba y por la noche se iba a una hora de camino a pie donde un discípulo suyo, donde había llevado sus pocas pertenencias. En sus trabajos le ayudaba su discípulo y los padres del Monasterio Kutlumusio que disponían también de mulos que transportaban los materiales. Al principio se ocupó en arreglar la Capillita y después su pequeña kelia, para poder así trasnochar allí.

Un día, yendo hacia “Panaguda” y arrastrando sus pies por el canSancio, pensaba: “Si pudiera por lo menos tener preparada la cama para poder descansar un poco”. ¡Llegando,  vio una cama hecha con una puerta que la había hecho un monje!

Aparte del trabajo fatigoso de todo el día tenía también a la gente. Preparaba el cemento y, cuando venían personas con problemas, se sentaba junto a ellos y los escuchaba.  Cuando volvía a trabajar el cemento se había endurecido. Pero no se enfadaba. “Los hombres tienen sus tormentos y sufrimientos. “El cemento que se haga cemento” decía alegremente el Yérontas, divirtiéndose de su propio canSancio pero también divirtiendo la aflicción de los demás. Subía para reparar el tejado, venían los peregrinos y otra vez bajaba. Cuando se marchaban, volvía a subir para continuar. Esto sucedía a menudo hasta que se instaló en la Kelia, pero también después.

12.2 Los Santos Panteleimon  y Lukiniano

Era un 2 de junio de 1979 por la tarde. El Yérontas apenas había transportado sus cosas a la Kelia de “Panaguda”, sin haber tenido tiempo de ordenarlas. Se preparaba para hacer Vísperas y preguntó al monje que le estaba ayudando, quién era el Santo del día siguiente, pero aquel no se acordaba. Le dijo que mañana cuando viniese se lo diría y se marchó deprisa, porque estaba anocheciendo.

Lo siguiente que sucedió lo narró el Yérontas de la siguiente manera: “Tenía los Mensuales (libros litúrgicos) en cajas. Buscaba encontrar mis gafas para ver el Santo del día y no las encontraba. Para no perder tiempo, hice Vísperas con el komposkini diciendo: “Santos del día intercedan por nosotros”. Cuando a medianoche me levanté, intenté otra vez con la linterna durante media hora más o menos encontrar al Santo del día, y otra vez sin resultado. Dije “se me ha escapado el oficio de Medianoche”. Para no pasar la noche buscando, otra vez al komposkini, “Santos de Dios….”, sin referirme a los nombres de los Santos del día.
»Entonces vi a San Panteleimon acompañando a un Santo dentro de mi Kelia.
-¿Quién eres? le pregunté.
San Lukiniano, respondió.
»No me acordaba si existe tal nombre de Santo y volví a preguntar:
-¿Lukiano?
-No. Lukiliano.
-¿Cómo? ¿Longuino? Pregunté por segunda vez.
-Lu-ki-lia-no, repitió el Santo, pronunciando lentamente por tercera vez su nombre.
»A continuación dirigiéndose hacia San Panteleimon le dijo que me examinase de los traumas de la operación, para ver si me había recuperado y Sanado. Se me acercó San Panteleimon  que vestía con la bata blanca como médico. Una vez me hubo examinado poniendo su mano en mi pecho, en el lugar en que se había realizado la operación de los pulmones, dijo a San Lukiliano: “Está bien. Que lo tengas en cuenta en tus exámenes de médico”. Los Santos desaparecieron y el Yérontas glorificando a Dios y agradeciendo a los Santos, encendió la vela y encontró que aquel día era 3 de Junio y era el día de San Lukiliano.

El día siguiente por la mañana, cuando vino el monje que le ayudaba, el Yérontas le preguntó sonriendo: “¿San Lukiniano, eh?” y le relató la aparición de los dos Santos.

El Yérontas cuando leyó el martirologio del Santo, quedó sorprendido asimilando la siguiente “coincidencia”: Toda la de la vida del Santo, que se encuentra en el Santo Monasterio Ibiron, fua anotada un 27 de Febrero, es decir, la fecha en que se había aparecido al Yérontas la Santa Efimía. Esta relación del Mártir con la Santa Efimía quien tanta devoción tenía el Yérontas, y también la cercanía del tiempo y especialmente del lugar del martirio de los dos Santos le agradó especialmente al Yérontas.

 Después le honraba cada año y puso su icono en la Iglesia y en su kelia.

Después se fue a una Skiti de Kutlumusiu y reverenció a San Panteleimon. Dijo que el icono de su Santuario se parece mucho su Santo rostro (tal como le había visto).

Este admirable acontecimiento consoló al Yérontas y expulsó la fatiga y las aflicciones que pasaba en aquella época transitoria.

12.3 “Consuela a mi pueblo”

Toda aquella corriente de peregrinos cambió de dirección, y en vez de ir hacia “Santa Cruz” ahora se dirigía a la “Panaguda”. Y además aumentaba continuamente. En aquella vecindad hasta entonces tranquila ahora uno veía todo tipo de personas con distintas edades subir y bajar el sendero que atravesaba la pradera del Monasterio Kutlumusíu. Especialmente a la hora del autobús el tráfico aumentaba verticalmente. La mayoría de los pasajeros acudían con agonía y desesperación, quién va a llegar antes al Yérontas, preguntando: “¿Vamos bien para el padre Paísios?” “¿Está abajo el Yérontas? ¿Hay muchas personas esperándole?

El Yérontas los recibía todo el día, los invitaba y sacrificaba muchas horas junto con ellos para escuchar sus problemas, levantar las cruces y tomar el dolor de ellos, aconsejarlos, reñirlos, Sanarlos e incluso animarlos, sin calcular para nada, si el mismo estaba sin dormir, hambriento, sediento, cansado o enfermo. Pero aquello que le dificultaba era que interrumpía y reducía su concentración en la oración, sin distracciones e inceSantemente. Realmente ardía por el deseo de la hisijía con ininterrumpida comunión y conexión divina, pero su corazón sensible y lleno de agapi no le permitía dejar sin consolar “a los cansados, fatigados y cargados”.

Así intentó y consiguió con discernimiento combinar perfectamente la diaconía hacia los hombres y la vida hisijasta. Su perspicacia carismática con la que investigaba las disposiciones y ánimos como también la seriedad de los problemas de lo comparecientes –la mayoría de las veces e incluso antes de venir en contacto con ellos- y algunos divinos acontecimientos extraordinarios, eran los inequívocos indicadores de este comportamiento suyo.

Según un testimonio, una vez el padre Paísios estaba muy cansado, y sonaba insistentemente la campanita. En el momento que se preparaba abrir, vio su bienaventurado Yérontas padre-Ticón fuera de la alambrada estando contento diciéndole: “Me alegro de que recibas la gente”. Este acontecimiento contribuyó en aumentar más su peso hacia la diaconía a los peregrinos.

Pero con el paso del tiempo el número de visitantes había aumentado exageradamente, superaba los límites de su aguante. Cofesaba que: “No me puedo ni mover; me he convertido en programa de los hombres. Antiguamente mi nus se ahondaba en la oración del corazón. Ahora vivo los problemas de las personas. ¡Muchas veces salto en el sueño!

Por otro lado percibía la gran necesidad por lo menos de la mayoría de los peregrinos. Comentaba en relación: “No creáis que los hombres vienen aquí a pasar el rato. Tienen grandes problemas. Y lo que me hace continuar en una situación así es que son ayudadas algunas psiques. Yo, supongamos, empecé con el propósito de hacerme monje, vivir en el anonimato y olvido, pero el mundo no me deja. Un Yérontas me dijo: “Tú, yéronta-Paísio tienes el canon de recibir a la gente y aliviarles y ofrecerles reposo”. Ahora bien, cómo lo va a juzgar Dios, no lo sé”.

El mismo naturalmente anhelaba quedarse solo en la hisijía y orar. Sentía que de esta manera ofrecía más y aún más esencialmente a sus hermanos.

Por eso cuando vio que continuamente aumentaban los visitantes, se vio obligado a tomar ciertas medidas: Durante bastantes horas al día, por el verano, desaparecía en el bosque, y el invierno se encerraba en su kelia. Principalmente leía el Psaltirion, orando por distintas categorías de hombres doloridos. Por supuesto que había también excepciones que transgredían su tipicón-regla, cuando “era informado” por una causa seria y urgente.

Dijo el Yérontas: “Algunas veces a la hora en que hago mi oración suena la campanita. Miro por la ventana y veo que alguien está muy triste. (Cuando veo una persona, entiendo muchas veces también su estado). Y así abro a esta persona y junto con ella corren y entran cuatro o cinco más que habían venido de vacaciones a la Santa Montaña Athos. Y hasta que acabo con ellos, me canso mucho, tanto que me caigo en la cama muerto. Lo mismo sucede también durante las Vísperas. Si veo a algún desafortunado le abro, porque me da pena. Y después adiós también a las Vísperas. Entonces se van también las cosas espirituales que tengo que hacer y también el programa que tengo. Pero yo no lo quería esto. Una vez abrí la puerta para ayudar a un dolorido y cargado de sufrimientos y me empujaron y arrastraron también los demás, y vaya lo que me costó acabar. Pero si esto lo hiciera para divertirme, digamos, entonces frente a Dios no soy correcto”.

Incluso pensé una solución más radical: Me trasladaré por lo menos por un largo tiempo a un lugar hisijástico, tranquilo, incluso fuera de la Santa Montaña Athos. Recibió y aceptó ofertas para un lugar tranquilo incluso en un lugar en el extranjero (Estados Unidos).

Pero de repente se manifestó su cambio de postura. Interrumpió totalmente y para siempre sus amadas salidas al bosque y limitó las horas de su encerramiento. Cuando por sorpresa fue preguntado al respecto, respondió de forma enigmática la frase del profeta Isaías:
"Consolad, consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios" (Is 40,1), dando a entender que había recibido esta orden. Existe también un testimonio diciendo que se le apareció la Panaghía y le dijo: “Mi trabajo es vigilar vuestras fronteras, y lo hago. Así también tú, debes recibir a la gente indistintamente, porque tienen necesidad”. El Yérontas humildemente obedeció a la Panaghía y recibió por mandamiento de Ella el servicio a los doloridos.

A pesar de que recibía a todos, la gente no le influyó ni le secularizó o mundanizó. Al contrario, el Yérontas con jaris (energía increada gracia) de Dios convertía a los hombres. Porque no sólo se sacrificaba ofreciéndose a los seres humanos, sino que él mismo “progresaba” y avanzaba espiritualmente “en la fuerza de la práctica en la fuerza de la energía de la zeoría contemplación espiritual”, y vivía acontecimientos sobrenaturales. Con su experiencia de vida hisijasta sacaba partido a la oración nocturna y a las horas del día que conseguía estar solo. Cuando estaba solo, mencionaba con la oración las peticiones de las personas a Dios, y cuando estaba con las personas, predicaba a Cristo. Dios y los hombres doloridos ahora se han convertido en los dos ejes sobre los cuales giraba toda su vida.

12.4 La aparición de San Blasio

El Archimandrita padre Agustín Katsampiris repetidamente había rogado al Yérontas que orara para que se le apareciese el Santo de reciente aparición Blasio  de Sklavena. Deseaba conocer sus características para aghiografiarlo o hacer su icono.

Era la fecha 21 de enero de 1980, Domingo del Hijo Pródigo, hacia Lunes. El Yérontas por la noche, mientras estaba orando en su kelia con el komposkini, ve que se presenta delante de él dentro de una luz un Santo desconocido que vestía una capa de monje. Al lado suyo en la pared de su kelia, por encima de la estufa, se veían las ruinas del Monasterio. El Yérontas sentía indescriptible alegría y deleite y pensaba ¿quién sería el Santo?. Entonces oyó una voz desde la Iglesia: “Soy San Blasios de Sklavena”. (Ver también Archimandrita Agustín Katsampiris: El Santo Hieromártir Blasios el Akarnán, Atenas 1990, p. 52-55)

Por agradecimiento y para agradecer al Santo por el honor que le hizo, visitó Slavena y veneró sus inundadas de jaris (energía increada) Reliquias. Correspondió de cierta manera a la visita que tuvo del Santo. El Yérontas, en efecto, desde muy lejos indicó también el lugar donde antiguamente estaba construido el Monasterio del Santo, porque estaba anocheciendo y no tenía tiempo para ir al lugar.

El señor Apóstolos Papajristos relata: “El día 20 de Mayo de 1980 el Yérontas vino a mi casa en Agrinio, con el propósito de ir a Sclavena de Xiromero y venerar a la Santas Reliquias de San Blasios de Sklavena, después de apocálipsis-revelación del Santo en su kelia. Se quedó una noche en nuestra casa y a pesar de que le habíamos puesto sábanas blancas y limpias, el Yérontas las dejó totalmente intactas. Cuando se fue a Sklavena veneró al Santo con genuflexiones hasta el suelo y enseñó a todos a su alrededor”.

A continuación el Yérontas hizo un pedido del icono de San Blasio en el Santo Monasterio de la Santa Trinidad del Coropí de Atenas, una vez que hubo descrito las características del Santo a una monja. Cuando recibió el icono se quedó satisfecho, porque reflejaba exactamente las características del Santo. “Parece que la hermana tenía mucha devoción e hizo oración y ayuno”, dijo.

Cada año honraba la memoria de San Blasio con vigilia solo en su Kelia. Lo festejaba, no el día 11 de febrero que es su fiesta y predominaba el celebrar su memoria, sino el 19 de Diciembre que es el día en que sufrió el martirio

12.5 Fragancia del icono “Axión Estín”

(Άξιον ΕστίνAxion Estín es el icono milagroso de la Panahgía que está en la Santa Montaña Athos.
Es uno de los iconos famosos de allí. Se encuentra en el templo del Protaton en Kariés, considerado como"icono protector común" de todos los monasterios del Monte Athos, llevando en su marco los sellos de los 20 monasterios. Este antiguo icono milagroso se encontraba en una kelia de Pantocrátoros por debajo de la Skiti de San Andrés en el lugar llamado “valle del Hades. El 11 de junio de 980 dC el yérontas faltaba de su kelia, ya que había ido a un agripnía-vigilia en Kariés, dejando solo a su obediente. El monje obediente por la noche cuando estaba haciendo su canon, en un momento escucha que tocan a la puerta, abre y ve a un pasajero que le pide que le hospede, cosa que hace.  El monje continúa haciendo su canon hasta llegar a la Hoda 9a “La más honrada que los Querubines….”. Entonces el visitante le interrumpe y le dice: “No, primero dirás “Axion estín- verdaderamente es digno alabar y venerar la Zeotokos…” como complemento del Canto Megalinarion hecho por Kosmás Maiumás.  El monje entusiasmado escribió el himno y el pasajero desapareció. Según la Santa Tradición era el Arcángel San Gabriel. Cuando regresó el yérontas su monje obediente le describió los hechos y una vez se hubo informado a la Santa Comunidad, el icono fue transportado al Protaton, donde continúa haciendo milagros hasta hoy en día; y la kelia, ya que fue honrada por la visita Arcangélica hoy lleva también el nombre de Axion Estín”.)

Relató el Santo: “El lunes del Diakenísimo (semana que sucede la Pascua) estaba sentado en la sala de visitas y decía la oración del corazón o de Jesús. ¡De repente sentí una fragancia, cosa grandiosa! Salí al pasillo para ver de dónde provenía, fui a la Iglesia, nada. Salí al patio. La fragancia era muy densa. Oía que se estaba tocando el tálanto; miré y vi que bajaba hacia abajo una procesión y entendí que provenía del icono de la Panaghía”.

Este día se hace la procesión del icono milagroso “Axión estín”. Baja por debajo del Monasterio Kutlumusio, hasta la Kelia de los Santos Apóstoles (de Alipio). La Kelia de “Panaguda” está a una distancia de un kilómetro más o menos. Desde esta distancia la Panaghía mandó de cierta manera su saludo al Santo Yérontas.

12.6 Las Reliquias de San Cosme el Primero.

Al inicio de la Cuaresma de Navidad del año 1981 se hizo la exhumación de las Reliquias de San Cosme el Primero (supervisor encargado de la Santa Montaña Athos). Había sufrido el martirio por los Latinos el s.XIII. Sus Reliquias aparecieron en Protato (Sede del gobierno de Athos) después de tantos siglos.

El día siguiente a la exhumación, San Paísios entró en la Santa Montaña. Cuando llegó a Kariés (capital), fue y veneró con devoción las Santas Reliquias. Recibió y sintió inenarrable fragancia. Decía que hasta la tierra de la tumba tiene jaris-gracia increada, porque la ha recibido de las Santas Reliquias.

El Domingo de la Ortodoxia del año siguiente se hizo la vigilia panaghiorítica (de todo Athos) en honor al Santo, y allí se encontraba también el Yérontas. Durante la vigilia veía la luz increada estar desbordando desde el tejado de la Iglesia sobre la Santa Kara (cráneo). Se había completamente clavado y se deleitaba en esta luz celeste que era invisible para los demás.
               
12.7 “Cabrito” en el techo.

El Yérontas acogió en su Kalivi por una noche a un joven monje. Le ofreció para dormir un banco de madera en el pasillo. Le tendió una manta de pelo para taparse y como almohada una alfombra enrollada sin usar. Fabricó una bonita cama ascética. Decía al monje sonriendo: “El que  duerme con esta almohada, ve visiones divinas”.

El día siguiente le preguntó de forma natural sonriendo:
-¿Cómo has dormido? ¿Has visto visiones?
-No, Yérontas
- ¿”Cabritos” (demonios) has visto?
-Tampoco.
-Ayer, explicó con seriedad el Yérontas, vino el cabo de la guardia desde Kariés y estuvimos hablando. Escuchábamos desde el techo un “cabrito” que estaba todo el rato balando.

12.8 Muchas luces en su Kelia

En el año 1982, el día de Pascua, dos padres, hijos espirituales del Yérontas, pasaron por la Kelia del “Ravdujos” para saludar al Yérontas diácono-Yanis y decirle “Cristo ha resucitado”.
Éste les preguntó si celebraron la Pascua en la Kelia del Yérontas Paísios.
-No, le contestaron, la hemos celebrado en Kutlumusiu y estaba con nosotros también el Yérontas.

Se extrañaba el diácono-Yanis y sorprendido les explicó lo que había sucedido: él con los demás padres celebraban la Pascua en la Kelia de a lado. Cuando terminaron y se marchaban, vieron en la “Panaguda” muchas luces encendidas. ¡Toda la Kelia estaba dentro de una luz, una inundación de luz extraordinaria! Impresionado el diácono-Yanis por este espectáculo dijo a los otros: “Mira con qué nobleza celebra la Resurrección el Yérontas Paísios. Y nosotros hemos terminado muy prontito.”

Pero en Panaguda en aquella noche no había nadie, ni siguiera el mismo Yérontas Paísios. Por tanto, ¿qué serían aquellas luces? El Yérontas cuando le comentaron aquel acontecimiento respondió humildemente: “Así economizó Dios para informar al diácono-Yanis. Porque algunos visitantes van y le molestan para preguntar a dónde está mi kelia, y puede ser que alguna vez se haya enfadado o indignado como ser humano, por eso Dios le ha indicado esto”.

12.9 La promesa de la Panaghía

El Yérontas vio en su sueño que iría a un viaje largo y preparaba sus papeles. Había otros hombres que preparaban ellos también sus propios papeles. Entonces se presentó una bella y majestuosa mujer vestida de oro. Le cogió los papeles, los puso en su bolsillo y le dijo que esto lo iba arreglar ella, pero todavía no era el tiempo de marcharse, era temprano. Anteriormente el Yérontas había orado: “Panaghía mía, mi pasaporte y mis papeles no están preparados”, dando a entender que no estaba preparado para marcharse para la otra vida.

Después de poco tiempo se fue a Jerusalén, a Getsemaní, y con la sorpresa, lo que comprobaron también sus acompañantes, de que reconoció en el rostro del icono de la Panaghía de Jerusalén a la “Señora” que había visto en su sueño. Así se concienció de que La que se le había manifestado era la Panaghía y el gran viaje era la partida de esta vida pero aún no era la hora.

               
12.10 En Tierra Santa y en Sinaí

En el año 1982 el Yérontas se fue a Tierra Santa y veneró “santamente lo santo”. Era su primera y única visita. Hablaba con admiración sobre la gran jaris-gracia que tiene la Tierra Santa, especialmente el Gólgota y el Santo Sepulcro.

En el Monte Tabor, cuando fue a venerar, mientras oraba, “algo le sucedió”. Alguien escuchó del Yérontas que había visto la luz increada. Después indicó al vigilante del lugar del peregrinaje el punto exacto donde se hizo la Divina Metamorfosis del Señor.

En Nazaret vio a un Judío criptocristiano que con devoción se quitó su gorrito y se fue y bebió agua bendita de la Panaghía, mientras que estaba vigilando no ser visto por la gente. Reveló el Santo: “Hay muchos Judíos criptocristianos que tienen miedo a manifestarse, porque son perseguidos, y más tarde la mayoría se bautizará y ellos serán nuestros mejores amigos.”


En el Monte de los Olivos rogó a los monjes de Tierra Santa que le estaban acompañando para que le dejaran un rato solo para orar. El Yérontas se quedó arrodillado en la piedra que había orado el Señor con agonía antes de Su detención, la abrazó fuertemente, como si se hubiera hecho uno con ella, orando con sollozos bastante rato. Este espectáculo provocó una gran impresión al vigilante romanocatólico.

Dijo el Yérontas: “Tres hombres me han impresionado. Uno era (actualmente difunto) el Obispo de Nazaret, Isidoro, el otro el padre… (Aún vive)…”. Y el nombre del tercero no nos lo reveló por alguna razón suya.

A continuación se trasladó a Sinaí para ayudar en el Monasterio. Además que deseaba él mismo permanecer también por un espacio de tiempo. “Quiero recordar todo lo antiguo y que se quede un poco tranquilo el barrio de la Santa Montaña Athos de tanta gente que viene”, dijo.

Encontró el lugar adecuado de permanencia, en la Santa Skepi y una kelia pequeña. Pero no consiguió quedarse por mucho tiempo. Ayudó en lo que pudo en el Monasterio de Santa Katerina y retornó a la Santa Montaña Athos. El mismo nos ha dicho en relación: “Fui a Sinaí para vivir allí por mucho tiempo, pero no pude. El día en que acordamos viajar a Jerusalén yo estaba con fiebre, muy mal de salud. Era imposible viajar;  Pero,¿qué hacer? El hombre conocido mío había hecho tantos sacrificios; ¿cómo le digo ahora que no puedo viajar?  Me quedé un poco en Thesalónica, me recuperé algo y me obligué a mí mismo y viajé. Primero fuimos a Jerusalén, porque quería primero venerar allí. Pero después del viaje hacia Sinaí con autobús me golpeó el aire en el pecho y cogí frío en el pulmón. Como sabes, tengo sólo un pulmón. Cuando llegamos estaba moribundo. El médico responsable de allí decidió ponerme inyecciones de cortisona. Le digo, “¡bendito mío yo desde el año 1960 no he tomado ni una aspirina y tú ahora me vas a poner cortisona!”. Pero insistió tanto que cedí. Apenas puestas las inyecciones de cortisona se derramó sangre en los intestinos. Entonces me puso inyecciones para pararla. Ya había llegado al final. Si hubiera muerto me hubiese quedado tranquilo. “¡Aah, cómo voy a morir!” Todavía tengo pecados que saldar”.

»Pero a continuación también me veía a mi mismo sin fuerzas. Después, el desierto había cambiado, no era tal y como lo había conocido antiguamente. Ahora los Beduinos no eran pacíficos y tranquilos, como en la época anterior en que estuvo. Ahora tenían coches, destornilladores y radios y uno veía allí en el desierto del Sinaí este espíritu mundano inquietante. Ahora uno encuentra más hisijía en el Monasterio que fuera en el desierto”.

12.11 Energías y operaciones de la divina jaris-gracia increada.   

Dijo el Santo: “Durante la visita de la divina jaris increada se sobresalta el corazón. ¡Una vez estaba orando durante catorce horas continuamente y en vez de estar cansado tenía paz, una alegría y deleite! En un momento pensé, si estoy en esta edad, también me faltan dos costillas, voy a ponerme el cinturón, me ato con una cuerda desde el techo y si tuviera también dos palos con forma de v para apoyarme con los sobacos, así podría continuar y darlo todo hasta donde lleguase. ¡Esto era! Apenas hice este loyismós, me derrumbé abajo y entonces salió todo mi cansancio. Me quedé por un cuarto de hora inmóvil. Era como si Dios me dijera que Su jaris es la que me mantiene y no el cinturón. ¡Y dirás que el loyismós era pecaminoso o tenía egoísmo! Pensé: “Ya que estoy en esta situación corporalmente, pues, debo tener cuidado! Cuánto más un loyismós orgulloso no podría expulsar totalmente la jaris increada. Qué fina y sutil es la vida espiritual y cuánto cuidado hace falta”.
***
Semejante acontecimiento vivió el Yérontas también en la Skiti “Santa Cruz”, el cual lo narró el 27-10-1978 de la siguiente manera: “Una vez estaba orando en pie por muchas horas. No sólo no sentía cansancio sino una indescriptible alegría, tanto que no quería interrumpir la oración. Para poder continuar lo máximo posible, intenté ceñirme un cinturón muy gordo. Pero no pude cogerlo y me derrumbé totalmente en el suelo como un rollo. Tanto rato Dios me mantenía y apenas quise añadir mi supuesta fuerza humana y cuidado, retiró Su fuerza, para indicarme qué valor tiene mi esfuerzo e intento”.
***
Otra vez nos narró: “Estaba en una vigilia y tenía mucho frío. Pensaba, cuando tome la comunión, que después de la Divina Liturgia iría a mi Kelia a envolverme con tres o cuatro mantas para calentarme.
»Paro apenas había comulgado, un calor comenzó a extenderse en todo mi cuerpo. Igual que la estufa eléctrica calienta poco a poco, así me sentí extendiéndose en mi interior la divina Jaris-gracia, energía increada.

12.12 Visión de niño orando

Relató el Yérontas: “Una vez rogaba a Dios para que me indicase cómo orar. Entonces ví en una visión a un niño conocido mío arrodillado con lágrimas confesándose a Dios y después elevando sus manos rogándole. Esta imagen me destrozó y dije: “Dios mío, perdóname, no he aprendido aún a orar”. Por eso la oración es bueno que empiece por la confesión general de nuestra vida y después la petición, en la que debe haber también doxología y gratitud.


12.13 “Cristo mío, bendígame…”

El 12 de marzo de 1984 sucedió un acontecimiento que el Yérontas lo narró unos días después de la siguiente manera: “Mientras estaba orando y contemplando el icono de Cristo, sentí algo en mi interior y cayendo al suelo dije: “Cristo mío, bendígame”, e inmediatamente sentí una fragancia por mucho rato inundando toda mi kelia. Incluso tenía una alfombrita llena de tierra y también esto despedía fragancia. Me quedé arrodillado  abrazando también a esta pequeña alfombrita con su polvo.

12.14 “¡Terrible visión!”               

El Yérontas un 11-4-1984, el martes (después de Pascua) a medianoche tuvo una visión referente al terrible crimen de los abortos. Se lo ha comentado a muchos y está publicado, y lo ponemos aquí porque es un tema de suma importancia, preocupa a muchos y quizás pueda ayudar a alguna psique. Mencionó: “Mientras había encendido un par de velitas, como de costumbre hago, incluso cuando duermo, para los que padecen de problemas psíquicos y físicos, en lo cual están también incluídos los difuntos, ¡veo una visión terrible! Había un campo de trigo, pero el trigo aún no había sacado espigas, apenas comenzaba hacerse paja o caña. Yo me encontraba fuera de la delimitación del campo y pegaba velas para los difuntos por la parte de fuera de una pared. A la izquierda había un lugar irregular, barrancoso y baldío, el cual se sacudía por un fuerte rugido de millares de voces afligidas, que hacía afligirse al corazón más duro. Mientras estaba sufriendo por aquellas voces espantosas y no podía explicar la visión, escuché una voz diciéndome: “Por un lado, el campo con el trigo sembrado, que aún no había sacado espigas, es el dormitorio o cementerio con las psiques de los muertos que resucitarán; y el otro lado, que es sacudido por voces espantosas, es el lugar donde se encuentran las psiques de los niños por los abortos”.

» Pero mientras intentaba recuperarme de la visión, no podía sin embargo recuperarme por la cantidad de dolor que sentí y no podía estirarme para descansar un poco, a pesar de que estaba cansadísimo por el recorrido y por estar en pié el día anterior!»


12.15 “La Panaghía”

Relató el Yérontas: “La pasada Cuaresma, 21 de Febrero 1985, se presentó la Panaghía vestida de blanco. Me dijo que sucederán muchas cosas en el mundo, por eso que me cuidé de coger… (Algo que concernía personalmente al mismo)”.

 Se manifestó cerca de la esquina en la parte noroeste de su Kalivi. Cuando el Yérontas la vio, dijo humildemente: “Panaghía mía, el lugar está sucio y yo también estoy sucio”. Pero desde entonces veneraba también hasta el lugar donde “se pusieron los pies”  de la pura Madre de Dios. Quería en aquel lugar sembrar flores para que no fuese pisado.

En el Calendario, el 21 de Febrero, apuntó criptográficamente este acontecimiento admirable de la siguiente manera: ¡La Panaghía! 10,39, antes de median… Totalmente vestida de Blanco Reluciente…
               
12.16 Sobre el Anticristo, el 666 y los carnets de identidad.

El Padre Paísios compartía las agonías y los sufrimientos de los hombres y respondía a sus problemáticas. Un tema, que daba mucho que pensar en aquel período a los fieles, era el tema de los carnets de identidad. El Yérontas también antes de la aparición del problema hablaba sobre las señales del Anticristo, dónde él creía que hacía falta. A continuación con motivo de la expansión del código de barras con el número 666 en los productos, y el intento del Estado de expedir nuevos documentos de identidad que contendrían –como más tarde ha sido revelado- cinta negra, el 666 y la forma del diablo, se expresó más sobre el asunto.

Entonces era peligroso para uno hablar sobre estos temas, por el miedo del engaño, pero también por la reacción. Padres espirituales con perfecta instrucción teológica evitaban  contestar a los fieles en relación a estos temas y mandaban a los hombres para que fuesen  informados por las opiniones del Yérontas. Al principio se había creado una confusión también dentro del espacio de la Iglesia, exceptuando algunos ejemplos iluminadores, algunos –menos mal pocos- expresaban y difundían opiniones engañosas y otros eran indiferentes.

El Yérontas tomó parte y posición hablando claramente. No se bastó sólo en responder a las múltiples preguntas de los fieles, sino que en el año 1987 escribió su conocida epístola: “Señales de los tiempos-666”8,  fue aceptada con mucho alivio y hasta hoy en día nos orienta. Muchos reconsideraron sus opiniones, y se pusieron de acuerdo con las opiniones del Yérontas. Porque había previsto que en el futuro haría falta, la escribió a mano y la firmó, para que no fuesen alteradas sus opiniones, las que mantuvo hasta su dormición.

8 Sugerimos y remitimos al lector que esta epístola ha circulado auténticamente en un manual que contiene también fragmentos de conversaciones grabadas sobre estos temas: Edición Kalivi de Anástasis, Kapsala 1995, ver también “Logos B”, del Yérontas Paísios, en la pag. 175-192.

Lo que dijo y escribió el Yérontas es fruto de oración, de sensibilidad espiritual y de información interior.

Quería que viviéramos la vida espiritual, que estuviésemos bien informados y preparados para sacrificios. Ni tampoco seamos indiferentes ni nos domine el pánico ni la agonía. Que nos caracterice un espíritu de confesión, donde sea necesario y según la posición que cada uno tenga.

A unos jóvenes que le preguntaron si debían casarse, porque podían suceder todas estas cosas apocalípticas, los incitaba a hacer familia y trabajar, porque también durante los años de persecución los Cristianos lo mismo hacían.

“Nuestros años”, decía, “son muy difíciles, tendremos que dar testimonio, quizás también sufrir martirios durante el chaparrón que caerá. Sólo con la vida espiritual uno puede salir a buen puerto. No debemos decepcionarnos. Estos años difíciles son una bendición, porque nos obligan a vivir más cerca de Cristo. Es una ocasión para más lucha (espiritual). La guerra de ahora no será con las armas, sino espiritual, contra el Anticristo. Intentará a engañar “si es posible también a los escogidos” (Mt 24,24). Todo será controlado por la bestia, desde Bruselas. Después de las tarjetas y del carnet de identidad, avanzarán hacia el sellado; coaccionarán a los hombres para que sean sellados en la mano o en la frente. Sólo los que llevan el sello podrán comprar, vender y ser asistidos. Los fieles que negarán, serán molestados y atormentados. Por eso desde ahora deben acostumbrarse a hacer vida simple y si pueden, tener algún terrenito en el campo o en el pueblo, unos cuantos olivos o algún animal para las necesidades de sus familias. El apretón durará tres años y medio. Dios no dejará sin ayuda a los hombres.”

Rechazaba la lógica y la táctica de algunos que decían: ¿Y qué, si me sello? Me santiguaré, haré la señal de la cruz en mi cabeza”, o tomaré el carnet de identidad y encima de esto marcaré una Cruz” o “desde mi interior no negaré”.

Decía en relación: “Si los Cristianos de hoy en día con su lógica vivieran el tiempo de las persecuciones, no tendríamos ningún mártir y testimonio. Los primeros Cristianos no utilizaban para nada la lógica (razón), sino que confesaban firmemente a Cristo y deseaban ardientemente  ser martirizados. Les ofrecían buenos puestos y les decían: “sólo tienes que decir que no eres Cristiano y en tu interior cree a tu Dios, pon un poco incienso, haz como si sacrificas y después no sacrifiques, haz como si comieras cosas impuras y tú come carne limpia, no pregones en este lugar, ves a otro”; y a pesar de esto con nada negaban a Cristo. Con alegría corrían para ser martirizados para el Cristo. Estaban ardiendo de divino eros.

»La Iglesia que tome una posición correcta. Tiene que protestar y pedir al estado por lo menos que el nuevo carnet de identidad no sea obligatorio. Explicar también a los fieles para que entiendan que, si toman el carnet de identidad, esto será una caída.

En conclusión el Yérontas creía que: “Detrás de la CEE se esconde la dictadura de los Sionistas. Una dictadura tan cruel sólo el diablo podría pensarla. El sello es negación; e incluso el carnet de identidad es negación (a Cristo). Cuando encima del carnet de identidad tienen el símbolo del 666 (Apo 3,17) y yo firmo, entonces la acepto esta cosa. Es negación, las cosas son clarísimas. Niegas el Santo Bautismo, te pones otro sello, niegas el sello de Cristo y tomas el del diablo. Una cosa son las monedas que tienen el 666 –dad al Cesar lo que es del Cesar… (Lc 20,25)- y otra cosa es el carnet de identidad que es lago personal.

»Incluso si uno acepta ser sellado por ignorancia o indiferencia, también pierde la divina jaris (energía increada) y recibe la energía demoníaca».

En pocas palabras esta era lo posición del Yérontas. Hablaba con certeza y claridad hasta el día de su dormición. Ahora conduce y enseña con sus escritos.

12.17 Fragancia de Santa Reliquia

Nos relató el Yérontas: “Estábamos caminando con el padre Paísio y los dos sentimos una intensa fragancia. Entendí que allí cerca estaba enterrada la reliquia de un santo asceta. El día siguiente me fui solo y localicé el punto de donde salía la fragancia. Tenía el propósito de cavar y encontrar la Santa Reliquia, pero después por alguna razón la dejé enterrada.


12.18 Sorpresas

Testimonio del padre N. Aghiorita: “Visité al Yérontas en la “Panaguda”, por primera y única vez el 1987 con Juan, un compañero de estudios. Tocamos varias veces la campanita, gritamos y esperamos. Volvimos a tocar la campanita y ninguna respuesta. Pleno silencio. De golpe oímos salmodiar en su Kelia. Eran muchas voces juntas y finas. Sobresalía el “Agios-Santo…” “Agios-Santo…”

-Están celebrando la Divina Liturgia y están en “Santo Dios…”, seguramente tardarán en terminar, por tanto mejor marcharnos, dije.
-No, vamos a esperar. Sólo que sin volver a llamar, dijo Juan.
»De repente pararon las salmodias y salió el Yérontas. Me acuerdo de su rostro; estaba fuertemente iluminado, ¡ nunca había visto nada semejante! Estaba solo, no había allí  nadie más. Pues, ¿qué sería esa multitud de voces finas”? Nuestra incertidumbre se culminó.
»Preguntó que cuántos éramos y entró de nuevo en su Kelia. Tomó la llave y vino a abrirnos. Nueva sorpresa: ¡El Yérontas no caminaba en el suelo! Se acercó a pasos lentos y dos o tres metros antes de llegar a nosotros, de repente sentimos una fuerte fragancia!
Nos quedamos perplejos.
-Bienvenidos, nos dijo, saludándonos.
»Nos indicó que nos sentáramos en unos troncos de madera y nos trajo lucumi-tipo de golosina. Preguntó que qué estábamos estudiando y tomando un motivo, comenzó a hablar sobre el beneficio de la oración y especialmente, cuando el cuerpo padece de alguna enfermedad. “Entonces nuestro salario es completo”, nos dijo. Mientras estaba hablando, de repente se agachó hacia abajo con la mano en su vientre. Entendimos que padecía de hernia. Amablemente nos dijo:
-Perdonadme, padezco de esto… Pero ahora os tenéis que ir.
»Nos reclinamos para recibir su bendición, nos tocó cariñosamente en la cabeza y nos marchamos. Hasta hoy no había manifestado estos acontecimientos admirables que fuimos dignos de vivir aquella bendita mañana”.

12.19 Operación quirúrgica de la hernia

Un día en que estaba haciendo pequeños iconos en la prensa, por el apretamiento y la presión sufrió hernia. Tal y como se rompe un tela, así se rompió también su pared abdominal y desde entonces sufría también esta cruz. A pesar de esto en las vigilias comunes se quedaba de pie durante horas, y cuando tenía gente, por regla general los veía estando de pie, para que no le retrasasen mucho. Las súplicas de sus conocidos médicos y de sus hijos espirituales, no eran escuchadas. Intentaba con sus formas prácticas mantener simplemente esta situación.

Un vez que había salido del Monasterio Surotí fue a verle un médico y se ofreció a ayudarle:
-Yéronta, ¿qué problema tiene usted? Por si puedo ayudarlo.
-Tengo hernia, pero no puedo operarme. Déjelo, algo tengo que tener. Es una gran cuestión tener algo, tú sufres y ruegas a Dios por esto, pero oras también para los otros. En este caso Dios escucha mucho la oración del que padece y pide por los demás para que se hagan buenos y se sanen.

Esta situación duró algunos años y se fatigó inimaginablemente. Le dolía mucho, pero no lo indicaba. Por lado derecho ya no podía acostarse. Sus deberes espirituales los hacía, pero con dificultad y dolores.

Finalmente, ceñido con un cinturón especial y con un bastón, enfermo y dolorido, inició el viaje hacia el Sinaí. Pero el médico que le vio en el Monasterio de Surotí, no le dejó continuar su viaje. Debía pasar por el quirófano urgentemente. Su estado de salud estaba crítico y no cabía ninguna demora.

Así, en vez de en el Sinaí, se encontró en el quirófano, sin su voluntad. El piadoso médico señor Gheorgios Blantzas quien le operaría, estaba un poco triste por el desenlace de la operación. El Yérontas lo entendió y le dijo:
-No temas Gheorgios, he visto la operación… Todo irá bien. Sólo quiero que no escribas Monje Paísios, sino Arsenio Eznepidis.
-¿Por qué, Yéronta?
-Porque va a venir gente y sufriréis.

Realmente se realizó la operación, todo fue bien, tal como predijo el Yérontas. Los médicos y las enfermeras no se dieron cuenta de quién era ese monje; sólo decían: “Este monje es un misterio. Por aquí han pasado muchos monjes, pero este era diferente”.

El Yérontas ingresó en el Hospital Theagenio de Thesalónica el 12 de noviembre del año 1987. Se operó de una hernia en la ingle y salió el 18-11-87 con mejoría.

Después, sin recuperarse bien del todo y sin entrar a la Santa Montaña Athos, se fue por poco tiempo al Sinaí.

12.20 La película blasfema

En el año 1988 se había creado un escándalo en toda Grecia por la película blasfema del Escorcese, “La última tentación” que estaba basado en la homónima obra de Kazantzakis.

Más allá de reacciones aisladas del piadoso pueblo helénico, se decidió por la Iglesia hacer una protesta concertada, el 6-7 del Noviembre del mismo año. Se pidió también la participación de la Santa Montaña Athos.

Pero algunos reaccionaron negativamente. No lo consideraban tan espiritual ocuparse con este tipo de temas diciendo con desprecio de ellos hacia esta obra que esto sería causa para que sea más proyectada.

El Santo tenía una opinión totalmente contraria: “En el período de la iconoclastia”, decía, “cien Cristianos defendieron vigorosamente el icono de Cristo en el Santo Altar y sufrieron martirio por esto. Ahora que es blasfemada la persona de Cristo no debemos estar indiferentes. Si viviéramos en aquella época nosotros “discernientes” y “gnósticos” diríamos a los cien mártires: “Así no operáis espiritualmente; ignorad al de la espada que sube a derribar el icono, y cuando la situación cambie, pondremos en su lugar otro icono, y sobre todo más bizantino”. ¡Esto es lo terrible! Nuestra caída, nuestra cobardía y nuestra acomodación, las presentamos como algo superior!”

La manifestación sobre la película blasfema la consideraba como confesión de fe, por eso acudió a respaldar a la Iglesia combatiente. Además de sus particulares exhortaciones, firmó junto con otros padres un manifiesto hacia el Santo Monasterio de Kutlumusíu, expresando su deseo de participar en el éxodo-salida de los monjes Aghioritas a Thesalónica para la manifestación en relación. Con su posición ayudó, de modo que la Santa Comunidad decidiera la participación oficial y multitudinaria de la Santa Montaña Athos. La presencia del Primer Oficial de Athos, la mayoría  de representantes, higúmenos y cien monjes Aghioritas trajeron mucho entusiasmo y conmoción a la multitud concentrada en Tesalónica. Especial sentimiento provocó la presencia del Yérontas. Durante toda la manifestación se quedó en pie, a pesar de los serios problemas de su salud. Al final peligró de ser aplastado por las manifestaciones de devoción de la multitud.

Incluso tomaron parte en ella monjes y monjas de monasterios del mundo y multitud de gente. La operación concertada y las oraciones de todos y del Yérontas trajeron resultados beneficiosos. El Estado prohibió la proyección de la película blasfema. Así se evitó “la última tentación”. Ojalá que sea la última.

12.21 Ve la jaris (energía increada) del Sacerdocio

Un día sonó el hierrecito. (Era una antigua pieza de arado colgada en el cerco que los peregrinos tocaban con un hierro para avisar al Yérontas”. El Yérontas miró por la ventana y vio a una decena de personas esperando. Saliendo de su Kalivi para abrirlos, decía caminando hacia la puerta del patio: “Un militar del ejército que no lleva su gorra ni su uniforme, puedes pegarle que posiblemente que no te pueden hacer nada. Sólo uno de todos ellos habló, diciendo: “Yéronta nosotros también somos para que nos peguen”, (Sólo éste entendió el significado y sentido de la palabras del Yérontas, porque le concernían, mientras que para los otros eran incomprensibles).  Una vez que los abrió y pasaron dentro, a éste le llevó aparte y sin preguntarle nada, le dijo: “Mira, esto que haces no es correcto, porque la gente ahora va a creer que has hecho algo. Tienes que ponerte las sotanas, dejarte barba y una vezque te confieses a tu Obispo, rogarle que te ponga en algún despacho”. Naturalmente no debes celebrar Divina Liturgia, pero debes permanecer como cura para que no se escandalice la gente”.

Este había sido ordenado sacerdote en el extranjero. Después posteriormente leyendo el Pidalion, se concienció de que no era digno de hacerse sacerdote. Por eso él sólo decidió dejar el sacerdocio, quitándose las sotanas, y cortándose la barba y el pelo. El Yérontas reconoció la inextinguible jaris de la Santidad o del sacerdocio, “vio” el problema del sacerdote y le dio su consejo con discreción.

12,22 “Metamorfosis”

Era 28 de septiembre del año 1992. En una Kelia de Kapsala se hacía una vigilia en honor a San Isaac el Sirio. Entre los padres se encontraba también el Padre Paísios que tenía especial devoción por San Isaac. Participaba en la vigilia de una Kelia pequeña que estaba a continuación de la pequeña Lití.

Antes de la entrada a Vísperas los salmistas estaban todos en el coro derecho y salmodiaban el doxastikón. En la pequeña Capilla dominaba intensamente un ambiente regocijante. Todos estaban escuchando con atención. En la vigilia participaban observando también dos libaneses Ortodoxos, un clérigo y otro joven, y en aquel momento estaban de pie en los asientos del coro izquierdo. En un momento el clérigo se giró para decir algo al joven y ve al Yérontas estando de pie, elevado a 25 o 30 centímetros del suelo, teniendo en su mano izquierda el komposkini y encontrádose entero dentro de una luz. ¡Las partes descubiertas de su cuerpo, su rostro y sus manos, radiaban luz, una luz muy fuerte! Contemplando el espectáculo sobrenatural y no acostumbrado quiso decir algo pero no le salía. Viendo la sorpresa del clérigo también el joven se giró hacia atrás y también él vio el mismo espectáculo. El Yérontas tenía un poco agachada la cabeza, observándose a sí mismo. Parecía contento y sonreía. De repente no pudieron contemplarle siendo deslumbrados por la luz que había aumentado. Cuando después de poco rato consiguieron otra vez levantar sus ojos para mirarle, ya le vieron en su estado natural.

Pero el mismo espectáculo veía también otro Sacerdote Ortodoxo extranjero desde el Altar. La puerta de la kelia, la Iglesia y la Santa Entrada estaban como en una línea y abiertas. La pregunta que surge espontáneamente es, cómo de tantos padres que estaban presentes sólo lo vieron tres. En la vigilia se encontraban veinticinco personas, pero el Yérontas “se metamorfoseó delante de los tres”.

Quizás es poque solo estos tres eran dignos; quizás porque así lo economizó Dios por aluna razón que sólo Él conoce. Uno de los testigos presentas estaba construyendo un pequeño Monasterio en su país. Llevaba consigo los planos para enseñárselos al Yérontas, pero se le pasó este loyismós: “¿Qué te va a decir el padre Paísios? ¿Qué es el Paísios, si acaso es un Profeta?” Y el buen Dios le indicó “quién y qué es el padre Paísios”.

12.23 Responde a su loyismós

Testimonio escrito de K.D.: “Vi al Yérontas tener enrollado en su mano su komposkini. Pensé en darle el mío y tomar el suyo. Allí al lado donde estaba sentado, se gira y me dice sonriendo:
-Esto que estás pensando no se puede hacer. Mi komposkini es de trescientos nudos, en cambio el tuyo es de cien.
»La próxima ven compré uno de trescientos nudos y se lo enseño diciendo:
Yéronta ahora no te escaparás de mí; ahora te quitaré el komposkini.
-Si supieras lo que me pides, no lo harías. Pero, bendito sea, tómalo.
-No, le dije.
-No insistas. Ya que lo quieres, tómalo.

»Lo tengo aún guardado como bendición y amuleto».

12.24 “Tienes pies rotos”

Testimonio escrito por Constantino… de A.: “Era la primera vez que visitaba al padre Paísios. Me preguntó:
-Kosta, ¿cómo has venido aquí? Tú tienes los pies rotos.
»y continuó:
-Constantino, Dios, para llevársela, la amó mucho más.
-¿Cuál, padre?, pregunté con sorpresa.
-Tu prometida.
»Efectivamente, en el año 1991 me sucedió un accidente grave, me había roto los pies y había muerto mi prometida».

12.25 Terapias de enfermos

El señor E.A. odontólogo de Tesalónica, narró lo siguiente: “Estaba entristecido, porque mis dos hijos estaban enfermos. Me fui a la Santa Montaña para ver al padre Paísios. Fuera de su Kelia esperaban muchas personas. Después de un rato abrió la puerta y apareció: Dijo: “Valientes, en un par de minutos, no más, os veo…”.

»Al cuarto de hora se giró y me dijo: “Ven, Evánguelos…”, sin conocerme; primera vez que le visitaba. Fui, pues, y le dije: “Padrecito, yo con dos minutos no tengo bastante, porque estoy muy triste. Vine para deciros que quemaré tres Iglesias. Dile al Diosecito que deje de golpear a mis hijos. ¿Qué le han hecho?

»Me escuchó con atención y por segunda vez me llamó por mi nombre, sin saberlo:
-Escucha, Evánguelos. Tus hijos se pondrán bien.
»Después me regaló una Cruz hecha a mano por él con Reliquia de San Arsenio. Así fue mi primera relación y conocimiento con mi querido padrecito.
»Mi hija tenía soriasis. Cada dos o tres días su cuerpecito se hacía de arriba hasta abajo como de una serpiente. Habían pasado 15 días desde mi primera visita y no había aparecido absolutamente ninguna señal de la enfermedad, excepto un granito en la rodilla. Tomo una servilleta conmigo y vuelvo a ir a la Santa Montaña para agradecer y lavar los pies del padrecito, cosa que naturalmente no aceptó. Le encontré cavando, y antes de darme tiempo a decirle algo, me dijo: “Evanguelos, ¿qué has venido a decirme? ¡Qué tu hija tiene un granito en la rodilla? El Dios lo ha dejado esto para que se acuerde de su enfermedad”.

»Mi hijo padecía de una enfermedad seria. El desenlace de la enfermedad era dudoso. Los médicos no hacían ningún pronóstico seguro.
»La tercera vez que había ido al padrecito llevé también conmigo a mi hijo. Era un niño. En el Monasterio todos los monjes que lo veían me decían: “¿Por qué está durmiendo el niño?” Así era la expresión de sus ojos.
»El padrecito apenas nos vio, le dijo a mi hijo: “Venga, bienvenido mi muchacho valiente”. Había una roca muy pesada. Intenté levantarla pero no pude. El padrecito le dice a mi hijo: “¿Puedes levantar esta roca?”. El pequeño fue y la levantó. ¡Será posible! En aquel momento el padrecito se arrodilló a la altura más o menos del niño y le dijo: “A partir de ahora no tienes nada”.

»En aquel momento sus ojitos se abrieron. Ya no tenía su carita dormida que yo como padre estuve viendo durante dos o tres años. “Junto con la piedra que tiró, se marchó también la enfermedad del niño”, dijo el padrecito. Y realmente hasta hoy en día mi hijo doxa-gloria y gracias a Dios, está muy bien.
***
Un monje que padecía durante años de estreñimiento que a continuación le producía hemorragia. Se había creado una herida abierta, por la que perdía mucha sangre. Cuando lo supo el Yérontas, se compadeció. Se acordó de sí mismo que sufría la misma patología, cuando estaba el el Santo Monte de Sinaí.

Al principio indicó al monje soluciones prácticas pero poco le ayudaron y la hemorragia no cesaba. A continuación el hermano acudió a los médicos, utilizó también fármacos, pero sin resultado. El Yérontas estaba observando su situación preguntando siempre cómo estaba con interés sobre su estado de salud. Una vez que le encontró después de los tres días de la Semana Limpia, al comienzo de la Gran Cuaresma, le dijo: “Estaba pensando en ti, cómo lo harás estos tres días en el estado que estás”.

Pero la próxima vez que lo encontró, fue con pasos rápidos cerca de él y, sin haberlo saludado ni decirle cualquier otra cosa, le preguntó cogiéndole de los brazos y esperando con agonía la respuesta: “¿No estás bien ahora; dime no estás bien?” El monje se extrañó y respondió: “Sí, Yéronta, ahora sí, doxa-gloria y gracias a Dios estoy bien”. Y realmente estaba bien, porque no sólo había parado la hemorragia sino que desde entonces había desaparecido también el estreñimiento.

El Yérontas al principio intentó ayudarlo con medios humanos. Pero cuando vio la insuficiencia de ellos, acudió a Dios por la oración. En efecto, tenía una intuición interior de que su oración había sido escuchada, y simplemente lo estaba comprobando.
***
Testimonio del señor K.S. profesor: “Un Domingo, mientas me encontraba en la Iglesia, sentí un peso en el pecho. El día siguiente visité a un cardiólogo y con el cardiograma que hice se comprobó que mi corazón tenía un problema. Por consejo del cardiólogo hice un test de cansancio o fatiga, que dio positivo. Se hizo el diagnóstico y se supo que el problema estaba en los conductos o vasos coronarios y me recetaron para un año tomar fármacos. Después de nuevo hice un test de fatiga, y otra vez, salió positivo. Los médicos vieron que mi problema no se superaba con fármacos y me aconsejaron que hiciera una coronografía. Naturalmente me entristecí y me asusté. Acudí a Dios con oración y mandé una carta para que fuese informado también el Yérontas. Me respondió mediante el padre H., que iba a orar y todo iría bien. Me animé y decidí hacer este peligroso  examen, el 5-3-1992. Durante el momento de la coronografía, mientras estaba tumbado en el quirófano, mi nus estaba cerca del Yérontas y rodeaba por fuera y por dentro su Kelia. El examen terminó y los médicos parecían satisfechos, pero también a la vez estaban sorprendidos. El médico que me acompañó fuera del quirófano me miraba extrañamente y estaba sorprendido. Cuando me recuperé algo le pregunté: “¿Qué sucede doctor?”Aquel me respondió: “Es curioso, tu corazón tiene una rareza. Mientras que estábamos seguros que localizaríamos el problema en los vasos coronarios, comprobamos no solo que el problema no existía, sino que los vasos coronarios de tu corazón son también de buena calidad. Esto no se explica medicinalmente, sino sólo como una rareza de tu corazón”.
»Le contesté emocionado: “Doctor, mi corazón no tiene una rareza, sino que su estado saludable es un milagro que se debe a las oraciones del monje Aghiorita”.»


12.26 “Tomaremos la Polis (Konstantinopla)”

Un grupo de alumnos de la escuela Athoniada (de Athos), acordaron preguntar al Yérontas si tomaremos la Polis ( Constantinopla) y si estarán vivos entonces.

Fueron al Kalivi del Yérontas, tomaron la invitación, pero tenían vergüenza de preguntar. Uno hacía señal al otro y finalmente nadie se atrevió a preguntar. Entonces el Yérontas les dice: “¿Qué pasa, valientes? ¿Qué queréis preguntar? ¿Sobre la Polis? Pues la tomaremos y además estaréis vivos”.

Un alumno transmitió las palabras del Yérontas al maestro Constantino Malidis que era buen cristiano y ardiente patriota. Él vino con interés a informarse y asegurarse mejor por el mismo Yérontas, y preguntó sobre la Polis. El Yérontas le respondió: “Constantino, deja estas cosas, no son para nosotros. Nosotros debemos estar preparándonos para la otra Polis”.

Esto fue un preaviso de la cercana muerte de ellos dos; y realmente no tardó en marcharse primero Kostantino y después el Yérontas para nuestra Patria verdadera y celeste, “la nueva polis”, la Jerusalén de arriba.


12.27 “Que pidas perdón”

Testimonio del señor Fotio Papadópulos, de origen Pontio de la ciudad de Drama: “Una vez salí de Kariés para visitar al Yérontas. Delante del Monasterio de Kutlumusíu encontré a un joven que quería ir a ver al padre Paísios. “Iremos juntos”, le dije. Apenas llegamos el Yérontas me dice: “Pontios, ¿por qué le traes éste aquí?”. Le expliqué que no está conmigo, sino que lo encontré por el camino. Me dice: “Llévalo de aquí, que se vaya de aquí; ¿sabes lo qué hizo?”. Dijo enfadado el Yérontas al joven: “Vete de aquí, para que no te vea. Lo que has hecho es imperdonable. Primero vete y pide perdón a la chica, y una vez que te haya perdonado, después regresa”, y le expulsó, cosa inusual en el Yérontas. Primera vez que vi al Yérontas así.
»Después, bajando hacia el Monasterio Ibiron, me confesó el joven que, mientras esperaba la novia en la Iglesia para casarse, pasó por allí una amiga suya y él se fue con ella. Así se anuló la boda.


12.28 “Debes tener nobleza espiritual”

Un clérigo de un monasterio del mundo, nos narró: “En Agosto de 1993 fui hospedado en un Monasterio Cenovio de la Santa Montaña Athos. El Higúmeno y los padres del Monasterio me ofrecieron quedarme a vivir allí con ellos y yo oraba para que Dios me indicara Su voluntad. Un día visité al Yérontas en “Panaguda”, simplemente para recibir su bendición. Pero tuve muchas sorpresas.
»Me llevó aparte y me preguntó: “¿De dónde eres, páter?” Le contesté. Me dice el padre Paísos: “Páter debes permanecer en tu Monasterio”. Me quedé anonadado. Y prosiguió: Tendrás tentaciones, pero harás  paciencia, porque debes pasarlas hasta que venga aquella hora”. En mi interior pensaba: “No entiendo qué son estas cosas que me dice”. Pero ahora que las he pasado y estoy pasando tentaciones, entiendo sus palabras.
»Después me dijo: “Que tengas nobleza espiritual. Es decir, cuando hablas con los jóvenes, no presionarlos. Esto es nobleza espiritual. Respetar al otro, sin presionarlo”. Entonces empezó a instruirme y decirme las cosas que he hecho en mi Monasterio. Me quedé sorprendido por cómo podía saber el Yérontas cuando hablaba con los jóvenes y los presionaba más sobre el tema de la confesión. A continuación añadió: “Si Dios quisiera, podría en un minuto hacer que se arrepienta todo el mundo. Giraría el botón a los 7 grados Richter, provocaría un seísmo y verías a todo el mundo hacer grandes santiguaciones. Pero esto no es metania verdadera. Esto es metania obligatoria y no tiene valor. Por eso tú no presiones”.»


12.29 Movimiento del candil

Testimonio de un anónimo: “Un año, cuando estaba terminando mi permanencia en Athos que cada año visitaba, fui a despedirme del anciano (San Paísio) y le dije: “Salgo al mundo con miedo y quejándome, porque en mi interior no ha cambiado nada. Mis problemas permanecen sin solucionarse. Pero si quieres y tienes pena de mí, porque solo tus palabras son pobres y débiles y no pueden cubrir mi drama, ruega a Cristo que se mueva un poco su candil como confirmación de tus dichos”.

»Y entonces, mientras estaba ojeando y mirando una vez al icono de Cristo en el templo de “Panaguda” y otra vez al padre Paísio “quien estaba orando en silencio”, se movió rítmicamente el candil de Cristo. Y con mi dedo temblando cogí un poco de aceite  y me hice la señal de la cruz en mi frente.

»El Yérontas me dijo: “Se movería también el candil de la Panaghía, pero después creerías que se movió por el viento”.»

12.30 “Viene…”

Testimonio del monje Pablo de gran Laura: “Con el bienaventurado Yéronta-Paísio me había encontrado muchas veces en su asceterio, en “Panaguda”. Se trata de un auténtico asceta y un hombre santo. Era apacible, pacífico, sin hipocresía, pobre, prudente, afable, hombre de oración y agapi, poseedor de raros carismas espirituales y de un altísimo entendimiento.

»Un poco antes de la dormición del siempre memorable Yérontas, le visité, para pedirle consejo para beneficio. Me acerqué a su Kelia, pero no había nadie allí, pero las dos puertas estaban abiertas. Salió el Yérontas, le hice una reverencia y después como de costumbre, me senté provisionalmente en una banqueta de madera y comencé a explicar mis pensamientos.

» Aquel estando en pie, iba y venía y murmuraba en voz muy baja periódicamente: “Viene…”, “Ah, éste es…”, “Mm…”, indicando con este movimiento que alguien venía a su encuentro. La escena duró sobre los diez minutos, así que yo viendo que no se fijaba en lo que decía, pensé: “Él no me atiende”. Antes de terminar el pensamiento me dice de forma fuerte: “Tú habla, yo te escucho”. Yo continué, sorprendiéndome. En un momento pensé otra vez: “El no me atiende” y aquel inmediatamente responde: “Tú di, yo te escucho”.

»En poco rato se oyeron pasos y vino el Justo de la Santa Skiti del Profeta Elías hieromonje Joaquín con su diácono hieromonje Pablo. Después del saludo, Pablo y yo nos alejamos. Le pregunté:
-¿Os habíais puesto de acuerdo con el Yérontas?
-No, porque no tiene teléfono. Primera vez venimos. ¿Por qué preguntas?
Le comenté lo sucedido.
»Y el padre Pablo dijo: “Es verdad esto que dicen sobre el Yérontas de que tiene el carisma de prever”.


12.31 El jefe Hinduista

El Yérontas ayudaba a muchos que se habían liado con el yoga y las religiones occidentales. Menciona un miembro antes jefe de un movimiento hinduista “Jari Crisna”:

«Yo sobre el Yérontas Paísios oí cuando estaba en Italia. Nos habíamos reunido los jefes de la organización de cada país de Europa y conversábamos. Allí dentro escuché sobre Paísios. Le presentaron como un yogui que apareció en Grecia, y decidí conocerlo.

»Vine a Grecia, conocí al Yérontas y empecé a entender mi error. Cuando les dije que me quiero marchar me  guerrearon mucho. Yo que dirigía toda la organización y rondaba por toda Europa, tenía miedo ya para entrar hasta en el autobús. Sentía una tremenda dificultad, incluso para las cosas mínimas. Percibía y sentía que mi psique estaba paralizada. Dolor y miedo. Había concedido muchos derechos al diablo, pero el Yérontas me ayudó a escapar. Si no fuera por el Yérontas que me cubrió con sus oraciones, no podría escaparme por nada del mundo de las energías satánicas.»

Más tarde este joven hizo una confesión pública en un Templo Santo de Atenas y ha vuelto a ser recibido de nuevo en el seno de la Iglesia Ortodoxa con el misterio de la Crismación o Unción.

12.32 El discípulo de Maharatzi

Había ido al Yérontas un rico que por muchos años había sido discípulo con toda su familia del gurú hindú Maharatzi. Había recibido la iniciación que daba el gurú; es decir, “había recibido el conocimiento”, como lo llaman ellos en su lengua. Viajaban por grandes ciudades de Europa para ver a su gurú pagando mucho dinero.

El Yérontas con su carisma de prever reveló varios acontecimientos de su vida, y le aconsejó trabajar, aunque no tenía necesidad económica, porque el trabajo le haría bien.

Impresionado por los carismas espirituales del Yérontas, le preguntó sobre la meditación y las diversas otras técnicas.
-Mira hijo mío, le interrumpió con bondad el Yérontas. No tienen importancia las técnicas. Vosotros también lo intentáis, pero allí a donde caváis no hay oro sino diablo. El oro es el Cristo.


12.33 El Yérontas y los jóvenes

El Yérontas tenía especial relación espiritual con los jóvenes. Los amaba realmente como hijos suyos, se interesaba por que encontrasen su camino y oraba por ellos. Les ayudaba a superar las dificultades y sus problemas. Se compadecía junto con ellos. Ellos sintiendo su gran agapi, le tenían ilimitada confianza, le obedecían, y le adoraban literalmente. Veías en su Kelia los jóvenes que vivían espiritualmente y querían dedicarse a Dios y los otros que querían hacer familia, pero también a los adictos a las drogas, a los anarquistas, confundidos y desviados, a los enfermos psíquicamente y a los desesperados pensando en el suicidio. Ya que con los consejos del Santo se convertían, se arrepentían y se volvían a sí mismos, y a continuación le visitaban transformados espiritualmente pero también eran como predicadores de la metania a sus amigos, que los llevaban junto con ellos al Yérontas. Para que se vea el modo y forma de ayuda, señalaremos indicativamente algunos incidentes:

***

Ayudó a muchos drogadictos a desintoxicarse y a limpiarse de las drogas. Al principio conseguía despertar el interés y comunicarse con ellos ganando su confianza. Le observaban con interés y aceptaban sus consejos. Muchos con su oración y su ayuda fueron liberados del pazos y se hicieron Cristianos ardientes y buenos padres de familia. Decía con compasión: “Pobrecitos, no pueden recogerse; la juventud de hoy en día se hace inutiliza a sí misma”. El mismo les ataba los cordones de sus zapatos, echaba las moscas que les molestaban y los arreglaba el pelo que caía sobre sus ojos. Los aconsejaba que fueran a confesarse, que hiciesen una vida espiritual, encontrar un trabajo sencillo para que estuviesen ocupados. Les aconsejaba que comieran zanahorias y les daba también otras instrucciones prácticas. Les mandaba al ambiente adecuado para su desintoxicación, les ayudaba a incorporarse a la sociedad y crear una familia.

Un joven drogadicto intentaba cortar su pazos por el que sufría el mismo y su familia. Aunque en su interior tenía una vaga e indefinida imagen sobre el padre Paísios, a pesar de esto puso su última esperanza en el Yérontas. “Éste tendrá algún fármaco para dejar la droga”, pensaba cuando estaba bajando hacia “Panaguda”. Apenas le vio  el Yérontas le dijo sonriendo: “Ven, ven; tengo unas pastillas buenas para ti”, y le puso en su mano unas avellanas.

Realmente sus “pastillas” dieron resultado y se hizo el milagro. ¡La drogodependencia del joven a las drogas se cortó de golpe!
***
Testimonio de un anónimo: “Una vez vi a un estudiante conocido homosexual que vino a ver al padre Paísios. Después de la conversación vino en metania y cambió su vida. Después le encontraba en las vigilias de Tesalónica detrás de una columna derramando muchas lágrimas. Lloraba en silencio y serenamente. Admiré la misericordia de Dios y la metania del hombre, pero también la jaris del Yérontas que conseguía convertir en honesto y honrado al indigno, “…si te vuelves porque yo te haga volver, estarás en mi presencia; y si sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca...” (Jer 15,19). Le encontré otra vez en “Panaguda” llevando también a otros como él, jóvenes que iban por el mal camino, para que ellos también fueran ayudados.

El Yérontas recalcaba especialmente a los jóvenes la pureza diciendo: “Sepan que los jóvenes que hoy en día se mantengan puros y castos, serán enumerados con los mártires de nuestra Iglesia en la hora del Juicio”.
***
Son muchos los casos de fumadores empedernidos que  dejaron de fumar gracias al Yérontas. Sus palabras no eran consejos simples sino que llevaban fuerza. Llevaban la disposición y ganas del rechazo al cigarro y se cortaba el deseo de fumar. Pero más ayudaba con su oración.

Testimonio de un anónimo: “Vine para hacerme monje. No me puse el gorro, porque aún no podía dejar de fumar. Fumaba entonces dos paquetes al día. Lo intentaba; rompía, tiraba los paquetes y después el día siguiente iba, los encontraba y fumaba. Aunque me avergonzaba, fui y se lo dije al Yérontas. Me respondió:
-Te levantarás no tengas miedo, y le golpeaba consoladoramente en los hombros.

»Eran las diez de la mañana. Hasta por la noche no pensé para nada el cigarro. Desde entonces lo dejé por las oraciones del Yérontas. Para mi esto fue un milagro».

Relata otro peregrino: “Visitamos al Yérontas y allí donde nos sentamos, saqué el tabaco. Encendí un cigarro inconscientemente, porque fumaba tres paquetes diarios. El Yérontas me quita el cigarro y me dice: “No volverás a fumar hasta que los alemanes inventen la máquina que podrá limpiar a los pulmones”. En el Monasterio que pasamos la noche me dí cuenta de que después de tres horas no había fumado, pero tampoco tenía el deseo ya de fumar. Dejé el tabaco totalmente.

***
Jóvenes, indiferentes, venían a ver al Yérontas. No querían ir al servicio militar y encontraban un montón de pretextos y justificaciones. Les mencionó sus propios incidentes en el ejército y otros ejemplos. Los jóvenes después pedían bendición al Yérontas para alistarse a las fuerzas especiales del ejército. “Hijos míos, debéis hacer el servicio militar y a donde os manden id”, decía.
***
El Yérontas decía que nuestra Iglesia enseña dos caminos. El monaquismo y el matrimonio. Consideraba anormal que uno no siguiese uno de los dos caminos.
»El buey no va ni al yugo ni a arar, va al carnicero”. Ayudó a muchos jóvenes a seguir sus inclinaciones y hacerse monjes o hacer familia. Muchos indecisos que no valían para monjes, les incitaba a que hicieran matrimonio.  Cuando querían enviarle algo, se negaba diciendo: “Yo quiero bombones”, o “envíame la invitación de tu boda”. Otros para ayudarlos los ponía un “canon” bueno, diciéndoles: “Sin anillo no volváis a venir por aquí”.
***

Una vez vino un joven con pelo largo, como la cola del caballo. El Yérontas le preguntó:
-Eh, valiente, ¿qué trabajo haces?
-Soy estudiante de la Universidad.
-¿Tienes créditos para aprobar?
-Tengo ocho.
-Si quieres aprobarlos, ven y yo te pelo, le dijo sonriendo el Yérontas.
Entró en su kelia trajo la tijera y le cortó el pelo. El joven lo consideró como bendición; se lo dijo a otros y ellos también venían a recibir similar bendición. “He hecho muchas kurés-curas (palabra con dos significados: pelados y ordenaciones), decía sonriendo. ¿Yéronta qué haces con el pelo de ellos?”, “Lo guardo y se lo siembro a los calvos”, respondía bromeando.

Y en otro momento mencionó humildemente: “Si existe la posibilidad de salvarme, será por las bendiciones de las madres. ¡Sabes cuántas cartas recibo de madres conmocionadas agradeciéndome porque convencía a sus hijos de cortarse el pelo y quitarse los pendientes! No quería que los hombres llevasen pelo largo, porque lo consideraba feminidad, mencionó el pasaje del apóstol Pablo: “¿No os enseña la misma naturaleza que es una afrenta para el hombre la cabellera, mientras que es una gloria para la mujer?” (Cor 11,14.15).
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Le visitaron unos jóvenes de Australia. Querían la vida espiritual, pero amaban también las diversiones mundanas. Le preguntaban sobre el baile e intentaban extraer del Yérontas su consentimiento de que el baile es buena cosa. Los respondió: “Hijos míos, vosotros sois, supongamos, como que queréis subir a Athos (la cima) y, como no podéis, queréis que bajemos aquí a Athos para decir que habéis subido”.

***
El Yérontas consideraba destructiva la influencia de la televisión para todos y especialmente para los niños y los jóvenes. Se refería con dolor a casos de niños cuyos padres, para tener su tranquilidad, los dejaban muchas horas viendo la televisión, con el resultado de ser destruidos intelectual, psíquica y físicamente. Recalcaba además el perjuicio y el daño que trae al cuerpo la radiación que irradia a los recién nacidos bebés y a los niños pequeños. Incluso hablaba también de las influencias demoníacas. Por eso cada vez que tenía oportunidad desaconsejaba ver la televisión y aconsejaba  que la tirasen a la basura fuera de sus casas, ofreciendo a los niños algo espiritual (vidas de santos, vigilias y excursiones a lugares espirituales) o algo neutro (juegos inocentes y excursiones). Decía: “No dejéis a vuestros hijos ver la televisión. La televisión llega sólo hasta la luna, pero la televisión espiritual llega incluso hasta Dios”.

Una vez conversaba con un grupo de jóvenes. Más allá estaba sentado un profesor joven. Pensaba en algo que le preocupaba últimamente: “¿Vale, para otras cosas, la televisión, no; no lo discuto; pero quizás debería, para tener una información básica, seguir los boletines de noticias?”. En aquel momento el Yérontas se giró bruscamente hacia el profesor y le dijo: “¡Tampoco las noticias!”, y volvió a girarse hacia los jóvenes, continuando la conversación con ellos.

Un recién casado, conversando con el Yérontas, le rogó que le diera un último consejo. Le dijo: “Dile a tu mujer que no vea la televisión, porque vuestro niño nacerá enfermizo o tonto.” Después de una pequeña interrupción recalcó: “Que tampoco vaya a casas de familiares para verla”. Su cónyuge acostumbraba a ver la televisión en casa de su madre.

***
Testimonio del monje Paísio: “Era estudiante de derecho y visité al Yérontas el 22 de Agosto de 1988 con mi compañero Gregorio. Por primera vez visitaba la Santa Montaña Athos, después de sugerencias de conocidos míos, porque vivía alejado de la Iglesia. Más bien fui por turismo espiritual, pero también quería demostrar al Yérontas que no existe Dios y malamente ha derrochado tantos años como monje.
»Sobre las cuatro de la tarde llegamos a “Panaguda”. Encontramos alrededor de treinta personas esperando. Tocaban insistentemente la campanita, pero el Yérontas no aparecía. Nosotros fuimos por la puerta de atrás, pero la encontramos cerrada. Allí, no sé lo que sucedió en mi interior, y por primera vez después de doce años de inexistente vida mistiríaca me arrodillé y oré: “!Dios mío!”, dije, “si realmente existes y quieres que yo crea, haz que venga el Yérontas para hablarnos de ti”.

»No pasaron ni cinco minutos y el Yérontas lentamente con la mirada serena y con una sonrisa muy dulce se acercó a nosotros viniendo desde el bosque.
-¿El padre Paísios? le pregunté emocionado.
-¿Para qué quieres al padre Paísios?me responde.
-Para entregarle estos calcetines y pedir su bendición, le dije.
-Inclínate para que te bendiga.
»Era la primera vez después de mi bautismo que recibía este tipo de bendición. Tocó con su mano encima de mi cabeza y por cinco minutos más o menos oraba.
»Después nos puso en el patio y nos sentamos en los troncos de madera. Hablaba sobre Dios y lo que sucede en el mundo, como si hubiera escuchado el último boletín de noticias, ofreciéndonos algunas veces lukumis-golosinas.

»Mientras tanto vinieron también dos jóvenes que parecían anarquistas, y el Yérontas continuó su homilía. Nos habló también sobre el Budismo y sacó de mi interior las últimas espinas, porque los últimos años hacía ejercicios de yoga, una hora al día.
»Después de una hora de homilía gira y me dice: “¿Quieres ser mi obediente? Yo le respondí: “No páter, yo no valgo para estas cosas; yo amo al mundo”. La misma frase la repitió más tarde bastantes veces, pero desgraciadamente yo aquella época estaba tan lejos de las realidades espirituales, que no podía percibir y entender la grandeza de su oferta…
»A continuación nos dejó y se fue a amontonar leña. Dijimos que queríamos ayudarle, pero se  negó diciendo que lo hacía por ascesis y que este era su servicio.
»Pasaron más o menos quince minutos y los cuatro turistas espirituales que estábamos, no hablábamos entre nosotros. Me había quedado impresionado por las palabras del Yérontas. Con todo lo que había dicho, había resuelto mi duda sobre la existencia del Dios Trinitario. Yo recibía a la vez también ataques de loyismí del maligno. De repente me vino el loyismós para preguntar al Yérontas desde las profundidades de mi psique, qué debemos hacer para ganar el Paraíso. Pero lo dije con mi mente vanagloriosa, pensando que ya que el padre Paísios está tan elevado espiritualmente, adivinará mis pensamientos y me responderá. Pero Dios fue compasivo conmigo, ignoró mi egoísmo, y veo al Yérontas dejar la leña viniendo con pasos lentos, observando las profundidades de mi psique, -ya no en los ojos- y me responde: “La agapi y la fe en Cristo que tengas hijo mío.”

»Comenzaron a temblar mis pies y mi corazón latía fuerte, de modo que creía que iba a reventar. Lo único con conseguí susurrar fue: “Gregorio, vamos nos marchamos”, y “Páter, tu bendición que tengamos”. Me respondió: “¿Por qué quieres marcharte? Quédate y te haré mi obediente y te daré hasta mi nombre”. Pero mi corazón no aguantaba la apocálipsis-revelación de Dios que se había realizado en su interior…
»Desde entonces mi vida ha cambiado totalmente. A pesar del hecho de que no lo he vuelto a ver otra vez, siempre había una comunicación psíquica interior. Su presencia en mi vida y después de su dormición se manifiesta muchas veces de manera admirable. Pero el mayor milagro es que consiguió sembrar a Cristo para siempre en mi psique, mientras estaba alejado de la Iglesia. En menos de seis años me encontré de renegante de nuestra Iglesia en monje y me fue dado el nombre Paísios, tal como había previsto el Yérontas.»

***
Testimonio de un sacerdote anónimo: “ Visité al Yérontas seis días antes de haberme ordenado diácono. Toqué la campanita tirando de una cuerda y esperaba. Después de un rato vino un joven a abrirme la puerta y me preguntó si soy yo el que se iba a ordenar diácono. Le miré extrañado, porque antes no me había comunicado con el Yérontas, además que no tenía el modo de hacerlo, por eso sentí sorpresa. El joven me explicó que el padre Paísios apenas escuchó el timbre le mandó abrir la puerta diciéndole: “Es alguien que quiere ordenarse diácono y quiere verme”.

»El Yérontas me recibió bien con su sonrisa y su humor innato. Me invitó a un plátano que había traído el anterior peregrino y después cogió la piel y la tiró con fuerza como una jabalina en el bosque, diciéndome que aquí no tenemos cubo para la basura, ni Alcalde para reñirnos. Entonces me reí con toda mi psique y el Yérontas cuando vio que me serené por la sorpresa y me había relajado, me dijo: “Ahora ven y hablemos”.

Le supliqué que me aconsejara sobre con qué debo tener más cuidado para funcionar bien como clérigo y él me dijo: “Tres son las cosas y realidades básicas. Primera cosa, debes ser amante de los Oficios. Tocar la campana mañana y tarde y hacer los Oficios. Δεύ­τε­ρον, νά εἶ­σαι ­φι­λάρ­γυ­ρος. ­σα χρή­μα­τα σοῦ δί­νουν στίς ­ε­ρο­πρα­ξί­ες θά τά παίρ­νεις καί θά λές εὐ­χα­ρι­στῶ, ­φοῦ ­χεις οἰ­κο­γέ­νεια, ἀλ­λά δέν θά ζη­τᾶς. Νά κα­τα­λάβουν οἱ ἄν­θρω­ποι ­τι δέν εἶ­σαι προ­σκολ­λη­μέ­νος στά χρή­μα­τα Segundo, que seas desprendido y sin avaricia; el dinero que te den por tus servicios, cógelo y da las gracias, porque tienes familia, pero no lo pedirás. Así entenderán los hombres que no estás apegado al dinero, y la tercera cosa es amar a los hombres y no reñirlos.

Si entienden que los amas, entonces no tengas miedo de nada. Si estas cosas las aplicas desde el principio funcionarás bien y tendrás éxito. Y después como hombre aunque cometas algunos errores no te los tendrán en cuenta. Pero si no tienes cuidado y no aplicas estas cosas desde el principio, entonces aunque hagas miles de bienes más tarde, no conseguirás funcionar bien como sacerdote. »
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»Testimonio de T.I., titulado de la academia Athoniada (de Athos): “Como alumnos de la academia Athoniada hablábamos sobre varios temas que nos ocupaban. Uno de estos temas era también cómo encontrar presbitera para los que querían ser sacerdotes casados. También hablábamos sobre temas eclesiásticos y acusábamos al Obispo Serafín mientras alabábamos literalmente a otro Metropolita.
»Un grupo bajamos a “Panaguda”, a media hora de distancia. Cuando llegamos, el Yérontas abrió la puerta y entregó un bastón a un compañero de nuestra clase que su sueño era hacerse Obispo, diciéndole: “Avanza primero, ya que quieres hacerte Obispo”. Pero antes de sentarse en los troncos nos dice: “Tal y como existen chicos buenos que pueden hacerse sacerdotes, también existen muchas chicas buenas para presbiteras. Por tanto, dejad estas cosas, concentraos y estudiad. Este es vuestro trabajo ahora”. Después con cara seria nos dijo: “¿Pero bueno, qué os ha hecho el Arzobispo Serafín que siempre le criticáis y le condenáis? Nosotros nos quedamos helados otra vez. Y continuó: “Tiene algo que no lo tiene nadie y esto le llevará al Paraíso.¿ Quién de nosotros puede enfadarse por los insultos y en dos o tres minutos haberlo olvidado todo y no mantener rencor ni maldad a ningún hombre? Sólo esto le llevará al Paraíso y vosotros que juzgáis superficialmente, cometéis un gran pecado. ¡Puede hacerlo esto el Metropolita tal! (al que mencionamos). El Dios a Serafín le ha hecho y juzgado como digno y adecuado para el período concreto de nuestra historia Eclesiástica y se han evitado mayores males”.

»Nos conmocionamos por cómo el Yérontas conocía estas cosas que habíamos hablado en la Academia y por cómo nos respondió. Desde entonces paramos de acusar al Arzobispo.
»Otra vez en el año 1980, mientras nos preparábamos para los exámenes panhelénicos, hubo un terremoto. Salimos de la Academia y nos quedamos en las tiendas de campaña. Fuimos y rogamos al Yérontas para que hiciese oración.
»Nos dijo: “¿Por qué tenéis miedo, no confiáis en Dios? Cuando éramos pequeños y llorábamos nuestras madres nos movían un poco y parábamos de llorar. Ahora nos mueve un poco Dios y gritamos como locos, nos coge el pánico. ¡Cómo han cambiado las cosas! Sabed que no os pasará nada, no tengáis miedo. No os pasará nada, no se romperá nada, a pesar de que los seísmos continuarán por poco”.
»Con mucha alegría, pues, volvimos a la Academia. Al mediodía dormí en mi habitación, a pesar de las presiones de abandonar y los continuos temblores de la tierra. Tenía plena confianza en el Yérontas y realmente todo sucedió tal y como nos predijo.

A.13 ENFERMEDAD Y BIENAVENTURADA DORMICIÓN

13.1 Dolor y enfermedades

13.2 “Me sucedió algo”

13.3 En los límites de su resistencia

13.4 La última salida. Desarrollo de la enfermedad.

13.5 Ofrecimiento con dolores martirizantes

13.6 Bienaventurada e invisible dormición


13.1 Dolor y enfermedades

Tal como se dijo anteriormente, la ascesis y el dolor acompañaron de por vida al Santo. Ofrecía la ascesis como sacrificio voluntario a la agapi de Cristo y aceptaba las dolorosas enfermedades con agradecimiento y doxología. Fue probado por distintas enfermedades. El dolor y las enfermedades se le habían hecho casi un estado fijo. Estando enfermo hacía la ascesis y haciendo ascesis enfermaba. Podía ignorar su dolor: “Tú, tu trabajo, y yo el mío, decía al dolor, y continuaba orando, haciendo trabajo manual o viendo a la gente. El mismo sentía dolor, pero consolaba a los doloridos.

Desde el principio de su vida monástica fue fatigado por muchos años por la enfermedad bronquiectasia (dilatación de los bronquios), el diagnóstico equivocado y la terapia, la hemoptisis o expectoración de sangre y finalmente la difícil operación quirúrgica.

Cuando fue operado de los pulmones, se resfrió y le dieron fuertes antibióticos, mientras estaba en ayunas. Le pareció “como si le arrancaran las entrañas”. A partir de entonces adquirió gran sensibilidad. Con el mínimo resfriado tenía molestias, retortijones y sacaba espumas y sangre. Lo mismo le sucedía también con ciertos alimentos.

Era muy sensible al frío. Si en las vigilias se quedaba un poco abierta la puerta de la Iglesia, con la mínima corriente comenzaba a estornudar y toser fuertemente. Muchas veces ponía en su frente una servilleta de papel o un pequeño cataplasma. El mismo explica la razón: “Tenía dolores de cabeza y un monje del Monasterio Stavronikita me aconsejó que pusiese por debajo de mi gorro una servilleta de papel y pasará. Esto me dio buen resultado, porque se calienta la cabeza”.

Con los primeros fríos, desde Septiembre, encendía la estufa manual que mientras le calentaba, simultáneamente le delataba a los visitantes.

Por supuesto que cuando entendía que había necesidad, cualquiera que fuese el estado en que se encontrara, por muy enfermo que estuviera, se levantaba con el frío, la lluvia, la nieve y abría. Los peregrinos los ponía en la sala de visitas que había calor y él mismo se iba a la Iglesia que estaba muy fría, y estaba con cada particularmente. Pero esto no duraba muchas horas.

Este estado, por muy difícil que fuera, el Yérontas lo soportaba con doxología. No gemía ni se lamentaba ni pedía a Dios que le quitase sus padecimientos y le diese salud.

Durante cinco o seis meses padeció hernia discal. Había sufrido de hernia discal también en el Sinaí, cuando fue a levantar una piedra de granito. Le dolía mucho. Algunas veces se apoyaba en dos bastones y tenía mucha dificultad para atender a la gente.

Los últimos años tenía más a menudo la hemorragia en los intestinos, que gradualmente crecía. Llegó a ir al lavabo hasta diecinueve veces en una noche, sin tener nada, sólo sacaba sangre. Los médicos no sabían exactamente a qué era debida la hemorragia, porque el Yérontas no quería hacerse exámenes médicos.

Recibía a la gente, hacía sus deberes espirituales, cumplía con consecuencia su tipikón-regla ascética, pero sus fuerzanse debilitaban. Se agotaba por la hemorragia y por el mucho cansancio. “A veces tengo ganas de desaparecer”, decía.

Dos años antes de su dormición fue a celebrar la Pascua en una Kalivi junto con otros padres. Decía alegremente al Yérontas de la Kelia: “Eh cura… o tu Kelia se ha ido más lejos o yo me he envejecido, ¿Cuál de las dos cosas sucede?... Me parece que yo he envejecido”.

Veía que le iban faltando las fuerzas, la incesable hemorragia no retrocedía ni frenaba. Pero a pesar de todo lo soportaba sin acudir a exámenes médicos y tomar fármacos. Lo único que pedía con tensión a Dios era que ayudase a los hermanos que padecían y que no paraban de venir pidiendo ayuda. ¡Cómo podría no emocionarse el buen Dios y no ser escuchadas sus oraciones!


13.2 “Me sucedió algo”

Relató el Yérontas: “Mientras me encontraba en esta situación me sucedió algo. Estando tumbado en mi cama, cogí el icono de san Arsenio, la apreté encima de mi barriga y sentí una fuerza que salía del icono”.

Recuperó las fuerzas y continuó sus luchas y la diaconía-servicio a los hombres por un tiempo. Tenía todos los síntomas (hemorragia, etc,), pero se sentía fuerte.

13.3 En los límites de su resistencia

Pero esto no duró mucho. Volvió la anterior situación y comenzó a tener síntomas de desmayo. Algunas veces, de hecho, caía desmayado en el patio de su Kalivi, y cuando se reencontraba consigo mismo, agradecía a Dios que no le había visto nadie.

Una vez  había también nieve. Decía después: “Me encontraríais “como odre o pellejo en escarcha”. El segundo Domingo del Gran Ayuno del año 1993, durante la Divina Liturgia en su ermita, su agotamiento llegó al límite. Comenzó a respirar fuertemente, se abrieron de par en par sus ojos y por un rato su respiración recordaba estertor propio de moribundo. Pero por respeto no consintió el sentarse. Se desmayó cayendo hacia adelante pero a los padres les dio tiempo y le retuvieron. Cuando se recuperó, aunque le incitaban a que se sentase, no aceptó. Al final de la Divina Liturgia a pesar de los repetidos desmayos y vómitos intentaba atender a los padres que se encontraban allí, descuidando su propia situación, y al final no permitió que se quedara nadie con él. Se quedó solo, “como un hombre desamparado” humanamente, abandonando a sí mismo, padeciendo en la misericordia de Dios.

Por su gran pérdida de sangre su cara se puso muy pálida. Sus conocidos intentaban ayudarlo en lo que podían. Le propusieron traerle hierro en pastillas, pero él lo evitaba y decía bromeando: “Hierros tengo muchos aquí, yo acero quiero” y no lo aceptaba.

El Yérontas no se inquietaba. Lo único que rogaba era que Dios hiciera economía parando la hemorragia, cuando había Divina Liturgia, para poder comulgar. Y así sucedió por un tiempo. Él mismo sabía mejor que nadie sobre su enfermedad y sobre su final, el cual sentía que se acercaba, pero no se lo decía a todos.

Durante toda su vida estudiaba la muerte. Había hecho su cama como un sepulcro y por costumbre en las Kelias donde se instalaba para vivir, abría también una tumba. Pero ahora empezó a hablar por alusiones a sus hijos espirituales preparándolos para la inminente separación. Decía que: “Cuando se estropea la casa (cuando enferma el cuerpo) y comienza a gotear, entonces el dueño (la psique-alma) no quiere quedarse dentro. El Hábito Angelical de su Yérontas, el padre Ticón, lo guardaba tantos años como bendición. Ahora lo repartió. Había preparado Cruces y pequeños iconitos en presa y escribió pidiendo que fueran repartidos después de su muerte como bendición para perdonarle. Tenía preparadas las sotanas para su entierro y encima de ellas la siguiente nota:



Estas cosas son para mi entierro, me alegraré si me vestís con las viejas y guardáis las nuevas, porque soy pecador y Dios por vuestras bendiciones que tenga misericordia de mí, orad por mí
Hieromonje Paísios



El Patriarca Ecuménico, al informarse sobre el estado de salud del Yérontas, le mandó un mensaje para que hiciera exámenes médicos. Paradójicamente por un tiempo la hemorragia se detuvo. Preguntaba con sencillez a su discípulo: “Naturalmente debo hacer obediencia al Patriarca. Pero ahora que ha frenado la hemorragia, ¿no estoy liberado?; ¿Tú qué opinas?”.  Después de poco volvió a comenzar la hemorragia.

La posición del Yérontas fue comentada de diversas maneras. Algunos se “escandalizaron”, porque lo consideraron como algo impuesto a sí mismo. Otros admiraron y elogiaron la esperanza y la fortaleza con la que afrontó la prueba, y muchos se beneficiaron, principalmente los que estaban enfermos, cuando vieron al Yérontas enfermo y soportándolo con paciencia.

Bastantes padres le rogaban que cuidara de su salud, diciéndole: “Te necesitamos”. Otros le daban clases sobre lo que tiene que hacer, en cambio otros observaban silenciosamente con dolor en sus psiques su martirio y oraban. Cada uno según su loyismós y su estado espiritual juzgaba y actuaba.

13.4 Última salida. Desarrollo de la enfermedad.

El Yérontas, como cada año, celebró la memoria de San Cristódulo en la vecina Kelia de sus hijos espirituales que festejaban. A continuación se fue al Monasterio Kutlumusíu para felicitar y bendecir al archimandrita Cristódulo por su santo. El día siguiente, el 22 de Octubre de 1993, salió de la Santa Montaña, tal como acostumbraba a hacer los últimos años para la vigilia de San Arsenio en el Monasterio femenino de Surotí. Ya no volvería ni dormido (difunto).

En Surotí se encontró en la vigilia y, como de costumbre, se quedó unos días para ver a las hermanas y a la gente necesitada. Después tenía el propósito de volver. Mientras tanto sufrió de íleon. Se le obstruyeron los intestinos, pero paró por poco también la hemorragia. Por las cosas sucedidas fue obligado a sucumbir a las súplicas de someterse a exámenes médicos.

Su enfermedad se desarrolló de la siguiente breve manera: En el Hospital Theagenio los médicos comprobaron la existencia de un cáncer avanzado. Lo tenía desde hacía seis años, pero no parecía haber hecho metástasis. El piadoso médico señor Gheorgios Blanzas, que antiguamente había operado al Yérontas, estaba inquieto por el resultado de los exámenes. El Yérontas le dijo:
-No hagas así. De acuerdo, tengo cáncer, haré obediencia a lo que me digas. Se acabó.

Siguiendo las recomendaciones del médico fue para hacerse radiografías, hasta que el tumor estuviese listo para ser operado. Cada vez que iba hacer radioterapia, le esperaban muchos y le contaban sus penas. Él tenía mayor problema, porque debería ser vaciado su intestino treinta veces al día con terribles dolores. Pero no se apagó su sonrisa y consolaba a los demás enfermos.

Mientras que durante la operación de la hernia de estómago había escondido su nombre, ahora dijo que lo pusieran y recibiesen a los que quisieran verlo, porque sabía que pronto se marcharía.

El 4 de Febrero de 1994 se hizo la operación. Fue quitado el tumor del intestino grueso, pero la enfermedad se desarrollaba tremendamente rápido. Había hecho metástasis al hígado y a los pulmones. Se hizo una operación momentánea contra natura, aunque el Yérontas no quería, decía bromeando al médico: No me conviertas en un mueble, no quiero”. Más tarde se hizo otra operación y se restableció el funcionamiento del intestino. También aceptó y se hizo quimioterapia. En una tomografía axial sufrió mucho. Estaba en silla de ruedas, sentía dolor y temblaba de frío. Cedió su turno a otro enfermo y él estuvo esperando mucho rato en el pasillo del Hospital. Cuando le tocó examinarse, se estropeó la máquina de hacer tomografías y finalmente vino un coche y le trasladó a otra máquina de tomografía axial. Se comprobó el rápido avance del cáncer en el hígado y en los pulmones. En todo este espacio de tiempo estaba alegre y con muy buen ánimo, y decía bromas divertidas, como si él no fuera el enfermo. Consolaba y aliviaba al que se le acercaba.

13.5 Ofrecimiento con dolores martíricos
Y antes de la operación quirúrgica, en Surotí y en el Hospital y después otra vez en el Monasterio, pasaba mucha gente para verle, contarle sus penas y calamidades y pedirle perdón. Esto añadía cansancio y fatiga a los dolores de su enfermedad, pero era inevitable.

-Yéronta, ¿dónde dejas a tus hijos? Le preguntó una persona.
-Eh! “los días de nuestra vida son setenta años” (Sal 80,10), basta con estos…
-Yéronta, por qué no hace usted oración para que le sane Dios, ya que le necesitamos tanto, le preguntó otro.

-Qué te crees tú. ¡Vamos a estar burlándonos de Dios! Ya que yo le he pedido que me dé esta enfermedad…
-Yéronta, dígame un último consejo, para que lo recuerde, le rogó un hijo suyo espiritual.

-Que tengamos nobleza espiritual, porque con esta nos emparentamos con el Cristo…

Hacía reuniones con las hermanas del Monasterio que se sacrificaban para aliviarle y las instruía, dándolas los últimos consejos.

En el Hospital Theagenio había un enfermo de cáncer llamado Lambros… de la ciudad de Tríkala. Estaba muy delgado, literalmente fundido, y en silla de ruedas, porque no podía mantenerse en pie.

Su mujer después de persistentes intentos vio al Yérontas. La dijo que Lambros se curaría, iría a Tríkala, se alegraría su familia, pero después de  poco tiempo recaería y moriría. La situación del enfermo era muy difícil y lógicamente era imposible un tipo de desarrollo así. Pero todo sucedió tal y como lo predijo el Yérontas y Lambros después de seis más o menos meses murió.

El Jueves después de la Pascua de 1994 le visitó la señora Erifili Tsika de la ciudad de Volos, la que nos relata: “El verano de 1993 a mi hija Antonia de once años se le presentó vitiligo en los extremos de las manos y en el contorno de los labios. Enfermedad, cuya terapia según los médicos es muy difícil o casi imposible. Iniciamos la terapia con cortisona sin resultado. Nuestra decepción fue grande. Fuimos a ver al Yérontas a Surotí. Nos recibió a mí y a mis tres hijas, sonriendo a pesar de sus terribles dolores.

Tras haberle comentado el problema de mi hija, él cogió las manitas de mi hija dentro de las suyas y le preguntó mirando profundamente en sus ojos: ¿Por qué hija mía tienes tanta tristeza? (Realmente mi hija tenía fija la tristeza por la muerte de su padre en 1991).

»Después volvió hacia mí y me dijo: “Erifili, hija mía, no te preocupes, no es nada, ni es heredada esta enfermedad. Esto le ha sucedido por la gran tristeza y angustia”.
»De repente me pregunta: “¿Qué quieres que se haga?”. Le respondo: “Que se quede donde está”.
Una vez que hubo santiguado con su santa mano la mano de mi hija, me dijo: “Todo irá bien”.
»Realmente no hubo desarrollo de la enfermedad. Hace diez años que no hemos vuelto a ir al médico y no hemos hecho ninguna terapia. Dije al Yérontas que se quede así la enfermedad y que no desapareciese, para estar recordando toda nuestra vida y también a toda nuestra familia, la jaris-gracia del Yérontas y la bendición que espléndidamente nos había concedido».

Un mes antes de su dormición le visitó el venerable metropolita de la ciudad de Xanzi Señor Panteleimon (entonces era aún archimandrita). Escribe: junto con nosotros había también dos niños. Habían cortado flores silvestres del campo y se las ofrecieron espontáneamente al Yérontas, apenas entramos en su habitación, colocándolas en su almohada. “Has visto”. Me dijo, “los niños saben lo que hacen”. Quise confirmarle que aún le necesitamos vivo, que le necesitamos mucho y que oramos por él. Pero el mismo nos dijo que ya estaba orando por otras cosas, manifestando con buena disposición y buen ánimo siempre su alegre duda en relación a quién finalmente hará caso el Dios. Después me preguntó, si le había traído cartas para el cielo. Era una oportunidad de transportarlas al cielo sin sellos del correo, añadió con su insaciable ánimo por transmitir alegría, la cual era más que evidente en su dulce rostro.


El padre Timoteo Tsotras, higúmeno del Santo Monasterio de San Juan el Ruso, de la ciudad Kasandra, nos testifica:
»Fuimos a ver al Yérontas Paísios al Monasterio de Surotí junto con el bienaventurado metropolita de Kasandra, Sinesios y el padre Agazánguelos.
»Una vez que hubimos venerado en la Iglesia de San Arsenio, fuimos al pequeño sinodikón. Nos vio el Yérontas que nos acercábamos y salió fuera para recibirnos. ¡Nosotros sorprendidos, le vemos dentro de una luz sobrenatural, sin estar pisando en los escalones sino en el aire, acercándose a nosotros!
»En el sinodikón (sala de reuniones) después de la invitación se quedó por poco el Metropolita con el Yérontas y después nos marchamos.Unos  treinta metros más abajo el Metropolita nos dice a nosotros y a la Yerontisa: “¡Habéis visto su santidad no se esconde, volaba y resplandecía entero”. “Nos sigue”, observa con voz baja el padre Agazánguelos. Por detrás venía el Yérontas, aunque gravemente enfermo para honrar al Obispo.
El Metropolita se dio la vuelta, vio al Yérontas y le rogó que volviera a su cama, para no cansarse»




13.6 Bienaventurada e invisible dormición

Mientras obedecía humildemente a las indicaciones de los médicos, un día llamó al médico y le dijo:
-Aquí pararemos la terapia.
-Por qué, Yéronta.             
-Ahora harás obediencia tú. Darás la orden de que paremos. Ahora no puedo hacer nada. Ayer quise orar arrodillado y no pude. No puedo ver a nadie; se ha acabado mi misión. Esto era todo; hasta aquí me habéis dejado.
Después preguntó:
-Puedo beber un poco de agua o sandía exprimida; nada más. Y te ruego que vengas una vez más a verme y después no volverás a venir.

“La última vez que volví a verle”, nos relata el médico terapeuta señor Gheorgios Baltzas, “siete días antes de su dormición, parece que estaba muy afectado y triste. Muchas veces me preocupaba el tema de que si esto que hacemos a los enfermos, es lo correcto. Me dijo:
-Oye, Gheorgios. Todo se ha hecho como se debe. Digno es tu salario, no te preocupes ni te apenes. Quería que supieras que cuando me necesites, estaré cerca de ti.
-Yéronta, tu hígado se ha hinchado y te duele, le dijo, porque había hecho varias y terribles metástasis.
»Sonrió y me dijo:
-Ah, esto es mi orgullo, no te apenes ni te preocupes. Esto me ha retenido hasta los setenta, y esto ahora me manda, lo más rápido que puede, allí donde debo ir. No te entristezcas por eso, estoy muy bien».

A la vez tenía dipnea. Tenía el aparato de oxígeno que solo utilizaba cuando se veía con muchas dificultades. Los dolores se hacían más agudos. No aceptaba que le pusieran inyecciones para el dolor. No quería que el dolor fuera extinguido totalmente. Sólo tomaba alguna cortisona, para poder valerse hasta entregar su espíritu

El Yérontas tenía el deseo de regresar a la Santa Montaña Athos. Quería dormir y ser enterrado anónimamente en el Jardín de la Panaghía, su Patria espiritual. Sobre todo había rogado a un hijo suyo espiritual a conformar el espacio adecuado para quedarse allí sus últimos días, porque en la Skiti ”Panaguda” era imposible ya quedarse sólo. Se preparó un miércoles y calculaba que el lunes siguiente entraría en la Santa Montaña. Pero de repente se empeoró el estado situación de su salud. El gobernador del Estado de la Santa Montaña se ofreció a ponerle un helicóptero, pero el médico valoró que era muy posible que muriera en el camino. Naturalmente tampoco el Yérontas no podría descansarse ni ser  aliviado con este tipo de transporte.

De nuevo se programó su regreso a la Santa Montaña, pero apenas había mejorado un poco su estado de salud, otra vez fue impedido por un nuevo empeoramiento por la enfermedad. Detrás de estas dificultades y de los impedimentos se escondía la voluntad de Dios, es decir, ser enterrado fuera en el mundo. La gente le tenía tanta necesidad cuando vivía, pero tanta más necesidad le tendría también después de su dormición.

Así que decidió quedarse y ser enterrado en el monasterio de Surotí, cerca de su Santo. Posiblemente, antes de su decisión definitiva, habría recibido información más clara de Dios sobre este tema.

Avisó y le trajeron el gran hábito y el gorro de monje. Definió la posición de su tumba y dio órdenes e instrucciones  en relación con su entierro.

En el último periodo pidió a dos Obispos conocidos suyos, que habían pasado para verlo, que le leyesen la oración del funeral y la oración de la psique moribunda que junto con ellos salmodió también el Yérontas. Comulgaba regularmente. Con esfuerzo y cansancio iba solo a la Iglesia. Cuando le propusieron que fuera el cura para darle la comunión a su kelia, lo negó diciendo:
-Yo debo ir a Cristo, no que Cristo venga a mí.

Sus dolores continuamente aumentaban y llegaron ya a equivaler con los dolores de los mártires.
-Yéronta, ¿no tienes dolores?, le preguntó un monje Aghiorita que le veía tranquilo y pacífico.
-Me he acostumbrado, respondió.

Realmente durante toda su vida se había familiarizado con el dolor. No se aterraba, no gemía, sino que soportaba y glorificaba. Ahora filosofaba acudiendo espiritualmente en los martirios de los Santos mártires. Decía: “Tanto me han beneficiado las enfermedades, que no lo ha hecho la ascesis que he hecho como monje tantos años”.

De vez en cuanto salmodiaba para divertir el inaguantable dolor y sustituirlo con la salmodia por si acaso viniesen gemidos involuntarios.

Había parado de ver a la gente. Ahora que se estaba acercando su final, no quería ni siquiera que las hermanas entrasen en su kelia. Cuando le hacía falta algo, tocaba la pared y venía la hermana. Quería estar solo orando sin distracción y prepararse mejor para su éxodo o salida. Estaba atendiéndose solo hasta el final, se fatigaba inimaginablemente, pero estaba alegre, sereno y pacífico.

En la fiesta de Santa Efimía, 11 de Julio, día lunes, comulgó por última vez arrodillado en su cama, ya que no podía ya desplazarse a la Iglesia.

El Yérontas pasó su última noche en martirio. Imploraba la Panaghía dentro de sus dolores: “Dulce Panaghía mía”, decía. Le tomaban la presión y su pulso era inexistente. Sólo cuando respiraba parecía que vivía. Hasta el final sentía, entendía todo y oraba continuamente. Sólo por dos horas perdió sus sentidos, y cuando se recuperó, con voz casi apagada, dijo: “Martirio, martirio real”, y después durmió pacíficamente. Era el día 12 de Julio del año 1994, día Martes y la hora 11 de la mañana y con el antiguo calendario 29 de Junio memoria de los principales Apóstoles Pedro y Pablo.

Fue enterrado detrás del templo de san Arsenio, sin saberlo nadie y sin ser llamado nadie a su entierro. Esta era la voluntad del Yérontas. Que su entierro se hiciese en silencio y en anonimato.

Después de tres días, que se dio a conocer su dormición, lo que sucedió es indescriptible. De todas las partes una gran afluencia de gente venía para venerar y reverenciar su tumba. Uno veía manifestaciones espontaneas de agapi y devoción. Otros le imploraban como Santo. Otros por devoción tomaban tierra de su tumba. Los que tenían algún objeto del Yérontas lo consideraban como una gran bendición.

Su Kelia “Panaguda” en la Santa Montaña Athos sufrió un “saqueo piadoso”. Peregrinos entraron por debajo de la alambrada y subieron hasta el tejado. Se llevaban lo que encontraban para tenerlo como bendición del Yérontas: vasos, cuchillos, maderas, alfombritas sucias con barro, cuerdas, papeles y troncos que los tenía como asientos.

Llantos, lamentaciones y lágrimas, especialmente por aquellos que habían sido beneficiados por el Yérontas. Sentían su ausencia, se sentían huérfanos. Pero después comenzó amanecer la esperanza consoladora de que ahora se encuentra ya cerca de la Santa Trinidad e intercede por todos.

Encima de su tumba, en una placa de mármol, fue grabado su poema, que había sido escrito por él mismo:

Aquí ha terminado la vida
Aquí también mi aliento
Aquí mi cuerpo será enterrado
y alegrándose mi psique.
Mi Santo habita
esto es mi honor
creo que Él tendrá compasión
por mi desastrosa psique
estará orando al Redentor
tener la Panaghía conmigo.

Monje Paísios el Aghiorita




A.14 MILAGROS DESPUÉS DE SU DORMICIÓN

14.1) No se alejó de nosotros……………...

14.2) Fragancia………………………………

14.3) Expulsa demonio……………………

14.4) Salvación de un niño…………………

14.5) Aparición y ayuda a un estudiante…

14.6)  Aparición en sueño…………………

14.7) Aparición admirable y ayuda………

14.8) Presencia sensible invisible…………

14.9)  Intervenciones en accidentes…………

14.10) Resurrecciones espirituales………...

14.11) Desaparición de un tumor ………….

14.12) Curación de una endemoniada…….

14.13) Recuperación de la vista…………….



A 14.1 “No se alejó de nosotros”

El Santo no paró de ayudar a los hombres tras su dormición.  “Estando aquí presente carnalmente, ya realizaba milagros sobre los hombres. Y ahora, tras su “ida”, no sólo no se ha alejado, sino que se ocupa mucho de nosotros y no cesa de ayudarnos.” Liberado ya de su carne corruptible y padeciente, puede correr más rápido y más cómodamente a la ayuda de los fieles que le solicitan, y también a veces sin ser llamado a ayudar a muchos que nunca habían oído hablar de él, indiferentes por la fe. Los hombres acuden al santo pidiendo su intervención, ya que creen en su santidad. Su sepulcro se ha convertido lugar de peregrinaje para todos los ortodoxos. Tiene mucha jaris-gracia increada y bendición. Recibe a los doloridos y consuela a los entristecidos. Se ha convertido en la nueva Piscina de Siloé. Cura enfermedades y realiza muchos milagros. Su pequeña celda en el Monte Athos también se ha convertido en lugar de peregrinaje. Cada día pasan visitantes que conocieron al santo. Unos para agradecerle la ayuda recibida por él y otros para ver dónde vivía.

Los acontecimientos admirables y los milagros que realizan  los santos, sus apariciones y sus curaciones, las vemos en el Yéronta también tras su “dormición”. Sobretodo cura a enfermos de cáncer y a endemoniados. Se aparece y salva a muchos de accidentes de tráfico. Muchos enfermos le han visto en los hospitales. Suceden milagros con objetos personales suyos y despiden un aroma indescriptible.

Son innumerables los milagros realizados por el Yéronta y suceden nuevos continuamente. Para dar fe de lo dicho, a continuación se detalla una mínima parte seleccionada de entre todos sus milagros, manifestados y testificados por testigos presentes. 



A 14.2 Fragancia

El carisma de su fragancia incluso tras la “dormición” del Santo no ha desaparecido. Muchos la sienten cuando se prosternan ante su tumba, cuando visitan su celda en el Monte Athos y otros sienten que su ropa o sus objetos personales despiden tal fragancia.

Como testifican los padres que fueron recibidos por el Yéronta en su celda, “al principio, después de su “dormición”, casi todos los visitantes sintieron esta incomparable fragancia. Particularmente perfumaba la parte exterior de la puerta trasera de alambre, donde había un grifo y el Yérontas tenía los dulces de lukumia (malvaviscos). En este sitio multitud de gente cansada y sedienta bebían del agua de este grifo, pero principalmente calmaban su sed espiritual con las palabras del Santo.

“Más tarde disminuyó, pero no desapareció completamente. Un piadoso peregrino fue a postrernarse a la pequeña Iglesia y nada más entrar al pasillo, fue rodeado de una fuerte ola de fragancia”.

Testifica el Padre A.K.: “El año que “durmió” el Yérontas, hubo Divina Liturgia el día que se honraba la memoria de su celda. Durante dicha Liturgia sentí un fuerte aroma que me acompañó hasta el Monasterio de Kutlumúsi y después se fue”.

El Sr. Tsolákis Basílios, del cuerpo de policía de “Likóstomo de Pélas”, en la periferia de Macedonia Central, declara: “El año 2001, mi esposa Elena fue con mi hijo Nicolás a Salónica para hacer unos exámenes médicos, ya que tenía una enfermedad en los riñones. Llevaba con ella un libro del Padre Paísio. En un momento dado, teniendo abierto el libro, salió de éste un aroma inexplicable durante unos diez minutos, la cual sintió también mi hijo. Hicimos los exámenes y el resultado fue que mi hijo no tenía ningún problema y hasta ahora estaba muy bien. Desde entonces mi esposa no se separó de este libro”.

Testimonio de Pedro…desde la ciudad Drama: “Yo no conocí al Yéronta Paísio. El Dios me iluminó y estuve dos años arrepintiéndome después de su “dormición”.

»Compré todos los libros del Padre Paísio pero no leí ninguno. Cuando sin embargo encontré el último, lo dejé todo y me dediqué por completo a su lectura. Cada noche, después de mi canon, leía cinco páginas. Cada vez que abría el libro del Yéronta para leerlo, sentía que salía de él un perfume. Tanta cantidad de libros tenía, pero este perfumaba.

»El lugar donde me sentaba a leer era una mesa frente al iconostasio. Un día, estando por el final del libro, cuando me había puesto a leer las cinco páginas de cada día, de repente vi salir una luz cegadora de los iconos, la cual se desbordaba como cascadas. Era tan brillante que no podía mirarlo. Bajé la cabeza. Intenté abrir los ojos y mirar derecha e izquierda, pero la irradiación era tan fuerte que ni así podía abrir los ojos. Así que los cerré completamente. Esto duró de unos veinte a treinta segundos. Estaba yo solo, hice la señal de la cruz, y me quedé asombrado intentando concienciarme y comprender qué era eso que por primera vez sentí en mi vida.”

Testimonio de F.A.: “Un 10 de Febrero del año 2005, día de la fiesta de San Jaralambo, fui a visitar a un compañero mío de trabajo que celebraba ese día y pensé regalarle un libro del yérontas Paísio.

»A las 7 de la tarde me llamó por teléfono mi compañero, y emocionado me dice: “He empezado a leer el libro y he sentido una agradable disposición y emoción. Sin darme cuenta lo estuve leyendo durante casi una hora, y entonces sorprendentemente sucedió lo siguiente: de dentro del libro empezó a salir un perfume tan intenso que me quedé inmóvil y conmovido. Un perfume que inundó todo el espacio de la habitación. Es la primera vez en mi vida que me sucede tal cosa.”

 A 14.3 Expulsa demonio

Testimonio de Evangelos K… de Thesalónica: “Desde mis doce años padecía de demonio. Mi vida se había convertido en un martirio. Después de los exorcismos que me leían, sentía como si me hubieran atado.

»El primer sábado de la Gran Cuaresma del año 1995, mi guía Espiritual programó hacer una agripnía-vigilia en el Monasterio de Surotí. Antes de partir, sentí una guerra salvaje. En toda la vigilia no sentí nada de sueño. Estaba en el centro de la Iglesia sentado y alrededor mío había monjas. Terminó la vigilia y comenzaron a leer aghiasmós (santificación de agua). Me enfurecí. Me llevaron a besar las Reliquias de San Arsenio. Era la primera vez, lo digo y se me ponen los pelos de punta, que sentí quemadura también corporal. Al final giré y dije “Pai, pai…” Me preguntó la abadesa-gerontisa: “Paísios”, y moví positivamente mi cabeza. Entonces me enfurecí mucho, comencé a gritar, me llevó a la tumba, y allí clamé tres veces “Santo”. Mientras que yo quería e intentaba marcharme, me cogieron y a la fuerza me tumbaron en el sepulcro del Yérontas boca arriba. Entonces vi al Yérontas Paísios incorporándose de la cintura hacia arriba como si se despertara del sueño, no como muerto. Era exactamente el mismo con barbas y sus sotanas. Fue cuestión de un segundo. Me tocó con su mano en la frente y al mismo momento salió humo negro de mi boca. Me tranquilicé totalmente pero el dolor físico no se marchó inmediatamente. Me dormí y por el dolor físico me despertaba diciendo: “Me duele mucho”.

»Así lo pasé durante cuarenta días pero sentí tal tipo de alegría que lloraba. Quizás fue muy atrevido lo que dije: “Dios mío, aunque tuviera que sufrir por toda la vida como antes, merecería la pena, si fuese para volver a sentir otra vez aunque sea por un minuto esta alegría».


A 14.4 Salvación de un niño.

 El padre Cristos Tsántalis de Nueva Mikaniona de Thesalónica y cura responsable de Kerasiá, con nueve hijos, nos dice: “Algunos de mis hijos jugaban en la terraza de la casa y en algún momento comenzaron a saltar por la claraboya o patio de luces. Uno de mis hijos de seis años, que aún no habla bien, quiso también saltar. Se precipitó al vacío y como una bala salió disparado hacia abajo. Cayó desde la tercera planta. Vinieron los otros niños asustados y me lo dijeron. Corrí con angustia al fondo del patio para recogerlo. Me quedé sorprendido cuando vi al niño viniendo hacia mí amarrillo del susto. Lo llevé al hospital, los médicos lo examinaron y dijeron que no tenía nada, ni el más mínimo golpe ni rasguño.

»Entendimos de que se trataba de un milagro, y pensé que el icono milagroso de la Panaghía de Nueva Micaniona salvó al niño. Le llevé el icono de Ella y le pregunté. “¿Ésta te ha salvado? Él respondió que no. Me llevó ante la foto del padre Paísios y lo señaló con la mano, es decir, que él fue quien le mantuvo».


14.5 Aparición y ayuda a un estudiante

Testimonio de Jristos Nikolópulos, ingeniero de caminos de la ciudad de Agrinio: “Era julio de 1995. Me estaba preparando para el último periodo de exámenes en la sección de Ingenieros de Caminos en la Escuela Politécnica de Atenas. Pero mi estado era literalmente desesperante. Debía diez créditos o asignaturas y me había comprometido con mi familia y mis amigos a que obtendría el título en septiembre. El cumplimiento de mi promesa era imposible. La angustia me atormentaba y me provocaba mucha tristeza.

»Por sugerencia de mi madre compré el libro “El Yérontas Paísios” del hieromonje Cristódulos y lo estaba leyendo. Me había impresionado la bondad del Yérontas.

»Una mediodía de un Domingo de Julio, dentro de un calor insoportable, y mientras estaba solo en mi casa leyendo el citado libro, pensé con gran tristeza en mis exámenes de la Escuela Politécnica y el fracaso eminente, cuando escuché la puerta del balcón cerrarse con un golpe fuerte. Inmediatamente pensé: “¿Cómo es posible que se cierre tan fuerte la puerta del balcón, ya que no se mueve ni una hoja?” Antes de terminar este pensamiento, sentí que alguien entró en mi casa. Entonces automáticamente me colmé de mucha paz, de indescriptible dulzura y alegría, primera vez por mí conocida. Decía en mi interior: “Que no acabe nunca esta situación, ¡qué cosa es esta!” Entonces me giré y vi al santo Yérontas bendiciéndome y desapareció. Junto con él se marchó también el estado en que me encontraba. Creía que se había ido por las escaleras. Salté y comencé a correr como loco por ellas. Bajé abajo, volví a subir, nada de nada. Subí a la terraza, tampoco lo vi allí.

»Entonces me senté pensando en el acontecimiento y me conciencié mejor de lo que había sucedido. Me sobrecogió un temor y con la mano temblando escribí en el mismo momento lo que me había sucedido para no olvidarlo.

»En septiembre aprobé todos los exámenes y obtuve el título. “¿Cómo ha pasado esto?, me preguntaban, “¡esto es increíble! “Y a pesar de esto”, yo decía en mi interior, “y otras cosas son increíbles” (el estado en que me había encontré entonces)”. Doxa-gloria y gracias a Dios.»

12.6 Aparición en sueño

Testimonio de Keti Patera: “Me dieron un fármaco para la osteoporosis y había perdido diez kilos en pocos días. No me sentía bien. Estaba muy agotada. Una noche antes de dormir, miré la fotografía del Yérontas y le dije: “Páter, no me encuentro bien”. Le vi en mi sueño y me dijo: “Vine porque me lo has pedido. Léete bien la receta del fármaco que tomas”, e inmediatamente desapareció. Salté de la cama y leyendo la receta vi que el fármaco era para la gordura. Si hubiese continuado tomando este fármaco me habría muerto. El Yérontas está siempre cerca de nosotros y no le vemos. »


14.7 Admirable aparición y ayuda

Testimonio del señor Nicolás Xinarís, habitante de la ciudad Pafos de Chipre: “Mi profesión es fontanero. Un día de julio de 1997, terminé mi trabajo y recogí mis herramientas para ponerlas en el coche. Estaba anocheciendo, no veía bien. Había un alambre para tender  la ropa y en su extremo estaba colgado un gancho de dos centímetros. Una vez que hube recogido las herramientas y me levanté para ir al coche, entró el gancho en mi ojo y me quedé paralizado como un pez en el anzuelo.

»Clamé “¡ayuda!’” con todas mis fuerzas. Vino corriendo el dueño de la casa, me vió y me dijo que sacara el gancho. Le dije que no, porque tenía miedo de quedarme ciego. Le dije que fuera a mi coche para traerme un alicate para cortar el alambre y llevarme a urgencias para que me quitaran allí el gancho. 

»Hasta que  él se fue y volvió, yo lloraba y me afligía porque tenía tres hijos y no quería que tuviesen un padre ciego.
»En aquel momento apareció delante de mí un hombre delgado con sotanas negras. Nada mas ver a este hombre y santiguarme, sentí un escalofrío y noté su mano debajo de mi mejilla empujando mi cabeza hacia arriba y así salió el gancho de mi ojo.

»Cuando volvió el hombre que había ido a traerme los alicates, fuimos a urgencias. Los médicos me examinaron, les conté lo sucedido y no lo creían. En la pupila del ojo había un corte. Me dieron una pomada y por cuatro cinco días debería tener mi ojo cerrado con una gasa.

»El día siguiente entrando en una tienda veo en lo alto de la pared al hombre que había aparecido delante de mí. Pregunté a la señora que tenía la tienda que quién era. Me dijo que es un monje muy famoso que se llama Paísios. Debía llevarme esta fotografía, porque era algo de inestimable valor para mí. La supliqué para comprar la foto y le daría el dinero que hiciese falta. Ella me dio el libro que escribe sobre el padre Paísios. Lo leí el mismo día y a partir de entonces lo tengo en mi coche como amuleto».

14.8 Invisible presencia sensible

Un peregrino emocionado, en el año 2000 narró el siguiente testimonio: “ Vine a la Santa Montaña cuando aún vivía el Yérontas Paísios. Junto con un grupo grande, una vez tomadas las instrucciones del Monasterio Ibiron, partimos para visitar al Yérontas. Desgraciadamente nos confundimos por el camino y no pudimos encontrarlo.

»En 1998 que volví a visitar la Santa Montaña Athos, fui para reverenciar por lo menos a su Kelia, ya que el mismo había muerto. ¡Fue muy grande la alegría y la serenidad que sentí! Pero marchándome, sentí una gran tristeza y depresión: “¿Por qué yo no fui digno de conocer al Yérontas durante mi anterior peregrinaje, cuando aún estaba vivo?. ¡Si sólo su Kelia me inundó de tanta alegría, qué bendición inconcebible sería su presencia!  ¿Por qué soy tan pecador, para que me haya privado de esto?”.

»Una depresión y aflicción me estaba presionando. Me presionaba para no llorar. Mientras bajaba por el senderito con mis pensamientos para salir al camino empedrado del Monasterio Ibiron, de repente sentí una mano abrazándome fuertemente y después tocándome con cariño en la espalda, mientras a la vez escuché una voz consoladora diciéndome: “Que te vaya bien, valiente mío”.
»Al mismo momento una fragancia fuerte inundó la región y un deleite indescriptible colmó mi psique, haciendo desaparecer totalmente mi aflicción anterior. Aunque no apareció su cara, yo sentí como si hubiese conocido al Yérontas.

14.9 Intervenciones en accidentes de coche.

El señor St., de la ciudad Kalamata, habitante de Atenas, viajaba con su coche hacia la ciudad Ioanina. En la carretera fue víctima de un choque  frontal, durante el cual su coche quedó literalmente disuelto y él fue gravemente herido en la cabeza. Fue transportado al hospital inconsciente e ingresó en cuidados intensivos.

Mientras se encontraba en este estado, vio una nube luminosa y en el medio un monje de edad avanzada. A pesar de que no tenía una relación especial con la Iglesia, porque aquellos días había oído de un conocido suyo sobre un tal yérontas carismático, Paísios, dentro de su sorpresa preguntó espontáneamente al monje:
-¿Eres el yérontas Paísios?
El Yérontas no respondió, sonrió, le acarició ligeramente en la cabeza y le dijo:
-¡No temas, te pondrás bueno!
El señor St. volvió en sí mismo. Aunque estaba perplejo ante la paradójica experiencia, y a pesar de que ignoraba al admirable visitante, creyó en su confirmación. De hecho se lo relató con intensa expresión también a los médicos. Y ellos, sorprendidos, comprobando su mejoría humanamente inexplicable, confesaron:
-¡Realmente se trata de un milagro!

Una vez que salió del Hospital, en el camino pasando delante de una librería sorprendido contempló a su salvador en el escaparate. Reconoció su figura en la página exterior de un libro. Así descubrió a su benefactor y lleno de gratitud lo compró y lo leyó.

Emocionado vino a reverenciar en la “Panaguda” en enero 1998, donde también nos relató el anterior acontecimiento. Aparte de que le salvó de una muerte física segura, la intervención del Yérontas ha cambiado radicalmente también su vida. Buscó Pnevmatikós-Guía Espiritual y se confesó. Dejó de hacer vida mundana a pesar de las presiones intensas de sus parientes. “Me es imposible continuar en las mismas cosas; en mi nus viene continuamente el sonriente y luminoso rostro del Yérontas”, decía con lágrimas en los ojos.
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Testimonio de un monje aghiorita: “Dos laicos visitaron la skiti “Panaguda”. Tras haber reverenciado, pidieron escuchar algo sobre el Yérontas. Entre otras cosas les dije que de los peregrinos que pasan tenemos muchos testimonios sobre las admirables señales, también después de su dormición (apariciones, terapias, intervenciones en accidentes de coches, etc.). Cuando uno de estos dos escuchó la frase “accidentes de coche” salieron lágrimas de sus ojos y dijo de un modo intenso a su amigo:
-¡Has visto, en accidentes de coche!
Al final me rogaron que les contase aunque sea un milagro y preferiblemente una salvación de accidente de coche. Le conté un caso reciente. Apenas llegué al punto “dentro de una nube luminosa se le presentó un monje”, el mismo peregrino que me había interrumpido, no aguantó y gritó:
-¡A mí también se me presentó como nube luminosa!
»Con brevedad me relató su propia salvación milagrosa, no pudiendo decir más por la emoción:

-¡Corría con mi moto a 140 km por hora… Me clavé en un coche… delante de mí se abrió una nube luminosa y se presentó un monje… no me pasó nada! Mi mujer me sugirió: “Busca en los libros, mira las fotos para encontrar quién era”. El primer descubrimiento fue por un calendario de la academia Athoniada de la Santa Montaña Athos, en una fotografía entre los alumnos de la Academia… ¡Me ha salvado la vida!
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Narración de un piadoso sacerdote casado que estudia en Thesalónica: “Hace tiempo vino un joven y me dijo: “Páter yo ayer debería haber muerto. Mientras corría a gran velocidad con mi moto caí encima de un coche y salté a lo lejos. En aquel momento vi un padrecito cogiéndome fuertemente de la mano derecha y así no me pasó nada”

»Yo (el sacerdote) le indiqué algunos iconos de Santos y fotografías de Yérontas contemporáneos. Apenas vio al yérontas Paísios, gritó emocionado: “Éste era”.

»Después de unos días volvió a venir y me dijo que posteriormente descubrió en un bolsillito de su chaqueta en el brazo derechos justo de donde le cogió el Yérontas,  dos iconitos pequeños, una de Cristo Dios y otro del yérontas Paísios que su madre a escondidas las había puesto allí”.

14.10 Resurrecciones espirituales.

La mayoría y los más grandes milagros del Yérontas son los milagros éticos. Muchos hombres indiferentes religiosamente, ateos por convicción, sin valores éticos, sea por alguna aparición suya después de muerte, sea a menudo por la lectura de algún libro suyo, resucitaron espiritualmente, entraron con celo en la Iglesia y algunos también al estadio monástico.

Un joven vivía en la ignorancia y en el pecado. No por suerte cayeron en sus manos las Epístolas del Yérontas y literalmente se conmocionó. Cambió su vida y deseó la vida monástica.

Confiesa otro de los muchos jóvenes: “Yo hace seis años era anarquista. Me ponía pendientes y tomaba drogas. Uno del grupo tenía un libro del padre Paísios y me lo dio. Por curiosidad eché una ojeada, me llamó la atención y el interés y en una noche lo acabé. Desde entonces mi vida ha cambiado totalmente.

El señor Nicolau Georghios, de Ampelokipus de Atenas. Escribe: “Un Domingo de Octubre del año 1996 me fui a la Divina Liturgia con un amigo mío al Monasterio de san Juan en Karea (Atenas). Quería que hicieran un responso a mi madre que cumplía un año desde su muerte. Era la primera vez que iba a la Iglesia después de muchos años.

»Cuando terminó la divina Liturgia, fuimos a la exposición del Monasterio y vi un libro del yérontas Paísios. En aquel momento mi corazón voló. Inmediatamente compré el libro y cuando llegué a mi casa, mi primera preocupación fue la lectura. En el mismo momento que leía el poema que había mandado el padre Paísios a su madre, algo cambió en mi interior. Comencé a llorar con sollozos, se suavizó mi corazón y comencé diciendo en mi interior con lágrimas: “¡Dios mío, ayúdame a mí también por las intercesiones del santo yérontas Paísios a hacerme monje!” No lo había meditado salió sólo. ¡Lo admirable es que hoy en día después de seis años de este acontecimiento, estoy preparándome para hacerme monje!

»De repente mientras leía el libro, perdí mis sentidos del espacio y del tiempo por pocos segundos y veo al santo yérontas Paísios cogiendo de su mano a mi bienaventurada madre. Me conmocioné porque lo que había visto era vivo totalmente. Lo comenté a un Yérontas con discernimiento, quien me dijo que esto era verdadero y no una fantasía demoníaca. Comencé pues a ir a la Iglesia cada Domingo y en las fiestas. Después, un poco antes de las divinas Navidades del 1996, me confesé por primera vez en mi vida y sentí un gran deleite y recogimiento en el interior de mi psique. Jamás me había sentido así otra vez en mi vida. Sólo Cristo Dios trae serenidad y paz en la psique.

»En mayo del 2002 me digné ir a reverenciar a la “Panaguda”. Durante mi permanencia allí sentía por espacios de tiempo una fragancia indescriptible, incluso fuera en el patio».

Un militar superior era seguidor de los dodecateístas (doce dioses) y sobre todo hacía propaganda en su cuartel. Leyó un libro del yérontas Paísios y en el mismo momento fueron derrumbados de su interior los ídolos de los dioses del Olimpo y creyó en el verdadero Dios. Ahora va a menudo y reverencia el sepulcro del Yérontas y reparte su icono.

14.11 Hace desaparecer un pequeño tumor

Testimonio de Vasilikí Kofidu de Thesalónica: “El año 2005 en el párpado de su ojo derecho se presentó un pequeño tumor. El médico me dijo que debería operarse porque si lo dejaba existía el peligro de que se hiciese grande y se cerrase mi ojo.

»Me fui a la tumba del padre Paísios y tomé aceite de su candil y cada día lo ungía y le rogaba que me sanara. Una mañana que limpiaba el cristal de mi mesita de noche vi que algo caía encima mío. Me quedé extrañada y miré para ver qué era eso y de dónde había caído. Entonces comprobé que era el tumor de mi ojo. Glorifiqué a Dios y agradecí al padre Paísio que escuchó mi oración y así evité la operación.


14.12 Terapia de una endemoniada

Una mañana de Diciembre del año 1996 en la exposición del Monasterio de Surotí, se encontraba allí la hermana responsable y un matrimonio con su niña pequeña y su padre, dos mujeres de mediana edad y un hombre joven. De repente se oyó un fuerte grito. Una de las mujeres, bastante corpulenta, se cayó al suelo y empezó a golpearse y a gritar salvajemente. Movía la cabeza rápido de un lado a otro. El espectáculo era muy desagradable. La mujer con la niña pequeña salieron fuera, mientras que los otros se acercaron para ayudarla. La mujer mugía, resollaba y decía con una voz de tono salvaje, amenazadora y masculina: “os arreglaré yo a vosotros que no creéis, os mostraré yo… he aquí, dentro de un poco os tendré todos en mi mano con el 666… me estaréis reverenciando todos… perdidos, idiotas, imbéciles…” y otros insultos.

Después empezó a gritar y parecía asustada. “Paisio, me quemas, quieres mandarme de nuevo a la tártara… Y esta tonta, perdida me trae siempre a los monasterios… ¿por qué la ayudas? Me quemas, me quemas”, y chillaba más fuerte aún. Se pegaba tan fuerte que temimos que se rompiese la cabeza. Era claro que la molestaba el demonio.

“A…aaaa, gritaba ora vez… He aquí, vino también María ahora…, me quemas Paisios”, dijo con una voz fuerte y se quedó inmóvil como mareada.

Algunos de los allí presentes, dudosos se acercaron para ayudarla, mientras que las mujeres se ocupaban de taparla con su ropa. Cuando ya estaba mejor, la levantaron del suelo. Había abierto sus ojos y lloraba serenamente sin hablar. Una gratitud se derramó desde las profundidades de su corazón.

“Te agradezco, Yéronta… Te agradezco Dios mío”, decía y repetía con mucho agradecimiento. Se levantó, se fue delante del icono de la Panaghía con sollozos fuertes: “Dios mío… Dios mío. Cómo me has aceptado a mí la indigna… Gracias Dios mío, gracias Yéronta… Dios mío, no merecía este tipo de ayuda”.

Toda la escena era muy conmocionante. Después saludaron con gratitud a la hermana para marcharse. Marchando la mujer dijo que tenía un demonio que la castigaba y fatigaba mucho y que la noche anterior vio en su sueño al yéronta Paísio que la dijo: “Ven a mi tumba y te sanaré”. Vino al Monasterio, preguntó dónde estaba la tumba del Yérontas, reverenció la tumba y después vinieron a la exposición donde sucedieron los anteriores acontecimientos.

14.13 Devolvió la vista

Testimonio de una Rusa, la señora Larisa Nicolaebna Máloba, médica de Moscú: “Sufrí un accidente con el resultado que mi ojo izquierdo hubo perdido totalmente su luz. Me trajeron al primer Hospital General de Moscú. Las habitaciones estaban completas, por eso me pusieron a dormir en el pasillo. Por la noche no dormí nada. Hacía oración y me afligía mucho. Por la mañana, mientras estaba en un estado entre sueño y despierta, vino el padre Paísios, le vi claramente delante de mí y le reconocí, porque había leído un libro en relación a su vida. Me cubrió la cabeza con una toallita y desapareció. Al mismo momento entendí que mi ojo ciego veía. Los médicos no hizo falta que hiciesen nada. Estuve hospitalizada en la clínica anterior desde el 4 hasta el 11 de Febrero del año 2002. El número del historial médico de mi enfermedad es el 31.171.

»Agradezco a Dios por Su misericordia hacia mí y al padre Paísios por su ayuda».





FIN PRIMERA PARTE ( Parte II, en proceso de traducción)









Traducido por XX.JJ ( http://www.logosortodoxo.com/ ) en colaboración con Nektarios Al. (laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com)