Este día celebramos la entrada solemne de Nuestro Señor en Jerusalén. Entonces Jesús, que venía de Betania, envióa a dos de sus discípulos y le trajeron un asno. Y se sentó sobre él para entrar en la ciudad.
El pueblo, habiendo escuchado que Jesús venía, enseguida cogieron ramas de palmera y salieron a recibirle.
Otros con sus vestidos, otros con otras ramas de árboles, le abrieron camino para que Jesús pasase.
Y todos juntos, hasta los niños pequeños, clamaban: "Osana, bendito el que viene en el nombre del Señor, el rey de Israel".
Cristo se adentra en la ciudad sentado sobre un asno. Los israelitas le reciben con honores como Rey.
Él no da mucha importancia a las alabanzas, no se limita a las solemnidades, a la gloria momentánea, y se dirige hacia la Cruz y la Resurrección.
La entrada de Jesús en Jerusalén es finalmente la entrada al martirio en la vida terrenal del Señor. En pocos días será martirizado y ejecutado en la cruz, para matar a la muerte y regalar así la vida.Cristo se adentra en la ciudad sentado sobre un asno. Los israelitas le reciben con honores como Rey.
Domingo de Ramos. Pintura en pared de Iglesia en Skete de Kafsokalibiton, s.XVIII. Monte Athos. |
Él no da mucha importancia a las alabanzas, no se limita a las solemnidades, a la gloria momentánea, y se dirige hacia la Cruz y la Resurrección.
Homilía sobre la entrada del Señor a Jerusalén (San Nikolai Velimirovich):
Uno de los detalles más milagrosos de la vida de nuestro Salvador fue previsto por el profeta Zacarías a través del oscuro cristal del tiempo, y se describe así:
"El Rey de paz. 9.¡Alégrate con alegría grande, hija de Sión! ¡Salta de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey; Él es justo y trae salvación, (viene) humilde, montado en un asno, en un borrico, hijo de asna".(Zacarías 9,9) 1 (notas explicativas al final de la página).
El apóstol Lucas, un testigo ocular, describe este evento:
"Aclamación del Mesías rey en Jerusalén. 28. Después de haber dicho esto, marchó al frente subiendo a Jerusalén. 29.Y cuando se acercó a Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, envió a dos de su discípulos 2. 30. diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente. Al entrar en ella, encontraréis un burrito atado sobre el cual nadie ha montado todavía; desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, diréis así: “El Señor lo necesita”. Los enviados partieron y encontraron las cosas como les había dicho. Cuando desataban el burrito, los dueños les dijeron: “Por qué desatáis el pollino?”. Respondieron: “El Señor lo necesita”. 3. Se lo llevaron a Jesús, pusieron sus mantos encima, e hicieron montar a Jesús. 36 Y mientras Él avanzaba, extendían sus mantos sobre el camino 4. Una vez que estuvo próximo al descenso del Monte de los Olivos, toda la muchedumbre de los discípulos, en su alegría, se puso a alabar a Dios con gran voz, por todos los portentos que habían visto, 38 y decían: “Bendito el que viene, el Rey en nombre del Señor. En el cielo paz, y gloria en las alturas”. 39 Pero algunos fariseos, de entre la multitud, dirigiéndose a Él, dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos” 5. 40 Mas Él respondió: “Os digo, si estas gentes se callan, las piedras se pondrán a gritar”.
¡AY DE JERUSALÉN! 41 Y cuando estuvo cerca, viendo la ciudad, lloró sobre ella 6. 42 y dijo: “¡Ah si en este día conocieras también tú lo que sería para la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos. 43 Porque vendrán días sobré ti, y tus enemigos te circunvalarán con un vallado, y te cercarán en derredor y te estrecharán de todas partes; 44 derribarán por tierra a ti, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo en que has sido visitada”. 7
IRA DE JESÚS ANTE EL COMERCIO EN EL TEMPLO. 45 Entró en el Templo y se puso a echar a los vendedores 8 y les dijo: “Está escrito: «Mi casa será una casa de oración», y vosotros la habéis hecho una cueva de ladrones”. 47 Y día tras día enseñaba en el Templo. Mas los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando perderle, y también los jefes del pueblo; 48 pero no acertaban con lo que habían de hacer, porque el pueblo entero estaba en suspenso, escuchándolo."
Esta es la descripción de un evento histórico que tuvo lugar hace veinte siglos, como lo relata un testigo ocular. Pero este evento tiene más que un significado histórico; también tiene un significado espiritual y, por lo tanto, también un significado moral para cada cristiano actual. Según el significado espiritual, Jerusalén significa el alma humana, y la entrada del Señor en Jerusalén significa la entrada de Dios en el alma.
Las multitudes de personas, amontonadas y empujadas unas contra otras, esperando y saludando alegremente a Cristo, simbolizan los nobles sentimientos y los pensamientos exaltados de una persona que saluda alegremente a Dios, su Salvador y Libertador. Los líderes de la multitud de personas, que odian a Cristo y quieren matarlo, personifican los deseos inferiores y los pensamientos terrenales, que toman la delantera sobre la noble naturaleza del hombre y la oprimen. Ahora, esta naturaleza humana inferior se rebela contra la entrada de Dios en el alma, porque cuando Dios está entronizado allí, la naturaleza inferior será inevitablemente destruida.
El Templo en Jerusalén simboliza el lugar santísimo del alma humana, ese lugar sagrado donde el Espíritu Santo tiene, aunque solo sea un refugio minúsculo, incluso en el más grande de los pecadores. Pero las pasiones terrenales también penetran allí, y la naturaleza humana inferior incluso la ha utilizado para lograr sus objetivos básicos.
Cristo sana el alma de aquellos enfermos que caen ante Él con fe, y esto significa que ciertos impulsos del alma, aunque están enfermos, tienen sed de unidad con Dios y le buscan a Él, el único Doctor verdadero en el mundo. La profecía de Cristo de la destrucción de Jerusalén simboliza la destrucción de cualquier alma que rechaza a Dios, le descarta y despide de sí mismo.
Nadie en este mundo está contento a menos que haya abierto las puertas de su Jerusalén espiritual, su alma, y haya recibido a Dios en sí mismo. Un hombre sin Dios siente solo y desesperado. La sociedad de los demás no hace desaparecer su soledad, sino que solo la aumenta. Sin embargo, el que ha recibidodo a Dios en su alma nunca se sentirá solo ni siquiera en un desierto. Nadie muere una muerte eterna, excepto uno en quien Dios ha muerto.
(S. Nikolai Velimirovich)
Comienzo de la Semana Santa y sus Servicios Litúrgicos
Entrada del Señor en Jerusalén (domingo de Ramos).
Se suelen celebrar el Domingo por la tarde los maitines del Lunes Santo, también llamados "Primer oficio del Novio"
Typikon del Domingo de Ramos
Apolitiquio tono 4
Notas explicativas de la Santa Biblia de Straubinger:
1. Domingo de Ramos, en que los discípulos y los creyentes en las profecías lo aclamaron Rey de Israel (véase Mateo 21, 5-9; Marcos 11, 10; Lucas 19, 38; Juan 12, 13), si bien por tan pocas horas (cf. Lucas 16, 16; Mateo 16, 14-21 y nota). Es, por lo demás, imposible encontrar otra realización que haya ocurrido (de estos oráculos), puesto que después del destierro los judíos no han tenido ningún otro rey legítimo, más que el Mesías. Su reino iba a ser un reino de paz, por lo cual no venía montado en un caballo como los reyes conquistadores. Cf. Isaías 62, 11 y nota; Ez- 23, 6 y nota. En cuanto al rechazo de Jesús como Pastor de Israel (cf. 6, 12 s.) lo vemos en el capítulo 11, 10. Es de notar que en un principio los israelitas por mandato del Señor no usaban carros de guerra ni caballos, sino que confiaban en el auxilio que Dios les había prometido (Deuteronomio 17, 16). Ese ideal será restablecido por el Mesías, rey de paz (Isaías 2, 2-4; 11, 6 ss.; Ezequiel 34, 25; Oseas 2, 18). Véase especialmente Miqueas 5, 9-13 donde se encuentra una predicción igual. Desde un mar a otro: El reino del Mesías será universal. Cf. Salmo 71, 8. El rio (Éufrates). Véase Isaías 7, 20; Miqueas 7, 12; Ezequiel 47, 13 ss. y nota.
2. Véase Mt. 21, 1 ss.; Mc. 11, 1 s.; Jn. 12, 12 ss. Batfagé y Betania: dos pequeñas aldeas a unos dos y tres kms. al este de Jerusalén.
3. El Señor lo necesita: como hace notar un tratadista de vida espiritual, estas palabras no están puestas sin profunda intención. ¡Jesús necesita de un borriquillo! No se dice en cambio que necesitase, de los reyes, ni de los sabios. Felices los que, por ser pequeños, merecen ser elegidos por Él, como María (Lc. 1, 48 s.), para recibir el llamado de la sabiduría (Pr. 9, 4) o la revelación de los secretos de Dios (Lc. 10, 21); para confundir a los sabios y a los fuertes (1 Co. 1, 27); para servir de instrumento a la gloria del Rey, como este borriquillo del Domingo de Ramos; o de instrumento a su caridad apostólica, como aquella escoba que sirvió para barrer la casa y encontrar la dracma perdida (Lc. 15, 8).
4. Con motivo de la fiesta de Pascua se había reunido enorme multitud en Jerusalén y sus alrededores, aprovechando la ocasión de ver a Jesús y aclamarle como Mesías Rey (v. 38). 760 39. Nótese la perfidia farisaica y el odio. Estos que le llamaron endemoniado, y que le ven hoy triunfante, no vacilan en llamarle ahora Maestro, con tal de conseguir que Él no triunfe. Creían que la humildad de Jesús haría cesar la inmensa aclamación de toda Jerusalén como había hecho tantas otras veces al prohibir que se hablara de sus milagros. Ignoraban que ese triunfo, aunque tan breve, del Rey de Israel anunciado por los profetas, estaba en el plan de Dios para dejar constancia de su público reconocimiento por aquellos que a instancia de la Sinagoga habían de rechazarlo luego. El humilde Jesús responde esta vez lleno de majestad. Algunos consideran que éste es el día en que comenzó a cumplirse la profecía de Daniel (9, 25), porque señaló la grande y única solemnidad en que fué públicamente recibido “el Cristo príncipe”. Cf. Mt. 21, 9 y 15; Mc. 11, 10; Jn. 12, 13. 761 41. El Señor no tuvo reparo en llorar por el amor que tenía a la Ciudad Santa, y porque veía en espíritu la terrible suerte que vendría sobre ella por obra de sus conductores. Véase 13, 34 s.; 23, 28- 31. 762 44. Véase 21, 6; Mt. 24, 2; Mc. 13, 2. 763 45 ss. Véase Mt. 21, 12-13; Mc. 11, 15-18; Jn. 11, 14-16; Is. 56, 7; Jr. 7, 11.
5. Nótese la perfidia farisaica y el odio. Estos que le llamaron endemoniado, y que le ven hoy triunfante, no vacilan en llamarle ahora Maestro, con tal de conseguir que Él no triunfe. Creían que la humildad de Jesús haría cesar la inmensa aclamación de toda Jerusalén como había hecho tantas otras veces al prohibir que se hablara de sus milagros. Ignoraban que ese triunfo, aunque tan breve, del Rey de Israel anunciado por los profetas, estaba en el plan de Dios para dejar constancia de su público reconocimiento por aquellos que a instancia de la Sinagoga habían de rechazarlo luego. El humilde Jesús responde esta vez lleno de majestad. Algunos consideran que éste es el día en que comenzó a cumplirse la profecía de Daniel (9, 25), porque señaló la grande y única solemnidad en que fué públicamente recibido “el Cristo príncipe”. Cf. Mt. 21, 9 y 15; Mc. 11, 10; Jn. 12, 13.
6. El Señor no tuvo reparo en llorar por el amor que tenía a la Ciudad Santa, y porque veía en espíritu la terrible suerte que vendría sobre ella por obra de sus conductores. Véase 13, 34 s.; 23, 28- 31.
7. Véase 21, 6; Mt. 24, 2; Mc. 13, 2.
8. Véase Mt. 21, 12-13; Mc. 11, 15-18; Jn. 11, 14-16; Is. 56, 7; Jr. 7, 11.
Fuentes consultadas: saint.gr, acoantioquena.com, diakonima.gr, oca.org, pemptousia.gr, fatheralexander.org, orthodoxwiki.org, newsbomb.gr