domingo, 23 de febrero de 2025

Tercer Domingo del "Triodio". Lecturas del Evangelio

Tono 2º. Evangelio de Maitines 2 (Mc. 16, 1-8. Ver EOTHINON 2, p.5)


LECTURA DEL LIBRO DE LOS APOSTOLES (1ª Epístola de San Pablo a los Corintios 8,8-9,2)

8.8 Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos. 8.9 Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. 8.10 Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? 8.11 Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. 8.12 De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. 










8.13 Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano.
9.1 ¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? 9.2 Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor.



LECTURA DEL EVANGELIO. (Según San Mateo 25:31-46 )



El juicio de las naciones

31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.





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35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
 



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41 Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. 46 E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.




Segunda Venida - Fragias Kavertzas, 1640 - 1641 d.C.







HOMILIA. “El juico final”.

Del libro “Háblame, Cristo” – mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos. Archimandrita Apostolis X. Tsolaki.


EN EL TERRIBLE DIA DE LA SEGUNDA VENIDA DEL SEÑOR. EN EL TREMENDO Juicio Mundial. Alli nos transporta la lectura del Evangelio del Domingo del inicio de ayuno de las carnes (del griego “Απόκρεω”, [Apócreo]). Todo el mundo conoce desde ahora que se realizará el Juicio Futuro del Señor Jesucristo. Nos lo reveló su boca sin engaño.

Cuando llegue aquel día terrible y se presente el gran Juez bajando glorioso y resplandeciente del cielo a la tierra acompañado de miles y miles de ángeles, entonces se sentará en el resplandeciente trono del Juez, y frente a Él estará todo el mundo, los vivos y también los muertos, los cuales habrán sido resucitados.

Y entonces comenzara el último y definitivo Juicio final.

El Señor separará a todos los hombres en dos grupos: uno a su derecha y otro a su izquierda. Y justo después se escuchara su voz:

Venid vosotros, los bendecidos por mi Padre, venid a heredar la Realeza Increada del Reino de los Cielos, que ha sido preparada para vosotros antes de crearse el mundo.











Es vuestra, porque he tenido hambre y me habéis dado de comer, he tenido sed y me habéis dado de beber, era desconocido y me habéis hospedado, estaba desnudo y me habéis dado vestidos. He estado enfermo y me habéis visitado. He estado en la prisión y habéis venido a verme.


Entonces aquellos dudarán y le preguntaran que cuándo sucedió todo esto. Y Aquel les responderá:

Cada cosa que habéis hecho a alguno de mis hermanos, a los pobres y humildes y a los menospreciados, a mí me lo habéis hecho.

Después se girará hacia los otros de su izquierda y les mostrará el infierno. Porque aquellos no hicieron nada de todo esto, a los hermanos del Señor.

“Y serán estos enviados al infierno eterno, y los otros a la vida eterna”. Así termina la lectura evangélica. Serán estos enviados al infierno eterno, y los justos al Paraiso.





Segunda Venida. Rusia, 1904.





“Heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.”

Es obvio, a partir de las palabras del Señor, que el criterio bajo el cual seremos todos juzgados en la Segunda Venida será la agapi (amor desinteresado) hacia nuestros compañeros, y sobre todo a los menospreciados y rechazados por el mundo.

Destacar que el Señor no conecta esta agapi con grandes acciones, sino con cosas muy sencillas, fáciles y cotidianas, que no necesitan mucha fatiga para ser realizadas. Es decir, un poco de pan al hambriento, un vaso de agua al que tiene sed, hospitalidad al desconocido, vestido al desnudo, y visita al enfermo y al prisionero. ¿Qué más simple y fácil que todo esto?











“No dijo” – dice San Juan Crisóstomo- “en la prisión estaba y me habéis sacado de ella, enfermo estaba y me habéis curado, no. Sino que me habéis visitado, habéis venido conmigo”. ¿Qué más fácil que una visita?

¡Qué discreto es Nuestro Señor! ¡Qué permisivo! Que des un poco de agua a aquel que tiene sed, pero de corazón, con toda tu buena disposición. ¡Y que te de el Paraíso eterno!

Amigo mío, tu que ahora lees estas líneas, ves cuanto han aumentado a nuestro alrededor las personas que tienen necesidad de nosotros. Sobre todo en estos últimos días que pasamos. Demos tú y yo un poco de lo que tenemos. Que les regalemos nuestra simpatía y nuestra limosna. Para que Cristo tenga también en el juicio futuro una misericordia eterna y continua sobre nosotros.



HOMILIA DE SAN JUAN CRISOSTOMO. EL ULTIMO JUICIO Y EL ULTIMO ENCARECIMIENTO DE LA LIMOSNA. (páginas 980-984)





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«No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento» (Luc. 5,32)