domingo, 3 de noviembre de 2024

Domingo V de Lucas. Parábola del rico y de Lázaro.

3-11-2024. † DOMINGO V DE LUCAS † (XIX DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS)


Domingo V de Lucas: Parábola del rico y de Lázaro. Tono 2º.

Evangelio de Maitines 8 (EOTHINON 8, p.9)




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APOSTOLES. (2 Corintios 11,31 - 12,9)

31 El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento. 32 En Damasco, el gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme; 33 y fui descolgado del muro en un canasto por una ventana, y escapé de sus manos.
El aguijón en la carne

12 Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. 2 Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. 3 Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), 4 que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar. 5 De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades. 

 

 

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6 Sin embargo, si quisiera gloriarme, no sería insensato, porque diría la verdad; pero lo dejo, para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí. 7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; 8 respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. 9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

 

 

 


 

 



EVANGELIO (Lucas 16:19-31)

El rico y Lázaro

19 Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.

20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas,

21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.

22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.

 


 



23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.

26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.

27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,

28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.

29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.

30 Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.

31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.


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HOMILIA. DOMINGO V DE LUCAS (Luc. 16, 19-31) 

“La parábola del rico y de Lázaro”

¿Por qué entonces existen ricos y pobres en el mundo? ¿Cómo aguanta el Dios esta desigualdad social? ¿Por qué no impone justicia?

El Dios rico, cuando ha venido a la tierra y se ha hecho hombre, ha elegido para sí mismo convertirse en el más pobre de todos, ya que nació en un establo y durante toda Su vida no tenía donde apoyar a cabeza para dormir…

Este señor entonces dijo una parábola sobre un rico y un pobre:

“Había un rico que tenía una riqueza innumerable; tanto que él mismo cada día se vestía con ropas que sólo los reyes disponen. Por fuera se ponía un vestido de lana muy caro pintado con un color rojo fuerte, hecho con ostras exóticas. Dentro llevaba un manto muy lujoso hecho de un fino lino egipcio. ¿Quién otro podría vestirse como él? Era todo orgullo y satisfacción.



 

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También sus diversiones estaban llenas de lujo y grandeza. Cada día riquísimos banquetes con todo tipo de placeres y deleites…

Al mismo momento un pobre – se llamaba Lázaro-, estaba tirado junto a la puerta exterior de la mansión del rico. Era pobre con todo el sentido de la palabra. Y además estaba enfermo, con todo su cuerpo lleno de heridas. Su única compañía eran algunos perros que venían y le lamían las heridas…

A pesar de todo esto, ni una sola queja salía de su boca. Aguantaba pacientemente su desgracia.

Llegó el día en que murió Lázaro. Y rápidamente unos ángeles recogieron su alma sobre sus alas y le subieron al Paraíso a los abrazos del Patriarca Abraham.

Murió también el rico, y fue enterrado. No vinieron Ángeles a recogerle a él.

Ahora en la nueva situación, el rico levanta su mirada desde el hades y ruega a Abraham que le envíe a Lázaro para que con su dedo le moje un poco su lengua, porque no podía aguantar el Infierno terrible.

 

 

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Abraham le contesta que los papeles ahora han cambiado, y no es posible cambiar la situación. Y la otra petición del rico, que resucite Lázaro para que anuncie a sus hermanos la situación que existe después de la muerte. Abraham de nuevo le contesta que no es posible que suceda esto, y que no habrá ningún resultado si ellos mismos no creen en las palabras de la Santa Escritura y no se arrepienten y cambian.



« Había un hombre rico...había también un pobre»

 

El rico era rico. Nadie le acusa por ello (sus riquezas no fueron conseguidas con robos e injustcias). El motivo por el cual se ha condenada al Infierno es porque sus riquezas las ha utilizado exclusivamente para sus propios placeres y disfrutes, mientras que a su lado tenía un hombre pobre y enfermo.

El pobre, desde otro punto de vista, ha ido al Paraíso no porque era pobre, sino porque a pesar de su pobreza no se quejó, no blasfemó, no pecó ante Dios. Pero al contrario, soportó su desgracia con paciencia y creencia, teniendo toda su esperanza puesta en Dios.

 

 


 



El Dios*, permitiendo las injusticias sociales en este mundo, da la ocasión a los pobres y a los ricos de, si quieren, salvarse: a los primeros con su paciencia, y a los segundos con cambio y arrepentimiento.

Pero nosotros no tenemos derecho de vestirnos ostentosamente, divertirnos y festejar, cuando a nuestro lado existen hombres que no tienen para comer. Nuestra incredulidad e inmisericordia nos condenarán.

Esto quería decir Cristo Dios con esta parábola.


* Nota: en idioma griego, Dios ("Θεός", [Zeόs]), así como todos los nombres propios, llevan su artículo correspondiente.




Del libro ”Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos”. Archim. Apóstolos J. Tsoláki. Ed.Sotir

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