Domingo III Lucas. La Resurrección del hijo de la viuda de Naín. (Lc. 7, 11-16)
Tono plagal del 2º*. Evangelio de Maitines 4 (pág. 6).
* Enseñanza desde el principio de canto bizantino, por el teólogo y profesor de música París Gunás. Es gratuito, cortesía del canal 4Ε de Tesalónica. Aunque es en idioma griego, mediante los subtítulos (mejor en inglés que en español) y el vídeo se puede aprender bastante. Para dudas, escribir al email que aparece en la portada (abajo derecha) del blog.
Oficios litúrgicos (griego):
Música: Vísperas Mayores. Maitines y Divina Liturgia.
Texto: Vísperas Mayores. Maitines y Divina Liturgia.
LECTURA DEL LIBRO DE LOS APOSTOLES. II Epístola de San Pablo a los Corintios (II Cor. 4, 6-15)
6. Pues el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo.
7. Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.
3. Y si todavía nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden,
4. para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.
5. No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús.
6. Pues el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo.
San Pablo, el Apóstol de las Naciones
7. Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.
8. Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados;
9. perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados.
10. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
11. Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
12. De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida.
13. Pero teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos, y por eso hablamos,
14. sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros.
15. Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.
Fuente: La Biblia de Jerusalén
EVANGELIO TERCER DOMINGO. Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (7, 11- 16)
En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él
sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores. Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: Joven, a ti te digo: Levántate. El muerto se incorporó y se
puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, y
Dios ha visitado a su pueblo.
HOMILIA. DOMINGO III DE LUCAS. San Lucas. (7, 11- 16)
La resurrección del hijo de la viuda de Naín.
—Un Dios tan cerca de nosotros—.
Uno de los momentos más afectuosos del Señor Jesús en la tierra lo describe en su santo evangelio San Lucas. Una escena que no informa de qué Dios tenemos. La escena del encuentro de Cristo con el hijo muerto de la viuda de Naín...
Nos dice el sagrado evangelista: “Caminaba nuestro Cristo con sus discípulos y con mucha gente de la ciudad de Capernaúm hacia la de Naín. Distancia, unos 15 kilómetros. Y el Señor lo hizo a pié. ¿No podía también él tomar un carro? Rabí era. Maestro. Persona honrada. Podía. No lo hizo. A pie. Llenarse de polvo sus piés. Cansarse, sudar, quemarse su rostro por el sol.
Avanzaba y ahora llegó a la ciudad. Llegó a su puerta y allí se encontró con un grupo. Ese grupo salía por la puerta. Era una procesión funeraria. Escena desgarradora. Una madre... figura trágica. Viuda ella. La muerte le había privado poco tiempo antes de su marido. Y ahora le visitaba por segunda vez, para arrebartarle lo más valioso que tenía en este mundo: ¡a su hijo!.
Uno tenía. Nada más que uno. Su hijo único era. Su apoyo, su compañía, su tesoro. Toda su vida este hijo. ¿Qué otra cosa podía esperar de la vida?
Pero este tesoro ahora lo perdió...
¿Qué decirla? ¿Cómo poder consolarla? Madre abatida...
La vio Cristo. Se conmovieron sus entrañas. “Se compadeció de ella y la dijo: - no llores.” No le dieron importancia. El solo se acercó, con afecto y condolido la dijo: “No llores”. Nada más. Dos palabras: “No llores”. Se puso enseguida junto al féretro. Los que lo portaban se detuvieron. Y el Señor de la vida y de la muerte se dirigió sin dilación hacia su objetivo:
“Joven, a tí te digo, levántate”. Hijo mío, a ti te hablo. Levanta.
Se levantó el muerto. Empezó a hablar. Y el Señor lo tomó y lo llevó a su
madre. Que lo tenga de nuevo a su lado. Su alegría y su apoyo. Consuelo
y alivio...
* * *
“Se acercó. No llores. Levántate.”
Amigo mío, tres cosas atiende de esta breve decripción. La primera, que Cristo se trasladaba a pie. Porque quería aquí en la tierra caminar entre nosotros, concordar sus pasos con los nuestros. Por eso
también se esforzaba y se fatigaba, sudaba, pasaba hambre y sed en sus recorridos. Tal como nosotros. Para decirnos, - aquí estoy; tan cerca de ti; a tu lado; te entiendo; te comprendo.-
Cosa que demostró al decir: - no llores-. Este que tan frecuentemente lloró en la tierra, Este no permanece indiferente ante nuestro llanto.
Se conmueve ante nuestras aflicciones, ante nuestros gemidos. Un Dios que se compadece, que sufre con nosotros. Y se nos acerca para limpiarnos
las lágrimas de nuestros ojos.
Y además, la tercera, como Dios que es, tiene el poder de dar su aliento e impulso en nuestra vida, un aliento regenerador. Levantarnos de la caída, de nuestra adversidad. Como levantó del féretro al hijo de la viuda. Y que llene nuestra vida de su Su vida inmortal, la vivificadora, la vigorosa, la
poderosa.
¿Entiendes ahora lo cerca, lo disponible que tienes al todopoderoso Señor?
Del libro "Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos". Archim. Apóstolos J. Tsoláki.
Ed. Sotir.