"El Señor caminando sobre el mar" (Mt. 14, 22-34)
Tono pl. del 4º. Evangelio de Resurrección IX.
Evangelio de Maitines (de Resurrección) IX (Según San Juan 20, 19-31)
Jesús se aparece a los discípulos
19 Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. 20 Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. 21 Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. 22 Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.
Incredulidad de Tomás
24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. 25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. 27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. 28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! 29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
El propósito del libro
30 Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.
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San Pablo, el Apóstol de las naciones |
Lectura del Libro de los Apóstoles (I Corintios 3, 9-17)
9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.
10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. 12 Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13 la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.
16 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 17 Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.
Lectura del Santo Evangelio (Según San Mateo 14, 22-34)
22 En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. 23 Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. 24 Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. 25 Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. 26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. 27 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
28 Entonces le respondió Pedro, y
dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. 29 Y él
dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas
para ir a Jesús. 30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y
comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! 31 Al
momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de
poca fe! ¿Por qué dudaste? 32 Y cuando ellos subieron en la barca, se
calmó el viento. 33 Entonces los que estaban en la barca vinieron y le
adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios. 34 Y terminada la
travesía, vinieron a tierra de Genesaret.
HOMILIA. El Señor caminando sobre el mar. (Mt. 14, 22-34). Cuando el mar se convierte en tierra firme.
Del libro ”Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos”
EN LOS TIEMPOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO SUCEDIO ALGO MILAGROSO: el pueblo de los hebreos cruzó el Mar Rojo caminando sobre tierra firme. Fue cuando el mar se abrió, se dividió en dos, y el pueblo caminó por su fondo sin ni siquiera mojarse los pies. Fue cuando Moisés golpeó con su bastón sobre el agua y sucedió este milagro.
Ahora, en los tiempos del Nuevo Testamento, sucede algo aún más milagroso: lo ordena el Cristo, pero el mar no se abre ni se divide; ahora el mismo mar se vuelve tierra firme, y puede caminar sobre él, sin ni siquiera mojarse los pies.
Escuchamos este milagro como lo describe el evangelista Mateo en la lectura del noveno Domingo de Mateo desde la Fiesta de Pentecostés.
Se encontraban los discípulos con su barco en mar abierto, pasada la medianoche, cuando les pilló una tormenta. Una tempestad dramática, una agitación sin precedentes, un temporal terrible.
La tormenta se acercaba, las olas se levantaban enormes, el barco dando giros como una hoja otoñal. Y los discípulos dentro de él viendo probablemente los últimos momentos de sus vidas.
De verdad sintieron la muerte muy de cerca. Por eso, cuando vieron una figura humana acercándose a ellos sobre las olas, pensaron que era un fantasma, y ante su miedo comenzaron a dar gritos de agonía. Pero la voz de Él, familiar como siempre, cálida, pacifica, vino enseguida para darles coraje: "! Soy Yo, no temáis, tened coraje!"
Entonces Pedro, este atrevido discípulo, le voceo desde el barco!:Señor si eres tú, da la orden de que camine yo sobre las olas como Tú, y que vaya junto a ti.
"Ven", se escuchó la respuesta.
Y Pedro levantó su pierna, para bajar desde el barco...
Piso
sobre el mar. Y este comenzó a ser como tierra firme. Y empezó ahora
Pedro a caminar sobre el agua dura como vidrio y acercarse hacia Cristo.
La orden de Cristo y la fe de Pedro, hicieron el milagro. Tanto como
duro esta fe...
Porque poco después Pedro quito la mirada de sobre su Maestro y miro a su lado.
Las
olas levantadas como bestias, agresivas, amenazantes, le aterraron.
Perdió su fe Pedro, y justo después el mar se volvió de nuevo líquido,
comenzando el a hundirse. Entonces un grito salió de lo profundo de su
garganta!:Señor, sálvame! Y rápido sintió la fuerte mano del Señor
levantándole, y Su voz llegando a sus oídos reprendiéndole: “Poco
creyente, ¿Por qué has dudado?”...
Un mar es nuestra vida, amigo mío. Un mar, con frecuentes tormentas. No son solo las olas de las distintas situaciones desagradables de la vida, como enfermedades, injusticias, falsas acusaciones, disgustos, desgracias. Es la agitación interior que provoca el mismo diablo o nuestra naturaleza enferma: tentaciones pecadoras, pensamientos impuros, sentimientos de culpabilidad, incluso miedos, agonías, ansiedad, dilemas de conciencia, impedimentos psíquicos.
¿Cuantas situaciones como estas afectan a menudo al alma adolescente, en el momento en que este alma busca una dedicación, un éxito en el trabajo, y una imagen en la sociedad? ¿Y por cuantas tempestades pasa?
Dentro de esta tempestad, de cualquier tormenta de tu vida, ¿puedes escuchar el mandato del Señor, “ven”? El Señor lo dice. Y como Él lo dice, puedes caminar sobre todas estas olas. Caminar sobre ellas sin sufrir el más mínimo daño de ellas e ir junto a Él.
Ten fe. Cuando el Señor lo ordena, hasta el mar se vuelve tierra firme.
Ver Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, por San Juan Crisóstomo. V. Homilía 50 (pág. 647).