San Juan fue uno de los principales impulsores de la vida monástica en Occidente. Nació en la Galia en la diócesis de Langres hacia el año 424 y fue educado como un cristiano piadoso por sus padres, que fueron ejemplares de vida santa.
A los veinte años se construyó una celda con un pequeño oratorio donde poder dedicarse a la contemplación sin distracciones. Meditando en los ejemplos bíblicos de renuncia al mundo, especialmente en la vida de San Juan Bautista en el desierto, y en el afán del Apóstol por seguir al Señor, dejó su barrio natal y a sus padres sin mirar atrás y se instaló en un salvaje, lugar prohibido llamado Réome (Reomay) en la región de Auxois. Allí comenzó a vivir la vida hesicasta como los monjes en el desierto de Oriente.
El resplandor de la gracia que habitaba en él pronto atrajo a una multitud de discípulos deseosos de seguir su enseñanza sobre la purificación del alma. Habiéndolos aceptado, comenzó a preguntarse si estaba llamado a la dirección espiritual: "el arte de las artes y la ciencia de las ciencias". Visitó los monasterios de la región para consultar a los Ancianos y regresó convencido de que esa no era su vocación. Acompañado por solo dos discípulos, se retiró luego al Monasterio de Lerins, permaneciendo allí de incógnito durante dieciocho meses hasta que un viajero lo reconoció e informó de su descubrimiento al obispo de Langres, de quien dependía Réome. El obispo no perdió tiempo en escribir al abad de Lernins y al mismo Juan para exigir su regreso a su rebaño, privado de su pastor.
Abadía de Moutiers-Saint-Jean |
Abadía de Moutiers-Saint-Jean
A su regreso, John introdujo los usos monásticos de Lerins, conocidos como la Regla de Makarios, en Réome. Un día, su madre llegó al monasterio con la intención de verlo; pero Juan la pasó de largo respetuosamente sin decir una palabra. Luego envió a uno de los monjes a decirle que viviera piadosamente en este mundo presente para que algún día tuvieran la alegría de verse en el cielo.
Dios, en su bondad amorosa, se apresuró a responder a la pureza de alma de Juan y a la fuerza de su oración, de modo que en el Monasterio de Reome abundaron los milagros para el consuelo de sus discípulos y de la gente de la región. Expulsó demonios y curó enfermedades bendiciendo pan o agua. A pesar de los favores de reyes y señores y de sus ricos regalos al monasterio, Juan permaneció humilde y abstinente. Enseñó a sus monjes a mantener siempre el autocontrol y a evitar la ambición, la codicia y la negligencia que pueden surgir en el trato con la gente del mundo. Se dice que vivió hasta los ciento veinte años. Fue enterrado en la Abadía de Réome, que más tarde se conocería como Abadía de Moutiers-Saint-Jean.
De la "Vida de los Santos" de A.Butler.
Fuentes consultadas: johnsanidopoulos.com, synaxarion.gr, "Vida de los Santos de A.Butler"