lunes, 19 de febrero de 2024

Santos Eugenio y Macario los Confesores (s. IV)

Versos:
"Como retoños nobles habitaron benditos, la tierra Eugenio y Macario".
"Antes de morir al mismo tiempo sufristeis, innumerables tormentos Eugenio y Macario".


Eugenio y Macario fueron cristianos piadosos que fueron arrestados durante la persecución del emperador Julián el Apóstata (361-363) por negarse a sacrificar a los ídolos. Traídos ante el tirano, confesaron firmemente a Cristo y reprendieron al Emperador por haber abandonado la fe cristiana para adorar a los ídolos sin vida. 
Por esta razón se ordenó que fuesen torturados. Después de atar a los santos con cinchas anchas y finas, los verdugos colgaron a Eugenio y Macario boca abajo sobre un fuego de estiércol ardiendo. Después de muchas horas, los derribaron y los obligaron a acostarse desnudos en una parrilla ardiente. Los Santos Mártires soportaron estos tormentos con los ojos fijos en el Cielo, fortalecidos por la gracia divina, y al mismo tiempo continuaron reprendiendo al emperador apóstata por su maldad e impiedad. 
Después de tales castigos inhumanos, Julián estaba cansado de no haber podido doblegar la resolución de los santos, por lo que los ató y los envió al exilió a Mauritania de África, justo enfrente de Argelia. Los santos confesores se regocijaron de que fueron hechos dignos de ser exiliados por Cristo, y en el camino cantaban con alegría: "Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley del Señor. Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan; pues no hacen iniquidad" (Sal. 118 [119], 1-3). Cuando llegaron, proclamaron su fe a los paganos de esa zona para iluminarlos con el conocimiento de la verdad, luego se fueron a una montaña alta para vivir solos en una cueva en oración, ayuno y ascetismo. 
 
 
 






 
 
 
Mientras estaban en la montaña buscando una cueva para vivir, los habitantes advirtieron a los santos que en una cueva cercana había un dragón feroz que aterrorizaba a toda la región. Después de preguntar por la ubicación de la cueva, se acercaron y rezaron de rodillas. De repente, un rayo cayó del cielo y chamuscó al dragón mientras intentaba huir. Todo lo que quedaba eran cenizas mezcladas con polvo, y un hedor desagradable impregnaba el aire. Esta intervención milagrosa de los santos hizo que los paganos depositaran su confianza en los dos confesores, por lo que llegaron a creer en el poder de Cristo.
Por lo tanto, los santos hicieron su habitación en la cueva del dragón, donde oraron continuamente durante treinta días, sin comer ni beber nada. Al completar esta labor, oyeron una voz celestial que decía: "Siervos del Dios verdadero y nuestro Señor Jesucristo, vayan a la roca que está a su lado". Al volverse vieron una luz proveniente de una roca, y de una manera maravillosa la roca se partió en dos y de allí brotó una fuente de agua, de la cual bebieron y se refrescaron. Así recuperaron su fuerza física y su hambre y sed fueron satisfechas. En el trigésimo octavo día, le suplicaron a Dios que los liberara de esta vida presente y pasaran a la siguiente. El Señor escuchó su súplica y recibió las almas de ambos, mientras lo glorificaban y lo bendecían.
 




Fuentes consultadas: saint.gr, synaxarion.gr

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