jueves, 18 de abril de 2024

El Venerable Juan el Hesicasta, discípulo de San Gregorio Decapolita (c.+875)

Versos: 
"Salta, oh Juan, como Jonás, no dentro del vientre, sino en el Edén".
En el decimoctavo Juan se vio muerto.

El Emperador estaba enfurecido. Más que nada en el mundo, el despiadado León V el Armenio (813-820 d.C.) quería destruir la práctica religiosa conocida como “veneración de los iconos”.
¿Cómo se atrevían esos arrogantes monjes a oponerse a su voluntad? Con el ceño fruncido y enojado, el hombre más poderoso del Medio Oriente llamó a sus guardias y a sus verdugos: 
"Hagan lo que tengan que hacer", les dijo en palabras sombrías como las siguientes: "Rompan sus huesos si es necesario, pero hagan que ellos condenen la práctica de rezar ante los iconos".
Esto aconteció durante los primeros años del Siglo Noveno, cuando surgió ese gran problema de lo que se llegó a conocer como la “Herejía Iconoclasta” que amenazó con dividir la Santa Iglesia. Esta lucha de larga data retornó seriamente alrededor del año 800, cuando un grupo de obispos corruptos y equivocados de la Iglesia utilizaron su influencia para ganar el apoyo de los Emperadores Bizantinos a quienes les dijeron que la veneración de esas imágenes consagradas de los santos no eran otra cosa más que idolatría. 
Una vez que los poderes seculares habían sido convencidos, les fue bastante fácil convocar sus grandes ejércitos para arrasar con aquellos resistentes heroicos que estaban dispuestos a arriesgar sus vidas con el fin de defender los iconos sagrados.
Por supuesto que la ira de Leo en esta ocasión era bastante entendible –ya que los defensores de los iconos que se estaban alistando a torturar incluía tres monjes especialmente obstinados cuya reputación de coraje y tenacidad no tenía paralelo en el mundo Bizantino. 
 
 
 




El Venerable Juan, de la Antigua Lavra






Dos de sus prisioneros eran monjes experimentados –Gregorio, el reconocido Abad del famoso Monasterio de Decápolis en Constantinopla y su amigo, el igualmente bien conocido, San José el Himnógrafo. Pero el tercer monje era un simple joven –ferviente e idealista asceta que había sido educado por Gregorio en Decápolis. 
Su nombre era Juan, y mientras más pensaba, el ceñudo Emperador, en la manera de quebrar la resistencia de estos defensores de iconos, más se concentraba en el joven monje. Viniendo de una larga y amarga experiencia, el tirano sabía que sus posibilidades de convencer a los monjes veteranos Gregorio y José el Himnógrafo eran muy pequeñas. ¿Pero posiblemente podría asustar al tercero –el joven Juan– con amenazas de terribles torturas? Valía la pena intentarlo. Por consiguiente hizo traer solo al joven y le dijo directamente que si no condenaba la práctica de la veneración de los iconos sería azotado furiosamente y luego cortado en pedazos con cuchillos. 
El joven monje lo miró calmadamente pero sin decir nada. El Emperador le preguntó si había escuchado la descripción de las insoportables torturas que le habrían de acaecer. El monje asintió lentamente con la cabeza. Con una furia cada vez mayor el Emperador empezó a gritar – pero el joven monje, quien parecía calmado y relajado, de una manera sobrenatural, solamente sonrió un poco. León el Armenio ya había visto suficiente. Rugiendo y sudando profusamente ordenó a los guardias burlones que llevasen al asceta al lugar de la tortura. 
Pero a la mañana siguiente cuando preguntó sobre los azotes y el despedazamiento que había tomado lugar, los guardias solamente agitaron sus cabezas… y le informaron que el joven Juan había sonreído a lo largo de todo el proceso. 







Venerable Juan el Hesicasta 





 
Ni él ni su amado maestro –Gregorio el Decapolita– vacilaron en su rechazo a las demandas del Emperador de que los iconos deberían ser destruidos. Y Juan el Himnógrafo, por su parte, había reído fuertemente ante la demanda antes de soportar su propia ronda salvaje de golpes y cortes sin quejarse. 
Al final los tres monjes se negaron a quebrarse bajo la presión… y la campaña de León para apoyar a los clérigos que estaban comprometidos en la Herejía Iconoclasta fue vencida.
De alguna manera el joven Juan sobrevivió a esta penosa experiencia en Constantinopla. Ciertamente, él terminaría, eventualmente, sintiéndose casi agradecido por esta prueba suprema a su fe y lealtad que se le había requerido tomar siendo un joven monje. Estaba complacido de haber soportado los tormentos de Leo y de los Iconoclastas pues ello fue una buena preparación para los problemas que lo esperaban en sus años posteriores, como un valiente y dedicado asceta en el reconocido Monasterio de Charitón en Palestina. Conocido informalmente como el monasterio de “Las Cuevas Antiguas”, esta comunidad de almas supremamente austeras estaba ubicada en una serie de cavernas frías y húmedas, ubicadas cerca de Belén, el lugar del nacimiento del Salvador, Jesucristo el Hijo de Dios, 800 años antes. Para San Juan, quien había nacido alrededor del año 800, probablemente en la región oriental de Asia Menor, Las Cuevas Antiguas eran el lugar de retiro perfecto. Habiendo aprendido a vivir bajo los rigores de un asceta extremadamente disciplinado siendo estudiante de Gregorio, el Venerable Juan estaba en búsqueda de una forma de vida muy exigente e incesantemente ascética que hubiera sido capaz de aniquilar a los que sus espíritus siempre anhelaban por más. 

 
 



El Venerable Juan el Hesicasta,
discípulo de San Gregorio Decapolita






Pero Juan, el Discípulo de Gregorio, estaba cortado por una tela diferente. Cuando llegó a Las Antiguas Cuevas no mencionó en absoluto sus orígenes. No describió sus estudios bajo la tutela de Gregorio ni la confrontación con el Emperador. Cuando ellos le preguntaron sobre la procedencia de su vida espiritual él sólo les respondía diciéndoles dos cosas: Su nombre era Juan y lo que más quería en su vida era vivir en Las Cuevas Antiguas como un humilde y silencioso asceta. 
Ellos le concedieron su deseo. Y entonces ellos se maravillaron ante su autodisciplina. Siendo monjes veteranos y con gran experiencia nunca antes habían visto a un monje con una determinación tan pura. Con el propósito de auto dominarse completamente el recién llegado pasaría, frecuentemente, varios días seguidos sin probar un solo bocado. En otras ocasiones se negaría a sí mismo dormir –y pasaría la noche entera parado o agachado en una posición incómoda. En muy pocos años sería conocido en toda Palestina como un monje cuya humildad y discreción eran maravillosamente constantes. 
Cuando finalmente murió alrededor del 875 aún se encontraba luchando para vencerse a sí mismo y por darle todo lo que él tenía a Su Padre Celestial, con la finalidad de alabarle más perfectamente. Aún estaba agradeciendo a Dios por haberle enviado esa gran prueba de fe que pasó en los días de Leo el Armenio. La memoria del Venerable Juan aún es reverenciada por los Cristianos que ven en él un poderoso ejemplo de la gran fortaleza que viene de Dios para todos aquellos que se niegan a renunciar a El.
 
 
 
 
 
 
 

 


Apolitiquio tono plagal del 1º  (MODELO: "Τν συνάναρχον Λόγον", [Ton sinánarjon Lógon], “Al Logos coeterno") 
 
Ἀπολυτίκιον  (Κατέβασμα) Ἦχος πλ. α’. Τὸν συνάναρχον Λόγον.
 
Ἁπαλῶν ἐξ ὀνύχων Χριστὸν ἠγάπησας, καὶ τὴν σὴν κλῆσιν θεόφρον καταλαμπρύνεις σαφῶς, πλήρης χάριτος ὀφθεῖς τοῦ θείου Πνεύματος· ἐκκαθάρας γὰρ τὸν νοῦν, τῶν Ἀγγέλων μιμητής, ἐν σώματι ἀνεδείχθης, Πατὴρ ἠμῶν Ἰωάννη, μεθ' ὧν ἱκέτευε σωθήναι ἠμᾶς.
 
Apolitiquio tono plagal del 1º

Desde tu juventud fuiste amante de Cristo, y lleno de la gracia del Espíritu Santo, seguiste tu llamado. Tu corazón era puro y viviste como un ángel en la tierra. Santo Padre Juan, junto con los Ángeles oren para que seamos salvos.




Έτερον Ἀπολυτίκιον Ἦχος πλ. δ’
 
Ἐν σοί Πάτερ ἀκριβῶς διεσώθη τό κατ᾽ εἰκόνα· λαβών γάρ τόν σταυρόν, ἠκολούθησας τῷ Χριστῷ, καί πράττων ἐδίδασκες, ὑπερορᾷν μέν σαρκός, παρέρχεται γάρ· ἐπιμελεῖσθαι δέ ψυχῆς, πράγματος ἀθανάτoυ· διό καί μετά Ἀγγέλων συναγάλλεται, Ὅσιε Ἰωάννη τό πνεῦμά σου.


Otro Apolitiquio tono plagal del 4º

Oh Padre, en ti la imagen fue preservada con exactitud, pues al haber tomado tu cruz seguiste realmente a Cristo y por tus acciones nos enseñaste a ver aquello que está por encima de la carne, ya que eso pasa, para poder fijarnos en el alma que es inmortal. Por eso, Oh justo Padre Juan, tú espíritu se regocija con los ángeles


 
Κοντάκιον Ἦχος β’. Τοὺς ἀσφαλεῖς 
 
Ὡς Ἀσκητῶν, ὑπογραμμόν καὶ σέμνωμα, τῶν οὐρανίων μέτοχον κατὰ χρέος εὐφημοῦμέν σε, ὦ Ἰωάννη παμμακάριστε· ὁσίως γὰρ τὸν βίον διελήλυθας, καὶ χάριτος ἐνθέου κατετρύφησας, ἐξ ἧς Πάτερ δώρησαι τοῖς δούλοις σου.
 

Condaquio tono 2º


Oh Juan, padre nuestro, armado con la pureza de alma y perseverando firmemente en la oración constante, venciste a multitudes de demonios. Intercede incesantemente por todos nosotros.


 
Otro condaquio tono 1º
 
Oh bienaventurado Juan, con la Cruz del Señor sobre tu hombro, subiste a la cima de las virtudes. En lugar de placeres pasajeros alcanzaste la gloria del Reino de los Cielos.



*Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury. *saint.gr

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