Santos Mártires Marcos Obispo de Aretusa, Cirilo el Diácono de Heliópolis y las vírgenes y los clérigos de Gaza y Ascalón que murieron bajo Julián el Apóstata.
Santo Hieromártir Marcos, Obispo de Aretusa
Santo Hieromártir Marcos, Obispo de Aretusa
Versos:
"Al principio vigilante, y habiendo sido tratado muy mal, Marcos despertó del sueño divino de la paz".
Cuando los paganos le dijeron al anciano la
manera en que lo iban a torturar, difícilmente podía creer lo que escuchaban sus
oídos. Según diferentes relatos de este salvaje incidente, él dijo en voz
alta: "- ¿Cubrirán mi cuerpo con miel? ¿Pero por qué? Yo no lo entiendo. - Ya verás
anciano, ya verás."
Esto sucedió en un pueblo de Siria llamado
Aretusa, en una tarde del verano, brillante y caliente, del año 361 d.C., según
narran los historiadores de ese período.
El anciano se llamaba Marcos y había
servido fielmente por muchos años como obispo de Aretusa. Piadoso y valiente
opositor de la idolatría pagana, el obispo, nacido en la zona, había contado en
su celo protector con el apoyo del Emperador Cristiano, San Constantino el
Grande. De hecho, bajo el gobierno de Constantino, el obispo Marcos había
dirigido una campaña exitosa para derrumbar el templo pagano más grande de la
ciudad y reemplazarlo por una bellísima iglesia Cristiana. La destrucción de
este centro de idolatría había sido aplaudida por el gran Emperador y apoyada
por la mayoría de los ciudadanos de Aretusa. Pero al mismo tiempo había creado
algunos enemigos mortales. Los paganos que aún se aferraban a sus tradiciones
odiaban al obispo Cristiano y lo hubieran asesinado si el gran ejército del
Emperador no hubiera estado dispuesto a protegerlo de cualquier atentado.
Sin
embargo todo ello cambió en un abrir y cerrar de ojos en el Año del Señor del
361, cuando el Santo Constantino fue sucedido inesperadamente por el infame
Emperador Julián el Apóstata (361-363 d.C.). Aunque al principio Julián profesaba el
Cristianismo, sus verdaderas intenciones se mostraron muy pronto en los inicios
de su reino, atacando ferozmente a los sacerdotes y a los monjes así como a los
obispos a quienes él había jurado proteger.
Todos al mismo tiempo, obispos
celosos como San Marcos el Confesor, se volvieron blancos de la creciente ira de
los paganos. Aún hambrientos de venganza por la destrucción de su templo
destruido –y no temiendo más las represalias del ejército del Emperador– los
adoradores de ídolos buscaron rápidamente al anciano que se había atrevido a
desafiar su idolatría.
Débil y frágil, el anciano obispo (quien había nacido
alrededor del año 290 d.C. según los historiadores de ese período) se mantuvo oculto
por un tiempo. Pero cuando se dio cuenta de que los paganos estaban torturando a
algunos de sus amigos con la finalidad de localizarlo, San Marcos salió de su
escondite para entregarse voluntariamente a sus enemigos sin ofrecer ningún
tipo de resistencia.
Descrito en historias escritas posteriormente por San
Gregorio el Teólogo y el Bienaventurado Teodoro, los sufrimientos que soportó
el anciano fueron terribles. En primer lugar, sus acusadores le exigieron una
gran suma de dinero al tiempo en que le insistían que con los fondos obtenidos
se reconstruyese el templo que había destruido.
Cuando el obispo se negó a
pagarles lo que pedían los iracundos paganos, lo arrastraron por las calles de
la ciudad. Medio locos con el derramamiento de sangre le arrancaron los
cabellos y hundieron su cabeza en un desagüe que discurría por la calle. Luego
permitieron que una banda de niños desalmados lo atacara con sus lápices
escolares de fierro hasta que su rostro se volvió una masa de carne sangrante y
destrozada. A continuación, con un alambre, le cortaron sus orejas en pedazos.
Luego lo dejaron desnudo y vaciaron sobre él una jarra de miel. Sangrando
profusamente, con su piel completamente destrozada y golpeada por todas partes,
el frágil anciano, atontado, los miró, más muerto que vivo, dijo:
- ¿Miel? No entiendo.
- Ya lo verás, anciano.
Moviéndose rápidamente los merodeadores escribieron un
nuevo capítulo en la historia de la idolatría –cubriendo la piel del Santo
Anciano y amarrándolo a un gran árbol ubicado en el centro de la plaza del
pueblo. El calor era sofocante y no pasó mucho tiempo antes de que las avispas
y los avispones llegaran para alimentarse de su cuerpo adolorido, al tiempo en
que lo picaban repetidamente. Él se balanceaba lentamente en su cautiverio,
cubierto de los pies a la cabeza por los insectos, mientras que los transeúntes
abucheaban al una vez poderoso obispo colgado de la rama del árbol.
Sin
embargo, de manera extraña, el amarrado anciano de cabellos blancos no
profirió, ni una sola vez, un grito de dolor.
Viendo esto los paganos que lo
torturaban se empezaron a mostrar intranquilos. Debido a su valeroso
comportamiento y a su calma, los residentes, más y más, empezaron a tomar
partido por el obispo sufriente.
Con la esperanza de poner punto final a ese
grotesco espectáculo empezaron a reducir sus demandas de dinero… hasta que
pidieron solamente una pequeña moneda que fácilmente hubiera podido pagar. Pero
el Confesor no tenía intenciones de hacer ni siquiera un pago simbólico por lo
que se negó a entregar un simple centavo para una causa sacrílega.
Sorprendidos
por su negativa para salvarse a sí mismo muchos de los paganos que se habían
burlado de él se convirtieron inmediatamente a la fe Cristiana... y el obispo de
corazón de león fue liberado. Luego de ello se convirtió en un maestro muy
reverenciado en el pueblo de Aretusa, donde empezaron a llegar los conversos
procedentes de todo el Medio Oriente y Tierra Santa con la finalidad de
aprender acerca de la Gran fe que lo había preservado a lo largo de su rigurosa
prueba.
La vida de San Marcos el Confesor, Obispo de Aretusa, nos ofrece una
maravillosa lección sobre la clase de integridad personal que está enraizada en
la Santa perfección del Dios Todopoderoso. Debido a que se negó a comprometer
su fe en el Santo Evangelio de Jesucristo, a San Marcos le fue dada una
fortaleza inimaginable requerida para resistir la tortura a manos de los
enojados paganos. También usó esa fuerza para enseñar a los peregrinos de
Tierra Santa acerca del Santo Evangelio.
De sus sufrimientos –y de su victoria
final sobre ellos– aprendemos a confiar en Dios, quien nos ayuda a lo largo de
nuestras luchas diarias.
Santos Mártires Cirilo el Diácono de Heliópolis, y las vírgenes y los clérigos de Gaza y Ascalón que murieron bajo Julián el Apóstata
Versos.
Versos.
A Cirilo.: "Cirilo el Levita recibe la espada en su vientre,
Como quien ara la tierra, dijo David, y la rompe".
A las vírgenes: "Mujeres tendidas en un abrevadero como la carne para cerdos, Sus vientres sufrieron reventando por los porcinos". En el vigésimo noveno los atletas fueron a los cielos.
Como quien ara la tierra, dijo David, y la rompe".
A las vírgenes: "Mujeres tendidas en un abrevadero como la carne para cerdos, Sus vientres sufrieron reventando por los porcinos". En el vigésimo noveno los atletas fueron a los cielos.
El diácono era un guerrero de Cristo, y a lo
largo de los años había vencido muchas batallas en contra de los idólatras de
Heliópolis –un pueblo mayormente pagano ubicado en la antigua Fenicia (hoy en
día parte del Líbano moderno.) Lleno de celo por el Señor Dios-Jesús, el
humilde diácono nunca había tenido miedo de sus enemigos paganos cuando estaba
bajo el sabio gobierno del Emperador Cristiano Constantino el Grande (306-337 d.C.).
Alentado por su liderazgo, el justo Cirilo, quien había estado en Fenicia
alrededor del año 285 d.C., continuó destruyendo ídolos y atacando verbalmente de
manera muy dura en contra de los templos paganos de Fenicia durante la mayor
parte del reinado del sucesor de San Constantino, el Emperador Constancio
(337-361 d.C.).
Sin embargo, muy pronto, el vasto Imperio Romano –junto con la
rápidamente creciente Iglesia– se vieron sumergidos en un cataclismo de sangre
por el impetuoso Emperador Julián el Apóstata (361-363 d.C.), quien quiso eliminar el
Santo Evangelio y otorgó su inmenso poder a una masiva sublevación de los
paganos alrededor del Imperio.
Inmediatamente después de los primeros meses de
la ascensión de Julián al trono, los obispos y sacerdotes Cristianos, quienes habían dependido del
apoyo del Emperador, fueron despojados al punto de la desnudez completa y
desprotegidos quedando a la merced de la rapacidad de los paganos.
Para el
diácono Cirilo, quien había nacido (alrededor del año 280 d.C.) y fue educado en
Fenicia, la pérdida del imprimátur del Emperador fue un revés mortal. Muy
pronto este alma gentil sentiría la ira de los idólatras, nuevos ostentadores
del poder, quienes se vengarían de él en el Año 362 de Nuestro Señor.
Aún en
una época en la cual las peleas sobre asuntos religiosos era algo común... la
ferocidad del ataque sobre el Diácono Cirilo resulta difícil de entender.
¿Acaso era necesario para los paganos masticar su carne sangrienta con sus propios
dientes –que es precisamente lo que sucedió, según lo hace notar el historiador
de la Iglesia Teodoro de Cirrus, quien luego describiría el salvajismo
manifestado en el Capítulo 3 de su Libro III de su clásico, Historia
Eclesiástica?
Aunque los idólatras pagarían posteriormente por su crimen en
contra de San Cirilo, volviéndose ciegos repentinamente y desarrollando odiosos
granos purulentos, lo torturaron a su antojo. Primeramente lo golpearon con sus
puños para luego azotarlo implacablemente. Mientras lo escupían, una y otra
vez, destrozaron sus ropas y lo golpearon con palos. Le abrieron el estómago
para rellenarlo con cebada fresca y luego alimentaron a un grupo de cerdos
hambrientos con el cuerpo sangrante del valiente diácono. Mientras los cerdos
devoraban esa grotesca comida... los que odiaban a Dios proferían estridentes
vítores llenos de risa. Probablemente ellos no hubieran festejado tan
vigorosamente si hubieran sabido lo que estaba reservado para ellos.
Según
recuentos posteriores de los historiadores de ese período, los abusadores que
torturaron al indefenso diácono masticando sus intestinos muy pronto vieron
cómo sus dientes se caían. Pero esto sólo fue el inicio de su castigo. Luego de
que una virulenta infección atacara a sus bocas, sus lenguas se inflamaron e
hincharon monstruosamente saliendo por sus labios... incapaces de mantenerlos
cerrados.
Un hedor espantoso se esparcía desde sus mandíbulas decaídas y los que los rodeaban no eran capaces de soportar el maloliente aroma –lo cual explica el por qué ellos pronto llegaron a ser un grupo de paganos matones expulsados y parias viéndose forzados a vivir en las lodosas calles vacías.
Un hedor espantoso se esparcía desde sus mandíbulas decaídas y los que los rodeaban no eran capaces de soportar el maloliente aroma –lo cual explica el por qué ellos pronto llegaron a ser un grupo de paganos matones expulsados y parias viéndose forzados a vivir en las lodosas calles vacías.
Al final, los
mismos bandidos que habían rugido de risas mientras torturaban al apacible
diácono se vieron reducidos a sentarse en los caminos polvorientos, mientras
sus bocas podridas y sus vidas se hundían en una rutina patética de mendigar
por unas monedas de los desdeñosos residentes de Heliópolis.
Debido a que los
idólatras no habían tenido misericordia de sus víctimas indefensas durante la
purga de Cristianos bajo Julián el Apóstata, ellos no encontraron misericordia
ante su propia situación, cuando la terrible ira de Dios los redujo finalmente
a cenizas.
Sin embargo San Cirilo no fue el único Cristiano piadoso del Medio
Oriente en sufrir ese ignominioso destino bajo el gobierno del traicionero
Julián. En la cercana Palestina, en Gaza y Ascalón, un gran número de santos
mártires fueron sacrificados de manera similar a los cerdos que se alimentaron
con su sangre y sus restos cubiertos de
cebada.
Entre estos gloriosos defensores del Santo Evangelio se encuentran
varios monjes y vírgenes de la Santa Iglesia a quienes los recordamos en este
día especial. Todos ellos fueron rápidamente destripados y rellenados con grano
antes de ser sacrificados sacrílegamente a los animales domésticos.
La vida de
San Cirilo habla muchísimo sobre la valentía que frecuentemente se necesita
para vivir el Santo Evangelio de Jesucristo. Aunque el diácono vivió en una
época en la que podía contar con la protección de un Emperador poderoso, él y
sus compañeros Cristianos entendían bastante bien que ellos podían perder esa
protección en cualquier momento, dependiendo de los acontecimientos que se
estaban desarrollando en el volátil mundo cambiante en que vivía la Iglesia
Primitiva. Sin embargo este valiente guerrero de Cristo Jesús procedió de
acuerdo a lo que le dictaba su conciencia y se negó a rendirse en su campaña
contra muchos de los ídolos y los templos paganos que aún se podían encontrar a
lo largo de Tierra Santa.
Posiblemente el gran aliento que podemos recibir de
la vida de San Cirilo es el de saber que Dios Todopoderoso nunca nos va a pedir
que realicemos una tarea que va más allá de nuestras fuerzas. Aunque San Cirilo
–junto con los otros mártires del Medio Oriente que también son conmemorados en
este día– sufrieron muchísimo al final de sus vidas, su fe en Dios fue adecuada
hasta que llegó su hora.
Ἀπολυτίκιον Ἦχος δ’. Ὁ ὑψωθεῖς ἐν τῷ Σταυρῷ.
Ἀρεθουσίων ὁ σοφὸς Ποιμενάρχης, ὑπὲρ Χριστοῦ Μᾶρκε στερρῶς ἠνωνίσω, ἐν τὴ Φοινίκη δὲ ὢ Κύριλλε Διάκονε, Μάρτυς ὤφθης ἔνθεος, καὶ ἐν Γάζῃ τὴ πόλει, ἅμα καὶ Ἀσκάλωνι, Ἱερεῖς θεοφόροι, μετὰ Γυναίων ἤθλησον σεμνῶν, οὖς ὡς ὀπλίτας, Χριστοῦ μακαρίσωμεν.
Ἀπολυτίκιον Ἦχος πλ. δ’. Τὸ προσταχθὲν.
Δι' ἐγκρατείας τῶν παθῶν τᾶς πυριφλέκτους, ἀπονεκρώσαντες ὁρμᾷς καὶ τᾶς κινήσεις, τοῦ Χριστοῦ οἱ Μάρτυρες ἔλαβον τὴν χάριν, τᾶς νόσους ἀποδιώκειν τῶν ἀσθενῶν, καὶ ζῶντες καὶ μετὰ τέλος θαυματουργείν, ὄντως θαῦμα παράδοξον! ὅτι ὀστέα γυμνά, ἐκβλύζoυσιν ἰάματα, Δόξα τῷ μόνῳ Θεῶ ἠμῶν.
Apolitiquio tono plagal del 4º
Aunque ellos habían muerto a través de su abstinencia y las luchas ardientes y feroces contra los movimientos de las pasiones, los leales Mártires de Cristo Dios se apoyaron en Tu Gracia para superar los dolores y enfermedades de los enfermos y los trabajos, mientras vivían y después de muertos. Ciertamente y de manera extraña ese es el milagro. Que de esos esqueletos puedan brotar arroyos de curaciones. Que la Gloria le sea dada sólo a Dios.
Κοντάκιον Ἦχος γ’. Ἡ Παρθένος σήμερον.
Τὸν Χριστὸν δοξάσαντες, ἀθλητικαῖς ἀριστείαις, Μᾶρκε Πάτερ Ὅσιε, σὺν τῷ Λευΐτῃ Κυρίλλῳ, ἅμα δέ, ταῖς ἐν Ἀσκάλωνι καὶ τῇ Γάζῃ, χάριτι, ἀνδρισαμέναις κατὰ τῆς πλάνης, ἐδοξάσθητε ἀξίως, καὶ τῶν Ἀγγέλων χοροῖς συνήφθητε.
Contaquio tono 3º
Nosotros quienes estamos ahora reunidos los
alabamos con himnos como luces del Sol Profético que nunca se apaga, porque
ustedes brillan sobre las sombras de la ignorancia y nos invitan a las alturas
de la piedad, Oh Hieromártires. Intercedan ante Cristo nuestro Dios para que se
salven nuestras almas.
Fuentes consultadas: *Texto publicado con
autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria,
Demetri Khoury *saint.gr *doxologia.ro *synaxarion.gr