viernes, 29 de marzo de 2024

Santos Mártires Marcos Obispo de Aretusa, Cirilo el Diácono de Heliópolis y las vírgenes y los monjes de Gaza y Ascalón que murieron bajo Julián el Apóstata

Santos Mártires Marcos Obispo de Aretusa, Cirilo el Diácono de Heliópolis y las vírgenes y los clérigos de Gaza y Ascalón que murieron bajo Julián el Apóstata.


Santo Hieromártir Marcos, Obispo de Aretusa

Versos: 
"Al principio vigilante, y habiendo sido tratado muy mal, Marcos despertó del sueño divino de la paz".

Cuando los paganos le dijeron al anciano la manera en que lo iban a torturar, difícilmente podía creer lo que escuchaban sus oídos. Según diferentes relatos de este salvaje incidente, él dijo en voz alta: "- ¿Cubrirán mi cuerpo con miel? ¿Pero por qué? Yo no lo entiendo. - Ya verás anciano, ya verás."
 
Esto sucedió en un pueblo de Siria llamado Aretusa, en una tarde del verano, brillante y caliente, del año 361 d.C., según narran los historiadores de ese período. 
 
El anciano se llamaba Marcos y había servido fielmente por muchos años como obispo de Aretusa. Piadoso y valiente opositor de la idolatría pagana, el obispo, nacido en la zona, había contado en su celo protector con el apoyo del Emperador Cristiano, San Constantino el Grande. De hecho, bajo el gobierno de Constantino, el obispo Marcos había dirigido una campaña exitosa para derrumbar el templo pagano más grande de la ciudad y reemplazarlo por una bellísima iglesia Cristiana. La destrucción de este centro de idolatría había sido aplaudida por el gran Emperador y apoyada por la mayoría de los ciudadanos de Aretusa. Pero al mismo tiempo había creado algunos enemigos mortales. Los paganos que aún se aferraban a sus tradiciones odiaban al obispo Cristiano y lo hubieran asesinado si el gran ejército del Emperador no hubiera estado dispuesto a protegerlo de cualquier atentado.
 
 





 
 
 
Sin embargo todo ello cambió en un abrir y cerrar de ojos en el Año del Señor del 361, cuando el Santo Constantino fue sucedido inesperadamente por el infame Emperador Julián el Apóstata (361-363 d.C.). Aunque al principio Julián profesaba el Cristianismo, sus verdaderas intenciones se mostraron muy pronto en los inicios de su reino, atacando ferozmente a los sacerdotes y a los monjes así como a los obispos a quienes él había jurado proteger. 
 
Todos al mismo tiempo, obispos celosos como San Marcos el Confesor, se volvieron blancos de la creciente ira de los paganos. Aún hambrientos de venganza por la destrucción de su templo destruido –y no temiendo más las represalias del ejército del Emperador– los adoradores de ídolos buscaron rápidamente al anciano que se había atrevido a desafiar su idolatría.
 
Débil y frágil, el anciano obispo (quien había nacido alrededor del año 290 d.C. según los historiadores de ese período) se mantuvo oculto por un tiempo. Pero cuando se dio cuenta de que los paganos estaban torturando a algunos de sus amigos con la finalidad de localizarlo, San Marcos salió de su escondite para entregarse voluntariamente a sus enemigos sin ofrecer ningún tipo de resistencia.
 
Descrito en historias escritas posteriormente por San Gregorio el Teólogo y el Bienaventurado Teodoro, los sufrimientos que soportó el anciano fueron terribles. En primer lugar, sus acusadores le exigieron una gran suma de dinero al tiempo en que le insistían que con los fondos obtenidos se reconstruyese el templo que había destruido.
 
 





 
 
 
Cuando el obispo se negó a pagarles lo que pedían los iracundos paganos, lo arrastraron por las calles de la ciudad. Medio locos con el derramamiento de sangre le arrancaron los cabellos y hundieron su cabeza en un desagüe que discurría por la calle. Luego permitieron que una banda de niños desalmados lo atacara con sus lápices escolares de fierro hasta que su rostro se volvió una masa de carne sangrante y destrozada. A continuación, con un alambre, le cortaron sus orejas en pedazos. Luego lo dejaron desnudo y vaciaron sobre él una jarra de miel. Sangrando profusamente, con su piel completamente destrozada y golpeada por todas partes, el frágil anciano, atontado, los miró, más muerto que vivo, dijo:

- ¿Miel? No entiendo.
 
- Ya lo verás, anciano. 

Moviéndose rápidamente los merodeadores escribieron un nuevo capítulo en la historia de la idolatría –cubriendo la piel del Santo Anciano y amarrándolo a un gran árbol ubicado en el centro de la plaza del pueblo. El calor era sofocante y no pasó mucho tiempo antes de que las avispas y los avispones llegaran para alimentarse de su cuerpo adolorido, al tiempo en que lo picaban repetidamente. Él se balanceaba lentamente en su cautiverio, cubierto de los pies a la cabeza por los insectos, mientras que los transeúntes abucheaban al una vez poderoso obispo colgado de la rama del árbol. 
Sin embargo, de manera extraña, el amarrado anciano de cabellos blancos no profirió, ni una sola vez, un grito de dolor. 
 




Santos Mártires Marcos Obispo de Aretusa
y Cirilo Diácono de Heliópolis 



 
 
Viendo esto los paganos que lo torturaban se empezaron a mostrar intranquilos. Debido a su valeroso comportamiento y a su calma, los residentes, más y más, empezaron a tomar partido por el obispo sufriente. 
Con la esperanza de poner punto final a ese grotesco espectáculo empezaron a reducir sus demandas de dinero… hasta que pidieron solamente una pequeña moneda que fácilmente hubiera podido pagar. Pero el Confesor no tenía intenciones de hacer ni siquiera un pago simbólico por lo que se negó a entregar un simple centavo para una causa sacrílega. 
Sorprendidos por su negativa para salvarse a sí mismo muchos de los paganos que se habían burlado de él se convirtieron inmediatamente a la fe Cristiana... y el obispo de corazón de león fue liberado. Luego de ello se convirtió en un maestro muy reverenciado en el pueblo de Aretusa, donde empezaron a llegar los conversos procedentes de todo el Medio Oriente y Tierra Santa con la finalidad de aprender acerca de la Gran fe que lo había preservado a lo largo de su rigurosa prueba. 
 
La vida de San Marcos el Confesor, Obispo de Aretusa, nos ofrece una maravillosa lección sobre la clase de integridad personal que está enraizada en la Santa perfección del Dios Todopoderoso. Debido a que se negó a comprometer su fe en el Santo Evangelio de Jesucristo, a San Marcos le fue dada una fortaleza inimaginable requerida para resistir la tortura a manos de los enojados paganos. También usó esa fuerza para enseñar a los peregrinos de Tierra Santa acerca del Santo Evangelio. 
 
De sus sufrimientos –y de su victoria final sobre ellos– aprendemos a confiar en Dios, quien nos ayuda a lo largo de nuestras luchas diarias.
 
 



Santos Mártires Cirilo el Diácono de Heliópolis,  y las vírgenes y los clérigos de Gaza y Ascalón que murieron bajo Julián el Apóstata

Versos. 
A Cirilo.: "Cirilo el Levita recibe la espada en su vientre,
Como quien ara la tierra, dijo David, y la rompe".

A las vírgenes: "Mujeres tendidas en un abrevadero como la carne para cerdos, Sus vientres sufrieron reventando por los porcinos". En el vigésimo noveno los atletas fueron a los cielos.

El diácono era un guerrero de Cristo, y a lo largo de los años había vencido muchas batallas en contra de los idólatras de Heliópolis –un pueblo mayormente pagano ubicado en la antigua Fenicia (hoy en día parte del Líbano moderno.) Lleno de celo por el Señor Dios-Jesús, el humilde diácono nunca había tenido miedo de sus enemigos paganos cuando estaba bajo el sabio gobierno del Emperador Cristiano Constantino el Grande (306-337 d.C.).
 
Alentado por su liderazgo, el justo Cirilo, quien había estado en Fenicia alrededor del año 285 d.C., continuó destruyendo ídolos y atacando verbalmente de manera muy dura en contra de los templos paganos de Fenicia durante la mayor parte del reinado del sucesor de San Constantino, el Emperador Constancio (337-361 d.C.). 
 
 
 



San Cirilo


 
 
 
Sin embargo, muy pronto, el vasto Imperio Romano –junto con la rápidamente creciente Iglesia– se vieron sumergidos en un cataclismo de sangre por el impetuoso Emperador Julián el Apóstata (361-363 d.C.), quien quiso eliminar el Santo Evangelio y otorgó su inmenso poder a una masiva sublevación de los paganos alrededor del Imperio. 
Inmediatamente después de los primeros meses de la ascensión de Julián al trono, los obispos y sacerdotes  Cristianos, quienes habían dependido del apoyo del Emperador, fueron despojados al punto de la desnudez completa y desprotegidos quedando a la merced de la rapacidad de los paganos. 
 
Para el diácono Cirilo, quien había nacido (alrededor del año 280 d.C.) y fue educado en Fenicia, la pérdida del imprimátur del Emperador fue un revés mortal. Muy pronto este alma gentil sentiría la ira de los idólatras, nuevos ostentadores del poder, quienes se vengarían de él en el Año 362 de Nuestro Señor. 
Aún en una época en la cual las peleas sobre asuntos religiosos era algo común... la ferocidad del ataque sobre el Diácono Cirilo resulta difícil de entender. ¿Acaso era necesario para los paganos masticar su carne sangrienta con sus propios dientes –que es precisamente lo que sucedió, según lo hace notar el historiador de la Iglesia Teodoro de Cirrus, quien luego describiría el salvajismo manifestado en el Capítulo 3 de su Libro III de su clásico, Historia Eclesiástica? 
 
 







 
 
 
Aunque los idólatras pagarían posteriormente por su crimen en contra de San Cirilo, volviéndose ciegos repentinamente y desarrollando odiosos granos purulentos, lo torturaron a su antojo. Primeramente lo golpearon con sus puños para luego azotarlo implacablemente. Mientras lo escupían, una y otra vez, destrozaron sus ropas y lo golpearon con palos. Le abrieron el estómago para rellenarlo con cebada fresca y luego alimentaron a un grupo de cerdos hambrientos con el cuerpo sangrante del valiente diácono. Mientras los cerdos devoraban esa grotesca comida... los que odiaban a Dios proferían estridentes vítores llenos de risa. Probablemente ellos no hubieran festejado tan vigorosamente si hubieran sabido lo que estaba reservado para ellos.
 
Según recuentos posteriores de los historiadores de ese período, los abusadores que torturaron al indefenso diácono masticando sus intestinos muy pronto vieron cómo sus dientes se caían. Pero esto sólo fue el inicio de su castigo. Luego de que una virulenta infección atacara a sus bocas, sus lenguas se inflamaron e hincharon monstruosamente saliendo por sus labios... incapaces de mantenerlos cerrados. 
Un hedor espantoso se esparcía desde sus mandíbulas decaídas y los que los rodeaban no eran capaces de soportar el maloliente aroma –lo cual explica el por qué ellos pronto llegaron a ser un grupo de paganos matones expulsados y parias viéndose forzados a vivir en las lodosas calles vacías.
 
 




San Cirilo Diácono y San Marcos Obispo.




 
Al final, los mismos bandidos que habían rugido de risas mientras torturaban al apacible diácono se vieron reducidos a sentarse en los caminos polvorientos, mientras sus bocas podridas y sus vidas se hundían en una rutina patética de mendigar por unas monedas de los desdeñosos residentes de Heliópolis. 
Debido a que los idólatras no habían tenido misericordia de sus víctimas indefensas durante la purga de Cristianos bajo Julián el Apóstata, ellos no encontraron misericordia ante su propia situación, cuando la terrible ira de Dios los redujo finalmente a cenizas. 
 
Sin embargo San Cirilo no fue el único Cristiano piadoso del Medio Oriente en sufrir ese ignominioso destino bajo el gobierno del traicionero Julián. En la cercana Palestina, en Gaza y Ascalón, un gran número de santos mártires fueron sacrificados de manera similar a los cerdos que se alimentaron con su sangre y sus restos cubiertos de cebada. 
 
Entre estos gloriosos defensores del Santo Evangelio se encuentran varios monjes y vírgenes de la Santa Iglesia a quienes los recordamos en este día especial. Todos ellos fueron rápidamente destripados y rellenados con grano antes de ser sacrificados sacrílegamente a los animales domésticos.
 




"MARTIRIO DE LOS SANTOS Y CONFESORES
MARCOS OBISPO DE ARETUSA Y CIRILO EL DIACONO" 



 
La vida de San Cirilo habla muchísimo sobre la valentía que frecuentemente se necesita para vivir el Santo Evangelio de Jesucristo. Aunque el diácono vivió en una época en la que podía contar con la protección de un Emperador poderoso, él y sus compañeros Cristianos entendían bastante bien que ellos podían perder esa protección en cualquier momento, dependiendo de los acontecimientos que se estaban desarrollando en el volátil mundo cambiante en que vivía la Iglesia Primitiva. Sin embargo este valiente guerrero de Cristo Jesús procedió de acuerdo a lo que le dictaba su conciencia y se negó a rendirse en su campaña contra muchos de los ídolos y los templos paganos que aún se podían encontrar a lo largo de Tierra Santa. 
 
Posiblemente el gran aliento que podemos recibir de la vida de San Cirilo es el de saber que Dios Todopoderoso nunca nos va a pedir que realicemos una tarea que va más allá de nuestras fuerzas. Aunque San Cirilo –junto con los otros mártires del Medio Oriente que también son conmemorados en este día– sufrieron muchísimo al final de sus vidas, su fe en Dios fue adecuada hasta que llegó su hora.
 
 
 
 
 
 



 
Ἀπολυτίκιον Ἦχος δ’. Ὁ ὑψωθεῖς ἐν τῷ Σταυρῷ.
 
Ἀρεθουσίων ὁ σοφὸς Ποιμενάρχης, ὑπὲρ Χριστοῦ Μᾶρκε στερρῶς ἠνωνίσω, ἐν τὴ Φοινίκη δὲ ὢ Κύριλλε Διάκονε, Μάρτυς ὤφθης ἔνθεος, καὶ ἐν Γάζῃ τὴ πόλει, ἅμα καὶ Ἀσκάλωνι, Ἱερεῖς θεοφόροι, μετὰ Γυναίων ἤθλησον σεμνῶν, οὖς ὡς ὀπλίτας, Χριστοῦ μακαρίσωμεν.
 
 
 
 
Ἀπολυτίκιον Ἦχος πλ. δ’. Τὸ προσταχθὲν.
 
Δι' ἐγκρατείας τῶν παθῶν τᾶς πυριφλέκτους, ἀπονεκρώσαντες ὁρμᾷς καὶ τᾶς κινήσεις, τοῦ Χριστοῦ οἱ Μάρτυρες ἔλαβον τὴν χάριν, τᾶς νόσους ἀποδιώκειν τῶν ἀσθενῶν, καὶ ζῶντες καὶ μετὰ τέλος θαυματουργείν, ὄντως θαῦμα παράδοξον! ὅτι ὀστέα γυμνά, ἐκβλύζoυσιν ἰάματα, Δόξα τῷ μόνῳ Θεῶ ἠμῶν.

 
Apolitiquio tono plagal del 4º

Aunque ellos habían muerto a través de su abstinencia y las luchas ardientes y feroces contra los movimientos de las pasiones, los leales Mártires de Cristo Dios se apoyaron en Tu Gracia para superar los dolores y enfermedades de los enfermos y los trabajos, mientras vivían y después de muertos. Ciertamente y de manera extraña ese es el milagro. Que de esos esqueletos puedan brotar arroyos de curaciones. Que la Gloria le sea dada sólo a Dios.
 
 
 
Κοντάκιον Ἦχος γ’. Ἡ Παρθένος σήμερον.
 
Τὸν Χριστὸν δοξάσαντες, ἀθλητικαῖς ἀριστείαις, Μᾶρκε Πάτερ Ὅσιε, σὺν τῷ Λευΐτῃ Κυρίλλῳ, ἅμα δέ, ταῖς ἐν Ἀσκάλωνι καὶ τῇ Γάζῃ, χάριτι, ἀνδρισαμέναις κατὰ τῆς πλάνης, ἐδοξάσθητε ἀξίως, καὶ τῶν Ἀγγέλων χοροῖς συνήφθητε.

 
Contaquio tono 3º

Nosotros quienes estamos ahora reunidos los alabamos con himnos como luces del Sol Profético que nunca se apaga, porque ustedes brillan sobre las sombras de la ignorancia y nos invitan a las alturas de la piedad, Oh Hieromártires. Intercedan ante Cristo nuestro Dios para que se salven nuestras almas.
 




Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury *saint.gr *doxologia.ro *synaxarion.gr