martes, 13 de febrero de 2024

San Martiniano de Cesarea de Palestina (+422)

Versos: 
"Martiniano apagó la llama de la carne, habiéndose marchado llegó a su fin,  aunque su llama no terminó".
En el decimotercero Martiniano se despojó de su cuerpo.


El viento rugía y la lluvia golpeaba torrencialmente contra las paredes de su pequeña cabaña. Terrible tormenta.
Al tiempo en que se arrodillaba en el suelo de su humilde morada, el joven asceta llamado  Martiniano se maravillaba, una y otra vez, del poder de la tempestad que lo rodeaba. Sin embargo él estaba feliz;
como un hombre joven que se había dedicado completamente a una vida austera de abnegación por causa del Santo Evangelio, Martiniano disfrutaba de su existencia solitaria en los salvajes desiertos de Palestina.
El Santo se había convertido a la fe Cristiana mientras crecía en la gran ciudad portuaria de Cesárea durante la segunda mitad del Siglo Cuarto. De hecho, a la edad de 18 años, este joven devoto tenía tal propósito de obedecer a Dios que ya había dejado la ciudad para comenzar una nueva vida como monje, soportando voluntariamente privaciones como el hambre, el frío y la falta de vestimentas.
 
 








 
 
 
En esa noche tormentosa, alrededor del año 380 de Nuestro Señor, se encontraba sumamente compenetrado en su oración. Arrodillado, ante una sencilla vela, le pidió a Dios que lo bendijese una y otra vez en esta nueva vida de adoración y autodisciplina. Grande fue su sorpresa cuando en un determinado momento, alrededor de la medianoche, escuchó el repentino llamado a la puerta de su cabaña.
Sorprendido se lanzó a abrirla… y se asombró al encontrar parada, enfrente suyo, a una bella joven bajo la lluvia. Como hombre considerado y caballeroso, Martiniano la invitó rápidamente a entrar para que pudiese protegerse del horrible clima. Sin embargo, una vez dentro, la atractiva visitante –su nombre era Zoe– le hizo saber clara y muy rápidamente sus intenciones de seducir al joven varón.
 
 
 




"ΑΓΙΟΣ ΜΑΡΤΙΝΙΑΝΟΣ"
[Ayios Martinianos]
SAN MARTINIANO


 
 
 
Salvajemente tentado por sus encantos rezó desesperadamente por ayuda para rechazar sus avances. Fue salvado del desastre en el último instante, cuando recibió una inspiración repentina. Tras encenderse un fuego rugiente, hizo una breve pausa en su oración y caminó directamente hacia las llamas mientras profería palabras como las siguientes: “Quieres que me queme con la tentación y luego llevarme hacia los fuegos del infierno. Pero no te lo permitiré. En vez de ello, yo mismo incendiaré mi virginidad y salvaré mi alma.” 
Sorprendida por su respuesta y por el hecho asombroso de que las trepidantes llamas no lo habían lesionado de ninguna manera, la visitante se arrepintió instantáneamente de sus maquinaciones y le pidió ayuda para hacerse cristiana.
 
 
 
 
 





 
 
 
Martiniano accedió alegremente a ayudarla y le sugirió que se dirigiese a Belén en donde encontraría un lugar para ella bajo el cuidado de una mujer santa, Santa Paula. Zoe cumplió y eventualmente se volvió una monja que pasaría el resto de su vida en piadosa oración en el convento de Santa Paula en Belén.
Para San  Martiniano esta prueba fue un momento crucial para la salvación de su alma. 
Luego de dejar tras de sí la cabaña vivió algunos años en una isla rocosa de la costa Palestina –en donde una leyenda cuenta que rescató (y convirtió) a una víctima de un naufragio llamada Fotiní. Esa misma leyenda cuenta cómo el compasivo Santo nadó para ayudar a un pasajero abandonado y lo llevó de regreso a la civilización ayudado por dos delfines.
 
 
 




San Martiniano de Cesarea de Palestina. Menologio de Basilio II, s.X

 
 
 
 
 
En los años posteriores San  Martiniano deambuló a lo largo de Tierra Santa y más allá de ella. Pasó al reposo eterno en la ciudad griega de Atenas en el año 422 de Nuestro Señor. Según se cuenta el obispo local enterró al santo con gran reverencia y cariño. La historia de cómo había sido librado de la tentación y posteriormente llevado a salvo por los delfines continúa inspirando a los cristianos más de quince siglos después.
La vida de San  Martiniano nos muestra como la verdadera fe en Dios puede protegernos de todas las trampas del maligno y como la obediencia a Su voluntad es la mejor garantía para una vida larga y feliz en el Señor.



 
San Martiniano con Zoe y Fotiní
  
Del Synaxarion del Monasterio de la Santa Transfiguración

San Martiniano, que era de Cesarea de Palestina, floreció a principios del siglo quinto. Luchó en el desierto desde su juventud. Después de haber pasado veinticinco años en el ascetismo, el diablo le trajo una tentación a través de una ramera [Zoe], quien cuando oyó alabar al Santo por su virtud, decidió probar su virtud, o más bien, deshacerla. Llegando a su celda por la noche mientras llovía, y diciendo que se había perdido, rogó con gritos lastimeros que la admitieran a pasar la noche, para no ser presa de las fieras. Movido por la compasión, y no queriendo ser culpable de su muerte si algo le ocurría, la dejó entrar. 
 
 
 
 
 
Santa Zoe, San Martiniano y Santa Fotiní
 
 
 
 
 
Cuando ella comenzó a seducirlo, y el fuego del deseo comenzó a arder en su corazón, él encendió un fuego y entró en él, quemando su cuerpo, pero salvando su alma del fuego de la Gehenna. Y ella, entendida por esto, se arrepintió y, siguiendo su consejo, fue a Belén a una virgen llamada Paula, con quien vivía en ayuno y oración; antes de su muerte, se la consideró digna del don de hacer milagros. 
 
 

 
 
 

 
 
 
 
San Martiniano, cuando se recuperó del incendio, resolvió ir a algún lugar más solitario, y tomó un barco a cierta isla, donde luchó en soledad durante varios años. 
Luego, una joven doncella [Fotiní] que había sufrido un naufragio llegó a tierra en su isla. No queriendo volver a caer en la tentación, partió después de ayudarla, y pasó el tiempo que le quedaba como vagabundo, llegando al final de su vida a Atenas. Esto ocurrió alrededor del año 422.
 
 
 
 




 
 
Ἀπολυτίκιον  Ἦχος δ’.
 
Τήν φλόγα τῶν πειρασμῶν, δακρύων τοῖς ὀχετοῖς, ἐναπέσβεσας Μακάριε, καί τῆς θαλάσσης τά κύματα, καί τῶν θηρῶν τά ὁρμήματα, χαλινώσας ἐκραύγαζες· Δεδοξασμένος εἶ Παντοδύναμε, πυρός καί ζάλης ὁ σώσας με.
 
Apolitiquio tono 4º
 
La llama de las tentaciones, con los arroyos de las lágrimas, apagaste Bienaventurado, y las olas del mar, y la furia de las bestias, conteniéndolas, clamaste: Bendito eres Todopoderoso, que del fuego y del desvanecimiento me salvas.

 


Ἀπολυτίκιον. Ἦχος πλ. δ’.
 
Τὴν φλόγα τῶν πειρασμῶν, δακρύων τοῖς ὀχετοῖς, ἐναπέσβεσας μακάριε, καὶ τῆς θαλάσσης τὰ κύματα, καὶ τῶν θηρῶν τὰ ὁρμήματα, χαλινώσας, ἐκραύγαζες· Δεδοξασμένος εἶ Παντοδύναμε, πυρὸς καὶ ζάλης ὁ σώσας με
 
 
Apolitiquio tono plagal del 4º

Apagaste las llamas de la tentación con los arroyos de tus lágrimas, Oh bienaventurado  Martiniano; y habiendo probado las olas del mar y los ataques de las bestias salvajes proclamaste en voz alta: Tú eres el más glorioso Oh Unico y Todopoderoso, quien me has salvado del fuego y de la tempestad. 
 
 
 
 
Κοντάκιον Ἦχος β’. Τούς ἀσφαλεῖς.
 
Ὡς ἀσκητήν τῆς εὐσεβείας δόκιμον, καί ἀθλητήν τῇ προαιρέσει τίμιον, καί ἐρήμου καρτερόψυχον, πολίτην ἅμα καί συνίστορα, ἐν ὕμνοις ἐπαξίως εὐφημήσωμεν. Μαρτινιανόν τόν ἀεισέβαστον, αὐτός γάρ τόν ὄφιν κατεπάτησε.

 

Condaquio tono 2º

Al reunirnos elevemos nuestros himnos de alabanza al siempre venerable Martiniano, como asceta probado que luchó por vivir la piedad, como un atleta honorable por elección, y como un ciudadano resuelto del desierto, pues él ha vencido a la serpiente.
 
 





Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr *byzmusic.gr, *apostoliki-diakonia.gr

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