sábado, 3 de febrero de 2024

El Santo y Justo Simeón, el Destinatario de Dios y Ana la Profetisa

Versos:
A Simeón: "El anciano proclamó a los muertos, que lo veía como hombre, Dios el Logos, que había llegado incluso a tal punto".

A Ana: "Llevada de la tierra, era la hija de Fanuel, por eso, ella vio a Dios como un niño".
En el tercero Simeón fue liberado de los lazos de la vida.


Inclinándose sobre una página del Antiguo Testamento del Libro de Isaías, escrito en hebreo, el perplejo erudito observó una profecía que parecía no tener ningún sentido: "He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo". (Isaías 7,14). Frunciendo el ceño desconcertado, el erudito de cabellos blancos se dijo a sí mismo: Esto debe ser un error del lenguaje. ¿Cómo podría una virgen dar a luz a un hijo? De alguna manera este pasaje en hebreo del Antiguo Testamento contenía un error en la escritura –y debía de ser corregido.
 
Entonces el anciano erudito tomó su lápiz. Como traductor de la Biblia hebrea al griego (luego de haber sido elegido para esta tarea por el Gran Emperador Egipcio Ptolomeo II Filadelfo), el experto lingüista de Jerusalén, el Justo Simeón, era el responsable de asegurarse de que el Libro de Isaías sea traducido con absoluta precisión. 
Inclinándose intensamente sobre la página, intentó reemplazar la palabra “virgen” por una frase de dos palabras de su propia invención: “joven mujer.” Y entonces sucedió. La mano derecha del erudito se paralizó en el aire.
 
 




 El Santo y Justo Simeón



 
 
 
Estaba completamente paralizada, totalmente inútil. Por mucho que lo intentara, el anciano traductor no podía mover el lapicero hacia la superficie del papel. Y un momento después, se sorprendió por la aparición de una radiante y deslumbrante figura que le habló amable pero firmemente diciéndole lo siguiente: “Ten fe en las palabras que han sido escritas, tú mismo te convencerás que ellas serán cumplidas ya que no morirás hasta que sostengas a Cristo el Señor, quien nacerá de una virgen Pura e Inmaculada.”
 
A pesar de encontrarse tembloroso y alarmado por la intervención del Ángel, el Justo Simeón obedeció y dejó sin cambiar el pasaje de Isaías. Instintivamente, él confió en la presencia angélica. A pesar de ello no dejaba de preguntarse: ¿cómo podría él, un anciano ciudadano al borde del final de su vida, esperar por ser testigo de la llegada milagrosa de un Salvador que nacería de una virgen… cuando ese acontecimiento bendito estaba seguramente muy lejos, en un futuro distante? Agitando su cabeza con admiración, el veterano historiador y lingüista de Palestina dejó la gran biblioteca en el centro de Alejandría. 
 
Según la mayoría de los historiadores de la Iglesia de este período, era alrededor del año 260 antes de Cristo y el proyecto en el que el fiel y obediente Simeón se encontraba trabajando sería conocido algún día como “La Septuaginta” –la traducción autorizada del Antiguo Testamento del Hebreo, su lenguaje original, al lenguaje cosmopolita y cultivado del mundo de Simeón: el Antiguo Griego. Como un experto erudito y escritor que había vivido en Jerusalén, Simeón había sido elegido por el Emperador como uno de los 72 editores que trabajarían en la traducción del Antiguo Testamento. 
 
 




LA SANTA ANA, LA PROFETISA Y
EL SANTO SIMEON EL RECEPTOR DE DIOS




 
 
Tras realizar este servicio con su usual cuidado y solicitud, el anciano regresó a Jerusalén. Allí retomó su vida dedicada al estudio. Doblado por los años y preparándose a sí mismo para la eternidad, no esperó vivir mucho más. Pero la presencia angélica que le había ayudado a traducir el pasaje sobre “La Virgen que daría a Luz”, probaría finalmente que había estado en lo correcto.
 
Según iban pasando cada uno de los años, parecía que San Simeón no envejecía. De alguna manera se sentía cada vez más joven con el paso del tiempo. Saludable y lleno de energía ya había vivido más de 200 años… hasta la hora gloriosa en que el Hijo de Dios nació en un establo en Belén 40 días atrás, y que fue llevado finalmente al Templo para el ritual Judío de la “Presentación.”
 
Avisado por el Ángel de la proximidad de este acontecimiento, el agradecido Simeón se dirigió rápidamente al Templo, donde presenció una visión: ambos, el Niño quien había sido presentado y su Madre, se encontraban recubiertos por una luz brillante y radiante. Ciertamente que ella era la “Virgen” del pasaje que había traducido… el niño no era otro que el Santo Redentor que había venido a salvar al mundo. 
 







El Justo José, Ana la Profetiza, la Siempre Virgen María Madre de Dios
entregando al Divino Niño al Justo Simeón. Icono en Santo Monasterio 
de San Dionisio en Monte Atos 
 



 
 
 
 
Lleno de esperanza y amor, el gran Santo dio gracias fervientemente a Dios por el milagro de la salvación. Entonces Simeón agradeció a Jesús por el milagro que estaba ocurriendo mientras pronunciaba unas frases de agradecimiento que hasta ahora se repiten como parte de las Vísperas, la oración del atardecer: “Ahora Señor, puedes dejar a Tú siervo irse en paz, pues mis ojos han visto Tu salvación, según Tú palabra.” Habiendo vivido para presenciar uno de los más importantes eventos en la historia del mundo, el Justo San Simeón se dirigió hacia su recompensa eterna luego de la Presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén.
 
Más de seis siglos después, serían descubiertas sus reliquias y transportadas para ser enterradas en Bizancio, la capital de Constantinopla. Fiel y obediente a lo largo de su notablemente larga vida, ayudó a contar al mundo la verdadera historia del Mesías, quien vendría a salvar la tierra con Su propio sufrimiento y muerte en la Cruz. 
 
De San Simeón aprendemos el inmenso valor de la confianza en el Logos del Dios Todopoderoso –más que confiar en nuestro propio conocimiento, sin importar cuán expertos y hábiles seamos como pensadores en la esfera humana. 
 
 
 




 El Santo y Justo Simeón, el Destinatario de Dios y Ana la Profetiza.
Menologio Basilio II, s.X.





 
Ana la Profetisa 

La Profetiza Ana, quien también es conmemorada en este día por la Santa Iglesia, se encontraba en el Templo en el día grandioso en que el Niño Jesús fue presentado al mundo. Esta buena viuda, cuyo esposo había fallecido recientemente, había sido bendecida por el Dios Todopoderoso con el don de la profecía. 
 
Debido a su visión perspicaz, la cual ha trascendido el tiempo, fue capaz de reconocer inmediatamente al Niño Salvador y proclamó fuertemente el feliz acontecimiento de que el Único Santo había llegado verdaderamente. 
 
San Lucas describe la escena en el Nuevo Testamento como si se presentase en aquella misma hora; alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. (Lucas 2, 38) 
 
La Profetisa Ana tenía 84 años cuando sucedió este acontecimiento extraordinario. Como hija de Phanuel –y miembro de la tribu de Aser– ella había estado casada siete años antes de la trágica pérdida de su esposo.
 



Santa Profetisa Ana


 
 
Dolorida y con el corazón traspasado, se retiró hacia el Templo de Jerusalén en donde pasaría el resto de su vida realizando tareas humildes y rezando y ayunando sin cesar. El gozo experimentado por Ana, la Profetiza, quien se encontraba llena de humilde santidad, nos recuerda la gloriosa Bienaventuranza que nos fue dada en el Sermón de la Montaña: Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados. 
 
Aunque Ana sufrió el dolor agonizante de la pérdida de su joven esposo, su recompensa llegó al final de los últimos años de su vida al ser testigo de la llegada del Salvador que redimiría al mundo. Como modelo de fe que respondió positiva y apropiadamente a la venida del Mesías, Ana es recordada por su alabanza a Dios a través de la oración y el ayuno.
 

 
 
 
Las reliquias de San Simeón, el  Destinatario de Dios.

Las reliquias sagradas de San Simeón se guardaron en la Iglesia constantinopolitana de Santiago, el Hermano del Señor, que fue levantada por el emperador Justino, cerca de Santa Sofía. En 1273, las reliquias fueron transferidas a Venecia, pero debido a una tormenta en el mar Adriático, fueron llevadas a Zadar en Croacia y permanecieron allí.
 
 
 
 
 

 
 
Las reliquias de San Simeón hoy también se encuentran en Jerusalén en el Monasterio que lleva su nombre en la parte occidental de la nueva ciudad cerca del Monasterio de la Santa Cruz. El abad del monasterio, p. Teodórito, ha servido allí durante treinta años y uno de sus objetivos principales era adquirir la reliquia de su santo patrón. La reliquia se encontraba anteriormente en la ciudad de Zadar en Croacia. Con mucha persistencia pudo adquirir una parte de ellas. Esto fue aprobado el 12 de enero de 2010 y el traslado se realizó con una gran celebración el domingo 4/17, dependiendo del calendario, del mes de  octubre de 2010. Fue recibido por el patriarca Teófilo de Jerusalén.
 
 
 







 
Apolitiquio tono plagal del 1º 

Ἀπολυτίκιον Ἦχος πλ. α’. Τὸν συνάναρχον Λόγον.

Τὸν Ὕπερθεον Λόγον σάρκα γενόμενον, ἐνηγκαλίσω ὡς βρέφος ἐν τῷ Ναῷ τοῦ Θεοῦ, Θεοδόχε Συμεὼν Πρεσβῦτα ἔνδοξε, ὅθεν καὶ Ἄννα ἡ σεπτή, ἀνθομολόγησιν αὐτῶ, προσήγαγεν ὠς Προφήτις, ὅθεν ὑμᾶς εὐφημοῦμεν, οἴα Χριστοῦ θείους θεράποντος.
 
 
 

Apolitiquio tono 1º

Oh glorioso y anciano Simeón, en el Templo acogiste en tus brazos al Niño Dios, el Logos que se hizo carne. Y también la augusta Ana, la Profetisa, lo alabó. Nosotros los reconocemos com piadosos siervos de Cristo.



Κοντάκιον. Ἦχος γ’. Ἡ Παρθένος σήμερον. 
 
Ξυνωρὶς ἡ ἔνθεος, χαρμονικῶς εὐφημείσθω, Συμεὼν ὁ Δίκαιος, σὺν τῇ Προφήτιδι Ἄννῃ· οὗτοι γὰρ, εὐαρεστήσαντες τῷ Κυρίῳ, ὤφθησαν, τοῦ σαρκωθέντος Λόγου αὐτόπται· τοῦτον γὰρ καθάπερ βρέφος, εἶδον ἀξίως καὶ προσεκύνησαν.
 
Condaquio tono 3º

Permitiste que el Justo Simeón y la Profetiza Ana, un par piadoso, sean honrados juntos, ambos agradables a Dios, quienes fueron testigos del Señor Encarnado. Cuando ambos los vieron a El como Niño lo adoraron.




Κοντάκιον Ἦχος α’.
 
Ὁ μήτραν παρθενικὴν ἁγιάσας τῷ τόκῳ σου, καὶ χεῖρας τοῦ Συμεὼν εὐλογήσας ὡς ἔπρεπε, προφθάσας καὶ νῦν ἔσωσας ἠμᾶς Χριστὲ ὁ Θεός. Ἀλλ' εἰρήνευσον ἐν πολέμοις τὸ πολίτευμα, καὶ κραταίωσον Βασιλεῖς οὓς ἠγάπησας, ὁ μόνος φιλάνθρωπος.
 
 

Ἕτερον Κοντάκιον. Ἦχος δ’. Ἐπεφάνης σήμερον.
 
Ἡ δυὰς ἡ ἔνθεος τῶν θεοφόρων, Συμεὼν ὁ δίκαιος, καὶ Ἄννα ἡ τοῦ Φανουήλ, μεγαλοφώνως αἰνείσθωσαν· ὅτι κατεῖδον, Χριστὸν ὥσπερ νήπιον.


Μεγαλυνάριον.
 
Δίκαιοι ἐν νόμῳ καὶ εὐλαβεῖς, Συμεὼν ὁ Πρέσβυς, καὶ ἡ Ἄννα ἡ Φανουήλ, ὤφθησαν Κυρίῳ, τῷ σεσωματωμένῳ, καὶ ὕμνησαν τὴν τούτου, ἄρρητον κένωσιν.
 
 
 




Fuentes consultadas:  *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr *orthodoxrotterdam.com * youtube.com

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