Versos:
"Anastasio es estrangulado por la garganta, el cordón se embellece con brillo".
En el vigésimo segundo Anastasio sufrió estrangulamiento.
Fue un soldado ordinario –un luchador del ejército persa durante una época (s. VII) en que los feroces guerreros del emperador Cosroes II habían ocupado Jerusalén y rodeado casi toda Palestina. Como soldado de la infantería el fiel “Magundat” (su nombre original) tenía muy poco interés en las cosas cristianas.
Después de todo había sido educado como el hijo de un hechicero Persa (un mago de gran categoría llamado Babo)… y no veía ninguna razón para perder su tiempo explorando las creencias de este extraña, foránea, religión que la gente de Palestina llamaba "cristianismo".
"Anastasio es estrangulado por la garganta, el cordón se embellece con brillo".
En el vigésimo segundo Anastasio sufrió estrangulamiento.
Fue un soldado ordinario –un luchador del ejército persa durante una época (s. VII) en que los feroces guerreros del emperador Cosroes II habían ocupado Jerusalén y rodeado casi toda Palestina. Como soldado de la infantería el fiel “Magundat” (su nombre original) tenía muy poco interés en las cosas cristianas.
Después de todo había sido educado como el hijo de un hechicero Persa (un mago de gran categoría llamado Babo)… y no veía ninguna razón para perder su tiempo explorando las creencias de este extraña, foránea, religión que la gente de Palestina llamaba "cristianismo".
Entonces sucedió un milagro. Enviado con su
unidad militar a Jerusalén –los persas estaban en guerra con los griegos,
dirigidos por el famoso Emperador Heraclio– el perceptivo Magundat se sorprendió
por la veneración que los seguidores de Cristo mostraban por lo que parecía ser
nada menos que una pieza de madera manchada de sangre. ¿Qué cosa había tras la
Cruz de Jesús Cristo que les brindaba tal poder a ellos? ¿Por qué había tantos de
ellos dispuestos a morir sin dudar en ese mismo lugar con tal de evitar que los persas capturasen y se llevasen esta sagrada reliquia de Jerusalén?
Mientras patrullaba las destrozadas calles de Jerusalén alrededor del año 614 (la mayor parte de la ciudad había caído bajo la armada persa algunos meses atrás) el joven guerrero resultaba cada vez más intrigado por la conversiones a Cristo que iban tomando lugar alrededor suyo. Qué diferente era esta nueva fe –Jesús murió para que ustedes tengan vida eterna– de la religión centrada en la magia que su padre predicaba ahí en Bethsaloe (cerca de Nínive) en donde Magundat había nacido y crecido.
Magundat caminó por la calles. Observó cada una de las
cosas detenidamente. Entonces sucedió; mientras observaba a esos valientes
Cristianos en oración y escuchaba sus descripciones del Sacrificio en la Santa
Cruz –“El ha triunfado sobre el pecado y la muerte”– el curioso soldado persa
experimentó una repentina convulsión interna. Como una lanza recubierta de
bronce el Santo Evangelio del Hijo de Dios traspasó el corazón de Magundat… quien en ese momento decidió que desertaría del
ejército persa para convertirse a esta nueva fe que salvaría su alma.
Bautizado
por el Santo Patriarca de Jerusalén, Modesto, el soldado Persa tomó el nombre cristiano de “Anastasio”… y se dedicó a aprender todo lo que pudo sobre los
grandes mártires que habían muerto por Cristo Jesús durante los seis siglos
previos. Entonces una noche, cuando se encontraba en un sueño muy profundo, el
nuevo cristiano se encontró en las alas de un brillante sueño. Una figura alta
y brillante vestida con una túnica de oro radiante se encontraba frente a
Anastasio sosteniendo en sus manos un cáliz brillante.
¿Qué podía significar
esta aparición? Maravillado, el que soñaba, escuchó en su cabeza
una potente voz procedente del cielo: “Toma, sostenla y bebe.” Así lo hizo. Un
momento después su corazón se encontraba inundado de un gozo incandescente que lo llevó
por encima de las estrellas brillantes hacia las manos abiertas del Unico
Radiante.
En un instante, en un momento en que se detuvo el corazón, Anastasio
se dio cuenta que acababa de recibir el llamado al martirio. Permanecería en
Palestina a la espera de la llegada de su hora gloriosa. Mientras pasaban los años, uno por
uno, su fe se hacía cada vez más rica y profunda, y el incansable Anastasio no
anhelaba otra cosa más que la vida monástica. Luego de haber entrado en un
monasterio cerca de Jerusalén se negaría a sí mismo todos los placeres de la carne
mientras continuaba esperando por el martirio que le había sido prometido en su sueño.
En enero del año 628 llegó la hora final que estaba destinada
para él. El momento decisivo tomó lugar
en el pueblo costero de Cesarea, donde San Anastasio se encontró una vez con
un grupo de magos persas quienes –como ocupantes del país bajo Cosroes II–
estaban proclamando en voz muy alta las verdades de su credo pagano. Sin aminorar
su paso el apasionado monje cristiano se aproximó al grupo de hechiceros y los
reprendió en voz alta por aferrarse a su adoración idolátrica. Al mismo tiempo
les aseguraba a los sorprendidos que la única fe verdadera
se podría encontrar en el Santo Evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios.
Los Magos respondieron rápidamente a la fervorosa prédica de San Atanasio ordenando al grupo de soldados persas más cercano que lo arrestasen. Apresado inmediatamente, fue golpeado e interrogado. Pero esos sufrimientos no significaban nada para él… y cuando se negó a renunciar a su fe en el Señor, los conquistadores lo encadenaron junto con otro grupo de cautivos y lo hicieron caminar hacia Persia.
Lo que sucedió a continuación es terrible de contar, pero glorioso en su resultado. En primer lugar sus torturadores colgaron de una mano, por varias horas, a San Anastanasio. Martirio del Venerable Anastasio el Persa. Menologio de Basilio II, s.X |
Cuando vieron que estaba táctica falló en su propósito... hundieron su cabeza sangrante, una y otra vez, en un tanque de agua, casi ahogándolo en el proceso. Sin embargo, una y otra vez, el monje de Jerusalén -con una voluntad de hierro- se negó a repudiar a su Señor. Sus captores, cada vez más iracundos, lo golpearon con palos de madera para luego estrangularlo con una soga. Finalmente, incapaces de conseguir su pérfido objetivo de quebrar la fe de este hombre santo, sus carceleros simplemente lo decapitaron. Según la mayoría de historiadores de la Santa Iglesia murió un 22 de enero del año 628 de Nuestro Señor. Para ese entonces el despiadado emperador persa había incendiado todas las iglesias cristianas de Jerusalén –mientras asesinaba a los sacerdotes y hacía de la mayoría de cristianos víctimas de la más abyecta esclavitud.
Sin embargo, sorprendentemente esas tácticas brutales
fracasaron en detener la propagación del Santo Evangelio a lo largo de
Palestina y Tierra Santa. Como San
Atanasio los cristianos de Jerusalén no podrían ser forzados
a renunciar a su santa fe. Y su determinación de permanecer firmes en la
Sagrada Palabra de Dios está bellamente expresada por el antiguo soldado de la
Armada Persa a quien se le dijo poco antes de que mueriese que podría conseguir su
libertad solamente repitiendo en voz alta una frase de cinco palabras: “Yo no
soy un cristiano.”
San Atanasio parece haber estado hablando por la Santa
Iglesia cuando respondió: “Ni delante de ustedes ni delante de otros yo
renunciaré a mi Señor; ni abiertamente ni secretamente, ni aún en mis sueños, y
nadie en ningún lugar ni de ninguna manera podrá obligarme a hacer eso mientras
me encuentre en mi sano juicio.”
Estas serían sus últimas palabras. Luego de su ejecución
la cabeza de San Anastasio sería llevada a Roma, donde fue enterrada en la
Iglesia de los Santos Mártires Vicente y Anastasio y en donde ha sido venerada
como Reliquia Santa desde ese entonces por varios siglos.
Fiel hasta el final, el Venerable Mártir San Anastasio ha sido una inspiración para la Santa Iglesia por los últimos 1.500 años. Su vida extraordinaria nos muestra cómo el milagro de la conversión puede ocurrir en cualquier momento –y cómo el milagro de la fe, sostenida por la gracia de un Dios eternamente amoroso, puede sobrevivir a las más dolorosas y difíciles pruebas que nos podamos imaginar. Armados con la fe de San Anastasio podemos conseguir cualquier cosa.
Fiel hasta el final, el Venerable Mártir San Anastasio ha sido una inspiración para la Santa Iglesia por los últimos 1.500 años. Su vida extraordinaria nos muestra cómo el milagro de la conversión puede ocurrir en cualquier momento –y cómo el milagro de la fe, sostenida por la gracia de un Dios eternamente amoroso, puede sobrevivir a las más dolorosas y difíciles pruebas que nos podamos imaginar. Armados con la fe de San Anastasio podemos conseguir cualquier cosa.
Veneradas Reliquias de San Anastasio el Persa
Respecto a las Veneradas Reliquias de San Anastasio, prevalecen tres tradiciones. Según la primera, aceptada por el santo e historiador San Beda el Venerable (27 de mayo), las Reliquias fueron transferidas a Roma durante el reinado de Heraklion y depositadas en el monasterio griego de las Tres Fuentes (en gr. "των Τριών Πηγών", [ton Trión Pigón], en it. "Tre Fontane"). La segunda tradición reconoce el traslado de las Reliquias a Constantinopla, también durante el reinado de Heraclión, durante el cual el Venerado Cráneo fue trasladado a Roma durante los días del Papa de ascendencia griega y posiblemente nacido en Jerusalén, Papa Teodoro I (642-649 d.C.) (18 de mayo). La tercera tradición (veneciana), acepta que las Reliquias fueron transferidas a Constantinopla por Herakleios, desde donde en 1204 d.C. fueron llevadas por el doctor Enrico Dandolo y depositadas en el Templo de la Santísima Trinidad de Venecia.
Hoy, se encuentra el cuerpo (no la cabeza) en el templo católico romano de San Francisco de los Viñedos de Leipzano, reunidas en un cofre de la época.
Sofronios Eustratiadis, Metropolita de Leonidopoli afirma que un obispo romano llevó los restos a Cesarea de Palestina (que luego fueron transferidos a Constantinopla) y el Venerado Cráneo a Roma (donde todavía se encuentra).
Respecto a las Veneradas Reliquias de San Anastasio, prevalecen tres tradiciones. Según la primera, aceptada por el santo e historiador San Beda el Venerable (27 de mayo), las Reliquias fueron transferidas a Roma durante el reinado de Heraklion y depositadas en el monasterio griego de las Tres Fuentes (en gr. "των Τριών Πηγών", [ton Trión Pigón], en it. "Tre Fontane"). La segunda tradición reconoce el traslado de las Reliquias a Constantinopla, también durante el reinado de Heraclión, durante el cual el Venerado Cráneo fue trasladado a Roma durante los días del Papa de ascendencia griega y posiblemente nacido en Jerusalén, Papa Teodoro I (642-649 d.C.) (18 de mayo). La tercera tradición (veneciana), acepta que las Reliquias fueron transferidas a Constantinopla por Herakleios, desde donde en 1204 d.C. fueron llevadas por el doctor Enrico Dandolo y depositadas en el Templo de la Santísima Trinidad de Venecia.
Hoy, se encuentra el cuerpo (no la cabeza) en el templo católico romano de San Francisco de los Viñedos de Leipzano, reunidas en un cofre de la época.
Sofronios Eustratiadis, Metropolita de Leonidopoli afirma que un obispo romano llevó los restos a Cesarea de Palestina (que luego fueron transferidos a Constantinopla) y el Venerado Cráneo a Roma (donde todavía se encuentra).
Ἀπολυτίκιον Ήχος δ'. Ταχύ προκατάλαβε.
Την
πλάνην αφέμενος, την των Περσών νουνεχώς, τη πίστει προσέδραμες, τη του
Χριστού ευσεβώς, σοφέ Αναστάσιε, όθεν και εν ασκήσει, διαπρέψας ενθέως,
ήθλησας υπέρ φύσιν, και τον όφιν καθείλες διό διπλώ στεφάνω, θεόθεν
εστεφάνωσαι.
Abandonando sabiamente el error de los persas, acercándote piadosamente a la fe de Cristo, sabio Anastasio, y con ella te ejercitaste, actuando de modo divino, luchando de modo sobrenatural, y a la serpiente derrotaste, de ahí tu doble corona, eres coronado por Dios.
Ἕτερον Ἀπολυτίκιον Ἦχος δ’.
Ὁ
Μάρτυς σου Κύριε, ἐν τῇ ἀθλήσει αὐτοῦ, τὸ στέφος ἐκομίσατο τῆς
ἀφθαρσίας, ἐκ σοῦ τοῦ Θεοῦ ἡμῶν· ἔχων γὰρ τὴν ἰσχύν σου, τοὺς τυράννους
καθεῖλεν ἔθραυσε καὶ δαιμόνων τὰ ἀνίσχυρα θράση. Αὐτοῦ ταῖς ἱκεσίαις
Χριστέ ὁ Θεός, σῶσον τὰς ψυχὰς ἡμῶν.
Otro apolitiquio tono 4º
Tu Mártir oh Dios, en su valerosa lucha por Ti, ha
recibido la corona de la incorrupción de la vida como premio que viene de Ti,
Oh Dios Inmortal. Pues él poseyó Tú fortaleza, él desafió a los tiranos y destruyó completamente la presunción
de poder de los demonios. Oh Cristo Dios, por sus oraciones, salva nuestras
almas, ya que Tú eres misericordioso.
Κοντάκιον Ἦχος α’. Χορός, Ἀγγελικὸς.
Τόν
θεῖον Μαθητήν, καί συνέκδημον Παύλου, Τιμόθεον πιστοί, ἀνυμνήσωμεν
πάντες, σύν τούτῳ γεραίροντες, τόν σοφόν Ἀναστάσιον, τόν ἐκλάμψαντα, ἐκ
τῆς Περσίδος ὡς ἄστρον, καί ἐλαύνοντα, τά ψυχικά ἡμῶν πάθη, καί νόσους
τοῦ σώματος.
Condaquio tono 1º
Nosotros los fieles cantamos con himnos las alabanzas a
Timoteo, el maravilloso discípulo y fiel compañero de Pablo; con él también
alabamos al sabio y piadoso
Anastasio quien brilló con gran resplandor como una estrella
venida desde Persia y alejó de nosotros las enfermedades de cuerpo y espíritu.Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr