"Adornado con una corona de eros divino Timoteo, fuiste golpeado con palos que pintaron la tierra con tu sangre".
En el vigésimo segundo tu espíritu fue levantado Timoteo.
El Apóstol Timoteo pudo haber permanecido en silencio. Pudo haber permanecido seguro en las sombras –mientras la multitud bulliciosa de paganos borrachos pasaban, embebidos en su fiesta idolátrica dedicada a adorar a una diosa extranjera llamada Artemisa. Sin embargo como estaba escrito en el destino el Santo Apóstol Timoteo –amigo cercano y frecuente compañero de viaje del gran predicador San Pablo – era demasiado valiente y fiel como para esconderse del peligro.
En vez de esconderse cobardemente en un callejón trasero de Efeso, una ciudad frecuentemente violenta en Asia Menor en donde festivales paganos de este estilo eran parte del diario vivir, el valiente Cristiano convertido se adelantó y retó fuertemente a la multitud de paganos idólatras.
Tal como se podría predecir, la reacción ante el reto de San Timoteo fue instantánea… y gloriosa. Al instante en que los paganos escucharon al Cristiano declarando que sus dioses eran falsos –y que el único Verdadero Dios es el Dios del Santo Evangelio– se volvieron hacia él para vengarse.
Tengo vivos deseos de verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de alegría. Pues evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti.
Siempre fue un intuitivo juez de la personalidad, por lo cual el Gran Apóstol y Maestro de Cristianismo se encontraría atraído hacia San Timoteo desde el primer día de su amistad. Los dos se conocieron en Lystra en un día inolvidable cuando San Pablo estaba, junto con San Bernabé, dedicado a la curación de los enfermos y en la predicación del Santo Evangelio de Jesucristo. Esa tarde, alrededor del año 52, el piadoso y considerado joven se maravilló al ver al Apóstol sanar a un hombre que había sido tullido desde su nacimiento.
Convertido al Evangelio en ese instante San Timoteo viajaría ampliamente a través del mundo Mediterráneo con su mentor, al tiempo que ambos portaban la bandera de Cristo Jesús desde Palestina a Acaia, Macedonia, Italia y luego España.
Dotado predicador con un espíritu amable, San Timoteo fue descrito con gran cariño por San Pablo al inicio de la primera de sus Epístolas hacia el joven con un saludo inolvidable: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús, por mandato de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús nuestra esperanza, a Timoteo, verdadero hijo mío en la fe. Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.” (I Timoteo 1, 1-2).
Posteriormente, luego del glorioso martirio de Pablo en Roma, Timoteo pasaría a ser alumno de San Juan el Evangelista. Y cuando el gran santo fue exiliado a la isla griega de Patmos por su labor cristianizadora (por el despiadado Emperador Domiciano), San Timoteo se adelantaría realizando con gran dedicación y celo, por más de 15 años, la labor de Obispo en la problemática ciudad de Efeso.
Constantinopla. Ahí serían enterradas en la Iglesia de los Doce Apóstoles, junto a las tumbas de San Lucas Evangelista y San Andrés, el Primero en haber sido
Llamado. El gran respeto y afecto que San Pablo sentía por este apóstol alegre se puede ver a través de las Epístolas a San Timoteo, tal como un viejo maestro alaba al joven una y otra vez: Tú, en cambio, me has seguido asiduamente en mis enseñanzas, conducta, planes, fe, paciencia, caridad, constancia, en mis persecuciones y sufrimientos, como los que soporté en Antioquía, en Iconio, en Listra. ¡Qué persecuciones hube de sufrir! Y de todas me libró el Señor. (2 Tim 3, 10-11).
Cuán fácil resulta imaginar el afecto especial que San Pablo ha de haber tenido por este amigable, dedicado y entusiasta compañero, mientras ambos viajaban de arriba hacia abajo por el Medio Oriente al tiempo en que proclamaban la Buena Nueva del Evangelio.
San Timoteo nos enseña cómo saborear el gozo de estar vivos en nuestra fe así como de una lealtad que no se agita a nuestro misericordioso Salvador, Jesucristo, de quien procede toda alegría.
LAS DOS EPISTOLAS DE SAN PABLO A TIMOTEO .
Introducción a las dos epístolas, por P. Trempelas, de la breve interpretación del Nuevo Testamento (LXX, griego).
Timoteo procedía de Listra de Licaonia. Su madre era una fiel judía llamada Eunice y su pade era heleno. Fue atraída a la fe cristiana por el mismo Pablo, probablemente durante su primer recorrido apostólico y se unió a él como seguidor y ayudante en su segundo recorrido apostólico. En vista a facilitar la acción de Timoteo entre los judíos, no dudó en mandarle hacer la circuncisión, ya que todos los judíos de aquella región sabían que el padre de Timoteo era heleno (Hechos 16, 1-3) y por lo tanto de ningún modo aceptarían recibir su enseñanza.
Desde los primeros momentos en que Pablo le llevó consigo, Timoteo le mostró un afecto y obediencia tales que “como un hijo con su padre trabajó conmigo en el evangelio ( “ὡς πατρὶ τέκνον σὺν ἐμοὶ ἐδούλευσεν εἰς τὸ εὐαγγέλιον”) y le caracteriza como “del mismo ánimo” (“ἰσόψυχον”) (Filipenses 2, 20-22). Y durante el tercer recorrido evangélico encontramos a Timoteo junto a Pablo en Éfeso, desde donde es enviado a Macedonia (Hechos 19,22). Allí se encontró de nuevo con Pablo, al cual siguió a Corinto, Troada y Jerusalén (2 Cor. 1,1; Rom. 16,21; Hechos 20, 4-5).
Cuando Pablo estaba en prisión en Roma, Timoteo se encontraba allí con él (Filip. 1,1; Colos. 1, 1; Filem. 1). Y cuando Pablo fue liberado y realizó el cuarto recorrido apostólico, fue con él a Éfeso y permaneció allí, según las indicaciones que le dio el Apóstol. En este tiempo de su permanencia en Efeso allí fue escrita esta epístola.
Cuando más adelante Pablo regresó a Roma y allí le arrestaron de nuevo con el objetivo de matarle, le escribió su segunda epístola, mediante la cual le llamó para que viniese con él (2 Tim. 4, 9). Parece que efectivamente Timoteo se apresuró al encuentro del Apóstol (ver Hebr. 13, 23).
Según las “Directrices Apostólicas (“Η Διδαχή των Αποστόλων”, también conocidas como Didaché, (7; 46, 3), Timoteo regresó de nuevo a Éfeso, donde permaneció hasta los años del emperador Diocleciano. Entonces fue sometido a muerte por martirio.
Ἀπολυτίκιον. Ἦχος δ’.
Χρηστότητα ἐκδιδαχθείς, καὶ νήφων ἐν πᾶσιν, ἀγαθὴν συνείδησιν ἱεροπρεπῶς ἐνδυσάμενος, ἤντλησας ἐκ τοῦ σκεύους τῆς ἐκλογῆς τὰ ἀπόρρητα· καὶ τὴν πίστιν τηρήσας, τὸν ἴσον δρόμον τετέλεκας, Ἱερομάρτυς Ἀπόστολε Τιμόθεε. Πρέσβευε Χριστῷ τῷ Θεῷ, σωθῆναι τὰς ψυχὰς ἡμῶν.
Τὸν θεῖον Μαθητήν, καὶ συνέκδημον Παύλου, Τιμόθεον πιστοί, εὐφημήσωμεν ὕμνοις, σὺν τούτῳ γεραίροντες, τὸν σοφὸν Ἀναστάσιον, τὸν ἐκλάμψαντα, ἐκ τῆς Περσίδος ὡς ἄστρον, καὶ ἐλαύνοντα, τὰ ψυχικὰ ἡμῶν πάθη, καὶ νόσους τοῦ σώματος.
Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr