martes, 12 de noviembre de 2024

Venerables Ascetas Nilo y Teódulo del Sinaí (+s.V)

Versos:
"Nilo refresca Egipto, así como la creación,
Porque el gran Nilo se refrescó con sus palabras y murió".

Nilo (o 
Neilos) fue un padre entregado al que nada lo podría detener en sus esfuerzos desesperados por tratar de rescatar a su hijo Teódulo (o Theódulos), quien había sido secuestrado.
Pero también era un monje profundamente ascético que solamente se sintió satisfecho cuando dejó atrás su carrera como un oficial de alto rango en Constantinopla con la finalidad de abrazar una vida austera y de oración mística en los desiertos, en los alrededores del Monte Sinaí (aún parte de Egipto.)
 La fascinante historia de San Neilos del Sinaí y de su hijo Theodulos se desarrolló durante el reinado del Emperador Teodosio, en la segunda mitad del Siglo Cuarto.
Fue en ese entonces, cuando un rico e influyente ciudadano de la gran ciudad de Constantinopla –un cristiano devoto quien tuvo como mentor en la enseñanza de los principios básicos de la fe nada menos que a San Juan Crisóstomo, - llegó a ser el poderoso Prefecto de los Pretorianos de la capital. Este poderoso administrador se llamaba Neilos y, dondequiera que iba, los ciudadanos de la gran metrópolis se inclinaban ante él. 
 
 
 



"Ο ΆΓΙΟΣ ΝΕΙΛΟΣ", [O Áyios Nílos],
SAN NILO




Neilos era un muy burócrata muy talentoso y trabajador, además de ser un padre de familia muy dedicado, quien gozaba en su papel como padre de un hijo joven y alegre, así como de una hija piadosa, quien compartía el celo de su madre por el Santo Evangelio de Jesucristo. Ellos eran una familia estrechamente unida –una familia edificada sobre los fuertes cimientos de la creencia en la Buena Nueva de la rápidamente creciente Santa Iglesia.
A pesar de su feliz vida familiar Neilos sufría en su espíritu. Intranquilo y desasosegado ansiaba dejar de lado a la ciudad y sus interminables deberes como Prefecto con la finalidad de probar la dura, pero espiritualmente satisfactoria, realidad como un monje errante quien ha entregado todas sus posesiones por causa del Dios Todopoderoso.
Al pasar de los años creció su impaciencia, al tiempo que Neilos compartía sus anhelos con su amada esposa… hasta que ella viendo cuán sincero era su anhelo de vivir verdaderamente el Evangelio, accedió a dejar la ciudad con él y retirarse completamente del ocupado mundo de los negocios humanos. 
 
 






 
 
Llenos de gozo y esperanza, toda la familia dejó finalmente Constantinopla en el 390 viajando hacia un mundo de remotos monasterios ubicado en la estéril región del Sinaí (aunque esta región no es por sí misma parte de Tierra Santa, jugaría un papel de gran importancia en el crecimiento del Cristianismo, ya que albergó a muchos de los más grandes y activos monasterios de la Iglesia primitiva.)
Al llegar ahí Neilos coordinó para que su hijo también llevara la vida monástica, mientras que su esposa hacía lo mismo con su hija. Ambas mujeres ingresaron a un convento local y en el lapso de algunos días los cuatro miembros de la familia ya se encontraban viviendo la vida retirada de ascetas piadosos al tiempo en pasaban sus días rezando y ayunando tras las paredes conventuales.
Sin embargo, luego de un tiempo breve, Neilos y su hijo buscaron un lugar con muchas menos comodidades por lo que cavaron una cueva en una colina, en la cual pasaban sus días en oración. Ahora su vida era bastante austera y consistía básicamente en oración, meditación y estudio de las Sagradas Escrituras. Satisfechos con las plantas silvestres, de sabor amargo, como único alimento, dormían poco y pasaban largas horas en sus fervorosas oraciones.  Neilos y Theodulos se las habían arreglado para olvidar el mundo –pero desgraciadamente el mundo no se había olvidado a ellos. De tiempo en tiempo, a pesar de su ubicación tan remota, el una-vez Prefecto recibía correspondencia de sus antiguos colegas… o solicitudes de guía espiritual para sus amigos que continuaban luchando con las rígidas demandas del Siglo Cuarto de la Cristiandad. 
 
 



San Neilos (Nilo) el Asceta




Un día, el felizmente monje retirado, recibió una carta especial. Mostrando el sello real del Emperador la misiva contenía un urgente pedido de Arcadio (377-408) quien le había escrito al santo varón con la finalidad de pedirle sus oraciones. 
En unas breves líneas el perturbado Emperador le explicó como su amada Constantinopla se iba deteriorando rápidamente. La gran ciudad capital se iba despedazando por las luchas intestinas y sus valores morales iban decayendo con una velocidad atemorizante. ¿Podría este monje del desierto del Sinaí rogar por la ayuda del Todopoderoso con el fin de revertir este aterrador decaimiento en la degradación?
San Neilos leyó la carta y sacudió su cabeza llena de cabellos grises. ¿Había algo para sorprenderse en que la ciudad se haya comenzado a degenerar? Sólo algunos años atrás, lo que el preocupado Neilos sabía muy bien, el gran Patriarca de Constantinopla -el de “los labios de oro”, San Juan Crisóstomo, quien también había sido el mentor espiritual del antiguo Prefecto- había sido expulsado de la ciudad y de la Santa Iglesia, producto del conflicto entre un grupo de obispos malintencionados. 
 
 




Venerable Theodulos , hijo de Neilos el Asceta





El santo patriarca había sido eliminado por una conspiración política y el ahora abatido Emperador veía los resultados –incremento del caos y un colapso moral a lo largo de su amada ciudad. ¿Podría el incorruptible y virtuoso monje del Sinaí ayudarlos a resolver este terrible problema a través de su oración? 
Leyendo la carta una y otra vez el atribulado Neilos supo que debía negarse. Entonces, cogiendo su pluma escribió una respuesta con la cual tenía la seguridad de que iba a decepcionar al gobernador del mundo Mediterráneo: 
“¿Cómo puedo rezar por una ciudad que es merecedora del castigo de Dios por sus acciones malvadas, donde los crímenes son protegidos por la ley, en la cual se dio el exilio del bienaventurado Juan, el pilar de la Iglesia, luz de la verdad y la trompeta de Dios?” 
“¡Usted me pide que rece por la ciudad, pero se lo demanda a un alma que se encuentra golpeada por la aflicción de la multitud de pecados que ha cometido la ciudad!”
Fue una carta muy dolorosa de escribir. Pero San Neilos era un hombre honesto quien no dudó en decirle al Emperador la verdad entera, tal como se ve en su siguiente carta:
“Expulsaste a Juan, el más grande guía en la tierra, aparentemente sin ninguna razón, al tiempo que has consentido el dejarte influenciar por algunos obispos desviados cuyas creencias no tiene validez. Regresa a tus sentidos puesto que has privado a la Iglesia de las limpias enseñanzas que hemos recibido del gran Juan. ¡Reconoce tus pecados y arrepiéntete!”
 




Osios Neilos el Asceta




Para el antiguo Prefecto de Constantinopla este fue un tiempo muy difícil. Sin embargo, tristemente, los problemas de este monje ardiente sólo comenzaban. Prontamente la paz de su vida en soledad se vio sacudida por las fuerzas de la historia. Sucedió que en aquél momento en Tierra Santa una tribu nómade de Arabia estaba asolando la región y atacando sin piedad a los miles de monjes que vivían en las cuevas y grutas que circundaban el Monte Sinaí.
Mientras que muchos de estos hombres santos eran asesinados a punta de espada, otros eran vendidos como esclavos y llevados a una esclavitud sin fin. Uno de estos desventurados y desgraciados hombres sería el piadoso y abnegado Theodulos –el hijo del antiguo Prefecto, que había sido secuestrado durante una incursión de los Arabes y desaparecido en un abrir y cerrar de ojos. ¿Lo habría perdido para siempre?
Atravesado de dolor por su terrible por su terrible perdida Neilos estaba inconsolable – especialmente cuando supo por un miembro viajero de la tribu que los bárbaros tenían planes de sacrificar a su hijo en compañía de una joven a la diosa Afrodita. Sin embargo, esta tragedia fue evitada en el último minuto y la vida del joven fue salvada – solo para ser vendido a otra tribu vagabunda que se encontraba a punto de partir en una larga jornada hacia Tierra Santa.
Luego de una larga negociación y de indagaciones dolorosas, el determinado padre pudo confirmar finalmente la presencia de su hijo en el pueblo de Elusius –en el cual el Obispo local lo había comprado al jefe de la tribu y lo tenía sirviendo como portero de su iglesia. 
Neilos se dirigió al pueblo tan rápido como sus pies lo pudieron llevar y recuperó rápidamente al joven que había dado por perdido. Luego le explicó al Obispo, quien tenía la esperanza de ordenar al joven varón como sacerdote, de que él y su hijo querían regresar a sus vidas austeras de adoración monástica en el desierto. Respetando sus deseos el amable obispo los ordenó a ambos como sacerdotes y los envió alegremente a que sigan su propio camino.
 









Luego de estas aventuras los dos ascetas retomaron su existencia como monjes en el desierto salvaje. Finalmente, satisfecho con su vida humilde oración y devoción, San Neilos se dedicaría a componer varias homilías muy hermosas, cartas y ensayos, que resuenan con una sabiduría duramente aprendida. En una de esas reflexiones, incluida en la bien conocida Filocalia, el fervoroso monje escribe conmovedoramente sobre los impulsos que motivan a muchos ascetas a renunciar a “las cosas del mundo”:
“Dejemos atrás las cosas del mundo y elevémonos nosotros mismos hacia lo verdaderamente bueno para el alma. ¿Cuánto tiempo seguiremos jugando con cosas triviales? ¿Nunca asumiremos un espíritu valiente?... si solo tuviéramos un entendimiento más profundo de las realidades del mundo divino, no estaríamos tomados por las distracciones de este mundo.”
Luego de una larga y fructífera vida como Padre del Desierto, San Neilos dejó este mundo para alcanzar su gloriosa recompensa como defensor del Evangelio de Jesús Cristo, alrededor del año 450. De acuerdo a la mayoría de cronistas de la época, él pasó cerca de 60 años peregrinando por los duros desiertos de Tierra Santa.
Al presente, las reliquias de Santo Padre Neilos y las de su hijo Theodulos –junto con las de otros notables ascetas-, son preservadas en la Iglesia de los Santos Apóstoles en Constantinopla. Ellas se encuentran justamente bajo el santuario, en el cual fueron enterrados eventualmente por el devoto Emperador, Justino el Joven.
San Neilos vivió una vida larga y tumultuosa que finalizó con la victoria de su fe triunfante. Su historia nos muestra que el amor de un padre terrenal por su amado hijo refleja maravillosamente el amor que Dios Padre expresa infinitamente por el Hijo del Hombre. 
Y que el mismo amor está disponible como un regalo, libremente entregado, a todos aquellos que acepten el Santo Evangelio de Jesús Cristo.

 
 


Ἀπολυτίκιον Ἦχος πλ. δ’.
 
Ταῖς τῶν δακρύων σου ῥοαῖς, τῆς ἐρήμου τὸ ἄγονον ἐγεώργησας, καὶ τοῖς ἐκ βάθους στεναγμοῖς, εἰς ἑκατὸν τοὺς πόνους ἐκαρποφόρησας, καὶ γέγονας φωστήρ, τῇ οἰκουμένῃ λάμπων τοῖς θαύμασι, Νεῖλε Πατὴρ ἡμῶν, Ὅσιε, Πρέσβευε Χριστῷ τῷ Θεῷ, σωθῆναι τὰς ψυχὰς ἡμῶν.

  Himno de despedida. Tono pl. del 4º

Con los arroyos de tus lágrimas cultivaste la aridez del desierto; y por tu trabajo dedicado diste fruto al ciento por uno; y fuiste luminaria, haciendo brillar este mundo con los milagros, Oh Neilos nuestro Padre justo. Intercede ante Cristo Dios para que se salven nuestras almas.

 
Κοντάκιον Ἦχος πλ. δ’. Τῇ ὑπερμάχῳ.
 
Τὰς φρυγανώδεις τῶν παθῶν τῶν ἐκ τοῦ σώματος, ἐπαναστάσεις τιμητικῶς Νεῖλε Μακάριε, ἐν ἀγρύπνῳ σου συνέκοψας ἱκέσιᾳ. Ἀλλ᾽ ὡς ἔχων παῤῥησίαν πρὸς τὸν Κύριον, ἐκ παντοίων μὲ κινδύνων ἐλευθέρωσον, ἵνα κράζω σοι, Χαίροις Πάτερ παγκόσμιε.
 
Condaquio. Tono pl. del 4º. A la Gran General(a)

Por tú oración incesante, Oh padre Neilus, santo de Dios, cortaste de modo radical todas aquellas cosas materiales que encandilan a las pasiones del cuerpo; y ya que poseíste la audacia con el Señor de todo, permite que no caiga en los peligros por lo que  proclamo: Alégrate Oh Padre universal. 






Fuentes:Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury, apostoliki-diakonia.gr, diakonima.gr, johnsanidopoulos.com, saint.gr, synaxarion.gr

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