Versos:
"De Agrigento a Dios retiras, oh Logos, a aquel a quien
los confines de la tierra juzgan un padre bendito".
San Gregorio nació en la isla de Sicilia, en el pueblo de
Pretorium, no lejos de la ciudad de Agrigentum, de sus piadosos y virtuosos
padres Jarítonas (del gr. "Χαρίτωνας") y Zeodoti ("Θεοδότη”).
El infante Gregorio fue bautizado por el obispo de Agrigentum, Potamianos.
Cuando tenía ocho años, sus padres le entregaron al aprendizaje sagrado. A los
diez años de edad, el niño estudioso dominaba la escritura y podía leer y
cantar himnos de la iglesia. A los doce años, Gregorio fue incorporado al
clero, y fue puesto bajo la guía espiritual del archidiácono Donato. El obispo
Potamianos lo ordenó lector cuando tenía dieciocho años, debido a que tenía una
excelente voz para leer. Sin embargo, un día, un ángel del Señor se le apareció
al bendito joven mientras dormía, y después de decir su nombre tres veces,
dijo: "Gregorio, tus oraciones han sido escuchadas. Por lo tanto, apúrate
y vete". Sin demora, Gregorio dejó Agrigento y fue a Cartago, donde
encontró a un monje portador del Espíritu llamado Marcos.
Creyendo que Dios lo
había enviado a Marcos, se quedó con él durante cuatro años. Juntos partieron
hacia Antioquía, donde Marcos fue muy admirado.
Mientras estaba en Antioquía, Gregorio fue impulsado por una
visión divina a ir a Jerusalén, donde fue ordenado diácono por el patriarca
Macario de Jerusalén (552, 564–575). Gregorio habitó por un tiempo en
Jerusalén, y luego fue a Constantinopla, donde fue recibido con amor por los
hermanos del Monasterio de los Santos Mártires Sergio y Baco. Los esfuerzos
ascéticos de Gregorio fueron notados por el Patriarca Eutiquio de
Constantinopla (552-565), ante cuya insistencia el Santo participó en el Quinto
Sínodo Ecuménico (553). Las reprimendas del santo a los monotelitas lo hicieron
famoso incluso a los oídos del emperador. Al finalizar el Sínodo, Gregorio se dirigió
a Roma para venerar las tumbas de los santos apóstoles Pedro y Pablo.
Durante este tiempo murió el obispo de Agrigento. El clero
mayor y los ciudadanos ilustres de Agrigento viajaron a Roma con una solicitud
para que el Papa determinara un sucesor para su último jerarca de entre una
lista de candidatos que se estaban presentando. El Papa, sin embargo, rechazó
su propuesta por inspiración divina, y en su lugar convocó a Gregorio para que
los sirviera como obispo.
Durante unos años, Gregorio guió pacíficamente al rebaño que
Dios le había confiado. Era un defensor de los oprimidos, un sabio
predicador y un sanador milagroso. Como
obispo, Gregorio llevó la vida de un monje ascético, observando fervientemente
los votos monásticos. El rebaño amaba a su jerarca y confiaba en él. Pero
también había personas maliciosas que habían decidido calumniarlo.
Dos sacerdotes, Sabinus y Crescens, a quienes Gregorio había
hecho mucho bien, no podían tolerar en absoluto la virtudes de Gregorio. Porque
tal es la naturaleza del vicio, que no puede tolerar la virtud.
En
consecuencia, Sabinus y Crescens encontraron a una prostituta de mala
reputación y la sobornaron para calumniar a Gregorio diciéndo que había tenido
relaciones inmorales con ella. Entonces, cuando Gregorio estaba en la iglesia,
la mujer entró sigilosamente a su habitación, y justo cuando Gregorio salió de
la iglesia con la gente, ella salió de su habitación. Los dos sacerdotes
comenzaron a insultar a Gregorio como un libertino.
Después de dos años y medio, sin juicio ni veredicto, el clarividente Anciano Marcos, que conocía a Gregorio desde su juventud,
acudió al Papa. El anciano no creyó los cargos y persuadió al Papa para que
convocara un sínodo para decidir el caso de Gregorio. Por invitación del Papa,
muchos clérigos de la ciudad de Agrigentum llegaron al sínodo, junto con todos
los que hicieron acusaciones contra el Santo, incluida la ramera. Desde
Constantinopla, tres obispos y el dignatario imperial Marciano llegaron a Roma.
En el camino, Marciano había caído gravemente enfermo. Siguiendo el consejo de
muchas personas que habían recibido curación a través de las oraciones de
Gregorio, los sirvientes llevaron al moribundo a la prisión donde languidecía
el santo que hacía milagros. A través de las oraciones de San Gregorio, el
Señor concedió la curación a Marciano.
En el sínodo, los calumniadores intentaron renovar sus
acusaciones, y como prueba principal, presentaron la ramera trastornada al
juez, declarando que Gregorio la había hechizado. Pero el santo rezó por ella y
echó al demonio. La mujer recuperó el sentido y
dijo ante el sínodo toda la verdad. A través de sus lágrimas, confesó
que había sido sobornada para difamar al hombre de Dios, y que inmediatamente
después de haber cometido la calumnia, el espíritu maligno entró en ella y la
mantuvo en su poder.
El Papa, después de leer los cargos, no quiso ver al acusado
y dio órdenes de encarcelarlo. El Santo soportó su humillación humildemente,
morando en oración constante. Sus esfuerzos en la oración y carisma de hacer
milagros se hicieron rápidamente conocidos en toda la ciudad y en la región
circundante. Los romanos piadosos comenzaron a reunirse en la prisión, a quien
el Santo encarcelado enseñaba sobre la vida justa, e imploraba al Señor que
sanara a los enfermos.
Sabinus y Crescens, junto con los otros malignos, más de
cien en número, encontraron sus rostros repentinamente tan negros como el
carbón (que también se podían ver en sus descendientes durante muchas
generaciones), y fueron castigados con el exilio. Marciano quería ejecutarlos,
pero Gregorio imploró el perdón para ellos.
Gregorio regresó en honor a su propia catedral, y fue
recibido con gran júbilo por su pueblo, y allí hizo mayores maravillas que
antes. Rodeado por el amor de su rebaño, guió a la Iglesia durante muchos años
hasta que alcanzó la vejez profunda, y reposó en paz en el 590 d.C.
Se pueden encontrar partes de su santo cráneo en la Metrópolis de Tesaliotidos y en el Monasterio Athonita de Dionisio. Otras reliquias se encuentran en el Monasterio Athonita de Panteleimon, el Monasterio Palaiokastritsa en Kérkyra y la Laura de San Alejandro Nevsky en San Petersburgo.
Su memoria se celebra el 23 de noviembre, junto con San Potamianos el Obispo y San Marcos el Monje.
Señalar que se salvaron 10 escritos suyos sobre el Eclesiastés del Antiguo Testamento. Aquí se muestra la traducción de un comentario del libro del Eclesiastés: Mi corazón se alegra en el Señor.
Γρηγορῶν ἐκ σπάργανων φερωνύμως Γρηγόριε, ἐν τοὶς δικαιώμασι Πάτερ τοῦ τῶν ὅλων δεσπόζοντος, ἐπλήσθης οὐρανίων δωρεῶν, ὡς γρήγορος ποιμὴν τῶν εὐσεβῶν διὰ τοῦτο πρὸς λειμῶνας ἀειθαλεῖς, Ἰθύνεις τοὺς βοώντας σοὶ δόξα τῷ σὲ δοξάσαντι Χριστῷ, δόξα τῷ σὲ στεφανώσαντι, δόξα τῷ ἐνεργούντι διά σου, πάσιν ἰάματα.
Himno de despedida. Tono 1º. Ciudadano.
Oh Gregorio, fuiste diligente en los mandamientos de tu Maestro, incluso desde tus pañales. Estuviste lleno de dones celestiales, y condujiste a pastos verdes a los que claman a ti: Gloria a Aquel que te ha fortalecido; Gloria al que te ha coronado; Gloria a Aquel que por medio de ti otorga sanidades a todos.
Canon de fe, icono de mansedumbre y maestro de abstinencia te ha revelado a tu rebaño la verdad de tus obras. Así ganaste, Padre Obispo Gregorio, exaltación por tu humildad y riquezas por tu pobreza. Intercede con Cristo Dios que salve nuestras almas.
Otro himno de despedida tono 4º
Oh Dios de nuestros Padres, siempre actúa con amabilidad hacia nosotros; no tomes tu misericordia de nosotros, sino que guía nuestras vidas en paz a través de las oraciones de los jerarcas Gregorio y Anfiloquio.
Condaquio tono 4º
Con los brillantes rayos del Espíritu Santo, la Iglesia ilumina el camino de aquellos que celebran tu gozoso descanso, oh justo y bendito Padre Gregorio.
Fuente: saint.gr, johnsanidopoulos.com, fatheralexander.org, corazones.org