Versos:
"Tú salvas, Jesús, incluso a los recaudadores de impuestos por Tu gracia", gritó Mateo desde el medio de las llamas".
Sin sentido del esfuerzo, Mateo murió en el incendio el dieciseisavo.
Él era despreciado por todos como un “publicano”, esos cobradores de impuestos para el Imperio Romano que eran tan mal vistos y odiados y aún a pesar de ello llegó a ser uno de los campeones más elocuentes del Santo Evangelio en toda la historia de la Cristiandad. El Santo Apóstol Mateo fue un gran predicador, y él lo sabía. Entendió perfectamente bien que los cobradores de impuestos del Siglo Primero en Palestina
eran condenados en todo lugar como ladrones ávaros, a quienes nada los detenía con tal de
robar hasta el último céntimo que pudieran obtener de los ciudadanos.
Mateo no negó su culpabilidad. Trabajando en la calles de su ciudad
natal, Cafarnaúm, y en la región Palestina de Galilea, explotó lo más
que pudo a sus indefensos ciudadanos e incluso, con mucho gusto, confiscó
sus propiedades.Sin sentido del esfuerzo, Mateo murió en el incendio el dieciseisavo.
Él era despreciado por todos como un “publicano”, esos cobradores de impuestos para el Imperio Romano que eran tan mal vistos y odiados y aún a pesar de ello llegó a ser uno de los campeones más elocuentes del Santo Evangelio en toda la historia de la Cristiandad. El Santo Apóstol Mateo fue un gran predicador, y él lo sabía. Entendió perfectamente bien que los cobradores de impuestos del Siglo Primero en Palestina
Sin embargo, a pesar de los pecados de Mateo, ocurrió
un gran milagro… un milagro que subraya lo que vendría a ser una de las
únicas verdades más importantes en todo el Evangelio: ¡Cristo ama a los
pecadores!
El Hijo del Hombre no
vino a la tierra para salvar a los justos… sino para ofrecer la salvación
a todos aquellos que se encuentran sufriendo bajo el peso de sus
propios pecados. Y cuando Él comenzó a caminar por las calles de Palestina
con Mateo, su Nuevo amigo (y aún cenó en su casa una que otra vez), los
ciudadanos “justos” de ese entonces –particularmente los siempre
justificados Escribas y Fariseos- se enfurecieron.
¿Cómo se atrevía Él
a malgastar su tiempo con un cobrador de impuestos cuyo alma,
obviamente, estaba negra a causa del pecado? Tristemente, los Escribas y los
Fariseos habían fallado completamente en entender la verdad central
del Santo Evangelio: el hecho de que Jesús había venido por cada uno
de nosotros, especialmente por aquellos cuya alma se encontraba oscura a
causa del pecado.
En ninguna otra persona se hace más evidente la verdad y el efecto sanador de esta afirmación que en la vida de este recolector de impuestos de Tierra Santa, quien renacería en el servicio a Jesucristo. (Por supuesto que después de su conversión devolvería lo justo a todos aquellos a quienes había robado, al tiempo que les suplicaba su perdón por todo el daño que les había hecho.)
En ninguna otra persona se hace más evidente la verdad y el efecto sanador de esta afirmación que en la vida de este recolector de impuestos de Tierra Santa, quien renacería en el servicio a Jesucristo. (Por supuesto que después de su conversión devolvería lo justo a todos aquellos a quienes había robado, al tiempo que les suplicaba su perdón por todo el daño que les había hecho.)
San Mateo fue un gran
evangelizador y un santo mártir que nunca perdió su fe en Dios. A pesar de
ello, su más grande regalo ha sido el magnífico documento que escribió
durante el tiempo posterior a la Crucifixión y Resurrección de Jesús:
el primer libro del Nuevo Testamento, también conocido como el Evangelio según
San Mateo.
La maravillosa travesía de Mateo como uno de los evangelizadores
más efectivos de la Iglesia primitiva se inició en Cafarnaúm en el momento
en que escuchó murmurar al Señor esas tres palabras fundamentales: Ven
y
Sígueme. Movido
profundamente por el espíritu e incapaz de resistir a esa orden que
cambiaría su destino el recaudador de impuestos hizo lo que se le ordenó.
En un instante dejó lo que estaba haciendo y se aproximó hacia el Salvador
de la humanidad. ¿Cómo sucedió esto? La respuesta es un misterio que
se encuentra más allá del entendimiento humano. Ciertamente que no hay
nada en el pasado de Mateo que sugiriera que esa transformación se
hubiera podido dar algún día.
También conocido como
“Leví” (el nombre de Mateo significa “Regalo de Dios”), era el hijo de
un humilde trabajador llamado Alfeo y no hay nada absolutamente
inusual sobre sus primeros años de vida en las calles de Cafarnaúm. Y a
pesar de eso sabemos que una vez que la orden fue dada -Ven y Sígueme–
este mediocre publicano se transformó completamente en otra clase de persona.
Durante los años que siguieron a su conversión predicaría el Santo
Evangelio, por ocho años en Palestina y luego en diversas tierras
extranjeras.
Antes de terminar sus
días, el celoso Mateo llevaría la Buena Nueva de su fe a los Partos y los
Medos, entre otros, - y finalmente a los fieros Etíopes del Africa, con
los que su fiel lealtad a Jesucristo y su valerosa insistencia en evangelizar
para el Hijo de Dios, le costaría la vida.
El Apóstol Mateo, escribiendo el Evangelio "inspirado por Dios" (del gr. "θεόπνευστος", [Zeópnefstos]) |
Sus luchas en Etiopía son
especialmente recordadas por generaciones de cristianos como un emblema
del total e inquebrantable compromiso de los santos mártires con la misión de Jesucristo. Luego de haber convertido a muchos en esas tierras salvajes y muy poco
cultivadas regiones, San Mateo asignaría a su leal discípulo –el fiel
Platón- como Obispo de la ciudad de etíope de Mirmena para luego retirarse
a la soledad en una montaña cercana.
Por un corto período
llevó una vida pacífica de oración y meditación. Pero en el momento en que
bautizó a la esposa del hijo del Príncipe de Etiopía se selló el
destino de San Mateo.
Gravemente ofendido por la nueva fe, el enfurecido príncipe Fulvián envió una docena de guardias armados para arrestar a ese arribista espiritual y lanzarlo a prisión. Entonces sucedió una cosa muy extraña. Cuando los guardias se aproximaron para arrestar al antiguo recolector de impuestos, su visión se les puso borrosa y como cubierta por nubes. Se marearon. Ellos sabían que su presa se encontraba cerca pues podían escucharlo hablar a sólo algunos metros más allá del lugar en que se encontraban. Pero sus ojos les eran inútiles pues el hombre permanecía invisible. Frustrados y algo más que alarmados, los que serían sus carceleros, regresaron a toda prisa al palacio del príncipe donde tristemente le explicaron la situación: El Santo Varón, quien se había atrevido a bautizar a la familia del tirano, estaba usando una capa que lo hacía invisible. Como era de esperarse, el enojo del príncipe se hizo mayor… e inmediatamente envió a un segundo grupo de soldados al lugar. La suerte del segundo grupo de oficiales fue peor que la del primero.
Cuando se aproximaron al Apóstol se alarmaron al ver que él brillaba con una luz intensa, que ciertamente no era de este mundo. Atemorizados por sus vidas dejaron caer sus armas y regresaron corriendo al palacio de Fulvián donde, balbuceando y más atemorizados que el primer grupo, se negaron a reanudar la persecución.
Gravemente ofendido por la nueva fe, el enfurecido príncipe Fulvián envió una docena de guardias armados para arrestar a ese arribista espiritual y lanzarlo a prisión. Entonces sucedió una cosa muy extraña. Cuando los guardias se aproximaron para arrestar al antiguo recolector de impuestos, su visión se les puso borrosa y como cubierta por nubes. Se marearon. Ellos sabían que su presa se encontraba cerca pues podían escucharlo hablar a sólo algunos metros más allá del lugar en que se encontraban. Pero sus ojos les eran inútiles pues el hombre permanecía invisible. Frustrados y algo más que alarmados, los que serían sus carceleros, regresaron a toda prisa al palacio del príncipe donde tristemente le explicaron la situación: El Santo Varón, quien se había atrevido a bautizar a la familia del tirano, estaba usando una capa que lo hacía invisible. Como era de esperarse, el enojo del príncipe se hizo mayor… e inmediatamente envió a un segundo grupo de soldados al lugar. La suerte del segundo grupo de oficiales fue peor que la del primero.
Cuando se aproximaron al Apóstol se alarmaron al ver que él brillaba con una luz intensa, que ciertamente no era de este mundo. Atemorizados por sus vidas dejaron caer sus armas y regresaron corriendo al palacio de Fulvián donde, balbuceando y más atemorizados que el primer grupo, se negaron a reanudar la persecución.
El príncipe ya
había visto suficiente. Habiendo llegado al límite su paciencia, el
exasperado gobernante decidió hacer el arresto por sí mismo. Tan pronto
como Fulvián se acercó al Santo Apóstol una explosión de luz le cegó,
dejándole totalmente indefenso y temblando de miedo. Pero San Mateo
solamente sintió compasión hacia el tembloroso potentado – y rápidamente
rezó, pidiéndole al Dios Todopoderoso que le restaure la
visión. Cuando el azorado tirano se dio cuenta de que podía ver
nuevamente, le "pagó" rápidamente a Mateo por su bondad, amarrándolo y rodeándolo
por una gran pila de troncos embadurnados con brea y resina. Sin embargo
San Mateo mostró muy poco miedo por una muy buena razón: aunque el
inmisericorde dictador prendió fuego a la pila de troncos, no sólo una,
sino dos veces, las llamas rugientes ni siquiera chamuscaron el cuerpo del
santo evangelizador.
No obstante este gran
hombre santo comprendió que su tiempo había llegado… y su alma se elevó para
recibir su recompensa gloriosa.
Por supuesto que el príncipe se sorprendió
por estos acontecimientos pero su corazón estaba oscurecido, muy oscuro.
Y por el hecho de que no estaba convencido de la verdad del mensaje de San
Mateo –que Cristo ama a los pecadores y que ha venido a salvarlos del
Infierno- el cruel Fulvián ordenó que su cuerpo fuese colocado dentro de
un ataúd de plomo y luego
arrojado al mar.
Sin embargo poco después
de que fuera realizado este acto de maldad el Santo Mártir se le apareció en un
sueño al Obispo Platón dándole instrucciones muy precisas sobre cómo
encontrar el ataúd de plomo. El buen obispo localizó prontamente los
restos del santo… y cuando el príncipe vio que también había acontecido
este milagro, finalmente se convenció de la verdad de Jesucristo. Luego de
haberse convertido, Fulvián fue bautizado nada menos que por el Obispo
Platón, quien en una pincelada de genialidad decidió premiarlo con el
nombre cristiano de “Mateo.”
Desde ese día en adelante
el príncipe penitente reformó completamente su vida. Llegó a ser un
piadoso presbítero y vivió como un cristiano ejemplar –al punto que cuando
el fiel Platón murió, el evangelista se le apareció en un sueño al
príncipe diciendo que el siguiente Obispo de Etiopía sería quien alguna
vez fuera el tirano e inmisericorde Fulvián.
Sin embargo el milagro de la conversión del príncipe no fue el único acontecimiento ocurrido en las tierras de Etiopía. En otra ocasión muy recordada, luego de que el Señor se le presentara a Mateo en la persona de un joven brillante quien le entregó un palo, el evangelista lo plantó a las puertas de su Iglesia. Para la sorpresa de todos el palo floreció rápidamente convirtiéndose en un gran árbol portador de frutos deliciosos… al tiempo que nacía de sus raíces un arroyo de agua pura. Cuando los feroces Etíopes (muchos de los cuales eran caníbales, según historiadores de esa época) comieron del fruto de ese árbol y bebieron esas aguas cantarinas no pasó mucho tiempo antes de que se volvieran pacíficos y se llenaran del espíritu
Sin embargo el milagro de la conversión del príncipe no fue el único acontecimiento ocurrido en las tierras de Etiopía. En otra ocasión muy recordada, luego de que el Señor se le presentara a Mateo en la persona de un joven brillante quien le entregó un palo, el evangelista lo plantó a las puertas de su Iglesia. Para la sorpresa de todos el palo floreció rápidamente convirtiéndose en un gran árbol portador de frutos deliciosos… al tiempo que nacía de sus raíces un arroyo de agua pura. Cuando los feroces Etíopes (muchos de los cuales eran caníbales, según historiadores de esa época) comieron del fruto de ese árbol y bebieron esas aguas cantarinas no pasó mucho tiempo antes de que se volvieran pacíficos y se llenaran del espíritu
del Señor.
San Mateo escribió su
Evangelio –el primer libro del Nuevo Testamento- en Hebreo, en un dialecto
conocido como “Arameo”, y luego fue traducido al Griego para luego
ser diseminado por todo el mundo conocido. Este inapreciable documento
fue escrito por Mateo en su Palestina nativa, en la región de Galilea,
probablemente alrededor del año 40, según la mayoría de los estudiosos de
ese período.
La vida de Mateo, el
Santo Apóstol y Evangelista, ha servido a lo largo de los siglos como un
vívido e irresistible ejemplo del amor de Cristo por los pecadores.
En el mundo del Siglo
Primero en Galilea, ningún ciudadano era más odiado que el “publicano” –
el recolector de impuestos
para los odiados Romanos, quienes gobernaban la antigua Palestina. A pesar
de ello Jesús escogió ese recolector de impuestos para ser, no sólo
uno de sus Doce Apóstoles, sino también el autor de uno de los más
valiosos documentos en la historia de la Cristiandad.
La vida de Mateo no fue
fácil, pero él estaba abierto a la gracia de la conversión de Dios, por la
que finalmente entregó todo aquello que poseía –incluida su vida-
por Jesús.
La historia que tenemos
sobre la conversión de Mateo y la fiesta que celebramos de él nos muestra la gran compasión que Jesús siente por todos nosotros. Él se
acercó a los marginados sociales e incluso hizo apóstol a uno de
ellos, de quien se reconoce históricamente como el autor del Evangelio que
lleva su nombre.
Nosotros deberíamos de
estar dispuestos a seguir los pasos de Nuestro Señor Jesús yendo en pos de
los enfermos, los pecadores y todos aquellos que no son deseados
–para que podamos llamarlos a formar parte del Cuerpo de Cristo.
Ver Evangelio según San Mateo (con breve interpretación por P. Trempelas)
Θείας ἤκουσας, φωνῆς τοῦ Λόγου, καὶ τῆς πίστεως, τὸ φῶς ἐδέξω, καταλείψας τελωνείου τὸν σύνδεσμον ὅθεν Χριστοῦ τὴν ἀπόρρητον κένωσιν, εὐηγγελίσω Ματθαῖε Ἀπόστολε. Καὶ νῦν πρέσβευε, δοθήναι τοὶς σὲ γεραίρουσι, πταισμάτων ἱλασμὸν καὶ μέγα ἔλεος.
Himno de despedida. Tono 3º. De la fe divina.
Escuchaste la voz divina del Logos y aceptaste la luz de la fe, habiendo abandonado la asociación con el cobro de impuestos; por eso trajiste la buena noticia del indecible vaciamiento de Cristo, Oh apóstol Mateo. Ahora intercede para que los que te honran puedan recibir el apaciguamiento de sus faltas y la gran misericordia.
Otro himno de despedida tono 3º
Oh Santo Apóstol y Evangelista
Mateo, intercede ante el Dios misericordioso para
que conceda a nuestras almas el perdón por nuestras
ofensas.
Κοντάκιον Ἦχος δ’. Ὁ ὑψωθεὶς.
Τοῦ τελωνείου τὸν ζυγὸν ἀποῤῥίψας, δικαιοσύνης τῷ ζυγῷ προσηρμόσθης, καὶ ἀνεδείχθης ἔμπορος πανάριστος, πλοῦτον κομισάμενος, τὴν ἐξ ὕψους σοφίαν· ὅθεν ἀνεκήρυξας, ἀληθείας τὸν λόγον, καὶ τῶν ῥᾳθύμων ἤγειρας ψυχάς, καθυπογράψας, τὴν ὥραν τῆς κρίσεως.
Condaquio tono 4º. El elevado.
Cuando dejaste atrás la
vida de Publicano y optaste por el yugo de lo recto y justo,
probaste ser un gran comerciante, uno que ha reunido las
riquezas de la sabiduría Celestial; por esa causa, fuiste
heraldo de la palabra de la verdad, Oh
Mateo, y elevaste las
almas de los hombres perezosos mostrándoles los horrores
del día del juicio final.
Megalinario
Cuando el Maestro te llamó a abandonar todas las cosas, oh bendito Mateo, no te demoraste en obedecerle; y registraste las noticias de salvación para publicanos y pecadores, y todos los que confían en Él.
Fuente: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury * saint.gr *synaxarion.gr