Versos:
"Fuiste visto Miguel, como un nuevo Noé con tu templo, poniendo fin en Jonia a la inundación del río".
El sexto del mes, Miguel canalizó el flujo del río.
"Fuiste visto Miguel, como un nuevo Noé con tu templo, poniendo fin en Jonia a la inundación del río".
El sexto del mes, Miguel canalizó el flujo del río.
Miguel, el gran y principal comandante de las huestes incorpóreas de Dios, tanto antes de la encarnación como después, mostró compasión y solicitud hacia la raza humana [Jos. 5:13-15; Dan. 10:13, 12:1; Judas 1:9; Apocalipsis 12:71]. Otorgó muchos beneficios en la tierra antes de la venida de Cristo, y después mostró aún mayor cuidado y amor hacia los cristianos.
Colosas era una antigua ciudad del sur de Frigia, la extensa parte occidental de Anatolia, que dominaba el Lykos (un afluente del Meandro) en la parte superior de su curso. La ciudad estaba a unas diez millas de Laodikeia y trece de Hierópolis [Col. 2:1, 4:13, 15,16; Apocalipsis 1: 11]. Las tres ciudades formaban una sola esfera de trabajo misionero para Epafras, un habitante de Colosas [Col. 1:7, 4:12, 13]. La ciudad se encontraba originalmente en la principal ruta comercial de Éfeso al Éufrates y el Este, en el cruce de las carreteras a Sardis y Pérgamo. Colosas se debilitó catastróficamente en los siglos VII y VIII con la ruptura gradual del poder bizantino en Asia Menor, dejando a los colosenses expuestos a los invasores sarracenos. El resto de la población se trasladó a Jonae (la moderna Jonia), una fortaleza a unas tres millas más al sur, con un castillo inexpugnable en la empinada ladera del monte Cadmo (cumbre de 8.013 pies). La destrucción final llegó en el siglo XII con la invasión turca. El sitio está actualmente desocupado.
Cuando el evangelista Juan el Teólogo fue a una ciudad de Asia llamada Éfeso, entre los confines de Jonia y Lidia, encontró mucha gente engañada por el error de la idolatría. Reverenciaban especialmente a Artemisa, quien en el mito antiguo era una mujer valiente que era cazadora. Los paganos griegos de ese tiempo la llamaron diosa y la adoraron con grandes sacrificios. Mientras el evangelista Juan estaba en la ciudad con san Prócoro, levantó las manos al cielo y en silencio rogó a Dios largamente con suspiros. ¡Mirad! El ídolo de Artemisa en su templo se derrumbó, pero nadie resultó herido. Entonces el resto del templo se derrumbó. San Juan hizo muchas señales y prodigios en aquel lugar.
En uno de los pueblos de Lidia, San Juan el Teólogo se reunió con el Apóstol Felipe y su hermana, Santa Mariamne.
Partieron con él a la tierra de Frigia. Allí entraron en una ciudad, también conocida como Hierópolis (Pamukkale), en la frontera entre Frigia y Lidia, y predicaron a Cristo. Esta ciudad, famosa por sus aguas termales y yacimientos de calcio, fue morada de innumerables ídolos, los cuales eran adorados por todo el pueblo; y además de estos dioses falsos también tenían una víbora para la cual habían construido un templo especial. Llevaban comida a esta víbora y le ofrecían múltiples y diversos sacrificios. Y el pueblo necio también adoraba a otras víboras y serpientes. San Felipe y su hermana primero se armaron contra la víbora con oración, siendo auxiliados por San Juan el Teólogo, que estaba con ellos en ese momento. Y juntos mataron a la víbora con oración, como con una lanza, dándole muerte por el poder de Cristo. Finalmente, los paganos crucificaron a San Felipe y recibió la corona del martirio. Cristo sacudió Hierópolis hasta sus cimientos con un terremoto devastador. El pueblo profano de Hierópolis, presa de un gran terror, se arrepintió de su impiedad. Cayendo a los pies del Apóstol Juan, suplicaron misericordia. Los bautizó en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y les enseñó la verdad. Las ruinas sustanciales de la Iglesia de San Felipe, en el lugar de su martirio, todavía se pueden ver hoy en Hierópolis.
A partir de entonces, San Juan decidió irse. Llegó a un lugar llamado Herotopon, que se encuentra cerca de Hierópolis, donde llevó a los griegos paganos al conocimiento del Dios verdadero. En ese lugar, el divino Anciano Juan profetizó que en un tiempo posterior brotaría allí una gran abundancia de agua bendita en honor del Arcángel Miguel, quien realizaría prodigios y milagros asombrosos.
San Juan entonces salió de ese lugar y continuó predicando el Evangelio. No pasaron muchos días antes de que el agua brotara de la tierra. Quien bebía del agua con fe, recibía liberación de toda enfermedad. De hecho, no solo los cristianos disfrutaron de este favor divino, sino que incluso los griegos incrédulos, que fueron y bebieron de las aguas, encontraron curación. Escucha el siguiente relato.
Había cierto pagano griego rico en la ciudad de Laodikeia (Laodicea). Tenía una hija única que sufría de mutismo y era muda desde el vientre de su madre. El padre experimentó un gran dolor por esto, y con mucho gusto le habría dado su alma solo para verla hablar. Un día, tuvo una visión favorable. En su sueño observó a cierto hombre diciéndole que fuera a las aguas sagradas (Agiasma) del Arcángel Miguel; porque no volvería amargado.
De hecho, se le dijo que su hija recibiría sanidad y que él mismo obtendría la salvación de su alma. Ahora bien, él tuvo esta visión no porque fue hallado digno (ya que era completamente ignorante con la impiedad de la idolatría), sino más bien porque Dios, que quiere salvar a todos los hombres y hacerlos llegar al pleno conocimiento de la verdad, dispensó en Su economía esta visión, para que por la obra del milagro el griego pagano se convirtiera y otros también fueran fortalecidos en la piedad. Cuando aquel pagano griego despertó, con miedo y temblor, tomó a su hija y fue a las aguas sagradas del Arcángel. Habiendo llegado, encontró que se habían reunido muchas personas que estaban afligidas con diversas enfermedades. Inmediatamente, sólo bebiendo el agua o derramándola sobre sus cuerpos afligidos, eran librados de cualquier dolencia que los poseyera.
El padre griego, al observar todas estas maravillas, preguntó a algunas de las personas qué nombre invocaban mientras bebían o se echaban el agua sobre sí mismos para encontrar la curación. Ellos le dijeron: "Pronunciamos el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, uno en esencia, y el comandante principal Miguel, el esclavo de la Trinidad". Al escuchar esto, sin dudarlo, creyó con todo su corazón. Así, suplicando al Dios que es alabado en la Santísima Trinidad ya su Arcángel Miguel, tomó con fe aquella agua bendita y se la dio a beber a su hija. Inmediatamente, ¡oh maravilla! no sólo la niña fue liberada del vínculo de la mudez, sino que tanto el padre como la hija fueron liberados del vínculo de la incredulidad. Comenzaron con voces elevadas a ofrecer acción de gracias y alabanza al Dios verdadero ya engrandecer a su siervo Miguel. ¿Qué pasó después de esto? El noble griego y su hija, y todos los que estaban con ellos, fueron bautizados y se hicieron cristianos; además, el noble construyó un templo costoso. También erigió en el sitio de las aguas santificadas un hermoso edificio con techo abovedado, para poder decir con el profeta David: "Oh Señor, he amado la hermosura de tu casa [Sal. 25:7]". Por eso, después de mostrar mucha fe y gratitud por el bien que recibió del arcángel, volvió a su propia casa, glorificando a Dios no sólo por las maravillas que veía en su hija, sino más aún por su propia conversión.
El padre griego, al observar todas estas maravillas, preguntó a algunas de las personas qué nombre invocaban mientras bebían o se echaban el agua sobre sí mismos para encontrar la curación. Ellos le dijeron: "Pronunciamos el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, uno en esencia, y el comandante principal Miguel, el esclavo de la Trinidad". Al escuchar esto, sin dudarlo, creyó con todo su corazón. Así, suplicando al Dios que es alabado en la Santísima Trinidad ya su Arcángel Miguel, tomó con fe aquella agua bendita y se la dio a beber a su hija. Inmediatamente, ¡oh maravilla! no sólo la niña fue liberada del vínculo de la mudez, sino que tanto el padre como la hija fueron liberados del vínculo de la incredulidad. Comenzaron con voces elevadas a ofrecer acción de gracias y alabanza al Dios verdadero ya engrandecer a su siervo Miguel. ¿Qué pasó después de esto? El noble griego y su hija, y todos los que estaban con ellos, fueron bautizados y se hicieron cristianos; además, el noble construyó un templo costoso. También erigió en el sitio de las aguas santificadas un hermoso edificio con techo abovedado, para poder decir con el profeta David: "Oh Señor, he amado la hermosura de tu casa [Sal. 25:7]". Por eso, después de mostrar mucha fe y gratitud por el bien que recibió del arcángel, volvió a su propia casa, glorificando a Dios no sólo por las maravillas que veía en su hija, sino más aún por su propia conversión.
Después del paso de noventa años, cierto hijo de Hierápolis, vástago de buena familia ortodoxa, a los diez años partió para la Iglesia del Arcángel, para ser dirigido por la providencia divina desde lo alto. Su nombre era Arquipo, por el apóstol [Col. 4:17]. Se convirtió en el sacristán de la iglesia. Poseedor de mucho autodominio y otras virtudes, se le concedieron dones divinos. Él no solo controló los deseos corporales que dañan el alma, sino que también disciplinó su cuerpo y lo puso en servidumbre al no comer pan ni bañarse, ni le dio descanso a su carne en el sueño. Él realizó todo esto antes de llegar al estado del hombre. Se alimentaba una vez por semana, comiendo hierbas silvestres sin sal. Su única bebida era de las aguas sagradas. Sus únicas dos prendas eran de un paño grueso de pelo: usaba una y se cubría con la otra por la noche. Cada año alternaba las prendas, vistiendo una y cubriéndose con la otra. Este fue siempre el vestido de Archippos. Llenó su lecho con piedra tallada. En cuanto a donde reclinaba su cabeza, tenía otro cilicio lleno de plantas espinosas y espinosas. Esto le permitió dormir poco, pero lo suficiente para sostenerlo. Mantuvo este régimen incluso en la edad adulta y hasta el día de su reposo. Cuando un alma está poseída de tal temor de Dios y amor por esos bienes futuros, lo que consideramos una conducta de vida dura, que requiere una fuerza más allá de la naturaleza, es dulzura y reposo para tal persona. Tenemos como ejemplos adicionales a los mártires y justos que sufrieron toda forma de tortura, aflicción y estrecheces, soportando todo para poder ganar el reino de los cielos. Volvamos ahora a nuestra cuenta.
Arquipo, ahora eclesiarca, con tal modo de vida, nunca dejó de tener ante sus ojos la realización de su salvación, teniendo un corazón quebrantado y humillado [Sal. 50:171. Siempre luchó para que Dios pudiera crear en él un corazón limpio y que la meditación de su corazón fuera agradable ante el Señor, porque el Señor está cerca de los que son de corazón contrito. Suplicó a Dios: "Que mis ojos nunca vean las delicias de este mundo, ni que mi mente se confunda con vanidades temporales. Sólo Tú, oh Señor, misericordioso, llena mis ojos de lágrimas espirituales; Humilla mi corazón y endereza mis pasos en tu ley. Porque, ¿qué beneficio tengo de este cuerpo de arcilla que, por un lado, hoy es, pero, por otro lado, mañana perece, así como la hierba se seca al caer la tarde? Oh Señor Todopoderoso, concédeme luchar por el bien eterno y la salvación del alma".
Tales eran los pensamientos y meditaciones diarias de Arquipo, y Dios escuchó prontamente su súplica. Viviendo en ese momento en la vecindad de las aguas sagradas había una multitud de incrédulos que presenciaban diariamente los milagros. La envidia y la malicia aumentaron en ellos a causa de los milagros y la forma de vida virtuosa del justo Arquipo. Enloquecidos por el ascetismo y las luchas del santo varón, hablaban mal de él. Entonces, un día, aquellos paganos, de común acuerdo, se juntaron y, en una rabia maníaca, cargaron contra el hombre justo. Tenían la intención de darle muerte y destruir por completo las aguas sagradas. Mientras unos arrastraban a Archippos a la fuerza, tomándolo de los cabellos de la cabeza y de la barba, y golpeándolo con varas y trozos de madera, otros intentaban tapar y obstruir el curso de las aguas benditas. ¡Pero, oh Tus juicios inefables, oh Cristo! De allí salió una llama y los asustó a todos, de modo que salieron corriendo; por lo tanto, partieron sin éxito.
Tales eran los pensamientos y meditaciones diarias de Arquipo, y Dios escuchó prontamente su súplica. Viviendo en ese momento en la vecindad de las aguas sagradas había una multitud de incrédulos que presenciaban diariamente los milagros. La envidia y la malicia aumentaron en ellos a causa de los milagros y la forma de vida virtuosa del justo Arquipo. Enloquecidos por el ascetismo y las luchas del santo varón, hablaban mal de él. Entonces, un día, aquellos paganos, de común acuerdo, se juntaron y, en una rabia maníaca, cargaron contra el hombre justo. Tenían la intención de darle muerte y destruir por completo las aguas sagradas. Mientras unos arrastraban a Archippos a la fuerza, tomándolo de los cabellos de la cabeza y de la barba, y golpeándolo con varas y trozos de madera, otros intentaban tapar y obstruir el curso de las aguas benditas. ¡Pero, oh Tus juicios inefables, oh Cristo! De allí salió una llama y los asustó a todos, de modo que salieron corriendo; por lo tanto, partieron sin éxito.
Después de esto, idearon algo peor: un plan para destruir la iglesia hasta sus cimientos y marcar el comienzo de la muerte para el hombre justo. ¿Qué idearon? Cerca de la Iglesia del Arcángel, donde se encontraban las aguas benditas, del lado izquierdo corría un río llamado Chryssos. Los incrédulos querían desviar el río para que el diluvio cayera sobre las aguas sagradas y la iglesia. Creían que al mezclar las aguas del río con el agua bendita podían disolver por completo sus poderes terapéuticos, para que los cristianos no pudieran beber y encontrar la curación. Habiendo considerado cómo se podría diseñar esto, cortaron la primera corriente del río para que pudiera fluir hacia las aguas sagradas. Pero, "¿Quién contará las maravillas del Señor? ¿Quién hará oír todas sus alabanzas [Sal. 105:2]?" El río, como si fuera animado, temiendo la gracia del arcángel, en seguida se desvió mucho hacia la parte derecha de la iglesia; y allí permanece el curso del río hasta el día de hoy, certificando así el milagro. Cuando los más profanos vieron que su injusta empresa tomaba el rumbo contrario al pretendido, aplicaron las palabras del profeta David: "El Señor desbarata los designios de las naciones, desecha las maquinaciones de los pueblos [Sal. 32: 10] . " Los implacables paganos, sin embargo, conspiraron por segunda vez; de hecho, algo más terrible que antes, que os explicaremos desde el principio.
Dos grandes ríos brotan del este: uno se llama el río Lykokastros, y el otro se llama el Kouphos. Corren por separado en dirección a la iglesia y luego la rodean desde lejos, como una isla. Luego convergen y recorren una larga distancia, como un solo río, hasta que se separan en Licia y desembocan en el mar frente a la isla de Rodas. El diablo, envidioso de todo bien, planeó desatar las aguas de estos dos ríos. Sembró en la mente de sus secuaces que se podía hacer que los ríos inundaran la iglesia y las aguas sagradas del arcángel, para que no quedara ni rastro. Esto les pareció muy plausible a los paganos, porque el terreno donde se encontraba la iglesia estaba inclinado hacia abajo. Así, empleando la tendencia descendente del agua, podrían cumplir su objetivo. Ahora, a cierta distancia de la iglesia, había una roca enorme y alta. Los impíos cortaron la piedra y cavaron hondo en un lugar, para que las aguas se desviaran y se juntaran con gran fuerza. Luego, después de cavar enormes zanjas de riego y estanques de recolección fortificados, cerraron el área. Embalsaron las aguas que se acumulaban junto a la peña, hasta que estuvieron listas para romper los sellos de las puertas. Con regocijo maligno esperaban ansiosamente que subiera el nivel del agua para poder descargar su poderoso poder contra la iglesia, las aguas curativas santificadas y Arquipo.
Noche y día, hombres, mujeres y niños trabajaron para lograr su deseo asesino. El esclavo de Dios, Arquipo, contempló la locura de los impíos. Consciente de cuán grande era el peligro que le esperaba, se postró sobre la tierra desnuda, rogando a Dios y al Arcángel Miguel que el consejo de los impíos resultara vano e ineficaz contra la fuerza y el poder de Dios. Así, Arquipo suplicó noche y día.
Después del paso de diez días, las aguas se juntaron en abundancia. Era cerca de la medianoche cuando los impíos rompieron las puertas de las aguas bloqueadas. Eligieron esa hora tardía para desatar las aguas turbulentas, a fin de sorprender a Arquipo y hundirlo en la desesperación cuando tanto él como ese lugar santo serían arrastrados y sumergidos en la destrucción. Los impíos se pararon a la izquierda de la iglesia esperando el desenlace. Archippos escuchó el clamor de la gente y el rugido de las aguas que se acercaban.
Después del paso de diez días, las aguas se juntaron en abundancia. Era cerca de la medianoche cuando los impíos rompieron las puertas de las aguas bloqueadas. Eligieron esa hora tardía para desatar las aguas turbulentas, a fin de sorprender a Arquipo y hundirlo en la desesperación cuando tanto él como ese lugar santo serían arrastrados y sumergidos en la destrucción. Los impíos se pararon a la izquierda de la iglesia esperando el desenlace. Archippos escuchó el clamor de la gente y el rugido de las aguas que se acercaban.
Con mayor fervor, se entregó a la oración, recitando las palabras del profeta David: "Los ríos se han alzado, oh Señor, los ríos han alzado sus voces. Los ríos levantarán sus olas, a las voces de muchos aguas. Maravillosas son las olas del mar, admirable en las alturas el Señor. Santidad es tu casa, oh Señor, por largura de días [Sal. 92:4-7]".
Así oró el santo, y se manifestó una visión divina. Oyó una voz que descendía de los cielos y lo llamaba por su nombre, "Archippos". No pudo mirar por mucho tiempo la visión del arcángel, y cayó de bruces al suelo. Entonces el que hablaba dijo: "Levántate y ponte de pie y ven aquí afuera para contemplar el poder invencible de Dios".
Recuperando entonces el valor de la voz, salió y contempló una columna de fuego que iba de la tierra al cielo. Oyó una voz desde allí que le decía que se parara a la izquierda y que no temiera. Entonces el arcángel levantó su mano derecha e hizo la señal de la Cruz sobre la roca, la que está encima de la iglesia, diciendo: "Hasta aquí es tu flujo". Luego, con lo que parecía una jabalina en la mano, golpeó el lugar con fuerza y partió la roca de arriba abajo. ¡Oh tu poder, Cristo Dios! Clamamos con el profeta David: "Las aguas te vieron, oh Dios, las aguas te vieron y tuvieron miedo; los abismos se turbaron. Grande era el estruendo de las aguas" [Sal. 76:15, 16]. Entonces las aguas se detuvieron y se detuvieron como un muro.
El arcángel, de nuevo, hizo la señal de la Cruz y dijo: "Encauza las aguas aquí". Un gran terremoto ocurrió e infundió miedo. Las aguas de los ríos inmediatamente se derramaron en ese profundo barranco. Así, el arcángel dominó el caudal embravecido y el estruendo del río. Este fenómeno se puede ver hasta el día de hoy. Los ríos desembocan en el embudo en la roca que se encuentra sobre la iglesia, hacia el bema (púlpito). Así este lugar, antes llamado Colosas, desde entonces se llamó "Chonae", una palabra griega que significa la canalización de los ríos en ese lugar.
Arquipo, gracias a la ayuda del Arcángel Miguel, fue librado de una muerte amarga. Con voz fuerte y clara alabó y glorificó a Dios, y también engrandeció en gran manera a su ministro, el arcángel Miguel. Arquipo continuó viviendo una vida agradable a Dios en ese recinto sagrado durante setenta años.
Arquipo, gracias a la ayuda del Arcángel Miguel, fue librado de una muerte amarga. Con voz fuerte y clara alabó y glorificó a Dios, y también engrandeció en gran manera a su ministro, el arcángel Miguel. Arquipo continuó viviendo una vida agradable a Dios en ese recinto sagrado durante setenta años.
Luego fue puesto a descansar del trabajo de sus virtudes y se apresuró a su amado Cristo regocijándose, así como el buen labrador siembra con lágrimas piadosas para poder cosechar los frutos de sus fatigas en el gozo de la vida eterna.
Para la gloria de la Trinidad y del comandante en jefe, Michael, un número ilimitado de prodigios ocurrieron diariamente en el lugar de las aguas benditas; cuyas maravillas, si tuviéramos que describir en detalle, deberían hacernos parecer como aquel que desea contar las estrellas o las arenas del mar. ¡Oh comandante supremo de los ejércitos del cielo, nosotros, los indignos, te suplicamos que por tus oraciones nos rodees siempre con la protección de las alas de tu gloria inmaterial! *
Para la gloria de la Trinidad y del comandante en jefe, Michael, un número ilimitado de prodigios ocurrieron diariamente en el lugar de las aguas benditas; cuyas maravillas, si tuviéramos que describir en detalle, deberían hacernos parecer como aquel que desea contar las estrellas o las arenas del mar. ¡Oh comandante supremo de los ejércitos del cielo, nosotros, los indignos, te suplicamos que por tus oraciones nos rodees siempre con la protección de las alas de tu gloria inmaterial! *
(Tomado de The Great Synaxaristes of the Ortodoxa Church - September, pp. 219-226. Trad. del griego -al ingés- por el Convento de los Santos Apóstoles, Buena Vista, Co. Traducido del inglés -al español- por el equipo de "La Ortodoxia es la Verdad")
Milagro del Arcángel Miguel en Jonia.
(Transcipción del vídeo)**
Nuestra tierra es muy hermosa. El Señor la construyó con mucho amor, y con mucho amor la protegían los cuidadores invisibles, Ángeles y Arcángeles, las Tropas Celestiales.
Una vez, hace mucho tiempo, vivía en el Asia Menor helénica un hombre muy bueno y rico, pero que sin embargo era muy infeliz, porque su única hija, no podía hablar desde su nacimiento. El padre estaba muy preocupado.
Pero una vez se le apareció en su sueño un Ángel del Señor que brillaba mucho más que el sol, Era el Arcángel Miguel. "Si quieres que tu hija pueda hablar, llévala a mi fuente" y dala de beber de allí, que beba agua de allí. Enseguida se despertó el griego, cogió a su hija de la mano, y la llevó a la fuente.
Una vez, hace mucho tiempo, vivía en el Asia Menor helénica un hombre muy bueno y rico, pero que sin embargo era muy infeliz, porque su única hija, no podía hablar desde su nacimiento. El padre estaba muy preocupado.
Pero una vez se le apareció en su sueño un Ángel del Señor que brillaba mucho más que el sol, Era el Arcángel Miguel. "Si quieres que tu hija pueda hablar, llévala a mi fuente" y dala de beber de allí, que beba agua de allí. Enseguida se despertó el griego, cogió a su hija de la mano, y la llevó a la fuente.
"¡San Miguel, Arcángel de Dios, cura a mi hija!" Cogió agua de la fuente, y dio a su hija de beber. La joven chica cogió el cántaro y con respeto bebió del agua bendecida; y de repente dijo claramente: "Dios de los Cristianos, ten misericordia de mí. ¡Santo Arcángel Miguel, ayúdame!. ¡Oh Arcángel Miguel, ayúdame!". Su padre se emocionó mucho ante este milagro.
Como agradecimiento por la curación de su hija, construyó sobre la fuente un templo muy hermoso dedicado al Arcángel San Miguel.
Muchos años después, se estableció en aquel lugar un asceta muy virtuoso que se llamaba Archipos. Este monje rezaba continuamente por todos los peregrinos que venían a la fuente de agua bendecida.
Pero la maldad y la envidia existen desde hace mucho en la tierra. Aparecieron hombres anti-cristianos que querían matar a Archipos y destruir el templo del Arcángel San Miguel.
Como agradecimiento por la curación de su hija, construyó sobre la fuente un templo muy hermoso dedicado al Arcángel San Miguel.
Muchos años después, se estableció en aquel lugar un asceta muy virtuoso que se llamaba Archipos. Este monje rezaba continuamente por todos los peregrinos que venían a la fuente de agua bendecida.
Pero la maldad y la envidia existen desde hace mucho en la tierra. Aparecieron hombres anti-cristianos que querían matar a Archipos y destruir el templo del Arcángel San Miguel.
Cerca de la Iglesia pasaban dos ríos caudalosos. Movidos por el malvado, los malhechores decidieron dirigir la corriente hacia la iglesia. Cuando lo vio el bienaventurado Archipos, cayó sobre sus rodillas, comenzó a rezar al Señor, y suplicó al Arcángel San Miguel que le ayudase: "Santo Arcángel de Dios Miguel, protege tu templo, no permitas que sea destruido este santo lugar".
En aquel momento el agua no paraba de subir, hasta que con gran estruendo llegó hasta la iglesia. Entonces, se apareció frente a todos el Arcángel San Miguel.
En aquel momento el agua no paraba de subir, hasta que con gran estruendo llegó hasta la iglesia. Entonces, se apareció frente a todos el Arcángel San Miguel.
El Brigada Celestial golpeó el suelo con su espada, la tierra se abrió, y se formó un gran precipicio, el cual se tragó todo el agua.
El Arcángel San Miguel, tras salvar de la inundación al templo subió al Cielo. Y el Santo Archipo, glorificó a Dios Todo Poderoso y Misericordioso.
Santo, Santo, Santo, Señor Sabaoth, llenos están los Cielos y la Tierra de tu Gloria. Amén.
El Arcángel San Miguel, tras salvar de la inundación al templo subió al Cielo. Y el Santo Archipo, glorificó a Dios Todo Poderoso y Misericordioso.
Santo, Santo, Santo, Señor Sabaoth, llenos están los Cielos y la Tierra de tu Gloria. Amén.
Profecía de San Juan el Teólogo sobre el milagro en Jonia.
Por Nicolás Velimirovic.
Cerca de Hierápolis, en Frigia, había un lugar llamado Jonia (del gr. "Χωναίς", [Jonés], "hundimiento"), y en ese lugar había un manantial de agua milagrosa. Cuando el Apóstol Juan el Teólogo, acompañado por Felipe, predicó el Evangelio en Hierápolis, vio este lugar y profetizó que allí se abriría un manantial de agua milagrosa, del cual muchos recibirían sanidad, y que el gran Arcángel de Dios Miguel visitaría ese lugar.
Poco después, esta profecía se cumplió: un manantial de agua brotó y se hizo ampliamente conocido por su poder milagroso. Un pagano en Laodicea tenía una hija que era muda, lo que le causaba un gran dolor. El Arcángel Miguel se le apareció en un sueño y le dijo que llevara a su hija al manantial, donde sería curada. El padre obedeció de inmediato, llevó a su hija al manantial y encontró allí a muchas personas que buscaban liberación de diversas enfermedades.
Estas personas eran todas cristianas. El hombre preguntó cómo debía buscar la curación, y los cristianos le dijeron: "Debes orar al Arcángel Miguel, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". El hombre oró de esta manera, le dio a su hija de beber de esta agua y la niña comenzó a hablar. El pagano, su hija y toda su casa fueron bautizados. También construyó una iglesia sobre el manantial dedicada al Arcángel Miguel.
Más tarde, un joven llamado Archippus se instaló allí y vivió una vida de austeridad, de ayuno y oración. Los paganos le hicieron muchas cosas maliciosas, porque no les gustó el hecho de que de este lugar santo cristiano emanara tanto poder espiritual y atrajera a tanta gente.
Más tarde, un joven llamado Archippus se instaló allí y vivió una vida de austeridad, de ayuno y oración. Los paganos le hicieron muchas cosas maliciosas, porque no les gustó el hecho de que de este lugar santo cristiano emanara tanto poder espiritual y atrajera a tanta gente.
Los paganos, en su maldad, desviaron el río más cercano para inundar la iglesia y el manantial. Por las oraciones de Archippus, el santo Arcángel Miguel abrió una fisura en la roca al lado de la iglesia, y el agua del río se hundió en ella. Así fue como se salvó ese lugar y por qué se llamó Chonae, o "del hundimiento", por el agua del río que se hundía sobre la fisura abierta. San Archippus trabajó allí en ascetismo hasta los setenta años, y reposó pacíficamente en El Señor.
Sobre el Santuario del Arcángel Miguel
Por Nicolás Velimirovic.
Por Nicolás Velimirovic.
El
santuario era un edificio abovedado lujosamente decorado con mosaicos
de mármol y oro. Fue famoso en todo el mundo medieval tardío y atrajo a
peregrinos de toda Europa y Medio Oriente. Desafortunadamente,
compartiendo el destino de todas las iglesias de Asia Menor, fue
saqueada y destruida por los ejércitos islámicos en el siglo XII. Hoy,
miles de mosaicos de vidrio se encuentran dispersos por el campo que
marca el sitio de la iglesia.
En el siglo XII hubo un
renacimiento popular de la veneración del Arcángel Miguel que llegó a la
Corte Imperial. El emperador Isaac Komnenos vertió enormes sumas de oro
para embellecer un santuario del Arcángel Miguel que se encontraba al
norte de Constantinopla en el Bósforo. Se tomaron raros accesorios de
mármol y bronce de otros edificios para la iglesia. Isaac encargó nuevos
y espléndidos iconos enjoyados y esmaltados a los orfebres bizantinos.
Raras imágenes antiguas fueron trasladadas a la iglesia por decreto
imperial. Todo esto se perdió solo unos años después en el saqueo de
Constantinopla por la Cuarta Cruzada. Quizás dos de los íconos del
Arcángel de Issac sobrevivan hoy en el Tesoro de San Marcos en Venecia:
botín de la Ciudad Imperial.
NOTAS:
Vídeo (ruso subtitulado en griego y español)
Paráclesis al Arcángel San Miguel por el milagro de Jonia (o Colosas)
*
Hay un elogio en griego, "En Colosas de Frigia, tuvo lugar un evento
maravilloso por parte del todoglorioso comandante en jefe Miguel...",
que se conserva en los monasterios atonitas de la Gran Laura y de
Iveron. Habiendo sido traducido a un griego más simple, está contenido
en New Treasure, por Hierodeacon George Sougdoures, que fue tomado y
utilizado en el relato griego que se encuentra en The Great
Synaxaristes.
** Transcipción
del vídeo. Narración del “Mineo”, (cada uno de los 12 libros, uno por
mes, con los himnos de las fiestas fijas de la Iglesia). Idioma original
ruso, subtítulos en griego realizados por la Diócesis "Cuarenta
Iglesias de Salónica", traducción del griego al español y subtítulos por
el equipo de La Ortodoxia es la Verdad.
Paráclesis al Arcángel San Miguel por el milagro de Jonia (o Colosas)
Ἀπολυτίκιον (Κατέβασμα) Ἦχος δ’.
Τῶν οὐρανίων στρατιῶν Ἀρχιστράτηγε, δυσωποῦμέν σε ἀεὶ ἡμεῖς οἱ ἀνάξιοι, ἵνα ταῖς σαῖς δεήσεσι τειχίσης ἡμᾶς, σκέπη τῶν πτερύγων, τῆς ἀῢλου σου δόξης, φρουρῶν ἡμᾶς προσπίπτοντας, ἐκτενῶς καὶ βοῶντας· Ἐκ τῶν κινδύνων λύτρωσαι ἡμᾶς, ὡς ταξιάρχης τῶν ἄνω Δυνάμεων.
Apolitiquio tono 4º
Comandante supremo de los ejércitos del cielo, nosotros, los indignos, te suplicamos siempre que con tus oraciones nos rodees con la protección de las alas de tu gloria inmaterial, preservándonos a los que nos postramos ante ti y te clamamos en voz alta: Líbranos de las desgracias, porque tú eres el líder de las huestes en las alturas
Έτερον Ἀπολυτίκιον Ἦχος πλ. α’. Τὸν συνάναρχον Λόγον.
Ὡς νεφέλη ὠράθης ἐπισκιάζουσα, Μιχαὴλ Ταξίαρχα τῷ σῷ ἁγίω ναῶ, ὑετίζων δαψιλῶς ὕδωρ ἀθάνατον ὅθεν ὡς ἄλλη κιβωτόν, διεφύλαξας αὐτόν, καὶ ρείθρων τῶν ποταμῖων, τὸν ροῦν ἠκόντιαας πόρρω, πρὸς εὐφροσύνην τῶν ψυχῶν ἠμῶν.
Otro apolitiquio tono plagal del 1º. Al Logos coeterno
Donde brilla tu gracia, oh arcángel, de allí es expulsado el poder del diablo, porque la estrella caída de la mañana no puede soportar la vista de tu luz. Por tanto, te suplicamos: por tu mediación, apaga los dardos del fuego que él lanza contra nosotros y líbranos de sus trampas, ¡oh elogiado Miguel, comandante supremo!
Κοντάκιον. Ἦχος β’. Τοὺς ἀσφαλεῖς.
Ὁ τῇ Τριάδι παρεστὼς ὁλόφωτος, μετὰ πασῶν τῶν οὐρανίων τάξεων, καὶ τὸ ἔνθεον μελῴδημα, σὺν αὐταῖς ἀναφωνῶν Μιχαήλ, καὶ τὴ γῆν θείᾳ νεύσει διερχόμενος, καὶ τέρασι μεγίστοις θαυμαζόμενος, μὴ παύσῃ πρεσβεύων, ὑπὲρ πάντων ἡμῶν.
Kontakion tono 2º. Los inquebrantables.
Oh Miguel, que estás radiante ante la Trinidad junto con todas las huestes celestiales, y con ellas clamas en alta voz el cántico inspirado por Dios. Mientras recorres la tierra por orden de Dios y te haces maravilloso con maravillas sumamente grandes, no dejes de interceder por todos nosotros.
Fuentes consultadas: saint.gr, apostoliki-diakonia.gr, pemptousia.gr, Sinaxario de los doce meses del año de de San Nicodemo el Athonita, diakonima.gr, Cristoesortodoxo.com, synaxarion.gr, johnsanidopoulos.com