sábado, 17 de agosto de 2024

Los Santos Mártires Pablo y Juliana de Ptolemais en Palestina (+273)

Versos (para el 17 de agosto): 
"Juliana, Pablo, hermanos por naturaleza, también fueron vistos como hermanos por la espada".

Tan pronto como vio la manera en que estaban torturando a su hermano a causa de su fe en Cristo, ella se levantó furiosa y llena de indignación. En voz alta condenó al Emperador Aurelio (270-275) por su injusta y despreciable crueldad.
¿Qué había hecho su hermano para merecer tan horrendo castigo? Solamente había hecho el Signo de la Cruz en público...
y ahora, en represalia, su pobre cuerpo había sido condenado a ser destrozado y quemado por una banda de matones.
El Emperador no se sorprendió por su explosión. Había instruido muy bien a sus oficiales de la corte con palabras como estas: si ella quiere interferir, dejen que se una a su hermano y que sea castigada junto con él.
 
Los sufrimientos de este valiente dúo tuvieron lugar en la ciudad de Ptolemaida (hoy en día parte de la Grecia moderna) durante el año 273 de Nuestro Señor. Fue aquí donde el Emperador Aurelio, que odiaba a los Cristianos, se encontraba de visita con su corte espléndida y en donde se había sentido terriblemente ofendido por la señal de la Cruz que había hecho este joven.

 







 
Luego de haber sido arrestado, encadenado y arrojado a prisión, el desafiante Pablo fue interrogado en una corte llena de gente en la cual dejó a todos sorprendidos con su conducta. En primer lugar, Pablo se rehusó negar que hubiera realizado ese gesto prohibido, el cual honra al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como Tres Personas del Unico Dios Verdadero. Luego de esta impresionante negativa Pablo anunció con gran firmeza su fe inamovible en el Santo Evangelio. 
 
Los jueces escucharon todo esto y a continuación deliberaron por unos cuantos minutos. Cuando regresaron al salón de la corte les dijeron a todos que este joven Cristiano iba a pagar el precio final por su necedad. La pena de muerte a base de torturas, por el látigo, los garfios y parrillas de metal al rojo vivo. 
 
Al día siguiente, la sentencia fue realizada delante de una muchedumbre burlona.
Pero los verdugos y muchos de los que observaban la escena, vieron con sorpresa a una joven ponerse de pie y aproximarse al mártir sufriente, Pablo, su amado hermano. Su sorpresa solo se hizo más intensa momentos después, cuando ella procedió a reprender al Emperador por su crueldad gratuita.
El resultado fue fácil de imaginar. Rápidamente la honesta Santa Juliana se vio a sí misma enfrentada a los latigazos, los garfios y las parrillas de metal ardiente.
Pero la joven nunca se quejó. 
 
 






 
Cuando quemaron su carne y la engancharon con los garfios ella rezaba en silencio al Padre Santo y a su Hijo Amado rogando la fortaleza para soportar esta amarga tortura. Y su oración no fue negada. Imagínense la frustración del emperador y de sus corruptos secuaces cuando bajo las cortaduras de los látigos y del metal ardiente la vieron sonreír satisfecha. Y entonces sucedió.
 
En el momento culminante de las torturas, y llenos de admiración por la valentía indomable de esta hermana Juliana, tres de los torturadores desertaron. Sus nombres fueron Quadratus, Acacius y Stratonicus, quienes sorprendieron a la muchedumbre sedienta de sangre, cuando arrojaron sus látigos y garfios y declararon espontáneamente que ellos también eran seguidores del Santo Evangelio de Jesucristo. 
 
Percibiendo una potencial rebelión entre su cohorte, el enfurecido emperador no perdió ni un momento... rápidamente ordenó que esos tres traidores fuesen inmediatamente decapitados y en el lugar en que se encontraban. Fueron ejecutados sumariamente pero este nuevo acto indigno no tuvo ningún efecto en Juliana, quien continuó proclamando su lealtad al Mesías de Galilea. 
 
Desesperado por quebrar su voluntad, a continuación el astuto Emperador intentó seducirla anunciando que haría de ella su novia si desobedecía al Nazareno, quien le había ofrecido la vida eterna y el perdón de sus pecados. 
 
A Juliana solo le tomó unos segundos para tomar su decisión. Rechazando esa última táctica del tirano corrupto, permaneció firme. Enfurecido, la forzó a instalarse en una casa de reputación dudosa. Pero sus oraciones al padre Santo fueron respondidas de la manera más notable: todos aquellos que se aproximaban a ella con la finalidad de manchar su virtud de manera repentina se quedaban ciegos. 
 








Finalmente el Emperador ya había presenciado suficiente. Ordenó la construcción de una hoguera inmensa con el fin de quemarla viva. Pero las muchedumbres sádicas ya se habían cansado de tantas idas y vueltas y para este momento, con su volatilidad característica, empezaron a mostrarse favorables con la joven mientras deploraban las crueles tácticas del tirano enfebrecido por el poder. Dándose cuenta de que la situación estaba a punto de explotar sin control, el Emperador envió inmediatamente a sus asesinos contra la noble Juliana. Fue decapitada en cuestión de segundos en el año 273, cuando bordeaba la edad de 20 años.  
 
Murió arrodillada junto a Pablo, su valiente hermano, mientras cantaban juntos, antes de morir, uno de los himnos triunfales más queridos por ellos. 
Sus días de sufrimiento indecible habían llegado a su término. Fieles hasta el final murieron tal como habían vivido: llenos de gratitud a Jesucristo, quien les había permitido llegar al final de sus vidas portando la corona gloriosa del martirio. 
 
La historia de este devoto hermano y de su hermana han inspirado a los Cristianos por muchas generaciones. Inmensamente animados por el amor y la generosidad que Santa Juliana mostró por su hermano Pablo, entendieron que el amor terrenal procede de la fuente inagotable del amor que Dios Todopoderoso tiene por el ser humano.


Apolitiquio tono 4º

Tus  Mártires, Oh Señor, en su valiente lucha por recibirte a Ti, han recibido como premio la corona de la incorrupción de la vida que viene de Ti, oh Dios inmortal. Pues ellos al poseer Tú fortaleza, vencieron a los tiranos y destruyeron completamente a la supuesta fortaleza de los demonios. Oh Cristo Dios, por sus oraciones, salva nuestras almas ya que Tú eres misericordioso. 

Condaquio tono plagal del 4º

Ustedes han probado ser una lámpara brillante iluminando toda la creación con el brillo de sus milagros, oh mártires divinos. Han sanado a los enfermos y han dispersado la oscuridad y las tinieblas del espíritu, y han rezado a Cristo nuestro Dios en favor de todos nosotros.







Fuentes consultadas: saint.gr, synaxarion.gr, diakonima.gr, apostoliki-diakonia.gr, *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury. "Gran Sinaxario de la Iglesia Ortodoxa" Ed. Synaxaristis.

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