Santos Ciríaco y Julita, Mártires (¿304? p.c.)
De "Las Vidas de los Santos de A. Butler". *
Cuando los edictos de Diocleciano contra los cristianos se aplicaban con la máxima severidad en Licaonia, una viuda llamada Julita, que vivía en Iconio, juzgó prudente retirarse de un distrito donde ocupaba una posición prominente y buscar un refugio seguro bajo un régimen más clemente. En consecuencia, tomó consigo a su hijo Ciríaco o Quiricio,** de tres años de edad, a dos de sus servidoras y escapó hacia Seleucia. Allí quedó consternada al descubrir que la persecución era todavía más cruel, bajo la dirección de Alejandro, el gobernador y, por lo tanto, continuó su huida hasta Tarso.
El martirio de Santa Julieta (pintura anónima de la 2ª mitad del s. XVII ubicada en la iglesia de Saint-Cyr-et-Sainte-Julitte en Villejuif). Su hijo Saint Cyr también está representado en la pintura. |
Su arribo a la ciudad fue inoportuno, puesto que coincidió con el de Alejandro; algunos de los miembros de la comitiva del gobernador reconocieron al pequeño grupo de peregrinos. Casi inmediatamente, Julita fue detenida y encerrada en la prisión. Al comparecer ante los jueces del tribunal que iba a juzgarla, llevaba a su hijo de la mano y denotaba una absoluta serenidad. Julita era una dama de noble linaje con muy vastas y ricas posesiones en Iconio, pero en respuesta a las preguntas sobre su nombre, posición social y lugar de nacimiento, solo afirmó que era cristiana. En consecuencia, el proceso no tuvo lugar y se la condenó a recibir el castigo de los azotes atada a las estacas. Antes de que se cumpliera con la sentencia, le fue arrebatado su hijo Ciríaco, a pesar de sus lágrimas y sus protestas.
Santos Ciriaco y Julieta de Iconio de Asia Menor |
En la cuenta sobre estos santos se dice que Ciríaco era un niño muy hermoso y que el gobernador lo tomó en sus brazos y lo sentó sobre sus rodillas, en un vano intento para que dejase de llorar. La criatura no quería más que volver al lado de su madre y extendía sus brazos hacia ella mientras la azotaban y, cuando Julita gritó, en medio de la tortura: "¡Soy cristiana!", el niño repuso como un eco: "¡Yo soy crisitano también!".
En un momento dado, a impulsos de la ansiedad por librarse de las manos que le retenían y correr hacia su madre, el chiquillo comenzó a debatirse y, como Alejandro se esforzaba por contenerle, le propinó algunas patadas y le rasguñó la cara. La actitud del niño, completamente natural en aquellas circunstancias, encendió la cólera del gobernador. Se levantó hecho una furia, alzó a la criatura por una pierna y lo arrojó con fuerza sobre los escalones, al pie de su tribuna; el cráneo se le fracturó y quedó muerto al instante.
Julita lo había presenciado todo desde las estacas donde estaba atada, pero en vez de manifestar su dolor, levantó la voz para dar gracias a Dios por haber concedido a su hijo la corona del martirio. Su actitud no hizo más que aumentar el furor de Alejandro. Este mandó que desgarrasen los costados de la infortunada mujer con los garfios, que fuese decapitada y que su cuerpo, junto con el de su hijo, fuera arrojado a los basureros en las afueras de la ciudad, con los restos de los malhechores. Sin embargo, después de la ejecución, el cadaver de Julita y el de Ciríaco fueron rescatados por las dos criadas que habían traído desde Iconio, quienes los sepultaron sigilosamente en un campo vecino.
Cuando Constantino restableció la paz para la Iglesia, una de aquellas servidoras reveló el lugar donde se hallaban enterrados los restos de los mártires, y los fieles acudieron en tropel a venerarlos.
NOTAS:
* Alban
Butler (Northamptonshire, Inglaterra, 1709 - Saint-Omer, Francia,
1773), dedicó más de treinta años a escribir esta exhaustiva obra
dedicada a las vidas de los santos. Aquí respetamos y valoramos dicho
esfuerzo, no sería así si no mostrásemos en ocasiones fragmentos de su
obra. Sin embargo nos cuidamos de sus opiniones y de ciertos datos por
él expuestos, ya que, al contrario de como asevera la wikipedia -la
enciclopedia libre-, lo de "católico" es un término muy ambigüo. No se
puede meter todo en el mismo saco, porque tal acto es producto de falta
de discernicimento entre lo que es cierto y lo que no. La Ortodoxia es
la Verdad.
NOTAS de A. Butler:
** El nombre aparece escrito de muy diversas maneras: Cirico, Ciricio, Ciríaco. En el Martirologio Romano se halla registrado ahora como Quirico. En francés se cambia por Cyr o Cirgues.
*** Las muy diversas formas en que se ha conservado la leyenda hasta nuestros días, son un testimonio de su popularidad. En las tres divisiones de la Bibliotheca Hagiographica que publicaron los modernos bolandistas, se encontrarán coleccionados los diversos textos.
En la Graeca se mencionan cinco de esos documentos (n.n. 314-318), en la Latina figuran ocho (n.n. 1801-1808) y en la Orientalis dos (n.n. 193-194). Más de uno de esos textos se imprimió en el Acta Sanctorum, junio, vol. iv. Sobre toda la cuestión conviene consultar a Delehaye en Origines du cuite des Martyrs, pp. 167-168 y su CMH., pp. 321 y 254.
Ver también el Sitzungsberichte de la Academia Prusiana, escrito por Dillmann en 1887, vol. i, pp. 339-352; el Zeitschrift /. Kirchengeschichte, 1910, pp. 1-47, de H. Stocks; Rom. Mosaiken und Malerein (1924), vol. n, parte II, pp. 685-694 y vol. IV, pp. 179-181, de Wilpert.
Ἡ καλλιμάρτυς τοῦ Χρίστου Ἰουλίττα, σὺν τριετεῖ ἀμνῶ αὐτῆς τῷ Κηρύκῳ, δικαστοὺ πρὸ βήματος παρέστησαν φαιδρῶς, εὔτολμοι κηρύττοντες. τὴν χριστώνυμον κλῆσιν, ἄμφω μὴ πτοούμενοι, ἀπειλᾶς τῶν τυρράνων καὶ στεφηφόροι νῦν ἐν οὐρανοίς, ἀγαλλιώνται. Χριστῷ παριστάμενοι.
Κοντάκιον. Ἦχος δ’. Ἐπεφάνης σήμερον.
Ἐν ἀγκάλαις φέρουσα ἡ Χριστομάρτυς, Ἰουλίττα Κήρυκον, ἐν τῷ σταδίῳ ἀνδρικῶς, ἀγαλλομένη ἐκραύγαζε· Χριστός ὑπάρχει Μαρτύρων τό καύχημα.