sábado, 8 de julio de 2023

Gran Mártir San Procopio (+303)

Versos:
"Inclinando Procopio su cuello hacia delante, 
dijo mientras era decapitado: no ofreceré sacrificio al engaño".
En el octavo, la cabeza de Procopio fue cortada rápidamente.

El Santo Gran Mártir Procopio (del gr. "Προκόπιος", [Prokópios]), que se llamaba Neanías, vivió y creció en Jerusalén durante los años en que el emperador romano era Diocleciano (284-305). Su padre, un eminente romano llamado Cristóbal (del gr. "Χριστοφόρος", [Jristoforos]), era un cristiano devoto, pero su madre, Teodosia, era una pagana que creía en ídolos.
Fue privado temprano de su padre, y el niño fue criado por su madre. Habiendo recibido una excelente educación secular, fue llevado a Antioquía y su madre le ofreció a Diocleciano en el primer año de la adhesión del emperador al trono, y rápidamente avanzó en el servicio del gobierno. 
 






 
 
Hacia el año 303, cuando comenzó la persecución abierta contra los cristianos, Neanías fue enviado como procónsul a Alejandría con órdenes de perseguir y torturar sin piedad a los cristianos.
En el camino a Alejandría, algo le sucedió a Neanías similar al que le sucedió a Saulo [Pablo] en el camino a Damasco. En la tercera hora de la noche hubo un fuerte terremoto y, en ese momento, el Señor se le apareció y se escuchó una voz: "Neanías, ¿a dónde vas y contra quién te levantas?" Con gran temor, Neanías preguntó: "¿Quién eres, Señor? No puedo reconocerte".
En ese momento, una cruz resplandeciente como de cristal apareció en el cielo y de la cruz se salió una voz que decía: "Yo soy Jesús el crucificado, el Hijo de Dios".   
 
 





 
 
Y además, el Señor le dijo: "Con este signo que has visto, vence a tus enemigos y Mi paz estará contigo". Por esto se le reveló toda la economía de la salvación. Esa experiencia alteró completamente su forma de vida y pensamiento. Luego fue a Escitópolis e hizo el mismo tipo de cruz que vio en oro y plata. Después de completar esto, le fueron revelados tres iconos a Procopio, y cada uno de ellos llevaba un nombre en hebreo: uno decía Emanuel, el otro Gabriel y el otro Miguel. Después de venerar la Cruz y los tres iconos, en lugar de ir contra los cristianos, Procopio con sus soldados se volvió contra los Agari *1 que estaban atacando a Jerusalén. Entró en Jerusalén como vencedor y declaró a su madre que era cristiano.
 
 




 
 
Las palabras del Salvador se hicieron realidad para el Santo: "Los enemigos de un hombre serán los de su propia casa" (Mt. 10:36). 
Su madre, una pagana, instó a Procopio a ofrecer sacrificios a los dioses que le concedieron la victoria sobre sus enemigos, pero él le dijo que su victoria no provenía de los dioses, sino del poder de Cristo. Luego ella fue al emperador para quejarse de que su hijo ya no adoraba a los dioses ancestrales. Neanías fue convocado por el procurador Judaeus Justus, donde le fue entregado solemnemente el decreto de Diocleciano. 
 
 






 
Después de leer la directiva blasfema, Neanías la rompió tranquilamente ante los ojos de todos. Esto constituyó un delito, que los romanos consideraron como un "insulto a la autoridad". Neanías fue retenido y encadenado a Cesarea de Palestina, donde una vez el apóstol Pablo languideció. Después de terribles tormentos, arrojaron al santo a una prisión oscura. Esa noche, una luz brilló en la prisión, y el Señor Jesucristo mismo liberó al Santo de sus ataduras y le dio el nombre de Procopio *2; por este nombre se le instó a "avanzar" y completar su martirio.
 
 





 
 
 
 
Repetidamente llevaron a San Procopio a la corte, exigiendo que renunciara a Cristo y sometiéndole a más torturas. La firmeza del mártir y su fuerte fe trajeron la abundante gracia de Dios sobre aquellos que presenciaron las pruebas. En un momento dado fue llevado a un templo para sacrificar a los dioses. En cambio, por sus oraciones, los ídolos cayeron y fueron destruidos en el suelo, convirtiéndose luego en agua, que fluía fuera del templo. Inspirados por el ejemplo y los milagros de Procopio, muchos de los antiguos guardias de los mártires y soldados romanos fueron bajo la espada del verdugo junto con sus tribunos Nikostratos y Antioquía, que antes de su decapitación fueron bautizados por el Obispo Leontios. Doce mujeres romanas de rango senatorial *3 también llegaron a creer en Cristo después de presenciar los milagros de Procopio. Aparecieron ante la ventana de su prisión y le dijeron: 
 







 
 
"Nosotras también somos siervas de Cristo". Acusadas por esto, fueron arrojadas a la misma prisión, donde Procopio les enseñaría la fe de Cristo y particularmente sobre cómo recibirán la corona del martirio. Por esta razón, en el ritual del Matrimonio Ortodoxo de los prometidos, se menciona a San Procopio junto con el emperador Constantino y la emperatriz Helena, coronados por Dios. Luego estas doce mujeres fueron cruelmente torturadas, primero cortándolas los pechos, luego se quemándolas bajo los brazos con bolas de hierro sobrecalentado.
Sorprendida por la gran fe y el coraje de estas doce mujeres, y viendo la firmeza de su hijo al soportar estos terribles sufrimientos, Teodosia se arrepintió y se unió a las doce mujeres, siendo ejecutada con ellas por la espada. Finalmente, el nuevo procurador, Flaviano, llegó a gobernar, y ordenó a su sirviente Arquelaos que golpeara a Procopio en el estómago con su espada. Tan pronto como levantó la mano para golpear al Santo, Arquelaos cayó muerto.
 
 



Martirio de San Procopio


 
 
Luego le azotaron y después de esto le quemaron con carbones encendidos, y sobre sus heridas se vertió vinagre. Luego, se colocó en su mano carbón quemado con incienso, lo cual se hizo para obligarle a ofrecer sacrificio a los dioses, pero Procopio se mantuvo firme y permitió que el carbón encendido quemara su mano en lugar de ofrecer el sacrificio. Luego, Procopio fue puesto en un horno encendido, pero a través de la señal de la Cruz enfrió el horno . Convencido de la inutilidad de las torturas, Flaviano condenó al santo gran mártir Procopio a decapitarlo con la espada. 
 
 



Gran Mártir San Procopio. Icono realizado
en el M. Sinaí. s. XIII



 
Cuando Procopio fue llevado al lugar de ejecución, levantó las manos hacia el este y oró a Dios por todos los pobres y desdichados, huérfanos y viudas, y especialmente por la Santa Iglesia para que crezca y se extienda y que su verdad brille hasta el fin de los tiempos.
Hubo una respuesta del cielo demostrando que se sus oraciones fueron escuchadas. Después de esto, con alegría puso su cabeza bajo la espada, recibiendo así la corona de la vida eterna. Por la noche, los cristianos levantaron su cuerpo tan torturado, y con lágrimas y oraciones, lo enterraron. *4


NOTAS:

*1 Los Agari eran una tribu de escitas.

*2 Del gr. "Προκόπιος", [Procópios],del verbo “προκόπτω”, [prokópto], que significa avance, progreso, desarrollo moral y espiritual. 

*3 Las mujeres romanas de rango senatorial tenían grandes privilegios, a veces incluso más que ciertos hombres de rango. Estaban organizadas en un gremio, llamado el Conventus Matronarum, que era una especie de senado femenino. A veces este cuerpo fue consultado por algunos de los emperadores sobre cuestiones menores de estado.

*4 Esta vida de San Procopio tiene cierta semejanza con la de San Procopio de Palestina, celebrada el 22 de noviembre y registrada por Eusebio de Cesarea en su Historia de los Mártires de Palestina, como el primero de los mártires de Palestina. Muchos asocian a los dos como si fueran la misma persona, agregando al primero ciertas leyendas. Sin embargo, también hay diferencias que los distinguen, con las pocas similitudes posiblemente provocando confusiones entre los dos.



Apolitiquio tono plagal del 1º   (MODELO: "Τν συνάναρχον Λόγον", [Ton sinánarjon Lógon], “Al Logos coeterno" 

Apolitiquio tono plagal del 1º

El cielo te atrapó y te llevó a la piedad, y como Pablo, encantado gusto seguiste a Cristo, oh Procopio, el orgullo de los mártires. A través del poder de la cruz, sobresaliste en el combate y pusiste a Belial en vergüenza, de cuya malicia preservas a los que te imploran con amor.

Condaquio tono 2º

Celoso por Cristo y armado con el poder de la Cruz, humillaste al orgulloso y audaz enemigo. Oh Procopio, tu exaltaste a la Iglesia, y ahora nos iluminas en la fe.






Fuentes consultadas: saint.gr, eortologio.net, diakonima.gr, synaxarion.gr